Historia


Tradiciones mexicanas


Tradición proviene del latín traditio, y éste a su vez de tradere, "entregar". Es tradición todo aquello que una generación hereda de las anteriores y, por estimarlo valioso, lega a las siguientes. Se considera tradicionales a los valores, creencias, costumbres y formas de expresión artística característicos de una comunidad, en especial a aquéllos que se trasmiten por vía oral. Lo tradicional coincide así, en gran medida, con el folclore o "sabiduría popular". La visión conservadora de la tradición ve en ella algo que mantener y acatar acríticamente. Sin embargo, la vitalidad de una tradición depende de su capacidad para renovarse, cambiando en forma y fondo (a veces profundamente) para seguir siendo útil.

Las fiestas, el color, los sabores y el folclor, representan ante el mundo una visión diferente de nuestra inmensa herencia cultural.

LA CUARESMA

Los primeros cronistas de nuestra historia que relatan el encuentro de la cultura occidental con la mexicana, dan amplio testimonio del profundo espíritu religioso de los pueblos indígenas y de cómo este espíritu abarcaba también las costumbres y hábitos alimentarios; es decir, existía toda una tradición gastronómica vinculada a las creencias y ceremonias religiosas.

Por ello no es de extrañar que al realizarse la conquista espiritual por parte de los españoles, se produjera un cambio en los hábitos alimentarios propios de las fiestas religiosas, para adaptarlos a los usos y costumbres que exigía el ritual de la nueva religión. Surge así una cocina cuaresmal y una cocina navideña en la Nueva España, por ser estos dos ciclos en torno a los que gira la liturgia cristiana. Estas tradiciones, que perduran hasta nuestros días, pueden decirse que son, en su esencia, prehispánicas, porque los protagonistas son platillos indígenas (como es el caso de los guisos de nopales, flor de calabaza, huauzontles, verdolagas, papas, moles y tamales, por citar algunos). Los guisos de Cuaresma conforman una tradición gastronómica mexicana, la cual se enriquece con elementos aportados por la cocina hispánica.

En lo que se refiere a la tradición culinaria cuaresmeña, está dominada por dos elementos rituales: el ayuno y la abstinencia. El ayuno, porque obliga a la realización de un solo alimento, es la comida principal del día; en cuanto a la abstinencia, como su nombre lo indica, está prohibido el uso de las carnes en todas sus variedades, pero no el de los vegetales y los pescados, los cuales pueden ser ingeridos en toda su variedad.

La gastronomía mexicana, como ya vimos, aporta al mundo vegetales que son de consumo universal, como: la papa, las calabazas, los camotes, el maíz, los chiles, los aguacates, los nopales y muchos más, protagonistas de las llamadas Vigilas de Cuaresma. Así surgen infinidad de guisos elaborados cuidadosamente, por lo que la cocina cuaresmeña es una tradición gastronómica de muy alta calidad. Para confirmarlo, basta citar algunos ejemplos:

  • Nopales (con huevo, mole, ensaladas, etc.)

  • Romeritos en mole, con tortas de camarón seco

  • Charales de Pátzcuaro capeados

  • Calabazas en torta, rellenas, picadas, entomatadas, etc.

  • Guarniciones de chícharos, ejotes

  • Caldos de haba

  • Pastel azteca

  • Corundas con rajas

  • Caldos de camarón

  • Chilpachole

  • Huachinango a la veracruzana

  • Bacalao a la vizcaína

  • Postres: chocolates, frutas cubiertas, capirotadas, torrejas, huevos reales, tamales

  • Bebidas: aguas frescas, aguamiel, pulque

Cabe mencionar que la cocina mexicana resultó muy adecuada para la Cuaresma, ya que en México no existía la carne de res, de cerdo y, en general, de todos los bovinos. Por todo ésto, se puede afirmar que la gastronomía mexicana de cuaresma es una de las más ricas y variadas del mundo, y que afortunadamente, es una tradición de la mesa mexicana.

Las Calaveras

Cuando hablamos de la vida, la muerte tiene lugar. No son el temor ni la tristeza las compañeras de la “calaca” en esta ocasión. Son la escritura en verso y los grabados que dan vida a imágenes muy mexicanas, divertidas y jocosas, transformadas en una opción de desahogo cuando se vive un malestar.

Una de las tradiciones mexicanas en peligro de extinción son las “calaveras”, antiguamente llamadas “panteones”.

Las calaveras o panteones son como un epitafio-epigrama lacónico, dice el zamorano Eduardo del Río “Rius”, y están escritas en forma de verso dedicado a los amigos y a los otros, sólo en Día de Muertos. Una de sus características es que constituye una oportunidad para expresar lo que se piensa acerca del otro o de los otros, de espacios, funciones o cosas, de un régimen del pasado y del presente. No es fácil decir lo que uno piensa de los demás, por eso las calaveras constituyen una forma de literatura valiente.

Quienes escriben calaveras o panteones son personas que ven a la muerte con un sentido del humor, combinado con ingenio que le imprimen a sus escritos. Gustan desarrollar su imaginación para decir lo que piensan, aceptando el reto de comunicarse en verso, octavas o décimas de todos los sabores y gustos.

Esta forma de escritura se desarrolló desde el siglo XIX. Al cobrar fuerza en el siglo pasado, las calaveras comenzaron a ser censuradas por los gobiernos en turno, debido a que una gran cantidad sirvió como crítica a los funcionarios, pues en ellas se manifestaba la inconformidad que imperaba entre los gobernados. La policía llegó a confiscar o a destruir muchas de éstas, por eso no es fácil encontrarlas en las hemerotecas. A pesar de la censura, en el Día de Muertos se ejercía, y ahora muy poco, esta forma de escribir, con el consentimiento de las autoridades.

Hay quienes hicieron periodismo atrevido con las calaveras dedicadas a magistrados, maestros, poetas, militares, artistas y otros personajes, mismas que publicaban en hojas sueltas, en periódicos, revistas, y se vendían al público el 2 de noviembre. Entre estas publicaciones se encuentra La patria ilustrada, semanario del siglo xix, que registra algunas de las calaveras más antiguas.

También hay quienes se manifestaron con gran fuerza en el arte sobre el tema de la muerte. El más reconocido por sus grabados e ilustraciones de calaveras fue José Guadalupe Posada. Sus calacas de Francisco Villa, de Zapata, sus famosas catrinas, Don Quijote de La Mancha y calaveras ciclistas, entre otras, dieron la vuelta al mundo.

Después de ese gran movimiento de masas e ideas que fue la Revolución Mexicana, arreció el control de escritos sobre la vida política y, como consecuencia, las calaveras abundaron para personajes famosos

A inicios de la década de 1940, el Taller de Gráfica Popular (donde colaboraban grabadores como Zalce, O'Higgins, Anguiano, Yampolski y otros) impulsó, entre otras actividades, las calaveras. En ellas podemos medir el descontento social, escolar o laboral.

Con el surgimiento de su periódico El apretado, en 1950, Renato Leduc impulsó las calaveras sobre políticos, política y otros personajes de la vida pública, que aún circulan en el ambiente.

En la actualidad, las calaveras anónimas languidecen aunque las veamos aparecer en hojas, pasando de mano en mano en las calles, acompañando a las multitudes. Cada vez que se festeja el Día de Muertos, su producción es menor y escasos sus escritores.

El nacimiento

Los investigadores afirman que fue San Francisco de Asís quien concibió la idea de poner lo que hoy se conoce como nacimiento. En los primeros años, éste estaba conformado por un grupo de personas que reproducían en vivo la “adoración de los pastores”: la Virgen, San José, el Santo Niño, los pastorcillos, un burro y un buey se reunían alrededor de una casita de paja, en forma de portal, construida especialmente para el evento, en cuyo interior se colocaba un pesebre.

Como probable fecha de este notable acontecimiento se de el año de 1223, aunque muy pronto los seres vivos fueron sustituidos por figuras.

Paulatinamente, Ia costumbre se extendió a todos los países católicos. Los llamados belenes se instalaron en todas Ias iglesias en tiempo de navidad, y posteriormente Ias familias empezaron a colocar nacimientos en sus propias casas para solaz de chicos y grandes.

En México se encuentran pinturas y retablos con escenas de Ia Natividad y Ia adoración de los pastores y reyes que datan de finales deI siglo XVI, pero, no hay evidencia anterior al XVIII.

En un principio se incluían pocos personajes: Ia Virgen, San José y el Santo Niño, conjunto que se conoce como misterio; luego, poco a poco, Ia imaginación de los mexicanos agregó, además de los Santos Reyes y los pastores, diversos animales, toda clase de representaciones religiosas y una variada vegetación.

En un delicioso relato, madame Calderón de Ia Barca describe un nacimiento que presenció en 1840 en casa de una familia acomodada en Ia ciudad de México: La escena era muy bonita: había plataformas cubiertas de musgo, instaladas alrededor de todo un cuarto, donde se dispusieron grupos de figuras de cera que representaban principalmente pasajes del Nuevo Testamento, aunque algunas veces empezaban con Adán y Eva en el paraíso: estaba la Anunciación, los Reyes Magos, los pastores, la huída de Egipto. Había árboles verdes y árboles frutales, pequeñas fuentes que proyectaban transparentes columnas de agua, y rebaños de ovejas y un pequeño pesebre. Todo estaba brillantemente iluminado y adornado con flores y guirnaldas. Aproximadamente de Ia misma época data Ia descripción de un nacimiento narrada por Antonio García Cubas, quien relata que Ias colinas estaban formadas por piedras de mina con brillantes cristalizaciones. EI autor critica Ia mezcla de plantas de todos Ios climas, cubiertas de escarcha blanca, simulando nieve, y de animales de todas Ias regiones deI mundo.

Otra narración deI siglo XIX es Ia de Ramírez Aparicio, donde nos habla detalladamente de un nacimiento en el Convento de Ia Encarnación. Estaba compuesto por gran cantidad de escenas que representaban, según palabras deI autor, "un curso de historia sagrada, expresado con muñecos de barro y de cera en una superficie plana de algunos metros".

Los nacimientos actuales son parecidos a los descritos en el siglo pasado, y su colocación sigue siendo todo un acontecimiento en donde participa Ia familia entera. Tradicionalmente se pone el día 16 de diciembre, fecha de Ia primera posada. Por lo general, el nacimiento se coloca en un rincón de Ia sala -aunque todavía existen personas que ocupan todo un cuarto, sobre una mesa o plataformas a diferentes alturas; algunas veces sirve de base un lienzo encolado, pintado de verde, con el que se forman colinas y valles, y toda la superficie se cubre con heno y musgo. Como prolongación hacia arriba se pone en ocasiones una cartulina o un lienzo azul, con nubes pintadas o hechas de algodón, todo coronado con el brillante cometa que guió a los Reyes Magos en su camino.

Piedritas y arena pegadas simulan rocas y veredas. De los cerros suele bajar un río, hecho con papel lustre plateado, que desemboca en un lago simulado con un espejo, en donde habitan garzas, patos y peces. Además de los clásicos buey y burro al Iado deI pesebre, se encuentra una rica fauna compuesta por borregos, guajolotes, gallos y gallinas, reses, caballos, chivos y perros, aI igual que una variedad de pájaros multicolores entre los árboles. La flora suele ser tan variada como incongruente: junto a los magueyes y nopales hay palmeras, pinos, helechos, árboles frutales y flores de todas clases. Tanto Ias plantas de climas tropicales como Ias deI desierto están cubiertas por copos de nieve simulados ya sea con talco, algodón, bolitas de unicel u otros materiales.

Las casitas están distribuidas en el paisaje, y en el centro se encuentra el portal, en cuyo interior se ubica el pesebre.

Además de los personajes obligatorios, pueden incluirse, según el gusto de cada familia, escenas bíblicas y laicas, y casi nunca faltan Adán y Eva a punto de comerse Ia manzana prohibida. Pero también a veces hay grupos que relatan acontecimientos posteriores aI nacimiento de Jesús, como el palacio de Herodes y el sacrificio de los inocentes, el milagro de los panes, Ias samaritanas entre otros. San Miguel y San Gabriel son personajes frecuentes; así mismo hay músicos, tlachiqueros, vendedores de refrescos o tacos, toda clase de tipos, reminiscencia del siglo pasado. Ocasionalmente, un niño muy contemporáneo se mece en un columpio colgado de un árbol; delante de una casa puede haber una señora dando de comer a sus pollos, y es muy frecuente que un grupo de ángeles y querubines cuelgue de lo alto.

Dos figuras casi universales son el ermitaño y el diablo, y uno se pregunta cuál es el papel de estos personajes en el nacimiento de Cristo. Ambos son parte indispensable de Ias pastorelas (espectáculos o piezas teatrales representados durante el tiempo de navidad), y es muy probable que de ahí se hayan tomado para trasladarlos a los belenes.

A un lado deI nacimiento se encuentran los Santos Peregrinos, que durante Ias noches anteriores aI 24 de diciembre encabezan Ia procesión de Ias posadas; este grupo lo conforman Ia Virgen montada en un burro, San José y un ángel. Junto con sus trajes de Ia época, Ia pareja sagrada usa un sombrero, prenda indispensable en el pensamiento mexicano para andar en el campo.

EI pesebre permanece vacío hasta Ia noche deI 24, y es entonces, durante Ia última posada, cuando el Santo Niño se coloca en su lugar. Frances Calderón de Ia Barca cuenta que en Ia posada a Ia que asistió en 1840, Ia figura deI Niño se encontraba en brazos de un ángel, de donde Ia tomó un sacerdote para ponerla en el pesebre. Actualmente es llevada por dos jovencitas de Ia familia en una canasta o Iienzo; se cantan villancicos y canciones de cuna, y después el Niño Jesús es acostado en el pesebre, donde permanece hasta el 2 de febrero. Es muy común que el tamaño deI Niño sea desproporcionadamente grande en comparación con Ios demás personajes.

La costumbre anteriormente relatada difiere de algunas tradiciones Iocales. Por ejempIo en ciertos barrios de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el Santo Niño desaparece en Ia última posada, y Iuego aparece al mes en una casa diferente, acontecimiento que se celebra con una tamalada. Así, el hecho se repite y mensualmente se organiza una fiesta en Ia casa donde se encontró, hasta que el Niño regresa a su domicilio original el 24 de diciembre deI siguiente año.

En Suchitlán, Colima, el día 1 de enero el Niño es vestido por personajes de Ia pastorela y es llevado a Ia iglesia a cofradar, simbolizando Ia presentación de Jesús en el templo. Acompañado de cantos y alabanzas, es después regresado a su cuna.

En Ixcatlán, también en Colima, Ia noche deI 24 el Santo Niño se encuentra en el atrio deI templo custodia do por unas personas nombradas especialmente para ello. De repente, aparecen los xayacates, individuos enmascarados que tratan de distraer a Ios vigilantes con cohetes, Iumbres, etcétera para, en un descuido, robarse al Niño. Con excepción de un solo año, siempre lo han logrado. En el transcurso deI día 25 el Niño reaparece en su lugar, y los xayacates derriban unas varas de caña de maíz adornadas con fruta, que permanecen tiradas.

Las figuras deI siglo XVIII eran de cera o de madera; con frecuencia se hacían medias tallas, es decir que sólo se esculpían cara y extremidades; Ias imágenes se vestían con ropa de ricas telas, cosidas y bordadas por monjas o señoras y jovencitas de Ia casa. También Ias había de marfil, importadas en el Galeón de Manila, o de barro estofado en oro procedentes de Guatemala. Las ricas minas de plata igualmente proveían material para algunas figuras.

En el siglo XIX se descubrió Ia plata pella, una amalgama de plata y mercurio que produce una pasta maleable. Luego de modeladas, Ias piezas eran quemadas para eliminar de ellas el mercurio y dejarlas porosas y ligeras; posteriormente se pulían y casi siempre eran pintadas con vivos colores. EI gusto por lo europeo, sin embargo, hace que en el siglo XIX se importen muchos nacimientos, principalmente de Francia e ltalia. En nuestros días, Ias figuras son generalmente de barro o de madera tallada, mas también Ias hay de cera exquisitamente esculpidas, procedentes de Salamanca, Guanajuato, y de Jacona. Michoacán; otras representaciones de cera son hechas en moldes, principalmente en Guanajuato y Puebla.

Las piezas de barro más utilizadas vienen de Tlaquepaque, Jalisco; las hay de un acabado muy fino y decoradas a pincel. La dinastía de los Panduro destaca en esta rama produciendo desde hace varias generaciones bellos nacimientos y toda clase de figuras, incluidos los tipos.

A partir deI siglo pasado y hasta mediados de 1940 se instalaba en Ia Plaza de Ia Constitución una gran vendimia de todo lo necesario para los nacimientos y Ias posadas, tianguis que actualmente se encuentra en Ias calles de Morazán.

En el marco deI programa de Ia Secretaria de Educación Pública “Confites y Canelones: Diciembre en Ia Tradición Popular", el Museo Nacional de Artes e Industrias Populares convocó a partir de 1984 a un concurso nacional de nacimientos.

Con este aliciente, los artesanos -tanto indígenas como mestizos y hasta citadinos- han creado nacimientos y misterios de todos los materiales imaginables: palma, hoja de maíz, popote, tule, flores de siempreviva, jícaras labradas, hojalata, plomo, alfeñique, laca, vidrio, cartón, papel, hueso, trapo, plastilina, incluidos el chile y el unicel.

Así mismo, los materiales clásicos como la cera, Ia madera y, sobre todo, el barro, experimentaron un gran auge y se utilizaron en muchos lugares donde antes no se hacían nacimientos. A pesar de Ia ocasional participación indígena en los concursos, Ia costumbre de poner nacimientos, al igual que todo el ciclo navideño, es esencialmente mestiza. Esto se debe seguramente a su introducción tardía en México, cuando ya se había instalado un sistema de castas muy marcado, por lo que Ia tradición de los nacimientos sólo tomó arraigo en ciertos grupos de Ia población.

Bibliografía

El Camino florido de Mario López Vital Ortiz




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Enviado por:Amanda
Idioma: castellano
País: México

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