Arte


Arte renacentista del siglo XVI


LEONARDO DA VINCI

 

Arte renacentista del siglo XVI

Artista florentino y uno de los grandes maestros del Renacimiento, famoso como pintor, escultor, arquitecto, ingeniero y científico. Su profundo amor por el conocimiento y la investigación fue la clave tanto de su comportamiento artístico como científico.

Sus innovaciones en el campo de la pintura determinaron la evolución del arte italiano durante más de un siglo después de su muerte; sus investigaciones científicas -sobre todo en las áreas de anatomía, óptica e hidráulica- anticiparon muchos de los avances de la ciencia moderna.


LOS COMIENZOS EN FLORENCIA

Leonardo nació el 15 de abril de 1452 en el pueblo toscano de Vinci, próximo a Florencia. Hijo de un rico notario florentino y de una campesina, a mediados de la década de 1460 la familia se instaló en Florencia, donde Leonardo recibió la más exquisita educación que esta ciudad, centro artístico e intelectual de Italia, podía ofrecer.

Leonardo era elegante, persuasivo en la conversación y un extraordinario músico e improvisador. Hacia 1466 acude a formarse al taller de Andrea del Verrocchio, figura principal de su época en el campo de la pintura y escultura. Junto a éste, Leonardo se inicia en diversas actividades, desde la pintura de retablos y tablas hasta la elaboración de grandes proyectos escultóricos en mármol y bronce. En 1472 entra a formar parte del gremio de pintores de Florencia y en 1476 todavía se le menciona como ayudante de Verrocchio, en cuya obra El bautismo de Cristo (1470, Uffizi, Florencia), pintó el ángel arrodillado de la izquierda y el paisaje de matices neblinosos. 

En 1478 Leonardo alcanzó la maestría. Su primer encargo, un retablo para la capilla del Palazzo Vecchio, del ayuntamiento florentino, no llegó a ejecutarse. Su primera gran obra, La adoración de los Magos (Uffizi), que dejó inacabada, se la encargaron los monjes de San Donato de Scopeto, cerca de Florencia, hacia 1481. Otras obras de su etapa juvenil son la denominada Madonna Benois (1478, Ermitage, San Petersburgo), el retrato de Ginebra de Benci (1474, Galería Nacional, Washington) y el inacabado San Jerónimo 1481, Pinacoteca Vaticana).

LOS AÑOS EN MILÁN 

En 1482 Leonardo entra al servicio de Ludovico Sforza, duque de Milán, tras haberle escrito una carta en la que el artista se ofrecía como pintor, escultor, arquitecto, además de ingeniero, inventor e hidráulico y donde afirmaba que podía construir puentes portátiles, que conocía las técnicas para realizar bombardeos y el cañón, que podía hacer barcos así como vehículos acorazados, catapultas y otras máquinas de guerra y que incluso podía realizar esculturas en mármol, bronce y terracota. De hecho, sirvió al duque como ingeniero en sus numerosas empresas militares y también como arquitecto. Además, ayudó al matemático italiano Luca Pacioli en su célebre obra La divina proporción (1509). 

Existen evidencias de que Leonardo tenía discípulos en Milán, para los cuales probablemente escribió los textos que más tarde agruparía en su Tratado de pintura (1451). La obra más importante del periodo milanés son las dos versiones de la Virgen de las rocas ( Louvre, París, y National Gallery, Londres), donde aplica el esquema compositivo triangular que encierra a la Virgen, el Niño, san Juan y el ángel, y por otro lado, utiliza por primera vez la técnica del “sfumato” .

De 1495 a 1497 trabaja en su obra maestra La última cena, pintura mural para el refectorio del monasterio de Santa Maria delle Grazie, Milán.

Durante su larga estancia en Milán, Leonardo también realizó otras pinturas y dibujos (la mayoría de los cuales no se conservan), escenografías teatrales, dibujos arquitectónicos y modelos para la cúpula de la Catedral de Milán.

Su mayor encargo fue el monumento ecuestre en bronce a tamaño colosal de Francesco Sforza, padre de Ludovico, para su ubicación en el patio del castillo Sforzesco. Sin embargo, en diciembre de 1499, la familia Sforza fue expulsada de Milán por las tropas francesas. Leonardo dejó la estatua inacabada (fue destruida por los arqueros franceses que la usaron como diana) y regresó a Florencia en 1500. De esta primera etapa milanesa también cabe citar algunos retratos femeninos como el de La dama del Armiño (Museo Czartoryski, Cracovia).

RETORNO A FLORENCIA

Durante su estancia en Florencia, viaja un año a Roma. En 1502 Leonardo entra al servicio de César Borgia, duque de Romaña, hijo del papa Alejandro VI.

En su calidad de arquitecto e ingeniero mayor del duque, Leonardo supervisa las obras en las fortalezas de los territorios papales del centro de Italia.

En 1503, ya en Florencia, fue miembro de la comisión de artistas encargados de decidir sobre el adecuado emplazamiento del David de Miguel Ángel (Academia, Florencia), y también ejerció de ingeniero en la guerra contra Pisa.

Arte renacentista del siglo XVI

Al final de este año comenzó a planificar la decoración para el gran salón del Palacio de la Signoria con el tema de la batalla de Anghiari, victoria florentina en la guerra contra Pisa. Realizó numerosos dibujos y completó un cartón en 1505, pero nunca llegó a realizar la pintura en la pared. El cartón se destruyó en el siglo XVII, conociéndose la composición a través de copias como la que realizó Rubens.

Durante su segundo período florentino, Leonardo pintó varios retratos, pero el único que se ha conservado es el de La Gioconda (Louvre, París), el retrato más famoso de toda la historia de la pintura, también conocido como Monna Lisa, al identificarse a la modelo con la esposa de Francesco del Giocondo que llevaba ese nombre, aunque se han barajado varias hipótesis sobre su verdadera identidad. Si algo merece destacarse de forma especial es la enigmática sonrisa de la retratada. Parece ser que Leonardo sentía una gran predilección por esta obra ya que la llevaba consigo en sus viajes.


ÚLTIMA ETAPA DE SU TRAYECTORIA

En 1506 Leonardo regresó a Milán al servicio del gobernador francés Carlos II Chaumont, mariscal de Amboise. Al año siguiente fue nombrado pintor de la corte de Luis XII de Francia, que residía por entonces en la ciudad italiana.

Durante los seis años siguientes Leonardo repartió su tiempo entre Milán y Florencia, donde a menudo visitaba a sus hermanastros y hermanastras y cuidaba de su patrimonio. En Milán continuó sus proyectos de ingeniería y trabajó en el monumento ecuestre de Gian Giacomo Trivulzio, comandante de las fuerzas francesas en la ciudad. Aunque el proyecto no se llegó a finalizar, se conservan dibujos y estudios sobre el mismo. De esta misma época parece ser la segunda versión de la Virgen de las rocas y Santa Ana, la Virgen y el Niño (Louvre, París).

Desde 1514 a 1516 Leonardo vivió en Roma bajo el mecenazgo de Giuliano de Médicis, hermano del papa León X. Se alojaba en el Palacio del Belvedere en el Vaticano, ocupándose fundamentalmente de experimentos científicos y técnicos. En 1516 se traslada a Francia a la corte de Francisco I, donde pasó sus últimos años en el castillo de Cloux, cerca de Amboise, en el que murió el 2 de mayo de 1519.

DIBUJOS ESCULTÓRICOS Y ARQUITECTÓNICOS

A causa de que ninguno de los proyectos escultóricos de Leonardo fue finalizado, el conocimiento de su arte tridimensional sólo puede hacerse a través de sus dibujos. Idénticas consideraciones pueden aplicarse a su arquitectura. Sin embargo, en sus dibujos arquitectónicos, demuestra maestría en la composición de masas, claridad de expresión y fundamentalmente, un profundo conocimiento de la antigüedad romana.

Los numerosos dibujos que poseemos de Leonardo revelan su perfección técnica y su maestría en el estudio de las anatomías humana, de animales y plantas. Estos dibujos se encuentran repartidos por museos y colecciones europeas como la del Castillo de Windsor, Inglaterra, que constituye el grupo más numeroso. Probablemente su dibujo más famoso sea su Autorretrato de anciano (Biblioteca Real, Turín).

PROYECTOS CIENTÍFICOS Y TEÓRICOS

Leonardo destacó por encima de sus contemporáneos como científico. Sus teorías en este sentido, de igual modo que sus innovaciones artísticas, se basan en una precisa observación y documentación. Comprendió, mejor que nadie en su siglo y aún en el siguiente, la importancia de la observación científica rigurosa. Desgraciadamente, del mismo modo que frecuentemente podía fracasar a la hora de rematar un proyecto artístico, nunca concluyó sus planificados tratados sobre una diversidad de materias científicas, cuyas teorías nos han llegado a través de anotaciones manuscritas.

Los descubrimientos de Leonardo no se difundieron en su época debido a que suponían un avance tan grande que los hacía indescifrables, hasta tal punto que, de haberse publicado, hubieran revolucionado la ciencia del siglo XVI. De hecho, Leonardo anticipa muchos descubrimientos de los tiempos modernos. En el campo de la anatomía estudió la circulación sanguínea y el funcionamiento del ojo. Realizó descubrimientos en meteorología y geología, conoció el efecto de la luna sobre las mareas, anticipó las concepciones modernas sobre la formación de los continentes y conjeturó sobre el origen de las conchas fosilizadas.

Por otro lado, es uno de los inventores de la hidráulica y probablemente descubrió el hidrómetro; su programa para la canalización de los ríos todavía posee valor práctico. Inventó un gran número de máquinas ingeniosas, entre ellas un traje de buzo, y especialmente sus máquinas voladoras, que, aunque sin aplicación práctica inmediata, establecieron algunos principios de la aerodinámica.

Un creador en todas las ramas del arte, un descubridor en la mayoría de los campos de la ciencia, un innovador en el terreno tecnológico, Leonardo merece por ello, quizá más que ningún otro, el título de Homo universalis.

LA OBRA PICTÓRICA

Aunque Leonardo dejara gran parte de su producción pictórica inacabada, fue un artista extremadamente innovador e influyente.

Al comienzo de su trayectoria su estilo es similar al de Verrocchio, pero poco a poco abandonó la manera del maestro en lo que ésta tenía de rigidez o dureza de líneas en el tratamiento de las figuras y evolucionó hacia un estilo más libre, de modelado más suave en el que incluyó efectos atmosféricos.

La temprana Adoración de los Magos introduce una nueva forma de composición, en la que las figuras principales quedan reagrupadas en el primer plano, mientras que en el fondo un paisaje con ruinas imaginarias y escenas de batalla se diluye en la lejanía. 

Arte renacentista del siglo XVI

Las innovaciones estilísticas de Leonardo se hacen patentes en La última Cena, en la que recrea un tema tradicional de manera completamente nueva, como se comentará más adelante.

La Gioconda, la obra más famosa de Leonardo, sobresale tanto por sus innovaciones técnicas como por el misterio de su legendaria sonrisa. La obra es un ejemplo consumado de dos técnicas -el sfumato y el claroscuro- de las que Leonardo fue uno de los primeros grandes maestros.

El sfumato consiste en eliminar los contornos netos y precisos de las líneas y diluir o difuminar éstos en una especie de neblina que produce el efecto de inmersión en la atmósfera.

Especialmente interesantes en la pintura de Leonardo son los fondos de paisaje, en los que introduce la perspectiva atmosférica. Los grandes maestros del renacimiento en Florencia como Rafael, Andrea del Sarto y Fra Bartolommeo, aprendieron esta técnica de Leonardo. Asimismo, transformó la escuela de Milán y, en Parma, la evolución artística de Correggio está marcada por la obra de Leonardo.

El propio Leonardo dijo: “La creación empieza en la mente del artista; después se pone en práctica con la ayuda de la óptica, esto es, conociendo lo que es luz y tinieblas, color, forma, quietud. Dicen algunos que no desean saber tanto, que les basta con retratar lo que ven. Contesto que hay posibilidad de engaño al fiarse de nuestro juicio, sin la razón”.

Comentario de algunas de sus obras:

LA GIOCONDA

(77 x 53 cm. Óleo sobre madera. Museo del Louvre, París)

Arte renacentista del siglo XVI

La expresión enigmática de la Mona Lisa, y su fascinante sonrisa, han dado fama universal al retrato. Según Vasari, el tema es una mujer florentina joven, Monna (o Mona) Lisa, que en 1495 se casó con Francesco del Giocondo, y por ello fue conocida como “La Gioconda”. Esta obra fue realizada durante el tercer período de la producción de Leonardo, la segunda etapa florentina, que comprende de 1503 a 1505.

Esta figura de una mujer, vestida a la manera florentina de su tiempo y sentada ante un paisaje montañoso, es un caso notable de la técnica del “sfumato” de Leonardo (que se hace evidente en las gasas del manto y en la sonrisa) de la suavidad y del efecto del claroscuro , que es la técnica de modelar las formas a través del contraste de luces y sombras. En el retrato se observa que las sensuales manos de la modelo reflejan esa modulación luminosa de luz y sombra, mientras que los contrastes cromáticos apenas son utilizados.

Leonardo amaba este retrato, tanto que lo llevaba siempre consigo hasta que fue vendido a Francisco I. Desde el principio fue una obra muy admirada y copiada, tanto que llegó a ser considerado el prototipo de retrato renacentista. Llegó a ser aún más famosa en 1911, cuando fue robada, siendo descubierta en un hotel en Florencia dos años más tarde. Es difícil comentar tal trabajo de forma breve debido a la variedad y complejidad de los adornos estilísticos que lo forman.

La grandeza y serenidad que irradian de Mona Lisa no residen en su importancia social ni en la riqueza de los vestidos o adornos, sino en su profundidad anímica, en su propia intimidad psicológica, que parece moldear su presencia física, a la vez que desintegrarse en la envolvente naturaleza sin perder su propia identidad, creando así una simbiosis perfecta entre lo universal y lo particular.

El paisaje de fondo está constituido por una naturaleza en movimiento: ríos que fluyen, brumas y vapores, juegos de luces y vibraciones de colores. Nada de esto permanece, todo está fundiéndose, transmutándose. Es en este efecto donde estriba la belleza: Mona Lisa se integra y forma parte del fondo.

La abertura leve de los labios en las esquinas de la boca era considerada en ese período una muestra de la elegancia. Así Mona Lisa tiene una leve sonrisa que nos introduce en la atmósfera apacible, delicada que impregna la pintura entera. Para alcanzar este efecto, Leonardo aplica la técnica del sfumato, la interacción continua entre la luz y la oscuridad, creando una curiosa ambigüedad temporal.

Lo primero que nos llama la atención en el cuadro es que Mona Lisa parece estar viva y realmente parece cambiar ante nuestros ojos y mirar de forma diferente cada vez que nos volvemos a ella. Incluso en las fotografías del cuadro experimentamos este efecto extraño. Todo esto suena algo misterioso, y así es; ése es el efecto que debe producir una gran obra de arte. Sin embargo, Leonardo sabía ciertamente cómo alcanzó este efecto, y por qué medios.

Era un gran observador de la naturaleza y había visto claramente un problema que la propia naturaleza había planteado a los artistas - un problema no menos complicado que el de combinar el dibujo correcto con una composición armoniosa-. Los grandes trabajos de los pintores italianos del Quattrocento que siguieron el ejemplo de Masaccio tienen un rasgo en común: sus figuras parecen algo duras, ásperas, estáticas, casi de piedra.

Lo extraño es que no se debía a falta de paciencia o carencia de conocimiento de las técnicas pictóricas. Nadie podía ser más paciente en su imitación de la naturaleza que Van Eyck; nadie podía saber más sobre la perspectiva que Mantegna. Pero, pese a la grandiosidad de sus representaciones de la naturaleza, sus figuras miran más como si fueran estatuas que como seres vivos. La razón puede ser que cuanto más conscientemente copiamos una figura línea por línea y detalle por detalle, menos imaginamos que realmente es un ser vivo que se mueve y respira. Los artistas habían intentado solucionar este problema de varias maneras. Botticelli, por ejemplo, acentuaba en sus cuadros el agitamiento del pelo y la ropa de sus figuras y les daba una mirada menos rígida. Pero solamente Leonardo encontró la solución verdadera al problema.

Si los contornos no se dibujan tan firmemente, si la forma se deja un poco difuminada, como si desapareciese en una sombra, esta sensación de sequedad y la rigidez pueden evitarse. Ésta es la famosa invención de Leonardo que los italianos llamaron “sfumato” (el contorno velado y difuminado, los colores que permiten que una forma se combine con otra, dejando así siempre algo a nuestra imaginación).

Si volvemos al retrato de la Mona Lisa, podemos entender algo de su efecto misterioso. Vemos que Leonardo ha utilizado su “sfumato” deliberadamente. Quien ha intentado dibujar o retratar una cara sabe que el que tenga expresión depende principalmente de dos características: las esquinas de la boca, y las esquinas de los ojos. Leonardo ha conseguido dar a estas facciones un aire indiferente, dejándolas combinarse con una sombra suave. Esto explica por qué nunca estamos absolutamente seguros si Mona Lisa realmente nos está mirando con alegría, tristeza o pasividad.

No es solamente la imprecisión de los contornos lo que produce este efecto. Hay mucho más detrás de este retrato. Leonardo ha hecho algo muy atrevido, a lo que quizás solamente un pintor de su maestría consumada se podría arriesgar.

Si miramos cuidadosamente el cuadro, vemos que los dos lados no emparejan absolutamente, lo que da un aspecto de paisaje ideal fantástico al fondo. El horizonte, en el lado izquierdo, parece estar mucho más bajo que en el derecho. Por ello, cuando nos centramos en el lado izquierdo del cuadro, la mujer, de alguna manera, parece más erguida que si nos centramos en el derecho. Su cara, parece también variar con este cambio de posición, porque, incluso aquí, los dos lados tampoco emparejan exactamente.

Observemos la manera en que modeló la mano, o las mangas con sus dobleces minuciosos. Leonardo podía ser tan cuidadoso como cualquiera de sus precursores en la observación paciente de la naturaleza; pero, al contrario de lo que éstos hacían (partían de una idea preconcebida de cómo son las cosas), Leonardo las representa tal y como las ve, rechazando cualquier idea a priori.

Hacía mucho tiempo, en un pasado lejano, la gente miraba los retratos con temor, porque se pensaba que al preservar la imagen, el artista podría encerrar en el cuadro, de alguna manera, el alma de la persona retratada. Ahora, el gran científico, Leonardo, había hecho realidad algunos de los sueños y los miedos de estos primeros pintores.

De esta forma, Leonardo Da Vinci, el primer artista que no aboga por una vuelta a los modelos clásicos de la Antigüedad, parte de ésta pero rompe la tradición del Quattrocento florentino inaugurando el camino que tomará el arte del siglo XVI.

LA ÚLTIMA CENA

Años 1503-1506 (189.5 x 120 cm. Óleo sobre madera. National Gallery, Londres)

Arte renacentista del siglo XVI

En la segunda etapa de Leonardo da Vinci, etapa milanesa, éste trabaja de 1495 a 1497 en su obra maestra La última cena, pintura mural para el refectorio del monasterio de Santa Maria delle Grazie, Milán.

En lugar de mostrar a los doce Apóstoles aislados, los presenta agrupados de tres en tres dentro de una dinámica composición. Cristo -en el momento de anunciar la traición de uno de ellos- sentado en el centro y teniendo como fondo un triple ventanal en el que un paisaje se difumina en la distancia, representa un núcleo de serenidad, mientras que los rostros y gestos de los discípulos exteriorizan el drama que supone este momento.

Leonardo reintroduce, con la monumentalidad de la escena y volumen de las figuras, un estilo que ya había iniciado 30 años antes Masaccio.

Desgraciadamente, su empleo experimental del óleo sobre yeso seco provocó problemas técnicos que condujeron a su rápido deterioro hacia el año 1500. Desde 1726 se llevaron a cabo intentos fallidos de restauración y conservación y en 1977 se inició un programa haciendo uso de las más modernas tecnologías, como consecuencia del cual se han experimentado algunas mejoras. Aunque la mayor parte de la superficie original se ha perdido, la grandiosidad de la composición y la penetración fisionómica y psicológica de los personajes dan una vaga visión de su pasado esplendor. 

LA VIRGEN DE LAS ROCAS

Años 1503-1506 (189.5x120cm. National Gallery, Londres)

Arte renacentista del siglo XVI

Pertenece a su última etapa. Se trata de la segunda versión de la Virgen de las Rocas que Leonardo pintó. Se trata de uno de sus cuadros más herméticos.

En un primer plano observamos a la Virgen, el ángel, los niños, Juan el Bautista y Jesús en una naturaleza detallista al estilo de la pintura flamenca. El fondo está dominado por las rocas, la caverna y un paisaje brumoso y marino.

La integración de todas estas formas, la hace posible Leonardo haciendo uso del “sfumato”. De esta forma, aparece la naturaleza como si se tratase de un fenómeno atmosférico que envuelve toda la escena y a los personajes que en ella aparecen.

Podemos observar que no hay un solo foco de luz, sino que Leonardo introduce dos focos para iluminar la escena: el del fondo, que unifica el cielo y la abertura de la caverna, y el segundo foco, que ilumina a las figuras del primer plano.

El interior de la misteriosa caverna representa la parte más íntima de la naturaleza, el lugar secreto de le madre Tierra, cuya expresión cristiana es la Virgen, madre de una nueva humanidad, representada por Cristo, cuya luminosa llegada al mundo constituye la salvación.

A través de una atmósfera difusa, coloreada, envolvente lograda a través de su técnica del “sfumato”, como ya se ha dicho anteriormente, Leonardo da Vinci nos ofrece su concepción de la belleza. Para él la belleza no es algo concreto y definido por cánones estrictos, sino que la belleza es algo en continuo y perpetuo movimiento, algo que transmuta, como la propia naturaleza.

DIBUJOS DE LEONARDO DA VINCI

Vista

Datos del dibujo

Arte renacentista del siglo XVI

Estudio de las manos de una mujer


Dibujo de su cuaderno de notas de Anatomía.
Royal Collection, Windsor.

Arte renacentista del siglo XVI

Dibujo del Torso de una Mujer


Dibujo de su cuaderno de notas de Anatomía.

Biblioteca Ambrosiana, Milán.

Arte renacentista del siglo XVI

Dibujo del Hombre

Año 1492 (34.3 x 24.5 cm.)

Gallerie dell'Accademia, Venecia.

Estudio de proporciones de su cuaderno de notas.

Arte renacentista del siglo XVI

Ballesta Gigante


Años 1480-1482
Biblioteca Ambrosiana, Milán.

Arte renacentista del siglo XVI

Dibujo de la cara de un ángel

(181 x 159 cm.)
Biblioteca Nacional, Turín.

Arte renacentista del siglo XVI

Cabezas

Años 1504-05
Museo de Bellas Artes, Budapest.

Arte renacentista del siglo XVI

Autorretrato


Año 1512
Tiza roja (33,3 x 21,3 cm.)

Galería Nacional, Turín.

Arte renacentista del siglo XVI

Cabeza de una mujer

(28,2 x 19,9 cm.)
Galería Uffizi, Florencia.

Arte renacentista del siglo XVI

Retrato de Isabel Este


Año 1499 (63 x 46 cm.)
Museo del Louvre, París.

Arte renacentista del siglo XVI

Caballo

Tiza roja (15,5 x 14 cm.)

Gabinetto Nazionale dei Disegni e Stampe, Florencia.

PINTURAS DE LEONARDO DA VINCI

Vista

Datos del cuadro

Arte renacentista del siglo XVI

Madonna Benois


Año 1478 (50 x 32 cm.)
Hermitage, San Petersburgo.

Pertenece a la primera etapa florentina. Es una de sus obras juveniles.

Arte renacentista del siglo XVI

La Madonna del Clavel


Año 1478-80 (62 x 47,5 cm.)
Pinacoteca de Munich.

Pertenece a su segunda etapa.

Arte renacentista del siglo XVI

Adoración de los Magos


Año 1481-1482 (246 x 243 cm.)
Galería Uffizi, Florencia.

Se trata de una obra inacabada, perteneciente a su etapa juvenil. Fue su primera gran obra y fue encargada por los monjes de San Donato de Scopeto. En ella consigue, gracias a una ordenación estricta, para alcanzar la cual se sirve de la perspectiva monofocal, que la confusión de personajes agitados no altere la unidad del conjunto. Introduce así una nueva forma de composición: las figuras principales están agrupadas en el primer plano, y en el fondo aparece un paisaje, con ruinas imaginarias y escenas de batalla, que se diluye en la lejanía. Se trata de una composición cargada de energía y movimiento, lo cual sirve para manifestar la alteración que provoca la llegada de Dios al mundo 

Arte renacentista del siglo XVI

La Virgen, el niño y Santa Ana


Año 1510 (168,5 x 130 cm.)
Museo del Louvre, París.

Pertenece a la última etapa.

Arte renacentista del siglo XVI

La Dama del Armiño


Año 1483-1490 (53.4 x 39.3 cm.)
Museo Czartoryski, Cracovia.

Es un retrato femenino que realizó en su primera etapa Milanesa.

Arte renacentista del siglo XVI

Retrato de Ginebra Benci


Año 1474-1476 (42 x 37 cm.)
Galería Nacional de Arte, Washington.

Es uno de sus primeros retratos, perteneciente, por tanto, a su época juvenil de Florencia.

Arte renacentista del siglo XVI

Retrato de un Músico


Año 1490 (43 x 31 cm.)
Pinacoteca Ambrosiana, Milán.

Es un retrato masculino que realizó durante la segunda etapa.

Arte renacentista del siglo XVI

Anunciación


Años 1472-75 (98 x 217 cm.)
Galería Uffizi, Florencia.

Pertenece a su primera etapa, en Florencia. En ella Leonardo no abandona del todo los tópicos representativos del Quattrocento, pero la luz hace que se funda la figura de la Virgen con la atmósfera que la envuelve.

Arte renacentista del siglo XVI

San Jerónimo


Año 1480 (103 x 75 cm.)
Pinacoteca, Vaticano.

Se trata de un cuadro de tema religioso, inacabado, perteneciente a su etapa juvenil en Florencia.

Arte renacentista del siglo XVI

Leda


Año 1510-15 (112 x 86 cm.)
Galería Borghese, Roma.

Obra pintada durante la última época. Se trata de una copia, ya que no se conserva el original.




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Enviado por:Paula Ortiz
Idioma: castellano
País: España

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