Historia
Templarios
Auge y caída de los templarios
(1118-1314)
1. Estado de la cuestión
La bibliografía del Temple es superabundante, pero dudosa. Esto se debe a que mucha de la documentación de la que disponemos en la actualidad con frecuencia no son más que escritos que se limitan a misterios y secretos con escasa veracidad. Las leyendas sobre el Temple han sido muy numerosas a lo largo de la historia y por ello de muy diversa categoría. Sin embargo debemos salir en defensa de los templarios al hablar de su origen. En una época en que era fácil y frecuente forjarse un pasado prestigioso, los templarios no lo hicieron. Hoy sabemos con seguridad que el nacimiento de esta orden medieval viene de la mano de un caballero de Champaña, Hugo de Payens.
El tema principal que han tratado las leyendas del Temple es el de identificar a los templarios como una sociedad secreta que abarcó los siglos XII y XIII. Esto explicaría porque fue tan combatida por el poder real. Además estas misteriosas leyendas han querido ver en la orden, a la predecesora de la francmasonería. Se afirma que Jacobo de Molay, antes de morir consiguió transmitir sus poderes y sus “secretos” a un caballero, John Mark Larmenius, de manera que desde ese momento el puesto de maestre no habría estado nunca vacante. Parece ser que este mito procede del caballero Ramsey, católico inglés asentado en Francia, quien en 1736, quiso establecer un vínculo entre la francmasonería y la cruzada. Según éste los masones habrían tenido acceso a la sabiduría de los constructores del Templo de Salomón, a través de los cruzados.
Esta vinculación va a ser utilizada, según intereses y coyuntura política por distintos órganos de poder y asociaciones. Así por ejemplo en 1760 ciertas logias alemanas, en desacuerdo con el igualitarismo y el nacionalismo de la masonería primitiva, introdujeron en ella jerarquía, grados subordinación y secreto. Para justificarse apelaron a la historia y unieron los orígenes de la masonería con el Temple. Nace así la “doctrina del templarismo”. Pero esta relación Temple-masonería también va a ser utilizada durante la Revolución francesa. Para desacreditar la revolución, los medios conservadores extendieron la idea de un complot masónico. De esta manera los masones-templarios se convirtieron en los herederos de una larga cadena de conspiradores anarquistas, destructores del orden social cristiano y europeo, cadena que se remonta a la secta de los asesinos y los gnósticos de la Alta Edad Media. Pero esta línea templaria no se queda anclada en el siglo XVIII sino que llegaría hasta nuestros días, ya que existen en la actualidad numerosos grupos y sectas que se pretenden derivados del Temple.
Por último parece interesante aludir al campo de las leyendas propiamente dichas. La historia del Temple, las acusaciones presentadas contra él, su fin trágico dejaron huellas en la conciencia colectiva. Es por ello que a partir de un fondo histórico, se formaron, difundieron y deformaron mitos, tradiciones y leyendas. Estas invenciones se van a llenar de misteriosas desapariciones, visiones de fantasmas… que serán trasladadas a la vida cotidiana de algunas ciudades en particular.
Sin embargo a pesar de la escasa veracidad que estos mitos puedan tener debemos buscar en ellas la “supervivencia” del Temple. Algunos de los autores que han realizado esta ardua labor han sido Alain Demurger y Luis García-Guijarro Ramos. A continuación haremos un breve análisis sobre el enfoque que estos dos autores han realizado sobre esa misteriosa orden militar que marcó dos siglos de la Edad Media.
Alain Demurger con su obra Auge y caída de los templarios aporta una extensa idea sobre la vida y la muerte de las órdenes religioso-militares. Este autor se centra en la orden que considera como primer ejemplo y que según su opinión llevó a cabo la labor más complicada en la defensa de Tierra Santa: el Temple. Alain Demurger va a recorrer toda la historia de una orden que nace en 1118 para defender el Sepulcro de Cristo y proteger a los peregrinos que lo visitan; y que muere al ser destruidos los fundamentos materiales e ideológicos de su actividad. Además con esta obra el autor se propone demostrar que el proceso de los templarios no constituye el resultado lógico e inevitable de su historia. Para ello compara la historia del Temple con la de las demás órdenes, sobre todo con el Hospital, comparación que no siempre se muestra desfavorable para el Temple. Demurger opina que en un momento en que se estaba jugando una partida entre el poder espiritual (el papa) y los poderes temporales (las monarquías administrativas y territoriales), el Temple no constituyó más que le chivo expiatorio. Es por ello que el ambiente internacional de la orden tiene según el autor una gran importancia para comprender el proceso y el juicio que podamos hacernos sobre el Temple.
Por su parte Luis García-Guijarro en su obra Papado, cruzadas y órdenes militares, nos va a proponer una secuencia inseparable entre estos tres elementos. Una secuencia que descansa en las transformaciones de la estructura eclesial impulsadas desde Roma. El autor considera que cruzadas y órdenes militares, son el resultado de las aspiraciones pontificias. Esto se explica por el descenso del poder de la sede romana a favor de poderes emergentes consolidados como las monarquías nacionales. Es por ello que García-Guijarro ha interpretado el fenómeno de la cruzada como un elemento reformador más al servicio del papado. Así pues, las órdenes militares aparecen como un paso adelante en la consideración de la milicia, convertida en camino alternativo de perfección a través de una práctica religioso-guerrera de servicio a la sede de Pedro, con al que los institutos que ejercitaban dicha vía estaban conectados de forma directa y prioritaria. De esta forma el Temple se va a constituir como víctima principal de este transito entre un poder papal y el poder monárquico.
2. Origen de las órdenes militares
Las ordenes militares van a ir surgiendo a comienzos del s. XII, como respuesta a las necesidades de los territorios conquistados por los cruzados. La peculiaridad de estas instituciones radica en su doble fin: religioso y guerrero. Esto quiere decir que los fieles prestaban un servicio religioso-militar temporal. Las señas de identidad de las órdenes militares van a ser la reforma eclesiástica y el nuevo monacato. Pero el rasgo innovador lo va a constituir la aceptación de los valores guerreros, paralela a la conversión del papado en un gran poder feudal y a las dificultades y tensiones que ello comportaba. Prueba de ello va a ser la guerra justa, idea de influencia agustiniana, que se proyectó sobre los cristianos cismáticos y tuvo su culminación en al culminación contra los musulmanes.
El primer impulso a la actividad cruzada vendrá de manos del Papa Urbano II. Tras un Concilio provincial en Clermont (1905), el pontífice condena severamente a los clérigos simoníacos que trafican con los bienes de la Iglesia. Pero también llama la atención a los laicos, a aquellos que se complacen en la lujuria, a aquellos que violan la paz de Dios. El Papa ofrece entonces a los caballeros un medio de redimirse y de alcanzar la salvación mediante al “liberación de Jerusalén”.
Este nuevo camino hacia la salvación llevó a que miles de hombres de todas las condiciones se pusieran en camino hacia Tierra Santa. A estos se unirán grupos de caballeros y de señores venidos de toda Europa. Tras varios éxitos militares en regiones como Dorilea (1097) o Antioquia (1098), los cruzados tomarán Jerusalén el 13 de junio de 1099. De esta manera quedaba purificada con sangre, la ciudad que durante siglos se había considerado mancillada por la presencia infiel.
Con esta victoria muchos cruzados consideran alcanzada su meta: han orado ante el sepulcro de Cristo, han realizado la peregrinación más sagrada y prestigiosa y han expulsado al infiel de la ciudad de Cristo. Es por ello que muchos regresan a su patria. Otros sin embargo, se establecerán en el nuevo reino para sostener las conquistas. Además cada año llegarán a Tierra Santa grupos de peregrinos armados. Los cruzados se apoyan también en las flotas italianas para conquistar las ciudades costeras. De esta forma los latinos pudieron establecer su dominio en una faja de territorio entre el mar y el desierto, dando lugar a los cuatro Estados: el Condado de Edesa, el Principado de Antioquia, el Condado de Trípoli y el Reino de Jerusalén.
La conquista de Tierra Santa no constituyó una empresa de gran dificultad, debido a la debilidad del mundo musulmán. Sin embargo éste último logró mantener en sus manos algunas plazas de especial importancia. El caso más llamativo es el de la región de Jaffa y Ramlech, principal vía de acceso a Jerusalén. Esto hacía que la zona fuese un constante vaivén de peregrinos, que atraía a bandidos y ladrones para quines despojar a los peregrinos suponía una actividad lucrativa. Es esta la razón fundamental por la que va a surgir una institución dedicada a auxiliar a los peregrinos: el Hospital. Se trataba de una orden internacional dedicada a la caridad.
Con frecuencia las órdenes militares mantuvieron relaciones de cooperación, existen pocos casos de conflictos permanentes. Esto se debe en parte, a que su vocación les obliga a actuar juntos. Saben olvidar los conflictos cuando se enfrentan a un adversario. Prueba de ello es la tercera cruzada en la que a pesar de sus diferencias políticas colaboraron juntas en el terreno militar. Sin embargo no podemos rechazar la idea de un enfrentamiento entre órdenes, ya que éstas conciben de distinta manera el poder real en Tierra Santa y ni siquiera tienen una política exterior común. Pero a pesar de ello, estas diferencias no duran más que un tiempo limitado, ya que conocen la fuerza que pueden tener si se alían.
3. Establecimiento del instituto y regla del Temple
El nuevo reino verá amenazada su estabilidad de manera constante debido a la presencia musulmana en Beirut. Con frecuencia las tropas egipcias intentaron cercar Jerusalén o apoderarse del principal puerto cruzado que comunicaba con el Mediterráneo, Jaffa. Pero además de la amenaza musulmana, los cruzados tuvieron que hacer frente a los grupos de bandidos que muchas veces dificultaron esta vía de acceso a la capital.
Otra de las cosas que los conquistadores tuvieron en contra fue que a pesar de haber ocupado ciudades y fortalezas, el campo seguía incontrolado. A esto hay que sumar el número de cruzados que permanecían en Tierra Santa tras haber cumplido su promesa era muy escaso y que el proceso de colonización era muy lento para poblar el espacio conquistado. La debilidad de la frontera meridional fue un de los motivos que propició el nacimiento de al Orden del Temple.
Hugo de Payens ha sido considerado como el Padre del Temple. Se trata de un hombre de la aristocracia media que efectúa su primer peregrinaje a los Santos Lugares hacia el año 1104, pero no será hasta el año 1114 cuando tome cuerpo la idea de una militia Christi, con la misión de proteger a los peregrinos. Parece que el ataque a un grupo de peregrinos entre Jerusalén y el Jordán sirvió de detonador para la toma de conciencia de las clases dirigentes. Por un lado el rey de Jerusalén, Balduino I hará un llamamiento a occidente para atraer hombrea a Tierra Santa; y por otro lado la necesidad de crear una organización original para asegurar una policía eficaz. Según los testimonios de Guillermo de Tiro, parece que fue entonces cuando el rey y las autoridades religiosas de Jerusalén pusieron sus ojos en ese nuevo grupo de cruzados cuyos miembros serían conocidos como templarios. Un grupo que años atrás había acudido a Jerusalén y había tomado los votos de pobreza, castidad y obediencia. De esta manera le patriarca va a orientar a la nueva orden hacia su tarea de protección y combate. Mediante los votos pronunciados al patriarca de Jerusalén, Godmundo, estos cruzados se comprometieron a defender a los peregrinos contra bandidos y ladrones, a proteger los caminos y formar la caballería del Rey Soberano. De la guarda de los viajeros se encargaron concretamente el comendador de la ciudad de Jerusalén, junto a diez freiles, tal como lo disponían los Estatutos Jerárquicos.
Todo ello continuará hasta la pérdida de Jerusalén en 1187. Conocemos poco del Temple hasta la decisiva fecha de 1129. Lo que si parece cierto es que en los primeros tiempos la Orden contó tan sólo con nueve miembros, lo que nos da una idea del pausado ritmo de crecimiento. Además carecía de regla oficializada y de reconocimiento papal. Hasta su estructuración la Orden se desarrollará según costumbres no escritas, concordantes con las de los canónigos del Santo Sepulcro en al exigencia religioso. Estos primeros miembros se vistieron con ropas seculares que recibían como limosna. El rey, sus caballeros y el patriarca, llenos de compasión les concedieron ciertas propiedades y beneficios: el rey les alojó en su palacio, cerca del Templo del Señor; y el abad y los canónigos regulares del Templo les proporcionaron un terreno para su servicio; es por esta razón por lo que más tarde fueron bautizados como “templarios”. Estas concesiones no hacen sino demostrar la simpatía de la que gozó el Temple por parte de las clases dirigentes europeas y locales durante su existencia. Lo que no es de extrañar, ya que algunos de los primeros miembros de la Orden pertenecían a este grupo social. El mismo Hugo de Payens pertenecía a una rama menor de los condes de Champaña. Pero también el Conde de Champaña se une al Temple en el año 1126. Es por ello que con frecuencia la Orden recibirá múltiples donaciones.
De esta manera el Temple nace de la voluntad de un caballero de Champaña, preocupado por su salvación, pero arrastrado también por las nuevas corrientes espirituales que la reforma gregoriana ha liberado. Se ajusta perfectamente a la ideología de la cruzada. Es la respuesta más pertinente a las necesidades de ésta.
3.1. El Concilio de Troyes
Hasta este momento al única misión del Temple había sido al de proteger a los peregrinos en su camino a Tierra Santa. Será en 1129 cuando los templarios combatan por primera vez en Oriente.
Hacia el año 1127, Hugo de Payens viajará con cinco caballeros a occidente con la intención de consolidar la situación conseguida y sentar las bases de la institución. Con su viaje Hugo de Payens pretendía que la Iglesia de Occidente confirmara la regla de la Orden, dar a conocer al institución y reclutar adeptos para la milicia de Cristo y combatientes para Tierra Santa.
Es por ello que en enero de 1129 el Papa convocará un concilio en Troyes en el que se analizará y estructurará la vida de la Orden. En esta reunión va a tener un papel protagonista San Bernardo, debido a su estudio sobre los usos de la nueva institución y a la elaboración de una Regla basada en ellos; regla que había sido ya redactada con ayuda del patriarca de Jerusalén. Los padres cistercienses con Bernardo a la cabeza, corrigieron ciertos detalles, modificaron algunos artículos y dejaron puntos en suspenso, remitiéndolos al Papa y al patriarca.
El preámbulo hablaba sobre la oposición de caballeros seculares y la nueva caballería. Por su parte los capítulos de la Regla expresaban la actividad religiosa-militar que caracterizaba al nuevo instituto. Era esto lo que confería una fuerte originalidad a la institución a pesar de que su Regla fuese de impronta benedictina.
3.2. Después del concilio de Troyes: primeros éxitos y expansión del Temple.
Terminado el concilio, Hugo y sus compañeros emprenden, cada uno por su lado, una gira de propaganda, de reclutamiento y de colecta de limosnas a favor de la Orden y de Tierra Santa. El Conde Fulco V fue el autor de la primera donación hecha a la orden. Con esta concesión se va a ganar el favor de Hugo de Payens, quien va a proponer a Balduino II, el matrimonio del conde con su hija Melisenda y la coronación de éste como rey de Jerusalén.
La gira de los templarios constituye todo un triunfo. Los hermanos que se quedaron en Jerusalén ven llegar importantes refuerzos. Además Hugo de Payens ha ido dejando tras de sí numerosas fundaciones establecidas como focos de irradiación para el Temple.
En los primeros momentos las riquezas del Temple procedían de los bienes de los primeros templarios. Pero la fama de los templarios pronto se extendió hasta lugares muy lejanos, de manera que numerosos fieles de occidente comenzaron a captar con claridad el papel de la nueva milicia. Esto va a dar lugar a una gran proliferación de donaciones al instituto que se van a traducir en una impresionante expansión por toda Europa que terminará con la caída del Temple en el año 1314. Donaciones que suponen, asimismo, legados piadosos, destinados a hombres de oración. Esto quiere decir que los fieles esperan de esas órdenes, poderosas y bien consideradas, un acceso más fácil, más eficaz, a la gracia divina. Es cierto que la esperanza de obtener ventajas espirituales, oraciones y misas impulsaban a la generosidad, pero estas donaciones también estuvieron propiciadas por el privilegio que suponía el ser enterrado en un cementerio templario, revestido con la capa blanca y la cruz roja; y porque los donatarios esperaban recibir además ventajas materiales: rentas, mantenimiento y protección para toda la vida. Muchos donatarios van a recordar al Temple que el combate no se libra sólo con armas sino que tienen un deber asistencial; y esto lo hacen a través de la donación de asilos cuyo cuidado queda en manos de la orden.
Estas donaciones se van a clasificar en tres categorías:
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Donaciones pro anima: el donatario regala un edificio, que suele ser el origen de una encomienda a cambio únicamente de la salvación de su alma. No pone ninguna condición.
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Donaciones in extremis: hechas por peregrinos precavidos. Sin embargo son muy poco numerosas, ya que a menudo las reemplaza el legado testamentario.
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Donaciones remuneradas: muy extendidas. El beneficiario de la donación, siempre una iglesia, concede al donatario una caritas, es decir una contradonación. La entrega de esta remuneración facilita el acto de donación, ya que asegura al autor de ésta lo necesario para vivir. Sin embargo el beneficiario de la donación generalmente sale ganando, puesto que la contradonación suele ser un valor inferior. No obstante ésta consolida la donación y la protege del arrepentimiento del donatario y de la reclamación de los herederos.
Este movimiento de donación va a tener gran importancia en el proceso de constitución del patrimonio del Temple. El centro de los institutos templarios va a ser los estados orientales, mientras que los territorios esparcidos por Europa van a constituir la periferia dedicada a enviar riquezas y contingentes humanos a los cruzados para luchar contra los musulmanes en Oriente Próximo.
La presencia en Europa del maestre y otros caballeros desde el año 1127 favoreció la entrega de bienes a la orden, que fue más intensa en la zona de origen de sus primeros miembros. Además la asamblea de Troyes estimuló el proceso de creación de una base patrimonial en occidente. De esta manera comenzaron a aparecer casas templarias en Champaña, Borgoña, Flandes y Picardía. Esta concentración en el eje que comunicaba el mar del Norte con los Alpes venía determinada por la procedencia de muchos freiles, pero también por las ventajas geográficas de la zona, que conectaban los centros económicos italiano y flamenco, cuyo punto de contacto eran las ferias de Champaña.
Esta afluencia de bienes y privilegios estuvo también estimulada por el prestigio ideológico de la cruzada en el s. XII y por los deseos de colocar hospicios bajo el poder de los institutos asistenciales más prestigiosos del momento. Pero además debemos tener en cuenta las garantías espirituales que ofrecían las órdenes militares. Estas daban la posibilidad de alcanzar la perfección mediante la participación en la guerra santa.
La expansión territorial de los templarios fue muy rápida. Prueba de ello es la influencia que adquirió en Francia poco antes del Concilio de Troyes. Tras la primera fundación en Languedoc (1128) la Orden se expandió sin pausa por una región sensibilizada al hecho cruzado.
En Provenza la Orden erigió su primera casa en el año 1136 y a mediados de siglo se fundan nuevas casas en Avignon, Arles y St. Pilles, asegurando así una presencia activa en el bajo Ródano. Esta sólida base rodaniana se extenderá durante la segunda mitad del s. XII a lo largo de dos ejes que culminarán en Niza, uno al norte, más débil, y otro al sur.
Pero las órdenes no se expandieron sólo por los lugares de origen de los caballeros fundadores, sino que también se expandieron por zonas marginales como Inglaterra. Esto se debió a que la visita de Hugo de Payens estimuló las primeras donaciones y un entusiasmo por participar en la empresa de Jerusalén. Además durante la guerra civil entre Esteban Blois y Matilde las propiedades templarias aumentaron en el este y sur de la isla. Sus privilegios también se vieron incrementados por el monarca en el año 1154. Este crecimiento pronto dará paso a una gran expansión por las despobladas tierras del noreste. Así en el s. XIII Yorkshire y Lincolnshire se habían ya convertido en los puntos de mayor presencia de la Orden del reino y también de la más alta rentabilidad para ella.
Además los templarios también establecieron algunas casas templarias en España, donde las donaciones presentan características particulares. Esto se debe a que estuvieron vinculadas a la participación de la orden en la Reconquista. Es por ello que provienen en gran medida de los poderes reales y que es el lugar donde más castillos poseyeron los templarios. Pero la orden también recibió vastos territorios todavía por conquistar.
Los templarios van a tratar de reunir estas donaciones de naturaleza diversa, de superficie variable y dispersas geográficamente, en conjuntos coherentes. Así permutas y ventas, les permiten ensanchar un terreno, hacer desparecer un enclave o desembarazarse de una dependencia sin interés. Pero estos actos de compraventa o donación no son siempre fruto de la voluntad de su autor, sino que muchas veces los templarios forzaron la mano de un pequeño señor o de un heredero. Este tipo de presiones con frecuencia se tradujeron en abusos y violencias físicas, lo que acabó suscitando la idea de avaricia y dureza de los templarios.
Según avanzamos en el s. XIII el movimiento de las donaciones se irá debilitando. Además los poderes laicos y eclesiásticos cercenarán los privilegios y ventajas de las órdenes militares. Sin embargo el Temple dispone de medios suficientes para conseguir sus fines.
3.3. Evolución de la Regla templaria.
Cuando Hugo de Payens va a Troyes, llevaba en mente las costumbres y los usos no escritos que reglamentan la vida de la orden naciente. Una vez discutidos y modificados, los padres del concilio los ponen por escrito. En 1131, el patriarca de Jerusalén, Esteban de la Ferté, revisa y enriquece el texto. Esta regla pasa a denominarse “primitiva” y estará compuesta por setenta y dos artículos, redactados en latín. Esta regla va a enfatizar el carácter religioso de la orden, detallando las obligaciones del servicio divino que incumben a los hermanos.
Al regreso de Hugo de Payens a Palestina, el patriarca revisa doce artículos y añade veinticuatro. Estas modificaciones y novedades se centran sobre todo en el estatuto de caballeros-huéspedes de la milicia, esos cruzados de occidente, que tras su peregrinación a Oriente deciden ingresar en el Temple por un tiempo, normalmente un año. Parece que esta revisión fue producto de la voluntad del patriarca de aumentar su dominio sobre el Temple.
Tras la muerte de Hugo de Payens, Roberto de Croan, perteneciente a la nobleza, fue elegido maestre. Será durante su mandato (1136-1149) cuando la organización adquiera sus rasgos más duraderos, la orden sufrió grandes cambios derivados de la confirmación papal en 1139. Días antes a la celebración de ésta, el Papa Inocencio II publicaba la bula Omne datum optimum, que da forma a los privilegios concedidos hasta entonces a la orden.
En la bula de 1139 se va a tratar el tema de la guerra santa contraponiendo las ideas de guerra temporal y guerra con fin religioso. Pero la bula se va a centrar en precisar las relaciones del Temple con otros poderes eclesiásticos. Además en este documento se expone la idea de la protección a la Orden y sus bienes por parte de la Santa Sede. Sin embargo, a pesar de esta aparente dependencia los cenobios gozaron de mayor autonomía y de una reducción del poder del obispo sobre las instituciones. De esta forma la protección apostólica constituyó una ruptura con cualquier otro alzo de dependencia laico o eclesiástico. Pero además este vínculo con Roma debilitará la unión del Temple con el máximo representante de la Iglesia diocesana de Ultramar.
Además la bula va a romper el hilo de cohesión más importante que unía a los templarios con la Iglesia secular. Los templarios van a quedar bajo el poder del papa, sin intermediarios. A partir de este momento no sólo el patriarca perderá el poder de modificar la regla, sino que también la jerarquía secular queda expulsada del servicio religioso en el interior de las casas del Temple. Esto se debió en buena medida a que los clérigos van a ser convertidos en hermanos capellanes, como miembros de derecho en la milicia templaria. Esto daba cierta autonomía religiosa al Temple, ya que le permitía abrir sus propios oratorios.
La labor de Inocencio II se completa con los comienzos de una organización y jerarquización interna. Los templarios dependerían del maestre y todos los lugares de la casa madre de Jerusalén. El maestre sería elegido por los freiles entre los caballeros militares. En ningún caso los candidatos podían ser ajenos a la Orden.
En 1140 Roberto de Croan combinó el privilegio papal con los estatutos de Troyes, por medio de una traducción al francés de la Regla latina. En ésta destaca el paso del la potestad del patriarca al maestre y la incorporación de caballeros o seglares que quieren renunciar al mundo o de caballeros no excomulgados. Era tarea del maestre decidir la admisión de los miembros de la orden.
La segunda bula que influyó en la transformación de la Regla del Temple fue la bula Milites Templi otorgada por Celestino II el 9 de enero de 1144. Ésta recortaba los poderes episcopales en otros aspectos. El Papa encarecía a los prelados a subvenir a las necesidades templarias mediante las limosnas de sus fieles; aquellos que se convirtieran en cofrades de la Orden se beneficiarían de una remisión de parte de las penitencias impuestas y tendrían asegurado enterramiento cristiano, si no estaban excomulgados. Además se permitía la posesión de diezmos generados por los bienes de la orden y por los bienes cedidos por obispos. Estas concesiones papales incidían directamente en la economía diocesana, provocando constantes disputas con los obispos. Es por ello que con frecuencia los templarios intentaron evitar estas discusiones mediante acuerdos y no haciendo un uso completo de sus bienes. Pero estas disputas no fueron provocadas tanto por el asunto económico sino por la dosis de autonomía de daba al Temple.
Sin embargo estas concesiones no fueron exclusivas de los templarios. También gozaron de ciertos privilegios el Cister y otras instituciones, lo que amenazaba el soporte material de los diversos obispados y el poder jurisdiccional sobre las distintas fundaciones aparecidas a partir del s. XI.
Lo que resulta obvio es que a lo largo de su papado, Alejandro III favoreció a la Orden constantemente. Prueba de ello son las 7 reemisiones que este papa hizo de la bula Omne datum optimum. Pero no será hasta el s. XIII cuando el pontífice confirme la dependencia exclusiva del papado, que inmunizará a la Orden frente a la intervención del los obispos.
A partir de la segunda mitad del s. XII se añadirán a la Regla algunos artículos, pero no supondrán un cambio sustancial con respecto a lo anterior. La novedad es que la regla ya no se adapta, sino que se conserva y se fija.
Algunas de las nuevas adiciones especificaron los rasgos del clero templario. Según la Regla los clérigos de la orden quedaban fuera de las facultades jurisdiccionales de los obispos.
Pero a pesar de gozar de cierta autonomía hubo ocasiones en las que el clero ordinario intervino en los asuntos del Temple. Es el caso de sospechar que existiesen defectos en la entrada de un miembro en la Orden.
En cuanto a las agresiones entre miembros del instituto o contra cualquier otro monje, clérigo o presbítero, no parece que la instancia episcopal resultase determinante. La sede apostólica reservaba su intervención sólo para hechos graves. Precisamente una bula de Alejandro IV en 1255 trata las transgresiones cometidas antes de entrar en el Temple. Se permitió a los clérigos del Temple poner penitencias por ellas, dejando así este tipo de asuntos fuera del radio de acción de los obispos. Pero además de confesar estos clérigos podían administrar el resto de los sacramentos a los familiares laicos que habitaran en casas de la Orden.
Esta dependencia directa de los templarios a la Santa Sede no gustaba demasiado a los diocesanos, que con frecuencia urgían a los capellanes del instituto a prestarles fidelidad y una obediencia superior a la acostumbrada, es decir, una sumisión que traspasaba los límites de la dependencia secundaria. Esto provocó multitud de quejas por parte de la Orden, lo que llevó a los papas a ordenar la desaparición de esta exigencia.
Sin embargo existen ciertas contradicciones en el tratamiento de los clérigos, ya que en la Regla templaria podemos constatar como en teoría las faltas de los clérigos debían ser tratadas como las de cualquier otro freile. De esta amanera el afectado debía someterse a las penas que se dictaminaran. Si la gravedad del acto era muy grande éste podía ser encadenado o encarcelado a perpetuidad.
Las modificaciones de la regla no son síntomas de corrupción de la orden. Precisan y refuerzan mediante una presentación más coherente, la vocación del Temple. Los templarios actúan al margen de la sociedad cristiana, pero se mantiene fiel a su misión, la de conducir al caballero pecador hacia la salvación a través de una ascesis original. Los santos vienen por sí mismos. A los otros, hay que ir a buscarlo.
4. Establecimiento de los templarios en Jerusalén
Los templarios deben su nombre a su casa “presbiterial” de Jerusalén, el Templo de Salomón. Hasta la fundación de esta casa se habían constituido como “milicia de los “pobres caballeros de Cristo”. Al oeste de la ciudad se encontraba el Calvario, lugar santo para el cristianismo. De este conjunto surge el Santo Sepulcro, formado por una rotonda y una basílica. La rotonda albergaba el Sepulcro de Cristo, meta de los peregrinos de Tierra Santa.
La Orden se estableció al este de la ciudad, en la Moira, lugar sagrado del Islam. Pero naturalmente los templarios la modificaron completamente. En 1118 Balduino II dejar el conjunto de Al-Aqsa a la nueva milicia. Este conjunto había sido identificado como el Templo de Salomón.
Gracias a las donaciones sucesivas tanto del rey como de los canónigos del Santo Sepulcro, los templarios recuperan toda la explanada, en particular la Cúpula de la Roca, a la que llaman el Templo del Señor, y hacen de ella su iglesia , consagrada en 1142. Pero además del culto a Dios, los templarios tenían especial devoción por Nuestra Señora a la que consideran su patrona. Es por ello que muchas donaciones fueron dirigidas a la Virgen. La Regla se establece en su honor, y la mitad de las oraciones que deben rezar los hermanos le están destinadas.
Además de esta ciudad dentro de la ciudad, en los años prósperos del reino de Jerusalén, entre 1150 y 1180, la orden adquiere edificios y comercios en los barrios más poblados.
5. Los monjes soldados
Con la creación de la Orden del Temple aparece una nueva figura, la figura del monje caballero. Se trata de un término que combina dos éticas totalmente opuestas: la santidad y la caballería. Esta nueva idea hizo que la Iglesia tuviese que modificar su concepción de la teoría de la guerra. Se vio obligada a aceptar la caballería y hacerle un lugar en la sociedad cristiana, en el orden del mundo querido por Dios. Es así como surge la noción de “guerra justa”. Frente a la guerra ilícita que busca riquezas y honor, aparece la guerra permitida que se propone mantener un derecho. Sin embargo aunque la guerra justa siempre debía utilizarse como último recurso cuando los demás hubiesen fracasado. Además sólo podía ser declarada por un príncipe, o autoridad pública.
La guerra justa se propone reparar la justicia, recuperar bienes o rechazar a los enemigos. Este argumento, derivado del pensamiento de Isidoro de Sevilla (s. VII), servirá para justificar la cruzada, cuyo objetivo era recuperar los Santos Lugares, retenidos ilícitamente por los infieles. Aun así debe considerarse siempre como una guerra defensiva, reduciendo la violencia al mínimo. Sin embargo este argumento no va a ser válido para justificar la guerra entre cristianos, que sólo va a ser considerara justa en caso de peligrar la unidad de la Iglesia. Por otro lado ha de evitarse la violencia contra los judíos, los heréticos, los paganos… ya que la verdad no se impone por la fuerza. El cristiano debe convencer.
Cuando se vuelve hacia el exterior de la cristiandad, contra los paganos y los infieles, la guerra justa se va a transformar en una guerra santa. La guerra santa requiere una verdadera conversión interior, pues el fiel no se limita a obedecer la ley, sino que combate por Cristo y muere por su salvación. Pero además ambos conceptos: guerra santa y guerra justa se van a convertir en los caminos más cortos hacia la paz. Esta paradoja no es más que aparente, ya que en la Edad Media la paz se concibe como el mantenimiento del orden requerido por Dios. Por tanto en el mundo medieval se aplica la noción de paz a situaciones concretas, las de un mundo en plena mutación, donde reina la violencia. Violencia agravada por el desarrollo de la caballería. Esto además se dará con más intensidad cuando el rey no cumple con su función de justiciero y de defensor de los más débiles. Será en estas situaciones cuando a Iglesia, única fuerza todavía sólida intente imponer la tregua de Dios. Esto hace que hacia el s. XI el lugar del caballero sea reconocido en la obra de Dios. Se forman así las milicias de paz cuyo objetivo de será corregir al pecador, pero también convertirlo. De esta manera el caballero bandido sufre un proceso de transformación para convertirse en caballero de Cristo (miles Christe).
Sin embargo la idea de la guerra justa y de la milicia de Cristo no va a ser bien recibida entre los antigregorianos, indignados ante la idea de que Gregorio VII invite a derramar sangre y de que prometa el perdón de los pecados a todo aquel que defienda el patrimonio de San Pedro. Esto significaba un verdadero escándalo: el asesinato justificado, incluso sacralizado. No obstante, las ideas gregorianas acabarán imponiéndose y mediante el esquema triunfacional, la cruzada y la ceremonia solemne de armar a un caballero, la caballería quedará definitivamente integrada en el orden cristiano. Será la orden del temple la que concilie bajo el mismo techo las dos funciones de monje y guerrero.
El nuevo caballero, cuyo cuerpo se recubre de una armadura de hierro, y su alma, de una “armadura de fe”, no teme a nada, ni a la vida ni a la muerte, porque Cristo, es la recompensa de su muerte. El oficio de soldado queda justificado por la idea de guerra defensiva, hecha en Tierra Santa, tierra que representa “la herencia y la casa de Dios”, mancillada por los infieles.
Sin embargo, no basta con justificar la elección de los templarios, sino que es necesario demostrarles que ejercen un oficio único, que nadie más puede cumplir. Se trata de proteger las rutas que constituyen al “herencia del Señor”. Su función consiste en guiar a los pobres y los débiles por los caminos que Cristo recorrió y por los caminos que constituyen centros de peregrinación como Santiago de Compostela o Roma. Pero su misión no sólo consiste en vigilar estas rutas, sino que ésta también conlleva acoger a los peregrinos y albergar a los heridos y enfermos en las casas templarias.
Además los templarios tienen a su cargo la custodia de lugares religiosos particularmente apreciados por los cristianos: Belén, Nazaret, el monte de los Olivos, el valle de Josafat, el Jordán, el Calvario, el Sepulcro…
5.1. Símbolos
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La “blanca clámide”: la misión particular de los hermanos impone un tipo de ropa adaptada al clima y a la vida en los campamentos. La capa de los templarios era semejante a la del hábito cisterciense o cluniacense. Su entrega es el símbolo de la entrada en el Temple.
Pero este hábito no aparece en los inicios, ya que en los primeros momentos los templarios usaron sus ropas seculares. Fue tras la revisión de la regla cuando se distingue entre el hábito y la capa blanca, usada por los hermanos caballeros, y la capa sayal, negra o parda, que llevan los demás. Estos colores simbolizan el abandono de una vida tenebrosa y la reconciliación con Dios. El hábito blanco significa blancura y santidad de cuerpo. Representa la castidad sin la cual no se puede ver a Dios, pero también la pobreza ya que está confeccionado en paño crudo, sin tinte y sin aprestos.
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La cruz: se sitúa sobre el hombro izquierdo, por encima del corazón. Fue el Papa Eugenio III quien en 1147 concedió a los templarios el derecho a llevar permanentemente la cruz. Se trata de una cruz sencilla, que simboliza el martirio de Cristo. Su color es rojo, puesto que simboliza la sangre vertida por Cristo, pero también constituye un símbolo de vida. Para los templarios representa la permanencia del voto de cruzada. Todas las órdenes militares acabaron por adoptar la capa y la cruz.
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El sello: representaba la autoridad de la orden. Se trata de un sello en el que aparece por un lado el Templo de Salomón y por el otro dos caballeros montando el mismo caballo. Parece que esto último simboliza la pobreza primitiva de la orden. Pero también se han buscado otros significados para explicar la representación:
-Unión y la entrega.
-Los dos caballero son los dos fundadores de la Orden, Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer.
-Buen entendimiento armonía y disciplina, que debe reinar en la Orden.
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El pendón: recibe el nombre de baussant que significa semipartido. Es de color negro, que simboliza la fuerza y el valor, y blanco, que simboliza la pureza y la castidad. El caballero que lo llevaba en le combate tenía una gran responsabilidad. Entre cinco y diez caballeros debían rodearle para evitar el deterioro del pendón. Éste debía alzarse siempre hacia el cielo, bien alto. Bajarlo se castigaba con los hierros y con la pérdida del hábito, de la capa. El caballero entregaría su capa y se revestiría con un hábito sin cruz. Estaba obligado a comer en el suelo y a ocuparse de trabajos infamantes. La pena máxima sería un año y un día.
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Pelo corto y barba
5.2. Organización interna y cohesión social del instituto
La orden templaria constituía un cuerpo centralizado y jerarquizado que tenía su máxima expresión en el papado del que dependía. El crecimiento y la madurez organizativa que comenzaban a adquirir los monjes blancos y freiles en la segunda mitad del s. XI constituyen una prueba más de la consolidación del poder papal.
El punto más alto de la organización templaria era el gran maestre y el capítulo general, que con frecuencia estaba formado por los dignatarios de Tierra Santa. Ambos poderes ejercían un gran papel:
-Elegían sus principales dignidades.
-Actuaban como suprema instancia de apelación apara miembros o vasallos del Temple.
-Era necesario su permiso para la enajenación de bienes.
-La asamblea general podía, en presencia del gran maestre, reformar los estatutos.
Las asambleas se encargaron de canalizar los fondos locales que se enviaban a Ultramar. Con el asesoramiento y ayuda de los freiles, el maestre controlaba los asuntos generales de la provincia. Estos freiles, reunidos en consejo, llegaron muchas veces a desempeñar un papel consultivo superior al del capítulo. Los maestres dependían en última instancia de la autoridad central. Pero dentro de su convento todos los hermanos debían obedecerle, así como éste debía “obedecer a su convento”. Esto quiere decir que el maestre debe pedir consejo a los hermanos antes de decidir. Esto evidencia el calco que hace el Temple de la organización feudal, que impone al vasallo el deber de aconsejar y al señor de pedir consejo. Por tanto el consejo de los hermanos constituye, un primer freno para la autoridad del maestre. Esto constituye el primer engranaje para que la orden funcione. Pero además la iniciativa del maestre choca también con el poder de los demás dignatarios del Temple.
Los dignatarios van a ser excelentes diplomáticos y embajadores y van a ejercer una gran actividad como árbitros en las querellas locales. En la jerarquía de dignatarios es el senescal el que sigue al maestre y lo reemplaza cuando éste se ausenta. Sin embargo va a quedar eclipsado pro el mariscal que en todo momento vela por la disciplina del convento y supervisa las actividades realizadas en la encomienda. No obstante el senescal va a tener un papel muy importante durante las campañas militares. Además entre los dignatarios se encuentra el tesorero de la orden, el comendador del reino de Jerusalén. Pero también se ocupa de las relaciones de Jerusalén con las casas templarias de occidente, distribuye a los templarios conforme a las necesidades, es el responsable de la protección a los peregrinos… Y por último destacaremos al submariscal que dirige el trabajo de los hermanos de oficio. Sin embargo todos estos dignatarios no pueden actuar en sus servicios sin el consentimiento del maestre.
El caballo y el número de caballos atribuidos a cada templario constituyeron el criterio fundamental para establecer la jerarquía templaria. Pero también la de los dignatarios de la orden. Todos tienen derecho a cuatro monturas, pero el maestre y el mariscal además poseen un caballo turcómano, de origen oriental, y tres animales de carga. En tiempo de paz los animales del maestre eran mejor alimentados que los demás, lo que evidencia las enormes diferencias que existían entre los miembros del Temple.
La jerarquía del instituto seguía en esquema de organización conventual, es decir, los hermanos de convento por un lado (caballeros, sargentos y capellanes) y los hermanos de oficio por otro. Pero además existían diferencias entre los hermanos no nobles y los hermanos nobles que pueden traducirse en la separación entre caballero y sargento.
En el orden de los combatientes podemos distinguir entre caballeros y sargentos. La diferencia principal se encuentra en el caballo, el traje y las armas. Los primeros vestían de blanco y los segundos de negro o marrón. Pero además se diferenciaban en los rasgos de la vida o en el acceso a las distintas dignidades. Se trata fundamentalmente de diferencias de riqueza. Esto se debía a que para ser hermano caballero, el solicitante debía haber sido armado caballero con antelación y ser hijo de caballero, o al menos descendiente de caballero por línea masculina. Es así como la jerarquía social de la Edad Media va a determinar el lugar en la orden.
-Caballeros: eran el sostén de un ejército que lucha contra el infiel montado a caballo. El puesto de cada miembro en el ejército estuvo sujeto a su origen social. Es por ello que esta actividad fue ejercida casi en su totalidad por nobles. Si se descubría que uno de los miembros de la caballería había ocultado su origen era expulsado del ejército.
-Sargentos: debían prometer su condición libre antes de recibir el hábito. Si se descubría que era un esclavo, éste era devuelto a su señor. El entrar en la Orden implicaba la dependencia. El reconocimiento de esta dependencia constituía el elemento clave de la ceremonia de admisión. Además los profesos estaban obligados a participar en la conquista de Jerusalén.
También podían batirse a caballo, pero en este caso debían estar bajo la autoridad del “turcoplier”. A pesar de lo cual nunca combatieron en primera línea de batalla. Su armamento, equipo y preparación fue siempre peor que la de los caballeros.
Ambos estratos formaron el grupo de los freres de convent. Pero no todos los hombres libres que profesaban en el rango inferior ejercían actividades militares. Una parte de ellos, los freres des mestiers, se dedicaban a menesteres laborales en las casas templarias. Ejercían actividades como atender el horno, la forja, los establos, dedicarse a la construcción… Sin embargo las labores manuales fueron sólo asignadas a los freres de convent como penitencia.
Otro grupo destacado en la jerarquía lo forman los hermanos capellanes. Se trata de sacerdotes, que aseguran el servicio divino y la dirección de las almas. Aunque en teoría debía haber un capellán por encomienda, en la práctica un capellán podía estar al cargo de varios establecimientos. Los capellanes y combatientes van a constituir la societas de la orden. Son los hermanos del Temple que han pronunciado los tres votos de pobreza, castidad y obediencia.
Pero junto a estos verdaderos religiosos (combatientes y capellanes) se encuentran numerosos caballeros asociados al Temple mediante una especie de contrato de duración determinada. Son los denominados milites ad terminum. Se unen a la orden para combatir, comparten la vida de los hermanos y se someten a las obligaciones religiosas y disciplinarias de la orden. Al finalizar el contrato el caballero debía entregar la mitad del precio de su caballo.
Además debemos aludir al grupo de los donados. Se trata de personas que se entregan en cuerpo y alma a la milicia, para asegurar su salvación. La mayoría añadía un don material con el don de su persona. Con frecuencia se reservaron el derecho de pronunciar los votos cuando creyesen conveniente. Este es el tipo que llamamos dación simple, se entrega la persona a cambio de un bien espiritual, pero existen otros tipos de dación:
-Dación remunerada: el donado recibe una retribución vitalicia además de las ventajas espirituales.
-Dación per hominem: humildes campesinos libres que se dan como siervos al Temple, de manera voluntaria. Por ello no debemos confundirlos con los siervos cedidos por un señor como limosna material.
Parece curioso destacar como el temple con frecuencia permitió asociarse a la orden a parejas. Sin embargo estos debían seguir una serie de condiciones: llevar una vida honesta, no residir en el convento, no reclamar la capa blanca y ceder sus bienes a su muerte. A excepción de este caso y de las “daciones per hominem” no había lugar para las mujeres en la orden. De la misma manera que los templarios nunca aceptaron en su seno a hombres que no estuviesen en edad de manejar armas. No obstante con frecuencia, la orden acogió a hijos de caballeros, de nobles, que vinieron para perfeccionar su educación. Puede que algunos de ellos pronunciaran luego los votos.
De esta forma, milites ad terminum, donados, parejas asociadas al Temple, hijos de caballeros... se aseguraron al protección en la tierra y en el cielo, mediante una pequeña donación.
Además formaron parte de la familia templaria el grupo de asalariados agrícolas, artesanos, transportistas, escribanos o notarios que se limitan a trabajar para el Temple, que actúa como “patrono”.
Por último debemos mencionar a aquellas personas cuya conversión parece dudosa. Estamos hablando de ciertos caballeros que ingresaron en el Temple en momentos en que la coyuntura les resultó desfavorable. Se trata de sospechosos de catarismo o personas que entraron por miedo a ser acusadas de ello.
Sin embargo los puntos reseñados de la normativa templaria no reflejaban del todo la realidad, ya que muchos nombramientos no concordaron con la división social establecida. En muchas ocasiones servientes ejercieron autoridad sobre freiles de un status superior.
A finales del s. XIII las relaciones entre mestres y órganos colegiados sufrieron una evolución. El nexo entre el fundador y sus compañeros se fue haciendo más complejo.
5.2.1. La recepción en la orden
Para acceder a la orden el futuro hermano debía pronunciar sus votos en una ceremonia que sigue paso a paso el ritual del homenaje feudal; lo que no es de extrañar, ya que el Temple fue concebido y creado por y para una aristocracia feudal de la Europa de los siglos XII y XIII. En algunas ocasiones ciertos miembros no soportaron el rigor de su compromiso y desertaron, actuación que fue castigada severamente por la orden.
En ningún caso podían ingresar en el Temple una persona que hubiese sido excomulgada. Antes debía retractarse públicamente, reconciliarse con al Iglesia y quedar libre de la excomunión. El caballero debía dirigirse al obispo, ya que éste es el que tiene el poder de atar y desatar. Si es absuelto la orden le recibe de acuerdo con el procedimiento establecido. Fuera de este caso se prohibía todo trato con los excomulgados.
5.2.2. La red templaria
Las relaciones entre Jerusalén y las provincias occidentales de la orden no fueron fáciles. Los apéndices europeos y soportes materiales debían supeditarse a las preocupaciones orientales que constituían el principal impulso del gobierno central. Sin embargo la imposibilidad de controlar todas las actividades del gobierno provincial suavizó la situación. Es por ello que en la práctica las relaciones con oriente quedaron reducidas a las transferencias anuales de dinero o de recursos para sufragar las necesidades de los principados cruzados.
Las responsabilidades militares del gran maestre le impedían supervisar la autonomía provincial, por lo que esta actividad quedó en manos de visitadores, para hacer más efectiva su función. Hasta mediados del s. XIII un solo magíster citra mare se había responsabilizado del conjunto de las provincias europeas.
La organización templaria básica estaba representada por la encomienda o casa, en la que el capítulo semanal se encargaba de corregir las faltas de los freiles. Al frente de estas encomiendas se encontraba el comendador elegido por el maestre provincial. Sin embargo no podemos imaginar estas encomiendas como un punto único, se trata más bien de una circunscripción, con una casa madre, una capital, y dependencias separadas.
Mediante una política de permutas y de compras, la orden se esforzó por distribuir sus establecimientos de la manera más regular posible. Se procuró crear una red muy cerrada de casas templarias, para que los candidatos encontraran sin dificultad un convento y evitar una distancia muy grandes entre el centro de explotación y sus dependencias. Pero además las necesidades militares y estratégicas llevaron con frecuencia a establecer casas en ciudades o incluso castillos. Normalmente se daba preferencia a los ejes de circulación, ya que eran lugares de paso de peregrinos, cruzados, caballos, productos y dinero, que se dirigían hacia los puertos mediterráneos.
Esta red se forma por difusión a partir de algunos centros importantes, en la mayoría de los casos siguiendo las vías de comunicación. Las sucesivas fundaciones determinan un remodelado incesante de la organización general de las encomiendas templarias. Esta división en zonas y flexibilidad de la organización favorece la realización de los objetivos del Temple: la movilización rápida de los recursos materiales y humanos de la orden en socorro de Tierra Santa.
5.3. La vida en la encomienda
Los templarios no creaban una encomienda hasta reunir los bienes suficientes para obtener un excedente utilizable en Tierra Santa. Pero la encomienda debía ser además un centro de vida, capaz de irradiar, sobre una región, de atraer las vocaciones. La actividad guerrera también jugó un gran papel en estas casas; prueba de ello son el número de armas encontradas durante la confiscación y años posteriores. Los templarios debían ejercer alguna de las actividades realizadas en la encomienda, nunca debía permanecer ocioso. Podía ocuparse de las armas, los caballos, mandar efectuar reparaciones… Este carácter militar de la orden va dar un lugar privilegiado en al orden al hermano herrero.
El personal de la encomienda era más o menos numeroso en función de al importancia de ésta, pero también de acuerdo con las misiones que le están asignadas. El hermano sargento, junto a dos hermanos, era el que ejercía el cargo de preceptor de sus miembros. Además con ayuda de un cillerero administraba los bienes de la orden. Este cargo nunca fue ejercido por un especialista administrativo o economista. La rotación rápida de los hombres en los diversos puestos directivos fue siempre el sistema preferido por el Temple. El preceptor también era el jefe de la comunidad religiosa y debe velar por el respeto de la regla.
El servicio divino ocupa una parte bastante importante de la vida diaria. La regla prevé el caso de que los templarios no puedan celebrar el servicio divino porque sus obligaciones militares se lo impiden. Por ello los hermanos tienen que conducirse como religiosos y seguir los oficios, recitar salmos y padrenuestros en las horas canónicas.
La importancia del servicio religioso hacía que todas las encomiendas disponían de un lugar de culto, una capilla dentro del mismo edificio o una edificación autónoma situada en las proximidades del convento. Estas capillas estaban destinadas a las necesidades espirituales de los miembros de la orden celebrando en ellas el culto los hermanos capellanes. La decoración esculpida de las capillas es rudimentaria y se ha evocado la influencia del Cister, hostil a toda decoración suntuosa. Con frecuencia las paredes eran pintadas con formas geométricas, flora estilizada, líneas y ganchos. Los templarios abren fácilmente las puertas de sus iglesias a los vecinos, con gran prejuicio para los párrocos que ven alejarse así a sus feligreses, con los recursos que estos les proporcionan. De esta forma las órdenes militares van a contribuir a modificar la red parroquial.
Toda encomienda se propone en primer lugar bastarse a sí misma. En todas ellas se cultivan cereales y se crían cerdos. Sólo el excedente toma el camino de Tierra Santa. Claro que las necesidades de ésta, orientaban la producción.
Los templarios realizaban dos comidas diarias, a excepción de los periodos de ayuno, en las que no hace más que una. Sien embargo el preceptor podía autorizar una tercera comida. Estas comidas transcurrían en silencio como en todas las comunidades monásticas.
Los templarios tuvieron la obligación de dar limosna y practicar la caridad, lo mismo que la hospitalidad. Su ideal nos e limitaba a combatir, sino que consistía en conducirse a diario como pobres caballeros de Cristo. Hacer voto de pobreza significa también ayudar a los pobres.
6. Críticas y defensa de la nueva vocación religioso-militar
Las órdenes militares tuvieron que sufrir numerosas polémicas, sobretodo el Temple, debido a su carácter militar. Estas reacciones procedían de las clases dirigentes eclesiásticas, pero también dentro del mismo instituto se comenzó a dudar sobre la validez de su actividad. Esto se debe a la idea de que la actuación en el mundo impedía el camino hacia la perfección religiosa que sólo la vida contemplativa podía asegurar. Pero esto ya ocurría en los primeros tiempos de la Orden mientras Hugo de Payens permanece en Occidente (1127-1130). La derrota en la primera intervención militar templaria acabará por minar los ánimos de los templarios que no pasaban por uno de sus mejores momentos. Estos se encontraban sumidos en una crisis de conciencia que aumenta ante la ausencia de noticias de Occidente. Dudaron de la legitimidad de su actividad guerrera y lamentaron no disponer de tiempo suficiente para dedicarlo a la oración. Incluso dentro de la Iglesia muchos veían en la milicia de Cristo una perversa monstruosidad. San Bernardo demuestra que la vida de oración puede encontrar alimento en los mismos lugares en que cumplen su servicio.
La Iglesia también intentará solucionar esta crisis dando una connotación religiosa a las prácticas guerreras, convirtiéndolas en el camino alternativo de perfección y poniendo por tanto a las órdenes militares al mismo nivel que el monacato tradicional. Este nuevo pensamiento fue sintetizado por Hugo de Payens en la idea de que ni el hábito ni el lugar condicionaban la intensidad de una vivencia religiosa. El único requisito para alcanzar la perfección era la voluntad de acceder a la cúspide espiritual dentro del estado y actividad en que cada uno se encontraba.
Sin embargo estas nuevas ideas no sirvieron para aplacar las quejas de los templarios. Los estratos templarios más bajos, con frecuencia criticaron su situación de alejamiento de los beneficios espirituales por realizar gran parte de los trabajos. Es así como surge la idea de que la fraternidad les hacía partícipe de estos bienes en igualdad.
Para disipar críticas y dudas y fortalecer nueva Orden, Hugo de Payens pidió a san Bernardo que profundizara por escrito en estos temas. La respuesta de San Bernardo a Hugo de Payens quedó plasmada en la sermo exhortatiorus ad milites Templi, que se constituyó como una defensa de la institución templaria. Critica la milicia secular manifestando su injustificación por proceder del pecado y generar pecado. Mientras que defiende la dedicación armada a Cristo, por la cual el asesinato dejaba de ser un crimen. El caballero, no sólo no ha de temer la muerte, sino que debe desearla, ya que su salvación es más segura si le matan que si mata. Morir en combate daba al cristiano la salvación. Admite, pues, la existencia de dos vías para alcanzar Jerusalén, a la vez ciudad terrestre y ciudad celeste: la guerra santa, el retiro monástico.
Por tanto las afirmaciones bernardinas constituyeron una crítica indirecta que castigaba las quejas de los miembros y disipaba sus dudas.
7. Relaciones con los poderes locales y crisis en el reino de Jerusalén
Con frecuencia los templarios mantuvieron enfrentamientos con el clero secular de Tierra Santa por la cuestión de las exenciones y privilegios concedidos por el papa. Pero aún más complejas fueron las relaciones con los poderes laicos, en gran medida por la tendencia del Temple a ganar autonomía con respecto a éstos. Para evitar conflictos algunos estados hicieron concesiones exorbitantes al Temple, lo que convertía a la orden en una potencia autónoma y libre de fijar su política exterior. Estas concesiones reflejan la incapacidad de asegurar una defensa propia. Sin embargo no ocurre lo mismo en Jerusalén donde el rey ejerce todavía su poder plenamente y puede asegurar su defensa. De esta manera vemos como en el interior del reino existe un poder fuerte, capaz de imponerse a las órdenes militares. No obstante la monarquía jerosomilitana nunca pudo suprimirlas, ya que el papado no lo permitió.
Esta combinación de poderosas órdenes militares y una fuerte realeza era perfecta para salvaguardar los estados latinos. Sin embargo tras la muerte de Almarico I (1174), rey de Jerusalén, y la de su hijo Balduino IV (1185), comenzará una crisis política que la acción de Gerardo de Ridefort transformará en catástrofe. Esto provocará que poco a poco Saladino vaya apoderándose de todo el reino. Plazas fuertes y ciudades, privadas de defensores caerán sin oposición. Tras la rendición de Jerusalén todos los habitantes serán liberados a cambio de un rescate. Los refugiados del reino se dirigirán a Tiro y resistirán, hasta que finalmente Saladino se rinda en el año 1187. El reino continúa vivo.
Los francos recuperarán Jerusalén de 1229 a 1244. Pero hubo que esperara hasta 1243 para que los templarios recuperasen, aunque de manera simbólica, su antigua casa presbiterial. La nueva había sido transferida a Acre y allí permaneció hasta el fin del reino de Jerusalén.
8. El Temple en el s. XIII ¿Corrupción de su misión?
En el s. XIII la situación de los Estados latinos se vuelve dramática. La presión de occidente se vuelve cada vez más fuerte, sin que esto aporte una solución a los problemas de Tierra Santa. Los grupos rivales se enfrentan y se desgastan entre sí frente a un mundo musulmán que no conserva nunca su unidad. En este caos la única fuerza organizada va a ser las órdenes militares. En efecto, su poder aumenta, pero a costa de dejar sus mejores fuerzas en el campo de batalla, de perder grandes cantidades de dinero en defensa… Sin embargo pronto se van a convertir en el blanco de todas las críticas. Críticas dirigidas a su actuación en las finanzas, al cumplimiento de su misión…
Con frecuencia las órdenes militares pusieron a sus miembros al servicio de de los Estados. Así por ejemplo los maestres del Temple y el Hospital van a actuar como fiadores en Francia y Normandía; como consejeros del rey de Francia y del rey de Inglaterra; como embajadores… Pero sobre todo los poderes laicos y eclesiásticos van a utilizar a los templarios en el dominio de las finanzas. Los templarios se van a convertir en los depositarios de enormes cantidades de riqueza y en prestamistas. Además en algunos estados europeos actuaron como directores de las finanzas reales.
Las órdenes también se van a convertir en las encargadas de surtir de hombres, medios y dinero, de manera constante a aquellas regiones de la cristiandad cuya población se estanca o disminuye. Además van a ser las depositarias de la idea de cruzada y de la idea de guerra permanente contra el infiel. Por ello la incapacidad de los Estados latinos de mantener fuerzas militares en dos frentes va a provocar que con frecuencia recurran a los templarios. De esta forma la vida de los templarios estará marcada por batallas, incursiones, marchas… Sin embargo no podemos aceptar la imagen de las órdenes militares como aliadas naturales de los cruzados occidentales, contra los latinos de oriente.
No obstante esta situación tan favorable no va a durar siempre. Durante la segunda mitad del s. XIII el Estado monárquico intentará recuperar sus derechos y disminuir los privilegios de las órdenes militares. Es así como a finales del s. XIII la situación para las éstas comienza a volverse casi insostenible. Los Estados monárquicos causan demasiadas preocupaciones la Temple y a las órdenes internacionales, sobre todo en el terreno financiero.
Pero además los templarios van a sufrir un duro golpe cuando, tras la caída de Jerusalén (1187) bajo el poder musulmán, el fin de la cruzada se desvíe y se utilice para todo. Las corrupciones y desviaciones del espíritu de cruzada van a provocar serias críticas contra el papado, que ahora pierde su prestigio y su crédito. Pero más directamente se va a criticar a la cruzada ya su ideología. Es así como aparecen diversas corrientes entre las que destaca la corriente pacifista, desarrollada sobre todo entre las órdenes mendicantes. Van a propugnar la misión y la predicación pacífica como único medio de conversión. Pero además existen otras corrientes que llegan a acusar al propio Dios, afirmando que si Dios protege a los sarracenos es porque quiere que los cristianos sean vencidos, y que por lo tanto no se puede hacer nada. Sin embargo la cruzada continuará siendo durante mucho tiempo la única respuesta posible a los problemas de Tierra Santa. Por tanto el debate se centra en cómo conseguir el éxito, no en rechazar o defender la cruzada.
Pero además de estas críticas a la idea de cruzada las órdenes militares van a tener que sufrir críticas particulares. Se les reprocha su altanería, su orgullo y su arrogancia, su avaricia, su tacañería…
Sin embargo las órdenes van a contar también con defensores. Prueba de ello son los numerosos poemas épicos que se realizaron a la gloria de las órdenes. Además muchos autores de finales del s. XIII reconocían su experiencia, su disciplina…
La impopularidad del Temple y demás órdenes militares, va a nacer entre 1239-1240 por dos razones: sus divisiones y sus sangrías, cada vez mayores de Occidente, justificadas por el aumento de gastos en Tierra Santa. Así avaricia, rapacidad, derroche y avidez, se convierten en los rasgos característicos de las órdenes en Occidente. Los templarios ante esto van a defender a la orden subrayando sus dificultades financieras: falta de armas, caballos, hombres… Además muestran la importancia de sus recursos de Occidente para satisfacer las necesidades de Oriente: pago de tributos y rentas, rescate de prisioneros…
9. La caída del Temple
A partir de el año 1305 van a comenzar a circular rumores sobre el Temple relacionados con al herejía, al idolatría, la sodomia… Parece que dichos rumores nacieron en la región de Agen y que fueron extendidos por un tal Esquieu de Floyran, prior de Montfalcon. Será cuando estos lleguen a oídos de Jaime II, rey de Aragón, cuando los consejeros del rey abran el expediente del Temple. Jacobo de Molay, maestre del Temple decide entonces adelantarse y pedir al papa Clemente V la apertura de una investigación para liberar a la orden de las acusaciones deshonrosas que se formulan contra ella. Sin embargo la convicción del rey ya está determinada, lo mismo que su objetivo: suprimir el Temple.
Pero además otro tipo de rumores van a llegar a oídos del rey francés, Felipe el Hermoso. Se acusa a los templarios de renegar a Cristo, de escupir sobre la cruz, de realizar gestos obscenos durante la admisión en la orden, de entregarse unos a otros… Es por ello que el rey dará la orden de detener a todos los templarios del reino, para ser juzgados por la Iglesia, y de confiscar sus bienes. La operación fue todo un éxito, muy pocos escaparon a la redada y aún así, éstos fueron capturados más tarde. No obstante esta política no fue bien acogida fuera del reino. Clemente V sabedor de que este asunto está juzgando la autoridad pontificia, va a intentar bloquear el procedimiento expeditivo puesto en marcha por Felipe el Hermoso y recuperar la iniciativa. Por ello decide controlar el mismo el procedimiento. De esta forma el 22 de noviembre el papa ordena la detención de todos los templarios y la puesta de sus bienes bajo la tutela de la Iglesia. Sin embargo se necesitaron nueve meses para que la orden del papa fuese aplicada en toda la cristiandad.
Las acusaciones comenzarán a tomar cuerpo a partir de las primeras confesiones obtenidas:
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Los templarios niegan a Cristo, al que califican de falso profeta. Escupen sobre la cruz, la pisotean, orinan sobre ella…
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Adoran ídolos que ponen en el lugar del Salvador.
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No creen en los sacramentos, y los sacerdotes de la orden “olvidan” la fórmula de la consagración durante la misa.
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Los maestres y los dignatarios de la orden absuelven a los hermanos de sus pecados.
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Se entregan a prácticas obscenas y a la homosexualidad.
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Están obligados a contribuir al enriquecimiento de la orden sin importar el medio.
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Se reúnen de noche, en secreto; toda revelación sobre los capítulos se castiga severamente, incluso con al muerte.
Las confesiones procedían en su mayoría de personas de mediana edad y que eran normalmente sargentos y hermanos de oficio. Casi todos firmaron las acusaciones formuladas contra su orden. Todos confiesan cualquier cosa, pero es obvio que fueron decisivas para la continuación del proceso. Estos templarios fueron torturados mediante el aislamiento, el régimen a pan y agua, humillaciones, malos tratamientos… de manera que tras unos días estos “confesaban”. El mérito del proceso consistió en transformar en hereje al enemigo. Algo que se entiende si analizamos un trasfondo cultural en el que la herejía desencadena el pánico entre la población. Es por ello que debemos observar como todas las acusaciones se refieren a cosas conocidas, inmediatamente accesibles a la mayor parte de la población. Así por ejemplo la negación de la cruz y del sacrificio de Cristo recuerda a las prácticas de los cátaros y se refiere a la religión musulmana.
La realidad es que todos estos cargos contra los templarios forman un todo coherente, encaminado a desacreditar la orden, emparentando sus prácticas con las de los herejes y presentando pruebas de la perversión total por el Islam. Sin embargo aunque en un principio este mecanismo pueda parecer perfecto, éste se agarrota.
De esta manera el papa Clemente V ha recuperado la iniciativa. Felipe el Hermoso que no se rinde intentará movilizar la opinión del reino mediante la difamación. Es así como en Francia se van a publicar libelos anónimos en los que se acusa al papa de favorecer la herejía. Esto hará que finalmente Clemente V acabe cediendo y confíe a los concilios provinciales la misión de juzgar a los templarios como personas, basándose en el informe de las comisiones diocesanas. Pero el papa se va a reservar el juicio de los dignatarios de la orden. Los bienes del Temple se pondrán al servicio de la cruzada.
Las investigaciones episcopales empiezan en Francia a mediados de 1309. En los interrogatorios se aplicará de nuevo la tortura, que sería aplicada por un verdugo clérigo, a la manera habitual y sin excesos.
Al mismo tiempo que se llevan a cabo estas investigaciones se va a desarrollar una encuesta sobre la culpabilidad de la orden, dirigida por la comisión de los ocho. Cuando la comisión se reúne por primera vez ningún templario se va a presentar a defender a la orden. Poco a poco irán apareciendo miembros de la orden como Jacobo de Molay dispuestos a defender al Temple. De esta forma hacia el año 1310 unos quinientos hermanos estaban dispuestos a defenderla también. Es así como la defensa se vuelve cada vez más firme y más argumentada, con lo que la situación se vuelve alarmante para Felipe el Hermoso. Por ello el rey, para atemorizar a los defensores de la orden, procederá a quemar en la hoguera a un buen número de templarios. En los días siguientes, los pocos que comparecen balbucean y pronuncian palabras incoherentes, hasta que finalmente los templarios renuncien a defender la orden. El miedo es tal que confiesan todo lo que quiere que confiesen, llegando a contradecirse.
La comisión se cerrará el 26 de mayo de 1311 con un acuerdo entre el rey y el papa, y el 16 de octubre se abre el concilio. Pero a finales de octubre siete templarios van a irrumpir en el concilio para defender la orden y afirman la existencia de unos dos mil hermanos que como ellos están dispuestos a luchar por la inocencia del Temple. El rey tomará cartas en el asunto y el 20 de marzo anuncia su llegada a Viene, acompañado por su ejército. El papa asustado publica la bula Vox in excelso donde se declara la abolición del Temple. Pero ¿qué pasa con los templarios? Para solucionar esto se publica la bula Considerantes dudum que los inocentes o aquellos que después de confesar se hubieran reconciliado con la Iglesia, recibirían una pensión y podrían residir en las antiguas casas de la orden o en un monasterio y que sus votos seguirían siendo válidos. Sin embargo algunos de éstos se corrompieron y se casaron. Además algunos disfrutaron de unas pensiones demasiado altas. El papado pidió una mayor vigilancia por parte de las autoridades y que se disminuyeran las pensiones. Por su parte los que habían negado fueron perseguidos con todo rigor. Por último, los cuatro dignatarios encarcelados en París corrieron peor suerte. Charney y Molay fueron quemados en la hoguera; Pairaud y Gonneville terminaron sus días en prisión.
9.1. ¿Inocente o culpable?
Ante todo debemos decir que el procedimiento contra los templarios, no es un proceso criminal ordinario, ya que no se propone descubrir la verdad, sino convertir a un sospechoso en culpable. Los comisarios interrogarán a los templarios hasta que se les saque la verdad, y les prometerán el perdón si vuelven a la Iglesia. Sin embargo no por ello debemos pensar que todos los templarios eran inocentes, puesto que conocemos casos en los que algunos miembros no respetaron sus votos de pobreza, castidad y obediencia. Tomadas una a una, ninguna de las acusaciones presentadas contra el Temple es falsa. Siempre se encontraría un templario sodomita, un templario avaro, un templario violento, un templario que un día de gran cólera, hablase imprudentemente sobre la fe. Por lo demás numerosos artículos de la regla están dedicados a la represión de esas faltas y delitos, prueba de que existen. Por consiguiente, ninguna de las acusaciones tomada de manera aislada significa nada. Sólo analizando los motivos de Felipe el Hermoso se llega a una explicación racional de la cuestión del Temple.
Felipe el Hermoso pasó todo su reinado buscando dinero, por lo que utilizó todos los medios, todas las presiones para imponer tasas y décimas al clero, para sangrar a los judíos, los usureros… Es por ello que su batalla contra el Temple tuvo un doble objetivo: encontrar dinero y ajustar sus cuentas con el papado. Sin embargo lo curioso es que el rey y sus consejeros estaban totalmente convencidos de la culpabilidad de los templarios. Realmente se consideran los campeones de Cristo combatiendo contra el demonio. El rey consideraba que los crímenes, la herejía y las depravaciones de los templarios habían roto la unidad de la Creación. Los templarios han puesto en duda su lugar en la Creación, por lo que deben ser eliminados.
Por otro lado el Temple y el Hospital no dejan de ser órdenes independientes y poderosas bajo la autoridad del papa. Así que para debilitar el poder de Bonifacio VIII Felipe el Hermoso se atrevió a atacar los instrumentos potenciales de éste. Además las órdenes militares internacionales constituían un obstáculo para el desarrollo de las monarquías centralizadas; no hay lugar para ellas en el Estado moderno; deben someterse; incluso desaparecer. El Temple fue el chivo expiatorio. Si bien, el proceso de supresión del Temple no tomó el exactamente el cariz que el rey deseaba, lo cierto es que logró acabar con la orden.
10. Aspectos que se podrían seguir investigando
Como dijimos al inicio la documentación sobre el Temple es extensísima. El problema es averiguar su veracidad. Esto se debe a la multitud de leyendas que aparecieron ya desde su nacimiento y a la multitud de añadiduras que se han ido haciendo a los largo de los siglos para utilizarlas según la coyuntura del momento. En mi opinión es un tema que se ha estudiado profundamente, ya que hoy conocemos multitud de datos sobre la vida de los templarios, la labor que ejercían, sus símbolos, quienes formaron parte de la orden. Sin embargo pienso que existen temas sobre los que se ahondado poco. Me refiero por ejemplo a su origen. Es cierto que tenemos una idea medianamente buena de cómo surge el Temple, pero respecto a la cronología todavía existen dudas como si su origen es en el año 1118 ó 1119.
Además conocemos poco sobre los nueve miembros que inician la orden y que en mi opinión constituyen un aparte importantísima del transcurso de la orden; ya que son estos primeros templarios los que darán forma a la orden durante su existencia y quienes crean las bases de al misma. Si bien conocemos la procedencia de éstos, apenas tenemos una vaga idea de las circunstancias o fines que les impulsaron a formar un grupo que carecía de rasgos definidos como la organización, o unas normas establecidas sobre las que pudieran guiarse. Es por ello que me parece un aspecto curioso conocer más sobre estos primeros miembros y que buscaban en la orden templaria.
Aunque se han hecho estudios sobre las relaciones entre las órdenes militares, me parece que todavía existen serias lagunas sobre el tema. Es cierto que disponemos de algunos datos que prueban la unión de órdenes como el Temple y el Hospital cuando se trata de combatir al infiel, pero creo que se debería hacer una investigación más profunda sobre las relaciones de las órdenes militares en su vida más cotidiana.
Por último, y creo que se trata de un aspecto bastante curioso, sería averiguar que pasó exactamente con los templarios que sobrevivieron a la caída del Temple. Aunque disponemos de datos suficientes para formarnos una idea sobre el tema, creo que todavía se deben estudiar algunos aspectos sobre la suerte que corrieron estos supervivientes. Pero sería aún más interesante conocer que expectativas tenían los templarios sobre su futuro, tras la caída del Temple. ¿Pensaban qué era el final o que podrían volver a resurgir? ¿Qué harían y a dónde irían?
Todas estas cuestiones son temas que a pesar de que el Temple se haya estudiado con insistencia podrían seguirse investigando. Es posible que se llegasen a conclusiones muy interesantes o que cambiase incluso nuestra percepción sobre las órdenes militares y en concreto sobre el Temple.
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Bibliografía
DEMURGER, Alain, Auge y caída de los templarios (1118-1314). Ed. Martínez Roca, Madrid, 1985.
GARCÍA-GUIJARRO, Luis, Papado, cruzadas y órdenes militares.
15
Quema de templarios en Francia
Sello templario
Uniforme templario
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Enviado por: | Cristina Muriel |
Idioma: | castellano |
País: | España |