Literatura


El criterio; Jaime Balmes


Capítulo I: En qué consiste el pensar bien. Qué es la verdad.

En este primer capítulo, el autor, Jaime Balmes, comienza haciendo una clara distinción entre lo que es la verdad y en qué consiste el pensar bien: “el pensar bien consiste o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella”.

La verdad es la realidad de las cosas. Si algo es real, existente, inmediatamente se convierte en verídico, sino caeríamos en un error. Todo esto lleva a que si conocemos la realidad de las cosas, o sea, la verdad, podremos pensar bien, de lo contrario no podríamos, ya que sería una pérdida de tiempo. Hay que conocer la verdad para pensar bien.

El pensamiento correcto es aquel que conoce bien la verdad y no el que, con aparente corrección, intenta hablar sobre ella.

Hay diferentes modos de conocer la verdad y el autor nos hace una distinción entre ellas. Dice que a veces la verdad la conocemos del modo que no lo es, y esto es debido a que la realidad que nosotros vemos no es la verdadera realidad. Aunque también podemos conocer la verdad perfectamente y cuando lo hacemos se asemeja a un espejo, en el que vemos las cosas tal y como son. En conclusión, hay muchos modos de conocer la verdad: la verdadera realidad y la verdad a medias.

Jaime Balmes prosigue distinguiendo la variedad de ingenios. Pone de ejemplo unas personas que son el buen pensador y los contrarios a éste. El buen pensador es aquel que lo ve todo, pero a causa de esto pueden no ver nada de lo que hay. Los contrarios al buen pensador son los que ven en los objetos lo justo para ver, no más de lo que hay. Pero eso a veces puede ser un problema porque si se ve poco, no ve lo suficiente. Los más exactos son los hombres privilegiados, que lo ven todo muy claro, preciso, y esto se refleja en sus escritos y en sus actos.

Según el autor la perfección de las profesiones depende de la perfección con que se conocen los objetos de ellas. Cada profesional destaca en su campo gracias a que conocen perfectamente en lo que trabajan, conocen los objetos que tratan. Pero este conocimiento tiene que ser práctico, tiene que abarcar hasta los pormenores que serían pequeñas verdades. En conclusión, el mejor profesional será aquel que conozca más verdades respecto a la práctica de su profesión.

A todos nos interesa pensar bien, no sólo a los filósofos. El entendimiento es una luz que siempre tiene que estar encendida para que funcione. Si no la accionamos puede ser peligroso.

Para pensar bien no hace falta aprenderlo con reglas, sino más bien con modelos. No es lo mismo enseñar a pensar a la fuerza, con teoría, que enseñar con ejemplos. Una buena enseñanza se hace con ganas y de manera sencilla y práctica.

Capítulo II: La atención.

La atención, según Jaime Balmes, es “la aplicación de la mente a un objeto”. Lo primero que hay que hacer para poder pensar bien es atender bien. Pensar y atender son dos conceptos que van juntos, sin la atención estamos distraídos, con el pensamiento en otros sitio. Por ello es importante tener un hábito de atender a lo que se hace, así comprenderíamos todo correctamente y no caeríamos en errores.

Existen unas ventajas y unos inconvenientes de la atención. La clave de la perfecta atención es tener un espíritu atento. Con ello conseguimos una mayor organización de ideas, percibiéndolas con mayor claridad y acordándonos de ellas con facilidad. Pero si no atendemos, todo esto no será posible, tendríamos muchas confusiones de ideas y quizás perdiéramos cosas importantes por no utilizar la atención.

Mucha gente cree que la atención fatiga, pero se equivocan porque la atención es un aplicación suave y relajada y es compatible además con la diversión porque a lo que se refiere es a descansar, a no ocuparse de cosas trabajosas, no al no pensar. Con el grupo de los distraídos, el autor junta también a los atolondrados y a los ensemismados porque no tienen atención. La ventaja que tiene un hombre atento es que es más urbano y cortés.

Hay muy pocos casos en los que se tenga que estar tan atento que por una mínima interrupción no puedan seguir con lo que estaban haciendo. Estas personas que con un simple ruido se desconcentran son los que Jaime Balmes llama daguerrotipos. Puede que esto sea un defecto natural de esa persona o también podría ser una falta de costumbre de concentración y atención. Para ello hace falta atender bien.

Capítulo III: Elección de carrera.

Cada persona tiene que tener una profesión para la que tenga o se sienta con más aptitud. Esto es muy importante para escoger una carrera, para el futuro de una persona. La palabra talento para algunos significa una capacidad absoluta. Creen que si una persona es buena en un determinado campo también lo es en los demás y esto no es así. Por ejemplo, si una persona es excelente en el campo de la ciencia, no tiene porqué serlo en el de la literatura. Muy pocos son los que alcanzan una capacidad para todo. Es casi imposible tener talento para todo.

El instinto que nos indica la carrera que más nos conviene nos es dado por Dios a cada persona y este instinto nos muestra el destino. El instinto que nos da es diferente dependiendo de la persona y hay que cuidarlo bien para no perder ese talento que nos han dado. Para ello los padres, los maestros y los educadores tienen que tener en cuenta este punto, para que el niño/a no caiga en una tarea para la cual no ha sido asignada. También la misma persona tiene que ocuparse de sus inclinaciones.

Para que un niño vaya formando su talento o instinto se los deberá llevar a diversos establecimientos para que pudieran ver si les interesa. Por ejemplo, si a un niño le gusta la música y tiene el talento de cantar bien se le podría llevar a conciertos.

Capítulo VI: Conocimiento de la existencia de las cosas adquirido mediante por los sentidos.

Gracias a los sentidos descubrimos cosas nuevas, nos aporta un mundo de conocimientos de todas clases. Pero si los sentidos no alcanza aquello que deseamos conocer, entonces llega el entendimiento, y así conoce la existencia de objetos insensibles. Por ejemplo, si vemos en un terreno lava esparcida, a través del entendimiento sabemos que es a causa de un volcán que no hemos visto. Pero esto sólo puede ocurrir teniendo antes una idea del objeto desconocido. Se trata de un paso de lo conocido a lo desconocido.

Para deducir de la existencia de una cosa a la otra lo único que podríamos utilizar sería la dependencia de los objetos y aquí está la dificultad que es encontrar esa dependencia. Nos hace falta un conocimiento para ver todo de una cosa y como no puede ser posible nos conformamos con encontrar esa dependencia por su coexistencia o sucesión porque una depende de la otra. Pero esto no es seguro, podemos errar. Hay que tener en cuenta que la existencia paralela de dos cosas no puede probar que el uno dependa del otro. No por el sólo hecho de haber visto unidos alguna vez dos objetos podemos probar algo certero.

Existen dos reglas para la coexistencia y la sucesión. La primera consiste en probar la existencia de una cosa a raíz de otra. Para ello debemos observar los dos objetos y ver si se presenta uno también se presenta el otro o si falta uno también falta el otro. De esta manera podríamos juzgar sin errar. La segunda consiste en probar si tienen entre sí alguna dependencia. Para ello los objetos tendrían que sucederse sin dejar de ser lo que son. La primera y la segunda regla tienen los mismos principios y usos. La mayoría de la gente ignora saber cosas más allá de lo que saben, se conforman con creer que una cosa depende de otra.

Hay una diferencia entre la sucesión observada una vez y muchas veces. Los dialécticos dicen que el racionalismo es sofístico: “post hoc, ergo propter hoc” (después esto, luego por esto). Lo critican porque ellos no hablan de una sucesión constante y porque si hablaran de ello esta sucesión no sería dependiente. En conclusión, “dos hechos que siempre se suceden tienen entre sí alguna dependencia, la existencia del uno indicará, pues, la del otro”

La relación que existe entre los hechos coexistentes o sucesivos se podría descubrir como algo que hacemos funcionar que tenemos grabado en nuestra alma y que lo utilizamos asiduamente sin darnos cuenta.

Capítulo VII: La lógica acorde con la caridad.

Existe una sabiduría de la ley que prohíbe los juicios temerarios. Esta ley es la cristiana y es de prudencia y buena lógica. Los hombres juzgamos de una acción o intención por la apariencia y esto puede llevar a equivocarnos con frecuencia.

El mundo cree dar una regla de conducta diciendo “piensa mal y no errarás”. No hay que fiarse mucho de las palabras porque los hombres son muy malos, aunque la experiencia nos dice que el hombre mientras más miente más dice las verdades.

Hay tres reglas para juzgar la conducta de los hombres:

1ª: no hay que fiarse de la virtud de los hombres. Muy pocos son los que poseen virtud.

2ª: para deducir la conducta de una persona se debe conocer antes su inteligencia, carácter y otras cualidades. El hombre es libre, pero está muy influenciado por la sociedad. Si un hombre está en un compromiso del cual es difícil salir sabemos que saldrá exitoso, pero hay que tener en cuenta la firmeza del carácter.

3ª: debemos controlarnos a la hora de exponer nuestras ideas porque puede hacer daño a los demás. Hay que obrar como los demás y hay que tratar a la gente como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Un buen remedio para no fallar es la reflexión, aunque a veces puede ser malo.

Capítulo VIII: De la autoridad humana en general.

Hay dos condiciones necesaria para que sea valedero un testimonio: que el testigo no sea engañado y que no nos quiera engañar. Si una de estas dos condiciones faltaran no se podría encontrar la verdad.

Examen y aplicaciones de la primera condición: sabemos si el testigo ha sido engañado o no, atendiendo a los medios que ha podido disponer para alcanzar la verdad. A “medios” se refiere como capacidades y cualidades personales que le hacen, o no, apto para el efecto

Examen y aplicaciones de la segunda condición: para precaverse del engaño inconsciente del narrador, estará bien internarse de la opinión (pasión o interés) que la persona tenga sobre esto y que la conlleven a mentir.

Aunque el narrador esté muy interesado en mentir, si la mentira es descubierta en breve, y no tiene recursos para paliarla, se convertirá contra él inmediatamente.

Si resulta difícil encontrar la verdad de sucesos de nuestro tiempo y nuestro país, ¿qué será de los sucesos de tiempos pasados y de lugares lejanos?.

Capítulo XIV: El juicio.

Hacemos un juicio cuando decimos si una cosa es o no es, o que es o no es de una manera determinada. Si percibimos mal el juicio nos puede resultar erróneo. Los juicios errados serían: los falsos axiomas, las proposiciones demasiado generales, las definiciones inexactas, las palabras sin definir, las suposiciones gratuitas y las preocupaciones a favor de una doctrina.

Axiomas falsos: toda ciencia necesita un punto de apoyo, pero hay un inconveniente que es que no siempre se encuentra lo que se necesita y para ello el hombre utiliza su imaginación. Empieza a construir ideas en su mente que tras largas disertaciones ese pensamiento acaba siendo verídico. El axioma está en crear algo sencillo que es una proposición universal.

Proposiciones demasiado generales: si la esencia de las cosas no se conociera, podríamos poner las proposiciones universales en ella sin ningún problema porque si la esencia de una cosa también lo es de otra igual pues se puede aplicar lo mismo a ambos. Pero como conocemos poco de la esencia entonces se hablaría de cosas que estuviera más a nuestro alcance.

Las definiciones inexactas: se asemejan a los axiomas puesto que necesitan un punto de apoyo y sirven de luz para dirigir la percepción y el juicio.

Palabras mal definidas: definir una palabra parece muy fácil porque si se utiliza se supone que se sabe su definición. Pero esto no es así, hay muchas personas que no saben definir las palabras que dicen. Una misma palabra puede tener diferentes significados dados por distintas personas. Hay gente que incluso se inventa palabras para quedar mejor en un discurso por ejemplo.

Suposiciones gratuitas: a veces cuando no conocemos profundamente algo le damos la verdad que nosotros queremos. Para esto utilizamos la suposición.

Preocupación en favor de una doctrina: esta es uno de las principales raíces de los errores. Es uno de los causantes del retraso de la ciencia.

Capítulo XV: el raciocinio.

Cuando los autores tratan el tema del entendimiento, lo que hacen es coger un montón de reglas para dirigir el tema y se ayudan en algunos axiomas. Las reglas de la dialéctica para Jaime Balmes no les son de gran utilidad. A continuación el autor no hace una observación sobre el silogismo, que es un instrumento dialéctico. Dice que los alumnos aprenden a conocer si algún silogismo no corresponde con alguna regla y lo aprenden con ejemplos muy sencillos. Pero esto no es eficaz ya que al salir de la escuela se presentarán con problemas diferentes y no sabrán solucionarlos.

El descubrimiento de estas verdades hace que se contase el entimema, que es un silogismo.

El silogismo consiste en comparar los extremos con un término medio, para así poder deducir la relación que tienen entre sí. Cuando ya se descubre la relación ya no es necesario utilizar la regla porque ya está comprobado.

El autor no niega que las formas dialécticas son útiles para presentar claramente las ideas del raciocinio. Si éstas no valen para inventar serán útiles para la enseñanza. Por eso es conveniente que se las conserve.

Capítulo XVIII: la invención.

El primer punto de este capítulo el autor nos indica qué debe hacer quien no tenga talento de invención. Un hombre que ya ha llegado a una edad para estudios mayores debe aprovechar para indagar en temas de los que nunca ha estudiado. Pero si no ha sido agraciado con un talento de invención mejor será que se quede donde estaba porque difícilmente podrá llegar más allá. Son muy pocos los que tienen este don de invención.

La autoridad científica ha sufrido grandes cambios en nuestra época. Antes los caudillos y las escuelas eran muy pocas y por ello mandaba muy estrictamente y era muy difícil equivocarse, pero ahora no es así, las escuelas y caudillos han aumentado y la disciplina es menos severa.

Si una persona descubre su talento de invención no debe desaprovecharla, debe indagar, ir más allá. Debe buscar cosas que le lleven a un puesto más elevado.

Capítulo XIX: el entendimiento, el corazón y la imaginación.

Para conocer la verdad de las cosas es preciso utilizar diferentes facultades del alma, entre ellas el sentimiento. Esto es así cuando esas verdades están relacionadas con ese sentimiento.

Las pasiones tienen mucha influencia sobre la conducta. Probar esto sería una pérdida de tiempo, ya que es una verdad muy conocida. Podríamos probar otra cosa relacionada con esto como por ejemplo el efecto de las pasiones sobre el entendimiento. Si nuestra alma sólo estuviera compuesta de inteligencia y por ello al observar los objetos no nos afectara ocurriría que los veríamos siempre de igual manera. Si cambiamos alguna cosa de ese objeto o de su entorno ya no lo veríamos igual. Lo mismo sucede con el entendimiento, los objetos son a veces los mismos pero los vemos diferentes. Con sólo unos segundos podemos ver el mismo objeto de forma totalmente diferente. La causa de esto es que nos hemos alterado y por consecuencia el objeto también.

Jaime Balmes nos hace algunas observaciones para precaverse del mal influjo del corazón. Para pensar bien no hay nada más primordial que el enterarse del ánimo en el que estamos. Quien quiera pensar bien debe acostumbrarse a estar constantemente encima de sí mismo, a concentrarse y a preguntarse a sí mismo de qué ánimo está.

Las pasiones nos ofuscan. Lo que necesitamos es un conocimiento práctico de sus resultados.

La mucha sensibilidad puede resultar peligroso. Esto lo poseen los que tienen grandes talentos. A los poetas también les afecta esta sensibilidad.

Los grandes pensamientos nacen del corazón y también los grandes errores. Si la experiencia no lo pudiera demostrar lo haría la razón. El corazón sólo siente, no juzga ni piensa, pero el sentimiento sí que lo hace. Cuando el entendimiento va por el camino de la verdad, es el sentimiento noble el que le ayuda a continuar. El sentimiento innoble no sirve de ayuda porque puede desviarlo de su camino.

Comentario del capítulo III: Elección de carrera.

Jaime Balmes nos habla en este capítulo de cómo se ha de elegir la carrera apropiada.

Cada persona ha de dedicarse para lo que mejor se sienta preparado en cuanto a sus capacidades. Si un hombre se dedica a una profesión que no está hecha para él, terminará sufriendo y agobiándose. La elección de una carrera está muy relacionada con la felicidad del individuo. Este punto es básico resolverlo para escoger una carrera y el autor enfatiza mucho en esta idea.

El término “talento” crea diversos significados dependiendo de la persona. Para algunos significa una capacidad absoluta. Se comete un error al pensar que si una persona es buena en un determinado campo, también lo es en los demás. Por ejemplo, si una persona es excelente en el campo de la ciencia no lo tiene que ser necesariamente en el campo de la literatura. Muy pocos pueden alcanzar una capacidad para todo. Se podría hacer una comparación de talentos y saldrían muchos y diferentes. Es casi imposible tener talento para todo porque si eres bueno en una materia es muy complicado ser igual en las demás.

El autor nos dice en este capítulo que tenemos un instinto que nos hace saber si la carrera que escogemos es la correcta. Este instinto nos lo da Dios al nacer y debemos aprovecharlo. Este talento o instinto que nos asignan es diferente dependiendo de la persona porque no todos nacemos iguales. Para descubrirlo sólo hace falta observar si nos ladeamos mucho por una labor. También puede darse el caso que no nos guste determinadas áreas, en este caso no tendríamos talento para ello, y lo hubiésemos averiguado a través del instinto. Para que una persona no caiga en una ocupación para la cual no ha sido determinada es necesario que desde niño sus instructores le guíen por el buen camino. Pero la misma persona también tiene que ocuparse de sus inclinaciones.

Jaime Balmes propone un experimento para descubrir el talento de cada niño. Para ello habría que ofrecerle al niño objetos variados para conducirlo al descubrimiento de su propio talento. El autor nos pone un claro ejemplo de poner la maquinaria de un reloj a un grupo de niños, aquel que se interese por la mecánica será el que se destaque haciendo muchas preguntas y comprendiendo con facilidad todo lo explicado sobre el tema. Hay que tener cuidado con obligar al niño a hacer algo que no puede o no le agrade porque cada uno tiene un talento diferente, no pueden ser todos iguales.

Para formar el talento de cualquier persona se debe saber cual es le interés real de ésta o descubrir su vocación, para llegar así a forjar su profesión. Existen muchos casos de los hoy considerados genios en sus respectivos campos, los cuales habían comenzado o les habían impuesto esa aptitud contraria a su talento y al descubrir que no era lo que ha ellos les apasionaba decidieron cambiar.

El chico debe buscar su verdadera vocación a través del conocimiento de todas las áreas y así poder elegir un verdadero talento y no se le debe forzar a determinar su futuro, solamente así podríamos estar desaprovechando un talento inigualable.

Qué hubiese pasado si al ingenioso Edison lo hubiésemos confiado a trabajar en una fábrica que por aquel entonces comenzaban a funcionar, ¿estaríamos hoy en día sin luz artificial?.

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Idioma: castellano
País: España

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