Literatura
Zalacaín el Aventurero; Pío Baroja
AUTOBIOGRAFÍA
DE
PIO BAROJA
" A mí me interesa mucho la raza, tanto en un hombre como en un animal", escribió en sus Memorias Pío Baroja después de hacer la enumeración de 5115 apellidos, todos ellos vascos, menos uno.
"He nacido en San Sebastián el 28 de diciembre de 1872 en casa número 6 de la calle Oquendo, casa que había construido mi abuela, doña Concepción Zormoza", prosigue en las citadas Memorias, en que se explaya largamente sobre su familia y todas las circunstancias de su infancia y. primera juventud. Su padre fue don Serafín Baroja, reputado ingeniero de minas, músico y compositor, quien tuvo a su cargo la explotación de las minas de cobre de Riotinto, antes de 1873, año en que el capital inglés, atraído por la fabulosa riqueza del mineral, tomó posesión de la empresa. Definiendo el carácter de sus progenitores, dice Baroja: "Mi padre era hombre alegre y bondadoso, muy preocupado de la opinión de sus antiguos amigos y bastante despreocupado para las cosas propias. Tenía fama de original y era de temperamento bohemio y de carácter algo arbitrario... Mi madre, Carmen Nessi y Goñi era de Madrid, y se casó a los diecisiete años. Le llevaba, mi padre, nueve. Tenía un fondo de renunciación y fatalismo. Había algo en su silueta de estampa italiana, y en su espíritu algo de mujer educada en ambiente protestante y puritano
De niño, Baroja presenció los horrores de la guerra carlista y en sus pupilas quedó grabado el espanto de las caravanas de presos, que, rodeados de curas, de carabineros y disciplinantes, eran llevados al patíbulo. Obtenida su licenciatura, estuvo un tiempo indeciso sobre qué carrera seguir, y se resolvió finalmente por la medicina. Después de recibir su título en Madrid, en 1893, ejerció por dos años su profesión en el pueblo de Cestona, en la provincia de Guipúzcoa. Pero su temperamento nervioso no se avenía con la tranquilidad monótona del lugar y, un buen día, se dirigió a Madrid, decidido a abandonar su profesión. Allí se asoció con su hermano Ricardo, quien llegó a ser más tarde un pintor de fama, para explotar un negocio de panadería. Por aquel tiempo, había comenzado a apuntar en él la afición a escribir, afición respecto de la cual comentó más tarde: "Soy un hombre de acción que ha debido, a raíz de su fracaso como tal, contentarse con hacer novelas, porque las novelas constituyen todavía un 'poco, de la vida de aventuras.
En 1900 publicó sus primeras obras: "Vidas sombrías" y "La Casa de Aizgorri". En 1901 apareció "Aventuras, inventos y miixtificaciones de Silvestre Paradox". Ninguna de las tres logró despertar comentarios que dejasen traslucir la nombradía que más, tarde iba a conquistar el autor. Pero, en 1902, la aparición de "Camino de Perfección" produjo de inmediato un enorme revuelo. La crítica, unánime, destacó la presencia de un nuevo valor literario, que inmediatamente fue solicitado por el periodismo.
Azorín fue el primero que acogió con entusiasmo sus libros, y lo llevó como crítico de teatros a "El Globo".
"Los compañeros de Baroja, escribió entonces Azonrín, quisimos que el escritor vasco se encargase de la crítica de teatros, porque conocíamos su independencia inflexible y deseábamos que en la crítica de teatros- tan sumisa frecuentemente a diversas influencias- se ejercitase el libre criterio de nuestro compañero".
Baroja asumió su papel de crítico en medio de una expectación' general. A poco, escribió, refiriéndose a un estreno reciente de los hermanos Alvarez Quintero: "Hay siempre en sus comedias y sainetes un fondo de moralidad burguesa, un vuelo de fantasía tan corto, que molesta. Así como la corriente íntima que anima las obras de los señores Quintero me parece pobre y sin alientos, así también la parte exterior, la pintoresca, me resulta muy agradable y entretenida".
Este juicio certero, frío y desprejuiciado, del periodista novel le consagró como crítico incorruptible y acerbo.
En 1903 publicó "Idilios vascos" y "El Mayorazgo de Labraz", novela esta última de la que se dijo que podía resistir victoriosamente cualquier comparación con otra novela española o de otra nacionalidad de su época.
En 1904 apareció su célebre trilogía de "La Lucha por la Vida" compuesta por la "'La busca", "Mala hierba" y "Aurora Roja", obras de tendencia realista, en que el autor acusa una rebelión latente contra la organización social del mundo y que le valió su fama de revolucionario y anarquista.
Después de un viaje por Europa publicó "La Dama Errante" (1,908), cuyo tema le fue inspirado por el atentado cometido contra Alfonso XIII el día de su boda, y "La Ciudad de la Niebla" (1909), cuyo escenario es Londres.
A ellas siguieron novelas como "La Feria de los Discretos" y las relacionadas con las extrañas aventuras de "Silvestre Paradox" y de "Zalacain el Aventurero", cuyo texto sirvió de lectura en la clase de español en la Sorbona, de París. Al mismo tiempo, Baroja proseguía sus actividades periodísticas con artículos en díarios madrileños como "El País", "El Imparcial" y "El Globo", recopilados más tarde en varios volúmenes, bajo los títulos de "El Tablado de Arlequín", "El Nuevo Tablado de Arlequín" y "Vitrinas Pintorescas".
Trabajador infatigable, Pío Baroja acumuló, en los años comprendidos entre ambas guerras mundiales, una extensa bibliografía, en la que se destacan: "Juventud, egolatría", "Idilios y fantasías", "Las horas solitarias", "La caverna del humorismo", "Divagaciones apasionadas", "El árbol' de la ciencia", "El gran torbellino del mundo", "César o nada", "El mundo es así", "La Sensualidad pervertida" y "Las inquietudes de Shanti- Andia", con que el autor' inicio una serie de volúmenes consagrados al estudio de "El Mar", y entre los cuales se incluyen "El Laberinto de las Sirenas", "Los pilotos de altura" y "La Estrella del Capitán Chimista", que pueden considerarse por antonomasia, "las novelas de la raza vasca".
Aparte los nombrados, Pío Baroja es autor de "La leyenda de Juan de Alzate", "Crítica arbitraria", "El nocturno del hermano Beltrán", "El "cabaret" de la Cotorra Verde", "La casa del crimen" y "El horroroso crimen de Peñaranda del Campo" y su serie de "La Selva Oscura", a la que pertenece su magnífica novela "Los Visionarios" (1933), en que no hay persona principal o, mejor dicho, el personaje colectivo es toda la población rural de Andalucía con sus costumbres patriarcales y con sus inquietudes sociales.
Otro grupo de sus novelas ha dado lugar a que, con un criterio superficial, se parangone su obra a la serie de los "Episodios Nacionales", de don Benito Pérez Galdós. Son sus' "Memorias dé un hombre de acción", integradas por los títulos siguientes: "El aprendiz de conspirador", "El escuadrón del Brigante"; "Los caminos del Mundo"; "Con la pluma y con el sable"; "Los recursos de' la astucia"; "La ruta del aventurero"; "Los contrastes de la vida"; "La veleta de Gastizar"; "Los caudillos de 1830"; "La Isabelina"; "El sabor de la venganza"; "Las furias"; "El amor, el dandysmo y la intriga"; "Las figuras de cera"; "Humano enigma"; "La nave de los locos"; "La senda dolorosa"; "Los confidentes audaces", y "La renta de Mirámbel".
Pero en los "Episodios Nacionales" de Pérez Galdós vive una España épica, heroica, con reminiscencias románticas. En cambio, Baroja, en sus "Memorias de un hombre de acción", a pesar de pintar el mismo período histórico que aparece en la obra de Pérez Galdós, hace surgir una España sin aliños, apicarada y prosaica, en la que el personaje central, Aviraneta, en vez de estar vestido con ropajes epopéyicos de heroicidad perdurable, aparece perfilado con rasgos pintorescos y fríos que revelan una psicología nacional borrosa y un ambiente social desprovistos de relieves apasionantes.
En la vida española, la aparición de cada título nuevo de Baroja, el escritor hispano que más adeptos ha tenido en los ambientes intelectuales de habla hispana, significó inevitablemente, un acontecimiento literario.
En 1928 publicó su novela "Las mascaradas sangrientas", en la que puede decirse que se revelan todas cualidades de su autor un clásico del idioma.
Azorín, al comentar esta obra dijo: "Pío Baroja es un gran artista; tiene la firmeza, la penetración, la originalidad del artista, y en su prosa, sencilla, precisa, podemos gustar toda la variada gama de arte literario: la ternura, el sarcasmo, la ironía, la sentimentalidad delicada y sutil. En "Las mascaradas sangrientas" encontramos todo lo mejor de Baroja. La vida directa, la emoción profunda, el interés más franco y sincero brillan en estas páginas que dentro de cien años, o de doscientos, se podrán leer del mismo modo, con el mismo gusto que ahora". Más adelante agrega: "La influenciá de Baroja en España es considerable; lo será cada vez más. Hay autores como Baudelaire, como Stendhal en Francia, que se hallan por encima de todas las incidencias y los viceversas de las modas literarias. El prestigio de Baroja en España es del mismo orden; aun los mismos jóvenes que puedan renegar de él, le deberán lo mejor, lo más íntimo de su personalidad. No es el novelista vasco el creador de un género literario; eso no sería gran cosa en comparación de lo que realmente ha creado Baroja; su importancia estriba en haber suscitado todó un ambiente nuevo de arte y de pensamiento'.'.
Como novelista, Barója tiene un concepto absolutamente personal, exclusivo y típico, de la novela, que para é1 no está formada por un conjunto predeterminado de sucesos y personajes escogidos previamente, sino constituida por un desfile heterogéneo de seres humanos cuyos antecedentes y circunstancias quedan expuestos en ~ libros del autor, al mismo tiempo que los ambientes en que se desenvuelven. Sus novelas son esencialmente anecdóticas. No existe generalmente en ellas un tema matriz y Denominador. No hay tampoco personajes que sirvan de eje a la acción. Los protagonistas se suceden sin interrupción y sólo raramente se destaca alguna figura, en la que siempre transparenta la ideología y personalidad del autor.
Sin cuidarse de la forma literaria ("Me repugna el estilo le confesó una vez a Martínez Corbalán, el arte mismo es función de viejas con flato"), atento únicamente a demoler ideas y hechos Baroja se ha hecho un estilo propio que posee el vigor y la naturalidad del agua y brota, en tumultuoso desalño con una repetición de palabras que, más de una vez ha hecho fruncir el ceño a los críticos. A pesar de ello, en 1935 fue incorporado a la Real Academia Española.
Evocando aquel episodio, escribió Ramón Gómez de la Serna en sus "Retratos Contemporáneos". "Yo, que he asistido a muy pocas recepciones, asistí' a la de don Pío. Parecía ser una despedida al conato de esperanza que fue ese hombre desharrapado tozudo y contestón. Fue el 12 de mayo de 1935 y recuerdo el acto como algo escalofriante, que logramos desentumecer con nuestros aplausos dedicados a ese hombre que a regañadientes consigue una penitencia admirable en la confesión".
Políticamente, Baroja fue siempre incrédulo, indeciso y contradictorio. Odió el republicanismo español por considerarlo un amaneramiento extranjerizante, una retórica vieja con la matriz estéril. Odió también el socialismo obrerista, porque desprecia a los intelectuales y a la inteligencia. Al estallar la guerra civil española, abandonó su famosa casa de Itzea, en un hermoso lugar de la región vasca, cerca de la frontera y a 15 kilómetros de Irún, llamado Vera de Bidasoa, afirmando que no simpatizaba con ninguno de los dos bandos.
Relatando aquel episodio, cuenta Gómez de la Serna que mientras los rojos y los blancos peleaban cerca de su casa por una altura cuya toma por los carlistas él había descrito en uno de los volúmenes de las "Memorias de un hombre de acción", Baroja se asomó a ver la refriega para saber si había acertado en la estrategia vidente de la fantasía. Pero, al reconocerlo, los carlistas resucitados que se habían puesto su boina antigua, lo señalaron al furor de los soldados. Después de un día de cárcel, Baroja fue puesto en libertad y resolvió cruzar la frontera.
-¿ Se puede pasar? - preguntó a dos carabineros, pensando que finalmente iba a vivir algunos de los episodios novelescos que tantas veces había descrito.
- Usted, sí, don Pío le dijo el carabinero, reconociéndolo, y lo mejor que puede hacer es irse.
En París, Baroja fijó su residencia en la ciudad universitaria, desde donde, magníficamente solitario, y c6n su acidez habitual, escribió crónicas y artículos para "La Nación" de Buenos Aires. De este modo, se vio obligado a volver, para subsistir, los ojos a esta Sudamérica a la que un día llamó "el continente estúpido".
En París escribió sus dos primeras obras después de la revolución española: "Ayer y Hoy"; "Historias Lejanas".
En la primera se declaró contrario tanto de las derechas como de las izquierdas: "Nosotros no tenemos, en España un enemigo -escribe- sino dos: los blancos y los rojos, que cada cual a su manera quiere hacer nuestra completa felicidad metiéndonos en la cárcel". En realidad, la posición de Baroja frente a las dos corrientes de ideas que se disputaron la conciencia de España fue en un momento determinado bastante singular. Los nacionalistas quisieron hacerlo suyo editando, durante la guerra civil, una selección de sus obras que mostraba al escritor como una especie de precursor de Hitler o de Mussolini. Los republicanos, por su parte, pensaron en publicar un volumen similar, en favor de su tendencia. Muy pronto, sin embargo, el gobierno nacionalista es pañol colocó en su Indice prohibitivo todas las obras del irreductible escritor vasco.
En "Historia Lejanas", resurge el narrador de antaño con los mismos defectos y cualidades de siempre. Los defectos son: el descuido en el decir (es "el más novelista y el menor escritor en el sentido retórico, de la generación del 98" como decía Gómez Baquero), su manera de dejar que las palabras le fluyan por las comisuras de los labios, como humo de pipa soltado a contratiempo, y sus cualidades, el amontonar sucesos.
En París escribió también su primera obra en francés: "Suzanne et les chasseurs de mouches" (Susana y los cazadores de moscas), de la cual el propio Baroja dijo en una entrevista concedida a "'Les Nouvelles Littéraires": "Esta novela es una broma. Relata la vida de un español, todavía joven, áspero y pesimista, quien conoce a una joven parisiense con la cual inicia una "liaison" abandonando su actitud de salvaje. La muchacha es hija de un pintor preocupado de la higiene y de las infecciones provocadas por las moscas. El pintor rodea a su hija de cuidados excesivos, pues la cree delicada de salud. La joven cae enferma y su padre la lleva a pasar el invierno a Egipto. El español la aguarda, conformándose con sus cartas en las que ella le dice que está bien. Pocos días más tarde, sin embargo, él recibe un telegrama en que se le informa que ella ha perecido en un accidente automovilístico. Entonces el español parte a la guerra".
La conclusión que el propio Baroja agregó a este comentario de su novela, es la siguiente: "Nada vale la pena de preocuparse. El Destino manda".
Asimismo en París escribió Baroja "Laura o la Soledad sin Remedio", editada en Buenos Aires (1940). En esta obra presenta, un poco en caricatura, al círculo de los emigrados rusos y españoles y que él tuvo la ocasión de frecuentar durante los primeros meses de su "destierro" en la capital francesa, donde se encontraba cuando fue declarada la segunda guerra mundial. En su libro ligeramente surrealista "El Hotel del Cisne" (1946), evoca aquella etapa bajo las supuestas Memorias de un personaje llamado Procopio Pagani, y en la segunda parte, como en casi todas sus obras, hace digresiones sobre diversos tópicos, principalmente sobre los sueños de Procopio, que no eran de carácter "pedagógico, como el sueño del jardín (Somnium Veridari), ni poético, como el Sueño de una Noche de Verano, de Shakespeare, ni filosófico, como el Sueño del Gallo de Luciano", sino sueños vulgares más o menos absurdos y más o menos mediocres". De paso, relata también Baroja algunos casos curiosos de criminales famosos de la historia.
Terminada la guerra y con la aprobación del gobierno del General Franco, resolvió regresar a su casa de Itzea, donde se dedicó a escribir sus Memorias, en varios volúmenes y con el título general de "Desde la última vuelta del camino". El primero se subtitula "El escritor según él y sus críticos" y el segundo, "Familia, infancia y juventud". Aquí está Baroja en su elemento, hablando extensamente sobre su tema predilecto: él mismo y lo que los demás han escrito u opinado sobre él, y su propia posición frente al arte, a la literatura, a la política, a las mujeres y, e~ general, frente a la vida. He aquí algunas de sus conclusiones al respecto:
"A mí se me ha ocurrido escribir unas Memorias ahora que ya no tengo memoria. Me he metido en esta tarea por la fuerza de la inercia. Leer, he leído mucho, quizá demasiado; hacer, ¿ qué voy a hacer? No me voy a poner a estudiar matemáticas ni a planear' negocios. No tiene uno la cabeza bastante' fuerte para esto..."
"Yo no he podido nunca pensar en el presente ni en el porvenir de una manera muy segura y tranquila. Siempre he vivido preocupado por alguna cuestión de salud o de dinero, de mi familia o mía; así, naturalmente, no soy un optimista. No hay en lo que he escrito ni serenidad ni confianza; tampoco he conocido gente cuya amistad me haya inspirado esos sentimientos o me haya animado a hacer algo...
"He vivido en tono menor y casi todo lo que he escrito está en ese tono. He sido como el que va por un sendero resbaladizo, lleno de piedras y de baches..."
"Yo no soy un hombre ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, ni muy rubio ni muy moreno. A mí no me gusta nada llamar la atención de la gente que no me interesa. ¿Para qué? ¿Va uno a pretender la admiración de todos los hombres y de todas las mujeres aunque sean tontos y vulgares?...
"La verdad es que ninguno de los retratos que me han hecho sé 'parece a mí; en unos soy muy gordo, corno inflado; en otros, muy flaco. Yo no he tenido el pelo ni la barba rojos, sino más bien rubio amarillento; los ojos obscuros, mirados desde cerca, castaños, con algunas estrías verdosas; pero los que me han conocido han puesto que tennía los ojos negros..."
"A mí me han reprochado tener mal carácter; pero no creo que lo tenga tanto. Mucha gente; la mayoría, identifica el carácter con las fórmulas de cortesía..."
"No sé si se me puede catalogar como escritor romántico o como realista. La verdad, no encuentro mucha diferencia entre una cosa y otra. Realmente no sabría definir lo que es romántico. Lo que sí comprendo es que yo no soy clásico, al menos en el sentido francés...
"Con relación a la moral; soy más bien pesimista. Respecto a las leyes, creo que son en general, malas, porque él, hombre no es bastante inteligente y se deja, llevar por fórmulas conceptuosas y vacías. Ya de viejo, considero las revoluciones generalmente perjudiciales y creo que todo lo sistemático es estúpido y calamitoso. La
experiencia, y aun, si se quiere, la rutina, cuando no es de una injusticia evidente, es lo mejor..."
"Me ha gustado la vida ordenada y la exactitud en las horas... Yo he sido completamente puntual. A la hora de la cita he estado siempre. Cuando vivía con mi madre me marchaba a casa a las seis y no salía nunca de noche.
"También se me ha atribuido un cierto odio por las mujeres y el no haber pintado en los libros el amor como algo brillante y admirable... Al español le indigna que se le diga que su vida amorosa es, en general, pobre, sin dramatismo; pero así es ¡ qué le vamos a hacer! Yo creo que el país rural que no es rico no tiene una ética libre. Solamente en los países industriales y comerciales de clima blando es donde se destaca la personalidad de la mujer y triunfa el amor apasionado.
"En cuestión de amores en un medio distinguido y aristocrático con pocos prejuicios y lugares comunes, hubiera tenido yo más éxito que en un ambiente medio burgués. Para esto me faltaba dinero y posición."
Por último, resumiendo su vida, concluye Baroja: "Soy un hombre curioso que se aburre desde la más tierna infancia".
LAS GUERRAS CARLISTAS
Las guerras carlistas tuvieron su origen en un conflicto de carácter ideológico, político y económico. La transición entre la sociedad del Antiguo Régimen y la sociedad moderna se hizo en España de manera lenta y traumática. La España del siglo XIX estaba escasamente industrializada, y la mayoría de la población seguía dedicándose a la agricultura. La aristocracia continuaba controlando el poder, mientras la burguesía era escasa y poco influyente. En el terreno ideológico, la Iglesia tenía un enorme peso social, escasamente contrarrestado por los núcleos intelectuales de tendencia liberal europeísta, muy minoritarios.
El enfrentamiento entre los liberales y los tradicionalistas estalló a la muerte de Fernando VII, lo que dio lugar a la Primera Guerra Carlista (1833-1840). El conflicto tuvo una motivación dinástica: la heredera del trono, Isabel II, no era aceptada por los defensores de la Ley Sálica, que impedía reinar a las mujeres. Estos consideraban rey a don Carlos, hermano de Fernando VII, por lo que fueron llamados “carlistas”. Pero tras este problema legal se ocultaba el conflicto entre los partidarios del liberalismo, que apoyaban a Isabel II, y los partidarios del Antiguo Régimen, que apoyaban a don Carlos, resumiendo su ideología en el lema “Dios, patria y rey”. La guerra afectó de manera desigual el territorio español, ya que el carlismo encontró un apoyo entusiasta en las zonas rurales del País Vasco, Navarra y Cataluña, pero no halló eco en ninguna ciudad importante. La distribución regional del carlismo no es ajena al hecho de que en esos territorios la propiedad agraria estuviera en manos de pequeños o medianos propietarios y de que se reivindicaran los “fueros”, esto es, una legislación propia y ciertos privilegios que venían de antiguo y que habían sido suprimidos por la monarquía borbónica. No es casual que, posteriormente, tanto en el País Vasco como en Cataluña se produjeran importantes movimientos nacionalistas.
Sofocada militarmente la primera guerra carlista en 1839, los problemas de fondo que la habían originado continuaron latentes, por lo que se produjo una segunda guerra entre 1846 y 1849. El hecho de que no tuviera tanta intensidad como la primera y de que se circunscribiera a Cataluña explica que a veces no se la tenga en cuenta y se hable de “segunda” guerra carlista refiriéndose a la tercera.
La tercera y última guerra carlista es la de 1872-1876. En buena parte fue una repetición de la primera: el mismo escenario territorial, las mismas tácticas militares (guerra de guerrillas, frustrados asedios de ciudades...). Pero esta vez el carlismo intentó presentarse con un aspecto más moderado, no simplemente reaccionario, con el propósito de conseguir la adhesión de los sectores conservadores que veían con temor el proceso revolucionario iniciado en 1868. A partir del derrocamiento de Isabel II se produjo una rápida sucesión de regímenes que intentaron sin éxito conjugar la estabilidad y el orden con la democracia: el gobierno provisional, el reinado de Amadeo de Saboya, la Primera República, el gobierno militar del general Serrano... En esa coyuntura de desórdenes sociales y de debilidad del gobierno central, la insurrección carlista alcanzó su momento álgido, presentándose como la única garantía frente a la revolución social. Pero, cuando a finales de 1874, mediante un golpe de Estado, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II, los sectores conservadores que habían coqueteado con el carlismo apostaron por Alfonso XII, pronto reconocido como rey legítimo por el Vaticano. La insurrección carlista quedó entonces falta de una estrategia política que le permitiera expansionarse más allá de las zonas que dominaba. Reducida a una guerrilla rural, pronto fue derrocada política y militarmente.
LIBRO “ZALACAÍN EL AVENTURERO”
Libro Primero (“La infancia de Zalacaín”):
Capítulo 1:
El libro comienza presentándonos a Zalacaín, y dónde vive. Nos cuenta que viven en una casa que en realidad pertenece a la familia Ohando, (para la cual trabaja la madre de Martín), pero que, como no la utilizan se la han prestado a ellos. También nos habla del mal comportamiento de Martín Zalacaín, de cómo es un muchacho difícil y rebelde, y que se suele pelear con los demás chicos del pueblo. Con respecto a esto nos habla del percance que tuvo un día con Carlos Ohando (hijo mayor de los Ohando) porque éste le culpa de haber robado unas peras de su propiedad. La madre de Martín se disgusta mucho porque no quiere tener problemas con sus “jefes”
Capítulo 2:
En este capítulo se comienza a hablar de Tellagorri, el tío-abuelo de Martín. La madre de Martín no quería que se conocieran a fondo, pues sabía que se llevarían bien, y que el chico acabaría siendo como su tío: un ladrón. Y así fue, Martín se encontró con Tellagorri, y a este le calló bien el chico e intimó con él, al cual entrenó (junto con su perro Marqués) para ser como él. Martín aprende muchísimas cosas, aprende a cazar, a pescar, se aprende todos los rincones de su pueblo...
Capítulo 3:
En este capítulo se habla de la posada del pueblo llamada “de Arcale” en la cual los hombres del pueblo se reunían a menudo para discutir sobre cualquier cosa, cantar, beber…o para todo lo que puede uno imaginarse. Los principales esa noche fueron Tellagorri y Pichía, dos hombres de pensamientos completamente diferentes. Pichía era cura y a Tellagorri no le gustaban ni un pelo, los criticaba, blasfemaba sobre ellos… pero en el fondo se sentían almas gemelas.
Capítulo 4:
En este capítulo se nos habla de la familia de los Ohando, la familia noble más famosa y rica del pueblo. Nos cuenta un poco de su historia y de cómo es en sí esa familia, formada por la madre Doña Águeda, y sus hijos Carlos de Ohando y Catalina también de Ohando (pura lógica). A doña Águeda, Martín no le caía muy bien, pero lo que respecta a su hijo Carlos, este le odia. Sin embargo, entre Martín y Catalina, parece haber algo que los atrae. Catalina es una chica a la que le gusta escuchar a los demás.
Capítulo 5:
En este nuevo capítulo, nos cuenta una historia que a la vez les es contada a Tellagorri y a Zalacaín por boca de Fermín Solaberri: La historia decía que cuando os Zalacaín eran nobles, tuvieron una disputa en contra de la familia de los Ohando (se llevaban tan mal como ahora), y un tal Martín de Zalacaín y un tal Carlos de Ohando (Oh!!!!, ¡¡¡Que casualidad!!!, ¡¡¡Cómo ahora!!!!) se retaron a un duelo. Cuando el duelo iba a comenzar, un amigo del tal Carlos de Ohando disparó a traición a Martín de Zalacaín matándole.
Esta historia le gustó mucho a Tellagorri porque el solo saber que su familia fue noble, le hacía sentirse más importante.
Capítulo 6:
En este capítulo vienen a Urbía un domador de animales con su mujer, un señor ya viejo, unos niños hijos del domador y otras personas pertenecientes al circo. Todos ellos venían con unos carromatos con el material del circo y con animales. Montaron el circo con la ayuda de Tellagorri y comenzaron la venta de entradas. Una de las actuaciones, era un oso con los ojos vendados, y que era atacado por unos perros y por el propio domador, lo cual no le gusto nada a la gente del pueblo que estaba viéndolo. Al día siguiente, Martín volvió al circo, pero como no tenía dinero, la hija del domador le pasó a escondidas, lo cual le valió una paliza de su padre (el domador) al finalizar el espectáculo. En el siguiente espectáculo fueron Martín y su madre, pero cuando el domador fue ha hacer la función con el león, este le atacó, provocando el pánico entre el público, lo que ocasionó varios accidentados, entre ellos, la madre de Martín, que murió al cabo de una semana.
Capítulo 7:
A causa de la muerte de su madre, Martín e Ignacia (su hermana) fueron a vivir con Tellagorri, lo cual fue mal visto entre el pueblo, en especial no le gustó nada a la señora de Ohando. Ignacia se puso a trabajar como niñera de los Ohando y Martín fue a la escuela, pero Tellagorri le sacó de ella, pues se peleaba con sus compañeros. Arcale, el dueño de la posada, viendo que Martín era fuerte, listo (lo cual no entiendo si no fue a la escuela) y de genio vivo, le contrató para ser recadista en el coche de Arcale. Poco a poco, y demostrando que podía superarse, Arcale le fue ascendiendo hasta que llegó a cochero de propiedad titular. Mandaba recados al País Vasco-Francés y traía telas, puntillas y alhajas. Martín fue considerado como héroe al ir a Francia andando por la nieve y encontrarse con tres jabalíes, de los cuales él mató dos y otro hombre mató el otro. Tanta fama le vino mal a Tellagorri, el cual se puso a beber demasiado, y murió unos dais después, pero antes dio unos consejos a Martín, uno de ellos era que fuera a la guerra que iba a haber pero solo de comerciante, y que llevara a Ignacia a casa de los Ohando.
Capítulo 8:
Martín solía ir a casa de los Ohando a menudo con la excusa de ver a su hermana. Pero llegó Carlos de vacaciones del colegio al que iba durante el invierno en un pueblo cercano llamado Oñate. Martín dejó de ir a la casa, y le explicó a Catalina que no iba a volver por allí porque Carlos le odiaba. Días después, Martín se enteró de cierta coquetería entre Ignacia y Carlos. Y Martín, desesperado, dio dinero a un tal Bautista para que se casara con ella, pues a El Bautista le gustaba Ignacia... Y así, Ignacia dejó a Carlos y se fue a vivir con Bautista (un chico que vivía en Zaro, un pueblecillo del País Vasco Francés).
Capítulo 9:
Durante la estancia de Carlos en el pueblo, Martín iba muchas noches a la casa de Catalina para hablar con ella, se subía al árbol y hablaba con ella desde allí, porque Martín no quería que nadie supiera que había estado allí. Pero Carlos se enteró de las visitas a escondidas de Martín a su hermana y al día siguiente esperó a Zalacaín con una escopeta en mano para dispararle con el pretexto de que era un ladrón, pero le salió mal el tiro y falló, dejando que Martín huyera de allí, no antes de herirle en un brazo. Días después Carlos volvió a Oñate.
Libro segundo (“Andanzas y Correrías”):
Capítulo 1:
Al comienzo del segundo libro, se nos habla de cómo Martín, Caspistum y Bautista se dedican a comerciar entre varios pueblos, a la vez que exploran el terreno. Un día de mayo, fueron los tres a Vera, (un pueblo de los alrededores), pero da la casualidad (que pequeño es este mundo) que la señora de Ohando, junto con Catalina, vivían en una casa en Alzate, cerca de Vera. Mientras Martín hacía una visita a su novia Catalina, los otros dos se quedaron en Vera. Y (otra magnífica casualidad), en aquel mismo momento, don Carlos de Borbón (pretendiente al trono), llegaba rodeado de generales carlistas y de algunos vendeanos (tradicionistas, partidarios del absolutismo) franceses. Justo en ese momento se podría decir que había comenzado la guerra.
Capítulo 2:
Pasados unos días, iban Martín, Caspitum y Bautista los tres saliendo de Zaro, se dirigían a los altos del monte Larrún (macizo de areniscas de 900m. de altura, entre España y Francia). Pero como hacía mal tiempo, buscaron un sitio para alojarse durante la noche. Entonces Martín encontró una cabaña abandonada de unos carabineros y allí durmieron. Al salir, al amanecer, como ya hacía buen tiempo, decidieron continuar la marcha. Al poco rato oyeron unos tiros y decidieron que Caspistum volviera al refugio para proteger las mulas, y ellos fueron a ver qué pasaba. Preguntaron al un posadero de un pueblo muy cercano, (cosa que no entiendo, porque podían haber dormido en esa posada) y este les dijo que había entrado la partida del Cura, y al saber que era peligroso, decidieron ir a decírselo a Caspistum. Antes, Martín visitó a Catalina, la cual estaba triste porque su hermano Carlos se había ido a la guerra con el bando de los carlistas, porque su madre estaba enferma y porque a ella la querían meter en un convento de monja. Al salir de la casa, unos hombres también carlistas trataban de obligarles a unirse al su bando, pero como eran más corpulentos que ellos, Martín decidió unirse a ellos.
Capítulo 3:
En este capítulo cuenta como los dos grupos de la partida llegan a una venta próxima a Andoaín (municipio situado entre Tolosa y San Sebastián, en el valle del Loira). Allí conocieron al cura(Manuel Ignacio Santa Cruz Loidi (1842-1926) que quiso aterrorizarles pero no pudo porque Martín estuvo sereno. Tras un buen banquete de cena, algunos jugaron al mus y otros, como Bautista y Dantchari “el Estudiante”, recitaron versos, los cuales les encantaron a la gente que allí estaba. Al irse a dormir Martín le dijo a Bautista que había que estar atento para huir en cuanto surgiera la ocasión.
Capítulo 4:
Los dos días siguientes estuvo lloviendo y se quedaron en el lugar. Martín, preocupado por la tristeza de José Cacochipi (uno de los guerrilleros), preguntó a Dantchari (otro guerrillero) y éste le contó la historia del que antes se llamaba Joshé Cracash (José Cacochipi). Fue un hombre dedicado a la música el cual un día llegó a Arizmendi y preguntó por un músico que enseñara a su hijo y el elegido fue Joshé. Joshé intentó animar a esa familia, pues era muy triste, pero no solo no lo consiguió, sino que, además, consiguió que le echaran de la casa tras haberles gastado una broma con unos vestidos de la mujer y de la hija el día de Carnavales. Él estaba enamorado de la hija de Arizmendi pero tampoco lo consiguió, y en cuanto conoció la partida del Cura se unió a ella.
Capítulo 5:
Al tercer día en la venta asaltaron una diligencia que iba desde San Sebastián a Tolosa. En la diligencia iban dos campesinos vascongados, un cura, un hombre rubio (llamado “el extranjero”), una muchacha morena y su madre. A Bautista, Martín, Joshé Cracash y otros dos hombres armados les mandaron llevar a las señoras y al extranjero. Martín y Bautista estaban preparando la huida con la ayuda del extranjero para lo cual tenían que deshacerse de los guerrilleros (dos hombres armados). Bautista y Joshé fueron a un pueblo próximo a pedir ayuda. La muchacha se quedó con Martín y el extranjero para retener a lo guerrilleros, mientras su madre huía. Al final, Martín resultó herido de bala en el muslo y se desmayó, pero gracias a una compañía de miqueletes, se consiguió hacer retroceder a la gente del Cura.
Capítulo 6:
Cuando Martín se despertó, ya estaba en casa de las dos mujeres de la diligencia, en su casa de Hernani (en el valle del Hurumea, provincia de Guipúzcoa) donde le estaban curando. Rosita (la chica joven de la diligencia) era muy cariñosa y atenta y sentía que le debía mucho a Martín, pues él las salvó de una muerte segura. Ellas iban camino a Villalba a ver a un familiar, que, por lo que les habían dicho, estaba herido, pero finalmente noticia era falsa. Ambas mujeres eran de Logroño. Martín tuvo la ocasión de conocer al hermano de Rosita, el cual era atento pero bastante soso. Cuando se tuvieron que ir, fue una despedida muy afectuosa, Martín prometió visitarlas si volvía por el lugar. Después de todos lo ocurrido, Martín decidió volver a Francia, a seguir con sus negocios.
Capítulo 7:
Ospitalech (un hombre tosco y viejo), ofreció a Martín un negocio que no pudo rechazar: pasearse por entre las filas carlistas recogiendo las firmas en unas letras de tenientes y de sargentos y demás altos cargos militares por muchos pueblos del Pais Vasco generales. Se pagaba mucho dinero pero era muy arriesgado. Aún así aceptó y al contárselo a Bautista, que estaba en Zaro con Ignacia, éste decidió ir con él. Fueron a Zumaya, de ahí a Azpeitia; de Azpeitia a Tolosa; y de Tolosa a Estella. En este capítulo pasan por muchos pueblos; incluidos Azpeitia y Tolosa. Finalmente se detuvieron en Amezqueta.
Capítulo 8:
Allí en Amezqueta después de la cena y de beber, se pusieron a contar historias con las cuales rieron un buen rato. A la mañana siguiente se fueron de Amezqueta y siguieron hablando de la guerra, pero esta vez con gente que encontraban por el camino. Se detuvieron en Echarri, Aranaz y ahí se encontraron al extranjero (aquél que liberaron del Cura en la diligencia). Él también iba a Estella, así que fueron los tres juntos.
Capítulo 9:
Nada más llegar a Estella fueron a buscar una posada, había sólo sitio para uno. Ahí se quedó Bautista; Martín y el extranjero fueron a otro sitio. Martín fue enseguida a buscar al general en jefe. Pero antes tuvo que hablar con otro general, el cual le preguntó que de dónde era y que si había tenido algún percance. Martín dio a entender que era carlista y francés. El general estaba sorprendido, pues había letras hasta para el rey. Después fue a cenar con el extranjero, cena que resultó agotadora por la falsedad de algunos. A continuación dieron un paseo y estuvieron hablando un largo rato.
Capítulo 10:
Martín y Bautista se encontraron en la plaza, como habían acordado. Pero se volvieron a separar, pues no era bueno que les vieran juntos. Martín le escribió una carta poniendo lo que había hecho el día anterior y Bautista le contestó, para el asombro de Martín. Ponía que se alejara, pues estaba el Cacho, (aquél al que hace mucho tiempo Martín ganó en una partida). Éste le tenía mucho odio, así que Martín fue a dar una vuelta por el pueblo con el extranjero, al cual se encontró. En la comida intimaron con Haussonville, Asensio e Iceta (unos personajes que participaban en la guerrilla). Luego de terminar de comer, fueron a un café en el que se contaron muchas historias por las cuales rieron a carcajadas.
Capítulo 11:
Estando Martín en su posada le llegó una carta del general en jefe para que recogiera sus firmas. Le mandaron cambiar de habitación, pues habían llegado unos heridos. Él se cambió y se levantó a las tres de la mañana porque oía los gritos del herido, el cual estaba en la habitación de al lado, Martín se asomó a ver que pasaba, y como estaba oscuras, no se dieron cuenta de quienes eran los que estaban en la habitación, pero cuando Martín encendió la luz para ayudarle, se dio cuenta de que el herido era ni mas ni menos que Carlos de Ohando, el cual le empezó a gritar, por lo cual Martín se marchó. Fue a ver al pretendiente al trono don Carlos, le entregó las firmas y se marchó. Le dio las firmas a Bautista y éste le contó que Catalina estaba en el pueblo. Él fue a verla y ella estaba dispuesta a hacer todo lo que Martín quisiera para salir de allí. Fue a ver a Bautista y tenían coche para dentro de dos días. Al dirigirse a su posada dos le metieron en la cárcel por silbar, es decir, que estos buscaban cualquier excusa.
Capítulo 12:
Martín, viendo que no lo liberaban decidió escapar. A la segunda noche, con las dos mantas que había pedido, hizo una cuerda y el barrote que había en la ventana lo quitó. Así huyó, por la ventana. Luego encontró a Bautista y le dijo que tenían coche, Martín espero dos largas horas. Escribió una falsa carta para Catalina (en la que ponía que su hermano Carlos se encontraba muy enfermo y que le fuera a visitar) y así poder huir aprovechando la ocasión de que estaría fuera del convento, pero como en el convento no se fiaban de Catalina, mandaron con ella a la madre superiora y al demandador. Al final, en camino de la huida, Martín lo comentó todo y así pues, se podría decir que estos dos últimos (demandador y superiora) estaban secuestrados. Tuvieron varios percances, así como una lucha con dos oficiales. Los caballos heridos, tuvieron que ser retirados y cambiados por otros, tuvieron que arreglar la correa del coche dos veces y huir en medio de los tiros de los otros oficiales. Al llegar a Viana, su carruaje se vino abajo y los guiris (liberales) los llevaron prisioneros a Viana. Martín llevaba robado el uniforme de un general carlista.
Capítulo 13:
Hicieron entrar a todos en el cuerpo de guardia, donde (por el uniforme que llevaba Martín) le atendieron muy bien. Le curaron, los llevaron a Logroño, y tuvo que convencer a un oficial de que lo que le decía era cierto (que era un oficial). Se ayudó en que conocía a la familia de Rosita, ya que su padre un oficial de alto cargo por aquellos lugares. Pero al ir a casa de Rosita, se descuidó de Bautista y Catalina, y al ir a buscarlos a eso de las 11 de la noche se le presentó un señor, era el criado de una amiga de la infancia que quería verle. Martín no se lo creía y pensó que era una broma. Finalmente esa chica era Linda (la hija del domador del circo de Urbía -capítulo 6-) Se quedó en esa casa a dormir, a la mañana siguiente ordenó Linda al criado que fuera en busca de Bautista y Catalina, pero no los encontró.
Capítulo 14:
Martín encontró por fin a Bautista después de 8 días, pero Catalina había desaparecido, y ellos creían que con la monja. Así que decidieron ir en su busca. Además querían encontrar al capitán Briones, al cual encontraron y, junto con unos oficiales estuvieron jugando a las cartas hasta que ganó Martín. El capitán Briones les invitó a ir con ellos cuando tomaran La Guardia pero Martín dijo que la podía tomar él sólo o con ayuda del Bautista, pero nadie se lo creía, cuando Martín y Bautista iban dispuestos a ir a colocar una bandera en lo alto del pueblo, los guardias de la posada intentaron retenerles de hacer tal locura, pero el esfuerzo fue en vano, pues Martín y Bautista marcharon a La Guardia. Cuando entraron en La Guardia no oyeron a nadie, por lo cual colocaron la bandera pensando que el pueblo estaba abandonado, pero cuando se iban de allí, les empezaron a disparar, con la suerte de resultar ilesos.
Libro Tercero (“Las Últimas Aventuras”):
Capítulo 1:
Este capítulo cuenta hechos de una manera rapidísima. Catalina escribe una carta a Martín diciéndole que estaba en Zaro. Ella estaba enfadada con él, pero se reconciliaron pronto y celebraron la boda entre alegrías y fiestas en casa de Bautista. Una vida tranquila mientras la guerra seguía, pero Martín seguía viajando a España con Bautista, todo por afición, porque dinero ya tenían y no les faltaba de nada (gracias a las letras). Catalina quería retenerle en el pueblo con el pretexto de que estaba embarazada, pero a Martín no le gustaba la vida sedentaria.
Capítulo 2:
Pasado un tiempo, cuando se proclamó la monarquía, Martín decidió hacer una visita a su pueblo natal Urbía. En el lugar la guerra había sido muy dura, y no había dejado casi ninguna casa en pie, pero cuando se acerca a su ex-casa, se da cuenta de que está ocupada por un mendigo, pero cuando entra para ver quién es, descubre que es el extranjero (otra vez). Se pusieron a hablar sobre los últimos acontecimientos de la guerra y las anécdotas que les han pasado desde el último encuentro.
Capítulo 3:
En este nuevo capítulo, empiezan nuevamente las aventuras de Martín. Los liberales querían impedir la retirada de los últimos carlistas a Francia. Zalacaín y Bautista se acercaron al campamento liberal a ver como estaban las cosas, dando la casualidad de que allí se encontraba el señor Briones (el padre de Rosita) que aseguró a Martín haber hablado mucho de él a su general y que este quería conocerle. Se conocieron y el general le pidió que fuese de guía de sus tropas para tender una emboscada a los carlistas, pues él conocía todo el territorio palmo a palmo. Este aceptó.
Capítulo 4:
Martín sale de la liberal hacia el descampado donde van a emboscar a los carlistas. De camino entabla conversación con el padre de Rosita hasta que el grupo ha de dividirse en dos, por si los carlistas les tendieran una trampa. Cuando el grupo de Martín llegó hasta arriba, tuvieron que matar a unos carlistas que estaban cantando sin inmutarse, mientras en el otro grupo se hizo una matanza (a favor de los liberales) tras lo cual los carlistas salieron pitando hacia Francia.
Capítulo 5:
Este es el capítulo que más llama la atención. Estaban Martín, Catalina y Bautista en una posada de un pueblo de por allí cerca, cuando entró Carlos de Ohando, y, al verle Catalina fue a él, pero este se puso a insultarla y a escupirla, tras lo cual Martín se puso como una fiera y cogió a Carlos por el cuello para obligarle a pedir perdón a su hermana. Carlos se puso a gritar ayuda, estando por allí “el Cacho”, el cual agarró un fusil y mató a Martín, haciéndose la historia igual que en la leyenda de “Martín López de Zalacaín”. El Cacho fue disparado al intentar huir y fue enviado a un presidio francés. Catalina con su hijo fueron a Zaro con Bautista y La Ignacia.
Capítulo 6:
Este capítulo es muy triste. Describe de manera muy detallada el pueblo de Zaro, cómo si no conociera nada de la historia antes detalla, indicando que es un pueblo muy tranquilo y muy silencioso. Y termina con la tumba de Martín Zalacaín, en la cual pone que murió el 29 de febrero de 1876. Curiosamente el día en que don Carlos abandonó España y se inicia, oficialmente, la paz. Muchos años después de su muerte, una tarde verano, entraron tres viejecitas vestidas de luto en el cementerio. Todas depositaron una rosa en la tumba. Linda, una rosa negra; la señorita de Briones, puso una rosa roja; y Catalina (que iba todos los días) colocó una rosa blanca cómo símbolo de lo que significó en la vida de cada una Martín:
Negra: representa la juventud rebelde y pasada
Roja: pasión de los momentos entre Rosita y Martín
Blanca: es el haber vivido siempre con el y color de respeto
Capítulo 7:
Termina el libro con un homenaje a Martín Zalacaín. Un homenaje con unos epitafios del versolari Echehun de Zugarramurdi y de Juan de Navascués.
Personajes “Zalacaín el Aventurero”.
Principales: Martín, Catalina, Carlos, Tellagorri, Bautista, Linda, el extranjero y Rosita.
Secundarios: La Ignacia, madre de Martín, el domador, Caspistum, el Cura, José Cacochipi (Joshé Cracash), el posadero de Arcale, la madre superiora y el Cacho.
Descripciones + importantes:
Martín: Martín es el típico “calavera” que tiene que haber en todos los lados. Anda haciéndose el duro por todos lados, es un joven de comprensión atlética, es un cabezota, rebelde, salvaje, y ni el mismo sabe por parte de que bando de la guerra está, esto es en vez de cómo le convenga, creo que puja más por el lado liberal, pero si está claro que lo que más le importa es el beneficio propio y quedar bien delante de los demás.
Bautista: Antes era un aprendiz de panadero, hasta que gracias a Martín se casó con la hermana de este. Sale casi todo el libro con Martín, pero no es como pensarían mucho su “perrillo faldero”, sino que está allí donde se requiera su ayuda. Es bastante fuerte (como se puede observar en el libro), y es dueño de sus actos; es decir, sino quiere hacer algo no lo hace, y si quiere hacerlo no lo hace (lógicamente).
Catalina: Es una persona encantadora, guapa, que ya desde pequeña llamaba la atención de Martín. Es una chica paciente, lo cual se puede observar en como trata a Martín cuando se pelea con los otros chavales de pequeño es fiel a Martín en todo momento, y también se podría decir (me había olvidado) que es una persona alegre y sencilla.
estructura
PLANTEAMIENTO (libro primero)
Martín es un niño de mediana edad, que vive con su madre y su hermana en una casa en un pueblo llamado Urbía. Son pobres, la madre trabaja para una familia noble, la hermana estudia, y Martín directamente no hace nada. Martín conoce a su tío-abuelo Tellagorri, el cual le enseña a robar, a no tener miedo y a vivir con el menor esfuerzo posible. Se enemista con Carlos de Ohando y se enamora con la hija de este. Su madre muere en un circo que pasaba por allí, y Martín empieza a entender lo dura que es la vida.
nudo (libro segundo)
La guerra empieza, y Martín y un amigo llamado Bautista se alistan a la fuerza a los carlistas, especialmente en una banda del llamado “el Cura”, consiguen escapar, conocen a la familia de Briones y vuelven a las andadas, y continuando con sus negocios.
Un hombre le ofrece un trabajo que consiste en pasearse entre las líneas enemigas, haciendo que los generales carlistas firmen unas letras por lo cual le iban a dar mucho dinero; lo consiguió y se hizo rico, y se casó con Catalina.
desenlace (libro tercero)
Martín ayuda a los liberales a deshacerse de los últimos carlistas que huyen hacia Francia.
Martín se enfrenta a Carlos de Ohando, pero un amigo de este le dispara por la espalda, muriendo así Zalacaín. Muchos años después aparecen tres mujeres clave en la vida de Zalacaín: Linda (hija de un domador), Rosita (la señora de Briones) y Catalina (la mujer de Martín.
tema
El tema de este libro parecía difícil de darse cuenta cual es, pero si te fijas es
bastante fácil y simple: yo creo que esto quiere hablarnos de cómo el ser rebelde y pasar de todo y no tener un rumbo fijo en la vida, al final acabaras mal. Yo creo que ha exagerado un poco todo esto, hablándonos de la guerra y de cómo se jugaba la vida por dinero. Pero si haces eso sin exagerar tanto (no haces caso, eres un salvaje…) al final (me repito otra vez), acabaras muy mal.
vocabulario
Terreno encharcados con hierbajos y espadañas: Planta herbácea, de la familia
de las tifáceas, de metro y medio a dos metros de altura, con las hojas en forma
casi de espada
Poternas llenas de hierros: En las fortificaciones, puerta menor que cualquiera de
las principales, y mayor que un portillo, que da al foso o al extremo de una rampa
En los glacis, altas y románticas arboledas: En una fortificación
permanente, declive desde el camino cubierto hacia el campo
Como se llame por antonomasia: Se usa para detonar que a una persona le
Conviene el nombre apelativo con que se la designa.
En los intersticios de esas losas viejas: Espacio o distancia entre dos tiempos o lugares/Hendidura, hueco.
Con sus balcones volados y su gran portón cerrado: despeñadero/ precipicio
Se fabrican las abarcas, y no necesitaba de nadie: En algunas regiones, zapato de
madera o también llamado zueco
Estudiaban la doctrina y el Catón: Libro compuesto de frases y periodos cortos
para ejercitar en la lectura a los principiantes
Y no solo se indignaba como un cerero: Persona que labra o vende la cera
Hambriento y mutilado, se afinojo, prísole en sus brazos: Ahinojar ! arrodillar
Unos pantalones de percal rojo: Tela de algodón blanca o pintada más o menos fina, y de escaso precio
Disfrazados de boyerizos: que guarda bueyes o los conduce
Envuelto en una anguarina parda: Gabán de paño burdo y sin mangas, que, en tiempo de aguas y frío, usaban los labradores de algunas comarcas, a semejanza del tabardo.
Una compañía de miqueles avanzaba por la carretera:Individuo perteneciente a la
Milicia foral de la provincia de Guipúzcoa.
Y lo rellenó de esa casca: Hollejo de la uva después de pisada y exprimida.
Asensio el decomisador de carne: Incautador de una cosa que ha caído en
decomiso como pena
También usted es posma: Persona lenta y pesada en su modo de obrar
Opinión personal
Personalmente, no es que me haya entusiasmado esta obra, aunque si que me gusta bastante más que “el árbol de la ciencia”, quizás porque el vocabulario es bastante mas sencillo y el modo de relatar es más para jóvenes, pues a nosotros (a los que leemos a menudo), nos suelen gustar más los libros de aventuras. Quizás lo que menos me gusta del libro es el personaje, porque el guión y la idea del libro en general es bastante buena, pero el modo de ser de Martín no me gusta nada, a lo mejor es porque no me gusta demasiado la gente que van por ahí de chulitos y de macarras con tal de llamar la atención, son en general los que Larra demoninaba como los “calaveras”. Pero e realidad hay una cosa que si que me llama la atención de Martín, es el como si se le mete una idea en la cabeza, ya no hay quien le haga volver atrás, y asi es como deberíamos ser todos (para bien).
“Y con esto y un bizcocho espero sacar un ocho”! frase célebre que espero me sirva para algo.
Í N D I C E
*Portada: I
*Autobiografía de Baroja: II
*Las guerras carlistas: VIII
*ARGUMENTO
-Libro 1: X
-Libro 2: XII
-Libro 3: XV
*Personajes: XVII
*Descripciones: XVII
*Estructura: XVIII
*Tema: XVIII
*Vocabulario: XIX
*Opinión personal: XX
*Bibliografía: XX
*Indice: XXI
I
XX
Descargar
Enviado por: | Pedro López Andradas |
Idioma: | castellano |
País: | España |