Sociología y Trabajo Social
Estigma; E. Goffman
ESTIGMA E IDENTIDAD SOCIAL
Los griegos crearon el termino estigma para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de quien los presentaba. El termino estigma será utilizado, pues, para hacer referencia a un atributo profundamente desacreditador en un individuo. La sociedad establece los medios para categorizar a las personas y el complemento de atributos que se perciben como corrientes y naturales en los miembros de cada una de esas categorías. El medio social establece las categorías de personas que en él se pueden encontrar. Es probable que al encontrarnos ante un extraño las primeras apariencias nos permitan prever en que categoría se halla y cuales son sus atributos, es decir, su identidad social. El carácter que atribuimos al individuo según la apariencia que nos da, es una identidad social virtual. La categoría y atributos que, de hecho, según puede demostrarse, le pertenecen, se denominaran identidad social real. El extraño que está presente ante nosotros puede demostrar ser dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás (dentro de la categoría de personas a la que él tiene acceso) y la convierte en alguien menos apetecible. De ese modo dejamos de verla como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado. Un atributo de esa naturaleza es un estigma, en especial cuando él, un descrédito amplio; a veces también recibe el nombre de defecto, falla o desventaja. Esto constituye una discrepancia entre la identidad social virtual y la real. Un individuo puede ocultar un defecto físico, por temor a que su pretendido status físico, se vea desacreditado. Un estigma es, pues, realmente, una clase especial de relación entre atributo y estereotipo. Tres tipos de estigma:
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Las abominaciones del cuerpo.
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Defectos de carácter del individuo.
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Estigmas tribales de la raza, nación o religión.
En los tres tipos se encuentran los mismos rasgos sociológicos: un individuo que podía haber sido fácilmente aceptado en un intercambio social corriente posee un rasgo que puede imponerse por la fuerza a nuestra atención y que nos lleva a alejarnos de él cuando lo encontramos, anulando el llamado que nos hacen el resto de sus atributos. Son bien conocidos las actitudes que nosotros, los normales, adoptamos hacia una persona que posee un estigma, y las medidas que tomamos respecto de ella, ya que son precisamente estas respuestas las que la benevolente acción social intenta suavizar y mejorar. Creemos, por definición, desde luego, que la persona que tiene un estigma no es totalmente humana, valiéndonos de este supuesto practicamos diversos tipos de discriminación, mediante la cual reducimos en la practica, aunque a menudo sin pensarlo, sus posibilidades de vida. Construimos una teoría del estigma, una ideología para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que presenta esa persona. El individuo estigmatizado tiende a sostener las mismas creencias sobre la identidad que nosotros; la sensación de ser una “ persona normal”, un ser humano como cualquier otro que, por consiguiente, merece una oportunidad justa para iniciarse en alguna actividad, puede ser una de sus por profundos sentimientos acerca de su identidad. El rasgo central que caracteriza la situación vital del individuo estigmatizado esta referido a que a menudo, aunque vagamente, se denomina “aceptación”. Las personas que tienen trato con él no logran brindarle el respeto y la consideración que los aspectos no contaminados de su identidad social habían hecho prever y que él había previsto recibir; se hace eco del rechazo cuando descubre que alguno de sus atributos lo justifica. ¿De qué modo la persona estigmatizada responde a esta situación?. En ciertos casos, le será posible intentar corregir directamente lo que considera el fundamento objetivo de su deficiencia; es el caso de la persona físicamente deformada (cuando dicha reparación es posible, el resultado a menudo consiste, no en la adquisición de un status plenamente normal, sino en la transformación del yo: alguien que tenia un defecto particular se convierte en alguien que cuenta con el récord de haber corregido un defecto particular). Aquí debe mencionarse la tendencia a la “virtualización” resultante del peligro que para la persona estigmatizada significa caer en manos de servidores fraudulentas que le venden los medios para corregir la elocución, aclarar el calor de la piel, etc. Esto revela hasta que extremos están dispuestos a llegar las personas estigmatizadas. El individuo estigmatizado puede también intentar corregir su condición en forma indirecta, dedicando un enorme esfuerzo personal al manejo de areas de actividad que por razones físicas o incidentales se consideran, por lo común, inaccesibles para quien posea su defecto. Una persona estigmatizada puede reaccionar a su problema aislándose, de esta manera, se encontrara carente de la saludable realimentación (feed-back) del intercambio social cotidiano con los demás y podrá volverse una persona desconfiada, depresiva, hostil, ansiosa y aturdida. Tener conciencia de la inferioridad significa que uno no puede dejar de formularse conscientemente cierto sentimiento crónico del peor tipo de inseguridad, y eso trae como consecuencia ansiedad o algo mas grave. El temor a que los demás puedan faltarle el respeto a una persona por algo que esta exhibe significa que se sentirá siempre insegura en su contacto con otra gente; y esta inseguridad proviene no de fuentes misteriosas y en cierta medida desconocidos, como sucede con la mayor parte de nuestra ansiedad, sino de algo que ese individuo sabe que no puede arreglar. “Soy inferior. Por lo tanto, la gente me tendrá aversión y yo no me sentiré seguro con ellos.” El individuo estigmatizado puede descubrir que se siente inseguro acerca del modo en que nosotros, los normales, vamos a identificarlo y a recibirlo. De este modo, aparece en el estigmatizado la sensación de no saber que es lo que los demás piensan “realmente” de él.
El Igual y El Sabio
La persona estigmatizada es aislada por la sociedad de modo que pasa por ser una persona desacreditada frente a un mundo que no lo acepta. Casi siempre, sin embargo, advertirá que existe gente sensible dispuesta a adoptar su punto de vista en el mundo y a compartir con él el sentimiento de que es humano y “esencialmente” normal, a pesar de las apariencias y de sus propias dudas. Hay que considerar en este último caso, dos categorías. El primer grupo de personas benévolas es, por supuesto, el que comparte su estigma. Conocedoras por experiencia propia de lo que se siente al poseer ese estigma en particular. Entre sus iguales, el individuo estigmatizado puede utilizar su desventaja como base para organizar su vida, pero para lograrlo deberá resignarse a vivir en un mundo incompleto. En el estudio sociológico de las personas estigmatizadas, el interés se centra, por lo general, en el tipo de vida colectiva, cuando esta existe, que llevan aquellos que pertenecen a una categoría particular. Sabemos que los integrantes de una categoría particular de estigma tienden a reunirse en pequeños grupos sociales, cuyos miembros derivan de la misma categoría. Este grupo de personas de quienes la persona estigmatizada puede esperar cierto apoyo son aquellos que comparten su estigma, en virtud de lo cual son definidos y se definen a sí mismos como sus iguales. El segundo grupo es el de los “sabios”, es decir, personas normales cuya situación especial las lleva a estar íntimamente informadas acerca de la vida secreta de los individuos estigmatizados y a simpatizar con ellos, y que gozan, al mismo tiempo, de cierto grado de aceptación y de cortés pertenencia al clan. Las personas sabias son los hombres marginales ante quienes el individuo que tiene un defecto no necesita avergonzarse ni ejercer un autocontrol, porque sabe que a pesar de su imperfección será considerado como una persona corriente. Un tipo de persona sabia es aquella cuya, sabiduría proviene de sus actividades en un establecimiento, que satisface tanto las necesidades de quienes tienen un estigma particular como las medidas que la sociedad adopta respecto de esas personas. Un segundo tipo de persona sabia es aquella que se relaciona con un individuo estigmatizado a través de la estructura social; esta relación hace que en algunos aspectos, el resto de la sociedad más amplia considere a ambos como una sola persona, por ejemplo: la hija del ex-presidiario, la familia del verdugo, el padre del inválido... están obligados a compartir parte del descrédito de la persona estigmatizada con la cual los une la relación.
La Carrera Moral
Las personas que tienen un estigma particular tienden a pasar por las mismas experiencias de aprendizaje relativas a su condición y por las mismas modificaciones en la concepción del yo, una “carrera moral” similar que es, a la vez causa y efecto del compromiso con una secuencia semejante de ajustes personales. La historia natural de una categoría de personas estigmatizadas debe distinguirse claramente de la historia natural del estigma mismo. Una fase de este proceso de socialización es aquella en la cual la persona estigmatizada aprende a incorporar el punto de vista de los normales, adquiriendo así las creencias relativas a la identidad propias del resto de la sociedad mayor, y una idea general de lo que significa poseer un estigma particular. Otra fase es aquella en la cual aprende que posee un estigma particular y las consecuencias de poseerlo. La sincronización e interjuego de estas dos fases iniciales de la carrera moral crean pautas importantes, estableciendo la base del desarrollo ulterior y proporcionando un medio para distinguir entre las carreras morales accesibles a los estigmatizados. Se pueden mencionar cuatro de dichas pautas. Una de las pautas involucra a los que poseen un estigma innato y son socializados dentro de su desventajosa situación al mismo tiempo que aprenden e incorporan los estándares ante los cuales fracasan. Una segunda pauta deriva de la capacidad de una familia, y en menor grado de una comunidad local, de constituirse en cápsula de su joven miembro. Un niño con un estigma congénito puede ser cuidadosamente protegido dentro de dicha cápsula mediante el control de la información. El momento crítico en la vida del individuo protegido, cuando el círculo familiar ya no puede seguir cobijándolo, variará según la clase social, el lugar de residencia y el tipo de estigma, pero, en cada uno de estos casos, su aparición dará lugar a una experiencia moral. De este modo, a menudo se señala el ingreso en la escuela como la ocasión para el aprendizaje del estigma, experiencia que muchas veces se produce muy precipitadamente el primer día de clase y que se manifiesta mediante insultos, burlas, ostracismo y peleas. Lo que en un momento tardío de la vida son víctimas de un estigma, o advierten que han sido siempre personas desacreditables, ejemplifican una tercera pauta de socialización. Son individuos que han realizado un concienzudo aprendizaje de lo normal y lo estigmatizado mucho tiempo antes de tener que considerarse a sí mismos como personas deficientes. Aun cuando indudablemente hay muchos individuos que descubren recién en su vida adulta que pertenecen a un grupo tribal de estigmatizados o que sus padres poseen un defecto moral contagioso, el caso más habitual es el de los impedimentos físicos que “irrumpen” tardíamente en la vida. En estos casos, los médicos son los más indicados para informar en particular al enfermo sobre su situación futura. Una cuarta parte está representada por aquellas personas socializadas inicialmente en una sociedad alienada, ya sea dentro o fuera de los límites geográficos de la sociedad normal, que deben luego aprender una segunda manera de ser: aquella que quienes las rodean sienten como la única real y válida. Debemos agregar que cuando un individuo adquiere tardíamente un yo nuevo, estigmatizado, las dificultades que experimenta para entablar nuevas relaciones pueden extenderse en forma lenta a sus vínculos anteriores. Aquellos con los que se vincula después de adquirir un estigma pueden verlo simplemente como una persona que tiene un defecto; quienes lo conocen desde antes están ligados a una concepción de lo que fue alguna vez, y pueden, por consiguiente, sentirse incapaces de brindarle, sea un trato natural, sea una total aceptación familiar.
CONTROL DE LA INFORMACIÓN E IDENTIDAD PERSONAL
El Desacreditado y El Desacreditable
Es posible que nosotros, los normales, conozcamos la contradicción existente entre la identidad social real y la virtual de un individuo antes de entrar en contacto con él, o que este hecho se ponga de manifiesto en el momento en que dicha persona se presenta ante nosotros. Se trata de un individuo desacreditado. Es probable que no reconozcamos abiertamente aquello que lo desacredita, y mientras se lleva a cabo este trabajo de cuidadosa indiferencia la situación puede volverse tensa, incierta y ambigua para todos los participantes y, en especial, para el estigmatizado. Una posibilidad fundamental en la vida de la persona estigmatizada es la colaboración que presta a los normales al actuar como si su diferencia manifiesta careciera de importancia y no fuera motivo de una atención especial. Sin embargo, la segunda posibilidad importante en la vida de una persona estigmatizada aparece cuando su diferencia no se revela de modo inmediato, y no se tiene de ella un conocimiento previo, es decir, cuando no se trata en realidad de una persona desacreditada, sino desacreditable. El problema no consiste en manejar la tensión que se genera durante los contactos sociales, sino más bien en manejar la información que se posee acerca de su deficiencia. Exhibirla u ocultarla; expresarla o guardar silencio; revelarla o disimularla; mentir o decir la verdad... El manejo de la información oculta que desacredita al yo, en una palabra, el “encubrimiento”, es el segundo problema que vamos a tratar ahora.
La Información Social
La información, al igual que el signo que la transmite, es reflexiva y corporizada: es transmitida por la misma persona a la cual se refiere, y ello ocurre a través de la expresión corporal, en presencia de aquellos que reciben la expresión. Denominaremos “social” a la información que reúne todas estas propiedades. Algunos signos portadores de información social pueden ser accesibles en forma frecuente y regular, y buscados y recibidos rutinariamente; estos signos pueden recibir el nombre de “símbolos”. La información social transmitida por cualquier símbolo particular puede confirmarnos simplemente lo que otros signos nos dicen del individuo, completando la imagen que tenemos de él de manera redundante y segura. La información social transmitida por un símbolo puede constituir un reclamo especial de prestigio, honor o posición de clase deseada. Un signo de tales características recibe popularmente el nombre de “símbolo de status”. Los símbolos de prestigio pueden contraponerse a los símbolos de estigma, es decir, a aquellos signos especialmente efectivos para llamar la atención sobre una degradante incongruencia de la identidad, y capaces de quebrar lo que de otro modo sería una imagen totalmente coherente, disminuyendo de tal suerte nuestra valoración del individuo. Además de los símbolos de prestigio y de estigma se puede hallar otra posibilidad, es decir, un signo que tiende (realmente e ilusoriamente) a quebrar una imagen, de otro modo coherente, pero en este caso en una dirección positiva deseada por el actor, y que no busca tanto formular un nuevo reclamo como suscitar profundas dudas sobre la validez de la imagen virtual. Aquí nos referiremos a los desidentificadores. Al examinar los símbolos de prestigio, los símbolos de estigma y los desidentificadores, hemos considerado los signos que transmiten rutinariamente información social. Es necesario diferenciar estos símbolos de los signos fugaces que no han sido institucionalizados como canales de información. Cuando dichos signos son demandas de prestigio se los puede denominar “puntos”; en caso de que desacrediten reclamos tácitos, se los puede llamar “errores”. Algunos signos portadores de información social, cuya presencia se debe, ante todo, a otras razones, cumplen solo superficialmente una función informativa. Los signos que transmiten información social varían según sean o no congénitos y, en caso de que no lo sean, según que, una vez empleados, se conviertan o no en una parte permanente de la persona. (El color de la piel es congénito; la marca de una quemadura o una mutilación son permanentes pero no congénitas; la cabeza rapada de un presidiario no es congénita ni permanente.) Más importante aún es señalar que los signos no permanentes empleados solo para transmitir una información social pueden o no utilizarse contra la voluntad del informante; en caso afirmativo, tienden a ser símbolos de estigma. Es posible que haya signos cuyo significado varíe de un grupo a otro. Los signos que transmiten una información social varían, desde luego, en cuanto a su confiabilidad. Debemos presentar un último punto referente a la información social, emparentado con el carácter informativo que tiene el relacionarse “con” alguien en nuestra sociedad. Estar “con” alguna persona significa llegar en su compañía a una coyuntura social, caminar con ella por la calle, participar de su fiesta en un restaurante, etc. El problema es que en determinadas circunstancias se puede utilizar la identidad social como fuente de información sobre la identidad social de ese sujeto en particular, basándose en el supuesto de que él es lo que los otros son.
La Visibilidad
Tradicionalmente, la cuestión del encubrimiento ha originado el problema de la “visibilidad” de un estigma particular, es decir, en qué medida ese estigma sirve para comunicar que el individuo lo posee. Al hablar de visibilidad hay que distinguirla, entonces, de otros problemas: el conocimiento del atributo. La fuerza con la que se impone y su foco de percepción. Lo que dicen acerca de la identidad social de un individuo aquellos que lo rodean, en todo momento de su diario vivir, tiene para él enorme importancia. Cuando el individuo decide llevar a cabo un plan de acción relativo al estigma que posee, deberá tomar como punto de partida la información que habitualmente se transmite acerca de él. Tal vez el término visibilidad sea el menos desencaminado ya que merced a nuestro sentido de la vista es que con mayor frecuencia percibimos el estigma ajeno.
La Identidad Personal
Existe una noción popular según la cual, si bien los contactos impersonales entre extraños están particularmente sujetos a respuestas estereotípicas, a medida que las personas se relacionan en forma más íntima ese acercamiento categórico va retrocediendo, y gradualmente la simpatía, la comprensión y la evaluación realista de las cualidades personales ocupan su lugar. Mientras que un defecto como la desfiguración facial puede alejar a un extraño, es probable que no ocurra lo mismo con los íntimos. El área de manejo de un estigma puede entonces considerarse como algo que pertenece fundamentalmente a la vida pública, al contacto entre extraños o simples conocidos. Los que poseen un estigma corporal informan que, dentro de ciertos límites, las personas normales con las que tienen un trato frecuente llegarán, con el tiempo, a sentir menos rechazo por la incapacidad, de modo que es posible esperar la formación de algo parecido a una rutina diaria de normalización. La familiaridad no siempre reduce el menosprecio. Al interactuar con extraños o con amigos íntimos, descubriremos que las huellas de la sociedad quedan claramente impresas en estos contactos, poniéndonos, aun en este caso, en el lugar que nos corresponde. Hallaremos, sin duda, el caso de personas que, por no estar obligadas a compartir un estigma o a pasar largo tiempo prodigando cuidados y un trato cauteloso, encuentran que es más fácil aceptarlo, a diferencia de aquellas que deben tener un contacto más permanente con el estigmatizado. Cuando dejamos de considerar a las personas desacreditadas para reflexionar sobre las desacreditables, encontramos muchas más pruebas de que tanto los que tienen una relación íntima con el individuo como los extraños se apartarán de él a causa de su estigma. Entre otras cosas, es precisamente a sus más allegados a quienes el individuo puede querer ocultar con más celo algo vergonzoso. Por otra parte, los íntimos pueden llegar a desempeñar un papel especial en el manejo de las situaciones de sociales de la persona desacreditable, de modo que aun allí donde su estigma no influye en la aceptación que le prodigan, si lo hace en las obligaciones que tienen con esa persona. En todo el problema del manejo del estigma influye el hecho de que conozcamos o no personalmente al individuo estigmatizado. Para tratar de describir con precisión en qué consiste esa influencia es indispensable formular claramente el concepto de identidad personal. El autor entiende por identidad personal solamente las dos primeras ideas: las marcas positivas o soportes de la identidad, y combinación única de los ítems de la historia vital, adherida al individuo por medio de esos soportes de su identidad. La identidad personal se relaciona, entonces, con el supuesto de que el individuo puede diferenciarse de todos los demás, y que alrededor de este medio de diferenciación se adhieren y entrelazan los hechos sociales de una única historia continua, que se convertirá luego en la melosa sustancia a la cual pueden adherirse aún otros hechos biográficos. Lo que resulta difícil apreciar es que la identidad personal puede desempeñar, y de hecho desempeña, un rol estructurado, rutinario y estandarizado en la organización social, precisamente a causa de su unicidad. Los signos corporizados a los que nos hemos referido anteriormente, ya sean de prestigio o de estigma, pertenecen a la identidad social. Es evidente que todo esto debe distinguirse de la documentación que los individuos llevan consigo con el objeto de establecer su identidad personal.
La Biografía
Un individuo es una entidad alrededor de la cual es posible estructurar una historia. El individuo se convierte indefectiblemente en objeto de una biografía. El individuo puede tener más de una biografía.
Los Otros Como Biógrafos
La identidad personal, al igual que la identidad social, divide la visión que el individuo tiene del mundo de los demás. La división se establece en primer lugar entre los que saben y los que no saben. Los que saben son aquellos que tienen una identificación personal del individuo; con solo verlo u oír su nombre pueden poner en juego la información. Los que no saben son aquellos para quienes el individuo es totalmente extraño, alguien de quien no han iniciado una biografía personal. El término reconocimiento cognoscitivo sirve para referirse al acto perceptual de “ubicar” a un individuo, en tanto poseedor de una identidad social o personal particular. Dentro del círculo de personas que poseen información biográfica sobre un individuo encontraremos un círculo más reducido, constituido por quienes mantienen con él un vínculo “social”, ya sea superficial o íntimo, y que lo consideren o no su igual. Tendrán el derecho y la obligación de intercambiar con él un apretón de manos, un saludo o una conversación cuando participen de una misma situación social: esto es lo que constituye el reconocimiento social. Debe quedar claro que el reconocimiento cognoscitivo es simplemente un acto de percepción, mientras que el reconocimiento social es el papel asignado a un individuo en una ceremonia de comunicación.
El Encubrimiento
Si hacemos un examen hallamos que, en ciertas ocasiones, el individuo tendrá que optar por ocultar información decisiva sobre su persona. Aún en el caso de que un individuo pudiera mantener en secreto un estigma no manifiesto descubrirá que las relaciones íntimas con lo demás, lo llevan a confesar su situación a los más allegados o a sentirse culpable si no lo hace. El control de la información sobre la identidad tiene un valor especial en las relaciones. Para vincularse, las personas necesitan estar juntas durante un tiempo, y cuanto mayor sea el tiempo que un individuo pasa con otra persona, mayores serán las oportunidades de la segunda de adquirir la información que desacredita al primero. Por otra parte, toda relación obliga a las personas implicadas a intercambiar una adecuada cantidad de hechos íntimos sobre sí mismos como prueba de confianza y de compromiso mutuos. El fenómeno del encubrimiento plantea siempre el problema del estado psíquico del que se encubre. En primer lugar, se supone que al llevar una vida oculta que se puede derrumbar en cualquier momento, supone un enorme nivel de ansiedad. En segundo lugar, se supone a menudo que aquel que encubre su identidad es solicitado por dos adhesiones. Se siente algo ajeno a su nuevo “grupo”, ya que posiblemente no puede identificarse de forma total con las actitudes que ellos tienen hacia los que son como él. Y es probable que se sienta desleal y despreciable cuando no puede responder a las observaciones “ofensivas” hechas por los miembros de la categoría a la que ingresa contra los de la categoría a la que pertenecía, en especial, cuando él mismo piensa que es peligroso no adherirse a esta difamación. En tercer lugar, se da por supuesto que la persona que se encubre prestará atención a aspectos de la situación social que otros abordan sin un cuidado o cálculo especial. Aquello que para los normales son actos rutinarios puede convertirse en problemas de manejo para los desacreditables.
Las Técnicas de Control de La Información
Consideraremos ahora algunas de las técnicas corrientes que el individuo que posee un defecto secreto emplea para manejar la información decisiva sobre sí mismo. Una estrategia consiste en ocultar o borrar signos que han llegado a ser símbolos de estigma. El ocultamiento de los símbolos de estigma aparece, a veces, junto con un proceso conexo: el uso de desidentificadores. Otra estrategia consiste en presentar los signos de su defecto estigmatizante como signos de otro atributo cuyo significado como estigma sea menor. Una estrategia ampliamente utilizada por la persona desacreditable es la de manejar los riesgos dividiendo al mundo en dos partes: un grupo grande al que no le cuenta nada, y otro pequeño, al que le cuenta toda, y en cuya ayuda confía.
El Enmascaramiento
Las personas que están dispuestas a admitir la posesión de un estigma pueden hacer un gran esfuerzo para que el estigma no se destaque demasiado. El objetivo del individuo es reducir la tensión, es decir, por una parte, evitar que el estigma sea, para él mismo y para los demás, objeto de un estudio disimulado, y, por otra, mantener una participación espontánea en el contexto oficial de la interacción. Daremos a este proceso el nombre de enmascaramiento (covering). Muchos de los que excepcionalmente intentan encubrirse tratan por lo general de enmascarase.
ALINEACION GRUPAL E IDENTIDAD DEL YO.
La identidad social y personal forman parte ante todo de las expectativas y definiciones que tienen otras personas respecto al individuo cuya identidad se cuestiona. Ambos tipos de identidad pueden comprenderse mejor si, tomándolas en forma conjunta, las comparamos con lo que Erikson y otros autores denominan “identidad del yo” (Ego identity), “identidad experimentadora” (Felt identity). La identidad del yo es, en primer lugar, una cuestión subjetiva, reflexiva, que necesariamente debe ser experimentada por el individuo cuya identidad se discute. La idea de la identidad del yo nos permite considerar qué siente el individuo con relación al estigma y a su manejo, y nos lleva a prestar una atención especial a la información que recibe con respecto a estas cuestiones.
La Ambivalencia.
Es inevitable que el individuo estigmatizado sienta cierta ambivalencia respecto de su yo. El individuo estigmatizado presenta una tendencia a estratificar a sus “pares” según el grado en que sus estigmas se manifiestan y se imponen. Puede entonces adoptar con aquellos cuyo estigma es más visible que el suyo las mismas actitudes que los normales asomen a él. Es probable que cuanto mayor sea la alianza del individuo con los normales, más se considerará a sí mismo en términos no estigmáticos. Mantenga o no una estrecha alianza con sus iguales, el individuo estigmatizado puede revelar una ambivalencia de la identidad cuando ve de cerca de los suyos comportarse de manera estereotipada, poner de manifiesto en forma extravagante o lastimosa los atributos negativos que se le imputan. Estas escenas pueden repugnarlo, ya que, después de todo, apoya las normas del resto de la sociedad. En síntesis: no puede ni aceptar a su grupo ni abandonarlo.
Las Presentaciones Profesionales.
Se ha señalado que el individuo estigmatizado se define a sí mismo como igual a cualquier otro ser humano, mientras que, al mismo tiempo, es definido por el mismo y por quienes lo rodean como individuo marginal. Dada esta autocontradicción básica del individuo estigmatizado, resulta comprensible que realice grandes esfuerzos para encontrar una solución a su conflicto o, por lo menos, una doctrina que otorgue un sentido coherente a su situación. En la sociedad contemporánea, esto significa que el individuo no solo intentará personalmente forjar un código tal, sino que, como ya lo señalábamos, los profesionales lo ayudarán muchas veces con el pretexto de hacerle contar la historia de su vida o cómo manejó una situación difícil.
Alienaciones Endogrupales.
Como es lógico de suponer, los profesionales que adoptan un punto de vista endogrupal pueden defender una línea militante y chauvinista, hasta el punto de apoyar una ideología secesionista. Adoptando esta política en contactos mixtos, el individuo estigmatizado preconizará los supuestos valores y contribuciones especiales de su clase. También es posible que ostente algunos atributos estereotípicos que podrá fácilmente enmascarar. A menos que exista alguna cultura diferente en la cual refugiarse, cuanto más se separe estructuralmente de los normales, mas se parecerá a ellos en el aspecto cultural.
Alienaciones Exogrupales.
El grupo “propio” del individuo puede entonces informar el código de conducta que los profesionales defienden en su nombre. Puesto que el mal del individuo estigmatizado no significa nada en sí mismo, no debe avergonzarse de él o de otros que lo poseen, ni tampoco comprometerse tratando de ocultarlo. Deberá satisfacer los estándares corrientes lo mejor que pueda, deteniéndose solo cuando surge el problema de la normificación; es decir, cuando sus esfuerzos pueden dar la impresión de que esta tratando de negar su diferencia. Debe cultivar una manera de ser alegre y espontanea. Los normales no tienen, en realidad, la intención de dañar; cuando lo hacen es porque no saben cómo evitarlo. También se señala que el individuo estigmatizado que se encuentra en compañía mixta puede considerar útil referirse a su incapacidad y a su grupo con el lenguaje que emplea cuando está con los suyos, y el que emplean los normales entre sí para referirse a él, ofreciendo así a los normales que están presentes un status temporario de sabios.
La Política de la Identidad.
Por consiguiente, tanto el endogrupo como el exogrupo presentan al individuo estigmatizado una identidad del yo, el primero con una fraseología principalmente política, el segundo, psiquiátrica.
EL YO Y EL OTRO.
Este ensayo se ocupa de la situación del individuo estigmatizado y de su respuesta a la situación en que se encuentra.
Divergencias y Normas.
Se puede dar por sentado que una de las condiciones necesarias para la vida social es que todo los participantes compartan un conjunto único de expectativas normativas. Incluso donde se hallan implicadas normas ampliamente accesibles, su multiplicidad tiene por efecto descalificar a muchas personas. Se puede decir que las normas de la identidad engendran tanto divergencias como ajustes.
El Desviado Normal.
Debería pues, advertirse que el manejo del estigma es un rasgo general de la sociedad, un proceso que se produce dondequiera existan normas de identidad. Los mismos rasgos están implícitos sea que se trate de una diferencia muy grande, del tipo tradicionalmente definido como estigmático, o de una insignificante, de la cual la persona avergonzada se avergüenza de estarlo. Se puede dar por sentado que el normal y el estigmatizado tienen las mismas características mentales y que esto es lo corriente en nuestra sociedad. Si se denomina al individuo estigmatizado, convendría llamarle desviado normal. El paso de un status estigmatizado a otro normal se produce presumiblemente en una dirección deseada, es comprensible que una vez producido el cambio pueda ser resistido psicológicamente por el individuo. Es muy difícil comprender cómo los individuos que sufren una repentina transformación de su vida (de normal a estigmatizada) pueden sobrevivir psicológicamente al cambio; sin embargo, muy a menudo lo hacen.
Estigma y realidad.
El individuo estigmatizado y el normal son parte el uno del otro; si uno demuestra ser vulnerable debe esperarse que el otro también lo sea. El encubrimiento se realiza porque se considera divertido. La persona que se encubre en forma sumamente ocasional, a menudo relata el incidente a sus compañeros como prueba de la simpleza de los normales. Existe el arte mucho menos cortés de engañar al otro, mediante el cual, en el transcurso de situaciones sociales, miembros activos de grupos desventajados elaboran una historia sobre ellos mismos y sus sensaciones ante los normales que torpemente les profesan simpatía hasta que la historia alcanza un punto en que resulta patente que se trata de una pura invención. El normal y el estigmatizado no son personas, sino, mas bien, perspectivas. Estas se generan en situaciones sociales durante contactos mixtos, en virtud de normas no verificadas que probablemente juegan en el encuentro. Los atributos duraderos de un individuo en particular pueden convertirlo en estereotipo, tendrá que representar el papel de estigmatizado en casi todas las situaciones sociales que le toque vivir.
LAS DIVERGENCIAS Y LA DESVIACION.
A partir de la noción muy general de un grupo de individuos que comparten ciertos valores y adhieren a un conjunto de normas sociales relativas a la conducta y a los atributos personales, se puede dar el nombre de “divergente” (deviator) a todo miembro individual que no adhiere las normas, y de “divergencia” (deviation) a su peculiaridad.
CRÍTICA
El autor explica en este libro la situación de las personas que poseen un estigma y como afecta la posesión de ese estigma en sus relaciones con los demás, en su manera de actuar, cómo desempeña su rol...
Mediante ejemplos, Erving Goffman nos ayuda a comprender la situación de estos individuos estigmatizados, nos hace ver que las relaciones con los demás no son tan fáciles y que se rigen en torno a unas normas, etc.
Con la lectura de este libro se aprende a ver la postura de la persona que posee un estigma respecto a los demás, lo que piensa tanto de los normales como de otras personas que poseen un estigma. Explica de manera racional el estado de ansiedad y la dificultad que entraña el llevar la vida de una persona desacreditada o el de una persona desacreditable.
Razona las causas del comportamiento de las personas estigmatizadas en las relaciones que sostienen con los demás individuos, la ansiedad que se siente ante una interacción pensando que la otra persona puede descubrir su secreto, su estigma, el cual mantiene oculto por miedo a que pueda ser desacreditado y menospreciado por la sociedad.
Los individuos estigmatizados tienen que intentar reducir la tensión en las interacciones con personas normales para que su estigma no sea motivo de una investigación disimulada por parte de esas personas, intenta quitar importancia al estigma (muchas veces mediante el humor), trabajo muy difícil de realizar, pero que Goffman describe y explica para entender a estas personas consideradas por la sociedad como desacreditadas.
Goffman también nos habla del complejo de inferioridad que sienten estas personas debido al conocimiento de que poseen un estigma, que hará que sea menospreciado por la sociedad.
Goffman ha sabido tratar estos temas de manera que puedan ser comprendidos fácilmente gracias a los ejemplos realistas que ilustran y ayudan a comprender los conceptos.
“Estigma” de E. Goffman
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Enviado por: | Laura Romero |
Idioma: | castellano |
País: | España |