Periodismo
La Red; Juan Luis Cebrián
"LA RED". JUAN LUIS CEBRIAN
Editorial Taurus . Colección Pensamiento
Nº de páginas: 197 . Precio: 2.300 ptas.
INDICE
INTRODUCCIÓN 03
PRETENSIONES DEL LIBRO 03
EL FENÓMENO DE LA RED 04
ALIENACION, GOLBALIZACION, ENTRETENIMIENTO... 05
USOS DE LA RED EN DIVERSOS CAMPOS 08
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y EL ESPECTÁCULO 08
EL FUTURO DEL LIBRO Y LA SOCIEDAD INTERCONECTADA 09
INTERNET, UN ESPACIO EN NUESTRAS VIDAS 11
LOS NAVEGANTES 12
YO Y MI ORDENADOR 12
SOCIEDAD DEL APRENDIZAJE Y AUTODIDACTISMO 14
AMENAZAS DE LA RED 15
OPINION PERSONAL 18
CONCLUSION 23
INTRODUCCCION
En un lenguaje asequible para los no iniciados, sin apearse del rigor científico, La red abre un debate fundamental: ¿estamos ante un cambio de civilización?, ¿adónde nos conduce? La concentración de poder mundial "cada vez menos personas decidirán sobre un mayor número de cosas", la desaparición progresiva del tiempo y el espacio como referentes seguros en el mundo de la realidad virtual, y la velocidad creciente del proceso que dificulta su orientación y control se destacan entre las consecuencias de esta moderna revolución.
Sin embargo, éste "no es un libro que pretenda dar respuestas sino hacer preguntas, y me doy por satisfecho si las preguntas están bien planteadas". Así resumía la intención de su trabajo "La Red" el que fue director y fundador de el rotativo "El País" y actual consejero delegado del grupo Prisa, Juan Luís Cebrián.
Su libro responde a un trabajo de investigación encargado por el Club de Roma y para cuya realización Cebrián ha contado con el apoyo de un importante colectivo. En el grupo que ha ayudado al autor se cuentan miembros del Club de Roma, de empresas como Microsoft o Oracle y de instituciones educativas del prestigio del MIT o de UCLA, donde todos ellos han realizado un esfuerzo por divulgar el significado e impacto de la sociedad digital en las vidas de los ciudadanos. Por ello afirma nuestro autor: "Ese colectivo es el que me da la seguridad para expresar estas opiniones con la confianza suficiente".
PRETENSIONES DEL LIBRO
Hay algo que pretende fundamentalmente Juan Luis Cebrián con este libro, y es «que se entienda, que no aterre al lector que no haya navegado en su vida por Internet ni haya utilizado un ordenador». La obra sale a la luz con la intención de «alumbrar la llama de la inquietud».
No cabe duda de que Cebrián muestra una profunda desazón ante la falta de conciencia que detecta en la sociedad sobre los efectos que provocarán sobre ella los nuevos medios de comunicación. «Lo que más me fascina de Internet es su capacidad de mitología», afirma y por ello su libro pretende plantear un debate sobre cómo el uso de la red, de la televisión digital y de la televisión por cable puede cambiar nuestras vidas.
No obstante, en él se plantean, no sólo las virtudes de la red, sino también sus problemas, por lo que su autor, al publicarlo, dijo que se mostró sorprendido por la "habitual falta de actitud crítica de cualquiera que se acerca a este fenómeno: o la gente es muy entusiasta o es muy reaccionaria. O no hay problemas o la red se contempla como una nueva amenaza a la libertad por cuenta del progreso".
EL FENOMENO DE LA RED
Según el autor, los tres procesos clave que definen al fenómeno de la red son la interactividad del sistema de comunicaciones (entendida como la próxima convergencia entre televisión y ordenador), el caos como símbolo de la autonomía y desjerarquización y la globalidad. Un proceso contradictorio y lleno de paradojas: "en un mundo global donde el Estado pierde importancia y se potencian sin embargo los fenómenos locales".
Entre los aspectos negativos que el autor señala en Internet se cuentan la falta de seguridad de cualquier tipo de transacción (no sólo las económicas, sino las de información privada), la vulnerabilidad del correo electrónico, la posible aceleración de los procesos de desigualdad entre los que dispongan de información y los que no y la concentración de poder en pocas manos. Por ejemplo, "el 85% del tráfico de la red se concentra en USA, Europa Occidental y Japón. En Tokio hay tantas líneas de teléfono como en toda el África Negra".
Otra de las conclusiones es que el cambio es rápido y profundo: "vamos a aprender, comprar, enseñar, escribir, ir al médico y divertirnos de manera diferente. Tenemos la convicción de que estamos ante un cambio revolucionario, yo creo que a mejor. Mi preocupación es evitar los períodos de terror que suelen llegar después de las revoluciones y engullen a los que las protagonizan".
ALIENACION, GLOBALIZACIÓN, ENTRETENIMIENTO...
Las preguntas sobre el futuro de las identidades locales tienen serio fundamento: ¿nos estamos alienando, alterando, en el sentido etimológico de la palabra, el de ser otro? La resistencia a la invasión por parte de los más celosos de sus tradiciones es a veces heroica pero, a mi juicio, la única postura correcta a estas alturas es la del colaboracionismo.
Debemos reconocer que si Estados Unidos ha triunfado en el cine es que, por regla general, lo hace mejor que el resto del mundo. Sólo así podremos aspirar a que se establezca un diálogo, una combinación de lo global con lo local, algo que algunos llaman jocosamente la globalización, que permita la pervivencia de valores autóctonos frente a la tendencia al igualitarismo feroz que estamos viviendo.
Nuestras costumbres, nuestras lecturas, nuestras comidas, nuestros principios y nuestros valores están siendo mundializados gracias al cine y a su difusión por la televisión. El fenómeno va en aumento.
La implantación de los servicios digitales está provocando una crisis en la producción de contenidos y en la capacidad de oferta para la extraordinaria demanda que el sistema supone.
Nuestro trabajo, nuestro ocio, nuestra creatividad estarán orientados hacia la exhibición, hacia el espectáculo, tal y como ya lo están la religión y la política. Los ritos sociales, las formalidades, la liturgia necesaria en cualquier relación entre la gente cambiarán con arreglo a ese parámetro. También nuestro propio comportamiento individual, nuestra manera de acercarnos a la tramoya.
Gracias al impulso del cine, la sociedad de la información se viene convirtiendo, paulatinamente, en la sociedad del ocio y del entretenimiento. Los creadores de video juegos no hacen sino reconstruir en la realidad virtual historias ya imaginadas desde que se inventó el celuloide. Los fabricantes de películas han descubierto que, demasiadas veces, su verdadero negocio no está tanto en la explotación de las mismas como en la de los productos anexos que su éxito les permite comercializar: lo que se llama el merchandising.
La mayor disposición de tiempo de muchos ciudadanos, debido ala reducción de horas de trabajo y a la prolongación de la esperanza de vida, hace que la industria del entretenimiento se sitúe en las primeras filas de los sectores más rentable. Su vinculación a las nuevas tecnologías, al entramado de los medios de comunicación y a las redes informáticas provoca una concentración formidable de inteligencia, talento y trivialidad.
De igual manera, el atractivo que para las masas constituyen los deportes y el ocio televisados en directo. Algunos creían que la llegada de los medios electrónicos iba a vaciar los estadios y las salas de conciertos, ante la facilidad de poder seguir los acontecimientos desde el propio domicilio. Sucedió exactamente lo contrario.
Los medios electrónicos han sido capaces de dotar a nuestras vidas de un sentido del espectáculo antes inimaginable. La gente se moviliza gracias a los mass media por los más variados motivos, en la defensa de valores no siempre inteligibles. La comunión extraña entre quienes se quedan en casa y quienes se encuentran físicamente presentes es casi absoluta.
Las ceremonias religiosas, los actos políticos o judiciales, pierden su contenido y significación primigenios a favor de la liturgia del ocio que la televisión simboliza. El star system lo ha invadido todo: los periódicos, las radios, las televisiones, las redes informáticas. Los políticos no pierden o ganan las elecciones tanto en función de los programas que ofrecen, como de las cualidades que exhiben como comunicadores. Los hombres de negocios se devanan los sesos pensando cuáles serán las aplicaciones que merezcan la atención de los consumidores a la hora de decidir su incorporación al sistema de las infopistas.
Antes de la era digital, la implantación de los medios de comunicación de masas había logrado alterar sustancialmente las costumbres y formas de comportamiento de la gente. El teléfono, a costa de la ruptura de la intimidad, se convirtió feliz y paradójicamente en una prolongación de la misma. La televisión transformó hasta extremos increíbles la convivencia familiar. El fax amenazó acabar con el correo, cuyo secreto vulneraba y cuyo ritmo desafió.
La abundancia de medios, y los diferentes soportes técnicos de que se valían, nos obligaron a establecer una distribución diferente de nuestro tiempo útil, tanto en el entorno doméstico como en el laboral o profesional.
Las necesidades del ocio se transforman; el ámbito fundamental de la comunicación, pública o privada, se refugia en los hogares; se desarrollan nuevas relaciones entre los usuarios y los propios medios o sus representantes; los modelos sociales se ven sustituidos y algunos valores en boga quedan aniquilados para dar paso a otros que sustituirán su escaso arraigo en la tradición por la enorme fuerzas que les proporcionaba la publicidad.
Habida cuenta de todo esto, a nadie podrá extrañar, dice Cebrián, “el imponente impacto que el uso de las nuevas tecnologías tendrá en los comportamientos sociales e individuales”.
Es preciso resaltar que durante las últimas décadas ha aumentado el tiempo dedicado por los ciudadanos de los países industrializados a los medios de comunicación, en detrimento de otras actividades. El tiempo sigue siendo, sin embargo, el bien más escaso de cuantos dispone el hombre. De una correcta administración del mismo - que no tiene por qué implicar una obsesiva programación - depende en buena medida la felicidad de las personas.
USOS DE LA RED EN DIVERSOS CAMPOS
El significado del impacto en nuestras vidas de la llamada sociedad digital. Internet, la televisión temática vía satélite, las innovaciones en educación, medicina y economía, los nuevos medios de comunicación, son algunos de los temas aquí tratados.
Por ellos, las consecuencias de su implantación acelerada se dejará sentir en todos los ámbitos: las relaciones familiares, el comportamiento psicológico de las personas, la organización política, el mundo de los negocios y del comercio, nuestra manera de trabajar y de divertirnos, van a verse modificados sustancialmente.
Un ejemplo claro de todo esto al que dedica gran espacio Cebrián en su libro es el de las promesas y los peligros del uso de las infopistas en el campo educativo son paralelos a los que podemos encontrar en la organización de la economía o de la vida política.
Para la alta investigación, la red se ha convertido en un instrumento indispensable. No en vano Internet fue, al fin y al cabo, un sistema ideado en primer lugar por y para la vida académica. Pero las experiencias en el terreno de la educación tradicional sólo comenzaron a partir de la popularización de la web. Hoy en día, pocas son las universidades que se precian de serlo sin tener una presencia activa en el sistema. A través de él, en la mayoría de los países desarrollados puede uno matricularse y cursar estudios en varios centros superiores.
Desde esas premisas, la educación también va a verse sacudida. El aula sin muros es, hoy más que nunca, una realidad abrumadora e imparable. Los profesores, los padres de familia, los líderes sociales, deben ir acostumbrándose a esta perversión que trata de convertir el conocimiento en show.
Nuestro nuevo desafío: tenemos que deleitar instruyendo. El perfil lúdico del ciberespacio, su aspecto de novedoso mundo de farándula electrónica, debe ser aprovechado como un elemento positivo para atraer a la gente a centros de interés permanente: aquellos que les devuelvan al mundo criterios útiles, cartas e instrumentos que les permitan navegar, con riesgos pero con esperanzas, por los mares de la cibercultura.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN y EL ESPECTÁCULO
Sin el reinado de la imagen, la sociedad de la información no se parecería nada a lo que es hoy en día. La televisión multiplicará en adelante sus atractivos gracias a los sistemas digitales de compresión y a los satélites de difusión directa. Un ciudadano normal, de cualquier país medianamente desarrollado, se acostumbrará, en muy pocos años, a recibir cientos de diferentes canales de televisión en su casa. Estarán en todas las lenguas, provendrán de no importa qué países, unos serán gratuitos, otros de pago, cuáles monotemáticos, cuáles generalistas; los podremos mirar cómodamente sentados ante nuestro televisor, o desviarlos a la pantalla de nuestra computadora personal; existirá un diálogo interactivo entre el consumidor y el programador; elegiremos las películas que queremos ver, a qué hora; o nos compraremos un abrigo, que podremos probarnos en la realidad virtual de nuestro televisor, o un coche, cuya factura recibiremos de inmediato en la impresora rápida conectada a nuestros terminales de multimedia.
Saltaremos, en la red pero sin red, de un programa de entretenimiento a otro de divulgación científica, de un servicio de noticias a una película. A veces tendremos dificultad en discernir si lo que reproduce la pantalla es una transmisión de la realidad o una figuración, una realidad virtual. Ambas se ayudarán entre ellas, se mezclarán, se sustituirán, en ese caleidoscopio constantemente agitado de nuestro televisor.
Los servicios de televisión digital, todavía incipientes en la mayoría de los países, incorporarán en muy poco tiempo la conexión a Internet, destronando el imperio de la computadora personal sobre las redes. Según hemos explicado, el ordenador y el televisor experimentan un proceso de convergencia en sus aplicaciones. En unos años, serán de hecho un mismo aparato, con diversas funciones de acuerdo con la capacidad de memoria, definición de imagen y demás prestaciones que ofrezcan.
Lo característico de esta convergencia de los terminales es que se produce, fundamentalmente, empujada por la avidez de consumo cultural y de espectáculo. Son el cine de Hollywood y las retransmisiones deportivas en directo las producciones que recaban mayor atención y entusiasmo por parte de los consumidores.
La influencia de la televisión en los procesos políticos y sociales viene convirtiendo, desde hace tiempo, las relaciones humanas en un verdadero espectáculo. Los contenidos teatrales y faranduleros de cada expresión del comportamiento humano en esta sociedad del homo videns son, evidentemente, muy notables. La guerra, la muerte, la religión, el deporte, la moda... nada se escapa a esa condición que convierte toda nuestra existencia en una especie de representación de emociones.
La digitalización de las señales televisivas, con el consiguiente abaratamiento de los costos de distribución, multiplicará el número de canales, ayudando a segmentar la audiencia e impulsando la televisión de pago. Ésta se encuentra muy extendida en Estados Unidos, debido al considerable crecimiento del cable, pero mucho menos en los países avanzados de la Unión Europea.
Es fácil predecir que, tanto en ellos como en las naciones en vías de desarrollo, se multiplicarán los sistemas de televisión codificada, lo que ayudará a provocar una transformación nada despreciable en el sector audiovisual. Una de las consecuencias previsibles es la alteración del tiempo y el dinero que los ciudadanos emplean en entretenerse. Sustituir las salidas a lugares de esparcimiento por diversiones domésticas - películas o juegos a través de la televisión digital - no resultará necesariamente tan barato como hasta ahora.
De todas formas, la transmisión de datos, y sobre todo, los intercambios y diálogos entre las personas, serán mucho más rentables.
Sin embargo, la televisión es la locomotora, el motor de enganche de muchas familias a las nuevas tecnologías. De ahí la importancia fundamental que tiene para el desarrollo de éstas y la lucha encarnizada por los contenidos que protagonizan los diversos operadores.
EL FUTURO DEL LIBRO Y LA SOCIEDAD INTERCONECTADA
Hay quien dice que la navegación en Internet es la solución a un problema inexistente. Quizá sea cierto, pero al menos contribuye al planteamiento de algunas nuevas interrogantes. Se trata de determinar, en suma, cuántas de ellas estamos dispuestos a permanecer delante de una pantalla, sea la del televisor o la de la computadora.
Aunque las premoniciones no se han cumplido de momento, en lo que se refiere a la desaparición del libro frente a la dictadura audiovisual, es preciso reconocer que el reinado de la pantalla, en sus diferentes versiones, ha sido ya establecido. La sociedad interconectada lo está por un hilo o por una antena parabólica, pero cada vez más es la pantalla en único mediador visible.
INTERNET, UN ESPACIO EN NUESTRAS VIDAS
Las nuevas aplicaciones de la televisión digital y la obsesión por el establecimiento de un terminal audiovisual único han concluido, además, por determinar no sólo el tiempo, sino también el espacio doméstico. Cada vez son más las casas en las que se dedica una habitación para ese exclusivo uso. Cuando las posibilidades económicas de la familia son escasas y los domicilios pequeños, basta con sustituir el antiguo salón por esa dependencia.
La pantalla del televisor desempeña en el paisaje un papel totémico, y constituye el verdadero altar mayor del templo de la familia, ante el que tantas veces se inmolan sus miembros, víctimas de la incomunicación y el desencuentro.
Quizá sea pensando en esos aposentos privativos de la intimidad como se desarrolle más rápidamente la convergencia entre el televisor y la computadora. Es imposible imaginar que podamos someter a toda la familia a la humillación de no ver la película de esta noche a fin de que uno de sus miembros pueda conectarse a la red. Pero en la exclusividad de su cuarto uno puede optar por el uso coyuntural de la pantalla sin necesidad de duplicarla para nada. Eso nos ayuda a descubrir que son, sobre todo, los individuos y no los grupos los destinatarios primeros de las nuevas tecnologías.
LOS NAVEGANTES
En el caso de Internet, los navegantes del ciberespacio (como los de los océanos) necesitan tiempo para adentrarse en las aguas excesivas y no siempre limpias de la www. Por rápidos que sean los servidores informáticos, modernas las redes y expertos los nuevos argonautas del universo digital, la búsqueda de datos y, sobre todo, el diálogo interactivo entre los usuarios exige, hoy por hoy, cantidades inconmensurables de tiempo del que normalmente no disponemos.
Eso explica que una inmensa parte de los usuarios sea todavía gente muy joven, pero también amas de casa, desocupados, personas que no ejercen capacidad decisoria alguna en sus comunidades, individuos que se caracterizan muchas veces por una actitud diletante ante la vida, con un esquema de valores frecuentemente poco estructurado o demasiado anclado, aun sin ellos saberlo, a normas y preceptos establecidos.
YO Y MI ORDENADOR
El teléfono móvil, el ordenador personal, la fragmentación temática de los canales de televisión, el video, los auriculares de alta fidelidad, los walkman, son todos ellos inventos dedicados al individuo. Aumentan las facultades de elección personal frente a la antigua necesidad de compartir las actividades de ese género.
La aparición del mando a distancia provocó una nueva forma de relacionarse con la televisión conocida universalmente como zapping. Era el fin de la actitud pasiva ante la pantalla, el comienzo de una cierta apariencia de interactividad.
El éxito de algunos programas de radio nocturnos que, mediante el empleo de un tono confidencial e intimista, logran mantener la atención de millones de oyentes a altas horas de la madrugada, es un ejemplo de cómo los medios pueden llevar a cabo una función sustitutiva de las relaciones de cariño. Las reglas al uso sufren, de paso, una auténtica convulsión: cuando tanto se lucha por proteger la vida privada de las personas, la intimidad de la gente se convierte en la estrella polar de estos espacios.
Sus secretos más recónditos, sobre el sexo, la droga o las relaciones familiares salen a relucir con una espontaneidad y un dramatismo dignos de mejor causa.
El establecimiento de lazos particulares entre el individuo y la pantalla no tiene únicamente una explicación de ese género, sino otra resueltamente técnica.
El cibernauta de nuestros días no es sólo un navegante, es además un navegante solitario, aún si él mismo no es consciente de su condición. Su capacidad de relacionarse con los otros, en ese universo global por el que deambula, le conduce a un ensimismamiento, a un encerramiento en sí mismo frente a su entorno más cercano.
Los filósofos se podrían extender sobre la consideración platónica de ese mundo de sombras y luces que las computadoras hacen reinar entre nosotros, pero los psicólogos ya saben que nos encontramos en un ambiente en ocasiones parecido a la drogadependencia. La pantalla crea adicción.
Encerrado en la oscuridad de su pequeño gueto doméstico, un cibernauta avezado puede durante horas envolverse en la ilusión de que su núcleo de amigos, sus preferencias, sus manías, sus amores y hasta sus odios viven encapsulados en esa especie de nueva bola de cristal a la que puede castigar mudándose de "sitio" o simplemente apagándola, cuando le responde algo inconveniente o que no le gusta.
La adicción de unos crea, por lo demás, la soledad de los otros. Los científicos se resisten a catalogar a la ciberdependencia entre las patologías clínicas, como hicieron en su día con el alcoholismo, pero son ya muchos los centros de salud mental que prestan atención a desviaciones del comportamiento típicas y exclusivas de los internautas. El día en que la red se conecte a las pantallas de los televisores domésticos, la amenaza crecerá, pues serán muchos más los individuos expuestos a su influjo.
SOCIEDAD DEL APRENDIZAJE Y AUTODIDACTISMO
La realidad actual asume que ya no hay una edad para cada cosa. El antiguo adagio de que el saber no ocupa lugar tendría que verse corregido en el sentido de que tampoco ocupa momento. Para cultivarse, hoy todas las edades son buenas y la experiencia de los más jóvenes, en según que disciplinas, es también un tesoro a compartir con sus mayores.
Porque jamás se acaba de aprender. La vida es un proceso continuo de aprendizaje, en el que la educación tradicional no supone más que la primera etapa de un largo recorrido que no termina nunca. Con toda propiedad, podemos decir que las enseñanzas superiores van a verse sustituidas o comprometidas por la sociedad del aprendizaje.
En ese caminar, los medios de comunicación nos acompañarán inevitablemente, incluso contra nuestra voluntad, transmitiéndonos una cantidad abusiva de informaciones, bombardeándonos con hechos y datos, distorsionando nuestro ideal de conocimiento: éste es fruto de la abstracción, resulta de un esquema organizado que nos permite relacionar unas cosas con otras, unas ideas con otras, y referirlas a un contexto, a una situación o una realidad determinadas.
Todo ello requiere un tiempo para la reflexión y otro para la duda. Algo que no permite la velocidad a la que suceden los acontecimientos.
Sin embargo, sería injusto adjudicarle a los medios el protagonismo único del aprendizaje permanente. La familia, la empresa, las instituciones públicas, las actividades culturales y de ocio, y el complejo entramado de relaciones sociales en el que nos movemos, contribuyen también a la transmisión de saberes de unas personas a otras. Pero es imposible negar el ímpetu formidable con que dichos medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, han entrado en nuestras vidas.
“Los medios han derribado además las fronteras geográficas del saber, unificando las experiencias de la gente y universalizando sus mitos” afirma Cebrián.
Como ya lo anunciara André Danzin, antiguo vicepresidente del Club de Roma, y recuerda nuestro libro, nos hemos convertido en autodidactas, a comenzar por los profesores. La educación no puede ser sino una preparación para el estudio de nosotros mismos, y el arte de aprender no viene determinado por los títulos académicos, sino por la solidez de los criterios que se aplican en la búsqueda interminable de saberes que la vida constituye.
Este autodidactismo, creciente en nuestro comportamiento, se verá potenciado por las nuevas tecnologías que no dejan de proyectar, sin embargo, la sospecha de que existen considerables riesgos si se hace de ellas un uso indiscriminado y nervioso.
AMENAZAS DE LA RED
La primera de las amenazas que se vislumbran es la enorme abundancia de informaciones y datos que se desparraman sobre nosotros a diario.
La acumulación de saberes es tal que nos resulta difícil discernir cuáles son los que necesariamente debemos transmitir a los más pequeños, a la hora de prepararles adecuadamente para enfrentarse con su existencia madura, pues nada más que eso, y nada menos, es lo que debe pretenderse de la educación.
Ya hemos comentado que más información no deviene, necesariamente, en mejor información. La cantidad solo puede ser sinónimo de calidad si somos capaces de discernir entre unos datos y otros, si distinguimos las referencias básicas sobre las que apoyarnos y las directrices mínimas sobre cómo conducirnos. La educación tiene ante sí la inmensa tarea de determinar los valores y criterios esenciales que nos permitirán comportarnos en la vida.
La dificultad es mayor si atendemos a la rapidez con que dichos criterios suelen variar en función de la aparición de nuevos datos. Los saberes, o al menos las técnicas que los aplican, se vuelven anacrónicos de manera vertiginosa y lo que hoy resulta válido puede no serlo en un futuro cercano
En medio de este desorden conceptual y político que asola el mundo de la educación, las tecnologías punta y los medios audiovisuales se combinan para ofrecer nuevas y casi infinitas potencialidades de la transmisión de saberes por métodos que, en principio, desafían todavía más los parámetros de la enseñanza clásica, ya sometidos a una revisión profunda.
Así, Cebrián afirma que Internet no coincide con el concepto de orden que tenemos, y por ello es un fenómeno peligroso y en “La Red” enumera toda una serie de problemas asociados con Internet, una letanía conocida y reiterada hasta la saciedad en periódicos, revistas y programas de televisión:
Internet permite a cualquiera acceder a contenidos peligrosos (políticamente incorrectos, pornográficos, falsos). En Internet no hay responsabilidad sobre lo que se publica, ya que se garantiza el anonimato.
Internet y las redes de comunicaciones violan la intimidad de las personas.
No hay manera de encontrar información en las redes, y cuando se encuentra no hay forma de saber si es verdadera o falsa.
Internet aumenta las diferencias sociales entre países y dentro de los países, creando una clase de Info-ricos y otra de Info-Pobres.
La Red está llena de piratas que pueden colarse en tu ordenador y robarte el dinero, mientras que los poderes fácticos (Microsoft, Netscape) se encargan de limitar la libertad.
Internet es un vehículo de la Mundialización, que quiere decir Americanización, de la cultura; arrasa las culturas locales y su diversidad. En resumen, hará nuestra vida más pobre, menos interesante, más desigual, peor.
La cuestión es saber si la sociedad global de la información, con su universo de redes e interactividad, añadirá confusión y caos al conjunto o servirá para comenzar a discernir los elementos positivos del embrollo.
OPINION PERSONAL
Juan Luis Cebrián es alguien cuya opinión cuenta. Ex director de El País durante los críticos años de la Transición, Cebrián comparte edad, filosofía y visión del mundo con la clase política nacional. Su nivel de acceso a estas personas es inigualable, como lo es su conocimiento de la política española. Sus actuales cargos, como miembro de la Real Academia de la Lengua y como Consejero Delegado del principal grupo español de comunicación, hacen que la influencia de su pensamiento no sea baladí.
Además, nada de lo que dice Cebrián es erróneo del todo. No hay errores de bulto, afirmaciones falaces, argumentos que no sean en parte ciertos.
Lo que sí hay es una ceguera selectiva, una especie de daltonismo tan profundamente integrado en la forma de pensar que es invisible para el escritor. Así, La Red acumula toda una serie de argumentos, pero sólo negativos; no conoce, o no le parecen importantes, los aspectos positivos del fenómeno, y de esta forma construye una imagen en claroscuro con sombras mucho más marcadas que luces.
Por otra parte, hay una veta profunda de tecnofobia bajo los razonamientos de La Red. Para Cebrián, por ejemplo, las únicas relaciones auténticas entre personas, aquellas sobre las que funciona la sociedad, son las realizadas “cara a cara”. Como si una conversación telefónica o un intercambio de cartas no fuera una relación personal.
Además, desde la invención del teléfono tanto los negocios como muchas otras relaciones sociales funcionan cada vez más a distancia. Y resulta que Internet ha demostrado ampliamente ser uno de los más novedosos y potentes vehículos de comunicación personal existentes.
Desde las tertulias temáticas en directo (chats) o en diferido (newsgroups) al correo electrónico, pasando por las páginas web personales, ningún otro medio de la historia ha conseguido aumentar el nivel de comunicación persona a persona más que éste. Claro que La Red olvida toda esta parte de Internet, para concentrarse en la parte multimedia y más similar a los medios tradicionales de comunicación: la Web.
Dentro de esta vena de desconfianza tecnológica, Cebrián repite de forma acrítica la vieja acusación de que la pantalla crea adicción y, de forma indirecta, analfabetismo y exclusión de la sociedad.
Dejando aparte el hecho obvio de que Internet tiene muy poco que ver con los medios audiovisuales, aparte del parecido del monitor con una televisión, y que la falta de cultura percibida por su generación puede ser más bien una inadaptación suya a la nueva cultura, hay que entender que cuando la cultura cambia, los que dominan la antigua llaman a los inmersos en la nueva "incultos". Y tal vez sea al revés.
Cebrián se limita a enumerar problemas. Y tiene razón; esos problemas existen. Han nacido, o se han hecho grandes, en Internet. Que por otra parte tiene un montón de características igualitarias, democráticas, liberadoras, apasionantes y enriquecedoras. Pero que probablemente va a obligarnos a replantearnos cuestiones básicas que llevan mucho tiempo estáticas.
La solución a los problemas no va a ser cerrar los ojos. Vamos a tener que trabajar, que plantear cuestiones y responderlas. Porque Internet está aquí; ya no puede ser "desinventada".
Sin embargo, la mayor parte de los problemas enumerados en La Red son oportunidades, si se utilizan, si se aprovechan para crear un mundo mejor. Internet no es el fin del mundo, pero puede ser el nacimiento de otro, mejor. Y para ello nuestros ciudadanos, políticos y empresarios deberían empezar a moverse. A pensar. A crear. Hay toda una serie de principios que deben ser analizados, de forma radical; desde el principio, sin hacer caso de planteamientos obsoletos. Cuestiones clave del futuro mundo digital que deberán ser pensados, cambiados y discutidos una y mil veces antes de llegar a un consenso. Pero con la mente abierta, sin desconfianzas previas y dispuestos a llegar hasta el final.
Ante esto, proponemos cinco cuestiones:
La Libertad de Expresión debe ser redefinida, y no se debe limitar mediante fronteras tecnológicas ni geográficas.
- Internet supone la primera vez en la historia en la que cualquier persona puede ejercer la libertad de publicación global por un precio asequible.
- La información es poder, e Internet distribuye ese poder. Cualquier límite impuesto a la libertad de expresión ha de ser considerado como un intento de algún grupo para conservar una parcela de poder en monopolio.
- La información falsa (o perniciosa) ha de ser combatida con información auténtica (o beneficiosa); no con censura.
La privacidad ha de ser replanteada. Ese derecho es tan reciente como la vida en las ciudades, pues el anonimato nunca ha existido en los pueblos. Sólo en una ciudad uno es verdaderamente anónimo, y quizá en la aldea global haya que renunciar al anonimato completo a favor de otros sistemas.
- En cuanto a las transacciones comerciales, los datos que se generan pertenecen tanto al comprador (nosotros) como al vendedor, pues la transacción es cosa de dos.
- Aseguremos que el anonimato es posible, si uno lo desea. No hay que convertirlo en un tabú, pero tampoco dejar que las empresas nos conviertan en Personas Transparentes en su exclusivo beneficio.
El papel de los Estados y las Administraciones será básico.
- Deberán proporcionar educación para que sus ciudadanos puedan acceder a las nuevas formas de comunicación, no sólo por la mejora en su calidad de vida, sino por aumentar la competitividad del país.
- Ellos deberán ser los garantes de que las culturas no se pierdan, de que las grandes empresas no aplasten a los consumidores, de que sus ciudadanos tengan el acceso preciso.
- Deberán desarrollarse nuevos impuestos, nuevos tipos de empresas, nuevas leyes (nacionales e internacionales), y eso es trabajo del Estado.
- Pero tendrá que aprender a compartir la información con los ciudadanos en pie de igualdad; no más burocracias ocultistas, no más políticos haciendo tratos a escondidas. La Administración y el Gobierno deberán ser abiertos y transparentes, porque la tecnología lo hace posible.
Los ordenadores y las redes son una herramienta que puede permitir al Tercer Mundo encontrarse en algunos aspectos en pie de igualdad con el Primero.
- El Tercer Mundo tiene la oportunidad histórica de pasar de una economía agraria a otra de la información ahorrándose la era industrial. Los ordenadores son una herramienta, y las redes un camino al mercado.
- El Primer Mundo puede (y debe) ayudar a que esa transformación se produzca, proporcionando educación e infraestructuras materiales. Podemos llevarnos la sorpresa de que África resulte ser el Sudeste Asiático del siglo XXI.
En la Red lo que importa son los contenidos, y Europa, por su cultura, diversidad e historia, está en inmejorables condiciones de proporcionarlos. Pero en Europa hay una resistencia a utilizar la red, que es considerada un vehículo de penetración cultural ajena (léase estadounidense).
- La Red intrínsecamente permite y facilita la presencia cultural de grupos minoritarios, y es un refugio de culturas acosadas. Europa debe aprovechar eso, y convertirlo en una industria propia.
Esto es lo que necesitamos, debates, porque Internet cambia radicalmente muchas cosas. Hay que mirarlas de nuevo, porque son nuevas. La sociedad en la que vivimos hoy es “hija” de la imprenta, a través de siglos de dispersión de ideas y de alfabetización, codo con codo. Hubo tiempo para plantearse los nuevos conceptos que generaba el hecho de poder diseminar información de forma económica.
Internet tiene tan sólo unos cuantos años, en la forma que conocemos, pero ya somos conscientes de que supone un cambio revolucionario en la sociedad. Empecemos a pensar en las oportunidades que ofrece a la justicia, a la igualdad entre las personas, a la generación y distribución de riqueza. Porque si nos quedamos en las sombras, nos quedaremos fuera de esta revolución.
Aprovechemos esta herramienta para el bien. No permitamos que las negras profecías de La Red se cumplan. El futuro es donde vamos a pasar el resto de nuestras vidas.
CONCLUSION
Aunque sobre el tema que trata pueden existir, y de hecho existen multitud de opiniones diversas e incluso enfrentadas, creo que puede ser una buena lectura.
Plantear en un libro cómo afectarán las nuevas tecnologías y avances de los medios de comunicación a nuestras vidas resulta bastante arriesgado sobre todo si se globaliza.
Pero, de cualquier manera, no debe ser tal la pretensión del informe de Juan Luis Cebrián; un informe al Club de Roma que abre un debate fundamental sobre la era digital.
En cualquier caso es interesante plantearse cómo influirán estas denominadas nuevas tecnologías a la forma en la que los mortales nos divertimos, trabajamos y nos relacionamos con nuestros semejantes, al menos en el "primer" mundo.
¿Acaso llegaremos a ser más libres, o nos convertirán en autistas?, ¿creará una sociedad más igualitaria o agrandará el abismo entre ricos y pobres?.
En mi opinión, las soluciones que demanda la humanidad; justicia y desarrollo para los países llamados "del sur", riqueza y comodidad para los "del norte", difícilmente pueden llegarnos gracias a la informática, internet, etc...
Creo que todo sigue estando en manos de las cúpulas del poder, pues no concibo la tecnología como intrínsecamente "mala" o "buena", más bien dependen de las manos que las inventan y las manejan, y de cómo lo hacen, con qué fines, y si esos fines siguen algún tipo de escala de valores o no. Por eso mismo también es posible plantearse iniciativas para alejar, en la medida de lo posible, estos medios y tecnologías de la corrupta "mano invisible" del poder (en todas sus variantes). Entonces sería mucho más factible pensar en que estos medios pueden ser útiles para, al menos intentar, proporcionarnos algunas soluciones.
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Enviado por: | Angela |
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