Filosofía y Ciencia


Maquiavelo


Niccoló Machiavelli

Maquiavelo nació en 1469, hijo de un hombre de leyes.

Su vida fue consagrada a la teoría y práxis política, la que dedujo de la observación y su experiencia directa de la confusión política. Muy jóven fue nombrado para dirigir la segunda cancillería que estaba a cargo de los asuntos internos de Florencia, pero sus actividades se extendieron a numerosas misiones diplomáticas, tanto con sus vecinos italianos como con los soberanos de Europa.

Del encuentro con el emperador Maximiliano surgió, en 1508, su obra Informe sobre los asuntos de Alemania; de unas misiones con el rey Luis XII nació, en 1510, el Informe sobre los asuntos de Francia; después de pasar un tiempo al lado de César Borgia escribió, en 1503, la Exposición sobre la forma como el Duque de Valentinois derrotó a Vitellozzo Vitelli, Oliverotto de Fermo, el Señor Pagolo y el Duque Gravina Orsini.

En quince años de República Florentina, hasta la vuelta al poder de los Médici, en 1512, tuvo variadas responsabilidades políticas y técnicas, incluyendo la organización de una infantería nacional y de una caballería. Luego, en el año 1513, fue alejado del poder y torturado.

Sólo volverá a sus funciones políticas en el año de 1526, para morir casi de inmediato, en 1527.

Maquiavelo despues de ser desterrado relativamente de Florencia a su casa de campo; fracasó en sus numerosas tentativas para ganar la simpatía de los nuevo amos de Florencia, de Roma y del Papado: la familia Médici.

De este fracaso nacierón De Principatibus, Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio y Historias Florentinas. Con excepción de esta última obra, sus demás escritos fueron publicados después de su muerte.

Su vida misma fue un problema de filosofía política: él representaba el fracaso de su propio pensamiento; se le asocia con el espíritu de eficacia, perfidia y el engaño.

Sin embargo, su existencia fue lo contrario de todo ello, como si los principios y la realidad no pudieran ajustarse. No se puede separar la obra teórica de su fondo histórico.

Maquiavelo no fue un teórico contemplativo; trató de deducir de la práctica política una teoría experimental del Estado y sus actores, fueran éstos príncipes o pueblos.

Maquiavelo piensa lo político según su experiencia; busca comprender no lo que un hombre debe hacer, sino cuáles operaciones son posibles en el mundo de los hombres y sus pasiones, cuáles gestos son los suyos cuando pretenden controlar las cosas , para ser, por fin engañados por ellos mismos. Trató de ver , con claridad y rigor, cuáles son las acciones humanas que podrían impedir el error.

" Mi intención ha sido escribir cosas provechosas para aquellos que podrían entenderlas y me pareció más conveniente seguir la verdad efectiva que las cosas" .

Esta frase es el hilo conductor del pensamiento de Maquiavelo: hay que seguir los hechos; estos son siempre múltiples, las causas lo son también, por ello hay que aprender de la historia.

" Estoy profundamente sorprendido, y afectado, al ver que, para fundar una república, mantener los Estados, gobernar un reino, organizar un ejercito, llevar una guerra, dispensar la justicia, acrecentar un imperio, no hay príncipe, ni república ni capitán ni ciundadano, que aprenda de los ejemplos de la antiguedad".

El conocimiento de la historia vuelve accesible la suerte de las ciudades y ayuda a comprender cuáles son los caminos de la concordia; pero la historia roza a las pasiones, así que hay que analizar la condición humana, que es la base concreta de todo hecho histórico.

Maquiavelo concluye en la inmutabilidad del mundo: éste no cambia, "hay siempre la misma suma de bien y de mal que atraviesan los diversos lugares".

Esta permanencia del bien y del mal es análoga al movimiento de los cuerpos: éstos se mueven según velocidades diversas , pero el movimiento del universo permanece constante; así que las cosas humanas no cambian y el mundo no cambia.

Además, y de antemano, hay que suponer que los hombres son malos y están dispuestos a demostrarlo si la ocasión se presenta. La ciencia política es, antes que nada, una antropología.

No se actúa sobre los hombres, sólo se puede pretender controlar las cosas , las circunstancias y las armas. La maldad no es sólo la carencia de bondad o su opuesto, es, más bien, la amoralidad y la imprevisibilidad de todo hombre. Éste es avaro, insaciable, vindicativo, temeroso, cobarde, sometido, ciego a sus propios motivos, incapaz de racionalizar sus fines.Sin embargo, los hombres son rara vez totalmente buenos o malos; son más bien inconstantes y flexibles; por ello pueden ser integrados en un universo político.No son fieras feroces, su infinito egoísmo los vuelve propios al gobierno civil; se trata entonces de mediocridad.

Hablar de mediocridad sirve; lo que no sirve es decir que son ingobernables y que sólo la fuerza puede legitimizar el poder político: la mediocridad del carácter humano los vuelve aptos para vivir en el seno de las leyes.Pero las pasiones humanas son necias.

Los principios de la historia muestran un género humano necesitado de unirse y de defenderse. Este género humano pasó pronto la experiencia del bien y del mal y se determinó hacer leyes. La necesidad lo obligó a elaborar un orden político.

Maquiavelo decía que no había que recurrir, para comprender de la condición original de la humanidad, a una providencia divina o natural: son las acciones las que inmediatamente se cargaron de sentido, no Dios, ni la naturaleza ni la razón o las pasiones, que estarían actuando asu antojo ...¡ No ! Son los hombres que son libres, que hacen su destino político, según lo permiten las circunstancias, de manera caótica e imprevisible. Aquí reina la necesidad.

Hay una doble contradicción: la de los hombres consigo mismos y la de los hombres con el mundo; por ello Maquiavelo ni siquiera puede garantizar que las cosas que escribe serán provechosas para quienes las entiendan. La esfera política es esencialemente ininteligible; en ella sólo hay hechos, y éstos son - en sí mismos - contradictorios. No hay metodología .

La filosofía política sólo es la interpretación de la historia. No hay anticipación, no

hay plan, no hay modelo.Maquiavelo habla de príncipes: Alejandro, Licurgio, Aníbal, César Borgia; todos han entendido su tiempo. Maquiavelo habla de VIRTÚ:

esto es lo que resume un dirigente.

La VIRTÚ es un concepto difícil; evoca un carácter arudaz, generoso, valiente, pero que conoce el temor a veces violento, pero preocupado de no cometer injusticias vanas; es una virtud de prudencia, aguerrida capaz de medirse con la realidad política. No es tanto una calidad, es más bien una operación; no se mide con la figura del gobernante, sino por la relación de éste con la realidad, y cómo se inscribe en la historia humana a través de lo militar, lo económico y lo político.No todos lo príncipes ni todos los Estados necesitan de la VIRTÚ; algunos heredan de tiempos calmados que se autoconservan.

Maquiavelo se interesa más bien por los tiempos de ruptura, por las políticas fundadoras, por los órdenes nuevos.Ahí se articulan los hechos humanos y los valores del príncipe para orientar el destino de los hombres, sin jamás poderlo cubrir completamente. Ahí se mide la eficacia en relación con las circunstancias.

Maquiavelo observa que la mayoría de aquellos que canalizaron grandes cosas en el mundo y entre los hombres de su tiempo, tuveron principios humildes y oscuros, contrariados por la fortuna. Así que es la circunstancia , no la sabiduría, la que hace a los hombres grandes.La historia no camina hacia ningún fin racional.

Hay una inextricable complejidad de causas y de razones. La extrema confusión se suma a las pasiones y a la necesidad, todo ello se articula. Además, la acción de la FORTUNA, eso es: la suerte, el azar, la vida, sobre los príncipes, no es homogénea. Los grandes hombres serán engrandecidos o rebajados por ella: esto no cambia sus disposiciones, su firmeza de espíritu, su carácter. La FORTUNA no forja ni fabrica a los príncipes fundadores. Son VIRTUOSI a quéllos cuya voluntad resiste a los ataques de la fortuna y que logran crear rupturas políticas en la confusión de los hechos humanos. Así que la acción del príncipe no será moral, sino ordenadora. Todo el problema reside en su relación con su pueblo y con la universalidad de su obra. El justo medio es antinatural. Todo exceso de un lado u otro tiene un precio.

La lección de Maquiavelo es que la VIRTÚ es el justo medio que permite ordenar el desorden de las pasiones humanas, darles un marco formal, jurídico, político, y una explotación paciífica. Esta VIRTÚ no es una ciencia ni un conociemiento claro y controlado , sino, más bien, una intuición profunda del presente. No hay ciencia política: todo está en la eficacia.La primera cualidad del príncipe es la ambición, este órgano natural, amoral e irracional. La ambición anima a los hombres. Es el fundamento de la VIRTÚ y es indispensable para el combate del poder.Esta pasión es violenta, cruel y competente. No hay que condenar toda violencia, pues existe la violencia que restaura y la violencia que arruina. Con sus tácticas, su efectividad, realizan su trabajo político los príncipes fundadores.

En 1521 Maquiavelo escribió EL ARTE DE LA GUERRA; ésta no es una obra militar, sino que habla de lo que el capitán debe encarnar ante los ojos de su soldados.La cristalización final de la VIRTÚ es el "parecer"; es decir, no hay que disociar el fondo de la forma, la imagen de los gobernados tiene de sus gobernantes. La VIRTÚ, del príncipe es saber jugar con esta imagen, parecer cruel sin serlo, liberal o codicioso, religioso o desleal, pero siempre moderado, deslizándose "por grados obligados" de una representación del poder a otra, capaz de evitar el odio de sus súbditos. El príncipe no es un hombre a la vez rasonable y deshonesto; sería más bien político y disimulador. Hará con dignidad y moderación todo lo que le permita establecer y conservar su poder. Está fuera de la normas y es esencialemtne amoral. Su victoria es su medida, el instrumento de su victoria es su parecer, o como lo ven los súbditos, y el nombre que le dan.Todo esto impide una definición moral del gobierno de los hombres, porque su ley está en la interacción de sus pasiones con las de su pueblo y con las de su circunstancia.

La figura maquiavélica no es cínica. Expresa una exigencia política radical: "Si se trata de deliberar sobre la salvacion de la República, un ciudadano no debe detenerse en ninguna consideración de justicia o infusticia, humanidad o crueldad, ignominia o gloria" .La autoridad política produce un orden que garantiza lo derechos; lo que la justicia es la eficacia con la cual asegura a los ciudadanos el poder cumplir con sus necesidades naturales, así como satisfacer sus pasiones privadas. Fundada sobre la ambición natural de los hombres, la legitimidad y el valor de la autoridad política se expresan por lo que los hombres hacen con su libertad.

Pretendiendo dar lecciones a los reyes, Maquiavelo dio lecciones a los pueblos. EL PRÍNCIPE es un libro republicano.

La filosofía política no tiene como tarea el pensar sobre el derecho o la fuerza, sino la relación entre el poder del príncipe y la libertad del pueblo, porque la grandeza de los príncipes reside en la liberación de sus Estados. Si son exelentes, raros y maravillosos, es por que el mandato de la VIRTÚ fue obedecido "en las nuevas leyes y reglas que han inventado". La idea de VIRTÚ no se justifica por el individuo que la encarna, sino por su horizonte político, por su capacidad de transformar radicalmente las condiciones de la historia política.

El príncipe es aquel que logra ordenar el Estado, darle formas jurídicas casi permanentes, como lo fueron las leyes de Rómulo; es el que logra inspirar el respeto "natural" del derecho y, através de éste, el gusto por la libertad.La VIRTÚ de los príncipes les sobrevive. Hay que pensar en la continuidad de la actividad política de los príncipes, es la transferencia de su grandeza, en los sucesores. El genio de un hombre basta para crear una república, pero no para mantenerla. "Un solo hombre es capaz de constituir un Estado, pero la duración de este Estado y de sus leyes será muy corta si la ejecución recae en la manos de uno solo. La forma de garantizarlo es confiar esta ejecución al cuidado de varios". Hay una fatalidad política ligada al carácter finito de la existencia humana. El ejercicio colegiado del poder es un medio para mentener el orden creado por el príncipe.Roma obtuvo su fuerza del enraizamiento primitivo de la VIRTÚ entre sus primeros príncipes. El brillo de la VIRTÚ trasciende la existencia singular de éstos.

El orden del Estado no depende exclusivamente de los gobernantes; éstos se despojan, naturalmente, de su tarea política en el momento en que la cumplen. La continuidad del Estado pasa por la religión.Los príncipes y los jefes de una república tiene el deber de conservar los fundamentos d ela religión de ahí se practica, porque es más fácil conservar unido y por el buen camino a un pueblo religioso. Todo lo que tiende a favorecer la religión debe ser bienvenido , aun cuando se constte su falsedad. Aquello parte del conocimiento de la naturaleza humana.

La religión representa una fuerza natural que, en el seno de la esfera política, permite controlar la pasión y transformarla en orden y en unión política. No importan los contenidos de la fe, sino su conformidad con los proyectos políticos que permiten realizar. "Que jamás la religión parezca herida". Aun cuando es mentirosa, la religión participa del proceso de humanización de los sujetos del Estado, convierte su egoísmo al interés común y su imprevisibilidad al orden del derecho y a la unidad política. La religión mantiene el orden social por que provoca y alimenta el temor. Éste es un "temor saludable", un dispositivo técnico que permite trabajar sobre la credibilidad a la "rusticidad" de los pueblos; la religión es parecida a la mentira piadosa de la cual habla Sócrates en LA REPUBLICA de Platón; es "pedagógica" porque pule la materia bruta de la condición humana y encausa su destino político.Pero es la ley la que asienta, definitivamente, el Estado en su límite real, el de la libertad." Todos los legisladores que han dado constituciones sabias a sus repúblicas han tenido el cuidado esencial de establecer un guarda, un límite a la libertad". La ley constituye el sentido del orden político porque establece un seguridad civil. No hay que ver en la legislación una vuelta a la moral.

Las leyes no son buenas porque son leyes, sino por el orden que permiten instaurar: algunas constituciones y algunas leyes convienen a algunos pueblos, otras les son extrañas. La naturaleza de la ley no es jamás determinada, siempre es relativa: cabe en el corazón de la realidad. Ahora, la vida política obtiene su sentido de las ocupaciones de los ciudadanos, no de cómo se les dirige, y de la libertad, no de la imposición. El papel de la ley no es contrariar las pasiones, sino encausarlas, conviertiéndolas en pasiones políticas.

Maquiavelo escribe:"Jamás los pueblos han acrecentado su riqueza y su potencia como lo hicieron bajo los gobiernos libres". La libertad es la figura más alta, a condición de ser ordenada por la ley; el horizonte político de cada hombre es, ante todo, el incontenible deseo de satisfacer sus propios intereses , adquirir riquezas, acrecentar su potencia."La libertad no es lo que los hombres quieren que sea la libertad".

El pensamiento de Maquiavelo es el de las pasiones políticas, de los príncipes y de los pueblos:"La naturaleza de ambos es absolutamente la misma". No se equivoquen, no crean que el maquiavelismo es un elogio de los poderosos y un desprecio por los pueblos. Todos son despreciables. La grandeza misma es una pasión. Lo que le intersa a Maquiavelo no es saber de qué lado, de los reyes o de los súbditos, se encuentra la legitimidad política. Lo esencial consiste en los procesos de legitimización. Ahí está la gran lección.

Un príncipe, un pueblo, no son nada per se , son lo que hacen de sí mismos. Los Discursos y El Príncipe son textos que no hablan tanto de fundamentos de la república, sino de sus operadores, es decir, de los procesos de fundación y de construcción.

Tampoco se trata de evocar un pasado que podríamos lamentar, sino de mostrar por cuáles vías desviadas se hace la historia.

El fracaso existencial de Maquiavelo le permitió elaborar un pensamiento absolutamente adecuado a la oscura realidad humana.

Cuando lo exiliaron en su casa de campo en San Casciano el poder le hizo falta, pero no utilizó la escritura para ocupar su ocio, sino que la convirtió en un instrumento para reconquistar el poder.

Le quedaba la fuerza de la inteligencia, la capacidad de hacer comprender a los príncipes loque es el poder del cual disponen.

Pasó de la acción a la instrucción; por ello, el maquiavelismo es una pedagogía política y un pensamiento universal.

E l .....P r í n c i pe

- Maquiavelo -

El que no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente.

El Arte de la Estrategia :

.......Todos hemos oido hablar de Maquiavelo, o hemos dicho de alguien "es maquiavélico".

Las citas que a continuación puede ver corresponden al libro El Príncipe. Quizás tras la lectura de estas líneas pueda usted pensar que lo que llamamos "maquiavélico" es en realidad un profundo conocimiento psicológico del ser humano y un gran sentido común.

........La lectura completa del libro es un tratado sobre el arte de la política, y lo que ahí se expone sigue en vigor hoy en día.

Resistencia a los cambios

-Los hombres viven tranquilos si se les mantiene en las viejas formas de vida.

- La incredulidad de los hombres, hace que nunca crean en lo nuevo hasta que adquieren una firme experiencia de ello.

La naturaleza de los pueblos es muy poco constante:

- Resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos.

La venganza

- A los hombres se les ha de mimar o aplastar, pues se vengan de las ofensas ligeras ya que de las graves no puede: la afrenta que se hace a un hombre debe ser, por tanto, tal que no haya ocasión de temer su venganza.

Cuando iniciar el combate

- No se debe jamás permitir que secontinúe con problemas para evitar una guerra porque no se la evita, sino que se la retrasa con desventaja tuya.

Imitar a los grandes hombres

- Un hombre prudente debe discurrir siempre por las vías trazadas por los grandes hombres e imitar a aquellos que han sobresalido extraordinariamente por encima de los demás, con el fin de que, aunque no se alcance su virtud algo nos quede sin embargo de su aroma.

Las recompensas

- Quien cree que nuevas recompensas hacen olvidar a los grandes hombres las viejas injusticias de que han sido víctimas, se engaña.

La crueldad

- Se puede hacer un buen o mal uso de la crueldad. Bien usadas se pueden llamar aquellas crueldades (si del mal es lícito decir bien) que se hacen de una sola vez y de golpe, por la necesidad de asegurarse, y luego ya no se insiste más en ellas, sino que se convierten en lo más útiles posible para los súbditos. Mal usadas son aquellas que, pocas en principio, van aumentando sin embargo con el curso del tiempo en lugar de disminuir.

Las injusticias y los favores

- Las injusticias se deben hacer todas a la vez a fin de que, por probarlas menos, hagan menos daño, mientras que los favores se deben hacer poco a poco con el objetivo de que se aprecien mejor.

- Los hombres, cuando reciben el bien de quien esperaban iba a causarles mal, se sienten más obligados con quien ha resultado ser su benefactor, el pueblo le cobra así un afecto mayor que si hubiera sido conducido al Principado con su apoyo.

Contraer obligaciones

- La naturaleza de los hombres es contraer obligaciones entre sí tanto por los favores que se hacen como por los que se reciben.

La apariencia de las cosas

- La poca prudencia de los hombres impulsa a comenzar una cosa y, por las ventajas inmediatas que ella procura, no se percata del veneno que por debajo está escondido.

Prudencia

- El que no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente.

El arte de la guerra

- Un príncipe que no se preocupe del arte de la guerra, aparte de las calamidades que le pueden acaecer, jamás podrá ser apreciado por sus soldados ni tampoco fiarse de ellos.

Lo que se debe hacer

- Quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende antes su ruina que su preservación.

Generosidad

- Hay que ser liberal con todos aquellos a quienes no quita nada - que son muchísimos - y tacaño con todos aquellos a quienes no da, que son pocos.

- Con aquello que no es tuyo ni de tus súbditos se puede ser considerablemente más generoso. El gastar lo de los otros no te quita consideración, antes que la aumenta.

Castigos

- Con poquísimos castigos ejemplares será más clemente que aquellos otros que, por excesiva clemencia, permiten que los desórdenes continúen, de lo cual surgen siempre asesinatos y rapiñas.

Naturaleza humana

- Se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, simulan lo que no son y disimulan lo que son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todos tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida y los hijos cuando la necesidad está lejos; pero cuando ésta se te viene encima vuelven la cara.

- Los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio.

Evitar el odio del pueblo

- El príncipe debe hacerse temer de manera que si le es imposible ganarse el amor del pueblo consiga evitar el odio, porque puede combinarse perfectamente el ser temido y el no ser odiado.

- El príncipe debe evitar todo aquello que lo pueda hacer odioso o despreciado.

Fidelidad a la palabra dada

- No puede un señor prudente - ni debe- guardar fidelidad a su palabra cuando tal fidelidad se vuelve en contra suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa. Si los hombres fueran todos buenos, este precepto no sería correcto, pero- puesto que son malos y no te guardarían a tí su palabra- tú tampoco tienes por que guardarles la tuya.

Simular y disimular

- Es necesario ser un gran simulador y disimulador: y los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes que el que engaña encontrará siempre quien se deje engañar.

Cualidades del Príncipe

- De ciertas cualidades que el príncipe pudiera tener, incluso me atreveré a decir que si se las tiene y se las observa siempre son perjudiciales, pero sí aparenta tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente, leal, humano, íntegro, devoto, y serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal manera que si es necesario no serlo, puedas y sepas adoptar la cualidad contraria.

Apariencia

- Cada uno ve lo que parece, pero pocos palpan lo que eres.

Delegar las medidas impopulares

- Los príncipes debe ejecutar a través de otros las medidas que puedan acarrearle odio y ejecutar por sí mismo aquellas que le reportan el favor de los súbditos. Debe estimar a los nobles, pero no hacerse odiar del pueblo.

Elección y manejo de consejeros

- No hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender a los hombres que no te ofenden si te dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decírtela te falta el respeto. Un príncipe prudente se procura un tercer procedimiento: elige hombres sensatos y otorga solamente a ellos la libertad de decirle la verdad, y únicamente en aquellas cosas de las que les pregunta y no de ninguna otra.

Entretener al pueblo

- Se debe entretener al pueblo en las épocas convenientes del año con fiestas y espectáculos.

Alianzas

- Hay que guardarse de entablar una alianza con alguien mas poderoso que tu para atacar a otros, a no ser que te veas forzado a ello. La razón es que en caso de victoria te haces su prisionero y los príncipes deben evitar en la medida de lo posible el estar a discreción de los demás.

- También se adquiere prestigio cuando se es un verdadero amigo y un verdadero enemigo, es decir, cuando se pone resueltamente en favor de alguien contra algún otro. Esta forma de actuar es siempre más útil que permanecer neutral, porque cuando dos estados vecinos entran en guerra, como son de tales características que si vence uno de ellos haya de temer al vencedor. El vencedor no quiere amigos dudosos que no lo defiendan en la adversidad; el derrotado no te concede refugio por no haber querido compartir su suerte con las armas en la mano.

Prestigio

- Ayuda también bastante dar ejemplos sorprendentes en su administración de los asuntos interiores, de forma que cuando algún subordinado lleve a cabo alguna acción extraordinaria (buena o mala), se adopte un premio o un castigo que de suficiente motivo para que se hable de él. Hay que ingeniárselas, por encima de todo, para que cada una de nuestras acciones nos proporcionen fama de hombres grandes y de ingenio excelente.

- Hay muchas gentes que estiman que un príncipe sabio debe, cuando tenga la oportunidad, fomentarse con astucia alguna oposición a fin de que una vez vencida brille a mayor altura su grandeza.




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Enviado por:Stephanie Castañeda
Idioma: castellano
País: Guatemala

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