Deporte, Educación Física, Juegos y Animación


Las Olimpiadas


Juegos de la antigüedad

La historia de los Juegos Olímpicos se inició al año 884 antes de Jesucristo en Olímpica, la cuna del deporte. Según el historiador Pausanias, los eleos, descendientes de los primeros pueblos que, alrededor del año 2500 a. C., se establecieron en Olímpica, tuvieron un rey, el primero conocido, llamado Atlio.

Los juegos que se organizaban en esa región griega pasaron a llamarse Atla y atletas, por extensión, a sus participantes. El hijo de Atlio, el rey Endimión, organizó una carrera entre sus tres hijos varones para decidir quién sería su sucesor. Y a Herakles (Hércules), el héroe tebano protagonista de los 12 trabajos escenificados en las metopas del Templo de Zeus en Olímpica, se le atribuye la organización de unos juegos en esta ciudad.

Aunque resulte casi imposible determinar el momento preciso del origen de las competiciones, hay dos puntos históricos de importancia. El primero se produjo en el año 884 a. C., cuando se firmó un tratado entre Ífito, rey de los Eleos; Licurgo, en nombre de Esparta; y Cleóstenes, rey de Pisa, para declarar inviolables el territorio de Olímpica y a todos los peregrinos y atletas que acudieran a esos juegos, desde dos meses antes de su comienzo. Era la denominada Pax Olímpica.

El segundo hecho de importancia se produjo el año 776 a. C., ya que ése fue el año en el que comenzó la regularización cronológica y se escribió por primera vez un resultado oficial. Así se inició la historia olímpica. Y a partir de ese momento se llamará Olimpiada al periodo de cuatro años que separaba los Juegos que se celebraban en Olímpica, en honor de Zeus.

Los Juegos Olímpicos conocieron su máximo esplendor en el periodo clásico (siglos V y IV a. C.) donde incluso la elite del pensamiento y del arte atenienses se reunía en Olímpica durante los Juegos. Pitágoras, Platón, Aristóteles y Fidias eran algunos de sus habituales. Igualmente, la política y la religión empezaron a jugar un papel relevante en la historia de los Juegos, disminuyendo su base espiritual y aumentando su carácter profesional.

Las guerras entre pueblos, tanto en el primer periodo como en el helenístico o el romano, hicieron que en el año 323 a. C. ya se vislumbrase que no había manera de salir de una profunda crisis, que acabó en el año 393 d. C., con la prohibición de celebrar los Juegos, por considerarlos un rito pagano. El emperador romano Teodosio II ordenó la destrucción del Templo de Zeus en Olímpica, en el año 426 d. C. y dos terremotos acabaron con las pocas cosas que quedaban en pie, ya durante el siglo siguiente, el VI de nuestra era.

Durante el siglo XIX se descubrieron las ruinas de la vieja ciudad de Olímpica y esto reavivaría el interés por los Juegos Olímpicos. El francés Pierre de Fredi, más conocido como barón de Coubertin, sería el impulsor de su reinstauración histórica.

Atenas 1896

El barón de Coubertin quiso restablecer los Juegos Olímpicos, aglutinando esfuerzos políticos, económicos y también de ideales deportivos. Sólo de esta manera consiguió su objetivo. Logró que la Casa Real helena acogiera el proyecto de reinstaurar los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia. El rey Pablo de Grecia se identificó con los Juegos y, juntamente con el millonario Demetrius Vikelas, Coubertin consiguió el dinero indispensable y, posteriormente, el fervor popular.

Así fue como el 6 de abril de 1896, en plena ebullición de la técnica, del nacimiento del deporte, de la resurrección del espíritu agonístico y del culto a la perfección corporal, Pierre de Fredi, barón de Coubertin, vio plasmados sus sueños de restablecer los Juegos Olímpicos, al rescatarse las ruinas de Olímpica y al crease los primeros comités olímpicos nacionales.

En los primeros Juegos de la Era Moderna, que se llevaron a cabo del 6 al 15 de abril de 1896, participaron 311 deportistas, de 13 países (Australia, EEUU, Chile, Gran Bretaña, Hungría, Alemania, Suiza, Austria, Francia, Suecia, Dinamarca, Bulgaria y Grecia), compitiendo en nueve deportes (atletismo, natación, gimnasia, pesas y halteras, lucha, esgrima, tenis, ciclismo, y tiro), con un total de 43 pruebas. De los 311 atletas, sólo 88 eran extranjeros. Así pues, no es de extrañar que la gran mayoría de las medallas fueran a parar a manos griegas, aunque tanto Estados Unidos como Alemania también consiguieron unos buenos resultados.

En cuanto a la participación, los atletas no podían ser elegidos por unos comités olímpicos nacionales que aún no existían o acababan de crearse y por ese motivo fueron los clubes los que decidieron acudir, aunque también se produjeron iniciativas puramente privadas. Así se explica que cuatro países no tuvieran más que un representante.

Esos primeros Juegos de la Era Moderna no suscitaron gran interés fuera de Grecia ni hubo marcas de relieve, pero ya se había colocado la primera piedra, la fundamental. La segunda e inmediata fue que los Juegos Olímpicos no se organizaran siempre en el mismo país, convirtiendo así los JJOO en universales.

El gran protagonista de los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna fue el pastor griego Spiridon Louis, vencedor de la primera maratón, con un tiempo de 2 horas 58'50''.

París 1900

Los segundos Juegos Olímpicos, organizados en la ciudad del barón de Coubertin, París, estuvieron marcados por la pésima organización, por sus cinco meses de duración (del 20 de mayo al 28 de octubre de 1990) y por estar enmarcados dentro de la Exposición Universal. Actualmente, aún existen dudas sobre la oficialidad de muchas pruebas. En ellas, compitieron 1.330 deportistas, entre los cuales figuraban, por primera vez, once mujeres. Con 22 naciones representadas y 18 deportes en competición, Francia, EEUU y Gran Bretaña, encabezaron el medallero oficial.

La gran desgracia de estos Juegos Olímpicos fue su coincidencia con la Exposición Universal, ya que el comisario de la misma, Alfred Picard, tenía unas ideas totalmente diferentes a las del barón de Coubertin. Pensaba que los ideales olímpicos no importaban en absoluto: todo tenía que estar supeditado al espectáculo de las manifestaciones y no era relevante el tipo de manifestación o actividad. Era igual que fueran actividades estrictamente deportivas como exhibiciones de globos, carreras de sacos o concursos de palomas mensajeras. No importaba que en las competiciones se juntaran profesionales con aficionados, incluso se fomentaba su mezcla, para así aumentar la curiosidad del espectador.

El barón de Coubertin intentó mejorar la situación contando con el apoyo de la iniciativa privada, pero se olvidó de la incipiente federación que controlaba lo mejor del deporte francés, que le retiró su apoyo. Así, tuvo que acogerse al marco de la Exposición Universal, donde la gran magnitud de actividades hacía que las competiciones deportivas quedaran minimizadas y no contaran, así, con el apoyo popular.

La segunda edición de los Juegos Olímpicos fue un auténtico desbarajuste, muchos de los participantes ni siquiera sabían si estaban compitiendo en una prueba olímpica, ya que éstas se presentaban como concursos, festivales y reuniones internacionales, sin ningún tipo de nexo en común y casi siempre con una inscripción abierta. La polémica era continua, las normativas no existían, o si existían se anulaban y reinventaban a conveniencia de unos cuantos.

Aunque durante el cambio de siglo la publicidad se había puesto en marcha, la Exposición Universal ensombreció tanto esos JJOO que no hubo ni siquiera cartel oficial. Tan sólo se conservan algunos carteles que hacen referencia a los concursos específicos, dentro del marco de la Exposición, aunque pertenecieran a los Juegos.

A pesar de que el número de naciones y de deportes en competición aumentó, la trascendencia de la edición de los Juegos Olímpicos fue menor que la anterior.

Ray C. Ewry fue el protagonista de los Juegos Olímpicos de 1900, 1904, 1908 y también de los Juegos Panhelénicos de 1906, celebrados en Atenas. Este estadounidense consiguió, entre todas sus participaciones, ocho medallas de oro. Y si no gozó de mayor popularidad fue porqué sus pruebas (saltos de longitud, altura y triple salto sin impulso) dejaron de celebrarse poco tiempo después. La última de ellas ya no se disputó en Londres-1908.

San Luís 1904

Los terceros Juegos Olímpicos se celebraron entre el 1 de julio y el 23 de noviembre de 1904 en la ciudad estadounidense de San Luis y se vieron marcados por unas atípicas circunstancias. El lugar elegido en mayo de 1901, por unanimidad entre los miembros del Comité Olímpico Internacional, fue Chicago e incluso estaban determinadas las fechas: del 12 al 25 de septiembre. Pero la realidad iba ser diferente.

San Luis preparaba su Feria Mundial para 1903, que por cuestiones económicas tuvo que aplazar a 1904, con lo que entraba en competencia con los Juegos de Chicago. James O. Sullivan (presidente de la Amateur Athletic Union), contrariado por no haber sido designado miembro del COI, fue el instigador del cambio. Los responsables de San Luis amenazaron con cancelar las pruebas previstas en la Feria Mundial y Chicago, por su parte, ofreció cambiar los JJOO al año 1905. Finalmente el tema se convirtió en un asunto de Estado y el presidente Theodore Roosevelt, un personaje interesado por el deporte, decidió en 1902 que sería San Luis quien albergara los Juegos Olímpicos de 1904.

La lejanía y el alto valor del coste del viaje determinaron que los JJOO fueran casi un tema absolutamente americano. De los 687 participantes sólo 51 vinieron de Europa. Hubo una drástica reducción, tanto en el número de participantes como en el número de países: 12 naciones frente a las 22 de París y 687 atletas frente a los 1.330 de cuatro años antes. Tan sólo en natación, la presencia extranjera se impuso: el húngaro Zoltan Halmay ganó en 50 y 100 yardas, y el alemán Emil Rausch, en los 800 y en la milla.

Los Juegos Olímpicos de San Luis no estuvieron en absoluto respaldados por el Comité Olímpico Internacional. Mientras, los habitantes de la sede olímpica se volcaron en esa feria-espectáculo, que más que deportiva fue comercial y circense. El presidente del COI y casi la totalidad de sus miembros ignoraron estos JJOO. Tan equivocada fue la elección de integrar estos JJOO dentro de la Feria de San Luis, que el húngaro Ferenc Kemeny, al informar a Coubertin, explicó: No sólo he estado presente en una manifestación deportiva sino también en una feria donde había deporte, timadores y monstruos que eran exhibidos como diversión.

La capital de la Luisiana añadió a la historia olímpica una extraña competición de dos jornadas, los ³Anthropological Days², dos días de competiciones paralelas, para razas consideradas inferiores. En ellas, tomaron parte negros, indios, filipinos, turcos, sirios y algunos pueblos aborígenes africanos.

Hay que nombrar, sin duda, el primer gran escándalo del olimpismo moderno, que tuvo lugar en la prueba de la maratón. Esta prueba contó con 31 participantes, todos americanos, excepto el griego Demeter Velouis (que acabó sexto) y el cubano Félix Carvajal (quinto). El recorrido de la maratón pasaba por caminos polvorientos, a través de colinas con alturas de más de 100 metros. El escándalo se produjo cuando el estadounidense Fred Lorz fue el primero en llegar a la meta, sin casi rastros de polvo en su cuerpo y totalmente fresco. Viéndose envuelto en vítores y fotografiado junto a la hija del presidente de los EEUU, Lorz no se atrevió a decir que, víctima de fuertes calambres, había abandonado en el kilómetro 5 y que fue recogido por un automóvil que cerca de la meta se averió. Lorz, por diversión decidió continuar a pie hasta la meta. Thomas J. Hicks llegó 15 minutos más tarde, empapado en sudor y con paso tambaleante, y fue sólo entonces cuando se supo la verdad.

Atenas 1906

El mal sabor de boca que dejaron los Juegos Olímpicos de San Luis determinó que parte de los miembros del Comité Olímpico Internacional pidieran que los JJOO se celebraran siempre en Atenas. Sin embargo el barón de Coubertin se opuso a esta idea y finalmente se llegó al compromiso de que la capital griega albergaría unos Juegos Extraordinarios (los Juegos Panhelénicos), pero sin el patrocinio del COI.

La primer y única edición de esos Juegos Panhelénicos, se llevó a cabo en 1906. Coubertin y sus seguidores, descontentos con la marcha de los JJOO hasta entonces y tras la farsa de San Luis, esperaban un cambio de fortuna que les permitiera reafirmarse en su idea de que los Juegos Olímpicos significaban una cita amistosa para la juventud del mundo entero. Tampoco en Atenas iban a ver cumplido su deseo.

Atenas-1906 debió cancelar varias de las pruebas programadas y pasó a la historia del deporte olímpico como una simple peripecia sin significado. Quizá el hecho más importante acaecido en la capital griega (los Panhelénicos se disputaron del 22 de abril al 2 de mayo) fuera la renuncia de Roma a albergar los cuartos Juegos Olímpicos.

Ray C. Ewry fue el protagonista de los Juegos Olímpicos de los Juegos Panhelénicos de 1906, celebrados en Atenas. Este estadounidense consiguió, entre todas sus participaciones, ocho medallas de oro. Y si no gozó de mayor popularidad fue porqué sus pruebas (saltos de longitud, altura y triple salto sin impulso) dejaron de celebrarse poco tiempo después. La última de ellas ya no se disputó en Londres-1908.

Londres 1908

Tras la renuncia de Roma a albergar los JJOO, el barón de Coubertin y el COI se dirigieron a Inglaterra, la patria del deporte, convirtiéndose Londres en sede de emergencia de los cuartos Juegos Olímpicos de la Era Moderna. Y fue precisa la organización del Imperio Británico para restaurar la credibilidad y dignidad del movimiento olímpico. Ello no excluyó que tuvieran unos cuantos problemas.

Los JJOO volvieron a estar ligados a otra Exposición Universal, por última vez, y se celebraron del 27 de abril al 31 de octubre de 1908, aunque la mayoría de competiciones fueron en el mes de julio. La prolongación hasta octubre fue causada por la celebración de una prueba invernal, la de patinaje sobre hielo, precursora de los Juegos Olímpicos de Invierno, que se disputarían en Chamonix (Francia), en 1924.

En Londres-1908 intervinieron 22 países con 2.035 deportistas y por primera vez se llevó a cabo el desfile de los participantes, tras la bandera de su país, en la ceremonia inaugural. Londres tuvo excelentes instalaciones deportivas, pensadas únicamente para esos Juegos, como un estadio con capacidad para 90.000 espectadores y una piscina de 100 metros de ancho.

Por contra, la parcialidad de los árbitros británicos provocó problemas temporales entre EEUU y Gran Bretaña, en atletismo, esgrima, boxeo... Pese a ello el espíritu olímpico se conservó. Fue durante estos JJOO que empezó a hacerse popular la frase “lo importante es participar”, enunciada por un arzobispo estadounidense en el año 1904 y repetida por el Barón de Coubertin tras la dramática maratón de esos JJOO.

Como sucedió en San Luis, la prueba de maratón volvió a ser tema de polémica. La distancia exacta era de 42,195 Kilométros y participaron 56 deportistas. Dorando Pietri iba en segundo lugar en la carrera, avanzó al sudafricano Charles Hefferson, que se vino abajo físicamente y marchó solo hacia la meta. Pero al llegar a la puerta del estadio estaba prácticamente al borde el colapso. Entró en la pista equivocando incluso la dirección, cayendo dos veces y ayudado y llevado literalmente hasta la meta. Pietri no vio llegar al estadounidense John Hayes, de 19 años, que fue proclamado ganador tras dictaminar el jurado que Pietri había recibido ayuda. Al día siguiente la reina Alexandra, apenada, hizo llamar a Dorando Pietri y le entregó una copa de oro, idéntica a la atribuída al ganador del maratón.

En las 27 pruebas de atletismo hubo un duelo constante entre estadounidenses y británicos, con un saldo final de 16 victorias para EEUU y 8 para Gran Bretaña.

Estocolmo 1912

La cita sueca que se llevó a cabo en Estocolmo, entre el 5 de mayo y el 22 de julio de 1912, propició una organización técnica admirable, un ambiente total de camaradería entre los atletas del mundo entero y un protagonismo absoluto de los participantes. En definitiva, un acontecimiento histórico para el futuro del movimiento olímpico, que hizo realidad todo aquello con lo que soñaba el barón de Coubertin. Participaron 2.547 atletas (57 mujeres, todas participantes de natación, pese a la conocida oposición de Coubertin a la presencia femenina), representando a 28 países de los cinco continentes del mundo.

A pesar de ello, en Estocolmo se vivió la primera muerte de un competidor en pista, el portugués Francisco Lázaro; la descalificación de una de sus estrellas, el indio-americano, Jim Thorpe, que sólo rescató sus medallas después de muerto; y los primeros indicios del falso amateurismo, protagonizados por Jean Bouin.

Fueron los primeros JJOO que contaron con la ayuda de la técnica: hubo cronometraje semieléctrico y ³foto-finish² en cada llegada. Todo este avance iba a ser truncado por la Primera Guerra Mundial, dos años más tarde. Aunque se estaban viviendo momentos históricos intensos, el espíritu olímpico, la unidad y la fraternidad entre todos los deportistas de la tierra, se vivió dentro y fuera de la competición.

Las pruebas de atletismo suscitaron, como siempre, toda la atención. Los estadounidenses dominaron claramente estas pruebas, adjudicándose 16 de las 28 medallas en liza. Pero, esta vez, el máximo contrincante lo encontraron en Finlandia, que con 2,5 millones de habitantes y ya no dependiente de la Rusia zarista, obtuvo seis medallas de oro. La mitad de ellas, de mano de Hannes Kolehmainen, quien en pocos días ganó las pruebas de 5.000 y 10.000 metros, la carrera de 8 kilómetros campo a través y su serie de los relevos de 3.000 metros. Aunque el momento mágico de esos JJOO fue cuando rebasó al francés Jean Bouin, en los 30 metros finales de los 5.000 metros.

El segundo deporte favorito de estos quintos Juegos fue el fútbol, en el que intervinieron once equipos, todos ellos europeos. La gimnasia tuvo un gran atractivo y en la natación tuvo un importante papel el hawaiano Duke Kahanamoku que, con su perfeccionado estilo libre, el crawl, ganó la prueba de 100 metros con un crono extraordinario (1'03''04).

El protagonista principal de estos Juegos, Jim Thorpe, un indio nacido en Shawnee (Oklahoma), se impuso en el pentatlón y ganó cuatro de las cinco pruebas, y también en decatlón, con casi 700 puntos de margen sobre el segundo clasificado. Se le consideró el atleta más completo del mundo, regresando a EEUU con la aureola de héroe. Dos meses más tarde, alguien filtró a un periódico que Jim Thorpe había jugado como profesional en equipos de béisbol. Thorpe no lo negó. El COI, seis meses más tarde, le retiró sus dos medallas. El final de Jim Thorpe fue triste y murió en la ciudad de Los Ángeles, reclamando justicia. La rectificación del Comité Olímpico Internacional tardó 72 años en llegar.

Amberes 1920

Después de la cita sueca de 1912, el estallido de la Gran Guerra (1914-1918) impidió que los sextos JJOO, que tenían que celebrarse en Berlín cuatro años más tarde, se llevaran a la práctica. La ciudad belga de Amberes tuvo el honor de albergar la séptima edición de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna, como compensación a las enormes penalidades que el pueblo belga había sufrido durante la primera Gran Guerra.

Como siempre, el barón de Coubertin se apoyó nuevamente en una familia real, la belga, y en la aristocracia de ese país y en el fácil simbolismo de un país víctima de la guerra, para proseguir su cruzada en pro del olimpismo. Aunque los JJOO que en ella se organizaron se malllamaron los “Juegos de la Paz”, ya que a los estados que habían formado el bando perdedor de la guerra (Austria, Bulgaria, Rumanía, Hungría, Alemania, Turquía y Rusia) no se les dejó participar.

Pese a ello, los Juegos Olímpicos de Amberes, que se celebraron entre el 20 de abril al 12 de septiembre de 1920, tuvieron una cifra de participantes superior a la de ocho años antes: 2.607 deportistas, gracias a que las mujeres iban entrando poco a poco en las competiciones, en un número mayor de especialidades (patinaje sobre hielo, natación, tenis y tiro con arco).

Con tan sólo 18 meses de tiempo, los belgas tuvieron que organizar unos JJOO. Las fuerzas vivas de la ciudad, comerciantes, exportadores y tratantes de piedras preciosas, coordinadas por la sabia mano del conde de Baillet-Latour, realizaron, pese a todas las dificultades, un admirable esfuerzo.

Durante los ocho años en los que no hubo Juegos Olímpicos, el COI aprovechó para reestructurar la organización y concretar su programa definitivo. Así, en Amberes se pusieron en práctica por vez primera dos ingredientes protocolarios que quedarían definitivamente instaurados para las ediciones futuras: la bandera que representa los cinco continentes unidos al movimiento olímpico (cinco aros de color azul, amarillo, negro, verde y rojo sobre fondo blanco), y el juramento olímpico, leído por primera vez por el esgrimista, waterpolista y reputado periodista belga Victor Boin, donde se dejaba bien claro que los deportistas competían “por el honor de nuestros países y por la gloria del deporte”.

En cuanto al plano estrictamente deportivo, 150 pruebas cubrieron los 22 deportes previstos en el programa (resaltar que se estrenaba la lucha libre, se despedía por su parte la lucha con cuerda y ya había sido suprimido el salto sin impulso). Cabe destacar la aparición de Paavo Nurmi, “el finlandés volador”, y la del velocista estadounidense Charlie Paddock.

Nurmi consiguió el oro en la carrera de 10.000 metros y repitió oro en cross individual y por equipos. Charlie Paddock era un atleta formidable, con vocación natural para las largas distancias, pero decantado finalmente a instancias de su padre por las 100 y 220 yardas, y se haría especialmente famoso por el salto que realizaba cuatro metros antes de la línea de meta, procedimiento que en más de una ocasión le supuso la victoria, como en la final de 100 metros, en donde alcanzó la medalla de oro. También obtuvo otro triunfo en los 4 x 200 metros, y el segundo puesto en los 200.

La “furia española” se mostró en Amberes como una de las grandes muestras de la participación olímpica española, en una época que conoció el primer gran triunfo de su selección de fútbol. Tras no pocas vicisitudes, la selección española logró el galardón plateado, tras vencer a Holanda. El portero Ricardo Zamora fue el gran protagonista de los partidos de España. Definido por los periodistas como “deportista desconcertante”, la realidad es que la gran técnica y su serenidad en la situaciones comprometidas le convirtieron en una de las mayores leyendas del fútbol español.

PARÍS 1924

La inevitable intromisión de la política en el deporte alcanzó uno de sus primeros momentos en la celebración de los Juegos Olímpicos en París, en 1924. La selección de París como sede anfitriona de los Juegos Olímpicos era, parcialmente, un intento de lavar la cara al ridículo protagonizado por la capital francesa en 1900.

El recuerdo de la Gran Guerra estaba especialmente presente en la mente de los franceses. El ambiente era extraordinariamente enrarecido y eso se plasmaría en las constantes muestras de comportamiento incívico, antideportivo y a menudo xenófobo del público francés, que se mostró especialmente irritado con los deportistas estadounidenses. Las muestras del “savoir faire” francés no existieron: abucheos durante la audiencia de los himnos de naciones extranjeras, así como incidentes incontables durante las competiciones de boxeo y esgrima.

Alemania no hizo acto de presencia, argumentando falta de seguridad para los componentes de su delegación. Una decisión hasta cierto punto justificable pues, el año anterior, el gobierno de París había decidido ocupar la región alemana del Rühr.

Los Juegos Olímpicos se celebraron del 4 de mayo al 27 de julio de 1924, con una aceptable presencia de 2.956 hombres y 136 mujeres, representando a 44 países y compitiendo en 20 deportes.

Para esta edición se construyó un nuevo estadio en Colombes, con capacidad para 60.000 espectadores y con una cuerda de 500 metros. Tanto la construcción del estadio en las afueras de París como la celebración de las pruebas de natación en la piscina de Belle Epoque de Les Tourelles, fueron criticadas.

Esto no fue impedimento para que la natación acabara convirtiéndose en uno de los mayores atractivos de esta cita, especialmente gracias a la eclosión de Johnny Weissmuller, que triunfó en los 100 metros libres, en 400 y en el relevo. Además de impactar por sus resultados, Johnny Weissmuller fue apodado acertadamente como “míster crawl”, ya que introdujo mejoras remarcables en el estilo libre: un giro de cabeza para respirar al margen del movimiento de los brazos, así como un mayor uso de las piernas, ya básico para la natación moderna.

En atletismo se repartían el protagonismo el “finlandés volador”

Paavo Nurmi y los “carros de fuego” británicos, una escuadra de atletas realmente formidable, que puso en entredicho la hasta entonces apabullante superioridad de los EEUU. Paavo Nurmi confirmó su actuación de Amberes y ganó cinco medallas de oro (1.500, 5.000, cross individual, cross por equipos y el relevo de 3.000 metros por equipos). Los dos deportistas británicos más destacados entre los “carros de fuego” fueron Harold Abrahams, oro en 100 metros lisos, y Eric Lidell, medalla de bronce en los 200 lisos y ganador de los 400. Por último, el británico Douglas Lowe triunfó en los 800.

Amsterdam 1928

Tras el fracaso de organización y antideportividad con que se saldaron los Juegos Olímpicos de París-24, la prensa europea y estadounidense pidió la supresión de éstos. Pero en 1928, y con plena normalidad, se celebraron del 17 de mayo al 12 de agosto los Juegos Olímpicos de Amsterdam. Fueron los últimos JJOO cuyo desarrollo se prolongó muy por encima de las dos semanas que, a partir de la siguiente edición, se estableció como duración habitual.

Compitieron 46 países, con 2.724 hombres y 290 mujeres, en 17 disciplinas deportivas. Las mujeres lo hicieron por primera vez en atletismo, donde compitieron en cinco pruebas: 100, 800 y 4 x 100 metros, salto de altura y lanzamiento de disco. La polémica surgió en el momento en que se juzgó demasiado dura la prueba de 800 metros. Después de la final, varias participantes quedaron exhaustas y algunas de ellas tuvieron que recibir asistencia médica.

Parte de la prensa y algunos miembros de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) aprovecharon para exigir que se prohibiera a las mujeres competir en distancias superiores a los 200 metros, consiguiendo que hasta 32 años después, en Roma-60, no se volvieran a realizar. Asimismo, cabe citar el retorno a la competición de Alemania y Austria, después de la Primera Guerra Mundial, y el debut de Japón.

Incidentes y altercados no se produjeron en la pista de atletismo, como venía sucediendo hasta la fecha, sino a las puertas del estadio. Los incidentes fueron dos: primero, con los atletas franceses, a quienes el portero del estadio negó la entrada después de habérsela permitido a los alemanes. La discusión acabó a puñetazos.

El segundo encontronazo estuvo protagonizado por Douglas McArthur, jefe de la delegación estadounidense y más tarde el “rey del océano Pacífico” durante la Segunda Guerra Mundial, quien al encontrarse con el mismo problema optó por ordenar al conductor del autocar que diera marcha atrás y derribara la puerta sin miramientos.

En el resumen de medallas de estos JJOO destacan las 56 de EEUU y las 31 de Alemania. Aunque en atletismo, los estadounidenses no pisaron tan fuerte como los finlandeses, que triunfaron en cuatro de las once carreras (Larva en 1.500, Ritola en 5.000, Nurmi en 10.000 y Loukola en 3.000 obstáculos). Hay que destacar particularmente las que ponían fin a dos formidables carreras olímpicas: Paavo Nurmi (nueve medallas de oro y tres de plata entre Amberes-20 , París-24 y Amsterdam-28) y Ville Ritola (cinco de oro y tres de plata entre París y Amsterdam). En natación, en cambio, sí se produjo el dominio de los estadounidenses, que ganaron diez de las quince pruebas programadas.

Mención especial merece la medalla de oro de la selección española de equitación, la primera medalla de oro para España, que no volvería a obtener otro galardón igual hasta Moscú-80, en vela, de la mano de Alejandro Abascal y Miquel Noguer.

Los Ángeles 1932

Las consecuencias de la crisis económica dieron un coste social de 30 millones de parados en todo el mundo. Tan sólo en EEUU, el número de parados se calculaba en 12 millones y en Europa la situación no era precisamente boyante. La ciudad de Los Ángeles llevaba ya trece años esperando los Juegos Olímpicos, que en 1919 había solicitado un industrial llamado William May Garland, para el año siguiente. Pero California no sentía los efectos de la crisis con tanta intensidad y el empeño del citado Garland consiguió que el estado aportara un millón de dólares que, sumados al millón y medio que ponía la ciudad de Los Ángeles, fueron suficientes para organizar unos JJOO que, por primera vez en la historia olímpica reportaron beneficios al Comité Olímpico de Estados Unidos.

Estos JJOO incorporaron numerosas novedades. Fueron los primeros que se desarrollaron en sólo dos semanas, del 30 de julio al 14 de agosto, y participaron 1.408 deportistas (una cifra inferior a la de otros JJOO, pero considerada exitosa debido a la crisis económica y a la lejanía del país), entre ellos 127 mujeres, en representación de 37 países.

En segundo lugar, se construyó una Villa Olímpica, que por primera vez albergaba dignamente a los participantes. Mejor dicho, a los participantes masculinos, porque a las mujeres no se les permitía el acceso a la Villa y tuvieron que alojarse en un hotel. Para ser más exactos, la idea de la Villa Olímpica ya había tenido un precedente en París-24, pero en aquel caso las intenciones no se habían plasmado más que en un conjunto de barracas indignas. La Villa Olímpica de Los Ángeles, por el contrario, estaba formada por coquetos y sensacionales “bungalows”.

En tercer lugar, hay que destacar la cantidad de records que se batieron, ya que la bondad de la pista del Memorial Coliseum, unida a la mejoría técnica, hizo que en las pruebas de atletismo se superaran nada menos que 20 records mundiales. Los grandes campeones de raza negra empezaron a destacar: Thomas “Eddie” Tolan, vencedor en 100 y 200 metros lisos, y también Ralph Metcalfe.

Aunque por primera vez se limitó a tres el número de participantes por país en cada prueba, EEUU dominó el cómputo global de medallas, con 41 de oro, 32 de plata y 31 de bronce, seguido de Italia (12-12-12), Francia, Suecia y Japón. Éste último fue la revelación en natación masculina, ya que de las seis pruebas ganó cinco, a lo que hay que sumar cuatro medallas de plata y dos de bronce.

Durante esos JJOO ocurrieron algunos casos dignos de mención, como la aparición de la atleta Stanislawa Walasiewicz. Polaca de nacimiento, emigró con su familia a EEUU, donde se la conocía como Stella Walsh. A causa de la Depresión, perdió su trabajo y la víspera de su nacionalización, como no había podido conseguir un trabajo que no pusiera en peligro su condición de atleta aficionada, aceptó competir por Polonia, con la que consiguió dos medallas. Curiosamente, la estadounidense Helen Stephens, que la batió en la final de Berlín-36, fue acusada de ser un hombre. Y en 1980, cuando Stella fue asesinada por unos atracadores, la autopsia descubrió que tenía órganos masculinos.

Esta cita americana permitió conocer a Mildred “Babe” Didrikson, la primera gran estrella del atletismo olímpico y la mejor deportista mundial de la primera mitad de siglo. Las excepcionales condiciones físicas le permitieron ser la mejor en todas cuantas actividades practicó. Si como atleta era excepcional corriendo, saltando y lanzando, posteriormente se convirtió en la mejor jugadora del mundo de golf, aunque el cáncer acabó con su vida a los 42 años de edad.

La reducida representación española obtuvo un buen resultado en vela, gracias al bronce de Santiago Amat Cansino en la case Monotipos, equivalente a la actual Finn.

BERLÍN 1936

A nivel deportivo y organizativo, la cita olímpica de Berlín-36 fue un auténtico éxito. Gigantismo y perfección organizativa son las palabras con las que se recordarán los JJOO de Berlín. Cuando en 1931 fue designada ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos, pocos debían suponer que cinco años más tarde la escena política alemana y europea se iba a encontrar extraordinariamente preocupada por la consagración de Adolfo Hitler como máximo jerarca del regimen nazi. Hitler quería utilizar la plataforma olímpica para practicar las teorías de la superioridad racial aria y también como trampolín propagandístico. Esa fue la cara negra de la moneda.

Berlín inauguró los JJOO el 1 de agosto de 1936 con la mayor de las sonrisas. El presidente del COI, el conde de Baillet-Latour, había conseguido, durante más de un año de actividad frenética, que las grandes potencias occidentales decidiesen finalmente tomar parte en estos undécimos Juegos Olímpicos. Ante la preocupación por la situación política alemana, Ballet-Latour se multiplicó para reducir temores ajenos, argumentando las garantías ofrecidas por Hitler. Pero no pudo evitar que los fastos de la celebración olímpica cayeran en el propagandismo y grandilocuencia nazis.

En Berlín se incorporaron nuevos datos históricos. Se introdujo por primera vez la costumbre de traer la antorcha olímpica desde tierras griegas. En este caso, se emplearon 3.000 deportistas que, en relevos, portaron la “llama sagrada” desde Olímpica hasta la capital alemana, atravesando países como Grecia, Bulgaria, Yugoslavia, Hungría, Austria, Checoslovaquia y la propia Alemania.

También hay que recalcar la puesta en vuelo de 10.000 palomas, símbolo teórico de la paz. El himno olímpico en la ceremonia inaugural fue dirigido por Richard Strauss, opositor acérrimo del nazismo, que había caído en desgracia y que acabó siendo recuperado para la ocasión.

Como nueva incoporación a la historia olímpica, el Tercer Reich quiso que se realizase una película oficial de la competición, “Olympia”, costumbre que no acabó de implantarse definitivamente hasta los JJOO de Helsinki, en 1952. La película estuvo realizada por Leni Riefenstahl, la voz cantante de la cinematografía nazi. Las dos partes de la película son una excelente muestra de grandiosidad, belleza, rigor, valor documental y evidente apología del nazismo, reforzado todo ello por la alta calidad de la música grabada en estudio y los efectos sonoros que dieron el contrapunto adecuado a las espectaculares imágenes.

Gracias a esta película, los JJOO berlineses tuvieron gran trascendencia popular. Junto a la película también apareció la televisión, que hizo acto de presencia en 25 teatros de Berlín, para que los ciudadanos pudieran seguir la evolución de los JJOO en directo y de forma gratuita.

En cuanto se refiere al campo deportivo, los JJOO no tuvieron desperdicio. Especialmente gracias a Jesse Owens, el atleta negro que plantó cara al sueño ario. En la tribuna de honor del Estadio Olímpico, Hitler y sus compañeros tuvieron que sufrir la “humillación” de ver a un negro conquistar cuatro medallas de oro, en 100 metros lisos, 200, el relevo corto y el salto de longitud. A pesar de esto, Alemania fue la que consiguió más medallas, 89 frente a las 56 de EEUU. Holanda destacó en natación femenina y al programa olímpico se incorporó el baloncesto, en el que también destacó EEUU.

Éstos fueron los últimos JJOO antes de la Segunda Guerra Mundial. Cuando acabó la pesadilla, la mayor calamidad el siglo XX, Europa estaba destrozada y entre los 50 millones de muertos se encontraron nombres dorados del olimpismo como Csik, Long, Wölike o Herbig. Pero el olimpismo sobrevivió.

LONDRES 1948

La Segunda Guerra Mundial provocó un vacío en la trayectoria olímpica. Finalizado el conflicto, Londres tomó el relevo en la organización, al estar menos afectada por la guerra que otras capitales europeas, por su aislamiento del continente. Sin embargo, los de 1948 se conocen como los “Juegos de la Austeridad”: no se levantaron grandes instalaciones, no se construyó una villa olímpica, los atletas se alojaron en antiguos cuarteles de la RAF, hubo escasez de comida y las comunicaciones fueron muy difíciles. Pero el rigor y la tradición deportiva británicas suavizaron muchas dificultades. Además, el público estuvo entregado desde el primer momento, y en el desfile inaugural no dejó de aplaudir, en especial a los representantes de los países que habían sido sus aliados en la guerra.

El estadio de Wembley, templo por excelencia del deporte profesional, se habilitó como escenario de los XIV Juegos Olímpicos, celebrados del 29 de julio al 14 de agosto. Tan solo se construyó el Empire Pool para las pruebas de natación y se adaptó también para esgrima, halterofilia, baloncesto y lucha. El polígono de Bisley se aprovechó para las competiciones de ciclismo y el puerto de Torquay reunió los concursos de vela.

Los países vencidos en la guerra, Alemania y Japón, no fueron invitados a la edición de 1948, en los que tampoco tomó parte la Unión Soviética, aún sin comité olímpico reconocido. Pero el espíritu ecuménico y pacifista del olimpismo reunió a Italia, Austria, Hungría, Yugoslavia y Rumanía, entre otros países beligerantes, junto con China. El número de participantes no disminuyó con respecto a la convocatoria anterior de Berlín, 12 años antes, aunque tampoco aumentó de manera significativa. Un total de 4.099 participantes representaron a 59 naciones.

La prueba de maratón fue la más espectacular de todas, como ya era tradición en el joven movimiento olímpico. El atleta belga Etienne Gailly, de 25 años, encabezó la prueba prácticamente en solitario hasta que, a sólo medio kilómetro de la meta, el argentino Delfo Cabrera y el británico Thomas Richards le adelantaron. Etienne Gailly sólo consiguió el tercer puesto y sufrió un colapso.

Francine Eljse Blankers-Koen se proclamó la reina de la velocidad y se adjudicó el sobrenombre de “la holandesa voladora”, al ganar los 100 y 200 metros lisos y los 80 metros vallas, además de contribuir decisivamente a la victoria de su equipo en el relevo de 4 x 100. Obtuvo cuatro medallas de oro, emulando a Jesse Owens. Su gesta le valió ser la segunda mujer protagonista de unos JJOO, después de conseguirlo la norteamericana Mildred “Babe” Didrickson en Los Ángeles-32.

Otro de los grandes ídolos fue el estadounidense Robert Mathias quien, con sólo 17 años, se proclamó vencedor de la prueba de decatlón y se consagró como el campeón más joven de la historia del olimpismo. Cuatro años más tarde, en Helsinki-52, volvió a ganar y se convirtió en el primer decatloniano en reeditar un título (antes de que Daley Thompson lo hiciera años más tarde), batió su propia marca y superó a su compatriota Milton Campbell.

El atletismo tuvo la fortuna de dar a conocer en Londres-48 al checoslovaco Emil Zatopek, célebre tanto por sus triunfos deportivos como por su oposición al gobierno comunista de su país. Zatopek ganó una carrera inicialmente dominada por el finlandés Vilijo Henio, récord mundial en aquel momento, y su marca le valió el apodo de “la locomotora humana”.

Otros deportistas que pasaron a la historia tras los juegos londinenses fueron el boxeador húngaro Laszlo Papp, el levantador de pesos norteamericano de origen italiano Joseph di Pietro y los nadadores estadounidenses William Smith y James McLane.

Helsinki 1952

El ideal olímpico tuvo una clamorosa acogida entre los habitantes de Helsinki, que vivieron los JJOO con una identificación nunca vista hasta entonces. Además, el pueblo finlandés demostró un exquisito conocimiento en casi todos los deportes, siguiendo las evoluciones de los 4.925 participantes de 69 países en liza. De esta manera, se compensó la falta de grandiosidad de unas instalaciones deportivas sólo funcionales.

La ceremonia de inauguración de los Juegos de Helsinki-52 se recuerda como la más bella y singular de todas las celebradas hasta el momento. La sorpresa surgió en el trayecto de la antorcha, cuando el público identificó al veterano deportista finlandés Paavo Nurmi como el último relevista, el encargado de encender el pebetero olímpico.

La convocatoria olímpica de Helsinki tuvo lugar entre el 19 de julio y el 3 de agosto, y significó un importante paso adelante para el movimiento deportivo de alcance mundial. En plena “guerra fría” mientras Estados Unidos seguía su enfrentamiento bélico en Corea, casi todas las naciones mandaron su correspondiente delegación.

Además, Helsinki-52 constituyó la readmisión de Japón y Alemania tras la guerra, aunque la República Democrática de Alemania no estuvo presente. Tampoco tuvo representación oficial China y sí participaron, por primera vez, Israel y la URSS. Los soviéticos desplazaron a Helsinki un numeroso y entrenado equipo que, si bien no logró derrotar al de Estados Unidos, ganó 22 medallas de oro. Los estadounidenses, por su parte, consiguieron 40 oros. Por decisión propia, la delegación deportiva de la URSS no vivió en la villa olímpica, sino aislada del resto de participantes, con lo que no se respetó el espíritu de confraternidad olímpica.

Los grandes fracasos fueron para Finlandia y Gran Bretaña: una medalla de bronce fue el único premio para los finlandeses en su estadio olímpico, y un oro fue el único reconocimiento para los británicos, en el Gran Premio de las Naciones de hípica.

Como en Londres-48, el checoslovaco Emil Zatopek volvió a ser la gran figura, al ganar las pruebas de 5.000, 10.000 metros y maratón, en una misma cita: un logro que nadie ha sido capaz de repetir. Su futura esposa, Dana Zatopkova (Ingrova, de soltera), constituyó la gran sorpresa, al imponerse a las soviéticas en la prueba de lanzamiento de jabalina.

El torneo de fútbol fue, después del atletismo, la prueba que atrajo más público. La participación de la selección nacional de Hungría suscitó un interés justificado, ya que incluía a jugadores de la talla de Grosics, Kocsis, Puskas y Czibor. La conquista del título olímpico fue ciertamente fácil para un equipo de esa categoría.

En boxeo, el joven estadounidense de 17 años Floyd Patterson ganó la medalla de oro de los pesos medios y asombró a los técnicos por su enorme clase. También destacaron en boxeo, el sueco Ingemar Johansson, al perder su medalla de plata por falta de combatividad, y el estadounidense Edward Sanders. Entre los españoles, sólo merece ser recordada la medalla de plata del policía Ángel de León, en la prueba de tiro de precisión.

Melbourne 1956

La fatalidad acompañó a los Juegos Olímpicos de Melburne-56, dada la conflictiva situación política mundial: había guerra en el Canal de Suez, Francia tenía graves problemas en Argelia y la URSS invadió Hungría. Algunos gobiernos pidieron la supresión de la cita olímpica de ese año, y Suiza, Holanda y España la boicotearon completamente, en protesta por la invasión soviética. Egipto e Irak se negaron a participar junto a sus enemigos israelitas, y la delegación de China Popular abandonó la villa olímpica al izarse la bandera de la entonces llamada China Nacionalista (Taiwán).

A pesar de todo, el COI apostó por el aspecto estríctamente deportivo, y su presidente, Avery Brundage, tuvo el acierto de defender la opción olímpica por encima de cualquier otra determinación. La contundencia de su reflexión forma parte del mejor legado ideológico del olimpismo: “Los Juegos Olímpicos son una competición entre individuos, no entre naciones”.

Por encima de dificultades políticas, el olimpismo vivió un hito en la ciudad australiana de Melburne. Hasta entonces, todas las ediciones habían tenido lugar en Europa, con dos únicas escapadas a Estados Unidos. Viajar hasta Oceanía supuso confirmar el espíritu ecuménico de los JJOO. Además, Australia había acudido a todas las citas olímpicas celebradas hasta entonces, y merecía el reconocimiento de los miembros del COI. Pero la considerable distancia y el elevado coste del viaje hicieron que europeos y americanos sólo desplazaran a los deportistas con auténticas posibilidades de ganar medalla.

El clima australiano obligó a celebrar las pruebas entre el 22 de noviembre y el 8 de diciembre, un periodo inusual para los atletas, acostumbrados a estar en su mejor momento físico durante el verano europeo. Además, la cuarentena de medio año a que estaban obligados los caballos, hizo trasladar las pruebas hípicas a Estocolmo durante el mes de junio. Así, Melburne-56 tuvo dos ceremonias de inauguración radicalmente distintas: en Estocolmo, el fuego olímpico apareció a lomos de un caballo, y en la ciudad australiana encendió el pebetero el joven atleta Ron Clarke, aún desconocido, antes de batir repetidamente las plusmarcas mundiales de fondo.

Los grandes protagonistas de estos JJOO fueron los soviéticos que, a diferencia de Helsinki-48, se instalaron en la villa olímpica. Su presencia enturbió la convivencia, dada la reciente invasión de Hungría por parte de la URSS. La tensión entre ambas delegaciones explotó durante el partido de waterpolo que las enfrentaba: los húngaros, equipo superior, se burlaron de los soviéticos cuando el partido ya estaba decidido a su favor. La reacción de éstos fue muy violenta e incluso se sucedieron enfrentamientos dentro del agua, imposibles de contener por la policía. No hubo sanciones deportivas, aunque la federación de waterpolo de la URSS expedientó a algunos de sus jugadores. Hungría ganó el oro y los soviéticos conquistaron el bronce.

Uno de los históricos logros de esta convocatoria lo protagonizó el estadounidense Harold Connolly, plusmarquista mundial de martillo, al alcanzar la medalla de oro y desbancar a los soviéticos Mikhail Krivonosov y Anatoli Samotsvetov. La checoslovaca Olga Fikotova también sorprendió al imponerse a las soviéticas Irina Beglyakova y Nina Ponomaryeva (antes Ramoschkova). Connolly y Fikotova se casaron pocos meses después en Praga, tras haber superado innumerables trabas políticas entre sus países.

Melburne-56 significó también un cambio en la jerarquía olímpica, dado que los soviéticos ganaron más medallas que los estadounidenses. Uno de los nombres para recordar es el de Vladimir Kuts, que destacó por encima de todos. En gimnasia ganó el soviético Viktor Chukarin, seguido del japonés Takashi Ono y del también soviético Yuri Titov.

Roma 1960

La mezcla de modernidad y antiguedad diferenció los JJOO de Roma del resto de citas olímpicas. Los grandes monumentos de la época clásica, la Basílica de Magencio, las Termas de Caracalla y el Capitolio, convivieron con nuevas y lujosas instalaciones deportivas, como el Foro Itálico, el Palacio de Deportes y el Velódromo. Y la televisión se consolidó como gran medio informativo, al realizarse la primera retransmisión en directo a Estados Unidos. Y la cadena CBS pagó 394.000 dólares, a fin de conseguir los derechos de emisión.

La determinación que tomó el COI a partir de Roma-60 fue expulsar a Suráfrica del deporte mundial, a consecuencia de su política segregacionista. La cita olímpica italiana, que tuvo lugar del 25 de agosto al 1 de septiembre, fue la última a la que acudió este país africano antes de su reingreso en los JJOO de Barcelona-92. Entre China Nacionalista y China Popular hubo también desencuentros, resueltos con el abandono del olimpismo de la segunda, al que no retornaría hasta Los Angeles-84.

La nota favorable llegó con las palabras del papa Juan XXIII, que dignificó el mundo olímpico ante 150.000 personas, en la plaza de San Pedro. Así, se saldaba la prohibición olímpica que la iglesia católica provocó 15 siglos antes, por mediación del emperador cristiano Constantino, por considerarlos un rito pagano.

La excelente organización fue una de las características definitorias de los JJOO romanos, que también significaron la irrupción del deporte africano en el olimpismo. África consiguió por primera vez triunfar con dos de sus representantes, el etíope Abebe Bikila (oro) y el marroquí Rhadi Ben Abdesselam (plata). Bikila sería recordado como el primer atleta que ganó en dos ocasiones la maratón olímpica, además de ser el primer corredor del África negra que lograba un oro en atletismo.

La supremacía de la Unión Soviética (42 medallas de oro), el resurgir de Alemania (11 medallas de oro), el retroceso de Estados Unidos (9 oros frente a los 15 de Melburne-56) y el éxito de Italia fueron otros datos resaltables. El quinto continente, en cambio, logró destacar con los neozelandeses Peter Snell y Murray Halberg, y con el australiano Herbert Elliot.

En la categoría femenina, sólo la estadounidense Wilma Rudolph consiguió tres oros para su país, en medio de una clara supremacía soviética. En cualquier caso, su actuación le valió el sobrenombre de “la gacela negra”, impuesto por la prensa especializada.

Las pruebas de natación constituyeron un duelo implacable entre estadounidenses y australianos, que se repartieron todas las medallas de oro excepto una, que fue para Gran Bretaña. En esta disciplina, cabe recordar los nombres de John Devitt, Lance Larson y Jeff Farrell.

El boxeo magnificó el nombre de Nino Benvenuti (Italia) y especialmente el de Cassius Marcellus Clay (Estados Unidos), que ganó la medalla de oro de los semipesados con sólo 18 años. Su espectacular trayectoria posterior le proyectó a lo más alto, dado que es el único boxeador que ha logrado por tres veces el título mundial de la máxima categoría.

En gimnasia dominó la soviética Larissa Latynina, al ganar tres medallas de oro, dos de plata y una de bronce. El baloncesto fue dominado por Estados Unidos, mientras que Yugoslavia se impuso en fútbol y Italia hizo lo propio en waterpolo.

Sin embargo, la nota oscura se produjo en ciclismo con el fallecimiento del danés Knud Jensen, de tan solo 23 años, debido a un colapso por sobredosis de estimulantes. Las pruebas de vela tuvieron lugar en la bahía de Nápoles, donde destacó el danés Paul Elvström en categoría Finn, ganando por cuarta vez consecutiva, y el príncipe Constantino, heredero de la corona de Grecia, que ganó el oro en la clase Dragón.

Tokio 1964

La irrupción de la tecnología constituyó la característica definitoria de los Juegos de 1964 y la que contribuyó a denominarlos como “perfectos”. Tokio ya debió organizado la olimpiada de 1940, pero el enfrentamiento bélico chino-japonés anuló esa cita olímpica. Además, conceder a Asia la XVIII edición de los JJOO era una forma de suavizar las heridas de la guerra mundial.

En este sentido, fue un reconocimiento público que un joven superviviente de Hiroshima, Yashinori Sakai, cubriera el último tramo del recorrido de la llama olímpica. Japón parecía consciente de tener que superar una prueba ante todo el mundo y construyó en Tokio un estadio para 72.000 espectadores, una piscina y un gimnasio, además de orquestar una auténtica renovación urbanística.

Los problemas políticos volvieron a aparecer e impidieron la participación de China, Corea del Norte e Indonesia, además de la exclusión de Suráfrica, ya vigente al finalizar la anterior edición. China no intervino ya que el COI seguía reconociendo a Taiwán; y Corea del Norte e Indonesia fueron rechazadas, por haber participado el año anterior en unos juegos organizados en Yakarta, sin el consentimiento del COI. Salvo estas bajas, Tokio-64 reunió entre el 10 y el 24 de octubre a un total de 5.140 deportistas, procedentes de 93 países.

La pugna por medallas entre EEUU y la URSS se saldó con el éxito del primero, pero sin grandes diferencias. En total fueron 90 galardones para los norteamericanos y 86 para los soviéticos, aunque los primeros dominaron los deportes básicos (atletismo y natación). Los terceros en la clasificación fueron los alemanes, con 35 medallas, para quienes Tokio fue la última edición en que compitieron bajo una misma bandera, a pesar de tener cada uno de ellos entidad propia como estados.

Las condiciones climáticas adversas fueron una constante y afectaron negativamente a las marcas. El intenso frío y una pista de ceniza siguen siendo hoy condicionantes al hablar de la carrera de Bob Hayes quien, a pesar de todo, siguió siendo el más potente velocista del atletismo mundial. Su irrupción en Tokio fue espectacular, a donde llegó imbatido en sus 48 últimas finales. Justo después de esta olimpiada, Hayes abandonó el atletismo para dedicarse al fútbol americano.

Billy Mills fue la otra gran sorpresa norteamericana, especialmente porque era un desconocido antes de superar una prueba de fondo repleta de promesas. Y los Estados Unidos dominaron también en lanzamiento de disco, gracias a la precisión y potencia de Al Oerter. El mérito de Oerter no fue sólo vencer al checo Ludvik Danek poseedor de 45 victorias consecutivas, sino también competir con una doble lesión. El etíope Abebe Bikila repitió en Tokio su proeza de Roma, y destacaron también el soviético Valeri Brumel y el estadounidense John Thomas, en altura.

La auténtica condición femenina de algunas participantes levantó una cierta polémica que, en algunos casos, desvió la atención de los resultados deportivos. Las hermanas soviéticas Tamara (oro en peso y disco) e Irina Press (oro en pentatlón) estuvieron sujetas a evaluaciones al respecto, así como la rumana Yolanda Balas (oro en salto de altura). Las tres se retiraron al año siguiente. Y la polaca Eva Klobukowska (oro en 4 x 100) tampoco pasó los controles de sexo, implantados poco tiempo después en la Copa de Europa de atletismo.

En natación fue claro el dominio del estadounidense Don Schollander (cuatro medallas de oro) y de la australiana Dawn Fraser, quien repitió en Tokio-64 sus éxitos de Melburne-56 y Roma-60 en los 100 metros libres. La disciplina de gimnasia reunió a dos relevantes figuras: la soviética Larissa Latynina, que ganó 18 medallas en su carrera olímpica, y la emergente checa Vera Caslavska.

Pero la prueba que despertó más animadversión en el pueblo japonés fue el judo. Los japoneses habían conseguido incluir su deporte nacional dentro del programa olímpico y ganaron en tres de las cuatro categorías. En la última en liza, el holandés Anton Geesink venció claramente a los especialistas nipones. No en vano, se había proclamado campeón del mundo en dos ocasiones, y en 1961 había sido el primer judoka no japonés en consiguirlo.

México 1968

Los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy, la represión soviética de la Primavera de Praga, la guerra del Vietnam y el Mayo Francés son parte del contexto histórico de los Juegos Olímpicos de México-68. La capital azteca incluso vivió dos meses antes una protesta pública de 300.000 estudiantes, sofocada por la policía en lo que se denominó “la matanza de Tlatelolco”, en la plaza de las Tres Culturas.

Pero el olimpismo parecía ligado a un ideal que le había mantenido al margen de las crisis políticas, aunque la cita mexicana se afrontó con inquietud creciente. A pesar de todo, entre el 12 y el 27 de octubre, México DF organizó los que se conocen como los “Juegos de la Alegría”, con una intervención popular enfervorizada. Además, el esfuerzo que el evento requería en infraestructuras y comunicaciones convirtió a México en una urbe moderna.

La elección de México implicaba un hecho trascendental: los 2.277 metros sobre el nivel del mar a que se encuentra la ciudad distorsionaron espectacularmente las marcas de atletismo. Por ello, los atletas de raza negra resultaron favorecidos y aprovecharon para convertir sus éxitos en tribunas de difusión del reivindicativo Black Power, presente en Estados Unidos desde el asesinato de Martin Luther King. Quedan en la memoria colectiva los puños enguantados y las boinas negras de John Carlos, Tommie Smith o del mítico Lee Evans, desde el podio de los glorificados. En este despertar de la conciencia negra se incluyeron los deportistas de algunos países africanos, como Etiopía, Kenia y Tanzania, aunque con menor articulación política. Su subida al podio tuvo también una frecuencia poco común.

Otros nombres propios que se consolidaron fueron los estadounidenses Jim Hines, Charlie Greene, Larry James y Ronald Freeman, además de la polaca Irena Szewinska, todos ellos en pruebas de atletismo. Pero fue curiosamente en los saltos donde se produjo una mayor conjunción entre espectáculo y deporte: el estadounidense Dick Fosbury y el soviético Viktor Saneiev inscribieron sus nombres en los anuarios olímpicos. Y la gran proeza fue la del norteamericano Bob Beamon, quien sorprendió con 8,90 metros en longitud, una marca inexistente en el medidor oficial de aquellos JOO.

El éxito de los deportistas keniatas fue la constatación de que las condiciones físicas naturales a veces son suficientes para vencer a la más depurada de las técnicas. Y con la supremacía de la televisión en directo, la unión entre deporte, política y espectáculo devino definitiva.

Munich 1972

Los Juegos de Múnich-72 se iniciaron bajo una expectación sin precedentes. La capital bávara logró maravillar al mundo con la construcción de unas instalaciones soberbias, juzgadas incluso como excesivamente lujosas y caras. Pese a ello los organizadores alemanes tuvieron un beneficio superior a los 50.000 millones de pesetas. Fueron los mejores de la historia, aquellos de ambiente más agradable.

Se organizaron del 26 de agosto al 10 de septiembre de 1972 con la asistencia de 5.848 hombres y 1.299 mujeres, representando a 122 naciones en 21 deportes. Supusieron para el movimiento olímpico un punto de inflexión. Pero a pesar de ser un modelo de organización, estos Juegos no pasaron a la historia por ello sino por aquel horrendo “martes negro”.

En la historia de los Juegos Olímpicos habrá siempre un antes y un después, a partir de aquel 5 de septiembre, jornada calurosa y tétrica, en la que un comando de ocho terroristas palestinos se introdujo en los apartamentos ocupados por el equipo de Israel. Varios atletas pudieron escapar, pero el grupo terrorista capturó a nueve israelíes, tras asesinar a otros dos.

El Comité Olímpico Internacional decidió suspender los JJOO durante 24 horas. Sobre las 10 de la noche parecía que había un acuerdo entre las autoridades alemanas y los raptores. Tres helicópteros despegaron de la Villa Olímpica camino del aeropuerto militar de Fürstenfeldbrück. En él, iban los palestinos, los rehenes y varios oficiales alemanes.

Las peticiones palestinas se concretaban de la siguiente manera: Israel debía liberar a 250 prisioneros. A cambio, ellos y los prisioneros volarían hacia un país árabe en el que los deportistas serían puestos en libertad. Cuando los helicópteros se posaron en el suelo del aeropuerto, se inició el infierno. Bajo la luz de los focos, los tiradores de elite de la policía alemana empezaron a disparar. Pero los palestinos hicieron estallar los explosivos que llevaban. Fueron ocho minutos de horror. El resultado: todos los rehenes muertos y cinco de los terroristas también, al igual que uno de los policías.

El mundo entero se conmocionó, los JJOO se tambalearon, heridos en lo más profundo. El COI dejó libertad a cada país para tomar la decisión que creyera adecuada. Pero sólo el equipo israelí se marchó de Múnich. Todos los demás países continuaron compitiendo. Dura alternativa y criticada postura, pero gracias a ella se salvaron los JJOO. A raíz de esto, el tema de la seguridad pasó a convertirse en prioritaria para los organizadores de futuros eventos olímpicos.

El atletismo, prueba reina de cada edición, tuvo varias notas a destacar. El doble éxito del finlandés Lasse Viren, que ganó los 5.000 y 10.000 metros; el soviético Valeri Borzov, con las medallas de oro en 100 y 200 metros, rompiendo la habitual supremacía estadounidense en las pruebas del sprint; y el alemán Wolfgang Nordwig, que ganó el salto con pértiga.

La Unión Soviética, con seis medallas de oro, fue la dominadora del atletismo masculino, pero África demostró su galopante mejora. Kipchoge Keino, de Kenia, ganó los 3.000 metros obstáculos; el ugandés John Akii-Bua se impuso en los 400 vallas, bajando por primera vez de los 48 segundos; y Kenia obtuvo la medalla de oro en los relevos 4 x 400.

El éxito de la RDA en las pruebas femeninas en atletismo se puso de nuevo de manifiesto. En 14 pruebas, las alemanas orientales lograron 12 medallas, 6 de ellas de oro. Alemania Federal tuvo igualmente sus reinas: Heidi Rosendhal se impuso en el salto de longitud y Ulrike Meyfarth, con sólo 16 años, en altura.

En cuanto a natación, el protagonista induscutible fue el estadounidense Mark Spitz, que se adjudicó siete medallas de oro: 100 y 200 libres, 100 y 200 mariposa y relevos 4 x 100 libres, 4 x 200 y 4 x 100 estilos. EEUU fue el dominador en natación con 17 medallas de oro de un total de 29. En natación femenina, la estrella incuestionable fue la australiana Shane Gould, de 15 años, que consiguió tres medallas de oro, una de plata y otra de bronce.

Dos deportes volvieron a los JJOO, después de una larga ausencia. El tiro con arco, ausente desde 1920, y el balonmano, que después de su fugaz aparición en Berlin-36 retornó definitivamente. En cuanto a baloncesto, EEUU, ganador del título en todas las ediciones anteriores, fue derrotado en una final confusa, en la que se repitieron los tres últimos segundos y en la que ganó la URSS (51-50). EEUU se enfadó tanto que los jugadores se marcharon de Múnich sin recoger sus medallas de plata y anunciando que no volverían jamás.

En gimnasia, destacó la soviética Olga Korbut, de 17 años, que alcanzó dos oros y una plata, después de fracasar estrepitosamente en la prueba de asimétricas.

Montreal 1976

Esta edición inició una nueva época olímpica, marcada por una renovación de conceptos. La fatal experiencia de Múnich-72 hizo reforzar al máximo la seguridad. Dos hechos ajenos al deporte marcaron los Juegos Olímpicos de Montreal: la carrera contrarreloj para poder acabar a tiempo las instalaciones deportivas y el boicot a cargo de una veintena de países africanos.

El retraso de las instalaciones se debió a un desajuste en los presupuestos, ya que apenas conseguida la nominación, el gobierno federal de Canadá y la provincia de Quebec se desentendieron económicamente de la organización. Montreal se hizo cargo a solas de un presupuesto gigantesco, que aumentaba a medida que se multiplicaban las huelgas en el sector de la construcción. Así, Montreal fue un auténtico fracaso financiero y causó un déficit que sus ciudadanos pagarán hasta el año 2000. Sin embargo, las instalaciones fueron excelentes, así como la organización.

El boicot de África constituyó un inconveniente para los observadores del movimiento olímpico, porque lo motivaban cuestiones políticas. Tan sólo 48 horas antes de la inauguración, 20 delegaciones africanas decidían su retirada. El motivo fue la protesta por la presencia de Nueva Zelanda en Suráfrica (país segregacionista), para participar en una competición deportiva. El Consejo Superior de Deportes de África solicitó la exclusión de Nueva Zelanda de Montreal-76. Ante la negativa del COI, todo África excepto Costa de Marfil y Senegal abandonó la competición, protesta a la cual también se sumó la Guyana. La medida fue aplaudida políticamente y fue la premonición de otras actuaciones políticas, en ediciones sucesivas.

La negativa del primer ministro canadiense, Pierre Trudeau, de conceder el visado de entrada a los deportistas de la República de China (Taiwán) creó un nuevo altercado político. Las autoridades del Canadá argumentaban que “no hay otra China que la de Pekín”.

La brillantez fue indiscutible en el plano deportivo. Así, en atletismo se batieron 10 récords mundiales: el cubano Alberto Juantorena, el finlandés Lasse Viren y el soviético Viktor Saneiev fueron nombres para recordar. En gimnasia, el dominio de los países del Este fue absoluto, con el soviético Nikolai Andrianov como campeón individual.

La retirada de las naciones africanas se notó especialmente en boxeo, donde de los 370 inscritos sólo compitieron 90, y el cubano Teófilo Stevenson siguió siendo la figura. Stevenson es un caso único en la historia del boxeo en los Juegos, por cuanto alcanzó una importante posición deportiva y nunca quiso profesionalizarse.

En la categoría femenina, la rumana Nadia Comaneci impuso su supremacía en gimnasia, al conseguir, por primera vez en la historia olímpica, la máxima nota. Comaneci volvería a atribuirse 10 puntos en seis ocasiones a lo largo de los JJOO, a los que acudió con 13 años. La República Democrática Alemana se impuso en la natación femenina, gracias al esfuerzo de Kornelia Ender. Y otras participantes femeninas que destacaron fueron la soviética Tatiana Kazankina y la polaca Irena Szewinska.

MOSCÚ 1980

Los Juegos Olímpicos de Moscú-80 se definen por una perfecta organización pero con una asistencia de deportistas inferior a anteriores ediciones. El boicot propugnado por el presidente de los EEUU, Jimmy Carter, como protesta por la invasión soviética de Afganistán, tuvo efectos negativos sobre las competiciones olímpicas en muchos deportes. Entre ellos, los pilares básicos: el atletismo y la natación. Los países que se sumaron al boicot fueron Alemania Federal, Canadá, Japón y China.

En estos JJOO participaron 5.353 deportistas (4.265 hombres y 1.088 mujeres) de 81 países y en 21 deportes. El boicot dejó el campo libre para que las grandes potencias deportivas del bloque socialista coparan la mayor parte de las primeras posiciones. La Unión Soviética obtuvo 195 medallas (80 de oro, 69 de plata y 46 de bronce) y la República Demócrata Alemana, 126 (47 de oro, 37 de palta y 42 de bronce). Le seguirían Bulgaria y Hungría. Y fueron Italia, Gran Bretaña y Francia los mejores países occidentales, en cuanto al número de medallas obtenidas.

Por una vez en la historia de los JJOO, el deportista más destacado no sería el rey del estadio sino de la piscina. El fondista Vladimir Salnikov realizó la hazaña más sobresaliente de la competición, al bajar por primera vez en la historia de los 15 minutos en la prueba de 1.500 metros libres. En su formidable exhibición, Salnikov mejoró todos los tiempos parciales del anterior campeón olímpico, el estadounidense Brian Goodell, consiguiendo pasar a la historia de la natación con una excepcional marca (14'58''27), a menos de un minuto de promedio por cada 100 metros.

En natación femenina, las alemanas orientales Barbara Krause y Rica Reinisch fueron las reinas. Barbara Krause, que se inició en la natación por prescripción facultativa, venció en los 100 y 200 metros libres e integró el cuarteto que ganó los 4 x 100 metros libres. Y Rica Reinisch, de 15 años, ganó tres pruebas (100 y 200 metros espalda, más el relevo de 4 x 100 metros estilos). El dominio de las nadadoras de la RDA en estos JJOO fue apabullante: ganaron 11 de las 13 pruebas femeninas y se llevaron 26 de las 39 medallas en disputa.

En atletismo, la ausencia de algunas potencias se acusó en general, y lo que se hizo notar fue la falta de relevos para muchas de las grandes estrellas de cuatro y ocho años antes. De hecho, el atletismo a alto nivel estaba pasando por un bache del que tardaría poco tiempo en salir. El duelo más esperado era el de los mediofondistass Steve Ovett y Sebastian Coe, que se resolvió en empate, con victoria del primero en los 800 metros y del segundo en los 1.500 metros.

Cabe destacar, también, la proeza de un etíope de edad indeterminada, Miruts Yifter, que cinco días después de ganar los 10.000 metros se permitió el lujo de ganar los 5.000 metros. Otro vencedor con aureola fue Pietro Mennea, que ganó los 200 metros y que aún ostenta el récord mundial de la distancia (19''72).

La polémica estuvo servida, esta vez, por las manos de los jueces. En Moscú-80, las tradicionales dudas acerca de las posibles componendas dieron paso a la indignación generalizada, a partir del momento en el que el ejercicio de Nadia Comanenci en la barra fija se puntuó por debajo de lo que todos los observadores aseguran que merecía, dejándola en segundo lugar del concurso individual.

Mucho más clara fue la superioridad local en la categoría masculina, tanto en el concurso por equipos como en la clasificación individual. Alexander Ditiatin se convirtió en el primer deportista de la historia que obtendría ocho medallas (tres de oro, cuatro de plata y una de bronce) en una sola edición de los JJOO, así como también en el primer gimnasta olímpico al que se concedía un 10, concretamente en salto.

La actuación global del deporte español en Moscú-80 fue sin duda la mejor de la historia de los JJOO, hasta entonces. Asistieron 163 deportistas, entre ellos diez mujeres, participando en 16 disciplinas. La medalla de oro se consiguió en vela, en la clase Flying Dutchman, con Alejandro Abascal y Miquel Noguer. En piraguismo se consiguieron dos medallas, ambas en la categoría K-2. La de plata en 500 metros, con Herminio Menéndez y Guillermo del Riego, y la de bronce en 1.000 metros, con Luis Ramos Misioné y Herminio Menéndez. El 30 de julio, Jordi Llopart dio al atletismo español el primer gran éxito de su historia, al conseguir la primera medalla olímpica, la de plata en los 50 kilómetros marcha. Éxito doble ypara los españoles, ya que el boicot no tuvo la menor influencia en esta especialidad, pues todos los ases estaban presentes en Moscú.

En cambio, respecto al éxito de David López Zubero, que consiguió también la primera medalla de la historia de la natación española, nunca habría logrado el bronce si hubieran estado presentes todas la potencias deportivas. La plata en hockey sobre hierba es otro ejemplo de los beneficios del boicot occidental a los JJOO.

Para el deporte español, Moscú tuvo un signo positivo, justo minutos antes de que aterrizara en el aeropuerto de Shemeretjevo el avión que trasladaba al grueso de la delegación española. Juan Antonio Samaranch acababa de ser elegido presidente del Comité Olímpico Internacional. Se precisaba un hombre de mano firme para no sucumbir a las embestidas y a los intereses de todo tipo, que amenazaban con poner en peligro el olimpismo, la esencia misma del deporte.

Samaranch cursó estudios en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de Barcelona, los amplió en Estados Unidos y Gran Bretaña, y completó su formación en IESE. Entró en el Comité Olímpico Español en 1954 y lo presidió desde 1966 a 1970, como delegado de Educación y Física y Deportes. Como político fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona, diputado provincial y presidente de la Diputación de Barcelona. Casado con Maria Teresa Salisachs Rowe, en 1955, tiene dos hijos: María Teresa y Juan Antonio.

Los Angeles 1984

El boicot a los JJOO de Moscú-80, propugnado por el presidente de los EEUU Jimmy Carter, como protesta por la invasión soviética de Afganistán, tuvo su réplica inmediata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles-84. El boicot soviético fue secundado por la mayoría de los países del Este, con la excusa de que no estaban garantizadas “ni la seguridad, ni la dignidad” de sus deportistas. Esta vez fueron sólo catorce los países que se adhirieron al boicot, muchos de ellos de gran categoría. Así, aunque el número de países participantes en Los Ángeles superó al de Moscú (140 por 81), el de deportistas (5.225, entre ellos 1.483 mujeres) era ligeramente inferior.

Los Ángeles se distinguió de los demás JJOO por incorporar a una magnífica organización una elaborada escenografía, propia de los mejores espectáculos de Hollywood. Asimismo y para dar énfasis a la frase “lo importante es participar”, se creó por primera vez un potente equipo de voluntarios que trabajaron para los Juegos sin ánimo de lucro. Todo ello contribuyó a que Los Ángeles-84 fueran los JJOO más rentables económicamente. Peter Ueberroth fue el presidente del Comité Organizador y fue el artífice del éxito económico de una manifestación deportiva absolutamente gestionada por la iniciativa privada, y que acabó arrojando un superávit de 215 millones de dólares (más de 25.000 millones de pesetas).

Ante la ausencia de sus tradicionales oponentes, EEUU no tuvo dificultad alguna en ocupar el primer puesto del medallero. Batió el récord en el número de medallas de oro (83 por 80 de la URSS en Moscú-80) pero no en el total (174 frente a los 195 soviéticas de cuatro años antes). Le siguió la RFA, con 59 medallas en total, aunque es obligado mencionar el éxito rumano, con 20 medallas de oro, cuando en Moscú sólo había conseguido 6. Portugal y Marruecos consiguieron las primeras medallas de oro de su historia olímpica en atletismo: Carlos Lopes ganó la maratón, Auita los 5.000 metros y El Mutawakel los 400 metros vallas.

El gran héroe fue el atleta Carl Lewis, cuyo objetivo era ganar cuatro medallas de oro (las de 100, 200 metros, longitud y 4 x 100 metros) para igualar a Jesse Owens. Logrado su objetivo, que él mismo confesó que no creía posible un año antes, Carl Lewis manifestó “Estoy psicológicamente cansado, pero me apena que esto termine”.

No solo fue Carl Lewis quien dominó el atletismo. Otros nombres brillaron con luz propia. Empezando por la estadounidense Valerie Brisco-Hooks, con sus tres medallas de oro, las de 200, 400 y 4 x 400. Sebastian Coe volvió a repetir victoria en los 1.500 metros. La estadounidense Evelyn Ashford dominó el sprint y el británico Daley Thompson ganó el decatlón.

Mary Decker fue una protagonista ilustre, junto a su competidora Zola Budd, que corría descalza. El tropezón de ambas acabó con Mary Decker por los suelos y el esperado duelo finalizó con las esperanzas de victoria de ambas.

Otro de los nombres que más sonó fue el de la suiza Gabriela Andersen-Scheiss, por su dramática llegada a la meta, en la primera maratón femenina de la historia olímpica. Las imágenes de Gabriela luchando tambaleante contra sus limitaciones físicas y con la parte izquierda de su cuerpo paralizada tras haber perdido el control inteligente de sus actos a partir del kilómetro 39 a causa de la deshidratación conmovieron al mundo.

Si en Moscú-80 casi todos los records corrieron a cargo de las nadadoras, en Los Ángeles sucedió prácticamente lo contrario. Eso explica también que en esas dos ediciones de los JJOO el nivel general quedara muy por detrás con relación a Múnich-72 y Montreal-76. La natación estadounidense dominó en una y en otra categorías. En la masculina, obtuvo nueve de las 15 medallas de oro, incluídas las tres de relevos, y seis de plata, aunque sin ninguna de bronce. Tras los EEUU, se clasificaron Australia y dos países que habían boicoteado Moscú-80: Canadá y la RFA. Los australianos se llevaron nueve medallas; los canadienses siete, entre ellas tres de oro. Victor Davis la logró en 200 braza y Alex Baumann en 200 y 400 metros estilos. En los relevos, dos nadadores estadounidenses sumaron el máximo de medallas de oro (tres). Fueron Rick Carey y Rowdy Gaines. Y en natación femenina, de las 14 pruebas, EEUU ganó 12. Pero eso sí, no se mejoró ni un solo récord mundial.

Y en la piscina surgió otro nombre para la historia: el estadounidense Greg Louganis, que tanto en Los Ángeles-84 como en Seúl-88, logró el doble oro olímpico, en trampolín y en plataforma.

España consiguió un oro en vela, en la clase 470, con Luis Doreste y Roberto Molina. Y en baloncesto, España ganó la plata y el oro fue a parar, como no, a EEUU. Otra de las medallas españolas más destacadas fue la de José Manuel Abascal en los 1.500 metros, la prueba reina del atletismo.

Seúl 1988

El olimpismo cerró una época de boicots y conflictos deportivos en Seúl-88. Los JJOO, celebrados entre el 17 de septiembre y el 2 de octubre, dejaron un recuerdo ejemplar, con una participación récord de 160 países. Y no los enturbió ni Corea del Norte, exigiendo una coorganización imposible, ni el boicot de Madagascar, ni tampoco los motivos políticos de Cuba, Nicaragua, Albania, Etiopía y las islas Seychelles, por ausentarse de la cita deportiva mundial.

Pocas naciones mantenían una relación normal con el régimen de Corea del Sur, que no establecía trato diplomático con ningún régimen socialista, ni con muchos del resto del mundo. La cita olímpica permitió que, por primera vez, se recibiese a un representante oficial de la URSS y a otro de China. Seúl fue nominada sede olímpica, pero el país tenía serios problemas políticos que habían desembocado en una dictadura. Pero los JJOO servirían para asentar la democracia en Corea del Sur y para regular sus relaciones internacionales.

La descalificación del canadiense Ben Johnson por dar positivo en el control antidóping fue el único componente desestabilizador. Johnson había ganado la medalla de oro en los 100 metros, en una carrera memorable, dónde midió sus fuerzas con Carl Lewis. Pero la detección de drogas en su sangre le valió la expulsión del equipo de Canadá. Aunque sólo se detectaron 10 casos de dopaje entre los 9.593 participantes de Seúl-88, la inclusión de tres campeones olímpicos entre ellos desató el escándalo. Se trató, además de Ben Johnson, de dos levantadores de pesas búlgaros: Mitko Grablev y Angel Guenchev.

La Unión Soviética fue la gran triunfadora de Seúl-88, al hacerce con 132 medallas, seguida por la República Democrática de Alemania (102 medallas) y por los Estados Unidos (94 medallas). Por primera vez, los alemanes quedaban por delante de los americanos.

Los soviéticos dominaron en las pruebas por equipos, como en fútbol, baloncesto, voleibol femenino y balonmano masculino. En el aspecto individual, dos nadadores destacaron por encima de todos: el estadounidense Matt Biondi y la alemana oriental Kristin Otto. Biondi consiguió siete medallas, cinco de ellas de oro. Otto ganó las seis pruebas en que tomó parte. Su actuación y la del resto de nadadoras alemanas dejó clara la supremacía de la RDA. Mientras, Australia y Japón resurgieron con nadadores como Armstrong y Suzuki, respectivamente. También cabe destacar la eclosión de China, con cuatro medallas, y la reafirmación de Hungría.

Florence Griffith se impuso como la reina de la velocidad, al batir dos veces el récord del mundo de 200 metros en un mismo día. Su superioridad era abrumadora respecto a sus contrincantes, pero siempre dio negativo en los controles antidopaje. Griffith consiguió para el atletismo estadounidense tres medallas de oro y Carl Lewis, dos más. El marroquí Said Auita sólo se hizo con el bronce en los 800 metros, a pesar de las espectativas que generó su brillante actuación en Los Ángeles-84. Y entre los españoles, destacó el canario José Luis Doreste, quien ganó el oro en la clase Finn, en vela, al igual que su hermano Luis, cuatro años antes.

Barcelona 1992

El legado olímpico que Barcelona recogió de Seúl se concretó para la ciudad en un ambicioso proyecto de reurbanización. La construcción de la Villa Olímpica, el Palau Sant Jordi (de Arata Isozaki), la torre de comunicaciones de Collserola (de Norman Foster) o un anillo de circunvalación fueron algunas de las intervenciones que transformaron la ciudad. La última cita olímpica celebrada hasta hoy se saldó positivamente, incluso a pesar de las reservas que levantaba el miedo a un posible acto terrorista por parte de la organización vasca ETA.

Entre el 26 de julio y el 9 de agosto de 1992, se volvió a repetir, esta vez en Barcelona, el mayor espectáculo deportivo del mundo. En atletismo, Carl Lewis mantuvo su liderazgo indiscutible ante el clamor popular, al acumular ocho medallas de oro y sumar un nuevo récord mundial. Asimismo, hubo triunfos en oro para los españoles Daniel Plaza y Fermín Cacho, y para Kevin Young, quien arrebató el récord mundial de 400 vallas a Edwin Moses. También hubo fracasos: el más sonado para el ucraniano Serguei Bubka, traicionado por los nervios en la prueba de salto de pértiga.

China y Bielorrusia se impusieron en gimnasia. La joven Li Lu, representante china, logró el único 10 del torneo olímpico de este deporte. Y el bielorruso Vitali Scherbo se colgó del cuello seis medallas de oro, batiendo a chinos, soviéticos y estadounidense.

La cita olímpica de Barcelona marcó un cambio de jerarquía en la natación, cuando Martín López Zubero consiguió un oro para España. Era la primera ocasión que un nadador español subía a lo más alto del podio. Los rusos Popov y Sadovyi y el australiano Perkins también alcanzaron el oro y se perfilaron como reyes de todas las distancias, evitando la presencia de estadounidenses en el podio. El escándalo apareció en las pruebas femeninas, donde las plusmarquistas mundiales de EEUU cedieron muchos oros a las chinas. Y la húngara Krizstina Egerszegi se erigió como reina acuática en Barcelona-92 al ganar tres primeros premios.

En baloncesto, Estados Unidos recuperó su hegemonía en la cancha y el “Dream Team” permitió contemplar a genios como Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird y Karl Malone, que nunca dieron la mínima opción ni a croatas ni a lituanos.

El equipo español se hizo con el oro en fútbol, una competición que tuvo un comienzo tranquilo y que acabó, en el Camp Nou, con la pasión desbordada. Y en boxeo fue la selección cubana la que centró toda la atención, al ganar siete medallas de oro y dos de plata. De entre todos, destacó el peso pesado Félix Savón.

El oro volvió a brillar para España en las competiciones de vela, ya que sus navegantes recibieron cuatro primeros puestos y un segundo. En total, España coleccionó 22 medallas, alcanzando el sexto puesto del medallero por países: 13 medallas de oro, 7 de plata y 2 de bronce.

Atlanta 1996

Del 19 de julio al 4 de agosto, Atlanta acogerá los cuartos Juegos Olímpicos que se celebran en los Estados Unidos. Primero fue la capital de la Luisiana francesa, San Luis, en 1904, la que encendió la chispa olímpica en un país volcado hacia el deporte, ya desde el siglo XIX.

Luego fue Los Ángeles, la que lanzó un mensaje de esperanza a los millones de parados de la Depresión, atraídos por la prosperidad de la ciudad californiana y por la iniciativa de sus empresarios. Y en 1984, nuevamente Los Ángeles, los Juegos Olímpicos regresaron a los Estados Unidos, para dejar los primeros beneficios económicos, tras la gestión de sus mejores ejecutivos privados.

En septiembre de 1990, en la 96 sesión plenaria del Comité Olímpico Internacional, celebrada en Tokio, Atenas y Atlanta eran las grandes competidoras para acoger los Juegos de la XXVI Olimpiada, los que celebrarían el primer centenario de la restauración de los Juegos Olímpicos. La capital griega esperaba que la nostalgia invadiera a los miembros del COI y que los Juegos Olímpicos regresaran 100 años después a una Atenas contaminada y caótica.

Por su parte, Atlanta ofrecía seguridades de otro tipo. Actualmente, la capital del estado de Georgia es calificada como la “joya de las convenciones”; una ciudad estadounidense de tipo medio en cuanto a su población pero acogedora, gracias al cálido ambiente sureño, y especializada en entenderse con el mundo.

De otro lado, Atlanta mantenía la línea de trabajo de Los Ángeles84 y aspiraba a una organización totalmente privada, sin intervenciones estatalistas y con el objetivo de alcanzar beneficios económicos y no de otro tipo. Además, contaba con los avales de ser la sede principal de firmas mundialmente prestigiadas, como la compañía de refrescos CocaCola o la gran multinacional de las comunicaciones, CNN, en manos del multimillonario Ted Turner.

La presunta operatividad de ambas candidatas decantó el voto de los miembros del COI hacia una opción que entrañaba riesgos, pero fácil de tomar a la vista de los elementos que se ofrecían.

Con todos estos antecedentes, y bajo un tórrido calor de cielos anaranjados y flores amoratadas, Atlanta ofrecerá unos juegos espectaculares, televisivos cien por cien y cargados de figuras internacionales de relieve. La entrada de los ciclistas profesionales en la liza olímpica es una prueba más de la elitización de los JJOO, encaminada a conquistar los máximos índices de popularidad, gracias a la presencia de las mejores figuras mundiales en todas las especialidades del deporte.

Con respecto a temas puramente deportivos, el programa de Atlanta96 incluye 14 pruebas más que el programa de Barcelona92. Las más beneficiadas son las mujeres, que pasan de 86 a 97 pruebas. Se reducen en dos las pruebas mixtas y aumentan en cuatro las masculinas.

Entre las especialidades introducidas, cabe señalar la disputa de un torneo de sóftbol femenino, similar al béisbol; la entrada en escena de las “mountainbike”, en ciclismo; y la disputa del voleyplaya en el marco del torneo de voleibol.

La ciudad del reverendo Martin Luther King, el gran padre de la reivindicación de los derechos de los negros en Estados Unidos, durante los años 60, y escenario del mítico filme “Lo que el viento se llevó” asegura todo su calor para los visitantes de esta nueva sede olímpica.

Sidney 2000

Después de los juegos olímpicos de Atlanta, se acordó celebrar los juegos olímpicos en la región australiana de Sidney. Estos juegos, denominados juegos del milenio, se espera que sean un éxito rotundo.

La ciudad fue elegida por mayoría absoluta.

Los representantes de Sidney 2000 ya están preparando la ciudad haciendo importantes reparaciones.

Aunque la marcha de algunos jugadores destacados como Michael Jordan se espera que los juegos tengan mayor éxito que los de Atlanta.

Atenas 2004

Por sorpresa los juegos fueron elegidos en la antigua capital. Desde el último momento no se supo que Atenas fuera la sede de los juegos.

Esta vez la elección contaba con un candidato especial, la ciudad española de Sevilla, pero no tenía elección con otras dos ciudades como Roma o Buenos Aires.

Algunas estrellas

Epi

Epi es uno de los emblemas y estandartes no sólo del baloncesto, sino del deporte español de los últimos tiempos. Durante casi 20 años, este alero de 1,98 metros ha estado presente en todas y cada una de las grandes competiciones que se han disputado a nivel internacional, entre las que figuran los cuatro Juegos Olímpicos que ha disputado: Moscú, Los Angeles, Seúl y Barcelona. Y fue elegido el mejor baloncetista europeo de la década de los 80 por un diario deportivo italiano.

Nacido el 12 de junio de 1959, en Zaragoza, Epi cumplió sus 18 años de profesional entre el equipo en el que siempre ha militado, el FC Barcelona, y la selección española, con la que ha logrado grandes éxitos internacionales, entre los que destaca la medalla de plata en los Juegos de Los Ángeles-84. Con el Barcelona ha conquistado todos los títulos nacionales y continentales, a excepción de la Copa de Europa.

Debutó con la selección española en el Europeo de 1979 y un año después, en los Juegos de Moscú, se clasificó en la sexta posición con el combinado español. Cuatro años más tarde, en Los Ángeles, Epi fue protagonista del mayor éxito conseguido jamás por el baloncesto español a nivel internacional, como fue la medalla de plata. España perdió la final ante una selección anfitriona en la que jugaban, entre otros Michael Jordan y Pat Ewing.

Cuatro años más tarde, en Seúl-88, Epi y el combinado español quedaron muy lejos de repetir la gesta. España se tuvo que conformar con la octava posición. En aquella ocasión, las medallas se habían puesto demasiado caras con la participación de las potencias del Este como la ex URSS y Yugoslavia.

Epi tuvo la oportunidad de despedirse de unos Juegos en la que durante más de quince años ha sido su casa, Barcelona. En los Juegos del 92 ni Epi ni la selección brillaron a gran altura, pero el veterano alero escribió una nueva página en la historia del olimpismo al ser el atleta encargado de hacer el último relevo de la antorcha.

El mundo entero recuerda aún a Epi cruzando con la antorcha el Estadio Olímpico y prendiendo aquella mágica flecha con la que después se encendería el pebetero. Fue un merecido premio para uno de los deportistas españoles más brillantes de los últimos tiempos.

MICHAEL JORDAN

El mejor jugador de baloncesto del mundo encarna el nuevo espíritu de los Juegos Olímpicos, una competición que ya hace tiempo que abandonó la bandera del amateurismo para convertirse en el mejor espectáculo deportivo del mundo, donde han de estar los mejores atletas.

Y Michael Jordan es, por descontado, uno de los mejores. En Barcelona-92, junto al resto de compañeros del "Dream Team 1", Jordan elevó la competición olímpica hasta el máximo nivel. Estados Unidos recuperó ante la Croacia de Toni Kukoc y Dino Radja el título perdido en Seúl-88. Pero eso, en el fondo, era lo de menos. Lo importante era que el mejor jugador de la historia del baloncesto estaba en la cancha disputando el torneo olímpico. El espectáculo estaba asegurado. Los juegos se beneficiaban de la presencia de la “megaestrella”.

Pero el debut de Michael Jordan en unos Juegos Olímpicos tuvo lugar ocho años antes, en los Juegos de Los Ángeles-84. En aquella ocasión, Jordan y sus compañeros se proclamaron campeones olímpicos cuando todavía eran jugadores universitarios. En aquella ocasión, y dado el boicot de los países del Este, EEUU no tuvo problemas para alcanzar la final, en la que derrotó al conjunto español de los Epi, Fernando Martín y Juan Manuel López Iturriaga, entre otros.

Al igual que las otras estrellas del equipo estadounidense Pat Ewing y Chris Mullin, en ese año Michael Jordan dio el salto a la NBA, empezando a partir de aquí su imparable carrera con los Bulls de Chicago, equipo con el que ha conseguido tres anillos de campeón. Ahora, a sus 33 años, sigue reinando en el olimpo de los mitos.

STEFFI GRAF

Graf ha sido, sin duda, la indiscutible reina del tenis en la última década, recogiendo el testigo que le dejó la estadounidense de origen checo Martina Navartilova. Pero la tenista alemana, de 27 años, ya ha superado a Chris Evert y Martina Navratilova y se ha convertido en la mejor tenista de todos los tiempos. Su palmarés no deja lugar a la duda. Hasta el momento ha sumado 19 títulos de Grand Slam, uno más que Evert y Navratilova, y la cuenta parece que puede incrementarse en los próximos años si su lesión de espalda se lo pemite.

Desde 1987 Graf ha sido la rival a batir. A principios de los 90 la alemana perdió el cetro munidal en favor de Mónica Seles. Parecía que la carrera de éxitos llegaba a su fin. Pero la temporal retirada de Seles, por culpa de la agresión que sufrió en Hamburgo, colocaron a Graf de nuevo en lo más alto del tenis mundial. Ahora, con Seles de nuevo en las pistas, ambas se disputan otra vez el reinado femenino.

Su participación olímpica ha estado a la altura de sus otros resultados. Graf fue la primera campeona, después de que el tenis regresara como modalidad olímpica. En los JJOO de Los Ángeles-84, cuando el tenis fue deporte de exhibición, Steffi Graf ganó el título en individuales, con sólo 15 años.

En Seúl-88, la alemana completó con su oro olímpico un magnífico año para ella, en el que se adjudicó los cuatro grandes torneos del tenis mundial. Graf derrotó en la final a la argentina Gabriela Sabatini en dos sets (6-3 y 6-3). Sin embargo, en la prueba de dobles, Graf sólo pudo conseguir una medalla de bronce para Alemania Federal, haciendo pareja con Claudia Kohde-Kilsch, detrás de los equipos estadounidense y del checoslovaco.

La tenista alemana no pudo revalidar su título cuatro años más tarde. En Barcelona-92, se tuvo que conformar con la plata, al caer en la final ante la joven promesa estadounidense Jeniffer Capriati.

Ricardo Zamora

El debut de la selección española de fútbol llegó con la cita olímpica de Amberes, en el año 1920, cuando la Federación Española de Fútbol decidió acudir al torneo, cuando aún no existían los campeonatos del Mundo. España debutó ante Dinamarca en su primer encuentro. Formaban Zamora; Otero, Arrate; Samitier, Belaúste, Eguiazábal; Pagaza, Sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo.

Al equipo español les llamaban los “petits pauvres espagnols” (los pobrecitos españoles). Sin embargo, España ganó su primer encuentro frente a Dinamarca por 1-0, con gol de Patricio, a quien le habían anulado otro tanto en la primera parte, por fuera de juego. El “divino” Zamora hizo el mejor partido de su vida y los periódicos belgas hablaban del maravilloso “goalkeeper” español.

En el siguiente partido, España presentó un equipo cambiado, con la entrada de Vallana, Artola, Sancho, Moreno y Vázquez por Otero, Samitier, Belauste, Sesúmaga y Pichichi. Bélgica, como anfitriona, era la favorita y más cuando marcó Coppée, el monstruo belga. Luego lo hizo en fuera de juego y finalmente remató la victoria local con un tercer tanto. Arrate, de penalti, acortó distancias.

España quedó eliminada para llegar a la final. Sin embargo, venció a Suecia en el mejor partido de la furia española. Tras adelantarse los suecos, Belauste protagonizó una famosa jugada con Sabino, a la hora de sacar una falta al borde del área, diciéndole: “Sabino, a mí el pelotón, que lo arrollo”. Efectivamente, los arrolló y marcó el empate. Acedo logró, al final, el tanto de la victoria. Al día siguiente se ganó a Italia, con goles de Sesúmaga y Pichichi, mientras que Zamora fue expulsado y suplido en los últimos minutos por el extremo Silverio.

La final entre Bélgica y Checoslovaquia fue un escándalo que acabó con la retirada de los checos, que perdieron la medalla de plata. El COI determinó que Holanda y España, que debían dirimir el tercer lugar, se disputasen la medalla de plata. Sesúmaga, por dos veces, y Pichichi marcaron los tres tantos españoles, que dieron la primera medalla de plata para España, en un deporte colectivo. Zamora era ya, gracias a los triunfos de España, el mejor guardameta del mundo.

“Magic” Johnson

Magic Johnson vio cumplido su deseo de participar en unos Juegos Olímpicos en Barcelona-92, liderando lo que vino a llamarse el “Dream Team 1”. La cita olímpica llegaba, sin embargo, en unos momentos especialmente duros para la estrella estadounidense. Nueve meses antes de los JJOO, Magic Johnson dejaba estupefacto a medio mundo después de declararse portador del virus del sida.

Pero esa circunstancia, lejos de perjudicarle, reforzó su imagen en los Juegos. Los escépticos habían perdido. Johnson encarnaba el esfuerzo, el optimismo y la esperanza para enfrentarse a la epidemia de este fin de siglo. Era el hombre que ofrecía una mayor dosis de esperanza ante la desgracia.

Pero Johnson era un hombre acostumbrado a luchar. El genial base fue el abanderado de la revolución en el baloncesto profesional estadounidense. Con su amigo Larry Bird, integrante también del "Dream Team" en los Juegos de Barcelona-92, cambió el destino de una liga desprestigiada en los EEUU.

Con 20 años llegó a los Lakers y con ellos consiguió llegar a lo más alto del baloncesto. Pero el dinero, la fama y el prestigio no colmaban del todo las aspiraciones de Johnson. Faltaba algo. Y ese algo era el poder representar a su país en el acontecimiento deportivo más importante del mundo.

Por eso, cuando Johnson subió al podio con el resto de sus compañeros para recibir la medalla de oro, no pudo contener la emoción y dejó escapar esas lágrimas que representaban la culminación de sus sueños. Después de la desgracia, Johnson volvía a ser un hombre feliz.

Alexander Popov

Alexander Popov está considerado, desde los Juegos de Barcelona-92, como el nadador más veloz del mundo. Su especialidad son las pruebas cortas de estilo libre, modalidad en la que ya destacó en los últimos Juegos Olímpicos. Barcelona fue para este nadador ruso, nacido el 6 de julio de 1972, el punto de partida de una trayectoria espectacular.

En Barcelona-92, Popov ofreció todo un recital de velocidad, exhibiendo un estilo depuradísimo, casi impropio de un sprinter, ya que parecía deslizarse sobre el agua, más que explotar su potencia física sobre ella.

En los 50 metros, Popov derrotó a dos auténticas estrellas de la velocidad, los estadounidenses Tom Jager y Matt Biondi. Este triunfo, que completó luego con una victoria en los 100 libres, le encumbraba como nuevo rey de la velocidad.

Desde hace cuatro años, Popov no ha tenido rival en la distancia. Después de las dos medallas de Barcelona, Popov se marcó objetivos más ambiciosos como, por ejemplo, el de intentar el asalto al récord del mundo de los 100 libres, que estaba en poder del estadounidense Matt Biondi. En junio de 1994, Popov cumplió con la tarea que se había impuesto, rebajando el registro de Biondi, para establecer una nueva marca de 48''21. Después de esta gesta, el próximo objetivo del ruso es el de convertirse en el primer nadador en bajar de los 48 segundos en la prueba del hectómetro.

Spirindon Louis

Un estudiante francés de mitología griega, Michael Bréal, fue el encargado de revivir el mito de la batalla de Maratón, pocos meses antes de los JJOO de Atenas, en 1896. Una carta suya dirigida al Barón de Coubertin acabó por convencer al padre del olimpismo que en los juegos modernos debía ser programada una prueba que rememorase el acto heroico del soldado griego Filípides, que corrió los 40 kilómetros que separaban el campo de batalla de Maratón de la Acrópolis de Atenas, para anunciar la victoria de los soldados griegos sobre los persas. Tras pronunciar “niké” (victoria), el soldado Filípides cayó muerto por el agotamiento.

Convencido Coubertin de esta nueva prueba, Atenas acogió la primera maratón de la historia del atletismo, rememorando el mismo recorrido, desde los llanos de Maratón hasta el estadio Panhelénico de Atenas (unos 40 kilómetros). Fueron 25 los participantes, entre ellos el australiano Edwin Flack, ganador de 800 y 1.500 metros, el francés Alvin Lermusiaux, tercero en 1.500, y el estadounidense Blake. Eran tres de los cuatro no griegos que compitieron en la maratón.

Blake abandonó pronto. Lermusiaux llevó la cabeza de la carrera hasta el kilómetro 25, cuando sufrió rampas y calambres. Tras recibir masajes, sólo aguantó tres kilómetros en cabeza, hasta que le superó Flack, quien dominó la carrera hasta el kilómetro 36. Allí, un pastor griego, Spiridon Louis, le igualó y le superó.

Los 60.000 enfervorizados griegos que llenaban el estadio chillaron a más no poder. El príncipe Jorge y el heredero Constantino bajaron a la pista para recibir al ganador, de 25 años y nacido en Maroussi, y le llevaron en volandas hasta la presencia del rey, que le abrazó efusivamente. Su triunfo le valió, de por vida, cortes de pelo, transportes y comidas gratis, una casa en las llanuras de Maratón e innumerables premios y trofeos.

BEN Johnson

La historia olímpica de Ben Johnson está marcada por el escándalo. Este atleta canadiense, de origen jamaicano, protagonizó en Seul-88 una de las páginas más negras de la historia del olimpismo al ser descalificado por doping, después de haberse proclamado campeón olímpico de los 100 en una carrera en la que además había establecido una nueva mejor marca mundial con unos fantásticos 9''79, rebajando en cuatro centésimas el récord que el mismo había logrado en los Mundiales de Roma (9''83).

Era el 26 de agosto de 1988. Su actuación dejó boquiabiertos a los especialistas. Nadie encontraba el adjetivo adecuado para definir a este presunto portento de la naturaleza: extrarrestre, sobrehumano y un atleta de otro siglo fueron algunas de las palabras que se utilizaron para definir su actuación.

Johnson había ridiculizado a su gran rival, Carl Lewis, en una carrera en la que no se había dejado sorprender por el gran final del estadounidense. El canadiense llegó a los últimos 30 metros en cabeza y, cuando todos esperaban la reacción del Lewis, Johnson aceleró aún más su ritmo para, literalmente, volar sobre la pista.

Johnson era ya el gran héroe de Seúl. Sin embargo, horas más tarde, saltó la gran noticia de los juegos al descubrirse que Johnson se había dopado. La carrera se trasladó entonces a los pasillos del aeropuerto de Seúl donde Johnson esquivó a periodistas y aficionados en su huída hacia Canadá. El atleta que horas antes había entrado en la historia del olimpismo por la puerta grande, salía luego a escondidas y por la puerta trasera, con la evidencia de que había estafado a todo el mundo. Johnson ya era entonces el villano de los juegos.

El canadiense nunca más volvió a brillar. Después de cumplir una larga sanción, Johnson intentó el regreso a las pistas, pero ya nunca más volvió a figurar entre los mejores. Su reinado nunca fue legítimo. En Barcelona-92 no logró clasificarse para la final de 100 metros.

CARL LEWIS

Carl Lewis está considerado como el mejor atleta de todos los tiempos. Suma ocho medallas de oro y una de plata en tres participaciones olímpicas, además de otros tantos campeonatos del mundo. Ha sido el rey del atletismo mundial en los últimos 14 años y será difícil que algún otro atleta logre algún día igualar su palmarés.

Su leyenda empezó en 1984, en Los Ángeles, donde escribió una de las páginas más brillantes del olimpismo al conseguir cuatro medallas de oro en las pruebas de velocidad (100, 200 y 4 x 100) y también en salto de longitud, igualando así la hazaña de Jesse Owens, aquel atleta de color que con sus triunfos ridiculizó a Hitler en los Juegos de Berlín de 1936.

Lewis, que ya había conseguido los cuatro títulos en los Mundiales de 1983, actuó con una superioridad en la pista casi insultante. Durante esos juegos corrió 13 carreras, entre eliminatorias y finales, y no perdió ni una sola. Dominó de tal manera que su superioridad llegó incluso a aburrir. Sólo un fenómeno de la naturaleza, un hombre tremendamente fuerte, rápido, ágil y elástico, un deportista psicológicamente inquebrantable, era capaz de conseguir una gesta como ésta.

El “hijo del viento”, nacido en el estado de Alabama, en 1961, no pudo igualar en Seúl-88 la gesta de Los Ángeles-84. Su compatriota Joe DeLoach le sorprendió en la final de 200 y en los 100 cedió ante Ben Johnson, aunque luego recuperó el oro después de la famosa descalificación del canadiense. No tuvo problemas para revalidar su medalla de oro en longitud, superando a sus compatriotas Mike Powell y Larry Miricks. Por último, en el relevo 4 x 100 el equipo estadounidense fue eliminado en las series por entregar el testigo fuera de la zona.

Con 31 años, Lewis llegó a Barcelona-92 con la sospecha de que ya no podría conseguir un nuevo título. Sus pobres marcas no le habían permitido ser seleccionado para los 100 metros, así que debía limitar su actuación al salto de longitud, prueba en la que ya tampoco era el favorito después del triunfo de Powell, con récord mundial incluido, en los Mundiales de Tokio. Pero Lewis es, por encima de todo, un excelente competidor y así lo demostró en Barcelona, consiguiendo dos nuevos oros: en longitud y en el relevo 4 x 100. Lewis llegaba a Barcelona con el cartel de vieja gloria y se fue, una vez más, como uno de los grandes héroes de los juegos de Barcelona-92. La leyenda sigue viva.

Fanny Blankers-Koen

La aparición de la holandesa Fanny Blankers-Koen, la primera "vedette" en el terreno femenino, le dio al atletismo su auténtica condición de deporte universal. Fanny es como Jesse Owens, pero entre las mujeres. Dotada de unas condiciones excepcionales, sólo la interrupción atlética sufrida en los años cuarenta por culpa de la Segunda Guerra Mundial le impidió alcanzar más entorchados olímpicos que nadie. Hubo de esperar hasta Londres, en 1948, para conseguir cuatro títulos olímpicos, cuando ya era madre de dos niños.

Fanny Koen nació en Amsterdam, el 26 de abril de 1918. Su deporte preferido era la natación y, en sus ratos libres, había demostrado muy buena predisposicion para el balonmano. Fue su padre, no obstante, quien la animó a dedicarse al atletismo, especialidad de la que era un apasionado. En sólo un año de entrenamiento consiguió meterse en el equipo olímpico y quedó quinta en salto de altura en los Juegos de Berlín de 1936, con una marca de 1,55 metros.

Su progresos la llevaron a dominar por completo el atletismo holandés. A razón de cinco y seis campeonatos de su país por año, acabó su carrera con la impresionante cifra de 58 títulos nacionales de Holanda, en las pruebas de velocidad, de vallas, en los dos saltos, en el lanzamiento de peso y en el pentatlón.

En 1946 llegaron sus primeros títulos internacionales. Ese año consiguió en Oslo dos victorias en el Campeonato de Europa, y en 1948, con 30 años, se reunió con Owens en la leyenda olímpica, al ganar en Londres las medallas de oro de 100, 200, 4 x 100 y 80 metros vallas. Todavía logró tres títulos más en los Europeos de 1950, pero la realidad, a sus 34 años, le hizo renunciar a una nueva tentativa en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952.

Manuel Estiarte

Estiarte está considerado por todos los especialistas como el mejor jugador de waterpolo del mundo, una condición que hoy, después de 16 años de carrera en la elite polista, nadie le niega todavía. Iniciado en las pisicnas del CN Barcelona, Estiarte dejó pronto España para jugar en el waterpolo italiano, mucho más competitivo y profesionalizado que el español. En 1991 regresó a España, después de fichar por el CN Catalunya, con la intención de preparar la gran cita de Barcelona-92.

A nivel de clubs, Estiarte ha conseguido todos los títulos posibles. Seis campeonatos de liga (entre España e Italia), dos Copas de Europa y cuatro Recopas avalan la larga trayectoria de un jugador, al que sin embargo le faltó subir hasta lo más alto del podio en una competición internacional.

Con la selección española, Estiarte se quedó siempre a las puertas del título, con dos subcampeonatos del mundo y un subcampeonato olímpico en Barcelona-92, cita en la que España perdió, en una drámatica final, frente a Italia.

Estiarte debutó como olímpico en Moscú-80, siendo el máximo goleador del torneo. En aquella ocasión, España fue cuarta, al igual que en los JJOO de Los Ángeles-84. Cuatro años más tarde, en Seúl-88, España fue sexta. Y después de cuatro juegos consecutivos, Atlanta significará la última oportunidad de Estiarte para conseguir, por fin, una medalla de oro.

Josep Guardiola

Josep Guardiola fue el director de aquella orquesta de jugadores que en Barcelona-92 conquistó la medalla de oro, que significaba el mayor éxito de la historia del fútbol español, tras la medalla olímpica de plata conseguida en Amberes-20 por los míticos Zamora, Samitier, Belauste o Pagaza. Guardiola completó en ese verano de 1992 un año irrepetible, en el que se había proclamado campeón de la liga española con el Barcelona y en el que había conquistado también la primera Copa de Europa para el equipo azulgrana.

En los Juegos de Barcelona, el mediocentro español se confirmó como uno de los mejores del mundo en su posición. En la final, frente a Polonia, demostró junto a sus compañeros que con corazón e ilusión también se ganan partidos. En aquella final, la selección de Vicente Miera acabó imponiéndose por un ajustado 3-2, después de haber jugado un torneo sensacional, en el que no había encajado ni un solo gol en los cinco partidos disputados antes de la final.

Nacido en Santpedor, en la provincia de Barcelona, Guardiola se ha mostrado siempre como un jugador en el que ha primado más la inteligencia que la fuerza física. Excelente distribuidor de juego y buen pasador, Guardiola es de aquellos jugadores que piensa siempre un segundo antes que el contrario. Entre sus defectos está el de que no es un buen recuperador de balones.

Guardiola repitió actuaciones con la selección española dos años más tarde, en el Mundial de EEUU, donde el equipo español quedó eliminado en cuartos de final, ante Italia. En aquella ocasión, el jugador catalán no participó tanto en el juego del equipo y jugó sólo un partido como titular.

MARK SPITZ

Cumpliendo con su signo astrológico, Acuario (nació el 10 de febrero de 1950), Mark Spitz quiso ser nadador desde muy pequeño. Lo que no cumplió fue con el nombre de su lugar de nacimiento, Modesto (California), ya que a lo largo de su carrera deportiva siempre hizo alarde de su fanfarronería.

En México-68, tras ganar cuatro medallas (dos de oro en los relevos 4 x 100 y 4 x 200 libres, plata en los 100 mariposa y bronce en los 100 libres), en otro arranque de orgullo, dijo: “En Munich ganaré siete medallas de oro”. Dejó el club Santa Clara y entrenó aparte con Sherm Chavoor.

Ya en Múnich-72, empezó con su máquina de batir records. A pesar de sus nervios a que se repitiera lo de México, el primer día ganó los 200 mariposa con nuevo récord mundial (2'00''70), dejando a Gary Hall a más de dos segundos. Ese mismo día consiguió otra plusmarca mundial en 4 x 100 libres (3'28''8) y los soviéticos, segundos, quedaron a más de tres segundos. Al día siguiente, venció en 200 libres en 1'52''78, tercer récord mundial, y segundo fue Steve Genter (1'53''73), que había dejado el hospital el día anterior tras sufrir un colapso parcial ya en la capital bávara.

El cuarto día arrasó en los 100 mariposa (54''27) y el canadiense Robertson quedó a más de un segundo. Una hora más tarde, ganó su quinto oro y batió su quinta plusmarca mundial (7'35''78) en el relevo 4 x 200 libres. Y al quinto día se enfrentó con la posibilidad de superar a Don Schollander, que había conseguido cinco medallas de oro en Tokio-64. Y ganó los 100 libres en 51''22, superando a su compatriota Heidenreich (51''65), también con nuevo récord mundial.

Para finalizar su hazaña, Spitz participó en los relevos 4 x 100 estilos, nadó la posta de mariposa y compensó la increíble ventaja que había obtenido Matthes para la República Democrática Alemana en la primera posta, en la que había batido el récord del mundo de 100 espalda. El equipo americano ganó en 3'48''66, superando en cuatro segundos a los alemanes orientales.

Spitz cumplió lo prometido con su figura de hombre-pez, ya con los hombros completamente achatados por el roce del agua, en sus millares de horas de entrenamiento. Se retiró de la natación, dejó su profesión de dentista y se dedicó a vivir de las rentas de su triunfo. En vigilias de los JJOO de Barcelona'92 protagonizó, con 40 años, un patético intento de regresar a la alta competición.

JEAN BOUIN

Su muerte en las trincheras el 29 de septiembre de 1914 le privó de muchas glorias en el atletismo mundial. Jean Bouin, muy recordado lejos de su país como es el caso de Barcelona, que bautizó una carrera popular con su nombre, alcanzó la gloria olímpica aun sin conseguir una medalla de oro en unos juegos.

Nacido el 20 de diciembre de 1888 en Marsella, fue uno de los padres del entrenamiento natural bajo el bosque, practicando el cross-country como preparación para la temporada de pista.

Ya en 1908, con sólo 19 años, alcanzó cierto renombre en Francia al finalizar en cuarto lugar en el campeonato nacional de cross-country. Eso le permitió acudir a los Juegos Olímpicos de Londres para disputar la prueba de 3.000 metros por equipos, en la que acabó por retirarse. Sin embargo, Bouin alcanzó la fama cuatro años más tarde en Estocolmo, con motivo de los juegos de 1912. Antes había ganado el campeonato de cross en su país desde 1909 hasta 1912 y el Cross de las Naciones desde 1911 hasta 1913.

Ya en Estocolmo, Jean Bouin lanzó un reto a todos y también a sí mismo: batir el récord mundial de los 5.000 metros y dejarlo en 14'50". Pero no contó con la presencia de Hannes Kolehmainen, un finlandés de origen mogol. Kolehmainen tomó la cabeza de la prueba a la segunda vuelta. En la tercera, Jean Bouin se acercó al finlandés y se colocó tras él.

A la cuarta vuelta al estadio olímpico, Bouin tomó la cabeza. En la sexta vuelta, sólo Bouin y Kolehmainen aguantaban el ritmo de la carrera, seguros ambos de batir el récord mundial. Faltando una vuelta y media para el final, y con sus competidores a más de 200 metros, Bouin le cerró el camino a Kolehmainen y apretó el paso.

Ya sólo quedaba la recta final. Bouin resistía y sus piernas así lo hacían creer. Le arrancó dos metros al finlandés y todos empezaron a decepcionarse ante la posible derrota de un nórdico en una pista sueca. Cuando Kolehmainen, en un esfuerzo sobrehumano, alcanzó al francés a falta de 20 metros, el estadio se vino abajo. Sólo el torso de Kolehmainen superó a un Bouin, entregado a su récord. Ambos rebajaron en casi medio minuto el tope mundial de la distancia.

TAKHASI ONO

El auténtico pionero de la gimnasia japonesa no fue otro que Takhasi Ono, un tímido deportista que hizo su primera gran aparición en el Campeonato del Mundo de Roma-54 y que logró su eclosión nuevamente en la capital italiana, seis años después, pero esta vez en el marco de los Juegos Olímpicos. A Ono hay que considerarlo como una especie de pionero que, a base de trabajo, contribuyó a derrocar a la Unión Soviética de su privilegiado lugar en la jerarquía mundial de la gimnsaia.

Nacido el 26 de julio de 1931, Ono hizo su debut en el Mundial de Roma-54. Mientras la URSS hacía gala de un enorme potencial, capaz de proporcionarle los siete primeros lugares de la clasificación individual y, de forma aplastante, el título en el concurso por equipos, Ono encabezó una lista de entusiastas gimnastas nipones cuyo único propósito era adquirir experiencia.

Los técnicos consideraban a Ono uno de los gimnastas más espectaculares de su generación y, en consecuencia, nadie se asombró de que, dos años después, llegaran los primeros éxitos para el portentoso deportista japonés. En Melburne-56 fue segundo en el concurso general, por detrás del soviético Viktor Chukarin. Sólo 0,25 centésimas le separaron del triunfo individual, aunque luego se hizo con la medalla de oro en barra fija, un ejercicio que sería tradicionalmente dominado por Japón.

Cuatro años después, esa diferencia se acortó todavía más, pero otro soviético, Boris Shaklin, le pudo a Ono por 5 centésimas (115,95 por 119,5). En Roma volvió a ganar en barra fija y amplió su dominio al salto. Por fin, junto a Endo, Takemoto, que ya contaba 40 años de edad, Aihara, Tsurumi y Mitsukuri, logró para Japón la ansiada medalla de oro por equipos. Era el justo premio a un trabajo muy bien realizado.

En Tokio-64, los japoneses fueron infranqueables para todos sus adversarios. Ono, que había participado en cuatro competiciones olímpicas, entre 1952 y 1964, con un bagaje de cinco medallas de oro, cuatro de plata y cuatro de bronce, abandonó el deporte entre la admiración de un público que supo valorar su influencia en la evolución de la moderna gimnasia japonesa.

medallero

Tabla 1

ORO PLATA BRONCE

U.S.A 796 602 513

U.SOBIÉTICA 395 319 286

ALEMANIA 185 208 228

G.BRETAÑA 177 246 231

FRANCIA 162 175 191

ITALIA 154 126 142

SUECIA 135 150 172

HUNGRIA 135 125 144

FINLANDIA 98 77 113

JAPON 89 82 93

AUSTRALIA 80 76 100

RUMANIA 59 70 90

CHECOSLOVAQUIA 49 49 47

HOLANDA 45 52 71

CANADA 44 67 83

NORUEGA 44 37 34

SUIZA 42 64 58

POLONIA 41 62 115

BULGARIA 40 69 58

CUBA 37 27 27

BELGICA 35 42 42

DINAMARCA 34 59 57

COREADELSUR 32 27 52

CHINA 30 41 37

YUGOSLAVIA 26 30 30

TURQUIA 26 15 12

N.ZELANDA 26 11 25

GRECIA 24 29 40

AUSTRIA 18 29 33

ESPAÑA 17 20 11

NOTA: En esta tabla no están representados todos los países con sus respectivas medallas.

Bibliografía

-“De olimpia a Atlanta 96”. El periódico.

-“Enciclopèdia Catalana Bàsica”

-“Diccionario Enciclopédico Espasa”

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Enviado por:Jordi Garrido tony Rodón
Idioma: castellano
País: España

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