Historia


Historia de España


REINADO DE FELIPE V (1700 - 1746)

1. GUERRA DE SUCESIÓN.

1.1. Problema Sucesorio.

La salud enfermiza de Carlos II y la falta de hijos convirtió el problema de la sucesión española en cuestión prioritaria para las naciones de Europa occidental. Había numerosos pretendientes, los que tenían mayores derechos eran Luis XIV y el emperador Leopoldo I, por su condición de hijos y esposos de infantas españolas. Carlos II deseaba transmitir a su sucesor toda la herencia española en toda su integridad.

1.2. Subida al trono de Felipe de Anjou.

La decisión de Carlos II de otorgar testamento al menos comprometido de los candidatos, Fernando José de Baviera, se truncó por la muerte de éste, dejando enfrentadas a las candidaturas francesa y austriaca. Una gran parte de la aristocracia cortesana española se inclinaba por la solución borbónica, y sus presiones influyeron en la decisión última del Rey, quien el 2 de enero de 1700 designaba al nieto de Luis XIV, Felipe de Anjou, nuevo Rey de España, con la condición de su renuncia al trono francés.

El nuevo monarca fue bien recibido. Sólo el emperador de Austria estaba inclinado en 1701 a inicia una guerra para hacer valer sus derechos al trono español, si bien sus intereses se centraban en las posesiones españolas en Italia.

Una serie de acontecimientos hicieron variar la actitud negociadora de ingleses y holandeses, Luis XIV manifestaba una clara voluntad de ejercer en la Corte española una influencia decisiva, favorecer una penetración masiva de comerciantes franceses en la Península y en las colonias e intervenir en las posesiones españolas de Milán y los Países Bajos. A ello se sumaba la muerte repentina del monarca inglés Guillermo III en marzo de 1701 y el reconocimiento del pretendiente, Jacobo Estuardo, por Luis XIV, logrando elevar el sentimiento antifrancés en la opinión pública británica.

1.3. Negativa de las grandes potencias.

Se forma a finales de 1701 una gran alianza entre Austria, Holanda e Inglaterra, a la que se suma Portugal en 1703. Los iniciales planes británicos concebían una guerra colonial, en la que una escuadra anglo-holandesa asegurase el acceso directo a las Indias españolas ocupando alguno de los principales puertos americanos. Pero la insistencia de Austria de llevar la guerra al Mediterráneo bloqueó los planes de apoderarse del comercio ultramarino español mediante la ocupación de Cádiz.

Centrada la guerra en Europa por el interés de situar en el trono español al Archiduque Carlos y de apoderarse de las posesiones españolas en Italia, el conflicto tuvo dos escenarios:

  • Península Ibérica: utilizando Portugal como base de las operaciones navales y terrestres, la acción militar se concentró en abrir un frente oriental estimulando levantamientos populares en la Corona de Aragón, y ocupar Madrid mediante un ataque desde Portugal. En 1704 la flota británica se apoderó de Gibraltar y en 1705 una expedición naval logró sublevar con éxito Valencia, Cataluña y Aragón, convirtiendo la guerra en una contienda civil. Un año después tropas inglesas y portuguesas tomaban Madrid, proclamando Rey al Archiduque Carlos, pero la falta de apoyo popular les obligó a abandonar la capital y retirarse a Valencia, donde fueron derrotadas en la Batalla de Almansa (1707) por el ejército franco-español del Duque de Berwick.

  • Italia: los borbones cosechaban importantes derrotas en Italia, el ejército austriaco, al mando del príncipe Eugenio de Saboya, había ocupado el Milanesado y en 1707 Nápoles. En los Países Bajos las consecutivas derrotas del ejército de Luis XIV produjeron el derrumbe de todo el sistema defensivo francés del noroeste en 1709-10.

Luis XIV inició conversaciones con los aliados y redujo drásticamente su apoyo a su nieto. Repercusiones diplomáticas y militares, en 1709 el Papa Clemente XI, presionado por Austria, reconoce al Archiduque Carlos como Rey legítimo de España, provocando la ruptura entre Felipe V y la Santa Sede. En 1710 los aliados recuperan la iniciativa militar conquistando Aragón y recuperando Madrid, pero de nuevo el escaso apoyo popular les obliga a evacuar la capital. Las victorias borbónicas de Brihuega y Villaviciosa a finales de 1710 acabaron con el esfuerzo aliado y redujeron el control austriaco a una parte de Cataluña y Baleares.

Una serie de circunstancias coincidieron para hacer viable una salida negociada a la guerra:

  • En Austria, la muerte en abril de 1711 de José I convertía al Archiduque Carlos en heredero de la corona imperial.

  • En Inglaterra, el gobierno del partido WHIG, partidario de la guerra, es sustituido por un gobierno TORY, partidario de la paz y poco inclinado a que el Imperio de los Habsburgos y el trono español se reunieran en una misma cabeza.

  • El agotamiento de Francia.

Francia e Inglaterra firman en octubre de 1711 los Preliminares de Londres:

  • Francia no apoya al pretendiente Estuardo.

  • Se acepta la ocupación inglesa de Menorca y Gibraltar.

  • Se evita la unión de las coronas de Francia y España.

Las reticencias de Felipe V, por una parte, y de Austria y Holanda, por la otra, fueron acalladas por la amenaza de Francia e Inglaterra de llegar a una paz por separado. En enero de 1712, en la ciudad holandesa de Utrech, se elaboraron tres conjuntos de tratados con la finalidad de establecer una paz duradera en Europa.

1.4. Tratados firmados entre Francia y cada uno de los Aliados.

El firmado con Inglaterra fue el más importante en él Francia acordaba lo siguiente:

  • Devolver Dunquerque.

  • Reconocía a los Hannover como casa reinante.

  • Retiraba su apoyo a los Estuardo.

  • Cedía territorios en América del Norte.

  • Renunciaba a las ventajas comerciales logradas en España y América tras la muerte de Carlos II.

Luis XIV firmó tratados con Holanda, Saboya, Prusia y Portugal:

  • Holanda: recibió algunas plazas fronterizas y, en nombre de Felipe V, los Países Bajos españoles, para transmitirlos al emperador austriaco.

  • Saboya: recuperó Niza y también en nombre de España el Reino de Sicilia.

  • Prusia: reconoce a Federico Guillermo I Rey de Prusia.

  • Portugal: se establecen las fronteras entre Brasil y la Guayana francesa.

1.5. Asentimiento español.

La ausencia de España y Austria en estos acuerdos hizo necesario la ratificación por estas naciones de los convenios firmados: la desarticulación de la monarquía española en Europa y el consentimiento austriaco a intercambiar los territorios españoles en los Países Bajos e Italia por su renuncia a la Corona española. Tratado entre España e Inglaterra:

  • Se aceptaba la cesión de Gibraltar.

  • Se encargaba a la Compañía Real de Inglaterra el asiente de negros.

  • Se concedía el navío de permiso de 500 toneladas, por un período de 30 años, que autorizaba a Inglaterra a comerciar anualmente en Portobelo (Panamá).

En marzo de 1714, en Rastatt, Austria y Francia llegaban a un acuerdo para poner fin a su tradicional antagonismo. El Emperador Carlos VI recibía los Países Bajos españoles, el Milanesado, Nápoles, Cerdeña y los Presidios de Toscaza en Italia.

Los tratados de Utrech-Rastatt reconocían el triunfo de Felipe de Anjou y la derrota de la pretensión austriaca, pero garantizaban que las ramas española y francesa de la casa de Borbón no llegarían a unirse en una misma persona, ni se concederían especiales privilegios comerciales en las Indias a los franceses.

El factor hegemónico que había presidido las relaciones internacionales durante los siglos XVI y XVII fue sustituido por un nuevo esquema diseñado por la diplomacia inglesa: el equilibrio de poderes antagónicos en Europa.

2. REINADO DE FELIPE V.

El resultado del conflicto sucesorio había reforzado la unión, hasta entonces meramente personal, de las coronas castellana y aragonesa.

2.1 Reformas administrativas de la Corona.

Los Decretos de Nueva Planta, emitidos entre 1707 y 1710, privaron a los territorios de Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña de su condición de reinos diferenciados, implantando pautas uniformes de gobierno y logrando un mayor grado de centralización política.

Con la decisión abolicionista de Felipe V desaparecían los Virreyes, las Cortes, la Generalitat, la Diputación Permanente, las Audiencias Forales y el Consejo de Aragón. Se configuró un régimen basado en la autoridad de un Capitán General, con el asesoramiento de los magistrados del Tribunal de la Audiencia en las cuestiones administrativas y de un Superintendente en las cuestiones fiscales, con una administración territorial y local militarizada. Los militares adquirieron un protagonismo destacado. De este modo, el Comandante General del Ejército se transformaba en Capitán General desde 1714.

Las Chancillerías creadas en Valencia y Zaragoza en 1707 debían impartir justicia como su más alto tribunal pero también se concibieron como contrapeso a los amplios poderes que tenía el Capitán General.

Fue creada la Superintendencia General de Rentas, cuya misión fue hacer contribuir a los valencianos y aragoneses de forma equiparable a los castellanos. Los esfuerzos realizados por introducir los impuestos castellanos de la alcabala, cientos y millones, no tuvieron éxito por las trabas técnicas que entrañaba su cobro.

Se eligió el sistema corregimental castellano, distribuyendo el territorio aragonés en 12 corregimientos 10 para el valenciano, siendo estas nuevas demarcaciones instrumentos esenciales para imponer y sostener el nuevo poder borbónico.

El modelo fiscal de los territorios de Nueva Planta se basaba en gravar las propiedades rústicas, urbanas e hipotecas con un 10% sobre el valor de tasación, además de un tributo personal, del trabajo personal y los beneficios logrados de la manufactura y el comercio. El impuesto, que recibía el nombre de catastro en Cataluña, equivalente en Valencia, talla en Menorca y única contribución en Aragón, tuvo un carácter de mayor modernidad que el modelo castellano, pues se basaba en la riqueza real de cada contribuyente. Esta reforma se mantuvo hasta las reformas hacendísticas de 1845.

Felipe V introdujo importantes reformas administrativas con el doble objetivo de superar la lentitud e ineficacia del funcionamiento del sistema polisinodial y limitar el poder de la aristocracia.

La figura dominante en la política española fue la Princesa de Ursino, cuyo principal colaborador era Orry. Éste será el transformador de todo, organizando un gobierno a la francesa con una Intendencia General de Hacienda y cuatro Secretarías. Bajo su dirección la Hacienda española comienza a recuperarse por medio de:

  • Cargas y contribuciones se reparten por igual entre las provincias.

  • Se unifica el régimen contributivo, en 1713 se arriendan las rentas provinciales a un solo arrendatario y en 1714 se hace lo mismo con las rentas generales.

  • La Caja Central reemplaza la multiplicidad de las cajas provinciales.

Las reformas financieras permiten a Felipe V comprar barcos y reorganizar el ejército sin incrementar la carga fiscal. Desde la misma Guerra de Sucesión se hablaba ya de la recuperación española.

Otra reforma importante fue la modificación de la Ley de Sucesión española, hecho que tiene su razón de ser en el deseo de cortar el acceso al trono de los Habsburgo. Para ello establece la Ley Sálica, por la que las mujeres quedaban excluidas del trono.

Se redujo el número de las competencias de los Consejos, verdaderos bastiones aristocráticos, e impulsó y consolidó las Secretarías de Despacho, órganos unipersonales en contacto permanente con el Rey, a cuyo frente situó a funcionarios cualificados de origen no aristocrático. El Consejo de Estado pasó a tener un carácter ornamental. Sólo el Consejo de Castilla no vio sus competencias mermadas, actuando como tribunal supremo de justicia y con amplias responsabilidades administrativas, a la manera de un Ministerio de Interior. Su Gobernador o presidente ocupaba el rango de segunda autoridad del Reino. Sus fiscales tenían una gran importancia por ser los iniciadores de todo trámite.

Verdaderos ministros responsables de grandes áreas de la administración (Estado, Hacienda, Guerra, Gracia y Justicia, Marina e Indias), los cinco Secretarios de Despacho se convirtieron en los principales personajes de la política española.

Tuvieron que convivir en la administración central las instituciones colegiadas (Consejos) con las unipersonales (Secretarías). La falta de coordinación de este sistema fue una constante en la literatura política del siglo XVIII.

Las Audiencias aumentan, y además de sus atribuciones judiciales tendrán otras de gobierno, poniéndose las bases de lo que sería la administración territorial borbónica. Las Intendencias completarán la parcelación del territorio en unidades administrativas idénticas, cuyo responsable, el Intendente, estaba encargado de fomentar los recursos y riquezas de su demarcación. Sobre la base de las Intendencias nace en España en concepto nuevo de Provincia. Todas estas medidas hicieron la administración más dinámica y le confirieron un mayor grado de eficacia, sirviendo de base para posteriores reformas.

El objetivo que se pretendía con la centralización era dotar de mayor poder al monarca, y de mejor eficacia y rapidez a la maquinaria administrativa. A excepción de Navarra, en la que pervivieron sus Cortes y Diputación, y las Provincias Vascas, que mantuvieron una cierta autonomía en lo gubernativo y fiscal, con exención de quintas. La mayor novedad suponía la extensión de los Intendentes a toda España en 1718, tras su introducción en los territorios conquistados de Aragón y unos tímidos intentos de hacerlo en Castilla. Se reestructura la figura de los Intendentes de Ejército y Provincia, tendrían como competencias el pago de las tropas, la recaudación de impuestos, el mantenimiento del orden público y el fomento económico. Su independencia de las Audiencias y de los Consejos y su vinculación a las Secretarías de Guerra y Hacienda provocó los ataques de los togados.

La caída de Alberoni permitió la recuperación de la iniciativa de los Consejos, logrando la desmantelación de los Intendentes en 1721. Las reformas administrativas se completaron con la implantación en la Corona de Aragón de un sistema tributario denominado Catastro, que afectaba a todas las propiedades sin excepción, y que una vez probada su eficacia debía aplicarse posteriormente a Castilla, además de la modernización del Ejército y la Marina.

Las posesiones americanas pasaron a ser valoradas y s eles prestó una creciente atención para salvaguardarlas de las potencias europeas. Acción de reconstrucción imperial:

  • Mejorar el sistema defensivo terrestre y marítimo, para evitar cualquier desmembración territorial de las colonias.

  • Mejorar la eficacia administrativa y potenciar los estímulos a la explotación de los recursos económicos de los dominios ultramarinos, especialmente el comercio.

2.2. Política real con la Iglesia.

Felipe V procuró el control de la Iglesia y especialmente de la jerarquía eclesiástica, aplicando una política regalista. Éste era un tipo de política común a todas las monarquías de la época. El nombre de regalismo procedía de la defensa de las regalías, o derechos inherentes a la soberanía. Frente a los regalistas se encontraban los ultramontanos, que consideraban que todo lo eclesiástico era competencia del Pontífice y no del poder temporal. El Papa podía conceder graciosamente algún privilegio al Rey.

Las regalías que con más intensidad eran reclamadas por los regalistas eran:

  • El exequatur: consistía en el derecho del monarca para conceder, retener o denegar cualquier documento pontificio en los territorios de la monarquía. Establecido por Felipe II, Felipe V ordenó que todas las bulas y breves apostólicos fueran examinados por el Consejo de Castilla.

  • El patronato regio: derecho de presentación, motivo de discordias entre Roma y Madrid. Los Reyes Católicos habían logrado en 1508 el derecho de presentación de las jerarquías eclesiásticas de Granada, América y Filipinas, y los borbones pretendieron el patronato universal.

Durante el reinado de Felipe V se consiguió a presentación suprema del patronato universal.

La primera crisis grave entre el monarca y el Papa se produjo en 1709, durante la Guerra de Sucesión, cuando Clemente XI reconoce al Archiduque Carlos como Rey de España, lo que provocó la expulsión inmediata del Nuncio de Madrid y la ruptura de lazos con la Santa Sede.

Alberoni convencerá a Felipe V de que restablezca la armonía con la Santa Sede, las relaciones entre España y el papado quedaron fijadas por los Concordatos firmados en 1717 y 1737. Tras el Concordato de 1717 se reabre la Nunciatura, pero ni siquiera el concordato firmado en1737 significó una solución estable al dejar aplazadas las cuestiones más polémicas.

2.3. Mujeres y Ministros de Felipe V.

Felipe V fue un Rey cuya política estuvo siempre mediatizada por sus ministros y por sus esposas: María Luisa de Saboya, de la que enviudó en 1714 y, sobre todo, Isabel de Farnesio, de la Casa Ducal de Parma, que dirigió la política española hasta la muerte del Rey en 1746. este matrimonio supondrá el fin de la influencia de la Princesa de Ursino y un cambio completo en el gobierno, que ahora queda bajo la dirección de Alberoni. El matrimonio con Isabel de Farnesio supuso el fin de la omnipresencia francesa y el inicio de una política exterior dirigida a la revisión del Tratado de Utrech. En el área mediterránea el deseo de recuperar Italia fue espoleado por Alberoni. Se distinguen en el reinado dos períodos:

  • Hasta 1726, dominado por los ministros extranjeros y denominado Revisionismo.

  • Desde 1726 en adelante, marcado por la presencia de ministros españoles será la fase del Realismo, en la que la política nacional sustituye a los móviles dinásticos (estimulados por Isabel de Farnesio).

Al servicio de esa política actuaron los principales ministros de Felipe V: el Cardenal Alberoni, el Barón de Ripperdá, José Patiño y José del Campillo.

Felipe V, atraído e interesado más por Francia que por España, no aceptó su renuncia obligada al trono francés fijada en el Tratado de Utrech. Tras la muerte de Luis XIV en 1715, el Rey de España conspiró contra el Regente Duque de Orleáns con el objetivo de convertirse en Rey si falleciera el pequeño Luis XV, deteriorándose profundamente las relaciones hispano-francesas y aproximándose Francia a Inglaterra.

Alberoni fue el encargado de intentar unir Italia en torno al eje de la Casa Borbón-Farnesio, atacando las posesiones saboyanas y austriacas. Antes de llevar a cabo dicha acción intentó cubrirse las espaldas por medio de alianzas con potencias como Inglaterra y Holanda, mediante tratados comerciales muy ventajosos. Al realizar dichas concesiones comerciales, Alberoni será acusado de arruinar el comercio español en Perú y Nueva Granada.

En 1717 una escuadra procedente de Cádiz tomó Cerdeña por sorpresa, y en 1718 tropas españolas desembarcaron en Sicilia. Inglaterra, Francia, Holanda y Austria formaron una Cuádruple Alianza en 1718. Una flota británica destruyó a la española en la batalla naval de Cabo Passaro, y tropas francesas, al mando del Duque de Berwick, atravesaron los Pirineos. A finales de 1719 Alberoni será expulsado de la Corte por los Reyes.

Desaparecido Alberoni no existe ningún obstáculo para que se firme la paz. La política española desde 1720 persigue los mismos objetivos que antes, pero por medios diplomáticos. En en Tratado de Madrid (1720) Felipe V renunciaba a sus intereses en beneficio de la paz en Europa y se adhería a la Cuádruple para firmar con todos en Tratado de Cambray. Renunciaba a la Corona de Francia y a los territorios italianos de Carlos VI, y éste renunciaba a la Corona española.

Felipe V abdicaba en su hijo Luis I, lo que le facilitaría a Felipe el acceso al trono francés. Luis I aceptará la corona. No se producirá ningún cambio en la política española. Se produjo la llegada del Mariscal de Tessé con una embajada del Duque de Orleáns para que Felipe V se declarase heredero del trono francés si moría Luis XV, a fin de evitar que la Corona gala pasara a los Orleáns. Luis I fallece ese mismo años (1724) de viruela.

El trono correspondía a otro joven, el Príncipe Fernando (segundogénito del primer matrimonio de Felipe V), motivo para que nadie obstaculizara el regreso de Felipe V. Ripperdá inicia conversaciones con Austria para resolver los contenciosos que las enfrentaban desde la Guerra de Sucesión. Pero las ambiciones de Ripperdá harán reaccionar a Londres, de ahí el tratado anglo-francés, lo que hace que se precipite el Tratado entre España y Austria, el primer Tratado de Viena (1725). Ripperdá es encumbrado Primer Ministro, pero sus manejos serán descubiertos siendo su caída inmediata. Esta aproximación de los antiguos rivales fue vista con desconfianza por Francia e Inglaterra. Este nuevo fracaso de la diplomacia española ponía fin a la etapa del Revisionismo.

El encargado de reconducir la situación fue José Patiño. Desarrolló con gran eficacia una sólida labor gubernamental, que fortaleció las energías de la monarquía española y tendría reflejo inmediato en los planteamientos internacionales.

En el terreno hacendístico procuró favorecer la industria textil nacional y dificultar a importación foránea; entre 1726 y 1728 se realizó una importante reforma monetaria que tiene su colofón en la reforma de los juros, además de crear en San Sebastián la primera compañía española por acciones; se preocupó por América, con la conveniencia de contar con una flota que garantice su seguridad y las comunicaciones entre la metrópoli y sus colonias.

La reforma y mejora del Ejército y la Marina le permitieron a Patiño jugar con prudencia y firmeza en el concierto internacional. Su gran mérito fue integrar las ambiciones de Isabel de Farnesio y el Revisionismo de Felipe V dentro de su programa original y nacional de política mediterránea. Supo apreciar que España no conseguiría ningún avance en sus pretensiones italianas sin el apoyo de Francia o Inglaterra, y era Francia la aliada natural de España. Con la promesa de apoyar al infante Don Carlos, hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio, en la sucesión de los ducados de Parma y Toscaza, Francia firmó en 1729 con Felipe V el Tratado de Sevilla.

Las discrepancias por la sucesión de Parma y Plasencia entre Madrid y Viena producen el acercamiento entre Inglaterra y Austria, que se manifiesta en el 2º Tratado de Viena (1731). España firmará en Viena un anexo del tratado, en el que Carlos VI confería al infante Carlos los derechos sobre Parma y Plasencia, cuya ocupación llevaron a cabo tropas españolas.

El estallido de la Guerra de Sucesión de Polonia en 1733 enfrentó a Francia con Austria. En el Tratado de El Escorial o Primer Pacto de Familia Luis XV se comprometía a obtener Gibraltar para España y Felipe V daría a los franceses derchos comerciales. Por su parte, el monarca francés concedía a Felipe V los derechos del infante Carlos sobre Parma, Plasencia y Toscaza, y procuraría que Nápoles pasara a Felipe, el segundo hijo del matrimonio español.

Pero el signo de la guerra pronto fue desfavorable a Austria, por lo que enseguida oye las proposiciones de paz de los franceses, lo que hace que el monarca francés ofrezca a los austriacos en Italia lo que antes ofreció a España. Las ratificaciones de los preliminares entre Austria y Francia tendrían lugar en 1738 en el 3º Tratado de Viena. Patiño se sintió desilusionado de la alianza contraída con Francia, lo que hace que en el futuro se incline por la neutralidad.

Las relaciones con Inglaterra venían siendo muy difíciles, el contrabando y las presas marítimas eran los principales puntos de fricción que habían provocado las rupturas de relaciones en 1718 y 1727.

La verdadera inquietud inglesa radicaba en los planes de reconstrucción de la Armada española, los roces entre ambos países a nivel comercial irían en aumento. El Rey español, ante los ataques de los corsarios ingleses a las flotas mercantes española, replicó al gobierno inglés por medio de la anulación del Asiento y la orden de incautar cuantos barcos británicos estuviesen en puertos españoles. En 1739 Inglaterra declara a la guerra a España, pero se encontró con una sorpresa: las medidas de previsión de Patiño y sus sucesores dejaron sentir su eficacia. La acción de los corsarios españoles fue implacable sobre el amplio blanco que constituía el comercio británico. Los ataques británicos distaban mucho de alcanzar los éxitos esperados.

Los franceses veían con buenos ojos la causa de los españoles, y pensaron en ayudar a Felipe V, incluso con un desembarco conjunto en Inglaterra. Londres necesitaba una distracción para salir airosa del conflicto que se le venía encima, y será en 1740, la Guerra de Sucesión de Austria o Guerra de la Pragmática. Para afrontar este nuevo conflicto internacional Francia y España firmaron en 1743 el Tratado de Fontainebleu o 2º Pacto de Familia.

Desde los inicios de la guerra en Austria, en el gabinete español se había ido configurando el papel predominante de José del Campillo, un ministro que reunió todas las carteras, menos la de Estado. Campillo tenía mucho en común con Patiño, incluida su carrera en la administración y su visión de la política. Su etapa en el gobierno duró poco, entre 1741 y 1743, pero en ella puso de manifiesto un gran esfuerzo de rearme militar y naval, consolidando la política iniciada por Patiño y que culminaría algunos años después Ensenada.

REINADO DE FERNANDO VI (1746-1759): REFORMISMO Y NEUTRALIDAD.

1. PRIMER MINISTRO CARVAJAL Y LANCASTER.

Fernando VI sigue canalizando todas las energías de la monarquía hacia el esfuerzo bélico, pero tras firmarse la paz de 1748, España se esforzó en llevar una política de Neutralidad.

La primera fase del Neutralismo la personifica José de Carvajal y Lancaster. En 1746 fue nombrado Secretario de Estado, era decano del Consejo de Estado y con él rompe la práctica de designar al Secretario de Hacienda como Presidente de la Junta General de Gobierno, cosa que venía haciéndose desde 1730.

El Neutralismo personificado en Carvajal (1746-1754) se mueve dentro de los planteamientos de Patiño: el cuidado estratégico y económico de las Indias, la paz y el equilibrio internacional. La acción de carvajal se traduce en dos movimientos:

  • El Tratado de Madrid (1750) con Portugal, por el cual se devolvían a España las colonias del Sacramento a cambio de la zona de Ibicuy, en la frontera de Paraguay y Brasil. Este tratado no sería reconocido por Carlos III.

  • El Tratado de Neutralización de Italia, en 1752, entre España, Cerdeña-Saboya y Austria.

Carvajal veía el principal peligro en Francia, sostenía la conveniencia de resolver diplomática y pacíficamente todos los motivos de pugna con Inglaterra. Esto se concretó en el Tratado firmado en 1750.

2. MARQUÉS DE ENSENADA

Su francofilia le hacía considerar a Gran Bretaña como la principal enemiga de España para salvaguardar el Imperio. El único camino hacia el éxito pasaba por un fuerte esfuerzo de rearme naval. Bajo sus órdenes se remoza el arsenal gaditano de la Carraca, creación de Patiño, y se pusieron en marcha dos nuevos, en El Ferrol y en Cartagena.

El modelo gubernativo basado en el poder de las Secretarías alcanzó su plenitud en menoscabo de los Consejos, y en manos de sus titulares quedaba la iniciativa de todo los relativo a su campo de actividad, a la manera de los ministros modernos. Los Consejos debían reducirse a su condición de tribunales de justicia, perdiendo todas las competencias de índole gubernativa que debían recaer exclusivamente en las seis Secretarías de Despacho.

La otra gran dimensión de la política de Ensenada es la económica. Impulsa las comunicaciones internas, creando el Real Giro, institución que debería desvincular en gran parte a la Hacienda de los asentistas privados. El gran objetivo de Ensenada fue establecer en la Corona castellana una contribución única, como ya existía en la zona aragonesa. Se trataba de evaluar las propiedades, de confeccionar un Catastro. El Estado se encargaba de administrar directamente las rentas provinciales y se potenciaba la figura del Intendente, al que se convertía en gestor de la política económica en el distrito de su mando.

2.1. Catastro de Ensenada.

Como fuente histórica el Catastro es único, los datos recogidos de acuerdo con las instrucciones son de un valor excepcional. El principal inconveniente es que se refiere únicamente a las 22 provincias de la Corona de Castilla. Tiene la virtud de incluir a los sectores marginados, pero posee la desventaja de seguir excluyendo a nobles y viudas.

Sitúa el número de habitantes entre 6-7 millones para Castilla. Eiras Roel propone 6'6 millones. La correspondiente extrapolación al resto del país podría suponer un total español cercano a los 9'5 millones, lo que representaría un crecimiento en 40 años de casi un millón y medio de habitantes.

Sin embargo su utilidad práctica fue nula, no pasó de proyecto al suscitar fuertes oposiciones en aquellos sectores privilegiados que se sentían amenazados por la reforma fiscal, aunque ello no les impidió utilizar el Catastro para legalizar algunas propiedades de más que dudosa procedencia.

2.2. Terreno diplomático.

En el terreno de la diplomacia, Ensenada fue ayudado por el confesor del Rey el padre Rávago. Ambos fueron los que ejercieron mayor influencia en la gestación del Concordato de 1753.

El Rey de España, Fernando VI, conseguía el control total de las provisiones eclesiásticas poniéndose en manos del poder civil los nombramientos de obispos y de 50.000 beneficios y dignidades.

La elección de la jerarquía eclesiástica se hacía por la Corona, seleccionando eclesiásticos que destacaron por su lealtad al Rey, sumisos a las directrices marcadas por un poder monárquico mucho más cercano y actuante que el de Roma, y que mostraran un entusiasmo sin límites por las doctrinas regalistas. Esto irá constituyendo un conjunto de obispos-funcionarios que será de gran utilidad a Carlos III.

Carvajal murió en 1754. Algo más tarde se produjo la fulminante y estrepitosa caída de Ensenada, que le lleva a dar con sus huesos en la cárcel.

3. RICARDO WALL.

Era un militar irlandés que había sucedido a Carvajal. La política internacional española no varía en sus planteamientos, personificando este personaje el segundo momento de la Neutralidad española. España permanece al margen de los conflictos franco-británicos, que se saldan con ventaja inglesa, generándose un desequilibrio en América del Norte que incidiría sobre la América española.

La caída de Ensenada deja paso a un reparto de cartera entre personajes diversos, cuya valía ha sido cuestionada.

Estalla un nuevo conflicto bélico de proporciones mundiales, la Guerra de los Siete Años (1756-1763). España pasaría de la neutralidad a la alianza con Francia al morir Fernando VI y estar en el trono su sucesor y hermanastro Carlos III, hasta ese momento Rey de Nápoles.

El matrimonio entre Fernando VI y Bárbara de Braganza no había tenido descendencia. La Reina murió en 1758, y Fernando VI un años después, en 1759.

CARLOS III (1759-1788)

1. LA BUENA IMAGEN DE UN REY.

El reinado de este Borbón ha sido tradicionalmente considerado como el más acabado ejemplo del reformismo ilustrado español. Era un soberano del Despotismo Ilustrado. Sin embargo, su propia relación con la ciudad de Madrid fue compleja, ciudad de la que huyó despavorido en marzo de 1766, tras los motines. Varios de los monumentos más simbólicos y representativos de la capital fueron erigidos durante su reinado, pero él trató de vivir la mayor parte de sus días en los Sitios Reales de los alrededores (Aranjuez, El Pardo, La Granja, El Escorial), y no en el Palacio Nuevo (actual Palacio Real o de Oriente), que se concluyó en su época.

Su imagen se beneficia, y muy particularmente, del hecho de que su muerte se produjo en diciembre de 1788, en las vísperas del gran cataclismo que, para las monarquías europeas, significó el proceso revolucionario que se simboliza en el julio parisino de 1789.

2. INTRODUCCIÓN AL REINADO DE CARLOS III.

En el orden político, más que de absolutismo regio debemos hablar de absolutismo de los ministros. Para conocer bien el reinado de Carlos III, el de la plenitud del Reformismo Ilustrado, resulta indispensable estudia la figura y la obra de los ministros y sus equipos de gobierno y de sus redes clientelares, que han venido en llamarse “los partidos” de la Corte de Carlos III.

2.1. Las etapas del reinado.

Entre 1759 y 1766 estuvo ejemplarizada por el Marqués de Esquilache, uno de los varios colaboradores italianos que acompañaron desde Nápoles a Carlos III. Terminó, bruscamente, con los graves sucesos de la primavera de 1766 y con la llegada a la cúspide del poder del Conde de Aranda.

Entre 1773 y 1776 el personaje más significativo en la Corte es el Secretario de Estado Jerónimo Grimaldi, víctima política y cabeza de turco del monumental fracaso que sufrieron las tropas españolas en su intento por desembarcar en Argel. La crisis se solucionó con la llegada a la Secretaría de Estado de don José Moñino, a quien poco antes el Rey concedió el título de Conde de Floridablanca, y que permanecerá en ese cargo lo que quedaba de reinado.

2.2. La Junta de Estado.

Fue Floridablanca el impulsor de la Junta de Estado, auténtico origen del Consejo de Ministros de España, y que se creó en 1787 para coordinar todos los ramos de la alta política de la Monarquía bajo la dirección de un “primer” secretario de Estado. Asistían todos los Secretarios de Despacho y eran presididos por el Secretario de Estado (Floridablanca). Si bien es verdad que el Rey Carlos III presidía ocasionalmente esa reunión de Secretarios, el hecho de que existiera un organismo de coordinación de los “ministros” que ya no despachaban únicamente con el Rey, concede a esa Junta de Estado una gran importancia en la historia de la administración española. Era la última muestra de ese proceso de perfeccionamiento de la maquinaria administrativa de la España del siglo XVIII.

2.3. Déspotas e Ilustrados.

Los políticos de la Ilustración se protegieron bajo el manto de un despotismo monárquico en el que no creían para llevar a cabo su política reformadora. Se beneficiaron del amparo real, que les cubría de las críticas o amenazas de sus enemigos políticos, y les permitía gobernar sin cortapisas a su despotismo ministerial. A cambio, eso sí, de no transgredir el umbral marcado por el concepto teórico de la soberanía de carácter divino.

La política llevada adelante en los años 1759 a 1788 obedece a la decisión de un pequeño conjunto de altos dignatarios que gobiernan desde las Secretarías de Despacho y desde el Consejo de Castilla la Monarquía española y sus, todavía, inmensos espacios coloniales, que alcanzan en esos años la mayor extensión lograda hasta entonces por imperio alguno: la última expansión hispana se lleva adelante en los años 80 del siglo XVIII por los inmensos territorios del suroeste y de la costa del Pacífico de los actuales Estados Unidos. La ciudad de San Francisco se funda por súbditos de Carlos III en 1776.

3. LOS PRIMEROS AÑOS DE REINADO.

3.1. Carlos III y la herencia italiana.

En Nápoles adquirió una gran fama que le hizo conocido en Europa como un Rey reformador. Esa positiva imagen también se extendía por una España que le recibía en 1759 con los brazos abiertos. Gran recibimiento que le tributó el pueblo de Barcelona y que se prolongó entre los habitantes de todos los pueblos y ciudades de Cataluña y Aragón en su viaje hacia Madrid.

Pero conviene destacar que Carlos III no alteró ni un ápice los decretos de Nueva Planta.

3.2. Los primeros años: el gobierno de Esquilache.

En Nápoles había contado con la colaboración de Tanucci y de Esquilache, pero mientras que aquél se quedó en Italia (presidiendo el Consejo de Regencia del joven Fernando IV de Nápoles), Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache, vendrá a España y formará parte, como Secretario de Hacienda y Guerra, del primer equipo de gobierno de Carlos III. Conserva del anterior reinado a los Secretarios Julián de Arriaga (Marina e Indias) y Ricardo Wall (Estado). No llamó al Marqués de Ensenada.

En 1763 el genovés Grimaldi sustituyó a Wall y quedaron, pues, en manos de italianos las principales Secretarías: Hacienda, Guerra y Estado.

La mala coyuntura económica de los años 60 y la tendencia de todos los pueblos a personalizar en algún gobernante concreto los males económicos, junto a la existencia de grupos de oposición de la nobleza española a los ministros extranjeros, confluyeron en la primavera de 1766, y que marcó el fin de ese primer período de gobierno.

El equipo de Esquilache trató de revitalizar el proyecto de Ensenada de reforma fiscal (con el consiguiente malestar de los privilegiados) y se creó una renovada Junta del Catastro. Importó de Italia la lotería; creó un Montepío Militar en 1761 (especie de Seguridad Social para los soldados y sus viudas y huérfanos); inició un apolítica de mejora de las infraestructuras urbanas; se dictaron (y también suscitaron franca hostilidad) medidas de corrección de costumbres y vestimenta, que trataban de evitar los embozos y atavíos que facilitaban a los delincuentes pasar desapercibidos y ocultar sus armas; se dedicó un notable esfuerzo reorganizador en temas militares, destacando la apertura del Real Colegio de Artillería de Segovia en 1764, excelente centro de enseñanza e investigación que preparó en los años siguientes a muchas promociones de artilleros bien formados en matemáticas, química, física y demás conocimientos.

Esquilache y sus colaboradores dictaron disposiciones de política agraria de corte fisiocrático y antiproteccionista sobre arbitrios, abastos, pósitos, bienes de propios y comunes, regadíos, etc. Culminaron con la publicación del decreto que abolía la tasa del trigo y permitía su libre circulación (julio de 1765).

En los años centrales del siglo XVIII comienza a ganar adeptos en ciertos grupos políticos españoles la idea del libre comercio. En 1761 se presentó una Memoria a la Junta General de Comercio, escrita por Gray Winckel, que preconizaba la necesidad de liberalizar los precios y buscar mercados, incluso en el extranjero.

Pero estas reformas fueron promovidas con poco tacto y alguna incluso en mal momento. Sobre todo la que suprimía la tasa del precio del trigo. La Junta de Comercio pasó a Esquilache la Memoria de Winckel y este Secretario la pasó a los fiscales del Consejo de Castilla. Pero el tiempo había transcurrido, y las condiciones habían cambiado mucho. Aparte de que aún no se habían borrado las huellas económicas de la Guerra de los Siete Años, ala inoportunidad de esa medida adoptada por Esquilache y sus colaboradores (entre ellos Campomanes) se debe a que en esos primeros años sesenta se venían dando malas cosechas y sequías, y los precios del trigo subían desde 1761. Y apareció el hambre. Se importó grano desde Sicilia (como siempre) pero en esta ocasión se acusó a Esquilache (siciliano) de aprovecharse del hambre de los españoles. Se estaba gestando la gran conmoción que afectó a media España, y que debemos llamar motines de primavera de 1766 ( o motín de Esquilache). No se debieron al rechazo que suscitó entre los madrileños la orden que prohibía el traje castizo, la capa larga y el sombrero de ala ancha, ni tuvo como único objetivo la destitución del político italiano.

4. LOS MOTINES DE 1766.

El 23 de marzo de 1766 una gran multitud de gentes de Madrid se enfrenta a las guardias walonas. La chispa inicial estalló cuando varios sastres se disponían a hacer cumplir la orden publicada el 10 de marzo y que advertía de la obligación de llevar sombrero de 3 picos y capa recortada. Algunos paisanos se enfrentaron a los sastres y a sus escoltas y la pugna derivó en una algarada multitudinaria, que apedreó el palacio de Esquilache. El lunes siguiente se agravó el motín. Mueren varias decenas de personas y son atacados palacios de otros colaboradores italianos del Rey (Grimaldi y Sabattini) y del gobernador del Consejo y del corregidor. Además una multitud se encamina hacia el Palacio Real. Exigen que el rey destituya a Esquilache, ordene la bajada del precio del pan y que cada uno vista como quiera. Carlos III tuvo que aceptar las imposiciones de sus amotinados súbditos. El Rey partió esa noche para Aranjuez y no volvió a Madrid hasta diciembre. Desde ese día receló del pueblo madrileño. Se hizo llamar a los cadetes del recién creado Real Colegio de Artillería de Segovia y se les acantonó, con algunos cañones, en Pinto, a mitad de camino entre Aranjuez y Madrid.

4.1. Las consecuencias de los motines. Aranda al poder.

El impacto sobre el Rey y los gobernantes fue muy fuerte y quedó en sus memorias durante décadas. La primera medida tomada por Carlos III es el cambio de los políticos. A la exoneración de Esquilache debe unirse la llamada a Madrid del Capitán General y Grande de España Pedro Pablo Abarca de Bolea, más conocido como Conde de Aranda, que se ocuparía de la Presidencia del Consejo de Castilla, la segunda magistratura de la Monarquía. Este gran noble se rodeará de eficaces colaboradores como Campomanes. Roda, Olavide o Floridablanca.

El Presidente del Consejo presionó para que se pidiese solemnemente al Rey que revocase todas las medidas hechas durantes los motines. Se anularon las rebajas de comestibles (aunque se importó trigo de Sicilia y no se restableció la odiada Junta de Abastos) y volvieron a patrullar las guardias walonas.

Se inició una fuerte represión, se expulsó de la capital a algunos privilegiados (entre ellos Ensenada), además de todos los vagabundos, religiosos y prostitutas que no podían justificar su estancia, se llevó a las cárceles de Madrid a muchas personas.

Se crearon o reformaron varios cargos municipales que podían servir para acallar las tensiones entre los vasallos, haciéndoseles participar en la vida de los ayuntamientos, a la vez que se les controlaba. Fueron los diputados del común, los síndicos personeros del común y los alcaldes de barrio.

En octubre de 1768,a propuesta del Conde de Aranda, el Rey Carlos III aprueba una Real Cédula por la que se divide la ciudad de Madrid en 8 cuarteles, señalando un Alcalde de Casa y Corte y 8 Alcaldes de Barrio para cada uno. Cada uno de estos alcaldes de cuartel serían responsables de su tranquilidad y de perseguir los delitos que se cometan en él. El nuevo cargo funcionó bien y sobrevivió al reinado de Carlos III, pero no tanto la coordinación con el corregidor y con el alcalde de cuartel. En el años 1782 se creó un Superintendente Superior de Policía para Madrid, al que quedaba subordinado el corregidor y los alcaldes.

Respecto a los motines, se puso en marcha una investigación para depurar las responsabilidades. La principal consecuencia será la orden de expulsión de los jesuitas de todos los territorios de la Monarquía, que será decretada por el Rey el 2 de abril de 1767. Era producto de las averiguaciones e informes que un reducido grupo de políticos ilustrados del entorno de Campomanes, fiscal del Consejo, fue redactando desde el verano de 1766, para cumplir el deseo de Carlos III, hostil a la Compañía de Jesús (como todos los demás reyes católicos de la Europa regalista del momento).

La Compañía de Jesús era en el siglo XVIII objeto de una enconada polémica entre los políticos ilustrados y entre los privilegiados y las demás congregaciones religiosas. Su defensa del esencial papel del individuo en su propia salvación, que no debía limitarse a esperar la gracia divina, era uno de los grandes temas que les venía enfrentando con otras órdenes católicas como agustinos o dominicos. Los jesuitas españoles eran también acusados de soberbia intelectual, de acumular enormes riquezas, de poseer una gran influencia entre los privilegiados a cuyos hijos educaban, de defender doctrinas políticas contrarias al interés del monarca. Y en los meses de 1766 posteriores a los motines, se les incriminó haciéndoseles partícipes de la preparación y dirección de aquellos graves tumultos.

Durante el mes de marzo de 1767 se preparó en secreto el dispositivo necesario para llevar a cabo la orden de expulsión. La enemistad contra la Compañía de Jesús nació dentro de la propia Iglesia católica y llevó a los reyes católicos de Portugal (en 1759) y de Francia (en 1762) a decretar su extrañamiento de sus reinos. Y terminó en 1773 con la supresión de la Compañía de Jesús.

La orden de expulsión llevó a Tarragona, Cartagena, Puerto de Santa María, Santander, La Coruña ya otros puertos a los 2.641 jesuitas de España, y en los meses siguientes se procedió a expulsar a los 2.630 de América. Desembarcaron en Córcega en 1768 y, finalmente, el Pontífice les aceptó en su reino. Los bienes de los expulsados (colegios, iglesias, casas, tierras) fueron nacionalizados.

4.2. Otras reformas: ejército y universidad.

Desde 1766 el equipo de Aranda continuó con las reformas, menos precipitadas que las puestas en marcha por el equipo anterior. Había la necesidad de reorganizar los Ejércitos y la Marina reales. Se acentuó al comprobar el desastroso papel que habían hecho en la reciente Guerra de los Siete Años. Se pretendió dar una nueva forma al reclutamiento (con la institucionalización de los sorteos y las quintas) a la par que se intentaba modernizar el material, los barcos y el armamento y se creaban algunos centros de formación de oficiales. Se crearon algunas fábricas de armas, pero no se logró hacer un buen ejército ni una buena marina, a la altura de las necesidades de una Monarquía que todavía era la más extensa del mundo.

Mucho más grave fue el fracaso del intento de establecer un modelo estable y justo de reclutamiento y al que se enfrentaron muchos españoles que rechazaron las quintas porque, realmente, nunca fueron equitativas ni universales. Las exenciones eran tantas y de tal calibre que acababan por ser sorteados solamente los pobres campesinos que no podían evitarlo.

Una de las reformas pretendidas por los gobernantes del reinado se centró en la renovación de la enseñanza de la Universidad, que había llegado a unos niveles muy bajos de calidad. Las universidades conservaban todavía una fuerte impronta religiosa.

Se recabaron informes a las universidades. Destaca el remitido por el asistente de Andalucía, Pablo de Olavide, que proyectaba una reforma de los estudios de la Universidad de Sevilla según las pautas europeas que primaban la racionalidad y el empirismo, y que habían dejado atrás la escolástica. En los años siguientes se fueron aprobando los de Oviedo, Salamanca, Alcalá, Granada, Valladolid, Santiago de Compostela y Valencia, que aportaban algunas pequeñas modificaciones. Algo se logró, pero mucho menos de los preciso. Las universidades ganaron la mayor parte de los libros que habían pertenecido a las buenas bibliotecas de los centros de los jesuitas. Pero uno de los fracasos más notorios de la política universitaria de Carlos III fue la imposibilidad de acabar con los vicios de los colegiales, esa casta de universitarios de familias poderosas que controlaban la vida de las universidades y que habían convertido a los colegios mayores en viveros de grupos de presión y clientelismo.

Hubo de ser Carlos IV, en 1798, quien cerrase los colegios mayores.

5. LAS REALES SOCIEDADES ECONÓMICAS DE AMIGOS DEL PAÍS.

Uno de los canales de la Ilustración son las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, surgidas a partir de 1765. representan un intento de poner en marcha instituciones culturales innovadoras, preocupadas por las nuevas corrientes basadas en la fisiocracia y en la existencia de un orden natural. Querían ampliar los cauces de libertad en el plano económico. Eran asociaciones no estatales, aunque las apoyaba y las impulsaba la Monarquía, y buscaban el desarrollo económico de la región.

Fueron impulsadas en 1763-65 por un grupo de privilegiados vascos. Entre sus preocupaciones destaca la educación. Crearon bibliotecas y fundaron el Seminario de Vergara, en el que se dictaban cursos de matemáticas, idiomas modernos, geografía, técnicas, además de materias clásicas.

Se proponían problemas específicos centrados en las necesidades de la agricultura o las manufacturas del país, se ofrecían premios a los proyectos que mejorasen los cultivos. Uno de los logros fue el descubrimiento del wolframio.

En 1775 se solicitan permisos para fundar reales sociedades económicas en Vera, Cantabria, Granada, Sevilla y Madrid. En los 30 años siguientes se crearon 69, aunque funcionaron debidamente unas 20. Destacaron la Vascongada y las de Madrid, Sevilla, Zaragoza, Valencia, Palma de Mallorca y Segovia. En todas dominaban miembros locales del clero y la nobleza. Contribuyeron a crear en España un nuevo interés por la agricultura y difundieron nuevas teorías económicas como las de Adam Smith y se preocuparon por la botánica. Procuraron extender los regadíos y roturaciones, y se ensayaron nuevos métodos de cultivo, selección de semillas, difusión del abono. También se ocuparon del progreso industrial, pero en menor grado.

Al hacer un balance nos encontramos con que no fueron capaces de modernizar el tejido económico español, pero fueron centros de reunión de personas interesadas en el progreso, en las nuevas ideas, y algunos logros tuvieron.

6. OTRAS REFORMAS ECONÓMICAS.

La Mesta, aunque no era bien valorada por muchos ilustrados, no fue abolida y sólo se le quitaron algunos de sus privilegios.

En la política de infraestructuras públicas se continuó el levantamiento de una moderna red de carreteras, con un esquema radial que convertía a Madrid, la Corte, en el centro de todas las rutas importantes de España.

6.1. El comercio con las colonias.

Otra línea de actuación se dirigió a una paulatina de liberalización del comercio con América. Carlos III continuó en una senda ya iniciada por los reinados anteriores y completó el proceso de abolición del monopolio comercial de Sevilla y Cádiz que se había iniciado con las medidas de Felipe V.

En 1765 decretó la libertad de comercio de las islas de Barlovento (en las Antillas) con los puertos de Barcelona, Alicante, Cartagena, Málaga, La Coruña, Gijón y Santander. En 1778 firmó un trascendental reglamento que concedía la libertad de comercio con todos los puertos americanos, excepto de los de Venezuela (aún monopolio de San Sebastián hasta 1781) y los de Méjico, controlados por Cádiz hasta 1789.

6.2. Carlos III y los Gremios.

Los gremios constituían serios obstáculos para el progreso y la productividad. Se sucederán medidas que irán socavando sus privilegios. Se obliga a los gremios a admitir forasteros y extranjeros católicos. Se autoriza a las mujeres al aprendizaje y ejercicio de cualquier oficio “compatible con su sexo”. Se concedió libertad para imitar los productos textiles extranjeros. Se liquidan poco a poco las pretensiones de los maestros de los gremios de monopolizar la producción en sus ciudades.

Se busca eliminar el estigma social que había acompañado a los “trabajos viles”. Si en 1773 se permitió a los nobles dedicarse a oficios, sin menoscabo de su honra, el definitivo decreto dignificador del trabajo llegará el 18 de marzo de 1783, al hacerse compatibles ciertos oficios con la hidalguía y con los cargos municipales.

6.3. El Banco de San Carlos.

Otra muestra de ese reformismo económico del reinado lo tenemos en la fundación del primer banco nacional español, el Banco de San Carlos (1782). Tuvo un éxito inicial, pero acabó sin dar el gran salto que le hubiera convertido definitivamente en el banco central español.

6.4. Las nuevas poblaciones.

Poco después de la expulsión de los jesuitas se puso en marcha un proyecto utópico que pretendía crear una serie de pueblos, especialmente en Extremadura y en Andalucía. El latifundismo ya era una realidad en el sur de España y muchos campesinos malvivían sin tierra y sin trabajo fijo la mayor parte del año. Se conseguiría, además, librar de peligros e inconvenientes una ruta estratégica que unía Madrid con Sevilla y Cádiz, infestada de bandoleros.

El Conde de Campomanes estableció los principios básicos y encargó a Pablo de Olavide que dirigiese sobre el terreno los trabajos. Se instalaron algunas manufacturas y se abrieron regadíos. No habría tierras comunales ni se permitiría el paso de ganados de la Mesta. Tampoco se autorizarían conventos y los únicos religiosos serían los párrocos.

Se trajeron varios miles de colonos. A los 10 años del inicio del plan, cerca de 15.000 nuevos habitantes poblaban la zona, que había sido un desierto durante siglos. Este relativo éxito levantó opiniones hostiles or parte de algunos ayuntamientos vecinos afectados y por parte de los poderosos, pero el principal ataque se dirigió contra la persona de Olavide, acusado por algunos religiosos de impiedad y de hacer críticas mordaces contra la religión. Olavide acabó convertido en chivo expiatorio contra los “excesos” de los ilustrados. El Rey Carlos III autorizó la detención de Olavide en 1776, al que la Inquisición condenó a 8 años de prisión en un convento. Se fugó de su encierro y acabó siendo testigo directo de la Revolución Francesa. Volvió a España en el reinado de Carlos IV y murió en Baeza en 1803.

7. POLÍTICA INTERNACIONAL DE CARLOS III.

España, Gran Bretaña, Francia y Portugal seguían siendo las más importantes potencias coloniales del mundo.

Había tres grandes puntos de atención:

  • La descomposición del equilibrio americano con el crecimiento de Gran Bretaña a costa del declive de Francia. Canadá pasa a ser británico.

  • Tensión interna en Alemania, empieza a decaer la vieja Austria de los Habsburgo.

  • Desde los años 60 y 70 del siglo XVIII se perfila el ocaso del gran Imperio Otomano.

Las principales líneas estratégicas de España están en el Atlántico y en el Mediterráneo. Tiene intereses en el Mediterráneo, tanto en la península italiana como en el norte de África. Pero la principal preocupación española durante el reinado de Carlos III es América, es el Atlántico.

Carlos III seguirá el pragmático camino de atender a los intereses estratégicos, económicos y políticos de España, al margen de quien ocupase el trono de Francia. De ahí se entiende la firma del tercer Pacto de Familia, firmado en 1761 entre Carlos III y Luis XV, cuando la Guerra de los Siete Años ya se había iniciado en 1756. la entrada de España en el conflicto ha sido considerado un error gravísimo de Carlos III.

Estaba en juego el mapa colonial. Hasta 1756, en el norte de América había tres potencias europeas: Gran Bretaña, Francia y España. Y estaba en trance de desaparecer la América francesa. España, según Carlos III, no podía permanecer al margen del conflicto.

El desarrollo de la guerra fue desastroso para los Borbones. Francia perdió Canadá y España perdió Cuba y Filipinas y no pudo recuperar ninguno de sus objetivos iniciales, Gibraltar y Menorca. Por los tratados de París de 1763 el gobierno británico nos devolvió la Filipinas y Cuba, pero exigieron a cambio las Floridas.

El gesto de Luis XV de entregar a Carlos III la inmensa Luisiana francesa se debía a que Francia no podía mantener esos grandes espacios, al haber perdido Canadá. En los años siguientes no hubo tensiones graves con Gran Bretaña hasta que estalló un incidente a causa del desembarco británico en las Islas Malvinas, frente a las costas de Argentina. Una expedición enviada por el Virrey de Buenos Aires expulsó inicialmente a los ingleses, pero Londres amenazó con la guerra y Francia no consideró el contencioso suficientemente importante como para ir a la guerra. España se sintió defraudada y las relaciones se enfriaron entre Madrid y París.

La revancha contra Londres llegó con motivo de la Guerra de Independencia de las colonias inglesas en Norteamérica. Ocupaba la Secretaría de Estado el Conde de Floridablanca. Se debatió en profundidad la conveniencia de ayudar a unos “rebeldes” a su Rey.

España intervino en la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Combatió contra los ingleses en las fronteras que limitaban los territorios españoles en América del Norte con los de las Trece Colonias, en el Caribe, en el Atlántico y en el Mediterráneo. Particularmente en torno a Gibraltar y Menorca. El gran asedio de la Roca no prosperó, pero se recuperó la isla de las Baleares.

La participación española fue determinante, al igual que la francesa, para la victoria final de los independentistas, porque obligó a los ingleses a proteger sus islas, amenazadas por las flotas de España y Francia, y a mantener en Europa unas tropas y barcos que hubiesen podido desequilibrar la guerra a su favor.

La subsiguiente Paz de Versalles, de 1783, significó para España una pequeña victoria al recuperar Menorca, las Floridas y la teórica expulsión de los enclaves clandestinos ingleses en las Indias españolas.

Respecto a los países musulmanes, en dos ocasiones se firmaron tratados con los soberanos de Marruecos, en 1767 y en 1780. y en ambos estaba de fondo el problema de la pesca. Porque España ya era entonces una gran potencia pesquera y necesitaba faenar en las aguas atlánticas de Marruecos. El intercambio de productos entre amabas orillas del Estrecho de Gibraltar era importante, y se incrementó en ese siglo XVIII.

También se firmó un tratado con el Sultán de Turquía. Turquía necesitaba cuantos aliados pudiera recabar, porque la Rusia de Catalina II estaba en pleno apogeo y presionaba sobre las fronteras turcas.




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Enviado por:MelkaarT
Idioma: castellano
País: España

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