Esta versión de El incendio del Parlamento (1834) de Josep Mallord William Turner probablemente sea un estudio, pero refleja el estilo característico de las acuarelas del pintor británico. los paisajes impregnados de un sentimiento romántico se convierten en la principal expresión de la pintura romántica.
2) Obra literaria inspirada en un estilo romanticista.
Prefacio a la obra y presentación del autor.
Rodolfo Lauterbach nació en Santiago de Chile en 1971, estudió derecho en la Universidad de Chile y actualmente ejerce como embajador de su país en Canadá. Su estilo Romanticista, poco popular entre los lectores de la actualidad, aunque es principalmente antropocéntrico contiene elementos como el nacionalismo y está basado en un ideal libertario que considera a todos los hombres como individuos importantes que constituyen el fin último para el cual existe la sociedad.
"La entelequia del pecado."
Todos nosotros cometemos errores. Los errores no son vergonzosos, no debemos arrepentirnos de ellos. Si nos fijamos bien, cada vez que nos equivocamos es o porque no estamos plenamente conscientes de lo que hacemos o porque simplemente corrimos un riesgo y perdimos. Muchas veces confundimos el error con el pecado, la diferencia está en el duro e innecesario sentimiento de culpabilidad que acompaña a éste último.
El concepto de pecado que poseen muchas personas en la actualidad, y que entes extranjeros están tratando de introducir en nuestra nación, es el producto de una deformación cultural que, a mi juicio, es un aporte de la religión cristiana que se ha ido insertando en la cultura occidental desde tiempos remotos. El pensamiento humano es víctima de una patología obsesiva por la perfección y la macro estabilidad que el evangelio cristiano pretende dar al mundo. Es esta perfección, que según cierta interpretación del evangelio sería el fin y el objetivo último del mundo y de todos los hombres, el fundamento más esencial en el que se basa el concepto del pecado. Esta errada creación religiosa deja de lado los objetivos posibles y concretos como la felicidad, el placer que proviene de las maravillas de la naturaleza y los equilibrios emocional y racional del ser humano que se centran en la simple contemplación del universo natural.
No es posible cometer un pecado mortal. La prueba más fehaciente de ello es que nadie haría algo estando consciente de que le será perjudicial, de que hará daño a otros y de que tendrá que pagar dolorosamente por ello. El pecado mortal es aquel pecado grave, del cual se está plenamente consciente al momento de cometerlo y en el cual se tiene la intención de ofender a Dios por medio de nosotros mismos o alguno de "nuestros hermanos, hijos de Dios". Tal descripción es un terrible error; no se puede hacer algo a sabiendas de que es malo y no conveniente a no ser de que haya algo que nos confunda, nos desvíe y nos haga creer que en definitiva vale la pena hacerlo.
Si bien es cierto que la culpa, el castigo y la auto flagelación que lleva consigo la tan popular concepción de "pecado" son en la mayoría de los casos dañinos para las personas, es importante tener en cuenta que estos mismos son un medio importantísimo para reprimir las conductas individuales que perjudican a toda la colectividad o a parte de ella. A mi parecer ésta es una de las más grandes paradojas que debe enfrentar la cultura occidental en senda al año 2000. La delimitación de los espacios individual y social de las personas es un desafío doble; por un lado es necesario, siempre lo ha sido y siempre lo será, el regular mediante algún sistema el comportamiento de los individuos para que el grupo no se sienta afectado por éste, y, por otro lado es imprescindible que se respete la libertad individual de las personas dejándolas actuar como mejor les parezca sin la necesidad de reprimir sus conductas individuales solo por el hecho de que a otra persona le parezcan dañinas o inapropiadas. El fin no siempre justifica los medios; el objetivo de mejorar y perfeccionar a la sociedad y a cada uno de sus individuos es lícito y fecundo para toda la comunidad pero la deformación intelectual que traen consigo la fe en el castigo eterno y en un Dios represivo y castigador terminan haciendo que la medicina sea, al fin y al cabo, mucho más intoxicante que la enfermedad original.