Literatura
Vida de Juan Facundo Quiroga
Índice:
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Introducción………………………………………………….2
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Desarrollo…………………………………………………….2
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Conclusión…………………………………………………..19
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Apéndice Fotográfico………………………………………20
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Bibliografía…………………………………………………23 “Suburbio y literatura”
Es posible pensar en Borges como un continuador de Sarmiento que incorporó y enriqueció en sus textos la dicotomía civilización-barbarie instalada a partir del Facundo. Así como Sarmiento representó, a través de Facundo, la oposición entre ciudad y campo, Borges, al ocuparse de la vida y obra de Evaristo Carriego, tomó distancia del núcleo urbano y se interesó por las características esenciales del barrio, de las “orillas”. Es decir, que su interés por el personaje lo condujo a estudiar en profundidad el medio en el que se desenvolvía.
Al abordar en la geografía del territorio argentino en el contexto del Facundo, se puede decir que su extensión se reconoce desde el Estrecho de Magallanes al sur hasta el Paraguay, el Gran Chaco y Bolivia al norte, y desde los Andes chilenos al oeste hasta el Océano Atlántico. Las provincias desaprovechan los recursos naturales, es decir la tierra útil que la naturaleza nos da. La parte habitada de este país encierra todos los climas que pueden dividirse en tres fisonomías: al norte un espeso bosque que sus ramificaciones cubren grandes extensiones, confundiéndose con el Chaco, al centro se disputan el terreno de la pampa y la selva, donde domina el bosque a merced del río. Al sur triunfa la pampa.
Como explica Sarmiento, esta inmensa extensión “(…) es el territorio que se llamó Provincias Unidas del Río de la Plata y en el que aún se derrama sangre por denominarlo República Argentina o Confederación Argentina”
En esa extensión hay una multiplicidad de climas y de paisajes incluyendo una extraordinaria red navegable, todo lo cual hace suponer una sorprendente disponibilidad de recursos naturales cuya explotación promete un gran progreso económico. Sin embargo, Sarmiento expone razones atendibles para justificar su pesimismo. Sobre la base del determinismo geográfico, son mayores las áreas despobladas y hostiles para la instalación humana que las que facilitan los asentamientos civilizados. Hay mayor cantidad de pobladores que viven en la barbarie, de espaldas a las propuestas de progreso a la europea, satisfechos con un estilo de vida propio de la Edad Media, antes que de los tiempos de la revolución industrial.
Sarmiento y Alberdi soñaban con inmigrantes anglosajones, científicos y técnicos especializados. Pero esa gente no iba a viajar a la Argentina, sino inmigrantes que emigraban huyendo de la pobreza.
La Argentina posee una superficie continental de 2.780.400 km². Actualmente, esto es favorable por las diversas condiciones naturales que son aprovechadas. Pero en aquel momento, Sarmiento opinaba que la gran dimensión del territorio perjudicaba a la nación.
“El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión.”
En tiempos de Rosas, la ausencia de un gobierno democrático impedía articular políticas económicas de crecimiento para el interior, tendientes a superar el estancamiento. Faltaban estímulos para ocupar las tierras despobladas y explotarlas económicamente. La dirigencia política estaba en deuda con el desarrollo de la agricultura nacional.
El desierto despoblado abarcaba la mayor parte del territorio argentino; sin población ni tecnología, era imposible habitar en él. Para empeorar la situación, Rosas prefería estimular el desarrollo de la ganadería en su propia provincia, porque ese era su negocio.
Sarmiento no sólo ve dificultades propias del paisaje, sino también, el peligro permanente de los aborígenes que son la población autóctona de la zona y que tampoco están dispuestos a permitir el avance del hombre blanco. Si Rosas emprendió una campaña al desierto, fue para ganar tierras destinadas a él y a sus amigos ganaderos.
Con una actitud propia de estos tiempos modernos, en los cuales el agua es valorizada como uno de los recursos naturales más importantes, Sarmiento analiza con disgusto el escaso interés prestado a una red navegable de extraordinarias dimensiones e infinitas posibilidades de crecimiento económico. Según el autor, las fuentes de riqueza, de engrandecimiento de las naciones, de poder y civilización se adjudica a la navegación o canalización de los ríos, así como sucedió en Egipto, Holanda y Norteamérica. En el territorio nacional, los ríos del Bermejo, Pilcomayo, Paraná, Paraguay y Uruguay, son recursos muertos que no gozaban de utilización ni aprovechamiento, los pertenecientes a la Cuenca del Plata. En el Río de la Plata, solamente hay algunas naves tripuladas por italianos y carcamanes, a diferencia de los españoles que no poseen el instinto de la navegación; los hijos de españoles que colonizaron nuestro país detestan la navegación y se consideran aprisionados en los estrechos límites de las aguas navegables. Los fluidos vivificantes de la nación deberían hacer de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, Salta, Tucumán y Jujuy pueblos nadando en riquezas, población y cultura, pero sólo uno de los ríos goza de beneficios, el Plata.
Razones graves de desacuerdos políticos crearon antagonismos profundos por los cuales la disponibilidad apreciable de recursos naturales no trajo como resultado un aprovechamiento económico parejo en todas las provincias, como para permitirles crecer por igual a todas.
En la embocadura del Río de la Plata, emergen dos grandes ciudades: Buenos Aires y Montevideo. La primera posee un clima benigno, disfruta de la navegación de ríos, además de un inmenso territorio constituido por 13 provincias interiores que consumen sus propios productos. Esta provincia es la única en contacto con naciones extranjeras y explota las ventajas del comercio extranjero ayudando a formar una sociedad civilizada. En vano, las provincias pedían que Buenos Aires le transmitiera un poco de aquella civilización, industria y población europea, pero debido a una política colonial Buenos Aires no pudo instaurar los principios de la civilización en las áreas campestres y así las provincias decidieron enviar un poco de la barbarie que en ellas existía y excedía los límites.
“Pero las provincias se vengaron mandándole en Rosas, mucho- y demasiado-de la barbarie que a ellas les sobraba.”
Aquí se ve la actitud egoísta de Buenos Aires que, según Sarmiento, se niega a proyectar el grado de civilización a las otras provincias.
Sarmiento adoptó una postura determinista, de manera que, en esa orientación no podía prescindir de la geografía al hablar de la historia, y viceversa. A lo largo de los siglos, el actual territorio argentino no fue siempre una tierra deshabitada, sino descubierta, colonizada, y parcialmente urbanizada, cerca de mediados del siglo XIX. Esta transformación del paisaje necesariamente supone una evolución histórica que merece ser analizada.
En el siglo XVII en España, durante el reinado de las Austrias Menores, se origina el proceso de agotamiento y desgaste conocido como la decadencia española. Pasó de ser la potencia hegemónica de Europa y la mayor economía del mundo en el siglo XVI, a convertirse en un país empobrecido y semiperiférico. Años más tarde, la dinastía Borbón asume el poder de la Península Ibérica. Con Carlos III en el trono, los borbones aplican una serie de reformas económico-comerciales, políticas y administrativas, basadas en los principios del despotismo ilustrado. Ésta corriente ideológica proponía transformar la sociedad y la economía por acción de los monarcas, dejando de lado los aspectos políticos de la ilustración cuya meta era el progreso. El objetivo era conseguir un mayor control de las colonias, hacer efectivo el poder del reino español sobre sus dominios y lograr así el despegue de la crisis. El gobierno español tomó diversas medidas para explotar al máximo los recursos de la colonia, con el propósito de generar mucha más materia prima para la metrópoli. Dispusieron medidas en el marco de la libertad de comercio que en verdad deben interpretarse como un alivio del monopolio, gracias al Reglamento del Comercio Libre, el cual permitió la apertura de muchos más puertos entre América y España, así como también flexibilizó la imposición de tarifas aduaneras.
Dentro de aquella vastedad configurada por las colonias españolas en América, en el extremo Sur del continente, la gobernación del Río de la Plata constituida por las zonas contiguas a los ríos de la cuenca del Plata posibilitaba una comunicación directa con España a través del puerto de Buenos Aires. Las ciudades más densamente pobladas eran Santa Fe, Buenos Aires y Corrientes.
En 1776 conformaron el Virreinato del Río de la Plata los territorios de Buenos Aires, el Litoral y el interior, el Alto Perú, las gobernaciones del Paraguay, la Banda Oriental, Cuyo, parte del norte de Chile y algunos territorios del sudeste del Brasil. Fue dentro de este territorio que se dieron las primeras expresiones de nuestra nacionalidad.
La creación del virreinato significó la posibilidad de que el extremo sur de América se organice e integre en una entidad política con un perfil propio dentro del imperio hispano.
Alrededor de 1810 el Virreinato del Río de la Plata se ve envuelto en una crisis del sistema virreinal como resultado de una suma de sucesos: las invasiones inglesas, la caída de España en manos de Napoleón Bonaparte y el consecuente reclamo de los criollos a formar juntas como en la Península.
Se desencadena así el proceso revolucionario. No existían autoridades con derecho sobre América, en nuestro territorio se rechazaba la dinastía napoleónica y los funcionarios de la península carecían de soporte jurídico para gobernar. Surgen distintos grupos para participar y dirigir este proceso que finalmente estalla en mayo de 1810, fundamentándose en el derecho de soberanía del pueblo. Este suceso selló el fin del mandato de los españoles en el Virreinato del Rio de la Plata y el inicio de una era en la que el ejercicio del poder lo ejercen los propios americanos.
Son características propias del inicio de esta etapa revolucionaria la inestabilidad, la guerra comenzada por la reacción de los funcionarios españoles y los enfrentamientos entre los grupos revolucionarios que presentaban distintas propuestas para tratar los problemas planteados. Los ideales de Independencia y Constitución tardaron en materializarse.
La revolución quedó dividida en dos sectores: las Provincias Unidas de Río de la Plata, con los hombres de Buenos Aires ejerciendo su liderazgo y la Liga de los Pueblos Libres, cuya autoridad era Artigas. Sin embargo, desde el comienzo de la vida independiente se planteó el antagonismo entre Buenos Aires y el resto del territorio.
No fue fácil el tránsito de la colonia al afianzamiento del estado soberano.
Una situación heredada de la etapa colonial beneficia a Buenos Aires pero resiente las economías del interior. Pues la ciudad-puerto de ultramar crece aceleradamente a expensas de la disminución del comercio del interior con el Alto Perú.
En el período 1816-1820 las Provincias Unidas alcanzaron un importante objetivo: la independencia política, proclamada por medio de sus representantes en el Congreso y en un momento de gran peligro por el triunfo de la reacción española.
Los acuerdos entre los dirigentes de Buenos Aires, Cuyo y el Norte hicieron posible la independencia y la campaña de San Martín a Chile. Asegurada la emancipación, las disidencias se acentuaron. La anarquía se hizo presente y no fue posible establecer las bases para la organización del Estado. Los proyectos analizados: centralismo o federación, monarquía constitucional o república, no lograron el consenso necesario para imponerse. La Constitución promulgada en 1819 intentó una fórmula mixta, pero no tuvo en cuenta la realidad del país.
Las autoridades nacionales perdieron poder, agotadas en la lucha por la emancipación y en los enfrentamientos internos contra los pueblos partidarios de la federación.
El progreso de disgregación territorial se acentuó: el Alto Perú quedó en manos de los españoles; el Paraguay siguió su política independiente y se negó a participar en el Congreso Nacional; la Banda Oriental fue anexada por los portugueses.
En el aspecto económico, estas perdidas privaron a las Provincias Unidas de zonas importantes por su producción y posibilidades comerciales. El comercio interior se desarmó, llevando a la ruina a aquellos que se dedicaban a esa actividad y a la producción artesanal. El Litoral, Tucumán, Cuyo, Alto Perú y Paraguay, constituían núcleos de producción regional vinculados por una red de comercio interior y exterior. Potosí, centro productor de plata y Buenos Aires, puerto intermediario con el comercio exterior basado en la exportación de cueros, eran los principales mercados.
El principal objetivo de la política exterior de los gobiernos americanos desde los comienzos de la revolución fue lograr el apoyo de las potencias europeas para el proceso de independencia. Lamentablemente, esta política tuvo pocos resultados, como consecuencia de los vaivenes de la situación europea tras la disolución del imperio napoleónico y la consecuente restauración de las monarquías absolutistas.
El americanismo emergente del pasado hispano logrará mantener la solidaridad y unir esfuerzos para hacer posible la independencia.
Las potencias europeas apoyaron la reacción del absolutismo español. Gran Bretaña fue la única que indirectamente brindó sostén político a los países americanos al oponerse a la intervención europea, aunque lo hacía en defensa de sus propios intereses.
La primera década de vida independiente representa, para los nuevos estados soberanos, una búsqueda de una forma definitiva de gobierno. En el caso de la actual República Argentina, a causa de la disputa entre Buenos Aires y el interior, el primer decenio se cierra con la contienda de Cepeda, cuyas consecuencias retrasan el establecimiento de un sistema de gobierno por consenso.
Los caudillos marcharon sobre Buenos Aires exigiendo al Cabildo, la única autoridad a la que acataban, la culminación del gobierno nacional y el establecimiento de un gobierno representativo de la voluntad popular. Éste se vio obligado a ceder, y el 11 de febrero de 1820 la Batalla de Cepeda, conocida como la “Batalla de un minuto”, marcó el fin del sistema de centralización política y el surgimiento del federalismo de hecho en la Argentina. El Estado Nacional se disolvió y las gobernaciones e intendencias se desintegraron reemplazadas por las provincias, surgidas en el núcleo de influencia de las antiguas ciudades del período hispano de las cuales tomaron sus nombres.
Fue entonces que se inició el período de las llamadas autonomías provinciales, cuando cada provincia se autogobernó, eligió su propia constitución, sus leyes y manejó su economía, pero reconociendo su subordinación al vínculo nacional.
Se aspiró a reorganizar el Estado nacional en un futuro próximo, reuniéndose todos los pueblos en una federación. El federalismo constituía una fórmula política - jurídica novedosa, basada en el sistema imperante en Estados Unidos de América del Norte. En el plano social y económico se adecuaba a las tendencias locales, lo que permitió que el sistema fuese bien recibido en los sectores regionales más conservadores social e ideológicamente. La situación de aislamiento en la que se originaron las jurisdicciones provinciales, generó un espíritu localista. Al no existir un gobierno nacional que esté por encima de las provincias, la importancia de los caudillos se acentuó.
Con respecto al segundo decenio de vida independiente, se caracteriza por una inestabilidad política que no se supera, a pesar de la breve experiencia favorable al pensamiento unitario que significa la presidencia de Rivadavia entre comienzos de 1826 y mediados de 1827. Es decir, que la citada década confronta los dos proyectos antagónicos propuestos para orientar al país en lo político y en lo económico: el del unitarismo y el del federalismo. Toda la población, coincidió en implementar el sistema republicano, pero el problema surgió en cuanto a los grupos en pugna que no podían acordar las bases de la organización y entraron en un prolongado curso de luchas civiles.
Al terminar la presidencia de Rivadavia, de características puramente unitarias y europeizantes, en 1827, Manuel Dorrego asume el poder del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Éste, puramente demócrata, inspirado en el federalismo norteamericano, anhelaba establecer en el país una constitución federal. Contaba con el apoyo incondicional de los sectores populares, pero apartaba a los hacendados.
Los unitarios, contraponiéndose a los ideales del nuevo gobernador, realizan un golpe para derrotar a los caudillos e imponer una organización constitucional centralizada. Los principales dirigentes de este movimiento fueron Lavalle y Paz, en Buenos Aires y el litoral, y en el interior, respectivamente. Estalla el 1 de diciembre de 1828, y culmina el 13 de diciembre del mismo año con el fusilamiento de Dorrego por orden de Lavalle.
La Convención Nacional declaró fuera de ley el gobierno de Lavalle, por haber sido nombrado al margen de las leyes vigentes, a través de la aclamación y elevación de sombreros. López y Rosas, al mando del ejército federal, lo derrotan en abril del año siguiente, y ponen sitio a Buenos Aires. El gobernador se retira del poder y nombra interinamente a Viamonte, quien debía convocar a nuevas elecciones. El 5 de diciembre de 1829, Juan Manuel de Rosas es elegido gobernador, otorgándole facultades extraordinarias.
El primer gobierno de Rosas se caracteriza por la concentración del poder en su figura por medio del otorgamiento de las facultades extraordinarias. A su vez, tiene cierta influencia sobre los federales moderador herederos de Dorrego. En los años que transcurren entre sus dos gobiernos, se convierte en el nuevo referente del federalismo. En el último, recibe la suma del poder público.
El “Restaurador de las Leyes”, asume en sus dos gestiones respectivas, tras los asesinatos de importantes figuras del federalismo, Manuel Dorrego y Facundo Quiroga.
El período comprendido entre 1829 y 1852 (primer gobierno 1829-1832, segundo gobierno 1835-1852) reconoce el acenso, esplendor y caída de Juan Manuel de Rosas como figura dominante de la República Argentina en su condición de gobernador de la provincia de Buenos Aires y conductor de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina.
Su perfil caudillezco escondía, sin embargo, ambiciones superiores a las de cualquier político unitario porque, si bien mantuvo relaciones amistosas con los caudillos del interior y respetó las autonomías locales, a la hora de adoptar grandes decisiones por todo el territorio de la Confederación, obró guiándose exclusivamente por su voluntad. Existen razones en lo político y en lo económico que lo demuestran. En lo político se negó a trabajar por una Constitución, argumentando que el país no estaba totalmente pacificado. En lo económico rechazó la posibilidad de practicar la libre navegación de los ríos interiores, pues sus intereses se reducían a estimular la economía ganadera de la provincia de Buenos Aires, donde él era uno de los principales productores. John Lynch expone una situación económica detallada de la Confederación para comprender el grado de deterioro causado por las medidas de Rosas.
“¿Cuál era entonces el peso que tenían las industrias del interior? Desde ya, constituían una actividad económica menor. La Argentina tenía una economía pastoral de exportación y una agricultura de subsistencia. Las industrias locales estaban representadas por unos pocos talleres artesanales y cierta producción domestica rural.”
Entre la revolución y la publicación del Facundo transcurrieron más de cuarenta años, sin embargo, en ese período tan prolongado el país alcanzó la forma definitiva de gobierno para conciliar los intereses de Buenos Aires y las provincias.
Domingo Faustino Sarmiento era unitario, simpatizaba con el modelo civilizador europeo, así que, en consecuencia, formaba parte de la oposición al régimen rosista. De manera que el exilio fue la opción que eligió para salvar su vida; su destino fue Chile. En 1845 decide escribir Facundo. Civilización i Barbarie.
La hipótesis que plantea el autor se refiere a esta confrontación que es el principal condicionante para impulsar de este país tan rico.
“(…) cree que es el momento más oportuno para desenmascarar a Rosas y su gobierno, desde el único lugar posible para hacerlo: fuera de las fronteras del país (…)”
“(…) apuntes biográficos donde fue pintando con colores vivos el nacimiento de esos caudillos que habían ido surgiendo de las luchas civiles para encarnar la intolerancia propia de los tiempos coloniales.”
“(…) Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, su complemento (…)”
Cuando Echeverría introduce, a comienzos de la década de 1830, recién llegado de Francia, las ideas estéticas del romanticismo, comienza allí a delinearse la preocupación por definir y caracterizar el ser nacional a través de la literatura. En consecuencia, ciertos caracteres fundamentales de esta escuela literaria se aprecian claramente en la obra de Sarmiento: el subjetivismo, porque se ve presente su voz en el relato; el nacionalismo, por la atracción excluyente hacia personajes, hechos y paisajes de la patria del escritos; y la libertad en el uso de los géneros, que debe ser particularmente analizada por su complejidad.
El Facundo de Sarmiento presenta ciertas dificultades desde el punto de vista de una clasificación literaria. Concurren por igual en sus páginas la historia, la sociología, la novela, el ensayo y el tratado moral.
“(…) Facundo es de todo un poco: biografía, novelesca por su interés, de Quiroga (…); magnifico poema descriptivo, (…) de nuestra República y de los tipos peculiares que engendra;(…) historia de la Revolución y de los sucesos posteriores; fascinante ensayo sociológico (…), formidable alegato contra el sistema reinante en el país y programa de nuestro porvenir y de América.”
El rasgo de originalidad formal reside en esa indeterminación. Y es así que, el Facundo es sociología, historia, novela, biografía, pero ninguna de estas cosas con exclusividad. Sin embargo, esa multiplicidad conduce a reconocer un gran mérito que sintetiza una frase de Natalio R. Botana: “Facundo es una obra muy rara y muy poco superada como conjunción de géneros. Funda la literatura argentina, pero también funda la interpretación sociológica e histórica de la Argentina (…)”
Se ha dicho también que Facundo es un panfleto. A pesar de que adopta inicialmente la modalidad folletinesca de literatura por entregas, sería equivocado suponer que la obra es simple literatura panfletaria, destinada exclusivamente a la propaganda política antirosista. En ese caso, el texto perdería relieve literario. Existe una intención estética evidente en la preocupación del autor, en la selección del vocabulario, el ingreso de figuras retóricas, que manifiesta la inquietud estilística de los grandes autores románticos.
Al respecto, Ernesto Sábato, defiende con argumentos aceptables, la clasificación de la obra como una novela representativa del estilo romántico: “Sarmiento (fue) un escritor genial. Me refiero a su novela Civilización y Barbarie, porque considerarla una obra histórico-sociológica no resiste la crítica; Facundo es su alter ego, su inconsciente de bárbaro. Ese libro lleva como acápites de sus capítulos palabras de Lord Byron, Lamartine, Rousseau, Chateaubriand: un romántico desaforado. Pero gobernó como un iluminista. En un periódico que publicaba, en un enorme titular que alguna vez pude ver en la Biblioteca Nacional, gritaba: «¡Alambres, bárbaros!» ¿Qué más opuesto a su romanticismo que el alambrado de esas pampas románticas que habrían defendido gentes como Rousseau?”
En esta instancia del análisis, resulta imprescindible abordar los alcances de la dicotomía civilización-barbarie.
Cuando Sarmiento hace notorios los conceptos de “Civilización” y “Barbarie”, lo que intenta hacer es penetrar en el fondo de los conflictos nacionales.
“Para tener una idea de la importancia que Sarmiento atribuía a estos conceptos, basta recordar que en su primera edición el libro se titulaba: “Civilización y Barbarie” y como subtitulo llevaba: “Vida de Juan Facundo Quiroga””.
“Civilización” es un término que hace referencia a la “ciudad”, y “barbarie” significa “la campaña”. Por idéntico paisaje, unitarios u hombres formados a la europea se enfrentan a los caudillos. Facundo era el tipo del Caudillo, representante de la campaña y la imagen misma de la barbarie; del otro lado, el General Paz era el militar a la europea por excelencia, representante cabal de lo que es la ciudad y la imagen misma de la civilización. Rosas por su parte también era un caudillo y por lo tanto un militante de la barbarie. De la contraposición Civilización y Barbarie, se desprende la de ciudad contra campaña; pero simultáneamente se recurre a otra: Europa contra América. El contraste se da en realidad entre Europa, refiriéndose a Francia e Inglaterra, y España. Asimismo, este desvío permite volcarnos en una primera gran oposición derivada: Buenos Aires contra Córdoba, representando la primera a lo europeo y la segunda a lo español. Córdoba no era barbarie como las campañas pastoras, pero sin embargo tampoco se mostraba tendiente a aceptar el modelo civilizador anglo francés, pues conservaba las tradiciones hispánicas. Buenos Aires ha permitido que la campaña la invada; de modo que los términos se invierten y se presenta una nueva dicotomía, la de Montevideo contra Buenos Aires, es decir los exiliados y los unitarios contra lo que reina en el país, Rosas. Montevideo era el principal foco opositor y punto de residencia de parte de la Generación del 37, destacándose Echeverría y José Mármol.
La contraposición entre Buenos Aires y el interior del país se va insinuando prácticamente desde el principio del libro hasta el final, casi siempre en forma indirecta y tenue y sin una exposición sistemática. Es esta lucha entre Buenos Aires y el interior el conflicto raigal del Facundo. Que Sarmiento haya llegado a advertir ese básico conflicto y a expresarlo con captación histórica le confiere un gran mérito. Gracias a la formulación de este conflicto, Sarmiento se evidencia como un testigo lúcido del presente, pero también ve cómo este presente se proyecta en el futuro; es un visionario porque el problema sigue hasta hoy, aunque con las transformaciones propias del paso de los años. Frente a la oposición, Sarmiento tomaba claro partido por uno de sus términos, por el interior. Se observa también en el campo político el duelo de unitarios contra federales.
Desde la antigüedad, la filosofía plantea que el universo se define como una lucha entre opuestos. Sarmiento ingresa en esa línea al tratar de caracterizar el ser nacional en el estudio de una dicotomía: civilización-barbarie, unitarios-federales, Europa-América Latina, ciudad-campaña, gaucho-hombre culto, entre otros. A lo largo de Facundo, estas antinomias se deforman y hasta se anulan. Esta anulación se ve presente en la figura de Rosas, que mientras que para Buenos Aires es un ícono de civilización, para el campo encarna la barbarie. Y más aún en que siendo federal, gobierna con un carácter unitario.
La etimología de la palabra “gaucho” remite al término quechua “huajcho” o “huak´cha” que significa paria, huérfano. El gaucho “es el tipo humano más singular generado por la tierra argentina”, es decir, es la consecuencia social, geográfica y cultural de nuestro país, que dio lugar al hombre a caballo conocedor de las vastas extensiones de los campos. El campo desenvolvió las facultades físicas del gaucho, la fuerza, energía y arrogancia que el mismo posee. Al gaucho no le preocupa ni su pobreza ni sus limitaciones, él es feliz con lo que tiene; en él radica la barbarie por la falta e imposibilidad de recibir educación moral e intelectual. El hombre de la campaña desprecia a la ciudad, al hombre que vestía traje europeo, vivía de la vida civilizada y apoyaba el progreso. El progreso estaba sofocado; bajo la influencia del determinismo existía para Sarmiento una unión de ambiente y poblador nativo que levantaba una barrera contra el progreso. La geografía desértica e inmensa había encontrado un individuo hostil y contra esa alianza, nadie podía nacer las propuestas progresistas del hombre de la ciudad. El autor predice junto a la civilización, el extraordinario desarrollo económico que alcanzaría el país con su gran red navegable. Ese potencial desaparece al observar que el gaucho sólo usa el agua para que su caballo sacie su sed, como símbolo de querer darle la espalda al progreso.
El gaucho como tipo social se origina en una circunstancia de desposesión de tierras. Predominó el interés de los primeros latifundistas españoles para implantar disposiciones legales que segregasen a los primitivos chacareros. En ese proceso de desposesión se origina el gaucho como personaje marginal de la sociedad criolla. Desde la segunda fundación de Buenos Aires que existían agricultores para que trabajen las chacras pero había un cierto prejuicio por parte de los españoles hacia el trabajo manual. El gaucho tenía la ayuda del caballo, que pastaba libremente, y encaminaba sus preferencias hacia lo trigales. Por lo que desde 1775 el gobernador Diego de Salas prohíbe la implantación de las chacras en terrenos destinados a estancias. Los chacareros que ocupaban campos de pastoreo estaban obligados a abandonarlos y debían trasladarse a la tierra laborable que delimitaba la ciudad.
El hombre de la campaña es el blanco de las críticas de Sarmiento dado que es el exponente de la barbarie, el resultado de la interacción entre las campañas pastoras y la personalidad de sus pobladores nativos. Examinar las críticas que Sarmiento le dirige al gaucho es llegar al centro de la oposición entre civilizados y barbaros.
El autor fundamenta su hipótesis comparando y describiendo las colonias europeas que habitan en Argentina con la villa del interior, la ciudad y la campaña. Es así que establece que en las colonias las casas están pintadas y aseadas; hay adornos, flores y arbustos; muebles y vajilla de nivel; y los habitantes se encuentran continuamente trabajando. Opuestamente, en las villas la miseria y la dejadez es lo que abunda.
“(…) niños sucios y cubiertos de harapos viven con una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo en la más completa inacción; el desaseo y la pobreza por todas partes; una mesita y petacas por todo amueblado;(…)”
La extensa llanura, que incentiva el comportamiento autoritario, es una de las características más valiosas en lo que respecta a la fisonomía interior de la República. Sarmiento compara esta extensión de las llanuras con la estepa asiática. No sólo en lo que concierne a las particularidades geográficas y la desolación que envuelve a ambas, sino también a las figuras que en ellas deambulan. En consecuencia, existe algún vínculo entre la tropa de carretera que atraviesa la pampa hacia Buenos Aires y la caravana de camellos con destino a Bagdad u otra ciudad asiática. De la misma forma, el capataz es aquí un caudillo al igual que en Asia lo es el jefe de caravana. Éstos son hombres de gran voluntad y temerarios, de extremada e incontrolable valentía. Así es que en el intento de hacer legítima su autoridad, ante cualquier situación de indisciplina el capataz reprimirá, aún si debe matar al rebelde.
Quienes habitan estos terrenos son dos razas que oportunamente se mezclan, siendo, en ciertas provincias, el predominio de una mayor que el de la otra: la española y la indígena. En las campañas de Buenos Aires la preponderancia es de los apellidos extranjeros y hacen presencia también los zambos y mulatos, que reúnen una combinación de civilización y barbarie. De la mezcla de estas tres familias y la influencia del indígena surge el gaucho: personaje puramente ocioso, incapaz de trabajar, sin educación.
Estudiando la fisonomía exterior, Sarmiento marca una diferencia entre las tribus árabes y las argentinas, a pesar de sus semejanzas. La divergencia está en que las tribus árabes al menos poseen un orden moral que aquí resulta imposible, es decir, que la civilización es irrealizable, la barbarie es común.
El autor desarrolla cuatro prototipos de gaucho:
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El Rastreador, el más extraordinario de todos según el autor, es una especie de sabueso humano. Sarmiento sólo brinda cierta Información fragmentaria ya que este personaje es más bien misterioso, enigmático y solo permite descubrir unas pocas características puntuales de su ser. Estos tienen la habilidad de seguir cualquier rastro, su deposición es la evidencia misma. Su ciencia es casera y popular. Además es posible afirmar que es un personaje grave, de dignidad reservada y misteriosa. Se puede decir que todos los gauchos del interior son rastreadores.
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El Baqueano es un gaucho grave y reservado, domina la tierra en su totalidad y distingue cada llanura, bosque y montaña. Vulgarmente, se puede decir que es el mapa del general de campaña, que éste utiliza para dirigir los movimientos de la misma. Este gaucho es casi siempre fiel, pero es un tanto desconfiado por el general, ya que existe la posibilidad de que sea un traidor. Asimismo el baqueano posee el conocimiento de ríos, senderos, caminos hasta la proximidad de su enemigo.
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El Gaucho Malo es el perseguido por la ley, y en caso de caer tras las rejas se las ingeniara para escapar gloriosamente. Temido y respetado, de alguna manera lo impone más que la propia justicia. Le repugna relacionarse con los demás, es misterioso, rústico y se provee de los vicios. Además su profesión es robar, pero no es un delincuente, ni un malhechor; roba caballos y tiene un amplio conocimiento sobre ellos. El caudillo, rechazad por las autoridades de Buenos Aires, podría ser considerado un gaucho malo, es una anticipación del mismo.
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El Cantor traduce a la poesía todas las vivencias amargas y violentas de la vida del gaucho frente a una sociedad que no lo comprende. Se lo puede comparar con el trovador de la Edad Media, anda de pueblo en pueblo distribuyendo sus relatos. Asimismo es posible decir que equivale al juglar que recitaba romances noticieros de pueblo en pueblo en época de la reconquista para mantener a la población informada de las victorias de los cristianos sobre los árabes.
Desde luego que Sarmiento construye prototipos, ya que en la realidad concreta, los gauchos reunían dos o más características de las asignadas a cada tipo de gaucho. Un cantor bien podía ser un baqueano. Ser gaucho malo no era una característica excluyente para ser una suerte de rastreador.
León Pomer a diferencia de Sarmiento tiene otro parámetro en cuanto a la clasificación del gaucho, referido a una tendencia militar, es así que impone una categorización más actual: los gauchisoldados.
El gaucho como castigo era reclutado a la fuerza por los militares para ser soldado, no elegía esta condición. El gauchisoldado nace en la Colonia y se extiende hasta el siglo XIX. Los gauchisoldados lucharon en la guerra de la independencia y pasaron de ser ejércitos libertadores a montoneras.
El antagonismo campo-ciudad no desapareció de todo, existen algunas diferencias que demuestran que el enfrentamiento se mantiene, un ejemplo en esta realidad diaria es la ley de coparticipación federal, la cual distribuye las ganancias del PBI entre las provincias de acuerdo con las respectivas contribuciones de las mismas a dicho producto. Las provincias a pesar de la existencia de la ley nunca se dan por satisfechas y siempre reclaman una participación mayor en el reparto de las ganancias, con razones atendibles.
Se puede decir que la crítica especializada consagra a Sarmiento como el gran escritor argentino del siglo XIX, y el mismo mérito, en el siglo XX, se lo otorga Jorge Luis Borges.
Una de las áreas en que se divide la temática de Borges, se vincula con tradiciones nacionales y familiares. Allí, Sarmiento ocupa un lugar preferencial en el interés del escritor, especialmente por la dimensión que debería alcanzar a su juicio, el Facundo, obra que merecería ser la más representativa del sentir argentino.
Borges, en su obra, hace explícitas aquellas contradicciones propuestas por Sarmiento, desde su propio árbol genealógico. Mientras la rama materna se caracterizaba por la presencia de guerreros y conquistadores, la paterna se distinguía por una tradición intelectual ligada a la literatura. Borges dice que de esa circunstancia antagónica, surge la cultura argentina.
“[…] estas oposiciones no hacen más que reproducir la fórmula básica con que esa tradición ideológica ha pensado la historia y la cultura argentina bajo la máscara dramática de la lucha entre civilización y barbarie.”
Borges impuso una literatura construida en la intersección de la cultura europea y la popular rioplatense sobre el modelo de “las orillas”, un medio desconocido para el sector social al cual pertenecía, y la zona de transición entre el núcleo urbano y el ámbito rural. Allí se encuentra, como exponente, al orillero descendiente del linaje hispano-criollo.
Al escribir Evaristo Carriego, el autor rescató a quien formaba parte de un círculo íntimo de amistades de su casa. Éste era un poeta y periodista, de origen entrerriano, que conoció tan profundamente el tema de “las orillas” que decidió hacerlo protagonista de sus obras. Al mismo tiempo, Borges a medida que construía esta biografía, prefirió dedicarse a hablar de los barrios periféricos en profundidad, en especial de Palermo, aquel frecuentado por Carriego y él mismo.
Es posible establecer determinados puntos de comparación, en la aproximación a la marginalidad ente el Facundo de Sarmiento y el Evaristo Carriego de Borges. Sarmiento es una presencia constante en la obra de Borges, de manera implícita como en el ensayo sobre Carriego, en donde volvemos a encontrar la multiplicidad genérica, y a su vez, de manera explícita como en el poema “Sarmiento”.
“El que ve nuestra infamia y nuestra gloria,
La luz de Mayo y el horror de Rosas
Y el otro horror y los secretos días
Del minucioso porvenir.”
A continuación se analizará el modo implícito en que el Facundo está presente en Evaristo Carriego.
“El Palermo de Carriego es para Borges una zona de mezcla, provisoria y doble, llanura y calle”. El autor dedica las primeras páginas a describir el barrio de Palermo porque sus objetivos son más modestos que los de Sarmiento. Él no desea interpretar la historia argentina de su tiempo, sino valorizar un barrio marginal capaz de ofrecer temas de inspiración a la poesía. En cambio, Sarmiento en Facundo, propone una visión más abarcadora del territorio nacional.
En cuanto a los personajes, Borges hace referencia a los orilleros, sintiéndose especialmente atraído por los compadritos o cuchilleros, por sus constantes demostraciones de valentía. Ellos renuevan las viejas luchas de los guerreros antiguos y medievales. Describe los bienes del compadrito, rescatando al gaucho cantor de Sarmiento, excluyendo toda condena. En cambio, el escritor sanjuanino, acusa al gaucho.
En Evaristo Carriego, se considera que el tango y la milonga son la expresión musical de los suburbios. En Facundo, hay una breve referencia a la música del interior con expresiones como la vidalita o el triste.
Una coincidencia notable entre Borges y Sarmiento es que el cuchillo o el puñal tienen un destino de violencia, es barbarie. Ambos autores indican que su fin está destinado a matar o herir, actos propios de la barbarie. Es un elemento indispensable para el gaucho, que, sin embargo, no le sirve para convertirse en un asesino, sino más bien en un provocador que se queda satisfecho con marcar el rostro del adversario y dejar cicatrices.
“El gaucho anda armado del cuchillo que ha heredado de los españoles (…)”
Igualmente, tanto Borges como Sarmiento, aluden al tema del juego, como vicio de los gauchos, y se detienen, especialmente, en los naipes. De alguna manera, los infinitos caminos que puede tomar la vida de un hombre, se representan en las infinitas combinaciones de las barajas en el desarrollo del juego, que acaban por construir un laberinto, símbolo del universo en la metafísica borgiana.
Jorge Luis Borges y Domingo Faustino Sarmiento fueron transgresores, cada uno a su manera. Los dos han convertido la marginalidad en materia de la literatura. En esa ruptura o quiebre, Borges se transformó en el continuador de Sarmiento en el siglo XX.
Apéndice fotográfico:
Folletín de Facundo de D. F. Sarmiento
Juan Facundo Quiroga
Típico gaucho argentino con su caballo
Cuchillo tradicional del gaucho
La militarización de los gauchos
Pulpería tradicional de la época
Casa de Evaristo Carriego, Palermo. Actualmente funciona como museo
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