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Zarzuela


El género chico: origen y desarrollo

El género chico es habitualmente considerado como un subgénero de la zarzuela, pero posee gran importancia, equiparable a la de su “padre” la zarzuela grande, pues de hecho las obras que han quedado en la memoria popular de nuestros días no son otra cosa que género chico.

Su origen hay que situarlo en un determinado contexto histórico. La zarzuela venía evolucionando junto a la política nacional, ya desde el mismo Felipe IV, quien introdujo el género para amenizar sus fiestas en el palacio de la Zarzuela. Con el devenir de monarcas el género zarzuela pasó por numerosos altibajos, con un constante vaivén entre crear una ópera nacional, y copiar la italiana.

Pero las circunstancias políticas del país pronto se volverían tensas. El reinado de Isabel II se halla en plena crisis, y acaba cayendo con la revolución de 1868, de carácter liberal. El país se encuentra sumido en una crisis a todos los niveles: económico, político, y también ideológico (los socialismos se encuentran en su apogeo). La gente se encuentra nerviosa por toda la inestabilidad del país (acrecentada con el asesinato del general Prim en 1870, pero en general como consecuencia de un largo proceso y de otras muchas causas). Por todo ello, amén de la complicada situación económica para la mayoría de las personas, los espectáculos sufren una fuerte caída, rondando la bancarrota en los teatros. Una buena entrada para el teatro ronda los 14 reales, cantidad que el ciudadano medio no se podía permitir pagar para algo que ni tan siquiera sabía si sería de su agrado. El alto precio sumado a la incertidumbre nacional sume a la mayoría de los teatros de zarzuela en una fuerte crisis, rondando la bancarrota a menudo.

Para contrarrestarla, Juan José Luján, Antonio Riquelme y José Vallés, tres actores, tienen la idea de dividir la tarde de teatro en 4 partes, a razón de una hora cada una, creando las llamadas sesiones por horas, que apenas costaban un real, y se escenificaban en modestos teatros. Así se mantiene la ocupación del teatro alta, pues la gente acude más debido a los precios bajos. Los empresarios enseguida acogen la idea, necesitados de público.

Para ello intentan repetir el éxito del género buffo, fenómeno anterior en el tiempo que copia el modelo de ópera cómica de Offenbach, y fue traído por el empresario Arderíus al teatro Variedades de Madrid, donde experimenta un breve pero fulgurante momento de éxito en Madrid (con El Joven Telémaco como obra de referencia). Los bufos no obstante se verán eclipsados rápidamente por la expansión del género chico y desaparecen en 1873. El modelo del bufo es el de una obra breve, de argumento siempre descabellado e impredecible, que tiende a la caricatura y mofa ligera de todo tipo de temas como los mitos históricos, la realeza, el ejército, la política, etc. Para ello recurre a música agradable, intrascendente, y a cierto erotismo y exotismo.

Como se necesitan obras breves, que quepan en una hora de espectáculo, se retoman en un primer momento obras antiguas ya estrenadas y con un éxito ya probado entre el público, como podrían ser El Maestro de baile (muy anterior al género chico, de Luis Misón), o ya obras más cercanas como Una vieja (Gaztambide) y El grumete (Arrieta). Estas primeras obras se consideraban secundarias y se programaban como tales al lado de zarzuelas mayores, pero con el cambio de gusto y la tendencia hacia los nacionalismos y la ópera alemana, el gusto italiano que copiaban las zarzuelas mayores caerá en desuso, mientras el carácter de estas obritas reluce por sí mismo.

Además, al tiempo se programan nuevas obras breves que cumplen este esquema en cuanto a longitud y temática alegre, notablemente influida por los bufos (con títulos más bien sugerentes como La hoja de parra o Dice el sexto mandamiento).

Es fácil ver por tanto que el objetivo del género chico será el puro entretenimiento y la diversión del público; en contraposición a los temas más serios o dramáticos, y la acción complicada de la zarzuela “mayor”, el género chico simplifica todo eso, para tratar temas más bien costumbristas, acerca de la vida cotidiana en Madrid, de talante disparatado siempre y caricaturesco. Es por ello por lo que tiene tanto éxito entre el público: además de su precio reducido, la gente podía seguir fácilmente el argumento y sentirse identificada con los personajes que trataba, que les reflejaban. Además, en tiempos complicados se tiende a buscar la evasión en el entretenimiento, que permita no pensar en el “mundo exterior”.

Durante la década de 1870 se va afianzando el género, con numerosos autores publicando (El gorro Frigio de Miguel Nieto, Chateau Margaux de Fernández Caballero como dos ejemplos de importantes autores de zarzuela). El género se centra ya en un modelo similar al de la literatura realista contemporánea, con forma musical de sainete lírico principalmente (ver Sainete Lírico).

El espaldarazo definitivo que recibirá el género chico será con La Gran Vía (Chueca y Velarde), en el verano de 1886. La obra cosechará tanto éxito que pasará de los teatros de verano al Apolo, y será repetida por varias temporadas. Incidentalmente, mencionar que articula una serie de sainetes animados pero no relacionados, que tratan temas de actualidad, alrededor de esta calle de Madrid que en la época estaba aún en proyecto. Fernando Chueca es uno de los autores más prolíficos de chico y más importante, colaborando en sus obras a menudo con Joaquín Velarde. Por citar más ejemplos suyos, El año pasado por agua, Agua, azucarillos y aguardiente, quizás la más popular en nuestros días, La alegría de la huerta, El arca de Noé, Los descamisados…

Otro modelo de obras muy común sería la comparación de 2 lugares: De Madrid a París (Chueca y Velarde) o De Getafe al paraíso (Barbieri, aunque en 2 actos), Cádiz (Valverde), obra muy popular. Otros autores importantes serían Giménez, Quinito Valverde (el hijo de Joaquín), Tomás Lopez Torregrosa (San Antón y El santo de la Isidra), el citado Fernández Caballero (El dúo de la africana, El cabo primero, La viejecita, y Gigantes y cabezudos), Jerónimo Jiménez (El baile de Luis Alonso y La boda de Luis Alonso, su segunda parte).

Un autor muy importante es Ruperto Chapí, que se pasa su vida oscilando entre sus pretensiones a crear una ópera española con todas las de la ley, y sus composiciones de modesto género chico. En este último se encuadran sus obras Música Clásica, La revoltosa, ¡Las 12 y media… y sereno!, y El tambor de granaderos.

Finalmente, citar otra de las obras más conocidas, La verbena de la Paloma, que curiosamente está escrita por un autor que no tuvo más éxitos, Tomás Bretón. Esta popular composición surgiría después de algunos años de experimentos de su creador.

El género chico decaerá en importancia cuando entre el nuevo siglo rápidamente

Dónde se escenifica

En cuanto a los lugares donde se programa género chico, la idea de las sesiones por horas comienza siendo patrimonio de teatros humildes, el primero de ellos el del Recreo. Mientras la crítica se ceba con el género, recoge un gran éxito de público y es acogido por algunos teatros más, hasta que sus creadores acaban recalando en el Variedades, que habían dejado libres los bufos, y ya de una cierta consideración. Pero el lugar más importante es el Teatro Apolo, inaugurado en 1873, donde tras la crisis de la zarzuela grande comienzan a programar género chico y se ven desbordados por su éxito popular. El Apolo es considerado el auténtico baluarte del género, muy conocido porque se popularizó su cuarta sesión, “la cuarta de Apolo”, que era en horario nocturno y estaba siempre poblada de personajes de dudosa calaña y auténticos sinvergüenzas y fulleros a la altura de los propios personajes que se representaba en las obras.

Además de en los teatros, se cosecha el género chico en pequeños cafés, y durante el verano se montan modestos escenarios donde también se pone en escena (de hecho la obra que supone la consagración del género, La Gran Vía, fue puesta en escena en un primer momento en uno de estos teatros).

El sainete lírico como forma del chico

El modelo mayoritario en el género chico es el del sainete lírico, merced al exitoso estreno de La canción de la Lola (Chueca y Valverde), en 1880; aunque se cosechen otros géneros también, las obras más importantes siguen este modelo. El sainete, establecido en su forma definitiva por Ramón de la Cruz, es heredero directo de los entremeses teatrales tan cultivados anteriormente, y que tanto éxito cosechaban, en su esencia piezas breve e independientes, con intervenciones musicales y muy a menudo bailes. El género chico evoluciona esta forma hacia un retrato más o menos fidedigno de la vida de costumbres madrileña, a semejanza del realismo ya mencionado. Pero a diferencia de este, que se detiene en los aspectos más oscuros y lúgubres de la realidad, como los entornos más pobres y marginales y la violencia que acarrean, el género chico, aun tratando barrios más bien sumergidos y personajes de baja cultura, se fija en los aspectos más pintorescos de Madrid, como el peculiar lenguaje de sus protagonistas, y siempre en facetas más joviales.

Además, como característica única del género, cabe destacar la presencia constante de verbenas y fiestas al aire libre, que aparecen al principio de la obra para situarla, y al final para el desenlace público.

· Libreto

El argumento es muy sencillo y en ocasiones apenas sostiene la obra, que se articula entonces por los paisajes que muestra. En la mayoría de los casos consiste en una simple historia de amor que suele repetir estructura: una pareja se ama pero alguna dificultad externa les impide culminar este amor (que siempre será en boda y con final feliz); se supera esa dificultad y termina la historia con un desenlace público, final feliz y moraleja implícita o explícita (además de pedir el favor del público al concluir del todo la obra). Además de esta estructura, se acostumbra a introducir personajes tópicos de la escena madrileña (Madrid es la ciudad de referencia en que se ambientan la mayoría de las obras): el fresco, el anarquista pintoresco -que evita hacer menciones provocadoras, sólo es un personajillo más-, el gandul, el perdonavidas, el aprovechado, la coqueta, el viejo sentencioso. No se suelen incluir personajes instruidos, sino que la sabiduría es más de carácter popular y sentencioso.

Además el género chico tiene siempre un carácter de rabiosa actualidad: los actores hacen referencias (a menudo en los cuplés de la obra, donde se introducían intercalados versos nuevos, a menudo haciendo referencia a los hechos más inmediatos o al lugar donde se escenificara) al exterior más inmediato, tomando en ocasiones más relevancia esta calidad de “noticiario” que el propio argumento del que trataba la obra. Se mencionan políticos, acontecimientos externos y demás como otra forma de conectar con un público de un nivel cultural moderado; por ello también se rompe la unidad de acción de la obra y se hace al espectador cómplice de los actores, sin dejarle llegar a introducirse del todo en la acción.

El texto se suele escribir en prosa, aunque algunas de las primeras obras alternan partes en verso también. Además, se cuida mucho el lenguaje es intencionadamente vulgar, con expresiones de moda y alusiones o extranjerismos mal pronunciados, lo cual es fuente de información para el lenguaje popular y calibrar voces extranjeras. El chiste y otros recursos semánticos son originalmente ajenas al sainete, que se incorporan luego más tarde por los quintero. Los números musicales se justifican entonces con el texto: gente que baila por la calle y cosa así. También hay teatro dentro del teatro, además de orquesta en el texto. Todos estos recursos tienen como fin principal el contacto con el público.

· Música

Respecto a la música en sí, hay discrepancias en cuanto a su relevancia. Mientras algunos autores la consideran siempre subordinada al texto en importancia, otros como Ramón Barce teorizan acerca de que en la composición de la obra la música venía primero (sobre textos que eran incoherentes, llamados “monstruos”, y que simplemente marcaban el ritmo a una letra que debía encajar el libretista, y que a menudo era retocada por el compositor sin demasiado acierto por su parte). En cualquier caso, la música no suele ser concordante con la acción, sino que más bien es algo que sucede al margen de ésta, siendo a menudo introducida de golpe.

La parte musical tiene una longitud muy variable, siendo las obras con más números musicales Agua, azucarillos y aguardiente y La verbena de la paloma. Normalmente las obras vienen precedidas de un preludio musical, y en ocasiones tienen pequeños intermedios o música para bailes, y terminan con un breve final en el que se repite la música de alguna escena sucedida anteriormente. Suele haber también pasajes hablados sobre música del fondo, al estilo del Singspiel.

La música tiene un carácter familiar al oido, popular y de folklore, lo que se consigue tomando melodías populares o de moda en el momento, y cambiandoles el texto. Las tonadillas buscan quedar en la memoria del espectador al salir de la obra. Además se buscan ritmos muy marcados y populares en los salones de baile, generalmente importados pero “nacionalizados”, como podrían ser el chotis (que viene del alemán schottisch, el cual a su vez tiene como origen Escocia), y otros muchos como boleros, fandangos, habaneras (América), jotas, seguidillas, soleás, pasacalles, valses, polkas, o mazurcas (Polonia).

Bibliografía

La zarzuela. Manuel García Franco, Ramón Regidor Arribas.

New grove dictionary of music and musicians. Varios.

El libro de la zarzuela. Roger Alier, Carles Alier, Xosé Aviñoa, José Domenech Part y F. X. Mata. Ed. Daimon.

Cien años de teatro musical en España. Antonio Fernández Cid.

La música española en el S. XIX. Emilio Casares, Celsa Alonso Rodríguez, sobre artículo de Ramón Barce.




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Enviado por:Jisakiel
Idioma: castellano
País: España

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