Derecho


Gibraltar. Tratado de Utrecht


God save the Queen

Gibraltar, la última colonia en Europa, la última frontera de Europa, el último reducto de la Reconquista. Un trozo de roca, un pedazo de acantilado que todos han codiciado durante siglos. Es su valor estratégico el que muchos han ansiado.

“El que posea Gibraltar poseerá el dominio sobre la entrada y salida de barcos por el Mediterráneo”. Esta es la premisa de la que se ha partido desde hace cientos de años. Pero ya no es válida.

El panorama internacional ha cambiado radicalmente desde 1713. Gibraltar ya no tiene valor militar con el actual sistema de defensa globalizado integrado en la OTAN, de la que tanto España como Gran Bretaña formamos parte. Tampoco tiene valor comercial ante la tendencia, ya antigua, de permitir y favorecer el libre tráfico de mercancías y valores por todo el mundo.

Entonces, la pregunta no se hace esperar: ¿por qué Gran Bretaña no devuelve a España el territorio que ocupó por la fuerza?. Esta pregunta cobra aún más fuerza cuando tenemos en cuenta que pertenecemos a la UE y, por tanto, estamos obligados a ser “amigos”. Sin nombrar que el fin último e inminente de la UE es, precisamente, la disolución de las fronteras en Europa.

Efectivamente esta pregunta tiene, cuanto menos, una respuesta. En este informe he tratado, del modo más ameno y distendido que me ha sido posible, evidenciar dicha respuesta. Me he servido para ello de recortes de prensa y contenidos de Internet, principalmente.

Para poder tocar todos los puntos que me interesaba mencionar y, al mismo tiempo no hacer demasiado extenso el trabajo, lo he dividido en cinco pequeños artículos del siguiente modo:

1.- Tratado de Utrecht. Artículo X.

2.- Historia de lo que nunca debió ser.

3.- Breve historia de la política casera del Peñón.

4.- La “Guerra” de los 40 años.

5.- Pero los gibraltareños defienden su castillo...

Con el fin de hacerlo más agradable, le he dado un formato periodístico monotemático. Espero que sea del agrado de todo aquel que lo lea.

Y que Dios salve a la Reina...

Tratado de Utrecht

Artículo X.

El Rey Católico, por si y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortaleza que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno.

Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías. quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. Y como la comunicación por mar con la costa de España no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aquí puede resultar que los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se vean reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Católico sólo impedir, como queda dicho arriba, la introducción fraudulenta de mercaderías por la vía de tierra. se ha acordado que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierra de España circunvecina la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas del presidio, de los vecinos y de las naves surtas en el puerto.

Pero si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarían al fisco, y presentada queja de esta contravención del presente Tratado serán castigados severamente los culpados.

Y Su Majestad Británica. a instancia del Rey Católico consiente y conviene en que no se permita por motivo alguno que judíos ni moros habiten ni tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni se de entrada ni acogida a las naves de guerra moras en el puerto de aquella Ciudad, con lo que se puede cortar la comunicación de España a Ceuta, o ser infestadas las costas españolas por el corso de los moros. Y como hay tratados de amistad. libertad y frecuencia de comercio entre los ingleses y algunas regiones de la costa de Africa. ha de entenderse siempre que no se puede negar la entrada en el puerto de Gibraltar a los moros y sus naves, que sólo vienen a comerciar.

Promete también Su Majestad la Reina de Gran Bretaña que a los habitantes de la dicha Ciudad de Gibraltar se les concederá el uso libre de la Religión Católica Romana.

Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender o enajenar, de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla.

A Trece de Julio de mil y setecientos y trece.

Historia de lo que nunca debió ser.

España cedió Gibraltar al Reino Unido a través del Tratado de Utrecht en 1713 después de perder el territorio a una flota anglo-holandesa nueve años antes, pero desde entonces Madrid ha tratado de recuperar el Peñón. Hasta el momento los intentos han sido en vano.

El Tratado de Utrecht, firmado como armisticio entre Inglaterra y España el 13 de julio 1713, establece, entre otras cosas, que Gibraltar no puede aspirar a la autodeterminación, y que pasará a soberanía española en el momento mismo en que deje de ser colonia británica.

Gibraltar, la última colonia que existe en Europa, es una roca costera de seis kilómetros cuadrados lindante con La Línea de la Concepción (Cádiz) y a sólo 32 kilómetros de Marruecos. Tiene menos de 30.000 habitantes y está en manos británicas desde 1704 y bajo su soberanía desde 1713. Desde 1783 no se han producido intentos militares para recuperar el Peñón, pero sí numerosas reclamaciones políticas y diplomáticas por parte de España, iniciadas en 1940 y acentuadas a partir de 1956, cuando Madrid planteó el contencioso ante la Asamblea General de la ONU.

En 1984, España y el Reino Unido reanudaron sus conversaciones, que llevaron en enero del año siguiente a un acuerdo inicial sobre el paso de personas, vehículos y mercancías a través de la Verja, que se abrió el 5 de febrero. Ello acabó con el veto británico al ingreso de España en la Unión Europea. Desde entonces se han sucedido épocas de negociaciones y desacuerdos que han desembocado en el establecimiento de controles por parte de España del tránsito por la Verja ante las múltiples denuncias de que el Peñón se ha convertido en un paraíso fiscal y en refugio del narcotráfico internacional.

El hecho es que la importancia estratégica y militar de Gibraltar, situado en el Peñón del mismo nombre, ha hecho que desde tiempos inmemoriables muchas potencias se hayan disputado su control. En el año 711 fue conquistado por los musulmanes, a los que el Reino de Castilla no conseguiría arrebatárselo hasta 1462.

A comienzos del siglo XVIII, el Peñón fue ocupado por la flota anglo-holandesa que combatía en defensa del archiduque Carlos de Austria, pretendiente al trono de España frente a Felipe de Anjou. El gobierno del Reino Unido consideró el peñón como dominio británico, situación que fue validada jurídicamente por el Tratado de Utrecht (1713).

En 1830, recibió el estatuto de colonia, condición refrendada un siglo después por la población de Gibraltar mediante un referéndum que quedó recogido en la Constitución de 1969. La promulgación de la Constitución en 1969 coincidió con el cierre unilateral de la frontera por parte del gobierno de España, que supuso la interrupción de relaciones durante 26 años.

España ha intentado sin éxito durante tres siglos reintegrar Gibraltar a su soberanía, para lo cual ha recurrido a negociaciones directas con el Reino Unido y a la intervención de instancias internacionales como el comité de descolonización de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).

La promulgación de la Constitución en 1969 coincidió con el cierre unilateral de la frontera por parte del gobierno de España, que supuso la interrupción de relaciones durante 26 años. El final de la dictadura de Franco y incorporación de España en organizaciones políticas internacionales llevaron a la reanudación de las conversaciones, la reapertura de la verja en 1985, tras los acuerdos hispano-británicos que preveían la celebración de futuras conversaciones sobre la soberanía de Gibraltar.

La integración de España y el Reino Unido en la Unión Europea ha hecho variar los planteamientos acerca de la cuestión gibraltareña y ha aumentado el deseo de autonomía frente a Londres de la población.

En los últimos tiempos, los partidos políticos gibraltareños han propuesto a Gran Bretaña una reforma en su Constitución de 1969 para incluir el derecho a la autodeterminación, de forma que la colonia pudiera independizarse previo referéndum al respecto. El Gobierno inglés se mostró dispuesto a discutir el proyecto, pese a que choca con el Proceso de Bruselas, el diálogo abierto por ambos países en 1984 y congelado en 1997.

Afortunadamente, las conversaciones se han reabierto recientemente entre los ministros de Londres y Madrid. Se negocia la soberanía compartida entre ambos países, proceso que derivará, inevitablemente, en la renacionalización del Peñón a manos de España.

Breve historia de la política casera del Peñón.

Gibraltar, la última colonia que existe en Europa, es una roca costera de seis kilómetros cuadrados lindante con La Línea de la Concepción (Cádiz) y a sólo 32 kilómetros de Marruecos. Tiene menos de 30.000 habitantes y está en manos británicas desde 1704 y bajo su soberanía desde 1713.

Gibraltar. Tratado de Utrecht

Desde 1783 no se han producido intentos militares para recuperar el Peñón, pero sí numerosas reclamaciones políticas y diplomáticas por parte de España, iniciadas en 1940 y acentuadas a partir de 1956, cuando Madrid planteó el contencioso ante la Asamblea General de la ONU.

Gibraltar es una colonia autónoma del Reino Unido y cuenta con sus propios órganos judiciales, legislativos y ejecutivos. El gobierno británico está representado por un gobernador, que representa a la Corona, es comandante de la plaza militar y presidente de la Corte de Justicia de Gibraltar.

El poder legislativo recae en una Asamblea con 15 miembros elegidos por sufragio universal directo cada cuatro años y el ejecutivo en un Primer Ministro auxiliado por un gabinete. En 1988, accedió al cargo Joe Bossano, del Partido Laborista, que renovó su mandato en 1992. En la actualidad, el Primer ministro es Peter Caruana. En 1984, España y el Reino Unido reanudaron sus conversaciones, que llevaron en enero del año siguiente a un acuerdo inicial sobre el paso de personas, vehículos y mercancías a través de la Verja, que se abrió el 5 de febrero. Ello acabó con el veto británico al ingreso de España en la Unión Europea. Desde entonces se han sucedido épocas de negociaciones y desacuerdos que han desembocado en el establecimiento de controles por parte de España del tránsito por la Verja ante las múltiples denuncias de que el Peñón se ha convertido en un paraíso fiscal y en refugio del narcotráfico internacional.

La mayoría de la población estable es de origen británico, aunque la población flotante está constituida en su mayoría por trabajadores españoles.

La “Guerra” de los 40 años.

Los contactos entre los Gobiernos británico y español para buscar una solución al problema de Gibraltar, se iniciaron en 1961 sin que hasta los acuerdos de Lisboa (1980) y el proceso de Bruselas (1984) se produjeran verdaderos avances en el contencioso. Estos son los puntos más relevantes del proceso negociador en los últimos años:

Resoluciones de la ONU

Mayo de 1961. Se inicia el diálogo sobre Gibraltar entre España y el Reino Unido durante la visita oficial de sir Alec Douglas-Home a Madrid.

16 de diciembre de 1965. La Asamblea General de las Naciones Unidas adopta una resolución invitando a los dos países a entablar negociaciones para buscar una solución al problema de Gibraltar.

18 de mayo de 1966. Se inician en Londres las conversaciones anglo españolas entre los ministros Fernando María Castiella y Michael Stewart.

20 de diciembre de 1966. La Asamblea General de la ONU aprueba una resolución en la que deplora el retraso del proceso descolonizador de Gibraltar e invita a las partes a proseguir las negociaciones.

El cierre de la verja

10 de septiembre de 1967. A pesar de la oposición de la ONU y de España, se celebra un referéndum en Gibraltar, en el que por una abrumadora mayoría los votantes se pronuncian a favor del mantenimiento de los lazos con el Reino Unido.

18-20 de marzo de 1968. Nuevas conversaciones, sin ningún resultado.

8 de junio de 1969. El Gobierno español decreta el cierre de la frontera terrestre de La Línea de la Concepción con Gibraltar, en respuesta a la entrada en vigor de la nueva Constitución gibraltareña, aprobada por el Gobierno británico en 1968, que trascendía las resoluciones de las Naciones Unidas.

Reapertura de la verja

1969-1973. Continúan sin fruto los contactos hasta que, por iniciativa española, se congelan las conversaciones en mayo de 1973.

30 de mayo de 1974. A solicitud de la parte inglesa se reanudan las conversaciones con carácter exploratorio.

18 de noviembre de 1976. La Asamblea General de las Naciones Unidas urge nuevamente a los Gobiernos español y británico a que inicien negociaciones sobre el problema de Gibraltar.

24 de noviembre de 1977. Reunión exploratoria en el Círculo Europeo de Estrasburgo, en la que, junto al ministro español de Asuntos Exteriores,

Marcelino Oreja, y al secretario del Foreing Office, David Owen, acuden por primera vez el ministro principal de Gibraltar, Joshua Hassan, y el líder de la oposición, Mauricio Xiberras.

15 de marzo de 1978. Nueva reunión en París con los mismos participantes, "destinada a favorecer la comprensión entre ambas partes".

9-10 de abril de 1980. Reunión en Lisboa entre el ministro español de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, y su colega británico, lord Carrington, al término de la cual se aprueba una declaración en la que ambas partes acordaron iniciar negociaciones a fin de solucionar "todas las diferencias".

8 de enero de 1982. Reunión en Londres entre los jefes de los Gobiernos británico y español, Margaret Thatcher y Leopoldo Calvo Sotelo, en la que se acuerda la apertura de la verja y el inicio simultáneo de conversaciones.

El proceso de Bruselas

27 de noviembre de 1984. Los ministros de Asuntos Exteriores de España y el Reino Unido, Fernando Morán y Geoffrey Howe, suscriben una declaración conjunta en Burruelas por la que el Gobierno de Madrid se compromete a levantar completamente las restricciones al tráfico para la entrada y salida de Gibraltar, mientras que el Gobierno de Londres acepta explícitamente que se discuta sobre la soberanía de la Roca.

5 de febrero de 1985. Las diplomacias de España y el Reino Unido discuten en Ginebra, por primera vez en la historia, sobre las cuestiones de soberanía que rodean el problema de Gibraltar, siguiendo el compromiso adquirido el pasado 27 de noviembre en Bruselas por los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países, Fernando Morán y Geoffrey Howe.

15 de enero de 1987. España y el Reino Unido fracasan en su nuevo intento de desbloquear el proceso negociador sobre Gibraltar. Las dos sesiones celebradas en Londres entre delegaciones de los dos países, presididas por los ministros de Asuntos Exteriores, concluyeron sin acuerdo, manteniendo inamovibles ambas partes sus profundas diferencias sobre la forma de encontrar una solución a su histórico contencioso colonial. Eran las terceras conversaciones a este nivel celebradas tras la declaración suscrita en Bruselas en noviembre de 1984.

Diciembre de 1987. Los gobiernos de España y el Reino Unido llegan a un acuerdo sobre el uso civil y conjunto del aeropuerto de Gibraltar y desbloquean un conflicto que amenazaba la alianza de ambos países en el seno de la OTAN. El acuerdo fracasó por el rechazo de los gibraltareños.

6 de febrero de 1989. Los ministros de Exteriores británico, sir Geoffrey Howe, y español, Francisco Fernández Ordóñez, mantienen en Londres una nueva ronda de discusiones sobre Gibraltar, la primera tras la decisión británica de reducir su presencia militar en la colonia.

27 de febrero de 1990. El Gobierno británico se compromete a reforzar su cooperación con España en la lucha contra el narcotráfico y el contrabando en Gibraltar, pero la reivindicación española sobre la colonia no progresa.

12 de febrero de 1991. La inminencia de la Europa sin fronteras de 1993 obliga a tomar decisiones inevitables sobre Gibraltar, cuyo anacronismo en el contexto europeo es cada vez más flagrante, según manifestó ayer el ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, al concluir una nueva ronda negociadora sobre el futuro de la colonia con su homólogo británico, Douglas Hurd.

1 de marzo de 1993. Se reanudan las conversaciones entre los Gobiernos de España y el Reino Unido sobre el contencioso de Gibraltar. La imposibilidad de llegar a un acuerdo provocó que las reuniones bilaterales entre ambos se interrumpieran dos años antes.

21 de diciembre de 1994. La novena ronda de conversaciones sobre Gibraltar finaliza sin avances sobre la soberanía, aunque se crea un grupo de trabajo, en el que participan los gibraltareños, para examinar las medidas a tomar para erradicar los tráficos ilícitos que se generan en la última colonia en territorio europeo.

23 enero de 1997. En décima reunión bilateral sobre Gibraltar, España hizo saber que no aceptaría el DNI gibraltareño, autorizado por Londres.

La crisis de Tireless

20 de mayo de 2000. E l submarino nuclear Tireless atraca en la base naval del Peñón tras padecer una fuga de agua en una tubería del sistema primario de refrigeración del reactor. Su presencia y su reparación suscitó airadas protestas de grupos ecologistas y de los partidos políticos de la oposición.

24 de enero de 2001. En plena crisis por la presencia del submarino Tireless en Gibraltar, el ministro español de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, manifiesta a su colega británico, Robin Cook, la exigencia de España de que se reanude el diálogo sobre la soberanía de Gibraltar iniciado en 1984 en virtud del compromiso histórico alcanzado por Fernando Morán y Geoffrey Howe.

26 de julio de 2001. El ministro español de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, y su homólogo británico, Jack Straw, reanudan en Londres el diálogo sobre Gibraltar, suspendido desde 1998.

31 de enero de 2002. El ministro británico para Europa, Peter Hain, desvela en la Cámara de los Comunes la estrategia acordada con España para lograr un acuerdo definitivo sobre Gibraltar: aprobar una declaración conjunta al término de las negociaciones en marcha, que se mantendrá tanto si es aceptada por el Gobierno de la Roca como si no.

4 de febrero de 2002. Los ministros de Asuntos Exteriores de España y el Reino Unido, Josep Piqué y Jack Straw, se reúnen en Londres para seguir avanzando en las negociaciones bilaterales sobre Gibraltar.

Pero los gibraltareños defienden su castillo...

La frontera de la Verja de Gibraltar, el termómetro que marca el humor estacional del Gobierno español, aparece despejada, pero el guardia civil que atiende el puesto encuentra quizás excesiva la desenvoltura del conductor y le hace bajar e identificarse cumplidamente. Es un hombre espigado, de tez más bien sonrosada, mientras que su colega del lado británico muestra un rostro oliváceo, fácilmente asociable a un tipo de magrebí. Como casi todo el mundo en Gibraltar, ambos hablan español con un acusado acento andaluz. Es sólo el primer contraste de los que ofrecen las calles generalmente bulliciosas del Peñón: un espectáculo continuo de mestizaje en el que participan mediterráneos, anglosajones, orientales, judíos y musulmanes, protestantes y católicos, un escaparate de banderas y símbolos británicos, de rótulos exclusivamente en inglés, donde la música flamenca se cuela permanentemente por las ventanas, donde el español vive siempre en la calle y aguarda en la trastienda.

Paraíso fiscal y punto negro internacional del blanqueo de dinero, centro de negocios, bazar, puerto franco, área de convivencia social y tolerancia política y religiosa, Gibraltar, siempre de espaldas a España, se revuelve contra las conversaciones sobre el futuro de la colonia que los Gobiernos de Madrid y Londres han retomado tras cuatro años de silencio. El primer ministro de la colonia, Peter Caruana, un político hábil en las piruetas diplomáticas, sostiene que su Gobierno no respalda las manifestaciones contra el diálogo hispano-británico pero es evidente que las autoridades de la Roca y la oposición están movilizando tanto a su influyente lobby en Londres como a las organizaciones Asociación de Estudiantes de Gibraltar y Grupo por la Autodeterminación, que animan las protestas. 'De Bilbao suelen venir unos señores del Comité pro Gibraltar que se alojan aquí con gastos pagados por la Administración', apunta un camarero español, uno más de los miles que cruzan diariamente la verja para trabajar en suelo británico. Aunque las imágenes que ilustran la nueva amistad hispano-británica no son inéditas, los dirigentes de Gibraltar siguen notando un escalofrío en el cuerpo cada vez que el presidente español el premier británico se abrazan en público, cada vez que, como ha ocurrido hace unos pocos meses en Checkers, las familias Aznar y Blair pasan juntas un fin de semana. 'Estamos inquietos e irritados, claro, porque vemos que hay un acuerdo secreto o algo así entre ambos Gobiernos de cara a llegar a un acuerdo en el plazo de un año. Londres está dispuesto a sacrificarnos para normalizar sus relaciones con España, quiere que Madrid sea su aliado europeo', señalan, por separado, con palabras muy similares, tanto Joe Bossano, ex primer ministro de Gibraltar jefe del partido socialista, como Joseph García, líder del Partido Liberal. La idea está muy presente en la calle y en los despachos profesionales: 'Si han vendido Hong Kong con seis millones de habitantes, los ingleses pueden perfectamente hacer lo mismo con nosotros, que somos cuatro gatos', apunta un comerciante. 'Cualquier día nos encontramos con la bandera española ondeando en lo alto del Peñón'.

De manera casi sistemática, los gibraltareños pasan de expresar su miedo a ser sacrificados en el altar de la nueva amistad hispano-británica, a afirmar que, en cualquier caso, Londres y Madrid tienen poco que hacer porque Gibraltar cuenta con el compromiso formal británico, plasmado en su Constitución de 1969, de que dispondrán siempre de la última palabra en un hipotético acuerdo entre el Reino Unido y España. 'No podrán desembarazarse de nosotros fácilmente', advierte Joe Bossano.

¿Por qué entonces tanta inquietud? ¿Por qué la negativa a estar presente en la reunión de Barcelona? ¿Por qué rechazar la colaboración con España en terrenos como el del uso conjunto del aeropuerto, pactada en la década de los 80, la multiplicación de líneas telefónicas, el desbloqueo de la directivas comunitarios o el tránsito fronterizo, que redundarían directamente en beneficio de los gibraltareños? 'Porque a través de la colaboración, España puede hacerse imprescindible, asumir en la práctica gran parte de nuestra soberanía y llevarnos a un callejón sin salida', responden. 'Renunciamos al proyecto de uso conjunto del aeropuerto', explica Athony Provasoli, director del bufete de abogados más importante del Peñón, 'cuando nos dimos cuenta de que equivaldría a un trasvase efectivo de soberanía'. El resultado es que los aviones, tres o cuatro al día, siguen despegando de una pista diminuta atravesada por la carretera y sin otro destino que el Reino Unido, ya que España les prohíbe penetrar en su espacio aéreo. A la vista de la iniciativa Londres-Madrid, los partidos gibraltareños están acelerando a marchas forzadas la reforma constitucional que pretende descolonizar el Peñón, a través del ejercicio en referéndum de autodeterminación, aunque sin romper completamente los vínculos con la Corona británica. 'Se trata de convertirnos en un país independiente pero con la obligación por parte de Londres de atender, a petición nuestra, tanto nuestra defensa militar, como nuestra política exterior'. Joe Bossano pronuncia estas palabras con mucha seriedad pero no puede evitar una carcajada ante la pregunta, irónica, de si no le piden nada más al Reino Unido y de si cree que España aceptará eso de buen grado. 'Es una iniciativa que puede ser llevada al Tribunal de La Haya y poner en un brete a los dos Gobiernos', señala el ex primer ministro de la Roca. Según el dirigente del Partido Liberal, Joseph García, el propósito es que el texto definitivo esté listo antes de fin de año y que el referéndum se lleve a cabo a principios de 2002.

En su despacho de Gobierno, Peter Caruana, hombre de modales amables pero escurridizo, rechaza ese calendario. 'Lo que someteremos a referéndum será el texto de la reforma constitucional resultante de las conversaciones que mantengamos con el Reino Unido'. ¿Y no cree que España puede considerar esa iniciativa como una grave provocación habida cuenta de que el Tratado de Utrecht de 1713 establece que Gibraltar debe pasar a manos españolas si deja de ser colonia? 'Depende de la facilidad con que España quiera sentirse provocada', responde el líder del Partido Socialdemócrata, que cuenta con ocho de los 15 diputados del Parlamento del Peñón. A contrario que los jefes de la oposición y algunos dirigentes de su propio partido, Peter Caruana dice no albergar desconfianza hacia Londres. 'No creo que la amistad con Aznar le vaya a llevar a Blair a defraudar la confianza de los gibraltareños en el Reino Unido', indica. Añade que sólo participará en el diálogo hispano-británico en igualdad de condiciones con el resto de las partes. 'Tres voces, tres partes y el compromiso de que los acuerdos debe tener la aprobación de las tres partes'.

El antiespañolismo latente, (refractario a la idea de España, no a los españoles), el escaso eco político de las actitudes de entendimiento -el político más pro español, Peter Cumming, abandonó el partido socialdemócrata tras su exiguo resultado electoral- y el rechazo sistemático a todas las propuestas de Madrid -desde la oferta de un Gibraltar con la autonomía más amplia de Europa, la soberanía compartida durante 50 años, el mantenimiento de los privilegios de la exención del IVA y la condición de puerto franco- acreditan aparentemente el fracaso de la estrategia de persuasión y presión que Madrid promueve desde hace 30 años. ¿Cómo se explica eso en una población educada por Gran Bretaña, sí, pero impregnada de cultura española? ¿De dónde viene ese antiespañolismo si los 24.000 gibraltareños se reconocen anímicamente más próximos a la emoción mediterránea que al temperamento inglés y si muchos de ellos, cerca del 20%, tienen una segunda residencia en terreno español? Cabría pensar que la respuesta hay que buscarla en los intereses anudados en torno al paraíso fiscal, en el centro de negocios, en los 27 millones de litros de carburante para vehículos y los 23 millones de cajetillas de tabaco procedentes de España y vendidos en la colonia en 1999. Podría pensarse que la explicación se encuentra en la élite financiera de abogados y contables surgida al calor del negocio, en el hecho mismo de que la renta per cápita de los 30.000 habitantes del Peñón se haya multiplicado por cinco desde la reapertura de la Verja en 1982, supere en un tercio a la media española y doble a la de sus vecinos andaluces.

Sin dejar de admitir la poderosa influencia de las nuevas actividades, sustitutas de una economía asentada en los ingresos procedentes de los gastos militares, muchos gibraltareños con opinión y peso en la colonia advierten contra la tentación de una interpretación exclusivamente economicista. El resentimiento de los llanitos se palpa en comentarios como estos, de un periodista gibraltareño: 'Aquí pasa como con las Torres de Nueva York, que todavía sale humo'. 'El cierre de la Verja prolongado durante 16 años fue cruel e inhumano y políticamente nos echó en manos de los británicos'. 'Hay gente que murió en los hospitales porque los españoles no dejaban pasar las botellas de oxígeno'. 'Fue España la primera en darnos la espalda', subraya el presidente de los abogados, Robert Vasquez. Si la tesis que atribuye a los gibraltareños 'una personalidad identitaria histórica' conformada en el territorio, la educación y el mestizaje a lo largo de casi tres siglos puede resultar dudosa, no ocurre lo mismo con la evidencia de que ésta es una población con síndrome de la insularidad. El hostigamiento, el acoso y el bloqueo, recursos de una España herida y humillada, ha levantado muros mentales bastante sólidos, a cuya creación contribuyeron algunos republicanos refugiados en el Peñón tras la guerra civil y todos aquellos hijos resentidos de la España de la Dictadura.

Los matrimonios mixtos, habituales del periodo anterior al cierre de la frontera, no han vuelto a producirse con la misma frecuencia. 'Seguimos viendo al Reino Unido en lo alto de la escala y a España por debajo. Sí, aunque las cosas han cambiado mucho, seguimos teniendo una imagen española de subdesarrollo', afirma el director de la revista Panorama, Joe García. En cualquier caso, no hay dramatismo alguno en el debate que ocupa ahora las conversaciones de los gibraltareños. '¿Le digo una cosa que suena muy audaz? Estoy convencido de que si España liberara la frontera, en pocos años llegaríamos a una compenetración social, cultural y económica muy fuerte', dice el abogado Provasoli, mezcla de italianos, ingleses y españoles. '¿Le digo otra cosa igualmente audaz? Creo firmemente que sin los ingleses llegaríamos mucho más fácilmente a un acuerdo'. Aunque la respuesta oficial continúa más o menos inalterable, la pregunta de si es posible que Gibraltar siga viviendo de espaldas a España tiene una mayor actualidad en una población en la que no se venden periódicos españoles. Por supuesto, Joe Bossano cree que Gibraltar no necesita a España para nada. 'El problema es que España no tiene nada que ofrecernos porque ya tenemos muchísima más autonomía que, por ejemplo, Euskadi. España sólo puede ofrecernos levantar los obstáculos que ella misma nos coloca y sobre esa base no es fácil llegar a nada'. El primer ministro, Peter Caruana, es más cuidadoso en la respuesta. 'No sé si podemos', dice, 'pero no es bueno que los vecinos se den la espalda'.

Bienvenidos a Las Islas Caiman

Hoy en Gibraltar se reconoce lo que se negó en un pasado no lejano: que durante largos años el Peñón fue una estupenda base para el narcotráfico. 'No fueron las autoridades las que pusieron fin al asunto, sino la gente que empezó a preocuparse al ver a niños y jóvenes con medallones de oro colgando y los bolsillos repletos de billetes. La gente salió a la calle a manifestarse porque pensó que eso no podía traer nada y de la noche a la mañana desaparecieron del puerto las lanchas rápidas y los traficantes', afirma un destacado abogado gibraltareño. 'Pero España no puede decir nada. Tienen Marbella, con la Mafia, y Galicia'. Más difícil es conocer el número de sociedades opacas registradas en el Peñón para eludir la fiscalidad o blanquear dinero. Según el ex ministro principal Joe Bossano, y algunos abogados del Peñón, hay actualmente 50.000 sociedades activas de un total de 80.000 registradas desde 1985. Unas 8.000 no presentan ingresos. Alrededor de 40.000 registran bienes privados y no pagan impuestos en el Peñón, pero generan empleo cualificado y actividad hotelera en la medida en que sus propietarios están obligados a hacer una declaración anual contable de su sociedad. Resulta así que una parte de los siete millones de turistas que llegan a Gibraltar todos los años es un turismo de 'negocios', defraudadores de sus países de origen. 'Nuestro sistema es una copia del que existe en otros sitios, no está pensado para el blanqueo de dinero, aunque lo permita. Hace años vimos que había cosas raras y lo depuramos mucho. Gibraltar cumple hoy con la legislación, que permite identificar a los propietarios de las cuentas y sociedades. El abogado que vulnera la ley se arriesga a la cárcel', repite el letrado Anthony Provasoli. 'Me pregunto', dice, 'por qué no se habla de Londres, que es donde se producen los mayores escándalos'. Según el liberal Joseph García, los fondos de los bancos instalados en Gibraltar ascienden a 5.000 millones de libras (8.100 millones de euros y 1,34 billones de pesetas). El presupuesto de la colonia, en la que residen permanentemente unas 30.000 personas, alcanzó el pasado año 142 millones de libras (unos 230 millones de euros y algo más de 38.000 millones de pesetas).




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