Periodismo
Los guardianes de la libertad; Noam Chomsky y Edward S Herman
LOS GUARDIANES DE LA LIBERTAD
Noam Chomsky & Edward S. Herman
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INTRODUCCIÓN
El libro del que vamos a tratar está compuesto por un breve prefacio, seis capítulos con sus correspondientes subcapítulos, un índice alfabético y un índice de cuadros.
Dado que la composición de la obra está estructurada en capítulos en los que no faltan casos concretos, con nombres y apellidos, y abundantes anécdotas recopiladas por los autores con la evidente intención de demostrar la injusta e incorrecta utilización de los medios de comunicación en favor de intereses ajenos (bien sean estos políticos, económicos o ideológicos) sobre la verdadera finalidad de los medios (informar verazmente sobre el acontecer sin sujeción a otros intereses que la verdad y el derecho del público a estar informado), estructuraremos nuestro resumen no ciñéndonos a la extensión temática de cada capítulo, en un relato de dichos datos específicos que harían esta reseña innecesariamente extensa, sino basándonos en el espíritu último que motivó la edición de este estudio: los diferentes intereses externos, ajenos a la labor comunicativa que amenazan la transparencia y honradez informativas que necesariamente debe haber en los medios de comunicación dignos.
Comenzaremos ya mismo, dentro de esta introducción, a explicitar las ideas principales recogidas en el prefacio, en el que Chomsky y Herman postulan la total independencia de los medios de comunicación de cualquier interés privado o estatal, económico o político ajeno a la esencia democrática que inspira el periodismo como disciplina: “...la obligación de descubrir la verdad e informar de ella, y no reflejar pura y simplemente la percepción del mundo que desearían los grupos de poder”
(Noam Chomsky & Edward Herman. Los guardianes de la libertad. Pág. 11)
Chomsky cree que los medios no siempre han estado al servicio de la verdad sino al de “intereses especiales que dominan la actividad estatal y privada” (Pág 11). Si en Los medios globales de Herman y Mc Chesney se denunciaba la falta de transparencia y el servicio de los medios de comunicación corporativos globales a unos intereses económicos poco favorecedores para el sector público, cuando no excluyentes, en este volumen de Chomsky (pese a estar editado casi una década antes) se dan los datos exactos y concretos de cómo los medios de comunicación estadounidenses han servido muchas veces a intereses poco claros y faltos de la transparencia (esta vez gubernamentales) y cómo adolecen del rigor y la objetividad necesarias para ser considerados unos medios de comunicación dignos y, sobre todo, independientes..
Para ello, Chomsky y Herman acusan a los medios de seleccionar las noticias sobre la base de criterios valorativos determinados por aquellos que ostentan el poder, de realizar actividades propagandísticas de éste desde los contenidos del mismo medio y de refugiarse muchas veces en un autocontrol exacerbado que lleva a la censura o autocensura del periodista que trabaja en dicho medio. Describirán esta situación de los medios como “sistema de mercado dirigido”, donde los intereses del gobierno y su potestad para establecer qué cosas tienen cabida y qué cosas no en la edición diaria así como la exclusión deliberada de la luz pública de hechos inconvenientes provocan injusticias informativas claramente reconocibles en casos como el de la Guerra de El Salvador, Nicaragua o Guatemala propiciados por la existencia anterior de campañas propagandísticas a favor del gobierno de los Estados Unidos.
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EL MODELO DE PROPAGANDA DE LOS MEDIOS
Los medios de comunicación de masas muchas veces obedecen a requerimientos políticos del orden social que intentan, mediante la propaganda de los contenidos de la prensa, la radio o la televisión, mantener vivos en los individuos determinados valores, creencias y códigos de conducta que permitan la perpetuación de ese orden a la vez que ayuden a su integración en las diversas estructuras institucionales.
Cuando los medios obedecen a gobiernos totalitarios o meramente burocráticos donde el control monopolístico sobre estos hace florecer la censura oficial la manipulación de la información es fácil de reconocer. Sin embargo, reflexionan Herman y Chomsky; “cuando los medios de comunicación son privados y no existe censura formal; [...]”
la actuación de un sistema propagandístico sobre los medios de comunicación es mucho más difícil de reconocer, tanto más si ese gobierno que los sustenta es el objetivo principal de sus ataques “y (los medios) se autocalifican enérgicamente de portavoces de la libertad de expresión y de los intereses generales de la comunidad”. (Chomsky & Herman. Los guardianes de la libertad. Pág 21)
Los elementos que integrarían este modelo de propaganda llevado a cabo por los medios serían:
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La concentración de propiedad del propietario del medio y los intereses económicos de las empresas dominantes dentro del ámbito de los medios de comunicación. Éstas suelen constituir verdaderos gigantes mediáticos y están controladas bien por personas muy poderosas, bien por directivos coartados por las limitaciones que el propietario/empresario le impone. Están claramente influidas por los beneficios de mercado y, a su vez, interrelacionadas con otras empresas de su cariz, con los bancos o con el gobierno.
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La publicidad como principal fuente de ingresos de estos medios, pues gracias a su inversión el medio se puede permitir cierta bonanza económica que asegure su continuidad. Sin embargo, la publicidad también crea desigualdad entre los medios pues la desventaja que sufre la prensa obrera con respecto a, por ejemplo, la prensa de información bursátil también es un claro ejemplo de mediación. La lucha por las audiencias y la concentración de público también condiciona al medio pues la publicidad quiere atraerse para sí audiencias lucrativas que les proporcionen beneficios económicos y no audiencias que no posean fuerza económica para consumir.
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La dependencia informativa de los medios del suministro institucional de datos avalados por el gobierno, empresas, expertos u otros agentes de poder. Los medios mantienen una relación de mutuo interés con las fuentes de información del establishment porque ambas se benefician de esta actividad. La fuente difunde su versión “oficial” y el medio se fía de ésta pudiendo asegurar el origen veraz y objetivo de la información. Además, al medio le interesa utilizar información fiable (con garantías) que reduzcan costes en investigación y eviten el posterior gasto en verificación o revisión de una información no clara que pudiera despertar protestas o reclamaciones.
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Las distintas “contramedidas” para castigar y/o disciplinar a los medios de comunicación que nos ocupan. Consisten en distintos mecanismos de queja, amenaza o acción punitiva que, de manera centralizada o local, directa o indirecta, realiza el Gobierno, las autoridades institucionales, los anunciantes (retirando su publicidad o patrocinio), o cualquier otro instrumento del poder político y/o empresarial por considerar que las informaciones vertidas por el medio le perjudican. Los productores de estas “respuestas críticas” se refuerzan recíprocamente consolidando así su dominación sobre los medios en el proceso de gestión de las noticias.
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El anticomunismo como motor ideológico principal de dicho sistema propagandístico. Fantasma temido desde siempre por los propios propietarios de los medios, el comunismo va más allá de una vertiente ideológica distinta de la dominante: representa una seria amenaza para la perpetuación de las posiciones de clase y del status económico superior que los alberga. El anticomunismo es profesado, como una religión, por las clases dominantes y acomodadas de la sociedad obligando a los medios a “esquematizar” en muchos casos sus informaciones impidiendo la completa exhaustividad en el relato informativo.
Cada uno de estos elementos actúa como “filtro” por el que cada noticia ha de pasar desde su recepción en la redacción hasta su posterior publicación o locución en el medio; a veces, la utilización de estos filtros es tan natural que el redactor cree sinceramente estar realizando su trabajo con el rigor y la objetividad necesarias sin darse cuenta de que su criterio sobre la selección de noticias ya está sesgado por intereses ajenos a los de la información.
Estos cinco elementos reducen la gama de noticias seleccionadas y limitan considerablemente las noticias que provienen de fuera del establishment y que, al no tener la garantía de información oficial, pueden ser atribuidas a disidentes, comunistas u opositores de la tendencia oficial partiendo así con una clara desventaja tanto en cuestiones económicas como ideológicas que las desproveen de la credibilidad suficiente para pasar la criba de los medios.
De esta forma la realidad y las informaciones se dicotomizan en función de las campañas de propaganda y descrédito iniciadas por el gobierno o por otra empresa de comunicación hacia otro gobierno u otro medio. Casos como el de la campaña gubernamental estadounidense contra el gobierno de Nicaragua o el iniciado por el Reader´s Digest junto con la cadena de televisión NBC y el archiconocido y prestigioso New York Times para publicitar los crímenes de Pol Pot y el presunto complot soviético para asesinar a Karol Woijtila ilustran este capítulo.
A veces, incluso se emprendían campañas de propaganda y descrédito por parte de la unión entre gobierno y medio. Dado que todas ellas precisan la infraestructura y credibilidad de los medios no parece muy complicado suponer a qué intereses prioritarios obedecían dichas campañas, pues casi todas eran de una única dirección, sin embargo, el complicado y bien urdido sistema de filtros establecido en la prensa estadounidense permitía el total anonimato de los verdaderos intereses que las motivaban.
La utilización de campañas propagandísticas en los medios es apreciable claramente por factores tan consustanciales al periodismo como la calidad, el tono, la elección del estilo literario, el emplazamiento de la noticia o incluso el tamaño del titular de unas informaciones u otras. Esta dicotomización no se realizó de una forma aislada, más bien todo lo contrario, de una manera sistemática para favorecer no sólo los intereses comerciales o publicitarios de según qué anunciante sino para servir fines políticos que no siempre se basaban en la honesta salvaguarda de los valores democráticos.
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LOS CASOS DE LAS VÍCTIMAS DIGNAS E INDIGNAS DE EE.UU
Las informaciones motivadas por víctimas dignas (amigas) o indignas (enemigas), dentro del contexto de propaganda encubierta en los medios, son reconocibles, como ya hemos dicho, además de por otros factores, por su diferencia de calidad.
“Esta diferencia de trato queda patente en el alcance y el carácter de la atención e indignación que reflejan las informaciones.”
(Herman & Chomsky. Los guardianes de la libertad. Pág 81)
Los autores detallan los casos de numerosas víctimas dignas en contraposición con otras indignas que los medios reflejaron durante este período, especialmente tenso de la guerra fría. A saber:
Jerzy Popieluszko; sacerdote polaco asesinado por la policía de su país fue considerado víctima digna de atención por los estadounidenses debido a las continuas fricciones entre los EE.UU. y la esfera comunista soviética (en la cual se inscribía también Polonia) en contraposición con otras cien víctimas religiosas estadounidenses asesinadas en América Latina a las que no se les prestó ninguna atención especial. La sobredimensión del asesinato de Popieluszko vino determinada por dos factores: la víctima había sido asesinada por fuerzas enemigas y se trataba de un juício a los asesinos sobre el cual los periodistas americanos podían informar (y cualquiera diría que ensañarse) con total libertad.
En este caso, como en muchos otros, se apreciaron varios rasgos identificativos y diferenciadores en el tratamiento de la noticia consistentes en:
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La amplitud y reiteración de los detalles del asesinato. Profusión de detalles innecesarios que se repetían constantemente sin la menor necesidad para acrecentar la sensación de injusticia.
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El énfasis en la indignación, la conmoción y las peticiones de justicia. Como consecuencia se logró lo deseado; el despertar de una viva atención occidental que hizo al gobierno polaco adoptar medidas defensivas.
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Las conclusiones y el seguimiento de la noticia. Que inclinaron la balanza hacia el represivo sistema polaco cuando había otros temas de actualidad (como un editorial del New York Times que se quedó sin publicar aunque denunciaba los asesinatos cometidos en El Salvador, otro modelo de terrorismo de estado de la época.)
Rutilio Grande; sacerdote salvadoreño asesinado en El Salvador por la policía de su país fue, junto con otros setenta y dos asesinados, una víctima indigna de la atención de los medios de comunicación estadounidenses que apenas le dedicaron un total de ocho artículos en los meses en los que ocurrió la matanza.
Óscar Arnulfo Romero; arzobispo de El Salvador asesinado por las fuerzas militares del gobierno represivo salvadoreño por su oposición abierta al régimen. Fue una víctima indigna de la atención de los medios, hasta tal punto que, en la prensa estadounidense, se le llamo activista debido a su oposición a la alianza que el ejército y los oligarcas de El Salvador iban a realizar con el beneplácito de la política exterior estadounidense.
El caso del arzobispo Romero fue largo y complicado pero, aunque hubo medios, nunca se le llegó a aclarar a la opinión pública quién o quiénes fueron sus verdaderos asesinos.
El gobierno estadounidense, que respaldaba políticamente al gobierno de El Salvador, no podía asumir que la violencia de sus fuerzas paramilitares era la culpable de semejante acción pues era la misma violencia que este gobierno utilizaba para aterrorizar a la población.
Otros casos de lo que Herman y Chomsky tipificaron como víctimas dignas e indignas (en este caso indignas) fueron las violaciones y asesinatos de cuatro religiosas estadounidenses a manos de la Guardia Nacional de El Salvador, cuya brutal muerte pasó completamente inadvertida entre los medios estadounidenses, sin duda, por la misma causa que en el caso del arzobispo Romero, atendiendo a intereses políticos o militares que silenciaron la verdadera versión (ni exagerada ni minimizada) de los hechos. Si en el caso de Popieluszko resaltábamos tres rasgos identificativos de las informaciones de la fecha que nos hacían sospechar intereses no muy claros, en este caso podemos diferenciar otros tres prácticamente enfrentados:
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La omisión de detalles en la muerte de las religiosas: los medios estadounidenses se limitaron a relatar la sucesión de los posibles hechos sin ninguna muestra del patetismo del que tanto hicieron gala cuando Popieluszko fue asesinado.
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La ausencia de indignación y de las demandas de justicia que, por otra parte, tan insistentes habían sido en el caso del padre polaco.
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La falta de entusiasmo por la búsqueda de responsabilidades en las grandes esferas. De hecho, los medios de comunicación ni siquiera se hicieron eco de la evidente conexión entre los asesinos y el gobierno de El Salvador, puesto que, como ya habíamos dicho, en aquellos momentos la política exterior estadounidense era de posiciones cercanas a la salvadoreña.
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ALGUNAS CONCLUSIONES
Una vez conocidos algunos de los casos informativos en los que la opinión pública americana se vio claramente manipulada podemos establecer algunas conclusiones que Herman y Chomsky, junto con otros casos de control informativo por parte del poder gubernamental en respaldo de la política exterior norteamericana. (Tens
a situación política de Nicaragua y Guatemala, junto con las guerras de Indochina, Laos y Camboya)
Vemos cómo el “propósito social” de los medios de comunicación estadounidenses en la aplicación de sus modelos de propaganda y descrédito fueron la defensa del orden económico, social y político de los grupos privilegiados de poder dominantes del Estado. A través de la selección sistemática de temas, la distribución de intereses, el filtrado de informaciones, el distinto énfasis y tono que se le imprime a una u otra comunicación y el mantenimiento del debate político dentro de los límites razonables los medios de comunicación de masas cumplen el propósito social que sus respectivos poderes económicos y fácticos, en beneficio de sus propios intereses y no de l interés público, les hayan previamente marcado.
Herman y Chomsky aduce que esta instrumentalización de los medios para lograr fines propios, o cuanto menos parciales, alejados del bien social se dio con una total subordinación de los medios de comunicación (los supuestamente encargados de vigilar el proceso político) incluso en aquellos casos en los que la administración y los sectores más conservadores reprendieron a la prensa por su “exuberante dependencia y desafío a la autoridad” (Herman y Chomsky. Los guardianes de la libertad. Pág 342) como fue el caso sobre la ofensiva del Tet, el caso Watergate o en la fase final de la guerra del Vietnam.
La falta de celo investigador e interés, el conformismo y comodidad de los medios y sus periodistas que preferían muchas veces callar antes que denunciar la verdadera naturaleza de las informaciones por no buscarse problemas han ayudado a que, de forma regular, se cometieran violaciones sistemáticas de las leyes constitucionales del país (la tan cacareada Primera Enmienda que defiende el derecho a la libre circulación de la información) así como una perversión deplorable de los medios de comunicación social cuyos servicios fueron utilizados para la salvaguarda y consecución de bienes económicos privados de las élites y en ningún caso como servicio público a la sociedad.
A diferencia de los sistemas de medios de los Estados totalitarios de la Guerra Fría, duramente represivos y con grandes dosis de censura, los medios de comunicación norteamericanos permitían y fomentaban el debate público, la discrepancia e incluso la disidencia siempre que ésta se mantuviera dentro de unos límites. Precisamente los mismos límites que constituían la base de consenso de la élite que dominaba la información.
Cuando los gobiernos presionan a los medios de comunicación para ocultar datos y hechos relevantes para la actualidad política al público receptor de un estado se aseguran la no-discrepancia de los hechos, lógicamente, y además la imposibilidad de que los medios o el público ejerzan ningún tipo de ejercicio soberano al intentar participar en el proceso político de su país a través de las instituciones públicas.
Personalmente considero que el mal uso de los medios de comunicación, bien sea bajo el designio de intereses políticos, económicos o mediáticos, es una de las peores perversiones que pueden darse en el seno de una sociedad democrática.
Los distintos estadíos de la Historia nos demuestran cómo la lucha por el poder de los medios de comunicación social es una de las más arraigadas entre los gobiernos capitalistas y de tinte conservador, donde se benefician los intereses de clase en perjuicio del beneficio público o común de la sociedad y, aún encima, se pretende que parezca precisamente lo contrario.
Para terminar recordaré a uno de los autores de este libro, Edward S. Herman, que, ante la posible esperanza de superar la globalización mediática, empresarial y económica en la que actualmente estamos inmersos aconsejó “no dejarse arrollar, ni perder la eficacia a causa de impotencia o cinismo.” Y, tal y como le seguía en las líneas otro de los autores de este libro, Noam Chomsky; “cuando uno actúa como si no hubiera posibilidades para el cambio, está garantizando que no habrá cambio alguno”.
(Noam Chomsky en una cita de Edward S. Herman y Robert Mc Chesney. Los medios globales; los nuevos misioneros del capitalismo corporativo.Madrid. Cátedra. 1997)
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Enviado por: | Elodie |
Idioma: | castellano |
País: | España |