Biografía
Rosa Luxemburg
INDICE GENERAL
Biografía de Rosa Luxemburg
Orígenes de la social democracia.............................................................................PG 1
Reforma social o revolución.............................................................................PGs 1 a 9
- En defensa del Marxismo..............................................................................PG 1
- Contradicciones en el capitalismo.....................................................PGs 1, 2 y 3
- El papel de los sindicatos..............................................................................PG 3
- Parlamentarismo............................................................................................PG 3
- Gobiernos de coalición..................................................................................PG 4
- Violencia revolucionaria........................................................................PGs 5 y 6
- Hambre y revolución.....................................................................................PG 6
- ¿Reformismo o revolución?...................................................................PGs 6 y 7
- Las huelgas políticas de masas..............................................................PGs 7 y 8
- Budapest, 1956.......................................................................................PGs 8 y 9
La lucha contra el imperio y la guerra..........................................................PGs 9 a 12
- Aumento de la manera proimperialista en el movimiento obrero.......PGs 9 y 10
- La lucha de Rosa contra el imperialismo capitalista....................PGs 10, 11 y 12
Partido de clase..............................................................................................PGs 12 a 22
- El hombre hace la historia.................................................................PGs 12 y 13
- La clase y el partido...........................................................................PGs 14 y 15
- Raíces históricas de los criterios de Rosa..........................................PGs 15 y 16
- Juicios críticos de los criterios de Rosa acerca de las relaciones entre clase y partido.........PGs 16 y 17
- La concepción de Lenin...............................................................PGs 18, 19 y 20
- Contra el sectarismo.............................................................................PGs 20, 21 y 22
Rosa y la cuestión nacional................................................................................PGs 23 a 43
- Marx y Engels en la cuestión nacional.......................................................PGs 23 y 24
- Rosa y la cuestión nacional...................................................................PGs 24,25 y 26
- Rosa no está de acuerdo con Lenin en la cuestión nacional.................PGs 26, 27 y 28
- La crítica de Rosa a los bolcheviques en el poder...............................................PG 28
- Apoyo entusiasta de la revolución de octubre.....................................................PG 28
- Efecto del aislamiento de la revolución...............................................................PG 29
- Errores de los líderes bolcheviques......................................................................PG 29
- La política agraria bolchevique............................................................PGs 29, 30 y 31
- La asamblea constituyente..........................................................................PGs 31 y 32
- Restricciones a los derechos democráticos de los trabajadores............PGs 32, 33 y 34
- La acumulación de capital....................................................................................PG 34
- El problema................................................................................................PGs 34 y 35
- Los esquemas de Marx...............................................................................PGs 35 y 36
- La crítica DE Rosa A los esquemas de Marx.............................................PGs 36 y 37
- Una crítica de esta crítica.....................................................................................PG 38
- El mercado restringido del capitalismo................................................................PG 38
- Otros efectos económicos del imperialismo.........................................PGs 38, 39 y 40
- El lugar de Rosa en la historia.....................................................PGs 40, 41, 42 y 43
Rosa de Lusemburg (1871-1919), política alemana que desempeñó un importante papel en el movimiento socialista revolucionario de los primeros años del siglo XX.
Nació en la localidad polaca de Zamosc (perteneciente a Rusia en esa época) el 5 de marzo de 1871 en el seno de una familia judía y estudió en Varsovia, en donde comenzó a frecuentar asociaciones políticas. Abandonó Polonia en 1889 para evitar ser encarcelada por sus actividades y se instaló en Suiza. Estudió ciencias naturales y economía política en la Universidad de Zurich, donde escribió su tesis doctoral titulada El desarrollo industrial de Polonia (1898). En 1898 emigró a Alemania y obtuvo la nacionalidad de ese país al contraer matrimonio con un trabajador alemán. Se afilió al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), la organización más importante del socialismo internacional. Cuando estalló la Revolución Rusa de 1905, Luxemburg se trasladó a Varsovia para participar en la lucha, pero fue detenida. Tras su liberación, impartió clases de economía política en la escuela del SPD de Berlín (1907-1914) y escribió una obra titulada La acumulación del capital (1913).
Cuando estalló la I Guerra Mundial, Karl Liebknecht y Luxemburg, opuestos a la decisión socialdemócrata de votar a favor de los créditos de guerra, formaron una facción revolucionaria dentro del SPD conocida como el grupo de los espartaquistas. Fue encarcelada por su radical oposición al conflicto bélico (en prisión escribió su fundamental obra, La crisis de la socialdemocracia); cuando fue puesta en libertad en noviembre de 1918, colaboró en la fundación del Partido Comunista Alemán (KPD), compuesto por los miembros de su anterior grupo. Opuesta a actitudes violentas, criticó con dureza la dura represión que establecieron los bolcheviques. Pese a mostrarse reacia, tomó parte en el fallido levantamiento espartaquista de enero de 1919, en el que Liebknecht y ella fueron arrestados y ejecutados (cuando eran conducidos a prisión) por las tropas alemanas el día 15 de ese mismo mes.
Karl Liebknecht
(1871-1919), político alemán y uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Nació en Leipzig el 13 de agosto de 1871 y era hijo de Wilhelm Liebknecht, conocido político socialista. Estudió derecho y participó en el movimiento socialista desde su juventud. Fue condenado a dieciocho meses de prisión por sus escritos en contra del militarismo alemán en 1907. Mientras estaba encarcelado, consiguió un escaño en la Cámara de Diputados de Prusia (1908). Fue elegido miembro del Reichstag (Parlamento alemán) en 1912 y se opuso enérgicamente a la intervención de Alemania en la I Guerra Mundial. Se unió a la socialista alemana Rosa Luxemburg y a otros compañeros para crear una facción radical dentro del SPD; se les conocía como espartaquistas. Fue expulsado del SPD el 1 de enero de 1916 y poco después se le declaró culpable de alta traición por encabezar una manifestación contra la guerra en Berlín. Fue condenado a dos años de trabajos forzados y perdió sus derechos civiles, pero consiguió la libertad en octubre de 1918. Se opuso al gobierno provisional formado en noviembre de 1918 por el socialdemócrata Friedrich Ebert tras la proclamación de la República de Weimar y lideró la insurrección espartaquista contra este gabinete en enero de 1919 como miembro del Comité militar revolucionario. Las fuerzas policiales sofocaron la revuelta tras varios días de lucha. Liebknecht fue arrestado y, mientras era conducido a prisión el 15 de enero de 1919, fue ejecutado.
Espartaquistas
Grupo de socialistas revolucionarios alemanes, formado en 1916, cuyos principales dirigentes eran Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. En un principio, fue una corriente izquierdista del (SPD), a cuyos líderes criticaron los espartaquistas por apoyar la política alemana que condujo a la I Guerra Mundial. Dicho apoyo a la guerra era una traición al socialismo y a las revoluciones pacifistas de la II Internacional. Recibieron el nombre de espartaquistas cuando Liebknecht firmó una serie de artículos contrarios a la guerra con el seudónimo de Espartaco. En 1917, el ala izquierda del SPD fundó el Partido Socialdemócrata Alemán Independiente (USPD), del cual también se separaron los espartaquistas después de protagonizar la revolución de octubre de 1918. Después del establecimiento de la República de Weimar en noviembre de 1918, los espartaquistas permanecieron fuera del nuevo gobierno. Siguieron una política de oposición violenta, y durante un encuentro celebrado entre el 30 de diciembre de 1918 y el 1 de enero de 1919, los espartaquistas se convirtieron en el Partido Comunista Alemán (KPD). En enero de 1919, los espartaquistas organizaron un levantamiento, inspirado por el triunfo bolchevique en Rusia, que tuvo su principal foco en Berlín.
Orígenes de la socialdemocracia.
El socialismo alemán, desde 1848 hasta 1875, fue la punta de lanza del movimiento obrero internacional, su fuerza residía no sólo en la acción de sus destacados líderes, como Marx, Engels o Lassalle, sino, y sobre todo, en la precoz constitución y en el dinamismo de la tupida red de asociaciones obreras. Las revoluciones de 1848 sirvieron para diferenciar a los movimientos democráticos de los socialistas.
Los demócratas presentaron gran preocupación por las cuestiones sociales, incluso, predominaban sobre las políticas. Así, personalidades demócratas, reconocieron inútiles los esfuerzos de algunos de sus correligionarios por “enfrentar al pueblo contra el pueblo”, a demócratas contra socialista, manifestó su confianza en los obreros.
Lo que nos hace plantearnos si estos demócratas no serían realmente socialista, por pertenecer a un determinado estrato social eran encasillados como liberales. El trascendental acercamiento de la burguesía progresista al socialismo se produjo en el seno de las sociedades religiosas que luchaban por la crítica libre de la religión. La revolución alemana del 48 permitió la aparición de un movimiento obrero, pero sin homogeneidad ni unidad.
Reforma social o revolución
En defensa del marxismo
A través de toda la obra de Rosa Luxemburg se manifiesta la lucha contra el reformismo.
Eduard Bernstein fue el primero contra quien Rosa alzó las armas. Bernstein redefinió el carácter fundamental del movimiento obrero como, "un partido de reforma democrática socialista" y no como un partido de revolución social. Oponiéndose a Marx, arguyó que las contradicciones del capitalismo no se vuelven más agudas, poco a poco el capitalismo se vuelve más tratable, más adaptable. Tal como lo describía Marx, hay una tendencia hacia la prosperidad permanente. La adaptabilidad del sistema a las necesidades del momento también se muestran en la mejora de las condiciones económicas, sociales y políticas de la clase trabajadora, como resultado de las actividades de los sindicatos y las cooperativas.
Contradicciones en el capitalismo
Rosa Luxemburg sostenía que las organizaciones monopólicas capitalistas (cártels y trusts) y las instituciones de crédito tendían a profundizar los antagonismos en el capitalismo y no a mitigarlos.
Rosa dice que, los cártels y los trusts no son «medios de adaptación» en su acción definitiva sobre la economía capitalista que hagan esfumarse las contradicciones en el seno de ésta, sino que son precisamente uno de los medios que la economía capitalista se ha procurado para aumentar la anarquía misma, para extender las contradicciones y acelerar su hundimiento."
Dice Rosa que también los créditos, lejos de evitar la crisis capitalista, en realidad la profundizan. Las dos funciones más importantes del crédito son expandir la producción y facilitar el intercambio, y ambas agravan la inestabilidad del sistema. La crisis económica capitalista se desarrolla como consecuencia de las contradicciones entre la permanente tendencia de la producción a expandirse, y la limitada capacidad de consumo del mercado capitalista. El crédito, al estimular la producción, fomenta la tendencia a la superproducción, y ésta, sujeta a seria inestabilidad en circunstancias adversas.
Desde 1873, el capitalismo no había sufrido ninguna crisis económica importante. Pero, dice Rosa: "Apenas se había deshecho Bernstein de la teoría marxista de las crisis en 1898, cuando estalló una fuerte crisis general en 1900, y, siete años después, en 1907, una crisis nueva procedente de los Estado Unidos afectó al mercado mundial. Los hechos incontrovertibles destruían la teoría de la «adaptación» del capitalismo. Al mismo tiempo, podía comprobarse que quienes abandonaban la teoría marxista de las crisis, sólo porque había fracasado en el cumplimiento de dos de sus «plazos», confundían el núcleo de la teoría con una pequeñez externa e inesencial de su forma, con el ciclo decenal. La formulación del ciclo de la industria capitalista moderna como un período decenal, sin embargo, era una simple constatación de los hechos por Marx y Engels en 1860 y 1870, que, además, no descansaba en ley natural ninguna, sino en una serie de circunstancias históricas siempre concretas que estaban en conexión con la extensión intermitente de la esfera del capitalismo juvenil."
De hecho, "estas crisis pueden producirse cada 10 o cada 5 años o, alternativamente, cada 20 y cada 8 años... La suposición de que la producción capitalista pueda «adaptarse» al intercambio presupone una disyuntiva: o el mercado mundial crece infinita e ilimitadamente o, por el contrario, se interrumpe el crecimiento de la fuerzas productivas, a fin de que éstas no superen los límites del mercado. La primera parte es una imposibilidad física y la segunda se enfrenta con el hecho de que continuamente se producen nuevas transformaciones técnicas en todas las esferas de la producción, que originan nuevas fuerzas productivas día a día."
Dice Rosa, lo fundamental para el marxismo es que las contradicciones en el capitalismo -entre las crecientes fuerzas de producción y las relaciones de producción- se agravan progresivamente. Pero que tales contradicciones deban expresarse en forma de crisis generales catastróficas es algo meramente "inesencial y accesorio."
Rosa sostenía que cuando Bernstein negaba las cada vez más profundas contradicciones del capitalismo, mutilaba la base de la lucha por el socialismo. De esa manera el socialismo se transformaba, de una necesidad económica en una esperanza idealista, en una utopía. Bernstein preguntaba: "¿Por qué razón hay que derivar el socialismo de la necesidad económica?" "¿Por qué razón hay que degradar la inteligencia, la conciencia jurídica, la voluntad del hombre?". Rosa comentó: "Por lo tanto, la distribución justa que propone Bernstein ha de hacerse merced a la voluntad libre del hombre, no condicionada por la necesidad económica, o, más precisamente, como quiera que la voluntad misma no es más que un instrumento, merced a la comprensión de la justicia, en resumen, por la idea de la justicia.
El papel de los sindicatos
Como ya hemos señalado, Eduard Bernstein (y muchos después de él), consideraba a los sindicatos como un arma para debilitar al capitalismo. A diferencia de Bernstein, Rosa sostenía que, si bien es cierto que los sindicatos pueden afectar de alguna manera el nivel de los salarios, no pueden por sí mismos derrotar al sistema de salarios, ni a los factores económicos objetivos fundamentales que determinan el nivel de salarios.
"Los sindicatos tienen la misión de emplear su organización para influir en la situación del mercado de la mercancía fuerza de trabajo; esa organización, sin embargo, se quiebra de continuo a causa del proceso de proletarización de las capas medias, que hace afluir ininterrumpidamente nueva mercancía al mercado de trabajo. En segundo lugar, los sindicatos se proponen la elevación del nivel de vida, el aumento de la parte de la clase obrera en la riqueza social; pero esta parte aparece reducida de continuo con la fatalidad de un proceso natural, debido al aumento de la productividad del trabajo.
"En el caso de estas dos funciones económicas principales, la lucha sindical se transforma en una especie de trabajo de Sísifo4, debido a ciertos procesos objetivos de la sociedad capitalista. Sin embargo, este trabajo de Sísifo resulta imprescindible si el trabajador quiere alcanzar la tasa de salario que le corresponde, según la situación correspondiente del mercado, si la ley salarial del capitalismo se ha de cumplir y la tendencia descendente del desarrollo económico se ha de paralizar en su eficacia o, más exactamente, se ha de debilitar."
Parlamentarismo
Para Bernstein, al mismo tiempo que los sindicatos (y también las cooperativas) eran la principal palanca económica para lograr el socialismo, la democracia parlamentaria era la palanca política para esta transición. De acuerdo con su criterio, el parlamento era la encarnación de la voluntad de la sociedad, es decir, era una institución de carácter universal, al margen de las clases sociales.
No obstante, Rosa dice: "El Estado actual no es «sociedad» ninguna en el sentido de la «clase obrera ascendente», sino el representante de la sociedad capitalista, o sea, un estado de clase". "En conjunto, el parlamentarismo no aparece como un elemento socialista inmediato que va impregnando poco a poco a la sociedad capitalista, como supone Bernstein, sino, por el contrario, como un medio específico del estado burgués de clase."
Gobiernos de coalición
En el momento en que la discusión sobre la vía parlamentaria hacia el socialismo estaba en su apogeo en Alemania, fue alcanzado por primera vez por socialistas franceses lo que ellos suponían era la conquista del poder político a través del parlamento. En junio de 1899, Alexandre Millerand integró el gobierno radical de Waldeck-Rousseau, al lado del General Galliffet, principal responsable de la sangrienta represión de la Comuna de París. Este hecho fue considerado por el líder socialista francés Jaurés y por los reformistas del ala derecha como un punto decisivo altamente táctico: el poder político ya no lo esgrimía solamente la burguesía, sino que era compartido por la burguesía y el proletariado, situación que -de acuerdo con ellos- era expresión política de la transición del capitalismo hacia el socialismo.
Rosa siguió con toda atención este primer experimento de gobierno en coalición entre partidos capitalistas y partido socialista, haciendo una cuidadosa y profunda investigación. Ella señaló que esta coalición, que ataba de pies y manos a la clase obrera al gobierno, impedía a los trabajadores mostrar su poderío real. Y de hecho, lo que los oportunistas llamaron "árida oposición" era una política mucho más útil y práctica: "lejos de hacer la obtención de reformas auténticas, inmediatas y tangibles, de carácter progresivo, imposible, una abierta política opositora es la única vía por la cual los partidos minoritarios en general y los partidos socialistas minoritarios en particular pueden obtener éxitos prácticos."5 El Partido Socialista sólo debe adoptar aquellas posiciones que extienden la lucha anticapitalista: "Por supuesto, con el objeto de ser eficaz, la Social Democracia debe apropiarse de todas las posiciones asequibles en el actual Estado e invalidarlo todo. No obstante, el prerrequisito es que estas posiciones hagan posible profundizar la lucha de clases, la lucha contra la burguesía y su Estado."
Rosa finaliza: "En la sociedad burguesa, el papel de la Social Democracia es el de partido de oposición. Como partido gobernante sólo puede surgir de las ruinas del Estado burgués."
Fue señalado el peligro final inherente al experimento de coalición: "Jaurés, el infatigable defensor de la república, está preparando el camino para el cesarismo. Suena como un mal chiste, pero el curso de la historia está sembrado de tales chistes".
¡Qué profética! El fiasco de MacDonald en Gran Bretaña, el reemplazo de la República de Weimar por Hitler, la bancarrota del Frente Popular en los años 30 y los gobiernos de coalición en Francia después de la Segunda Guerra Mundial, que condujeron hasta De Gaulle, son algunos de los frutos postreros de las políticas de los gobiernos de coalición.
Violencia revolucionaria
A los reformistas, que creían que el parlamentarismo y la legalidad burguesa significaban el fin de la violencia como factor del desarrollo histórico, Rosa les oponía: "¿Cuál es la función real de la legalidad burguesa? Si un 'ciudadano libre' es detenido por otro contra su voluntad y confinado por un tiempo en un cuarto cerrado e incómodo, todos notan inmediatamente que se ha cometido un acto de violencia. No obstante, cuando el mismo proceso tiene lugar de acuerdo con el libro llamado código penal, y el cuarto en cuestión se encuentra en la cárcel, inmediatamente todo el asunto se considera pacífico y legal. Si un hombre es impulsado por alguien a asesinar a otros hombres, esto es evidentemente un acto de violencia. No obstante, en cuanto el proceso se llama 'servicio militar', el buen ciudadano se conforta con la idea de que todo es perfectamente legal y ajustado a un orden. Si un ciudadano es despojado contra su voluntad de una parte de su propiedad o de sus ganancias, es obvio que se ha cometido un acto de violencia, pero si el proceso se llama 'impuestos indirectos', todo está bien.
"En otras palabras, lo que se nos presenta bajo el barniz de la legalidad burguesa no es más que la expresión de la violencia de clase, elevada a norma obligatoria por la clase dominante. Una vez que el acto de violencia individual ha sido de esta manera elevado a norma obligatoria, el proceso se refleja en la mente del abogado burgués (y también en la del socialista oportunista) no tal como es, sino patas arriba: el proceso legal aparece como una creación independiente de 'justicia' abstracta, y la composición del Estado aparece como una consecuencia, como mera 'sanción' de la ley. En realidad, la verdad es exactamente todo lo contrario: la legalidad burguesa (y el parlamentarismo como legislatura en proceso de desarrollo) no es más que la forma social particular bajo la cual se expresa la violencia política de la burguesía, desarrollando sus bases económicas específicas."
Por lo tanto, es absurda la idea de desplazar al capitalismo por medio de formas legales establecidas por el mismo capitalismo, que desde un principio no son más que la expresión de la violencia burguesa. En último análisis, para derrotar al capitalismo es necesaria la violencia revolucionaria: "El uso de la violencia siempre será la última ratio para la clase trabajadora, la ley suprema de la lucha de clases siempre presente, algunas veces en forma latente, otras en forma activa. Y cuando tratamos de revolucionar la mente por medio de la actividad parlamentaria, es únicamente con la idea de que en caso de necesidad, la revolución puede mover no sólo la mente, sino también la mano."
Qué proféticas suenan ahora, después de la desaparición de la República de Weimar, las palabras que Rosa escribiera en 1902: "Si la Social Democracia tuviera que aceptar el punto de vista oportunista, renunciar al uso de la violencia y prometer a la clase trabajadora no apartarse nunca del camino del legalismo burgués, entonces todo su parlamentarismo fracasaría miserablemente tarde o temprano, y dejaría el campo libre arbitrario de la violencia reaccionaria."
Pero, aunque Rosa sabía que los trabajadores estaban obligados a recurrir a la violencia revolucionaria contra la explotación y la opresión, sufría profundamente por cada gota de sangre derramada. En medio del desarrollo de la revolución alemana, escribió: "Durante los cuatro años de matanza imperialista entre naciones, corrieron ríos de sangre. Ahora debemos asegurarnos de preservar con honor y en copas de cristal cada gota de este precioso líquido. Desenfrenada energía revolucionaria y amplios sentimientos humanos: éste es el verdadero aliento del socialismo. Es cierto que todo un mundo debe ser derrocado, pero cada lágrima que pudiera haberse evitado es una acusación; cada hombre que en su apresuramiento por cumplir un acto importante aplasta impensadamente una lombriz que se cruza en su camino, está cometiendo un crimen".
Hambre y revolución
Entre los reformistas y también entre algunos que se llaman revolucionarios, prevalece la teoría de que sólo el hambre puede llevar a los trabajadores a seguir la ruta revolucionaria: los aventajados trabajadores de Europa Central y Occidental, argüían los reformistas, tienen muy poco que aprender de los hambrientos y arruinados trabajadores rusos. Rosa puso mucho empeño en corregir este erróneo concepto, escribiendo en 1906: "hay mucha exageración en la idea de que el proletariado del imperio ruso antes de la revolución vivía en paupérrimas condiciones. Precisamente la capa de obreros de la gran industria y de las grandes ciudades, la más activa y enérgica tanto en las luchas económicas como políticas del momento actual, se encontraba, desde el punto de vista de su existencia material, apenas por debajo de la correspondiente capa del proletariado alemán, y en ciertos oficios se pueden encontrar salarios iguales e incluso superiores a los de Alemania. También en relación a la jornada de trabajo, la diferencia que existe entre las empresas de la gran industria de los dos países carece apenas de importancia. De ahí que la idea de un presunto ilotismo material y cultural de la clase obrera rusa no repose sobre ninguna base sólida. Si se reflexiona un poco, esta idea se refuta ya por el hecho mismo de la revolución y por el papel predominante que en ella desempeña el proletariado. Revoluciones con semejante madurez y lucidez políticas no se hacen con un subproletariado miserable; y los obreros de la gran industria que encabezaron las luchas en San Petersburgo, en Varsovia, en Moscú y en Odesa, están mucho más próximos al tipo occidental, en el plano cultural e intelectual, de lo que se imaginan los que consideran al parlamentarismo burgués y a la actividad sindical regular como la única e indispensable escuela del proletariado."
¿Reformismo o revolución?
Basándose en la lucha de clases del proletariado, tanto latente como abierta, tanto dirigida hacia la obtención de concesiones de la clase capitalista como a su derrocamiento, Rosa apoyó igualmente la lucha por las reformas sociales y por la revolución social, considerando a la primera sobre todo una escuela para la segunda, cuya importancia histórica ella aclaraba analizando las mutuas relaciones entre ambas.
"La reforma legal y la revolución no son, por tanto, métodos distintos del progreso histórico que puedan el elegirse libremente en el restaurante de la historia, como si fueran salchichas calientes y frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases que se condicionan y complementan uno a otro y, al mismo tiempo, se excluyen mutuamente, como el polo norte y el polo sur, o la burguesía y el proletariado.
"Toda constitución legal no es más que un producto de la revolución. Así como la revolución es un acto creador de la historia de clases, la legislación implica la perpetuación política de la sociedad. La labor de la reforma legal no posee impulso ninguno por si misma, que sea independiente de la revolución, sino que en cada período de la historia se mueve en la línea del puntapié que le dio la última revolución y mientras dura su impulso; o, expresado más concretamente, sólo se mueve en el contexto del orden social establecido por la última revolución. Éste es, precisamente, el punto crucial de la cuestión.
"Es absolutamente falso y completamente antihistórico imaginarse la labor de reforma legal como una revolución ampliada y, a su vez, la revolución como una reforma sintetizada. Una revolución social no se distingue por la duración de la reforma social, sino por la esencia de los dos momentos. Todo el secreto de las revoluciones históricas a través del empleo del poder político reside en la transformación de los cambios meramente cuantitativos en una calidad nueva, o, más concretamente, en la transición de un periodo histórico, de un orden social, a otro.
"Por lo tanto, quien se pronuncia por el camino reformista en lugar y en contra de la conquista del poder político y de la transformación de la sociedad, en realidad no elige un camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo objetivo, sino, también, otro objetivo; en lugar de la implantación de un nuevo orden social, unas alteraciones insustanciales en el antiguo. De este modo, al considerar las concepciones políticas del revisionismo se llega a la misma conclusión que al estudiar las económicas, es decir, que no buscan la realización del orden socialista, sino tan sólo la reforma del capitalista, o la eliminación del sistema de salariado, sino el más o el menos de la explotación, en una palabra, que buscan la abolición de las aberraciones capitalistas y no las del propio capitalismo.
Las huelgas políticas de masas
En mayo de 1891, una huelga de masas de alrededor de 125.000 trabajadores belgas demandó reformas en el sistema electoral. En abril de 1893 estalló otra huelga que abarcó alrededor de un cuarto de millón de trabajadores, por una demanda similar. El resultado fue el voto universal, pero injusto, privilegiado: los votos de los ricos y "cultos" valían dos o tres veces más que los de los trabajadores y campesinos. Los trabajadores, insatisfechos, llevaron adelante otra huelga de masas nueve años más tarde, solicitando una completa revisión de la Constitución.
Estas huelgas de masas de carácter político produjeron gran impresión sobre Rosa. Dos artículos dedicados a la cuestión -"El experimento belga", 26 de abril de 1902, y "La tercer tercera vez acerca del experimento belga", 14 de mayo de 1902- señalaban la naturaleza revolucionaria de la huelga política de masas como un arma específica de la lucha proletaria. Para Rosa, las huelgas de masas, tanto políticas como económicas, constituyen un factor muy importante en la lucha revolucionaria de los trabajadores hacia el poder.
El entusiasmo de Rosa Luxemburg por este método y su incisiva comprensión del mismo alcanzan nueva altura luego de la revolución rusa de 1905: "En las anteriores revoluciones burguesas, en las que, por una parte, la educación política y la dirección de la masa revolucionaria estaban a cargo de los partido burgueses, y en las que, por la otra, se trataba simplemente del derrocamiento del viejo gobierno, la breve batalla de barricadas era la forma adecuada de la lucha revolucionaria. Hoy en día, cuando la clase obrera debe educarse, unirse y dirigirse a sí misma en el curso de la lucha revolucionaria, y cuando la revolución se dirige tanto contra el viejo poder estatal como contra la capitalista, la huelga de masas se presenta como el medio natural para reclutar a las más amplias capas del proletariado en la acción misma, para revolucionarlas y organizarlas, como el medio para socavar y derrocar el viejo poder estatal y eliminar la explotación capitalista... para poder realizar cualquier tipo de acción política directa como masas, el proletariado debe reunirse primero como masa, y para ello es necesario que salga de las fábricas y de los talleres, de las minas y de los altos hornos, y que supere esa dispersión y derroche de fuerzas a que le condena el cotidiano yugo del capitalismo. La huelga de masas es, pues, la primera forma natural y espontánea de toda gran acción revolucionaria del proletariado, y cuanto más la industria se convierta en la forma predominante de la economía social, mayor será el papel desempeñado por el proletariado en la revolución, más aguda la contradicción entre el capital y el trabajo, y mayor importancia y amplitud adquirirán necesariamente las huelgas de masas. La en otro tiempo forma principal de las revoluciones burguesas, el combate en las barricadas, el enfrentamiento abierto contra el poder armado del Estado, es sólo el punto más extremo de la actual revolución, un momento en todo el proceso de la lucha proletaria de masas."
¡Budapest, 1956!
Contrariamente a todos los reformistas, que ven una muralla china entre las luchas parciales para la reforma económica y la lucha política para la revolución, Rosa señaló que en un período revolucionario la lucha económica crece hasta hacerse política y viceversa.
"Sin embargo, el movimiento en su conjunto no se encamina únicamente a partir de la lucha económica hacia la política, aquí ocurre también lo contrario. Cada una de las grandes acciones políticas de masas se transforma, una vez alcanzado su punto culminante político, en toda una serie confusa de huelgas económicas. Y esto no se refiere únicamente a cada una de las grandes huelgas de masas, sino, incluso, a la revolución en su conjunto. Con la extensión, clarificación y potenciación de la lucha política, no sólo no retrocede la lucha económica, sino que se extiende, se organiza y se intensifica en igual medida. Entre ambas existe una completa acción recíproca.
"Toda nueva iniciativa y toda nueva victoria de la lucha política se transforma en un impulso potente para la lucha económica, ampliando, al mismo tiempo, tanto sus posibilidades externas, como el deseo íntimo de los obreros por mejorar su situación, aumentando su combatividad. Cada encrespada ola de la acción política deja tras de sí un residuo fecundo, del que brotan al instante miles de tallos de la lucha económica. Y a la inversa. El permanente estado de guerra económica entre los obreros y el capital mantiene alerta la energía militante durante los momentos de tregua política; constituye, por así decirlo, el constante y viviente depósito de la fuerza de clase proletaria, de donde la lucha política extrae siempre nuevas fuerzas, conduciendo, al mismo tiempo, la lucha económica infatigable del proletariado, unas veces aquí, otras allá, a agudos conflictos aislados que engendran insensiblemente conflictos políticos en gran escala.
"En una palabra, la lucha económica es la que conduce de una situación política a otra; la lucha política produce la fertilización periódica del terreno en el que surge la lucha económica. Causa y efecto permutan sus posiciones en todo momento, y de este modo el elemento económico y el político, lejos de diferenciarse nítidamente o de excluirse recíprocamente, como pretende un pedante esquema, constituyen dos aspectos complementarios de las luchas de clase proletarias en Rusia."
El clímax lógico y necesario de la huelga de masas es "una rebelión general que, sin embargo, sólo puede producirse después de una experiencia adquirida en toda una serie de rebeliones parciales y preparatorias, que desembocan temporalmente en «derrotas» exteriores y parciales, pudiendo aparecer cada una de ellas como «prematura»."
De las huelgas de masas resulta un resurgimiento de la conciencia de clase: "Lo más preciado, precisamente por ser lo duradero, en este brusco flujo y reflujo de la revolución es su sedimento intelectual: el impetuoso desarrollo intelectual y cultural del proletariado, que ofrece una garantía inquebrantable para su imparable avance ulterior tanto en las luchas económicas como en las políticas."
¡Y a que idealismo se elevan los trabajadores! Dejan de lado los temores sobre si tendrán o no los medios para mantenerse ellos y sus familias durante la lucha. No se preguntan si han sido cumplidos todos los preparativos técnicos preliminares: "En el momento en que comienza en serio un verdadero período de huelgas de masas, todos los «cálculos de costos» equivalen a la pretensión de querer dejar el océano sin agua con un vaso. Pues es realmente un verdadero océano de terribles privaciones y sufrimientos el precio que tiene que pagar la masa proletaria por cada revolución. Y la solución que le ofrece un período revolucionario a esta dificultad, aparentemente insuperable, es que desencadena, al mismo tiempo, tal cantidad de idealismo en las masas, que se hacen insensibles a los más agudos sufrimientos."
Lo que justifica la confianza de Rosa es que vislumbró la magnífica iniciativa revolucionaria y la capacidad de autosacrificio expresada por los trabajadores durante una revolución.
La lucha contra el imperialismo y la guerra
Aumento de la marea proimperialista en el movimiento obrero
Durante las dos décadas que precedieron al estallido de la Primera Guerra Mundial, el apoyo al imperialismo fue desarrollándose lentamente dentro de la Internacional Socialista.
El Congreso de Stuttgart de la Internacional de 1907 lo mostró claramente. La cuestión colonial se tuvo en cuenta porque en ese momento el empuje de un número de fuerzas imperialistas en África y Asia se estaba volviendo feroz. Los partidos socialistas protestaron contra la rapacidad de sus propios gobiernos, pero como demostró la discusión en dicho Congreso, una posición anticolonialista consistente estaba lejos del pensamiento de muchos de los líderes de la Internacional. El Congreso designó una Comisión de Colonias, cuya mayoría presentó un informe señalando que el colonialismo tenía algunos aspectos positivos. Su proyecto de resolución señalaba: "El Congreso no rechaza por principio y para siempre toda política colonial". Los socialistas deberían condenar los excesos del colonialismo, pero no renunciarlo totalmente. En su lugar, "deben abogar por reformas, mejorar la suerte de los nativos... y educarlos para la independencia por todos los medios posibles.
"Con tal propósito, los representantes de los partidos socialistas deben proponer a sus gobiernos la firma de un tratado internacional y la creación de una Ley de Colonias que proteja los derechos de los nativos y que esté garantizada por todos los Estados firmantes."
Este proyecto de resolución fue rechazado, pero sólo por una pequeña mayoría de ciento veintisiete contra ciento ocho. Así, prácticamente la mitad del Congreso estaba abiertamente del lado del imperialismo.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914 -esencialmente una lucha entre las fuerzas imperialistas para la división de las colonias-, el apoyo de la mayoría de los líderes de la Internacional Socialista no fue inesperado.
La lucha de Rosa Luxemburg contra el imperialismo capitalista
En el Congreso de Stuttgart, Rosa se pronunció claramente contra el imperialismo, proponiendo una resolución que delineara la política necesaria para enfrentar la amenaza de la guerra imperialista. "En el caso de una amenaza de guerra, es obligación de los trabajadores y de sus respectivos representantes parlamentarios en los países implicados, hacer todo lo posible para evitar su estallido, tomando las medidas adecuadas, que por supuesto pueden cambiar o agudizarse, de acuerdo con la intensificación de la lucha de clases y la situación política general.
"En el caso de que de todos modos estallara la guerra, es su obligación tomar las medidas que la hagan terminar lo más pronto posible, y utilizar la crisis política y económica consecuente para insurreccionar a las masas populares y acelerar la caída del dominio de la clase capitalista."
Esta resolución demostraba claramente que los socialistas debían oponerse al imperialismo y a su guerra, y que el único camino para acabar con ambos era la derrota del capitalismo, del que ambos surgen.
Dicha resolución logró la aprobación, pero aun así cada vez se hacía más evidente que muchos de aquellos líderes que no apoyaban abiertamente al colonialismo, tampoco concebían la lucha contra el imperialismo en términos revolucionarios.
Estos líderes, cuyo principal vocero era Kautsky, adoptaron el punto de vista de que el imperialismo no derivaba necesariamente del capitalismo, sino que era un absceso que la clase capitalista en su totalidad quería sacarse de encima. La teoría de Kautsky era que el imperialismo era un método de expansión apoyado por ciertos grupos capitalistas, poco numerosos pero poderosos (los bancos, los grandes fabricantes de armas), lo que era contrario a las necesidades de la clase capitalista en su totalidad, ya que las erogaciones en armamentos reducían el capital disponible para inversiones en el país y en el exterior, y en consecuencia afectaban a la mayor parte de la clase capitalista, la que progresivamente aumentaría su oposición a la política de la expansión imperialista armada. Haciéndose eco de estas ideas, Bernstein sostuvo confidencialmente en 1911 que el deseo de paz se estaba volviendo universal y que la guerra no estallaría. La carrera armamentista, de acuerdo con el marxismo centrista dirigido por Kautsky, era una anomalía que podía superarse por medio de un acuerdo de desarme general, Cortes de arbitraje internacional, alianzas para la paz, y la formación de los Estados Unidos de Europa. En una palabra, el marxismo centrista confiaba en los poderes fácticos para traer la paz a la tierra.
Rosa hizo mil pedazos este pacifismo capitalista brillantemente: "...la creencia de que es posible un capitalismo sin expansión es la fórmula teórica para cierta tendencia táctica definida. Este concepto tiende a considerar la fase imperialista no como una necesidad histórica, no como el encuentro final entre capitalismo y socialismo, sino más bien como maliciosa invención de un grupo de partidos interesados. Trata de persuadir a la burguesía de que el imperialismo y militarismo son deletéreos, aun desde el punto de vista de los intereses de la burguesía, con la esperanza de que entonces ésta sea capaz de aislar al conjunto de partidos interesados y formar así un bloque entre el proletariado y la mayor parte de la burguesía, con vistas de «desviar» al imperialismo, «rendirlo» mediante el desarme parcial, y «apartar su aguijón». De la misma manera que el liberalismo burgués en su período de decadencia apelaba, de los «ignorantes» monarcas a los «esclarecidos» monarcas, ahora el marxismo centrista propone apelar de la burguesía «irrazonable» a la burguesía «razonable» con el objeto de disuadirla de una política de imperialismo con todos sus catastróficos resultados, hacia una política de tratados desarmamentistas internacionales; de una lucha armada por el dominio del mundo, hacia una pacífica federación de estados democráticos nacionales. El rendimiento general de cuentas entre el proletariado y el capitalismo, la solución de las grandes contradicciones entre ellos, se resuelven solas en un idílico compromiso para la «mitigación de las contradicciones imperialistas entre los estados capitalistas»."
Estas palabras son aptas no sólo para el pacifismo burgués de Kautsky y de Bernstein, sino también para todos aquellos que adhieren a la Liga de las Naciones, a las Naciones Unidas, a la Seguridad Colectiva, o a las Conferencias Cumbre.
Rosa demostró que el imperialismo y la guerra imperialista no podían superarse en el marco del capitalismo, ya que surgían de los intereses vitales de la sociedad capitalista.
Los Principios directores, redactados por Rosa, establecían: "el imperialismo, última fase y más alto desarrollo del dominio político del capitalismo, es el enemigo mortal de los trabajadores de todos los países...La lucha contra el imperialismo es al mismo tiempo la lucha del proletariado por el poder político, el conflicto decisivo entre capitalismo y socialismo. La meta final del socialismo sólo puede lograrse si el proletariado internacional lucha intransigentemente contra el imperialismo como totalidad, y se apropia de la consigna «guerra contra guerra» como una guía práctica para la acción, apelando a toda su fuerza y a toda su capacidad de autosacrificio."
Así, el tema central de la política antiimperialista de Rosa era que la lucha contra la guerra es inseparable de la lucha por el socialismo.
Con gran pasión, Rosa culmina su folleto antibélico más importante, La crisis de la socialdemocracia: "Pero la actual furia de la bestialidad imperialista en los campos de Europa produce, además, otra consecuencia que deja al "mundo civilizado" completamente indiferente: la desaparición masiva del proletariado europeo... Es nuestra fuerza y nuestra esperanza la que es sesgada diariamente, hilera tras hilera, como la hierba bajo la hoz. Son las mejores, las más inteligentes, las más preparadas fuerzas del socialismo internacional, los portadores de las más sagradas tradiciones y del más audaz heroísmo del moderno movimiento obrero, las vanguardias de todo el proletariado mundial: los obreros de Inglaterra, de Francia, de Bélgica, de Alemania y de Rusia los que ahora son amordazados y asesinados en masa...Es mucho más grave que la atroz destrucción de Lovaina y de la catedral de Reims... Es un golpe mortal contra la fuerza que lleva en su seno el futuro de la humanidad y que puede salvar todos los valiosos tesoros del pasado en una sociedad mejor. Aquí el capitalismo descubre su cabeza cadavérica, aquí confiesa que ha caducado su derecho histórico a la existencia, que su dominación ya no es compatible con el progreso de la humanidad.
"¡Alemania, Alemania por encima de todo! ¡Viva la democracia! ¡Viva el zar y el eslavismo! ¡Diez mil tiendas de campaña, garantía estándar! ¡Cien mil kilos de manteca, de sucedáneos de café, a entregar inmediatamente...! Los dividendos suben y los proletarios caen. Y con cada uno de ellos cae un combatiente del futuro, un soldado de la revolución, un salvador de la humanidad del yugo del capitalismo.
"La locura cesará y el fantasma sangriento del infierno desaparecerá cuando los obreros de Alemania y de Francia, de Inglaterra y de Rusia despierten una vez de su delirio, se tiendan las manos fraternalmente y acallen el coro bestial de los factores imperialistas de la guerra y el ronco bramido de las hienas capitalistas, con el viejo y poderoso grito de batalla de los obreros: ¡Proletarios de todos los países, unidos!" Con poder de visionaria Rosa señala: "«la sociedad burguesa se encuentra ante un dilema: o avance hacia el socialismo o recaída en la barbarie.» ...nos encontramos, como Federico Engels pronosticaba ya hace una generación, hace 40 años, ante la alternativa: o el triunfo del imperialismo, el ocaso de toda civilización y, como en la vieja Roma, despoblamiento, degeneración, desolación, un enorme cementerio; o victoria del socialismo, es decir, de la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo y su método: la guerra. Éste es el dilema de la historia mundial; una alternativa, una balanza cuyos platillos oscilan ante la decisión del proletariado con conciencia de clase."
Partido y clase
El hombre hace la historia
Rosa ha sido acusada de materialismo mecanicista, una concepción del desarrollo histórico en el que las fuerzas económicas objetivas son independientes de la voluntad del hombre. Tal acusación es totalmente infundada. Han sido muy pocos los grandes marxistas que han puesto mayor énfasis que Rosa en la actividad del hombre como factor determinante del destino de la humanidad.
"Los hombres no hacen su historia libremente. Pero la hacen ellos mismos. El proletariado depende en su acción del grado de madurez correspondiente al desarrollo social, pero el desarrollo social no se produce al margen del proletariado, es en igual medida tanto su motor y causa, su producto y su resultado. Su propia acción es parte codeterminante de la historia. Y si bien no podemos saltar por encima de ese desarrollo histórico más que lo que cualquier hombre puede pasar por encima de su propia sombra, podemos acelerarlo o retardarlo... La victoria del proletariado socialista... es resultado de ineluctables leyes de la historia, de millares de escalones de una evolución anterior penosa y demasiado lenta. Pero nunca podrá ser llevado a cabo si, de todo ese substrato de condiciones materiales acumuladas por la evolución, no salta la chispa incandescente de la voluntad consciente de la gran masa del pueblo."
Siguiendo la línea de pensamientos propugnada por Marx y Engels, Rosa sostenía que la conciencia de los fines del socialismo por parte de la masa de trabajadores es un prerrequisito necesario para el logro del socialismo. El Manifiesto Comunista establece: "Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría"8. En otra ocasión Engels escribió: "La época... de las revoluciones hechas por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de las masas inconscientes, ha pasado. Allí donde se trata de una transformación completa de la organización social, tienen que intervenir directamente las masas, tienen que haber comprendido ya por sí mismas de qué se trata, por qué dan su sangre y su vida."
En el mismo sentido, Rosa escribió: "Sin la voluntad consciente y la acción consciente de la mayoría del proletariado no puede haber socialismo."
Otra vez en el Programa del Partido Comunista de Alemania (Espartaco), redactado por ella misma, Rosa señala: "La Liga Espartaco no es un partido que pretenda alcanzar el poder por encima o a través de las masas trabajadoras. La Liga Espartaco es únicamente la parte más consecuente del proletariado, que, en cada momento, señala a las masas amplias de la clase obrera sus tareas históricas y que en cada estadio particular de la revolución defiende el fin último socialista, igual que en las cuestiones nacionales defiende los intereses de la revolución mundial.
"La Liga Espartaco únicamente tomará el poder cuando ello se derive de la voluntad clara y explícita de la gran mayoría del proletariado en toda Alemania, esto es, únicamente como resultado de la aprobación consciente por parte del proletariado de los criterios, los objetivos y los métodos de lucha de la Liga Espartaco.
"La revolución tan sólo puede alcanzar claridad y madurez completas de un modo paulatino, a lo largo del camino del Calvario de las experiencias amargas, las derrotas y las victorias.
"La victoria de la Liga Espartaco no es el comienzo, sino el fin de la revolución y coincide con la victoria de los millones de proletarios socialistas."
La clase y el partido
El proletariado como clase debe ser consciente de los objetivos del socialismo y de los métodos para lograrlo, pero aún así, necesita de un partido revolucionario que lo dirija. En cada fábrica, en cada muelle, en cada obra en construcción, hay trabajadores más avanzados -es decir trabajadores más experimentados en la lucha de clases, más independientes de la influencia de la clase capitalista- y trabajadores menos avanzados. Corresponde a los primeros lograr la organización en un partido revolucionario y tratar de influir y dirigir a los segundos. Como dijo Rosa: "Este movimiento de masas del proletariado necesita la dirección de una fuerza organizada basada en fuertes principios."
El partido revolucionario, aunque consciente de su papel dirigente, debe cuidarse de no caer en una línea de pensamiento que lo lleve a creer que el partido es la fuente de toda corrección y virtudes, mientras que la clase trabajadora permanece como una masa inerte y sin iniciativas: "Por supuesto, a través del análisis teórico de las condiciones sociales de la lucha, la Social Democracia ha introducido hasta un grado sin precedentes el elemento de la conciencia en la lucha de clase proletaria; dio a la lucha de clases su claridad de fines; creó, por primera vez, una organización permanente de las masas trabajadoras, configurando así la columna vertebral de la lucha de clases. No obstante, sería para nosotros un error catastrófico pretender, de ahora en adelante, que toda iniciativa histórica del pueblo deba pasar por las manos de la organización socialdemócrata únicamente, y que las masas desorganizadas del proletariado se hayan convertido en una cosa amorfa, en el peso muerto de la historia. Por el contrario, las masas populares continúan siendo la materia vívida de la historia mundial, aun en presencia de la Social Democracia; y sólo si hay sangre circulando entre los núcleos organizados y las masas populares, sólo sin un latido de vitalidad a ambos, puede la Social Democracia mostrar que es capaz de grandes hazañas históricas."
En consecuencia, el partido no debe extraer tácticas del aire, sino imponerse como primera obligación aprender de la experiencia de los movimientos de masas y después generalizar teniendo en cuenta esa experiencia. Los grandes acontecimientos de la historia de la clase trabajadora han demostrado más allá de toda duda el acierto de poner el acento en este punto. En 1871 los trabajadores de París establecieron una nueva forma de estado -un estado sin ejército permanente ni burocracia, con la elegibilidad y la amovilidad de los funcionarios, quienes recibían el salario promedio de un trabajador- antes de que Marx empezara a generalizar acerca de la naturaleza y estructura de un estado obrero. Nuevamente en 1905, los trabajadores de Petrogrado establecieron un Soviet independientemente del Partido Bolchevique, de hecho en oposición a la dirección bolchevique local, y enfrentando por lo menos las suspicacias, si no la animosidad, del propio Lenin. Por lo tanto, no podemos dejar de estar de acuerdo con Rosa cuando escribe, en 1904: "Los rasgos generales de la táctica de lucha de la socialdemocracia no los «inventa» nadie, sino que son el resultado de una serie ininterrumpida de grandes actos creadores de la lucha primitiva de clase de carácter experimental. También aquí lo inconsciente precede a lo consciente y la lógica del proceso histórico objetivo a la lógica subjetiva de los actores."
No es mediante las enseñanzas didácticas de los líderes del partido que los trabajadores aprenden. Como dijo Rosa, contradiciendo a Kautsky y Cía: "Piensan que educar a las masas proletarias en el espíritu socialista significa darles conferencias, distribuir panfletos. ¡No! La escuela proletaria socialista no necesita de eso. La actividad misma educa a las masas."
Finalmente, Rosa llega a esta conclusión: "Los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son infinitamente más fructíferos y valiosos desde el punto de vista de la historia que la infalibilidad del mejor «comité central»."
Colocando tal énfasis sobre el poder creativo de la clase trabajadora, Rosa estaba, no obstante, inclinada a subestimar el efecto retardatario y perjudicial que una organización conservadora podía tener sobre la lucha de masas. Creía que el repentino ascenso de las masas barrería con tal liderazgo, sin que el movimiento mismo sufriera serios daños. En 1906 escribió: "Si por cualquier motivo y en cualquier momento, se producen en Alemania grandes luchas políticas y huelgas de masas, se iniciará, al mismo tiempo, una era de gigantescas luchas sindicales, sin que los acontecimientos se pregunten si los dirigentes sindicales aprueban o no el movimiento. Si se mantuvieran apartados o trataran de oponerse a la lucha, la consecuencia sería simplemente que los dirigentes del sindicato, al igual que los dirigentes del partido, en caso análogo, serían marginados por el desarrollo de los acontecimientos, y las luchas, tanto las económicas como las políticas, serían llevadas adelante por las masas, se prescindirían de ellos."
Raíces históricas de los criterios de Rosa Luxemburg
Para alcanzar las raíces de la posible subestimación de Rosa respecto del rol de la organización y de su posible sobreestimación del papel de la espontaneidad, es necesario observar la situación en que ella trabajaba. En primer lugar, debía luchar contra la oportunista dirección del Partido Social Demócrata Alemán. Esta dirección privilegiaba desproporcionadamente el factor organizativo, y no tenía en cuenta la espontaneidad de las masas. Aún allí donde aceptaba, por ejemplo, la posibilidad de una huelga de masas, la dirección reformista razonaba así: las condiciones en que se encarará la huelga, y también el momento adecuado -cuando las arcas del sindicato estén repletas, por ejemplo- serán determinados únicamente por el partido y por la dirección del sindicato, y también ellos fijarán la fecha. Además, se arrogaban la tarea de determinar las metas de la huelga, que eran, según Bebel, Kautsky, Hilferding, Bernstein y otros, lograr alguna concesión o defender al Parlamento. Sobre todo, una regla era inviolable: los trabajadores no debían hacer nada que no fuera ordenado por el partido y su dirección. Fue con esta idea del partido poderoso y de las masas impotentes que Rosa libró la batalla. Pero al hacerlo quizá inclinó demasiado la balanza.
Otra ala del movimiento obrero con la que Rosa tuvo que lidiar era el PPS polaco. El PPS tenía una organización chauvinista, siendo su fin reconocido la independencia nacional de Polonia. Pero no había una base social de masas para su lucha: los terratenientes y la burguesía permanecían apartados de la lucha nacional, en tanto que el proletariado polaco -que consideraba a los trabajadores rusos sus aliados- no sentía ningún deseo de luchar por un estado nacional (véase el Capítulo 6, Rosa Luxemburg y la cuestión nacional). Bajo estas condiciones, el PPS adoptaba actividades de carácter aventurero, tales como la organización de grupos terroristas y cosas semejantes. La acción no se basaba en la clase trabajadora como una totalidad, sino únicamente en las organizaciones del partido. Aquí tampoco contaba para nada el proceso social, sino la dirección. Aquí también -en su larga lucha contra el voluntarismo del PPS- Rosa puso el acento en el factor de espontaneidad.
Una tercera corriente del movimiento obrero contra la que Rosa luchó fue el anarcosindicalismo10. La base principal de esta tendencia estaba en Francia, donde echó sus raíces en el fértil terreno del atraso industrial y la falta de concentración. Cobró fuerzas después de la serie de derrotas sufridas por el movimiento obrero francés en 1848 y 1871, y de la traición de Millerand y del partido de Jaurés, que despertaron la suspicacia entre los trabajadores de todas las actividades y organizaciones políticas. El anarcosindicalismo, fuertemente influido por tendencias anarquistas, identificaba la huelga general con la revolución social, en lugar de considerarla sólo como un elemento fundamental de la revolución proletaria moderna. Estaban convencidos de que la huelga general podía empezar mediante una simple orden, y que a ella le seguiría la derrota del gobierno de la burguesía. Una vez más acentuaban y al mismo tiempo simplificaban el factor revolucionario: es decir, que la voluntaria y libre decisión de los líderes, independiente de la compulsión del ascenso repentino de las masas, podría iniciar acciones decisivas. Los reformistas alemanes, al mismo tiempo que rechazaban este voluntarismo, desarrollaban una tendencia similar. Mientras los sindicalistas franceses hacían una caricatura de la huelga de masas y de la revolución, los oportunistas alemanes, al reírse de ella, excluían la idea general de las huelgas de masas y de las revoluciones. Rosa batallaba al mismo tiempo contra la rama alemana del voluntarismo y contra la edición francesa en su forma sindicalista; ambas mostraban ser, esencialmente, una negativa burocrática de la iniciativa de los trabajadores y de la automovilización.
Juicio crítico de los criterios de Rosa acerca de las relaciones entre la clase y el partido
La principal razón de la sobreestimación que hacía Rosa del factor espontaneísta y de la subestimación que hacía del factor organizativo, reside probablemente en la necesidad, en la lucha inmediata contra el reformismo, de poner el acento sobre la espontaneidad como primer paso de toda revolución. A partir de este primer paso en la lucha del proletariado, Rosa hizo una generalización demasiado amplia como para abarcar la lucha en su totalidad.
Verdaderamente, las revoluciones comienzan con hechos espontáneos sin la dirección de un partido. La Revolución Francesa empezó con la toma de la Bastilla. Nadie la había organizado. ¿Había un partido a la cabeza del pueblo en rebelión? No. Ni siquiera los futuros líderes del jacobinismo, por ejemplo Robespierre, se habían opuesto aún a la monarquía, ni se habían organizado como partido. El 14 de Julio de 1789 la revolución fue un acto espontáneo de las masas. La misma verdad se aplica a la revolución rusa de 1905 y a la de febrero de 1917. La de 1905 comenzó a raíz de un choque sangriento entre los ejércitos del Zar y la policía por un lado, y la masa de trabajadores, hombres, mujeres y niños por el otro, dirigidos por el cura Gapón. ¿Estaban los trabajadores organizados por una dirección clara y decisiva con una política socialista propia? Por cierto que no. Arrastrando iconos, fueron a rogar a su amado "Padrecito" -el Zar- que les ayudara contra sus explotadores. Este fue el primer paso de una gran revolución. Doce años más tarde, en febrero de 1917, las masas -esta vez más experimentadas y con mayor número de socialistas que en la revolución anterior- nuevamente se levantaron espontáneamente. Ningún historiador ha sido capaz de señalar al organizador de la revolución de febrero, sencillamente porque no había sido organizada.
Sin embargo, las revoluciones, después de haber sido impulsadas por un levantamiento espontáneo, se desarrollan de distintas maneras. En Francia, la transición entre el gobierno semirrepublicano de la Gironda y el gobierno revolucionario, que aniquiló por completo las relaciones feudales de propiedad, no fue llevada a cabo por masas desorganizadas sin ninguna dirección de partido, sino bajo la decisiva dirección del Partido Jacobino. Sin tal partido en el timón, este importante paso que exige una lucha sin tregua contra los girondinos, hubiera resultado imposible. El pueblo de París podía, espontáneamente, sin líderes, después de décadas de opresión, levantarse contra el rey; pero la mayor parte del pueblo era demasiado conservadora, demasiado carente de experiencia histórica y conocimientos como para distinguir, después de dos o tres años de revolución, entre quienes deseaban conducirla hasta sus últimas instancias y quienes apuntaban a alguna componenda. La situación histórica requería un esfuerzo sin tregua contra el partido pactador, que había sido aliado. La conducción consciente de esta gran empresa fue cumplida por el Partido Jacobino, que fijó la fecha y organizó la caída de la Gironda hasta el último detalle, para el 10 de agosto de 1792. De la misma manera, la revolución de octubre no fue un acto espontáneo, sino organizado por los bolcheviques prácticamente en todos sus detalles de importancia, incluso la fecha. Durante los zigzags de la revolución entre febrero y octubre -la demostración de junio, los días de julio y su consecuente retirada, el rechazo del putsch del derechista Kornilov, etc.- los trabajadores y soldados fueron aceptando cada vez más la influencia y guía del Partido bolchevique. Y este partido fue esencial para elevar a la revolución desde sus primeros pasos hasta la victoria final.
Al aceptar que quizá subestimó la importancia del partido, no debemos ignorar el verdadero mérito histórico de Rosa Luxemburg al luchar contra el reformismo reinante, poniendo el acento en la más importante fuerza que podía quebrar la corteza conservadora: la espontaneidad de los trabajadores. La constante pujanza de Rosa residía en su absoluta confianza en la iniciativa histórica de los trabajadores.
Al señalar algunas de las deficiencias en la posición de Rosa, con respecto a los vínculos entre espontaneidad y dirección en la revolución, debemos cuidarnos de no llegar a la conclusión de que sus críticos en el movimiento revolucionario -sobre todo Lenin- estaban en todo sentido más próximos a un análisis marxista correcto y equilibrado.
La concepción de Lenin
En tanto Rosa había trabajado en un ambiente en el que el principal enemigo del socialismo revolucionario era el centralismo burocrático, con el resultado de que ella constantemente acentuaba la actividad primaria de las masas, Lenin había tenido que lidiar con la calidad amorfa del movimiento obrero en Rusia, donde el mayor peligro era la subestimación del elemento organizativo. De la misma manera que no se pueden comprender los criterios de Rosa si se los aísla de las condiciones de los países y de los movimientos obreros en que ella trabajó, es difícil entender la posición de Lenin sin la debida referencia a las concretas condiciones históricas del movimiento obrero en Rusia.
Lenin vuelca su concepción de la relación entre espontaneidad y organización principalmente en dos obras: ¿Qué hacer? (1902) y Un paso adelante, dos pasos atrás (1904). En el momento en que fueron escritas, el movimiento obrero ruso no podía compararse en potencia con el de Europa Occidental, especialmente con el de Alemania. Se integró con grupos aislados, pequeños, más o menos autónomos, sin una política convenida en común, y sólo bajo la influencia tangencial de líderes marxistas que estaban en el exterior: Plejanov, Lenin, Martov, Trotsky. Estos grupos, por debilidad y aislamiento, apuntaban bajo. Mientras los trabajadores rusos se elevaban a un alto nivel de combatividad en las huelgas de masas y manifestaciones, los grupos socialistas sólo propugnaban demandas económicas inmediatas viables; la llamada tendencia "economicista" era la predominante en dos grupos socialistas. El ¿Qué hacer? era un ataque despiadado al "economicismo" o al sindicalismo puro. Lenin argüía que la espontaneidad de la lucha de masas -tan obvia en Rusia en ese momento- debía complementarse con la conciencia y organización de un partido. Decía que debía crearse un partido a nivel estatal con un diario propio, a fin de unificar las agrupaciones locales e infundir en el movimiento obrero una conciencia política. Sostenía que la teoría socialista debía llevarse al proletariado desde afuera: ése era el único camino por el que el movimiento obrero podía encaminarse a la lucha por el socialismo. El proyectado partido debía estar formado, en su mayoría, por revolucionarios profesionales, que trabajaran bajo una dirección centralizada al máximo. La dirección política del partido debía formar el comité editorial del diario. La dirección tendría autoridad para organizar o reorganizar las ramas del partido en el interior del país, admitir o rechazar miembros, y designar comités locales. En 1904, Lenin escribió, criticando a los mencheviques: "La idea básica del camarada Martov... es justamente falso «democratismo», la idea de la construcción del partido de abajo hacia arriba. Mi idea, por el contrario, es el «burocratismo», en el sentido de que el partido debe construirse de arriba hacia abajo, del Congreso a la organización del partido individual."
¡Cuántas veces los estalinistas, y muchos de los llamados no-estalinistas, los tantos epígonos de Lenin, citan a ¿Qué hacer? y a Un paso adelante, dos pasos atrás, como si fueran aplicables in toto, en todos los países y movimientos, cualesquiera que sea su estado de desarrollo!
Lenin estaba muy lejos de estos llamados leninistas. Ya en 1903, en el Segundo Congreso del Partido Social Demócrata Ruso señaló algunas
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Rosa de Luxemburg
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Enviado por: | Ego |
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