e agrupan en este apartado un conjunto numeroso de medicamentos que tienen en común producir vasodilatación cerebral o periférica por mecanismos muy diferentes; hay alfa-bloqueantes adrenérgicos (la dihidroergotoxina y otros alcaloides hidrogenados del cornezuelo), beta-estimulantes adrenérgicos (la isoxsuprina, el bametán, etc.) y relajantes directos del músculo liso (el naftidrofurilo y algunos antagonistas del calcio). Existe incluso productos para los que se reclama, además de la acción vasodilatadora, una capacidad de estímulo del metabolismo cerebral. Tal es el caso de la dihidroergotoxina, del naftidrofurilo y el de la vincamina y otros alcaloides de la Vinca.La evaluación objetiva y crítica de estos medicamentos es prácticamente imposible. Por un lado la variabilidad de los estados que se clasifican bajo los epígrafes de insuficiencia cerebral o insuficiencia vascular periférica hace que sea muy difícil reunir grupos de ensayo homogéneos. En la mayoría de los estudios la variación entre los grupos de ensayo y control es del mismo orden que la que existe dentro de los grupos y por tanto, no aparecen diferencias significativas en ensayos clínicos bien controlados. Las dificultades metodológicas tienen como consecuencia que, tomando en consideración el número de medicamentos que lo componen, el grupo de los vasodilatadores cerebrales/periféricos tienen muchos menos ensayos clínicos bien hechos que cualquier otro grupo terapéutico importante. En los casos, como el del mesilato de dihidroergotoxina, donde los estudios clínicos son abundantes, los resultados son tan contradictorios que resulta imposible llegar a una conclusión definitiva.
Por otro lado, los vasodilatadores han sido convertidos en el estereotipo de la medicación irracional, el ejemplo de lo que no debe hacerse en terapéutica, hasta el punto de que en ciertos sectores se ha perdido toda pretensión de objetividad en su evaluación. Pese a ello, es el grupo farmacológico más prescrito en el S.N.S. Esta contradicción entre la teoría y la realidad puede deberse a que las alternativas a los vasodilatadores que proponen la mayoría de los autores son comprensión, ánimo y apoyo material y moral al enfermo senil y sus familiares, y ésta es una faceta humana de la medicina que el sistema sanitario actual está notoriamente incapacitado para proporcionar.
Nos limitaremos por tanto, a unas consideraciones de carácter general. Las insuficiencias circulatorias periféricas pueden tener dos orígenes: espasmo vascular (ej. Enfermedad de Raynaud) y obstrucción del vaso (ej. Claudicación intermitente y otras afecciones ateroscleróticas). La enfermedad de Raynaud responde aceptablemente a vasodilatadores periféricos, incluyendo no sólo los medicamentos de este grupo sino también bastantes antagonistas del calcio (ver grupo C01D2A) y el ungüento de nitroglicerina (ver grupo C01D). En cambio la claudicación intermitente y otras condiciones caracterizadas por estenosis se benefician poco de un vasodilatador, y lo único que tiene una utilidad relativa son los medicamentos como la pentoxifilina que disminuyen la viscosidad de la sangre.
Los déficits de irrigación cerebral suelen tener origen aterosclerótico y posiblemente le sea de aplicación el comentario anterior, pero una buena parte de los casos de insuficiencia cerebral deben estar relacionados con cuadros de degeneración neuronal como la enfermedad de Alzheimer, donde la utilidad de un vasodilatador es aún más dudosa. El tratamiento de esta patología se discute en la introducción al grupo N06D1A.
En conclusión puede ocurrir que, aunque estadísticamente no puede demostrarse actividad significativa, la gran variabilidad de casuística haga que algunos casos individuales puedan beneficiarse de un tratamiento con vasodilatadores cerebrales o periféricos. De todas formas hay que tener en cuenta que estos medicamentos tienen sus problemas peculiares, especialmente la hipotensión, o la posibilidad de que se produzca una acumulación de sangre en las zonas vasculares sanas dilatadas en perjuicio de las afectadas por estenosis (fenómeno de robo).
Por consiguiente, y mientras no haya más datos fiables, habría que aceptar a los vasodilatadores como un tipo de terapia que en ciertos casos va a beneficiar al paciente, en otros lo va a perjudicar y una buena parte de las veces va a ser indiferente.