Literatura
Viaje al Reino de los Deseos; Rafael Ángel Herra
Rapsodia I
Un titiritero, que ayudaba en el teatro de Maese Pedro, se hizo loco una noche mientras, escribía la lucha entre un Caballero y un Dragón.
Entonces vio que las figuras que el había inventado, se movían por si solas como si tuvieran vida. Él quiso meterse a separar la pelea, pero al ver a los ojos al caballero, él se convirtió en el caballero metálico.
Rapsodia II
El Caballero (Pedro) cuenta su historia. Dice que Pedro era titiritero famoso y que gracias a él el teatro mejoro ya que el inventó los títeres sin cuerdas.
Él dice que Pedro lo creo, lo llenó de circuitos y cables, lo monto sobre un caballo y fue así como se convirtió en caballero errante que podía y sabía imitar a los humanos, los imitaba solo porque él no tenía sentimientos.
Rapsodia III
Daduic era una cuidad al revés, está por detrás del mapa. Llegaron ahí una noche, apenas entraron Pedro se perdió. Entonces el Caballero empezó a buscarlo y en ese momento empezó a ver todo al revés: Los gatos huían a los ratones, los árboles no tenían hojas ni frutos más bien tenían las raíces al aire. La tortuga era más veloz que la liebre, las casas tenían el techo en el suelo porque de la tierra caían los truenos y la lluvia, las personas caminaban de manos y hablaban al revés.
Un señor lo llamo Orellabac (Caballero al revés) y lo llevó para que le ayudara a convencer a la persona más miserable del pueblo a que aceptara gobernarlos. Pero él rechazo la proposición, entonces persiguieron a Orellabac hasta una torre con campa y ahí estaba una joven vieja escribiendo una máquina. Ella se alejo un momento y entonces el Caballero fue a ver que era lo que estaba escribiendo. Ella volvió y lo acusó de un delito, pero en Daduic (cuidad al revés) los delitos se premian. Como Orellabac no sufría, pero ahí debía sufrir.
El caballero debía hacer lo siguiente:
-
Encontrar y leer el libro que enseña cómo satisfacer el deseo;
sólo así podía tomar la espada negra y matar al dragón.
Rapsodia IV
Tremolán comenzó a buscar en las calles de Uruq.
Rapsodia V
Orellabac pensó un momento en Maese Pedro, pero después creyó que sería mejor buscar el Libro de los Deseos. Caminó y caminó tratando de encontrar la salida, pero en Daduic lo que parecían salidas eran espejos o dibujos en cartelones de marcos. Luego se encontró con un ser mutante que podía ser perro, flor, ave, ángel, etc. Se llamaba Mimbo dijo que él creía saber que era lo que buscaba Orellabac y le aconsejó bajar hacia el sur. El Caballero siguió su consejo y llegó a un lago inclinado.
Rapsodia VI
Orellabac encuentra un huevo enorme, amarillo, pero cúbico. Un poderoso pájaro baja hasta caer sobre el huevo y lo incuba. El caballero, escondido cerca, pudo escuchar murmullar a la madre y el embrión. La poderosa ave se fue volando, el huevo se partió y nació un polluelo que al ver a Orellabac lo llamó amigo. El Caballero le dijo que él no podía ser su amigo ni tampoco su enemigo, porque el solo era una máquina y no tenía sentimientos.
El polluelo insistió que sí era amigo por haberlo visto nacer y que como amigo quería ayudarlo. Orellabac le dijo que necesitaba buscar el Libro de los Deseos, entonces el polluelo que ya era pájaro, agarró al Caballero de la cintura y voló durante tres días y seis noches, porque en Daduic el sol se sale dos veces al día. Bajaron en una isla y el ave dijo que ahora él se iba a llamar Acayú, el Pájaro de la dicha y antes de irse le aconsejo a Orellabac que buscara en la isla, pero que no hablara y que al salir de ella no utilizara los servicios del barquero con cara de pescado muerto.
Rapsodia VII
Había carnaval en Uruq. Tremolán se topó con malabaristas y payasos, cruzó el puente colgante y siguió buscando en todo el campo abierto.
Rapsodia VIII
Regresó a Acayú y con la fuerza de sus alas formo un remolino que se tragó a Orellabac. Este dentro del centro pudo ver en las paredes del Vórtice figuras fantasmagóricas y tontas (una mujer que en sus ojos tenían un incendio de geranios, otra mujer de dos cabezas que respiraba flores de fuego, árboles con frutos tan grandes como elefantes, un hombre lobo que también era murciélago). En las páginas de un libro abierto vio con dificultad el Libro de los Deseos, la espada negra de fuego y el dragón; luego perdió la memoria. Cuando volvió en si, estaba en un lugar en que soplaban seis vientos; caminó un poco y vio los cambios de luz en el crepúsculo dorado. En ese momento pensó en que sentiría si fuera hombre.
Rapsodia IX
Tremolán se vistió de payaso para no ser reconocido por sus amigos porque ellos lo iban a llevar al placer y él quería estar solo.
Rapsodia X
Aparecieron unos hombres que comenzaron a hacerle preguntas a Orellabac, pero él estaba recordando el consejo que le había dado Acayú, se quedo en silencio y no les contesto nada. Los hombres le dijeron que estaban en Zatar, la isla de las piedras transparentes, y que ellos eran piratas porque traficaban las piedras por todo el mundo. Luego lo amarraron y lo llevaron hasta el barco.
El Caballero vio que todos llevaban una pata de palo y un gancho en lugar de la mano izquierda.
Tanto lo cansaron con sus preguntas que él tuvo que gritarles que el no era como ellos y que lo único que quería era encontrar el Libro de los Deseos. Entonces uno de los piratas le ofreció ayuda para buscarlo, pero le dijo que antes tenía que encontrar el anillo de las siete capas, porque el anillo les servía a los dos. Con esa condición soltaron a Orellabac y todos regresaron a la isla.
Rapsodia XI
Tremolán encuentra un hombre que venía contándole un cuento a alguien imaginario.
Rapsodia XII
Orellabac y los piratas llegaron a un extraño valle con colinas de hielo y bosques rojos. Dos piratas fueron atrapados y deshechos por un hongo gelatinoso. Siguieron bajando y entraron en un castillo de cristal, en el que las paredes eran tan brillantes que no hacía falta luz ni de noche. Había salones repletos de piedras transparentes. Encima de una piedra estaba un joven cubierta por un lienzo transparente, el pirata le dijo al Caballero que la joven dormía hacía cien años y que ella les ayudaría a encontrar el anillo de las once capas, este anillo iba a ayudar a los piratas a defenderse de los enemigos, y a Orellabac a encontrar el Libro de los Deseos.
Pero para lograr todo eso el Caballero tenía que despertarlo con un beso, y entonces ella empezaría a soñar un sueño visible para ellos y de el ellos poderse guiar. Pero en ese momento el Caballero empezó a tener sentimientos y apenas vio a la joven quedó hipnotizado con su belleza, y olvido el consejo del Pájaro de la Dicha de que no hablara en la isla, y gritó contento: “¡Que bella es!” Inmediatamente se produjo un eco que derrumbó el castillo, los pedazos se quejaban como seres vivos.
Rapsodia XIII
Uruq parecía que estaba de fiesta con sus juegos de pólvora, mientras Tremolán seguía caminando y buscando en la cuidad.
Rapsodia XIV
Los piratas habían huido desesperados y la doncella despertó sin necesidad del beso; luego ella le dijo al Caballero que ella era el Olvido y que si la acompañaba lo olvidaría todo. Orellabac no dijo nada pero él sabía que su memoria no lo iba a dejar olvidar. La doncella dijo que en su reino no existían los deseos. Pasaron por un bosque de hongos que sangraban hasta llegar a un valle que, según ella, era el Jardín del Olvido. Era un lugar lleno de árboles con frutas y en el centro uno grande con frutas rojas en cuyo tronco vivía enroscado un gusano. Al sétimo día comenzó el Caballero a perder energía. Por la noche. En la noche se acostaba en el suelo a ver las estrellas y ella se ponía a la par, y él hablaba de quienes habían llegado ahí antes de él y como lo habían olvidado todo con tal de estar pensando en el cuerpo de ella. La memoria de Orellabac comenzó a fallar hasta el punto de quedar en blanco, de pronto escuchó murmullos de un riachuelo y también creyó escuchar la voz de Mimbo. Se acerco al riachuelo y arriba estaba el árbol de los frutos rojos, el Caballero se vio él mismo en el reflejo del agua y ahí, a la par, estaba el reflejo del gusano del árbol de los frutos rojos, se dio una conversación entre reflejos y el gusano le dijo que solo así podía verlo a los ojos sin sufrir ningún daño, porque si lo hubiera hecho fuera del agua se hubiera convertido en máquina muerta, pero así de esa manera, si lo podía ayudar porque el también quería dejar de ser prisionero de ese árbol. El reflejo del Caballero siguió las instrucciones del gusano, que le dijo que tomará un fruto debajo del agua y se lo comiera. Comenzó a sentir adoración por si mismo pero el gusano lo interrumpió diciéndole: “Ya somos libres”. Entonces fue así como el gusano verdadero bajo del tronco y entró en el agua, el Caballero se montó encima de él y salieron de ahí nadando y llegaron al mar. Pero debían separase, el gusano antes de zambullirse en el mar, le aconsejó a Orellabac que solo el Barquero con boca de pescado lo podía ayudar y que se llevara una concha de ese lugar para echarla en el mar cuando estuviera en peligro.
Rapsodia XV
Tremolán creyó que había encontrado lo que buscaba, pero solo fue una cara parecida.
Rapsodia XVI
El barquero con los ojos de pescado se acercó a la orilla con su barco u invitó al Caballero a subir. Orellabac recordaba las formas tan diferentes del gusano y Acayú, ya que, Acayú le había aconsejado que no se montara nunca en el barco del barquero, mientras el gusano le dijo que solamente él lo podría ayudar. Recordaba que Acayú le dijo que no lo debía hacer por el peligro de que el agua salada era mala para su cuerpo metálico, Orellabac tomó una concha blanca que lo protegiera y la subió al barco. El Caballero no hablo en todo el viaje, en cambio el barquero sí lo hizo, le habló de su soledad, de las distintas ciudades a donde podía llevarlo; luego le habló de unos árboles que cosechaban pájaros azules y que el que atrapara uno de esos pájaros era dueño del Libro de los Deseos. De se enojó y encadenó a Orellabac poniéndole un collar, y cuando el Caballero le mostró la concha el barquero se convirtió en un ser casi diabólico que de un solo golpe le arrebató la concha y la tiró al mar.
Rapsodia XVII
Tremolán se sentó a ver las tres muchachas que chapoteaban desnudas en el río.
Rapsodia XVIII
La concha que se lanzó al mar tenía poderes, porque en lugar de hundirse se abrió como un pétalo gigante y una señora radiante y hermosa, envuelta en tres velos que cambiaban de color, apareció sobre ella, y con un tono fuerte le hablo al barquero para que soltara al Caballero, pues este era un huésped del Reino de los Deseos. Orellabac saltó a la concha. La señora de la concha le dijo que quería esclavizar al barquero. Orellabac le pidió ayuda para encontrar el Libro de los Deseos, la señora le pregunto que para que lo quería entonces él le dijo que para leerlo y poder desear. Habían llegado a una playa de arena tibia; cuando era de noche la señora decidió descansar, pero antes le prometió al Caballero ayudarlo al otra día a cruzar la Yerma Región de las Sombras.
Rapsodia XIX
Tremolán se puso su nariz de payaso y se alejó del lugar para seguir buscando.
Rapsodia XX
Apenas amaneció partieron y llegaron rápido a la Yerma Región de las Sombras. La señora de la concha la advirtió a Orellabac no tocar los jugos pestilentes dejados por las Sombras porque esas lo atraparían y lo desgastarían lentamente. La señora dijo que no son peligrosas mientras estén al límite de Reino de los Deseos, porque si se salen de ahí seria un caos, porque se expandirían por todo el mundo. Cuando llegó la noche las sombras desaparecieron y se fue también, sin decir nada la señora de la concha. Tantas situaciones extrañas y Orellabac no se asustó por ser máquina y no hombre.
Rapsodia XXI
El Caballero llega a la ciudad de Tava-Catú (la ciudad de la luz, de la alegría) y limita con la Yerma Región de las Sombras. La frontera es una hilera de antorchas que la protege de las sombras. Una pareja de Sembos (habitantes de Tava-Catú) jalan a Orellabac desde un taller de orfebrería. Se llaman Kunko y Kunka y le cuentan al Caballero que toda la población esta triste porque las antorchas están a punto de extinguirse, y si eso pasa las sombras invadirían y destruirían todo. La pareja de Sembos le pide a Orellabac que los ayude para vencer a Tenebrante (señor de las Sombras). Le proponen realizar un trabajo que consiste en traerles la lámpara de hojalata de las siete llamas que arden siempre, porque con ella van a poder mantener eternamente las antorchas. Pero el trabajo no es fácil, porque va a tener que bajar al fondo de la tierra y enfrentarse al genio que la defiende. Kunko le hizo un anillo mágico que lo haría invisible cada vez que le diera tres vueltas, le aconsejo no ver directamente al genio a los ojos sino a través de un prisma de espejos. Le dieron la dirección de la entrada y lo despidieron cariñosamente.
Rapsodia XXII
Tremolán vio a dos borrachos jugando a la baraja. Uno hizo trampa y el otro lo amenazó.
Rapsodia XXIII
Orellabac llegó al lugar indicado, y al apretar la gárgola de bronce la roca se abrió y él pudo bajar por la cueva. Cuando se encontró con dos o tres puertas siempre eligió la de la derecha (recordando que su anillo debía llevarlo en su mano derecha). Siguió bajando y llego a una parte en donde habían seis puertas; de pronto se le cayo el anillo y fue a dar a una de las puertas, Orellabac la eligió. Bajo hasta una sala en donde había un cubo de cristal. El Caballero subió y ahí estaba el genio hundido en el hielo hasta la cintura. A cinco metros de él estaba el prisma de los espejos que le sirvió a Orellabac para poder verlo sin sufrir ningún daño, porque el genio tenía tres ojos y el de la frente tiraba rayos que quemaban.
Alrededor se oían voces y aplausos, eran hombres clavados en las piedras, porque el genio los había lanzados ahí con el tercer ojo fundiéndolos en la piedra con su mirada. El Caballero logró que le cayeran lágrimas del monstruo en el anillo, inmediatamente los hombres se liberaron de las piedras y aplaudieron, también el genio quedó libre y como agradecimiento le dio la lámpara de hojalata de las siete llamas, luego le advirtió que si no se quería perder tendría que seguir bajando y no regresar por donde había llegado.
Rapsodia XXIV
Tremolán vestido de Arlequín. Un búho canta mientras la noche se ilumina con fuegos artificiales.
Rapsodia XXV
Orellabac empezó el regreso por una escalera de caracol que daba la sensación de subir en vez de bajar. Él quiere entregar su lámpara a los Sembos, pero cuando pasa una puerta en forma de boca se encuentra en la ciudad Cuadriculada. Aquí no hay pasado ni futuro. Dos bandos pelean por el poder los blancos y los negros. Orellabac les para la guerra lo que molesta a los combatientes. EL rey blanco y el rey negro le dicen que se vaya, y entre la reina blanca y la negra lo lanzan con los desechos de la guerra. Otra vez tocan los tambores y relinchos en las cuatro esquinas del tablero.
Rapsodia XXVI
Aunque las noches de carnaval son largas, Tremolán no pierde la esperanza.
Rapsodia XXVII
Apenas Orellabac logró salir de la cuadricula cuando se le aparece Mimbo, que le dice que los Semblos lo estaban esperando y él viene a través de la Llanura de las Esfinges. Estos mounstros, con agarras y plumas como navajas, se sorprendieron con la presencia del Caballero, y uno se paro frente a él.
Rapsodia XXVIII
Tremolán seguía buscando. Dos perros le ladraron y una joven le hizo un guiño.
Rapsodia XXIX
Como Orellabac no puede desear, entonces Mimbo le pide que piense en el deseo de regresar al taller de los Sembos a entregar la lámpara de hojalata de las siete llamas. Orellabac trató y trató pero no funcionó, pues al abrir los ojos se encontró con una región de tormentas de fuego. Ahí sólo había objetos de fuego de muchos colores.
Mimbo se convirtió en niño y llevó al caballero hasta un lugar seguro; a la Casa de la Memoria, un lugar que resiste el fuego. Para estar a salvo en la Casa de la Memoria debe olvidar la tormenta de fuego y tener el encanto de una historia, porque ese lugar era una biblioteca, y Orellabac pudo ver el ajedrez de Alicia, el muñeco que la nariz le crecía con la mentira; en fin, habían montañas de historietas y cuentos maravillosos. Mimbo comenzó a leerle un cuento al Caballero. Decía así :
Rapsodia XXX
Un toro entra furioso en la casa de los abuelos de un niño y hizo mucho desorden. El niño se asusto fue a esconderse en una compraventa de un señor Baltasar, y para calmarse leyó historietas. Él era un visitante frecuente y hasta era amigo del dueño, porque los sábados ayudaba a las señoras a llevar las bolsas y todo el dinero que ganaba se lo gastaba en la compraventa, alquilando tantas historietas que hasta quedaba dormido leyendo.
Sus amigos llamaban al lugar la “cueva del anticuario”, y era porque era un local sucio y hediondo, lleno de estantes y cosas sucias y con telarañas. También existía un lugar prohibido por Baltasar que nunca le enseño al niño; pero el día que lo asustó el toro llegó cansado a la tienda que Baltasar para verlo contento lo llevó a verlo. Era un cuarto pequeño Baltasar quitó el cansado negro y a la vez le iba diciendo que iba a entrar en el lugar de los secretos. Adentro había un cofre que llamó la atención del niño, pero el viejo no lo dejó abrirlo. Desde que abandonaron el local no dejó de pensar en regresar a abrir aquel cofre, cuando descontó a sus amigos lo del cofre, todos estuvieron de acuerdo de que se quedará esa noche escondido ahí para saber que había dentro del cofre, pero el niño pensó en hacerlo él sólo porque tenía miedo de que cometieran una barbaridad, y así lo hizo. Una noche se quedó escondido en la tienda hasta que el señor cerrara las puertas desde la calle. Entonces subió y buscó la puerta que curiosamente estaba sin llave, abrió el cobre y en ese momento empezaron a salir figuras animadas que chillaban como encantadas, sintió una mano en el hombro, se volvió y ahí detrás estaba un viejo con barbas blancas y bastón celeste con estrellas y le dijo que esa puerta del cofre era la entrada al Reino de los Deseos. Luego reconoció al vejo y era Baltasar, quien le hablo con cariño en lugar regañarlo. Mas bien se ofreció a contarle la historia de un hombre que se creía máquina (historia de Orellabac) Ese mueble lo habían abandonado unos piratas en una playa del caribe, había pasado de generación en generación. Baltasar sacó unos libros y le leyó al niño las aventuras de Orellabac.
Rapsodia XXXI
Mimbo se levanta para interrumpir la charla entre Baltasar y el niño, porque la tormenta de fuego ya había pasado. Mimbo se transformo en un caballo blanco muy bonito y le dijo Orellabac que se montara y cerrara los ojos para poder ir por el tiempo y el espacio. Rápido estuvieron en Tava-Catú, pero era un poco tarde porque ya las sombras destruían la ciudad y los Sembos corrían derrotados. Kunko y Kunka se acercaron rápido a Mimbo, tomaron la lámpara y, pasando por entre un enjambre de sombras lograron llegar y prender la primera antorcha. El cielo se iluminó y se escucharon gritos de alegría porque las sombras habían sido vencidas para siempre.
Rapsodia XXXII
Tremolán sintió miedo al tener que cruzar entre fantoches que disputaba por una botella de licor.
Rapsodia XXXIII
Cuando parecía que todo había acabado apareció un nuevo trabajo para Orellabac.- ahí en el reino de las sombras está prisionera una doncella que se llama DulceLuz y los Sembos lo enviaron a liberarla, y el obedece. Cuando llegó pudo ver que las sombras se agrupaban en una colina, para proteger a su rey. Por una grieta empezó a moverse un sombra que se fue haciendo cada vez más grande y a la vez envolviendo al Caballero hasta cubrirlo completamente.
Nueve días duro en ese estado, y al noveno Tenebrante (sombra que lo envolvía) retrocedió, y con gestos le dijo al Caballero que lo siguiera, y como una serpiente entro en la grieta. Al cruzar la grieta Orellabac se sintió en un lugar extraño, porque era un espacio sin límites pero lleno de figuras geométricas de toda clase. En este lugar pasaron dos cosas: La primera la sombra pudo llamar con su propia voz al Caballero; y segundo, que aquella que solo se arrastraba lograra tomar forma, despegarse del suelo y correr con forma de toro.
Rapsodia XXXIV
Uno de los fantasmas del carnaval con voz femenina le acarició la cabeza a Tremolán; él se asustó porque se había quedado dormido.
Rapsodia XXXV
Por segunda vez los Sembos mandan a Orellabac a salvar a la doncella. Cuando iban de camino Mimbo le habla desde una pompa de jabón y le dice que no lo volverá más porque ahora estará en el Reino de los Deseos y que si lo necesita solo lo podrá llamar con la imaginación. Orellabac sigue caminando hacia la puerta; ya no hay sombras, solo algunos PaloRojos que sirven de guía. El caballero piensa en lo que el Maese Pedro dijo cuando lo hizo, aseguró que su máquina iba a ser tan perfecta como los hombres, solo que no tendría sentimientos. Empezó a pensar un DulceLuz y eso lo estremecía, pero luego pensaba que una máquina no puede desear q alguien que no visto. Había un sendero bajo la sombra de los árboles, siempre con PaloRojos en fila, luego empujó el tronco de un árbol extraño y esa era la puerta, ahí estaban las pirámides que buscaba.
Rapsodia XXVI
Tremolán había dormido al aire libre. No se sentía en paz consigo mismo y hasta se preguntó qué era lo que buscaba.
Rapsodia XXVII
El Caballero recoge sus tres vainas que habían caído de la puerta y se dirige a la pirámide. Traspasa una pared luminosa una pared luminosa que está al frente y comienza a subir por una escalera interna. Cuando sube tiene la sensación de que lo vigilan. Al llegar a un patio vio una vieja sentada que terminaba de leer un libro. Ella le cuenta a Orellabac que acaba de leer su historia y que termina con su llegada al patio del tronco. Orellabac vuelve a estremecerse y recuerda que una maga, la Joven Vieja de Daduic, lo había condenado a sentir y desear. El Caballero le pregunta a la vieja su nombre, ella le dice, Laquelee, o sea, la que lee su historia. Le avisa que si alguien destruye las hojas de su historia se pierde, por eso la parte de Tenebrante quedó a medias porque se perdieron tres páginas. Finalmente la vieja se destrozó su vestido y se fue.
Rapsodia XXXVIII
Tremolán vestido siempre de payaso, se anduvo juntando con las demás figuras del carnaval. Varios actores borrachos actuaban como aves de Corral.
Rapsodia XXXIX
La doncella DulceLuz cuenta su situación. Su padrastro, que reina en el Reino de los Deseos, la tiene encerrada porque unos magos le dijeron que ella sería su ruina. Ella cree que un Caballero vendrá a salvarla, pero antes tendrá que pasar por los acertijos que los magos crearon. Orellabac desde el patio trato de encontrar una entrada a la torre pero no la encontró. Entonces recordó aquellas palabras que le había dicho Laquelee y supuso que eran una clave y las fue uniendo con las tres vainas que el traía. Abrió una vaina y la sembró a la par del muro y le echó agua caliente. Creció una planta que tenía de frutos de serpientes, abrió la segunda, y nació un gallo tan bravo que se comió el ÁrbolSerpiente a puros picotazos, después de que se los comió deposito unos pétalos dorados, luego desapareció. El Caballero tiró la semilla de la tercera vaina y la abonó con el excremento del GalloSerpiente y la regó con agua caliente y agua tibia y nació una planta tan alta que llegó hasta la parte más alta de la torre. Por ella subió el Caballero y cuando llego a donde estaba la doncella saco su espada para cortar la pared de esfera y poder entrar.
Rapsodia XL
Una voz dulce logra cautivar a Tremolán mientras le susurra frases de amor.
Rapsodia XLI
Dentro de la esfera estaba DulceLuz. La muchacha le promete enseñarle el secreto de los deseos; Orellabac ve cuantas cosas hay en el lugar y queda satisfecho al escuchar la dulce voz de la doncella. Ella le advierte que si la libera tendrá que enfrentar la cólera de su padrastro (Imago Rex). Ella le va a ayudar a buscar el Libro de los Deseos que tiene que estar en uno de los mil pisos de la biblioteca, que está en una torre a la orilla del río más profundo de la comarca. Ese libro, nadie lo ha visto nadie todavía, se apuraron a bajar por la misma planta por la que bajo el Caballero. Al llegar a la tierra los esperaba su padrastro (Imago Rex) con un grupo de tigres CazaHierro, capaces de despedazar cualquier cosa. Orellabac recuerda haber visto el rostro del rey en varios personajes: en uno de los piratas, en el gusano del árbol, entre los hombres que habían sido metido en las piedras. Lo que significaba que Imago Rex siempre lo había vigilado. Cuando Orellabac intenta atacar al rey los CazaHierro se meten y le despedazan la espada; el rey no responde al ataque, mas bien le ordena a DulceLuz que guié al Caballero a la Biblioteca, pero después ella tendrá que volver a la prisión.
Rapsodia XLII
Tremolán se topó con una carroza y sus integrantes ensayaban una obra de mal gusto.
Rapsodia XLIII
DulceLuz y el Caballero empiezan su viaje, acompañados de Laquelee, ella les dice que para llegar a la ciudad flotante deberán tomar la barca de ébano en vez de el puente de hamaca. La barca no tenía remos pero avanzaba, cuando llegaron a la ciudad flotante, apareció un fuego verde y de pronto se abrió una escobilla y salieron siete hombres de adentro del barco, quienes rodearon el fuego y frotaron sus manos para leer el lenguaje de las llamas. Eran los remeros, vivían encadenados pero a veces los dejaban salir. DulceLuz, el Caballero y Laquelee corren a la Ciudad Flotante, pasaron por diferentes pruebas, pero luego se dieron cuenta que todo había sido una proyección de cine, porque todo fue un truco de Imago Rex, ya que su Reino estaba lleno de cámaras y pantallas gigantes.
Rapsodia XLIV
Los tres entran en la Ciudad del Palacio Gris con el fin de llegar a la Biblioteca. Es una ciudad hundida en la tristeza, como muerta, todo lleno de arena, de árboles y jardines sin hojas. Pero la imagen del rey se proyectaba por todas partes, y con su voz se escuchaban lemas de bondad y grandeza. Los habitantes se preguntaban para que esas personas iban a la Biblioteca, si ya nadie leía, además ni los bibliotecarios habían visto nunca el Libro de los Deseos, también les extrañaba mucho ver a DulceLuz en libertad, porque su padrastro le había quitado su trono.
Rapsodia XLV
Tremolán regresó a su casa para cambiar su traje de payaso por otro mago, hasta con varita mágica.
Rapsodia XLVI
Después de subir hasta la cima de la torre entraron en la Biblioteca. Una niña leía un libro y en la portada decía, con letras de fuego: LIBRO QUE TRATA SOBRE LOS DESEOS Y COMO REALIZARLOS. En lenguaje de la niña no se entendía. Cuando Orellabac quiso tomar el libro, el libro se desarmo y quedo en hojas blancas y sueltas.
Rapsodia XLVII
Tremolán comenzó a dudar sobre la importancia de lo que buscaba, y hasta rompió desesperado, su varita mágica.
Rapsodia XLVIII
El Caballero empezó una conversación con la niña. Ella le dijo que el Libro de los Deseos no existe en sí mismo, sino que todos los libros son el Libro de los Deseos. Luego lo invitó abrir un libro azul, Orellabac lo hizo y de sus páginas saltó un dragón que se escapo por una escalera, la niña le dijo que abriera otra hoja y ahí estaba el dibujo de su espada. Él metió su mano al dibujo y cogió la espada y con ella se fue detrás del dragón, pero cuando lo alcanzó y le iba a clavar su espada de fuego se metió Imago Rex, él le dice a Orellabac que no lo mate porque el Dragón es un ser imaginario.
Rapsodia IL
Tremolán sintió fiebre, entonces decidió ir por tercera vez al teatro del Maese Pedro a cambiarse su disfraz. Pero todavía no sabía que se iba a poner.
Rapsodia L
Imago dice que los hombres se engañan así mismos, y les gusta creer que los demás tienen la culpa del engaño. Orellabac ya triste, se quitó el casco y muestra una cara llena y pasión y furia. Decide matar al dragón, pues creyó que así acabaría con Imago y todos los tiranos, pero pronto sintió encima suyo el ataque de los CazaHierro que prácticamente trituraron con sus poderosas mandíbulas cada parte del Caballero. En ese momento de morir deseó la vida y hasta se acordó que él se llamaba Tremolán; tuvo tiempo también de recordar la tarde en que se había vuelto loco mientras escribía la historia de un Caballero y un dragón, y luego andando por Uruq, llegó a imaginarse que era un robot que fue condenado a buscar el Libro de los Deseos.
Rapsodia LI
Tremolán se disfrazó de Caballero y empezó a buscar un Dragón, una espado y un libro. Luego entendió que lo buscaba era su memoria para ganarle a la locura.
Rapsodia LII
Orellabac, ya moribundo, tuvo tres visiones: En la primera el rey le ordenaba permanecer para siempre loco, en la segunda la doncella DulceLuz le dice que huya de aquel engaño, y por ultimo ve a Laquelee con un libro.
Rapsodia LIII
Lo que Laquelee es el final de aquella lectura que Baltasar comenzó aquella noche, cuando sorprendió al niño dentro de su compraventa y, en vez de regañarlo, lo premió con la lectura de las aventuras de Orellabac.
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Enviado por: | Karina |
Idioma: | castellano |
País: | Costa Rica |