Literatura
Siglo de Oro
ÍNDICE
Introducción
A pesar de que hoy en día puedan haber personas que compaginen una vida dedicada al ejército con la afición a la escritura, se nos antoja que difícilmente llegarán a ser estudiadas en el futuro de una manera tan intensa como lo son los autores con el mismo oficio que vivieron durante el Siglo de Oro en España.
En nuestro mundo actual parece existir una barrera psicológica que nos impide llegar a relacionar estos dos campos de actividad del hombre. O alguien se dedica a escribir poesía, o dedica su vida al mundo castrense. En nuestra sociedad actual la literatura tiene tales connotaciones pacifistas que hoy poca gente estaría de acuerdo con Cervantes cuando éste afirma en el Quijote que “la paz es el verdadero fin de la guerra (…) y que en esto hace ventaja al fin de las letras”.
Por supuesto no podemos comparar la sociedad actual, aun en la misma España, con la de hace cinco siglos. Los esquemas sociales han cambiado y eso lo vemos, entre otras cosas, en el tema que aquí nos va acupar.
La relación que por aquel entonces existía entre las armas y las letras es algo fácil de constatar, es un tema que siempre nos lo encontramos cuando fijamos nuestra atención en la época literaria del Siglo de Oro. Pero ¿por qué?. ¿Por qué dos terminos que parecen tan antagónicos para nosotros forman una unidad temática en nustro Renacimiento?, ¿en qué se diferenciaba España de Italia para que en la península se diese ese fenómeno?.
Tanto el tema como el llegar a profundizar en las diferencias entre paises es algo que daría para poder llenar toda una biblioteca . Vamos a tratar de ser aquí más humildes y en pocas páginas intentar explicar cómo se llega a ese relación entre las armas y las letras partiendo de los antecedentes históricos del Renacimiento en España y dando algunos ejemplos literarios que nos ayuden a entender mejor esa “rara” combinación.
Reinado de los Reyes Católicos
Para llegar a entender mejor el tema que nos preocupa, habremos de retroceder unos años y situarnos al principio del reinado de los Reyes Católicos.
Es con la llegada al trono de estos monarcas, en la segunda mitad del siglo XV, cuando España consigue su unidad política entrando de lleno en lo que hoy en día se conoce como Estado Moderno (“todos debajo de un mismo señorio”). Y eso es así porque son ellos los que unifican, con su matrimonio, los reinos de Castilla y Aragón.
Lo realmente importante para nuestro estudio es observar cómo esta unidad, en parte, es producto de la victoria definitiva que se consigue sobre los árabes, dando por acabada la Reconquista. Este es un dato importante por la incidencia que va a tener en los años venideros en el subconsciente de los españoles, y por tanto, en la política de los monarcas : por un lado, porque supone la derrota del «infiel», y por otro, por la victoria militar después de tanto tiempo de luchas fronterizas. Veamos estos dos puntos con más detalle :
En cuanto a la derrota del “infiel”, ciertamente no es casualidad que los reyes españoles hayan pasado a la historia con el apelativo de “católicos”. Este sentimiento religioso va a marcar profundamente la política interior española de cara al futuro. El decreto de expulsión de los judíos de 1492, y más tarde, el de los moriscos en 1502, junto con el poder que va a obstentar la Inquisición, nos llevará a una “intromisió” del estamento eclesiático en la política a tal nivel que a partir de ese momento es realmente difícil determinar cuál de los dos poderes, el político o el religioso, va a ejercer el control del Estado. No es ésta una cuestión de segundo orden. Y no lo es, por dos motivos principalmente:
En primer lugar por el daño que se va a causar a la economía productiva del país con la expulsión, o con la represión, de estas dos castas. Los judios representaban la nueva mentalidad económica que se estaba imponiendo en paises como Italia o los Paises Bajos como consecuencia del cambio de estructuras sociales que traía consigo una nueva visión capitalista del comercio; cuando en Italia se estaba abandonando el trueque como forma de intercambio característica de la Edada Media, y con ello se favorecia la aparición de una burguesía mercantil, en España se perseguia la concesión de prestamos bancarios por suponer ésta una forma de usura.
Por otro lado, con la expulsión de los árabes, España se queda sin la mano de obra especializada que esta casta demostró tener (el sistema de regadíos del levante peninsular es quizás el ejemplo más representativo). La consecuencia directa a nivel económico es que la economía seguirá dependiendo en gran medida de la agricultura en régimen de latifundismo, es decir, se estanca en la Edad Media.
Bien es verdad que en un primer momento éste no será un problema demasiado acuciante ya que a partir del descubrimiento de América las arcas del Estado se llenarán con el oro y la plata que de allí se extraigan, pero a medio y largo plazo, esos ingresos procedentes del Nuevo Mundo serán del todo contraproducentes al crear una dependencia económica y un espíritu “gandul” generalizado que más tarde el país pagará caro.
Ya hemos visto, de forma resumida, las consecuencias económicas que se desprenden del fin de la Reconquista con la expulsión del país de dos de las tres castas que convivían hasta entonces. Y esto nos lleva directamente a un segundo punto de reflexión que ya hemos apuntado más arriba: las repercusiones sociales de este dominio religioso, mejor dicho, de este sentir religioso que aquí se inicia y que marcará el devenir de España en los siguientes años.
En efecto, con esta victoria, la cristiandad no se dará por satisfecha y ahora de lo que se trata es de salvaguardar con celo esa primacia. Para ello se valerá de la Inquisición.
Es éste, el de la Inquisición, un tema amplio y de sobras conocido que, entre otras cosas, es el responsable de la Leyenda Negra que se nos atribuye a los españoles. No nos interesa aquí dilucidar si fue, o no, tan cruel la Inquisición en España como dicen, no es éste el tema de este trabajo. Lo que nos interesa resaltar es la influencia que ésta tuvo en la política de los RRCC y en la posterior del el Emperador Carlos I.
Como señala F. Varela Iglesias “no es la Inquisición una institución típicamente española, aunque la tradición convierte a España en el país inquisicional por exelencia” y es que fue en España donde más tiempo duró como consecuencia del cuidado que puso la religión católica de conservar su primacia ( la última victima del Santo Oficio data del siglo XIX en tiempos de Fernando VII). A ello contribuyeron los monarcas desde un principio de forma decisiva, ya que la solicitud a Roma de una bula especial para poder organizar la Inquisición en la península sin necesidad de someterla a la autoridad del Papa la convierte en un instrumento represor que se escapa al control de la jerarquía eclesiástica del Vaticano. De hecho, la “efectividad” que mostró durante esos años la Inquisición en los dominios de la Corona provocaron la protesta del Pontífice que en una carta remitida a los RRCC muestra su arrepentimiento por haber decretado la bula especial, anuncia la destitución de los inquisidores y dicta, nada menos, que un indulto total sobre las heregías. La carta de respuesta que recibe por parte del rey Fernando es del todo significativa:” …Su Santidad tiene un deber con la Inquisición. Pero si acaso hubiere hecho concesiones, no pienso permitir que surtan efecto. Tenga cuidado, por lo tanto, de no permitir que el asunto vaya más lejos y de revocar toda concesión…”.
Como vemos, el monarca se muestra “más papista que el Papa” y eso nos da una idea de cuál va a ser el papel desempeñado por la Inquisición, a partir de ese momento, y hasta bien entrado el siglo XVIII en la política nacional e internacional de España (lo veremos más adelante cuando hablemos de Carlos I).
Importante sería señalar la importancia que toma a partir de este momento el concepto de la “limpieza de sangre” (se entiende que sangre cristiana no mezclada ni con morisca, ni con judía). Será éste un tema recurrente dentro de la sociedad española (en la literatura de la época se encuentra por doquier) y servirá para diferenciar dentro de ella a los ciudadanos de primera clase, es decir, a los “cristianos viejos”, a los que no tienen mezcla de sangre, de las otras castas, de aquellos que tienen antepasados no católicos y que serán siempre objeto de sospecha con el peligro que ello conllevaba.
Para finalizar por el momento con este aspecto de la sociedad española de entre siglos, habría que volver a apuntar otro paralelismo con Italia: como indica Burckhardt “en Florencia podía vivirse en un principio con fama pública de incrédulo si no se atacaba a la Iglesia”. Por eso son los españoles los inventores de lo que se conoce como Monarquía Católica.
Ya hemos visto los aspectos sociales que se deducen del fin de la Reconquista a nivel económico y religioso. Pasemos ahora a analizar el aspecto militar de los hechos para después tener una visión global de lo que será el punto central de nuestro tema, es decir, la relación existente entre las armas y las letras en nuestro Siglo de Oro.
Si el aspecto religioso es importante en el reinado de los RRCC, no menos lo será el militar ya que serán precisamente estos monarcas los que crearán los primeros ejércitos reales o nacionales al servicio del Estado y no de la nobleza o de las órdenes militares. De esta época datan los primeros reclutamientos y se crean los primeras tropas a sueldo.
Es precisamente en la guerra de Granada donde se estrena este ejército moderno en el que influye de manera decisiva la aparición de la pólvora y del cañón.
El papel decisivo que desempeña el ejército en la guerra contra los árabes, y más tarde en el descubrimiento de América, hará aumentar la creencia en España de que mediante el uso de la fuerza, como corresponde a lo que empieza ya a ser una gran potencia mundial, se pueden conseguir fácilmente éxitos a nivel internacional. De hecho así será al menos durante el reinado del Emperador Carlos I y explica, en parte, el gran protagonismo que desempeñará la milicia dentro de la sociedad española.
Veamos lo que se desprende de lo anteriormente dicho: En los primeros años del siglo XVI nos encontramos con una España que ha conseguido una unidad territorial, que posee ya una administración que se puede considerar dentro de los parámetros del Estado moderno, que se está espandiendo por el Nuevo Mundo y que, en pocos años, lo empezará a hacer por Europa de la mano de un jóven Emperador. Estamos a las puertas de lo que va ha ser un imperio en “donde no se ponga el sol”. No obstante, y al mismo tiempo, como consecuencia del desastre social que supusieron los decretos de expulsión de los moríscos y de los judíos y, sobretodo, de las derivaciones económicas que eso conllevó, de la fuerte implantación de la Inquisición, del predominio que aún tiene el linaje sobre la virtud renacentista como consecuencia lógica de la “limpieza de sangre”,y del prestigio que estaba tomando la carrera militar en decrimento del trabajo en el campo, observamos una Monarquía Católica que no ha sabido modernizarse, que aún funciona con los parámetros de la Baja Edad Media.
En España la estratificación social sigue siendo muy fuerte y los estamentos nobiliario y eclesiástico siguen sin pagar impuestos. Los monarcas españoles dan la espalda a la burgesía que será, en el fondo, la que impulsará en toda Europa esa nueva visión del mundo que conocemos hoy como Renacimiento.
Parafraseando a los autores de una Historia Social de la Literatura Española, la situación se podría resumir muy bien de la siguiente manera: “Castilla seguirá siendo, en pleno siglo XVI, un país agrario, pobre, pastoril y en buena medida feudal. La Inquisición que funciona desde 1480-81, domina la vida espiritual e ideológica de España, sembrando no tanto el terror como la inseguridad y la sospecha.”
Si bien es cierto que nos subimos al carro de la modernidad, es decir, del Renacimiento, con cierto retraso (cosa que por otra parte parece un mal endémico de España), la situación tampoco se podría considerar del todo desastrosa: aunque las posibilidades de la población de acceder a la cultura eran bien escasas y el porcentaje de analfabetismo era muy alto, el último año del siglo XV aparece una novela con el título de “Comedia de Calisto y Melibea” atribuida a un tal Fernando de Rojas, el mismo año del descubrimiento de América publica Antonio de Nebrija la primera gramática del castellano moderno, el cardenal Cisneros funda en 1508 la Universidad de Alcalá de Henares y, en fin, en los primeros años del siglo empieza a dar sus primeros pasos Garcilaso de la Vega.
Llegado a este punto y una vez sentadas las bases de lo que podría ser la sociedad inmediatamente anterior a la época que nos interesa, hay que mencionar un aspecto que va a ser determinante para nuestro estudio.
Es el papel desempeñado por el ejército.Éste supone una oportunidad para el pueblo llano de romper las barreras sociales. Me explico, hemos visto cómo los RRCC abren el ejército a las clases más bajas de la sociedad, de esta forma, éstas tienen ahora la posibilidad de desprenderse del yugo de la nobleza, y por medio de las gestas militares, poder optar a un ascenso en la escala social. Éste puede llegar por medio de las cartas de recomendación y de ahí que, como veremos, en los escritos (o en las biografías) de nuestros soldados poetas aparezca este tema de manera frecuente.
De esta manera vemos cómo los inicios (cuando no la vida entera) de muchos de nuestros escritores del Siglo de Oro se inicia en el ejército en busca de salida a una precaria situación social. Se puede afirmar que para hacer carrera hay que salir a los tercios.
No olvidemos que ese ascenso social es en el fondo lo que buscan esas buenas gentes. No es que nuestros escritores buscasen la fama literaria por medio del ejército, entonces no se vivía de la literatura, es que un ascenso social era mucho más importante que el ver publicada su obra. Pero eso ya lo veremos un poco más adelante al tratar de la vida de algunos de los escritores del siglo XVI.
Carlos I, continuador de una tradición
En 1517 llega a España el nuevo rey, Carlos I. Será éste el encargado de regir los territorios del Imperio (Castilla y Aragón, la isla de Cerdeña, Nápoles, Sicilia, algunas plazas al norte de África y todos los territorios del Nuevo Mundo) heredados de sus abuelos, los RRCC, a la muerte del Cardenal Cisneros (que gobernó como regente los dos útimos años de su vida).
Carlos I gobernará a partir de 1520 el mayor imperio que haya tenido nunca España ya que es en esa fecha cuado hereda por parte de su padre (Felipe el Hermoso) los territorios de Austria, Alemania y Borgoña (los Paises Bajos, la Borgoña y Luxenburgo).
De esta manera, el nuevo Emperador se verá obligado a encargarse de los asuntos de medio mundo en el marco de una realidad política carente de sentido, ya que la sociedad española que hereda el monarca sigue siendo, como ya hemos apuntado, una sociedad dominada por la nobleza que aun vive de su triunfo sobre los musulmanes y que está dispuesta a favorecer “toda empresa militar que ayude a mejorar sus privilegios y a exaltar su función social de defensa de la tradición” .Y si a esto se le une el profundo sentimiento religioso del que hace gala el monarca, vemos como el jóven Carlos se convierte en un fiel seguidor de la visión del mundo que tuvieron sus abuelos. Esto es, una “idea imperial” consistente en la unificación (aunque sea por medio de la fuerza) de los territorios heredados y en la defensa de la religión católica.
De hecho estos dos puntos convergen en la idea que tenía Carlos sobre el Imperio, y así, habría que señalar que sobre esta “idea imperial” de Carlos I existen dos teorías históricas que intentan explicarla:
Por un lado tenemos la teoría del historiador Karl Brandi por la que ésta (la idea imperial) se se debe al principio político, que tan de moda estaba por aquel entonces en las universidades italianas, de la glorificación del poder por el poder mismo (Maquiavelo). Esta idea política le habría llegado al Emperador por medio de su canciller, el piamontes Mercurio Gattinara, que le acompañó durante los primeros años de su gobierno.
Por contra, el español Menéndez Pidal, la justifica más bien por la vertiente religiosa, que es como se entendía en la Edad Media: “un alto deber moral de harmonía entre los pueblos”. Esta idea le provenía al rey de los cancilleres españoles que le rodeaban y de sus propias creencias.
Sea como fuere, lo que nos interesa realmente a nosotros es la consecuencia que se extrae de toda esta situación política y social. Ésta no es otra que el periodo de guerra casi ininterrunpido que caracterizará el gobierno del Emperador, e incluso, el de sus sucesores en el trono (especialmente Felipe II).
La guerra contra el Rey Francisco I de Francia, la guerra contra el turco en el Mediterráneo, las guerras de religión en Europa y la empresa militar y religiosa emprendida en América, caracterizan el devenir de los siglos XVI y XVII.
No hay que olvidar el papel que desempeña la religión en casi la totalidad de estas guerras (a caso con la excepción de la guerra contra Francia que viene provocada por cuestiones hereditarias). El poder político que empieza a adquirir ésta en el reinado de los RRCC llega a su punto culminante a lo largo del gobierno de Carlos I y de su hijo, Felipe II. Es un poder que también se hará patente en todas las capas de la sociedad española: el pueblo llano desconfiará hasta de sus vecinos por miedo a ser acusado de infiel o hereje y se ejercerá un control importante sobre la publicación de obras que salgan de las imprentas tal y como señala Fernández Álvarez. Más tarde, en 1551, aparece el primer ídice de libros prohibidos, e incluso, en 1559 Felipe II llegará a prohibir a los estudiantes españoles asistir a universidades extranjeras por miedo a que se “contagien” de las doctrinas protestantes.
Por útimo, señalar dos periodos en esta etapa del Imperio que nos ayudarán a comprender mejor a nuestros autores: un primer periodo de «esplandor» militar que se acabaría con la derrota de la Invencible (1580) y un segundo, de decadencia, que nos conduciría al barroco. En el fondo se trataría de diferenciar entre una primera y una segunda época en el Siglo de Oro.
Dentro del primer periodo vamos a centrar nuestro trabajo en las figuras de Garcilaso de la Vega (1501-3?-1536) y de Francisco de Aldana (1537-1578) mientras que en una época posterior, más metidos en el barroco, serán Cervantes y Toral y Valdés los protagonistas.
Dos ejemplos de soldados poetas: Garcilaso de la Vega y Francisco Aldana
Son estos dos poetas, por las similitudes que guardan entre ellos y con el Emperador, una clara muestra del periodo de la história de España que nos preocupa.
Ambos se dedican por entero a la vida castrense en el periodo de máximo explendor del Imperio (aunque no cohincidan entre si ya que Aldana nace un año después de la muerte de Garcilaso) y también los dos mueren en el ejercício de sus «deberes».
Ya en este punto podemos apreciar una posible contradicción con lo apuntado anteriormente, pero en realidad no es así.
Dijimos cuando hablamos de los Reyes Católicos que éstos habían abierto el ejército al pueblo llano, que lo habían “democratizado”, y que de esta forma las capas más bajas de la sociedad tenían la posibilidad de conseguir un ascenso en su status social. Pues bien, ese no fue el caso de nuestros dos poetas.
Tanto Garcilaso como Aldana nacen en familias acomodadas de su época (el padre de Garcilaso ya había servido en la corte de los RRCC y él mismo lo hará en la de Carlos I, mientras que Aldana nos muestra muy a las claras sus orígenes en el memorial que dirige poco antes de su muerte a Felipe II en donde suma sus própios méritos “a los de sus antepasados” con el sentido de integración en “esa casta (…) de una cepa y raíz llamada Aldana”. Cuando Aldana contaba con tres años su familia se traslada a Florencia, donde vivieron bajo la protección de Cosme de Médicis. Esto significa que en un principio ninguno de los dos tendría necesidad aparente de conseguir un aumento en la escala social por medio de sus gestas en los tercios. De ahí que tengamos que recurrir a otro de los fenómenos que ya apuntamos anteriormente: lo que les acerca a la vida castrense pudiera bien ser ese espíritu quijotesco heredado de finales de la Reconquista y que despues recoge Carlos I, en suma, la “idea imperial”.
No obstante, en el caso de Aldana, sí tenemos una muestra de cómo él también mostró interés en procurarse cartas de recomendación. En 1551 en una carta del Duque de Alba (con quien coincidió en el campo de batalla) éste afirma refiriéndose a Aldana “que ha servido a su Majestad más de veinte años a esta parte” , después, nuestro poeta escribe a un amigo al que le dice: “a ver si puedo coger algún fruto de veinte y cuatro años que aro la tierra”.
Esa “idea imperial” mezcla de orgullo, honor y cristiandad se aprecia en innumerables pasages de su poesía. En las Octavas a Felipe II leemos:
“a Belgia, cuyo suelo
quiero y puedo afirmar no vanamente
haber de sangre, yo, rebelde al cielo
teñido alguna vez con ira ardiente” (vv. 553-556)
En pocos tercetos escritos a un amigo Aldana nos narra su própia intervención en la campaña contra el conde Luis de Nassau durante la primera guerra orangista:
“yo voy acá de furia combatido,
de aspereza y desdén, lleno de gana
que Ludovico al fin quede vencido.” (vv. 22-24)
o más adelante
“yo reconozco el sitio y la trinchera
deste profano a Dios, vil enemigo,
sin que la muerte al ojo estorbo sea.” (vv. 34-35)
Incluso en una epístola a su amigo “Galanio” en donde describe el efecto del dolor en su corazón, no duda Aldana en recurrir a la comparación con un ejército acampado por la noche:
“¿Vistes alguna vez en la campaña
ejército español, fiero y lozano,
cuando la noche con sus alas negras
esparce por el aire tenebroso
silencio, sueño, miedo y sobresalto” (vv. 1-5)
De igual manera, tampoco se está Garcilaso de la Vega de recurrir a un pasaje vélico en la segunda égloga, de tema marcadamente amoroso de tradición petrarquista, dentro del cuento que Nemoroso le narra a Salicio de cómo éste fue curado por Severo de un amor “insano” (vv. 1154-1828). En dicho cuento, Garcilaso aprovecha para narrar las campañas militares que compartieron el Emperador y don Fenando de Toledo, el duque de Alba, por tierras del Danubio luchando contra el “infiel”.
A pesar de que sea considerado el prototipo de soldado poeta, Garcilaso pasó a la história de la literatura en España como el introductor, junto a Juan Bocán, del endecasílavo italiano y de traer, en definitiva, el Renacimiento a la península de la mano de Petrarca. De ahí que el tema militar no sea tan recurrente en su poesía como lo es en caso de Aldana. El tema de la naturaleza idealizada o el del amor cortés son, sin duda, los que predominan en su obra. Eso no quita que encontremos referencias militares, como la que podemos leer en los versos de la primera elegía. El poeta parece alzar una queja a tanta guerra sufrida y terminar preguntándose “¿qué se saca de aquesto?”:
“Y agora muy mayor la desventura
de aquesta nuestra edad, cuyo progreso
muda de un mal en otro su figura.
¿A quién ya de nosotros el eceso
de guerras, de peligros y destierro
no toca, y no ha cansado el gran proceso?
¿Quién no vió desparcir su sangre al hierro
del enemigo? ¿Quién no vió su vida
perder mil veces y escapar por yerro?
¿De cuantos queda y quederá perdida
la casa y la mujer y la memoria,
y de otros la hacienda despendida?
¿Qué se sacará de aquesto? ¿Alguna gloria?
¿Algunos premios agradecimiento?» (vv. 79-92)
Como apunta R. O. Jones, también Aldana parece tener momentos de flaqueza y muestra su desencanto hacia la guerra. Así lo vemos en el siguiente soneto:
“Otro aquí no se ve que, frente a frente,
animoso escuadrón moverse hrerra,
sangriento humor teñir la verde tierra,
y tras honroso fin correr la gente;
éste es el dulce son que acá se siente :
« ¡España, Santiago, cierra, cierra! »,
y por süave olor, que el aire atierra,
humo de azufre dar con llama ardiente ;
el gusto envuelto va tras corrompida
agua, y el tacto sólo apalpa y halla
duro trofeo de acero ensangrentado,
gueso en astilla, en él carne molida,
despedazado arnés, rasgada malla :
¡oh sólo de hombres digno y noble estado!
Como ya dijimos, los dos poetas mueren en el campo de batalla en lo que es, sin duda, otra coincidencia en sus vidas. Garcilaso muere en Niza el 13 o el 14 de octubre de 1503 como consecuencia de un golpe recivido en la cabeza días antes durante el asalto a la torre de Muy, en la guerra contra Francia. Aldana caerá en África junto al rey Don Sebastián de portugal en lo que pareció ser una acción temeraria de las tropas cristianas. El propio poeta tenía conciencia de que aquella iba a ser su última batalla y poco antes le pide al rey que se ponga a resguardo “porque si Dios no lo remedia no quederá hoy hombre con vida de nosotros”. Según J. Benjamín”no murió como un santo, murió como un héroe; pero no tan sólo como un héroe militar sino como un hombre que sabe, que espera que va a morir, y estoica, resignadamente, acepta la muerte como deber moral”.
El también poeta español Fernando de Herrera no comparte esta heróica visión de la muerte del capitán Francisco de Aldana y así lo expresa en su poema Por la pérdida del rey Don Sebastián:
“¡ay de los que pasaron confiados
en sus caballos y en la muchedumbre
de sus carros, en ti, Libia desierta,
y en su vigor y fuerzas engañados,
no alzaron su esperanzas a aquella cumbre
de eterna luz, mas con soberbia cierta
se ofrecieron la incierta
victoria, y sin volver a Dios sus ojos,
con yerto cuello y corazón ufano
sólo atendiendo siempre a los despojos!” (vv. 14-23)
Como se ve, las armas desempeñan un papel importante en la obra de estos dos autores (más en el caso de Aldana). Y es que seguramente los cronistas de la época se refirieran a ellos más como soldados, mejor dicho, como capitanes, que como literatos. Hoy en día no es así y para nosotros lo realmente digno de estudio es su labor artística, quedando relegada su actividad militar a un segundo plano, como un complemento para entender su obra.
No obstante, en algunos manuales de historia de España, se pueden leer referencias a la figura de Francisco de Aldana tan solo como soldado. Veámoslo en otra referencia, contemporánea ésta, a la batalla de Alcazarquivir (donde muere Aldana):
“El ejército portugués luchó valerosamente, pero sucumbió ante la enorme superioridad numérica de los marroquíes. En el combate murió el rey don Sebastián, el la flor de su edad, y con él muchos nobles y prelados portugueses, y expertos capitanes, como el alemán Temberg, y los españoles Alonso de Aguilar y Francisco de Aldana”.
Época barroca: Miguel de Cervantes y Domingo del Toral y Valdés
Lo primero que habría que resaltar respecto a estos dos escritores es que, al igual que los dos anteriores, también dedican gran parte de su vida a la carrera militar. Pero mientras que en los casos de Garcilaso y de Aldana hablábamos de su procedencia aristocrática, en los que nos preocupa ahora, vemos como eso no es así.
La biografía de Miguel de Cervantes (1547-1616) es de sobra conocida (al menos en su edad adulta) y de fácil accesibilidad, así que no nos vamos a detener demasiado en ella. Sólo recordar, eso sí, que sus orígenes son humildes (al igual que los de Toral) y que antes de incorporarse a la milicia, prueva suerte con la literatura a resultas de haber descubierto la cultura del Renacimiento durante una estancia en Italia. Allí, acompaña al futuro cardenal Acquaviva -como camarero- pero al no conseguir la fama deseada con las letras, ingresa como soldado en el ejército español. Vemos así como el ingreso en la carrera militar se va a realizar “desde abajo”, es decir, mediante la posibilidad que iniciaron los RRCC.
No hemos de pensar por ello que Cervantes menosprecie la vida castrense, que se valga de ella únicamente como medio de ascenso social, sino todo lo contrario. Él siempre se sentirá orgulloso de haber apoyado la causa imperial y de haber participado, de forma heróica, en “la gran victória de la cristiandad” que supuso la batalla de Lepanto en 1571. A pesar de este convencimiento, y como consecuencia de su origen humilde, en Cervantes sí que van a tener, o mejor dicho, podrían haber tenido, las cartas de recomendación un papel decisivo en su vida.
Utilizamos la forma del condicional porque la fortuna le dió la espalda a nuestro héroe. Cuando en 1575 regresaba a España con esas cartas del mismo don Juan de Austria para su ascenso a capitán, su barco fue apresado cerca de las costas catalanas por una flotilla turca. Cervantes cae prisionero y es llevado a Argel (la estancia en la cárcel la relata el autor en el fracmento del “Capitán cautivo” en el Quijote de 1505, capítulos XXXIX- XLI) El cautiverio dura cinco años y a su llegada a Madrid encuentra a su familia arruinada y, además, se le niegan las reconpensas por sus servicios de soldado heroico.
Por las fechas vemos como coinciden los últimos años de vida de Aldana con los de «gloria» militar de Cervantes. Éstos supondrán el punto álgido del la hegemonia militar española y marcarán un punto de inflexión que nos llevará a los primeros pasos del barroco.
Para ver hasta que punto inciden los acontecimientos militares en las letras españolas de siglo XVI, nos remitimos a un texto de A. Zamora Vicente que nos parece muy esclarecedor:
«El Cervantes anterior al cautiverio es -todavía- el soldado de la época imperial a la europea. Es el combatiente victorioso de Lepanto, el estudioso que conoce el erasmismo, el español que anda por las ciudades de Italia, (…). Es el tiempo luminoso que el licenciado Vidriera recordará con cierto tinte de nostalgia, dejando adivinar la novia florentina o romana, querida y deseada a la manera de Petrarca o de León Hebreo. En cambio, el Cervantes posterior al cautiverio, es el hombre que va viendo hundirse todas las concepciones políticas y estéticas de su juventud. Frente al mundo alado italianizante de Garcilaso, ve sungir la torsión barroca de Góngora; frente a la evocación de las ciudades doradas de Italia -Génova, Florencia, Roma-, los pueblos de Castilla, con su desnuda hosquedad, su desolada pobreza (…); Frente a la Alcalá erasmista, Trento; frente a Lepanto, la Invencible”
Veamos ahora lo que Cervantes, ya inmerso el la época barroca, escribe en los capítulos XXXVII y XXXVIII del Quijote en boca de su protagonista a propósito de las armas y las letras.
Aunque por lo dicho el las líneas anteriores, podría esperarse un cierto recelo del autor hacia el mundo de las armas, don Quijote muestra su preferencia por éstas en decrimento de las letras:
“Ahora no hay que dudar, sino que esta arte y ejercicio (las armas) excede a todas aquellas y aquellos que los hombres inventaron”
Y un poco más adelante afirma:
“Quítenseme de delante los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas” en lo que es toda una declaración de principios.
De esta forma comienza el discurso. Estos dos planteamientos los argumenta (entre otras maneras) de la siguiente forma:
-
Porque para dominar el manejo de las armas no sólo hace falta la fuerza, sino también la inteligencia. ”Las armas requieren espíritu, como las letras”
-
Porque la “paz es el verdadero fin de la guerra (…) y que en esto hace ventaja al fin de las letras”
-
Porque llegar a ser reconocido como buen estudiante hace pasar por mil penurias, las mismas que ha de pasar el soldado, con el agravante de que éste último está a punto de perder la vida a cada instante.
-
Porque «las leyes no se podrían sustentar sin ellas (las armas)»
En fin, todo el discurso da la sensación de estar impregnado de todo ese “orgullo” imperial que Cervantes vió desvanecerse y que años más tarde, al escribir el Quijote, parece añorar.
Más cercano en el tiempo, en 1635 se data un libro que sin embargo no se publicará hasta 1879: La autobiografía del capitán Domingo del Toral y Valdés. En 1999 Alessandro Cassol presenta una ponencia sobre él que aquí nos interesa recuperar por las similitudes que se aprecian respecto a Cervantes por una parte, y por otra, porque con lo avanzado de la fecha, se puede “cerrar” el Siglo de Oro que iniciamos con Garcilaso.
No es Toral un escritor reconocido, aunque el carácter autobiográfico y documental de su obra, proporciona una ayuda a nuestro tema.
Al igual que Cervantes, Domingo Toral nace en una familia de pocos recursos lo que le obligará a abandonar su Asturias natal en busca de mejor fortuna.
Siendo aun joven, en 1619, y ya como soldado, sale en dirección a Flandes donde participa en el sitio de dos fuertes holandeses en donde “el recuerdo de las fatigas físicas, de los episodios a los que allí asiste, de los fracasos, sólo en parte compensados por un mínimo ascenso jerarquico, da vida a unas pájinas impresionantes y muy concretas”.
Toral vuelve a España no con la gloria con la que comenzó Cervantes el regreso a casa, aunque sí con similares aventuras, ya que tiene que atravesar Francia a pie por faltarle el dinero para un pasaje en barco. Ya en la península intenta cobrar el dinero que se le adeuda y alcanzar un cargo de cierto nivel sin que logre (como le ocurrió también a Cevantes) ninguno de los dos objetivos.
Al fin consigue el cargo de capitán que tanto anhelaba y emprende viaje rumbo a las Indias Occidentales en donde comienza lo que propiamente es el relato. No hay que olvidar que estamos hablando de un soldado y eso se hará notar en la narración: en las primeras descripciones del paisaje que obseva el autor vemos la disposición de los baluartes, la consistencia de las murallas, las posibilidades de defensa de un lugar o los puntos favolables para atacarlo.
Cuando, a causa de las diferencias que mantiene con el virrey, decide volver a España, lo hará por tierra a través del desierto de Persia con todo lo de odisea que ello conlleva. En Siria acaba en la carcél (se repiten las simititutes con la vida de Cervantes) y tendrá que ser rescatado por el rabino de la comunidad judia allí presente, que había vivido en Madrid y “que tenía muchos libros de comedias de Lope de Vega y de historias».
Más tarde, en la última travesía por el Mediterraneo, vuelve a emular al autor del Quijote ya que como él sufre un ataque corsario cerca de la Goleta.
Por fin en Madrid logra una entrevista con el rey Felipe IV y con su privado Olivares. No obstante, tampoco en esta ocasión conseguirá ningún favor o renta especial; aunque eso sí, pudo dedicarse a descansar durante un año después de “tantos trabajos y (…) viajes tan prolíferos”. Este tiempo lo va a aprovechar para escribir su “Relación”. Al final de ésta Toral afirma que se encuentra “hoy más lleno de trbajos y con más necesidad” que antes, y acaba sus memorias de esta manera que tanto recuerda a fracmentos del “discurso sobre las armas y las letras” de don Quijote:
“Por mí se puede decir, según tantos trabajos he pasado y peligros de la vida, y al presente en más necesidad, que el día siguiente siempre es peor.”
Según Cassol, la Relación de Toral y Valdés, “a pesar de un tono generalmente controlado, se presenta como uno de los textos más amargos y desengañados de cuantos produjeronlos militares españoles del siglo XVII”. Esto puede ser devido a la situación de decadencia que está viviendo España en esa época barroca ya que Toral, a pesar de no idealizar su pasado en general, no ahorra críticas a la institución militar que perjudica en particular a los soldados. Éstos, como ocurre al desembarcar en Dunquerque, estaban “tan desnudos que los más bien vestidos iban sin zapatos, ni medias, ni sombrero, y lo común era desnudos”.
Por último, hay que señalar que el grado de cultura de Toral no es despreciable ya que conocía al menos de oidas al Lazarillo, las obras de Lope y las de Góngora al ponerlas todas éstas en boca del judío que lo saca de la cárcel.
No quisieramos dar por finalizado esta parte del trabajo dedicada al aspecto más social del tema, esto es, al económico y militar, sin antes mostrar un fracmento testimonial que recoge J. M. Díez Bosque de Mme. D´aulnoy, escritora francesa que visitó España durante esos años:
“No puedo menos -dijo- de haceros la descripción de nuestras milicias. Se las reune todos los años en el mes de octubre, y todes los jóvenes, desde los quince años, tienen la obligación de asistir a ellas,(…), y los campesinos tienen tan gran alegría de verse armar y de verse tratados como caballeros y nobles soldados del rey, que por nada del mundo querrían perderse esta ocasión ».
Nuestros autores del Renacimiento también tuvieron formación de tipo humanista que influyó en su obra. Veamos un caso concreto, “Il Cortessano” de Baltassare Castiglione.
El humanismo y la influencia de “Il Cortesano”
No quisiéramos dar a entender con lo dicho hasta ahora que un determinado status social, o que el protagonismo que tuvo el ejército durante finales del siglo XV y todo el XVI, fuese suficiente para originar un tema tan ámplio e importante como el de las armar y las letras. Se trataría de una injusticia hacia nuestros escritores.
Ya señalamos anteriormente cómo el humanismo renacentista italiano entra en la península con cierto retraso y en parte “tamizado” por la peculiar realidad española que se empieza a apreciar con la Monarquia Católica. No obstante, un gran humanista como lo fue el gramático Antonio de Nebrija sabe percatarse hábilmente de la situación que está viviendo España y en la dedicatoria que les hace a los RRCC de su “Gramática Castellana” los anima a proteger la nueva lengua con un argumento muy al estilo imperialista ya que “siempre fue la lengua compañera del imperio, y de tal manera lo siguió, que juntamente comenzaron, crecieron, y florecieron y después junta fue la caída de entrambos”.
Cisneros representa, por otra parte, al mismo tiempo el espíritu de la Prereforma y el del Prerrenacimiento. El cardenal muere cuando lutero plantea en Wittenberg la necesidad de reformar totalmente la Iglesia. Pues bien, Cisneros ya había planteado la misma reforma, aunque de una manera no tan radical, años antes. Y más adelante, en la Universidad de Alcalá, introduce las últimas direcciones del pensamiento filosófico- teológico de la época, como las teorías nominalistas de Gillermo de Occam.
De hecho los autores que hemos visto hasta ahora (a escepción de Toral), han tenido todos algún tipo de relación con Italia y las corrientes renacentistas. Porque Garcilaso, a parte de ser el itroductor del endecasílabo italiano a resultas de la famosa conversación que mantienen Boscán y el consul italiano, pasa a partir de 1532 a fijar su residencia en Napoles al servicio del Duque de Alba lo que le sirve para contactar con los círculos humanistas italianos o, incluso, con los españoles Juan Gines de Sepúlveda o Juan de Valdés.
“Il Cortegiano”
Poco tiempo más tarde llega precisamente de allí, de Italia, una obra que va a influir, en parte, en el desarrollo posterior de nuestra literatura y de nuestra manera de ver la vida, en definitiva, en las armas y las letras. Nos referimos al “Il Cortegiano”, tratado de buenas maneras que traduce Juan Boscán del italiano a sugerencia de Garcilaso.
“Il Cortegiano” aparece publicado en Venecia en 1528 aunque Castiglione, su autor, lo escribe ya en 1513, pero lo va revisándo a lo largo de los años hasta su definitiva redacción. Este es un detalle a tener en cuenta ya que el manuscrito circulaba por las cortes italianas antes de su publicación. También era conocido por Garcilaso y por Boscán como lo muestran las cartas dedicatorias que ambos escriben en la traducción española de la obra.
Que Garcilaso conociese la obra es algo muy significativo ya que o el autor sabía de ella desde antes de su publicación. Son muchas las similitudes entre las características que se describen en el libro de lo que ha de ser un cotesano, y la personalidad de nuestro autor. Veamos algunas de ellas.
La obra está dividida en cuatro libros aunque es en el primero de ellos en donde encontramos las similitudes. Y así, en el segundo y tercer capítulo se habla del tema del linage como la primera condición que un hombre ha de cumplir para ser un cortesano, para tener “virtud”. Recordemos los orígenes aristócratas de Garcilaso y leamos estos dos párrafos:
«La nobleza del linage es casi una clara lámpara que alumbra y haze que se vean las buenas y las malas obras (…) y enciende y pone espuelas para la virtud”
o también «por eso acontece casi siempre que los más señalados en las armas (encontramo ya aquí una primera referencia a las armas) y en los otros virtuosos exercicios vinen de buena parte (es decir, de cuna)”
Un capítulo más adelante, en el cuarto, se discute (porque la obra está concebida en forma de diálogo) a cerca del ejército y del manejo de las armas. En él se dicen cosas como las siguientes:
En las primeras líneas del capítulo… «que el principal y más propio oficio del cortesano sea el de las armas». Y un poco más abajo: “cuanto más excelente fuere este nuestro cortesano en esto de las armas, tanto más merecerá ser alabado por todo el mundo”.
Pero cuidado, hay que hacer siempre una distinción entre el cortesano y un simple soldado ya que “el cual ( el cortesano) con todo esto no queremos que se muestre tan fiero que continuamente traiga braveza en el rostro y en las palabras, haziéndose un león, y diziendo que sus arreos son las armas y su descanso el pelear, y amenazando al mundo con aquella ferozidad con que suelen amenazar los soldados”.
Este capítulo dedicado al ejército termina haciendo una referencia al ejercicio de la caza diciendo de ella que es una actividad que ha de dominar el cortesano porque es la que más se parece al uso de las armas durante la guerra. Parece oportuno señalar este punto porque el mismo Garcilaso parece conocer este arte. Lo leemos en la narración que le hace Albanino a Salicio en la primera parte de la égloga segunda. En esta pequeña narración, Albanino en lugar de explicarle a su amigo los motivos que le llevaron a sufrir ese «mal de amores», se sale por la tangente y le hace una pequeña disertación sobre la caza.
Vemos como también respecto al ámbito militar encontramos similitudes entre lo dicho por Castiglione y la vida dedicada a la milicia de nuestro poeta. No hace falta leer entre lineas para poder extrapolar lo dicho hasta ahora a Aldana y más si se tiene en cuenta lo que sigue:
En los capítulos VI y VII se habla de lo importante que es el saber hablar y escribir para los cotesanos. El autor parece aprovechar la ocasión para teorizar acerca de lo que ha de ser la escritura en el Renacimiento.
De esta forma comienza el capítulo VI defendiendo el buen hablar y el conocer la escritura antigua aunque ésta pareciese complicada. En cuanto al habla “vulgar” se toma como referencia a Petrarca y a Boccacio “y quien de estos dos se apartare andará a tiento como si caminase a escuras, y así por fuerça avrá de errar el camino”. Recordemos que es precisamente Petrarca el autor que más influye en la poesia de Garcilaso.
En el capítulo VII vuelve a aparecer Petrarca como el responsable de haber sido el que mejor supo tratar la lengua italiana después de haber “andado entre nosotros tanto tiempo descompuesta”. Lo interesante es que a continuación se afirma que es después de un tiempo cuando “hombres principales que siguen corte y tratan cosas de armas y de letras” fueron los encargodos de espander por toda Italia la renovación en el habla y en la escritura. Y más adelante “así que lo que más importa y es más necesario al cortesano para hablar y escribir bien es saber mucho” pero también teniendo en cuenta que “la facilidad y la llaneza siempre andan con la elegancia”.
A modo de compendio de lo dicho hasta aquí nos volvemos a remitir a la égloga II para leer lo que el poeta escribe acerca de su amigo Juan Boscán:
“Miraba atra figura de un mancebo,
el cual venía con Febo nano a mano,
a modo cortesano. En su manera,
lo juzgaba cualquiera viendo el gesto
lleno de un sabio, honesto y dulce afeto,
por un hombre perfecto en la alta parte
de la difícil arte cortesana,
muestra de la humana y dulce vida
vio que era el que había dado a don Fernando,
su ánimo formando en su lengua usanza,
el trato, la crianza acomodada,
la virtud apartada y generosa,
y en fin, cualquier cosa que se vía
en la cotesanía, de que lleno
Fernando tuvo e seno y bastecido.
Después de conocido, leyó el nombre
Severo de aqueste hombre que se llama
Boscán, de cuya llama clara y pura
Sale el fuego que apura sus escritos,
Que en siglos infinitos tendrán vida.» (vv. 1328-1348)
Hemos visto en pocas líneas que una lectura rápida de la obra que Castaglioni muestra muchas coincidencias con la vida y obra de Garcilaso. No se queremos afirmar aquí que éste la hubiese acogido como libro de cabezera puesto que, en todo caso, difícilmente pudo tratarse de una obra de adolescencia. Nos interesaría unicamente llamar la atención sobre la relación que a veces se aprecia entre los hechos y la literatura en una determinada época.
En el fondo ese era el objetivo del trabajo.
Bibliografía
ALDANA, Francisco; Poesías castellanas completas; edición de José Larra Garrido, Cátedra, Madrid, 2000.
BLANCO AGUINAGA, Carlos; RODRÍGUEZ PUERTOLAS, Julio; ZABALA, Iris; Historia social de la literatura española; Castalia, 3 Vol. Madrid, 1978 (3. ed.),
Vol.1
BERGAMÍN, J.; Beltnebros y otros ensayos sobre literatura española; Barcelona, 1973
BLEYE, Pedro Angulo; Manual de Historia de España; (3 Tomos), Tomo II, Espasa Calpe, Madrid, 1954
DÍEZ BOSQUE, José María; Vida española en el Siglo de Oro según los extranjeros; ediciónes del Serval; Barcelona, 1990
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel; La sociedad española del Renacimiento; Cátedra; Salamanca, 1974
VVAA; Actas del V congreso de la asociación internacional Siglo de Oro, al cuidado de Strosetzki, Ch.; Iberoamericana Vervuet; Münster, 1999
IGLESIAS, F. V.; Civilización Española, Teil 1; Universitätsverlag; Wien, 2000
F.V. Iglesias, Civilización Española, Teil 1,Viena, Universitätverlag, 2000, p. 75
F.V. Iglesias op. cit. p.77
BURCKHARDT A Reconsideration of the Theories and Interpretations of the Age of the Renaissance, Wisconsin,1964, p.338
Este detalle, que a primera vista poco tiene de literario, es motivo de un comentario por parte de D. Quijote en el discurso que dedica a las armas y las letras en el cap.XXXVIII de la primera parte del Quijote: „Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería,(...), con la cual dió causa a que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que sin saber cómo (...) llega una desmandada bala , disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.“
Blanco Aguinaga, Carlos, Julio Rodriguez Puértolas, Iris Zabala Historia social de la literatura española, 3 Vol. Madrid: Castalia; 1978 ( 3. ed 2000), vol. 1, p 227.
F.V. Iglesias op. cit. p.88
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel La sociedad española del Renacimiento, Cátedra, Salamanca, 1974, p. 41 y sig.
ALDANA, F. Poesías Catellanas Completas. Edición de José Larra Garrido. Cátedra, Madrid, 2000, p.20
op. cit. 23
JONES, R. O. História de la literatura española, 6 tomos, (tomo 2), Ariel, Barcelona 1974 (10. ed. 1989) p.157
op. cit. 156
ALDANA, F op. cit. p.p. 38-39
BERGAMÍN, J. Beltenebros y otros ensayos sobre literatura española, Barcelona, 1973, p.p. 163-164
No hay que olvidar al respecto que ninguno de los dos publicará obra en vida. En el caso de Garcilaso lo hará el que fuera su buen amigo, y también poeta, Juan Bóscan, y en el caso de Aldana sería su hermano Cosme el encargado de llevar sus manuscritos a la imprenta.
BLEYE, Pedro Angulo Manual de História de España, (3 Tomos), Tomo II, Espasa Calpe, Madrid, 1954, p.654 (b)
Tanto el texto como las reseñas biográficas de Cervantes se encuentran en la introducción que realiza Ángel Basana para la edición del Quijote (1605) de la editorial Anaya en su colección Biblioteca Didáctica Anaya, Madrid 1987, pp. 23-29
op. cit. p. 591 y sig.
Ante esto se podría argumentar que el discurso lo pone Cervantes en boca de un loco, y si bien esto es cierto, habría que tener en cuenta el inciso que hace el própio autor interrumpiendo las palabras de su personaje: « …por tan buenos ténminos iba prosiguiendo en su plácida don Quijote, que obligó a que por entonces ninguno de los que escuchándole estaban le tuviese por loco».
CASSOL, Alessandro Entre história y literatura: la autobiografía del capitán Domingo Toral y Valdés, en VVAA, Actas del V congreso de la asociación internacional Siglo de Oro, al cuidado de Strosetzki, Ch., Iberoamericana Vervuet, Müster 1999, p. 308 y sig.
Op. cit.
Op. cit.
Op. cit.
DÍEZ BOSQUE, José María Vida española en el Siglo de Oro según los extrangeros, Ediciones del Serval, Barcelona, 1990.
Jumel de Barneville, M. Cat. Relación del viaje de España y memorias de la Carte de España, traducción de García Mercedal, H. van Bulderen, La Haya, 1705
Iglesias, F.V. op. cit. p.81
Iglesias, F.V. op. cit. p.85
En este capítulo vamos a comentar las referencias que en la obra se hacen entorno al tema que nos preocupa, las armas y las letras, auque no habría que olvidar que “il Cortegiano” supone también la vía de entrada en España de ese tema tan renacentista como es el amor platónico. No estamos pues ante un mero tratado de buenas maneras. Las citas que en el capítulo se recogen están extraidas del libro Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, obras completas, edición de Carlos Clavería Laguarda, editorial p. 639 y sig.
Para profudizar en el tema de las epístolas Pina Rosa Piras realiza un estudio que encontramos en la recopilación de las actas del V Congreso de la asociación internacional Siglo de Oro que ya hemos mencionado. Pp. 1026-1037
Juan Boscán Garcilaso de la Vega Op. cit. p. 671 y sig.
Op. cit. p. 679
Égloga II vv. 189-338
Op. cit. pp. 698 y 703 y sig. respectivamente.
21
Descargar
Enviado por: | Luis Reguera |
Idioma: | castellano |
País: | España |