Literatura


La Regenta; Leopoldo Alas, Clarín


EL AUTOR

"Me nacieron en Zamora" dirá Clarín en uno de sus escritos. Y así lo fue en efecto, porque este autor tenía que haber nacido en Oviedo, donde vivieron sus padres hasta unos meses antes de su nacimiento. Pero Leopoldo García-Alas Ureña llegó al mundo el 25 de abril de 1852 en Zamora, donde su padre había sido destinado como gobernador civil.

Pasó su infancia en Zamora, León y Guadalajara, acompañando los desplazamientos familiares. En la Escuela de los Jesuitas de León realizó sus primeros estudios.

En 1859 la familia se trasladó a Oviedo, la ciudad que Clarín tuvo siempre por suya y que fue el escenario de la obra considerada por todos los críticos como la mejor de las suyas, La Regenta.

Entre 1863 y 1867 realizó en Oviedo sus estudios de Bachillerato y entre 1868-69, en sólo dos años, hizo la carrera de Leyes en la Universidad. Fueron estos años de intensa actividad para Clarín, que conoció a los que serían sus grandes amigos, aquí en Oviedo y después en Madrid: Armando Palacio Valdés, Pío Rubín y Tomás Tuero.

Entre 1868 y 1869 Leopoldo escribió a mano un periódico satírico y humorístico que se llamó Juan Ruiz. Y de sus vivencias revolucionarias le quedó una actitud política liberal, un idealismo con ciertos tonos románticos, que mantuvo a lo largo de su vida y le llevó a militar, durante un tiempo, en el partido republicano de Castelar.

En 1871, un año después del asesinato del general Prim, se traslada a Madrid. Y allí permanece hasta 1878, aunque realiza frecuentes viajes a Asturias. En Madrid vela por hacerse cada vez más instruido, "haciendo la luz" en los cafés por medio de la discusión y del ladrillo molido que se le sirve en calidad de moka. Y además va a los teatros para completar su formación.

En este Madrid de tertulias, debates ideológicos en el Ateneo, representaciones de teatro (temprana vocación que se traducirá años más tarde en un ensayo dramático de tan buenas intenciones como escaso éxito), pasa Leopoldo siete años. Sus amigos de Oviedo están con él y los cinco forman una tertulia en la Cervecería Inglesa que, por su tono ferozmente crítico, fue conocida como Bilis Club. Además todos ellos publicarán una revista crítica (esta vez ya impresa) que, con el nombre de Rabadás, editó tres números.

Mientras tanto se doctora en derecho con una tesis: El derecho y la moralidad, que dedica a Francisco Giner de los Ríos. El Krausismo, que tuvo en Giner a uno de sus máximos representantes en España, ejerció una gran influencia sobre Leopoldo y acabó de afianzar su propensión al idealismo, a la integridad integridad ético-religiosa (sin dogmas), a la tolerancia, a un pensamiento organicista y armónico y a la observancia de su conducta recta, abnegada, dedicada al bien progresivo de la humanidad y de la patria: a una forma de pensar y de ser, en fin, que el krausismo de algunos de esos maestros le legaba; legado al que nunca renunció Leopoldo Alas

El 5 de julio de 1875 nació Clarín a la vida pública. Con ese pseudónimo publicó un artículo periodístico en el diario madrileño El Solfeo. Desde ese momento, las relaciones de Clarín con los periódicos se hicieron especialmente intensas. Su tono crítico, lúcido y moralista le ganaron la admiración de muchos y el odio profundo de otros. Y aunque pueda ser una simple casualidad no deja de ser significativo que el nacimiento de Clarín se produzca el mismo año en que la Restauración en la persona de Alfonso XII ponga fin a los intentos democratizadores de la Revolución, el Sexenio y la República. El sentido crítico, profundamente reformador de Clarín, despertó. Y la pluma se convirtió en su vehículo de expresión.

En 1878, el mismo año en que terminó su tesis, obtuvo el número uno en las oposiciones a la cátedra de Economía Política y Estadística de la Universidad de Salamanca. Pero el Ministro de Fomento, dirigido por el conservador conde de Toreno, decidió conceder la plaza al opositor que había quedado en segundo lugar; indudablemente la labor periodística Clarín había comenzado ya a hacerle ganar enemigos.

Cinco años más tarde, el ministro liberal Albareda le concedió la misma cátedra en la universidad de Zaragoza. Era junio de 1882 y Leopoldo Alas se casó en agosto de ese año. En sus últimos años de Madrid escribió su primer relato breve, Pipá (1879), su primera recopilación de artículos (Solos de Clarín, 1881) y su primera obra de crítica literaria (La literatura en 1881), en colaboración con Armando Palacio Valdés.

En Oviedo, "la heroica ciudad", se casó Leopoldo Alas con Onofre García Argüelles, "más dulce que salada en el mirar, rubia, pálida, delgada, de belleza rescata y escondida; una de esas bellezas que no deslumbran, pero que pueden ir entrándose alma adelante". El matrimonio tuvo tres hijos (Leopoldo, Adolfo y Elisa). El mismo año en que nació su hijo Leopoldo (1884) murió el padre de Clarín.

En julio de 1883 consiguió el traslado a la universidad de Oviedo, donde desempeñó las cátedras de Derecho Romano y de Derecho Natural. Y en Oviedo vivió ya siempre Clarín, con breves estancias en Madrid, hasta su muerte, a causa de una tuberculosis intestinal, cuando tenía 49 años.

En Oviedo alterna su trabajo de profesor con sus escritos, a los que dedica la mayor parte de su tiempo libre. Es entonces cuando se empieza a valorar seriamente sus obras. En 1885, entre enero y junio, publicó los dos volúmenes de su primera novela, La Regenta, que había comenzado a escribir sólo un año antes.

En 1887 fue elegido concejal del ayuntamiento de Oviedo, por el Partido Republicano de Castelar. En esta función política llevó a cabo el proyecto de construir un teatro en la ciudad, inaugurado en 1892. En él leyó unas cuartillas a la muerte de su amigo Campoamor, en 1901, y en su recuerdo le puso el nombre que aún tiene.

Pocas fueron ya las salidas que nuestro autor hizo de Oviedo. En 1888 su salud estaba ya muy debilitada. Pero sus artículos periodísticos, que con frecuencia daban lugar a polémicas, le mantenían en continuo contacto con la vida política y literaria.

El 20 de marzo de 1895 estrenó en el Teatro Español su "ensayo dramático" (así lo llamaba) Teresa, que conoció un estrepitoso fracaso. Es muy probable que a ello contribuyera la hostilidad que Clarín había despertado en los medios literarios por sus artículos, y que ahora se le volvían en contra; es posible también que la sencillez dramática y escénica de la propia obra (un solo acto, tres personajes en escena, sin cambio de decorado), que una visión superficial permitía clasificar como un no profundo drama social, confundiera a críticos y espectadores. Y Teresa, como La Regenta, como muchos de los relatos breves de Clarín es, sobre todo un relato psicológico, un análisis de los sentimientos y de la lucha entre deber y querer: un drama ético, en definitiva

Clarín murió en Oviedo el 13 de junio de 1901.

TEMA

La Regenta es la historia de cómo unos personajes, inconformes con su mundo desean trascenderlo y son vencidos en el intento. Posee una enorme complejidad al presentar conflictos sociales en tres niveles; entre diferentes estratos e instituciones; personales, de cada personaje con su historia y entre los distintos personajes.

Son muchos los temas que aparecen en la novela, pero los más importantes son, sin duda, el adulterio burgués y la lucha entre el poder secular y el poder religioso.

El tema del adulterio es predominante siempre junto a otros motivos característicos del "Eros" burgués, tema muy habitual durante la transición española. Se puede considerar que esto se debe a una situación de hecho forzada por las pautas de conducta sexual características de la burguesía, a cuya rotura estamos asistiendo en estos últimos decenios. Frente a la gran libertad de hábitos en la vida erótica privada característicos de la sociedad europea durante el siglo XVIII, la burguesía estableció, al modificar la ética social, dos grandes sacralidades: la del matrimonio y la de la propiedad privada. Así, todo adulterio del siglo XIX narrado literariamente es la exposición de esta lucha entre la libertad de amar y la opresión impuesta por el sacramento.

El autor muestra su crítica hacia este aspecto frecuente en la sociedad de aquellos tiempos. Se comenta frecuentemente el gran número de “triunfos amorosos” que se adjudica don Álvaro: lejos de suponer las críticas y la desaprobación de la mayoría de los ciudadanos, supone el que se le considere un auténtico héroe. Pero no sólo está bien visto la relación con muchas mujeres, sino que incluso mantener a una mujer, paralelamente a su familia, supone una exhibición de poder por parte de los hombres. Ambos aspectos se pueden observar en Paco Vegallana, quien admira a su amigo Mesía por sus conquistas (aunque no sólo por ellas) y siente la necesidad de ser como él, ya que, en esos temas anda algo escaso.

El segundo tema, tan importante como el anterior, es la lucha entre el poder secular y el poder clerical en una ciudad de provincia. La época en que se desarrolla la historia, es una época marcada por los continuos cambios políticos (eliminación de la monarquía y su restauración, alternancia en el poder de diferentes corrientes políticas) El poder político y económico que tradicionalmente ha estado en manos de la Iglesia ha desaparecido, pasando a manos de la nueva clase burguesa, enriquecida gracias a la industria incipiente. El deseo del clero de mantener su influencia choca con los intereses de la burguesía que pretende dirigir el país puesto que posee el dinero.

Esta lucha española del siglo XIX se concreta detrás del disfraz del amor. En torno a la posesión de Ana Ozores se mueven los deseos de dos hombres, pero también de dos instituciones: la civil, laica, librepensadora -aunque empobrecida- de una provincia española, representada por Don Álvaro Mesía y la institución eclesiástica, tradicional y jerárquica, representada por Don Fermín. Desde el principio de la novela se observa la antipatía y el recelo con que ambos se tratan, aunque existe una forzosa convivencia. También vemos que la conquista de Ana Ozores de Quintanar, mujer excepcional en el rudo medio provinciano, es una prueba de poderío. Y toda la ciudad entra en el juego

Otros temas importantes son el amor, a través de las relaciones de Ana con Víctor, Don Fermín o Don Álvaro; el poder de la Iglesia, representado por Don Fermín; los celos, en Don Víctor; la seducción, en Don Álvaro; el poder de la sociedad que oprime en muchas ocasiones a los protagonistas; la situación de la mujer, en la vida de Ana y la mediocridad social, presente en todas las escenas de la obra.

AMBIENTACIÓN

La Regenta es la crónica de una ciudad, de sus habitantes y sus costumbres, donde destacan calles, plazas, barrios, iglesias.... Transcurre en Vetusta, que es un pseudónimo de Oviedo (España), durante la época de la Restauración.

El tiempo está bastante espaciado, transcurren varios años a lo largo de la obra, predominando los tiempos de vacaciones y fiestas: Semana Santa, Navidad, Verano, bailes, teatros, comidas...

Durante los 15 primeros capítulos transcurren tres días en los que se da a conocer Vetusta, sus habitantes y su pasado y los principales lugares y costumbres de la ciudad asturiana: la calle del comercio, el Espolón, que es el lugar preferido por los habitantes para pasear; el casino... El resto de la novela transcurre de manera más ágil.

La mayor parte de la novela se desarrolla en la Encinada pero el espacio novelesco es inmenso. El espacio se presenta mayormente a través de los personajes, como un mundo abierto y vivo donde aparecen una serie de individuos con sus pasiones y frustraciones a cuestas, pero en ocasiones se independiza y queda reflejado en cuadros de costumbres. Algunos cuadros de costumbres son por ejemplo, la vida en el casino, en el teatro, la misa de gallo en la catedral, escena de paseo....

Se observa una continuidad narrativa en la estructura, con la relación entre las figuras y la situación de las mismas en el espacio y el tiempo. De hecho, los personajes son vistos como parte de grupos sociales (casineros, cabilderos, mesócratas) y familiares.

La diversidad de espacios, el enfoque sucesivo de personajes en grupos, el examen individualizado de las conciencias y la estructura en eslabones dan lugar a un tipo de novela fragmentada que, si inicialmente produce la impresión de distintas acciones, pronto se produce la unidad de propósito y de finalidad.

ARGUMENTO

Doña Ana (la Regenta), es esposa de Víctor Quintanar, ex-regente de varias audiencias de Vetusta, mucho mayor que ella. Se llama Ana Ozores y es de cuna noble. Su padre se llamaba Don Carlos y se casó con una modista italiana, que murió al dar a luz a Ana. Su padre murió unos años más tarde, haciéndose cargo de ella sus tías. Ya joven cayó enferma de nervios. Esta enfermedad le acercó a la literatura y a la religión, dos aficiones que rechazaban sus tías. Ellas querían que se casara con un noble. Con el paso del tiempo conoció a don Víctor Quintanar, con el cual se casó, sin amor verdadero, ya que Quintanar tenía dinero y posición.

En la época en que comienza la historia, la Regenta está sufriendo una recaída de los nervios, cosa común, y su esposo dormía en una habitación aparte, ya que se levantaba temprano para ir a cazar y quería respetar su descanso matinal. Ella suele recordar historias de su infancia, sobre todo la de una noche que se escapó con su amigo Germán a dormir en una barca y sus tías, cuando descubrieron donde pasó la noche la metieron a un internado. También suele leer, sobre todo libros religiosos, y acudir a la catedral a confesarse con el Magistral, Don Fermín. Los recuerdos y la religión son los dos refugios donde Ana se esconde de su infelicidad matrimonial.

Una noche Ana regresa a su casa y su marido se dispone para irse al teatro, a Ana no le apetece, de modo que Víctor se va solo. Ana se encuentra triste y, cansada de estar encerrada en su casa, se dirige hacia el parque. Allí se encuentra con Don Álvaro Mesía, el “Don Juan” de Vetusta, que está interesado en ella, como el reto imposible que quiere vencer. Se quedan mirándose pero Ana echa a correr.

Ana se siente confundida y escribe a Don Fermín diciéndole que necesita hablar con él, este lee la carta delante de su madre Doña Paula, que le dice que lleve cuidado con esa mujer. Doña Paula es una mujer dominante, que crió prácticamente sola a su hijo y todavía lo trata como a un niño. Fue ella quien le obligó a estudiar para cura, cosa que él hizo sin vocación. Don Fermín está enamorado de la Regenta, pero no se atreve a declararle su amor por miedo a su madre.

Ana se confiesa asiduamente con Don Fermín y lleva una vida rutinaria; se da cuenta que su marido Víctor no le hace feliz y además ha abandonado las cotidianas tertulias con sus amigos. Mientras tanto, Don Álvaro sigue detrás de la Regenta aunque piensa que ella no le corresponde, hasta una noche que Ana sale al balcón y se encuentra frente a Don Álvaro que viene montando a caballo, ambos mirándose se muestran la pasión que sienten. Mientras conversan llega Víctor y le pide a Álvaro que convenza a su mujer para ir al teatro a ver Don Juan Tenorio. Ana finalmente accede y se emociona con la obra, comparándose ella con Doña Inés y a Don Álvaro con Don Juan.

Aquella noche le dice su criada Petra que ha estado hablando en sueños, pero no le dice que estaba hablando de Álvaro. Dice que su marido no ha oído nada y le trae una carta del Magistral que la espera para confesarla, pero ella no quiere y le contesta diciéndole que se encuentra mal. Al día siguiente Ana recibe la visita del Magistral, que se ha enterado de que fue al teatro y está muy enfadado porque, al parecer, eso en las beatas estaba prohibido. Después de razonar sobre los peligros del teatro, y de la obra de Don Juan Tenorio, Don Fermín le propone a Ana verse fuera de la catedral, Ana se asombra, pero no le da mayor importancia. Mientras tanto, Petra, la criada, se preocupa por lo que le diría a su amo si le preguntaba por Ana y, más tarde, encubre al Magistral cuando Frígilis encuentra su guante en el jardín.

El Magistral sube una tarde a la torre de la catedral para observar a Ana y allí, a través de su catalejo, ve a don Álvaro y se enfurece. Días más tarde Ana se dirige de nuevo al confesionario, el Magistral se alegra de verla, y se dirigen juntos hacia casa de Don Constantino y Doña Petronila para hablar mejor,. Estando Ana y Don Fermín sentados en el sofá esperando a los señores el Magistral coge de la mano a Ana, que se sofoca, pero piensa que es una muestra de afecto y que no pasa nada.

El día siguiente Ana recae en su enfermedad y pide a Don Víctor que esté a su lado, éste sacrifica sus salidas de caza durante varias semanas, tras las que comienza a buscar excusas para dejar a su mujer en casa y comenzar de nuevo a salir.

Ana se va reponiendo poco a poco y el Magistral continúa observandola durante sus paseos por el campo con Víctor y sus amigos, entre los que se encuentra Don Álvaro. Poco tiempo después la Regenta acude otra vez a confesarse a la catedral, pero enseguida cae enferma de nuevo, por lo que deja de ver a Don Fermín.

Llega el verano a Vetusta y don Álvaro va a despedirse de Quintanar, aunque en realidad de quien quiere despedirse es de Ana. Ana le comenta que ellos no se irán a ningún sitio, ya que el médico le ha dicho que no puede bañarse ni tomar la brisa del mar.

Durante el verano, a escondidas de su marido, la Regenta lee la vida de Santa Teresa y un día escribe una carta al Magistral, en la cual le dice que gracias a él se sentía mejor que parecía haber encontrado un nuevo camino místico y que además se había leído la vida de Santa Teresa, esto emociona al Magistral, que se hace cada vez mas ilusiones.

Un día Ana recibe la visita de su amiga Visitación, que le dice que todo Vetusta había visto a don Álvaro en la estación, que se marchaba junto a la guapa ministra. Ana se siente celosa y pasa el verano sumida en su melancolía. Durante todo el verano sigue viendo al Magistral, que pasa un verano feliz junto a Ana. Para Don Víctor, sin embargo, el verano resulta aburrido y terrible.

Pasa el verano y Don Álvaro y Doña Paula vuelven al pueblo. El Magistral continúa sus largas conversaciones con la Regenta, mientras ésta recuerda continuamente a Don Álvaro, y lo que habían pasado juntos antes del verano.

Aquella Nochebuena se dirige Ana a la Misa de Gallo, donde están todos sus amigos, incluido Álvaro. Al verlo, Ana vuelve a recordar todos sus sentimientos y su pasión hacia él y sale muy aturdida. Al llegar a casa le entran ganas de ir a la habitación de su marido y acariciarlo, hablar con él, pero no se atreve.

Al día siguiente va de nuevo hacia la catedral, y allí se encuentra al Magistral, con quien se dirige a casa de Petronila para conversar. El Magistral intenta declararse pero, al ser interrumpido varias veces por Petronila, queda con Ana en verse por la tarde en la catedral. Le dice que la gente de Vetusta está hablando de ellos y de su honor, pero Ana contesta que a ella le da igual.

Al cabo de un tiempo Quintanar convence a Ana para ir a un baile del casino, con permiso del Magistral. Después de cenar, Quintanar le pide a Álvaro que baile con su mujer y así lo hacen. Ana siente en ese momento algo especial, por primera vez alguien la abrazaba, la cogía con fuerza, y cae desmayada. Pronto la llevan a su casa donde recobra la memoria.

El Magistral se dirige hacia la casa de Petronila y allí se reúne con la Regenta, que llega atormentada por lo que le había ocurrido la noche anterior. El Magistral se muestra enfurecido, celoso y le dice a Ana que cómo se atreve a hacer lo que hizo la noche anterior. En ese momento Ana se da cuenta de que el Magistral la amaba, no como una hermana mayor (que era lo que ella pensaba) sino de verdad, para él. Asustada, sale sin despedirse de nadie y dice que jamás volverá a ver al Magistral, que le ha defraudado.

Pero al cabo de un tiempo Ana decide ir un día a la iglesia y piensa que tal vez ha exagerado y no debería dejar de ver al Magistral, le escribe una carta en la que dice que le perdona y que quiere volver a seguir ese camino de religiosidad. El Magistral se llena de felicidad, mientras su madre se enfurece al pensar que su hijo podía estar otra vez con Ana. Mientras tanto, a Don Víctor de Quintanar le irrita ver a su mujer todo el día en la catedral y dice que prefiere ver a su mujer en manos de un amante que en brazos del fanatismo,. Cuando ya parece que Ana se estaba recuperando vuelve a recaer de nuevo, y Don Víctor cree que su mujer en realidad está loca.

El día de San Pedro lo celebran comiendo todos juntos. Una vez terminada la comida Ana y las demás mujeres van a pasear por el bosque. Al comenzar una tormenta, los hombres se alarman y salen a buscar a las mujeres. Durante el camino, Don Álvaro y Don Fermín discuten acaloradamente, debido a los celos que cada uno siente respecto al otro.

Al llegar de nuevo la Navidad Ana y Álvaro ya son amantes. Quitanar invita a comer a don Álvaro y, cuando Ana sale a dar un paseo, Quintanar le confiesa que se está acostando con su criada Petra y que tiene miedo de que le haga chantaje. Álvaro se lo cuenta enseguida a Ana, que se queda desanimada, y Álvaro dice que pueden seguir siendo amantes ahora más que nunca.

El día de San Pedro resultó que el Magistral se había acostado con Petra e hicieron un trato. Petra espiaría a Ana y el Magistral despediría a su criada y la contrataría a ella. Petra, que aborrecía a Ana, acepta.

Un día le cuenta que había visto como se acostaba con Don Álvaro, que entraba trepando por el balcón de la habitación de la Regenta. El Magistral se vuelve loco y planea vengarse. Como todas las mañanas Don Álvaro se iba antes de que Don Víctor saliera a cazar, Petra adelanta el reloj de Don Víctor para que tenga que esperar a su amigo Frígilis en el parque donde quedaba con él y así viera como Don Álvaro salía del balcón de su esposa. Y así sucede, lo ve y reconoce a don Álvaro. Piensa que Petra ha adelantado el reloj para vengarse de él. Durante todo el día está callado, pensando en no decírselo a nadie, matar a ambos y esconderse en su pueblo natal.

En la vuelta hacia Vetusta, Frígilis le pregunta qué es lo que pasa y Víctor se lo cuenta. Su amigo le aconseja que no haga nada de lo que se pudiera arrepentir y que trate a su mujer como antes lo había hecho, al menos por el momento.

Mientras Frígilis va a decirle a Álvaro que huya de Vetusta para no dar lugar a mayores desgracias, Don Víctor llega a su casa, donde se encuentra con el Magistral, que le habla de la infidelidad de su mujer. Don Fermín le mete el dedo en la llaga hablándole de limpiar su honor, de venganza, aunque añadiendo la coletilla de que no debería hacerlo por la religión.

Finalmente, Don Víctor reta a Álvaro a un duelo, pensando dispararle en la pierna sin matarlo, pero al darle en la pierna don Álvaro sin pensárselo le dispara dejándolo mal herido, y muere a las pocas horas. Álvaro se marcha huyendo por lo que ha hecho y Frígilis avisa a Ana de que su marido ha tenido un accidente de caza y ha muerto.

Ana se entera de todo cuando Álvaro le escribe una carta contándole todo lo que había ocurrido y cae desmayada. Pasa un mes enferma en la cama. Frígilis, para ayudar a la mujer de su mejor amigo se va a vivir a casa de los Ozores, motivo por el que la gente de Vetusta rumorea, humillando a Ana.

Ana al cabo de un largo tiempo se decide a salir de la casa, para dirigirse a la catedral como antiguamente, para ver si de nuevo encuentra el consuelo a través de la religión. El Magistral, que estaba confesando, se asombra al ver allí a su amor, pero no le hace caso; termina de confesar y sale del confesionario como si no la viera.

Cuando ella hace ademán de acercarse le tiende el brazo con cara de asesino y Ana, asustada, retrocede y cae desmayada. El Magistral se marcha dejándola tirada en el suelo y Celedonio, el joven, feo y retorcido campanero, al encontrarla a desmayada la besa en los labios, beso que termina por destrozar el alma de la Regenta.

EL PERSONAJE

Ana Ozores, la Regenta, es el personaje en torno al cual gira toda la obra. Llamada la Regenta por ser esposa del antiguo regente de la audiencia de Vetusta, se caracteriza por ser una mujer muy sensible. Se debate casi desde el principio de la novela entre dos hombres que buscan su amor: el Magistral, Don Fermín y Mesía, Don Álvaro; los otros dos protagonistas de la novela.

Ana es una persona con un carácter muy difícil de describir, víctima de una inestabilidad muy acusada que puede tener su explicación en las condiciones en las que se desarrolló su vida. Por un lado es una desclasada, como hija de aristócratas que traicionó a su clase en todos los frentes; por otro lado presenta una gran falta de pasión familiar, su padre no supo compensar la falta de una madre y su institutriz subrayó más su angustia hacia la falta de su madre. La falta de hijos y las acusaciones que recibe desde niña por su relación con Germán en la barca acentúan todavía más si cabe su experiencia de soledad moral.

Tiene un gran complejo de víctima, se pasa la vida autocompadeciendose, exigiendo la compasión de los demás, solo habla de sus problemas, de sí misma, de sus alegrias, ideales, tristezas... Nunca se entrega definitivamente a su cambio de vida, por eso tarda tanto en aceptar el adulterio, tiene miedo a la aventura real. De vez en cuando compara a Álvaro y a Fermín.

Otra característica muy importante, aún más teniendo en cuenta los acontecimientos de la novela, es su profunda religiosidad: es una persona muy devota y posee una fe enorme, que alcanza su máxima expresión cuando Ana se deja llevar por el misticismo. Esta característica adquiere una importancia mucho mayor si tenemos en cuenta el papel que juega el Magistral en la novela, ya que en muchas ocasiones el comportamiento de la Regenta deriva de sus conversaciones con el sacerdote.

Ana se mueve en una serie de acciones y reacciones que la hacen ilusionarse. Una vez adulta intenta compensar sus tremendas insatisfacciones bien por el misticismo (don Fermín) o bien por el erotismo (Álvaro Mesía). Estas dos tendencias son vías para escapar del rechazo de la realidad, del mundo cotidiano de Vetusta.

También es destacable el comportamiento de Ana en relación con su propio marido, don Víctor y sus muy distintas reacciones al respecto, manifestación de la inestabilidad citada anteriormente: por un lado, el profundo sentimiento de culpa que la sobrecoge a menudo, piensa que ella es la culpable de tal o cual cosa que le sucede a su marido. Por otro, sobretodo en la parte final de la novela, ese sentimiento se convierte en odio hacia su marido, piensa que no le hace caso, que no le presta la suficiente atención... y una tercera proyección de su relación con Víctor podría ser una mezcla entre un sentimiento de pena y de obediencia, como si Ana estuviera supeditada a su marido, viene a ser una contradicción del anterior. Ana piensa que le quiere como a un padre, como un ser cercano y protector, al que debe obediencia, pero no como al esposo que es en realidad.

MI OPINIÓN

En general la novela me ha parecido una obra espectacular en dos sentidos: por un lado la densidad de la obra, con un número casi interminable de personajes, y por otro la capacidad del autor para articular todo esto de manera excepcional, dotando a todos y cada uno de los personajes de una psicología y forma de actuar que les da un aire de verosimilitud. Esto que ocurre con los personajes se aprecia también en los espacios en los que discurre la historia: el autor realiza minuciosas descripciones de los escenarios, de los ambientes que nos permiten imaginar sin esfuerzo todo ese universo creado por el autor e introducirnos en él llevándonos a experimentar la sensación de entrar en la historia.

En cuanto al vocabulario, en general, es fácilmente comprensible. Además, a pesar de las densas descripciones, no emplea fórmulas repetitivas ni muy complejas lo que nos permite una lectura fluida.

Sobre el vocabulario de los personajes, cabe destacar la perfecta caracterización a la que los somete el autor: cada uno habla en función de su formación, sus modales... otro aspecto que dota a la obra de una gran verosimilitud.

En cuanto a la trama, exceptuando el comienzo del libro, el autor consigue crear una atmósfera que nos atrae e involucra en la historia de forma que sentimos la necesidad de llegar hasta el final de la novela para conocer su desenlace. En cuanto al desenlace, me ha resultado bastante sorprendente, podría decir decepcionante. En principio, creo que la Regenta debería haber vuelto con su marido, que realmente la quería aunque no sabía demostrárselo, o haber escogido al Magistral y no a Álvaro porque después de la evolución de los personajes a lo largo de la novela el Magistral se me presentó como una persona aparentemente educada, cobarde, que se deja dominar por su madre y por los comentarios del pueblo, ambicioso e hipócrita, pero enamorado realmente aunque a su manera de la Regenta. En cambio, Mesía me pareció una persona despreciable, sin corazón, que no duda en aprovecharse de Don Víctor, para conseguir el amor de la Regenta, que en el fondo sólo le supone una conquista más. Sin embargo, cuando al final el Magistral la abandona tirada en el suelo, termina de romper las expectativas que yo tenía. Creo que esto le otorga a la Regenta un gran componente de credibilidad: en la novela, como en la vida real, no todo se salda de la forma que nos gustaría.

En cuanto a la actitud del autor, me ha parecido que con la Regenta Clarín nos quiere dar a conocer cómo era la sociedad de su época. Quiere que conozcamos sus costumbres, sus gustos sus reflexiones y sus opiniones sobre aspectos morales y políticos y para ello no duda en criticar aquello con lo que no está de acuerdo.

No se limita a hacer crítica de un solo grupo social, sino que se despacha a sus anchas criticando aspectos concretos. Así, por un lado hace una crítica al clero y a la comunidad eclesiástica de la época. Sobre ella describe su mezquindad, una religiosidad vivida muy superficialmente. Por otro, sobre la burguesía su despreocupación, su ociosidad... todo esto enfocado muchas veces, desde la sátira y el fino humor.

BIBLIOGRAFÍA

Alas “Clarín”, Leopoldo. La Regenta. Alianza Editorial, Madrid .1983.

Autores varios. Enciclopedia Microsoft Encarta. Microsoft Corporations, 2001

http://www.rincondelvago.com/html/fotocopiadora/paginas/resultado.php

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Enviado por:Myriamcha
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