Historia
Hipólito Yrigoyen
INTRODUCCIÓN:
Hipólito Yrigoyen (1852-1933), político argentino, presidente de la República (1916-1922; 1928-1930). Nació en Buenos Aires. Fue maestro de escuela antes de dedicarse a la política; en 1896 se convirtió en el líder de la Unión Cívica Radical, partido en cuya fundación había participado en 1891 y el cual llevó su sello personal durante las siguientes cuatro décadas. Combatió la corrupción electoral, boicoteando todas las elecciones hasta que en 1912 logró que el presidente Roque Sáenz Peña, aprobara una reforma electoral que concedía el sufragio universal. Cuatro años más tarde fue elegido presidente de la República. Yrigoyen adquirió especial popularidad entre la clase media, que por primera vez se sentía integrada en el proceso político.
Mantuvo a Argentina neutral durante la I Guerra Mundial, permitiendo así que el país se beneficiara de los altos precios que tenía la carne de vacuno en el mercado mundial. Fue nuevamente elegido presidente, con un amplio margen, en 1928, pero su incapacidad para enfrentarse a la crisis provocada por la Gran Depresión acabó con su destitución, mediante un golpe militar que tuvo lugar en 1930.
BREVE SINTESIS DE LA VIDA DE HIPOLITO YRIGOYEN:
Hipólito Yrigoyen nació el 12 de julio de 1852 en un hogar humilde de Balvanera en esta Ciudad y bautizado en la iglesia de Nuestra Señora de La Piedad.
Fue formado por los Padres Bayoneses en el Colegio San José y finaliza sus estudios secundarios en el Colegio de la América del Sud.
Cursó estudios de abogacía en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, sin presentar tesis doctoral.
En su actuación pública fue Comisario de Balvanera (1872/77), Diputado Provincial (1878/80), Administrador General de sellos y Patentes (1880) y Diputado Nacional (1880/82).
Desde 1880 hasta 1905 se desempeña como profesor de Historia Argentina, Instrucción Cívica y Filosofía en la Escuela Normal de Maestras. Jamás percibió sus emolumentos como docente ya que los donó a la Sociedad de Beneficencia con destino al Hospital de Niños y al Asilo de Niños.
Integra la Unión Cívica y participa en la Revoluciónde1890 que reclama por la moral administrativa y el libre sufragio. Es fundador de la Unión Cívica Radical en 1891 y preside el Comité de la provincia de Buenos Aires.
En 1893 organiza otra revolución en la provincia que triunfa efímeramente pero se niega a ocupar ningún cargo público. Sólo reclama que se convoque al pueblo a elegir libremente a su gobierno. La revolución fracasa. Sostiene "El poder a pesar de ser uno de los medios más eficaces para hacer práctico un programa, no es el fin a que pueda aspirar un partido de principios ni el único resorte que pueda manejar para influir en los destinos del país…Sólo los partidos que no tienen más objetivo que el éxito aplauden a benefactores que los acercan al poder a costa de sus propios ideales".
En 1905 conduce una nueva revolución que fracasa y debe exiliarse. En 1910 logra mediante tratativas con el Presidente Roque Sáenz Peña la sanción de la reforma electoral que consagra el voto universal, secreto y obligatorio. Cuando el presidente le ofrece cargos ministeriales en su gobierno respondió que "lo único que reclamaba eran comicios honorables y garantidos".
En 1916 en las primeras elecciones presidenciales en que se aplica la nueva ley electoral, Yrigoyen alcanza la Presidencia de la Nación. Lleva adelante desde entonces una política reparadora.
Su política de neutralidad e independencia durante la Gran Guerra mostró al mundo que el respeto internacional llega mejor por las ideas morales que por la fuerza pura y el sometimiento de las naciones.
En lo interno, la presidencia de Yrigoyen mejoró la distribución del ingreso y el auspicio social. En 1916 funcionaban 7.856 escuelas primarias y se crearon 3.120 más. Pudo afirmar en un foro internacional por la Argentina que por cada uno de los soldados que revestían en las filas de la Nación había en esa época dos maestros enseñando el abecedario. En ese año el analfabetismo era del 20 por ciento y en 1922, del 4 por ciento. En la universidad, se llegó a la democratización con la aparición de la Reforma Universitaria de 1918. En lo económico, defendió el patrimonio nacional. Creó Yacimientos Petrolíferos Fiscales para evitar los desmanes de los monopolios petroleros. Intervino en la economía siempre en defensa de los más débiles. Proyectó la creación del Banco de la República para la regulación financiera. En 1922 al finalizar su primer mandato presidencial pudo afirmar que contribuyó para que bajo la bóveda de nuestro cielo hubiera muy pocos desamparados y que la labor debía continuar hasta que no existiera ninguno.
Sostenía que "la democracia no consiste sólo en la garantía de la libertad política, entraña a la vez la posibilidad para todos de poder alcanzar un mínimum de felicidad siquiera".
En su segunda presidencia (1928/1939) refirmó y consolidó los principios que esbozó en su anterior mandato en resguardo del patrimonio nacional mediante la nacionalización del petróleo y la defensa de los intereses populares. En lo internacional sostuvo el ideario de hermandad entre las naciones y de no beligerancia. Dijo al Presidente Hoover de los Estados Unidos que "Los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos, y en común concierto reconstruir la labor de los siglos sobre la base de una cultura y de una civilización más ideal, de más sólida confraternidad y más en armonía con los mandatos de la Divina Providencia".
Al momento de su derrocamiento por el golpe de Estado del 6 de setiembre de 1930, el producto bruto de nuestro país era el 50 por ciento de toda América latina y el doble que el del Brasil.
Fue injustamente encarcelado sin proceso judicial durante un año y tres meses en la Isla Martín García. Anciano y enfermo regresó a Buenos Aires para vivir en casa de una hermana pues había perdido todos sus bienes a lo largo de su vida pública.
Falleció el 3 de julio de 1933 vestido con el hábito de la Tercera Orden Dominica y habiendo recibido los auxilios de la confesión, la eucaristía y la unción de los enfermos administrados por Monseñor D'Andrea.
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Vida amorosa de YRIGOYEN:
En agosto de 1872 Yrigoyen, con sólo veinte años, fue nombrado comisario de policía en la parroquia de Balvanera. Tan joven y ya andaba de chaqué y galerita. Ya se vislumbraba, también, su especial debilidad por las mujeres, a las que siempre trató con especial consideración. Es aquí cuando inicia su costumbre del amor clandestino.
Su primera historia de amor conocida es la que vive con Antonia Pavón, una muchacha de condición humilde que le dará una hija: Elena. Yrigoyen no reconocerá legalmente a su primogénita (tampoco lo hará con sus otros hijos), pero se encargará de su educación y la tendrá a su lado hasta el fin de sus días. Elena incluso sacrifica su vocación religiosa para acompañar a su padre. En alguna ocasión, Yrigoyen admitió que Elena era su "única" hija. Se incomodaba mucho con estas conversaciones, hacía lo imposible por cambiar de tema o, como último recurso, le adjudicaba los hijos a su hermano Martín.
A los veinticinco años Hipólito conoció a Dominga Campos, una muchachita de diecisiete, de buena familia, hija del coronel Julio Campos. Tuvo con ella seis hijos de los cuales tres, murieron de pequeños. La relación con Hipó1ito es escandalosa para la época. Dominga debe abandonar la casa de sus padres. El no vivía con ella pero la mantenía y la visitaba todas las noches y a veces durante el día. Y aquí surge el primer misterio: ¿por qué no se casaron? ¿Sería posible que compartiera la mentalidad de los jóvenes de clase alta que no se casaban con la que "había caído", aunque ellos mismos fueran los seductores? ¿Por qué no reconoció esos hijos? Los tres menores - María Luisa, Sara y Eduardo - habían nacido en el 80, 81 y 82, lo que demuestra una vida compartida. Parece que Yrigoyen daba a sus concubinatos la estabilidad de matrimonios.
En 1889, habiendo hecho un poco de plata con el campo, compró para Dominga y sus hijos una casa en la calle Ministro Inglés. Después de una relación de más de doce años, estaban pensando en casarse. Pero la desgracia parecía perseguir a la joven: ese mismo año, Dominga, que no había cumplido aún los treinta, se enfermó de tuberculosis y tuvo que dejar a sus tres hijos de doce, nueve y siete años para ir a Tandil a tratar de curarse con el cambio de aire. Allí murió, al año siguiente, acompañada tan sólo de un hermano. Su enfermedad y muerte, así como la preocupación por el cuidado de sus hijos, deben haber causado mucha aflicción al temperamento sensible de Yrigoyen. Nunca, sin embargo, dejó traslucir en su vida pública los avatares de su vida privada.
Sin embargo, en 1880, mientras tenía una relación estable con Dominga y se llenaban de hijos, había intentado casarse con una "niña" de la sociedad. El padre de ella se había opuesto con violencia. ¡Jamás permitiría que se casara con ese "compadrito"! La joven obedeció... pero tuvieron un hijo, al que Yrigoyen tampoco reconoció.
En medio del camino de la vida, encontró a la que sería su gran amor de la madurez. Se llamaba Luisa Bacichi. Había nacido en Trieste el 11 de marzo de 1855 y era viuda del escritor Eugenio Cambaceres. Había llegado a Buenos Aires con su hermana en una compañia de bailarinas.
Con esta mujer Yrigoyen viviría hasta su muerte. Se conocieron cuando Hipólito fue a arrendarle la estancia del Quemado, que ella no podía explotar. Luisa tendría entonces cerca de cuarenta años muy bien llevados y él se acercaba a los cincuenta. Allí pasaron felices temporadas y, cuando estaban en Buenos Aires, vivían en la quinta de Barracas, aunque Yrigoyen siempre siguió teniendo su propia casa. En 1897 nació Luis Herman Irigoyen, el hijo de ambos." ¿Qué les impedía casarse? Probablemente las mismas razones de dedicación a la causa. Durante esos años Yrigoyen recibía con mucha frecuencia a amigos y correligionarios en la estancia del Quemado y Luisa se ocupaba de todo como si fuera su legítima mujer.
En 1904 Yrigoyen seguía dando sus clases de Instrucción Cívica y Moral en la escuela normal. Después de la revolución fallida de 1905, lo dejaron cesante.
Yrigoyen sobreviviría ocho años después de la muerte de Luisa Bacichi. Descontando el paréntesis glorioso de la asunción a la segunda presidencia en 1928, estos últimos deben haber sido los años más dolorosos del viejo caudillo, que tuvo que soportar la ignominia de estar preso dos veces en Martín García y de que una turba saqueara e incendiara su casa de la calle Brasil. Quemaron sus papeles y el gobierno le cerró todo crédito, como si hubiera sido un criminal. A mediados de enero de 1932, Yrigoyen ya anciano, cansado y enfermo, volvía de su segunda reclusión en Martín García acompañado por Elena, su hija, y otros miembros de su familia.
Yrigoyen muere el 3 de julio, moría un ex presidente, un gran caudillo... pero también moría un hombre apasionado que se llevaba a la tumba el misterio de sus amores, de sus hijos y de tantas otras cosas que quizás nunca se lleguen a develar.
PRIMERA PRESIDENCIA (1916/1922):
Yrigoyen asume al poder el 12 de Octubre de 1916. Una multitud vocinglera y entusiasta marcha desde la plaza del Congreso hasta la casa de Gobierno, llevando en andas al caudillo radical que acaba de jurar como Presidente de la Nación. El nombre de Hipólito Yrigoyen es coreado entre vítores que expresan tanto el júbilo como la esperanza. El nuevo Presidente ha llegado al gobierno por obra del voto popular, después de muchos años de abstención en los comicios a manera de repudio contra el sistema impuesto por el régimen. Con él ha triunfado su larga prédica en favor de la causa regeneradora, tendiente a restaurar, según su doctrina, el ejercicio de la soberanía que “en una hora fatal”, los gobiernos han arrebatado al pueblo argentino. Grande es la expectativa en todas las esferas. Yrigoyen ha concitado los votos de 372.810 ciudadanos, entre los que hay desde grandes estancieros hasta peones de campo, desde industriales hasta obreros aunque el predominio, según la opinión general, es de los nuevos estamentos de intelectuales, comerciantes, chacareros, empleados diversos, en fin, qué constituyen la clase media ávida de intervenir en el manejo de la política. Los 351.099 votantes que, en distintas proporciones, se han pronunciado por los candidatos de los partidos Conservador, Demócrata Progresista y Socialista, tienen serias dudas sobre las posibilidades de que Yrigoyen pueda llevar a cabo una obra efectiva de gobierno, en tanto se desconocen sus planes político-económicos y el Presidente, al asumir el mando, nada dice en cuanto al programa de acción gubernativa que piensa poner en obra.
EL MINISTERIO:
A diferencia de lo que ha ocurrido hasta entonces, el gabinete ministerial queda constituido por hombres sin antecedentes en la función político-administrativa, aunque todos se destacan por su devoción a la causa regeneradora y su lealtad al caudillo. El embajador británico visita al Presidente, y en la entrevista protocolar le recuerda que es ya hasta tradicional que el jefe del Poder Ejecutivo consulte al gobierno de Londres respecto de la formación del gabinete. “Es una costumbre - responde Yrigoyen - que el señor embajador debe dar por terminada La opinión pública se sorprende por otra quiebra de viejas costumbres: las carteras de Guerra y de Marina son confiadas a dos civiles, Elpidio González y el ingeniero Alvarez de Toledo, respectivamente. Los demás ministerios quedan a cargo de sendos universitarios: doctor Ramón Gómez en Interior; doctor Carlos A. Becú en Relaciones Exteriores y Culto; doctor Domingo Salaberry en Hacienda; doctor Pablo Torello en Obras Públicas; doctor José S, Salinas en Justicia e Instrucción Pública, y doctor Honorio Pueyrredón en Agricultura, El 30 de Enero de 1917, por renuncia de Becú, la Chancillería queda interinamente a cargó de Pueyrredón. En Septiembre de 1918resuelve Yrigoyen confiar a éste definitivamente el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, designando en Agricultura al ingeniero Alfredo Demarchi. En esos mismos días renuncia González a la cartera de Guerra, y es sustituido por otro civil, el doctor Julio Moreno. Más tarde, en Febrero de 1919, renuncia también el Ministro de Marina, Alvarez de Toledo, y durante dos años exactos la cartera es desempeñada interinamente por el doctor Moreno. Por fin, a fines de Febrero de 1921 pone Yrigoyen al frente del ministerio a un profesional, el contralmirante Tomás Zurueta El Ministro de Agricultura renuncia a comienzos de Marzo de 1922, y en su reemplazo es designado Eudoro Vargas Gómez; éste, sin embargo, resuelve alejarse el 9 de Agosto, e Yrigoyen encomienda las funciones al doctor Carlos J. Rodríguez. También cerca de la finalización del periodo, en Abril de 1922, renuncia Gómez a la cartera de Interior, y es sustituido por el doctor Francisco Beiró.
Las relaciones entre el Presidente y su compañero de fórmula, doctor Pelagio B. Luna, son siempre cordiales. Cabe al Vicepresidente leer el mensaje del Ejecutivo al abrir las sesiones del Congreso, en Mayo de 1918. Un año después, el 25 de Junio de 1919, la muerte sorprende al doctor Luna que cuenta, a la sazón, 52 años de edad.
LA NEUTRALIDAD:
La estricta neutralidad en el conflicto europeo fijada por Victorino de la Plaza al iniciarse las hostilidades es mantenida con ahínco por el Presidente Hipólito Yrigoyen, quien debe vencer fuertes presiones de los conservadores y los socialistas que exigen la ruptura de relaciones e incluso la declaración de guerra a Alemania. Las mayores tensiones se producen a partir de Febrero de 1917, a raíz de la terminante declaración alemana referente a que “por razones apremiantes se impediría sin dilación y con todas las armas disponibles, todo tráfico marítimo en las zonas de bloqueo que circundan la Gran Bretaña, Francia e Italia”. La advertencia no es vana y se sigue una terrible campaña submarina que origina el hundimiento de numerosos buques beligerantes y neutrales. Simultáneamente llega la nota de los Estados Unidos dando cuenta de su entrada en la guerra, actitud asumida también por Brasil, Perú y Uruguay. En Buenos Aires se suceden las demostraciones de apoyo a los aliados, y ante la decisión presidencial de no quebrar la neutralidad renuncia el Embajador argentino en Washington, Rómulo S. Naón. Proliferan las entidades que exigen la entrada de la Argentina en la guerra, que tienen amplio eco en el periodismo con la sola excepción de los diarios radicales La Epoca y La Unión, y la hoja sindicalista La Patria.
Un acontecimiento inesperado exaspera el espíritu belicista de los aliadófilos: el vapor argentino Monte Protegido es hundido por los alemanes, después de haber hecho desembarcar a la tripulación. Enseguida el gobierno, por conducto del Embajador argentino en Berlín, doctor Luis B. Molina, protesta enérgicamente ante la Cancillería alemana, y exige las debidas reparaciones materiales, las satisfacciones diplomáticas de rigor y el desagravio al pabellón argentino. A todo se allana el canciller alemán, Zimmermann, pero casi enseguida, en Junio, también son hundidos el velero Oriana y el vapor Toro, ambos de matrícula argentina. Nuevamente la protesta llega a la Cancillería alemana, aunque esta vez el gobierno del Kaiser aduce la existencia de una Convención de Londres según la cual los barcos argentinos habrían conducido contrabando de guerra. El Ministro Pueyrredón responde el 4 de Agosto de 1917 a la pretensión alemana: “En su nota - dice - V. E. circunscribe la cuestión a los términos de la Convención de Londres según su interpretación, y a las modificaciones posteriores introducidas por los mismos beligerantes. No es en ese plano en que el gobierno argentino ha colocado su reclamación ni el que acepta para sostener sus derechos de nación neutral y soberana”. Nuevamente la Cancillería alemana se allana, y por fin acepta sin retaceos la posición argentina, comprometiéndose a cesar los ataques contra navíos amparados por la bandera celeste y blanca, la que es desagraviada al terminar la guerra. En estas oportunidades el gobierno de Yrigoyen sale del paso con relativa facilidad, la situación se torna gravísima a partir del 7 de Septiembre de 1917, en que el Embajador alemán en Buenos Aires, Karl von Luxburg, remite un telegrama a su gobierno donde informa sobre derroteros de varios buques argentinos recomendando su hundimiento, al tiempo que se refiere despectivamente al Ministro Pueyrredón, calificándolo de asno. El telegrama es interceptado por los Estados Unidos, cuya embajada remite a los diarios copia de éste, al tiempo de dar cuenta oficialmente al Poder Ejecutivo. El revuelo producido en todo el país por este acontecimiento adquiere magnitudes extraordinarias, y la campaña rupturista con Alemania llega a su apogeo. Comprobada debidamente la veracidad de la información norteamericana, el gobierno La última expresión de la política neutralista adoptada por Yrigoyen se da en las reuniones preliminares de la Sociedad de las Naciones, entidad internacional constituida el 10 de Enero de 1920 a propuesta del Presidente estadounidense Thomas Woodrow Wilson, la Argentina encomienda al doctor Marcelo T. de Alvear, embajador en París, que la represente en esas negociaciones, sobre la base previa de que la Sociedad no haría exclusiones de ninguna naturaleza. La representación argentina, sin embargo, accede paulatinamente a algunas resoluciones previas de la Sociedad, sin que se haya resuelto el punto de partida sustentado por Yrigoyen. Este, ante la transigencia de sus representantes, remite una nota enérgica que determina, finalmente, la defensa formal del principio sustentado por el Presidente, y al no tener eco y subsistir las exclusiones resuelven retirarse de Ginebra, abandonando de hecho la Sociedad de las Naciones en razón de que ésta, dominada por los vencedores, no acepta las bases de indiscriminación argentino dispone la inmediata expulsión del Conde Luxburg, y remite a la Cancillería alemana una nota fulminante señalando “que las satisfacciones deben ser tan amplias y terminantes que no quede duda alguna de que en ningún momento ese gobierno se ha complicado con la insólita conducta de su representante diplomático”. Entretanto, las acusaciones del periodismo y de muchos legisladores respecto de la lenidad del Poder Ejecutivo ante la agraviante actitud alemana, promueven una sesión especial en la Cámara de Diputados, que se realiza los días 14 y 15 de Noviembre. En la oportunidad, el diputado radical Horacio Oyhanarte defiende calurosamente la posición del Poder Ejecutivo, y señala que la neutralidad, hasta que el radicalismo asume el gobierno, se ha caracterizado por “una sumisión que tocaba los límites mismos de la humillación”; pero que el nuevo gobierno exige, en todo momento, el más alto respeto a la soberanía, logrando sistemáticamente su propósito; de allí que halla incoherente que los mismos neutralistas que han aceptado las excusas británicas por el hundimiento del Presidente Mitre, sin exigir reparaciones materiales ni desagravios formales, se tornen belicistas cuando esas exigencias se imponen y se cumplen. Corolario de las gestiones oficiales es el reconocimiento pleno por parte de la Cancillería alemana de la inconducta del Conde Luxburg, la presentación de las excusas pertinentes y el compromiso de desagravio postuladas por la Argentina.
LA ECONOMIA DE GUERRA:
Desde el primer momento se produce un choque entre los representantes del radicalismo que acaban de llegar al poder y los personemos de la corriente conservadora. Los socialistas, inicialmente expectantes, muy pronto se oponen también a los proyectos radicales referentes a proteger las industrias nacionales e, incluso, estatizar algunas empresas. El Diputado radical, Carlos F. Melo, en las sesiones de 1916, pone énfasis en la expresión final del artículo 49 de la Constitución Nacional, referente a que el gobierno federal puede usar del tesoro público, entre otras cosas, “para empresas de utilidad nacional”, y afirma: “El Estado argentino es empresario; se trata de que sea un buen empresario”. También Lauro Lagos apoya esa política, señalando que ella ha sido adoptada por los países más poderosos de la tierra, como Francia, Alemania e Inglaterra; en cuanto a los Estados Unidos, nueva y pujante potencia mundial, “estatizan todos los servicios que ellos consideran de imprescindible necesidad pública, y hasta los monopolizan sin perjuicio para nadie y con beneficio para todo?”. Los conservadores, por boca de Gustavo Martínez Zuviría, se inclinan por la libre :economía y rechazan toda posible ingerencia del Estado en el orden empresario. Juan B. Justo, vocero del socialismo, apoya también la libre empresa y condena el intervencionismo estatal en todas sus manifestaciones, mientras De Tomaso afirma que el Estado no puede tener facultades excesivas en, materia económica. Yrigoyen, por su parte, se propone orientar al Estado hacia la dirección y ejecución de grandes empresas económicas. a través de la colonización agrícola-ganadera, el establecimiento de bancos, la creación de la marina mercante y la explotación del petróleo, todo ello apoyado por medidas de orden crediticio avaladas por una rígida fiscalización del tesoro nacional. Sus proyectos, no obstante, deben afrontar la cruda crítica de la oposición por parte de los legisladores, y en buena medida quedan en agua de borrajas.
A fines de 1916 remite el Poder Ejecutivo al Congreso un plan di! colonización centrado en la subdivisión de la tierra que pasaría a poder de los colonos, la incorporación de faenas de granja y la intensificación de la enseñanza agrícola. Se persigue intensificar la producción mediante la proliferación de pequeños propietarios-chacareros. En apoyo de esta iniciativa, proyecta también el gobierno emitir cien millones de pesos en títulos de la deuda pública, cuyo producto posibilitaría, entre otras cosas, la creación de un banco agrícola con fines de crédito favorable a la colonización. En Diputados se produce una larga discusión, en la que Araya denuncia: “De una vez hay que ir a la constitución del banco agrícola con carácter tutelar, local y profesional, para corazar al colono contra el zarpazo anual del acopiador y del comerciante, la dentellada voraz del exportador y la hipócrita intromisión bancaria que vitaliza esa insaciable orgía de buitres que destruye la vitalidad económica de la Nación”. Pero el proyecto no prospera y se archiva junto con el de colonización. Reiterado en 1919, también fracasa a pesar de la insistencia del Ejecutivo y a la circunstancia de que, desde 1918, el radicalismo tiene en Diputados una débil mayoría.
A fines de 1916 presenta el Diputado Lauro Lagos un proyecto de creación de la marina mercante nacional, propósito que concilia con los del Ejecutivo que, en un plan de empréstitos, prevé también idéntica creación. La comisión encargada del estudio reconoce el déficit de bodegas existente, y no niega que ello repercute en el encarecimiento de los fletes. Pero se opone a lo que considera una utopía en tanto se carece de personal especializado, equipos técnicos y capital suficiente para armar una escuadrilla eficaz. Por todo ello, los proyectos concurrentes de Lagos y el Ejecutivo fracasan.
En el plan de empréstitos propuesto por la presidencia, los cien millones se destinan a colonización, banco agrícola, marina mercante y explotación del petróleo, aplicándose a este último particular unos 16 millones. Los Diputados Oyhanarte y Melo bregan insistentemente, y el último afirma: “El petróleo de Comodoro Rivadavia, el petróleo que se encuentra en toda la República, el combustible esencial que existe en el subsuelo argentino, tiene que estar en manos del Estado por razones fiscales, sociales y de civilización”. A nada concreto se llega, y tampoco se resuelve en definitiva el destino de los yacimientos petrolíferos cuando, en 1921, el Poder Ejecutivo promueve una nueva discusión para lograr la nacionalización de esos depósitos de hidrocarburos.
Ese mismo plan de empréstitos, presentado a las sesiones extraordinarias de 1916, auspicia la emisión de 250 millones de pesos oro, o su equivalente en moneda común, para consolidar los créditos, las letras de tesorería y las deudas a corto plazo. La Comisión de Hacienda de Diputados aprueba con modificaciones esta parte del proyecto, eleva el monto de la emisión a 265 millones e incluye entre los gastos la intensificación de la explotación petrolera. Al cabo de discusiones donde los conservadores y los socialistas se oponen, es finalmente aprobada, y pasa al Senado, donde queda detenido. El 26 de Junio de 1917 el Poder Ejecutivo insiste ante la Cámara Alta, y eleva el monto a 500 millones para subvenir a necesidades urgentes creadas en el Intermedio a raíz de la guerra europea. La Comisión de Hacienda del Senado demora su tratamiento, intensifica su estudio, y aun pide opiniones personales a financistas. Yrigoyen, ante la demora, redacta un nuevo mensaje al Congreso para urgir la resolución, y envía a los diarios su texto antes de cursarlo a la Legislatura, por lo que el ministro Salaberry debe responder a una interpelación del Senado.
Tampoco tiene éxito Yrigoyen con su proyecto de creación del Banco de la República, presentado al Senado el 5 de Julio de 1917. Dicho banco tendría por objeto regular las emisiones, fomentar el crédito comercial, industrial, agrícola y ganadero, fiscalizar los cambios internacionales, regular las tasas de interés y, además de otras atribuciones, asegurar el clearing bancario. El 20 de Agosto se rechaza la propuesta, después de severas críticas; insiste el Poder Ejecutivo mediante un mensaje del 11 de Septiembre de 1919, y al cabo de dos años el monstruoso proyecto -según opinión de Justo- es archivado sin haber obtenido despacho.
En definitiva, ninguno de los grandes proyectos económico-financieros elaborados por Yrigoyen con el propósito de afirmar la economía nacional durante la guerra tiene el éxito esperado.
Tras largas discusiones, y al cabo de casi dos años de espera, logra el Presidente que el Congreso apruebe por ley una medida propuesta por el Ejecutivo a fines de 1916, referente a fijar un impuesto a las exportaciones. En Enero de 1918 se sanciona la disposición pertinente, estableciendo un impuesto provisional del 5 % para los productos de exportación, a fin de aplicar las entradas por ese concepto en la compra de semillas y útiles para labranza, y en la construcción de puentes y caminos para facilitar las comunicaciones. También tiene éxito, y es aprobado a los once días de su presentación, el convenio firmado por el Poder Ejecutivo, ad referéndum del Congreso, con Inglaterra, Italia y Francia el 14 de Enero de 1918, según el cual el gobierno argentino abre a cada uno de ellos un crédito por cien millones de pesos, a fin de posibilitar la financiación de la compra de dos millones y medio de toneladas de cereales. Sin embargo, en 1919 otros convenios similares son rechazados por el Senado, a pesar de la previa aprobación por Diputados.
LAS AUTONOMIAS PROVINCIALES:
El Presidente Yrigoyen llega al poder convencido de que hay que cumplir estrictamente el principio a su hora enunciado por Alem y que él mismo ha expresado a Roque Sáenz Peña: es indispensable intervenir todas las provincias, para extirpar en ellas los gobiernos de familia y asegurar la libre expresión de la voluntad popular mediante elecciones insospechables. Sólo de esa manera, a juicio de Yrigoyen, será posible el ejercicio de la soberanía, y las provincias tendrán una clara perspectiva autonómica. Fiel a ese punto de partida, durante su presidencia se producen 20 intervenciones federales, de las cuales apenas cinco son avaladas por sendas leyes. Sólo la provincia de Santa Fe queda exenta de intervención federal, mientras Mendoza y San Juan son intervenidas tres veces, al tiempo que Tucumán, Salta y Jujuy reciben dos veces intervenciones. En el mensaje de 1918 dice el Vicepresidente Luna: “El Poder Ejecutivo, colocándose a la altura del momento histórico en que le ha correspondido actuar, lleva su acción a las provincias para asegurar su autonomía, entregando a la soberanía del pueblo la decisión de sus destinos”. Un mes más tarde, el Presidente Yrigoyen afirma, a propósito de las elecciones realizadas en La Rioja al amparo de la intervención: “La renovación que se lleva a cabo en todos los poderes del gobierno de los Estados de la República obedece a un mandato supremo sancionarlo por el pueblo argentino y definitivamente consagrarlo en su historia: el poder federal cumple la fe jurada de dar a los Estados sus gobiernos verdaderos. (...). En cuanto a las autonomías provinciales, ellas son atributos de los pueblos y no de los gobiernos y menos de los que detentaron la representación pública y su derecho soberano (...). No se puede, pues, argumentar, moral ni jurídicamente, con la autonomía de los Estados, para sostener la aplicación actual de las leyes de su pasado. La autonomía es lo que recién ahora se ha de consagrar; y cuando ello se consiga habrá llegado el momento de amparar a sus gobiernos y respetar sus leyes, pero no se la puede invocar en nombre de lo que fue su negación y su inexistencia”. Un año más tarde, repite en el mensaje de apertura de Mayo de 1919: “La acción federal llevada a las provincias donde gobiernos de hecho usurpaban la soberanía nacional ha sido de resultados decisivos en esta tarea de restablecer el imperio de las instituciones; y el Poder Ejecutivo no ha de abandonarla hasta que no quede en ningún punto de la Nación un poder público que no ostente un legítimo título a su investidura”. Y en un mensaje al, Congreso del 15 de Octubre de 1921, puntualiza su convencimiento de que el movimiento que encarna tiene carácter regenerador: “Sé bien que he venido a cumplir un destino admirablemente conquistado: la reintegración de la nacionalidad sobre sus bases fundamentales”. Sobre esas bases lleva Yrigoyen su política francamente intervencionista respecto de las provincias, con el propósito de que éstas puedan reclamar y exigir el respeto a sus autonomías en función de la voluntad soberana de los respectivos pueblos. Muy próxima a esa idea es la organización político-administrativa de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, reflejada en la carta orgánica expedida por ley Nº 10.240 del 4 de Agosto de 1917, por la que se procura asegurar la libre expresión de la voluntad del vecindario porteño, sin perjuicio de la delegación de poderes federales en el intendente municipal.
EL EJERCICIO DE LA SOBERANIA:
El Presidente quiere cristalizar en obras positivas las ya viejas denuncias del radicalismo respecto de la realización de negociados diversos. Sus primeras medidas apuntan a la regulación de los ferrocarriles, y en Mayo de 1917 dispone la caducidad de las concesiones ferroviarias cuyos plazos de ejecución se hallan vencidos, con lo que se anulan irrealizables proyectos de más de 10.000 Km. de vías, equivalentes a cerca del 30 % de la red existente. Tal actitud promueve vocingleras protestas de los afectados, con el apoyo de algunos diarios y diversos legisladores. En respuesta, remite Yrigoyen un mensaje al Congreso (20 de Junio de 1917), en el cual expresa su decisión de regular orgánicamente el transporte, “a fin de evitar que el desarrollo de la red ferroviaria, que constituye uno de los organismos principales de la vida del país, se haga en detrimento de su economía”.
Entiende el gobierno que la vieja ley reguladora de las tarifas ferroviarias, según la cual el Poder Ejecutivo no puede intervenir en las empresas para fijar tarifas, sino cuando el monto de la explotación exceda el 17 % del capital, ha omitido fijar previamente las cuentas de capital de tales empresas. De tal manera, ocurre que, no siendo definido el capital, resulta imposible fijar cuándo la explotación produce beneficios superiores al porcentaje fijado, lo que equivale a dejar al arbitrio de las empresas la fijación de las tarifas. Por decreto del 11 de Junio de 1919 se fija la cuenta capital de las empresasferroviarias, en razón de ello es posible la intervención fiscal en la formulación de tarifas. Precisamente por ello, y en virtud de que los ferrocarriles siguen aumentando sus tarifas sin el aval del Estado, expide Yrigoyen un decreto el 21 de Agosto de 1921 que dispone: “Declárense nulos y sin valor alguno los aumentos de tarifas. efectuados por las empresas, debiendo éstas devolver a los interesados los excedentes sobre las tarifas autorizadas que actualmente rigen”. Al mismo tiempo, la política ferroviaria se orienta hacia la extensión de líneas estatales, iniciándose la construcción del ferrocarril al Huaytiquina, mediante el cual se conecta la ciudad de Salta con el puerto de Antofagasta, y se posibilita la salida de productos argentinos por la ruta del noroeste, abriendo perspectivas a las producciones regionalesTambién auspicia el Presidente una reglamentación adecuada para las obras públicas, a fin de evitar los escándalos denunciados con, relación al palacio del Congreso, las obras de salubridad y otros negociados. Resultado de tal inquietud es la sanción de la ley de obras públicas, Nº 10.285 de fecha 28 de Septiembre de 1917. Por otra parte, el proyecto de colonización agrícola-ganadera amparada por el Banco Agrícola, tiende a poner la acción fiscal al servicio del agricultor, evitar la despoblación rural y distribuir las tierras con atención a las necesidades agrícolas: “El gobierno - dice Yrigoyen en el mensaje de Mayo de 1917 - ha de propender a modificar esta. situación, introduciendo reformas que ensanchen el medio, mejoren la situación del colono, acrecienten y fijen la población y combatan la actual tendencia al urbanismo”. Por eso mismo se opone el Presidente con todas sus fuerzas a la enajenación de la tierra pública, en tanto entiende que es imprescindible valerse de ella como fuente de trabajo y no como recurso rentístico. De allí que en 1920 conmine al gobierno de Santiago del Estero para que derogue su resolución de poner en venta 1.700.000 hectáreas: “La tierra pública empleada como elemento de trabajo - telegrafía el Presidente al gobernador santiagueño - es el más poderoso factor de civilización, de ahí que una nación del grado de cultura a que ha llegado la nuestra no debe desprenderse de sus tierras sino para entregarlas a la labor de muchos, a la colonización intensa y a la radicación de hogares múltiples”.
LAS UNIVERSIDADES NACIONALES:
Finaliza el año 1917. La Universidad Nacional de Córdoba siente los primeros escozores de un malestar estudiantil originado en la Facultad de Medicina, en razón de que se dispone suprimir el internado de practicantes en el hospital de Clínicas. Los estudiantes organizan una huelga, que se lleva a cabo en los albores de 1918, y como resultado de ella el Presidente Yrigoyen dispone intervenir la Universidad y comisiona al efecto al doctor Nicolás Matienzo, quien procede a reformar los estatutos de conformidad con los que rigen en la moderna Universidad de La Plata. En virtud de tal modificación se realizan elecciones, y la victoria del doctor Antonio Nores sobre el candidato estudiantil, doctor Enrique Martínez, provoca un estallido de consecuencias. Al grito de ¡Muera la oligarquías! los estudiantes que se autotitulan reformistas auspician un cambio sustancial en las formas de vida universitarias, tendientes a abrir las cátedras a nuevos valores y suprimir paralelamente antiguos círculos Intelectuales denunciados de anacrónicos y anquilosados. “Córdoba está de revolución - escribe Arturo Capdevila -, pues que su Universidad lo está.”
Yrigoyen acoge con agrado el movimiento estudiantil, y recibe a una delegación de laFederación Universitaria Argentina, a la que manifiesta que su gobierno es sensible a “las justas aspiraciones de los estudiantes”, en tanto entiende que ha llegado el caso de nivelar la Universidad “con el estado de conciencia alcanzado por la República”. A partir de entonces, mediante sucesivos decretos convalida algunos postulados de los reformistas. Pero el fenómeno se repite en las demás universidades argentinas, y se extiende por toda la América española la demanda de reformar estatutos, modificar planes de estudio y asegurar una selección del cuerpo docente sobre la base de la competencia y la eficiencia didáctica. En Lima, en Cuzco, en Santiago de Chile, en México (1919-1921), el estudiantado se levanta con Inquietudes similares, y el movimiento se extiende luego a Montevideo, La Habana, Bogotá, Quito y La Paz. En octubre de 1919 se produce el estallido estudiantil en La Plata, promovido por la Federación Universitaria local. El Gobernador José Camilo Crotto dispone una represión policial enérgica, que justifica mediante una comunicación al Presidente donde acusa al estudiantado con fuertes epítetos: “No comparto la opinión de V. E. -responde Yrigoyen- que atribuye a la juventud de todas las Universidades Nacionales un carácter tan agraviante al patriotismo argentino, que me considero en el deber, cuando menos, de desautorizar”. Entre las innovaciones hechas por el gobierno de Yrigoyen respecto de las Universidades Nacionales se halla la creación de la del Litoral, sancionada, a propuesta del Poder Ejecutivo, por ley Nº 10.861 del 27 de Septiembre de 1919.
LOS PROBLEMAS SOCIALES:
Si en los comienzos de la guerra el índice de desocupación alcanzaba a más del 5 %, con la conflagración el porcentaje aumenta considerablemente hasta cerca del 20 %. Por otra parte, el alza no se, compensa con el aumento paralelo de salarios, y el malestar se intensifica en las clases trabajadoras. En Septiembre de 1917 se desencadena una huelga ferroviaria, y a raíz de ello entrevistan al Presidente delegados de la Bolsa de Comercio y de la Unión Industrial, y le solicitan el uso de la fuerza para poner fin al conflicto, al tiempo que auspician el veto a la ley de jubilaciones ferroviarias que se está elaborando en el Congreso. Yrigoyen niega el uso de la fuerza, y ningún reparo opone a la promulgación de la respectiva ley sancionada, con el Nº 10.650, el 24 de Abril de 1919.
Durante todo el período presidencial de Yrigoyen las huelgas se suceden, produciéndose 1.109 entre 1917 y 1922, de las que participan en total 856.574 personas. El año 1919 marca el momento culminante de la tensión social, con 367 huelgas y 308.967 huelguistas. Cuando Yrigoyen finaliza su período, sin embargo, hay tranquilidad en los elementos obreros, cómo lo prueba la participación de sólo 4.737 huelguistas en 116 movimientos de huelga registrados. De todos estos conflictos de carácter social, tiene singularísima importancia, por su magnitud, el que se produce durante la llamada Semana Trágica.
6 de Enero de 1919: Hace varios días que en los talleres metalúrgicos de Vasena los obreros se hallan en huelga para demandar una jornada laboral de 8 horas y gratificación por horas extras. La disidencia entre obreros y patronos se agrava por los despidos de algunos dirigentes, y los huelguistas agregan a sus demandas la readmisión de los expulsados y la seguridad de que no se tomarán represalias. Inicialmente son 2.500 los obreros comprometidos, pero ahora el movimiento se extiende a otros establecimientos, revolución la huelga se generaliza, y el gobierno considera oportuno disponer la represión policías. Se entabla una lucha generalizada, cuya gravedad obliga al Presidente a designar gobernador militar de la ciudad de Buenos Aires al general Luis Dellepiane. La lucha persiste día tras día, hasta el día 13. Una semana exacta de choques en las calles, sin dar ni pedir cuartel los huelguistas y las fuerzas de represión que, finalmente, doblegan a los ocasionales adversarios. Un testigo activo, Mario Boratto, delegado de los obreros, calcula que los muertos llegan a 700, los heridos a 4.000. y los presos se cuentan por millares. Las investigaciones realizadas Indican la existencia de extremistas foráneos muy próximos en ideología a la reciente rusa, a los cuales se les aplica la legislación vigente sobre Defensa Social y son expulsados del país.
Los sucesos de la Semana Trágica dan a la Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.), junto con la conciencia de su poderío, una advertencia respecto del modo de obrar. En poco tiempo esa entidad gremial logra adeptos en regiones del interior, y promueve huelgas en demanda de reivindicaciones en lugares distantes como los yerbatales misioneros, los obrajes chaqueños, los ingenios del noroeste, las minas cuyanas y hasta en la Patagonia. El gobierno se alarma, y en la Cámara de Diputados se presenta un proyecto tendiente a organizar oficialmente los gremios a través de sindicatos, pero la F.O.R.A. convoca a un mitin obrero que se realiza el 10 de Agosto de 1919 en la plaza del Congreso, al que concurre una multitud calculada en 150.000 personas, representantes de 700 gremios, y se formulan graves acusaciones contra lo que llaman ley mordaza. El proyecto queda en la nada, y las agrupaciones obreras intensifican su campaña. El 12 de Junio de 1920 se firma un pacto entre la F.O.R.A. y la Federación Agraria Argentina (F.A.A.), y el 29 de Septiembre comienzan las reuniones del V Congreso de la F.O.R.A. que declara su adhesión a la revolución rusa y al comunismo anárquico.
Alarmado el gobierno por la orientación francamente anarco-comunista que toma el movimiento gremial, tanto urbano como rural, cede a las presiones y dispone medidas de fiscalización y represión de los extremismos, que se extienden a lo largo de los años 1919 y 1921. La crisis desatada ese último año afecta el precio de los arrendamientos rurales, y la F.A.A. organiza un acto de protesta que cristaliza en una marcha de los chacareros a lo largo de la avenida de Mayo, y culmina con un acto en el teatro Victoria. Los periódicos y los partidos opositores aplauden la actitud de las entidades agrarias, y los diputados socialistas presentan un proyecto que el Congreso aprueba el 21 de Septiembre y se conoce como Ley Contractual Agraria (Nº 11.170). Yrigoyen no promulga esa ley, pero entra en vigor por la prescripción constitucional. Poco antes también se sanciona la ley 11.156 por la que se modifica el Código Civil a fin de limitar el usufructo de la propiedad privada para poder regular los arrendamientos por vía del Estado.
Durante el período presidencial de Yrigoyen, ora a propuesta del Poder Ejecutivo, ora de los diputados socialistas, se promulgan diversas leyes tendientes a mejorar las condiciones del trabajador: descanso dominical, jornada de 8 horas en las empresas ferroviarias, homestead, trabajo a domicilio, patronato de menores, jubilación del personal de empresas de servicios públicos y otras que ya hemos anotado. La política social del Presidente queda trazada, en síntesis, en el mensaje que remite al Congreso con fecha 31 de Agosto de 1920: “Tras grandes esfuerzos - dice allí - el país ha conseguido establecer su vida constitucional en todos los órdenes de la actividad democrática; pero le falta fijar las bases primordiales de su constitución social. Esta no se alcanzará mientras los gobiernos no se compenetren de su esencial deber de propulsar los medios para que la justicia discierna sus beneficios a todos los rangos sociales, tal como los sentimientos humanitarios imponen a la civilización. La democracia no consiste sólo en la garantía de la libertad política: entrada a la vez la posibilidad para todos para poder alcanzar un minimum cae bienestar siquiera. Si esta posibilidad no existe, debemos reconocer que la situación por que se atraviesa puede llegar a ser desesperante y que ha de evitarse como una sagrada imposición de bien público, fijando una mejor y más justa distribución, siquiera a lo que se refiere a lo más indispensable para poder vivir modesta y honestamente, sí, pero tranquilos, sanos y vigorosos”. Y en cuanto a su concepción de las obligaciones del poder público respecto de la sociedad, puntualiza en el mismo mensaje: “El gobierno (... ) ampara todas clases, porque el poder del Estado es un factor esencial de justicia y cuida de todos los intereses, buscando en el bienestar común la seguridad de cada uno; corrige la desigualdad en la órbita de sus facultades, proponiendo leyes como aconsejando soluciones, pero la obra será poco eficiente si los intereses egoístas persisten en prevalecer sobre las justas demandas que garantizan la tranquilidad de todos”.
SEGUNDO GOBIERNO DE YRIGOYEN (1928-1930):
Yrigoyen fue reelegido con el 57,4 % de los votos y volvió al poder con 76 años.
Tuvo que gobernar en uno de los períodos más complejos de la historia argentina, ya que la crisis mundial, iniciada en 1929 (Crack del `29), también afectó gravemente a nuestro país. La recesión económica norteamericana repercutió en los mercados europeos y sudamericanos en forma notable. Los capitales extranjeros retornaron a sus países de origen para favorecer las respectivas economías, y la dependencia económica nacional sufrió un gran deterioro. Cayeron los precios agropecuarios y mermaron considerablemente las exportaciones, acentuándose la crisis interna con el fracaso de la cosecha.
Los efectos de la crisis fueron graves, se produjo el colapso del sector agroexportador.
Así, el país comenzó a endeudarse, el gobierno perdió apoyos internos, y los golpistas -principalmente, los sectores conservadores y militares- encontraron un buen sustento para el golpe militar que derrocaría al presidente Yrigoyen.
El creciente descontento:
El Gobierno debió enfrentar los conflictos derivados de la crisis: desocupación, inflación y aumento de la deuda estatal. Los descontentos crecieron, e Yrigoyen debió soportar el embate de instituciones como la Sociedad Rural y la Unión Industrial Argentina, la renta aduanera disminuyó en 46 millones de pesos en poco tiempo.
Diarios opositores acusaron al Presidente de "dictador". A la acción subversiva se sumó la agitación estudiantil y la influyente prédica de ciertos sectores antidemocráticos vinculados con el fascismo italiano, que presionaron sobre los militares. Mítines políticos opositores, grupos universitarios y grupos nacionalistas provocaron disturbios reclamando la renuncia de Yrigoyen. Solo los socialistas auténticos y los demócrata progresistas reclamaron calma.
Las luchas obreras fueron permanentes. Las numerosas huelgas no sólo buscaban mejorar el salario: también aspiraban a reducir la jornada de trabajo, mejorar las condiciones higiénicas, lograr el reconocimiento de las organizaciones gremiales...
Los trabajadores -muchos de ellos ya en sindicatos recibían influencia de socialistas y anarquistas. Frente a numerosos conflictos gremiales y a las huelgas, el presidente Yrigoyen se movió con un criterio personal conciliador.
La revolución del 6 de septiembre de 1930:
En 1930, el país vivía un momento clave. La crisis internacional, con sus secuelas sociales de desocupación y miseria se sumaron a los inconvenientes de la última etapa de la gestión presidencial. Yrigoyen, ya anciano y enfermo se empeñaba en resolver personalmente todas las cuestiones de estado ocasionando demoras e ineficiencia en su resolución. También se lo acusó de rodearse de ineptos obsecuentes que obstaculizaban su gobierno.
Se inició así una acción opositora en la que intervinieron miembros del Congreso, la prensa, el Partido Socialista independiente y grupos nacionalistas, estos grupos constituían una nueva fuerza desprendida del conservadorismo, que simpatizaba con las ideas fascistas de Mussolini.
El ejército también manifestó su disconformidad con la gestión de gobierno. Pero había dos sectores con distintas propuestas. Uno encabezado por el general José Félix Uriburu proponía la reforma total del sistema y la eliminación del sufragio universal para reemplazarlo por un sistema corporativo, dispuesto a imponer en el país una dictadura inspirada en el fascismo italiano, dispuesto a imponer en el país una dictadura inspirada en el fascismo italiano
El otro sector, liderado por el ex ministro de Guerra general Agustín P.Justo de tendencia liberal y conservadora, aspiraba solamente a desplazar al Presidente y a implantar un nuevo gobierno que se apoyara en los grupos opuestos a Yrigoyen, sin alterar esencialmente el sistema político.
El golpe ya era un hecho pero Yrigoyen no creía en él, Dellepiane, ministro de Guerra renunció al sentirse impotente frente a la situación. El 5 de septiembre Yrigoyen delegó el mando en el vicepresidente Martínez, su salud era muy débil. Este declaró el estado de sitio pero la revolución ya estaba en marcha.
Uriburu llegó a la casa de Gobierno sin resistencia alguna. Horas después el vicepresidente entregaba el mando. Yrigoyen debió firmar su renuncia y quedó detenido en la isla Martín García. Uriburu asumió la presidencia.
Los factores que contribuyeron al golpe de estado del 6 de septiembre:
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La influencia de un ejército muy politizado y predispuesto a la conspiración.
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La práctica de una prensa tenazmente opositora.
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La disimulada acción de los intereses petroleros internacionales a los que Yrigoyen se impuso.
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Los grupos conservadores que abandonaron el liberalismo, cambiándolo por principios
del fascismo italiano o de la derecha monárquica francesa, recogidos por periódicos nacionalistas como La Nueva República y La Fronda.
El hecho es precedido por una intensa oposición en el Congreso y la prensa, que acusa al líder radical de inoperancia y senilidad.
Es la primera vez en setenta años de vida institucional que un Presidente es expulsado del poder.
Para justificar el levantamiento, las fuerzas armadas emitieron el siguiente comunicado:"Camaradas: El Ejército y la Armada de la Patria, respondiendo al clamor unánime del pueblo de la Nación y a los propósitos perentorios que nos impone el deber de argentinos en esta hora solemne para los destinos del país, han resuelto levantar su bandera para intimar a los hombres que han traicionado en el gobierno la confianza del pueblo y de la República, el abandono inmediato de los cargos, que ya no ejercen para el bien común, sino para el logro de sus apetitos personales. (...) La misma Constitución obliga a los ciudadanos a armarse en su defensa. Ha llegado el momento. ¡A las armas! para salvar la realidad de las instituciones y la dignidad de la Nación".
1930, la usurpación del poder del pueblo:
Lo que sucedió en 1930, fue una usurpación del poder legítimo por la fuerza y la instalación de una dictadura que absorbía los poderes del gobierno. Sin embargo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en una acordada emitida el día 10 de septiembre, reconoció a las nuevas autoridades como un gobierno de hecho (de facto) y dio validez a sus actos.
El año 30, es un año problematizador: marca el fin de una democracia incipiente y el paso de una república alterada por gobiernos cuya legitimidad fue reiteradamente puesta en duda por las implicancias del fraude electoral eufemísticamente denominado "fraude patriótico".
El debilitamiento y caída de Yrigoyen:
Sectores conservadores, basados en su supuesta senilidad, fomentaron su derrocamiento. La corrupción y la paralización dentro de su administración le costaron mucho apoyo. La gran depresión que comenzó en 1929 debilitó su gobierno y un Golpe Militar en 1930 terminó con su carrera.
Este año señaló el comienzo de una alteración que se inicia con la ruptura del orden constitucional, sigue con la desnaturalización del sufragio y culmina con la reinserción de la mentalidad conservadora.
Austero en su vida personal, oscuro en muchas de sus declaraciones políticas, Yrigoyen falló en implementar en Argentina las reformas democráticas que quería alcanzar antes de asumir la presidencia.
Hipólito Yrigoyen falleció el 3 de Julio de 1933 en Buenos Aires, Argentina.
Bibliografía:
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Siitios webs:
http://www.historiadelpais.com.ar/irigoyen.htm
http://168.83.21.26/olimpi97/Literatura-Argentina/historia/historia_5.htm
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Libros
Libro: "Vida de Hipólito Yrigoyen" El hombre del misterio
Autor: Manuel Gálvez
Editorial: El ELEFANTE BLANCO
Libro: "Mujeres Argentinas" El lado femenino de nuestra historia
Editorial: EXTRA ALFAGUARA
Libro: "Contemporaneidad, Argentina y el mundo. Un camino al siglo XXI". Editorial: A-Z. 1998.
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Enciclopedia Encarta, edición 2001
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Enviado por: | Magui |
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