Economía y Empresa


Robert Malthus


THOMAS ROBERT MALTHUS

Economista inglés nació en The Rookery, cerca de Guilford, Surrey en 1766 y murió en Haileybury cerca de Hertford en 1834.

Su padre tenía relación con D. Hume y sentía gran admiración hacia las ideas de Rousseau. Thomas Robert Malthus estudió en Cambrige, se hizo pastor anglicano en Albury (Surrey) y, en 1805, fue nombrado profesor de economía política en el colegio de Haileybury. Fue autor de An Essay on the Principle of Population, en 1798 (Ensayo sobre el principio de población), ampliado a lo largo de ediciones sucesivas; An Investigation of the Cause of the Present High Price of Provision, en 1808 (Investigaciones sobre la causa de la elevación actual del precio de los víveres); Principles of Political Economy Considered with a View to their Practical Application, en 1820 (Principios de economía política).

Mientras que, para resumir y quizá con el fin de hacer correr la imaginación, se hablaba casi únicamente de la ley de la población de Malthus. (V. DEMOGRAFIA), Robert Goetz-Girey (1910-1964) mostró el interés de las ideas de Malthus acerca de los problemas del crecimiento. Incluso algunos no han vacilado en afirmar que la Teoría general del empleo, del interés y de la moneda de Keynes era simple y puramente la ordenación racional de las ideas de Malthus.

Malthus centró sus tesis en la necesidad, para la consecución del progreso económico, de una demanda efectiva: la edición de sus Principios de economía política en 1820 contiene un capítulo sobre el problema de la insuficiencia de la demanda. En la segunda edición (1836), este capítulo se convirtió e un libro de 100 páginas sobre los Progresos de la riqueza. En él se encuentra una verdadera teoría del crecimiento. A este respecto, Malthus examinó sucesivamente el crecimiento de la población y el crecimiento del capital como factores del progreso de la riqueza, a los que añadió la fertilidad del suelo y los inventos. También examinó la influencia de la extensión del comercio. Tomó la delantera a Colin Clark (nacido en 1905) al indicar que el crecimiento se ve favorecido por la existencia de consumidores improductivos y de servicios personales, en otros términos por el desarrollo de un sector terciario.

Es evidente que el crecimiento de la población puede ser un factor de aumento de la demanda y, por consiguiente, un factor de crecimiento. Pero, en el pensamiento de Malthus, este crecimiento de la demanda efectiva sólo se produce en la medida en que el crecimiento de la población se manifiesta en un aumento del empleo: la evolución económica depende de la demanda de los trabajadores consumidores. Resumiendo, la rentabilidad de la producción está en función del consumo. La producción es rentable si la renta se gasta. Pero si la renta no se consume íntegramente, debido a costumbres de sobriedad, se producirá un decrecimiento del consumo y se producirá un ahorro excesivo, que puede conducir a depresiones. Sólo si este ahorro su utiliza para la formación de capital (en la inversión), el crecimiento económico podrá seguir. El ahorro invertido es, pues, indispensable para el progreso.

La renta real y su aprovechamiento pueden aumentar gracias a una mejora de la “fertilidad del suelo” o a los “invento”. Igualmente, el valor de cambio del producto puede aumentar gracias a la “división de los bienes raíces”, al “comercio interior y exterior” y a la “conservación de consumidores improductivos”. En definitiva, Malthus observó perfectamente que el desarrollo no puede ser continuo sin que haya un crecimiento de la demanda; resaltó también -lo que es más fundamental- que ese crecimiento de la demanda no es espontáneo.

Maltusianismo Económico

A partir de la idea del control de la natalidad que está en la base del maltusianismo demográfico, fue cuando se empezó a hablar de maltusianismo económico. Pueden calificarse como maltusianas todas las doctrinas económicas que preconizan deliberadamente una limitación de la producción. Incluso se ha llegado a considerar como maltusiana toda ideología contraria al cambio, al progreso en todas sus modalidades, e incluso todas las actitudes que conducen a un freno de la actividad productiva, aunque no procedan de una doctrina consciente. De forma más precisa, bajo la expresión general de maltusianismo económico, se designan las diferentes prácticas que tienden a reducir la oferta no de forma provisional (reducción de mercancías almacenadas o escalonamiento de las ventas), sino de forma duradera.

Los procedimientos maltusianos son variados. Algunos, mediante la destrucción de una parte de los bienes considerados como excedentes, tienen como finalidad mantener los precios a un nivel elevado o impedir su hundimiento; estos primeros procedimientos usados básicamente en una situación en la que el oferente dispone de una situación de monopolio, son una muestra de lo que se ha venido en denominar maltusianismo agresivo, dado que, la mayoría de las veces, el fin es conseguir un máximo de beneficios con un mínimo de esfuerzo. A esta modalidad se opone el maltusianismo larvado, inspirado por reflejos conservadores o por la búsqueda de la seguridad; en este caso, los procedimiento a los que se recurre presentan un carácter más bien preventivo, dedicándose a impedir que la producción sea excedentaria, lo que conduce a transformar las mismas condiciones de la producción. Mientras que la primera forma es denunciada la mayoría de las veces debido a acciones visibles que la hacen destacar, la segunda es mucho más peligrosa, puesto que es menos espectacular.

El maltusianismo agresivo

El maltusianismo agresivo se presenta básicamente bajo la forma de una acción sobre las cantidades que se pretende disminuir: dominó sobre todo durante la crisis de 1929. Consiste esencialmente en una destrucción parcial o total de las cantidades que se consideran excedentes. En el ámbito de la agricultura, la destrucción es a menudo total: las cosechas son a veces enterradas, puesto que el precio de venta no bastaría para pagar la cosecha y el transporte. Por ejemplo, el café de Brasil se quemaba en las locomotoras, el trigo era transformado en azul de metileno, las viñas o los árboles frutales eran arrancados. En septiembre de 1953, el gobierno norteamericano aprobó un plan de sacrificio de una parte del ganado porcino: 6 millones de animales, en la plenitud de su desarrollo, fueron exterminados al no poder ser absorbidos por la exportación ni por el consumo interior. Los ganaderos percibieron más de 30 millones de dólares de indemnización.

En la industria, la restricción de la producción reviste aspectos menos duros y menos brutales. Evidentemente, se destruye el utillaje, agrupaciones patronales vuelven a comprar fábricas para demolerlas totalmente y enviar el material a la chatarrería; un monopolio cierra una parte de las fábricas que controla. Esta acción se nota a veces en la calidad: un monopolio inglés preveía que la bombilla eléctrica no debía durar más de 1.000 horas. Esta forma de maltusianismo refleja las presiones que hacen algunos grupos sociales sobre los poderes públicos a fin de obtener una restricción de las importaciones o una subida de los derechos arancelarios. Ante la carestía de los productos cuyo precio ha aumentado por la escasez, se observa un descenso de las ventas dado que muchos consumidores se ven obligados a abstenerse. Pero que haya escasez porque sean caros, o caros porque sean escasos, la finalidad es siempre establecer o mantener un nivel alto de beneficios haciéndoselo pagar caro al consumidor.

De todas formas, entre el maltusianismo agrícola y el malthusianismo industrial, aparece una clara diferencia: los productores industriales disponen de más facilidades que los agricultores para evitar que las cantidades producidas se conviertan en excedentes; les basta con cerrar las empresas, limitar los equipos o cadenas de producción, etc... Sin embargo, con actuaciones de este tipo, se pasa ya sin darse cuenta al maltusianismo larvado.

El maltusianismo larvado

El maltusianismo larvado descubre el predominio de cierto estado de espíritu, orientado básicamente hacia la búsqueda de la seguridad; pocos grupos sociales escapan por otra parte a esta tendencia. El placer del riesgo y de la independencia que caracterizaba a los empresarios pioneros del capitalismo se sustituye a menudo, entre sus sucesores, por la búsqueda de la seguridad mediante la asociación a medida que, según la expresión del economista alemán Werner Sombart (1863-1941), el “capitalismo acumula barriga”. Los primeros habían asegurado la conquista de las posiciones; los segundos se contentan en organizarlas, que no quiere decir que estén inactivos.

Concretamente, esta búsqueda de la seguridad se opone a todo cambio susceptible de poner en peligro las ventajas conseguidas. También esta modalidad de maltusianismo adopta formas más sutiles y también más graves: restricciones en el empleo de la mano de obra, acceso limitado a algunas profesiones, empleo diferido de nuevos procedimientos técnicos de fabricación (caso del nylon), prohibición de apertura de nuevos almacenes, diversas presiones ejercidas sobre los poderes públicos, etc...

De una forma general, las consecuencias de este maltusianismo son que a menudo, la producción material es inferior a lo que podría ser, y los precios son más elevados. Esta insuficiencia de la producción efectiva respecto a la capacidad de producción instalada tiene el efecto de frenar el progreso tanto técnico como económico. Así, la lucha contra el maltusianismo es signo de cambios de mentalidad y de actitudes.




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Enviado por:Cesar Romeo Y Fernando Alonso
Idioma: castellano
País: España

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