Historia
Ramón Emeterio Betances
El Último Libertador de América
Biografía Dr. Ramón E. Betances
Bosquejo:
Introducción
Niñez de Ramón E. Betances
Su familia
Nacimiento y bautismo
Educación
Practica Médica
La oficina de Cabo Rojo
El Cólera Morbo
Betances y la esclavitud
El problema social
Los grupos secretos
La compra de niños negros
Betances: entre el destierro y el amor
Su primer destierro
María del Carmen Henri Betances
Carmelita en París
Muerte y entierro de Carmelita
La virgen de Borinquen
Segundo Destierro
La pluma revolucionaria
La situación de las Antillas
El regreso
La Junta Informativa de 1866
La propuesta de abolición de la esclavitud y el compromiso
Compromisos no cumplidos y la decepción
Las sociedades secretas y sus secuelas
Los Masones
Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico
Literatura y Periódicos
El General Marchessi y la insurrección de el Cuartel de Artillería
La redada del odio del General Marchessi y los destierros
Betances y Ruiz Belvis desobedecen las ordenes
Propaganda para la causa revolucionaria
Ayuda internacional: Ruiz Belvis en Chile y Betances en New York.
Muerte de Segundo Ruiz Belvis
El compromiso de Betances ante la muerte de un amigo
Los 10 Mandamientos de los hombres libres
Planificando un ataque revolucionario
El Golpe Revolucionario
Los preparativos, municiones y armas
Betances pide paciencia mientras lee libros de tácticas militares.
La indiscreción en la conversación y el adelanto del día del golpe.
Lares: lo que pasó la mañana del 23 de septiembre de 1868
La muerte de la República Puertorriqueña
La persecución y los arrestos
Betances de nuevo en destierro
La ciudadanía americana y el valor de símbolos de Estados Unidos
Betances retoma su pluma
Buscando colaboraciones
El caos en las Antillas
Las guerras de Independencia en América
La decepción de Betances
Las dos caras de Estados Unidos
Las rencillas, murmuraciones y desaciertos de los lideres de las Antillas
Betances se retira a París
La Tardía Carta Autonómica
Los años finales
Los tratados de medicina y las investigaciones científicas
Los círculos literarios
La invasión de Puerto Rico
Muerte de un patriota
Bibliografía
Apéndices
La historia de Ramón Emeterio Betances es para los puertorriqueños una historia ligada a la lucha por la independencia y la abolición de la esclavitud. Muchos piensan que es una historia antigua y otros tienen leves recuerdos de lo enseñado en la escuela. Sin embargo para otras naciones Betances es considerado el último libertador en América. También a Betances se le conoció como el Antillano por su ferviente labor a favor de la independencia de las Antillas. Es penoso saber que en otros lugares nuestros patriotas son mejor recordados que en su propia isla. El siguiente escrito es una biografía no tradicional sobre el prócer puertorriqueño Ramón E. Betances. Menciono que no es tradicional porque se añade aspectos que no se mencionan en las biografías regulares que a mi entender ocultan la verdadera importancia de este ilustre hombre.
Ramón Emeterio Betances nació en Cabo Rojo el 8 de abril de 1827. El lugar de nacimiento de Betances es hoy la Logia Masónica “Cuna de Betances” y se encuentra en el pueblo de Cabo Rojo en la calle que también lleva su nombre. Fueron sus padres Don Felipe Betances y Dona Maria del Carmen Alacán. Don Felipe Betances era hijo de emigrados de Santo Domingo. Fueron sus padres Don Francisco Betances y Doña Clara Ponce. La madre de Ramón E Betances era natural de Cabo Rojo y sus padres fueron Don Pedro de Alacán y Doña Cipriano de Montalvo. El hogar de los Betances era uno acomodado, con su hacienda y sus esclavos. Vivían dentro la sociedad caborrojeña conforme a su estatus social. La llegada del pequeño Ramón fue de gran júbilo para su familia. Las niñas de la familia ya estaban cerca de la edad de buscar esposo y los Betances no tenían un hijo varón. Fue bautizado en la iglesia San Miguel Arcángel y sus padrinos fueron un tío materno y su hermana mayor. Esa hermana sería muy cercana a Ramón y él siempre le profeso gran respeto y cariño. A pesar de ser parte de una de las familias más ricas de Cabo Rojo, el niño Ramón fue apuntado en los registros de la Iglesia en el libro de los pardos. Ramón E. Betances nunca negó su ascendencia africana.
El pequeño Ramón quedó huérfano de madre y su padre lo envió a París en donde terminará en bachillerato en Artes, Letras y Ciencias. En 1855 termina su carrera de medicina y el 15 de abril de 1856 revalida para poder ejercer la Medicina en Puerto Rico en la Subdelegación de Medicina y Cirugía de Puerto Rico. Ramón decide regresar a su pueblo natal para ejercer su profesión de médico. En el 1854, su padre fallece después de una larga enfermedad y contrario a la costumbre de dejar sus bienes a sus hijos, Don Felipe deja en su testamento que sus bienes sean administrados por unos albaceas de su confianza. Aunque el testamento aparece registrado en los libros de defunciones de la Iglesia San Miguel Arcángel de Cabo Rojo, el padre de Betances no recibió los servicios que se les ofrecen a los muertos católicos ya que el era masón.
Betances se instala en Cabo Rojo y comienza a ejercer como médico ganándose el respeto de todos los que atendía. La atención que recibían sus pacientes era muy diligente y el conocimiento que poseía Betances sobre medicina era uno de tipo superior. Tenía pacientes de todas las clases sociales. A menudo se le veía atendiendo a los pobres en los campos que no tenían manera de pagarle pero él lo hacía con mucho gusto. La actitud altruista de Betances quedo una vez demostrada cuando sus servicios profesionales fueron solicitados durante la epidemia del cólera morbo que afectó en gran manera todos los sectores de Puerto Rico. El Cólera Morbo había diezmado la isla en 1855 y amenazaba con seguirse propagando. Entre Ramón E. Betances y su amigo el Dr. José F. Basora concibieron un plan para proteger al ciudadanía de tan mortal enfermedad. La isla contaba con pocos profesionales de la salud y de los había eran menos los querían trabajar para erradicar el cólera morbo. Tampoco había muchas medicinas.
El área oeste de Puerto Rico fue una de las más afectadas. Betances ayudó durante la epidemia más de lo que se esperaba. No conoció el descanso. Pero a pesar de su magnifica labor y agradecimiento del ayuntamiento de Mayagüez, Betances no fue incluido en la “extensa lista” de condecorados por el Capitán General. Puede que las causas por la que Betances no fue incluido en tan honorable lista se deben a que ya se comenzaba a escuchar su nombre en la isla por sus ideas contrarias al estado.
El tema que más tocaba la sensibilidad de Betances era la esclavitud. Ese problema social llamaba mucho la atención. Conocía muy bien la situación, incluso le tocaba de cerca pues su padre había tenido esclavos y hasta él mismo los tuvo una vez. Pero la educación que había recibido y las cosas que había visto en otros lugares más adelantados le habían enseñado a respetar el concepto de la dignidad humana y respeto a derecho a la libertad. Betances comenzó a crear conciencia y la esclavitud era una situación que no podía continuar. Empieza a organizar un plan para liberar a Puerto Rico de la práctica de la esclavitud. Para el gobierno colonial era tremendo negocio la trata de esclavos por lo que no había iniciativa por parte de ellos par eliminarla. Betances se da a la tarea de planificar una forma para conseguir partidarios e involucrarlos a favor de la eliminación de la esclavitud. Esta empresa sería una misión bastante difícil. Había que utilizar todos los medios posibles para poder ayudar a liberar el mayor número de esclavos. Para el gobierno, que defendía los intereses de los esclavistas, cualquier opositor era enemigo. Betances forma una sociedad secreta par proteger a los que partidarios de la abolición y para en sus reuniones impartir instrucciones.
Betances contaba con un grupo de amigos solidarios que tenían vasta experiencia en asuntos legales como Don Segundo Ruiz Belvis. Ellos aprovecharon una falla legal en las leyes en relación a la trata de esclavos en Puerto Rico. Entre las disposiciones que implementó el General Pezuela, cuando anuló el Código Negro del General Juan Prim en 1848, estaba que un niño negro antes de ser bautizado tendría un valor de 25 pesos y que después de bautizados el valor seria de 50 pesos. Betances apoyándose en esa disposición comenzó a comprar niños antes de ser bautizados para luego liberarlos en el atrio de la Iglesia de la Candelaria en Mayagüez.
Naturalmente al gobierno le molestaba que Betances y los suyos hicieran esto porque claramente era una actitud en abierto desafío y en contra del gobierno que apoyaba la esclavitud. Así que el gobierno no tardó en tomar acción para detener a Betances que se tornaba cada vez más popular. Usando los servicios de la policía secreta, el gobierno colonial toma la decisión de desterrar a Betances. A Puerto Rico, viajaban muchas personas de opiniones políticas avanzadas. Estas personas tenían conversaciones, reuniones y tendencias en contra del gobierno español. Los gobernantes españoles en Puerto Rico sufrían paranoia. El separatismo seguía en aumento y Betances se perfilaba como el máximo líder del la corriente esclavista y separatista. En 1858, Betances es desterrado y con gran dolor en su alma se despide de los suyos y su patria.
Por un lado la idea del destierro causa en Betances un dolor grande, pero la angustia se le haría soportable pues había conocido el amor. La ilusión de iniciar una nueva vida opacó por un momento la tristeza de abandonar su isla. Betances se establece en la ciudad de sus años de estudiante, Paris. En Puerto Rico había una niña que había conquistado el corazón de Betances. Esa niña era la hija de su hermana Clara Betances y Justino Henri y por ende su sobrina. La última vez que Betances vio a Maria del Carmen Henri en 1848 era apenas una niña, cuando regreso en 1856 se había convertido en una hermosa señorita que inmediatamente robo su corazón. Betances notó que la niña le correspondía y le pide a su hermana y cuñado su consentimiento para el matrimonio.
Betances comienza con los preparativos del matrimonio y al solicitar el permiso para casarse en la iglesia. El párroco le dice que por ser parientes, los novios deben solicitar un permiso especial desde Roma. Solicitar un permiso de esa índole significaba que tenía que invertir una fuerte suma de dinero, pero a Betances no le importaba pues estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera a su alcance para poder casarse con su amada. Pero en eso le llega la orden de destierro y Betances, que ahora tendría más tiempo, decide buscar el permiso para casarse el mismo.
Betances amaba demasiado a Carmelita para estar separado de ella. El no sabía cuanto tiempo estaría en el destierro. Así que le escribe a su hermana Clara para que envíe a la niña a París. Su hermana no estaba muy segura de enviar a su hija a París por que no quería que su hija sufriera por el distanciamiento de su familia y su patria. Pero la joven Carmelita estaba decidida ir a lado de su amado y su madre decide acompañarla para dejarla instalada. Como el permiso de matrimonio no había llegado del Vaticano, la boda no podía realizarse de inmediato. Carmelita se matricula en un colegio de niñas donde comienza estudiar francés. El ambiente del colegio entristecía a Carmelita y Betances le pide a unos amigos que la reciban en su casa para que ella sintiera el cariño de un hogar en lo que se efectuaba el matrimonio. La fecha de la boda estaba fijada para el 5 de mayo de 1859. Pero la pobre muchacha comenzó a sentirse mal días antes de la boda. Comenzó a tener fiebre y con ellas las alucinaciones. Betances decidió llevarla a París para que tuviera un mejor cuidado medico. El doctor Basora, compañero de Betances en la pasada lucha del cólera morbo y ahora compañero en el destierro, estuvo al lado de la pobre niña en todo momento. Ella era víctima de la fiebre tifoidea y no pudo sobrevivir. Murió un viernes santo, a solo 14 días de su boda con Betances.
Esa experiencia traumática acompañó a Betances el resto de sus días. Parecía que iba a enloquecer de dolor. Se sentía frustrado, perdía a la mujer que amaba y también perdía a una paciente. Toda la vida lo persiguió un sentimiento de culpa. Por su culpa, pensaba, la niña había abandonado su familia y su país. Esa experiencia tan triste de perder el amor se transformó en el deseo de no perder a su patria. Betances convirtió a su amada en la Patria. En el libro El Antillano de Ada Suárez Díaz dice que Hostos identificaba la madre con el ideal de la patria y Betances identificaba el amor de una novia con la patria.
Después de la muerte de Lita, Betances comienza con los preparativos de trasladar el cuerpo de su amada a Puerto Rico. El no quería que Carmelita tuviera para su descanso final una tierra extraña. Mientras hacía los preparativos estuvo enterrada en el pueblito de Menecy, último lugar en donde vivió Carmelita y fue feliz. El mismo preparó el cuerpo, lo vistió y colocó en su dedo el anillo de bodas como símbolo de su unión. Ese anillo fue realizado con oro puertorriqueño de Corozal, regalo de su amigo Cornelio Cintrón.
En el mes de julio, Betances le escribe a su amigo Segundo Ruiz Belvis para que como abogado solicitara un permiso para que Betances pudiera entrar a Puerto Rico y enterrar a Carmelita. Betances estaba dispuesto a enterrar a Carmelita en Puerto Rico teniendo el permiso o sin el. Salió de París con el cuerpo de su amada, aun sin saber si le habían concedido el permiso. Esperaba que al llegar a Saint Thomas tendría las noticias de su amigo Ruiz Belvis. Betances se encontró con la noticia de que le habían otorgado el permiso para entrar a la isla, pero necesitaba el permiso para enterrarla por parte del Obispo. Finalmente el 13 de Noviembre, Carmelita fue enterrada en su tierra.
De la muerte de Carmelita nace un bello trabajo literario de Betances el cual llamo La Virge de Borinquen o La virgen de Borinquen. En ese momento desesperado Betances plasma en una obra el relato de su amada. El tiempo sigue pasando y Betances se recupera lentamente. Todos los días llevaba flores a la tumba de su amada. Su amigo Salvador Brau fue testigo de esos días amargos en donde Betances descuido hasta su apariencia personal. Betances compensaba la soledad dedicándose en cuerpo y alma a su trabajo como médico. Tenía trabajo y dinero pero ni el respeto que le profesaban podía llenar el vacío que tenía en su corazón. Betances no quería quedarse en Puerto Rico, todo eran recuerdos y le atormentaba. Decidió darse una oportunidad y se va a Santo Domingo, tierra de sus antepasados paternos. Pero regresa a Puerto Rico en 1862 y el corregidor de Mayagüez le hace una propuesta de construir un hospital debido a la gran necesidad médica en la región oeste de la isla. Betances se da a la tarea de buscar un lugar apropiado para construir un hospital. Su vida es rutinaria y la política no parece atractiva en estos momentos. Pero eso no quería decir que Betances era ciego ante los problemas de su patria. Eran los mismos problemas de antes, la esclavitud, las cortes, gobernantes explotadores y una economía que no tenía frutos para la isla. El gobierno a través de los años seguía con las mismas prácticas y prácticamente no había diferencia entre gobernante y gobernante. Seguía la persecución en contra de las personas que tenían ideas separatistas o democráticas. Constantemente se les sancionaba a los supuestos sospechosos de esas prácticas. Algunos eran castigados con simples sanciones según la falta pero podían llegar hasta el destierro. Se cancelaron las tertulias y reuniones por según el gobierno estas propiciaban las ideas sediciosas. La persecución era muy fuerte y algunos fueron desterrados más de una vez.
Corría el año de 1862 y Betances ve el débil equilibrio que existía en el Caribe. Betances solo necesitaba un empujón para retomar su lucha. En Santo Domingo había problemas y Betances se había comprometido a ayudar en la causa. Debido a los desafectos de los dominicanos con el régimen español, muchos emigraron a Puerto Rico. Los dominicanos que llegaron a la isla eran muy vigilados por el gobierno español en Puerto Rico para que no influenciaran con sus ideas la opinión publica. La costa oeste de la isla de Puerto Rico, era un terreno fértil para la conspiración. Siempre fue considerado el sector más independiente de la isla. En el oeste se reunían personas de las antillas interesadas en la política de la época. Muchos puertorriqueños estaban interesados en los cambios. En cambio otros se hacían de la vista larga ante la situación debido a que tenían grandes intereses económicos y era mucho mejor defenderlos que defender a un puñado de ignorantes, según pensaban. Las lecturas y prensa exterior estaban vedadas por el gobierno de la isla. Así que Betances y su grupo tenían que informarse con literatura que le entraba por contrabando. Las revistas y periódicos contrabandeados llegaban en busques norteamericanos e ingleses que venían a la isla en busca de mieles. En 1863, el pensamiento libre estaba prohibido y las lecturas relacionadas también. Por ejemplo el libro La Peregrinación de Bayoan, de Eugenio María de Hostos fue prohibido. En ese libro Hostos acariciaba la idea de una Confederación Antillana. Aquellos que tuvieran algún ejemplar se les ordenó a deshacerse de el.
Ramón E. Betances se encuentra en la ciudad de Nueva York, buscando apoyo en sectores abolicionistas. Betances retoma su pluma pero esta vez para escribir La Botijuela, que era la reproducción de una comedia de Plauto. Bajo el pseudónimo de Bin-Tah, Betances adapta la obra para el Caribe. La obra se publica en el mismo año en que Abraham Lincoln es elegido presidente de los Estados Unidos. Los líderes abolicionistas de las Antillas admiraban la obra de Lincoln y en el tenían puestas todas sus esperanzas. Toda la información sobre las campañas abolicionistas en Estados Unidos era tema de interés para los abolicionistas antillanos. En ese momento Betances veía a los Estados Unidos como un ejemplo para la causa. La guerra entre los separatistas y el gobierno español estaba declarada y en Puerto Rico, Cuba y Nueva York se tejía la acción. Aunque en Puerto Rico no había muchos conspiradores los pocos que había estaban muy activos y eran muy apasionados. Ese grupo se valía de todos los medios posibles para poder expresar sus ideas antiesclavistas y separatistas. Las tertulias se celebraban por doquier. Betances que se encontraba en la isla organizaba las reuniones secretamente.
El general Don Félix Medina, gobernador de la isla, trataba que el orden y tranquilidad no se viera alterado y según él los separatistas trastocaban ese orden. El general Medina pide una reunión con Betances en donde le explica que conoce y respeta sus ideales pero que no puede tolerar su propaganda separatista. Le advierte que debe abandonar la isla. Desterrado por segunda vez, Betances decide quedarse más cerca de su isla y se establece en algún lugar de la región caribeña. Desde su condición de desterrado, Betances continúa activo en la política y en Puerto Rico, se le atribuían algunos sucesos de índole revolucionarios. También se le atribuyen escritos donde se hacían llamados a formar un Regimiento Revolucionario.
La situación entre Santo Domingo y España estaba muy tensa. Betances pensaba que si Santo Domingo aceptaba reintegrarse a España sería retroceso histórico y muestra total oposición. Finalmente Santo Domingo se incorpora al territorio que pertenecía a la Corona Española y por un tiempo se siente paz. Betances regresa a Puerto Rico y mientras tenía su práctica médica, organizaba una sociedad secreta que trabajaría conspirando en contra de la Corona Española. Esos temas eran sus más grandes amores, el amor a la patria y su verdadera vocación médica. Al regresar del destierro no fue difícil conseguir pacientes debido a su intachable reputación como médico. Betances era respetado como médico y como literato. En 1865 se publicó en la Gaceta un Real Decreto que cumplía con las disposiciones constitucionales de los años 1837, 1845 y 1856. Esta noticia llena de esperanzas a los sectores de liberales, reformistas y separatistas del país. Pero también llena de sospechas a cierto grupo que se preguntaban a que obedecía el supuesto cambio de actitud por parte de la Metrópoli. Mientras tanto Betances redacta manifiestos y organiza de manera secreta un grupo para formar un futuro levantamiento revolucionario. Había varias teorías para el este cambio de política por parte de España. Una era de que la Guerra de Secesión en Estados Unidos, en donde los abolicionistas resultaron victoriosos y la otra teoría era la pérdida del territorio de Santo Domingo.
En 1865 se firma un decreto real en donde se le ofrece a los puertorriqueños a tener un comisionado que los representaría en las cortes con todos los privilegios. El proceso para elegir a los candidatos comienza y Betances se perfilaba como el mejor candidato por Mayagüez. Pero Betances declinó porque no quería perjudicar la elección debido a su posición antiesclavista y separatista. Betances apoyó la candidatura de su gran amigo Segundo Ruiz Belvis. En 1866 se reúne en Madrid la Junta Informativa con los delegados de Puerto Rico y Cuba. Aunque Ruiz Belvis no gozaba del favor total de los puertorriqueños, el solo hecho de que Betances lo haya endosado hace que sea elegido como uno de los 6 representantes diputados por Puerto Rico. Pero la Junta Informativa no pudo impedir el problema de la esclavitud. El tema fue discutido por los diputados y el Ministro de Ultramar se había comprometido en cumplir con las reformas ofrecidas para las Antillas. El ministro se había comprometido aplicar en Puerto Rico las condiciones que llevarían eventualmente a la eliminación de la esclavitud. Pero una vez más los puertorriqueños fueron traicionados en su confianza porque ese compromiso nunca se realizó. En Madrid estaban los de la Junta Informativa y en Puerto Rico los trabajos de los separatistas continuaban. Seguían con el mismo impulso y las comunicaciones entre Puerto Rico y Cuba y los residentes caribeños en Nueva York eran constantes. El 21 de diciembre de 1865 se firma en Nueva York el Acta de Constitución de la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico.
España libraba inútilmente guerras por doquier. Los revolucionarios sabían que el poder de España estaba debilitado y muy vulnerable. Era el mejor momento para la revolución en el Caribe. Desde 1822 se conspiraba en Puerto Rico y en Cuba y ya era tiempo de tomar la lucha. Las publicaciones no se hicieron esperar. En Nueva York se fundó el periódico La Voz de América dedicado a fortalecer el ánimo de los antillanos. Se enviaron 400 ejemplares para Puerto Rico y Cuba. Los clubes y publicaciones revolucionaras eran secretas pero no desconocidas. Betances en persona o mediante algún manifiesto escrito estaba presente en todas las reuniones de Cuba, Puerto Rico y Nueva York. Las autoridades vinculaban a Betances como las exposiciones sediciosas. Por ahora los empeños de los de los revolucionarios estaban destinados a eludir la vigilancia de la policía secreta para poder introducir la mayor cantidad de publicidad entre los tres puntos. Los enemigos de Betances lo acusaban de usar su consultorio y profesión para promover la revolución. Decían que Betances no tenía buenas intenciones y que su vocación medica era simulada.
En 1866 se funda en San Germán la logia masónica Unión Germana y Betances se une a ella. Esta organización no era desconocida para Betances ya que su padre había pertenecido también. Los revolucionarios de Puerto Rico aprovecharon la secretividad del seno masónico para seguir con el fomento de la revolución. Los masones apoyaron promover la lucha revolucionaria incluyendo a los masones españoles. No es de extrañar que muchos de los padres de la patria pertenecieran a la Masonería. Cuando se forma la Logia Yaguez, Betances se traslada a ella en donde continua el movimiento de la causa independentista. La logia Yaguez fue muy singular, no tenía edificio ni solar. Sus miembros se reunían en donde podían, pero las mejores ideas sobre la revolución surgieron allí.
En Puerto Rico había una compleja red de espionaje creada por el general Marchessi. El general tenía una amplia lista de sospechosos y Betances y Ruiz Belvis encabezaban la lista. El 7 de junio de 1867 hubo una insurrección en el cuartel de Artillería de la Capital. Los desgraciados sucesos terminaron con el fusilamiento del cabo Montero y el posterior suicidio del Coronel Rodríguez Cela. El general Marchessi utilizó ese evento para descargar toda la culpa en los revolucionarios y así quitarse de encima a dos o tres que no eran de su agrado por tener “ideas exageradas” y por ser desleales a la corona española. En otras palabras Marchessi utilizó la insurrección para implicar a los revolucionarios en actividades sediciosas y también implicar al cónsul de Estados Unidos, pero este último no pudo ser culpado por falta de pruebas.
Los otros que cayeron en la redada de odio del general Marchessi no pudieron escapar del veredicto, el destierro. Esas personas fueron desterradas por tener ideas progresivas y mentes exageradas en contra de España. Marchessi recurrió a todo su poder para implicarlos aunque ellos no tenían ninguna conexión con los hechos en el Cuartel de Artillería. De los 14 acusados, 9 de ellos eran puertorriqueños y el restante era de otra nacionalidad. Betances y Belvis se encontraban en la lista. El decreto de destierro ordenaba que debían comparecer el día 10 de julio para abordar el buque que los llevaría la destierro. Betances y Ruiz Belvis no llegaron porque estaban decididos a no obedecer las órdenes del gobierno español. Betances y Ruiz Belvis se embarcaron con intención de llegar a Santo Domingo. Pero tuvieron problemas y la corriente los arrastró a una playa solitaria, probablemente en las costas de Boquerón.
El general Marchessi movía todas sus influencias para poder atrapar a los evadidos. Betances y Ruiz Belvis llegaron a Santo Domingo y de ahí a Nueva York. Los recién llegados se encuentran con la noticia de que en un periódico local había una información desacreditándolos y sin perder tiempo le contestaron al editor, pero no se publicó. Un periódico de la Habana publica la carta de estos dos puertorriqueños. En Nueva York, Betances se encuentra con el Dr. José Francisco Basora a quien no veía desde el entierro de Carmelita. Los tres amigos forman en Nueva York el Comité Revolucionario. Esta vez apelan para que se trabaje unidos, todas las Antillas en una revolución para independizar a Cuba y a Puerto Rico. Por primera vez se visualiza la idea de la Confederación Antillana, que ayudaría a mantener la libertad una vez obtenida.
En 1867, antes de salir de Nueva York, Betances proclama que adoptará la ciudadanía norteamericana. Desde 1861, Basora le había aconsejado que se naturalizara. Ante la Corte Superior de Nueva York, Ramón E. Betances hace una declaración donde informa de su intención de hacerse ciudadano de los Estados Unidos. Todos los abolicionistas puertorriqueños sentían gran admiración por Estados Unidos y por su Constitución en la que se declaraba a todos los hombres iguales. La Guerra de Secesión para afirmar la igualdad social y la libertad era para los revolucionarios el mejor ejemplo a seguir.
Betances y los suyos salieron de Nueva York rumbo al Caribe en busca de organizar comités revolucionarios para realizar un ataque subversivo. Ruiz Belvis se va a Chile y Basora a San Thomas en donde los dos esperaban encontrar apoyo para la causa. Mientras tanto en Puerto Rico, el general Marchessi seguía moviendo sus influencias para seguir de cerca de los supuestos conspiradores que cada vez si iban acercando más.
Betances se encontraba en Santo Domingo en donde se había establecido por el momento. En Puerto Rico, la situación era insoportable. Las condiciones del tesoro del gobierno en Puerto Rico eran precarias. Tenían serios problemas económicos y no había espacio para realizar obras públicas. El rigor del General Marchessi cada vez era más implacable. Renovó las rudezas del Código Negro. Muchos abandonaron la isla tratando de conseguir una mejor calidad de vida. Betances sabía que la situación de Puerto Rico era desesperante. Había que dar un golpe revolucionario y había que organizarlo. Betances y Ruiz Belvis, que iba rumbo a Chile, estaban en constante comunicación gestionando la organización del golpe revolucionario. La fecha para el golpe estaba pactada para noviembre de 1867. Betances sabía que debía persuadir de la mejor manera posible a los puertorriqueños para que lo apoyaran. En una proclama que Betances envía a Puerto Rico, les dice que el gobierno de la reina Isabel II, los calumniaba diciendo que los puertorriqueños no eran buenos españoles. Betances reitera en la proclama que lo único que los puertorriqueños querían era la paz para su patria y que lo único que la Reina Isabel II había hecho por los isleños era no cumplir nada de lo que le habían prometido.
Ya se había hablado de las condiciones que se habían prometido, pero Betances se las repitió en la proclama, estas eran la Abolición de la Esclavitud, Derecho al Voto, la Libertad de Culto, la Libertad de Palabra, la Libertad de Imprenta, Libertad de Reunión, Derecho a Portar Armas, Libertad de Comercio, la Inviolabilidad del Ciudadano y el Derecho a elegir a sus Autoridades. Este histórico documento fue llamado Los 10 mandamientos de los hombres libres. Betances le exige a España que cumpla con sus promesas pero España no quiere ceder. La suerte estaba echada, España perdería todos sus territorios. Mientras España seguía con su terquedad, el Ministro de la Legación Española en Washington, informaba que el gobierno de los Estados Unidos estaba interesado en adquirir un lugar estratégico en al punto cercano del Caribe. Necesitaban un lugar para tener una base para su Marina Mercante y Militar.
El golpe revolucionario que Betances estaba planificando hubo que suspenderlo porque sucedió una calamidad en Puerto Rico. El gran terremoto del 18 de noviembre sembró el pánico en la isla y afectando el ánimo de los revolucionarios. Muchos pensaron que era un castigo de Dios por levantarse en contra de España. El año de 1867 fue un año muy difícil para Betances, fue desterrado, un huracán, temblores de tierra, un maremoto y la peor de las noticias, su gran amigo Segundo Ruiz Belvis había muerto en Chile. Su muerte estuvo rodeada de un gran misterio que aun no se ha resuelto. Betances estaba triste por la pérdida de su amigo en tierras lejanas que murió como un mártir de la causa. Betances comprometió a tomar con más fuerza la causa revolucionaria.
A principios de 1868, Betances a activa los proyectos abolicionistas. Los que habían sido desterrados junto a Betances y Ruiz Belvis habían recibido el indulto de parte de la reina. El no recibió el indulto porque no quiso doblegarse a solicitar el indulto. El comité revolucionario y Betances continúan reuniéndose para ultimar los detalles de la revolución. El comité revolucionario tomó la decisión de que el principal objeto del comité era la independencia de Puerto Rico. Para llevar a cabo la Independencia de Puerto Rico se crearon comités revolucionarios que se encargarían de de recolectar fondos, armas y todo lo necesario para el golpe. También se encargarían de repartir la propaganda para conseguir más adeptos. Adoptaron como consigna una frase del libertador Simón Bolívar, “Unión, Unión, o la Anarquía os derribara”. En Puerto Rico el movimiento se encontraba en plena actividad y el trabajo de los comités daba dinamismo a la causa. Por toda la zona oeste de la isla se iban extendiendo los comités en donde se celebraban reuniones. En cada reunión se llevaban actas escritas con símbolos secretos que solo los que pertenecían a dichos comités conocían. También tenían formas de reconocerse, como estrechar la mano durante el saludo dando golpecitos con el dedo índice y otras más. A pesar de todas las precauciones que los comités tomaron para evadir ser descubiertos por alguna razón fueron delatados. Por unas fallas en la manera de solicitar fondos, las autoridades españolas fueron alertadas sobre un posible levantamiento y en donde Ramón E. Betances era el principal cabecilla.
La situación económica de Betances cada vez se ponía peor por causa del destierro y al descuido de algunas propiedades y rentas en Puerto Rico. El gobierno español se había encargado de que en otros territorios le cerraran las puertas a Betances y ya no eran tan hospitalarios con él. Por todos esos inconvenientes se vio precisado en pedirle ayuda en el consulado de los Estados Unidos, amparándose en la solicitud de ciudadanía que había pedido en la corte de Nueva York. El presidente de Santo Domingo quería sacar a Betances de su territorio y aunque el cónsul de los Estados Unidos trató de interceder por él, su ayuda fue en vano. El 7 de mayo de 1868, Betances sale para Curazao y recibe la mala noticia que el poco dinero que le quedaba lo había perdido porque la Casa Comercial de Mayagüez había quebrado. En Puerto Rico se impacientan por dar el golpe y Betances les pedía prudencia. Se resuelve que el día para dar el golpe sería el 29 de septiembre.
Betances fuera de Puerto Rico se preparaba para el ataque de Puerto Rico en donde desembarcarían unos 3,000 hombres con armas y municiones. Mientras tanto leía libros de tácticas militares. Días antes del pactado ataque la conversación indiscreta de dos revolucionarios alertó al Comandante del Distrito de Arecibo. La casa de Don Manuel González de Camuy, uno de los revolucionarios fue allanada en busca de información que pudiera involucrarlo al ataque. Finalmente encuentran un manuscrito de un tal debate que se llevaría el día 29 de septiembre. Lo encarcelan y lo incomunican pero aun con todo eso la noticia de su arresto llega a oídos de los dirigentes del golpe. Debido a que cierta información se empezó a filtrar el ataque hubo que adelantarlo para que no se descubriera todo. El ataque revolucionario se llevaría a cabo en la mañana del día 23 de septiembre en Lares. Se utilizaría la bandera de la independencia con la insignia de Patria o Muerte. La noche antes del ataque se les entregó a los rebeldes unas pocas armas, municiones y provisiones.
Entraron a Lares sin inconveniente alguno y en el ayuntamiento proclamaron la independencia de Puerto Rico. Rápidamente procedieron a nombrar un gobierno provisional y una resolución donde se manifestaba que eran libres y que estaban en todo su derecho a tomar las armas para defender su libertad. La bandera de la libertad fue diseñada por el mismo Betances y fue bordada por Doña Mariana Bracetti. El grupo que entró por Lares siguió hacia San Sebastián del Pepino en donde encontraron resistencia. Después de un intercambio de balas y varias bajas, los revolucionarios decidieron retirarse. Allí en San Sebastián el movimiento revolucionario murió y la Republica Puertorriqueña apenas duró 12 horas.
El levantamiento de Lares desató una persecución en contra de los revolucionarios. El allanamiento de Don Manuel González y su encarcelamiento produjo que este hiciera unas declaraciones que llevaron a descubrir un gran número de conspiradores. La investigación arrojó que en Puerto Rico había un número indeterminado de de sociedades secretas completamente organizadas. Se cree que Betances comenzó a preparar el golpe desde la Guerra de Santo Domingo en 1865. Finalmente el frustrado golpe de Lares desembocó tremenda persecución en contra de los independentistas. Otra consecuencia fue que Lares fue ocupada por los militares del Estado Mayor del Ejército. Las cárceles comenzaron a llenarse de todo aquel que pareciera sospechoso. La orden del juez de Primera Instancia, Don Nicasio Navascués era que frente a la más mínima sospecha era detener y encarcelar. Cualquiera podía ser sospechoso, incluso tener el mismo apellido de alguno de los revolucionarios acusados era motivo de sospecha. El hermano de Ruiz Belvis y el hermano de Betances fueron detenidos. Pero ante acusaciones sin fundamento el Juez Navascués no le quedó más remedio que dar la libertad a aquellos que le parecían menos implicados. A los que se les encontró culpable de haberse levantado en Lares fueron condenados a morir por medio del garrote. Pero días después de la sentencia se cambió a 10 años de prisión.
En septiembre de 1868 en España ocurre un suceso que se le conoció como la Revolución Gloriosa que destronó a la Reina Isabel II. Se formó un gobierno provisional en España y se mencionaba de una posible restauración de la república. Betances puso sus esperanzas en la nueva política española pensando que esto haría que se llegara a un acuerdo justo en relación al asunto de las Antillas. El problema de las Antillas debía resolverse y según Betances la independencia era la mejor solución. Pero en este tiempo el apoyo fue disminuyendo y la actitud derrotista del pueblo terminó por desilusionar a Betances. Mientras tanto, Puerto Rico se mantenía entretenido con una supuesta promesa de representación en las Cortes Españolas.
Betances, el incansable libertador hace una pausa por un momento con el tema de Puerto Rico y concentra todas sus fuerzas a la lucha independentista de Cuba. En Cuba había estallado una rebelión casi al mismo tiempo del Grito de Lares. El origen del independentismo cubano fue el Grito de Yara. Los cubanos tenían el espíritu independista como principal ideal. Ese era el espíritu que le faltaba a los puertorriqueños que no tenían la agresividad de los cubanos que si estaban dispuestos a pelear por sus derechos.
Mientras tanto a Betances le pisaban los talones en el destierro. El Capitán General, Don Laureano Sanz logra que en 1869 se expulse a Betances de San Thomas. En contra de su voluntad se va a Venezuela en donde le pide al cónsul de Estados Unidos que interceda invocando sus derechos como ciudadano norteamericano. Aunque el cónsul intercede de nada le sirve porque la policía va a buscarlo y lo escolta para que salga de San Thomas. Como acto de solidaridad otros puertorriqueños que vivían en San Thomas abandonaron el lugar. Con estas acciones el Capitán General pretendía erradicar de Puerto Rico y de las áreas circundantes a los líderes radicales como Betances. En Puerto Rico mencionar la palabra Lares o algo relacionado era como una ofensa y casi nadie se atrevía a hablar del tema.
Betances se va Nueva York donde un grupo de cubanos y puertorriqueños lo reciben. Ese grupo trabajaba en propaganda activa en busca de apoyo para liberar las Antillas. En este grupo se encontraba el Dr. J. Francisco Basora, el gran amigo de Betances. El órgano oficial de los rebeldes de Nueva York era el periódico La Revolución. Betances escribe varias veces en forma de colaboración. Usando el pseudónimo de El Antillano, comenzó a escribir que la única forma de las Antillas tenían para luchar era si se hacía una Confederación de las Antillas. En Nueva York, Betances se dedica a escribir, a traducir y comentar asuntos de política. Betances al igual que Hostos y Martí, tenía el firme convencimiento de que había que educar al pueblo para que pudieran poner en práctica sus derechos.
La Junta Revolucionaria de Nueva York trataba de conseguir ayuda económica y militar del gobierno de Estados Unidos para sostener la lucha cubana. Betances apoyaba estos intentos de la Junta pero quería que Puerto Rico también fuera incluido. A comienzos de 1869, Betances piensa que es el momento de tomar medidas en relación a su vida privada. A causa de su destierro, su compañera tuvo que quedarse en Santa Cruz y Betances sentía que ya era hora de ofrecerle estabilidad. A parte de esa inquietud, Betances había comenzado a observar fallas en la estructura política de Estados Unidos y su pensamiento político comienza a cambiar. Estados Unidos estaba jugando un doble juego. Por un lado alentaba a los cubanos y su lucha independencia y por otro lado buscaba tratados con España. Los cubanos presionaban para que se tomara una decisión pero la política de Estados Unidos era evadirlos por el momento.
Betances que observaba esa situación se decepciona de Estados Unidos. Betances tenía a la nación norteamericana como el baluarte de la libertad y el defensor de los pueblos oprimidos. Pero ahora decide advertirles a los cubanos que no ven a Estados Unidos como su única alternativa. Pero la peor decepción de Betances fue cuando se enteró que la intención de Estados Unidos era anexionar para sí las islas del Caribe. De ahí en adelante renunció a sus derechos de ciudadano americano. Betances no tiene esperanzas y lo peor es que sabe que los puertorriqueños eran colonos sin derechos. Sus amadas Antillas estaban en completo caos. Cuba estaba en plena insurrección y Santo Domingo con sus luchas interminables y Puerto Rico siempre dócil y sin voluntad. Betances era un fiel creyente de que los hombres tenían que buscar solución a sus problemas y que con los pueblos se debía aplicar el mismo precepto.
Para Betances Estados Unidos representaba el redentor de los pueblos oprimidos. La rápida expansión hacia el oeste, el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe eran la base del éxito político de los Estados Unidos, según los políticos de la época. Las palabras libertad, soberanía y felicidad material eran la mejores para definir a Estados Unidos. Pero cuando se analizaba bien la situación de las Antillas, estas palabras no parecían muy compatibles con la contraria actitud que Estados Unidos tomaba con los pueblos revolucionarios. Cada vez que Estados Unidos “intentaba” ayudar su objetivo final era anexionarla.
Para 1872, un muy decepcionado Betances decide irse a París con su compañera. Dejaba atrás sus amadas Antillas, a su familia y muy estimados amigos. Betances planeaba retomar su carrera médica en París. También retomó su gusto por los círculos literarios. El estar activo en estos círculos le mantenía informado de los acontecimientos del Caribe. Ese mismo año se presenta un proyecto de ley para abolir la esclavitud en Puerto Rico. Betances recibe esa noticia en París pero esta determinado a decirle a los puertorriqueños de que la abolición de la esclavitud no se la debían a España. Los acontecimientos mostraban que España estaba cediendo a las presiones de las Grandes Potencias Comerciales. Betances estaba dispuesto a hacerles entender. Finalmente el 22 de marzo de 1873 se cumple la ley de abolición de esclavitud en Puerto Rico. Betances deseaba de todo corazón que esta ley fuera extensiva a todas las Antillas, pero por ahora estaba conforme.
En Puerto Rico se recibe la ley sin grandes acontecimientos. Los cambios políticos que experimentaba Puerto Rico eran constantes muy a la par de los cambios en España. Desde París Betances se mantiene muy atento a los sucesos de Puerto Rico y de los internacionales en los años que le siguen a la abolición de la esclavitud. Mientras tanto se mantiene escribiendo sobre política y enviaba colaboraciones para publicar en distintos medios. Lo interesante de Betances es que no solo escribía de política, también encontraba tiempo para hacer investigaciones científicas. Entre 1887 y 1890 publicó algunos tratados sobre el cólera y algunos tratados de salud pública.
Los últimos años de la vida de Ramón E. Betances los dedicó a la Antilla que nunca visitó: Cuba. En esos últimos años no practicó la medicina. Siempre mantuvo comunicación con el Partido Revolucionario Cubano. La delegación de Cuba en París recolectaba fondos para llevarlos a Nueva York y luego usarlos en la lucha de Cuba. Betances no perdía ocasión para tratar de incluir en los planes a Puerto Rico. Pero la actitud de Puerto Rico tan conformista cada vez más se alejaba de la ruta de la democracia. Los cubanos por su parte no querían aceptar otra cosa que no fuera la independencia. La fuerte propaganda internacional a favor de la independencia de Cuba hace que surjan más simpatizantes. El problema de Puerto Rico no era el gobierno español, el problema mas grande era la opinión publica que promovía indiferencia ante el tema cubano. Aun con eso Betances albergaba la esperanza de que el día de Puerto Rico llegaría.
Todos los recursos de Betances estaban consagrados a la causa de Cuba. Pero palabras mal intencionadas, rencillas y murmuraciones le amargaron los últimos días a Betances. A finales de 1897, España le extiende una amplia autonomía a Puerto Rico y a Cuba como parte de un desesperado intento de retener sus últimas posesiones en América. Para Betances la propuesta autonómica ha llegado tarde pues ya todos sabían que Estados Unidos sería el nuevo dueño del Caribe. En abril de 1898, Estados Unidos se decidió a intervenir en Cuba para terminar con el poderío de España en América. Betances por un momento pensó que Estados Unidos tenía buenas intenciones. Pero luego de ver verdaderos hechos Betances pierde las ganas de vivir. La estocada final fue la penetración de las tropas invasoras de Estados Unidos en Puerto Rico.
La vida de Betances llena de luchas, entusiasmos, y abnegaciones parecía no haber servido de nada. La batalla de toda su agotada existencia fue la independencia de las Antillas, pero más la de su amado Puerto Rico. Todo ese sacrificio parecía haberse terminado con la invasión. Betances le perdió el amor a la vida, no quería ver a Puerto Rico sufriendo a causa de un nuevo amo. La vida de Betances puede resumirse en una lucha incansable por la libertad de cada una de las Antillas. La lucha por el cese de la dominación española y el afirmar el sentimiento nacional. Su mayor obsesión fue conseguir la independencia de su patria por más de 60 años. Ese fue su más ardiente deseo. La mayoría de sus escritos, en la que cultivó múltiples estilos literarios, tenían un tema en común. El tema de sus escritos era libertad de su patria, su tema favorito.
Ramón E. Betances murió en París el 16 de septiembre de 1898. No pudo regresar a su isla, llevaba 30 años en el destierro. Preparándose para el final pidió que se hiciera un entierro humilde. Antes de morir redacto su testamento en donde dejaba lo poco que le quedaba, después de haber aportado tanto a la revolución, a sus seres más queridos. Sus amigos más íntimos le hicieron guardia de honor. Esos mismos hombres que de una u otra forma habían compartido con Betances su ideal fueron los que le rindieron tributo. El honor y tributo fue para ese hombre de Cabo Rojo que dedico su vida entera a conseguir la libertad de su patria.
El profesor Paul Estrade, escritor del ensayo Betances, el último libertador de Latinoamérica en el siglo XIX, compara a Betances con los más importantes personajes en la emancipación de América. Lo compara con personajes como Bolívar, Sucre, O'Higgins y San Martín, entre otros. La diferencia más notable entre estos personajes y Betances es que ellos tenían experiencia militar y Betances no la tenía. Pero todos tenían un denominar común, el repudio a la Corona Española y la Conciencia Nacional. La gesta libertadora de América no se limitó a hombres de experiencia militar. La gesta libertadora también llegó de la mano de hombres como Betances, Duarte y como José Martí. Al igual que todos estos libertadores, Betances recibió los golpes de combate por la independencia de la patria. A Betances se le debe otorgar la categoría histórica de libertador. Porque en el más simple sentido Betances toma como parte de si mismo el verbo libertar y lo lleva de manera que contribuye de forma positiva a libertar a las islas, a la sociedad y a los antillanos. Betances no se conformó con la idea de darle libertad a las tierras esclavizadas solamente, Betances se atrevió a llegar más lejos y en su lucha por liberar al hombre, libera también a una sociedad que necesitaba libertad jurídica, libertad económica, libertad intelectual y la libertad espiritual de todos los hombres y mujeres. Es un pesar que a más de 100 años de su muerte, la Antilla que más amo, Puerto Rico, sigue con la misma incertidumbre y sin voluntad.
Bibliografía:
Suárez, Díaz, Ada. El Antillano, Biografía del Dr. Ramón Emeterio Betances, Centro de Estudios Avanzados y del Caribe, San Juan, 1988, 2004.
Estrade, Paul. Betances: el ultimo libertador de Latinoamérica en el siglo XIX, París.
Betances, Alacan, Ramón E. Las Antillas para los antillanos
Ojeda, Reyes, Félix. La Manigua en París: Correspondencia Diplomática de Betances, Centro de Estudios Avanzados y del Caribe, San Juan y Centros de Estudios Puertorriqueños, City University of New York,
1984.
Scarano, Francisco A. Puerto Rico, Cinco Siglos de Historia, McGraw-Hill/Editores Interamericana, S.A., Segunda Edición, 2002
Ribes, Tovar, Federico. 100 Biografías de Puertorriqueños Ilustres, Plus Ultra Educational Publishers, New York, 1973
Mintz, Sydney. Sweetness and Power: The Place of Sugar in Modern History, Penguin Books, United States, 1985.
Apéndice 1:
TESTAMENTO DEL DOCTOR RAMÓN EMETERIO BETANCES
Las disposiciones testamentarias mías que pido a mi amigo José Silva; de cumplir y hacer ejecutar son las siguientes:
1. Deseo se disponga de mi póliza de seguro de vida por 50,000 francos en la Sociedad <<Assurance Générale>> después de cobrada, se reintegre a la señorita Magdalena Caraguel los diez mil francos que ella pagó por la póliza, según consta en la liquidación. El resto, 40,000 francos, serán entregados a mi esposa.
2. Deseo que mis manuscritos guardados en mi escritorio sean confiados -entregados al Sr. Silva, cuyo amigo de acuerdo con el Dr. Henna, hará por sacar partido de ellos, y si algo producen, lo destinen a lo que les tengo bien indicado y recomendado.
3. Lego a la señorita Caraguel, mi hija adoptiva, las obras de Voltaire y de J.J. Rousseau que están en mi escritorio.
4. Mi retrato hecho por Domingo, para mi esposa, así como también los demás cuadros y muebles de mi casa.
5. El retrato que está sobre mi escritorio, lo dejo al amigo Silva para que haga lo que le plazca o lo conserve.
6. Dejo el busto de bronce de <<Carmelita>> a mi hermana Carmen residente en Barcelona.7. El busto de mármol de <<Carmelita>> para la Sra. Llaguno.
8. Lego a Ventura mi reloj de oro.
9. Una de mis bibliotecas giratorias debe ser entregada al doctor Mazery; la otra la dejo al Dr. Levy.
10. Una de las tantas obras de medicina de biblioteca, la dedico y dejo al Dr. Talamón debiendo ser escogida por él mismo.
11. Désele a Emilio y Pancho Terry, un objeto mío como recuerdo de gratitud.
12. Otro objeto mío debe ser entregado a Gabriel Millet como recuerdo de reconocimiento y gratitud.
13. Todos los objetos de <<tierra cota>> que están en mi escritorio deben ser entregados a la señorita Caraguel.
14. Quiero que mi entierro sea liso, llano, sin pompa de ninguna clase, y laico.
15. Cuando llegue el anhelado día, mis restos sean llevados a mi querido Puerto Rico: pido que vayan envueltos en la sagrada bandera de la patria mía.
16. Pido que se envíe a Estrada Palma el paquete conteniendo los Bonos cubanos y el dinero que el Sr. Silva recibirá.
17. En mis papeles se encontrará un título de compra o propiedad de terrenos en la Romana, Santo Domingo que compré a Calderón, y son para mi esposa.
Neuilly (<<Francia>>), 8 de agosto, 1898.
R. BETANCES
Apéndice 2:
Proclama de los Diez Mandamientos de los Hombres Libres
Puertorriqueños:
El gobierno de Da. Isabel II lanza sobre nosotros una terrible acusación
Dice que somos malos españoles. El gobierno nos calumnia. Nosotros no queremos la separación; nosotros queremos la paz, la unión con España; mas es justo que pongamos nosotros también condiciones en el contrato.
Son muy sencillas. Helas aquí:
Abolición de la esclavitud
Derecho a votar todas las imposiciones
Libertad de cultos
Libertad de la palabra
Libertad de imprenta
Libertad de comercio
Derecho de reunión
Derecho de poseer armas
Inviolabilidad del ciudadano
Derecho de elegir nuestras autoridades
Esos son los diez mandamientos de los hombres libres.
Si España se siente capaz de darnos y nos da esos derechos y esas libertades, podrá entonces mandarnos un Capitán general, un gobernador... de paja, que quemaremos en los días de Carnestolendas, en conmemoración de todos los Judas que hasta hoy nos han vendido. Y seremos españoles. Si no, ¡NO! Puertorriqueños -¡PACIENCIA!- os juro que seréis libres.
R E. Betances"
Descargar
Enviado por: | Heidi J Dilan |
Idioma: | castellano |
País: | Puerto Rico |