Historia


Sociedad griega y romana


ÍNDICE:

1.Grecia

1.1. La Grecia Arcaica

- 1.1.1. La transformación política y social de Grecia en los siglos VIII al VI de la aristocracia a la tiranía.

  • 1.1.1.1. Definición y carácter de la polis.

  • 1.1.1.2. El régimen aristocrático en los orígenes de la Ciudad-Estado.

  • A) Los Aristoi.

  • B) La aristocracia de los negocios.

  • C) La aristocracia y la aparición de la moneda.

  • D) Las limitaciones a la aristocracia.

  • E) Las sociedades inferiores.

  • F) La lucha de clases.

  • 1.1.1.1.3. La tiranía en el mundo griego.

  • A) Definición origen y caracteres.

  • B) Causas de su aparición.

1.2. La Grecia Clásica

- 1.2.1. La sociedad ateniense en el s. V a de C.

  • 1.2.1.1. El Pueblo.

  • 1.2.1.1.1. La esclavitud y el artesanado.

  • 1.2.1.1.2. Los Metecos.

  • 1.2.1.2. El dinero.

  • 1.2.1.3 El poder.

2.Roma

2.1.MONARQUÍA:

- 2.1.1. Instituciones, sociedad y economía.

- 2.1.1.1 La sociedad y las instituciones etruscas.

- 2.1.1.2. La economía etrusca.

- 2.1.1.3. Instituciones romanas.

  • A) Aspectos sociales.

  • B) Senado.

  • C) Ejército.

  • D) Rey.

  • E) Aspectos legislativos.

2.2. La República:

  • 2.2.1 Divisiones sociales.

  • 2.2.1.1. Patricios y plebeyos.

  • 2.2.1.1.1. Reacción plebeya.

  • 2.2.1.2.Esclavos y libertos.

  • A) Estamento servil.

  • B) Revueltas y represiones.

2.3. IMPERIO:

  • 2.3.1. La sociedad durante la época de la Constitución del “Imperium Chistianum” (306-379 d. de C.)

  • 2.3.1.1. Grupos superiores de la sociedad.

  • 2.3.1.2. Decadencia municipal.

  • 2.3.1.3. Las “gentes minores”.

  • 2.3.1.4. La Iglesia.

  • 2.3.2. La sociedad de la época de Teodosio. (379-395 d. de C.).

  • 2.3.2.1. Los honestiores.

  • A) Senadores.

  • B) Caballeros.

  • C) Curiales.

  • 2.3.2.2. Los Humiliores.

  • A) Plebe rústica y el colonado.

  • B) Plebe urbana y los collegia.

  • C) Los esclavos.

- Bibliografía.

Grecia

1.1. La Grecia Arcaica

1.1.1. La Transformación política y social de Grecia en los siglos VIII al VI de la aristocracia a la tiranía.

1.1.1.1 Definición y carácter de la polis

Las invasiones dorias sobre Grecia y las subsiguientes migraciones y colonización masiva del Egeo y costas de Asia Menor después del siglo XII habían sembrado un profundo desorden y confusión de grupos étnicos entre los núcleos de población griega. Terminaría con la constitución de las ciudades-estado en un proceso lento y como resultado de causas varias y complejas que túcron influyendo en aquel mundo griego. Las más evidentes de estas causas que implantan en la Hélade la ciudad-estado son: coincidencia sobre una región o valle de grupos heterogéneos de población; desarrollo económico en el que a su vez confluyen el comercio, la colonización mediterránea y la posterior aparición de la moneda y la escritura: aparición de una población artesana; el espíritu de independencia innato al griego; el infinito fraccionamiento de Grecia por valles, islas y costas recortadas.

Por los años 800 a. de C. ya se han definido en casi toda la Hélade estas polis o ciudad-estado, aunque muchas de ellas. a partir de entonces. sufríran los avatares políticos internos inherentes al progreso económico y a los cambios en la mentalidad y estructura de la sociedad griega. Consiguientemente se producirán alternativas en los grupos dominantes en el que se sucederán los aristócratas terratenientes con las tiranías y democracias, no sin que entre tanto los propios grupos sociales contrapuestos hayan intentado poner orden en lis ciudades con la aparición de legisladores, cuya misión seria el dar leyes escritas, concretas y justas para el pueblo.

Al margen de los pecualiares episodios locales, una serie de caracteres comunes definen a la ciudad-estado, del mismo modo que comunes fueron las causas que les dieran origen. Aparecen en toda la Grecia continental insular, en las costas minorasiáticas y también en las ciudades que fueron naciendo con la colonización mediterránea y mantuvieron rasgos comunes con las ciudades fenicias y sus fundaciones coloniales. Fueron comunidades de ciudadanas independientes, de extensión territorial más reducida que los antiguos reinos micénicos a los que remplazaron como forma política de gobierno. En sus primeros momentos fueron regidos por las aristocracias locales contituidas por nobles de sangre y poseedores de la tierra. La ciudad-estado, seguía el regimen normal en el mundo helénico hasta Alejandro Magno.

1.1.1.2 El régimen aristocrático en los orígenes de la Ciudad-Estado

En la mayor parte de las ciudades las monarquías fueron sustituidas por un nuevo régimen político el aristocrático Según parece a comienzos del siglo VIII a de C. en Jonia acusan periodo de transición entre ambos regímenes durante él cual el basileus era elegido por un tiempo determinado. En algunas ciudades (Atenas, Argos, Corinto) se le identificó con una magistratura y en otras (Mileto Efeso) con un sacerdocio A partir de entonces la monarquía pervive solamente en aquellas zonas en donde no floreció la ciudad-estado o poleis (Macedonia, Epiro) o en aquellas ciudades muy tradicionalistas (Esparta, Tarento, Creta, Tera, Cirene)

a) Los Aristoi. Las aristocracias gobiernan con mano dura, pues, tienen todos los instrumentos del poder: ascendencia divina -ocupan las magistraturas, son sacerdotes y poseen los secretos de la justicia, la themis y la diké; también detentan el poder material, poseen armadura de bronce y caballo, y son dueños de tierras y rebaños que cuidan con esclavos: prestan en especie cuando la cosecha es mala y van acaparando toda la tierra y esclavizando a los hombres libres empobrecidos: comercian y acaparan moneda, La colonización y el comercio aumentaron su poder y riqueza, pues muchos de ellos se pusieron al frente de empresas y negocios. Su orgullo desmesurado queda patente en las pompas fúnebres. El poder de los aristócratas se basaba en el prestigio de su origen, considerado divino, y en su riqueza basada en la tierra y en la ganadería. Algunos aristoi monopolizaron los cultos, las magistraturas y el aparato militar.

b) La aristocracia de los negocios: Los aristócratas traspasaron sus limites y muchos jugaron una baza importante en la empresa ultramarina colonial, En líneas generales el tráfico marítimo se había basado en mercancías de primera necesidad y en materias primas. En buen número de ciudades la navegación y el comercio estuvieron bajo control de los grandes terratenientes, ganaderos o de sus clientelas,

c) La aristocracia y la aparición de la moneda. La aparición de la moneda se vinculó directamente con el poder y ambiciones de la aristocracia enriquecida por el comercio. Surge como una necesidad de la perpetuación de los valores tradicionales, el prestigio del blasón y de la profusión aristocrática que transforma la moneda en un buen instrumento político. Los emblemas de las monedas de Atenas se han solido identificar con los blasones de los clanes áticos, y sólo más tarde se convertirán en símbolo de la comunidad ciudada­na. Posteriormente se entenderá como depósito y medida de valor. Para poder entender este origen deberemos tener en cuenta dos factores. En primer lugar que las primeras acuñaciones -el electrón- aparecen en Asia Menor y se atribuyen a Lidia, aunque también circulaban en otras ciudades de Jonia. Las emisiones no son anteriores al 640/630 a de C.

Las emisiones más antiguas de las poleis griegas no son anteriores al 590 a de C. y en algunos casos de la segunda mitad o finales del VI a de C El segundo de los factores a, considerar es su difusión como elemento de prestigio y democratización.

Algunos han supuesto que las causas que motivaron las acuñaciones fueran exigencias de un comercio local, no de amplio radio. En cambio otros autores piensan que, en efecto, en la rápida aceptación de la moneda por los griegos se ha de tener en cuenta su valor de equilibrio político y social.

Tampoco cabe la menor duda de que el intercambio se vio favorecido por el nuevo sistema. Utilizó únicamente la moneda para facilitar las cuentas como término de referencia generalmente admitido y como garantía de la comunidad política. Las dificultades de abastecimiento de metal impidieron un desarrollo mayor del sistema monetario. En general, se puede afirmar que el conjunto monetario fue muy inferior al de los productos intercambiados. Todavía se utilizará durante mucho tiempo el trueque de un producto por otro, tanto en los mercados locales -agora- como en los de lar a distancia.

d) Las limitaciones a la aristocracia. Pero, si en cierto modo fue la moneda expresión del poder de la aristocracia, terminaría por minar su prepotencia basada en la posesión de la tierra y de su consiguiente ostentación exclusiva del poder militar, tanto en el ejército de tierra como en la marina.

El coste de la nueva armadura era elevado, pero menor que el de un caballo, por eso era asequible para la mayoría de ciudadanos. El humilde sustituyó progresivamente al noble en la defensa de la patria.

También en el aspecto naval se produjeron cambios. El contingente de marineros lo constituían los thetes, es decir, los ciudadanos de menor fortuna. Ahora bien, los hoplitas y marineros pertenecientes a la clase media y pobre de las ciudades al transformarse en los nuevos defensores de la patria entendían que debían, también, participar en la dirección política de su país y ejercer el poder de una manera activa.

e)Los sociales inferiores. En el nivel inferior de la sociedad se encuentra la plebe, que trabaja en la ciudad o en el campo. La mayoría de los demiurgoi ”los que trabajaban para el pueblo” eran artesanos. Podría aumentar sus ingresos con una producción artesana de calidad en cueros, armas, cerámicas que podría añadirse a la exportación de vino y aceite. Pues además se habían introducido los cultivos arbustivos y acusaron una disminución en su producción cerealística viéndose en la necesidad de importar el grano, La única forma de paliar esta penuria de grano era mediante la potenciación del artesanado. En Atenas, el término epigeomoroi “los que están junto a los labradores” acusa la existencia de esta actividad artesana paralela a la agrícola. Aquella actividad artesana posibilitada a un hombre libre el trabajo por cuenta propia sin tener que depender de nadie

Corinto, Eubea, islas de Egeo, Egina y Jonia, contaron probablemente desde mediados del siglo VII a. de C., con importante volumen de producción cerámica. A finales del siglo VIII, Corinto la exportó en gran cantidad, junto a sus aceites perfumados por todo el Mediterráneo.

Por doquier hubo una clase artesana importante. Pero, buena parte de los plebeyos procedían de la agricultura; unos en calidad de pequeños propietarios cultivaban sus tierras llevando una vida más bien miserable y otros trabajaban como thetes, ”jornaleros”, al servicio de los grandes propietarios. El siglo VII fue testigo del enriquecimiento de los ricos y del empobrecimiento de pequeños terratenientes; un fenómeno que debió ser muy similar en toda Grecia, porque en épocas de mala cosecha, los campesinos más pobres se vieron obligados a pedir préstamos en especie a sus vecinos más ricos. Por doquier se originó un proletariado agrícola miserable que vio cómo su única salvación era emigrar a la ciudad. Pero allí encontró una fuerte competencia en la masa de esclavos cada vez más numerosa. Otras alternativas les ofrecían las empresas ultramarinas o servir como mercenarios de los príncipes de Asia o de Egipto.

La crisis social del siglo VII, según algunos, se originó también en él cambio del sistema de cultivos, al sustituir los cereales por la vid y olivo, pues sólo los ricos podían llevar a cabo una empresa rentable a largo plazo. Pero tampoco se ha de olvidar que los cereales griegos tuvieron que sufrir la dura competencia de los de las colonias y Egipto que eran mejores y más baratos. Todo ello incidió en la progresiva ruina de los pequeños propietarios, cuyo número. Por otra parte, se incrementaba con los sucesivos repartos entre los herederos.

En Atenas los endeudados con la tierra como garantía, se comprometían a pagar un sexto de la cosecha: se les llamó hektémoroi. Por el aumento de la deuda cuando la cosecha era mala o la familia larga, les condujo a una auténtica condición de esclavos y aún a la venta de estos hectémoros como tales esclavos. Solón acabarla con esta lacra social y abuso de los más ricos prestamistas.

f) La lucha de clases. Esta situación de desequilibrio hizo que las clases bajas se consumieran en penas.

El mal se extiende por toda Grecia, pues la nueva economía empobrece al pobre y enriquece al rico. La plebe acabaría por agruparse. La desgracia unió a los humildes, cada vez más numerosos: pues, no todos los descontentos huyen a las colonias. Se agrupan y forman una hermandad que lucha por doquier contra todas las familias ilustres. Conocemos varias matanzas, como la de Basilides en Efeso y Eritrea, aunque esta lucha no siempre fue cruenta.

Teognis de Megara, explica la rabia de la aristocracia vencida por el pueblo:

“En nuestra villa habitan otros que en otro tiempo eran extraños a todo derecho y a toda ley; llevan a sus espaldas pieles de cabra y apacientan sus ganados extramuros. Y ahora ellos son los buenos y los buenos se han vuelto malos... El orden ha quedado destruido”

Solo un poder dictatorial, los legisladores y los tiranos, reducirían las atribuciones de los que se sentían dueños de la tierra y del cielo.

1.1.1.1.3. La tiranía en el mundo griego

a) Definición, origen y caracteres. Las reformas que proponían los legisladores, en su mayoría representaron un compromiso entre las reivindicaciones populares y los intereses de los aristócratas. A pesar de sus grandes esfuerzos no pudieron poner fin a la crisis. Esas soluciones provisionales evitaron, al menos el derramamiento de sangre. Se produjo en muchas partes el establecimiento por la violencia de un poder personal y al que lo detentaba se le denominó “tirano”, aquél que se hace con el gobierno de esta manera y quiere conservarle por la fuerza es distinto del basileus que desempeña una autoridad legítima, porque la ha heredado; y del legislador, que ha sido designado por la mayoría de los ciudadanos para la función que se le ha encomendado. La tiranía, movimiento con connotaciones revolucionarias, por tanto, constituye un tipo de tiranía por usurpación, distinta de la tiranía electiva del legislador.

El término tyrannos parece claramente emparentado con el etrusco turan. En Etruria vemos este término formando nombres de reyes y nobles: Turno, luturna. No conocen el vocablo los escritores más antiguos como Homero y Hesiodo Surge por vez primera en Arquiloco de Paros: “No, me importan las riquezas de Giges rico en oro, ni me ha dominado la ambición, ni envidio las acciones de los dioses y no codicio la soberbia tiranía”. Además, por entonces, el término tirano no tenía valor peyorativo, pues significaba “dominio” y era palabra del lenguaje doméstico. Posteriormente, durante las luchas políticas que siguieron a la caída de los regímenes oligárquicos, pasó a significar el nuevo poder que gobernaba en la polis. A juicio popular, el tirano dirige a la plebe contra la nobleza o al noble contra el más rico. Esta lucha social tenía un objetivo concreto: La transformación de la estructura ciudadana.

Sin embargo, al generalizarse este modo irregular de acceso al poder, al comprobar los abusos a que conducía y los medios expeditivos a que acudía, fue unánimemente juzgado con dureza. Así dice Alceo hablando de Pítaco: “El que han puesto de tirano en esta ciudad mísera y sin temple es el malnacido Pitaco”. También Solón que pudo y no quiso ser tirano, aunque se vio empujado hacia ello por un fuerte sector ciudadano se expresa así: “Respeté a mi patria y no me entregué a la amarga violencía de la tiranía, manchando y deshonrando mi fama: no me avergüenzo de ello, pues creo que así superaré más a todos los hombres. Se generalizó, pues, la calificación peyorativa de un régimen que entendían no era monarquía, ni oligarquía, ni democracia, pero que tomaba los defectos de cada uno de ellos. Además, accedían al poder por el engaño o la violencia para colocarse por encima de todos los magistrados tradicionales y de las leyes; y pretendían hacer ver que el derecho y la ley emanan de su arbitraria voluntad.

En general, el tirano llegaba al poder después de haber desempeñado una alta magistratura o de una importante carrera militar. Una vez dado el golpe de Estado con el apoyo de la masa popular, y en nombre suyo, el tirano constataba que su persona carecía de títulos o antecedentes tradicionales, y por ello, hubo de reivindicar a los ojos del pueblo una especie de investidura carismática. Es consciente de que debe legitimar lo más rápidamente su poder y hacerlo hereditario: pero para ello debía tener en cuenta las instituciones. A su vez, tampoco el tirano podía asumir el título de rey, ya desprestigiado. La excepción que confirma la regla la tenemos en una zona periférica, Cirene, en donde bajo la dinastía de los Batiadas un tirano se transformó en basileus. Así pues, el tirano deberá buscar extraconstitucionalmente una legislación de su poder. Y. para mejor conseguirlo, invocará un derecho divino y para ello se como una legitimación de su poder. Invocará un derecho divino y para ello se manifestará falsamente como una persona religiosa y temerosa del dios. Su farsa continuará al mandar construir templos, al instituir fiestas religiosas nuevas. Aristóteles dejó constancia de esta política: “Es preciso que el tirano demuestre una piedad ejemplar ya que los súbditos temen menos sufrir alguna injusticia de un señor, si creen que es piadoso y honra a los dioses”.

b) Causas de su aparición. Según parece, los regímenes tiránicos se dieron en aquellas ciudades más evolucionadas desde el punto de vista político, social y económico. Tucídides (1 13 1) es el primero que relaciona la génesis de la tiranía y los inicios de un expansionismo ultramarino: “Al hacerse Grecia más poderosa y adquirir aun más riqueza que antes, surgieron, en general, en las ciudades, tiranías: pues los ingresos crecían (antes habla monarquías hereditarias con atribuciones limitadas) y Grecia comenzó a equipar escuadras y a ocuparse más del mar”. A su vez, Herodoto (III, 122,4) dice que: “Polícrates (de Samos) es, que sepamos, el primero de los griegos que pensó en el imperio del mar, aparte de Minos de Cnossos y algún otro anterior.” La Grecia del siglo VII a. de C. conoció un gran desarrollo económico que produjo trastornos en la posición de la aristocracia, pues la única diferencia que existía entre ésta y los nuevos ricos era el linaje o ascendencia. En efecto, éstos eran los únicos que podían apoyar con su dinero y su reclutamiento de mercenarios las aspiraciones de los desheredados. Lo refrenda también Tucídides: “Como Grecia trataba, con mayor afán que antes, de adquirir riquezas, se vio cómo iban estableciéndose las tiranías a medida que aumentaban los ingresos pecuniarios”. Prevaleció, pues, el tirano donde los comerciantes pudieron reclutar mercenarios y resistir la oposición noble. Egina fue excepción porque allí la nobleza terrateniente se hizo todopoderosa.

Hubo otras causas y modos de aparición de la tiranía. Así, en Argos. Fidón accedió al poder apoyado por los recién creados hoplitas. La oposición entre la aristocracia doria y la población predoria esclavizada debió aportar en el norte del Peloponeso los primeros tiranos. Y en Occidente, la amenaza del peligro bárbaro exterior haría necesario el nombramiento de jefes militares fuertes. En cambio, en el Asia Menor dominada por los persas, los tiranos de las ciudades griegas sólo fueron gobernadores a las órdenes del Gran Rey. En todo caso, la aparición de la tiranía fue el modo que encontró la plebe para romper la defensa que la nobleza venía haciendo de sus privilegios, y esto sólo lo pudieron hacer hombres de prestigio apoyados por un fuerte partido popular.

Mapa de ciudades que conocieron el régimen de la tiranía:

Sociedad griega y romana

1.2.. La Grecia Clásica

1.2.1.-La sociedad ateniense en el s. V a. de C.

Para explicar, la sociedad de Atenas de esta época, único lugar del que se tienen datos, hay que estudiar los tres aspectos más importantes, el pueblo, el dinero y el poder.

1.2.1.1.1 El Pueblo

Primero, el pueblo. Fue en particular el siglo V, la época en que Atenas se convirtió en lo que seguiría hasta el surgimiento de Constantinopla: por encima de todos los otros situados en el Mediterráneo oriental europeo, el lugar que las gentes visitaban o hacia el que se sentían más atraídas. Algunos acudían por su propia elección. La mayoría no lo hacía así, ya que tenemos noticias de que los grupos de inmigración fue en proporción inversa a su número e importancia, porque el grupo mayor fue sin duda el de esclavos.

1.2.1.1.1.1. La esclavitud y el artesanado

Se carece de datos precisos sobre la población servil en Atenas. En el año 413(Tuc. VII 27,5), 20000 esclavos huyeron del campo ático, pero en opinión del historiador ático, eran obreros, posiblemente trabajador de las minas de plata de Laurión.

Los esclavos estaban asentados en el campo, aunque no parece ser que en número elevado. Ayudaban al artesano, pero es imposible saber en que proporción estaban con respecto al personal libre.

Sobre el número de esclavos, después de la batalla de Queronea, en 337 a. de C., se conserva algún dato, como que Glipérides propuso dar la libertad a 50000 esclavos, que trabajaban en las minas de Laurión y rurales.

Sobre el precio de los esclavos(ML 79 a, 33-49), se conserva una lista de la subasta de uno de los condenados en 414 a. de C. que es la siguiente;

Propiedad de Kephioros, residente extranjero que vive en el Pireo:


165 dracmas mujer tracia.

135 dracmas mujer tracia.

170 dracmas tracio.

240 dracmas sirio.

105 dracmas cario.

161 dracmas ilirio.

220 dracmas mujer tracia.

115 dracmas tracio.

144 dracmas escita.

121 dracmas ilirio.

153 dracmas coloquio.

174 dracmas joven cario.

72 dracmas niño cario.

301 dracmas sirio.

151 dracmas melitt (=¿maltés?).

85 dracmas mujer lidia.


Están documentados esclavos en todas las profesiones. En la construcción del Erecteion trabajaban juntos libres y esclavos, al igual que en los talleres de cerámica, y se les pagaba la misma cantidad, que era 1 dracmas por día. Se ignora cómo se repartían estos salarios entre los dueños y los esclavos.

En las minas de Laurión y Anfípolis, trabajaban exclusivamente esclavos. Las minas pertenecían a la ciudad, que arrendaban la explotación de los filones a particulares ricos.

Es imposible estimar la cantidad de los esclavos labriegos, pero su existencia era sin duda, norma para una sociedad de cierta superficie, tal como nos revela el único tratado que queda referido al tema de la labranza, en parte, el ðððððððððð´σ (Oikonomikós) de Jenofonte. La existencia de esos esclavos permitía a los propietarios labriegos tener un tiempo libre durante el cual ejercían sus derechos políticos y a la aristocracia hacer un gran papel, vivir una vida excelente y abrigar la esperanza de detentar el control de los asuntos políticos.

Los esclavos artesanos, que a menudo “vivían fuera” de la casa del amo, pero pagaban una renta por el privilegio precario de su libertad de facto, no sólo eran otra fuente de ingresos del amo, sino que también deben de haber fabricado muchos de los artefactos básicos para la vida cotidiana, por ejemplo: utensilios domésticos y armas. Esos esclavos contribuyeron a la construcción de los templos y al establecimiento de grupos gremiales de pequeños mercaderes y tenderos. En la fábrica de armas de los hermanos Lisias, trabajaban 120 esclavos, pero la fábrica estaba organizada como si fuera un taller pequeño y el dueño trabajaba en compañía de esclavos, de los hijos, de los familiares y de los libres.

Talleres de todo tipo se han representado frecuentemente, según se afirmó, ya. En Atenas, que es el único estado del que se disponen datos, los talleres siempre fueron de tipo artesanal, y se pasaba el negocio de padres a hijos. Se hacían así en ellos importantes fortunas. El taller de los hermanos Lisias, en 405 a. de C., que debió ser de los mayores, a juzgar por el número relativamente de esclavos que trabajaban en él, 120, comenzó con el padre Céfalo, que llegó de Siracusa, que llegó del abuelo, Céfalo fue amigo del trágico Sófocles y de Pericles. Los hermanos Lisias, que habían recibido una educación esmerada, no debieron trabajar directamente ya en su fábrica, pero debían tener otras fuentes de ingreso. Lisias era uno de los metecos, que en un número elevado, de antiguo, se habían establecido en Atenas en función de los negocios.

No podemos ver en forma directa a través de las fuentes cuánto se necesitaba a los esclavos, y muchos especialistas se han inclinado a considerar mínima la dependencia de la sociedad ateniense con respecto al trabajo y a los servicios de la población esclava. Sin embargo existen por lo menos tres consideraciones contrarias a ese criterio. Con unos precios, por los cuales el precio medio de un esclavo equivalía a siete meses de paga de un artesano, aun los que fueran relativamente pobres, podían ganar en el plano económico y en términos de la posición social y de tiempo libre comprando tantos esclavos como les fuese posible. El sistema de valores predominante había impuesto fuera de la ley la servidumbre, consideraba como una insubordinación inaceptable el emplear en forma privada a hombres libres y miraba con desprecio la esclavitud de congéneres griegos. Sólo uno de los esclavos vendidos en el 414 es griego (un mesenio). También es verdad que se realizaban intermitentemente unas mejoras en lo que podríamos llamar productividad, como por ejemplo un sistema de construcción con arbotantes c. 515 y el desarrollo completo de un barco de carga mercante de mayor capacidad, hacia fines del siglo sexto. Sin embargo, las técnicas existentes eran y seguían siendo típicas de un sistema de trabajo manual intensivo, ya se tratara de agricultura, artesanía, el transporte o la industria de la extracción. Por lo tanto, lo que podía llevarse a cabo con la mano de obra puramente ciudadana era limitado en todos los casos, de modo que la única forma de explotar estos recursos o de acrecentar los bienes domésticos era recurrir a una mano de obra forzada y externa, y eso se conseguía con facilidad, en cantidades limitadas sólo por la capacidad de pago ateniense y esa capacidad, gracias a las minas de plata era casi ilimitada.

1.2.1.1.1.2. Los metecos.

Los esclavos eran llevados a Atenas y no tenían elección. Los hombres libres en cambio, sí la tenían. El movimiento de los hombres libre se producía en amplia escala, aunque como es habitual, apenas podría fijarse cantidad. Los residentes extranjeros que había en el Ática en 508/507 pueden haberse incorporado al cuerpo de ciudadanos, pero la influencia posterior de otros puede haber sido considerable. Llegaron a ser denominados ðððððððð (metecos). Le ley de ciudadanía de Pericles, del 451-450, proponía que “aquellos cuyos padres no fueran, ambos, ciudadanos, no deberían ser ciudadanos ellos mismos” (Constitución de Atenas, 26, 4). El efecto, y quizá la intención de esa ley, era lograr una distinción de posición social entre ciudadanos y metecos que resultaría rígida. En el otoño del 431, el ejercito ateniense que invadió Megara incluía al menos tres mil hoplitas metecos. Si bien, proviene de un censo del 317 a. de C., después de un periodo de desorganización interna e internacional, la única cifra que poseemos del total de la población meteca la estima en no menos de diez mil personas, y es posible, aunque no seguro, que se tratara de varones adultos. De acuerdo con este testimonio, deben de haber constituido un elemento muy sustancial de la población. Los registros del Erecteion y muchos otros demuestran que esos extranjeros se dedicaban a las actividades artesanales y al comercio al detalle, a falta de algo mejor, ya que no podían ser propietarios de tierra en el ática. Sin embargo, al menos aparecen como labradores (en tierras de otros). Es posible, y en general así se piensa, que la mayoría de los metecos hayan ido en un primer momento a Atenas, atraídos por las oportunidades de llevar allí una vida más cómoda que la que les podría brindar el resto del Egeo y que fueran situándose riquezas y posición de la población ciudadana. La mayoría puede haber permanecido en una comparativa pobreza, pero los tres mil hoplitas metecos tienen que haber logrado una cierta holgura económica.

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Atraída por el patronazgo público ofrecido por los festivales musicales, por los encargos de decoraciones para los templos o de las obras de arte o por el patronazgo privado y la exaltación social ofrecida por los ricos aristócratas atenienses, la antes dispersa aristocracia intelectual griega, compuesta por pintores, escultores, artistas de teatro, escritores, maestros y filósofos, comenzó a considerar Atenas como lugar para residir y así contribuyó a esa concentración de talentos que se formalizaría en el siglo cuarto, en los estudios de los artistas y en las escuelas de retórica y filosofía._________________________________________________

1.2.1.1.2 El dinero

Un patronazgo cuesta dinero. El dinero estaba allí. La concentración de los recursos monetarios estaba en manos públicas y privadas a la vez, cosa nunca antes conocida en Grecia.

Según varias fuentes, los recursos suscritos de ámbito interno eran de 400 talentos al año por lo menos. A principios del 422, en efecto, Aristófanes hacía que su personaje ðδððððððððð (Bdelykleón) dijera a su padre: “... primero haz un cálculo aproximado, del total del atributo que las ciudades nos pagan aliadas y después cuenta los impuestos y los unos por cientos innumerables, los derechos judiciales, los ingresos de las minas de plata, los impuestos de mercado, los derechos portuarios, las rentas de la propiedad y las ventas de las propiedades confiscadas: alcanzamos un total, con todo esto, de cerca de 2000 talentos” (Aristófanes, Las avispas, 657-660). Esta cifra puede estar un tanto aumentada, pero en vista de que se han observado dos subidas agudas (en el 428-427 y otra espectacular en el 425-424), en el nivel de los atributos exigidos, tal vez no esté tan alejada de la realidad.

En la lista de ingresos de Bdelykleón hay dos ausencias notables: el impuesto a las rentas y el impuesto a la propiedad. El primero era impracticable. Los dueños de esclavos mineros como Nikias (cf. p. 90) tal vez hayan tenido unos ingresos en metálico y quizá hayan sabido a cuánto ascendían, pero aun en el Ática la mayoría de los habitantes, y por cierto la mayoría de los ciudadanos, eran labriegos para quienes las transacciones en las que se manejaba metálico eran marginales e infrecuentes. Sus “rentas” eran productos agrícolas que, en gran parte, eran consumidos por ellos mismos. Sabemos de una contribución en productos que se reunía para las divinidades agrícolas de Eleusis, Deméter y Kore, pero, en proporciones de 1/1.200 para el trigo y de 1/600 para la cebada, esas contribuciones tenían una importancia cultural más que fiscal. Por el contrario, el impuesto a la propiedad era practicable, porque el concepto de télos (véase más abajo) había sido utilizado desde antiguo para dividir el cuerpo de la ciudadanía en cuatro clases propietarias. Sin embargo, esos impuestos eran cobrados en los siglos quinto y cuarto, en Atenas como en todas partes, sólo en los casos de emergencias militares y sólo a las clases más ricas. Eran lo bastante raros como para que al pagarlos se considerara un signo de virtud cívica e incluso en el siglo cuarto, cuando más necesarios eran, en apariencia producían más o menos lo mismo que el 1% del impuesto anual a la propiedad.

El otro lado del balance sólo puede dibujarse de modo fragmentario. Bdelykléon continua en su enumeración señalando que se paga a los seis mil jurados unos ciento cincuenta talentos por año (tal vez un máximo muy elevado), en tanto que los salarios y el mantenimiento de los concejeros, los magistrados, las juntas administrativas y los esclavos públicos deben de haber absorbido otros cincuenta talentos (también un máximo elevado), pero el gasto principal y reiterado, aunque fluctuante, habrá sido el que se hacía para las fuerzas armadas. Será muy útil detenerse por un momento en este fenómeno. Cuando un arconte resultaba electo, debía responder a la pregunta acerca de sí “paga sus impuestos y ha ido a las campañas militares cuando se le ha convocado” (Constitución de los atenienses, 55, 3); la palabra aquí traducida por “impuesto”, télos, en rigor denota mucho más, porque se refiere al conjunto del complejo de obligaciones y privilegios que se derivan del hecho de que se pertenezca al grupo de linaje ciudadano, incluido el carácter de propietario de una parcela y la pertenencia a alguna de las cuatro clases de propietarios. Dado que el servicio militar era un elemento fundamental en ese complejo, mientras la forma que adquirían sus obligaciones variaba de acuerdo con el tamaño de su propiedad, pagarla o mantenerla durante el cumplimiento de esas obligaciones debe de haber sido difícil. Además, las notas que se conservan referidas a la guerra contra Samos y Bizancio en el 440-439 demuestran que el principio de mantenimiento durante el servicio activo había sido establecido ya por entonces. Su introducción presumiblemente estuvo conectada con el servicio mercenario en el verdadero sentido, por una parte, en los lugares en que ya constituía un hecho familiar, y por otra parte, con el hecho también revolucionario de que se instituyera, después del 460, el principio de mantenimiento durante el tiempo en que se cumplían los deberes públicos civiles. Sea cual sea la fecha, el resultado fue una escala de gastos desconocida hasta entonces. Mantener en el mar un trirreme durante un mes costaba al menos tres mil dracmas, aun en el caso de que los tripulantes sólo recibieran tres óbolos cada uno y por día, pero en el 415, si no antes, podían esperar que se les pagara un dracma por día. Los hoplitas también eran pagados, y recibían un salario mayor que los marineros. Las cifras conocidas para las campañas importantes de la década del 430 (más de 1400 talentos para Samos y Bizancio; más de 2,000 talentos para Potidea y 76 talentos aún para la expedición a Corcyra, en el 433, que fue una empresa de comparativa brevedad y de importancia menor, hacen comprender por qué las reservas disminuyeron con rapidez alarmante en la década del 420, a pesar de la acción drástica emprendida en materia de tributos.

En el 451 incluso, Pericles quizá no había llegado a advertir lo ruinosamente caro que podía resultar el nuevo estilo de guerra.

Quedan los gastos que no se repetían, en primer lugar para los templos y los trabajos públicos que transformaron Atenas. Se han conservado muy pocos testimonios de anotaciones de cuentas, en general muy deteriorados y carentes de la mayoría de las cifras. El más seguro es el que se refiere a la estatua de oro y marfil de Arena Partenón, de un coste de entre 700 y 1.000 talentos. Si nos atenemos a informaciones autorizadas que estiman el coste del Partenón en unos 500 talentos, se podría recomponer el texto testimonial de una tradición muy tardía e indirecta por la que se deduce que la estatua, el Partenón y el Propíleo costaron en total 2000 talentos. Esta tradición puede contener algo de verdad, como puede ocurrir también con otra, sólo conocida por Isócrates (7, 66), que afirma que los cobertizos para barcos en el Pireo costaron 1.000 talentos. No hay cifras referidas a otros monumentos, entre los cuales están la estatua de Atena Prómachos, las Grandes Murallas, el Odeion, los templos de Hefesto y de Ares en el Ágora; el de Poseidón en Sunion, el de Némesis en Ramnus y el de Ártemis en Brauron, y el edificio de las iniciaciones ððððσððρððð (telestêrion) en Eleusis. Sencillamente ignoramos cuánto costaron todas esas construcciones y de dónde provino el dinero, aun cuando se incluyan “los otros edificios públicos” que menciona Pericles. Ya se ha llegado al punto en que la documentación no existe y sólo tenemos, para proseguir con nuestra tarea, los hechos tangibles de los restos que de esas construcciones perduran.

Aquellos edificios fueron pagados mediante los fondos públicos, ya se tratara de tributos, botín o impuestos generales, porque sus costes hacían imposible el patronazgo privado, del tipo practicado por Kimón en la década del 460 (cf. p. 55). Por fortuna, un documento que se ha conservado ilustra la transición. Con respecto a un decreto de la década del 430, que se refería a la construcción de una fuente pública, alguien propuso la enmienda siguiente: “En otros aspectos, de acuerdo con la moción de Nikómachos; alaba a Pericles, Parjalos y Jantipo y a los jóvenes, pero satisface los gastos del dinero que ha sido pagado por los tributos de los atenienses, después que la diosa haya tomado su parte habitual de ellos (ATL, II, D 19, líneas 15-16). Explícitamente se ha pasado del patronato privado al uso de los fondos públicos imperiales. Sin embargo, a un nivel menor, se podía combinar, y se combinaba, el deber con el despliegue. Un medio fue una dinámica y apropiadamente liberal posibilidad de cumplir con la obligación de poner en servicio activo y comandar un trirreme por el plazo de un año (trirarchía). Otro consistió en convertirse en empresario para la puesta en escena de una trilogía trágica, un coro finco o una comedia en un festival dramático (chorêgía). Estas liturgias, que eran cumplidas por los pocos cientos de los hombres más ricos de Atenas y podían costar más de un talento en cada ocasión, se convirtieron en una parte fundamental de la vida pública ateniense. El desembolso representaba a la vez un patronazgo artístico efectivo y una redistribución de la riqueza entre los grupos menos adinerados, que integraban los coros o tripulaban los barcos. La belleza y el despliegue fastuoso así creados honraban a los dioses y a la vez satisfacían la necesidad humana de un espectáculo y proporcionaban un marco adecuadamente magnifico para las formas artísticas de la tragedia y la comedia que los escritores atenienses habían hecho propias. La buena voluntad surgida entre la ciudadanía gracias al cumplimiento voluntario y eficiente de cada liturgia era un capital al que aspiraban los hombres ricos, que también lo utilizaban para hacer progresos en su vida pública. “En cuanto a mí, percibirás por mis acciones anteriores que no soy un conspirador ni tengo los ojos puestos en lo que no me pertenece. Por el contrario, a diferencia de mis oponentes, he pagado impuestos a la propiedad muy elevados (cf. p. 96), he sido trierarca muchas veces, he equipado coros con magnificencia, otorgué préstamos libres de interés a muchos hombres y pagué hipotecas elevadas para ayudar a muchos ciudadanos. Las riquezas que poseo son el producto de mis propias energías, y no resultado de procedimientos judiciales: soy afecto a los sacrificios y al cumplimiento de la ley. No debéis condenar a una persona como yo bajo ninguna acusación de impiedad ni de oprobio”. (Antifón, Tetralogía, 1, B 12>. Este discurso, quizá escrito en la década del 420, es tan sólo el primer ejemplar que se conserva de muchos otros que utilizan tales argumentos. Eran argumentos que un jurado ateniense masivo esperaba oír y que un orador podía considerar persuasivos.

La riqueza privada no siempre se utilizaba con fines cívicos ni los únicos que gastaban eran los más ricos. Al observar que “los atenienses se han mezclado con otros pueblos en distintas regiones y han descubierto sus diversos deleites gastronómicos; las especialidades de Sicilia, Italia, Chipre, Egipto, Lidia, el Peloponeso o cualquier otra comarca, todas, han sido llevadas a Atenas en razón de su control del mar”, el “Viejo Oligarca” (2, 7) roza con brevedad un tema que se había convertido en una obsesión en la comedia. Aquí, por ejemplo, hay un catálogo, en el que se mezclan armónicos políticos, de una comedia casi contemporánea:

“Decidme ahora, oh Musas que moráis en las mansiones olímpicas, todas las bendiciones (desde los tiempos en que Diónisos navegó por el mar de color del vino) que trajo a los hombres de este lugar en su barco negro. De Cirene las ramas del silfio y las pieles de buey, del Helesponto la caballa y toda clase de pescados secos y salados, de Tesalia la sal y la carne de buey, de Sitalkes la sarna para fastidiar a los espartanos, de Perdikkas mentiras para cargar la nave, Siracusa proporciona el cerdo y el queso; en cuanto a los corcirenses, quiera Poseidón destruirlos en sus huecas naves, porque son gentes de lealtad dividida. Estas cosas provienen de aquellos lugares; pero de Egipto nos hemos aparejado con velas y el papiro, de Siria el incienso en tanto que la bella Creta envía el ciprés para los dioses y Libia nos abastece de abundante marfil. Rodas ofrece sus uvas e higos secos, pero las peras y las manzanas gordas vienen de Eubea, los esclavos de Frigia, los mercenarios de Arcadia. Pagasas (en Tesalia) brinda esclavos y bribones marcados también, Las bellotas de Zeus y las almendras confitadas vienen de manos de los paflagonios y constituyen los ornamentos de un festín. Fenicia envía el fruto de la palma y la mejor harina de trigo, Cartago nos abastece de alfombras y cojines de diversos colores” (HERMíPPOS, Los estibadores, F 63).

Aquí, en forma amplia dentro del ámbito del consumo privado, se puede ver la concentración de bienes y servicios, que se hizo posible por el poder centralizador de la riqueza que se difundió a través de toda la población, atrajo el comercio desde los lugares más lejanos y convirtió a algunos atenienses en los individuos más poderosos de toda Grecia.

Esta concentración también tuvo otras consecuencias. A pesar de sus limitaciones frustratorias, las excavaciones de las áreas habitadas de Atenas y el Pireo, que se han llevado a cabo hasta el presente, han revelado que en el siglo quinto hubo edificaciones nuevas de proporciones importantes dentro de lo que habían sido tierras de labranza, en el espacio limitado por las murallas atenienses construidas por Temístocles, y que hubo un crecimiento explosivo del Pireo que, de un pueblo mediano, pasó a ser una dudad enorme y planificada, el puerto más grande de Grecia. Es de presumir que haya sido el influjo inmigratorio el que precipité ese dramático crecimiento urbano, que al mismo tiempo profundizó la dependencia de Atenas con respecto a la comida importada y a las ruinas que le permitían pagar esas importaciones.

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Un alcance mayor aún tuvieron las consecuencias del influjo del dinero. La existencia de la reserva tal como Pericles la describía (cf. p. 95) tuvo la ventaja abrumadora de permitir una acción inmediata ya fuera por tierra o por mar. El dinero no debía ser conseguido en otras fuentes y en un plazo perentorio, de modo que la política ateniense fue independiente, tal como no lo seria más tarde, de cualquier veto de los grupos aliados o de la única otra fuente posible, la misma clase alta ateniense. Sin embargo, el monto de las sumas que se manejaban impuso nuevas responsabilidades y expuso nuevas tentaciones. Una sociedad tradicional puede ser gobernada por personas cuya reivindicación de un reconocimiento público estribe en su riqueza, en sus proezas atléticas o en su linaje conectado con el de un dios o un héroe. Una sociedad política complicada, basada en una asamblea, tal como es el caso de Atenas, habrá necesitado rápidamente que la gobernaran hombres capaces de compilar una serie de informes y de comprobar que eran correctos, hombres que poseyeran el sentido de la lógica suficiente para plantear un caso con criterio persuasivo y que fueran capaces de soportar a pie firme los ataques de oponentes maliciosos y de una asamblea encarnizada. No es un hecho accidental que dos de los diálogos de Platón que tratan en especial el tema de la educación, el Laques y el Menón, subrayen la falta de éxito político de los hijos de Temístocles, Arístides, Pericles y Thoukydides (no el historiador, sino un político que era un pariente de mayor edad). Criados de la manera tradicional, para ser buenos jinetes, luchadores, músicos y gimnastas, dos de ellos, Melesias hijo de Thoukydides y Lisímaco hijo de Aristides, habían aprendido unas habilidades poco adecuadas. Los padres explican a Laques que:

“A menudo ambos hablamos con nuestros hijos acerca de las nobles empresas que nuestros padres mismos llevaron a cabo en tiempos de guerra y en la paz, al tratar con los aliados y el ejercer la administración de la ciudad. Ninguno de nosotros puede jactarse, en cambio, de sus propios hechos. Y la verdad es que este contraste, visto por ellos, nos avergüenza; reprochamos a nuestros padres el que nos hayan dado una crianza mala en los días de nuestra juventud, en tanto que ellos se ocupaban de las necesidades de los demás; y nos esforzamos por convencer a los jóvenes... Ellos, por su parte, prometen cumplir nuestros deseos y ahora nos preocupamos por saber cuáles son el estudio y la práctica que resulten más beneficiosos para ellos”. (Laques,179c-d). ________________________________________________________.



Busto de Pericles


1.2.1.1.3 El Poder

El tipo de educación que más tarde ofrecerían los sofistas en parte fue a poner remedio a la situación y no hay aspecto mas saliente en la filosofía del siglo IV A. de C. que sus modos lógicos y matemáticos de pensar. Con todo, las presuposiciones de la clase acomodada respecto de la tradición intelectual eran tan fuertes, que el mayor énfasis en los números se inclinó hacia la abstracción y la geometría, como en forma espectacular se advierte en La República de Platón, más ampliamente que hacia la profesión de contable. De modo que la separación en el ámbito de la pericia política subsistió. Por fuerza habría de ser llenada por unos hombres que poseyeran los conocimientos políticos y administrativos requeridos.

Esos fueron los que recibieron el nombre de demagogos. Kleón es el más famoso; otros fueron Hypérbolos, Androklês y Kleophón. Nuestras fuentes principales, Tucídides y Aristófanes, pintan un retrato espeluznante de ellos. Tucídides escribe acerca de Kleón con más antipatía personal que la que se permite en cualquier otra circunstancia, y comenta con amargura que los sucesores de Pericles, entre quienes se incluyen los tres antes nombrados, perdieron la guerra para Atenas al dar vuelta por completo el pensamiento estratégico de Pericles (cf. p. 119). Aristófanes retrata a Kleón en dos ocasiones, como el esclavo paflagonio de Los caballeros, del 424, y como el perro (Kýon) de Kydathenaion, el demo de Kleón, en Las avispas, del 422. En estas dos obras y en otras alusiones casuales de otras piezas el tono es tan incisivo y desdeñoso, que sugiere que Aristófanes compartía el punto de vista de Tucídides acerca de este personaje. Resulta tentador seguir a ambos en este sentido, pero no lo haremos. Ambos escritores habían chocado con él en las cortes de justicia y ambos, por su origen e inclinación, estaban del lado “noble y bueno” de la sociedad ateniense, cosa que no ocurría con los demagogos. Los prejuicios sociales eran muy fuertes y se expresaban aduciendo en forma repetida, pero falsa por completo según lo que sabemos, que los demagogos eran de origen extranjero o bastardos de nacimiento. Además, el contraste entre ellos y Pericles necesita ser analizado con sutileza mayor. Es verdad que Pericles ejerció un liderazgo indiscutido, cosa que no hizo ningún otro ateniense. Tucídides subrayaba con admiración ese aspecto:

“Poderoso por su rango, su habilidad y la evidente integridad de su obrar, ejercía su control sobre la multitud como corresponde que lo haga un hombre libre y no era manejado por ella, sino que él la manejaba porque su poder no provenía de fuentes indignas, de modo que no tenía necesidad de lisonjearla... En pocas palabras: lo que de nombre era una democracia estaba dirigido por el mejor hombre. Sus sucesores eran iguales a todos los demás y se esforzaban por llegar a ser los primeros” (2,65,8-11).

Sin embargo, Tucídides es menos claro cuando explica de qué manera se adquiría esa posición. Es evidente que la honestidad importaba, como había sucedido en el caso de Efialtes (cf. p. 57), pero para ver algo más acerca de las técnicas “demagógicas” propias de Pericles debemos recurrir a la biografía escrita por Plutarco. Allí, en una de las más brillantes recreaciones plutarquianas, se refleja la devoción unilateral de Pericles hacia la política como actividad única; su estilo “olímpico” de orador, la forma en que derivó el excedente del tributo al Partenón y a todo el programa de edificaciones, su cautela como general y en la política exterior, su programa de colonización, su uso sensato del soborno en una ocasión y su instinto populista del gesto melodramático:

“Uno de los obreros de los Propíleos, el más enérgico y activo de ellos, resbaló y cayó desde una gran altura. Durante algún tiempo debió guardar cama, con graves heridas, y los médicos no abrigaban ninguna esperanza de que se recuperara. Pericles se mostró muy afectado por este hecho, pero la diosa Atenea se le apareció en un sueño y le ordenó un tratamiento, que él aplicó y cuyo resultado fue que aquel hombre sanara fácil y rápidamente” (Pericles, 13, 13).

También sabemos que frecuentaba a intelectuales como Damonídes (cf. p. 58), Zenón y Anaxágoras. De esta relación Plutarco hace derivar el sentido de la dignidad que asistía a Pericles:

“De allí extrajo no sólo una dignidad de espíritu y una nobleza de lenguaje que estaban por completo libres de las bufonerías vulgares e inescrupulosas de la oratoria populachera, sino también una compostura en el aspecto que jamás se disolvía en carcajadas, una serenidad en los movimientos y en el arreglo elegante de sus ropas que nada podía perturbar cuando hablaba, una voz firme y modulada con suavidad y otras particularidades de ese mismo tipo que impresionaban profundamente a quienes le oían” (Pericles, 5, 1).

Aquí, expresado a través de un comportamiento, surge el ideal cultural de un caballero. Plutarco ve con acuidad la tensión que se producía entre ese ideal y la política popular de Pericles. Aun en el caso de Pericles la tensión produjo inconvenientes hacia el fin de su vida. Los sucesores la evitaron sólo por no ser unos caballeros y por seguir hasta sus límites la lógica de articular las ambiciones, los miedos y los prejuicios de la asamblea y del poder judicial. Pudieron haber sido caballeros. La mayoría de los demagogos eran ricos porque eran propietarios de esclavos artesanos; algunos, como Kleón y Kleophôn, eran mucho más aristocráticos de lo que nos pudieran hacer pensar las fuentes, y otros hombres con los mismos antecedentes pero temperamentos distintos, como Mikias, fueron aceptados con buena voluntad por los políticos del grupo conservador. En contraposición, un populista sacaba provecho de ser áspero y antiintelectual e incluso de amedrentar a sus oyentes. Tucídides, al comienzo de un discurso, pone en boca de Kleón unos sentimientos asombrosamente no democráticos:

“A menudo antes de ahora he pensado con convicción que una democracia no está facultada para gobernar un imperio y nunca tanto como ante vuestro presente cambio de opinión en el asunto de Mitilene... el rasgo más alarmante del caso es el cambio continuo de medidas con que somos amenazados y nuestra aparente ignorancia del hecho de que las malas leyes que nunca son cambiadas resultan, para una ciudad, mejores que las buenas que carecen de autoridad”

(3, 37,1 y 3).

La alusión debe ser tomada en serio. Los demagogos eran radicales en cuanto a atacar las pretensiones aristocráticas y a no tener piedad de la incompetencia aristocrática. Constituían una casta distinta de políticos, ya que poseían unas habilidades administrativas y oratorias de las que carecían Melesias v Lisímaco. Pero en lo fundamental, articularon los valores y las actitudes tradicionalistas del núcleo labriego de la sociedad ateniense. No es casual que uno de los mejores héroes de Aristófanes, un bufón mayor y listo, apasionadamente adicto a prestar el servicio de jurado, con una fuerte preferencia por los poetas antiguos y poco interés o aptitud frente a las nuevas enseñanzas de los intelectuales, haya recibido el nombre de “amante de Kleón”: el Philokléon de Las avispas.

La competencia no implica la honestidad. La corrupción financiera es un tema que se reitera en las fuentes referidas a la Atenas de los siglos quinto y cuarto. Ya hemos visto que la enmienda de Thespieus (cf. p. 61) quizá refleje alguna clase de deshonestidad, pero hubo casos más espectaculares de deshonestidad o de sospecha de ella. Hacia el 420 Antiphón traía a la memoria de un jurado un antiguo escándalo:

“En cierta ocasión los Hellenotamíai fueron condenados a muerte, con excepción de uno, bajo una acusación falsa que se refería a los fondos públicos, por una acritud iracunda mis que por un juicio equilibrado. El asunto se aclaré tiempo después. El único superviviente, de quien se nos dice que se llamaba Sosias, había sido condenado a muerte, pero todavía no había sido ejecutado Cuando se descubrió la forma en que había desaparecido el dinero, Sosias estaba en manos de los Once (verdugos) por determinación del pueblo. Fue puesto en libertad, pero los otros habían sufrido la pena de muerte, aun cuando eran Inocentes” (ANTiFÓN, 5, 69-70).

Ese incidente ocurrió, quizá, en el 440-439, ya que hay una raspadura peculiar en el encabezamiento de la lista del tributo de ese ano. De la mayoría de los políticos se decía, con justicia a menudo, que habían aceptado sobornos, favores y pagas secretas. Que un político muriese en la pobreza, como Kleophón, era un acontecimiento. La honestidad de los políticos que la poseían (Arístides, Efialtes, Pericles) era un factor importante en sus reclamaciones de reconocimiento público. “Algunos hay que dicen que si te acercas al Concejo o al Pueblo con dinero, lograrás que se consideren tus asuntos. Y por cierto que estoy de acuerdo en que el dinero juega un papel preponderante cuando se trata de lograr que se hagan las cosas en Atenas, y sería mayor su influencia sí más personas lo utilizaran”. (Viejo Oligarca, 3, 3).

Si la corrupción es un tema que se reitera, el poder - su concentración, su justificación, el ejercicio, los efectos y el control del mismo- no constituye mucho menos que una obsesión, palpable en el pensamiento contemporáneo en todos los niveles. Ya se ha visto (cf. p. 95) que Tucídides hace hablar a Pericles de los detalles de sus bases financieras y le hace catalogar, con detalle también, los recursos bélicos en naves y hombres. En forma similar, el “Viejo Oligarca” subraya las consecuencias políticas al señalar que “es justo que la gente pobre y común de Atenas tenga más poder que el noble y el rico, porque esa gente común es la que tripula la flota y proporciona el poder a la ciudad; de entre ellos salen los timoneles, los contramaestres, los oficiales jóvenes, los vigías y los constructores de naves; esa gente hace que la ciudad sea poderosa, más que los hoplitas y los ciudadanos nobles y respetables” (1, 2). Esta certidumbre produjo un conjunto complejo de reacciones. En el último discurso que Tucídides adjudica a Pericles, pronunciado justo antes de su muerte en el 429, le hace decir:

“Además, vuestra patria tiene el derecho de que le prestéis vuestros servicios para mantener la gloria de vuestra posición. Esos servicios constituyen una fuente común de orgullo para todos vosotros y no podéis desdeñar las cargas del imperio y, no obstante, esperar que compartiréis los honores. También tendríais que recordar que no lucháis contra una mora esclavitud, para cambiarla en independencia, sino contra la destrucción del imperio y los peligros nacidos de las animosidades que se produjeron por el ejercicio del poder. Por otra parte, ya no es posible retroceder, si es que alguno de vosotros de verdad se ha dejado llevar en el temor del momento, por el amor de la honestidad de ese papel tan poco ambicioso. Porque, para hablar con llaneza, lo que vosotros sostenéis es una tiranía; establecerla quizá haya sido un error, pero dejarla caer sería poco seguro” (TUCíDIDES, 2, 63,1-2).

Este discurso se encuentra entre las creaciones mis complejas de Tucídides, pero un motivo que se destaca con claridad en este texto es la aceptación no crítica de los beneficios del imperio: una posición, el orgullo y el honor. Este motivo tiene a menudo tantos ecos en todas partes que sin duda habrá reflejado una realidad. Aristófanes, a comienzos del 422, hace que Bdelykléon proporcione una versión cruda del mismo:

“Pensadlo bien: ahora que podríais ser ricos, todos y cada lino de vosotros, sólo habéis sido enredados por los políticos de una u otra forma, Vosotros, que gobernáis sobre innumerables ciudades, desde el Mar Negro hasta Cerdeña, no obtenéis de ellas ninguna clase de ventaja, con exclusión de la paga, ésa que os dejan gotear con la lana, como se hace con el aceite, un poquito a la vez, lo bastante para manteneros apenas con vida. Ellos quieren que sigáis siendo pobres, y os diré el porqué: para hacer que comprendáis quién es el amo, para que cuando ellos os silben, cuando tengáis que arrojar contra algún enemigo rugiendo, saltéis contra ellos con fiereza. Si de verdad quisieran proporcionar al pueblo una vida plácida, sería bastante fácil. En este momento son mil las ciudades que os pagan tributo. Si alguien le pidiera a cada una de ellas que mantuviese a veinte hombres, entonces veinte mil hombres del pueblo podrían vivir de conejos guisados, con guirnaldas de toda clase y nata y queso del mejor, gozando de las cosas buenas de vuestra tierra y del trofeo de Maratón” (ARÍSTOFANES, Las avispas, 698-711).

Busto de Tucídides.

Aquí podemos hacer un análisis de la sociedad, hay diferentes aspectos, empezaremos por la tensión entre el rico y el pobre. Que la tensión- existía y era sentida está claro en el lenguaje de Calicles y en el del “Viejo Oligarca”, y se hizo visible activamente en la amargura cruel generada en el 411. El problema es más bien lo que hasta entonces se había mantenido controlado. Bien podría ser que la tensión fuera encubierta por el interés común, compartido por todos los ciudadanos, de mantener el poder en sus propias manos y fuera del alcance de inmigrantes y extranjeros. Otra oposición entre los políticos y “nosotros” se pone de manifiesto con toda claridad en el discurso de Bdelykléon. También inevitablemente, aun en un estado en el que tantas cosas eran decididas por la asamblea de los ciudadanos, la oposición se remonta hasta Solón y se convierte en un lugar común de la oratoria del siglo cuarto. Había generado dos conjuntos de técnicas y de instituciones conflictivas por su índole, aquellas por las que el pueblo, en última instancia, esperaba obtener el control de los políticos y aquellas por las que los políticos esperaban controlar al pueblo, en última instancia. La amenaza de un exilio de diez años por “ostracismo” es un ejemplo de la primera. Otra se aplicaba en especial a los generales: “Hay un voto en cada pritanía acerca de su conducta en el desempeño de su cargo y si el pueblo vota contra un hombre, éste es juzgado por la justicia y, en el caso de que sea condenado, el jurado le adjudica la pena o la multa apropiada, en tanto que si es absuelto recupera su posición” (Constitución de los atenienses 61, 2). Había también otros procedimientos legales que se podían emplear en contra de los magistrados. De modo más general, aunque algunas formas de acción legal (“peticiones”) sólo podían ser iniciadas por la parte agraviada o, en el caso de un homicidio, por un pariente, había otros procedimientos (“escritos”) que cualquier ciudadano de buena posición podía incoar contra otro. Esas acusaciones podían ser por cargos específicamente políticos, como el “escrito de una proposición contraria a la ley existente” o el “escrito que propone una ley inadecuada”, o bien podían efectuarse los cargos de impiedad, falso testimonio o insulto, en los que el elemento político era sólo el motivo del acusador o el estado legal del defensor. Como un último recurso la acusación de “traición” podía ser iniciada por cualquiera, fuese o no ciudadano, libre o no, bajo cualquier cargo del que se pudiera decir que afectaba la estabilidad del estado y del gobierno. Por estos medios las figuras públicas estaban siempre en una situación vulnerable a las sanciones provenientes de las cortes de justicia, lo cual otorgaba un formidable poder de veto a la ciudadanía que llegaba a los jurados. En ese sentido Aristóteles estaba en lo cierto al observar que “cuando el pueblo está asistido del derecho de votar en las cortes, controla el gobierno” (La constitución de los atenienses, 9, 1). No es un hecho accidental el que la literatura acerca de la vida pública ateniense (Aristófanes, los oradores, La constitución de los atenienses) y los análisis del sistema, escritos por el “Viejo Oligarca” y por Aristóteles en su Política, dieran a las cortes judiciales una posición tan central. Suspender las cortes populares era uno de los primeros actos de cualquier régimen autoritario. El ne plus ultra fue alcanzado por un político muy conocido cuya carrera activa se extendió desde el 404-403 hasta la década del 330: “El famoso Aristofón de Azenia cierta vez tuvo el valor de envanecerse ante vosotros de haber sido absuelto en setenta y cinco casos de escritos de proposición contraria a una ley existente” (Esquines, 3, 194). Ningún político se hallaba a salvo.

El código heroico, “esforzarse siempre por ser el mejor y superar a los demás” (Ilíada, 6, 208 y 11, 783), había sido un lugar común del pensamiento desde los tiempos de Homero. Transferido del ámbito de la guerra a la esfera de la violencia ritualizada, figuró entre los ideales de acción y las cualidades personales institucionalizadas en los Juegos Panhelénicos. También fue transferido a los festivales del estado, porque las producciones dramáticas eran justas entre los poetas y los choregoí, y las otras justas, ya fueran musicales (como ésas) o bien atléticas y militares, estaban relacionadas aún más estrechamente con las instituciones fundamentales del estado por el hecho de ser competencias entre los equipos de las diez tribus. Sin embargo, a pesar de ser muy clara en su aspecto parapolítico, la competencia por el honor y el prestigio hace que la batalla por el poder entre los políticos se convierta en un hecho evasivo. Podemos llevar a cabo un análisis funcional con bastante exactitud, viendo el efecto de la convicción de un oponente ante la corte, o viendo de qué manera el triángulo “político-oponente-pueblo” (asamblea o jurado) podía explotarse presentándose como “amigo del pueblo” ante el oponente que (por vía de implicación o por el alegato explícito) no lo es, o viendo de qué forma los políticos tomaban y mantenían la iniciativa, como lo hizo Pericles al plantear propuestas bien planeadas y formuladas, o como trataron de hacerlo los políticos de la década del 420, cada uno de los cuales contrafalló al otro con esquemas sucesivamente más ambiciosos La dificultad sobre todo estriba en integrar el uso de estas y otras técnicas de poder con la búsqueda del honor como una actitud y un ideal. Que los hombres comprometidos puedan haber experimentado esa misma dificultad, su inherente carácter insoluble que contribuía a las tensiones eléctricas de la vida política ateniense, es quizá un cierto tipo de consuelo para el historiador.

2. Roma

2.1.La Monarquía

2.1.1. Instituciones, sociedad y economía.

2.1.1.1. La sociedad y las instituciones etruscas.

La célula política etrusca era la ciudad (spur) y su entorno territorial, a semejanza de la poleis griegas. Se agruparon, en ligas o confederaciones de doce países ( duodecim populi Etruciae) que época de dominio romano pasaron a quince. Conocemos tres de estas ligas: las de Etruria, Campania y Valle del Po, cuyos representantes anualmente se reunían en el santuario nacional etrusco, situado cerca de la actual Bolsena, el fanum Voltumnae, para discutir temas de la alta política, de la economía o de la religión y elegido el jefe anual absoluto investido de la máxima autoridad religiosa.

Al frente de cada ciudad se hallaba un rey(lucumón), pero excepto los atributos de su realeza ( corona, cetro ,toga palmata , sella curulis , aurea bulla y fasces ) y su jefatura en el ejército, religión y poderes judiciales , se desconocen prácticamente muchos aspectos de todo el mecanismo monárquico etrusco.

Tras unas dictaduras militaristas el régimen político de las ciudades evolucionó en el siglo VI hacia las repúblicas oligárquicas con su senado.

Entre los cargos administrativos e institucionales conocidos, la documentación epigráfica nos habla del zilath, especie de pretor romano ; el purthe ,cargo acaso equivalente al prítano griego, el camthi, magistratura todavía no definida; el masctereuc o jefe de la milicia, próximo al magister romano; y el maru , con toda probabilidad una especie de edil romano con connotaciones religiosas.

La organización social etrusca era gentilicia, formado por cinco componentes (praenomen, gentilicio, patronímico, matronímico y cognomen ).

Según se puede concluir de los restos arqueológicos las gentes se hallaban divididas por su fortuna y status personal en clases sociales, en las que se dibujaban con todo detalle patricios y plebeyos y una gran masa de esclavos (lethy ), libertos ( lautni ), clientes ( eteri ) y extranjeros. Los esclavos fueron empleados en la agricultura y en los servicios domésticos.

2.1.1.2 La economía etrusca

La economía etrusca, conocida muy deficientemente, descansaba en la explotación racional de agricultura y ganadería. El trigo, el olivo, la vid y la madera eran los productos básicos, mientras que la ganadería se especializaba en la cría y selección de caballos y ovejas. Asimismo la riqueza minera (hierro, cobre y estaño) fue muy explotada, lo mismo que la actividad industrial. La actividad comercial, muchas veces pirática contribuyó a la prosperidad económica de las ciudades etruscas, algunas de las cuales se hallaban especializadas en determinados productos, según se deduce en un paisaje de TITO LIVIO, referido ya a una época tardía: Caere en productos alimentarios; Populonia, en hierro; Tarquinia, en telas para velámenes; Volterra, en cordelería, pez y trigo; Arretium, en armas y manufacturas variadas; Chiusi, Perugia y Ruselas, en granos y maderas. El área de dispersión de los productos etruscos ponen de manifiesto la gran expansión comercial de éste pueblo.

La actividad económica funcionó en base en trueques de productos, ya que la moneda en Etruria no fue muy utilizada. También utilizaron monedas griegas, acuñadas desde el siglo VII, para finalizar con moneda propia, en oro y plata, siguiendo patrones euboicos y persas. A partir del siglo III todo este numerario desapareció de los mercados por las emisiones romanas.

2.1.1.3 Instituciones romanas

Roma debió a al presencia etrusca y a las influencias griegas su entrada en la civilización. De un viejo grupo de comunidades pastoriles, en el ámbito de tribu y de federación, pasara a ser una ciudad con intereses comerciales y de expansión política.

a) Aspectos sociales. Tuvo una organización gentilicia decimal. La gens estaba formada por miembros ligados por parentescos o por lazos de clientela (clientes) mediante los cuales se establecían de modo vitalicio mutuo deberes y derechos. Esta clientela que podrá usar el nomengetis y participar en la vida familiar había tenido su origen, en la emancipación de los antiguos esclavos o en la adscripción de un hombre libre a una de las gentes. Sobre esta gran familia patriarcal se fue imponiendo la familia autónoma, que era una subdivisión de la gens, y que llegaría a ser la célula básica de la estructura social.

Junto a las gentes, los individuos que no tenían estirpe o antepasado común constituían la plebe cuyos orígenes son muy discutidos. H LAST, parece demostrar que en los primeros momentos de la monarquía romana, todos los habitantes de Roma de los mismos derechos privados y públicos.

El pueblo ( populus romunus Quirites) fue dividido por Rómulo en tres tribus y 30 curias. Las tribus parecían obedecer a la tripartición de los elementos étnicos originarios fusionados por el supuesto Rómulo.

Las 30 curias de las tres tribus tenían como finalidad debatir problemas comunitarios y celebrar culto religioso. Formaban la asamblea familiar de los patricios y entendía en asuntos legales y religiosos, a los que daban su aprobación o no por votaciones individuales tales como la presentación del rex, que se votaba por aclamación, la asistencia a las declaraciones de guerra, testamentos, admisión de nuevas gentes en la ciudad, arrogación o entrada de una familia en el seno de otra, renuncia o expulsión de su culto familiar, etc.

Con la Constitución de Servio Tulio la población romana quedó dividida en clases ecónomicas y centurias militares. Los comicios, cuando era por centurias se reunían fuera del pomoerium de la ciudad. Allí se debatían cuestiones de paz o guerra, elecciones de magistrados, ratificaciones de algunas leyes, etc. Esta asamblea, timocrática y conservadora, y que venía a ser el pueblo en armas, llegó a alcanzar la forma más alta de la asamblea popular.

b) El senado. El senado jugaba un destacadísimo papel surgido de la reunión o asambleas de los patres familiarium.

La tradición hace creador del mismo a Rómulo, quien nombró cien miembros, número que fue aumentado hasta 500 al final de la monarquía. El senado era en esta etapa histórica la asamblea de la ciudad que con su auctoritas intervenía en el nombramiento del rex, ocupaba el interregnum o vacante del trono y decidía la validez de los acuerdos adoptados en los comicios.

c) El ejército. Todo el pueblo romano formaba parte del ejército. Cada curia proporcionaba cien soldados de infantería mandados por los tribuni militum y cada tribu cien caballeros conducidos por los tribuni celerum. En total el ejército de la monarquía ascendía a 3000 infantes y 300 jinetes. Al final de cada campaña los soldados que debían costearse su propio equipo militar, volvían a sus hogares sin haber recibido ningún tipo de sueldo y a la espera de ser nuevamente llamados para sucesivas campañas.

d)El rey. Sobre la sociedad romana el rex tenía el más alto poder. Los especialistas discuten el origen de esta institución y el espectro de sus poderes. La realeza, que mantenía buena parte de elementos religiosos y militares, no fue hereditaria, si bien el parentesco podía ser un elemento importante, caso de los Tarquinios. La realeza fue teóricamente electiva, siendo el pueblo quien elegía al rey, ratificándolo a continuación el senado. En caso de vacacante se producía el interregnum. El rey con los símbolos de su cargo, heredados de los etruscos, adquiría amplios poderes políticos, judiciales, políticos, militares y religiosos.

e) Aspectos legislativos. Los reyes dictaron normas jurídicas en tanto que sacerdotes, asignándoles la tradición diferentes leyes (legos regiae) de elaboración mucho más tardía evidentemente. Existió un derecho consuetudinario (mos maiorum) y otro registrado en textos. del cual seria buen ejemplo la famosa piedra negra del Foro (Lapis niger) fechada en el siglo VI a. de C. El rey en los primeros tiempos respetó ciertas prerrogativas jurídicas de los patres familiarum, pero era el depositario del grueso de la ley (derecho público) aun privado en casos excepcionales). Se conocen las figuras jurídicas del perduellio (alta traición) y del parricidium (homicidio). Contra una sentencia se podía apelar al pueblo (provocatio}. De todos modos el Derecho romano primitivo estuvo rodeado de ritos y fórmulas mágicas (nexum, sponsio, stipulatio) teniendo unos presupuestos totalmente sacrales.

La administración de justicia se realizó a dos niveles: al de la gens, en el que se juzgaban aspectos de las relaciones internas familiares y en el que el pater familias actuaba como juez. y a nivel de urbs, que juzgaba los crímenes religiosos y los actos delictivos que caían fuera de la esfera de las gentes. Se inicia ahora también, aunque tímidamente, un esbozo del ius gentium o futuro derecho internacional.

2.2. REPÚBLICA

2.2.1. Divisiones sociales:

2.2.1.1 Patricios y plebeyos:

En la antigüedad hubo lucha de clases entre propietarios y no propietarios de los medios de producción. Pero sus manifestaciones son mucho más complejas que en el capitalismo, ya que en la sociedad antigua hubo numerosas contradicciones que no pueden definirse primariamente en función de esa circunstancia. Así, a los conflictos entre propietarios y no propietarios se añaden las oposiciones libre-esclavo, ciudadano-no ciudadano, hombre rural-hombre urbano e, incluso, propietarios de tierras y ganado frente a propietarios de fortunas muebles.

Todas estas oposiciones son operativas y, a veces, muy activamente. Los antiguos no se interesaron demasiado por ellas, de manera que el científico debe indagar en qué medida y momento pudo alguna ser preponderante, atisbando la realidad a través de pequeños detalles e informaciones fragmentarias. lo que no es siempre posible ni gratificador. Pero ha de intentarse.

La distinción entre patricios y plebeyos nunca desapareció en la historia romana; pero en los siglos V y IV fue especialmente neta. Patricio era. en principio, todo descendiente de los 100 primeros patres con que Rómulo formo su senado. La plebs es. para algunos. la población sometida por los invasores de la Edad del Hierro; o los sabinos del Quirinal vencidos por los latinos. Frente a la explicación étnica caben otras. económicas, derivadas del monopolio conseguido por algunos grupos sobre la tierra de grano y pasto, frente a jornaleros y pequeños campesinos: o de la división del trabajo entre agropecuarios, por un lado, y artesanos v comerciantes, por otro (es decir: un poco,la oposición campo-ciudad).

Otros autores creen que, siendo agropecuaria toda la riqueza estable, la oposición se generó entre ganaderos (patricios) y agricultores. A través de escuetas definiciones tardias, que señalan como plebeyos a “los que no tienen gentes”, hay quien piensa que el dominio ejercido por un poderoso de cualquier tipo o patronus (palabra emparentada con pater) sobre un débil se tradujo en un intercambio de prestaciones: el cliente se encomienda, se entrega a la fides del patrono y se somete a él, a cambio de integrarse en su grupo social o gens, grupo estable. reconocido y que ejercita la solidaridad entre sus miembros. Esta fides mutua es vitalicia; y tan capaz que otorga al cliente el uso del nomen gentis, la participación en el culto, etc. Es decir: sin ser un patricio, apoya a y es apoyado por los patricios. Su relación con el patronus es paralela a la de un hijo con el pater famillas. Esta institución, de origen económico, no permite presentar la lucha social como lucha entre dos «clases» económicas, simplemente; y explica por qué, a veces, la plebe -compuesta en parte por ciudadanos de las gentes- actúa aparentemente en contradicción con sus intereses: una parte de la misma es prolongación de los patres y patronl, de quienes dependen su fortuna y bienestar.

Esta institución, esencial en la vida romana, se extendió incluso a las comunidades: algunas ciudades se entregaban a la voluntad de Roma, que actuaba patronalmente con ellas. En todo caso, la separación patricio-plebeya, así entendida, fue tan total que hasta 445 (lex Canuleia) estuvo prohibido el matrimonio interestamental.

Otros creen que la plebe la forman, sencillamente. los pobres., incapaces de costearse siquiera un mínimo equipo militar. Es claro que todas estas situaciones, imposibles de rastrear en sus detalles, influyeron en la génesis de la distinción patricio-plebeyo, en diverso grado e intensidad, según momentos que apenas es posible discernir. Lo importante es que la oposición era muy visible en el siglo V (obedeciera a las causas que fuesen, sin duda, muy varias); y que, desde luego, es observable la oposición entre los romanos encuadrados en gentes (sólida y patriarcalmente estructuradas y con cultos comunes, un Derecho específico desarrollado gran capacidad de presión sobre el conjunto social, sean o no patricios, y los romanos «masificados», con aspecto de mera multitud. Las gentes parecen controlar la mayor parte de la 'tierra “estatal”.

Puede pensarse que Servio Tulio introdujo criterios timocráticos, que favorecerían a la masa de hoplitas o propietarios medios; pero no sabemos ni hasta qué punto ni a qué velocidad operaron las reformas «constitucionales» sobre la realidad social. La reforma hubo de debilitar la estructura gentilicia, se hiciera en una o más veces; pero ello sólo significa que el embrión de Estado ya no fue únicamente una segregación de las gentes, y no que éstas perdieran ni todo su papel ni su preponderancia y. menos, de un solo golpe.

En tal contexto, la expulsión del rex seria impulsada por los jefes de las grandes gentes, sujetas al molesto poder arbitral del rey. La figura sagrada de éste se conservaría en un sacerdote; pero el poder eminente del soberano como defensor de la comunidad entera sufriria un grave quebranto. El imperium regio pasó a un cargo supremo o maglstratus. posiblemente un jefe patricio a cargo del ejército, antecedente de los futuros cónsules.

El poder debió de quedar enseguida en manos patricias, pues, muchos años más tarde, si morían los cónsules antes de expirar su mandato, el poder y el derecho a consultar a los dioses «regresaban» no al senado, sino sólo a sus miembros patricios. según la fórmula auspicia ad patres redeunt (los auspicios vuelven a los patres). Estos elegían de entre sí a un lnterrex, renovado cada cinco días, que encabezaba el Estado hasta nuevas elecciones. Si ello era así en el siglo I a. de C., cuando el patriciado ya no dominaba Roma, con más razón hubo de serlo en los primeros tiempos republicanos.

2.2.1.1.1 La reacción plebeya

Coincidiendo con las dificultades bélicas, en 494 la plebe abandonó Roma, retirándose a un monte cercano (el mons Sacrum o el Aventino) para formar una comunidad política (civitas) separada, llevando al extremo la discriminatoria política patricia. Esta secesslo plebis conllevó la erección de un santuario especifico, opuesto al capitolino, y dedicado a Ceres. Liber y Libera, dioses ancestrales del grano y la fertilidad biológica. El templo quedó bajo custodia de dos aediles encargados también de los archivos de la nueva comunidad. Los patricios negociaron, aceptando la existencia de unos tribuni plebIs (que ya eran diez a mitad de siglo V), sacrosantos e inviolables, investidos de un terrible poder religioso que hacia sacer (execrable y reo de muerte) a quien ejerciera violencia sobre ellos, tal como confirman las leyes de 449. Tomó cuerpo enseguida una asamblea privativa para decir estos cargos, cuyas decisiones, llamadas “plebiscitos” eran vinculantes para la comunidad plebeya: era el comienzo de una fuerte y organizada resistencia de un grupo numeroso y activo, pero desposeído de derechos ajeno a la comunidad quiritana de los gentiles monopolizadores de la ley, la religión, el gobierno, la tierra y la dirección de la milicia.

El patriciado cedió por lo peligroso de la situación exterior: los pueblos de Italia central, a quienes los romanos llamaban “sabélicos” (hablaban todos osco o lenguas emparentadas), se pusieron en movimiento en busca de tierras. Sus problemas de subsistencia debieron ser muy graves, hasta el punto de que crearon el ver sacrum; en que sacrificaban todas las primicias vegetales y animales obligando -una vez en edad núbila los niños nacidos aquel año a abandonar el territorio. Ecuos, volscos, sabinos y, sobre todo, los samnitas, buscaban desesperadamente tierras. sintiendose atraidos por el Lacio y la Campania. Los ecuos, en marcha hacia los montes Albanos, y los volscos camino de Antíum, saquearon los territorios urbanos intermedios.

Los primeros héroes semilegendarios de la república (Coriolano, Cincinnato) se fraguan en estas luchas de mitad del siglo y en el intermitente enfrentamiento con Veyes, a l8 km aguas arriba de Roma, en la orilla derecha o etrusca deseosa de controlar el vado de Fidenae y el comercio de la sal, de que se beneficia Roma, entre el mar y las montañas interiores pobladas por ganaderos.

El germen de Estado, aun no desarrollado, encomendó este caso a una gens, la Fabia, instalada en la frontera con Veyes, la gens protagonizó la campaña del 477, pereciendo todos sus miembros a excepción de un adolescente dejado en Roma, como magnificó legendariamente su descendiente, Fabio Píctor. Ello nos da idea de cuál era el papel preponderante de las gentes en la joven república patricia, llegando a sustituir las funciones que hoy son propias del Estado. Pero. a la vez, el fracaso Fabio deja ver que la organízación gentilicia demostraba no ser suficiente ante tal esfuerzo militar. El recurso a la plebe hubo de poner a ésta en mejores condiciones para negociar un nuevo status.

2.2.1.2 Esclavos y libertos:

a) Condiciones del estamento servil: Aunque la esclavitud era conocida en Roma antes de las guerras púnicas, fue a partir de las campañas victoriosas en Grecia y Oriente cuando el número de esclavos aumentó considerablemente, reclutándose ahora la mayoría entre los cautivos de la guerra, y elevándose progresivamente su papel económico. Si ya la expedición de Escipión a Africa había aportado más de veinte mil, desembarcados en Sicilia para ser allí vendidos, algunos decenios más tarde, cuando el saqueo de Corinto por Mummio en el 146, y antes la toma de Cartago con unos meses de intervalo, su número se acrecentó considerablemente. No todos los esclavos procedían de las guerras. Algunos eran producto de la piratería ejercida sucesivamente por ilirios. etolios y cilicios. Tampoco todos necesariamente arribaban a Italia, pues la epigrafia atestigua la presencia de muchos de ellos en el extranjero, incluso a veces cerca de sus localidades de procedencia. Su empleo fue notable, por lo pronto, en una agricultura que se hallaba en vías de transformación, con el desarrollo de los grandes dominios señoriales. Apiano hace referencia a la necesidad que se había suscitado en Sicilia de mano de obra servil a raíz de la revolución agraria. Por lo que concierne al artesanado, hubo una activa demanda de esclavos especializados de origen griego, procedentes fundamentalmente de Asia Menor. A tal efecto, son ilustrativas varías inscripciones de Minturnae, fechadas entre 90 y 64 a. de C., que nos dan nombres de mugistri y magistrae, situados al frente de colegios religiosos y que aparecen honrando a divinidades, tales como Venus, Spes, Ceres o Mercurlus. Se trataría probablemente de esclavos con nombres griegos, oriundos de Asia Menor en amplia proporción, dedicados en dicha ciudad a trabajos industriales. Sin embargo, y a pesar de que la industria italiana pudo impulsarse desde el sigloII, según cánones helenísticos, gracias a tal mano de obra servil llegada de Oriente, lo cierto es que donde la esclavitud tuvo una verdadera incidencia fue en el trabajo rural, hasta el punto de haber sido los ambientes agrícolas, y no los urbanos, el foco generador de posteriores revueltas serviles.

La situación jurídica y social del esclavo era, en principio, bastante deprimente. La condición servil era hereditaria, y el esclavo, al no ser sujeto, sino objeto de derecho, no estaba capacitado para contraer matrimonio jurídico válido.

Quedaba, igualmente, excluido de los derechos patrimoniales, no pudiendo ser propietario, acreedor o deudor, ni comparecer en juicio por cualquier causa. Tampoco tenía facultades para testar, ni dejar herederos de ningún tipo. Su dueño podía hacer de él lo que deseara, venderlo, donarlo, castigarlo e incluso matarlo. Sin embargo, con el tiempo, al principio jurídico que convertía al servus en una simple cosa, se opusieron las doctrinas filosóficas que preconiza­ban un mayor humanitarismo, lo cual tampoco dejó de tener consecuencias notables entre los juristas. La filosofia estoica, afirmando la libertad natural de todo hombre, consiguió atraer a sus postulados a todo un sector de la intelectualidad romana, si bien este proceso se acentuaría fundamentalmente durante el Imperio.

b) Revueltas y represiones: En época republicana, sin embargo, la situa­ción desembocó en ciertas ocasiones en grandes revueltas serviles, especial­mente en la época que nos ocupa. Tales movimientos se originaron en zonas donde la concentración de esclavos era mayor, influyendo también en ello los malos tratos de los que frecuentemente eran objeto. La iniciativa de las revueltas solía partir de los esclavos empleados en el laboreo de los campos, a quienes acababan secundando quienes estaban al cuidado del ganado. Tras una previa rebelión ocurrida en Apulia en el 185, la primera gran insurrección tuvo lugar en Sicilia el año 135 a. de C., y fue encabezada por Euno, oriundo de Siria, quien, con una tropa inicial de 400 hombres, tomó Enna. Es interesante el proceso que siguió posteriormente la rebelión, que quiso organízarse a imitación de los estados helenísticos: fue elegido Euno rey por una asamblea reunida en Enna, tomando el nombre de Antíoco y revistiendo los ornamentos reales. Se rodeó de un consejo en el que hizo entrar a un esclavo aqueo, Achaeo, reclutó un ejército de 6.000 hombres, pronto aumen­tados a 10.000, y montó con sus consejeros un aparato económico, en el que se puso de relieve la competencia y experiencia que algunos de tales esclavos habían adquirido en las explotaciones agrarias.

Tras diversas vicisitudes, como la adhesión de otra banda rebelde, la del cilicio Cleón, el movimiento fue sofocado por Publio Rupilio, tras la toma de Tauromenio y Enna, las dos ciudades donde se habían hecho fuertes los insurrectos.

Sin embargo, los acontecimientos volvieron a reproducirse en el 104, inícialmente en Italia, donde grupos de esclavos campanianos organizaron complots en Nuceria y Capua. Algo después, el teatro de la agitación se trasladó a Sicilia, y los rebeldes eligieron allí de nuevo un rey, Salvio, quien, con unos efectivos de hasta 10.000 hombres. invadió la llanura de Leontinos, la más fértil de Sicilia. tras haber intentado vanamente ocupar Lilybea. Salvio cambió su nombre por el de Tryphon, usurpador sirio de los años 142-138, tomó las insignias de cónsul, se hizo rodear de lictores, y formó un senado y un consejo. Tres generales romanos fueron infructuosamente enviados contra él, acabando finalmente la insurrección con el triunfo de Manlio Aquillio, uno de los cónsules del año 101 a. de C.

El tercer movimiento servil de la época, más importante que los anteriores, y hasta cierto punto peligroso para la estabilidad del Estado romano, fue el que encabezó Espartaco en el 73 a. de C. Oriundo de Tracia, Espartaco al parecer había sido reducido a esclavitud por deserción, convirtiéndose luego en gladiador. En tal situación se hallaba en Capua cuando organizo su insurrección. Numerosos esclavos se fueron añadiendo. y la rebelión se extendió rápidamente a muchas zonas del sur de Italia. El gobierno romano, que inicialmente no había dado ninguna importancia a la revuelta servil envió contra Espartaco a los cónsules del 72, quienes fueron derrotados. Finalmente, tras numerosas alternativas, el senado optó por llamar apresuradamente a Pompeyo, que estaba en España, y a Lúculo, que se hallaba en Macedonia. y en la primavera del 71 el ejército de Espartaco, que había llegado a englobar 60.000 hombres, fue derrotado definitivamente en Apulia.

Pese a la desgraciada situación que los esclavos tuvieron en Roma, sobre todo en época republicana, no hay que olvidar, sin embargo, las posibilidades que existían de salir de tal estado mediante la manumisión.

Mediante la manumisión adquerían personalidad jurídica propia. La manumislón, podía efectuarse de diversas formas: la vindicta se limitaba a una manifestación del dominus, que ratificaba la concesión de libertad al esclavo ante el magistrado; la variedad manumissio censu consistía en la inscripción del siervo en el censo de ciudadanos, previa petición al censor, hecha con el consentimiento del dueño.

La manumisión testamento era la otorgación de la libertad al esclavo hecha por el amo en su testamento. Quienes eran manumitidos por cualquiera de los anteriores procedimientos pasaban a ser ciudadanos romanos y se llamaban liberti. Sin embargo, el libertis no quedaba equiparado al nacido libre, el ingenuus, ni en el Derecho público ni en el privado. Tenían prohibido el acceso a las magistraturas y al Senado, ciertas incapacidades recaían sobre ellos y, además, no rompían del todo su vinculación con los antiguos dueños, a quienes quedaban obligados por la relación del patronato. Así, por ejemplo, no podían demandar a sus patronos sin autorización del magistrado, debían prestarles ciertos servicios, al mismo tiempo que el patronus disponía de un derecho de tutela sobre los libertos impúberes y las libertas. No obstante, la ley hacía recaer sobre los antiguos dueños ciertas obligaciones (así, la alimentación) respecto a sus liberti. Estos, aunque la sociedad romana, al menos en época republicana, sólo los asimiló lentamente, llegaron en ocasiones a alcanzar un cierto nivel de fortuna, y se dedicaron con preferencia a las actividades comerciales.


Busto de Lucio Junio Bruto, hijo de una hermana de Tarquinio el Soberbio. Cosiguió abolir la monarquía y exiliar la familia real. Se le considera el fundador de la República.


2.3. IMPERIO

2.3.1. La Sociedad durante la época de la Contitución del “Imperium Christianum” (306-379 d, de C.):

2.3.1.1.Los grupos superiores de la sociedad:

La sociedad en el siglo IV tiene una estructura piramidal, con los colonos en la base -siempre golpeados por la nueva economía del solidus y los ricos possessores en el culmen. Ya desde época antonina tiende a asentarse la diferencia entre honestiores y humiliores, agrupando a todos los habitantes del Imperio en dos categorías que van a legalizarse pronto, habiendo perdido gran parte de su valor el primitivo sistema de status jurídicos (ciudadanos-no ciudadanos, provinciales-itálicos, etc.) a favor de la distinción neta entre ricos y pobres. En el siglo IV, los curiales «gentes acomodadas de los municipios del Imperio» se hallan excluidos de aquellos. El ordo ecuestre ha desapare­cido casi enteramente: perfectissimi son sólo los jefes de los oficios pala­tinos, los praesides y los duces constantinianos. La clase dirigente está cons­tituida básicamente por dos categorías: los senadores y la burocracia de los altos funcionarios; no hay distinción entre ambas y la mayor parte de los clarissimi viri es de origen no senatorial, lo que implica una colosal generaliza­ción de la adlectio in amplissimum ordinem, ya típica del Principado. La nobleza senatorial posee fuerza social, pero no politica, y las magistraturas tradicionales de Roma no son sino meras «liturgias»; tienen en común el orgullo de su casta, el amor por la cultura y las tradiciones paganas - con algunas excepciones cristianas- y una clara hostilidad hacia los altos funcio­narios, cuya competencia ha arruinado su papel político. La pertenencia a una clase ya no confiere el derecho a un cargo, sino que es la propia función (administratio) la que da el título (clarissimus, perfectissimus) que en el Princi­pado caracterizaba respectivamente a senadores y caballeros. Valentiniano creará (372) una jerarquía nueva de funcionarios; una, superior al clarissima­tus, formada por los spectabiles (procónsules) y, aún por encima, los illustres (prefectos del Pretorio).

En esta sociedad cristalizada se encuentran todavía los oficios altoimpería­les, pero fijados en una forma más rígida y jerárquica. El gran ideal es llegar a ser amicus del emperador: de ahí la importancia de los comites constantinia­nos, en la tradición helenística de los philoi de Filipo II y Alejandro. La burocracia es despreciada y odiada a menudo por los contribuyentes («ruina» del Estado romano, la llamará Aurelio Víctor), y el servicio de la burocracia es un indignum servitium, lo que no podía pensarse en el Principado, cuando el officium era una verdadera militia. Una tercera categoría de potentiores cobra importancia en el siglo IV: son los jefes militares; la separación de las carreras militar y civil ha ayudado a ello, y son raros los romanos «puros» que ocupan estos cargos: ha desaparecido la vieja tradición romana de la polivalencia del hombre honesto y capacitado.

Junto a esta clase dirigente surge otra, no menos importante que la administratio estatal: el clero. Los mejores hombres del nuevo Estado cristiano que no amaban el indignum servitium optan por la carrera eclesiástica, más «democrática» que la civil y con mayores posibilidades de ascenso social. En su cúspide está el obispado, que da relativo bienestar y gran prestigio. Es así como, a través de estas dos vías principales -la religiosa y la militar- existe en el siglo IV una cierta «movilidad social», impensable a primera vista.

2.3.1.2. Decadencia municipal

La «burguesia» municipal fue tremendamente afectada en el siglo IV, sobre todo a causa de la presión fiscal sobre las provincias y de su responsabilidad colectiva ante el fisco, del que se convierte en enemiga y colaboradora a la vez, siendo tan indispensable al Estado como los coloní o los oficios anonarios. Desde 320 los cargos son hereditarios y se le obliga a un consortium que responde a los impuestos de toda la colectividad. Todo habitante poseedor de nada más que 25 iugera (6,25 has) es incluido en el consortium (a menos que sea clarissimus, militar, funcionario, obispo o miembro de un collegium mercantil). Ya no hace falta ser decurio para entrar en el consortium, curiale: de ahí que se llame al conjunto «curiales» y no ordo decurionum, que propiamente forman sólo los decuriones efectivos. Los intentos curiales de evasión por la Iglesia -haciéndose sacerdote- se castigan con la exigencia, previa a la consagración, de la renuncia a los bienes.

2.3.1.3.Las gentes “minores”

Constituyen la base de la estructura piramidal de la sociedad. En las ciudades vive una plebe miserable, trabajando penosamente, aunque las condiciones son algo mejores que en el campo (ya en el edicto de Diocleciano un obrero ganaba SO denarios o más al día, frente a los sólo 25 del operarius rusricus). En Roma y Constantinopla el Estado suministra distribuciones de trigo, harina o pan, aceite, cerdo y, ocasionalmente, vino. La actividad libre de los artesanos y pequeños comerciantes subsiste, gravada por el crisárgiro, pero ya se ha visto la acentuación del carácter coactivo de collegia y corporaciones.

La situación es más grave en el campo, donde las dificultades económicas de los campesinos son enormes. La gran mayoria de los ricos romanos del siglo IV son propietarios de vastos dominios agrarios, pues la tierra da, además de prestigio social, la garantía más firme contra una inflación desatada y continua. Las lujosas villas rurales son a veces complejos pequeños que comienzan incluso a acastillarse para ponerse a salvo de asaltos imprevisibles de bandidos o de bárbaros incontrolados. En la posesión el amo reserva para sí una parte y divide las restantes en lotes trabajados por coIoni, unidos a la gleba por su origo desde 332 Se ha visto cómo el colonato y el patronato son dos fenómenos paralelos. Valentiniano encarga al amo la percepción de los impuestos en sus dominios para simplificar al Estado la gestión fiscal y, con el tiempo, el donutrus comenzará a ejercer funciones judiciales e incluso llegará a contar con una pequeña fuerza armada. A finales de siglo. los campesinos libres que viven en aldeas unidos por el consortium tratarán de escapar al atosigamiento de los recaudadores poniéndose bajo la protección­ de un cercano señor que posea una villa fortificada. Los emperadores tratarán de luchar contra el peligroso fenómeno condenando estos hechos con muy desigual resultado. El emperador experimenta una sincera conmiseración hacia estos grupos desvalidos. pero la supervivencia del Estado impone una politica en la que el autoritarismo inevitablemente, pesa cada vez más sobre las gentes minores sin que en ello deba verse una voluntad positiva de explotación.

2.3.1.4.La Iglesia

Desde los tiempos de Constantino, la Iglesia no dejó de perfeccionar su organización, que se modeló sobre la del Estado. Cada ciudad tendrá su obispo y el de la capital provincial será superior a los otros. Las provincias acabarán por caer bajo la influencia de las grandes ciudades: Antioquía, Alejandría, Constantinopla, Roma, Milán, Cartago. Roma actuará decididamente sobre Occidente desde 385, pero el título de “papa” no se usa para designar al obispo romano hasta el siglo V. En el campo, ausentes los episcopi, los grandes propietarios crean capillas en sus dominios, reclamando para sus clérigos la misma independencia eclesial de que ellos gozaban ante los funcionarios. La Iglesia tiende a crear un Estado dentro del Estado, con sus propios ciudadanos -los clérigos- y unos bienes que no cesan de aumentar: esto inquieta a algunos emperadores, pues las tierras de la Iglesia incrementadas con donaciones y legaciones testamentarias tienden a la autarquia, en la línea de los latifundia civiles; es probable, que fuesen exentas de impuestos (aunque sobre este punto la controversia es aguda). Algunas de las ventajas de que goza el clero en el siglo IV (exención de capitación personal, de munera sordida vel extraordinaria, etc.) quedarán reducidas. Con todo, el cristianismo ortodoxo de Nicea acabó por encontrar en este siglo el apoyo oficial y la ocasión de su fortalecimiento, tanto doctrinal cuanto organízativo. En el primer aspecto fueron sus artífices los Padres de la Iglesia, en apoyo del episcopado de Roma. Los padres alejandrinos -Atanasio- o capadocios -Basilio dc Cesarea, Grego­rio de Nisa- se correspondieron con los occidentales -Hilario de Poiticís. Ambrosio de Milán-.

En Oriente se proclama la primacía de Constantinopla, a pesar de las protestas de Alejandria y Antioquía, con lo que parece irreversible la solidaridad forzosa de la Iglesia con el Estado y su monarca que trata (Constantino II, Constancio, Valente) de trasladar al Imperio su visión teológica. En Occidente, por el contrario, el obispo romano se lucra del prestigio de la ciudad, y todas las sedes tienden, excepto Cartago, y por breve tiempo, a reconocer su supremacia: también los emperadores mas católicos (Constante, Valentiniano. Graciano) experimentaron gran respeto por la sede romana. Se va asentando, pues las diferencias entre el cristianismo de occidente (más disciplinario, menos dado a la elucubración por falta de una tradición cultural densa) y el de Oriente (más autonomista, con una tradición local muy poderosa en cada sede, teólogos y doctrinarios que se nutren de un pasado secularmente civilizado). Se trata de dos versiones distintas que, a la larga, iban a separarse inevitablemente. El mundo cristiano oriental habla griego y estará sometido a la tutela imperial mil años más: el occidental, latino, sufrirá enseguida la invasión de los pueblos germánicos.

La expansión del cristianismo es el hecho capital del siglo IV, y sus progresos son de tal naturaleza que se ha podido decir que los cristianos de este tiempo tienen el sentimiento de ir en el sentido de la historia. En Occidente las conquistas son más notables en un siglo. La Italia del norte pasa de tener 5 a mas de 50 episcopi, La Galia de 22 en 314- a 70, se multiplican las inscripciones cristianas, como en Roma las conversiones en el seno de la aristocracia senatorial. Fuera del Imperio el cristianismo resiste los ataques de Sapor II en Persia; se crea una iglesia nacional en Armenia y la nueva religión llega al Cáucaso y a Etiopía. En Egipto, los progresos del copto permiten la floración de numerosas comunidades en el campo. Los godos fueron convertidos al arrianismo homeano: la obra esencial fue emprendida por Ulfilas, consagrado obispo en 337 por Eusebio de Nicomedia. El cristianismo - gracias a la adopción de las lenguas locales, promovidas por él en el ámbito de cultura, se expande también fuera del Imperio sirviendo a la civilización más que a la Romanitas.

A finales del siglo III Antonio había creado la ascesis eremítica y poco más tarde Pacomio funda el primer cenobio cristiano, que tendrá su primera regla importante en la que redacte Basilio de Cesárea. Los progresos llegan a Occidente dónde Martín de Tours y Ambrosio de Milán crean sus propias comunidades.


En la lucha contra las herejías aparecieron figuras como la de San Ambrosio, obispo de Milán. Se le representa aquí en actitud de azotar a los arrianos. Llevó a cabo una fecunda labor pastoral mediante sus sermones, cartas, tratados y normas de liturgia.




2.3.2 La sociedad de la época de Teodosio, (379-395 d de C.).

2.3.2.1. Los honestiores

  • Los senadores: Durante el Bajo Imperio la sociedad había evolucio­nado hacia una polarización en dos grupos bien diferenciados: honesriores y humiliares; pero en el seno de esos había también lógicamente ciertos subgrupos o sectores. Dentro de los honestiores los senadores constituían uno de ellos. La burocracia civil y militar, compuesta en gran parte por homines noví, se había aupado hasta los puestos políticos de prestigio, pero los senadores que no ocupasen alguno de estos puestos mantenían el suyo en base al prestigio moral que les daba el senado y a sus cuantiosas riquezas. La elevación del número de senadores romanos de seiscientos a dos mil y la creación del senado de Constantinopla con un número inicial de trescientos miembros, que desde Constancio se eleva a dos mil, obligó a suavizar las restricciones de acceso al senado. Hombres nuevos de distintas procedencias sociales, antiguos o actua­les funcionarios civiles y militares, miembros del orden ecuestre v del orden curial, pudieron, convertirse en senadores a través de dos procedimientos: el desempeño de una magistratura, que solía ser la pretura, y la adscripción directa por parte del emperador mediante la práctica de la adlectio inter consulares, que era un procedimiento idóneo para inscribir a nuevos senado­res, aunque la persona elegida no hubiese desempeñado el consulado.

  • El senado de Roma contaba con un grupo de miembros de antiguas familias aristocráticas que faltaron en el nuevo de Constantinopla, hasta que en el 357 fueron transferidos a este último los senadores de las provincias de Acaya, Macedonia e Ilírico. Además, con arreglo a las necesidades de ambas partes del Imperio y a las diversas vicisitudes políticas y religiosas, los emperadores fueron llamando a personajes importantes de las distintas provincias para ocupar cargos senatoriales. Teodosio, de estirpe hispana. elevó hasta los altos cargos de la administración civil y militar y del senado a ilustres compatriotas. hasta el punto que se habla de la existencia de un clan hispánico.

    La inclusión en los senados de elementos nuevos, con diferencias de tipo geográfico, profesional y económico dio lugar a ciertas distinciones dentro del senado, que, al menos en la terminologia, aparecen reflejadas en las disposiciones legales. Estos escalones estaban constituidos por los ilustres, los spectabiles y, en último lugar, los clarissimi.

    Teodosio no siguió respecto de los senadores la politica de otros emperadores, como Valentiniano, que provocaba continuos enfrentamientos: procuró más bien favorecer a este sector aristocrático, tanto en el aspecto politico como en el económico. Todavía en el año 384, Teodosio confirmó el valor perpetuo del senatus consultum; de la misma manera, se mostró indulgente con ellos en el perdón de la collatio glebalis cuando lo creyó oportuno por causa de las devastaciones de las guerras. Esta política favorecedora del sector senatorial alcanza su momento cumbre en el 393, cuando, a petición de los senadores, Teodosio se decidió a instituir, respecto del impuesto de clase que afectaba a las tierras de los senadores -además del impuesto general de la iugatiocapitatio, que pagaban también- y que estaba establecido en tres categorias, una cuarta categoría más baja que debía satisfacer el pago anual de siete solidi. Dado que el Estado necesitaba entradas regulares, quien no pudiese pagar esta cantidad se veía forzado a dejar la dignidad senatorial. Para que este impuesto de clase llegara con puntualidad y se pudiese contar con él de modo seguro, se exigía a los recién admitidos al senado que hiciesen ante los consulares declaración de sus propiedades.

    Las dificultades económicas por las que han atravesado sin duda algunos senadores no deben, sin embargo, generalizarse, para no sacar una visión errónea de la situación general del sector.

    Había diferencias económicas globales entre el Senado romano y el constantinopolitano, como puede apreciarse indirectamente por las cuantías gastadas en los juegos programados en una u otra capital, pero, en cualquier caso, las sumas manejadas por los miembros de ambos senados eran cuantiosas. Un senador de recursos medios como Símaco, se gastó para celebrar la pretura de su hijo dos mil libras de oro.

    Indudablemente, la nobleza senatorial la componían ricos terratenientes cuyas posibilidades económicas se aprecian en las villae construidas en sus domicilios rurales, que estaban acondicionadas con todo lujo. Mosaicos, paredes pintadas, instalaciones de confort, muebles y todo lo necesario para pasar la vida del modo más agradable posible se encuentra en las descripciones que hacen de ellas las fuentes literarias y en los testimonios que va sacando a la luz la Arqueología en las diversas partes del Imperio. Además, el traslado de estos aristócratas de la ciudad al campo y su cómoda instalación en él presagian el modo de vida feudal, con sus labradores dependientes y sus esclavos, todo lo cual afianza su autonomía respecto al poder central. Llegaron a constituir una especie de ejércitos privados con los que defendían sus propiedades contra los ladrones, y a ofrecer abierta resistencia a los recaudadores de impuestos.

    Además, presionaban sobre los campesinos y acaparaban sus tierras, como muestran las amargas denuncias de los padres de la Iglesia Gregorio de Nisa y Basilio el Grande. Presa el Estado de una debilidad de base y afectado profundamente por la corrupción, no contaba con los resortes necesarios para poder defender a las capas humildes contra estos señores de un modo eficaz.

    A la vista del deterioro reinante en todos los aspectos y de que el emperador se desentendía de los problemas de las comunidades, favoreciendo los intereses de la clase aristocrática terrateniente, los labradores individualmente y a veces las aldeas enteras buscaban protección a la sombra de esta clase aristocrática, que se iba consolidando con fuerza y tenia en sus manos los medios eficaces de defensa y presión. El Estado se sentía impotente.

    b) Los caballeros: La segunda capa social en el orden jerárquico era la del orden ecuestre. Durante el Alto Imperio, los jefes de la burocracia romana estaban inscritos en el orden ecuestre y llevaban el título de perfectissimus. En el siglo IV, los caballeros apenas desempeñaron papeles políticos importantes. La mayoría de sus elementos o se habían introducido en las filas de los senadores o habían quedado aglutinados en la capa social inmediatamente inferior de los curiales. El título de perfectissimus podía otorgarlo, y lo otorgaba de hecho. el emperador a los simples funcionarios durante el desempeño del cargo o después de la salida del mismo. lo que indudablemente suponía una desvalorización del título y el que resultase poco atractivo par los cuadros administrativos altos y medios.

    c) Los curiales: Otro sector de los honestiores que durante el Bajo Imperio había llegado a un gran deterioro era el de los curiales. El problema con los bárbaros, las usurpaciones y las dificultades de todo tipo se produjeron en unos momentos en los que las ciudades estaban pasando por grandes apuros económicos. Un hecho significativo de este deterioro es que los cargos municipales, de honoríficos y apetecidos que eran antes, se habían transformado en pesadas cargas, que no se veían compensadas con el prestigio que comportaba la pertenencia a la curia.

    El desprestigio y el deterioro económico a que habían llegado los curiales en esta época puede resumirse en el hecho de que los honores inherentes al cargo ya no se consideraban como tales, mientras que se hacían más patentes que nunca los inconvenientes de atender a los gastos municipales y de ser responsables de la recogida del impuesto. Esto último indudablemente colocaba a los curiales en una situación muy comprometida. al encontrarse en una posición intermedia entre el sector empobrecido de las ciudades, que no veía correspondidas sus exigencias, y sus conciudadanos ricos a los que tenían que exigir el pago de los impuestos correspondientes a sus propiedades, venciendo su resistencia, que descansaba en su fuerza económica y en sus influencias.

    El cargo de curial se había convertido en hereditario. No habiendo ningún impedimento jurídico y poseyendo la riqueza requerida, que en el 340 Constancio fijó en un mínimo de 25 yugadas, la adscripción a la curia era automática. Respecto a la riqueza, el punto de referencia era la tierra, pero un cambio sensible ha podido producirse en el 393 cuando se posibilita al acceso a la curia a plebeyos con riqueza pecunaria. Las condiciones económicas de los curiales no eran lógicamente las mismas, sino que variaban de unos lugares a otros, de la misma manera que dentro de una curia se daban grandes diferen­cias económicas, había ciudades cuyos curiales podían hacer grandes desembolsos, mientras que los de otras se encontraban en una situación muy precaria. En este contexto no resulta extraño que muchos curiales procurasen desembarazarse de sus cargas abandonando sus propiedades y huyendo, o bien a través del desempeño de una actividad legal que los eximiese de sus obligaciones. Así, los curiales procuraban entrar en los servicios centrales y en los servicios administrativos de los gobernadores, o se introducían en las filas del Senado, o se hacían abogados o profesores, o se ordenaban sacerdotes o se convertían en monjes. Todo esto tenía una importancia muy significativa, si tenemos en cuenta que todo el sistema de las finanzas romanas descansaba en la función de recogida de los impuestos, de los que se hacia responsables a los curiales solidariamente.

    Teodosio reaccionó con diversos procedimientos legales, con medidas intimidatorias o con medidas compensatorias, como las tendentes a que los curiales que habían entrado en los senados regresasen a sus curias o al menos dejasen en la curia a un sustituto que hiciese frente a las responsabilidades que ellos declinaban. En esta línea compensatoria y ante la imposibilidad de frenar esta huida, se intentó completar el número de los curiales con los hijos de los soldados que querían sustraerse a sus propias obligaciones o que eran inútiles para el servicio, que pudieron en adelante ser adscritos a las curias.

    2.3.2.2. Los humiliores

    a) La plebe rústica y el colonado: Dentro del grupo de los humiliores, que no gozaban de los privilegios de los honestiores, se integraban la plebe urbana y la plebe rústica, establecida esta última fuera de los muros de las ciudades, dedicada a las tareas agrarias. Muchos elementos de la plebe rústica vivían en una situación muy precaria, aunque la composición de la misma era muy diversa. Había personas que estaban ligadas por un vínculo de dependencia contractual, pero que podían dejar la tierra cuando el contrato caducaba. Otros eran jornaleros libres que apalabraban con un propietario su trabajo y recibían por él un sueldo. De este tipo era el circumcellio del norte de África especie de jornalero ambulante que se ofrecía a los propietarios. Los circumcelliones, trabajadores temporeros que constituyeron siempre un elemento muy radical. seguian expresando durante el reinado de Teodosio toda la irritación del sector agrícola empobrecido, mientras que en otros lugares como Hispania y las Galias, que habían tenido antes otros movimientos campesinos, se vieron libres de ellos en época de Teodosio.

    Había también, como especifican en el 390 los escritos de Libanio, campesinos libres que cultivaban sus propias tierras y luchaban por su independencia, no queriendo ponerse bajo la protección de un gran propieta­rio.

    La capa social que ha alcanzado un mayor desarrollo en esta época es la del colonado. El colono, que en el Alto Imperio era un arrendatario totalmente libre, en el Bajo Imperio era una persona adscrita a la tierra. Tenía un status personal de libre y, por lo tanto, podía contraer justas nupcias, pero tenía también limitaciones, ya que su vínculo era hereditario, así, desde el 332, no podía abandonar la tierra que trabajaba y, por otra parte, su ius commercii era muy reducido.

    El desarrollo del colonado no ha tenido la misma intensidad en todas las partes del Imperio romano ni su implantación fue simultánea ni las caracterís­ticas apuntadas corresponden a los colonos de todas las provincias. Teodosio le dio un gran impulso en la región de Palestina. En su época los colonos eran considerados como unas personas adscritas a la tierra donde habían nacido y no como gentes vinculadas al dueño de la propiedad de tal manera que la venta de la tierra comportaba también la de los colonos.

    La necesidad de asegurarse la mano de obra, ante el descenso de la esclavitud, y las exigencias del sistema fiscal, que percibía sus mayores ingresos de las tierras y las personas, coadyuvaron poderosamente al desarro­lío del colonado. De esta forma, el Estado intentaba asegurar sus ingresos asegurando a los propietarios la fuerza de trabajo; por eso, a los prisioneros de guerra, lejos de reducirlos a la condición de esclavos, como en épocas anteriores, los adscribían como colonos a distintas propiedades, tal y como hizo Teodosio con prisioneros retios. También había esclavos trabajando la tierra, pero, mientras que con anterioridad ellos constituían la fuerza de trabajo más importante, ahora este papel corresponde a los coloni.

    b) La plebe urbana y los collegia: La plebe urbana tenía asimismo una configuración varia, con comerciantes, trabajadores eventuales, artesanos, obreros no cualificados y esclavos dedicados a la industria. En algunos lugares donde la población artesana y comercial tenía cierta entidad se agrupaban en collegia. Los servicios que como miembros pertenecientes a éstos estaban obligados a prestar se encontraban compensados por la exención de ciertas obligaciones, entre ellas las curiales. Con todo, las prestaciones eran duras en algunos casos, lo que, unido a la vinculación a perpetuidad al cargo y a su carácter hereditario, motivaba el que las huidas fuesen frecuentes.

    Dentro de estos collegia tenía gran significación el de los armadores encargados del transporte de la recaudación impositiva, que mayoritariamente se percibía en especie y cuya distribución se hacía necesaria para satisfacer las necesidades de Roma y Constantinopla y de las otras grandes ciudades. Otro tanto cabe decir de los collegia de panaderos (pisto­res), que debían atender a las distribuciones estatales de alimentos y que fueron motivo de preocupación para Teodosio.

    Las dificultades de poder atender de un modo conveniente a las necesida­des imperiales a través de la iniciativa privada llevaron al Estado a poner bajo su control directo total o parcial las manufacturas de primera necesidad, que fueron elaboradas en fábricas estatales, no muy diferentes de las privadas en su régimen interno, salvo en el hecho de que los operarios percibían un sueldo fijo. Otros productos se dejaban a la libre iniciativa, controlada en parte por el Estado a través de los collegia, con lo que se conseguía una relativa estabilidad de los precios. Pero no todos los artesanos y comerciantes estaban organizados en collegia, sino que los había también independientes; artesanos que trabajaban en pequeños talleres familiares y comerciantes que se dedica­ban a la venta de mercancías corrientes o de lujo, que traían de Oriente.

    Desde la época de Constantino se gravaba a los artesanos y Comerciantes con un impuesto en oro y plata que se pagaba cada cinco años, conocido por esto como collatio lustralis. Desde el 374 los artesanos rurales -lo mismo que el clero, los veteranos y los pintores- estuvieron exentos de su pago, pero no 105 comerciantes rurales.

    El sector de servicios proporcionaba trabajo a una parte importante de la población de las ciudades. Numerosos funcionarios ocupaban puestos en la administración y había también muchos profesores dedicados a la enseñanza en sus distintos niveles, que gozaron de inmunidades en épocas anteriores y también con Teodosio.

    A los médicos, veterinarios, pintores, escultores o arquitectos, cuando la reactivación de estas profesiones se consideraba necesaria, se les concedían también inmunidades. De la misma manera, los espectáculos en sus más diversas manifestaciones daban trabajo a muchas personas, aunque este tipo de profesiones, como la de auriga y cómico, estaban mal vistas por la Iglesia.

    No podemos saber en forma concreta cuál ha podido ser en las grandes ciudades el número de personas sin trabajo. Hay que decir, por otra parte, que en estas poblaciones no había una acusada voluntad de trabajo, puesto que se entendía que el Estado y la aristocracia debían atender de un modo u otro a sus necesidades alimentarías. Además, no se adoptó ninguna medida eficaz para disminuir el excedente de población desocupada en las grandes ciudades. como transferirlo al campo o crear nuevos puestos de trabajo.

    c) Los esclavos: En estos tiempos ha habido un descenso sensible en la esclavitud. Una de las fuentes tradicionales suministradoras de esclavos, la guerra, había experimentado una fuerte reducción; incluso en los casos muy esporádicos de prisioneros de guerra capturados, éstos ya no se reducían a condición de esclavos, sino que se entregan como colonos, según se dijo ante­riormente. Pero otros medios para hacerse con esclavos estaban todavía en vigencia, como la trata llevada a cabo por piratas o la venta de recién nacidos. contra lo que tuvo que intervenir Teodosio en el 391. Además, si aceptamos el testimonio de Ambrosio. reaparece de nuevo el fantasma de la esclavitud por deudas.

    Hay testimonios esporádicos procedentes de las distintas partes del Imperio a favor de la existencia de cantidades de esclavos relativamente grandes. Amiano Marcelino nos habla de amplios grupos de esclavos propiedad de los nobles romanos; Juan Crisóstomo presenta como normal para los dominios de Antioquía la posesión de dos mil esclavos.

    Melania, por su parte, quiso dar la libertad a ocho mil. El trato dado al esclavo había experimentado también una mayor suavización, debida a las influencias de las ideas estoicas y cristianas, que en algunos casos provocaron su manu­misión. Pero más que con estas ideas, debe ponerse en relación el descenso del número de esclavos con la competencia que hacían al trabajo servil, en la agricultura, el trabajo del colono y. en la industria, las corporaciones obreras vinculadas a las fábricas estatales: estas formas de trabajo resultaban más rentables para el Estado y para los particulares que la mano de obra esclava.

    Bibliografía:

    · Gran Historia Universal.

    - Tomo 3, El Mundo Griego.

    - Tomo 4, El Imperio Romano.

    Ed. Club Internacional del Libro.

    · Historia del Mundo Antiguo.

    • La Democracia y la Grecia Clásica. J.K. Davies.

    Ed. Taurus.

    · Los Grandes Imperios y Civilizaciones.

    • Tomo 2, Atenas y Esparta.

    Ed. Sarpe.




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    Enviado por:Jorge Orts Y Otros
    Idioma: castellano
    País: Argentina

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