Historia


Teorías sobre el imperialismo de finales del siglo XIX


Las teorías sobre el imperialismo de fines del siglo XIX

Uno de los fenómenos más discutidos de la historia de los últimos cien años ha sido la expansión del imperialismo de 1870 a 1914. Las teorías que se han ensayado para expli­carlo son muchas y los autores que se han ocupado del tema, muy numerosos. El crite­rio para ordenar en términos muy generales esa controversia está relacionado con las ex­plicaciones que se brindan acerca de por qué se produjo la nueva oleada imperialista a fines del siglo XIX y por qué hubo una aparente discontinuidad entre esta etapa de la expansión europea y la que se había iniciado en el siglo XVI.

La primera línea explicativa es la que bus­ca el esclarecimiento del problema en las transformaciones que ocurren en el mundo industrializado. Estas teorías, que llamare­mos eurocéntricas, se pueden dividir entre las que buscan las causas en las cuestiones económicas y aquellas que privilegian las ra­zones políticas.

Las explicaciones económicas, que fueron las más influyentes desde el punto de vista político e historiográfico, parten de la premi­sa de que el imperialismo fue producto de los cambios en las economias industrializa­das capitalistas. Los países que se habían modernizado económicamente encontraron necesario anexionarse grandes áreas ultra­marinas porque les resultaba indispensable para continuar con su crecimiento. En este punto, las teorías económicas pueden subdi­vidirse en dos. Por una parte, están las que consideran que el objetivo económico fun­damental era asegurarse mercados y fuentes de materias primas, a las que podriamos en­globar dentro del término imperialismo Comercial. Por otro lado, las explicaciones

que sostienen que el propósito fundamen­tal era invertir capitales en las nuevas zo­nas, porque su abundancia en los países desarrollados había hecho disminuir los be­neficios, que, por el contrario, se mante­nían altos en las regiones no industrializa­das donde el capital era escaso. A esta últi­ma corriente podemos llamarla del impe­rialismo de inversión de capitales.

La segunda variante eurocéntrica es la de las explicaciones políticas. La aparente dis­continuidad de la expansión es considerada como producto del cambio de las condicio­nes políticas y sociales de Europa a fines del siglo XIX y se dice que las colonias fue­ron exigidas para ponerlas al servicio del poder, prestigio o seguridad del Estado más que al de la riqueza de sus ciudadanos. En estas teorías también podemos considerar dos variantes. Las dos relacionan el imperia­lismo con el fenómeno del nacionalismo, que tiene una gran repercusión en la se­gunda mitad del siglo XIX (nos hemos refe­rido a las unificaciones de Italia y Alemania, pero elementos nacionalistas también pue­den percibirse fácilmente en el desarrollo industrial de este país y Japón). La primera línea de esta corriente considera que el im­perialismo sale del pensamiento oficial del gobierno, para conseguir bases estratégicas o como símbolo de la importancia del pro­pio país ante las otras naciones. Es el que podemos llamar imperialismo Cid estadista. La otra explicación difiere de la primera en que sostiene que los líderes políticos no ha­cen más que obedecer la opinión pública. La creciente belicosidad popular obliga a salir en la búsqueda de colonias para apaciguar el chauvinismo de los sectores populares. Es el imperialismo de masas.

Hay otra serie de teorías que se niegan a aceptar que el imperialismo es producto de una causa global sino, por el contrario, Sostienen que hay explicaciones particulares para cada caso individual. Son las explica­ciones que podemos llamar del Imperialismo periférico.

Este debate estuvo cruzado por cuestiones de tipo político. Las explicaciones económi­cas tuvieron su origen en 1902 en un escrito de Hobson, un inglés pacifista y librecam­bista. Esta tesis fue profundizada por los es­critores marxistas Rudolf Hilferding, Rosa Luxemburgo y por Lenín en un folleto que hizo época: El imperialismo, etapa superior del capitalismo. Durante mucho tiempo, dis­cutir el imperialismo era discutir en favor o en contra del marxismo.

La polémica revivió cuando después de la Segunda Guerra Mundial, las antiguas Colonias se independizaron de sus metrópolis. ¿Qué significaba esto? ¿Había terminado el imperialismo o continuaba por nuevos rum­bos? En esta discusión, los elementos políti­cos estaban también en primer plano.

A fines de los años 50 y principios de los 60, la controversia se revitaliza con un ele­mento nuevo. Un grupo de historiadores no marxistas, entre los que se destacaban Ronald Robinson y John Gallagher, propusie­ron dejar en segundo plano las explicaciones globales y dedicarse a estudiar empresas Coloniales específicas. Estos autores privilegian las cuestiones políticas, especialmente el efecto que ejerce sobre el equilibrio europeo la irrupción de Alemania en la competencia para colonizar territorios.




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Enviado por:Pablo Tomás
Idioma: castellano
País: España

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