Psicología


Una neurosis demoníaca del siglo XVII; Sigmund Freud


Monografía de Una neurosis demoníaca del siglo XVII

Freud considera que las neurosis de la infancia enseñan lo que más tarde se discierne con una investigación exhaustiva. Lo mismo espera de las enfermedades de siglos anteriores. Es decir que Freud por medio de este caso puede encontrar más claro lo que en otras neurosis es más difícil de pesquisar, esto es el sustituto del padre. También hace notar que el contenido, las vestiduras de las neurosis varía con el tiempo (son epocales) pero no así su estructura, es decir aquellos procesos que hacen posible su surgimiento (léase por ejemplo el Complejo de Edipo).

Dice Freud que en el siglo XVII las neurosis aparecen con vestiduras demonológicas, se tratan de posesiones. Esto sucede con el caso de Haizmann, quien tenía alucinaciones y convulsiones (tuvo también parálisis en las piernas cuando se le presentaron figuras sagradas). Por lo tanto podría hablarse de una conversión histérica. Los demonios son deseos malos, desestimados, retoños de mociones pulsionales rechazadas (es decir que se trata de una moción pulsional cuyo representante representativo es inconsciente, la pulsión es dinámica).

Volviendo a Haizmann, un párroco le sugirió la fantasía de un pacto con el Diablo. El Diablo puede ofrecernos cosas placenteras (artes de hechicería, dinero y satisfacción sexual), pero todo esto Haizmann lo rechaza cuando el Diablo se lo ofrece.

Freud considera que Haizmann tenía una depresión melancólica con inhibición del trabajo y preocupación por su futuro económico (había caído en un estado de tristeza, no podía trabajar, le preocupaba no poder ganarse el sustento). Su padre había muerto y por eso habría caído en un estado de melancolía; luego le vende el alma al Diablo para liberarse de una depresión. El Diablo se obliga a sustituirle al pintor, por nueve años, al Padre perdido.

Freud dice que evidentemente Haizmann razona que por la muerte de su padre se le han estropeado su talente y su capacidad de trabajo, entonces si obtiene un sustituto del padre, reconquistará lo perdido.

El diablo, para Haizmann, es un sustituto del Padre. Al principio aparece como la figura de un venerable ciudadano. Es decir que en la cadena simbólica del lenguaje, el significante del padre y del Diablo aparecieron asociados, lo cual permitió que el Diablo sustituya al Padre.

También Dios es un sustituto del padre, un padre enaltecido, tal cual como se lo vio en la infancia (también en la prehistoria pasó lo mismo con el padre de la horda primordial). Después el individuo vio al padre más pequeño, pero la imagen-representación infantil se conservó, se fusionó con la huella nmémica (la cual se define como la forma en la cual se inscriben los acontecimientos en la memoria, es decir la forma en que queda inscripta la letra en el inconsciente) del padre primordial para formar en el individuo la representación de Dios. El vínculo con ese padre fue ambivalente. La ambivalencia se define como la presencia simultánea, en la relación con un mismo objeto, de tendencias, actitudes y sentimientos opuestos, especialmente de la serie amor-odio. Se la encuentra en los conflictos en los cuales el componente positivo y el negativo de la actitud afectiva se hallan simultáneamente presentes, son indisolubles, y constituyen una oposición no dialéctica, insuperable para el sujeto.

Esta misma ambivalencia gobierna el vínculo de la especie humana con su divinidad. A partir del antagonismo no resuelto entre la añoranza del padre y la angustia y negatividad del hijo se explican las características de las religiones.

En algún momento se originaron el tótem y el tabú. Dentro de una horda primitiva, el macho más fuerte dominaba a las mujeres y expulsaba a los hijos que alcanzaban la adultez. Los hijos se unieron, mataron y devoraron al padre y tomaron a sus madres y hermanas como esposas. La culpa y el remordimiento (debido a la ambivalencia a la que en líneas anteriores se hizo referencia) hizo que renunciaron a las mujeres, y a la ingestión del animal totémico en que se había desplazado la figura paterna.

Las restricciones impuestas en la fase totémica instauraron la primera ley, caracterizadas por disposiciones y prohibiciones que consistían en renuncias pulsionales: adoración del tótem (prohibido dañarle o matarle); exogamia (renuncia a desear a la madre y a las hermanas); igualdad de derechos de los hermanos (no se puede resolver por medio de la violencia la rivalidad).

Esto se repite en el desarrollo del individuo, es decir que la ontogenia repite la filogenia. Se trata siempre de la renuncia a la satisfacción directa de la pulsión por la autoridad que substituye y es una prolongación de la del padre.

El Demonio es pensado como contraparte de Dios. Sin embargo, los dioses pueden convertirse en demonios cuando nuevos dioses los suplantan. Este proceso es aquel por el cual una representación de contenidos contrarios (ambivalentes) se descompone en dos opuestos nítidamente contrastantes.

Las contradicciones con respecto a Dios, se tratan de la misma ambivalencia del vínculo del individuo con su padre personal. El Dios bueno y justo es sustituto del padre, pero Satán también expresa la actitud hostil. El significante padre sería el significante primordial individual con el cual se enlazarían los significantes Dios y Diablo.

Volviendo a Haizmann, en este caso el Diablo estaba en la esencia de la sexualidad, y es construido al modo de un fantasma, el cual es autocastigador, es decir que el Diablo era un aspecto pulsional que aparecía en lo real. Debido a la depresión melancólica (definida melancolía como rechazo del objeto amado) y a la inhibición para el trabajo, dice Freud que se podría inferir que Haizmann tenía un amor intenso por el padre; pero no era solo amor, ya que un duelo (definido el mismo como aceptación de la pérdida del objeto amado) por la pérdida del padre se transmutará más fácilmente en melancolía cuanto más fuerte haya sido el vínculo ambivalente. Es decir que habría una degradación del padre.

Para justificar esta última afirmación, Freud utiliza aquellos rasgos que considera importantes del material disponible.

Considera al número nueve, porque es nueve la cantidad de años por el cual es concertado el pacto. También por nueve meses Haizmann dice haber resistido las tentaciones del Diablo antes de ceder. En psicoanálisis el número nueve se refiere a los nueve meses de gestación de embarazo, cabe aclarar que aquí aparecen nueve años, pero debido a diferentes encadenamientos entre significantes, por medio de metonimias y metáforas, el número es conservado y su denominador se permuta.

También aparece el Diablo con senos femeninos, lo cual no falta en ninguna aparición.

En el caso de Haizmann habría un factor que condicionaría el aspecto negativo de su vínculo con el padre, una actitud femenina hacia el padre, sería una fantasía de embarazo, es decir de darle un hijo al padre. Se trataría de una identificación femenina proyectada sobre el padre, es decir una manera de rebajarlo. Habría una fijación en la madre. Sería un rechazo de aceptar la castración, es decir que habría algo excluido del registro de lo simbólico, lo cual aparece en el registro de lo real en la forma de una alucinación.

El duelo del padre perdido y el acrecentamiento de añoranza de él, funcionaron como factores desencadenantes que reactivaron la fantasía de embarazo, de la cual se defiende mediante una neurosis y una degradación del padre. Es decir que pese a la alucinación, lo cual es bastante característico de la psicosis, Freud defiende que este caso se trata de una neurosis, cuya forma de defensa es la represión (es decir algo que queda inscripto en el aparato, y lo que aparecerá en la consciencia será una formación del inconsciente), y no así una psicosis, caracterizada por la forclusión (rechazo primordial de un significante fundamental, significante del nombre del padre, fuera del universo simbólico del sujeto). La forclusión se diferencia de la represión en dos sentidos: 1) los significantes forcluidos no se encuentran integrados en el inconsciente del sujeto; 2) no retornan desde el interior, sino desde el seno de lo real, especialmente en la alucinación.

La actitud femenina hacia el padre cayó bajo la represión al comprender que la competencia con la mujer por el amor del padre tenía como condición resignar su genital masculino, o sea la castración. La desautorización de la actitud femenina es la consecuencia de la revuelta frente a la castración. Esto quiere decir que, en el caso de los dibujos de Haizmann, los pechos del Diablo son una proyección (entendida como aquella operación por la cual el sujeto expulsa de sí y localiza en el otro, persona o cosa, cualidades, sentimientos, deseos y objetos, que no reconoce o que rechaza en sí mismo) de la propia feminidad al sustituto del padre. También considera Freud que los pechos tienen la significación de que la ternura infantil se desplazó de la madre al padre, por lo tanto hay una intensa fijación a la madre, fijación que es responsable de una parte de la hostilidad hacia el padre.

Opina Freud que la renuncia a aceptar la castración en Haizmann imposibilita tramitar la añoranza al padre, por lo tanto se vuelve a la imagen de la madre en busca de ayuda y salvación.

Esto querría decir que no hubo una salida edípica adecuada, es decir que la función de corte paterna fracasó; en cambio, si se tratara de una psicosis, no habría función paterna. Por que se trata de una neurosis, en Haizmann se produce un retorno de lo reprimido.

Según detallan los escritos sobre Haizmann con los cuales trabaja Freud, se producen tres fases en el desarrollo de este caso: En un primer momento ocurren las primeras apariciones con sus tentaciones de dinero, de pintura, etc. Luego se produce un efecto contrario, una reacción ascética, es decir la aparición de Cristo. El pintor sufrió más con estas sagradas apariciones que con las del Diablo. Entonces, las fantasías de tentación en Haizmann son reveladas por las ascéticas. Pero en un tercer momento, todo esto es revelado por fantasías de castigo, en las cuales se producen nuevas convulsiones.

Luego vuelve a la Orden para informar sobre un segundo pacto, el pacto le es devuelto y queda curado.

El pintor había entregado su alma al Diablo porque tras la muerte de su padre no podía trabajar, y temía no poder obtener el sustento. Estos factores, depresión, inhibición para el trabajo y duelo por el padre, se enlazan en el hecho de que las apariciones del Diablo fueron abundantemente dotadas de pechos porque debía ser su padre nutricio. La esperanza no se cumplió, es decir que se trata de un hombre a quien nada le sale bien.

Dice Freud que la clase de tentación que las visiones piadosas tienen para ofrecerle a Haizmann quieren que escoja una forma de existencia que lo eximiría de toda preocupación por el diario sustento.

Freud llega a la conclusión de que los dos segmentos de la enfermedad demonológica de Haizmann tuvieron el mismo sentido. Solo quería asegurar su vida; la primera vez con ayuda del Diablo y a expensas de su bienaventuranza y cuando fracasó y se resignó, con ayuda de los sacerdotes a expensas de su libertad y de la mayor parte de las posibilidades de satisfacción que ofrece la vida.

Entonces el dinamismo de la neurosis es el siguiente: un estasis libidinal, no susceptible de satisfacción en la realidad, se procura, con ayuda de la regresión a fijaciones antiguas, un drenaje a través de lo inconsciente reprimido. El yo da paso a la neurosis mientras pueda extraer una ganancia de la enfermedad.

Se llega a la conclusión de que el caso de Haizmann se trataría de una psicosis alucinatoria de deseo, porque algo excluido de la consciencia aparece no como formación del inconsciente ni como síntoma. Esto que es excluido de la consciencia tiene que ver con el deseo que aparece en una alucinación, las cuales son resignables. Es decir que es algo que puede volverse a ligar a la cadena simbólica, pero en el caso de Haizmann la diferencia radica en que no tiene que ver con el significante del nombre del padre. Se busca reencontrar lo que quedó por fuera, algo que tiene que ver con el dolor, lo cual sirve para resolver la angustia. A la angustia se la puede definir como un estado afectivo, algo que sentimos, la reunión de sensaciones de la serie placer-displacer con las inervaciones de descarga y su percepción.

Hay algo identificado al objeto a, el cual se define como lo que resta de irreductible en la operación del advenimiento del sujeto en el lugar del Otro, este resto es caída de la operación subjetiva. Este objeto perdido se encuentra por una parte en el deseo y por la otra en la angustia, primero aparece en esta última y en un segundo momento en el deseo. Sin embargo, en esta operación, falta el acceso al Otro, tiempo que Lacan nombra con una X, este es el tiempo del goce, es decir el designio en el cual el sujeto tiene que plantearse. Luego aparece el sujeto del deseo: $. Así aparece la función decisiva del resto de sujeto, el sujeto como real. El goce solo conocerá al A por medio del resto, del objeto a. El objeto a es el fundamento del sujeto deseante. El objeto a es el objeto de la angustia.

Se hizo referencia al deseo, el cual puede definirse como uno de los polos del conflicto: el deseo inconsciente tiende a realizarse restableciendo, según leyes del proceso primario, los signos ligados a las primeras experiencias de satisfacción.

Se volvió hacer hincapié en el tema del conflicto, lo cual es más que importante en la vida humana, ya que gracias a ello es posible que los seres humanos puedan realizar formaciones del inconsciente, las cuales pueden aparecer como placenteras, si presentan satisfacción para el sujeto, por ejemplo por medio del arte, del estudio, etc., o pueden generar sufrimiento en el sujeto, como por ejemplo en la formación de síntomas, como es el caso de Haizmann. En este caso se dan forclusiones parciales, las cuales se caracterizan por no se refieren al significante del nombre del padre.

Bibliografía

  • Freud, Sigmund.

  • Una neurosis demoníaca del siglo XVII

    Inhibición, síntoma y angustia

    32º Conferencia: Angustia y vida pulsional

    Moisés y la religión monoteísta

  • Lacan, Jaques

  • Seminario X: La angustia

  • Laplanche y Pontalis

  • Diccionario de psicoanálisis

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    Enviado por:Pablo David Castro
    Idioma: castellano
    País: Argentina

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