Maestro, Especialidad de Educación Infantil


Antropología educativa


Tema 1: Preámbulo epistemológico.

1."Algunas reflexiones entorno al binomio hombre-educación".

Todo proceso educativo es siempre algo constitutivo de la misma esencia humana, de tal forma que si no existiera ese traspaso de cultura a través de la educación, probablemente el hombre desaparecería, bien por falta de recursos o bien porque el hombre, como tal, dejaría de ser humano y se quedaría en un simple animal.

Por lo tanto, el ser humano, tanto entendido como individuo o entendido como especie, consiste en educación y, por lo tanto, se le suele definir como un "Ens Educandum".

Este proceso educador tan necesario para el hombre para poder llegar a serlo es algo que, por contra, no cuadra a las bestias, ni a los vegetales: para estos se tratará siempre de una extravagancia y de una inconfluencia. A las bestias podemos someterlas a un aprendizaje pero les resultará siempre algo extraño y añadido, porque lo propio de los animales no humanos es vivir siempre al margen de toda educación humana. Además, en el supuesto de ese aprendizaje, probablemente no lograríamos animales más perfectos ni más óptimos y, sobre todo, ellos no tienen necesidades de ese aprendizaje, teniendo en cuenta sus propias exigencias específicas.

El animal humano si tiene necesidades de ese aprendizaje de la cultura a través de la educación, sobre todo a partir de ese instante en que empieza a haber informaciones y habilidades colectivas que no vienen proporcionadas por la herencia genética y que, sin embargo, resultan valiosas y necesarias y, en el segundo instante a partir de que las pautas de conductas incluidas en el código genético de cada uno dejan de ser suficientes para vivir y se hace necesario aprender nuevas cosas.

Es por ello que los filósofos, sociólogos... suelen decir que cada individuo humano es el resultado de tres grandes variables: código genético de cada uno, el medio ambiente y la cultura de la sociedad en la que vive.

Si entendemos la educación como un proceso que contribuye a que cada uno actualice plenamente su naturaleza, optimice su propio código genético o herencia biológica hay que pensar que para saber cual es la mejor manera de optimizar o actualizar ese código genético se debe tener en cuenta que tipo de realidad es el ser humano puesto que es, en definitiva, el destinatario de ese proceso educador. Necesitamos disponer de un cuerpo de doctrina acerca de las diversas capacidades que son características del ser humano.

No es posible plantearse en profundidad las cuestiones que hacen referencia a la educación sin tener como horizonte de ese discurso al sujeto activo y al sujeto pasivo de la tarea educativa.

Afirmar que el ser humano es un ser educable(afirmación fundamental de la antropologia de la educacion) supone sostener al mismo tiempo una idea implicita de lo que es el ser humano, de su naturaleza y de sus obras. Tanto es así que existe siempre una estrecha e intima correlación entre antropología (concepción del ser humano) y pedagogía (forma de educar) en el sentido siguiente: en todo proceso educativo subyace siempre una concepción antropológica, un modelo de hombre, aunque ese modelo no siempre esté formulado de forma explícita y aunque el educador tampoco sea consciente de cuales son los presupuestos antropológicos que gobierna su actividad.

Toda forma de educar lleva siempre escondida un modelo de hombre y esta es la razón de ser de la antropología de la educación cuya función es la elaboración de un cuerpo doctrinal que da respuesta a una serie de preguntas que no son otras sino aquellas que derivan de la consideración del hombre como alguien que debe ser educado. Esa elaboración ha de hacerla la antropología dialogando interdisciplinadamente con el resto de las ciencias que se ocupan del hombre y de la educación. La función que esta llamada a cumplir esta ciencia es una función auxiliar o preparatoria en el conjunto de las ciencias pedagógicas. Función auxiliar porque dispone de un conocimiento adecuado del hombre, condición necesaria para poder llevar a cabo con eficacia la tarea educativa.

El hombre necesita, en cierta manera, saber que lo que él es para poder llegar a serlo. El supuesto del cual partimos se basa en la consideración de la educabilidad como una categoría antropológica de primer orden, tan importante como la categoría de la racionalidad, sociabilidad o la capacidad de hablar.

Decir que el hombre es un ser educable es tan importante como decir que es un ser sociable, o racional, o hablante.

2. "La dimensión filosófica de la educación"

En todo proceso educativo hay que tener en cuenta 3 grandes dimensiones:

- La dimensión del cómo hacer: a esta dimensión pretende contestar la pedagogía.

- La dimensión del qué hacer: a esta dimensión intenta responder la Teoría de la educación.

- La dimensión del para qué educar: a esta pregunta tendrá que responder la filosofía de la educación, que es la encargada de debatir o reflexionar acerca de lo que se dice y se hace en el campo de la educación

Hay dos grandes preocupaciones dentro de esta ciencia:

1º. Preocupación por lo que se dice cuando se educa puesto que no hay proceso educativo sin que se produzcan enunciados???.

2º. Preocupación por lo que hacemos cuando educamos.

Pero no solo esta parte de la filosofía tiene mucho que decir respecto a la educación, sino que la ciencia matriz (filosofía general) tiene bastantes cosas que decir respecto a la educación.

La filosofía ha sido siempre un saber "revoltoso", "entrometido" y el filósofo es un amante del saber. El viejo Aristóteles (S. 4ac) apuntó que la filosofía nació del asombro, admiración, inconformismo... lo que llevó al hombre a preguntarse para remediar su ignorancia.

Probablemente, la característica fundamental de la filosofía sea la interrogación entendiendo lo siguiente: los filósofos no se proponen tanto saber cosas como someter a interrogante todo aquello que sabemos. Tanto la filosofía como los filósofos son por ello impertinentes porque les gusta meterse en todo. Esa impertinencia aporta casi siempre a la vida de los hombres, de ahí que la filosofía tenga mucho que ver y que decir de nuestra vida y existencia. Y si a esto añadimos que la educación es la encargada de modificar nuestra propia existencia también va a clavarse en ella el interrogante filosófico. Es decir; si a la filosofía le preocupa lo que condiciona nuestra existencia y la educación es algo que condiciona la existencia, indudablemente tendrá mucho que decir la filosofía en la educación.

¿Qué le preocupa de la educación a la filosofía?

No le preocupa ni el cómo educar, ni con qué ni en que medio, lo que le preocupa es, fundamentalmente, lo siguiente: ¿para qué es el educando?, ¿qué es la educación? y ¿para qué es la educación?. Son interrogantes insoslayables a los ojos de un educador (forzosamente se tiene que hacer esas preguntas).

Pero a la filosofía también le preocupan más cosas porque cuando educamos, además de hacer cosas o hacer algo con alguien, (toda educación es siempre una intervención de alguien sobre alguien) pronunciamos palabras, utilizamos el lenguaje, puesto que todo proceso educativo es un acto de comunicación y pieza fundamental es el lenguaje.

Por lo tanto, otra forma filosófica de enfrentarse con la educación es el análisis del lenguaje pedagógico y educacional: averiguar "que se dice" o lo que se quiere decir con las palabras que un educador utiliza: FILOSOFÍA DEL LENGUAJE.

Esta preocupación por el análisis del lenguaje de los filósofos hay que decir que no es de ahora; hace bastantes siglos que los filósofos se vienen preocupando por ello(los sofistas griegos se preocuparon por ello por una razón: el saber hablar bien, el discurso brillante, era fundamental, el mismo Platón, en algunos de sus diálogos como el "Crátilo", toca en profundidad este problema de la convencionalidad o no del lenguaje humano.

Las contemporáneas escuelas filosóficas, como neoempiristas o neopositivistas, tienen en común el entender el quehacer filosófico con un análisis del lenguaje. Dentro de estas escuelas contemporáneas hay dos grandes escuelas:

-El positivismo lógico, que se preocupa fundamentalmente del análisis del lenguaje científico (propio de cada una de las ciencias).

-Filosofía analítica, que se caracteriza por el estudio-análisis del lenguaje coloquial o común (que todos utilizamos) procurando dejar al descubierto los significados auténticos para, de alguna manera, tratar de eliminar o evitar equívocos o malos entendidos con el uso de ese lenguaje.

Ese análisis por parte de los filósofos viene exigido por lo siguiente: porque la correcta programación de los objetivos educacionales exige esa precisión semántica previa ya que como no se tenga un dominio perfecto del lenguaje utilizado, probablemente ignoraremos que se proponen los educadores en esa tarea emprendida.

3. La dimensión Teleológica y Axiológica de la educación.

3.1 Teleológica y axiológica educativa.

La filosofía no solo se ocupa de lo que se dice y de aquello que se quiere decir (análisis lingüístico) sino también de aquello que se quiere hacer: es esta la dimensión teleológica de la educación (telos: fin, el estudio de los fines de la educación) puesto que cuando educamos SIEMPRE educamos para algo, de ahí que podamos afirmar que la educación es siempre un quehacer teleológico, orientado o dirigido en una u otra dirección. Esto hace que la finalidad sea algo constitutivo y esencial en toda educación: sin ella carecería de sentido o seria un caos de contradicciones, impropios del ser humano (se caracteriza por ser un animal racional). De ahí que toda acción educativa apunte siempre hacia la adquisición de algo no poseído, de algo que deseamos alcanzar porque completa y perfecciona nuestro ser personal.

Pero la educación encierra también una necesaria referencia a valores: es la dimensión axiológica (axio: valor) de la educación. No hay proceso de educación sin referencia a valores. Si se educa es precisamente porque deseamos conseguir unos valores y, por lo mismo, la educación consiste en una formación de valores en el individuo; se trata de que éste llegue a tener adecuadas ideas y comportamientos sociales, estéticos, ideológicos, morales... lo cual supone que acepte y cultive los correspondientes valores.

Al final del proceso educativo esperamos que los educandos sean más valiosos, que hallan alcanzado nuevos ámbitos valorables. Hay que tener en cuenta que nacemos individuos y nos hacemos personas al ir asumiendo valores (socializándonos). Pero además, la propia educación encierra en si misma una dimensión de valía ya que en todas las definiciones que de la educación de han ido dando se pone de manifiesto que la educación es algo valioso o hacen referencia a lo valioso de la educación utilizando términos como: educación; perfeccionamiento, optimización, crecimiento...

Es decir, en principio, toda educación implica una dimensión de mejora de la persona (nadie se educa para ser un ladrón, o para ser un asesino... sino para ser "mejores").

Negarle, pues, esta dimensión de valía sería negar la propia esencia de la misma. Pero además hay que tener en cuenta que el destino del hombre es humanizarse y esta humanización es algo muy personal y esto quiere decir que nadie lo puede hacer por otro, al igual que nadie puede pensar por otro, o por mí. Esa humanización o construcción humana se va a realizar mediante la creación o incorporación de valores a la propia existencia. Esto nos humaniza puesto que nacemos humanos pero no humanizados, al igual que nacemos sociables pero no sociales y hechos pero no formados.

Hoy está fuera de toda duda el fundamento Axiológico de cualquier acto educativo; una educación sin valores no es positivo, tampoco deseable.

Cuando se trata de establecer que valores y que escala jerárquica han de fundamentar la educación empieza la discordancia, la divergencia, máxime en un momento histórico, en una sociedad que tiene conciencia de "crisis de valores", entendiendo por ello no la inexistencia o vacío valorativo sino más bien hay que entenderlo como la sustitución de unos por otros, al carecer de un acuerdo social de los mismos.

Este cambio de valores afecta a todos los ámbitos de la persona y de la sociedad, a la familia, a la cultura, a la educación... así, y según las estadísticas, parece ser que están en declive valores como: la autoridad, la obediencia, la virginidad, la austeridad, el esfuerzo, el sacrificio, el compromiso, la religión... y en su lugar, el nacimiento y aumento de otros valores: la libertad, el sexo, el deporte, el ecologismo, el culto al cuerpo, el dinero, el puesto de trabajo, la amistad, la tolerancia... y, en general, está en auge la estimación de todo lo personal y de ahí en "enfrentamiento" generacional que debe entenderse no como oposición afectiva entre padres e hijos, mayores y jóvenes, si no más bien como un enfrentamiento en el modo de entender la vida y en cuanto al comportamiento individual y social.

Con todo esto, la educación se plantea: ¿que valores inculcamos? , ¿Los que están en decadencia no valen?, ¿Valen los que están en auge?. Ningún ser humano puede vivir sin valores, además de imposible, llevaría a la "muerte" no solo del ser humano, sino también de la sociedad y de la educación. De ahí expresiones como la de "vivimos en una sociedad sin valores" o "la juventud de hoy carece de valores": son todas falsas. Los que esto afirman solo podrían afirmar que la sociedad o la juventud actual carece de sus valores o de los vigentes hace años en la sociedad.

VALOR: es todo aquello que no nos deja indiferentes y que necesitamos y deseamos porque nos viene bien en algún sentido. Son principios de orientación de la conducta humana, serían las bases de las actitudes y de las normas.

4. Antropología filosófica y Antropología de la educación.

La historia de la educación va siempre paralela a la historia de la antropología (o de las concepciones entorno al hombre). Desde que disponemos de textos escritos se constata siempre una estrecha relación entre imagen del hombre por una parte (antropologia) y praxis educativa por otra. Así, en Grecia, la llamada educación Homérica, que engendró lo que se conoce con el nombre de Grecia Clásica (S. 8 y 5 a. C.) constituyo la actividad educadora basada en lo que se dio en llamar el estilo caballeresco, inspirado a su vez en la visión del hombre contenida en los poemas de la Iliada y la Odisea.

El ideal educativo de la paideia (educación) ateniense era lograr la armonía entre el cuerpo y el espíritu; hacer hombre buenos y bellos.

Por contra, la antropología espartana, daría lugar a un tipo de educación más militar y más deportiva porque la educación espartana estaba supeditada a objetivos y necesidades básicamente militares; tanto es así que la cultura y el pensar eran considerados altamente peligrosos y que podían fomentar desobediencia. Lo que tenía importancia era endurecer el cuerpo y la voluntad de los hombres: de ahí el régimen severo de comidas, un plan durísimo de educación física, sometimiento a grandes sufrimientos para curtirlos y domarlos física y psíquicamente. Más que el hombre del presente interesaba el hombre del futuro.

Atenas y su rival Esparta, representan dos tipos de educación diferentes, porque ambas vivían engendradas por antropologías diferentes.

En definitiva, toda antropología es inspiradora de una determinada concepción educativa. La antropología cristiana, la marxista, la existencialista, son siempre grandes cognoscisiones (concepciones sobre el hombre, el mundo, la vida) y a su vez, son inspiradores de determinadas prácticas y conceptos educativos.

El número de ciencias que en la actualidad se ocupan del estudio del hombre es un número muy elevado. Hay que tener en cuenta que este estudio, con el paso del tiempo, se ha ido acometiendo desde muy diversos ángulos y con muy variadas metodologías, centrando la atención en cada caso en alguna de las múltiples facetas que constituyen su forma de ser.

Al intentar establecer una clasificación de estas diversas ciencias que a lo largo del tiempo se han ocupado del estudio del ser humano, hay un filosofo alemán, W. Dilthey (1833-1911) los dividió en ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, que más tarde fueron denominadas como ciencias fisiológicas y ciencias humanas y sociales.

- Las ciencias fisiológicas se caracterizan por contemplar al hombre como un organismo más entre los vivientes, con sus peculiares características funcionales y anatómicas y también por estudiar las consecuencias biológicas que de ello se derivan.

- Las ciencias humanas y sociales estudian aquellas dimensiones exclusivas del hombre (la racionalidad, la libertad, la educación...)y que, por lo tanto, no comparecen en el resto de los seres vivos.

El problema se plantea cuando se intenta determinar cual es el lugar que le corresponde en esta clasificación a la denominada antropología, porque el ámbito epistemológico que abarca en la actualidad la convierte en una especie de "cajón desastre" en el que conviven, no siempre pacíficamente, saberes de muy diversa índole.

Para confirmar esta información bastaría con examinar los títulos de los estudios e investigaciones que se agrupan bajo esta denominación de antropología.

Actualmente, la antropología suele dividirse, por una parte, la antropología filosófica, y por otra parte, la antropologías positivas y estas, a su vez, se dividen en: antropología física y antropología sociocultural.

Las antropologías positivas se caracterizan por abordar el estudio del hombre de acuerdo con los principios y métodos propios de las ciencias particulares. Así, la antropología física estudia al hombre como un miembro más del reino animal: sus rasgos, diferencias raciales, influencias medio ambientales, desarrollo biológico, el cuerpo humano como fruto de un proceso evolutivo y de adaptación. La antropología física buscaría determinar, desde el punto de vista de las ciencias de la naturaleza, a que tipo de organismo vivo podemos aplicar el calificativo de humano.

La antropología sociocultural estudia científicamente el comportamiento aprendido del ser humano, los procesos a través de los cuales se va enfrentando el hombre con el medio natural, estudia el modo de como se transmite la cultura.

La antropología filosófica busca responder con la mayor amplitud, profundidad y radicalidad posibles a la pregunta por el ser humano y su sentido, ¿qué es el hombre? y ¿qué sentido tiene la existencia humana?.

Hay que añadir que contemplando las ciencias que estudian al hombre comprobamos que disponemos de una gran cantidad de información y también el ritmo de aceleración en la adquisición de esos conocimientos se ha multiplicado en las últimas décadas.

Sabemos muchas cosas sobre el hombre, disponemos de gran cantidad de datos, pero esto no quiere decir que hayamos avanzado en la comprensión de lo que significa ser humano: esto mismo lo señaló el que pasa por ser el fundador de la antropología filosófica: Marx Scheler (su obra "El puesto del hombre en el Cosmos". Él decía que esa abundancia de información podíamos experimentarla más como un obstáculo que como una ventaja y que lejos de facilitarnos la comprensión del hombre, nos la va a dificultar, porque los resultados a los que llegan esas diferentes ciencias nos presentan la realidad humana de un modo fragmentario y que, por lo tanto, no nos permite alcanzar una comprensión global y unitaria sobre el hombre (poseemos parcelas de información). Por otra parte, la multitud siempre creciente de ciencias específicas que se ocupan del hombre, ocultan la esencia de éste mucho más que lo iluminan

En esta misma línea Martin Heidegger ( - 1976. Rector de la Universidad de Friburgo. Su obra: Sein und Zeit. (ser y Tiempo) en una obra suya titulada Kant y el problema de la metafísica decía: “Ninguna época acumuló tantos y tan ricos conocimientos sobre el hombre como la nuestra ... ninguna época consiguió ofrecer un saber a cerca del hombre tan penetrante. Ninguna época logró que este saber fuera tan rápida y cómodamente accesible. No obstante, nunca se supo menos qué sea el hombre. A ningún tiempo se le presentó el hombre como un ser tan misterioso”.

Esta fragmentación del saber al que nos ha conducido el desarrollo de las ciencias, trae como consecuencia la disolución del mismo hombre, hasta el punto de que se puede afirmar que hoy las ciencias estudian al hombre en ausencia del ser humano. Esto quiere decir que cada una de las ciencias para poder acceder al estudio del ser humano se somete a un determinado tratamiento analítico: selecciona una parcela, un aspecto que desea investigar. Lo aísla del resto y le aplica un determinado tratamiento metodológico. Con lo cual y sin pretenderlo podríamos decir que se pulveriza y destruye la unidad del hombre. Es un procedimiento legítimo. Pero con esta manera de proceder, las ciencias consideradas una por una y en su conjunto, no pueden responder a la pregunta que se le plantea a cada hombre a cerca de la realidad que es él mismo, porque la ciencia en su conjunto estudia aspectos parciales del ser humano y es incapaz de integrar esas diferentes dimensiones. De ahí que hoy más que nunca se experimente la necesidad de construir un saber sobre el hombre que no sea un mosaico de datos, sino que nos permita alcanzar una cierta integración de los diferentes conocimientos que poseemos. Lograr esa armonización de saberes no equivale a un resumen, no es igual a un saber enciclopédico. La deseada integración miraría más bien por encontrar la integral de todos esos saberes.

Como cuando se plantea fijar, determinar la instancia epistemológica desde la que se pudiese intentar esa armonización, que respetando la legítima autonomía de las diferentes ciencias ofreciese a su vez una visión unitaria del hombre.

Al final concluye: esa perspectiva científica encargada de lograr ese objetivo sería la perspectiva filosófica, y ello es así porque responder a la pregunta por el ser del hombre es contestar a una cuestión filosófica.

La pregunta por el sentido de la existencia humana también debe ser respondida desde la filosofía.

La articulación concluyente y armónica de los distintos saberes sobre el hombre le va a corresponder en concreto a la antropología filosófica que es la perceptiva científica mas adecuada para ofrecernos una imagen global del hombre y que, a su vez, nos va a servir de fundamento, de apoyo o de base para elaborar la antropología de la educación. Por lo tanto, la antropología filosófica seria la encargada de realizar esa síntesis filosóficas de los conceptos aportados por las distintas ciencias biológicas, sociales, etc...

Habría que intentar lograr esa compensación filosófica de todos aquellos conceptos aportados por el resto de las ciencias al concepto del ser humano. Por ultimo, añadir: si a la antropología filosófica le corresponde esa función, a la antropología de la educación que se va a construir será la función de orientar la acción educativa, proporcionándonos un concepto adecuado de aquellas concepciones del hombre que son más relevantes en relación con el proceso educativo.

5. La incidencia de la concepción antropológica del educador en el qué hacer educativo.

Hablar de la incidencia que tiene la concepción antropológica del educador en su propia tarea como educador, es hablar de algo bastante obvio. Si se admite que el trabajo del educar no es algo puramente técnico y que en este mester, es necesario plantearse permanentemente los fines.

Si es cierto que educar también es ayudar a contribuir para que el hombre se humanice y que esto no es otra cosa que contribuir al mejoramiento de la persona; la educación no sería viable sin una concepción previa de lo que seria deseado.

Difícilmente se podrá llevar a cabo una política educativa inteligente si no contamos con esa concepción antropológica previa.

Parece obvio la necesidad de contar con esa precomprensión antropológica, más o menos explícita, de lo que es el hombre, de lo que puede dar de sí a la humanidad, de enfrentarnos, lo que es la tarea educativa.

Hay que pensar que lo importante en educación no es lo que el educador hace con un educando sino lo que importa en educación es lo que el educando hace consigo mismo, puesto que toda educación es primaria y autoeducativa y porque la educación es fundamentalmente autoeducación. La educación es tarea moral puesto que el fin de toda educación es el mejoramiento de la persona, que es lo que pretendemos todos cuando educamos. Es también humanización, y esta tarea de humanizar no puede ser llevada a cabo más que por educando puesto que no se llegara a ser buena persona si voluntariamente no quiere. Por eso depende de la voluntad de cada cual, por eso la educación es fundamentalmente autoeducación.

Si el principal agente de lo que una persona acaba siendo es el propio interesado, pues la precomprensión antropológica con la que se cuenta de partida no será irrelevante en el resultado final, porque cada cual convierte en ideal de su existencia la idea que previamente uno se traza de sí mismo. Por eso el hombre necesita saber lo que es para serlo. Quien piensa que el hombre es solo lo que como o es solo un animal, se conducirá en la vida de manera muy distinta.

6. El hombre necesita aprender a ser lo que es

El hombre no solo necesita saber teóricamente lo que es para llegar a serlo, sino que además, si el hombre necesita aprender a ser eso es por una razón: porque su biología no se lo da resuelto como al resto de los animales, que muy poco o nada tienen que hacer para ser lo que son. Han recibido su ser ya resuelto. Todo lo que hacen esta fijado en su dotación genética con la que vienen a la existencia. De tal manera, más que vivir su vida podríamos decir que los animales son vividos por la Naturaleza biológica a la que pertenecen.

Ejercer como animal no humano es un acontecimiento puramente animal, para el animal humano vivir es hacer su propia vida. La iniciativa fundamenta le corresponde al titular de la misma, que es el hombre.

Esto lo había dicho Ortega y Gasset: “El hombre al existir tiene que hacerse su existencia, tiene que resolver el problema practico de realizar el programa que por lo pronto consiste. De ahí que nuestra vida sea pura tarea e inexorable qué hacer”.

Por eso añadimos que la vida representa para cada hombre un constante desafío plagado de alternativas que nos fuerzan a tomar decisiones que nos jugamos mucho.

Ejercer como humano no es solo un acontecimiento únicamente natural: a uno no le sale ser persona de forma espontanea. Al hombre, por tanto, le es natural de alguna manera en virtud de lo que esencialmente es, obrar de manera inteligente, de ahí que para el hombre “hacer el bestia” es antinatural, porque él es, por esencia, animal racional. Peor a veces al hombre no le sale comportarse de forma espontanea pero tiene que proponérselo. Si no lo hace se deshumaniza, se pervertiría, estaría desmintiendo su ser con sus obras.

De ahí que la vida humana no sea una vida que se pueda vivir “sin más”, “a lo que salga”, según venga dada, como motivada por reflejos condicionados.

Este tipo de vida era llamado por los griegos una vida “inanalizada” (que no vale para nada), solo así de esta manera viven los irracionales pero no la persona humana. Por eso decíamos que el hombre necesita aprender a ser lo que es, aprender a ser aquello que por esencia esta llamado a ser.

Pero antes, el ser humano tiene que saber también lo que es, de alguna forma, porque de lo contrario puede acabar siendo, en su actuación justamente lo que no es. Es decir sin ser un bestia puede acabar actuando como si lo fuera. Pero además, el conocimiento que el hombre puede tener de sí mismo tendrá a su vez una gran influencia sobre lo que es y lo que va a ser porque el autoconocimiento es siempre un elemento integrante del proceso de autotransformación humana.

Por lo tanto, el ser humano no podrá vivir, no podrá decidir, no podrá actuar si no posee una cierta idea de sí mismo, por muy rudimentaria que ella sea.




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Enviado por:Zeltia Conde
Idioma: castellano
País: España

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