Historia
Gran Colombia
Gran Colombia
De este modo suele ser designada en la actualidad la vasta República que a instancias del Libertador Simón Bolívar fue fundada el 17 de diciembre de 1819 por el Congreso de Angostura, la cual dejó de existir en 1830. Pero en aquella época su nombre oficial, por el cual la llamaban todos, empezando por Bolívar, fue el de República de Colombia. Su territorio llegó a comprender el de las actuales repúblicas de Venezuela, Colombia (que en aquel tiempo era conocida como Cundinamarca y, sobre todo, Nueva Granada), Ecuador y Panamá. Cuando Bolívar y sus contemporáneos mencionaban a los «colombianos» entendían por tales a los ciudadanos de Venezuela, Nueva Granada (hoy Colombia), Ecuador y Panamá. El nombre de Colombia ha sido un homenaje al Almirante Mayor del Mar Océano, virrey y gobernador general de las Indias Occidentales, Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo, tributo un tanto tardío que sólo vino a plasmarse en el siglo XIX, gracias a la iniciativa y ejecución de 2 venezolanos: Francisco de Miranda, el Precursor de la Independencia de América y Simón Bolívar, el Libertador. Claro que antes de Miranda y de Bolívar hubo antecedentes en el reconocimiento a Colón, pero ello no pasó de la simple sugestión. Entre otros fray Bartolomé de Las Casas, quien propuso para el Nuevo Continente el nombre de Columba, y el jurista e historiador Juan de Solórzano Pereira, quien asomó la denominación de Colonia o Columbania, y más atrás aún, en la corte de Carlos V se habló de que las Indias Occidentales debían ser bautizadas con el nombre de Colón. Miranda, en sus proyectos constitucionales para Hispanoamérica, perfila el mote de continente colombiano y el vocero que edita en Londres a comienzos de 1810 para la propaganda revolucionaria en la América Española, lo intitula El Colombiano.
Bolívar en su Carta de Jamaica (Kingston, 6.9.1815) escribe: «La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que con el nombre de Las Casas, en honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahiahonda. Esta posición, aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganado, y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Guajira. Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio». Esta declaración del Libertador en 1815 tiene sus raíces en su actuación en Nueva Granada desde finales de 1812, cuando en el Manifiesto de Cartagena (15.12.1812) presenta como medida indispensable «…para la seguridad de la Nueva Granada, la reconquista de Caracas…», y habla con entera propiedad de «…las raíces del árbol de la libertad de Colombia…», excitando a los patriotas neogranadinos a «…marchar a Venezuela a libertar la cuna de la independencia colombiana…» Otro antecedente está en la carta para el general Santiago Mariño, en que Bolívar, desde Valencia, el 16 de diciembre de 1813, puntualiza: «Venezuela unida con la Nueva Granada podría formar una nación que inspire a las otras la decorosa consideración que le es debida (...) Nuestra seguridad y la reputación del nuevo gobierno independiente nos impone el deber de hacer un cuerpo de nación con la Nueva Granada. Este es el voto ahora de los venezolanos y granadinos, y en solicitud de esta unión tan interesante a ambas regiones, los valientes hijos de la Nueva Granada han venido a libertar a Venezuela». Después, caída la Segunda República de Venezuela en 1814 y triunfante en 1816 el ejército español en Nueva Granada, tanto venezolanos como granadinos comprobaron hasta la saciedad la justeza del pensamiento del Libertador, ya que las repúblicas aisladas, son destruidas fácilmente por la potencia dominante. En la citada carta para Mariño, Bolívar advertía: «Divididos seremos más débiles, menos respetados de los enemigos (...) La unión hará nuestra fuerza y nos hará formidables a todos» La unión fue la consigna de Bolívar a lo largo de toda su actuación libertadora. Y así como bajo el comando supremo del Libertador los neogranadinos dieron la libertad a Venezuela en 1813, bajo esa misma dirección salieron los ejércitos de suelo venezolano en 1819 a dar libertad a la Nueva Granada. Era, pues, un hecho que todo lo previsto por Bolívar en sus grandes documentos de 1812, 1813 y 1815 se cumplía a la perfección. Los 2 países hermanos ya se habían fundido con la fuerza cohesiva de una amalgama.
El 17 de diciembre de 1819, a orillas del Orinoco, en la histórica ciudad de Angostura, el Congreso de Venezuela dicta la ley fundamental de la República de Colombia, compuesta por Venezuela, Nueva Granada y Ecuador (todavía ocupado éste por los españoles); el territorio de la nueva nación comprende una extensión de más de 2.000.000 km2 y se encuentra dividido para su gobierno en 3 departamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito, cuyas respectivas capitales son Caracas, Bogotá y Quito. La más alta jerarquía en el Ejecutivo de la República la tiene el presidente, y en su defecto el vicepresidente; además en cada capital de departamento habrá un vicepresidente. Los símbolos del Estado son los mismos de Venezuela, mientras el Congreso Constituyente de Colombia, que debería reunirse en territorio neogranadino en 1821, dictase su Constitución. De acuerdo con la ley fundamental, Bolívar fue designado presidente y Francisco Antonio Zea vicepresidente. Los vicepresidentes de los departamentos fueron Juan Germán Roscio (Venezuela) y Francisco de Paula Santander (Cundinamarca). La del departamento de Quito no se proveyó por estar su territorio bajo el dominio español. Al Congreso de Angostura le cupo la gloria de dar vida jurídica al Estado que, en la actualidad, para darle mayor significación al ideal bolivariano que lo promovió, todos denominan la Gran Colombia. Angostura (hoy Ciudad Bolívar) fue la cuna en donde nació la Colombia bolivariana.
Realizadas las elecciones nacionales conforme a lo prescrito en el estatuto fundamental de Angostura, el Congreso de la novísima República se reunió en la Villa del Rosario de Cúcuta, el 6 de mayo de 1821. Debía instalarse el 1 de enero, como se había previsto en Angostura, pero inconvenientes de distinta índole lo impidieron. Concurrieron 57 diputados. La primera directiva del cuerpo la integraron: José Félix Restrepo (Antioquia), presidente; Fernando Peñalver (Caracas), vicepresidente; y Francisco Soto y Miguel Santamaría, secretarios. En el Congreso de Cúcuta participaron varones muy ilustres de Venezuela y Nueva Granada, quienes contribuyeron con sus luces a edificar definitivamente la República nacida en Angostura. El 12 de julio del 1821 se firmó la ley fundamental de la Unión de los pueblos de Colombia; para entonces el presidente del Congreso era José Ignacio de Márquez, el vicepresidente Antonio María Briceño y los secretarios Miguel Santamaría y Francisco Soto. El cúmplase y el publíquese le fueron puestos el 18 del mismo mes de julio. Asimismo la Constitución de la República de Colombia, objetivo central del Constituyente, fue suscrita por todos los diputados presentes en el Rosario de Cúcuta el 30 de agosto de 1821. Eran entonces directivos del cuerpo Miguel Peña, presidente; Rafael Lasso de la Vega, vicepresidente; Francisco Soto, Miguel Santamaría y Antonio José Caro, secretarios. El cúmplase tiene fecha del 6 de octubre y está autorizado con la firma del presidente de la República Simón Bolívar y refrendado por los ministros secretarios del despacho, Pedro Briceño Méndez, de Marina y Guerra; Pedro Gual, de Hacienda y Relaciones Exteriores; y Diego Bautista Urbaneja, del Interior y Justicia.
Bogotá fue designada capital de la República y ésta se dividió en departamentos, provincias y cantones; la máxima autoridad ejecutiva en los primeros era el intendente, en las segundas el gobernador y en los terceros el juez político. Los departamentos venezolanos fueron 3; denominados Orinoco, Venezuela y Zulia, con un total de 10 provincias; los de la Nueva Granada fueron 4: Boyacá, Cundinamarca, Cauca y Magdalena, con 13 provincias. Se le dio a la república Escudo de Armas, Sello y Bandera; esta última fue la tricolor que había venido usando Venezuela. El Congreso adoptó medidas que preveían la abolición progresiva de la esclavitud, decretó la abolición del tráfico de esclavos, y legisló sobre la enseñanza pública, poder judicial, naturalización de extranjeros, exención de porte de correos a periódicos y otros impresos, libertad de imprenta, importación, aranceles y tarifas, registro de buques nacionales y nacionalización de los extranjeros, tabaco, factorías y exportación, contribución directa, asignación de bienes nacionales a los servidores de la república, confiscación de bienes pertenecientes al Gobierno español, extinción de los tributos de los indígenas, contaduría general de Hacienda, papel sellado, uniformidad de pesos y medidas, enajenación de tierras baldías, modo de proceder contra conspiradores y perturbadores de la tranquilidad pública y otras materias de capital interés para el desenvolvimiento de la administración nacional. El Poder Ejecutivo de Colombia, según el título V, sección 1ª de la Constitución de 1821, está depositado en un presidente y un vicepresidente. El período gubernamental es de 4 años. El presidente elegido en Cúcuta fue el Libertador Simón Bolívar y como vicepresidente resultó electo el general Francisco de Paula Santander. Ambos se juramentaron el 3 de octubre. Pocos días después Bolívar nombró el primer gabinete, constituido por Pedro Gual (Relaciones Exteriores), José Manuel Restrepo (Interior y Justicia), Pedro Briceño Méndez (Guerra y Marina), José María del Castillo y Rada (Hacienda) y solicitó la autorización del Congreso para marchar al sur a fin de proseguir las campañas libertadoras. Se le concedió, dándole amplias facultades sobre los territorios que fuesen teatro de operaciones. A la cabeza del Gobierno quedó Santander como vicepresidente de la República encargado del ejercicio del Poder Ejecutivo.
El 13 de octubre de 1821 cesaron las sesiones del Congreso de Cúcuta, que actuó en forma soberana, sin presiones de ningún género, ya que el mismo Bolívar fue garante del clima de libertad y autonomía en que se desarrollaron las actividades de esta magna asamblea grancolombiana. De acuerdo con las facultades que le había otorgado el Congreso para dirigir la guerra, el Libertador dispuso que el general Antonio José de Sucre se trasladase a Guayaquil (que en octubre de 1820 se había independizado de los españoles), y desde allí avanzara hacia Quito. Es la Campaña del Sur, en la cual habrá combates y batallas de singular relieve, entre estas últimas Bomboná, el 7 de abril de 1822, dirigida por el propio Bolívar, y Pichincha, el 24 de mayo siguiente, por Sucre. El 13 de julio se incorpora formalmente Guayaquil a Colombia. Y el 27 del mismo mes se celebra en esa ciudad la entrevista de Bolívar con el general José de San Martín. Más tarde, el Protector del Perú se retirará del campo de la política y de la guerra. En el Ecuador, totalmente incorporado desde mediados de 1822 a la Gran Colombia, el Libertador sigue con gran preocupación el desarrollo de los sucesos en el Perú. Entre tanto, el 17 de julio de 1823, manda personalmente la batalla de Ibarra, donde derrota al coronel realista Agustín Agualongo. Llamado por los patriotas peruanos, emprende viaje por mar, el 7 de agosto de 1823, desde Guayaquil, y llega el 1 de septiembre a Lima. Estará en el Perú hasta el 3 de septiembre de 1826, cuando emprende el regreso después de dejar libre de la dominación española a la tierra de los incas y de haber fundado la República de Bolivia.
Durante la ausencia del Libertador, el vicepresidente Santander rigió los destinos de Colombia desde Bogotá, adonde se había trasladado ya el Gobierno a fines de 1821. Los congresos constitucionales de 1823, 1824 y 1825, que se reunieron en aquella ciudad con participación de senadores y diputados de todas las provincias, orientados por la capacidad administrativa y política del vicepresidente y sus principales colaboradores, fueron estructurando mediante numerosas leyes y resoluciones la vida civil de la República, en un clima de amplia, aunque no total, libertad de prensa; ejemplos de ésta fueron las polémicas que en Bogotá sostuvieron en 1823 Santander y el estadista Antonio Nariño, así como las campañas periodísticas que en Caracas llevó a cabo de 1822 a 1824 El Venezolano. La guerra, que no había terminado del todo en Venezuela con la batalla de Carabobo en 1821, pues quedaba el foco realista de Puerto Cabello, se reinició con las operaciones del brigadier Francisco Tomás Morales en el occidente venezolano, apoyado por la escuadra española del almirante Ángel Laborde. La batalla naval del lago de Maracaibo, ganada por el almirante José Prudencio Padilla en julio de 1823 (que coincidió casi con la derrota de las fuerzas del coronel Agualongo por el general Bolívar en Ibarra, antes mencionada) y la toma de Puerto Cabello por el general José Antonio Páez en noviembre de ese mismo año pusieron fin a las actividades bélicas de fuerzas regulares españolas en territorio grancolombiano. En el mar, sin embargo, continuó la guerra de corso. Estados Unidos (1822), Inglaterra (1825), Holanda (1829) reconocieron la independencia de la Gran Colombia, y otras naciones, sin llegar a dar ese paso, enviaron cónsules y agentes oficiosos a Bogotá y a los principales puertos de la República. Se reanudaron relaciones diplomáticas estables con la mayoría de las naciones de América Latina de origen hispano, así como con el imperio del Brasil. Se estableció contacto directo con la Santa Sede, que accedió a consagrar a los arzobispos y obispos propuestos por las autoridades, aunque se negó a aceptar que la República, como lo había declarado el Gobierno, estuviese en posesión del llamado «derecho de patronato» como sucesora de la Corona española. En 1824 la República contrató en Inglaterra un empréstito de 4.750.000 libras esterlinas (unos 20.000.000 de pesos). Los puertos grancolombianos continuaron abiertos a los buques mercantes de todas las naciones, excepto España, y se ofrecieron en venta tierras baldías a compañías extranjeras que se propusieron fomentar la inmigración. A pesar de las protestas o la resistencia de la Iglesia, pequeños grupos de no católicos, principalmente comerciantes y artesanos protestantes y judíos, se avecindaron en algunos puertos y hasta en poblaciones del interior. También tuvo cierto auge la masonería. La enseñanza universitaria se fue laicizando, y se introdujeron las ideas de Jeremías Bentham y de Benjamín Constant. En cambio, el proceso de abolición paulatina de la esclavitud avanzó muy lentamente y las tierras de algunos resguardos de indígenas empezaron a pasar a manos de particulares criollos o extranjeros. La distribución de los bienes nacionales (secuestrados a españoles o a criollos realistas expulsados) entre los servidores militares de la República, continuó, pero lo complicado del procedimiento dio lugar a abusos en las altas esferas del Gobierno central y al acaparamiento de tierras por algunos jefes, Páez entre ellos, que adquirían de los soldados y clases sus vales depreciados.
En 1825 se celebraron nuevas elecciones para la presidencia y la vicepresidencia de la República. Las ganaron, respectivamente, Bolívar y Santander, pero durante la campaña electoral, el segundo fue objeto de fuertes críticas, especialmente en ciertas poblaciones de Venezuela y en Cartagena. La votación por Bolívar fue casi unánime (583 votos sobre un total de 609 emitidos por los colegios electorales) y Santander obtuvo también una notable mayoría (286 votos) sobre el más cercano de sus contendores, Pedro Briceño Méndez, quien recibió 76; pero en provincias como Caracas, Apure, Maracaibo, Coro, Mérida, Margarita y Río Hacha no logró Santander ningún voto, y quedó en minoría en Cartagena, Santa Marta, Popayán y Guayaquil. La polémica sobre el modo como se había contratado y distribuido el empréstito de 1824 desempeñó en estos resultados un importante papel. Al mismo tiempo, se había despertado en ciertos sectores del centro-occidente de Venezuela un sentimiento de frustración por verse gobernados desde Bogotá, en tanto que entre los funcionarios civiles y los intelectuales de Nueva Granada se veía con aprensión la posición preponderante que en las Fuerzas Armadas habían alcanzado muchos venezolanos. La condena a muerte del coronel Leonardo Infante en 1824, en Bogotá, la crisis político-jurídica abierta por la oposición del letrado Miguel Peña a firmar la sentencia, y la final ejecución del reo a comienzos de 1825, habían contribuido también a agudizar esas tensiones. En el Ecuador, que permanecía más tranquilo, existía descontento entre los dueños de obrajes, cuyos tejidos sufrían la competencia en precio y calidad que les hacían los importados de Inglaterra, y un malestar económico generalizado debido a que aquella región había costeado en una alta proporción los gastos del ejército grancolombiano libertador del Perú. En el ámbito político, muy pocos eran los nativos del Ecuador que ocupasen posiciones de alguna importancia en el Gobierno central.
La crisis, a la vez económico-fiscal y político-militar, estalló en los meses iniciales de 1826. Así empezó a resquebrajarse la Gran Colombia, cuando quebró la casa londinense de Goldschmidt, que administraba los fondos del empréstito, con lo cual el crédito externo de la República sufrió un colapso total. Por otra parte, uno de los golpes más duros a la unidad, fue el movimiento separatista que estalló en Venezuela el 30 de abril de 1826, encabezado por las municipalidades de Valencia y Caracas. El letrado Miguel Peña y el general José Antonio Páez tuvieron papel de primer orden en este movimiento que pasó a la historia con el nombre de La Cosiata. Todo se aquietó momentáneamente con la presencia de Bolívar en territorio de Venezuela. En efecto, el Libertador y Páez se abrazan en Valencia el 4 de enero de 1827 y allí acaba aparentemente la disidencia; pero las discrepancias seguirán esta vez entre Bolívar y Santander, y se intensificarán aún más en la Convención de Ocaña, instalada el 9 de abril de 1828. Viene la dictadura de Bolívar (agosto 1828) que contó con apoyo popular; el atentado del 25 de septiembre de ese año en Bogotá contra la vida del Libertador; y la guerra con el Perú en la que es vencido finalmente el ejército peruano en 1829.
En noviembre de 1829, Venezuela anuncia que se separa de Colombia. Han renacido y esta vez se han encauzado con mayor efectividad los propósitos de La Cosiata. En enero de 1830 se reúne en Bogotá el Congreso Constituyente convocado por Bolívar, quien renuncia ante él sus poderes. El 6 de mayo abre sus sesiones en Valencia el Congreso Constituyente de Venezuela. El 13, Quito se separa de Colombia. El 4 de junio es asesinado en Berruecos el gran mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. El 22 de septiembre el Congreso de Valencia aprueba la Constitución de la República soberana de Venezuela. Páez es el primer presidente. El 23 de septiembre Quito promulga su primera Constitución. El general Juan José Flores ocupa la presidencia del nuevo Estado que se denomina Ecuador. Bolívar muere en San Pedro Alejandrino (Santa Marta), el 17 de diciembre de 1830. Para él, Colombia fue «…la palabra sagrada y la palabra mágica de todos los ciudadanos virtuosos…» Por ello, hasta en los últimos instantes de su vida, los llamó desgarradamente a la unidad, a la concordia, al amor, a la paz. Aún después de muerto el Libertador, el general Rafael Urdaneta, a la cabeza del Gobierno en Bogotá, trata de restablecer la unidad. No lo consigue, y ha de renunciar en abril de 1831. La Nueva Granada constituye también una república soberana, cuya presidencia asumirá Santander en 1832. En 1863 se llamará Estados Unidos de Colombia, y a partir de 1886, República de Colombia. La Gran Colombia queda como el más ambicioso y noble de los sueños de Bolívar y el tributo perenne al Almirante del Mar Océano. M.B.P./M.P.V.
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