El Realismo surge en la segunda mitad del siglo XIX en el momento en que la industrialización de Europa ha provocado la aparición de un proletariado pobre y numeroso que sufre las consecuencias del liberalismo con la burguesía consolidada en el poder.
La publicación del “Manifiesto Comunista” de Karl Marx y la Revolución Francesa de 1848 supuso la interrupción en el panorama político del proletariado que por primera vez toma conciencia de clase y se enfrontará a la burguesía dominante.
En el ambiente artístico se producirá una reacción contra los valores idealistas que caracterizarán el Romanticismo y el Neoclasicismo que dará lugar al movimiento Realista.
En Francia tras la Revolución del 48, la burguesía cada vez es más conservadora a nivel artístico se produce una vuelta a los gustos frívolos del Antiguo Régimen, se rechaza la obra de los Románticos incluso la de Delacroix. Se vuelve a los ambientes frívolos, desenfadados, pero en medio de esta tendencia aparece la obra de Courbet que será un autentico revulsivo. Los artistas tomarán partido por los más humildes movimientos sociales y políticos ante los graves problemas que sufre el proletariado.
Gustave Courbet
Vivió las revoluciones del 30 y del 48, participó activamente en esta última. Tuvo cargos en la comuna de París por lo que cuando el régimen cayó tuvo que exiliarse a Suiza.
Como pintor piensa que lo fundamental es reproducir la realidad libre de todo perjuicio moral, político o religioso. Aunque este comprometido ideológicamente con el obrero y que es un socialista convencido se niega a poner su arte al servicio de ninguna ideología. Admira los pintores holandeses barrocos, así como a los españoles como Velázquez o Zurbarán y rechaza todo academicismo.
Descripción de la obra
Fue rechazada por los responsables de la exposición Nacional de París causa por lo que Courbet montó una exposición propia en el Pabellón del Realismo donde expondrá varias obras entre ellas “el Taller del pintor”, que se considera su obra cumbre aunque fue criticada por sus contemporáneos.
“El entierro de Ornans” es un lienzo de grandes dimensiones en forma apaisada que nos muestra una escena cotidiana, sin personajes destacados y sin acción: un sencillo entierro en el pueblo natal del pintor, en el cual aparecen sus padres y sus hermanas, así como otros asistentes al sepelio.
Las figuras se disponen sin jerarquía, forman un grupo compacto de rostros intensos y expresivos, no aparecen destacados, Courbet no busca ninguna idealización del personaje. Son personajes serios y vulgares. La sensación de barrera visual se acentúa por el color negro de los vestidos y por las dimensiones reales de las figuras. La luz crepuscular no se utiliza para acentuar el dramatismo sino solo para destacar la corporeidad de los personajes y la soledad del paisaje con la línea llana de las montañas del Jura como fondo.
Lo apaisado del cuadro marca la horizontalidad determinada por los personajes. Sólo destaca una línea vertical: la cruz que sostiene uno de los sacerdotes.
Interpretación
Con esta obra queda patente que el Realismo, además de llamar la atención sobre los problemas y situaciones poco frecuentadas en el arte, sirvió también para liberar la pintura de los repertorios iconográficos tradicionales y que ésta se manifestase con toda su independencia.
Esa es la grandeza pictórica de Courbet, capaz de alterar la atención del espectador del contenido del cuadro a la superficie de la tela, a la pintura pura, incluso hacia composiciones intencionadamente desmañadas.
El efecto que produjo “el entierro de Ornans” en el público se puede apreciar en esta frase de un crítico parisino: ¿cómo se puede pintar gente tan horrible? El propio Delacroix, que lamentó la vulgaridad del cuadro, no pudo evitar el admirar el gran valor de Courbet como pintor y reconoció que había en el cuadro detalles magníficos como los sacerdotes, la jarra de agua bendita, las mujeres desconsoladas, etc.