Literatura


Carlos Salazar


Biografía

Carlos Salazar
Carlos Salazar Herrera nació en San José, Costa Rica en 1906. Aquí realizó sus estudios de enseñanza media y básica. A los catorce años obtiene su primer galardón por su ensayo “El café”. Desde su adolescencia presentaba aptitudes para la literatura y el dibujo. En 1928 participó en un concurso donde presentó su tesis por la renovación artística costarricense, y ese mismo año gana un accésit por su relato “La Piedra de Toxil”, en un certamen literario organizado por la Editorial Costa Rica. Se inclinó por el dibujo, y fue nombrado en 1942 profesor de esta materia y de perspectiva en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica. Posteriormente, en 1958, se le nombra como Vice-decano de esta misma facultad, cargo que lo desempeñó por dos años.

En el año de 1930, comienza a trabajar en el Repertorio Americano, donde publica más de veinte cuentos cortos. Hacia 1934, Salazar Herrera empezó a grabar cedros, caobas, y otras maderas. En 1935 obtuvo por su escultura “Motivo” la Medalla de Plata de la Exposición de Arte Centroamericano.

Publicó algunos cuentos en el Repertorio Americano. Escribió en 1947 “Cuentos de Angustias y Paisajes”, ilustrado por grabados de madera realizados por él mismo.

Es nombrado director de la Radio Universidad en el año 49 y el 22 de abril de 1950, inició funciones como  primer director de Radio Universidad. Escritor, artista, amante de la música, don Carlos se ocupó de guiar los primeros pasos de la emisora universitaria: organizó la programación, formuló un reglamento, gestionó presupuesto y en 1956 logró concretar el sueño de dotar a la Radio de instalaciones propias en la nueva Ciudad Universitaria, que se empezaba a construir en San Pedro de Montes de Oca. Algunas de sus narraciones han sido traducidas al inglés, francés, alemán y ruso.

En 1961 obtiene un premio por su cuento “El raudal” en Quetzaltenango, Guatemala. En 1964 se le reconoció con el Premio Magón su obra total. Además, en 1975 publicó “Tres Cuentos”, donde cambia la forma de sus relatos pasados. Muere de vuelta en la ciudad que lo vio nacer en 1980.

En sus expresiones literarias, se encuentra la representación de lo costarricense: hombre, acontecimiento, y paisaje. A la vez, logra infundir la universalidad expresada a través de la sensibilidad.

La obra de Carlos Salazar Herrera se considera dentro del realismo. Refleja paisajes, sociedades, y lenguajes de diferentes regiones de Costa Rica. En ellas se da la materialización, que da como producto figuras como la metáfora, con fondo impresionista. Las emociones aparecen como entidades precipitadas.

El paisaje encuentra gran aceptación en sus escritos. Las ciudades del Valle Central son descritas cuando anochece vistas desde arriba como “estrellas caídas del cielo” (La Trenza). Las regiones como el Cerro de la Muerte o Santa María de Dota son descritas con el frío y la recia vegetación, así como las llanuras con la selva sofocante (“…que había puesto su rancho en un claro de la selva…”, El Temporal). En El Estero describe escenas de Puntarenas (“…Algo lejos, sobre una panga volcada bajo un almendro…”, “…descascaraba unos palos de mangle sobre una horqueta…”).

Las características realistas de los cuentos de Salazar se reflejan con los diálogos campesinos. Evita la aglomeración de términos regionales y la exageración fonética. Se refleja bastante el sentir y el alma en el habla del pueblo campesino de nuestro país.

Sin embargo, en sus diálogos, reproduce con exactitud la fonética y la sintaxis del campesino. Un ejemplo de esto lo encontramos en La Calera: “- Bueno Eliseo, ¿Qué vamos hacer? Voyir haciendo viaje, pues.”

Los Cuentos son pequeñas escenas en conjunto que provienen de una cotidiana realidad costarricense. Los asuntos planteados resultan insignificantes, pero son presentados artísticamente y con cierta indiferencia. Su objetivo fue mostrar la contingencia del ser humano y su dolor. Lo cotidiano y que conmueve con su singular pequeñez, es el argumento de la mayoría de los cuentos de Salazar Herrera.

El autor siempre demuestra un especial empeño por destruir, con ironía, el misterio de lo sobrenatural. Algunos cuentos que pueden servir de ejemplo para este caso son La Bruja y Una Noche.

El narrador es un testigo del relato que el personaje le refiere en su propia circunstancia. “Es una forma de introducir en escena, con gesto cordial, a hombres y paisajes, mediante la ficción de lo realmente vivido”. Si se analiza la prosa utilizada por el autor para el narrador, se descubre que su labor poética es singularizadora. Reprodujo lo que se veía con una percepción artística. Habla con sorpresas, con símbolos, y mezclando el alma con el paisaje. Se considera a la misma vez que la obra de Salazar resulta tanto poética como narrativa, “por todos esos procedimientos (poéticos, expresivos, singularizadores) y formas que “colorean” sus cuentos, hasta tal punto de que algunas de sus narraciones se acercan mucho a lo que se ha llamado “poema en prosa”, aunque el valor argumental de la mayoría de ellas los sitúan justamente entre lo que se considera cuento”.

Los personajes de Salazar Herrera son pasivos y débiles. Se impresionan con facilidad por el mundo exterior. Ellos personifican el binomio que conforma el título de la obra (Angustias, que es una parte negativa del humano, y paisajes, que definen el destino de los personajes). Dos ejemplos válidos para la derrota del hombre ante la naturaleza (el paisaje decide la suerte de los personajes) se dan con “El Camino” y “El Temporal”. Estos personajes se rinden ante su entorno, y se entregan resignados a la indiferencia del paisaje, rasgos del impresionismo.

Aunque en la mayoría de los relatos predomina un patrón negativo, El puente, La ventana, y El novillo se deben de tomar en cuenta como los cuentos con final positivo (aunque exista angustia como parte del fondo). Los Cuentos de Salazar Herrera son dominados, como el título dice, por la angustia.

 

El Temporal

(Cuentos de Angustias y Paisajes)

  • Resumen del Cuento y Análisis

Trata sobre un hombre llamado Pacho, un campesino que habita en un rancho en medio de la selva. Se describe la vegetación y los ruidos que caracterizan el lugar (“Alrededor, crecen los cedros machos...y los palmitos...”, “...Un grito de congo; mil ruidos que no se sabe de dónde vienen”).

En el momento en que inicia el temporal el hombre, que se describe como callado, se encontraba dentro de su rancho. La pasaba con pereza y aburrido, se menciona también que tenía una yegua blanca, era lo único que amaba aunque tenía esposa (“Aquella jaca era su único cariño”, “... Pacho...tenía también mujer”).

Se describe el panorama desde el rancho de Pacho (“Se ve del rancho, a trescientos pasos, el despeñadero del Reventazón; casi al frente el río Siquirres, y muy lejana, desde el combo trasero, la raya azul del Caribe”).

El hombre se dirigía a Siquirres a negociar el carbón, iban solos los dos (“El hombre y la bestia eran una sola cosa”). El temporal había empezado, era constante la lluvia (“...el temporal con necedad de chicharra”). La lluvia hacía estragos, inundaciones, la vegetación se dañaba (“...daban saltos los desaguaderos. Los árboles se gibaron y tembló de miedo el rancho. ¡El temporal!”).

Pacho estaba cansado de la lluvia, cansado de oír llover (“El temporal se le estaba metiendo en todas las ramificaciones de los nervios”). De un momento a otro salió del rancho junto a su inseparable yegua sin despedirse, la mujer los vio partir.

El campesino y la bestia entraron en la selva, llovía sin piedad y el viento azotaba en toda la montaña. Pacho iba en busca de José, un hombre que le debía dinero de la última entrega de carbón. Cruzó un río muy crecido (“los dos respiraban con las narices hinchadas y los pescuezos estirados en alto”). En eso vio que sus sembradíos se habían perdido y recordó que José ya le había pagado.

“¡Maldito temporal!...” La corriente los arrastraba con mucha fuerza, la yegua no logró llegar a la otra orilla (“La vio golpeándose contra las piedras y los árboles orilleros, envuelta en un remolino del codo...y no la vio más”).

Pacho lamentaba la pérdida de su animal (“¡Pobre yegüita mía!...¡Cuatro partos!”) y se quejaba de la incapacidad de su esposa de darle hijos (“En cambio mi mujer...¿Para qué vivir sin mi yegüita?...”) , tal vez esa era la razón de su descontento y de su alejamiento sentimental con ella. Entonces, se soltó de la rama que lo mantenía con vida y se dejó llevar por las aguas azotadas.

“¡Maldito temporal...que le había mojado el sistema nervioso!...”, había perdido la cordura y no resistió más su triste vida.

Universidad de Costa Rica

Ciudad Universitaria Rodrigo Facio

Escuela de Estudios Generales

Curso Integrado de Humanidades II

Comunicación y Lenguaje

Profesora

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Estudiante

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Jueves 6 de Junio del 2002

Camacho, J.A. 1982. El estilo en los cuentos de Salazar Herrera. Editorial Universitaria Centroamericana, San José.




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Enviado por:Msr
Idioma: castellano
País: Costa Rica

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