Literatura
Zalacaín el aventurero; Pío Baroja
Zalacaín el aventurero, de Pío Baroja
1. Introducción: Zalacaín, novela barojiana.
Uno de los aspectos más desatendidos de la obra de Baroja son sus novelas históricas. Un corpus de veintidós novelas, de mano del mejor novelista español del siglo XX.
Usando elementos de la tradición de la novela picaresca, Baroja eligió como protagonistas a marginados de la sociedad. Sus novelas están llenas de incidentes y personajes muy bien trazados, y destacan por la fluidez de sus diálogos y las descripciones impresionistas. Maestro del retrato realista, tiene un estilo abrupto, vívido e impersonal, aunque se ha señalado su deseo de exactitud y sobriedad.
En su serie histórica habla de la época turbulenta del primer tercio del s.XIX, unos años revolucionarios que lo atrajeron, basándose en el personaje de Eugenio de Aviraneta (un personaje histórico, antepasado del propio autor) y su vida atropellada de conspirador profesional, enriquecida con exilios, cárceles y aventuras múltiples. Baroja siempre tiene el individualismo del pequeño-burgués, y de ahí su mayor interés por el anarquismo que por el fascismo o el comunismo; aunque siempre se tratará de un anarquismo de pies en el suelo, sin utopía. Con respecto a la historia, rechaza las grandes teorías históricas, y ve España muy parecida a como era, atrapada en una inacabable repetición de su esencia "eterna" que es mala.
La visión barojiana del periodo sería nostálgica pero desesperanzada, y ataca al pueblo español, que nunca quiso ser gobernado por los liberales. Por otra parte, aunque entiende las aspiraciones regionalistas y la alineación con el carlismo por su condición de vasco, ve causas morales e ideológicas antes que económicas a la historia.
Baroja emplea el prólogo explicativo como técnica de enlace alternativa, que parece una técnica rudimentaria, pero que resulta bien porque Baroja le da un toque de humor y además lo integra en la ficción.
Los personajes de Baroja han sido clasificados por contemplativos críticos, los que huyen de la sociedad, los que detestan la sociedad pero intentan someterla y los que viven en el pasado.
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Baroja toma una posición ideológica frente a la historiografía, recibiendo influencias del irracionalismo europeo, asumiendo una versión crítica de la historia establecida;
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Baroja pertenece plenamente a la generación del `98, porque toma la vida de Aviraneta a veces como una excusa para hablar de la historia reciente de España, los hechos que la han conducido al estado en el que se encontraba en 1898. Y en cuanto a su concepción de la novela histórica, Baroja elabora una nueva visión del género haciendo novelas más vivas, rápidas e intrigantes, todo apoyándolo en innovaciones estructurales.
En la mayor parte de las novelas de aventuras, podemos encontrar componentes épicos, como es el caso de Zalacaín el Aventurero, demostrándonos las preferencias de Baroja por tal tipo de narraciones, y que en parte reproduce su propia vida. En la misma forma, Zalacaín es también expresión del gusto de Baroja por los personajes de acción, que llenan sus vidas de riesgo pareciendo imposible que en algún momento puedan detener sus andanzas. La literatura barojiana con frecuencia repite estos personajes y estas situaciones. También podemos observar su poco afecto por la monarquía, despreciando claramente el sentimiento carlista. Nos demuestra un profundo sentimiento de la época, al igual que la riqueza de sus descripciones confirma que previamente a recorrido gran parte de los lugares en los que se sitúa la acción o ha tenido conocimiento de muchos de los hechos narrados a través de los propios partícipes.
2. Algunos temas de Zalacaín
2.1 El trasfondo histórico
Se conoce con el nombre de Guerras Carlistas a las tres guerras civiles que tuvieron lugar en España a lo largo del siglo XIX y que enfrentaron, de un lado, a los partidarios de los derechos al trono de la hija del rey Fernando VII, Isabel II, y, del otro, a los de la línea dinástica encabezada por el hermano de éste, Carlos María Isidro de Borbón (el infante don Carlos, `Carlos V' para sus seguidores), así como a sus posteriores descendientes.
El desarrollo de este conflicto, intermitente y localizado geográficamente en determinadas zonas de Cataluña y provincias del Norte (Navarra y País Vasco), con menor repercusión en el interior, abarcó el período comprendido entre 1833 y 1876, es decir, desde la muerte de Fernando VII hasta que con Alfonso XII como rey finalizó el último combate. La desigualdad de recursos humanos y medios materiales entre uno y otro bando durante la guerra, sus diferentes simbologías y tácticas de lucha, así como la crueldad generalizada de estos choques fratricidas.
El fallecimiento de Fernando VII en 1833 entabló un conflicto sucesorio, que se tradujo en la primera guerra carlista o guerra de los siete años, entre los denominados isabelinos o cristinos, defensores de la legitimidad al trono de la regente María Cristina de Borbón, madre de Isabel II, y los partidarios del infante don Carlos, fieles a la Ley Sálica e identificados bajo la etiqueta carlista. La neutralidad de los Estados Pontificios y el apoyo tan sólo moral de la Santa Alianza (formada por Rusia, Austria y Prusia) a las posiciones de don Carlos, frente a la decidida ayuda de los liberales europeos a la causa isabelina (Cuádruple Alianza firmada por Gran Bretaña, Portugal, Francia y España en abril de 1834), implicó un apoyo muy superior para los partidarios de Isabel II. La guerra fue más dura para los carlistas, con menos apoyo económico y humano, que debían sustituir con su habilidad y mejor conocimiento del terreno, al igual que con los levantamientos forzosos. Esta prolongada situación demostró finalmente que la diferencia entre ambos bandos no se limitaba a los derechos al trono, si no que había profundas divergencias sociales, ideológicas y políticas. Esta guerra termina oficialmente el 4 de julio de 1840 con la retirada de los últimos soldados carlistas.
Seis años después, y tras fracasar los intentos de unir en matrimonio a ambos pretendientes, comenzaron pequeños enfrentamientos militares en algunas zonas de Cataluña, que se siguió de la segunda guerra carlista o guerra de los matiners (madrugadores). La actividad de las partidas en acciones guerrilleras prosiguió durante 1847 a las órdenes de jefes experimentados, logrando incrementar sus efectivos de cuatro a diez mil hombres a raíz del retorno a Cataluña del irredento Cabrera. La aparición de elementos progresistas y republicanos a las filas carlistas, empujadas por las novedades de las revoluciones de 1848 europeas, complicó aún más su caracterización interna y específica resolución. La abortada venida a España desde Londres del conde de Montemolín, en la primavera de 1849, acabó por disolver los reductos carlistas, que optaron, al igual que Cabrera, por su traslado a Francia, sin quedar rastro de ellos en Cataluña a la altura de mayo de 1849.
La política de España en el último cuarto del siglo XIX era tan compleja que sólo en los años 1872-76 las tropas de Carlos VII se enfrentaron con las de los sucesivos partidarios de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII. Cataluña y el País Vasco coparon en esta tercera y última ocasión la geografía militar carlista, fechada en 1872. La Restauración de la Casa de Borbón, en diciembre de 1874 con Alfonso XII, puso de relieve, antes de certificarlo las armas en Cataluña y Navarra, la secular inutilidad del empeño carlista por acceder a la corona de España.
Los relatos escritos por Baroja están situados claramente en un pasado remoto, que de la lectura de la novela se puede deducir fácilmente que el marco histórico empleado por el autor es la segunda guerra carlista o guerra de los matiners. Todo lo que narra en relación con las partidas carlistas son fieles a lo vivido o conocido por testimonios directos de personas que participaron en los hechos. A pesar de todo, Baroja necesita agrandar estos hechos imaginativamente, ya que es un plazo de tiempo muy corto, poco más de tres años.
Zalacaín se aprovecha de la guerra carlista como medio para poder aumentar sus riquezas, así como dedicarse al contrabando, aunque más tarde termina ayudando a las tropas liberales que luchaban contra los partidarios de don Carlos. Por lo tanto, Baroja emplea esta época de guerras y partidas carlistas para desarrollar parte de las aventuras del protagonista, de las que hay que destacar la primera seria de todas, en la que se aventura a integrarse como partidario de los carlistas, con recompensa de una gran suma de dinero.
Baroja presenta ideas rotundamente liberales, así como la muestra de su total desacuerdo con las partidas carlistas y al trono de don Carlos. En aquellos relatos donde desenvuelve aspectos de esta segunda guerra, se observa su contrariedad y oposición a éstos mismos, ejemplo es su contemplación antes del final de los comerciantes aprovechándose sin recatos de los carlistas derrotados, sin mostrar ninguna clase de piedad, y sus descripciones que tienen lugar acerca de las partidas.
También destacar que gran parte de los personajes que aparecen en los capítulos que relatan las aventuras vividas por Zalacaín y su inseparable compañero Bautista son históricos, ejemplo de ello es el de la partida del cura de Santa Cruz, de la que Baroja tuvo conocimiento oral, tanto de la partida en sí como de sus personajes.
2.2 El desenlace de la novela
La vida de Martín está llena de aventuras sin un claro objetivo, excepto el del desafío al riesgo y su propio enriquecimiento. A pesar de todo, en su comportamiento podemos observar el respeto a unos valores básicos, como son el de la familia, el honor, e incluso posiblemente ideológicos, como era su inclinación por los liberales, a pesar de haber trabajado para los carlistas; pero queda bien claro que nunca se identificó con ellos ni con sus convicciones. Hasta tal punto se llegaba a identificar con la causa liberal que su última aventura consistió en conducir a una tropa liberal hasta su objetivo militar aunque, como todo el la vida de Zalacaín, a cambio recibiría una recompensa: la alcaldía de Urbía, la ciudad donde residía junto a su familia y donde suponemos que pretendía pasar el resto de sus días. Pero de todas formas, desafiar al peligro constantemente puede tener un fin desastroso, como es el temprano final de la vida de Martín, con sólo 24 años de edad, a penas iniciada la vida adulta. En ese último día, Martín llevó a su esposa Catalina hasta su hermano Carlos, tras una búsqueda algo costosa. En la posada de lo poco que quedaba del barrio francés de Arneguy, en un espectáculo dantesco, entre restos de casas destruidas, incendios aún humeantes y la desolación propia de la guerra, consiguieron finalmente encontrarse con el hermano desaparecido de Catalina. Ésta se acercó nada más verle para darle un abrazo, pero él la rechazó de forma grosera y hostil. Martín, en un intento de defenderla, obligó a Carlos a que se disculpara de sus malas maneras. Un compañero de su hermano acudió a los gritos de éste disparando a Martín por la espalda, siendo motivo de su muerte.
En mi opinión, el desenlace que presenta la novela es acorde con el resto de ella, ya que Zalacaín ha vivido desde muy temprano el sabor de la aventura y la emoción: cuando sólo era un niño ya se dedicaba a hurtar en los campos ajenos; más adelante encontró la diversión en otros incidentes de mayor calibre tal como es la caza de los dos jabalíes, y un poco más tarde llega al punto de integrarse en una partida carlista con fines económicos. Desde muy joven la gente le ha conocido como una persona valiente y de honor, por lo que se podría decir que a lo largo de su vida ha conseguido todo aquello que se ha propuesto. En el pueblo era querido por su heroicidad, y gusto a lo difícil. Por lo tanto, yo creo que murió haciendo lo que quería: defendiendo a los suyos y con una gran dignidad. También da la impresión de que para Martín la muerte fuera una pausa, un descanso de tan ajetreada vida. Concluyendo, mi impresión es que el final es justo y acertado.
A pesar de mi conformidad con el final, mi propuesta habría sido distinta. La forma alternativa que propongo para finalizar la obra es semejante a la original: en el momento en que Cacho, el amigo de Carlos, dispara a Martín y cae malherido al suelo, Catalina, asustada, se acerca a él y llora desconsoladamente. Carlos y su compañero huyen ante tal calamidad de la que son culpables, mientras que poco a poco Catalina observa alentada que su marido comienza a respirar débilmente. No pasan más de diez minutos, cuando Martín abre los ojos y Catalina vuelve a llorar, esta vez de alegría y júbilo. No obstante, pasa el tiempo y en una de las aventuras de Martín, relacionada con las partidas carlistas que aún prevalecían, es capturado y retenido contra su voluntad, al descubrir las faenas que anteriormente había realizado. Tardaría en escapar, viéndose con graves dificultades en ello, pero gracias a la intervención de su compañero Bautista escapa, vuelve con su mujer y su hijo, y decide finalmente dedicarse a un oficio seguro y con buenas ganancias, abandonando así definitivamente su vida de riesgo.
3. Aspectos lingüísticos
3.1 Vocabulario
- Ínfimos: un sujeto cualquiera que en su situación está muy bajo o el más bajo de todos.
- Calafatear: cerrar las junturas de las maderas de las naves.
- Edema: Hinchazón de una parte del cuerpo.
- Algazara: ruido de muchas voces juntas.
- Postillones: mozos que iban a caballo para guiar a los caminantes.
- Facción: parcialidad de gente amotinada o rebelada.
- Vericueto: lugar o sitio áspero, alto y quebrado.
- Jamelgos: caballo flaco y desgarbado, por hambriento.
- Matalón: caballería flaca.
- Jaco: caballo pequeño y ruin.
- Charanga: música militar.
- Parapeto: terraplén corto.
- Espadañas: plantas altas de hasta 2m.
- Poternas: puertecillas que dan al foso.
- Aspillera: abertura larga y estrecha abierta en el muro para disparar.
- Algarabia: griterío.
- Marcial: relativo a los militares.
- Volatines: volteretas.
- Contuso: lesionado, golpeado.
- Réprobo: condenado a las penas eternas.
- Vascongado: natural de las provincias de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa o propio de ellas.
- Maizales: campos de maíz.
- Salvoconducto: permiso que da en ciertos casos la autoridad a un sujeto para que pueda pasar de un lugar a otro.
- Fardo: lío o bulto grande.
- Carabinero: soldado armado con una carabina. Guardia destinado a perseguir el contrabando. Mujer que servía de acompañante a una joven. Apuesta pequeña en el juego.
Todas las palabras que he escogido del libro de Zalacaín el aventurero han sido aprendidas por mí a lo largo de la lectura. Ninguno de estos términos lo conocía cuando me dispuse a leer la novela.
3.2 Antología
El primer pasaje que he escogido para representar la habilidad de Baroja escribiendo diálogos es este, que pertenece al libro segundo, capítulo I:
Se sentó Ipintza el Loco a la mesa, y le dio el posadero las sobras de la cena. Luego se acercó al grupo que formaban los hombres de la partida alrededor de la chimenea.
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¿No queréis alguna canción? - dijo.
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¿Qué canciones tienes? - le preguntó el Estudiante.
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Tengo muchas. La de la mujer que se queja del marido, la del marido que se queja de la mujer, Pello Joshepe…
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Todo eso es viejo.
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También tengo Hurra Pepito y la canción entre amo y criado.
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Ésa es liberal - dijo Dantchari.
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No sé - contestó el Loco.
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¿Cómo que no sabes? Yo creo que tú no eres del todo ortodoxo.
-
No sé lo que es eso. ¿No queréis canciones?
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Pero, bueno, contesta. ¿Eres ortodoxo o heterodoxo?
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Ya te he dicho que no sé.
-
¿Qué opinas de la Trinidad?
-
No sé.
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¿Cómo que no sabes? ¡Y te atreves a de decirlo! ¿De dónde procede el Espíritu Santo? ¿Procede del Padre o procede del Hijo, o de los dos? ¿O es que tú crees que su hipóstasis es consustancial con la hipóstasis del Padre o la del Hijo?
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No sé nada de eso. ¿Queréis canciones? ¿No queréis comprar canciones de Ipintza el Loco?
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¡Ah! ¿De manera que no contestas? Entonces eres herético. Anathema sit. Estás excomulgado.
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¿Yo? ¿Excomulgado? - dijo Ipintza lleno de terror, y retrocedió y enarboló su blanco garrote.
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Bueno, bueno - gritó Luschía al Estudiante - Basta de bromas.
Mis razones por las que he elegido este diálogo son por el gracejo y gracia que presenta. La primera vez que leí el fragmento me transmitió la vivacidad, y energía que tiene Baroja a la hora de escribir; y después de haberlo leído algunas veces más, he podido descubrir cierta ironía. Para mí, Ipintza el Loco es un personaje muy curioso, que no tiene prácticamente conciencia del mundo en el que vive, que no le importa nada más que el subsistir a través de vender canciones en las posadas, ya que siente indiferencia cuando el Estudiante le cuestiona aquellas cosas que ignoraba sin importarle en absoluto, cuyo único fin es el de conseguir que los posaderos le compraran alguna de las canciones que sabía. Este diálogo, por tanto, me ha transmitido tal socarronería y vigor, que en mi opinión es fiel a las características principales a la hora de escribir de Baroja.
El segundo pasaje que he escogido pertenece al libro segundo, capítulo VII:
De estos cuatro hombres de la taberna de Socoa, los dos contentos, Bautista y Capistun, charlaban; los otros dos rabiaban y se miraban sin hablarse. Afuera llovía y venteaba.
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¿Alguno de vosotros se encargaría de un oficio difícil en que hay que exponer la pelleja? - preguntó de pronto Ospitalech.
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Yo no - dijo Capistun.
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Ni yo - contestó distraídamente Bautista.
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¿De qué se trata? - preguntó Martín.
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Se trata de hacer un recorrido por entre las filas carlistas y conseguir que varios generales, y además, el mismo don Carlos, firmen unas letras.
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¡Demonio! No es fácil la cosa - exclamó Zalacaín.
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Ya lo sé que no; pero se pagaría bien.
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¿Cuánto?
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El patrón ha dicho que daría el veinte por ciento si le trajeran las letras firmadas.
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¿Y a cuánto asciende el valor de las letras?
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¿A cuánto? No sé seguro la cantidad. ¿Pero es que tú irías?
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¿Por qué no? Si se gana mucho…
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Pues, entonces, espera un momento. Parece que llega el barco; luego hablaremos.
Me he decidido a escoger este fragmento para demostrar el valor y ambición a la riqueza que presenta Baroja en este personaje. Se puede observar de la lectura de todo el libro que Zalacaín se dedica a la búsqueda del peligro; pero, en este diálogo se muestra totalmente su escasa cobardía, incluso me arriesgaría a decir que carecía de semejante defecto. Zalacaín no se muestra temeroso de semejante reto como el que acababa de aceptar, ya que tenía unas ganancias bastante acertadas. A pesar de tener que integrarse en las partidas carlistas, haciéndose pasar por un partidario de ellos, mientras que él se inclinaba más hacia los liberales, acepta el trato y se aventura. Además de esto, lo he elegido porque me inspira realismo, la forma en la que se expresan los personajes es verosímil.
A continuación voy a presentar una parte del texto descriptivo que corresponde con el primer capítulo del primer libro:
Un camino en cuesta baja de la ciudadela, pasa por encima del cementerio y atraviesa el portal de Francia. Este camino, en la parte alta, tiene a los lados varias cruces de piedra, que terminan en una ermita, y por la parte baja, después de entrar en la ciudad, se convierte en calle. A la izquierda del camino, antes de la muralla, había hace años un caserío viejo, medio derruido, con el tejado terrero lleno de pedruscos y la piedra arenisca de sus paredes desgastada por la acción de la humedad y el aire. En el frente de la decrépita y pobre casa, un agujero indicaba dónde estuvo en otro tiempo el escudo, y debajo de él se adivinaban, más bien que se leían, varias letras que componían una frase latina: Post funera virtus vivit.
He escogido este pequeño fragmento por que he considerado que era de gran importancia, ya que es la descripción del caserío donde nació y vivió los primeros años de su infancia Zalacaín. En esta vivienda fue donde Martín se dedicó a soñar con aquellas aventuras que más tarde lograría vivir. El texto describe claramente donde se situaba la casa, el exterior y los detalles más significativos que en ella podían observarse. También me ha parecido muy inaudita la frase latina con el escudo que se encontraba allí mismo, fuera de lo común y a la vez me ha asombrado.
El segundo pasaje descriptivo que he seleccionado se sitúa en el último capítulo del tercer libro, terminando el libro; es el siguiente:
La vista alcanza desde allá un extenso panorama de líneas suaves, de intenso verdor, sin rocas adustas, sin matorrales sombríos, sin nada duro y salvaje. Los pueblecillos blancos duermen sobre las heredades; las carretas rechinan en los caminos; los labradores trabajan con sus bueyes en los campos, y la tierra, fértil y húmeda, reposa bajo la gran sonrisa del cielo y la inmensa piedad del sol…
Las causas de mi elección en otro caso son distintas a las anteriores, con la similitud de que es un texto descriptivo que nos expone un paisaje que se puede observar desde el cementerio en el que se encontraba enterrado Martín. He querido elegir este por la nostalgia, tristeza y soledad que me inspira, además, al tiempo que leía podía imaginarme cada sonido, cada aspecto que Baroja describe. Igualmente he visto de considerable importancia la descripción de este paisaje dentro de la obra, ya que es donde concluye la vida de su protagonista.
Para terminar, el tercer y último fragmento que he escogido se localiza muy próximo al anterior, pues tiene una estrecha relación con él, ya que uno precede al otro. Es el siguiente:
Como protesta de la eterna vida, en el mismo camposanto las malas hierbas crecen vigorosas, extienden sus vástagos robustos por el suelo y dan un olor acre en el crepúsculo, tras de las horas de sol; pían los pájaros con algarabía estrepitosa, y los gallos lanzan al aire su cacareo valiente, como un desafío.
Las razones por las que he querido incluir este texto son semejantes a las anteriores, ya que para mí los cementerios me parecen asombrosos y sus descripciones son afligidas y solitarias, infunden un sentimiento sombrío que para mí es extraordinario y sorprendente melancólico.
4. Comentario personal
Pío Baroja realiza un trabajo fantástico en esta obra, logrando que cualquier persona que comience a leerla se integre en ella de tal manera que sienta los diálogos como si los escuchase en su propia cabeza; poder imaginar y observar los paisajes tal y como los podría haber observado el mismo autor, e incluso se produce tal incorporación del lector dentro del libro, que es difícil tardar más de cinco días en leerlo. En mí caso fue prácticamente así, no tardé más de una semana en concluirlo: mientras lo iba leyendo pude conocer a los personajes de una manera extraordinaria; los diálogos presentan una credibilidad que pocos autores consiguen reflejar en sus obras, ya que se consigue averiguar cuales son los sentimientos que expresan los propios personajes a través de su forma de hablar entre ellos; las descripciones, como ya he dejado indicado anteriormente, consiguen mostrar el paisaje y ambiente en el que se desarrolla la acción con una extremada claridad.
Una de las cosas de las que quería hacer incidencia son las palabras que el autor emplea en Euskera, puesto que él nació en esas tierras; y en latín, que me dificultaban un poco la lectura, ya que me veía en la obligación de informarme acerca de el significado de éstas, y me resultaba un poco “molesto” interrumpir la lectura.
También hacer mención al ritmo acelerado que lleva la novela, consecuencia de que el autor no se vea capaz de narrar los hechos con muchos detalles, más que los justos, asignados a las descripciones de los paisajes sobre los que transcurre cada etapa. Nada más comenzar, se explican las travesuras que Zalacaín realiza cuando tan sólo es un niño, y desde ese punto no cesan. Así se demuestra que Martín no le tiene miedo nada y que es capaz de enfrentarse a cualquier cosa. Crece muy rápido y adquiere grandes valores, cosa que valoré bastante, porque para mí la dignidad, la valentía y honradez que presenta el protagonista me parecen aspectos asombrosos para cualquier persona que los posea. La novela discurre a una velocidad muy rápida, Zalacaín crece, se convierte en un hombre y sus ambiciones cambian a las que tenía de cuando era niño. A pesar del ritmo tan aligerado, considero que es adecuado para que el lector se mantenga al tanto, despierto de lo que le pueda pasar a los personajes. En mi opinión, una novela que avanza despacio, puede aburrir al leyente.
De la lectura se puede deducir que cualquier persona que sea humilde, por muy insignificante que sea y tenga todo en su contra, puede conseguir todo aquello que se proponga, siempre que tenga el valor suficiente para afrontar todo aquello que haga falta para alcanzar su propósito. En este caso, Zalacaín nace en un ambiente pobre, en un lugar donde la mayoría de la gente le tenía por un vulgar ladrón sin escrúpulos; pero que a pesar de ello, creció y tuvo unos ideales por los que luchar, consiguiendo todo aquello que deseaba, y siendo finalmente admirado por la gente y considerado como un héroe.
He llegado a pensar que cuando Pío Baroja se dispuso a recapacitar sobre la personalidad de Miguel de Telagorri se interiorizó a si mismo para conocerse más. En mi opinión, Telagorri podría llegar a presentar rasgos semejantes a la personalidad de su autor, es decir, que Baroja se habría basado en sí mismo para crear a este peculiar personaje, tío abuelo de Zalacaín, se encarga de la protección de éste y “la Ignacia”, tras la muerte de la madre, hasta que después de unos años muere él mismo.
En mi opinión, Baroja crea en esta obra demasiados protagonistas, quizás necesarios, pero que una vez que se finaliza la novela, es imposible acordarse de los nombres de todos ellos. Destacar también que en las descripciones de Baroja, logra manifestar a los lectores la España de entonces, claro que ello ha sido gracias a la preliminar documentación llevada a cabo por él, tanto a través de visitas realizadas a los propios escenarios que relata, como de propias personas que vivieron en la época de entonces (Guerras Carlistas).
Quizás ha sido bastante “caprichoso” escribiendo los cantares en Eusquera, puesto que luego se escribía la traducción, recapacitándolo un poco, habría sido más sencillo escribirlo en español directamente, ya que llegó un punto en el que me cansé de leer en Eusquera, y pasé directamente a la traducción.
El que haya basado la acción en la época en la que se desarrollaron las Guerras Carlistas me ha parecido bastante atrayente e interesante. De esta forma conocemos la forma de vida que llevaba la población, las dificultades y problemas que la guerra ocasionaba. Me gustaría hacer alusión al ante penúltimo capítulo, en relación con esto mismo. Es en el momento en el que Baroja hace una descripción del paisaje con el que se encuentran Martín y Catalina en el momento en el que van a entrar en la posada para encontrarse con su hermano. La descripción mencionada expresa las graves consecuencias que trajo la guerra: muertos por los suelos, derrumbados; casas aún humeando por los incendios, restos de artillería… todo ello merece una especial mención, ya que me conmovió bastante, al imaginarme todo aquel “espectáculo”, por decirlo de alguna manera.
Para concluir esta opinión personal, agregar que es una novela divertida, fácil de leer (exceptuando los fragmentos en Eusquera), que además de pasar un rato agradable con su lectura, aprendemos algo más sobre la historia y las Guerras Carlistas, que tuvieron gran influencia, y sus acontecimientos. Argumentar que es un obra picaresca, y que en consecuencia, es un género que habitualmente suele ser valorado y apreciado por la gente aficionada a la lectura.
Zalacaín el Aventurero
Pío Baroja
4ºESO A
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