Literatura
Romanticismo y Realismo. Benito Pérez Galdós
INTRODUCCIÓN
Estudiar la literatura nos resulta muy complejo, sabemos que existe desde tiempos remotos abarcando muchos acontecimientos de la historia. Dentro de la literatura se encuentran movimientos literarios con sus respectivas características y representantes, que se entremezclan a medida que transcurre el tiempo.
En esta oportunidad sólo nos centraremos en la investigación y análisis de “La narrativa española del siglo XIX” y de su representante realista Benito Pérez Galdós.
Por aquellos años, en España se cultivaron dos movimientos literarios, el Realismo y el Naturalismo, Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán respectivamente. Ambos surgidos en contra del Romanticismo, pero con características sacadas de él.
Esto nos hace dudar si realmente el Realismo surge a partir del Romanticismo o no; lo claro es que nace en contra de él. Pero ¿Tendrá características de este movimiento? ¿Habrán quedado rastros del Romanticismo durante el siglo XIX, cuando comienzan a formarse otro tipos de movimientos?
Muchas de estas interrogantes podrán ser respondidas luego de indagar en el tema, y las que no, quedarán pendientes hasta poder estudiarlas con mayor profundidad.
GENERALIDADES HISTÓRICAS CULTURALES
DE LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX1
La literatura moderna desde el siglo XIX en adelante se caracteriza por el apresuramiento y caducidad de todos los movimientos literarios. El romanticismo no es, en realidad, sino el último de ellos. Desde entonces las corrientes, escuelas y generaciones van a revestir mayor complejidad y el deslinde entre unos y otros será con frecuencia motivo de polémica.
El romanticismo, que es el gran movimiento cultural europeo de comienzos de siglo, se retrasa en España por causas políticas. Se da intensa y fugazmente en la década de 1830-40 y luego deja ya un resto perenne en todas las épocas.
El posromanticismo, que es etiqueta muy cómoda, ya es más complejo. Las derivaciones posrománticas son: una poesía acendrada y depurada que recoge la corriente intimista del romanticismo; el teatro realista que reacciona contra los excesos anteriores -que persisten sin embargo en algunos autores- y restaura la comedia. Este teatro tiene su paralelo en una corriente poética también realista. Y, en fin, la paulatina maduración del género novelesco.
Todo cambio literario de importancia suele ir acompañado de quebrantamiento de envergadura en el terreno social, político y cultural.
Es fácil señalar, desde el punto de vista externo, acontecimientos que produjeran dicho cambio: el derrumbamiento de Carlos IV, Napoleón, la Revolución francesa, la guerra de la Independencia... nunca una nueva época vino marcada tan meridianamente por unos hechos externos tan importantes.
Incluso luego a lo largo del siglo tales acontecimientos jalonan el siglo XIX: el trienio constitucional, la guerra carlista, la primera república, la restauración, etc. O en el campo científico: el ferrocarril, la electricidad, correos, el telégrafo, etc.
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1 Fuente bibliográfica: Enciclopedia Temática Lafer, INFOPEDIA de Multimedia.
Pero la causa interna de mayor importancia es lo que se suele llamar el desmoronamiento del antiguo régimen con la ascensión de la burguesía y la sustitución de una sociedad estamental por otra clasista. Una explicación meridiana de este proceso nos la da el profesor Artola:
«Al mismo tiempo que las Cortes constituyen el nuevo régimen, inician la tarea, que no completarán, de configurar una nueva sociedad basada en la interpretación individualista de los principios teóricos de libertad, igualdad y propiedad, considerados como normas fundamentales de todo sistema armónico de relaciones sociales. La organización social clasista, en oposición a la estamental aún vigente, encuentra su fundamento en dos proposiciones previas:
1.º Una concepción antropológica según la cual el comportamiento de todos los hombres está determinado por la búsqueda de la felicidad.
2.° La identificación de la felicidad con la riqueza, tanto porque proporciona los medios de satisfacer las necesidades humanas, cuanto por ser el único procedimiento que permite la cuantificación de la primera.
Si todos los individuos aspiran a la felicidad y la riqueza es su objetivación material, todos pretenderán ampliar sus propiedades mediante la aplicación de su tiempo, su capacidad y su trabajo. El resultado de este planteamiento es una ley universal según la cual las acciones humanas están determinadas por la búsqueda de la felicidad-riqueza. Siendo ésta la única fuerza social, las diferencias de riqueza responderán necesariamente a diferencias de tiempo, capacidad o trabajo de cada individuo que cada individuo dedique a este fin, de tal modo que la desigualdad de condiciones resultante reflejaría necesariamente las diferencias entre los individuos.
La organización social que los individuos crean en virtud de las relaciones que establecen entre sí será una sociedad justa, si y sólo si se cumplen determinadas reglas que son las mismas del mercado perfecto, tal y como lo concibe la teoría económica clásica. Libertad e igualdad son las condiciones que determinan la justicia de las transacciones. Todo contrato libremente pactado es un contrato justo en frase de Jovellanos. Por libertad se entiende la capacidad de todos los individuos para intercambiar sus bienes
sin tener que someterse a norma alguna de carácter positivo. Por igualdad se
entiende que todos tienen las mismas posibilidades legales para alcanzar cargos o patrimonios -igualdad ante la ley-, de tal modo que las diferencias reflejen únicamente las distintas capacidades o dedicaciones de los individuos.
Cuando se dan estas circunstancias la distribución de la propiedad es el reflejo exacto de la desigualdad de condiciones individuales. La propiedad debe, sin embargo, cumplir determinadas condiciones para que lleve a cabo las funciones que se le atribuyen en el sistema. Ha de ser libre, o lo que es lo mismo, no estará excluida del comercio en virtud de disposiciones legales como sucede con los bienes amortizados, será absoluta por cuanto su titular podrá disponer con total libertad de sus bienes, sin que se admitan limitaciones como las que impedían enajenar los vínculos y mayorazgos. Finalmente, la propiedad ha de ser individual, por ser un derecho imputable únicamente a personas físicas, y ninguna persona moral -Estado, Iglesia, municipio, universidad- podrá justificar su derecho a poseer.
En estas condiciones la lucha por la felicidad determina una estratificación en clases, que se definen, en función de la riqueza, en tres grupos caracterizados: ricos, pobres y clase media. A diferencia de la sociedad estamental la línea divisoria que separa unas clases de otras permite el desplazamiento de los individuos, que ascenderán o descenderán de nivel social en la medida que aumenta o disminuye su riqueza. Partiendo de estos supuestos se llega finalmente al reconocimiento institucional de la superioridad de los más ricos, identificados con los más capaces, a quienes se reserva, mediante el sufragio censitario, la participación en el sistema político. Tal es, reducido a sus proposiciones fundamentales, el modelo de organización social que el liberalismo propone en oposición al modelo estamental vigente en aquel momento»2.
La sociedad clasista se fundamenta en el trabajo y la capacidad individual para ascender económica y, por tanto, socialmente. Es el viejo ideal del burgués que trabaja para conseguir esta ascensión y que, a la larga, beneficiará al capitalista.
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2 Miguel Artola. La burguesía revolucionaria, 1808-1869.
El desarrollo económico y cultural crea esa nueva clase social -la burguesía- que en España no llegó nunca a tener demasiada fuerza. Los intereses de esta clase social están, pues, en el comienzo de un nuevo ordenamiento, incluso revolucionario, por el que desaparezcan el absolutismo y los privilegios del viejo régimen.
Literariamente hablando interesa la actuación de esta clase social porque predican un liberalismo comercial, social y político, consumen cantidad de literatura y prefieren al arte comprometido del siglo XVIII un arte más popular. Son, en definitiva, revolucionarios.
La literatura, pues, por un lado se hace más popular para llegar a una mayor audiencia en detrimento de sus viejos compromisos morales, filosóficos o didácticos. Por otro, es un arma en mano de los propios liberales, que llenan con sus nuevas ideas e inquietudes. Todo ello se reflejara en los temas y el estilo romántico.
Pero el triunfo de estos ideales fue muy relativo, tardío y discontinuo, porque iba necesariamente ligado al triunfo político, y la reacción -católica, tradicionalista- les ahogaba frecuentemente. El momento de eclosión, cuando se desbordaban las fuerzas románticas contenidas, llegó a la muerte de Fernando VII.
La burguesía es, en todo caso, la clase de este momento histórico, con su fluctuar entre una aristocracia privilegiada, a la que detesta, y la clase baja, a la que teme, pero de cuyo desarrollo económico-social necesita para su propio bienestar.
El siglo XIX se caracteriza por el impulso constante de una minoría -burgueses liberales- para lograr un nivel técnico y una riqueza cada día mayores. Esto en España, donde las fuerzas conservadoras consiguieron pocas veces que se les escapara el poder de las manos. En efecto, la revolución liberal tiene diversas oportunidades, pero nunca (1812, 1820, 1833, 1868, etc.) llegó a conseguir la estabilidad necesaria para cumplir su programa.
LITERATURA ESPAÑOLA.
Como ya mencionamos, en el siglo XIX, el Romanticismo penetra lentamente y produce una novela mediocre y una poesía altisonante representada por José de Espronceda. Se cultiva un costumbrismo crítico de cierta resonancia, como el de M. José de Larra. En el teatro sobresalen Martínez de la Rosa y Zorrilla. El realismo poético de Campoamor coincide, en la segunda mitad, con el postromanticismo de Bécquer.
Se produce un resurgimiento de la novela con Valera, Pereda y Pérez Galdós, mientras el Melodrama de Echegaray denomina la escena. A finales de siglo aparece el Naturalismo, representado por Emilia Pardo Bazán y L. Alas, y surgen los primeros brotes modernistas.
La figura de Menéndez Pelayo domina la erudición y la crítica.
LA ÉPOCA DEL REALISMO
Ambiente político-social:
Desde mediados del siglo -últimos años del reinado de Isabel II- y terminada la guerra carlista, el ambiente político adquiere un matiz conservador, mientras el sector liberal abandona la lucha revolucionaria para entregarse al goce de un bienestar burgués.
Tras unos años de terrible agitación -revolución de 1868, reinado de Amadeo, primera República-, la Restauración de 1875 impone de nuevo un período de calma política, aunque en el terreno de las ideas se observa una violenta polémica entre los partidarios de la tradición y los defensores de un nuevo concepto de la moral y de la vida española.
En general, la 2ª mitad del s. XIX se caracteriza por la pérdida progresiva del idealismo romántico -en pro de un concepto práctico de las cosas-, y por el predominio de un espíritu burgués, a pesar de la lucha ideológica de las últimas décadas.
EL REALISMO
Características generales.
Hacia 1850, aproximadamente, comienza una nueva etapa, el Realismo, que puede interpretarse como una reacción contra el Romanticismo, aunque algunas de sus características tengan en éste su punto de partida. Consecuencia de ello será la aparición de una serie de temas nuevos y una manera distinta de entender el arte literario.
En efecto, frente a la exhibición de la intimidad del autor, típica de la época precedente, veremos ahora un mayor interés por la descripción de la realidad externa. El escritor, más que de sí mismo, hablará de cuanto le rodee, sustituyendo, además, el punto de vista personal por una referencia absolutamente objetiva de lo escrito. Ello lo llevará también a prescindir de la imaginación y a observar con gran meticulosidad aquello que quiera llevar a su obra.
Ahora bien, al considerar la observación como base de la creación literaria, la atención se centrará, más que en lo lejano o exótico, grato a los románticos, en todo lo prójimo y fácilmente observable. De ahí la nueva afición a describir escenas de la vida cotidiana y a sustituir la evocación histórica o legendaria por una preocupación constante dirigida hacia una serie de temas económicos, sociales e ideológicos del momento. En lugar de la Edad Media u Oriente, tendremos, así, las costumbres del siglo XIX; en vez del torreón feudal, la ciudad provinciana, la fábrica, el mercado público...
El estilo variará también sensiblemente, al preferirse una expresión más sobria y precisa a la ampulosa retórica romántica, del mismo modo que la intención puramente estética de muchos autores de la generación anterior dejará paso a un propósito docente; así lo demuestra la existencia de una serie de obras de <<tesis>>, de índole moral, social, político, etc.
En cuanto al tono general de la producción del momento, el rasgo más característico habrá de ser el espíritu santo, moderado y esencialmente práctico de gran parte de los escritores, opuesto al apasionado idealismo romántico y ajustada el predominio de una acomodada clase burguesa, enemiga de cualquier exaltación heroica.
Causas del desarrollo del Realismo.
El auge del realismo en nuestras letras, sobre todo en la época de la Restauración, no sólo se debe al cambio de ambiente espiritual que han producido los problemas económicos de la naciente clase burguesa, con sus repercusiones en la moral y en la estética, sino al enorme influjo de la literatura europea del momento, obsesionada ahora por los métodos de observación de la ciencia experimental, y cuyas últimas tendencias vienen a favorecer la tradicional inclinación española hacia el realismo.
LA HUELLA DEL ROMANTICISMO.
Aunque hemos definido la segunda mitad del siglo XIX como la época del “realismo”, no puede desconocerse que a lo largo de ella perduraron con notable vigor algunos de los elementos típicos del Romanticismo; tanto es así, que muchas de las obras calificadas como <<realistas>> podrían llevar también el título de <<posrománticas>>. Restos de aquel serían, por ejemplo, en el terreno sentimental, cierta sensiblería ñoña, y en el del estilo, un tono grandilocuente y retórico, visible en buena parte de la prosa didáctica y en algunos poetas y dramaturgos. Del mismo modo, los procedimientos y el espíritu de la literatura realista tampoco desaparecerán al terminar el siglo XIX, prolongando su vigencia a lo largo del XX.
LOS DOS PERÍODOS DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO.
Las últimas décadas del reinado de Isabel II representan -con Fernán Caballero3, por ejemplo- el comienzo del realismo; pero la figura decisiva es todavía la de un posromántico: Bécquer.
Hasta la época de la Restauración -Galdós, Pereda, Valera...- no se presenta el pleno desarrollo de las nuevas tendencias, que, tras sufrir el
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3 Cecilia Böhl de Faber (1796-1877), hija del hispánico romántico. Representante del comienzo del realismo.
influjo del naturalismo francés, habrán de dar paso, a su vez, hacia la última década de la centuria, a ciertas orientaciones de tipo espiritualista.
EL TEATRO Y LA POESÍA
El Realismo en el teatro.
La Alta Comedia. En la <<alta comedia>>, fórmula teatral de la segunda mitad del siglo, casi todo difiere del drama romántico: el ambiente es el de la época, los temas los proporciona la realidad del momento y el autor busca una finalidad educativa, mediante el desarrollo de una <<tesis>> moral, opuesta, bien al desarrollo pasional del Romanticismo, bien al espíritu materialista de la sociedad contemporánea. En cuanto al contenido dramático, se evitan las idealizaciones desorbitadas y se intenta ofrecer una imagen auténtica de la realidad psicológica. No obstante, se mantienen no pocos elementos del Romanticismo; así lo observamos en la persistencia del verso, en el efectismo de muchas escenas e incluso en cierto sentimentalismo melodramático.
La alta comedia no consigue apenas crear obras definitivas, debido a la introducción importuna de elementos moralizadores y a que el deseo de sensatez degenera a menudo en aburguesamiento.
El Género Chico. Junto a la alta comedia se halla en esta época un teatro menor, aunque no por eso menos interesante que el de Alaya, Tamayo y Echegaray4. Como última forma de ese tipo de teatro popular y realista en el que hemos visto pasos, entremeses, sainetes, etc., hallamos ahora una serie de piezas con acompañamiento musical, donde se presenta, con chispa cómica y gracia innegables, la época de fines del siglo XIX. “La verbena de la Paloma” (1894), de Ricardo de La Vega, es un primoroso ejemplo de este <<género chico>>, cuya agradable música, obra del maestro Bretón, se halla en la memoria de todos.
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4 López de Alaya (1829-1879), Manuel Tamayo y Baus (1829-1898) y José Echegaray (1832-1916; premio Nobel 1904). Representantes de La Alta Comedia en el teatro realista.
La poesía posromántica de la época realista.
La poesía española de la segunda mitad del siglo continúa, en lo esencial, dentro de la órbita del Romanticismo, a pesar de que el interés por lo legendario y exótico y por los brillantes efectos de color y de música se debilita, al centrarse la atención y la tendencia poética en el contenido sentimental o ideológico del verso.
Hay que distinguir, no obstante, dos sectores dentro de la poesía posromántica: el de aquellos que no hacen otra cosa que dar mayor simplicidad y hondura a la lírica del período anterior -y éste es el caso de Bécquer y Rosalía de Castro5-, y el de quienes, manteniendo ciertos procedimientos románticos, se dejan también influir por la época realista -escepticismo irónico, preocupación por los problemas morales, atracción del paisaje local...- : Campoamor, Núñez de Arce, Gabriel y Galán6.
En general, la poesía de la segunda mitad del siglo -salvo Bécquer y Rosalía- será la de una lamentable mediocridad.
Los poetas de la Restauración.
Posteriormente a Bécquer, desarrollan su obra una serie de figuras que pueden agruparse bajo el título de <<poetas de la Restauración>>, aunque los comienzos de su producción se sitúan a veces en la época anterior. Entre ellos se encuentra Campoamor, Núñez de Arce y Rosalía de Castro.
La poesía regional.
El interés por la vida cotidiana y por los ambientes familiares del autor, propio de la época, favoreció, a fines del siglo XIX y a principios del XX, una poesía regional, en la que lo esencial viene a ser la alusión al paisaje y a las costumbres populares de diversos lugares de España. Aquí destaca Gabriel y Galán.
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5 G. A. Bécquer (1836-1870) y Rosalía de Castro (1837-1885). Representantes, posromántico, el primero, y poetiza de la Restauración, la segunda.
6 Ramón de Campoamor (1817-1910), Gaspar Núñez de Arce (1834-1903) y Gabriel y Galán (1870-1905). Poetas de la Restauración, los dos primeros, y poeta regional, el tercero.
EL REALISMO EN LA NOVELA
Rasgos de la novela realista.
Al igual que los demás géneros, la novela se orienta hacia el realismo en la segunda mitad del siglo XIX, y alcanza, en el último cuarto de la centuria -época de la Restauración-, un período de esplendor como no había conocido desde el siglo XVII. La fantasía imaginativa de los románticos se sustituye ahora por una meticulosa observación de la realidad, y el interés se dirige a lo cotidiano y a la actualidad viva. Muchas veces, tras de esa realidad, se quieren ver ejemplos de conductas, y se defienden <<tesis>> morales con propósito didáctico; pero otras, la atracción de lo próximo se traduce en el intento de reproducir el ambiente regional en que se sitúan los hechos, en un plano puramente descriptivo.
Tres son las fases que marcan la evolución del género:
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Realismo impregnado aún de esencias románticas (Fernán Caballero y Alarcón).
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Apogeo del realismo (Pereda, Galdós y Valera).
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Naturalismo y reacción idealista (Galdós, Pardo Bazán, Clarín...).
REPRESENTANTES DE LA NARRATIVA
ESPAÑOLA DEL SIGLO XIX6
Como ya hemos mencionado reiteradas veces, a comienzos de siglo continuó cultivándose el Realismo y el Naturalismo; Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán publicaron novelas durante el primer decenio del siglo e influyeron en los narradores más jóvenes. Como contraposición surgió la novela modernista, cuya intencionalidad era transmitir impresiones con una prosa musical, y la filosofía o de tesis, que planteaba una problemática existencial: Gabriel Miró.
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La narrativa social comprometida políticamente desapareció con la Guerra Civil en 1936, por muerte o extrañamiento de sus autores. Uno de los más destacados novelistas fue Ramón J. Sender (1901-1982) con Imán. Narra las aventuras y desventuras de un soldado en la Guerra de Marruecos, la derrota del ejército español en 1921 y el desastre de Annual.
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La novela tremendista plantea situaciones extremas desagradables, repulsivas y violentas. Camilo José Cela (1916), Premio Nobel de Literatura 1989, con La familia de Pascual Duarte, Miguel Delibes (1920) con La sombra del ciprés es alargada y Ana María Matute (1926) con Los Abel, utilizan esta técnica. El paulatino olvido de la Guerra Civil y la natural necesidad de olvido y evasión llevara a cultivar una novela de evasión y fantasía: La vida nueva de Pedrito de Andía, de Rafael Sánchez Mazas (1894-1966), Industrias y andanzas de Alfanhui, de Rafael Sánchez Ferlosio (1927) representan esta tendencia. Novela costumbrista es la cultivada por Juan Antonio de Zunzunegui (1901-1982): La úlcera, El supremo bien. José María Gironella (1917) en Los cipreses creen en Dios, Un millón de muertos y Ha estallado la paz intentó novelar la Guerra Civil en esta trilogía.
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Hacia 1955 se dan a conocer los escritores nacidos entre 1920 y 1936. Vivieron en su infancia la Guerra Civil (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), lo que los hace profundamente rebeldes.
Intentan una denuncia social en la novela objetiva centrada en lo intrascendente de la vida cotidiana de los trabajadores: peones, albañiles, empleados de menor jerarquía, campesinos. En El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, novela de personaje colectivo, la acción transcurre en un solo día y en un único lugar. La finalidad del autor es dibujar la sociedad tal como es en ese momento.
Destacan Ignacio Aldecoa (1925-1969), Miguel Delibes (1920), Jesús Fernández Santos (1926), Ana María Matute (1926) y Luis Martín Santos (1924-1964). Tiempo de silencio es una reflexión sobre España satírica y amarga; su lenguaje, de gran riqueza literaria, abandona el testimonio inmediato e introduce el subjetivismo y numerosos recursos narrativos.
Juan Goytisolo (1931), autor de La resaca, es uno de los novelistas que sienten la apremiante necesidad de romper con la narrativa anterior, y con Señas de identidad se introduce en una narrativa de vanguardia.
Otros representantes:
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Teatro:
*La alta comedia:
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Ventura de la Vega, con “El hombre de mundo” (1845).
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Adelardo López de Alaya (1829-1879), con “El tejado de vidrio”.
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Manuel Tamayo y Baus (1829-1898), con “Locura de Amor” y “Un drama nuevo”.
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José Echegaray (1832-1916; premio Nobel 1904), con “El gran Galeoto”
*El género chico:
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Ricardo de la Vega, con “La verbena de la Paloma” (1894).
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Poesía:
*Posromántica:
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G. Adolfo Bécquer (1836-1870), con “Rimas y Leyendas”.
*Poetas de la Restauración:
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Rosalía de Castro (1837-1885), con “En las orillas del Sar” (1884).
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Ramón de Campoamor (1817-1910), con “Doloras”, “Pequeños poemas”, entre otros.
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Gaspar Núñez de Arce (1834-1903), con “Gritos del combate” (1875).
*Poesía regional:
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Gabriel y Galán (1870-1905), con “El Ama”.
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Novela:
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Fernán Caballero, hija (1796-1877), con “La Gaviota” (1849).
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Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891), con “Diario de un testigo de la guerra de África” (1860).
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Juan Valera (1824-1905).
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José María de Pereda (1833-1906), con “Peñas arriba” (1893).
No podemos dejar de mencionar a Benito Pérez Galdós en la clasificación de <<Novela>>, con su obra “Doña Perfecta” (1876), “Misericordia” (1897), entre otras.
BENITO PÉREZ GALDÓS
Vida y obra:
Figura cumbre del realismo español del siglo XIX. Novelista y dramaturgo. Nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843, en el seno de una familia acomodada. Sus primeros estudios los realizó en la ciudad en que nació. Luego se fue a Madrid en 1862 para estudiar Derecho, carrera en la que se tituló en 1870. La ciudad le cautivó rápidamente; sus calles, sus cafés, las tertulias, los suburbios, la gente, las clases sociales, los estudiantes, etc., serán los elementos nodales de toda su producción.
Comenzó su carrera literaria colaborando en los diarios La Nación, Las Cortes y El Debate. En este tiempo ensayaba las primeras obras dramáticas: La expulsión de los moriscos y El joven de provecho, a la vez que viajaba al extranjero.
En 1886 presenció la sublevación de los sargentos de San Gil, su proceso y muerte, suceso que tuvo gran relevancia en su carrera literaria.
En 1868 publicó su primera novela “La fontana de oro”, que escribió entre 1860 y 1868. Luego, “El audaz” en 1861. En 1873 Pérez Galdós comenzó a publicar una de sus obras más extensas: los “Episodios nacionales”. Esta gran obra, de cuarenta y seis volúmenes, lo dejó de lado en 1879 para reanudarla en 1898. Entre estas fechas y 1912 aparecieron tres nuevas series con diez títulos la tercera parte, diez títulos la cuarta, y seis títulos la quinta serie. En total está compuesta de cinco series, de las cuales la última está incompleta.
La obra, en general, trata de la descripción de una época de luchas políticas y pasiones violentas en España, idea que el autor tomó de Erckmann y Chatrian, escritores franceses que idearon una serie similar acerca de la Revolución y el imperialismo napoleónico. Pérez Galdós fue esencialmente novelista, y él mismo dividió su obra en tres partes:
Episodios nacionales.
Novelas españolas de la primera época.
Novelas españolas contemporáneas.
Cuando empezó a publicar los Episodios nacionales, Galdós dirigía La Revista de España, en Madrid. En ese tiempo empezó a viajar por Europa infatigablemente. En 1889, Sagasta le otorgó un acta de diputado por Puerto Rico y en 1889 fue elegido académico de la Real Academia Española, a la que no ingresó hasta 1897.
Los cuarenta y seis volúmenes de los <<Episodios Nacionales>> corresponden a distintas épocas. La primera serie - “Trafalgar” (1873), “Bailén”, “Gerona”, etc.- se refiere a la guerra de la Independencia. La segunda -“El equipaje del rey José”, “El terror de 1824...”- a las luchas políticas entre absolutistas y liberales, hasta la muerte de Fernando VII. Veinte años más tarde Galdós continuó su obra añadiendo tres series más: una dedicada a la guerra carlista, a la que pertenece “Zumalacarregui”, por ejemplo; otra- “Prim” - a la época que va desde revolución del 48 al destronamiento de Isabel II; y una quinta y última serie - “España sin rey”, “Cánovas...”- que termina con la Restauración.
Con gran viveza narrativa nos ofrece en ellas una historia novelada del siglo XIX español, donde el tono épico de las primeras luchas, y el ambiente de intrigas de la política posterior se hallan reflejados con realista y animada técnica. La obra en conjunto tiene un extraordinario valor de creación palpitante, pues aunque el estilo sea algo descuidado, podemos respirar a través de ella el ambiente de las épocas descritas.
Las <<novelas españolas de la primera época>>. Por los años en que componían las dos primeras series, Galdós se sentía vivamente preocupado por las resonancias sociales del problema religioso. Resultado de su liberalismo anticlerical fueron unas novelas de tesis en las que la realidad queda falseada al no ver en la sociedad española más que unos tipos simpáticos, progresistas y liberales, movidos por el amor y respeto mutuo, y otros fanáticos, intransigentes, opresores y adictos a la Iglesia. “Doña Perfecta” (1876), odioso personaje que causa la muerte de un joven ingeniero de amplios ideales, y la esposa intolerante de “La familia de León Roch” son dos expresivos ejemplos de estos prejuicios galdosianos. En “Gloria”, la diferencia de religión separa a dos seres que se aman, y hasta en “Marianela” (1878) - la delicada y dramática historia de una joven muere de tristeza al ver que el ciego a quien servía de lazarillo descubre su fealdad por haber recobrado su vista - se rastrea, según algunos, el mismo espíritu partidista del autor.
Entre otras de sus obras dentro de esta clasificación se encuentran “La fontana de oro”, que describe el período liberal desde 1820 hasta 1823, “El audaz”, con el subtítulo de “Historia de un radical de antaño”, en 1871.
Entre las <<Novelas españolas contemporánea>>. En ellas abandona la defensa de una tesis para atender únicamente a la descripción de la sociedad madrileña de la segundas mitad del siglo con una técnica realista cercana al Naturalismo. Su autor se acredita aquí de agudo observador de la realidad física y de gran creador de caracteres.
La obra máxima de la serie es “Fortunata y Jacinta” (1886-1887), en la que la dramática historia de los amores de aquélla con el esposo de ésta, da pie a una poderosa visión de la vida cotidiana madrileña en un ambiente de clase media. Además se cuentan “La desheredada” en 1881, “El amigo Manso” en 1882, “El doctor Centeno”, en 1883, “La de Bringas” y “Tormento” en 1884; “Lo prohibido” en 1885, “Miau” en 1888, e “Incógnita”, en 1888 y 1889.
Las novelas que corresponden a la década de 1890 revelan una posición espiritual radicalmente distinta, pues si hasta este momento Galdós había sido un materialista, en las novelas de este período aparecerá un nuevo factor, el espíritu. Galdós -haciéndose eco de la oleada espiritualista de la novela europea del momento: Tolstoi, por ejemplo- exalta ahora la justicia y el amor por encima de las mezquindades humanas. Así aparece “Nazarín”, el clérigo honradamente cristiano, que movido por la caridad sale a los caminos a predicar la moral evangélica, o la <<señá Benina>>, de “Misericordia” (1897), la sirvienta que pasa por mil privaciones con el objeto de socorrer a sus amos, para ser luego abandonada por éstos.
En cuanto a su novela psicológica: : “Torquemada en la hoguera” en 1889, “Torquemada en la cruz” en 1893, “Torquemada en el Purgatorio” en 1894, “Torquemada en San Pedro”, en 1895 y “Tristana” en 1892.
Su novela dramática: “Realidad”, en 1889, “La Loca de la casa”, en 1892, “El abuelo”, en 1897, “Casandra”, en 1905, “La razón de la sin razón” en 1915.
Novela idealista: “Angel Guerra” en 1890 y 1891, “Nazarín” en 1895, “Halma”, en 1895, “Misericordia”, en 1897, y “El caballero encantado”, en 1909.
El teatro.
Galdós demostró siempre en sus novelas una gran intuición dramática -el diálogo está manejado siempre con mano maestra-, pero le faltaba el dominio de los recursos de la escena. Sus obras de teatro, situadas espiritualmente en la posición que señalábamos para las novelas de la última época, constituyen una reacción muy interesante contra el neorromanticismo furibundo de Echegaray. Su mérito no está, pues en lo teatral, sino en lo psicológico. No hay gestos, sino caracteres y pasiones, y un cierto matiz
simbólico que a veces hace pensar en Ibsen7.
Algunas de ellas son una mera adaptación de ciertas novelas suyas -“Doña Perfecta”, “EL abuelo”-; otras escritas, en general, en las primeras décadas del siglo XX, constituyen una defensa de la libertad, del amor y de la regeneración por el trabajo: “La de San Quintín” (1894), “Electra” (1901), “Santa Juana de Castilla” (1918), “Celia en los infiernos”, “Bárbara”, “Los condenados” y “Mariucha”.
El estilo y la técnica novelística.
El estilo de Galdós, aunque suelto y espontáneo, resulta algo pobre, Por eso, el interés de su producción hay que buscarlo en la descripción certera de la sociedad de su tiempo y en el vigor dramático de las situaciones. Galdós apenas incide en la descripción del paisaje. Más que la naturaleza le interesa la ciudad -el Madrid de la clase media y popular- donde se agitan grandes muchedumbres humanas.
Lo español y lo humano en la obra de Galdós.
Una de las cosas que separan a Galdós de los novelistas de su tiempo es el haber superado el costumbrismo regional -en el que a menudo se soslayaba la realidad con una técnica idealizadora-, en un deseo de captar la escencia del alma de España. Deseo en el fondo del cual reside un móvil de índole ética. Galdós contempla a España escindida en dos mitades: la que representa la tradición y la que según él encarnan los nuevos ideales de libertad y progreso. Frente a este hecho, su mayor empeño será lograr la armonía entre los dos bandos mediante un espíritu de tolerancia.
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7 Henrik Ibsen (1828-1906). Dramaturgo noruego, iniciador del teatro de tesis y del teatro social.
El amor a España se contempla en Galdós con un gran interés por la condición humana, sobre todo en sus últimas obras. En ellas su visión del hombre será generosa, comprensiva; justificará todas sus debilidades y sentirá desarrollarse en él un movimiento de simpatía por el dolor y la miseria humana. Su temperamento poco efusivo le llevó a manifestar su emoción en una forma velada, que, no obstante, deja traslucir un sentimiento cordial y un hondo sentido de la dignidad del hombre. Ello y la presencia de un humor bondadoso le sitúan en la línea de Cervantes8.
Profundamente español y humano, Galdós se nos ofrece por la amplitud y densidad de su obra como una de las figuras cumbres de nuestra literatura. Otros le aventajan en pulcritud de estilo y en seguridad de orientación estética, pero nadie como él supo crear un mundo tan rico y tan representativo de la España de su tiempo.
En los últimos años de su vida quedó ciego. Murió en Madrid en 1920.
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8 Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616). Escritor español, iniciador de la novela. Su obra maestra “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” (1615).
ANÁLISIS DE LA OBRA DE BENITO PÉREZ GALDÓS
“DOÑA PERFECTA”
En la base del Romanticismo hemos visto una protesta contra el mundo y los valores burgueses. Las cosas no cambian sustancialmente en la segunda mitad del siglo, aunque se matizan. Por ejemplo, ahora la crítica se asume desde dentro de la propia burguesía, ya no se trata de huir de la realidad, de evadirse, sino de describirla, “fotografiarla” con intención crítica, por eso el Realismo no se opone a Romanticismo, por lo menos en un primer momento, sino que más bien surge a partir de él. Los cambios sociales y de mentalidad explican el paso de uno al otro. Los sueños y la angustia vital del romántico van cediendo el paso a un examen crítico del mundo circundante y a programas concretos de acción social y política. El Realismo sucede al Romanticismo en dos vertientes:
Por un lado desarrolla ciertos elementos románticos como el interés por lo regional y local (el costumbrismo).
Por otro elimina o corrige otros elementos: se frena la imaginación, se rechaza lo fantástico o maravilloso, se controlan las explosiones del sentimiento, se dice no a la evocación del pasado legendario... y todo esto porque el público es ahora un público burgués que pide que se le hable de lo inmediato , de lo cotidiano, de lo real.
La novela será el género preferido por los escritores para plasmar la realidad, ya que tiene una mayor extensión , y permite describir ambientes, relacionar acontecimientos, estudiar la psicología de los personajes, plantear posturas ideológicas etc. Los rasgos generales de la novela realista son estos:
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Se desea representar la realidad de la forma más objetiva y exacta. En palabras de Galdós debe ser “una copia artística de la realidad”.
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El método seguido por el autor es la observación directa, la toma de datos, la documentación.
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Se presta atención a lo cotidiano, lo concreto e inmediato.
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Abundan las descripciones minuciosas, la atención a los detalles (la ropa, los muebles, los rasgos físicos y psicológicos de los personajes...)
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Se relaciona la vida privada de los personajes con la vida pública, histórica y social en que se desenvuelven.
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El escritor lo sabe todo de sus personajes, es un narrador omnisciente.
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Se suelen plantear posturas ideológicas y reflexiones sobre los valores morales de la sociedad.
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El escritor busca reflejar la manera de hablar de los personajes.
Benito Pérez Galdós es el novelista que mejor cultivó el realismo integral, describe tanto ambientes y costumbres como analiza psicológicamente a los personajes. El mismo Galdós dividió su producción en: Episodios nacionales, Novelas españolas de la primera época y Novelas española contemporáneas. Doña Perfecta pertenece a las Novelas de la primera época, y en ellas se plasman los enfrentamientos ideológicos entre los españoles.
Tema: El enfrentamiento entre las dos Españas, la bipolaridad política y la intransigencia religiosa.
Galdós está observando unas realidades españolas bien concretas: opone la España integrista, representada por el penitenciario (sacerdote que tiene la misión en una diócesis de perdonar aquellos pecados que sólo pueden ser perdonados por el Papa) y doña Perfecta, a una España renovadora y progresista.
Orbajosa es un nombre literario, resulta difícil su identificación con una determinada ciudad, aunque el dato que se nos da en la novela es de que está situada en el corazón de España , en el kilómetro 172 de una línea férrea radial de las que parten de Madrid:
“La desolada tierra sin árboles, pajiza a trechos, a trechos de color gredoso, dividida toda en triángulos y cuadriláteros amarillos o negruzcos, pardos y ligeramente verdegueados, semejaba en cierto modo a la capa del harapiento que se pone al sol...”
La intención de una ciudad prototípica está declarada por el propio novelista:
“Orbajosa no está muy lejos ni tampoco muy cerca de Madrid (...) ni al norte ni al sur, ni al este ni al oeste, sino que es posible que esté en todas partes, y por doquiera que los españoles revuelvan sus ojos...”
Pero lo importante es que la ciudad de Orbajosa representa una comunidad urbana de la Meseta. Galdós la analiza desde dos perspectivas: la de los propios habitantes, para los que la ciudad es una reserva de la tradición, de las buenas costumbres, un ejemplo para los forasteros que la visitan, y hacia los que muestran hostilidad. Pero sobre todo Orbajosa se opone a Madrid, para doña Perfecta la corte es un centro de corrupción, y así ve ella la oposición:
ORBAJOSA | MADRID |
Sencillez | Lujos |
Rusticidad | Buen tono |
Pobreza | Riqueza |
Moralidad | Corrupción |
Religiosidad | Ateísmo |
Incorruptibilidad | Falsedad |
Honorabilidad | Latrocinio |
Santas tradiciones | Menosprecio |
También don Inocencio se queja de la degeneración de las costumbres, de la manipulación del ateísmo y el protestantismo en la capital:
“centro de corrupción, de escándalo, (donde) unos cuantos hombres malignos comprados por el oro extranjero , se emplean en destruir en nuestra España las semillas de la fe...”
La perspectiva externa nos ofrece una visión muy diferente de Orbajosa, así para Pepe Rey, aquélla es una ciudad cerrada, sepulcral,
reducto de la mojigatería, estancada, inmovilizada, de mentes cerradas. Para el ingeniero, la ciudad necesita un estímulo y un impulso poderoso, pero sus ideas sólo merecerán las iras del penitenciario, las críticas de doña Perfecta y las murmuraciones de los asiduos del casino. Para Pepe rey Orbajosa es:
ORBAJOSA |
Aislamiento |
Ignorancia |
Intransigencia |
Atraso |
Hipocresía |
Fanatismo |
Incomunicación |
Inmovilismo |
Dentro de este espacio ciudadano, visto de forma diferente por los distintos espectadores, Galdós establece una serie de enfrentamientos ideológicos entre los personajes. Pepe Rey, sobrino de doña Perfecta, ingeniero formado en Inglaterra y Alemania, es el hombre de ciencia, que quiere cooperar a la cultura y al bienestar físico del hombre. Aparece como modelo ante el lector, pero no es valorado así por su tía y don Inocencio. Otro punto de divergencia es “la ciencia”, para don Inocencio es la muerte del sentimiento y las ilusiones, con ella decae la vida del espíritu. En las discusiones siempre utiliza la misma táctica, primero elogiar exageradamente al contrario y después atacar furiosamente sus principios, es un hipócrita; sin embargo Pepe Rey dice siempre lo que piensa y su sinceridad escandaliza al canónigo. El tercer tema en discordia es “la fe”. El penitenciario incluye todos los conceptos científicos en la categoría del error religioso:
“No mediré yo mis fuerzas con adalid tan valiente...El señor don José lo sabe todo...bien sé que la doctrina que sustenta es falsa; pero yo no tengo talento ni elocuencia para combatirla. Emplearía yo las armas del sentimiento, emplearía argumentos teológicos, ...pero ¡ay! El señor don José se reiría de la Teología, de la fe, de la revelación...”
Doña Perfecta en todas estas discusiones actúa como eco de don Inocencio, en contra de su sobrino. El enfrentamiento pues se produce entre Pepe Rey por un lado y su tía y el penitenciario por el otro.
Pepe Rey llega a Orbajosa para casarse con su prima Rosario (el matrimonio entre ambos fue concertado por sus padres y los dos han aceptado el contrato), trae la misión (encomendada por el Ministerio de Fomento) de explorar las posibilidades mineras del valle. Pero se encuentra con obstáculos. Por un lado don Inocencio y doña perfecta, como ya vimos, pero también Jacintito, el abogado de los vecinos que quieren expropiarle unas tierras, y que a la vez es rival amoroso. Se forma pues una especie de campaña para desprestigiar al ingeniero. Finalmente es destituido por el Ministerio en sus investigaciones.
A lo largo de la novela nos encontramos con pormenorizadas descripciones, hemos visto hasta ahora la de Orbajosa, algo inanimado, pero también Galdós es un maestro en el retrato del personaje, veamos el que hace de Rosario, la prometida de Pepe Rey:
-
Rasgos físicos: Rostro fino, piel nacarada.
-
Rasgos de carácter: tímida, crédula, dulce, sentimental, delicada, noble.
Pero no solo es Galdós como narrador el que hace descripciones, también tenemos los diferentes puntos de vista que expresan unos personajes acerca de los otros, por ejemplo, cómo califica doña Perfecta a Pepe Rey:
Pepe Rey |
Irreligioso |
Irreverente |
Iconoclasta |
Darwinista |
Monstruo |
Ateo infame |
En el capítulo VII se desarrolla la acción amorosa, la correspondencia de Rosario hacia Pepe Rey, todo hace presentir un final feliz. Pero desde el capítulo X don Inocencio intensifica la campaña de desprestigio del ingeniero, Jacintito se presenta como claro rival, y doña Perfecta encierra a Rosario para que no se pueda ver con su primo, para que no se case con un incrédulo, con un liberal. Así manifiesta su oposición al proyecto de boda:
“En nombre de Dios, a quien puedo invocar, porque creo en Él, te digo que mi hija no será jamás tu mujer. Mi hija se salvará, Pepe; mi hija no puede ser condenada en vida al infierno, porque Infierno es la unión contigo.”
En el capítulo XVII tiene lugar un encuentro nocturno a pesar de su encierro, pero está claro que tal como es Rosario, no será capaz de afrontar el autoritarismo de su madre, y las presiones del penitenciario... tiene que luchar entre el amor y la obediencia a su madre. Una madre que no admite más puntos de vista que el suyo propio, que al principio de la novela va un poco a remolque de don Inocencio, pero que pronto será protagonista de sus propios enredos.
Todavía nos faltan por analizar algunos personajes que parecen secundarios en la trama, pero que desde su posición ayudan al desenlace final. Entre ellos destaca María Remedios, sobrina de don Inocencio y madre de Jacintito. Su máxima ambición es lograr la boda de su hijo con Rosario, y por una conversación que mantiene con su tío, sabemos que es la principal instigadora del complot para conseguir el fracaso amoroso de Pepe Rey, incluso consigue la colaboración de Caballuco para utilizar la violencia si es preciso.
En el capítulo XXIX Pepe manda una nota a Rosario para concertar una cita con ella esa noche para contarle los planes que tiene, pero esa cita tendrá un desenlace fatal debido a tres acciones:
-
Caballuco sigue los pasos al ingeniero hasta la huerta de Rosario
-
Rosario, presionada por su madre, confiesa la cita concertada
-
La sobrina del penitenciario avisa de la entrada de Pepe Rey
Ahora llega la novela a su máxima tensión dramática, estamos asistiendo a la caza del hombre:
“- Allí veo un bulto -dijo- Va hacia las adelfas.
- Es él -gritó Remedios- Pero allá aparece Ramos....¡Ramos!
Distinguieron perfectamente la colosal figura del centauro.
- ¡Hacia las adelfas! ¡Ramos, hacia las adelfas!
- Doña Perfecta adelantó algunos pasos. Su voz ronca que vibraba
con acento terrible, disparó estas palabras:
- Cristóbal, Cristóbal.....¡mátale!
Oyóse un tiro. Después otro.”
Pepe Rey ha sido asesinado, pero los asesinos hacen circular por la ciudad rumores de que se ha suicidado. En un epílogo de estilo epistolar conocemos algunos datos más. A través de las cartas de don Cayetano a un amigo sabemos de otro final de la novela: la locura incurable de Rosario y el arrepentimiento de doña Perfecta (que padece una grave enfermedad sumada a su dolor) y la renuncia de don Inocencio que desde ahora llevará una vida retirada.
En el último capítulo, el XXXIII, tan sólo aparece una conclusión:
“Esto se acabó. Es cuanto por ahora podemos decir de las que parecen buenas y no lo son”
Queda finalmente hacer referencia al simbolismo de los nombres en la novela, sobre todo el de los protagonistas: Don Inocencio y doña Perfecta, que parecen responder a la visión que ellos mismos tienen de sí, y que para el lector resultan más bien irónicos después de observar su comportamiento, ya que como dice el refrán: <<Obras son amores y no buenas razones>>.
CONCLUSIÓN
Al finalizar nuestro trabajo, podemos dedicarnos a evaluar todo lo investigado. Comenzando por responder las interrogantes expuestas en la introducción.
Luego de analizar el movimiento literario, del cual Galdós es su representante, no nos queda más que afirmar que el Realismo sucede al Romanticismo, y posee algunas de sus característica, teniendo obviamente las propias. Insistimos en la idea que nace en contra Romanticismo, a nuestro juicio, arto del lenguaje romántico que utilizaban.
Sin embargo, el posromanticismo de Bécquer, es un claro ejemplo de los rastros que dejó el Romanticismo por aquella época.
Esto nos saca del erróneo pensamiento que teníamos acerca de los movimientos literarios. Creíamos que al término de uno, continuaba el otro, totalmente opuesto y sin ninguna característica del anterior.
BIBLIOGRAFÍA
-
Salvat, María Carmen. ENCICLOPEDIA MULTIMEDIA SALVAT (EMS). SALVAT Editores S.A. 1996.
-
ENCICLOPEDIA TEMÁTICA LAFER. Anglo Ediciones S.A. 1997.
-
Balart Carmona, Carmen. Blume, Jaime. Césped, Irma. F. Reyes, Carlos. LENGUA Y LITERATURA VI. Editorial Santillana, Santiago. 1994.
-
García López, J. LITERATURAS HISPÁNICAS. (Págs. 220 a 239)
ÍNDICE
Título Págs.
-
Introducción..............................................................................................................1
-
Generalidades históricas
culturales de la España del siglo XIX.................................................................2
-
Literatura española.................................................................................................6
-
La época del Realismo
-
Ambiente político-social.............................................................................6
-
El Realismo
-
Característica generales............................................................................7
-
Causas del desarrollo del Realismo..........................................................8
-
La huella del Romanticismo....................................................................................8
-
El Teatro y la poesía
-
Realismo en el teatro..................................................................................9
-
La poesía posromántica de la época realista........................................10
-
Los poetas de la Restauración.................................................................10
-
La poesía regional.......................................................................................10
-
El Realismo en la novela
-
Rasgos de la novela realista......................................................................11
-
Representantes de la narrativa española del siglo XIX................................12
-
Otros representantes................................................................................13
-
Benito Pérez Galdós
-
Vida y obra....................................................................................................15
-
El teatro........................................................................................................18
-
El estilo y la técnica novelista..................................................................18
-
Lo español y lo humano en la obra de Galdós........................................18
-
Análisis de la obra de Benito Pérez Galdós, “Doña Perfecta”......................20
-
Conclusión.................................................................................................................27
-
Bibliografía..............................................................................................................28
-
Índice........................................................................................................................29
NARRATIVA
ESPAÑOLA
DEL SIGLO
XIX
BENITO PÉREZ GALDÓS
29
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