Arte
Virgen del Libro; Sandro Botticelli
Virgen del libro
Sandro Botticelli
1. Pintor: Sandro Botticelli
Sandro Botticelli fue un pintor cuatrocentista italiano. Nació en Florencia en 1445 y murió, también en Florencia, en 1510. En 1470 ya tenia taller propio. Fue pintor de los Médicis y del Papa. A mediados de los años 1480 Botticelli trabajó en un gran ciclo de frescos con Perugino, Ghirlandaio y Filippino Lippi para la villa de Lorenzo el Magnífico cerca de Volterra; además, pintó muchos frescos en iglesias florentinas. En 1491 Botticelli formó parte de un comité para decidir la fachada de la catedral de Florencia.
Se le considera el máximo intérprete del neoplatonismo de la época, con su fusión de temas cristianos y paganos. Eleva la estética a un elemento trascendental en el arte. Para dar forma a esta nueva visión del mundo, Botticelli opta por la gracia; esto es, la elegancia intelectual y exquisita representación de los sentimientos.
Sus obras más importantes son la Adoración de los Magos de 1475, La primavera de 1478 y El Nacimiento de Venus de 1484.
2. Descripción: Virgen del libro
Esta Virgen con el Niño, conocida con el nombre de Virgen del libro (en italiano, Madonna del libro) es una obra del pintor renacentista italiano Sandro Botticelli. Está ejecutada al temple sobre madera. Mide 58 centímetros de alto y 39,5 cm. de ancho. Está datada en 1480-1482.[] Actualmente, se conserva en el Museo Poldi Pezzoli de Milán.
El cuadro de forma rectangular está compuesto por tres planos distintos. En el primer plano, el más cercano al observador, están los tres componentes principales de la obra: la Virgen, el Niño y el libro. El segundo plano lo forman el resto de los elementos de la habitación que enmarca la obra y el tercer plano, el más lejano de todos, cuyo tema es un paisaje, se ve a través de la ventana de la parte superior derecha.
La Virgen lleva un vestido rojo claro tapado casi por completo por el manto azul, decorado con discretos ribetes dorados y apenas doblado por la postura del brazo. Su rostro perfecto se inclina ligeramente hacia abajo; con gesto serio, no se sabe si mira al Niño o está absorta en la lectura del libro abierto sobre el que descansa su mano. Los cabellos dorados semirrecogidos son del mismo matiz que los del Niño y las aureolas de las cabezas de ambos.
El Niño descansa sobre el regazo de la Virgen y lo único que cubre su cuerpo es una manta blanca enrollada a su cintura. Su cabeza está ladeada hacia su madre y la mira a los ojos con la boca levemente entreabierta. Da la sensación de que los ojos del Niño son dorados, aunque quizá es debido al reflejo de la melena y la aureola de la Virgen. Las manos del Niño reposan sobre las de la Virgen, coincidiendo la posición de cada una de las manos del hijo con las de su madre: las manos derechas abiertas en un gesto parecido al de la bendición y las manos izquierdas cerradas. Además, la mano izquierda del niño sostiene, como símbolo de su futura Pasión, los tres clavos de la cruz, así como la corona de espinas. La mano derecha de la Virgen reposa sobre el último elemento principal del cuadro: el Libro de horas, las Horae Beatae Mariae Virginis. El libro está apoyado en un cojín rojizo y dorado que a su vez está sobre una mesa.
En segundo plano está el resto de la habitación en la que están la Virgen y el Niño: en el lateral izquierdo hay unas pocas estanterías sobre las cuales se ven un libro de tapas azules y una caja circular; detrás del libro principal hay dos cajas, una encima de la otra, la de abajo más grande que la de arriba, rectangulares, una azul y la otra marrón claro adornadas con líneas y puntos dorados, sobre las cuales reposa un bol con frutas exuberantes que se parecen mucho a un bodegón (las cerezas son una alusión al Paraíso, además de que los colores son rojo y amarillo, los mismos que los del cojín del libro); al fondo hay una simple pared marrón y en la parte superior derecha hay una ventana.
En tercer plano está el paisaje que se ve a través de la ventana. Éste le da perspectiva al resto del cuadro y una mayor sensación de realismo. El paisaje que se observa es de un bosque de abetos, entre los cuales crece abundante hierba. Las otras tres cuartas partes de la imagen de la ventana son del cielo: un cielo azul claro, liso y despejado. Por encima de las árboles se puede ver una franja dorada, como si estuviese amaneciendo (metáfora de que amanece con la infancia de Cristo).
Las páginas del libro, los materiales y los velos transparentes tienen una increíble calidad táctil. Es un cuadro de gran equilibrio y sentido del color. Otro refinamiento de la pintura de Botticelli es la filigrana de oro con las que decora las ropas y los objetos. El uso de la cara pintura de oro fue el resultado de un acuerdo contractual que hizo con los clientes, que establecieron por escrito el precio de la pintura.
En esta Madona, como en las demás de la larga serie que pintó Botticelli, puede verse un modelo de Virgen plena de serenidad y contemplativa. Esta obra recuerda a otras imágenes marianas que realizó con anterioridad al año 1470, influidas por Filippo Lippi, como la Virgen con el Niño y ángel del Spedale degli Innocenti (Florencia) o la Virgen de la Eucaristía, recordando por el tema a la Virgen del Magnificat. Tiene forma rectangular, lo cual es raro en la producción botticelliana posterior a los años 1470. Este es uno de los cuadros de la Virgen realizados por Botticelli que más se ha difundido, por su sencilla aproximación devocional.
3. Estilo: Quattrocento
Esta obra es del Quattrocento italiano (concretamente del 1480-1482). Fue hecha en pleno auge del Renacimiento.
4. Relación de la obra con la época histórica
La obra se inscribe en la mejor de las tradiciones pictóricas del Renacimiento italiano. Botticelli vivió en la época más agitada de Florencia: la conjura de los Pazzi, el exilio de los Médicis, la república de Savonarola y el retorno de los Médicis. Fue contemporáneo de Maquiavelo y Guicciardini. La estética de Botticelli expresa de manera plástica el espíritu renacentista, la belleza de la Virgen destaca sobre la espiritualidad de la composición.
La perspectiva del cuadro le otorga una profundidad casi tridimensional. El contraste con la pintura medieval y la pintura gótica (bidimensionales) es absoluto.
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