Biología, Botánica, Genética y Zoología


Tundra


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Tema Página

  • Índice 1

  • Bibliografía 2

  • La tundra 3

    • La vida en la tundra

    • El día y la noche

    • Cuando se animan las frías extensiones

    • Paisajes de la tundra

    • Cadenas tróficas de la tundra

    • Estrategias para sobrevivir

    • La invasión de las aves

    • Una ecología simplificada

    • Animales típicos de la tundra

    • Vegetación de la tundra

    • Insectos de la tundra

  • Actuación humana 23

    • La contaminación

    • El hombre como destructor

    • El hombre, productor

    • Demasiada protección

    • La capa de ozono

    • El cambio climático

    • Amenazas en la Tundra

    BIBLIOGRAFÍA

  • Atlas de botánica. Flora y vegetación (Manuel Crespo).

  • Enciclopedia Ciencias de la Naturaleza (Editorial Planeta).

  • Enciclopedia de la naturaleza (Adena/World wildlife fund).

  • Gran Enciclopedia Larouse.

  • Salvat Universal.

  • Enciclopedia Visual (Salvat).

  • Secretos de la naturaleza (International Library, David Stephen y James Lockie).

  • El reino animal (National Geographics Society).

  • Naturaleza amenazada.

  • El planeta amenazado (John Gribbin).

  • Temas ecológicos de incidencia social (Ana Jesús Hernández).

  • El Ártico amenazado (Boletín informativo trimestral Greenpeace).

  • El mundo viviente (Antonio Jonch).

  • LA TUNDRA

    La vida en la Tundra:

    Un viajero, que partiendo de las zonas templadas del hemisferio boreal se desplaza hacia el norte (o bien hacia el sur del austral) observará muy pronto un fenómeno singular: durante el otoño y el invierno encontrará, a mayores latitudes, tiempos de iluminación diurna cada vez más breves, mientras que durante la primavera y el verano los mismos serán siempre más largos. Mas allá de determinada latitud, el acortamiento de los días (tal es el término con el que se indica el periodo de luz de una jornada) invernales y, respectivamente, el alargamiento de los días estivales, llegará a sus extremas consecuencias y el Sol en invierno no surgirá (o, en verano, no se pondrá) durante al menos dos jornadas consecutivas.

    La línea a lo largo de la cual comienza a verificarse el este fenómeno se encuentra a los sesenta y seis grados y medio de latitud norte y es denominada Círculo polar ártico.

    El día y la noche:

    Si el eje de rotación de la Tierra fuese perpendicular al plano de su órbita de revolución alrededor del Sol, el llamado círculo de iluminación (es decir la línea que divide la parte de la Tierra iluminada de la que se encuentra en sombras) pasaría por los polos y coincidiría, en cualquier momento, con un círculo meridiano, cortando por tanto en dos partes iguales a todos los paralelos. En tales condiciones, el día y la noche tendrían la misma duración (12 horas cada uno) durante todo el año en cada punto de la superficie terrestre; los rayos de llegarían siempre perpendiculares sobre el ecuador, mientras que su ángulo de incidencia (y, con él, la cantidad de luz y calor recibida por unidad de superficie terrestre) se volvería cada vez menor a medida que avanzase hacia los polos; pero en ningún sitio de la Tierra existirían estaciones y ciclos estacionales.

    Dado que, en cambio, el eje de rotación terrestre esta inclinado sesenta y seis grados y medio, el círculo de iluminación no coincide, en general, con los meridianos. Pero el eje terrestre, aun cuando inclinado sobre el plano de la órbita alrededor del Sol, mantiene una orientación fija respecto a las estrellas; en consecuencia; en el transcurso del año, el eje acaba apuntado alternativamente hacia el Sol, en dirección opuesta al Sol y en todas las posiciones intermedias, con el resultado de que el periodo de iluminación diurna varía en el lapso del año y varía tanto más elevada es la latitud. Además, el Círculo Polar Ártico inicia la zona llamada precisamente ártica en la que se tiene un largo periodo de oscuridad continua en invierno y un largo periodo de luz en continua en verano; la duración de estos periodos va de un mínimo de 48 horas en correspondencia con el Círculo Polar Ártico, hasta los seis meses, al menos en teoría, en los polos; en realidad la “noche” ártica en está notablemente abreviada por las auroras boreales. En la práctica, más allá del Círculo Polar Ártico, la oscuridad domina desde septiembre hasta marzo y el frío intenso dura al menos ocho meses por año, superados los cuales la vida estalla en un breve pero intensísimo verano.

    Cuando se animan las frías extensiones:

    El límite de llamado “clima polar” se halla muy por debajo del Círculo Polar Ártico y prácticamente acaba coincidiendo con el límite septentrional de los bosques. Esta región climática coincide pues, con en gran parte, con los territorios ocupados por la tundra, ya que casi ningún árbol consigue sobrevivir en temperaturas que se mantienen constantes por debajo de los -10ºC. A pesar de que aquí las precipitaciones son realmente escasas (raramente caen más de 250 mm de lluvia por año), el cielo está cubierto muy a menudo de y las condiciones meteorológicas son especialmente inestables. Tal inestabilidad es acusada por el frente ártico, es decir, por la línea de choque de las masas de aire provenientes de las regiones árticas con las meridionales. Encima de os océanos, el impacto entre las dos corrientes opuestas crea centros de baja presión, “los ciclones”, que al desplazarse llevan el mal tiempo y las alteraciones a los continentes.

    El mayor número de jornadas tranquilas se tiene durante el invierno y entonces resulta más fácil observar las auroras boreales, fenómenos debidos a la cercanía de los polos magnéticos terrestres que consiguen desviar los rayos solares.

    En cambio, en el breve periodo estival el aumento de la temperatura por encima de los 0ºC provoca la aparición de nieblas y vapores, que no desaparecen hasta el retorno del frío. El agua contenida en el terreno se mantiene helada permanentemente hasta una profundidad de más de 400m, y solo una ligera capa superficial se descongela cuando la iluminación de los rayos del Sol se vuelve más intensa. La espesa capa helada, cuyo nivel oscila entre en e transcurso del año, toma el nombre de “permafrost”, que significa “siempre helada”.

    El aumento de la temperatura provoca el deshielo de aquella capa de pocas decenas de centímetros que constituye el único suelo activo de tundra y que sustenta toda su vida animal y vegetal. El agua disuelta se recoge en una miríada de pozas y pequeños lagos formados en hendiduras del terreno, pero no puede ser absorbida por el suelo a causa del hielo subyacente. Por ello, en poco tiempo el ambiente se satura de humedad y se forman las nieblas. En este breve periodo, la flora y la fauna, que en invierno se diría totalmente ausentes, revelan toda su vitalidad. Tallos herbáceos y alfombras de musgo adquieren fuerza y color, y en poco tiempo florecillas variopintas cubren la que pocas semanas antes era una estéril extensión de plantitas deslucidas por el largo hielo. La inmóvil y gélida llanura gris se vuelve de este modo en un amplio pantano sobre el cual zumban enjambres de insectos y vuelan las aves, venidas puntualmente desde sus cuarteles de invernada.

    Con la llegada del verano, también el terreno se anima. Bajo la delgada alfombra herbosa, el hielo ya disuelto ha dejado lugar a una móvil y espesa capa de barro que, sin quebrar su delgado velo vegetal, se desliza lentamente hacia alguna de las muchas depresiones, llevándose consigo guijarros y a veces bloques rocosos. Este movimiento es llamado solifluxión porque es ocasionado, en definitiva, por el calor solar. Cuando la solifluxión se detiene, puede comprobarse que, como de la nada, han surgido terrazas sobreelevadas, cuyas formas blandas formas superan en algunos metros el hábitat circundante.

    También el periódico congelamiento y el deshielo de las aguas contribuye a conformar el paisaje de la tundra, abriendo en el suelo largas fracturas regulares que lo vuelven poligonal; en las hendiduras que dividen a tales “polígonos”, todavía cubiertos de vegetación, se depositan a menudo hileras de piedras, dibujando en el terreno una especie de anillo fantástico.

    Por ello el pisaje de la tundra no es ni inmóvil ni monótono, como podría llevar a suponer la idea de una fría llanura privada de árboles: pendientes poco elevada y cubiertas de densa vegetación se alternan con aguazales estacionales de variada extensión, mientras que las terrazas, que de continuo surgen y se hunden, eliminan cualquier sentido de inmovilidad en esta inmensa extensión. En verdad, el panorama invernal parece más desolado y solitario: ya en el mes de agosto la temperatura baja, las jornadas se abrevian rápidamente y el frío retorna puntual. Pero tampoco en invierno la tundra reposa por completo: la poca nieve polvorienta y los vientos que soplan constantemente la transforman en una especie de destierro arenosa, en el que las dunas de nieve cambian continuamente de disposición, mientras que los pocos animales que pasan aquí la mala estación procuran sus recursos precisamente bajo la capa nevosa, alimentándose de aquellos vegetales que la rápida llegada del hielo ha expuesto a un natural proceso de congelamiento.

    Paisajes de la tundra:

    Habitualmente en la tundra se distinguen tres subregiones latitudinales: la tundra ática, la tundra arbustiva y la tundra típica.

    • Tundra ártica:

    En la región ártica de la tundra, el corto y fresco periodo vegetativo hace imposible el desarrollo de los arboles. Diversas matitas resistentes al frío, a menudo verdes todo el año y microfilas, y sauces enanos, se reúnen allí para formar matorrales bajos; en las faldas meridionales más templadas se hallan todavía praderas ricas en especies; pero por lo demás aguazales ricos en musgos y cárices, cuya formación viene favorecida por el hecho de estar el suelo permanentemente helado en profundidad, y sobre todo pedregales poblados principalmente de musgos y líquenes, constituyen el cuadro típico de los gélidos desiertos conocidos con el nombre de “tundra”.

    El centro de, el oeste y el norte de Europa pertenecen casi por entero a la Gran Región Nemoral Eurosiberiana. En sus bosques aciculifolios siempre verdes, que constituyen una faja que va ensanchándose hacia el Este y soportan incluso los inviernos más fríos de Siberia (temperaturas medias de enero inferiores a -40ºC) y que en las altas montañas llegan hasta latitudes mucho más bajas, predominan en inmensas extensiones pinos, abetos rojos, abetos y alerces. Generalmente es estos bosques domina una sola especie. Sólo en pequeña cantidad y especialmente en los claros naturales y artificiales les acompañan algunas especies planifolias, como abedules, alisos, álamos y sauces. Con estos bosques de coníferas limita por el sur una faja de bosques planocaducifolios que pierden la hoja en invierno. En el interior de Asia esta faja se hace muy estrecha y aun llega a faltar por completo.

    La tundra ártica extiende sus dominios hasta el desierto polar. Lo más característico es que la vegetación se dispone en forma de retículo, dejando en la malla extensiones más o menos grandes de suelo desnudo, que constituye en elemento dominante del pisaje, llegando a suponer hasta el 50% de la superficie. El hielo convierte el suelo en una interminable sucesión de grietas, fisuras, y montículos. Los musgos, aunque muy importantes en el conjunto de la vegetación, no forman un manto continuo y uniforme, lo cual permite, además, un mejor calentamiento del suelo. Así, por más que el clima de esta zona sea mucho más crudo que en la tundra típica, el ambiente está más diversificado y ofrece más oportunidades de colonización; de modo que, paradójicamente, la vegetación no es más pobre. Por supuesto, los arbustos faltan por completo, si exceptuamos el minúsculo Salix Polaris que vive entre los musgos dejando asomar tan solo las inflorescencias y las hojas superiores. Ciertos grupos de plantas, muy abundantes en la tundra típica, aquí faltan o están muy mal representados -por ejemplo, las ciperáceas. Otros, en cambio, cobran una importancia inusitada: las gramíneas, por ejemplo, que llegan a formar céspedes, o multitud de hierbas dicotiledoneas- géneros Saxifraga, Draba, Luzula, Papaver, etc.- que en la tundra típica vivían recluidas en biotopos muy localizados.

    • Tundra arbustiva:

    En la tundra arbustiva (la más meridional), el tapiz muscinal dominante aparece interrumpido por un estrato discontinuo, de medio metro de altura, compuesto de alisos, abedules y sauces arbustivos (Alnus crispa, Betula nana, Salix arcrica, respectivamente). A su abrigo crecen plantas herbáceas tanto monocotiledóneas (gramíneas, ciperáceas) como dicotiledóneas, además de algunos arbustos enanos como Salix herbacea, Vaccinium uliginosum y otros. En conjunto, buena parte de la flora de esta tundra procede de las formaciones vegetales más meridionales.

    • Tundra típica:

    La tundra típica, situada más al norte, es el reino de los musgos. Éstos forman un denso tapiz de 5 a 7 centímetros que domina todo el paisaje, prestándole una gran monotonía; como más abundantes (Hylocomium splendens, Tomenthypnum turgidum, Rhaconitrium lanuginosum, y diversas especies de Dicranum y Polytricum. Junto a los musgos, la vegetación herbácea más abundante está representada por diversas especies de Carex, en particular C.ensifolia. Los líquenes, de los que xiste una extraordinaria diversidad, solo cobran importancia en hábitats puntuales, como los suelos arenosos o rocosos.

    Cadenas tróficas de la tundra:

    Las mayores plantas de la tundra son casi todas leñosas; forman ralas agrupaciones de abedules y sauces, que en la madurez apenas llegan a la altura de las rodillas. También abundan los miembros de la familia de los brezos: la mayoría dan frutos en bayas y son parte importante de la dieta de muchos animales de la tundra; incluso el oso polar se atiborra de bayas de arándano de los pantanos, durante el otoño. Con las plantas leñosas crecen plantas herbáceas, que a menudo sobrepasan en altura a las primeras y que en verano proporcionan una breve explosión de color, para morir al aproximarse el invierno.

    La fauna de la tundra es de una sorprendente riqueza para un medio que parece tan inhóspito. Entre los animales mayores está el buey almizclero y, en verano, el reno (Caribú en Norteamérica). Los predadores son menores: lobos, zorros árticos y glotones, que se alimentan sobre todo en ssliks, topillos y lemmings. Estos mamíferos se hallan adaptados al frío, mediante su pelaje espeso y cálido y una capa de graso bajo la piel. El peligro de congelación de las extremidades queda reducido por su forma compacta y sus hocicos, orejas, y colas cortas.

    Estrategias para sobrevivir:

    Con sus breves estaciones estivales que se alternan con largos períodos de hielo, la tundra es realmente un hábitat hostil. De hecho, se halla aquí un número de especies de la flora y la fauna inferior en aproximadamente 1000 veces a las de los ecosistemas de los bosques tropicales. Las plantas tienen necesariamente que adecuar sus ritmos de al poco tiempo disponible y modelar sus necesidades en relación con el hábitat avaro que las rodea. La vegetación más común está constituida por líquenes, simbiosis entre algas y hongos capaces de crecer hasta en la roca desnuda; las plantas más viejas son los musgos, cuyo crecimiento en el transcurso de los siglos puede haber formado colchones de turba cuyo espesor llega a alcanzar algunos metros; por último, las plantas con flores se ven obligadas a posponer la fructificación al año siguiente al de la floración. Ninguna planta caracterizada por un ciclo anual puede sobrevivir y reproducirse las condiciones árticas: Festuca sp. , los caarrizos, los arándanos, las poligonáceas y las ericáceas, las milenramas, las alquimilas, los nomeolvides alpinos, son todas las plantas perennes que viven todo lo posible para producir alternativamente, de un año a otro, las flores y las semillas. Por lo demás, también fuera del invierno la temperatura sigue siendo baja (un promedio de unos 4ºC), los vientos son fuertes e incesantes y el suelo es pobre, dado que con las bajas temperaturas la mineralización de las sustancias orgánicas tiene lugar de forma muy lenta. Para afrontar estas condiciones, todas las plantas permanecen muy pequeñas y adheridas al terreno. También las pocas especies leñosas que se sitúan muy al norte siguen estos principios: el abedul enano y las distintas especies de sauces Salix depresa raramente superan los 30 centímetros de altura.

    En cierto sentido, los animales tienen ventaja respecto a las plantas: gracias a si movimiento pueden alejarse cuando el clima se vuelve prohibitivo para su supervivencia. Los migradores por excelencia son las aves, de hecho los vertebrados que están con mucho más difundidos por la tundra durante la estación de la reproducción, tanto en número de individuos como en número de especies.

    En cambio, pocos animales han elegido afrontar el invierno son huir, permaneciendo como absolutos amos de un hábitat desolado. Esta “elección” evolutiva implica la necesidad de adaptaciones particulares que hacen que estas especies resulten extremadamente especializadas.

    Los tres únicos reptiles que se desplazan hasta los bordes de la tundra (la lagartija de turbera y la víbora europea en el Viejo Mundo, y la culebra Thamnophis sirtalis en el continente americano) Se han vuelto vivíparos para ofrecer a la progenie la protección necesaria durante el desarrollo embrionario.

    Las aves y los mamíferos que se comportan como residentes fijos han desarrollado densos mantos que los cubren por entero, formando en especial una espesa capa aislante sobre las patas con el doble propósito de proteger las extremidades de la pérdida de calor y de dotar al animal con una especie de raqueta de nieve, útil para facilitar sus desplazamientos. Los osos sobreviven durante el periodo de obligada inactividad gracias a las reservas de grasas que han acumulado previamente en el panículo adiposo que recubre su cuerpo. De allí sacan el alimento que necesitan, no solo para subsistir, sino también para elaborar -las hembras- la leche que precisan los oseznos. Zorros y lobos se nutren, asimismo, de su propia grasa, pero son inquietos cazadores y no conseguirían sobrevivir mucho tiempo si sólo contaran con esas reservas. Acumular grasa la en época de abundancia es una garantía de protección, para todos los animales de la tundra, contra los tiempos de escasez que los aguardan.

    Esta cálida cobertura, en la mayor parte de los casos, es casi totalmente blanca durante la estación invernal; esto es valido para las especies más pequeñas como para las mayores, para los mamíferos como para las aves. En invierno se vuelve blanco el pelo de los pequeños lemmings de collar y de las liebres variables, mientras que las liebres árticas siguen bancas durante todo el año. El plumaje de las dos especies de perdices nivales que frecuentan la tundra es blanco en los meses más fríos, tanto en la perdiz nival como en el lagópodo escandinavo, que empero en todos los países árticos se encuentra en hábitats más resguardados y “cálidos” que los de su congénere. Son, o se vuelven blancos también, los predadores: el oso polar, el zorro polar y las dos especies de rapaces mayormente ligadas a la tundra, el halcón gerifalte y el búho nival. En estas dos últimas especies en realidad, sólo los machos adultos son totalmente blancos, mientras que las hembras y los jóvenes presentan un dibujo a rayas blancas y grises, que disimula su perfil en el terreno estival mimetizándolos en el delicado período de la puesta y de la cría. El halcón gerifalte puede presentar distintas “fases” de plumaje, desde un blanco puro hasta un gris más o menos intenso.

    Otras dos rapaces muy comunes, la lechuza campestre y el ratonero calzado, no residen durante todo el año en la zona ártica sino que efectúan migraciones regulares; su librea, por ello, es predominantemente gris y parda más que blanca.

    El color blanco hace todavía más majestuoso a los grandes predadores árticos: durante el medievo, el gran halcón gerifalte era asignación exclusiva de los reyes, y nadie más podía dedicarse con él a la cetrería. La seguridad del halcón gerifalte en la caza puede dejar pasmados a los casuales espectadores de esta escena de la vida en la tundra: la rapaz alterna un vigoroso batir de alas con largos vuelos planeados que concluyen en largos tramos recorridos a baja altura, casi al ras de la tierra; sin aparente esfuerzo sabe evitar los obstáculos situados ante su vuelo de exploración, y cae con seguridad sobre la presa, sea ave o mamífero. EL batir de alas relativamente lento no llevaría a creer, a primera vista, su agilidad y potencia; per en su nido pueden fácilmente hallarse restos de otros predadores y presas gigantescas, hasta de la dimensión de un urogallo.

    Zorros, armiños, halcones, y lechuzas polares cazan lemmings, ratones campestres y perdices nivales. Si los lemmings y ratones campestres se comen todas las bayas, las perdices nivales sufren las consecuencias y disminuyen en número. EL caribú puede verse afectado de igual modo y algunos ejemplares mueren de hambre y se convierten en carnaza para lobos, osos y cuervos. Cuando empiezan a escasear los lemmings y los ratones campestres, las especies cazadoras tienen que disponerse a adelgazar o decidirse a emprender la emigración; vuelven en cuanto el número de sus posibles presas ha aumentado de modo considerable.

    Por lo tanto los animales carnívoros han de amoldar su población a las existencias disponibles de alimento; la cifra de bocas debe estar proporcionada a los bocados que se pueden tomar. En varios aspectos, todo depende de todo.

    Pocas personas se han adaptado a la vida de la tundra. Pero, en el norte de América los esquimales lo han conseguido. Una raza habita en la zona del litoral y se nutre y viste principalmente a expensas de las focas. Otra raza reside en los eriales canadienses, donde el caribú le procura lo imprescindible para subsistir. Los cazadores interceptan a los animales cuando estos se encuentran en plena migración. En el norte de Europa, los lapones han domesticado al reno, del que dependen para obtener carne, leche y vestido. Pero tienen que acompañar a los animales en sus movimientos migratorios y, en consecuencia, los lapones se han convertido en nómadas, aunque solo sea parcialmente.

    La invasión de las aves:

    A los innumerables espejos de agua que en verano constelan la tundra llega, al comienzo de la primavera, aves de todas las dimensiones, que han hecho de los aguazales su hábitat de elección. Entre ánsares, ánades, cisnes y limícolas son más de un centenar las especies que arriban casi al mismo tiempo para repartirse el espacio y el alimento que la tundra les ofrece. La pregunta es: ¿Cómo pueden tantas especies de aves coexistir e un hábitat cuyos recursos parecen tan uniformes? La respuesta consiste en que han evolucionado para aprovechar los muchos hábitats presentes, que son sustancialmente diferentes.

    En los pocos metros comprendidos entre la orilla y el centro de un estanque ocasional, se distribuyen muchas especies de aves acuáticas, desde los pequeños correlimos hasta los grandes cisnes. Los ánsares campestres se alimentan de los vegetales que crecen en las zonas secas, mientras que casi todas las especies de carádridos, desde el correlimos oscuro hasta el chorlito gris, desde el correlimos d Temminck hasta el correlimos gordo, se superponen entre las orillas y los primeros centímetros de agua. En el agua, los ánades de superficie, certetas, ánades silbones, patos cuchara, etc. , filtran el limo del fondo, que recogen pescando en su pose característica, con la cola hacia arriba. En donde el agua es más profunda, los cisnes se procuran el alimento de este modo, mientras que los ánades zambullidores, porrones moñudos y comunes, se desplazan todavía más adelante y llegan al fondo nadando para recoger plantas y pequeños animales. Entre tanto, los pequeños falaropos sobrenadan en las aguas altas predando sin mucho esfuerzo las muchas larvas acuáticas que se encuentran a su alrededor.

    El instrumento más importante de que disponen las aves para desarrollar sus muy diversos papeles alimentarios es el pico. El de los ánsares es fuerte y dentellado y sirve perfectamente para cortar o arrancar incluso las plantas herbáceas más fuertes; igualmente robusto es el de los cisnes, pero es en general más empleado en el agua; el pico de los ánades, en cambio, es más flexible y sensible; la máxima especialización la ostenta el pato cuchara, en el que las dos anchas partes del pico en forma de espátula, la superior y la inferior, están provistas de laminillas para filtrar los más pequeños fragmentos orgánicos.

    Discurso aparte merece el pico de los limícolas, dotado en la punta, blanda, de un gran número de terminaciones nerviosas, que lo convierte en un perfecto órgano táctil capaz de descubrir y coger los invertebrados que se encuentran en el barro. Su longitud varía de una especie a otra y contribuye, junto con las patas, a diversificar su espectro alimentario,: la primera determina la profundidad a la cual es recogido el alimento, mientras que la segunda determina la distancia a la orilla hasta donde el ave puede adentrarse.

    La primara ave que en la primavera llega a la tundra no es, sin embargo, un ánade; ni siquiera un limícola, sino un pequeño paseriforme, el escribano nival. Casi totalmente blanca, esta avecilla de una longitud de 16 cm sigue siendo en sus desplazamientos a las bandadas mixtas de correlimos comunes, correlimos tridáctilos y otros limícolas de sus mismas dimensiones, pero en los primeros días de mayo, cuando la nieve comienza a derretirse, los precede en el viaje hacia el norte. Pocos paseriformes lo siguen: el escribano lapón, el bisbita gorgirrojo, el pardillo de Hornemann, la alondra cornuda, la collalba gris, el cuervo, el escribano pigmeo y el pechiazul se desplazan por la tundra eurasiática, mientras que el escribano de Smith y el zorzal carigrís lo hacen por la de América septentrional.

    Pero antes de que el mes finalice, el aire se llena, asimismo, de las llamadas aflautadas de los limícolas, mientras que los ánades y los ánsares comienzan a moverse desmañadamente por el terreno en sus elaboradas ceremonias de cortejo, auténticos protocolos para un matrimonio que puede durar toda la vida. Entonces, Todo lo viviente en la tundra adopta una frenética carrera hacia la reproducción que tiene que completarse antes de que el hielo obligue a una nueva y precipitada partida. Cada individua aprovecha al máximo el tiempo a su disposición.

    Mientras que los anátidos, en general, emprenden severas relaciones monógamas, las distintas especies de carádridos parecen poseer una gama mucho más vasta de posibilidades: entre los zarapitos trinadores y los correlimos rige la monogamia, así como para los ánades, y los cuidados propios de los progenitores son honestamente divididos entre los dos miembros de la pareja; en cambio, en las tres especies de falaropos y en el chorlito carambolo es el macho, menos llamativo que la hembra, el que cuida los huevos y cría a los polluelos, en tanto la hembra puede acoplarse con otros machos. Entre las agachadizas reales y los combatientes, los machos los machos se reúnen en arenas de cortejo, donde copulan con el mayor número posible de hembras para descargar luego sobre ellas el peso de la cría.

    Los sistemas sociosexuales de las aves, así como por otra parte los de todos los otros animales, son simplemente funcionales para la producción del mayor número posible de crías. El macho del correlimos de Temminck, una de las más pequeñas aves limícolas, comienza a hacer escuchar su larga llamada vibrante desde los primeros días de Junio. Si es afortunado, puede conseguir acoplarse ya a mediados de mes, y después de unos días, en su pequeño nido en forma de cuenco, semejante al de los otros limícolas, se encuentran ya cuatro huevos pardo verdosos. Pero la hembra se escabulle de inmediato, dejándole todas las tareas de la cría; entonces el macho, en vez de dedicarse de inmediato a la incubación de los huevos, actúa como si quisiese “gozar” todavía de su “juventud” y se procura otra compañera. Pero también la hembra que ha quedado libre puede encontrar otro macho y poner todavía cuatro huevos más, a los cuales podrá entonces decidir atender personalmente. La consecuencia de esta cadena de amores libres es que cada individuo, hembra o macho, se encuentra al final con una nidada (de aproximadamente cuatro polluelos) que cuidar, motivo por el que esta ave es tan común en el extremo norte del Viejo Continente.

    A pesar de la actividad casi continua, el tiempo apenas si resulta suficiente para una única puesta. Antes del final de agosto los adultos mudan sus plumas, los jóvenes se colocan su primera su primera ropa invernal y todos juntos parten hacia el sur, mientras los días se acortan y la temperatura baja rápidamente. Entonces, los cielos son surcados por majestuosas formaciones en “V” de los ánsares, las bandadas más desordenadas de los ánades, y por pequeños grupos de cisnes, quizá reducidos a núcleos familiares. Los carádridos migran en su mayoría a lo largo de las costas, en donde buscan el alimento en la línea de playa, que les ofrece condiciones de alguna manera análogas a las de los lugares de procedencia. Las especies más pequeñas se reúnen aquí en bandadas que comprenden incluso millares de individuos que se mueven al unísono, como si todo el grupo fuese comandado por un único sistema nervioso. Tal costumbre gregaria de los correlimos comunes, de los chorlitejos grandes, de los correlimos oscuros y tridáctilos (todas las especies de distribución circumboreal), de los correlimos menudillos, proporcionan una ocasión excepcional para estudiar sus rutas migratorias: estas aves son capturadas en gran número con varios tipos de trampas y señaladas con el método del anillamiento, que las vuelve inmediatamente identificables dado el caso de que se las volviese a encontrar en cualquier otro lugar, incluso después de años. El instrumento más eficaz está constituido por las cannonnets, redes disparadas con auténticos cañones, utilizadas sobre las costas escocesas; una sola “redada” puede recoger a muchos cientos de individuos. Las especies mayores se desplazan en grupos de dimensiones inferiores y, por consiguiente, son de más difícil estudio; pese a ello, conocemos ya la ubicación de los cuarteles invernales de prácticamente todos los carátidos que anidan en la tundra. El ave que subespecies que se reproducen, una desde Siberia hasta Alaska, y otra en la América nororiental, se dirigen para invernar al hemisferio austral, respectivamente hasta Oceanía y a las islas del Pacífico o hasta las pampas argentinas.

    Una ecología simplificada:

    Una vez que ha partido la mayoría de las aves, el silencio reina, y se dirigía que la tundra está vacía; pero bajo la capa intacta de nieve, los lemmings y las perdices nivales excavan sus galerías para llegar hasta las plantas sepultadas y protegidas por el frío, y los predadores más típicos del ártico, los armiños, recorren los mismos meandros a la caza de una posible presa.

    Las perdices nivales no se dejan acobardar por el invierno polar; se limitan a desplazarse en pequeñas “brigadas” por las pendientes menos expuestas, en donde excavar en la nieve resulta más fácil. La perdiz nival y el lagópodo escandinavo se encuentran entre los animales más comunes en este hábitat, pero su papel de devoradores de vegetales es relativamente pequeño en la economía de la tundra en relación con el famoso grupo de pequeños mamíferos, los lemmings. Estos roedores, de una longitud entre los 10 y los 15 centímetros, diferenciados en trece especies distribuidas en a lo largo del Círculo Polar Ártico, constituyen la base de una cadena alimentaria muy simplificada, y concurren de manera masiva a la dieta de casi todos los predadores de las tierras árticas. Las distintas especies de lemmings no son en absoluto ubicuas; más aún, la diferente distribución geográfica y las diversas exigencias en materia de hábitat hacen que casi nunca haya superposiciones en sus áreas. Los lemmings de pantano, por ejemplo, habitan rigurosamente en la zonas de aguazales y en los terrenos húmedos de la tundra norteamericana, y lo mismo hacen en Eurasia los lemmings de bosque, que, en la estación invernal, se resguardan en los bosques ricos en musgo.

    Los cinco representantes del Lemmus se distribuyen desde Europa hasta Asia y América del Norte sin que, como se ha dicho, sus zonas de influencia se rocen, y La misma situación es válida para los lemmings de collar, mejor adaptados a un hábitat nórdico realmente extremado. Su librea aparece manchada únicamente en el verano, mientras que con la llegada del invierno se vuelve totalmente blanca.

    Es éste un fenómeno raro entre los roedores y, sea como fuere, no se vuelve a hallar ni entre las otras especies de lemmings ni entre los topinos o los susliks que viven en los mismos hábitats. La nariz roma, la cola y las orejas muy cortas de los lemmings, están completamente cubiertas por un rico y tupido pelaje. Como en muchos otros mamíferos, en efecto, los folículos pilíferos no están aislados, sino reunidos en grupos: el folículo primario, incluye un pelo largo y rígido del que depende el color de pelo, y los numerosos folículos secundarios que le están asociados producen pelos más cortos y delgados, idóneos para retener el calor corporal. Dada la dura actividad invernal, los lemmings de collar desarrollan sobre el tercero y el cuarto dedo de la pata anterior una doble garra, que perderá antes del verano siguiente, utilísima para excavar en la nieve y en el hielo.

    Ningún lemming permanece en letargo: las temperaturas son demasiado rigurosas para que un animal tan pequeño, incluso protegido por un denso pelaje, pueda regular de manera muy exacta su metabolismo sin correr el riesgo de dormirse para siempre. Los preparativos para la reproducción se inician por lo general en la brevísima primavera ártica y, si las condiciones son favorables, en un único verano pueden sucederse tres generaciones. El potencial reproductivo de los lemmings es altísimo: Una hembra puede parir hasta 13 crías y el primer parto puede verificarse apenas a los 40 días de edad. Por este motivo, las poblaciones de lemmings experimentan, a intervalos regulares, auténticas explosiones demográficas, a continuación de las cuales la tundra está literalmente plagada de inquietos ovillos de pelo que patalean en todas direcciones.

    En estas regiones, en el mismo período también los predadores se multiplican de manera inusitada: el ratonero calzado, la lechuza campestre, el búho nival, el halcón gerifalte, están ligados en su realización reproductiva la mayor o menor abundancia de roedores, si bien a veces puede formar parte de su botín una liebre variable o algún animal de gran tamaño. En estos años particulares, para disfrutar de la inesperada riqueza de recursos presentes en las tierras del extremo Norte aparece también un nuevo predador, el págalo rabero. Ave marina durante el resto del año, este pariente bastante cercano a las gaviotas abandona durante la reproducción las costas del océano, en donde suele vivir robando su alimento a las aves más débiles o menos agresivas, y acude a vivir en la tundra comportándose más como cazador que como pirata.

    Por último, los lemmings son predados también por los lobos y hasta por los renos. Para advertir su importancia ecológica, basta con observar que la crianza de in cachorro de zorro polar exige la captura de aproximadamente cuatro mil lemmings en el breve tiempo de quince semanas. Pero hay épocas en las que altísimo logro reproductivo de los lemmings ni siquiera consigue ser alterado por los predadores; entonces, la excesiva cantidad de estos animalitos empobrece el pastoreo hasta límites extremos, y los lemmings comienzan a morir debido a la escasez y a las hiperactividad inducida por el estrés de la superpoblación. La necesidad de alimento impulsa a los supervivientes a movimientos de dispersión, tanto o más acentuados cuanto mayor que es su densidad.

    Estas migraciones sin retorno son muy conocidas sobre todo por la especie noruega Lemmus lemmus, para la cual en la fantasía popular ha quedado fijado el recuerdo de ejércitos le lemmings que en tropel se zambullen resueltos al mar como siguiendo al inexistente Flautista de Hamelín. La realidad es algo menos dramática que la leyenda; sin embargo, resulta indudable que en “los años de los lemmings” muchos de estos animalillos se desplazan hasta las costas y no dudan en arrojarse al océano, creyendo tal vez que cruzan todavía alguno de los pequeños espejos de agua que constelan la tundra. Por igual razones, los lemmings de collar de la tundra soviética llegan cada poca a las islas Spitzbergen sobre hielos flotantes.

    De todos modos, la tendencia a la migración está directamente vinculada con las disponibilidades alimentarias y cada año se verifican pequeños desplazamientos a escala local, también en relación con la competitividad con otras especies. Se ha observado, por ejemplo, que muchos lemmings abandonan sus territorios cuando en ellos se asientan bandadas de ánsares durante la muda. Los grandes movimientos migratorios son en cambio fenómenos intermitentes que se repiten en a intervalos de tres o cuatro años, precedidos por un masivo incrementos de nacimientos seguidos de caídas repentinas.

    Estas oscilaciones tan amplias de las poblaciones de lemmings y de las de sus predadores atestiguan la total simpleza del ecosistema de la tundra: los consumidores primarios (es decir, los roedores) carecen de cualquier mecanismo natural de control, cono la competencia con otras especies o la dependencia de fuentes alimentarias diversificadas; el único y rudimentario medio de control es el abandono en masa de los terrenos que se quedan estériles, que volverán a ser verdes después de algunos años.

    Las capturas efectuadas por los predadores no inciden sobre esta situación; más aún, las imprevistas caídas de la densidad de roedores repercuten negativamente incluso entre los carnívoros (consumidores secundarios). En el transcurso de un verano en el que los lemmings son abundantes, los zorros polares y las rapaces árticas pueden aumentar hasta diez veces, para luego encontrarse, ya al comienzo del invierno, con poquísimo alimento a disposición y densidades elevadísimas.

    También en esta circunstancia la alternativa a morir de inanición consiste en huir. En estas desesperadas diásporas, miles de búhos nivales se encaminan hacia Estados Unidos desde la tundra canadiense, mientras que otros se desplazan hacia los países de Europa central y Asia, hasta la India. Los propios zorros polares emprenden auténticos viajes en busca de zonas más ricas, pero la mayor parte de ellos, sobre todo los ejemplares más jóvenes, no sobreviven ni siquiera para enriquecer el morral de los cazadores de pieles. El mayor número de informaciones sobre los ciclos de población, al menos para el Ártico canadiense, proviene de las estadísticas relativas al número de cabezas abatidas que afluyen a la Hudson Bay Company: las capturas demuestran adecuado el desarrollo periódico correspondiente a los ciclos reproductivos de los lemmings, con saltos de 300 cabezas entre los peores y los mejore años. Ciclos similares se verifican también para los animales de mayor tamaño, entre los cuales se produce la misma relación de presa y predador; es el caso, por ejemplo, de la liebre variable.

    La liebre variable de hecho no es tal sólo por el color de su pelaje, que en el transcurso del año varía del blanco al marrón, Sino también por la entidad numérica de sus poblaciones, que al fluctuar influyen también en las de los predadores. Esta especie habita tanto en la tundra (cuando su pelaje es oscuro), como en la taiga (cuando su pelaje es blanquecino).

    Animales típicos de la tundra:

    • Archibebe:

    Nombre común de diversas aves caradriformes de la familia de escolopácidos del género Tringa, de 23 a 38 cm de longitud, de tronco esbelto y alargado, cuello fino, pico duro y recto, más largo que la cabeza, y plumaje abundante y poco variable en las distintas épocas del año.

    Se nutren de crustáceos, moluscos, gusanos, etc.

    • Armiño:

    Carnívoro que mide alrededor de unos 30 cm desde el hocico a la cola. El pelo, delicado y extremadamente suave, ofrece tonalidades de distintas según las estaciones: en invierno es completamente blanco (a excepción del final del rabo, que es negro) y en verano es pardo claro por encima, amarillento por debajo y tiene la cola negra. Es un animal audaz y feroz, que come toda clase de aves, peces, reptiles e incluso cangrejos de ríos.

    • Barnada canadiense

    • Búho nival

    • Bisbita gorgirrojo:

    En plumaje nupcial presenta el cuello y la parte alta del pecho de color rojo óxido. Esta especie, propia de las tundras pantanosas, se distribuye por la amplia región comprendida entre Escandinavia y la península de Kamchatka, y nidifica en las regiones boreales de Eurasia. En España aparece con relativa frecuencia durante ambos pasos migratorios.

    • Buey almizclado

    • Chorlito carambolo:

    Carádrido de longitud no superior a 20 cm, que en verano muestra un peto de color gris pizarra, separado del abdomen, que es de color herrumbroso, por una fina franja de plumas blancas; la cabeza es oscura y está atravesada por una delgada lista blanca que cruza los ojos y se extiende hasta la nuca. Anida en terrenos elevados y, por lo general, con escasa vegetación; frecuenta zonas preferentemente arenosas y de tundra. Durante la migración se le encuentra también en praderas de llanura, en zonas pantanosas o en costas marinas.

    • Chorlito dorado:

    Es de procedencia asiática y norteamericana. De tanto en tanto aparece como divagante en Gran Bretaña, Irlanda, Países Bajos, Italia, Noruega y España.

    • Cisne:

    Hay 5 especies de cisnes en el hemisferio norte. Estas están totalmente revestidas de un plumaje completamente blanco.

    • Collalba gris

    • Combatiente:

    Caradriforme de más de 30 cm de longitud. De color pardo, moteado de negro y de gris, que se caracteriza por el collarete y las orejas que le adornan la cabeza (y el cuello de los machos en la época reproductiva), y cuyos tonos, muy variables, presentan todas la combinaciones posibles entre le pardo, el negro, el rojo y el blanco.

    • Escribano nival:

    Son generalmente granívoros. Su pico es corto, de base ancha. Los machos tienen coloración brillante o presentan dibujos marcados en el plumaje. Anidan en árboles, en arbustos, en el suelo o en grietas.

    • Gallo de las artemisas

    • Grizzlli: Ver oso pardo americano.

    • Grullas americana:

    Mide unos 127 cm de longitud, es de plumaje blanco, con las remeras negras y la cabeza predominantemente roja. Las grullas son aves terrestres cuyo aspecto recuerda, superficialmente el de las cigüeñas. Tienen las secundarias interiores muy alargadas y cuelgan por encima de la cola. Cuando levantan el vuelo adoptan una formación en “V” en filas sucesivas, especialmente durante sus importantes migraciones. Se alimentan sobre todo de sustancias vegetales (raíces, granos, bayas y otros frutos), pero también insectos y larvas, gusanos, caracoles, y pequeños vertebrados. Gracias a la estructura de su tráquea emiten agudos sonidos a modo de trompeta. Gregarias y migratorias las grullas llevan a cabo ceremonias nupciales características no necesariamente unidas con la época del celo. Anidan en el suelo y suelen poner dos huevos por nidada. Al cabo de un mes nacen las crías que tardan unas diez semanas en poder volar y alcanzar una completa autonomía. En otro tiempo criaba en cualquier marisma de las praderas norteñas e invernaba en la costa de Florida y México, pero la destrucción de sus biotopos, la mecanización de la agricultura y las matanzas incontroladas la dejaron al borde de la extinción.

    • Halcón gerifalte:

    Mide más o menos de 51 a 56 cm de longitud. Es el mayor de los falcónidos y el de mayor jerarquía cetrera en la antigüedad. Tiene una coloración uniforme, clara y sin existencia y vestigios de bigotera. Algunos individuos de la subespecie de Groenlandia son casi blancos. Vive en el campo agreste rocoso abierto, costas e islas. Cría en los acantilados rocosos. Está difundido por una estrecha franja alrededor del polo norte, en Eurasia y América del Norte.

    • Havelda

    • Lechuza polar:

    Con su vuelo extremadamente silencioso, caza al lemming por sorpresa durante la noche, que es cuando despliega su verdadera fase activa. Posee un oído muy sutil y lo utiliza para dirigir sus acciones de ataque y salvaguardia. Cuando el lemming escasea se ve obligada a emigrar al sur.

    Puede resistir largos días sin comer, circunstancia que favorece la supervivencia en estos parajes donde hallar comida es muy difícil.

    Construye su nido, aplanado y de escasa consistencia, entre el mudgo. Deposita un número variable de huevos, que depende de la abundancia que denoten los lemmings en sus ciclos.

    • Lemmings

    • Liebre ártica

    • Lobo ártico:

    Los primeros carnívoros verdaderos de los que se tiene noticia vivieron hace unos 40 millones de años y pertenecían a la familia de los miácidos. Algunos de estos carnívoros primitivos evolucionaron y, antes de que finalizara el eoceno superior, dieron paso a los primeros cánidos, una de las familias más antiguas del orden de los carnívoros, a la que pertenecen los lobos. Tras la parición de estos primeros carnívoros, la evolución fue algo más lenta y tuvieron que pasar más de 30 millones de años para que surgieran especies del género Canis.

    Sin embargo, el lobo no hizo su entrada en escena hasta hace unos dos millones de años, aunque pocos miles después ya había colonizado el continente americano, Groenlandia, Europa, y Asia.

    El lobo vive en manadas muy jerarquizadas, que se articulan en torno a la pareja dominante. En la mayoría de los casos, es el macho dominante, el que dirige la manada; él es quien escoge territorio, quien toma la iniciativa en la caza y en los desplazamientos del grupo, quien vela por su seguridad y quien mantienen el orden en su seno. Cuando el macho dominante muere, la manada pierde su cohesión y se disgrega, mientras que si es la hembra quien desaparece, el grupo sólo sufre una alteración pasajera. Sin embargo, y pese a ser el macho dominante quien decide todo, muchas veces es la hembra dominante o algún macho subordinado de lato rango quien conduce la manada a la caza. Pero incluso en estos casos siempre es el macho dominante el primero en empezar a comer. En el seno de la manada, cada lobo tiene su posición y no es tanto la edad, la fuerza o la agresividad, sino la inteligencia y la idoneidad de la conducta y la capacidad de mando permiten que uno de ellos se imponga sobre los demás.

    Las hembras alcanzan la madurez sexual hacia los dos años de edad y los machos hacia laos res, pero dentro de una manada la única que tiene derecho a reproducirse es la hembra dominante y esta le es casi siempre fiel al macho dominante. La reproducción tiene lugar en marzo para que, después de dos meses de gestación, las crías nazcan a finales de mayo. Los cachorros, seis por camada como media, nacen sordos y ciegos y pesan entre 300 y 500 g. Al cabo de 3 semanas, los cachorros abren los ojos y dan sus primeros pasos, y sobre las seis semanas empiezan a ingerir carne.

    • Oso pardo americano:

    El oso es un animal totémico en las culturas paleolíticas y neolíticas del hemisferio norte, y continua siendo un animal emblemático en la cultura occidental. Por su gran tamaño y su aspecto casi humano cuando se yergue sobre sus patas posteriores, ocupa un lugar indiscutible en la heráldica, la historia la leyenda

    Con su cuerpo pesado y su andar plantígrado, el oso parece un animal torpe y de movimientos lentos; sin embargo, posee una gran agilidad. Es un animal de reacciones imprevisibles y puede ser peligroso, sobre todo por las particularidades de su conducta reproductora. Las hembras defienden como tesoro a su escasa progenie de cualquier intruso y los machos se enfrentan a sus oponentes en una lucha feroz por el apareamiento. Pero dado que las hembras están en celo durante un breve período los machos intentan copular con el máximo número de hembras y, para evitar el peligro de enfrentamiento con otros machos de la misma talla, los expulsan de su territorio y matan a los más jóvenes. Si algún hombre entra en su territorio, en la época de reproducción, los osos (debido a su miopía) los confunden con uno de sus congéneres y lo matan. En verano, cada tres años, la hembra se aparea, pero el óvulo fertilizado no se implanta de inmediato en el útero, sino que entra en una fase de que se prolonga hasta bien entrado el otoño. Esto permite que la hembra consiga grasa suficiente para alimentar a su feto. La gestación dura unos meses y, por lo general, la hembra da a luz en enero, más o menos 3 crías que nacen ciegas, sordas y recubiertas de un escaso pelo.

    El letargo invernal del oso no es una hibernación verdadera porque, si bien el ritmo cardiaco se hace 5 veces más lento durante las primeras semanas, la temperatura apenas disminuye. Así si alguien entra en su cueva este advierte de inmediato.

    • Oso polar :

    Su presencia está ligada a las focas, su principal alimento, y sigue aproximadamente el límite meridional de la banquisa. Tiene una longitud variable entre 2,20 y 2,50 m, una cola de hasta 12 cm, una altura hasta la cruz de 1,60 m y un peso que puede sobrepasar los 700 Kg., aunque suele menor (sobre los 400 Kg.).

    Es un caminante insaciable y está obligado a realizar enormes desplazamientos para ir en busca de sus presas. Es un óptimo nadador y en verano “navega” sobre los hielos que flotan a la deriva.

    No está sujeto a un periodo invernal, a excepción de las hembras que se construyen una especie de madriguera en la nieve, donde paren en marzo-abril, después de 9 meses de gestación.

    Éste es el oso más carnívoro y depredador. Se alimenta de focas, peces, zorros polares, liebres, y ocasionalmente de renos y cualquier otro tipo de animales que pueda capturar en su entorno.

    Estuvo amenazado de extinción a causa de la caza, que se cobró un pequeño tributo durante los últimos decenios. En la actualidad, se le considera una especie vulnerable, puesto que, aunque en El Acuerdo para la conservación de los osos polares se establecía que las naciones debían proteger su hábitat, algunas poblaciones (sobre todo de los esquimales de Alaska y Canadá) lo siguen utilizando para su sustento.

    • Págalo parásito

    • Págalo rabero

    • Remo americano o Caribú

    • Serieta mediana

    • Zorro ártico:

    El zorro polar no goza en verdad de una existencia muy acomodada: no sólo tiene que enfrentarse con un clima que durante la mayor parte del año es hostil, sino que también tiene que resolver el problema de la falta de alimento. Su tamaño, para hacerle las cosas menos difíciles, es bastante reducido, pero de esta manera también es cierto que él mismo puede terminar sirviendo de alimento a otros muchos predadores.

    EL zorro polar es un óptimo ejemplo de la llamada “regla de Allen”, según la cual los animales árticos, para evitar dispersiones del calor, tendrían que reducir el desarrollo de superficies en todas las extremidades. En efecto, sus patas son relativamente cortas, las orejas pequeñas, en hocico prominente, la cola no excesivamente larga además de muy pilosa. Ha sido plasmado, en resumen, con exigencias diametralmente opuestas respecto a las del fenec, que posee orejas enormes y hocico largo para aumentar la posibilidad de intercambios de calor.

    El zorro ártico es asimismo el único cánido existente sujeto a un cambio de color del pelo de una estación a otra. El pelaje estival es marrón el lomo y amarillento sobre el abdomen, mientras que su piel invernal es blanca. El color blanco es asumido en previsión del invierno mediante un mecanismo que no es propiamente una muda: cada pelo crece en considerable medida, se desgasta y se escama en su parte interior pigmentada, hasta que se vuelve completamente blanco. El fenómeno afecta al denso y blando vellón como a los folículos primarios, de tal manera que, en su conjunto, el animal parece gradualmente descolorido, adaptándose al paisaje cubierto de nieve en la mala estación. La verdadera muda se produce en primavera, con el retorno al pelaje pigmentado inicial. En cada población de zorro polar existe una pequeña parte de individuos con una fuerte tonalidad azul en la pelambre en cualquiera de sus dos vellones, estos son muy aclamados por los cazadores.

    La reproducción de esta especie tiene lugar avanzada la primavera, y los pequeños zorros árticos se muestran muy prolíficos: una hembra pare normalmente una docena de cachorros y, en casos excepcionales, hasta veinte. En las durísimas condiciones del invierno ártico, todos los individuos tienen pocas probabilidades de supervivencia, por los que cuantos mayor es el número de crías mayor es la probabilidad de que alguna llegue a sobrevivir.

    Después de tres meses transcurridos en una cueva bajo los cuidados de su madre los cachorros salen a afrontar el mundo, pero todavía tienen que aprenderlo todo. Mientras los lemmings sean una presa fácil los cachorros tienen la supervivencia asegurada.

    El zorro polar sobrevive tenazmente en cualquier circunstancia, diezmado por el hambre, el frío, la avidez del hombre; cada año vuelve a multiplicarse gracias a su obstinada y maravillosa adaptabilidad a cualquier circunstancia.

    Vegetación en la Tundra:

    El número de especies vegetales de la tundra es pequeño y su crecimiento escaso. El periodo vegetativo de las plantas es corto y se suelen reproducir asexualmente, por división o por yemas, en vez de hacerlo por polinización.

    La vegetación típica del Ártico la componen hierbas ciperáceas y arbustos enanos de la familia de las ericáceas, junto con asociaciones de musgos y líquenes. Estas comunidades vegetales están adaptadas a los fuertes vientos y a las alteraciones producidas por el hielo en los suelos. Todas pueden realizar la fotosíntesis a bajas temperaturas y con poca intensidad de luz durante los largos periodos de luz diurna de la tundra.

    Las comunidades vegetales de montaña están integradas por plantas enmarañadas que no se dan en el Ártico. Estas plantas se adaptan a los vientos racheados, las fuertes nevadas y las grandes fluctuaciones térmicas. Realizan la fotosíntesis bajo una luz muy intensa durante los cortos periodos de luz solar.

    Algunas de las especies vegetales son:

    • Abedul enano

    • Arándano

    • Cañuela algodonosa

    • Cárex

    • Dríade

    • Enebro

    • Epilobio

    • Erióforo del Ártico

    • Gayuba

    • Liquen

    • Liquen anaranjado

    • Anillo de liquenes

    • Musgo

    • Pulguera de los pantanos

    • Ranúnculos

    • Romero de los pantanos

    • Sauce del Ártico

    • Sauce enano

    • Saxifraga

    • Têtes de femmes

    Insectos de la tundra:

    Para poder con eficacia el rigor climático del invierno polar, los insectos, han adoptado el sistema de supeditar su ciclo evolutivo al de las frías temperaturas, salvándolas mediante fases de largo letargo.

    Por este motivo su desarrollo larval es muy lento y el período de nínfosis coincide con la larga estación invernal. Al llegar al verano, la temperatura vivifica a los insectos, que entran en su fase de vida activa. Sus funciones de reproducción se ordenan atentas de la estación de verano.

    Los coleópteros son las moscas o dípteros. Los lepidópteros son los más coloridos y bellos con sus grandes alas abiertas a la luz. Decoran su cuerpo caprichosos dibujos y sus alas presentan tonalidades claras. Esto se toma como medidas de discreción.

    Nacidos en el colchón de musgo aparecen otros muchos insectos, en especial mariposas. El género oeneis, por ejemplo, vive en medios muy extremos y, por sus antepasados congelados entre el hielo, tenemos noticias de su evolución.

    Las “polillas Búho” pertenecen al género anarta y presentan unos colores sobrios salpicados con gamas más alegres.

    ACTUACIÓN -->HUMANA[Author:Mb]

    La especie humana se ha extendido hasta alcanzar los más recónditos lugares del planeta.

    Las relaciones entre la antroposfera y el resto de la biosfera no han sido nunca plácidas. El progreso humano, como quiera que éste se desee valorar, se asocia a un consumo creciente de energía, a la liberación al entorno de sustancias contaminantes, a la sobreexplotación de recursos naturales y a la modificación del territorio, inevitablemente acompañada de la destrucción del hábitat de otras especies.

    Aunque el impacto de las actividades humanas sobre la biosfera no difiera en esencia de otros impactos “naturales”, son tan comunes y extendidos, y están incrementándose a tal velocidad, que amenazan con producir cambios globales de un alcance de prever, y ya han ocasionado una crisis de biodiversidad que no tiene precedentes en los millones de años de historia evolutiva del planeta.

    Desde que abandono la simple ocupación de cazar y de recoger lo que encontraba por el mundo para dedicarse a la ganadería y a la agricultura, el hombre ha dejado sentir su influencia en todos los ecosistemas, utilizando su enorme poder con auténtico albedrío para el bien y para el mal y reajustando, mejorando o destruyendo hábitats de un modo que ninguna otra especie ha podido imitar.

    Ha conseguido su crecimiento demográfico y la ampliación numérica de sus ciudades y caseríos a costa de otros hábitats, que alteró a su gusto y de acuerdo con sus necesidades. En el curso de tal proceso, ha desplazado la vida silvestre y ha exterminado algunas especies, mientras que otras están a punto de desaparecer. Al usar defectuosamente la tierra ha creado estériles depresiones polvorientas y yermos desiertos inútiles. Pero también, al trabajar otras tierras juiciosa y sabiamente, las ha mejorado: mediante el empleo inteligente del agua, varias zonas desérticas se transformaron en vergeles productivos.

    El hombre ha creado refugios para los animales salvajes y ha “quitado del medio” regiones selváticas, para salvar especies que la expansión humana ponía en peligro. El Orix africano, amenazado en Arabia, recibió asilo en Arizona. Aniquiló el Cuaga y el Springbok o antílope saltarín de África, la paloma transeúnte de América y el lobo marsupial de Tasmania. Casi acabó del todo con el bisonte que, en cantidades astronómicas, habitaba la Gran Pradera Norteamericana.

    La cuestión que se plantea es que biosfera pretendemos preservar para las generaciones futuras: una biosfera pobre y banal o una biosfera de inalcanzable riqueza resultado de millones de años de evolución. El futuro de la vida salvaje, en especial el de los grandes carnívoros, y animales de caza mayor, está en manos del hombre. Éste puede destruirlos o dejarlos en paz; vivir con ellos o sin ellos. Conservarlos significa compartir espacio vital con dichos seres, o proporcionarles un lugar para su uso exclusivo. Pero esto es sólo un aspecto de la conservación, esta también significa el empleo sensato de los recursos de la vida salvaje.

    El efecto que ha producido el hombre desde el principio de los tiempos ha sido:

    Relación

    Hombre aaaaaaaaaaaaaaaaaaa Medio ambiente aaaaaaaaaaa

    Producen

    provocan

    Alteraciones en el medio ambiente

    Dan lugar a

    La contaminación:

    La contaminación es el aumento, ocasionado por actividades humanas de forma accidental o deliberada, de una sustancia (por ejemplo, nutrientes, materia orgánica, sustancias tóxicas) o de una fuente de energía (por ejemplo, radiación ionizante o calor) de tal magnitud que degrada el medio físico, las comunidades biológicas o el funcionamiento de los ecosistemas afectados.

    La contaminación no es un concepto de la ecología, sino de la ciencia medioambiental. En el contexto de la ecología, la contaminación puede estudiarse como una perturbación. De hecho, muchos de los fenómenos calificados de contaminación se pueden producir de forma natural.Por ejemplo, la contaminación de suelos y aguas con metales pesados es uno de los efectos negativos indeseables de la minería y la industria química. No obstante, algunos suelos pueden contener de forma natural minerales ricos en metales pesados.

    La contaminación atmosférica es el ejemplo más espectacular. Las erupciones volcánicas expulsan ocasionalmente a la atmósfera cantidades ingentes de partículas, dióxido de azufre y otros contaminantes. La erupción del volcán Tambora, de Indonesia, en 1815, inyectó en la atmósfera por encima de 300 km3 de cenizas, parte de las cuales penetraron en la estratosfera y fueron dispersadas globalmente. Estas cenizas aumentaron el albedo del planeta y provocaron un enfriamiento global del clima, hasta el punto que 1816 pasó a la historia como el “año sin verano”.

    Otros contaminantes están ausentes en la naturaleza. Es el caso de las nuevas moléculas sintetizadas para usos diversos. Muchos plaguicidas son moléculas de síntesis, como también lo son los PCBs. Otros contaminantes son productos residuales o impurezas indeseadas de procesos de fabricación o incineración, como las dioxinas o los dibenzofuranos.

    Los humanos han contaminado desde que tienen tecnología, pero su impacto era, salvo casos localizados, tan bajo que la naturaleza se encargaba de reciclar, degradar o inactivar los contaminantes. Entonces sí era cierto lo que dice el adagio: la dilución es la solución a la contaminación. En la actualidad, en cambio, los problemas de contaminación se han visto exacerbados por el crecimiento de la población, el uso de energía externa, el transporte y concentración de contaminantes, y por la liberación al medio ambiente, de forma intencionada o accidental, de moléculas nuevas con frecuencia tóxicas y difíciles de biodegradar.

    El hombre como destructor:

    América sufrió las consecuencias y los efectos negativos de malos tratos que se prodigaron a sus tierras y a sus bosques. No tiene nada de sorprenderte: los labradores y ganaderos, inmigrantes de países que llevaban mucho tiempo establecidos unos sistemas agrícolas de productividad espléndida. Realizaron operaciones inmensas, mortales a veces, sin sospechar que lo que fallaba era cirugía. Utilizaron el arado donde no debían roturar, talaron árboles que no tenían motivo alguno para derribar y ocasionaron grandes daños antes de darse cuenta de que los procedimientos utilizados en sus países de origen eran improcedentes en muchos lugares de América. El viento desnudo el suelo, el agua erosiono los montes talados y las vertientes desprovistas de forestación no impidieron que se inundasen los valles.

    El hombre utiliza todavía el fuego como herramienta para trabajar la tierra. Lo emplea principalmente para quemar los pastos secos y revitalizar así los brotes de la hierba que alimentan que alimentan a su ganado.

    Los incendios provocados constituyen un serio problema en la tundra. Al abrasar los líquenes, puede destruirse el alimento de los animales. Esto es un gravísimo problema para los esquimales que se alimentan de los animales.

    El medio ambiente de los seres humanos es la biosfera, y hacia ella se debe extender la responsabilidad de conservarla, no tanto porque los humanos se hayan extendido por todo el planeta, sino porque los efectos de sus actividades han alcanzado todos los extremos de la biosfera.

    La conservación del medio ambiente se produce en muchos frentes simultáneos, como la conservación de la biodiversidad, la lucha contra la erosión o la lucha contra la contaminación, pero en todos los casos se puede apreciar una tendencia común: los problemas son globales y las soluciones deben emerger de la solidaridad y cooperación internacional. Un conocido leitmotiv del ecologismo lo define bien: piensa globalmente, actúa localmente.

    Todos los niveles de organización (como la especie, la comunidad, el ecosistema o el paisaje) pueden ser sujeto para la conservación. Con frecuencia, sin embargo, las acciones de conservación del medio actúan simultáneamente a varios niveles. Por ejemplo, la recuperación de hábitats incide sobre el paisaje; la recuperación del paisaje, sobre la conservación de especies; la conservación de especies, sobre el ecosistema; y la conservación del ecosistema, sobre sus comunidades.

    El hombre como productor:

    Al cultivar una sola clase de producto agrícola en zonas amplias, el hombre crea situaciones simples en las que existen muchas posibilidades de que las plagas se conviertan en problemas serios. Para hacer frente a ello, el hombre recurre a los poderosos pesticidas, pero esos productos potentes pueden afectar a todo el ecosistema, atacando a otras especies de plantas y animales que no constituye la plaga. Esto, por suerte, no sucede en la tundra ya que el hombre no ha sido capaz de cultivar en ella.

    Ante el fracaso de algunos de los pesticidas, el hombre ha reaccionado inventando nuevos pesticidas más fuertes y mortales (no solo para la plaga). La esperanza, en lo que se refiere el futuro, reside en una regulación biológica más completa, y en el empleo de pesticidas que den en un solo blanco. Hoy en día se utilizan pesticidas creados gracias a la genética, ya que permiten que el pesticida afecte solo a especies con un código genético determinado o que no sean inmunes a una determinada enfermedad.

    Los pesticidas avanzan por la cadena alimentaria, y los más fuertes consiguen fijarse en los últimos depredadores.

    Los pesticidas se utilizan con el fin de incrementar la producción de alimentos con los que nutrir a una población mundial que es cada vez más numerosa. Uno de los inconvenientes con los tropieza el hombre es de la imposibilidad de comer hierba o heno, así que utilizamos a los animales para que lo hagan por nosotros y después nos comemos a esos animales.

    Demasiada -->protección:[Author:Mb]

    Hay casos en los que el hombre se decide a salvar una especie amenazada y vuelca sobre ella medidas protectoras, pero corre el riesgo de exagerar. Si lo hace, por ejemplo, desalojando a todos los depredadores, el hábitat puede salir perjudicado, y las propias especies también.

    Nunca se albergó la intención de eliminar una especie vegetal rara, pero el exceso de protección brindados a algunos animales lo ha conseguido, no sólo exterminándola de un bioma, sino exterminándola de todo el planeta.

    Allí donde fueron trasladados, los animales de pastos que encontró el hombre, afectaron a los ecosistemas.

    La capa de ozono:

    La radiación solar que llega a las capas altas de la atmósfera es rica en luz ultravioleta, una radiación muy energética que, de llegar enteramente a la superficie de la Tierra, tendría efectos negativos, incluso letales, sobre los seres vivos. Que no ocurra así debe agradecerse a la presencia de una capa de ozono que absorbe la mayor parte de esta radiación.

    El ozono es una molécula formada por 3 átomos de oxígeno, a diferencia del gas oxígeno, que está formado por sólo dos átomos. La capa de ozono que filtra las radiaciones ultravioletas se forma en la estratosfera, la sección de la atmósfera que se extiende desde los 10 km. a los 50 km. de altitud.

    La capa de ozono se mantiene en un equilibrio dinámico, es decir, se forma y se destruye continuamente. En la estratosfera, las moléculas de oxígeno absorben radiación ultravioleta y se disocian en los dos átomos de oxígeno que lo componen. Los átomos de oxígeno liberado son muy reactivos e inmediatamente reaccionan con otras moléculas de oxígeno para formar ozono. Al mismo tiempo, el ozono se destruye por reacción con radicales hidroxilo libres o con radiación ultravioleta.

    Los efectos de la capa de ozono sobre la biosfera no se limitan a la filtración de la radiación ultravioleta dañina. La energía que absorbe el oxígeno durante la formación de ozono termina por disiparse en forma de calor, que calienta las capas altas de la atmósfera. Si se eliminara la capa de ozono se alteraría también el balance energético del planeta y, en consecuencia, el clima.

    En las últimas décadas la capa de ozono se ha ido adelgazando. Esta destrucción se debe en su mayor parte al efecto sobre el ozono de nuevas moléculas producidas por el hombre, especialmente clorofluorocarburos (CFC) y otros haloderivados, que se utilizan como refrigerantes, propelentes de pulverizadores, disolventes y espumantes.

    La destrucción de ozono provocada por estas moléculas es global, pero mucho más acentuada en los polos, y especialmente sobre la Antártida, donde las bajas temperaturas (de hasta -80 ºC) y la presencia de nubes de cristales de hielo favorecen las reacciones de destrucción de ozono. Este adelgazamiento de la capa de ozono sobre la Antártida, conocido popularmente como “agujero de ozono”, puede suponer una pérdida de hasta el 60% del total.

    La capa de ozono es un resultado indirecto de la presencia de vida en el planeta. Si no hubiera oxígeno en la atmósfera, tampoco habría ozono. Y si no hubiera ozono, la biosfera sería muy diferente de como es en la actualidad. Pero tampoco es necesario personalizar la biosfera y alabar su buen sentido. Asombrarse de la conveniencia de una capa de ozono para la biosfera es como encomiar los buenos modales de los ríos por pasar precisamente por donde hay ciudades.

    El cambio climático:

    ¿Está cambiando el clima? La respuesta más breve es que el clima está siempre cambiando, mucho o poco. Está sujeto a muchas influencias externas, solares y terrestres, que cambian a su vez. Las variaciones astronómicas básicas son cíclicas, con períodos que van desde unos pocos a unos muchos miles de años; pero las otras variaciones en el entorno son, en su mayoría, irregulares y no periódicas.

    No puede esperarse que el clima permanezca estático, ya que no son las mismas las influencias de control. Los cambios que tan claramente distinguen un año de otro son parte esencial de las variaciones de plazo más largo. Afectan, por ejemplo, tanto a la frecuencia de los anticiclones que nos dan días buenos como la de los anticiclones persistentes (o recurrentes), que nos dan buenos veranos o inviernos fríos; están implicados los cambios de curso y fuerzas en los torrentes principales de circulación atmosférica. Como resultado, las frecuencias de buenos veranos y crudos inviernos varía lo suficiente de década a década y de siglo a siglo como para que los cambios sean fácilmente advertidos.

    Es posible que los ciclos representen un papel en estas variaciones, pero parece ser un papel poco importante. No se puede uno “agarrar” a una periodicidad concreta, como pueda ser el ciclo de 11 años de las manchas solares, y hacer predicciones de un verano bueno o malo basándose únicamente en eso.

    Los medios de comunicación se han hecho eco del posible cambio climático global (a menudo simplificándolo bajo la expresión más altisonante de “calentamiento global”). Sin embargo, el cambio climático es únicamente una de las consecuencias, y la más difícil de probar, de un cambio biogeoquímico global que no necesita demostración: su existencia es evidente en las medidas de muchos compuestos cuya concentración o circulación en la biosfera ha aumentado sensiblemente en las últimas décadas.

    Existe una estrecha relación entre el cambio biogeoquímico global y las actividades humanas. La quema de combustibles fósiles, la explotación minera y la deforestación constituyen las fuentes principales de dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno y azufre, hidrocarburos y metales pesados. Otros compuestos que están aumentando en la atmósfera son resultado de la reacción química entre estos compuestos y otros de la atmósfera con el concurso de la energía de la radiación. Es el caso del aumento del ozono troposférico.

    En casi todos estos ejemplos, las actividades humanas no hacen más que acelerar el ciclo biogeoquímico de los elementos. Por ejemplo, el carbono de los combustibles fósiles acabaría con toda probabilidad expuesto a la atmósfera y oxidado. Pero este proceso de afloramiento de rocas sedimentarias tardaría, a un ritmo natural, millones de años. Las actividades humanas podrían reducirlo a unos pocos siglos.

    Lo inusitado del cambio global no es la liberación de elementos a la atmósfera o las aguas, sino la velocidad con que este proceso se está produciendo. A esta aceleración de los flujos naturales de elementos hay que añadir otros dos efectos de la actividad humana. Primero, la capacidad del ser humano para sintetizar moléculas naturales y aumentar así la cantidad y circulación de estos elementos en la biosfera. Es el caso de los nitratos. Y segundo, la síntesis de moléculas que no se encuentran de manera natural en la biosfera. Es el caso de los clorofluorocarburos que destruyen la capa de ozono estratosférico.

    Los problemas derivados del cambio biogeoquímico global no tienen solución fácil. Las medidas de limitación de las emisiones tienen consecuencias económicas y sociales costosas, por lo que ningún país quiere o puede permitirse llevarlas a cabo en solitario. La solución pasa indefectiblemente por acuerdos internacionales consensuados de difícil, aunque no imposible, ejecución. Así lo demuestran algunos éxitos recientes, como el Protocolo de Montreal que limita el uso de los haloderivados que destruyen la capa de ozono.

    Lluvia ácida:

    Las lluvias ácidas constituyen una amenaza ilimitada sobre nuestro medio ambiente: es uno de los mayores problemas que tiene planteado la sociedad actual.

    Es un precio demasiado alto el que estamos pagando por causa de nuestra, cada vez más, creciente industrialización. El ser humano quien, e última instancia, debe resolver este acuciante problema; no podemos ni debemos permanecer pasivos ante dicho fenómeno, ya que la recuperación de los medios naturales redundara en nuestro propio beneficio y en el de las especies animales y vegetales que viven con nosotros. Sin embargo, hoy por hoy, no conocemos una solución viable clara para paliar este fenómeno.

    Hace varios miles de años, animales y plantas fueron convertidos en lo que hoy llamamos combustibles fósiles. Aquellas plantas y animales contenían una cierta cantidad de azufre que absorbieron del medio ambiente. En los últimos 100 años, los seres humanos hemos ido quemando toda esa cantidad de materia orgánica y con ello hemos liberado y seguimos liberando a la atmósfera bastante cantidad del citado elemento. Los combustibles fósiles, también liberan al aire otras sustancias contaminantes, como óxidos de nitrógeno, dióxido de carbono, metales pesados y gran variedad de otras sustancias.

    Todo esto conlleva a la creación de lluvia ácida y sus consecuencias: la acidez del medio, la degradación de los edificios, mortandad de las plantas y la drástica aparición de plagas, entre otros muchos más efectos. De la acidez del medio se puede destacar la acidificación del suelo:

    • La acidificación del suelo: Los efectos directos que puede causar la lluvia ácida no son del todo conocidos, debido a la complejidad de los sistemas químicos y biológicos. La vegetación actúa como filtro de los compuestos químicos en el aire y en las precipitaciones. Las sustancias son arrastradas por el lavado. Gran parte de la precipitación que cae en la superficie de la tierra penetra en el suelo. EL agua de lluvia que no es evaporada ni perdida pasa a formar parte (por fenómenos de escorrentía) a las aguas subterráneas. La índole de la interacción del agua ácida al suelo depende de la naturaleza del suelo.

    • Acidificación del agua: El agua que escurre de los suelos acidificados, causa la acidificación de arroyos, ríos, lagos, alterando el equilibrio de los iones del agua y aumentando el contenido en aluminio y demás metales pesados. La acidificación del agua consiste en la disminución de su capacidad de neutralizar ácidos.

    • Alteraciones forestales.

    Amenazas en la Tundra:

    En el año 1997 la humanidad deja el Ártico en manos de las multinacionales petroleras. Varias de las mayores compañías del mundo pusieron a punto estrategias para iniciar la explotación petrolífera en aguas del Ártico: las empresas enviaron al norte de Alaska sus barcos de prospección sísmica previos a la instalación de plataformas petrolíferas.

    Lo que la humanidad no sabía, o no quería saber, es que estaba dejando en manos de grandes multinacionales una de las zonas de alto valor ecológico y de gran fragilidad, relativamente bien conservada hasta el momento, y que son los hábitats naturales de especies singulares que solamente pueblan áreas muy restringidas del planeta: los osos polares, los narvales, distintas especies de focas y leones marinos, los caribues y las morsas. Pero además, alrededor del círculo polar se encuentran algunas de las pesquerías más importantes del mundo, y un buen número de especies de ballenas que pasan parte de su ciclo migratorio en aguas árticas. Pero también viven desde hace siglos comunidades humanas de Inuits y Aleluts, entre otros pueblos nativos del continente americano. Al llevarse cabo la explotación petrolífera de las aguas del Ártico, la supervivencia de estas comunidades está en peligro como también la duración de los recursos naturales de los que dependen estas comunidades.

    Conclusión:

    Todas las conclusiones de las amenazas que representa el hombre para el planeta se reúnen en dos frases:

    • “La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Lo que el hombre le haga a la tierra, se lo hace a sí mismo”.

    • “Cuando hayamos matado al último animal, cuando hayamos envenenado el último campo de cultivo y cuando hayamos contaminado el último río, nos daremos cuenta de que el dinero no se come.”

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    LOS BIOMAS

    Una formación biótica es un conjunto de comunidades vegetales caracterizadas por unos mismos tipos biológicos, combinadas en proporciones semejantes - es decir, con un mismo espectro biológico. Así, una formación incluirá todas las comunidades que, sea cual fuere su composición florística, tengan una fisonomía común. Si predominan los árboles diremos que es una selva o un bosque; si lo hacen los arbustos, hablaremos de matorrales; si los árboles forman un paisaje abierto y entre ellos predominan las hierbas, entonces es una sabana o una dehesa; si son las hierbas quienes se llevan todo el protagonismo, estamos ante una pradera o una estepa. Los distintos sistemas de clasificación establecen múltiples subdivisiones; a continuación se indica las más importantes:

    Selvas y bosques:

    Selvas tropicales lluviosas: Con precipitaciones abundantes todo el año. Bóveda forestal con tres estratos arbóreos; follaje siempre verde, hojas perennes con goteadores; yemas sin protección particular.

    Selvas tropicales semidecíduas: Con una alta proporción de especies que pierden la hoja durante la época relativamente seca. Bóveda forestal con dos pisos arbóreos. Yemas con protección.

    Bosques tropicales o subtropicales decíduos: En climas cálidos, con lluvias cenitales y una prolongada sequía. Presentan uno o dos pisos arbóreos que pierden la hoja en la estación seca.

    Selvas húmedas templadas: Con follaje siempre verde, en climas templados con lluvias repartidas lo largo del año.

    Manglares o bosques situados a orillas del mar: inundados periódicamente por la marea. Propios de la región tropical.

    Bosques esclerófilos: de hoja perenne, en climas con lluvias invernales. Hojas pequeñas y coriácidas, a menudo tormentosas.

    Bosques aciculifolios: con coníferas de hoja perenne, en climas templados y subpolares.

    Sabanas y dehesas:

    Se distinguen en tres tipos según los arboles permanezcan:

    • Siempre verdes

    • Pierdan la hoja en:

    • Verano

    • Invierno

    Matorrales:

    De hoja perenne: maquia, garriga, chaparral.

    Brezales: con arbustos de ericoide, en climas oceánicos, frescos y húmedos.

    Estepas arbustivas: formadas por arbustos bajos y esparcidos, que dejan entre sí grandes espacios de suelo desnudo. Propio de climas áridos.

    Tundra arbustiva: con un piso de musgos y líquenes interrumpido por arbustos.

    Turberas con arbustos enanos

    Vegetación herbácea:

    Estepas: Con predominio de gramíneas cespitosas, que dejan entre sí espacios más o menos grandes de suelo desnudo.

    Praderas: Con vegetación herbácea densa, de más de 1 metro de altura, con reposo invernal, en clima húmedo.

    Prados en zonas de clima forestal: sea en alta montaña en tierras más bajas, sin una estación seca acausada.

    Formaciones herbáceas: Condicionadas por el nivel del agua freática: turberas bajas, juncales, pantanos dominados por vegetación herbácea palustre (carrizales, totorales, etc.)

    Vegetación de dunas

    Vegetación rupícola: Propia de las fisuras de la superficie de las rocas.

    Por su propia definición cada formación biótica se corresponde con unas condiciones climáticas determinadas. El diagrama ideado por Holdrigde considera tres factores climáticos significativos para las plantas: la precipitación anual, la temperatura media anual y la relación de evapotraspiración potencial - un valor de 1 para esta relación indica que el agua llovida es igual a la evaporación de potencial; valores más altos significan que la lluvia no alcanza a compensar dicha evaporación. (Se define la evapotranspiración potencial como la máxima pérdida posible de agua en unas determinadas condiciones de cobertura vegetal y clima, suponiendo que se puede proveer el suelo con toda el agua que las plantas que las plantas puedan consumir.). Al relacionar la temperatura media anual con la latitud y la altitud, este diagrama permite predecir que paisaje sería de esperar en un lugar determinado de la Tierra. Pero no se puede olvidar que en la determinación del clima intervienen otros factores que no están determinados en el diagrama- por ejemplo la proximidad del océano, las corrientes marinas, la existencia de barreras montañosas, etc.

    Conclusión:

    Todas las conclusiones de las amenazas que representa el hombre para el planeta se reúnen en dos frases:

    • “La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Lo que el hombre le haga a la tierra, se lo hace a sí mismo”.

    • “Cuando hayamos matado al último animal, cuando hayamos envenenado el último campo de cultivo y cuando hayamos contaminado el último río, nos daremos cuenta de que el dinero no se come.”

    La capa de ozono:

    La radiación solar que llega a las capas altas de la atmósfera es rica en luz ultravioleta, una radiación muy energética que, de llegar enteramente a la superficie de la Tierra, tendría efectos negativos, incluso letales, sobre los seres vivos. Que no ocurra así debe agradecerse a la presencia de una capa de ozono que absorbe la mayor parte de esta radiación.

    El ozono es una molécula formada por 3 átomos de oxígeno, a diferencia del gas oxígeno, que está formado por sólo dos átomos. La capa de ozono que filtra las radiaciones ultravioletas se forma en la estratosfera, la sección de la atmósfera que se extiende desde los 10 km. a los 50 km. de altitud.

    La capa de ozono se mantiene en un equilibrio dinámico, es decir, se forma y se destruye continuamente. En la estratosfera, las moléculas de oxígeno absorben radiación ultravioleta y se disocian en los dos átomos de oxígeno que lo componen. Los átomos de oxígeno liberado son muy reactivos e inmediatamente reaccionan con otras moléculas de oxígeno para formar ozono. Al mismo tiempo, el ozono se destruye por reacción con radicales hidroxilo libres o con radiación ultravioleta.

    Los efectos de la capa de ozono sobre la biosfera no se limitan a la filtración de la radiación ultravioleta dañina. La energía que absorbe el oxígeno durante la formación de ozono termina por disiparse en forma de calor, que calienta las capas altas de la atmósfera. Si se eliminara la capa de ozono se alteraría también el balance energético del planeta y, en consecuencia, el clima.

    En las últimas décadas la capa de ozono se ha ido adelgazando. Esta destrucción se debe en su mayor parte al efecto sobre el ozono de nuevas moléculas producidas por el hombre, especialmente clorofluorocarburos (CFC) y otros haloderivados, que se utilizan como refrigerantes, propelentes de pulverizadores, disolventes y espumantes.

    La destrucción de ozono provocada por estas moléculas es global, pero mucho más acentuada en los polos, y especialmente sobre la Antártida, donde las bajas temperaturas (de hasta -80 ºC) y la presencia de nubes de cristales de hielo favorecen las reacciones de destrucción de ozono. Este adelgazamiento de la capa de ozono sobre la Antártida, conocido popularmente como “agujero de ozono”, puede suponer una pérdida de hasta el 60% del total.

    La capa de ozono es un resultado indirecto de la presencia de vida en el planeta. Si no hubiera oxígeno en la atmósfera, tampoco habría ozono. Y si no hubiera ozono, la biosfera sería muy diferente de como es en la actualidad. Pero tampoco es necesario personalizar la biosfera y alabar su buen sentido. Asombrarse de la conveniencia de una capa de ozono para la biosfera es como encomiar los buenos modales de los ríos por pasar precisamente por donde hay ciudades.

    El cambio climático:

    Los medios de comunicación se han hecho eco del posible cambio climático global (a menudo simplificándolo bajo la expresión más altisonante de “calentamiento global”). Sin embargo, el cambio climático es únicamente una de las consecuencias, y la más difícil de probar, de un cambio biogeoquímico global que no necesita demostración: su existencia es evidente en las medidas de muchos compuestos cuya concentración o circulación en la biosfera ha aumentado sensiblemente en las últimas décadas.

    Existe una estrecha relación entre el cambio biogeoquímico global y las actividades humanas. La quema de combustibles fósiles, la explotación minera y la deforestación constituyen las fuentes principales de dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno y azufre, hidrocarburos y metales pesados. Otros compuestos que están aumentando en la atmósfera son resultado de la reacción química entre estos compuestos y otros de la atmósfera con el concurso de la energía de la radiación. Es el caso del aumento del ozono troposférico.

    En casi todos estos ejemplos, las actividades humanas no hacen más que acelerar el ciclo biogeoquímico de los elementos. Por ejemplo, el carbono de los combustibles fósiles acabaría con toda probabilidad expuesto a la atmósfera y oxidado. Pero este proceso de afloramiento de rocas sedimentarias tardaría, a un ritmo natural, millones de años. Las actividades humanas podrían reducirlo a unos pocos siglos.

    Lo inusitado del cambio global no es la liberación de elementos a la atmósfera o las aguas, sino la velocidad con que este proceso se está produciendo. A esta aceleración de los flujos naturales de elementos hay que añadir otros dos efectos de la actividad humana. Primero, la capacidad del ser humano para sintetizar moléculas naturales y aumentar así la cantidad y circulación de estos elementos en la biosfera. Es el caso de los nitratos. Y segundo, la síntesis de moléculas que no se encuentran de manera natural en la biosfera. Es el caso de los clorofluorocarburos que destruyen la capa de ozono estratosférico.

    Los problemas derivados del cambio biogeoquímico global no tienen solución fácil. Las medidas de limitación de las emisiones tienen consecuencias económicas y sociales costosas, por lo que ningún país quiere o puede permitirse llevarlas a cabo en solitario. La solución pasa indefectiblemente por acuerdos internacionales consensuados de difícil, aunque no imposible, ejecución. Así lo demuestran algunos éxitos recientes, como el Protocolo de Montreal que limita el uso de los haloderivados que destruyen la capa de ozono.

    4º A E.S.O.

    Biología y geología

    3ª Evaluación

    • Sociedades paleolíticas

    • Sociedades agrarias

    • Sociedad urbano-industrial

    destrucción

    Sobreexplotación

    Contaminación

    Vegetación

    Suelo

    Hidrosfera

    Atmósfera

    Desertificación

    Lluvia ácida

    Calentamiento global

    Destrucción de la capa de ozono

    Efecto invernadero

    Eutrofización




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    Enviado por:Ilúrit
    Idioma: castellano
    País: España

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