Historia
Universidad de Sevilla
HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA
La historia de la universidad de Sevilla se puede dividir en tres grandes estadios:
“Colegio de Santa María de Jesús” (1505-1771)
“La Real Universidad Literaria” (1771-1845)
“Universidad Hispalense” (1845-1971)
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COLEGIO-UNIVERSIDAD DE SANTA MARÍA DE JESÚS (1505-1771)
Fachada del Colegio de Santa María de Jesús.
A mediados del siglo XV solamente existían en la Corona de Castilla los Estudios Generales de Salamanca y Valladolid. El de Salamanca llegó a ser considerado como el mejor centro universitario de la Península.
Otras 27 universidades fueron creadas en España durante los reinados de los Reyes Católicos, de Carlos V y de Felipe II sin contar las que nacieron en los territorios americanos. El modelo de todas ellas fue la de Salamanca.
En Andalucía, las fundaciones universitarias comenzaron en el siglo XVI. La universidad de Sevilla, la más antigua de las andaluzas, es la que presenta más dificultad a la hora de precisar su origen. Algunos historiadores remontan el origen de la universidad al 1502, cuando recibe la cédula real; otros fijan la fecha hacia 1505, año en que recibe la 1ª Bula del Papa Julio II; se barajan otras fechas como 1518, 1551 ó 1621.
En todo caso la Universidad de Sevilla es la que ha dado al sur de España más hijos ilustres en ciencias y letras, y mayor número de gobernantes y políticos.
Los Antecedentes
Con el descubrimiento del nuevo mundo, se puso en evidencia la falta de estudios superiores en una ciudad que no sólo era metrópoli del Andalucía, sino también, “puerto y puerta” de las Indias.
Ante la carencia de estudios superiores, el arzobispo hispalense Diego de Anaya dotó en el Colegio salamantino de San Bartolomé (1401) un número de becas para estudiantes andaluces, y particularmente sevillanos que quisieran estudiar Teología.
Pero esta solución no podía ser satisfactoria ni definitiva. El aumento demográfico y la creciente importancia social y económica de Sevilla exigían un centro propio de estudios universitarios.
La política docente de los Reyes católicos propició la existencia de casos atípicos de simbiosis entre un colegio de becarios y un estudio universitario. El primer Colegio Universidad de España fue la pequeña Universidad fundada en Sigüenza en 1477. Le siguió la fundación Sevillana. Y poco después la de Alcalá de Henares.
Rey Católico orante, Felipe Vigarny. Capilla Real de la Catedral de Granada.
El Fundador
Rodrigo Fernández de Santaella y Córdoba popularmente conocido como Maese Rodrigo, es el fundador de la Universidad Sevillana. Nació en Carmona en 1444. Se doctoró en Teología en Bolonia.
Puerta de Sevilla en la ciudad de Carmona.
Decidió fundar en Sevilla un colegio para estudiantes pobres a imitación del suyo boloñés, compró en Junio de 1503 un solar donde comenzó a labrar a su costa el edificio y capilla del colegio.
Se le ha de recordar como notable escritor eclesiástico, ya que publicó en castellano un “Manual de Doctrinamiento”, “Un Arte de Bien Morir” y un “Tratado de la Inmortalidad del Alma”. Su libro de consulta en latín fue su obra de mayor éxito “Vocabularium ecclesiasticum”.
Murió el 20 de Enero de 1509 y recibió cristiana sepultura en la Capilla del Colegio.
D. Rodrigo Fernández de Santaella, Anónimo. Institución Colombina, Sevilla.
Lauda sepulcral de Maese Rodrigo. Capilla de Santa María de Jesús, Sevilla (1509).
La Bula Fundacional
Maese Rodrigo consiguió que la reina Católica interesara a la Santa Sede, dos años más tarde, en la fundación de un colegio privado en Sevilla. El Sumo Pontífice Julio II, autorizó la creación del Colegio de Santa María de Jesús, por Bula del 12 de Julio de 1505.
Bula fundacional de Julio II. Anverso y reverso (Roma, 1505). Biblioteca de la Universidad de Sevilla.
Las características de la fundación contenidas en este primer documento papal, perfilan el Colegio como una residencia para escolares pobres, en régimen de Internado, regido por un Rector, con capellanes que les administraban los sacramentos en la propia capilla. Recibirían enseñanzas en Artes, Teología y Derecho por graduados universitarios. Quedaba exento de la jurisdicción episcopal y se le concedía todas las prerrogativas y privilegios de los demás Estudios Generales.
Se trata pues, de un centro de graduado superior, pero no autónomo. Sino dependiente de un Colegio, que era en definitiva, el propietario de las rentas y el edificio. Se constituye como un centro de formación eclesiástica superior, para ocupar el vacío de los aún no existentes seminarios conciliares.
La Bula Fundacional da vida por tanto un Colegio de Becarios, pero también a un centro docente o Estudio General. Esta Bula papal de 1505 constituye pues la primera piedra legal de la Universidad Sevillana.
Las Primeras Constituciones
Las primeras constituciones fueron redactadas antes de 1508 por el propio Maese Rodrigo, habían de pasar diez años para ponerlas en práctica. Se componen de 86 capítulos referidos a la vida del colegio.
Se instituía para estudiantes pobres y si el colegial mejorase de fortuna “está obligado a declararlo y a salirse del colegio en término de dos meses”.
Los colegiales tenían que ser castellanos, pero con preferencia los andaluces y en especial los de Carmona y Utrera.
La rígida reglamentación estaba más cerca de la disciplina conventual que la de una simple residencia de estudiantes. Los colegiales vestirían uniforme eclesiástico, debían hablar siempre en latín y llevar vida virtuosa. El concubinato quedaba penalizado con la expulsión.
El fundador firmó su testamento (1508) con el edificio todavía en construcción dejó al colegio por heredero de todos sus bienes y rentas eclesiásticas, autorización concedida por una segunda Bula Pontificia de Julio II. En esta Bula además, se posibilita la enseñanza en cualquier facultad, incluida la de Medicina. El año 1508 debe ser considerado como el de la ampliación de los estudios del Colegio-Universidad de Santa María de Jesús. En 1551 recibe la cédula de los Reyes Católicos.
Constituciones del Colegio Mayor de Santa María de Jesús, de 1636
Ilustración de un colegial del Santa María de Jesús, con traje talar, beca morada y birrete en la mano
La Primera Sede Universitaria
Su emplazamiento urbano tuvo lugar en la zona de Los Reales Alcázares, cercana a la Catedral y a escasos metros del maloliente arroyo Tagarete. Sólo se conserva la capilla, ya que el resto fue demolido hacia 1920 con motivo del las obras del ensanche que dio lugar a la hoy llamada Avenida de la Constitución.
Las Reformas Estatuarias
El sucesor de Maese Rodrigo, Martín Navarro, suavizó los estatutos fundacionales, al poco tiempo de morir el fundador y a petición de los colegiales. La relajación de la disciplina que estas reformas suponen, dejaba abierta la puerta a los futuros abusos que terminarían por arruinar la vida colegial. Las sucesivas reformas culminaron en los Estatutos de 1565, donde se reconocía la autonomía académica de la Universidad, con hacienda propia, con regulación minuciosa de la provisión de cátedras y de la colocación de grados. Las Constituciones fueron impresas en Sevilla en el año 1584, quedando consolidada la estructura del Colegio-Universidad.
En 1621 a consecuencia de una larga investigación por parte del Visitador, Luís de Paredes, se redacta de nuevo los Estatutos, con la significativa novedad de la eliminación de la autonomía legislativa del colegio y cierta vinculación de la Universidad al poder real.
Otras ediciones de las Constituciones del Colegio y Estudio de Santa María de Jesús se imprimieron en 1636 y 1701.
Un Primer Rival: El Colegio de Santo Tomás.
El Colegio Santo Tomás comenzó su existencia legal en 1516. Durante los siglos XVII y XVIII, los estudiantes teólogos tuvieron preferencia, desde luego, por las aulas de Santo Tomás, dejando vacía las de Maese Rodrigo.
Se gastaban (El Colegio de Santa María de Jesús y el de Santo Tomás) enormes sumas en pleitear por la denominación y el reconocimiento oficial de los grados.
Un segundo Rival: El Colegio de San Hermenegildo
La Compañía de Jesús creó un nuevo Colegio en 1590, el de San Hermenegildo. Si los estudios de teología supusieron su práctica desaparición en Santa María de Jesús, la Facultad de Artes se vio también abandonada por los estudiantes, que preferían a los Jesuitas.
Durante el siglo XVII la gran mayoría de los universitarios matriculados en Maese Rodrigo habían obtenido su bachillerato en Artes en el Colegio de San Hermenegildo. En poco más de un siglo la Compañía de Jesús llegó a absorber a casi todo el alumnado de Artes en Andalucía.
Patronos y Protectores
En 1617 se publica un nuevo estatuto de la Universidad de Santa María de Jesús por el que se obliga a los futuros catedráticos y graduados a jurar y defender a Inmaculada Concepción de la Virgen María, como patrona celestial.
Los colegiales sevillanos hicieron lo posible por afianzar su autonomía, así como el título de Colegio Mayor. Su primer paso fue buscar un poderoso protector, encontrándolo inmejorable el conde de Olivares. Fallecido el conde-duque de Olivares su heredero en el mayorazgo, Luís Méndez de Haro suscribía los contratos de patrono y protector de la Universidad de Sevilla en 1646.
Las Cátedras
El fundador había dotado solamente dos cátedras; para ser leídas a la hora prima, una de Teología y otra de Derecho Canónico. Pero con la previsión de que se pudieran establecer otras si se encontraba financiación.
A comienzos del siglo XVIII existían las cátedras siguientes: Prima de Teología, Escritura, Vísperas de Teología, Durando, Prima de Cánones, Decreto, Vísperas de Cánones, Digesto Viejo, Código, Decrétales Mayores, Volumen, Instituta Prima de Medicina, Vísperas de Medicina, Método, Anatomía, Filosofía, Física Aristotélica, Súmulas y Lógica. Eran todas desiguales en importancia académica, prestigio y salarios, de forma que un catedrático solía ascender de una cátedra a otra.
Las clases, regidas por el reloj de la Catedral, debían durar una hora, con dos semanas de vacaciones en Navidad y otras dos en Semana Santa, además de las de verano que duraban del 23 de Junio al 15 de Septiembre. Los demás días festivos, excluidos los domingos, llegaban al medio centenar, lo que suponía reducir el curso a 150 días lectivos. La aprobación del curso al no existir los exámenes, se hacía por cédula firmada por el catedrático correspondiente, que había de quedar registrada en los libros de “Prueba” de la secretaría. Este sistema de aprobar por cédula dura hasta 1772. a partir de esta fecha se requerirán certificaciones firmadas por los catedráticos procedimiento que seguirá en vigor hasta 1807.
Con la práctica desaparición de Artes y Teología, Santa María de Jesús había quedado convertida a mediados del siglo XVIII en una Universidad para la formación principalmente de canonistas y en segundo lugar de médicos.
Los Colegiales
La comunidad universitaria, estaba integrada por los colegiales, beneficiarios de las becas y los externos, que no eran becarios y eran conocidos como manteístas, por usar el mateo.
El Colegio, pensado inicialmente para acoger a estudiantes pobres, se fue transformando en una institución cerrada para los estamentos inferiores, en contradicción con sus orígenes. Sociológicamente, los colegiales no fueron nunca ni pobres, como quería el fundador, ni ricos pertenecientes a grandes familias. Quienes integraban el colegio eran miembros de una clase media no titulada.
La vida colegial tenía más ratos de ocio que de estudio. Aunque vivieran en un ambiente intelectual no destacaron precisamente por su contribución al progreso de las letras.
Los Manteístas
La facultad más numerosa era la de Derecho, con sus dos ramas de Leyes y Cánones. Durante más de dos siglos, los Doctores manteístas hubieron de soportar la competencia desleal de los Colegiales, que les impedían acceder a las mejores cátedras universitarias.
En competencia con las Universidades de Granada y Osuna, dominicos y jesuitas, la Universidad sevillana de Santa María de Jesús atraía a los estudiantes del sur de España, que antes habían de trasladarse a Salamanca.
El Colegio-Universidad de Santa María de Jesús se mantuvo durante casi tres siglos como el centro universitario más importante de la Baja Andalucía y Canarias, llegando sus estudiantes a ocupar puestos de responsabilidad en la España del Siglo de Oro.
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LA REAL UNIVERSIDAD LITERARIA (1771-1845)
Con el rey Carlos III de Borbón se produciría cambios en la política docente; Recortando la autonomía universitaria, el Estado asumió la responsabilidad de la normativa, pero no la financiación de las reformas. A los momentos iniciales de entusiasmo sucede pronto el desconcierto por la vacilación de los gobernantes.
Carlos III, impulsor de la reforma universitaria, pintado por Antonio Rafael Mengs (Museo del Prado)
Por fin, en Sevilla la Universidad se pudo separar del Colegio de Santa María de Jesús, que sobrevivió lánguidamente hasta su completa desaparición. La Universidad, por su parte, inició su solitaria andadura sin protección suficiente para cimentar su futuro científico. La guerra de 1808 vació sus aulas y desde entonces su historia fue a remolque de los bandazos políticos entre conservadores y liberales, hasta el nuevo ordenamiento legal de 1845.
La Expulsión de los Jesuitas
La reforma universitaria es consecuencia de la expulsión de la Compañía de Jesús de sus dominios. Es consecuencia del vacío dejado por los jesuitas en la enseñanza. Consecuencia que afecta fundamentalmente a Sevilla, cuyo colegio de San Hermenegildo, era el de mayor prestigio y solvencia docente.
Se contaba con las inmensas propiedades de la expulsada Compañía de Jesús para modernizar los estudios. Sin embargo, las rentas de los jesuitas fueron destinadas por el rey a otros menesteres, quedando para la Universidad solamente sus ricas bibliotecas y lo edificios vacíos, que en la ciudad de Sevilla eran 6.
Carlos III quería llegar al fondo de los problemas y encargó un plan global que sirviese para todas las Universidades, pero el proyecto fue archivado, porque el consejo de Castilla prefirió la aprobación de planes concretos para cada Universidad. En 1767 se pidió a cada Universidad un informe sobre la posible reforma de sus propios estatutos, provisión de cátedras y nuevo plan de estudios.
La rebelión manteísta.
La Universidad de Sevilla convocó oposiciones a las cátedras vacantes.
En septiembre llegó a Sevilla una orden del Consejo de Castilla solicitando de la Universidad otro informe sobre su situación y posibles mejoras. Los tres meses siguientes son los de un grave enfrentamiento. De un lado, los colegiales, de otro los claustrales reformistas. La inferioridad numérica de los colegiales hizo que resultasen aprobadas algunas propuestas renovadoras.
Pero lo mas revolucionario capaz de arruinar la tradición colegial, fue la propuesta de que la visión de cátedras se hiciese en virtud de resolución del Consejo de Castilla, previo parecer del Claustro de Doctores. Era la primera victoria significativa de la rebelión manteísta. Que lograba imponer sus criterios frente al inmovilismo colegial.
Durante el mes de enero de 1768 se sucedieron los claustros de mayor conflictividad donde se discutió abiertamente sobre la separación formal del colegio y Universidad. Estaban a favor los manteístas mas significativos cuyos nombres conviene retener: José Cevallos, Bartolomé Romero, Luís Germán, Sebastián Antonio de Cortés y Ángel Ortega.
En el primer Claustro de este año se renovaron los cargos universitarios, resultando elegido Rector un colegial, como era costumbre. Pero ya se inició un cambio decisivo, al ser nombrado Procuradores Cevallos y Romero, los más destacados doctores no colegiales. Era la segunda victoria importante de la Rebelión Manteísta.
El proyecto de Olavide
Carlos III había decidido intervenir en la baja Andalucía con un nombramiento de gran trascendencia política, el del Oidor peruano Pablo de Olavide como Intendente de Andalucía y de sus Nuevas Poblaciones. Al mismo tiempo que ejercía como Asistente de Sevilla. Uno de los encargos que le encomiendan es, la reforma de la Universidad Hispalense.
Pablo de Olavide, promotor de la reforma ilustrada de la Universidad de Sevilla
A los cinco meses escasos de su llegada a Sevilla (1768) envía a Madrid un detallado informe con el destino que proponía para las casas de los jesuitas, reservando para la Universidad la antigua Casa Profesa. En este informe opina que la educación superior debe ser considerada como un “servicio público”, siendo el principal papel de la Universidad proporcionar servidores al Estado.
En opinión de Olavide había que dar dos pasos decisivos: <<El primero es remover todos los estorbos que impiden el progreso, el segundo el de establecer los buenos estudios>> Los estorbos a que se refiere son, primordialmente, los privilegios de colegiales y frailes, la división en partidos o escuelas de los profesores y doctrinas, el imperio intelectual del escolasticismo, que impedía la libertad de pensar.
La institución universitaria viene a ser, por tanto, “una oficina pública, que instituye al Gobierno para dar buenos estudios a la Provincia”. Oficina de la cual deberían quedar excluidos, por su vocación específica y parcialidad doctrinal, los miembros de las diferentes órdenes religiosas, En consecuencia, tampoco debería la Universidad aceptar los cursos ganados en los conventos. La docencia superior dice Olavide, es tarea exclusiva de la Universidad, y sus cursos y grados los únicos válidos, <<Por que estos son los Estudios Generales y públicos que el Gobierno instituye y aprueba con exclusión de los demás>>. Propuestas radicales que como era lógico iban a tropezar con la fuerte oposición de los afectados, frailes y colegiados.
El Nuevo Plan de Estudios.
En el informe de Olavide se adjuntaba un Plan de Estudios para la Universidad reformada, que mantenía las cuatro facultades tradicionales: Artes o Filosofía, Teología, Cánones y Leyes y Medicina, más un curso de dos años de matemáticas.
Este plan de estudios vendrá acompañado de algunas novedades:
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Un riguroso examen de ingreso en la Facultad de Artes a los doce años cumplidos.
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Las dieciocho cátedras establecidas se concederían por oposición.
A fin de combatir el absentismo del profesorado, se reclama para ellos un salario digno, que los obligue a la continua asistencia a la Universidad, con dos clases diarias y participación activa en la vida universitaria. La propuesta inicial para cubrir los gastos contaba con la renta de los jesuitas expulsos, pero al no ser factible, Olavide pensó en amortizar cuatro canonjías de la catedral sevillana para atender el mantenimiento de la Universidad. Con este hecho se suman enemigos al plan de Olavide.
En cuanto a materias y hechos, la renovación es también evidente, aunque moderada.
Recibido en Madrid, el informe fue elogiado por Campomanes y aprobado su plan de estudios por real cedula de 22 de agosto de 1769. Con esta orden Carlos III se ponía en marcha la primera Reforma Universitaria de la época moderna.
La separación
Los trámites para el traslado de la Universidad a la Casa Profesa tardaron aun más de 2 años. Entretanto, se cubrieron con profesores provisionales. Los cátedras vacantes y se renovaron los cargos directivos.
El rectorado siguió ocupado por un colegial en 1770 y 1771, pero ya los manteístas, superiores en número, se fueron instalando en los demás cargos.
El 27 de diciembre, ultimados ya todos los preparativos, se reunió por última vez el claustro en el todavía Colegio-Universidad de Santa María de Jesús. Germán precisó que el traslado era <<formal y verdadero, no sólo material, por deber pasar a la Casa Profesa. La universidad con sus bancos, cátedras, archivos, privilegios y bulas>>. Se acordó dar al acto de mayor solemnidad, con invitación a todas las autoridades de la ciudad y comitiva decorosa, desde una sede a otra, los claustrales en coche y los estudiantes a caballo.
Se fijó la fecha del último día del año para la solemne ceremonia, que culminó con la toma de posesión y la lectura de la real cédula del 22 de agosto de 1769, presidiendo el cardenal Solís, Arzobispo de Sevilla, en ausencia de Olavide.
El día 2 de enero de 1772, con la ausencia voluntaria de los colegiales, tuvo lugar el claustro de elecciones, el canónigo Pedro Manuel de Céspedes, Tesorero de Cabildo. Era el primer rector de la nueva Universidad, que nunca volvería a ser ocupado por un colegial. Estaba consumada la separación.
La Nueva Sede.
El edificio de la Casa Profesa donde quedó instalada la Universidad a partir del 31 de diciembre de 1771, fue la primera Residencia de los Jesuitas en Sevilla. Su fundación tuvo lugar en febrero de 1558, comenzando a labrarse años mas tarde la suntuosa iglesia, dedicada a la Anunciación de la Virgen. Situada en la antigua calle de la Compañía, hoy Laraña, era vecina del convento femenino de la Encarnación y de la Casa Cuna. La residencia constaba de un edificio de tres plantas en torno a un patio principal porticado con columnas de mármol, que aún se conservan en la actual Facultad de Bellas Artes. Otro cuerpo de edificios más pequeño, anejo al principal y con patio propio, tenía salida por la calle posterior, llamada de la Sopa, hoy Compañía.
La Virgen de la Anunciación. Francisco Pacheco, 1620. Rectorado de la Universidad. Sevilla
A la pequeña capilla de la Puerta de Jerez sucedía el uso universitario la grandiosa Iglesia de la Anunciación, ideal para los solemnes actos académicos. Afortunadamente, con escasas modificaciones, podemos hoy contemplarlas en su integridad. Es una iglesia de cruz latina y una sola nave, con el coro a los pies, sobre un amplio arco escarzano, de noble portada clásica, consagrada en 1579. El retablo mayor (1606) se hizo en madera de Flandes contando con pinturas tan nobles como la “Anunciación” de Antonio Mohedano y la “Exaltación del nombre de Jesús” o “Circunsición” de Juan de Roelas.
Zona de la antigua Puerta de Jerez, grabado de David Roberts. Colección particular, Sevilla.
Los universitarios sevillanos pudieron disfrutar también, desde entonces, de la contemplación de valiosos lienzos de Francisco de Pacheco, Pablo de Céspedes, Juan del Castillo, Juan de Roelas y Francisco Herrera el Viejo, que formaban parte del rico patrimonio de la Casa Profesa. Pero las dos joyas de la iglesia a partir de 1610 fueron las tallas de San Ignacio de Loyola y de San Francisco de Borja, de Martínez Montañés policromadas por Francisco Pacheco, que presidían sendos altares laterales. En 1972 se traslado a esta iglesia otro retablo de Martínez Montañés, sobre la vida de San Juan Bautista, de un colegio de monjas.
San Ignacio de Loyola. Juan Martínez Montañés, 1610. Iglesia de la Anunciación. Sevilla.
De esta época conserva también la universidad unas mazas de plata que se usaban en Maese Rodrigo, una cátedra de madera de ébano labrada profusamente, con el escudo policromado de Carlos III, obsequio de Campomanes, y una campanilla de plata lisa para los actos académicos, que tiene la inscripción:”De La Real Universidad Literaria De Sevilla. Año de 1803”.
En 1836, con motivo de la desamortización, el Dean Manuel López Cepero hizo que se instalaran en la iglesia universitaria los sepulcros renacentistas de Pedro Enríquez y de su mujer, Catalina de Rivera, procedentes del Monasterio de Santa Maria de las Cuevas, con otros sepulcros y lápidas, que entre 1970 y 1972 fueron trasladados a la cripta de la iglesia, convertida desde entonces en Panteón de Sevillanos Ilustres.
Recientemente, al condicionar el monasterio para convertirlo en Pabellón Real de la Exposición Universal de Sevilla, dichos sepulcros han vuelto a su origen en la Isla de la Cartuja.
La Universidad Literaria
La Real Cédula de 1769, además de aprobar el proyecto de Olavide, ordena establecer con urgencia en Sevilla la “Universidad Literaria”. Para nada se menciona el Colegio de Maese Rodrigo, al que se abandona a su propia suerte. De ahora en adelante no habría en Sevilla más institución que docencia superior que la así llamada “Universidad Literaria” protegida y controlada por el Rey.
En los primeros claustros del año 1772 la voz cantante la llevaba el fundador de la Real Academia de Buenas Letras y administrador del Hospital de Amor de Dios, el Doctor Luís German y Ribon. Fue él quien propuso la renovación del sello universitario, suprimiendo toda alusión al Colegio de Santa Maria de Jesús y adoptando la leyenda latina: “Sello de le Real Universidad Literaria Hispalense” que debía imprimirse en la cabecera de todas clases de impresos y documentos universitarios. Era el reconocimiento explicito de la intervención real en la restauración de la universidad, a la que se le añade el adjetivo “Literaria” en el amplio sentido que tal palabra tenia en el siglo XVIII.
Los catedráticos de órdenes religiosas, también afectadas por la perdida de sus cátedras, denunciaron a la inquisición el plan de estudios, lo que supuso, como es sabido, el humillante proceso de Olavide.
Pese a tantos contratiempos, la institución universitaria logró desprenderse de la tutela y dominación del Colegio en una época de secularización en la de poco valían ya los privilegios eclesiásticos, al menos en la ideología de lo ilustrado.
Hacia La Uniformidad
Después de veinte años, Carlos III se dedicó en 1786 a dar algunas muestras de energía en la consolidación de las reformas. Que se promulga una nueva real cédula sobre la enseñanza universitaria.
El documento estaba firmado por Campomanes y perseguía como finalidad aplicar a todas las universidades el mismo plan que se ordenaba en Salamanca. Frente a la diversidad y la autonomía, la uniformidad. Un solo plan para todas, pero manteniendo la propia estructura institucional y la disparidad de fuentes de financiación.
Quince años después de la separación, el colegio seguía tenaz en la defensa de sus derechos. Eran inútiles lamentos, ya que la suerte estaba echada en adelante, cada uno seguirla con su propia historia.
Terminaba el reinado de Carlos III y quedaba al descubierto una política docente de buenas intenciones, pero incapaz de hacer frente al problema universitario, necesitado no solo de la demolición de costumbres sociales y privilegios medievales, sino mucho mas de una subvención estatal que emancipase la universidad de la agobiante dependencia de las desigualdades y siempre insuficientes rentas eclesiásticas o ingresos por matricula.
Medio Siglo de Vida Universitaria
El futuro no fue nada fácil. Al problema económico no se le encontraba solución duradera. Se repitieron con insistencia las peticiones al rey, con la esperanza de una financiación estable, pero sin resultado. Las actas de las oposiciones para la previsión de cátedras, se remitían a Madrid, tal como estaba ordenado, pero el exceso de burocracia eternizaba los nombramientos, que a veces se prolongaban durante más de un curso.
Durante el reinado de Carlos IV el claustro fue más numeroso que nunca, llegando a contar en 1796 con sesenta y dos doctores. Las cátedras, salvo contadas excepciones, se fueron cubriendo con regularidad, por catedráticos propietarios o interinos.
El puesto de Rector fue ocupado por personas competentes, siembre clérigos seculares. La sucesión de canónigos en el cargo demuestra que la separación había humillado a los colegiales en beneficio del cabildo catedral, para quien la Universidad no era más que el Seminario Clerical del que Sevilla carecía. Se había perdido autonomía, se obedecían las órdenes del gobierno, pero la Teología seguía siendo la reina indisputable de los estudios universitarios.
Desde 1772 la matrícula de alumnos fue en aumento. Los colegiales volvieron la espalda a la Universidad de Sevilla y a partir de la separación se graduaron en Osuna.
Fachada principal de la antigua universidad de Osuna, en el cerro del Higueral, hoy centro universitario desde 1996
Patio porticado de la antigua universidad de Osuna
En la primera mitad del Siglo XIX, los alumnos matriculados pasaron de ochocientos en 1824, a más del millar en 1845.
Por facultades, la más numerosa seguía siendo la de Leyes, que casi duplicaba a las de Filosofía y Medicina, manteniéndose la de Teología en torno al medio centenar de estudiantes. Los graduados en este periodo de tiempo suman 3239. La proporción se mantiene en las mismas cifras anteriores, duplicando siempre los títulos de Derecho a las demás Facultades.
Como dato curioso habría que añadir que las calificaciones de las asignaturas con aprobados, notables, sobresalientes o suspensos solo comenzaron a tener vigencia en el curso 1839-1840.
El Plan de 1867
Vuelve el interés gubernamental por la reforma de la enseñanza superior nunca realizada a gusto de los ilustrados. En junio de 1804 el Consejo de Castilla solicita una ve más un informe detallado del estado de la Universidad de Sevilla, que ésta envía de inmediato, haciendo saber que todas la cátedras están cubiertas y que en todas las facultades hay enseñanza efectiva. Pero defiende la necesidad de ampliar los estudios con otras materias, como Humanidades, Económica Política, Agricultura, Química, Lengua Castellana, Griego y Hebreo.
Poco a poco la Universidad va perdiendo la escasa autonomía que le quedaba y que pierde definitivamente en 1807, cuando el rey firma, el 12 de julio, la Real Cédula “por la cual se reduce el número de las Universidades Literarias del Reino y se manda observar en ellas el Plan de estudios aprobado para la de Salamanca”. Lo mismo que se hizo veinte años antes.
A la Universidad de Sevilla se agregaban con sus rentas y grados, las de Osuna y Baeza. Ley que no pudo ponerse en práctica, no solo por la inmediata “Guerra de la Independencia”, sino porque dejaron sin resolver el problema fundamental: los fondos necesarios por el mantenimiento de los gastos.
La orientación teórica del plan, por otra parte, lo convierte en la síntesis de lo que había sido desde hace tiempo atrás las aspiraciones de los hombres de la ilustración.
En Sevilla se reunió el claustro universitario, con asistencia del Director de la Universidad, cargo de reciente creación, que había recaído en Gonzalo José de Vilches. Como las normas exigían mayor dotación económica, se pidió a Madrid la alegación a la Universidad de las Cátedras de Gramática Latina costeadas en San Hermenegildo con dinero de las Temporalidades. Naturalmente, sin éxito. En enero de 1808 fue elegido Rector el canónigo lectoral Nicolás Maestre y Tous de Monsalve, que volvió a ocupar el cargo en otras ocasiones, entre 1826 y 1840.
A mediados del nuevo curso, cuando se intentaba poner en marcha el plan, la guerra vino a cortar en seco las esperanzas de una reforma duradera. En Sevilla, la escasa dotación recibida de la suprimida Universidad de Baeza fue destinada para el sostenimiento de un batallón de estudiantes, enrolados para combatir al enemigo.
Años De Agitación Política
El 30 de junio de 1814, pasada ya la pesadilla de la guerra, los pocos claustrales que sobrevivieron intentaron reanimar la vida universitaria, después de esos seis años perdidos para su historia. Mientras tanto, precisamente en Sevilla, la Junta Centra había redactado en 1809 un nuevo proyecto de reforma educativa, inspirado por Jovellanos, que resultaría superado por el mucho más radical de Quintana, aprobado por las Cortes de Cádiz en 1813.
Siguiendo los vaivenes políticos, los estudios universitarios ven nacer y morir en poco tiempo sucesivos planes de tendencias opuestas.
Pasado el trienio Liberal, en octubre de 1824 comienza la vigencia del llamado Plan Calomarde, <<sobre bases sólidamente monárquicas y cristianas>>. Son años de miedo y de depuraciones políticas, como sufrió el propio Mármol (restaurador de la Universidad y de la Real Academia de Buenas Letras) y otros varios profesores, que fueron condenados al ostracismo y al silencio durante el resto del reinado de Fernando VII.
Su hija Isabel II Comenzó su reinado con una nueva reforma de la instrucción pública aludiendo a la <<necesidad de dar a las enseñanzas actuales la dirección que exigen las luces del siglo>>.El real decreto, propuesto en 1836 por el duque de Rivas, no establecía textos obligatorios, sino que dejaba en libertad al catedrático para elegir el que quisiera. Todo lo contrario que el plan absolutista de 1824. Previamente en 1834, bajo la presidencia de Francisco Martínez de la Rosa, se había creado la Dirección General de Estudios a cargo del Poeta Quintana.
Isabel II
La Universidad propuesta por estos liberales, seguía respetando la vieja supremacía teológica, defendiendo la renovación dentro de la tradición y limitándose a un control estatal, que nunca se hizo efectivo por que de nuevo la suerte vino a paralizar casi totalmente la actividad cultural por espacio de 9 años.
Últimos Años Del Colegio
El Colegio de Santa María de Jesús, por su parte, continuó su vida con independencia de la Universidad. Desapareció en él la enseñanza, la colocación de grados y cuanto hasta entonces había constituido su condición de Estudio General, quedando reducido a una residencia de becarios.
Retablo de Capilla de Santa María la de Jesús. Sevilla.
En 1815 Fernando VII estableció los antiguos Colegios Mayores. El de Maese Rodrigo pidió de inmediato que <<Su Majestad se sirva mandar que la Universidad Literaria De Sevilla continúe unida formalmente al Colegio Mayor de Santa María de Jesús, vulgo de Maese Rodrigo, que se desaprueben las novedades hechas en ella, excepto la de su separación material o traslación a la Casa Profesa>>
La situación se complicó al quedar restablecida también la Compañía de Jesús, que pensó en recuperar la Casa Profesa. Nada se cumplió de tan terribles presagios, Había en el panorama nacional otros problemas mucho más graves.
Todas las ilusiones de los absolutistas quedaron fallidas con la llegada de los liberales al poder (1820-1823). En 1822 se suprimió el Colegio de Maese Rodrigo, aplicando todos sus bienes a la misma Universidad, que también recibió poco después los de Santo Tomás. Con la vuelta de Fernando VII al poder absoluto, renacen las esperanzas del colegio. Hasta que en 1836 el colegio es suprimido definitivamente.
El edificio del Colegio fue derribado en 1920 para dar paso al ensanche de la actual Avenida de la Constitución, fue respetada la Capilla.
Portada capilla Sta. Mª de Jesús, del viejo Colegio de Maese Rodrigo
III. La universidad Hispalense (1845-1971)
La idea de la Universidad como <<servicio público>>, que nace en el siglo XVIII, no se consolida hasta bien entrado el siglo XIX.
En 1845 culminó el proceso de la centralización y pérdida definitiva de las antiguas autonomías de los centros universitarios, que se hubieron de someter a un mismo ordenamiento jurídico, como simples dependencias administrativas integradas en la única Administración Pública. Esta centralización fue primordialmente económica, al quedar incluidos sus presupuestos particulares en los generales del Estado. Así se ha mantenido hasta la actualidad, aunque en los últimos años se ha pretendido volver a una cierta autonomía de la Universidad, que no le desvincula en absoluto del control ministerial.
Cambio de Rumbo
Con el triunfo de los moderados se hace público el llamado “Plan Pidal”, que se inclina decididamente por la enseñanza como derecho estatal, La asunción por parte del Estado de la función docente se presenta como la única solución al caos reinante. Este real decreto tiene fecha de 17 de septiembre de 1845.
Los medios para conseguir la centralización y el control gubernamental, además de la inclusión en los presupuestos, serían la unificación de los fondos, la integración de los catedráticos en un Cuerpo Único, la configuración del distrito universitario y la uniformidad de textos y programas. Por otra parte, todas las oposiciones a cátedra, así como la obtención del grado de Doctor se celebrarían en Madrid (Universidad Central).
El plan de 1845 condena la libertad de textos, que deberían ser aprobados cada 3 años por el consejo de instrucción pública. Este control y la dependencia administrativa de las autoridades académicas aseguraban el dominio estatal en la instrucción pública. Como pieza clave de esta reforma se crea, por decreto de 1846, la Dirección General de Instrucción Pública.
Había triunfado, al fin, la idea propuesta en Sevilla hacia más de 60 años por Olavide: La enseñanza como servicio público, Sistematizando toda la legislación pública desde las Cortes de Cádiz y reuniéndola en un solo texto legal, se emancipaba la Universidad de la vieja tutela eclesiástica, pero no para quedar mas libre sino para someterse a otro amo no menos severo, el Estado, que sigue siendo convencional, pero muy celoso de sus derechos. Desde este año toda la normativa procede de Madrid. Igualdad en el régimen económico y en la actividad docente, tal es, a partir de ahora la historia de la Universidad Hispalense.
Las Reformas Internas
Comenzó una etapa de esplendor material y científico. El Gobierno atendió económicamente a las necesarias reformas del edificio. Se construyeron tres nuevas clases en el segundo patio, se entarimaron tres clases antiguas y se habilitó un aula magna para estudiantes y una sala de descanso más para profesores, se instalaron asientos individuales. En la segunda planta se hizo lugar para un Gabinete de Zoología y Mineralogía, con aula aneja de Historia Natural , otras dos clases para Geografía e Historia, las habitaciones privadas del conserje, la cárcel de estudiantes y un laboratorio de Física, con salida a una azotea, para las experiencias al aire libre.
Al tercer piso se le añadieron dos naves y se corrieron los tabiques para formar un salón de lectura. Para facilitar la entrada a los lectores no universitarios, se abrió una gran puerta por la calle de la Sopa (hoy Compañía) y se hizo una nueva escalera de mampostería. Los tejados se rehicieron totalmente con vigas de madera y tejas de nueva fábrica.
En la planta baja se acondicionó la sacristía de la iglesia para secretaría y archivo, amueblando las dependencias y oficinas, enriqueciendo ésta con solería de mármol de Málaga.
En la escalera principal se emplearon losas de mármol y madera de caoba para el artesonado y pasamanos. En la antigua casa Profesa hubo de hacer sitio en estos años al Instituto de Segunda Enseñanza, hasta que en 1848 se trasladó a los locales de los actuales Institutos de San Isidoro.
Evolución Legislativa
Durante la mitad del siglo XIX las condiciones económicas y políticas no logran estabilizarse. El 17 de Julio de 1857, Isabel II sanciona la ley de Bases de Instrucción Pública, conocida como ley Moyano, en la misma línea del liberalismo moderado del plan Pidal.
Toda vida universitaria continuaba bajo la dependencia de la Dirección General de Instrucción Pública, en el nuevo Ministerio de Fomento, que se ocupaba también de obras públicas y comercio. En esta ley se reconocía el derecho de la iglesia católica a vigilar la pureza ideológica de los estudios. Se reconocía la autoridad del Rector como jefe del Distrito Universitario, con la responsabilidad de inspeccionar y controlar todos los centros de enseñanza, tanto públicos como privados.
Renace la Autonomía Académica
En el último cuarto del siglo XIX se produce un giro en la política educativa, marcado por un cierto alivio en la presión centralizadora. El plan de Alejandro Pidal “La enseñanza no debe constituir un monopolio del Estado ni un mero servicio administrativo, sino una función social”.
Tras el sexenio revolucionario, la universidad vive años de penuria y desorientación. En febrero de 1873 se proclama la I República, pero es apenas un paréntesis en la historia de España.
Tras la crisis de 1917, y en plena efervescencias del regionalismo andaluz, se publica en mayo de 1919 el llamado Plan Silió, que reconocía la autonomía de las universidades, entre ellas la de Sevilla, cuyo estatuto se hizo público por primera vez.
Pese a las reticencias legales posteriores, en 1924 otro decreto reconocía la personalidad jurídica de las universidades, confirmada en el Plan Callejo de 1928. El Estado establecía el núcleo fundamental de la enseñanza completado libremente por cada centro, que gozaría de independencia presupuestaria y económica, con libertad para designar a sus propios catedráticos.
En estos primeros años del siglo XX los sevillanos y muy especialmente los universitarios tienen puesta la lista en la Exposición Internacional Hispanoamericana, que se celebra en Sevilla en 1929. Es el salto a la modernidad, pero también la quiebra de muchas ilusiones, quizás alimentadas sin motivo por la dictadura de Primo de Rivera.
La Vida Universitaria Entre Dos Siglos.
Desaparecida la facultad de Teología, después de la Revolución, la Universidad quedaba reducida a las Facultades de Filosofía y Letras, Ciencias y Derecho. La de Medicina, con su particular historia desapareció de Sevilla en 1845, por el Plan Pidal, y no volvió con carácter estatal, hasta 1917.
El 10 de diciembre del año 1900 se inauguro en el patio de la universidad la estatua de bronce del fundador, Rodrigo Fernández de Santaella, obra de Joaquín Bilbao, con tonelada y media de peso.
A comienzos del nuevo Siglo el distrito universitario de Sevilla estaba integrado por las provincias de Badajoz, Cádiz, Huelva, Córdoba, Sevilla y Canarias.
El cargo de Rector fue recayendo en personas de gran prestigio intelectual. Como por ejemplo Manuel Laraña que dio nombre a la calle de la Universidad.
El 28 de enero de 1930 dimitió Primo de Rivera, sucediéndole el Gobierno de Berenguer, que poco pudo hacer hasta la proclamación de la segunda república, excepto nombrar al historiador Ramón Carande como Rector de Sevilla.
Republica y Guerra Civil
La Constitución de la República proclamada el 9 de diciembre de 1931, hizo concebir grandes esperanzas a toda clase de autonomías, incluida la universitaria, pero la situación política, en permanente conflictividad, no permitió la concreción práctica de tales aspiraciones.
Los republicanos, antes y después del alzamiento, se preocuparon fundamentalmente de atender a la cultura popular. En 1932, se crearon en Sevilla y otras capitales las llamadas Universidades Populares.
Una vez iniciada la Guerra Civil, tras el alzamiento militar del 18 de julio de 1936 contra la República, los universitarios hubieron de abandonar los libros para empuñar las armas.
La Universidad de la Posguerra
Una España venció a la otra. El despegue cultural que parecía vislumbrarse durante la República, quedó segado de raíz. Espíritus progresistas, como los afiliados a la Institución Libre de Enseñanza, fueron perseguidos y desterrados, iniciando un doloroso peregrinar por tierras extranjeras una gran parte de los profesores universitarios.
El profesorado universitario que permaneció en Sevilla estaba integrado, como era de esperar, por personas de ideología conservadora, que no dudaron en colaborar con los vencedores en tareas de propaganda o represión política, como ocurrió con la rigurosísima Junta de Censura Cinematográfica.
La ley de Ordenación Universitaria de 1943, pese a contemplar un cierto deseo de autonomía, significó un férreo control ministerial e ideológico.
Durante la larga etapa ministerial de José Ibáñez Martín (1939-1951) se fundó el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1939), que instaló en Sevilla dos de sus centros. En 1942, se publica un decreto de creación de Colegios Mayores, con la pretensión de restaurar la antigua tradición universitaria.
Colegio Mayor Hernando de Colón (1948)
Debemos hacer referencia al Sindicato Español Universitario que se convirtió en el único sindicato permitido, obligatorio para todos los alumnos de la Universidad. En 1956 aconteció el primer desafió público al régimen con el llamado Manifiesto Universitario, que pedía una Universidad mas democrática.
En 1957, con la activa participación de los universitarios sevillanos, se pretendió democratizar el SEU, pero solamente se consiguió transformarlo en un mero aparato burocrático, con escasa influencia política.
Los Nuevos Edificios
Normalizada la vida universitaria, en 1948 se vio la necesidad de buscar un lugar mas apropiado para la universidad abandonando el ya incómodo e insuficiente caserón de la calle Laraña. Se decidió su ubicación en el edificio de la antigua Fábrica de Tabacos en pleno centro de la ciudad. En 1954, tras cuatro años de obras, comenzaron a instalarse las Facultades, primero Derecho, después Ciencias y Filosofía y Letras.
Cristo de la Sabiduría. Capilla de la Universidad de Sevilla (Antigua Fábrica de Tabacos).
Sin duda, la antigua fábrica de tabacos quedara como la joya más preciada del patrimonio universitario. El edificio, una de las construcciones industriales más importantes de Europa en su época, ocupa un rectángulo de grandes proporciones, solamente superado en España por el Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
En la actualidad, la continua expansión y crecimiento de la universidad Hispalense a obligado a la instalación en otros edificios de la ciudad, de nueva construcción.
Por último, hay que añadir que la vieja casa profesa de la compañía de Jesús, en la calle Laraña, que fue sede de la universidad durante casi dos siglos, fue derribada en 1970 para construir la actual Facultad de Bellas Artes.
La Universidad Contemporánea
En 1970 aparece la Ley General de Educación y financiación de la reforma educativa. Esta ley pretendía hacer frente a los dos focos de la conflictividad universitaria, la falta de recursos económicos y la angustiosa situación laboral del personal docente.
Los estatutos de la universidad sevillana, aprobados en junio de 1971, la configuran como “Universidad Estatal, con carácter de entidad autónoma, dotada de personalidad jurídica y de patrimonio propio” estableciendo su denominación legal como Universidad Hispalense. Una vez restaurada la Monarquía en España, con la Constitución Democrática de 1978 se reconoce la autonomía universitaria como la libertad de cátedra y el derecho de todos los españoles a la educación en su artículo 27. Otras leyes posteriores que han influido en la vida universitaria sevillana son el Estatuto de Autonomía de Andalucía (1981) y el Real Decreto dde 13 de junio de 1986 por el que se traspasaron a la Junta de Andalucía las universidades de Cádiz, Córdoba, Sevilla, Málaga y Granada.
En 1981 el distrito universitario de Sevilla abarcaba las provincias de Sevilla y Huelva, con doce facultades, dos escuelas técnicas superiores, siete escuelas universitarias y otras siete adscritas, un colegio universitario, la universidad de la Rábida, nueve institutos de investigación y un instituto de idiomas.
La Cofradía De Los Estudiantes
Cuando, en 1771, la universidad tomó posesión de la Casa Profesa, se incorporó al patrimonio universitario entre otras obras de arte, un Cristo crucificado, de tamaño natural, esculpido en madera de cedro, por el imaginero Juan de Mesa, en el año 1620.
Juan de Mesa fue discípulo de Martínez Montañés y autor de grandes imágenes procesionales, como el Cristo del Buen Amor y Jesús del Gran Poder entre otras.
El Cristo de la Buena Muerte, iconográficamente representa el momento de la muerte, pero con gran dulzura y serenidad. Con este nombre recibió culto en la iglesia de la universidad, hasta que en 1924 un grupo de profesores y alumnos universitario decidieron fundar una hermandad de penitencia, que hiciera estación en la Semana Santa de Sevilla.
En 1938 se renovó la cruz, que parecía pequeña por otra de mayores dimensiones, tallada en un roble del parque Maria Luisa, obra del escultor Agustín Sánchez Cid. En octubre de 1942, la Hermandad incorporó a su patrimonio una imagen procesional de la Dolorosa, obra de Juan de Astorga (1987), titular de una extinguida cofradía de San Isidoro, a la que rinde culto desde entonces con el titulo de Virgen de la Angustia y que acompaña al Cristo de la Buena Muerte cada Semana Santa, bajo un riquísimo palio de plata, estrenado en 1946.
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Enviado por: | Noe |
Idioma: | castellano |
País: | España |