Biografía


Simón Bolívar


Biografía de Simón Bolívar

"El hombre que Hoy, con toda justicia, es conocido en el mundo entero como el Libertador, nació en Caracas el 24 de julio de 1783. Su ciudad natal, capital entonces de la Capitanía General de Venezuela, provincia del Imperio Español, sería en 1810 la matriz del movimiento independentista hispanoamericano. El recién nacido, cuarto ástago del matrimonio formado por el coronel Juan Vicente Bolívar Ponte y doña María de la Concepción Palacios Blanco, criollos ambos, fue bautizado en la Catedral con los nombres de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad. Pero la historia lo llama Simón Bolívar, el Libertador. Su ejemplo, su acción, su pensamiento - su legado, en suma - están más vigentes que nunca. Pues él actuó, sintió, reflexionó y escribió para su época, y también para la posteridad.

A su paso por la aldea de Pucará, en el Perú, un abogado de origen incaico, José Domingo Choquehuanca, le había dirigido una arenga profética el 2 de agosto de 1825 que concluía así: "Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina". Hasta el Potosí fueron a buscarle en octubre de aquel mismo año los agentes diplomáticos de Buenos Aires, a fin de solicitar su apoyo en el conflicto bélico que enfrentaba al Río de la Plata con el Imperio del Brasil. Bolívar había cumplido apenas 43 años. El 26 de octubre de 1825 ascendió hasta la cima del cerro del Potosí, tesoro de España en América, y desde allí lanzó una vibrante proclama que era como la culminación de todo lo que había ofrecido desde su juramento en Roma, hecho 20 años antes, y ratificado luego tantas veces, en las playas de Barcelona, en las selvas de Guayana ... Él sabía a dónde quería ir, y llegó allí, al sitio de su máxima glorificación. El Nuevo Mundo antes español era libre. En un gesto simbólico, por aquellos mismos días, Bolívar se afeitó definitivamente su poblado bigote.

Para llevar a cabo sus vastos proyectos de reforma sociopolítica, el Libertador cuenta ahora con Simón Rodríguez, quien se ha vuelto a reunir con él. Bolívar, en su madurez creadora, busca de nuevo el apoyo de su antiguo maestro y amigo. Ambos asp i r a n a una profunda transformación de las sociedades americanas, mediante una educación para la democracia y el trabajo ennoblecedor, basada en las realidades humanas, geopolíticas y económicas del Nuevo Mundo. Pues para ellos - y para hombres como Gual, Revenga, Vargas, Mendoza, Sucre, Bello...- la independencia sellada por las armas en Boyacá, Carabobo, Pichincha, Junín y Ayacucho no era sino el primer paso en la marcha de América Latina hacia la plena auto-determinación: no bastaba con ser independientes de España, era necesario ser también libres; y para ello existían dos palancas, como el propio Bolívar lo había expresado en el Discurso de Angostura: el trabajo y el saber.

Pero los sueños se desvanecieron; y los proyectos se transformaron en utopías para que futuras generaciones las hiciesen realidad.

En abril de 1826, una revolución acaudillada por el general Paéz, la Cosiata, había estallado en Venezuela. Bolívar regresa de ese año al suelo natal por la vía de Bogotá y logra restablecer la paz, evitando los horrores de la guerra civil, en enero de 1827.

Durante los seis primeros meses de 1827, que Bolívar pasó en su ciudad natal, no sólo logró establecer la paz y la armonía al detener la marcha hacia la guerra civil, restaurando al mismo tiempo el sentido de la autoridad y el orden público, sino que se enfrentó también a la tremenda crisis económica que entonces atravesaba Venezuela, consecuencia de la bancarrota de unos bancos ingleses donde estaban depositados parte de los fondos del Estado Gran Colombiano, y de una crisis económica mundial. Se esforzó por poner orden en la hacienda pública, lograr que los deudores pagasen lo que debían al gobierno, y combatir la corrupción, en lo cual tuvo dos muy eficaces colaboradores en Cristóbal Mendoza y José Rafael Revenga. Junto con este último y con el Dr. José María Vargas, eminente médico venezolano, quien fue nombrado Rector de la Universidad de Caracas, se renovó la estructuras de esta institución, transformándola de colonial a republicana, y abriéndola a todos los jóvenes deseosos y capaces de estudiar.

Pero las fuerzas de la disociación predominan sobre la tendencia hacia la unidad; las mayorías se dejan arrastrar por sus pasiones. Bolívar se distancia cada vez más del vicepresidente de la República, Francisco de Paula Santander, quien desde Bogotá le hace una oposición despiadada. Una Convención reunida en Ocaña se disuelve sin haber logrado reorganizar la República, pues los diversos partidos están en total desacuerdo.

Bolívar, aclamado dictador en Bogotá, acepta el mando para tratar de salvar su obra, y es víctima allí de un atentado contra su vida, el 25 de septiembre de 1828. Su sangre fría, el valor de los edecanes, y la presencia de espíritu de Manuela Sáenz le salvan la vida en tan triste ocasión.

Poco después, ha de ponerse en campaña para enfrentar la invasión de los peruanos en el sur de la República y permanece en el Ecuador durante casi todo el año de 1829. En su ausencia, el Consejo de Ministros proyecta establecer una monarquía en Colombia, pero Bolívar rechaza con energía toda insinuación al respecto, y reitera su antigua divisa: "Libertador o muerto".

A comienzos de 1830 está de nuevo en Bogotá para instalar el Congreso Constituyente que se espera podrá salvar la unidad de la Gran República. Pero Venezuela se agita de nuevo, y se proclama Estado Independiente. La oposición crece y se fortalece en toda partes. Bolívar, enfermo y agotado, renuncia a la Presidencia y marcha a la costa con el propósito de viajar a Europa. El asesinato en Berruecos del General Sucre, quien hubiese podido ser el continuador de su obra, y el rechazo de quienes entonces gobiernan en Venezuela, le afectan profundamente.

La muerte, misericordiosa, le sorprende en San Pedro Alejandrino, una hacienda cercana a Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Su última proclama, firmada el día 10, después de haber recibido los auxilios espirituales de un sacerdote, es un elocuente testimonio de su grandeza, de su desprendimiento y de la rectitud de su espíritu. Es, también, y sobre todo, un legado donde señala rumbos hacia el futuro.

Extracto del libro de: Pérez Vila, Manuel; El Legado de Bolívar; 1989; Academia Nacional de la Historia.

 




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Enviado por:Ruth Ojeda
Idioma: castellano
País: Colombia

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