Filosofía y Ciencia
Vacas, cerdos, guerras y brujas; Marvin Harris
INTRODUCCION ACERCA DEL AUTOR Y DE LA EPOCA
INTRODUCCION ACERCA DEL AUTOR Y DE LA EPOCA
El Autor: Marvin Harris
Marvin Harris es un sociólogo y antropólogo cultural estadounidense, nacido en 1927, que desarrolló el `materialismo cultural' en antropología y contribuyó a crear una visión más moderna de esta ciencia.
Nacido en Chicago, Illinois, estudió en la Universidad de Columbia de la ciudad de Nueva York. Obtuvo la licenciatura (1949) y el doctorado (1953) en Letras y ejerció la docencia hasta la década de 1980. En 1981 se trasladó a la Universidad de Florida, donde desde entonces ha formado a varias generaciones de estudiantes.
Harris realizó trabajos de campo en Brasil, Ecuador, Mozambique y otros países, lugares donde empieza a desarrollar su enfoque materialista cultural, teoría que destaca los aspectos económicos y tecnológicos de las sociedades humanas. Mantiene posturas semejantes a las del antropólogo estadounidense Lewis Henry Morgan, cuya obra sobre la evolución llevó a Friedrich Engels a desarrollar la teoría del materialismo dialéctico.
Según el materialismo cultural, todas las sociedades están divididas en tres niveles primarios de organización: infraestructura, estructura y superestructura. La infraestructura corresponde a la producción de bienes y servicios, así como a la reproducción y mantenimiento de la población; la estructura incluye las relaciones políticas y locales de cada sociedad; por último, la superestructura consiste en las ideas, valores, creencias, arte y religión de las sociedades. El materialismo cultural postula que los cambios o innovaciones que se dan en una cultura se originan en la infraestructura y se reflejan primero en la estructura y después en la superestructura. Harris perfeccionó los métodos de estudio antropológicos al diferenciar el carácter de la investigación en emic y etic: el método emic representa las estrategias de la antropología basadas en la visión propia de una cultura determinada; el método etic representa el enfoque exterior.
A diferencia de otros materialistas, Harris no se interesa por el avance de las culturas, es decir, su evolucionismo, sino por descifrar el desarrollo de los rasgos culturales específicos de cada sociedad. Sus obras más destacadas son: Cultura, hombre y naturaleza (1971), Materialismo cultural (1979), Vacas, cerdos, guerras y brujas (1980), El desarrollo de la teoría antropológica (1982), Nuestra especie (1991) y Muerte, sexo y fecundidad (1991).
La Época: Finales del siglo XX
Vacas, cerdos, guerras y brujas es un estudio que se termino de escribir en 1980 y que, tras largos años de investigación, ayudó a comprender como ciertas culturas en esa época dominada por la tecnología podían vivir de ese modo. En esta época, en la que se encuentra el auge de las comunicaciones y el desarrollo cultural, es extraño encontrarnos con estos casos, pero los hay. De todas formas, aunque el desarrollo de la civilización a la que pertenece Harris, hay que recordar que las culturas que estudia pertenecen a la misma época, y que quizá eso sea lo que hace más interesante el estudio.
RESUMEN Y ANALISIS DE LAS IDEAS PRINCIPALES DEL LIBRO
Prólogo
El libro intenta explicar las causas de estilos de vida aparentemente irracionales e inexplicables, que hasta ese momento aparecían como enigmas insondables. La posición científica, mantenida en la antropología anterior a la publicación de este libro, desalentaba, según Harris, la búsqueda de explicaciones racionales a las diferentes pautas culturales existentes en el mundo. Partiendo de la suposición de que la vida humana no es producto del azar simplemente y que los diferentes estilos de vida tienen causas definidas y fácilmente identificables. Considera además que se debe dar prioridad a las explicaciones prácticas y materiales frente a las espirituales o mitológicas. Comprendiendo mejor las circunstancias prácticas de cada sociedad pueden identificarse los factores materiales que inciden, y que muchas veces aparecen disfrazados como mitos y leyendas. Estos mitos se utilizan para dar una identidad social y un sentimiento de comunidad a la gente y dificultan la superación de las trabas que crea la cultura sobre la conciencia social.
El desconocimiento del amplio abanico de culturas pasadas y presentes, el miedo ante el envejecimiento y la muerte y el temor al conflicto provocan que las desigualdades se disfracen o falseen. Mediante estas tres bases se crea la conciencia onírica colectiva que impide comprender la esencia de la vida social, limitando la conciencia cotidiana. El autor busca en cambio aportar soluciones, probables o razonables, no dogmas de fe, pues aunque sean inexactas son un principio hacia la comprensión de las diversas culturas humanas existentes.
La madre Vaca
Desde el punto de vista occidental, el culto a las vacas en la India, se asume como la demostración de que en Oriente los valores espirituales están por encima de la propia vida. Las vacas simbolizan todo lo vivo, representan la madre de la vida y matar una vaca, es un sacrilegio.
Algunos informes consideran este credo como uno de los factores principales de la pobreza y el hambre en la zona, al mermar la eficiencia agrícola. Pero si observamos los datos sobre el ganado vacuno, vemos que existen muy pocos bueyes, animal que junto con el búfalo de agua, son la principal fuente de tracción para arar campos. La falta de tracción animal es un grave peligro para las familias campesinas, que pueden perder sus propiedades. Las vacas cebú paren bueyes, no están especializadas en la fabricación de leche como las occidentales, aunque la que producen ayuda al sustento de sus dueños. El sistema industrial hindú además consume muy poca energía en comparación con las modernas agriculturas occidentales. Las vacas proporcionan estiércol que se utiliza como fertilizante, combustible para cocinar y recubrimiento de suelos. Su valor es tan alto que existen personas especializadas en su recolección. Son además, animales muy resistentes a la sequía, ya que disponen de gibas que almacenan la energía y una asombrosa capacidad de recuperación. El tabú para Harris, sería un producto de la selección natural que combate la tentación de vender o matar las vacas en las épocas de sequía, pues aunque sobrevivan, las familias luego no podrán arar sus campos. La supervivencia hasta la vejez de animales inútiles es el precio que se paga por proteger animales útiles en épocas de penuria. Por otro lado, se consigue un mayor aporte calórico cuando se consumen directamente las plantas que a través del consumo de animales, y su carne no se desperdicia pues existen castas inferiores que la consumen, una vez muerta. No existe competencia con el hombre por el alimento, puesto que las vacas consumen mayoritariamente desperdicios, convirtiendo artículos de poco valor en productos de utilidad inmediata, como la leche. El mismo Gandhi comprendió que el amor a las vacas tenía consecuencias diferentes para ricos y pobres, y que iba aparejado a la agricultura en pequeña escala y al sistema tradicional de vida hindú. El 43% del ganado vacuno hindú se divide entre el 62% de las granjas pobres, que en su totalidad sólo suponen el 5% de los pastizales de la India. La economía de las familias pobres campesinas sería la única afectada por su reducción. Existe además una proporción entre vacas y bueyes de 70/100 que es provocada por la acción humana mediante el sacrificio de becerros hembra, pero siempre de forma indirecta y no reconocido públicamente. Y esta proporción varía según las zonas y los cultivos, en función principalmente de la cantidad de agua de regadío disponible, ya que en los arrozales se utiliza el búfalo de agua y el número de vacas desciende a un 47/100. Lo cual demuestra que el número de vacas se adapta a las diversas zonas agrícolas. El amor a las vacas ayuda a sobrevivir a los humanos en un ecosistema de bajo consumo de energía, donde no existe margen para el despilfarro. Así se demuestra que la India utiliza su ganado vacuno de forma más eficaz que EE.UU., no porque los animales sean más productivos, sino porque aprovechan todos sus productos.
Porcofilia y Porcofobia
Este Tema plantea el problema de porque algunos pueblos aborrecen el mismo animal que otros aman. El cerdo es una abominación para judíos y musulmanes, mientras que el centro del amor a los cerdos se encuentra en Nueva Guinea y las islas melanesias. El problema porcófobo se ha estudiado desde la antigüedad y mientras en el Renacimiento se decía que se debía a que era un animal sucio, posteriormente, en el siglo XVIII, Moisés Maimónides creía que era una medida de salud pública. Harris, en cambio, considera que el Corán y la Biblia prohibieron su cría porque era una amenaza a la integridad de los ecosistemas naturales y culturales de Oriente Medio.
Los hebreos eran pastores nómadas que vivían de rebaños de cabras, ovejas y vacuno. La prohibición es una estrategia ecológica acertada, pues la cría de cerdos en hábitats áridos es una amenaza, al tratarse de zonas deforestadas donde los rumiantes se adaptan mejor. El cerdo es un animal oriundo de las zonas de bosque y riberas umbrosas. Además es un competidor alimenticio con el hombre, es difícil desplazarlo a largas distancias y está poco adaptado termodinámicamente, pues su sistema de regulación de la temperatura corporal es ineficaz. En las zonas muy calurosas depende del efecto refrescante de sus excrementos y se convierte en un animal sucio. En Oriente Medio, la carne de cerdo se consideraba un artículo de lujo. Y cuando mayor es la tentación, mayor es la necesidad de una prohibición divina, pues una cría a pequeña escala era una tentación y a gran escala, era imposible. Pero los tabúes además de tener explicaciones ecológicas, también cumplen la función social de dotar a una comunidad de signos distintivos. Actualmente esta es su función, no suponiendo ningún perjuicio grave para esta comunidad y permitiéndole distinguirse del resto de la humanidad.
El amor a los cerdos, en cambio, es un estado de comunidad total entre el hombre y el cerdo. Estos se crían como miembros de la familia, duermen con ellos, lloran por ellos cuando están enfermos y les dan los mejores bocados. Pero incluye además el sacrificio obligatorio de los cerdos y su consumo en una ceremonia especial. El clímax de este amor es la incorporación de la carne de cerdo a la carne del anfitrión humano y del espíritu del cerdo, al espíritu de los antepasados, durante el gran festín que se celebra una o dos veces por generación, en el que se consumen todos los cerdos.
Este gran festín se celebra cada doce años, aproximadamente, entre los Maring, un grupo tribal amante de los cerdos que habita en la Cordillera Bismarck de Nueva Guinea y que fue estudiado por el antropólogo R. Rappaport. El kaiko dura aproximadamente un año y a los dos o tres meses de acabar se entabla un combate armado con los clanes vecinos enemigos. Los cerdos que quedaban se consumen durante la lucha, y los grupos se ven obligados a cesar la guerra cuando no disponen de más cerdos para ganarse el favor de los antepasados. El combate cesa y los beligerantes van a plantar un pequeño árbol, el rumbim, en un ritual en el que participan todos los varones poniendo sus manos en él, mientras el mago asegura a los antepasados que mientras siga en pie el rumbim no se volverá a reiniciar la guerra. Ahora los esfuerzos vuelven a dirigirse a criar cerdos para celebrar un gran kaiko, arrancar posteriormente el rumbim y reiniciar las hostilidades.
Este ciclo se inserta dentro de un complejo ecosistema autorregulado que ajusta el tamaño de la población animal y humana según los recursos disponibles. La decisión de cuando hay suficientes cerdos es crucial, aunque no existe un número exacto de años. La cría de cerdos y el cultivo depende principalmente de las mujeres, y la presión para aumentar el número de la piara lo más rápidamente posible, recae sobre un sistema de cultivo tradicional de tala y quema. Los nuevos huertos, necesarios para alimentar a una población humana y animal creciente, exigen más esfuerzo al situarse más alejados de las viviendas y tener un mayor tamaño. Además los cerdos adultos empiezan a invadir los huertos produciendo enfrentamientos entre los vecinos. Las casas se dispersan para estar más cerca de los huertos, disminuyendo la seguridad y provocando un mayor nerviosismo en la población. Pronto empieza a haber discusiones entre maridos y mujeres y los hombres se preguntan si no habrá suficientes cerdos. Entonces inspeccionan el rumbim, y finalmente deciden que hay suficientes cerdos para iniciar el festín. Gran parte de la carne se distribuirá entre los parientes y aliados militares, ya que el kaiko se utiliza para recompensar a los aliados y ganarse su lealtad.
El ansia de carne de cerdo es perfectamente racional teniendo en cuenta la escasez de carne en la dieta de los Maring y la cría de cerdos está bien fundada en la ecología de la zona, ya que la temperatura y la humedad son ideales. Pero un crecimiento ilimitado de la piara podría comportar una situación de competencia alimenticia entre el hombre y el cerdo. Cuando las mujeres Maring empiezan a trabajar para alimentar a los cerdos y no a las personas, y la eficiencia agrícola cae, es hora de celebrar un kaiko. Imponer un número límite al número de cerdos sólo sería posible con un tipo de agricultura diferente. El momento en que ya existen suficientes cerdos es impredecible, ya que depende de variables que cambian cada año: la población, la dimensión del territorio, el bosque secundario disponible y la situación e intenciones de los grupos enemigos. Para dar satisfacción a los antepasados se debe hacer un esfuerzo máximo, esto provoca por un lado que aumente la ingestión de proteínas mejorando la salud de la población y garantiza el consumo de proteínas y grasas en los meses que preceden a la guerra, siendo además una forma de conseguir aliados. Los Maring son conscientes de la relación entre el éxito en la cría de cerdos y el poderío militar y el sistema entero produce una distribución eficiente de plantas animales y hombres en la región.
La guerra primitiva
Para Harris, la guerra primitiva se funda en una causa practica, aún cuando sus participantes la desconozcan y actúen movidos por motivaciones emocionales. Los pueblos primitivos emprenden la lucha cuando carecen de alternativas mejores a problemas concretos. Los Maring, por ejemplo, la atribuyen a la venganza de actos violentos, como ocurre en muchos otros pueblos.
La presión demográfica se produce, según Harris, cuando la población empieza a acercarse al punto de deficiencias calóricas o cuando empieza a crecer y consumir a un ritmo que degradará la capacidad del medio ambiente. La población estaría llegando al llamado “límite de sustentación” del hábitat. La mayoría de sociedades primitivas poseen mecanismos de regulación de la capacidad de sustentación, reduciendo la población, la producción y el consumo. Los grupos que crearon este tipo de mecanismos sobrevivirían mejor, y la guerra es uno de estos mecanismos que ayudan a mantener el equilibrio ecológico de las poblaciones humanas. No sucede lo mismo con la guerra moderna, aclara el autor.
La guerra estalla en el momento en que la producción y el consumo se hallan en auge. Lo importante no es el efecto de regulación de la guerra sobre un grupo en concreto, sino sobre el total de la población de la región. Y no se produce por las bajas habidas en combate, ya que los beligerantes son los hombres y sus muertes apenas afectan al potencial reproductivo. Los Maring, como muchos grupos primitivos, practican la poliginia, muchos hombres tienen varias esposas, y las mujeres desarrollan la mayoría de tareas hortícolas. En realidad, la guerra conserva el sistema Maring a través de dos consecuencias más indirectas: los huertos son abandonados antes de alcanzar el techo de su productividad y se incrementa la mortalidad infantil femenina. El abandono temporal de los huertos permite mantener la capacidad de sustentación de la región, pues zonas cultivadas intensivamente quedan en barbecho mientras que se ponen en cultivo nuevas áreas. En el sistema de tala y quema la explotación continuada de una zona, supone una amenaza a la capacidad de recuperación del bosque. Entre los Maring, la deforestación es pequeña y el período necesario para la recuperación del bosque, diez o doce años, coincide perfectamente con los años que transcurren entre festivales, esto para Harris no es una simple coincidencia. Y por tanto la respuesta a cuando hay suficientes cerdos sería cuando el bosque ha vuelto a crecer en el área de los antiguos huertos. Puesto que un cerdo adulto consume lo mismo que un hombre adulto, su sacrificio reduce el sacrificio de hombres.
Por otro lado, el combate intensivo favorece la cría de niños en vez de niñas, ya que el número de varones adultos marcará el potencial de la comunidad frente al enemigo. En los pueblos primitivos existe una desproporción de 150:100 entre niños y niñas en edad infantil y juvenil, aunque en edad adulta se igualan, por la mayor mortalidad masculina. Muchos grupos primitivos practican el infanticidio femenino manifiesto, y sobre todo encubierto. Teniendo en cuenta que las mujeres son más valiosas, en términos biológicos, este hecho sólo se entiende teniendo en cuenta que la guerra invierte el valor de la aportación de hombres y mujeres. La guerra obliga a maximizar el número de varones. El autor cree que la guerra es el mejor método para regular la población, puesto que en los pueblos primitivos, los métodos anticonceptivos no existen y el aborto provoca la muerte de gran parte de las mujeres que lo practican. La forma más sencilla de ejercer este control es sobre los bebés, por la facilidad, la poca inversión social realizada y porque los lazos emocionales son menores.
La guerra es el precio pagado por las sociedades primitivas por criar hijos cuando no se pueden permitir crear hijas. Y la guerra, a lo largo de la historia, ha sido una estrategia de adaptación vinculada a condiciones tecnológicas, demográficas y ecológicas específicas y no el resultado del carácter agresivo del ser humano como se ha venido postulando.
El macho salvaje
El infanticidio femenino, practicado por la mayoría de sociedades primitivas, es una demostración de la supremacía del varón. La principal forma de adaptación humana es la cultural, no la biológica, por lo cual en la especie humana las diferencias físicas no son significativas. En las sociedades humanas, el dominio sexual depende del control de la tecnología de la defensa y la agresión. Las mujeres controlan la crianza, y a través de ella pueden modificar cualquier estilo de vida que las amenace. Pero este control sólo pueden ejercerlo sobre los varones de su propio grupo, no con el enemigo, por este motivo las mujeres se ven obligadas a criar varones feroces en contextos de guerras continuas. Este fenómeno se conoce como “ amplificación de la desviación”, cuanto más feroces son los varones, más guerras se producen, y más se necesitan varones feroces. A la vez aumenta la agresividad sexual, la explotación de las mujeres y la poliginia. La poliginia provoca un déficit de mujeres, aumenta el nivel de frustración de los hombres jóvenes y potencia los motivos para ir a la guerra. Llevado al clímax las mujeres son despreciadas y matadas en la infancia y se emprenden guerras para capturar mujeres y poder criar hombres agresivos.
Un ejemplo de este estilo de vida serían los indios Yanomamo que habitan en la frontera entre Brasil y Venezuela. Esta es una de las sociedades más agresiva, belicosa y orientada hacia el hombre que existen en el mundo. Tanto los varones como las hembras adultas tienen el cuerpo recubierto de cicatrices y magulladuras, en las mujeres provocadas en la mayoría de casos por las agresiones de sus maridos. Todos los hombres abusan físicamente de sus mujeres e incluso pueden llegar a matarlas. Muchas veces se desencadena violencia contra las mujeres sin que medie provocación y, frecuentemente, son chivos expiatorios de los conflictos entre hombres. Esta violencia está relacionada con la necesidad de los hombres Yanomamo de demostrar que son capaces de matar. Los varones detentan también el monopolio de las drogas alucinógenas, que les proporcionan visiones sobrenaturales y les ayudan a superar el miedo y el dolor ante los constantes enfrentamientos, no sólo entre grupos, sino entre miembros del mismo clan, e, incluso, entre padres y hijos.
Los Yanomamo justifican el machismo con mitos de la creación mientras las mujeres son tomadas como víctimas desde pequeñas, cuando no pueden devolver los golpes a su hermano. En el matrimonio, las mujeres son intercambiadas y esperan ser maltratadas por sus maridos, midiendo su estatus por la frecuencia de las palizas. El síndrome machista se refleja también en los duelos entre dos varones que intentan herirse, mediante diferentes métodos, hasta el límite de la resistencia. Los Yanomamo están orgullosos de los recuerdos de estos duelos. La guerra es la expresión última de su estilo de vida. No existe ninguna forma de establecer treguas duraderas aunque se consolidan alianzas con las aldeas vecinas perturbadas por la eterna desconfianza, los rumores maliciosos y las traiciones constantes. El objetivo en la guerra es matar el mayor número de hombres y capturar tantas mujeres enemigas como se pueda. Las incursiones son incesantes.
A pesar de que aparentemente las luchas son provocadas por la falta de mujeres, los Yanomamo practican el infanticidio femenino, aunque no parece existir ninguna presión demográfica. Practican una agricultura de tala y quema en continuo movimiento, ya que hasta hace relativamente poco eran cazadores y recolectores nómadas. Según Harris, debieron empezar a experimentar con cultivos de banana y con el incremento de las calorías, se produjo un incremento de la población. Pero esta alimentación es deficitaria en proteínas y lo compensan cazando pequeños animales.
Según Harris, las continuas luchas tienen su origen en la falta de proteínas, pues los Yanomamo se han comido los animales del bosque y conseguir caza es cada vez más difícil. El hambre de carne parece ser un tema central en sus canciones y su poesía. Las expediciones para conseguir caza deben alejarse cada vez más, y cruzar aldeas vecinas, con lo cual varias aldeas entran en competencia por un bien escaso. Ante esta situación de falta de proteínas en la dieta, a las mujeres les interesa criar un mayor número de varones, puesto que estos son los que aportan las proteínas, mediante la práctica de la caza, y no provocaran un crecimiento demográfico insostenible para su hábitat. Las mujeres son la recompensa que obtienen los hombres Yanomamo por desarrollar personalidades belicosas.
El Potlatch
Ciertos pueblos ansían la aprobación social, es el llamado impulso de prestigio. La competencia por el prestigio es tan feroz que parece un fin en sí misma. A principios de siglo, los científicos quedaron asombrados al descubrir tribus que practicaban un consumo y un despilfarro sin igual. El caso más extraño era el de los amerindios del Sur de Alaska, Columbia Británica y el Estado de Washington, quienes practicaban el potlatch, cuyo objetivo es donar o destruir más riqueza que el rival. El autor frente a la tendencia a considerarlo como un ritual megalómano lo considera fruto de unas condiciones económicas y ecológicas concretas.
Los indios Kwakiutl vivían en aldeas de casas de madera, próximas a la costa y en medio de bosques de lluvias de cedros y abetos. Pescaban y cazaban en los fiordos y destacaban sus aldeas clavando troncos de árboles esculpidos en la playa. Pero sus jefes siempre estaban inseguros de su estatus, y para validar y consolidar sus derechos a encabezar el grupo, se celebraba el potlatch ofrecido por el jefe y sus seguidores en honor de otro jefe rival. Su fin era mostrar que el jefe anfitrión tenía realmente derecho a su situación privilegiada en la comunidad y era más magnánimo que su huésped mediante la donación, al jefe rival y sus seguidores, de una gran cantidad de regalos valiosos. Los huéspedes menospreciaban lo que recibían, y prometían dar un potlatch a cambio que repartiría aún más regalos.
Los preparativos exigían acumular pescado seco y fresco, aceite de pescado, bayas, pieles, mantas y otros objetos de valor que se ordenaban en montones ordenados, mientras el anfitrión se jactaba de lo que iba a donar. Los huéspedes volvían con sus regalos prometiendo desquitarse. El potlatch, por tanto, generaba un flujo incesante de prestigio y objetos de valor entre las diversas aldeas. Según Harris, el potlatch es un festín competitivo, un mecanismo casi universal para asegurar la producción y distribución de riqueza entre pueblos que aún no han desarrollado una clase dirigente.
En Melanesia y Nueva guinea se pueden observar estos festines en sus inicios, allí encontramos a los llamados “ grandes hombres” que deben su reconocimiento al gran número de festines que cada uno ha patrocinado durante su vida. Para llegar a ese nivel se debe realizar un esfuerzo intensivo para acumular riqueza. El joven que desea alcanzar este estatus empieza por aumentar el huerto que trabajan su mujer e hijos, pide ayuda a sus amigos para pescar y aumenta su piara de cerdos, los vecinos si presienten que va a ser un gran hombre, le ayudan para que se acuerde de ellos cuando llegue el momento. Durante el festín se reparten los bienes acumulados entre los aliados y el jefe se queda sólo con los restos. Pero esta tarea no conoce descanso, el gran hombre está siempre desarrollando los planes y preparativos de un nuevo festín, mientras son los que menos consumen pues su recompensa es el prestigio. Como consecuencia de su anhelo de prestigio hay más gente que trabaja y aumenta la producción en la zona, mientras que la donación cumple la función de impedir que la fuerza de trabajo retroceda a niveles de productividad que no ofrecen margen de seguridad ante la crisis y sirve, además, para crear una extensa red de expectativas económicas. Actuado como compensador de las fluctuaciones productivas anuales entre las diferentes zonas.
Todos estos puntos también se aplican a los kwakiutl. El potlatch actuaba como transmisor de riqueza de las zonas más ricas a las más pobres. Esto paso desapercibido a los primeros antropólogos que estudiaron a este pueblo, porque era ya una cultura en vías de desaparición que había visto reducirse su población de forma drástica mientras las riquezas aumentaban extraordinariamente con la llegada de los europeos. El potlatch, perdiendo su sentido original, se había convertido en la forma de atraer seguidores a los poblados semidesiertos.
Esta forma de intercambio producida por los grandes hombres y por el potlatch se conoce como redistribución y consiste en reunir los esfuerzos productivos de mucha gente para luego redistribuirlos de forma diferente. Pero mientras los grandes hombres se quedaban las migas no ocurría lo mismo con los jefes de los potlatchs, estos dejaban el trabajo duro para sus seguidores. Para Harris, el siguiente paso, en la evolución social, serían los reyes hereditarios que no realizaban ningún trabajo básico y que guardaban para sí lo mejor. Y antes de los grande jefes, encontraríamos sistemas totalmente igualitarios en los cuales desaparece toda ostentación competitiva. En este tipo de sociedades, predomina el intercambio en forma de reciprocidad, un intercambio económico entre dos individuos en el que ninguno especifica claramente qué desea ni cuándo. Pero no es un puro regalo, subyace una expectativa de devolución. En sociedades realmente igualitarias, es de mala educación dar las gracias, ya que o significa que detrás del regalo hay un cálculo o que causa sorpresa la generosidad. El regalo es algo habitual y natural.
La reciprocidad es una forma de intercambio económico adaptada a condiciones en que un esfuerzo productivo extra tendría un efecto negativo como son los pueblos cazadores y recolectores que dependen del estado de su hábitat para sobrevivir. La donación de festines aparece cuando es posible aumentar el esfuerzo productivo sin infligir daños a la capacidad de sustentación del hábitat. Y esto se alcanzó cuando los animales y plantas se domesticaron, pues un mayor esfuerzo supone un aumento de la producción. El único problema es que la gente sólo trabaja lo justo y por ello surgió la redistribución. Prácticamente todos los cazadores y recolectores con sistemas sociales basados en la reciprocidad, fueron destruidos o desplazados a zonas apartadas, por sociedades más poderosas y populosas, que aumentaban la producción y se organizaban jerárquicamente.
El cargo Fantasma
La espera de barcos y aviones que traen antepasados y cargo comenzó hace mucho tiempo en Nueva Guinea y las islas del Pacífico. En los cultos más antiguos, los pueblos de la costa esperaban la llegada de una gran canoa, después fueron barcos de vela y en la actualidad casas volantes. El mismo cargo se ha modernizado, antes eran cerillas o instrumentos de acero, ahora son fábricas y acerías enteras. Los nativos, en realidad, esperan una mejoría global de su nivel de vida, el inicio de una época nueva donde el hombre blanco será expulsado o sometido y el trabajo abolido. Es el inicio del cielo en la tierra. Los profetas del cargo insisten en que la riqueza se crea en algún lejano lugar mediante medios sobrenaturales. El proceso se inició con la llegada de los europeos, haciendo regalos a los nativos y manteniendo su credibilidad y legitimidad sólo seguían donando regalos. Para los nativos de Nueva Guinea, no hay nada peor que un gran hombre tacaño. Cree Harris que el cargo era el precio de la lucha por los recursos naturales y humanos de un continente insular, como otros pueblos que se ven amenazados por invasores, los nativos intentaban obligar a los europeos a regresar a sus casas. Estaba condenado al fracaso porque las fuerzas eran muy desiguales, los nativos carecían de armas modernas y vivían en aldeas muy fragmentadas incapaces de unirse contra el enemigo. Viendo que ese no era el camino acertado, trataron de manipular y controlar al enemigo acercándose a sus creencias y empezó una etapa de conversión al cristianismo y respeto a las leyes impuestas. Pero los nativos insistían en que los europeos debían redistribuir la riqueza e interpretaban el cristianismo a su manera. No se trataba de que no comprendieran los principios del sistema, como creían los europeos, sino de que eran inaceptables para ellos, pues podían ver que los grandes hombres no trabajaban mientras que para ellos adaptarse al sistema significaba trabajar a cambio de una miseria. Los nativos creían que tenían derecho a esa riqueza que veían pero que no disfrutaban, puesto que la producían trabajando para el hombre blanco, y ese era el secreto que encerraba el cargo.
El Mesías
Los cultos cargo tienen una gran semejanza con las primitivos creencias cristianas, en las que Jesús también predijo la caída de los impíos, la justicia para los pobres, el final de la miseria y del sufrimiento, la reunión con los muertos y un reino divino nuevo. Pero los diversos cultos cargo buscaban el derrocamiento de un orden político establecido y la creación de un nuevo reino en un lugar concreto. El reino de Jesús no era de este mundo.
El cristianismo surgió primero entre los judíos palestinos que creían en la venida de un salvador llamado Mesías. Los primeros seguidores de Jesús creyeron que él era el Mesías. Todos los pueblos primitivos creían que las batallas se ganaban con ayuda divina. David, el creador del primer imperio judío, creía que tenía una relación divina con Yahvé y era llamado Mesías por el pueblo. Por tanto, puede que en su origen esta palabra se refiriera a las personas que poseían santidad o poder sagrado. Su historia de ascensión desde un nacimiento humilde y su elevación a través de la carrera militar eran el ideal de la figura militar-mesiánica judía. Yahvé había prometido que el reino de David perduraría, pero se desmoronó poco después de la muerte de David. El lugar escogido para el desarrollo de este gran imperio, constituía un pasillo militar que recorrían los grande ejércitos de la antigüedad de los egipcios a los romanos pasando por babilonios, sirios, persas y griegos. El gran misterio era porque no se había cumplido la promesa de Dios y su pueblo había sido esclavizado y sometido repetidas veces. La respuesta fue que los judíos tampoco habían cumplido su promesa, al violar las leyes sagradas y practicar ritos impuros. Cuando estos borraran sus pecados, serían perdonados y un nuevo Príncipe vendría a vengar a su pueblo y construiría un imperio eterno.
Estas profecías se realizaron en el contexto de verdaderas guerras de liberación, contra un sistema colonialista explotador, llevadas a cabo por Mesías militares que tenían el apoyo popular. Durante el período del imperio romano fue el estilo de vida predominante en la zona de Palestina. El pueblo quería ver restablecido al Mesías, porque creía que acabaría con la explotación económica y social y castigaría a sacerdotes y terratenientes. Al principio los guerrilleros eran considerados meros ladrones o bandidos, lestai, pero posteriormente se les aplicó el término de zelotes, que indicaba su celo por la ley judía. Estos creían que con la ayuda del Mesías conseguirían el derrocamiento del imperio romano y entre los años 40 a. C. y 73 d. C. hubo como mínimo cinco líderes mesiánicos judíos, sin incluir a Jesús ni a Juan Bautista.
El estilo de vida militar mesiánico constituyó un fracaso adaptativo, para Harris, pues no consiguió restaurar el reino de David y provocó la pérdida de la integridad del Estado judío. La revolución contra Roma fue provocada por las desigualdades del colonialismo, y la guerra se emprendió por razones prácticas y mundanas aunque públicamente se primaran las religiosas. La revolución significa que una población explotada debe tomar medidas desesperadas frente a las grandes dificultades que supondrá derrocar a sus opresores. La alternativa es tan detestable que hace que valga la pena correr riesgos. El Mesías pacífico aparece como un hecho inexplicable, dada la fuerte penetración social que detentaba la figura del Mesías vengador. Su aparición en el tiempo parece equivocada.
El secreto del Príncipe de la Paz
El momento, pues, no parece el más propicio, pero no es posible un error de cuarenta años en la cronología convencional, aunque si podemos estar equivocados sobre el contenido de sus enseñanzas. La solución sería que Jesús no era tan pacífico como se suele creer y que sus enseñanzas no suponían una ruptura con la tradición judía. Es posible que la transformación se diera después de la caída de Jerusalén, cuando los cristianos judíos se desprendieran de los componentes político-militares originales. La continuidad de sus enseñanzas con la tradición viene apoyada por su relación con Juan el Bautista, que corresponde claramente al prototipo de hombre santo errante.
Los manuscritos de Quamran hacen difícil separar las doctrinas de Juan el Bautista de la tradición militar-mesiánica judía. La semejanza con Jesús era enorme. Cuando la popularidad de Jesús creció, inició su predicación en Jerusalén, era el Mesías de una pequeña nación y su príncipe de la guerra aparentemente inofensivo, descendiente de David. Al menos dos de sus discípulos tenían apodos que los vinculaban con los combatientes: Simón, el zelote y Judas, Iscariote (muy similar a sicarri, como se conocía a los homicidas del puñal que asesinaban a romanos y colaboracionistas). Otros dos tenían apodos militares, y en los evangelios se indica que otros discípulos llevaban espadas y opusieron resistencia armada a la detención de Jesús. Observamos por tanto que la conciencia de estilo de vida de Jesús y su círculo no era la de un Mesías pacífico.
La teoría de Harris es que, los escritores de los Evangelios cambiaron el equilibrio hacía la figura de un Mesías pacífico. Otro hecho que llama la atención es que junto a Jesús fueron crucificados dos lestai o bandidos zelotes, pudiendo tratarse de una demostración romana del tipo de tratamiento que todos los que se opongan al dominio recibirán. Además, los discípulos se mantienen alejados durante la crucifixión, pues no pueden creer que un Mesías permitiera ser crucificado. Sólo después de la desaparición de su cuerpo de la tumba se comprendió, y algunos discípulos empezaron a tener visiones. Así se dijo que la muerte de Jesús demostraba que Dios daba otra oportunidad a los judíos. Jesús volvería si la gente se arrepentía de sus dudas y pedía perdón a Dios. Pero esto no cambio el tipo de Mesías que se seguía esperando.
La figura del Mesías pacífico no se perfeccionaría hasta más tarde, cuando Pablo sentó las bases para el culto pacifista como consecuencia de la infructuosa guerra contra Roma. Pablo predicaba entre los millones de judíos exiliados que vivían por todo el imperio romano. Se produjeron enfrentamientos con la comunidad de Jerusalén, que creía que Pablo beneficiaba a los no judíos y infringía las leyes del señor. Pero hacia el año 70 d. C. la madre iglesia de Jerusalén había perdido su predominio y las condiciones adecuadas para que se propagara el culto de un Mesías pacífico estaban asentadas. El reino cristiano de Dios, no era de este mundo y la salvación se encontraba en la vida eterna tras la muerte. Los romanos quedaban absueltos de la culpa de su muerte que recaía en los judíos. El cristianismo era la religión de los grupos étnicos desplazados pero no de los campesinos romanos. Con la conversión de Constantino y del imperio romano el Mesías romano presidiría la muerte de millones de soldados cristianos y de sus enemigos.
Escobas y Aquelarres
Unas 500.000 personas fueran declaradas culpables de brujería y murieron en la hoguera entre los siglos XV y XVII en Europa. En primer lugar, se plantea el problema de porque alguien debería creer en brujas que volaban por los aires y, en segundo lugar, porque esta noción llegó a ser tan popular durante los siglos XVI y XVII. Aunque existe un gran número de confesiones, estas se obtenían mediante tortura, obligando además a confesar el nombre de otras personas presentes en el aquelarre. Como recompensa por su cooperación las brujas podían aspirar a ser estranguladas antes de la hoguera. Toda confesión arrancada bajo tortura tenía que ser confirmada antes de que se dictara sentencia.
Prácticamente todas las sociedades del mundo tienen algún concepto sobre la brujería, pero el caso europeo fue más feroz, duró más y causo más víctimas que cualquier otro. Incluso en Europa sólo se empleó la tortura después del año 1480. Antes del año 1000, nadie era ejecutado si algún vecino decía haberle visto con un diablo, aunque las gentes se acusaban entre sí y existía mucha especulación. Pero las autoridades estaban poco interesadas en realizar un caza sistemática de brujas. En un principio la iglesia negaba la existencia de brujas que volaban, después de 1480 se prohibió creer que no ocurría.
La iglesia autorizó por primera vez el empleo de la tortura contra las asociaciones eclesiásticas ilícitas como los cátaros. Para combatir estos movimientos subversivos la iglesia creó la inquisición, un poder paramilitar encargado de vigilar la herejía. La brujería seguía siendo un crimen pero no una elegía, aunque con el paso del tiempo los inquisidores se preocuparon cada vez más por la brujería. Alegaban que se había desarrollado un tipo de bruja que podía volar. En 1488 Roma autorizó a los inquisidores a actuar contra las brujas. La brujería era acusada de provocar todas las desgracias inimaginables, muerte de niños, enfermedades, esterilidad, locura…
Se ha demostrado que las brujas europeas se asociaban con el empleo de ungüentos mágicos. Los sujetos caían en un profundo sueño y al despertar decían que habían estado en un largo viaje. Se cree que el alucinógeno activo en los ungüentos era la atropina, un poderoso alcaloide que produce la mandrágora, el beleño y la belladona. El rasgo más destacable de la atropina es que se absorbe a través de la piel. La mayor parte de los aquelarres verdaderos explicaban experiencias alucinógenas mediante la aplicación previa del ungüento. Pero persiste el enigma de porque tuvieron que morir 500.000 personas por crímenes cometidos en los sueños de otra persona.
La gran locura de las brujas
Los levantamientos de índole militar-mesiánica eran tan corrientes en la Europa de los siglos XIII al XVII como lo habían sido en Palestina. Los brotes de fervor se dirigían contra el monopolio de la riqueza y el poder que regentaban las clases gobernantes. Para Harris, la locura de la brujería fue creada y sostenida por las clases gobernantes como medio de suprimir esta ola de mesianismo cristiano. No es casualidad que la brujería empezara su auge coincidiendo con molestas protestas mesiánicas contra las injusticias sociales y económicas. El ocaso del feudalismo y el nacimiento de las monarquías nacionales fuertes fue un periodo de gran tensión para el pueblo europeo. El desarrollo económico obligó a cambiar el modo de hacer de los burgueses con respecto a sus subordinados, dejando a un lado el sistema paternalista para pasar a otro donde primaba la optimización de recursos. El principal teórico del mesianismo de la Europa occidental fue Joaquín de Fiore, cuyo sistema profético ha sido calificado por el historiador Norman Cohn como “el más influyente de los conocidos en Europa hasta la aparición del marxismo”.
La interacción entre los intereses esencialmente conservadores, pero enfrentados, de la iglesia y el Estado, y la amenaza de una revolución radical de las clases bajas acercaron a Europa cada vez más a la Reforma protestante. Se puede observar como se realizó este proceso con el movimiento de los husitas de la bohemia del siglo XV.
¿Hay una explicación práctica del desarrollo paralelo de la protesta social mesiánica y la locura de la brujería?. Un punto de vista convencional consiste en que la propia brujería constituía una forma de protesta social. Según el profesor Jeffrey Burton Russell, experto en la historia de la disensión medieval, la brujería, el misticismo, los flagelantes y la herejía popular corresponden todos a la misma categoría. Pues constituyen formas de rechazo, en mayor o menor medida de la estructura institucional dominante, pues esta se considera injusta y opresiva para las clases populares. No está de acuerdo el autor con esta teoría.
Para comprender la locura de las brujas en la Europa moderna, dice Harris, debemos estar dispuestos a identificar una especie de realidad que es al propio tiempo distinta y opuesta a la conciencia de estilo de vida de las brujas y de los inquisidores. Según el profesor Russell, bastaba con que el clero y la nobleza creyeran que la brujería era peligrosa y subversiva. La manera de comprender la causa de la manía de las brujas es examinar sus resultados terrenales en lugar de sus intenciones celestiales. El resultado principal del sistema de caza de brujas consistió en que los pobres llegaron a creer que eran víctimas de brujas y diablos en vez de príncipes y papas. De esta forma se desvió la atención de la mayoría de la población hacia otros asuntos dejando a los poderosos que ejercieran libremente su dominio. Es más, gracias a ellos se estaba persiguiendo y controlando la brujería para bien de ese pueblo, que a cambio debía sentirse agradecido y someterse tranquilamente a las demandas de la Iglesia y de su señor.
Para Harris, se trató por tanto de un hecho deliberado, que no buscaba sino provocar un temor en la población y un recelo hacia los demás que por un lado impidiera su asociación contra los poderes institucionales y de otro, les dotara de una posición dominante. Un dominio que ya no se ejercía mediante la imposición o el temor al señor o al cura, sino a través de la protección que brindaban frente a los poderes invisibles pero omnipresentes de la brujería. O frente al temor de ser señalados como parte de ese ejército de brujos que sobrevolaban Europa con sus escobas.
El retorno de las brujas
El retorno de las brujas no es un simple capricho inescrutable. La moderna reaparición de la brujería tiene puntos claros de similitud con la locura medieval. Hay muchas e importantes diferencias. Se admira a la bruja moderna mientras se teme a la bruja de antaño. Nadie en la contracultura quiere quemar a otro por creer o no creer en las brujas.
Como su predecesor medieval, nuestra manía actual de las brujas embota y confunde a las fuerzas de la disensión. Como el resto de la contracultura, pospone el desarrollo de un conjunto racional de compromisos políticos. Y ésta es la razón por la que es tan popular entre los grupos más opulentos de nuestra población. Permite que la gente en general vuelva a creer en fuerzas sobrenaturales que rigen nuestras vidas y que nos impiden centrarnos en los aspectos materiales y racionales de nuestra vida. Ésta es la razón por la que ha vuelto la bruja.
ANALISIS, CRITICA Y SIGNIFICADO FILOSOFICO DE LA OBRA
El propósito de Harris en esta obra consiste en dar respuesta a una serie de curiosos enigmas que se dan en ciertas culturas. La estrategia que el autor utiliza consiste en descubrir las causas materiales que se ocultan tras la aparente irracionalidad de los estilos de vida de las diversas formaciones culturales. Harris utiliza aquí su “materialismo cultural” y consigue descifrar esas causas materiales, que son la supervivencia, el prestigio o simplemente la religiosidad.
En Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas se consiguen desvelar esta serie de enigmas, que no los únicos, atraen la curiosidad de muchos, ya que en nuestra civilización se presentan como irracionales.
Las aportaciones del autor a la antropología con esta obra son considerables, ya que los fenómenos que estudia son una de las preocupaciones que tenían los antropólogos. Los pueblos que estudia Harris en esta obra suelen ser más bien primitivos, quizá por eso mantengan sus tradiciones de antaño. Estas “tradiciones” son formas de vida indispensables para la pervivencia de los pueblos (especialmente en los casos del amor a las vacas y el amor y el odio a los cerdos) y probablemente aparecieron junto a los pueblos que las crearon.
INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES
La obra de Harris ha ayudado a explicar diferentes modos de vida aparentemente irracionales, desentrañando sus causas practicas. La gran repercusión que probablemente haya tenido esta obra ha sido precisamente hacer comprender a quien lo lee como se comportan las diferentes culturas, de las que decimos conocer pero no sabemos como son realmente.
VALORACION PERSONAL
Considero que el libro supone una importante aportación para la comprensión de las razones prácticas que se encuentran tras modelos sociales en principio irracionales. Aún cuando las explicaciones que ofrece pueden no ser las acertadas y se puedan hacer consideraciones a sus interpretaciones, suponen un punto de partida para avanzar en la comprensión del género humano y de los diversos sistemas culturales y sociales. Cualquier pregunta es en si misma un avance hacia el conocimiento, pues como los niños que empiezan a plantearse todo lo que ven, cuanto más reflexionamos, más dudas nos ofrecen los hechos, y esta es la única vía válida hacia el conocimiento.
Harris acierta al considerar la ignorancia de la diversidad cultural como una de las grandes trabas al avance de las ciencias sociales. Estamos tan inmersos en nuestras propias formas culturales que olvidamos que existen y ha existido gran diversidad de modelos sociales a lo largo de la historia humana. Este hecho ha provocado que durante siglos los sistemas sociales aparecieran como inexplicables, enigmáticos o simplemente ridículos a ojos de los observadores occidentales que acudía a conocer las culturas primitivas de África, Asia o Oceanía. El sistema educativo debería tener en cuenta esta faceta de la cultura como esencia para evitar posiciones xenófobas.
La investigación social en vez de centrarse en la búsqueda de estas explicaciones, que el autor propone, se ha centrado en la recolección de datos y la observación de las costumbres de estos pueblos. Esta observación es básica y necesaria para el conocimiento de estas sociedades pero la interpretación de estos datos es crucial. Crucial para avanzar en la comprensión de nosotros mismos y de la diversidad existente y crucial que sea transmitida a través de la educación para que una mayor comprensión de otras culturas conduzca a una mayor colaboración y respeto entre ellas. Considero que el conocimiento del abanico de sociedades que conviven actualmente en nuestro mundo debería incluirse con mayor profundidad entre las asignaturas de estudio.
El mundo que vemos cada día nos hizo pensar durante siglos que la tierra era plana y sólo el conocimiento nos permitió descubrir que la tierra tiene una forma redondeada y que en ella conviven gran cantidad de culturas con formas de interpretar la vida muy diferentes. Así vivimos tan inmersos en nuestros propios mundos - culturales y sociales- que olvidamos que existen otros, que existen alternativas a nuestro sistema de vida. Y esta ignorancia nos impide madurar como sociedad. Cualquier intento de borrar esos límites tan marcados en los que vivimos me parece un paso adelante y por tanto creo que el libro de Harris es una buena herramienta para empezar a plantearse algunas preguntas esenciales sobre el ser humano y sus creaciones culturales.
LA ANTROPOLOGÍA: UNA CIENCIA QUE ESTUDIA AL HOMBRE
La antropología es la ciencia que se centra en el estudio de los seres humanos desde una perspectiva biológica, social y humanista. La antropología se divide en dos grandes campos: la antropología física, que trata de la evolución biológica y la adaptación fisiológica de los seres humanos, y la antropología social o cultural, que se ocupa de las formas en que las personas viven en sociedad, es decir, las formas de evolución de su lengua, cultura y costumbres.
La antropología es fundamentalmente multicultural. Los primeros estudios antropológicos analizaban pueblos y culturas no occidentales, pero su labor actual se centra, en gran medida, en las modernas culturas occidentales (las aglomeraciones urbanas y la sociedad industrial). Los antropólogos consideran primordial realizar trabajos de campo y dan especial importancia a las experiencias de primera mano, participando en las actividades, costumbres y tradiciones de la sociedad a estudiar.
Historia
Desde tiempos remotos, viajeros, historiadores y eruditos han estudiado y escrito sobre culturas de pueblos lejanos. El historiador griego Herodoto describió las culturas de varios pueblos del espacio geográfico conocido en su tiempo; interrogó a los informantes clave, observó y analizó sus formas de vida —al igual que los antropólogos modernos—, e informó sobre las diferencias existentes entre ellas, en aspectos tan importantes como la organización familiar y las prácticas religiosas. Mucho más tarde, el historiador romano Tácito, en su libro Germania (hacia el 98 d.C.), reseñó el carácter, las costumbres y la distribución geográfica de los pueblos germánicos.
En el siglo XIII, el aventurero italiano Marco Polo viajó a través de China y otras zonas de Asia, aportando con sus escritos una información muy amplia sobre los pueblos y costumbres del Lejano Oriente.
Durante el siglo XV se exploraron nuevos campos de conocimiento debido al descubrimiento por los exploradores europeos de los diferentes pueblos y culturas del Nuevo Mundo, África, el sur de Asia y los Mares del Sur, que dio como resultado la introducción de ideas revolucionarias acerca de la historia cultural y biológica de la humanidad.
A lo largo del siglo XVIII, los estudiosos de la Ilustración francesa, como Anne Robert Jacques Turgot y Jean Antoine Condorcet, comenzaron a elaborar teorías sobre la evolución y el desarrollo de la civilización humana desde sus albores. Estos planteamientos antropológicos y filosóficos chocaban con el relato bíblico de la creación y con los dogmas teológicos que afirmaban que determinadas culturas y pueblos no occidentales habían caído en desgracia divina y, por ello, habían degenerado hacia una situación denominada peyorativamente `primitiva'.
El hallazgo de un fósil en Neandertal (Alemania) en 1856 y los restos del hombre de Java (Homo erectus) en la década de 1890, proporcionaron pruebas irrefutables del larguísimo proceso de evolución del hombre. En la abadía Boucher de Perthes, en las proximidades de París, se descubrieron también diversos utensilios de piedra que corroboraron que el proceso evolutivo de la prehistoria humana tal vez se remontara a cientos de miles de años atrás. Desde un principio, la arqueología se convirtió en una compañera inseparable de la emergente disciplina antropológica.
La antropología surgió como campo diferenciado de estudio a mediados del siglo pasado. En Estados Unidos, el fundador de dicha disciplina fue Lewis Henry Morgan, quien investigó en profundidad la organización social de la confederación iroquesa. Morgan elaboró en su estudio La sociedad primitiva (1877) una teoría general de la evolución cultural como progresión gradual desde el estado salvaje hasta la barbarie (caracterizada por la simple domesticación de animales y plantas) y la civilización (iniciada con la invención del abecedario). En Europa, su fundador fue el erudito británico Edward Burnett Tylor, quien construyó una teoría sobre la evolución del hombre que prestaba especial atención a los orígenes de la religión. Tylor, Morgan y sus contemporáneos resaltaron la racionalidad de las culturas humanas y argumentaron que en todas las civilizaciones la cultura humana evoluciona hacia formas más complejas y desarrolladas.
A mediados del siglo XIX se crearon, además, importantes fundaciones de arqueología científica, sobre todo a cargo de arqueólogos daneses del Museo Nacional de Antigüedades, Septentrionales en Copenhague. A partir de unas excavaciones sistemáticas llegaron a descubrir la evolución de los utensilios y herramientas durante la edad de piedra, la edad del bronce y la edad del hierro. El fundador de la escuela funcionalista de antropología, Bronislaw Malinowski, afirmaba que las organizaciones humanas debían ser examinadas en el contexto de su cultura y fue uno de los primeros antropólogos en convivir con los pueblos objeto de su estudio, los habitantes de las islas Trobriand, cuya lengua y costumbres aprendió para comprender la totalidad de su cultura.
La antropología aplicada nació en el siglo XIX con organizaciones como la Sociedad Protectora de los Aborígenes (1837) y la Sociedad Etnológica de París (1838). Estas instituciones se preocuparon por despertar en Europa una conciencia contraria al tráfico de esclavos y a la matanza de pueblos indígenas americanos y australianos.
Antropología social y cultural
Ya que el estudio de Harris se encuentra en esta parte de la antropología, este apartado se centrara únicamente en la antropología social.
Gran parte de la investigación antropológica se basa en trabajos de campo llevados a cabo con diferentes culturas. Entre 1900 y 1950, aproximadamente, estos estudios estaban orientados a registrar cada uno de los diferentes estilos de vida antes de que determinadas culturas no occidentales experimentaran la influencia de los procesos de modernización y occidentalización. Los trabajos de campo que describen la producción de alimentos, la organización social, la religión, la vestimenta, la cultura material, el lenguaje y demás aspectos de las diversas culturas, engloban lo que hoy se conoce por etnografía. El análisis comparativo de estas descripciones etnográficas, que persigue generalizaciones más amplias de los esquemas culturales, las dinámicas y los principios universales, es el objeto de estudio de la etnología.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la etnología (que hoy se suele conocer como antropología cultural) comenzó a relacionar su campo de estudio con el de la antropología social, desarrollada por los científicos británicos y franceses. En un breve periodo se debatió intensamente si la antropología debía ocuparse del estudio de los sistemas sociales o del análisis comparativo de las culturas. Sin embargo, pronto se llegó a la conclusión de que la investigación de las formas de vida y de las culturas casi siempre están relacionadas, de donde procede el nombre actual de antropología sociocultural.
Parentesco y organización social
Uno de los descubrimientos importantes de la antropología del siglo XIX ha sido que las relaciones de parentesco constituyen el núcleo principal de la organización social en todas las sociedades. En muchas de ellas, los grupos sociales más importantes comprenden clanes y linajes. Cuando la pertenencia a dichas corporaciones de parentesco se asigna a las personas sólo por la línea masculina, el sistema se denomina de descendencia patrilineal. Antes del desarrollo del comercio y de la urbanización a gran escala, muchos pueblos europeos estaban organizados desde el punto de vista económico y político como grupos de filiación patrilineal.
Las sociedades matrilineales, en las que el parentesco se transmite por línea femenina son menos comunes hoy día. Herodoto fue el primer erudito en describir este tipo de sistema social, que detectó entre los habitantes de Licia, en Asia Menor.
La organización de parentesco bilateral, en la que se tiene en cuenta la parte materna y la paterna, es la que predomina en las sociedades más sencillas de cazadores-recolectores (tales como los pueblos san en el sur de África o los inuit de las regiones ártica y subártica). El antropólogo británico Robert Stephen Briffault defendió un concepto relacionado, el matriarcado, y afirmó que este tipo de organización social se encontraba latente en gran parte de las sociedades más primarias.
En las sociedades basadas en el parentesco, los miembros de un linaje, clan o demás grupos afines suelen ser descendientes de un antepasado común. Este concepto es un factor unificador, pues dota a grandes masas de individuos de cierta cohesión para afrontar actividades guerreras o rituales, lo que les hace sentirse diferentes de sus vecinos y enemigos. Por ejemplo, entre las hordas centroasiáticas que durante siglos atacaron a las sociedades europeas, o entre los aztecas del continente americano, la compleja organización militar se sustentaba en el parentesco patrilineal.
La evolución de los sistemas político-sociales
Las sociedades humanas que, en principio, se consideraron más simples son los grupos de cazadores-recolectores, como los inuit, san, pigmeos y aborígenes australianos. En estos pueblos se agrupa un pequeño número de familias para formar bandas o grupos nómadas de 30 a 100 individuos, relacionados por parentesco y asociados a un territorio concreto.
Los grupos supervivientes de cazadores-recolectores (en zonas de África, India y Filipinas) nos permiten conocer el estado de la organización social y cultural de casi toda la experiencia histórica de la humanidad. Sus relaciones de parentesco, ideas religiosas, métodos sanitarios y características culturales no sólo ilustran las raíces culturales de la humanidad moderna, sino que se nos presentan a escala reducida y resultan más fáciles de analizar. Las culturas de cazadores-recolectores que aún perduran ponen de manifiesto las adaptaciones que son necesarias para sobrevivir en entornos hostiles e inhóspitos.
Los sistemas sociales y económicos de mayor complejidad no surgieron hasta que no se presentaron las condiciones favorables que permitieron a las primeras sociedades asentarse en comunidades estables y permanentes durante todo el año. Se produjo entonces el avance crucial hacia la agricultura y la cría de animales.
La transición neolítica —es decir, los inicios de la aclimatación de los recursos alimenticios— se produjo de forma independiente en el Oriente Próximo y en Asia oriental hace unos 12.000 años, según las pruebas arqueológicas más recientes. Con las grandes concentraciones de población y los asentamientos permanentes, surgieron las organizaciones sociopolíticas que entrelazaban a diferentes grupos locales. Los nuevos sistemas locales, que a menudo comprendían grupos de individuos procedentes de comunidades aisladas, estaban unidos en la celebración de ceremonias religiosas, en el intercambio de alimentos y en los rasgos culturales.
Aunque los grupos más pequeños carecían, en muchos casos, de un gobierno central, el aumento de la población y de las fuentes de alimentos crearon la necesidad, y la viabilidad, de la centralización política. Las jefaturas representan los sistemas sociales a pequeña escala, en los que los alimentos y el acatamiento político confluyen en un dirigente central, o jefe, que a su vez redistribuye los alimentos y es respetado por los miembros de la comunidad.
El auge de las naciones-estado
Los orígenes de las naciones-estado han sido objeto de grandes controversias. En el antiguo Oriente Próximo, por ejemplo, las primeras ciudades-estado aparecieron cuando el aumento de la población provocó una mayor demanda de alimentos, facilitada por el desarrollo de cultivos de regadío para atenderla. Esto motivó la expansión de sistemas militares que protegieran dichos recursos. En otros casos, la ubicación en rutas comerciales estratégicas —por ejemplo, Tombuctú en la ruta sahariana del comercio de la sal— favoreció la centralización militar y administrativa.
Los estudios etnológicos y arqueológicos apoyan la tesis de que los estados o reinos nacieron de forma ligeramente distinta en situaciones históricas y ecológicas diferentes; sin embargo, presentan en casi todas partes los mismos esquemas de desarrollo. En sus primeros momentos de existencia, los estados manifiestan una tendencia universal a anexionar las regiones vecinas, para explotarlas económicamente y someter a sus enemigos potenciales. En las primeras civilizaciones urbanas —en el Oriente Próximo, Egipto, el norte de India, el sudeste de Asia, China, México y Perú— aparecieron pronto las fortificaciones militares, por lo general acompañadas de templos y rituales religiosos que manifestaban el auge y mayor poder del sacerdocio. Sin embargo, la estratificación social, con una reducida minoría militar-religiosa y una gran población subordinada de campesinos, fue consecuencia inevitable.
Desarrollo de los sistemas religiosos
Los sistemas religiosos de las sociedades cazadoras-recolectoras pueden ser muy complejos en relación con el mundo sobrenatural, las fuerzas de la naturaleza y el comportamiento de los espíritus y los dioses. Estas sociedades pequeñas, relativamente igualitarias, suelen carecer de los recursos necesarios para mantener una clase sacerdotal. Sin embargo, todos los grupos humanos, ya sean grandes o pequeños, poseen en un momento determinado de su evolución algún tipo de especialización similar a los chamanes o curanderos, hombres o mujeres de quienes se cree mantienen contacto directo con los seres y fuerzas sobrenaturales, y que reciben poderes especiales para solucionar problemas como las enfermedades. El chamán es muchas veces la única persona con un papel religioso especializado en este tipo de sociedades.
Por ejemplo, en las sociedades pequeñas que practican la agricultura, los sistemas religiosos comunales implican al pueblo en prácticas rituales complejas, y con frecuencia se produce una rotación de las responsabilidades sacerdotales. Cuando los grupos de parentesco constituyen los elementos principales de la solidaridad social, las ceremonias religiosas tienen como centro la familia y el parentesco.
El auge de los sistemas sociales centralizados, con un sistema de clases estratificado, casi siempre ha ido acompañado del desarrollo de los sistemas religiosos que implicaban la existencia de sacerdotes dedicados únicamente a las funciones religiosas, rituales para toda la población y una mayor tendencia a legislar tanto en el plano moral como político. Estos sistemas religiosos casi nunca eliminaban las prácticas del chamanismo individualizado (sobre todo para curar las enfermedades).
Las pruebas arqueológicas de las primeras ciudades-estado corroboran los estrechos vínculos que existían entre los dirigentes religiosos y los dirigentes comerciales y políticos, poniendo de relieve el aspecto conservador de la religión. Por otro lado, los movimientos de reforma social radical han sido religiosos y en las sociedades con niveles cambiantes de desarrollo tecnológico aparecen con regularidad nuevas formas religiosas. Por tanto, la religión unas veces está al servicio de la situación establecida y otras actúa como fuerza de un cambio radical.
Evolución de la cultura
Los esquemas más bien simples de evolucionismo cultural propuestos durante el siglo XIX han sido objeto de discusiones elaboradas y modificadas a la luz de los nuevos datos arqueológicos y etnológicos. Destacados antropólogos de principios del siglo XX, como el germano-estadounidense Franz Boas y el estadounidense Alfred Louis Kroeber, adoptaron puntos de vista bastante antievolucionistas, ya que mantenían que los procesos culturales y sociales han sido tan dispares en todo el mundo que es difícil discernir algún proceso o tendencia general.
Existen dos posturas radicalmente diferentes para explicar la evolución cultural. Los evolucionistas del siglo pasado defendían que en las distintas sociedades se producen procesos muy similares de desarrollo cultural debido a la unidad psíquica fundamental de toda la humanidad. Así, los procesos paralelos hacia la estratificación social y las minorías gobernantes se explican como efectos de las cualidades psíquicas y mentales de los individuos. Claude Lévi-Strauss fue un defensor tardío de este enfoque, sin hacer hincapié en el carácter evolucionista.
La postura contraria encuentra la clave en las condiciones materiales de vida: en las fuentes de energía, las tecnologías y los sistemas de producción de los grupos humanos; además, resalta las influencias ambientales en el desarrollo de los complejos sistemas culturales, ya que se han visto favorecidos por determinadas características geográficas y climáticas. Por ejemplo, el Oriente Próximo prehistórico era rico en animales de caza y plantas silvestres que resultaron especialmente aptos para su domesticación y aclimatación.
Métodos y aplicaciones
Los métodos de investigación en antropología son tan variados como los distintos temas de estudio.
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Investigación arqueológica
Para los arqueólogos resulta fundamental establecer esquemas cronológicos a partir de los restos y fósiles que descubren en sus excavaciones. Entre los modernos métodos de datación arqueológicos, la técnica del carbono radiactivo tal vez sea la más utilizada. Este método se basa en que las plantas y los animales vivos contienen unas proporciones fijas de una variedad radiactiva del carbono, denominada carbono 14, que se va degradando a ritmo constante hasta convertirse en carbono no radiactivo. La medición de los restos del radiocarbono en madera carbonizada, restos de plantas, fibras de algodón, madera y otras sustancias, permite determinar con bastante precisión edades de hasta 60.000 y 70.000 años de antigüedad.
La edad de los antiguos yacimientos fósiles en África oriental, que datan de hace varios millones de años, se ha podido fijar con ayuda de otra potente herramienta radiológica: el método del potasio-argón —el potasio radiactivo, potasio 40, se degrada con enorme lentitud para convertirse en argón 40.
Las secuencias temporales de los restos arqueológicos se determinan todavía de forma bastante primaria mediante la observación meticulosa de la estratigrafía, depósito secuencial de sustancias terrestres orgánicas y de restos de la actividad humana. Estos depósitos van creciendo poco a poco y cubren cada una de las fases previas de cualquier asentamiento humano. Las técnicas utilizadas para determinar las secuencias estratigráficas incluyen el análisis del suelo, los estudios geológicos y el estudio de restos animales y vegetales, así como la laboriosa tarea de unir restos de suelos, fosas de almacenamiento y demás construcciones.
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Investigación social y cultural
En la antropología social y cultural, la investigación se ampara en la idea fundamental de la observación participante dentro del seno de una comunidad o sistema social. El antropólogo se introduce primero en la vida de la comunidad y, a través de los contactos y las observaciones cotidianas, es aceptado por ella. Esta primera fase de la investigación de campo requiere semanas, incluso meses, sobre todo si hay que aprender la lengua local. Los primeros etnógrafos obtenían los datos a partir de entrevistas en profundidad con algunos informantes clave, personas expertas en la cultura y en el sistema social local. Estos datos se verificaban y cruzaban con los de otros informantes y con las observaciones directas del propio trabajador de campo.
Sin embargo, la investigación de las distintas sociedades y pueblos exige hoy otras herramientas metodológicas. Las entrevistas estructuradas (con muestreo) se utilizan de forma rutinaria para la obtención de una información; por ejemplo, el consumo de alimentos, el comportamiento sanitario, los recursos económicos, los movimientos migratorios laborales, el tiempo libre y otros aspectos. Para analizar la conducta económica hay que registrar con minuciosidad las transacciones en el mercado, las horas de trabajo, las capturas de peces y animales de caza, así como los rendimientos de las cosechas. Cuando se tratan de estudiar los aspectos de la personalidad se utilizan pruebas psicológicas. También se someten a análisis los posibles datos de los registros parroquiales, los textos locales, los informes gubernamentales y otras fuentes escritas.
A medida que los datos son más complejos e intrincados, y se hace necesario el tratamiento rutinario de miles o incluso cientos de miles de fragmentos de información, los arqueólogos han recurrido a las computadoras y equipos informáticos para dibujar las secuencias temporales, las relaciones espaciales y demás esquemas. Las tendencias del cambio cultural, la interacción entre las actividades económicas y sociales, las interrelaciones étnicas y otros patrones complejos se comprueban hoy mediante avanzados métodos estadísticos.
Estos métodos técnicos y cuantitativos en la investigación no han sustituido a los estilos tradicionales de investigación de campo. Al contrario, las entrevistas en profundidad a los informantes clave, así como el complejo análisis cualitativo de los sistemas simbólicos, las ceremonias y otras prácticas culturales, constituyen todavía una parte esencial de la metodología holística (doctrina epistemológica que hace hincapié en el estudio de los elementos desde su totalidad).
Tendencias actuales
La antropología moderna se está convirtiendo poco a poco en una ciencia aplicada, ya que los investigadores se están concentrando en aspectos sociales como la sanidad, la educación, protección del entorno y el desarrollo urbano. Hoy son muchos los antropólogos contratados por organismos públicos, empresas de investigación, grupos independientes de presión, organizaciones indigenistas y agencias sanitarias para realizar trabajos de campo en entornos culturales, ya sean proyectos educativos, sanitarios o programas de desarrollo agrícola a gran escala en regiones rurales.
El desplazamiento hacia el estudio de sistemas heterogéneos y diversificados, así como el auge de los métodos cuantitativos de investigación han promovido la necesidad de la investigación en equipo. Anteriormente, una investigación, por lo general, sólo implicaba a un trabajador de campo que se aislaba durante meses en algún poblado remoto; hoy, por el contrario, la mayor parte de los proyectos de campo necesitan el apoyo de diferentes profesionales, incluidos los asesores estadísticos, biólogos, sociólogos y estudiantes colaboradores.
Por cuestiones de metodología, los antropólogos han desarrollado vínculos sociales con las comunidades objeto de estudio. Estas relaciones muchas veces han pasado a ser verdaderas asociaciones que, en la mayoría de los casos, han beneficiado a estas comunidades. A cambio, la aplicación pragmática de estos métodos ha abierto nuevos caminos en la teoría social y biocultural.
BIBLIOGRAFÍA
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HARRIS, MARVIN. Vacas, cerdos, guerras y brujas. Madrid, 1980
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Enciclopedia Universal. Ed. Micronet
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Diccionario Enciclopédico Espasa. Ed. Espasa-Calpe
Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas
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