Antropología


Yámana


Introducción

Los yámana eran grupos de canoeros, nómades (con un alto grado de movilidad), cazadores y recolectores, que habitaban en el canal de Beagle, entre la costa sur de la isla Grande de Tierra del Fuego y el Cabo de Hornos (islas Wollaston), siendo su limite occidental el sur de la Península de Brecknock y el oriental las cercanías de la Bahía Aguirre.

El pueblo yámana se subdivide en familias individuales, las cuales son la forma de organización fundamental de todo el orden social de esta etnia, institución que aparece regulada en su origen y persistencia a través de principios sólidos e inalterables mantenidos mediante la tradición y las costumbres. El principal de estos principios era la prohibición del incesto, estableciendo una clara diferencia entre los parientes consanguíneos, con los cuales no se podían casar, y los parientes afines con los que era permitido contraer matrimonio. El núcleo familiar (básico) estaba compuesto por padres e hijos, y era independiente y cerrado. Este se originaba y consolidaba a través del vinculo del matrimonio.

Nuestro interés en dicha temática (el matrimonio) radica en la importancia que posee este en el desarrollo de la unidad básica de parentesco (la familia), siendo esta vital para la subsistencia del grupo y sus tradiciones. Así, el mestizaje se vislumbra como una de las causas que contribuyeron al deterioro de esta etnia, distorsionándose las antiguas practicas culturales, como el matrimonio.

Además se debe agregar que la información referida sobre el proceso matrimonial yámana tradicional es escasa contradictoria (según las crónicas de Fitz-Roy o Hayden) en comparación con otras temáticas relacionadas con este grupo, siendo tratado este tema con mayor minuciosidad por Gusinde, por lo cual su investigación será el pilar fundamental en el tratamiento de este tema; el cual será expuesto con un desarrollo temporal de los diferentes acontecimientos que se originan en el proceso que da origen a esta institución, priorizando las costumbres culturales relacionadas con este fenómeno y no las anomalías sociales, ya que están son de una gran diversidad debido a la temática a tratar.

I. Proceso pre-matrimonial

La vida de los grupos yámanas se caracteriza por la preponderancia de ciertos grupos sobre determinados territorios, los cuales si bien no son de uso exclusivo de dicho grupo, este ejerce un gran predominio de los recursos existentes en esa región. Esta vida solitaria, a nivel familiar e intergrupal dificulta las posibilidades reales de interacción entre los diferentes jóvenes (hombres y mujeres), el cortejo y la elección de sus parejas. Por esta razón es que para los futuros jóvenes eran de vital importancia aquellos esporádicos acontecimientos que reunían a diferentes grupos, como el hallazgo de una ballena varada en la orilla de las playas, las ceremonias de iniciación (chiejaus), festividades de matrimonio, la muerte de algún individuo, breves alianzas o ciertas reuniones, en las cuales los niños y niñas se reunían y jugaban libremente.

Durante los años del comienzo de la madurez física los dos sexos deben mantenerse separados, incluidos a los hermanos, ocupar cubre sexo, diferenciándoles los roles mediante juegos y se les va preparando para las diferentes implicancias y situaciones que abarcaba el matrimonio, a través de discretas indicaciones y consejos, centrándose así la atención de los jóvenes en la futura vida de casados. Según Orquera esta distinción se realizaba a partir de los cuatro años en las niñas y en los niños desde los diez. Se van incorporando poco a poco en algunas tareas de los adultos.

La edad núbil (apta para casarse) de los jóvenes yámanas no cumplía con requisitos o límites de edad, ya que no llevan una cuenta de los años de vida. La condición ineludible para poder contrae matrimonio por primera vez era el haber participado de la ceremonia de iniciación a la pubertad (chiejaus), en la cual se instruía a ambos sexos (previamente separados) en el comportamiento bueno y adecuado frente a los demás (la forma de actuar), los requerimientos y costumbres sociales, la división del trabajo, los deberes mutuos como esposos, educación sexual, posterior educación de sus hijos y una madurez espiritual. La ceremonia de iniciación de los varones ponía mas énfasis en el adiestramiento de las diferentes prácticas necesarias para procurar su subsistencia y la de su futura familia, fortalecimiento del carácter y la capacidad de esfuerzo, además de los cuidados necesarios para con sus futuras esposas en los periodos pre y post natal, es decir, debían demostrar a la comunidad que estaban capacitados para poder llevar una vida independiente y eficaz. La gran mayoría de estos jóvenes realiza la ceremonia del chiejaus por segunda vez, ya que esta era la única manera de acceder a las ceremonias masculinas (kina). Por otra parte las candidatas a participar en la ceremonia de iniciación a la pubertad debían presentar ciertos signos de madurez física, como la primera menstruación (cerca de los 14 años).

Ellas recibían instrucciones precisas sobre la maternidad y los preparativos y cuidados del lactante, y la mantención de una actitud recatada y sumisa, la cual era bien vista en las mujeres. Cuando culmina la ceremonia del chiejaus los jóvenes (ahora adultos) son despedidos y “...ya no aguantan vivir por mucho tiempo solteros”. Quizás esto se debe en gran medida a la escasez de mujeres que existía en esa época a raíz del desequilibrio demográfico sufrido por esta población, producto principalmente de las epidemias, el mestizaje y la influencia europea.

La edad en la cual acostumbran a casarse los jóvenes es relativa, pero fluctúa entre los 14 (T.Bridge 14-16) y los 19 años (Gusinde 17-19), siendo común que los individuos mas débiles se casen mas tarde que el resto de los jóvenes, y la soltería para aquellos hombres que poseen defectos físicos (desde malformaciones hasta cicatrices expuestas). Además de la exigencia de haber celebrado la ceremonia de iniciación a la pubertad, los parientes aconsejan a los jóvenes que para contraer matrimonio se debe poseer un criterio formado y maduro, y la fortaleza física para poder cumplir a cabalidad con las exigencias que implica la mantención de una familia en este medio adverso. A su vez para las mujeres (muchachas) no solo es importante la madurez, sino también el ensanchamiento de las caderas producido en las primeras menstruaciones. La madre retiene en la choza a su hija hasta que ella y las vecinas consideran que la joven ha alcanzado la fuerza física suficiente (alrededor de los quince años) para lograr con éxito la primera maternidad, y así engendrar un hijo fuerte.

En lo que al cortejo (wënána) se refiere es el varón el que hace la primera tentativa de acercamiento (ella nunca toma la iniciativa), aprovechando las oportunidades de encuentros y reencuentros fortuitos, y esporádicos según sea el destino de estos jóvenes nómades dependientes (a esta edad) del grupo y sus movilizaciones, de esta manera se va

formando un vinculo que no es expresado de forma tácita, ya que existe una estricta separación entre los jóvenes de diferentes sexos, vigilada por los adultos. Aunque si ven que estos pronto se unirán en matrimonio les dan algunas licencias. Existe otra forma en que se va generando este vinculo afectivo, la cual era muy común entre los yámana:

“Cuando niños todavía son pequeños, este varoncito prefiere jugaron esta niña, a otros dos les sucede los mismo y a aquellos otros dos también. Lo extraño es que esto los une cada vez más. Por ello sucede que, en los años de la madurez, esperan con ansias el día en que uno pueda correr al encuentro del otro. ¡Finalmente se casan!”.

Tanto el cortejo como el galanteo (“noviazgo”) no tienen una especificidad temporal, se valen de amplias libertades, ya que puede conocerse y casarse en pocos días si cumplen con el requisito (chiejaus).

Existe una creencia entre los yámana que mientras más a menudo la pareja de jóvenes se vean y más tiempo estén juntos mas felices serán cuando consumen el matrimonio y tengan su propia choza. Se aprecia claramente las dificultades que tienen que sortear los jóvenes para cortejar a una joven que ven poco y de manera restringida, de ambas formas sujetos a factores circunstanciales. Los jóvenes amantes nunca hablan expresamente de sus amoríos y secretas citas con los adultos. Tampoco existe entre ellos una declaración formal de amor, sino que se corresponden mediante la actitud, siendo prohibidas las relaciones prematrimoniales, las cuales si bien existen, por lo general suelen darse después de consumado el matrimonio. Esto debido en gran parte a la vergüenza que significaría para ambos si alguien se enterara que mantienen relaciones sexuales prematrimoniales, lo que conlleva a una sanción social hacia la mujer y un castigo hacia el hombre, que puede ser tan grave como la expulsión del grupo. Pero para la cultura yámana, que vela principalmente por la integridad de los hijos, una de las mayores sanciones sociales están dirigidas a aquellos jóvenes que tienen relaciones prematrimoniales y desconocen la paternidad de sus hijos, o que no se hacen responsables por estos (educación y sustento). Encargándose (comúnmente) el tío paterno por el niño, perdiendo así a su máximo confidente y apoyo, su tío paterno; originando automáticamente la expulsión de este individuo del grupo. Existen autores como Bridges y Orquera que argumentan que la virginidad no era muy apreciada, y que las relaciones sexuales se establecían precozmente y con plena libertad hasta el matrimonio; lo cual ponemos en duda debido a la importancia que los yámanas atribuían a la ceremonia de iniciación a la pubertad, siendo esta la ceremonia principal de estos grupos.

Cuando ya existe la intención de casarse entre los jóvenes, el deseo de permanecer juntos (en las visitas esporádicas) que se ha ido intensificando con el tiempo lleva desde los comienzos una implícita intención de casarse, llegando a un punto en que el novio comunica abiertamente su decisión a los amigos, elogiando las virtudes de su elegida. Mediante la tradición oral sus intenciones comienzan a llegar a oídos de sus parientes y los de la novia, estableciéndose un rumor general en varios grupos. La joven enamorada se mantiene reservada al respecto. Los parientes comienzan a realizar ciertos preparativos, aunque el novio no comunica expresamente esta decisión a los padres.

II. Elección del cónyuge

Los jóvenes yámana al igual que los de otras culturas poseen un ideal de pareja, basado en atributos físicos, de personalidad y virtudes sociales; ideal no siempre conquistado.

Para los varones estos atributos están delineados por los adultos en la ceremonia de iniciación a la pubertad, no así para las niñas, quienes adquieren la noción del ideal de pareja a través de los consejos de su madre, y el resto de las mujeres de la comunidad.

Por lo general los varones una mujer bien formada y de aspecto agradable. Una cara pequeña y regular, ojos claros y tranquilos, una boca delicada con labios finos, un cuerpo esbelto (ni flaco, ni pesado) y algo rellenita, una voz suave y movimientos sueltos o armónicos. Por lo general prefieren las mujeres tranquilas, en ningún caso violentas o irritables, alegres, que demuestren simpatía, compasión y sean discretas. También que sean ordenadas y preocupadas de la limpieza (personal y de la choza) y que demuestren un gran afecto y carisma tanto por sus padres como por los niños.

Las mujeres también poseen un estereotipo ideal de pareja, como un joven sano, vigoroso y bien proporcionado, que no posea mutilaciones, quemaduras o cicatrices que lo desfiguren, así también como posibles quebraduras que le impidan una libertad de movimientos. Una figura esbelta, erguida, ágil y flexible. El varón debe demostrar coraje, valentía y hombría, lo cual no implica la violencia. Además debe tener un temperamento activo y despierto, poco irritable, divertido y alegre, así como un gran espíritu de iniciativa propia.

Existe una diversidad de argumentos con relación a la forma en que se elige al cónyuge (contrato comercial o conveniencia, rapto y libre elección). Según Bove la relación entre los esposos debe ser considerada como un contrato comercial, eligiendo el padre de la hija el que crea conveniente de acuerdo a sus atributos físicos y la complacencia en la negociación, es decir, aquel que sea conveniente tanto para la muchacha como su familia. Así también tanto Haydes como Bridges aseguraban que la novia estaba sujeta a un sistema de compraventa, cuyo pago se realizaba en trabajos, pieles, alimentos y regalos. Outes llega mas halla con este argumento, ya que señalaba que si el marido no estaba conforme con su adquisición (la esposa) este podía devolverla, recuperando así su inversión. La teoría del rapto de la novia creemos que debe ser descartada o entendida de otra manera, ya que este acto no implica necesariamente el consentimiento de la muchacha, por lo cual ella podría fácilmente escapar de su cautiverio. Otro argumento para refutar esta teoría es que si la costumbre de la elección conyugal estuviera sujeta al rapto de la novia, no serían tan importantes los atributos y enseñanzas del chiejaus, así como la perdida del sentido de la ceremonia nupcial, fundamental como ocasión de reunión para los diferentes grupos. Con estos argumentos no queremos ser excluyentes de esta practica, ya que se puede haber dado en determinadas circunstancias, como la desaprobación del futuro cónyuge por parte de los parientes de la novia, o simplemente un capricho de ambos para rehuir la ceremonia matrimonial. De esta manera vislumbramos, al igual que Gusinde, que la regla general en la elección del cónyuge era de común acuerdo entre los enamorados, es decir, una libre elección. La cual no estaba completamente libre de influencias, ni tampoco de regalos por parte del novio para complacer a sus futuros suegros. “Lo que algunos europeos mal informados consideraban que era el precio de la novia, en realidad eran los regalos que el novio o yerno presentaba en su alegría y satisfacción, por cortesía y agradecimiento al padre de su elegida. Esta costumbre formaba parte de las obligaciones del yerno para con su suegro”.

En la elección del cónyuge es el deber especial del tío velar por la libre elección de estos, podiendo incluso mover a la opinión publica, aunque la decisión final es la del padre de la novia, la cual queda automáticamente anulada con el nacimiento de un hijo. NE n el caso de que el padre de la novia no aprobara al futuro cónyuge, se deduce que la opción de estos era la procreación o fuga y aislamiento, hasta que los ánimos se calmaran. Esta libre elección conyugal también se amplia a una posible segunda esposa.

El papel que desempeña el tío paterno (indáruwa) por parte del joven en la elección de su cónyuge y futuro matrimonio es de vital importancia, y un poco menor el que desempeña la tía materna sobre la muchacha. Cuando a los ojos de los mayores el galanteo entre los jóvenes ya se ha prolongado demasiado, es el tío paterno el que habla con el muchacho y le aconseja el matrimonio. A su vez es este personaje el que propone al padre del joven las intenciones que este tiene de casarse. Si el joven carece de tío paterno, es su tío materno (íman) el que intercede por él, lo mismo realiza la tía paterna por el lado de la joven. Los hijos nunca informan directamente a sus padres el deseo o los planes de contraer matrimonio. Aunque estos son los que deben tomar la decisión final, la cual tiene un carácter de legalidad, ya que se basa en la demostración de que los jóvenes enamorados no están unidos por lazos de sangre. Este arreglo es llevado a cabo en unos cuantos días, luego la noticia es divulgada conquistando el apoyo de la sociedad, misión encargada al tío y la tía de los novios. Aquellos que contraen matrimonio por segunda vez no deben cumplir con dichas formalidades, no obstante estos recien casados comunican su unión a la comunidad.

Si bien la elección del cónyuge es generalmente de carácter libre, existen en determinados casos la obligatoriedad o deber moral de casarse, o encargarse de la viuda de un hermano, y su respectiva prole. Además se debe señalar que existen ciertos impedimentos matrimoniales, que restringen las posibilidades en la elección de la pareja.

III. Impedimentos matrimoniales

Existen expresos impedimentos que reglamentan la institución del matrimonio.

El más estricto es la unión entre parientes consanguíneos (prohibición de incesto), referido también al matrimonio entre hermanastros, entre tío y sobrina, tía y sobrino, y entre primos. En general existe un impedimento de casarse con cualquier individuo con el cual se posea algún tipo de parentesco. Según Bridges, incluso entre los primos de segundo grado. La prohibición del incesto esta estrictamente regulada, pero por lo general no se producen conflictos al respecto, ya que el mandato de buscar pareja fuera del grado de parentesco coincide con los limites territoriales de la familia, resultando de esta manera una casi automática exogamia local.

Tampoco es permitido que un hombre tome por esposa primero a una madre (viuda) y luego a su hija (o viceversa). En el primero de los casos su relación hacia esta ultima sería de padrastro, y ella tiene hacia él deberes y obediencia; Esta prohibición sigue vigente incluso después de la muerte de la madre. Ya que este tipo de relaciones es parte del parentesco adoptativo (padrastro-hijastra).

Otro de las restricciones o impedimento de matrimonio se basa en el padrinazgo generado en el chiejaus, originado a través de la relación entre el joven que participa de dicha ceremonia y el adulto al cual le es encomendada la protección del púber. Esta relación, originada en la ceremonia de iniciación, es considerada como la de padres a hijos, lo cual genera ciertos derechos y obligaciones.

Además se debe agregar que es mal visto el matrimonio un hombre con dos mujeres hermanas, si bien no esta prohibido este debe fundamentar este acontecimiento, ya que la opinión publica exige una razón. Esta puede ser de diversa índole, pero por lo general son razones de salud, o viudez con una gran cantidad de hijos. Aunque este tipo de relaciones exige ciertas fundamentaciones, es muy común que ocurran entre los yámana.

IV. Ceremonia nupcial

Antes que nada se debe agregar que existen varios autores que interpretaron el matrimonio como un hecho poco relevante en la sociedad yámana (Bridges), y otros como De Agostini, que argumentan que el matrimonio “entre los fueguinos no va acompañado de ninguna ceremonia”, lo cual creemos que es un juicio errado.

Como se mencionado con anterioridad los yámana nunca se ligan al matrimonio formulando una declaración solemne, y tampoco conocen la petición de mano segun las formalidades acostumbradas en otras culturas. Es el hecho de festejar la boda con ciertos signos manifiestos lo que otorga la legalización del contrato nupcial, la cual esta rodeada de una serie de manifestaciones previas caracterizadas por actitudes y preparativos.

Según En los días anteriores o posteriores a la boda, el novio se comporta de modo muy servicial y complaciente con sus suegros, para que otorguen sin reservas su consentimiento. El novio realiza regalos, y para esto averigua las necesidades o deseos del padre de su novia, de manera de que este quede conforme. Una de las maneras comunes de forzar el consentimiento de los padres de la novia es colocando gran cantidad de leña enfrente de esta. Cuando es entrada esta leña el joven tiene la certeza de que sus futuros suegros lo han aceptado. No le esta permitido tener relaciones libres y sinceras con ellos, según la costumbre es impropio dirigirles la palabra o mirarlos a los ojos. Debido a esto cuando ambos tienen un comunicado que hacerse, como por ejemplo pedir un favor, lo hacen hablando solos en voz alta, cerciorándose de que la intención implícita en el comunicado sea recibida. Por ejemplo: “...estoy viejo para cortar leña.”, acudiendo en yerno o futuro yerno en su auxilio. La nuera tiene la misma obligación para con su suegra, la cual después de un año se va atenuando, pero nunca desaparece, ya que es considerado como una forma de gran respeto hacia los suegros, y es parte de las tradiciones. Solo se puede alternar libremente con los abuelos, ya que en la relación con los cuñados también existe algún grado de recelo.

Mientras tanto son los padres respectivos los que tratan el plan matrimonial.

De todo lo que rodea y acompaña a los que se casan por primera vez, la pintura facial de las parejas es la señal más evidente en la ceremonia de matrimonio, comunicando de esta manera a toda la tribu la libre decisión de ambas partes. Este vistoso signo es que declara la unión legalmente valida. El diseño de esta pintura facial consiste en tres líneas rojas paralelas y horizontales, de un ancho regular, cuyo trazado comienza a ambos lados del borde de la aleta nasal y que se prolonga por las mejillas hasta el lóbulo de la oreja. Esta pintura es renovada todos los días. Los jóvenes comienzan a pintarse la cara cuando los parientes, comúnmente el tío, les comunica pronto tendrá lugar el banquete. Se informa a los parientes quienes llegan de distintos lugares con mucha carne, la cual se junta y se prepara en la choza que las mujeres han preparado para asar. Sin convenir un día en particular, sino más bien mediante una decisión espontanea del grupo, se da lugar esta solemne ceremonia. Se hace saber este acontecimiento con anticipación para que el grupo se prepare. También se pintan la cara, pero con líneas finas verticales rojas, que van desde el párpado inferior por la mejilla hasta los labios. Mientras tanto los novios se pintan nuevamente, cada cual en la choza de sus padres, y se arreglan un poco con algunas pieles como vestimentas. Finalmente las mujeres asan la carne en una gran fogata frente a la choza en la que se realizara la celebración. Entonces algunas mujeres, seguidas por niños y vecinos escoltan a la novia a la choza en la que vive el novio, aunque puede darse a la inversa. Otras veces el novio seguido por la escolta va a buscar a la novia y la lleva a la choza de sus padres. Una vez que todos se encuentran ahí, comienza la fiesta. La fiesta se caracteriza por la abundante comida, las danzas y los juegos. Sol el cansancio general, tras estas diversiones, pone fin a la fiesta, que duro un par de días (aproximadamente). Cuando todos los huéspedes se han ido los novios se establecen por cuenta propia, ya que cuentan con la canoa y un arpón, fabricados generalmente por el novio (con ayuda de otras personas) días antes a la ceremonia. Según Orquera podía darse tanto la matrilocalización como la neolocalización en los recién casados.

V. ¿Monogamia o poligamia?

Existen diversas versiones y matices con relación a sí los yámana eran monógamos o polígamos, siendo esta ultima la de mayor aceptación entre los diferentes investigadores.

La gran mayoría de los antiguos viajeros describía a los yámana como un pueblo polígamo, lo cual no deja de ser verdad. El conflicto radica en si esta era una forma o “si solamente era tolerada en costumbre generalizada o si solamente o si “solamente era tolerada bajo ciertas circunstancias”. Haydes defendió enérgicamente el argumento de que preponderaba la monogamia en los yámana. Así también Dabbene señalaba que era costumbre tener solamente una mujer. Gusinde, proclive a la teoría monogámica en los yámana, señala que al consultar a los hombres y mujeres mas ancianos, ellos estaban de acuerdo en que la monogamia predominaba ampliamente sobre la poligamia, la cual era tolerada en casos excepcionales.

Al parecer los yámanas eran preferentemente monógamos, pero existían ciertos casos en que era permitida la poligamia, obedeciendo a su estricta obediencias en los usos y costumbres.

Cuando un hombre casado se veía perjudicado por un mal físico prolongado que le ocurriera a su mujer, con lo cual ella ya no podía desempeñar su trabajo habitual (incapacidad laboral), este requería de una ayuda especial, por lo cual muchas veces era la propia mujer la que aconsejaba a su marido que contrajera matrimonio (por segunda vez) para procurarse mano de obra nueva. Esto ocurría también cuando se trataba de matrimonios mayores, viendo en el matrimonio con alguna joven sana y vigorosa una forma viable para sus subsistencias.

Pero la existencia de la poligamia yámana estaba vinculada a las formas especiales de matrimonio como el sororato y el levirato. En el primero, es decir, el casamiento de un hombre con dos mujeres que fueran hermanas entre sí, no se vislumbra muy claramente las causas de este, ya sea por enfermedades o por viudez, se daba en casos excepcionales. En cambio el levirato (casamiento con la viuda del hermano) adquiría un grado de obligatoriedad dentro de la sociedad yámana.

Entre estos grupos de fueguinos existía la obligación del hermano de acoger en su choza a su cuñada viuda y a los hijos de esta, procurarles el sustento y la educación a sus sobrinos (padrastro). Esta obligación recaía en el hermano mayor del difunto, pero el común acuerdo entre hermanos no era extraño. Esta opción dependía de la viuda, ya que poseía libre elección de contraer matrimonio, aunque muchas veces el velar por la subsistencia de ella y de sus hijos la llevaba a decidirse rápidamente por esta opción. Si entre los hermanos del difunto existía uno soltero, que cumpliera con los requisitos para contraer matrimonio, este cuñado estaba obligado a casarse con la viuda. Por ley la esposa del cuñado no se podía oponer a esa unión, y ninguno de estos podía rechazarla a ella y a sus hijos. Algunas veces ocurría que la primera esposa, celosa e irritada por la situación, abandonaba a su marido, pero este hecho era muy poco frecuente. La desigualdad de edad no era de significación para contraer matrimonio entre los yámanas.

En otras ocasiones ocurría que un matrimonio, de común acuerdo, adoptara a una anciana por misericordia, contrayendo el hombre matrimonio con ella.

En cualquiera de estos casos la primera mujer ocupaba un papel prioritario en la familia, un lugar privilegiado en la choza y cierta autoridad sobre la segunda esposa.

VI. Vida Conyugal

No existe un limite de tiempo determinado, después del cual la nueva pareja se separa de sus padres. La decisión depende de la situación en la cual se encuentren los cónyuges, pero es una costumbre de que al nacer el primer hijo abandones a sus padres.

Según Orquera los yámanas eran poco afectivos, existía poca efusividad en la demostración de afecto entre parientes, amigos, y matrimonios; además no existía la costumbre del beso.

En un principio los novios se casan para toda la vida, pero como eran frecuentes los maltratos del hombre hacia la mujer y la infidelidad (adulterio) en ambos, era común que la mujer volviera a la casa de sus padres. Aunque el adulterio en el matrimonio tenía algún grado de permisividad, o mejor dicho, no constituía una gran razón para la separación, ya que casi siempre volvían a su pareja legal. Así también el hombre podía dejar a la mujer, hecho que ocurría por la pereza de esta o el descuido en su rol de madre. El abandono del cónyuge (para ambos sexos) era un derecho públicamente reconocido. Además sucedía con relativa frecuencia que un hombre disolvía su unión con su primera mujer para tomar a otra en su lugar.

El matrimonio yámana estaba caracterizado por un lado, por la división del trabajo, y por otro el trabajo en conjunto, siendo la complementación entre los esposos la base del sustento económico de la familia.

El contacto de los yámana con los europeos trajo consigo una serie de transformaciones a la institución del matrimonio. Esto debido al mestizaje y la perdida simbólica del matrimonio, el abuso de los extranjeros hacia las mujeres genera un recelo entre los hombres yámanas por ellas. A su vez los misioneros trataron de cambiar a toda costa los hábitos matrimoniales yámanas, generándose una hibridación en las antiguas practicas, que poco a poco comenzaron a ser partes del olvido. La influencia occidental en la institución del matrimonio yámana llega a tales niveles que la poligamia comenzó a convertirse en una practica, mas que una excepción. Esto debido a las enfermedades introducidas por el hombre blanco que comenzó a diezmar a la población, así también las matanzas por la ocupación de espacios. En el año 1920 Water (un indio yámana) explicaba que los cambios impuestos por los europeos habían diezmado la población, y que su padre poseía tres esposas, debido a la falta de hombre s en la isla que él habitaba (Isla Lennox). Esto como ejemplo nos demuestra como la intervención del hombre blanco en estas tierras a generado un desajuste demográfico con trágicas consecuencias.

Conclusiones

A modo de conclusiones debemos señalar que la tradición yámana dependía en todos sus aspectos de la familia nuclear y parental, la cual se originaba a través del matrimonio. Este a su vez se consolidaba después de un proceso educativo para una existencia eficaz en un medio hostil, en donde la mutua dependencia (matrimonial) se convertía en un acuerdo fundamental para la sobrevivencia, la perdurabilidad en el tiempo y la continuidad de dicho pueblo, el cual para sobrevivir debía organizarse en pequeños grupos familiares individuales, que constituían un clan. Esta preponderancia del matrimonio como factor económico implicaba una serie de atributos necesarios en los cónyuges, los cuales desde muy temprana edad contraían estos vínculos, dejando de esta manera de ser una carga extra para sus familias, lo cual dificultaría la subsistencia o mas bien, afectaría esta en el grupo.

El proceso hacia el matrimonio yámana comienza con la ceremonia de iniciación de los jóvenes a la pubertad, el chiejaus, con la cual se pretende ir adoctrinando a los futuros sustentadores de vida. Cuando este periodo de educación y formación ha sido completado los jóvenes pueden contraer matrimonio. Se priorizaban en la elección de la pareja ciertos atributos fisico-conductuales por sobre la afectividad, debido a que el matrimonio debe ser un arreglo eficaz. Finalizada y legalizada esta ceremonia matrimonial (mediante la pintura facial y la escolta del novio la novia a la choza de uno de los suegros) estos casi siempre tienen sus elementos vitales para una neolocalización (la fuerza laboral y complementaria de ambos, la canoa y el arpón).

Además podemos concluir que el objetivo de la ceremonia del matrimonio, aparte de ser un acto de legalización de esta institución, se transforma en un espacio vital para la renovación de los vínculos entre los diferentes grupos, sus costumbres y tradiciones (como los ritos cíclicos), lo cual es de gran importancia en un ambiente caracterizado por la independencia de los núcleos familiares de carácter cerrados. Es decir, el matrimonio además de ser fundamental en el plano económico, es de igual importancia para la memoria colectiva, transformándose en una institución generadora de identidad, manteniendo los diferentes roles y status sociales, los cuales de otro forma se irían perdiendo en el tiempo, y con esto también la cohesión del grupo. La familia nuclear afianza sus lazos intergrupales en las esporádicas reuniones generadas, como es el caso de la ceremonia de matrimonio.

Los yámana poseen prohibición de incesto, no solo por consanguinidad sino también por padrinazgo. Del padrinazgo, el levirato y el sororato que existe entre los yámanas podemos deducir un alto nivel de mortandad en esta etnia, lo que conlleva a la creación de estas instituciones (como parte de un largo proceso cultural).

Los yámanas son principalmente monógamos, aceptándose la poligamia en circunstancias especificas, relacionadas con la sobrevivencia de los individuos, sus descendencias y por ende, del grupo.

En los yámanas no se puede hablar con certeza de un sistema patrilocal o matrilocal, mas bie es un sistema neolocal, de carácter exógamo. Uno de los principios fundamentales en los cuales se basan los yámanas es el de solidaridad, lo cual implica la reciprocidad, aunque esto no signifique admitir que la familia individual es cerrada.

Para finalizar queremos destacar un párrafo de Gusinde, que a nuestro juicio representa lo que es el matrimonio yámana:

“Lo que le asegura la fuerza vital (a la familia), es la comunidad de la propiedad y del trabajo, de la adquisición y del consumo de alimentos; lo que le permite trascender es la tarea fijada por la naturaleza a los cónyuges de engendrar hijos y asegurar de este modo la persistencia de la tribu”

Orquera, L. Y Piana, E.. “La vida material y social de los yámana”

Gusinde, Martín. “Los indios de Tierra del Fuego”(los yámana), t.II, v.II; Centro Argentino de Etnología Americana, 1990, p.p 612. Referencia a una entrevista realizada a un individuo yámana (Alfredo).

Gusinde, Martín. “Los indios de Tierra del Fuego”(los yámana), t.II, v.II; Centro Argentino de Etnología Americana, 1990, p.p 614. Referencia a una entrevista realizada a una mujer yámana (Mary).

Gusinde, Martín. “Los indios de Tierra del Fuego”(los yámana), t.II, v.II; Centro Argentino de Etnología Americana, 1990, p.p 620.

De Agostini, Alberto María. “Mis viajes a Tierra del Fuego”. Prof. Giovanni de Agostini S.A., Milán, 1979, p.p.254.

Gusinde, Martín. “Los indios de Tierra del Fuego”(los yámana), t.II, v.II; Centro Argentino de Etnología Americana, 1990, p.p 640.

No se explican en este trabajo cuales son las especialidades laborales en el matrimonio, ya que la división la división del trabajo en dicha institución no forma parte de nuestro estudio.

Gusinde, Martín. “Los indios de Tierra del Fuego”(los yámana), t.II, v.II; Centro Argentino de Etnología Americana, 1990, p.p 609.

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Enviado por:Juan Manuel Garcés
Idioma: castellano
País: Chile

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