Literatura


Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid


Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid
Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid
Nezahualcóyotl

(1402-1472)

Nezahualcóyotl, un rey filosófico, y uno de los más grandes poetas de América.

Su gente fueron los Alcohuanos, parte de la tercera ola de migración de las tribus del norte hacia el Valle de México. Los primeros invasores fueron los Toltecas, que su civilización se centro en la ciudad de Tula. Ellos florecieron entre el siglo VII y XI, y ellos misteriosamente desaparecieron. Los Toltecas fueron sucedidas por los llamados Chichimecas, se cree que arribaron un siglo después de que los Toltecas desaparecieron. Su civilización era muy inferior a lo que fue la de los Toltecas, pues los Chichimecas vivían en cuevas.

En el siglo XII otra migración llegó al centro de México. Los nuevos, más civilizados que los Chichimecas, eran varias tribus, las más poderosas eran los Aztecas y los Alcohuanos. Los últimos se asentaron al este del Lago de Texcoco y de ahí el nombre de la tribu cambio de Alcohuanos a Texcocanos.

Nació en (1402) en Texcoco y murió en 1472. Sus padres fueron Ixtlixócitl y Matlalcihuatzin, hija del señor de Tenochtitlán, Huitzilíhuitl. Recibió esmerada educación, tanto en el palacio paterno, como en el calmecac o escuela de estudios superiores. De esta forma pudo adentrarse en el conocimiento de las doctrinas y sabiduría heredadas por los Toltecas.

Aunque Nezahualcóyotl era heredero nato del reino, su juventud no fue como la de un príncipe viviendo en lujos, porque los Texcocanos entonces luchaban para su propia existencia contra una tribu llamada Tepanecas. En 1418, cuando el joven príncipe cumplió 15, el enemigo tuvo éxito en subyugar a su gente. Mientras él se encontraba cubriéndose con las ramificaciones de un árbol, vio a unos soldados Tepanecas matar a su padre. Él huyó de la escena espantosa pero fue capturado y arrojado a una celda.

Nezahualcóyotl tenía la fe de su padre. Un sirviente logra meterse a la prisión y se vistió de príncipe, mientras Nezahualcóyotl, vestido con las ropas del sirviente escapó hacia Tenochtitlán, la capital del pueblo azteca. Por este acto de sacrificio, el fiel sirviente pagó con su vida.

Nezahualcóyotl fue calurosamente recibido en Tenochtitlán y dedicó los siguientes ocho años al estudio. Junto con sus propósitos académicas, Nezahualcóyotl recibió instrucciones de los deberes reales. Él nunca se olvidó de las circunstancias brutales que ocasionaron su exilio y estaba decidido a recuperar su trono.

Pero él necesitaba un pretexto para entrar a su tierra de nacimiento, ahora parte de del extendido Texcocano-Tepaneco. El rey Tepaneca ya había muerto y fue reemplazado por su hijo Maxtla. Pretendiendo reconciliarse con los Tepanecas, Nezahualcóyotl fue a la ciudad capital de Atzcapotzalco y le hizo reverencia a Maxtla, presentándole flores. Pero Maxtla, un rudo y sospechoso hombre, despreció la ofrenda. Nezahualcóyotl, sintiendo que estaba en peligro, se escapó del palacio y regresó a su ciudad natal de Texcoco.

Durante su corto encuentro Maxtla había notado que Nezahualcóyotl tenía una fuerte impresión. Temió que sería un rival potencial, fingió haber cambiado de opinión, envió una invitación a Nezahualcóyotl para que lo acompañara a una fiesta en su honor que se llevaría a cabo por la tarde. Entonces Maxtla ordenó que asesinarán al príncipe al llegar.

Pero Nezahualcóyotl se negó. Tan fuerte era la presencia del príncipe en sus seguidores que uno de ellos, estuvo de acuerdo en que había cierto riesgo de muerte así que él iría en el lugar del príncipe.

Cuando fue descubierto, Maxtla enfurecido puso un precio a la cabeza de Nezahualcóyotl, prometió extensas propiedades y la mano de una mujer noble a cualquier hombre que pudiera capturar o mata a su rival. Nezahualcóyotl significa " zorro hambriento " y así es exactamente cómo él vivió en los siguientes años. Ocultado en lo alto de la sierra, viviendo en hoyos y cuevas, él no obstante tenía algo importante: la maravillosa devoción de su gente. En cuanto a la recompensa de Maxtla, nadie lo entregó aunque muchos lo reconocieron en su disfraz de campesino.

A la larga Maxtla consiguió su castigo. Cansándose de su tiranía, un número de nobles se pasaron al lado de Nezahualcóyotl. Una coalición fue formada y las fuerzas de Maxtla fueron conducidas fuera de los dominios Texcocanos. Entonces sus enemigos marcharon en Atzapotzalco. Encontrando a Maxtla oculto en los baños del palacio, lo arrastraron hacia fuera y lo ofrecieron como sacrificio humano a los dioses.

Finalmente logró el trono que era su derecho por nacimiento, Nezahualcóyotl comenzó a mostrar evidencias de sus notables habilidades. Su primer acto fue idear un código de leyes, fue considerados tan ejemplar que fue adoptado por sus aliados principales, los Aztecas y los Tlacopanos. Las leyes, basados en una división de poderes, creaban un número de consejos incluyendo guerra, finanzas, justicia y el llamado consejo de música. No sólo era música, sino que incluía ciencia, arte, literatura, poesía e historia.

Con este alto nivel cultural, Texcoco bien podría ser conocida como "la Atenas del Mundo Occidental" -según el historiador Boturini.

Consumado el dominio del valle de México, Texcoco, Tenochtitlán y Tacuba formaron la Triple Alianza, en 1431, y reinó por más de 40 años. Reorganizó el gobierno y dictó leyes que fortalecieron al Estado. Se encargó de la construcción del acueducto de agua potable para México. Durante ese periodo ordenó la construcción de palacios, templos, jardines botánicos y zoológicos. También supervisó la construcción de caminos, diques y presas.

Dirigió además la construcción de calzadas, las obras de introducción de agua a México, la edificación de diques para aislar las aguas saladas de los lagos e impedir inundaciones.

Nezahualcóyotl murió a los 70, lleno de honores y le sobrevivieron varias de sus esposas, una horda de concubinas y 110 hijos. Uno de sus hijos legítimos, un muchacho de 18 años de edad llamado Nezahualpilli, le sucedió en el trono. El rey murió feliz, creyendo en que él colocó una dinastía y un estado lo suficientemente fuerte que duraría siglos. Su deseo no sería no tan largo porque después de 47 años de su muerte, invasores de piel blanca cruzó los mares para terminar con la civilización tan brillante que había creado.

Compuso numerosos cantos y poemas, de los que se conservan unos 30, donde planteaba profundos problemas filosóficos. Todos estos poemas nos dejan penetrar dentro del alma y expresión de Nezahualcóyotl. En su honor, un municipio y una ciudad en el estado de México llevan su nombre.

 

POEMAS DE NEZAHUALCOYOTL

Estoy triste

Estoy triste, me aflijo,
Yo, el señor Nezahualcóyotl.
Con flores y con cantos
Recuerdas a los príncipes,
A los que se fueron,
A Tezozomoctzin, a Quaquauhtzin.

En verdad viven,
Allá en donde de algún modo se existe.
¡Ojalá pudiera yo seguir a los príncipes,
llevarles nuestras flores!
¡Si pudiera yo hacer míos
los hermosos cantes de Tezozomoctzin!
Jamás perecerá tu nombre,
¡oh mi señor, tú, Tezozomoctzin!
Así, echando de menos tus cantos,
Me he venido a afligir,
Sólo he venido a quedar triste,
Yo a mí mismo me desgarro.

He venido a estar triste, me aflijo.
Ya no estás aquí, ya no,
En la región donde de algún modo se existe,
Nos dejaste sin provisión en la tierra,
Por esto, a mí mismo me desgarro.

Percibo lo secreto…


Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
De cuatro en cuatro nosotros los hombres,
Todos habremos de irnos,
Todos habremos de morir en la tierra…

Nadie en jade,
Nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado
Todos nos iremos
Allá, de igual modo.
Nadie quedará,
Conjuntamente habrá que perecer,
Nosotros iremos así a su casa.

Como una pintura
Nos iremos borrando.
Como una flor,
Nos iremos secando
Aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
De la preciosa ave de cuello de hule,
Nos iremos acabando
Nos vamos a su casa.

Se acercó aquí
Hace giros la tristeza
De los que en su interior viven…
Meditadlo, señores,
Águilas y tigres,
Aunque fuerais de jade,
Aunque allá iréis,
Al lugar de los descarnados…
Tendremos que desaparecer
Nadie habrá de quedar.

En el interior del cielo

Sólo allá en el interior del cielo
Tú inventas tu palabra,
¡Dador de la vida!
¿Qué determinarás?
¿Tendrás fastidio aquí?
¿Ocultarás tu fama y tu gloria en la tierra?
¿Qué determinarás?
Nadie puede ser amigo
Del Dador de la vida…
Amigos, águilas, tigres,
¿a dónde en verdad iremos?
Mal hacemos las cosas, oh amigo.
Por ello no así te aflijas,
Eso nos enferma, nos causa la muerte.
Esforzáos, todos tendremos que ir
A la región del misterio.

He llegado

He llegado aquí,
soy Yoyontzin.
Sólo busco las flores,
sobre la tierra he venido a cortarlas.
Aquí corto ya las flores preciosas,
para mí corto aquellas de la amistad:
son ellas tu ser, oh príncipe,
yo soy Nezahualcóyotl, el señor Yoyontzin.

Ya busco presuroso
mi canto verdadero,
y así también busco
a ti, amigo nuestro.
Existe la reunión:
es ejemplo de amistad.

Por poco tiempo me alegro,
por breve lapso vive feliz
mi corazón en la tierra.
En tanto yo exista, yo, Yoyontzin,
anhelo las flores,
una a una las recojo,
aquí donde vivimos.

Con ansia yo quiero, anhelo,
la amistad, la nobleza,
la comunidad.
Con cantos floridos yo vivo.

Como si fuera de oro,
como un collar fino,
como ancho plumaje de quetzal,
así aprecio
tu canto verdadero:
con él yo me alegro.

¿Quién es el que baila aquí,
en el lugar de la música,
en la casa de la primavera?
Soy yo, Yoyontzin,
¡ojalá lo disfrute mi corazón!

Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid
Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid
Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695)

Hija ilegítima, nació en una aldea, Nepantla, hoy estado de México. Aprendió a leer y escribir a los tres años; estudió en la biblioteca de su abuelo y a los ocho años escribió una loa eucarística. Muy joven, viajó a la ciudad de México, donde entró en la Corte al servicio de los virreyes de Mancera y fue objeto de asombro y veneración por su inteligencia, memoria y discreción.

Instigada por su confesor, el poderoso jesuita Antonio Núñez de Miranda, entró primero en un convento de carmelitas descalzas del cual salió por enfermedad y finalmente profesó en 1669 en el convento de San Jerónimo de la ciudad de México, donde permaneció hasta su muerte ocurrida durante una epidemia de peste.

Periodo de gran producción

Su época más fecunda empieza en 1680 con la concepción del Neptuno Alegórico, arco triunfal en honor de los virreyes de la Laguna, cuya barroca y magnífica “fabrica” le abrió las puertas de palacio y la convirtió en favorita de los virreyes, sus mecenas. Es entonces cuando despidió a su confesor, según se deduce de la recientemente descubierta Carta al Padre Núñez, escrita en torno a de 1682, y que ha mostrado una faceta polémica y argumentativa de la monja.

De 1680 a 1688, es una época de gran producción literaria, en la que abundan admirables sonetos, endechas, glosas, quintillas, décimas, redondillas, ovillejos amorosos, religiosos, filosóficos y satíricos, numerosos romances, composiciones en las que destaca su gran variedad de metros y estrofas. Esta cualidad la coloca, según Tomás Navarro Tomás, entre los más altos poetas de su periodo, apenas igualada por ninguno anterior. En los villancicos, quizá uno de los aspectos menos estudiados de su obra, despliega la mayor riqueza.

Obras de todo género y tipo, cortesanas y religiosas, se van acumulando en su producción: comedias de enredo, Los empeños de una casa, La segunda Celestina, tal vez escrita con Agustín Salazar y Torres; la comedia mitológica Amor es más laberinto, escrita con Juan de Guevara; autos sacramentales: El Divino Narciso, El cetro de José, San Hermenegildo, en los que utilizando la poética de Calderón de la Barca nunca desmerece de su modelo; en las loas que preceden a los dos primeros autos mencionados se reitera la relación de los sacrificios humanos aztecas con la Eucaristía, concediéndole derecho de existencia a la religión azteca.

Primero Sueño es un extraordinario poema en forma de silva de 975 versos en el que rivaliza con el Góngora de las Soledades, y del que ella misma dijo: “…no me acuerdo de haber escrito por mi gusto sino un papelillo que llaman El Sueño”. En Las trampas de la fe, Octavio Paz traza las principales diferencias entre los dos poetas; “La poetisa mexicana se propone describir una realidad que, por definición, no es visible. Su tema es la experiencia de un mundo que está más allá de los sentidos”. Y José Gaos, filósofo español exiliado en México tras la Guerra Civil española, advierte: “El poema de Sor Juana es un astro de oscuros fulgores absolutamente señero en el firmamento de su edad”.

Gracias a la condesa de Paredes, su mecenas y musa, se publicó en España: Inundación Castálida (Madrid, 1689), Segundo Volumen (Obras, Sevilla, 1692) y de las que, cosa insólita, se hicieron veinte reediciones españolas de 1689 a 1725, incluidas las de Fama y obras póstumas (Madrid, 1700).

Hasta 1950 se carecía de una buena edición de su obra. Por eso, en 1951, Alfonso Méndez Plancarte empezó a ordenarla en 4 tomos, y sigue siendo la versión más completa y autorizada de que disponemos; en 1995, la Universidad Nacional Autónoma de México publicó los facsímiles de sus primeras ediciones.

Polémica y silencio

En 1690, el obispo Fernández de Santa Cruz publica la Carta Atenagórica, precedida por la Carta de Sor Filotea, nombre bajo el cual se traviste el dignatario, y en la que conmina a sor Juana a dejar sus escritos profanos y abrazar los religiosos,—la primera señal de una probable persecución que la obligó a abandonar las letras—. En esa obra teológica, sor Juana discute sobre las máximas finezas de Cristo y parece impugnar al célebre jesuita portugués Antonio Vieira. Justamente célebre es la obra de sor Juana, Respuesta a sor Filotea (1691), contestación a la Carta del obispo de Santa Cruz, una autohagiobiografía y a la vez una brillante defensa del derecho femenino a expresarse libremente.

Una polémica sobre los últimos años de su vida dividió a los sorjuanistas: unos postulaban la tesis de su conversión, otros atribuían su silencio final a una persecución. Recientes descubrimientos parecen confirmar esta última tesis. El historiador mexicano Elías Trabulse publicó en 1996 un documento satírico, muy probablemente autógrafo de sor Juana, La Carta de Serafina de Cristo, escrita en 1691, un mes antes de la Respuesta a Sor Filotea, en donde la monja revela que el verdadero personaje impugnado en su Atenagórica es el Padre Núñez. Trabulse asegura que sor Juana fue objeto de un juicio secreto instituido por el obispo Aguiar y Seijas y amparado por el derecho Canónico, si se incurría en “un error religioso”: los cinco documentos finales de Sor Juana serían prueba fehaciente de dicho proceso.

A partir de 1694 no publicó nada aunque siguió escribiendo, como prueban los Enigmas, poemas manuscritos que conforman un libro intitulado La Casa del Placer, recientemente publicado. Un inventario del siglo XIX encontrado en su celda, da cuenta de 15 manuscritos póstumos con poemas sagrados y profanos. Sor Juana ocupó cargos importantes en su convento y murió siendo contadora, oficio que desempeñó hasta su muerte.

POEMAS DE SORJUANA INES DE LA CRUZ

La sentencia del justo

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias



A Una rosa

Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.



Sentimientos de ausente

Amado dueño mío,
Escucha un rato mis cansadas quejas,
Pues del viento las fío,
Que breve las conduzca a tus orejas,
Si no se desvanece el triste acento
Como mis esperanzas en el viento.

Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.

Si del campo te agradas,
Goza de sus frescuras venturosas
Sin que aquestas cansadas
Lágrimas te detengan enfadosas;
Que en él verás, si atento te entretienes
Ejemplo de mis males y mis bienes.

Si al arroyo parlero
Ves, galán de las flores en el prado,
Que amante y lisonjero
A cuantas mira intima su cuidado,
En su corriente mi dolor te avisa
Que a costa de mi llanto tiene risa.

Si ves que triste llora
Su esperanza marchita, en ramo verde,
Tórtola gemidora,
En él y en ella mi dolor te acuerde,
Que imitan con verdor y con lamento,
Él mi esperanza y ella mi tormento.

Si la flor delicada,
Si la peña, que altiva no consiente
Del tiempo ser hollada,
Ambas me imitan, aunque variamente,
Ya con fragilidad, ya con dureza,
Mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.

Si ves el ciervo herido
Que baja por el monte, acelerado
Buscando dolorido
Alivio del mal en un arroyo helado,
Y sediento al cristal se precipita,
No en el alivio en el dolor me imita,

Si la liebre encogida
Huye medrosa de los galgos fieros,
Y por salvar la vida
No deja estampa de los pies ligeros,
Tal mi esperanza en dudas y recelos
Se ve acosa de villanos celos.

Si ves el cielo claro,
Tal es la sencillez del alma mía;
Y si, de luz avaro,
De tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.

Así que, Fabio amado
Saber puede mis males sin costarte
La noticia cuidado,
Pues puedes de los campos informarte;
Y pues yo a todo mi dolor ajusto,
Saber mi pena sin dejar tu gusto.
Mas ¿cuándo ¡ay gloria mía!
Mereceré gozar tu luz serena?

¿cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el llanto?

¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?

¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿y cuándo yo dichosa,
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto?
Que tanto ha de penar quien goza tanto.

¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo definido
Lo que no cabe en todo lo sentido.

Ven, pues, mi prenda amada,
Que ya fallece mi cansada vida
De esta ausencia pesada;
Ven, pues, que mientras tarda tu venida,
Aunque me cueste su verdor enojos,
Regaré mi esperanza con mis ojos.

Excusándose de un silencio en ocasión de
Un precepto para que le rompa

Pedirte, señora, quiero
De mi silencio perdón,
Si lo que ha sido atención,
Le hace parecer grosero.

Y no me podrás culpar
Si hasta aquí mi proceder,
Por ocuparse en querer
Se ha olvidado de explicar.

Que en mi amorosa pasión
No fue descuido ni mengua
Quitar el uso a la lengua
Por dárselo al corazón.

Ni de explicarme dejaba,
Que como la pasión mía
Acá en el alma te hablaba

Y en esta idea notable
Dichosamente vivía;
Porque en mi mano tenía
El fingirte favorable.

Con traza tan peregrina
Vivió mi esperanza vana
Pues te puedo hacer humana
Concibiéndote divina.

¡Oh, cuan loco llegué a verme
en tus dichosos amores,
que aun fingidos tus favores
pudieron enloquecerme!

¡Oh, cuán loco llegué a verme
en tus dichosos amores,
que aun fingidos tus favores
pudieron enloquecerme!

¡Oh, cómo en tu Sol hermoso
mi ardiente afecto encendido,
por cebarse en lo lúcido,
olvidó lo peligroso!

Perdona, si atrevimiento
Fue atreverme a tu ardor puro;
Que no hay Sagrado seguro
De culpas de pensamiento.

De esta manera engañaba
La loca esperanza mía,
Y dentro de mí tenía
Todo el bien que deseaba.

Mas ya tu precepto grave
Rompe mi silencio mudo;
Que él solamente ser pudo
De mi respeto la llave.

Y aunque el amar tu belleza
Es delito sin disculpa,
Castíguense la culpa
Primero que la tibieza.

No quieras, pues, rigurosa,
Que estando ya declarada,
Sea de veras desdichada
Quien fue de burlas dichosa.

Si culpas mi desacato,
Culpa también tu licencia;
Que si es mala mi obediencia,
No fue justo tu mandato.

Y si es culpable mi intento,
Será mi afecto preciso;
Porque es amarte un delito
De que nunca me arrepiento.

Esto en mis afectos halló,
Y más, que explicar no sé;
Mas tú, de lo que callé,
Inferirás lo que callo.


Teme que su afecto parezca
Gratitud y no fuerza

Señora, si la belleza
Que en vos llego a contemplar
Es bastante a conquistar
La más inculta dureza,

¿Por qué hacéis que el sacrificio
Que debo a vuestra luz pura
Debiéndose a la hermosura
Se atribuya al beneficio?

Cuando es bien que glorias cante,
De ser vos, quien me ha rendido,
¿Queréis que lo agradecido
Se equivoque con lo amante?

Vuestro favor me condena
A otra especie de desdicha,
Pues me quitáis con la dicha
El mérito de la pena.

Si no es que dais a entender
Que favor tan singular,
Aunque se puede lograr,
No se puede merecer.

Con razón, pues la hermosura
Aun llegada a poseerse,
Si llega a merecerse,
Dejara de ser ventura.

Que estar un digno cuidado
Con razón correspondido,
Es premio de lo servido,
Y no dicha de lo amado.

Que dicha se ha de llamar
Sólo la que, a mi entender,
Ni se puede merecer,
Ni se pretende alcanzar.

Ya que este favor excede
Tanto a todos, al lograrse,
Que no sólo no pagarse,
Mas ni agradecer se puede.

Pues desde el dichoso día
Que vuestra belleza vi,
Tal del todo me rendí,
Que no me quedó acción mía.

Con lo cual, señora, muestro,
y a decir mi amor se atreve,
Que nadie pagaros debe,
Que vos honréis lo que es vuestro.

Bien se que es atrevimiento
Pero el amor es testigo
Que no se lo que me digo
Por saber lo que me siento.

Y en fin, perdonad por Dios,
Señora, que os hable así,
Que si yo estuviera en mí
No estuvierais en mí vos.

Sólo quiero suplicaros
Que de mí recibáis hoy,
No sólo el alma que os doy,
Mas la que quisiera daros.

INTRODUCCIÓN

Nezahualcoyotl compuso numerosos cantos y poemas, de los que se conservan unos 30, donde planteaba profundos problemas filosóficos. Todos estos poemas nos dejan penetrar dentro del alma y expresión de Nezahualcóyotl. En su honor, un municipio y una ciudad en el estado de México llevan su nombre.

Sor Juana Inés de la Cruz:

De 1680 a 1688, es una época de gran producción literaria, en la que abundan admirables sonetos, endechas, glosas, quintillas, décimas, redondillas, ovillejos amorosos, religiosos, filosóficos y satíricos, numerosos romances, composiciones en las que destaca su gran variedad de metros y estrofas. Esta cualidad la coloca, según Tomás Navarro Tomás, entre los más altos poetas de su periodo, apenas igualada por ninguno anterior. En los villancicos, quizá uno de los aspectos menos estudiados de su obra, despliega la mayor riqueza.

Obras de todo género y tipo, cortesanas y religiosas, se van acumulando en su producción: comedias de enredo, Los empeños de una casa, La segunda Celestina, tal vez escrita con Agustín Salazar y Torres; la comedia mitológica Amor es más laberinto, escrita con Juan de Guevara; autos sacramentales: El Divino Narciso, El cetro de José, San Hermenegildo, en los que utilizando la poética de Calderón de la Barca nunca desmerece de su modelo; en las loas que preceden a los dos primeros autos mencionados se reitera la relación de los sacrificios humanos aztecas con la Eucaristía, concediéndole derecho de existencia a la religión azteca.

Rodrigo Díaz de Vivar (EL Mio Cid, Ruy Díaz)

Caballero castellano, uno de los mitos más destacados que la edad media legó a la cultura española.

Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid
INDICE

Introducción.......................................... 1

Biografía de Nezahualcoyotl........................... 2

Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid
Estoy triste ......................................... 4

Percibo lo secreto............................................... 5

En el interior del cielo.............................. 6

He llegado............................................ 7

Biografía de Sor Juana Inés de la Cruz................ 9

La sentencia del justo................................ 11

A una Rosa............................................ 11

Sentimientos de ausente............................... 12

Excusándose de un silencio en ocasión de
Un precepto para que le rompa......................... 15

Teme que su afecto parezca
Gratitud y no fuerza.................................. 17

EL Cid (Rodrigo Díaz de Vivar)........................ 19

Resumen del Cantares del Cid......................... 20

Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid

Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid
Nezahualcóyotl. Sor Juana Inés de la Cruz. Cantar del Mío Cid
El Cid (Rodrigo Díaz de Vivar)

(c. 1043-1099)

Caballero castellano, uno de los mitos más destacados que la edad media legó a la cultura española.

Las disputas entre los reyes cristianos

Nació en el seno de una pequeña familia de la nobleza castellana hacia 1043. El término `Cid' deriva de la transcripción del árabe sayyid, que significa amo o señor. Al servicio de Sancho II (1065-1072), desempeñó un papel fundamental. El Cid, conocido también con el sobrenombre de Campeador, contribuyó a resolver el litigio fronterizo con el reino de Navarra al vencer en un duelo judicial a Jimeno Garcés. Contra Alfonso VI de León, participó en diversas batallas y en el asedio de Zamora, donde murió asesinado su señor. Tras la muerte de Sancho II, el reino de Castilla pasó al monarca leonés Alfonso VI, sobre quien recaía la sospecha de haber participado en el asesinato del Rey castellano. Por ello, Alfonso VI fue obligado a prestar un juramento expurgatorio en Santa Gadea de Burgos delante de El Cid.

En 1074, Díaz de Vivar se casó con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo. Al servicio del nuevo rey Alfonso VI, El Cid fue comisionado para cobrar las parias del reino taifa de Sevilla, labor que ejerció enfrentándose incluso al conde de Nájera, García Ordóñez. Agradecido por ello, al-Mu'tamid de Sevilla pagó las parias debidas y añadió una cantidad para entregar a Rodrigo como premio personal a su actuación. Este hecho, unido al prestigio militar de El Cid, causó la primera ruptura entre éste y su monarca.

Las luchas contra los almorávides

Convertido en un desterrado, Rodrigo entró al servicio de Yusuf al-Mu'tamin de Zaragoza y derrotó al rey aragonés Sancho I Ramírez. La invasión almorávide y la derrota de Alfonso VI en Sagrajas (1086) propiciaron un nuevo acercamiento entre Rey y vasallo, a quien se le encargó la defensa de la zona levantina. Sin embargo, en el sitio de Aledo (1089-1092), El Cid acudió con demora a ayudar a las tropas reales, lo que provocó su segundo extrañamiento del monarca. Asentado en el Levante peninsular, intervino en Valencia en nombre propio, esforzándose por construir un señorío personal. Derrotó progresivamente a sus competidores en esta zona, e incluso apresó al conde de Barcelona, Berenguer Ramón II (1090). Una nueva presión de los almorávides propició otro acercamiento del rey Alfonso VI, cuyos ejércitos fueron derrotados en la batalla de Consuegra (1097), donde murió el único hijo varón de El Cid, Diego Díaz.

En Valencia, la presión norteafricana favoreció una revuelta dentro de la ciudad. Los sublevados entregaron el poder al cadí ibn Yahhaf, que se avino a un compromiso con los almorávides a cambio de la ayuda de éstos para luchar contra El Cid. Las huestes de éste, sin embargo, derrotaron a sucesivas expediciones almorávides. Dentro de la ciudad, una nueva revuelta dio el poder a ibn Wayib, quien dirigió la última resistencia de Valencia, que finalmente capituló en 1094. Poco después de la entrada de El Cid en la ciudad, el cadí ibn Yahhaf fue quemado vivo en la plaza pública y la mezquita resultó transformada en catedral. Establecido ya firmemente en Valencia, se alió con Pedro I de Aragón y con Ramón Berenguer III de Barcelona con el propósito de frenar conjuntamente el empuje almorávide. Las alianzas militares se reforzaron además con vínculos matrimoniales. Una hija de El Cid, María (doña Sol en el poema), se casó con el conde de Barcelona, y su otra hija, Cristina (la Elvira del poema), con el infante Ramiro de Navarra. Tras la muerte de El Cid, ocurrida el 10 de julio de 1099, sin un heredero masculino que hiciera posible su legado, Alfonso VI tuvo que evacuar en 1102 la ciudad de Valencia.

La figura de El Cid y sus hazañas merecieron el honor de protagonizar el primer cantar de gesta de la literatura castellana, el Cantar de mío Cid.



Resumen del Cantar del Mio Cid

Primer Cantar

El Camino del Destierro.

En él se narra cómo el Cid marcha al destierro. Sale de Vivar, y pasa por Burgos, donde su sobrino Martín Antolinez consigue un préstamo de los judíos Raquel y Vidas, contra entrega de dos arcas en las que creen que Rodrigo Díaz guarda sus tesoros, pero que sólo contienen arena. Se dirige luego a San Pedro de Cárdena para despedirse de doña Jimena, su esposa, y sale de Castilla hacia tierra de moros. El Cid realiza diversas conquistas, manda un presente al rey Alfonso VI, y aliado con el rey moro de Zaragoza vence a los moros de Lérida, a quienes ayuda el conde de Barcelona. Este último es vencido por el Cid y posteriormente puesto en libertad.

Segundo Cantar.

Las Bodas de las Hijas del Cid

El héroe se dirige a Valencia, que conquista. Envía un nuevo regalo al rey de Castilla y solicita que su mujer y sus hijas puedan reunirse con él. El rey accede a esta petición e interviene cerca del Cid, concediéndole su perdón, para arrancarle el consentimiento a las bodas de sus hijas con los infantes de Carrión, que las han pedido en matrimonio. El cantar termina con los preparativos de las bodas.

Tercer Cantar

La Afrenta de Corpes

Presenta a los infantes de Carrión en Valencia, en la corte del Cid, donde dan muestras de cobardía, por lo que son objeto de burla por parte de las gentes del Cid.

Piden permiso, ofendidos, para llevarse a sus esposas a Carrión, y en su marcha, al pasar por el robledal de Corpes desnudan y maltratan a las hijas del Cid, y las dejan abandonadas. El Cid pide justicia al rey por la afrenta, y éste convoca cortes en Toledo a las que acuden el Campeador y los infantes. El Cid los desafía y vence y el poema termina anunciando que los infantes reales de Aragón y Navarra solicitan desposarse con doña Elvira y doña Sol.




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Idioma: castellano
País: México

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