Historia
Revolución Industrial y calidad de vida
Colegio Suizo Jaques Dalcroze
Ensayo de Historia
“Relación entre la Revolución Industrial y la calidad de vida de la población”
Curso: 3 año Bachiller
V Nivel P.A.I.
Año: 1998
Ensayo de Historia:
Relación entre la Revolución Industrial y la calidad de vida de la población
Es claro que existe una correlación entre los desarrollos tecnológicos y otros suministros de comodidades que proporcionaron una clara mejora en la calidad de vida. Todo el progreso que impulsó la Revolución Industrial se tradujo como el camino hacia el confort y la creación de beneficios para la raza humana.
La Revolución Industrial determinó cambios estructurales en las actividades laborales, económicas, sociales, políticas. Se constituyó sobre la base de una estructura comercial, que priorizaba los intereses económicos de los burgueses. Debido a que este no fue un proceso lineal u organizado para el beneficio de todos los habitantes, surgieron ciertas diferencias, que más tarde contribuyeron a la nueva estructuración socio-económica.
Por lo tanto, la revolución industrial modificó profundamente la estructura social de los XVIII y XIX; sin embargo los beneficios y perjuicios que ella ocasionó no se distribuyeron por igual entre las distintas clases sociales.
De esta manera se condujo al empobrecimiento de algunos sectores y el sobreenriquecimiento de otros; es un error considerar que la revolución industrial mejoró el nivel de vida general de la población sólo por haber beneficiado claramente en ciertos aspectos a determinados sectores sociales, puesto que también contrajo ciertos perjuicios para todos los sectores sociales.
Por la complejidad y duración del proceso existen distintas etapas, donde las diferentes clases sociales perciben diferentes beneficios y perjuicios.
Durante los primeros años de la revolución industrial la nobleza poseía todo el poder político, e influía fuertemente en lo económico. Fue poco afectada por este proceso, sufriendo menos transformaciones que las clases bajas y medias, pero manteniendo muchos beneficios materiales. “Así pues, la industrialización británica afectó escasamente -salvo en las mejoras- a la aristocracia y pequeña nobleza” (Hobsbawn; pág. 78).
A partir de 1830, hubo algunos choques con los intereses de las clases medias, por lo que comienza a perder un poco de poder en el aspecto político. A partir de la mitad del Siglo XIX, la nobleza debió ceder muchos de sus privilegios en favor de la burguesía y/o el proletariado, para evitar una posible insurrección.
Se beneficiaron con la mayor demanda de sus productos agrícolas y con la expansión de las ciudades, ferrocarriles, minas, etc., que se situaban en sus tierras. Además a diferencia del estilo social, las actividades económicas de los nobles se fueron adaptando a las tendencias liberales de la época, y esto seguramente fue lo que les permitió mantener su importancia en el aspecto económico. “Los nobles no tuvieron que dejar de ser feudales porque hacía mucho tiempo que habían dejado de serlo”.(Hobsbawn; pág. 79)
Los integrantes de esta nueva burguesía industrial buscaron fusionarse por casamiento, con la baja aristocracia, lo que en definitiva les proporcionó mayor participación política puesto que adquirían títulos y por consiguiente la capacidad de trabajar para el Estado o en el Parlamento. Esto significó una clara mejora para los burgueses, que intentaron imponer definitivamente sus ideales y su doctrina económica, y que además encontraron en la expresión política un espacio donde cambiar situaciones económicas o sociales en su beneficio.
Esta consolidación no sólo fue apoyada por una hegemonía en el comercio, sino también por una serie de reformas constitucionales, que beneficiarían sus intereses; y que fueron posibles puesto que cada vez iban adquiriendo una mayor importancia en el Parlamento,. Sin embargo lo más importante es que, dada la sociedad burguesa que ellos mismos habían impuesto, la movilidad social era casi imposible para todos aquellos que no tuvieran una base económica estable.
Según Marx y Engels esta dominación burguesa era posible puesto que ellos evolucionaban constantemente los instrumentos de producción (entendiéndose como la maquinaria, la aplicación química a la industria y agricultura, los capitales, etc..) por lo que las relaciones sociales de producción eran modificadas contantemente
Los comerciantes constituían un sector social muy respetado, y su éxito significaba un rápido ascenso social, formando parte de la alta burguesía. De todos, el más beneficiado fue el comerciante ocupado en el comercio colonial.
El resto de la clase media fue adquiriendo cada vez una mayor identidad de clase a partir del nacimiento del proletariado y la consiguiente diferenciación de éste, y fue generalizada a partir de 1830. Ellos exigían derechos y poder, y no mantenían ningún vínculo emocional con el Antiguo régimen por lo que constituyeron la clase primordial en la lucha contra la nobleza y alta aristocracia.
Eran mayoritariamente protestantes, con fuertes principios del puritanismo moral lo que más tarde los enfrentaría con las altas clases de la burguesía. Apoyaban una economía liberal, utilitaria y poseían una notable ambición que les garantizaba a menudo su propio ascenso social.
Debido a la fuerte influencia cultural y de principios que impuso la burguesía fue posible el gran crecimiento de las industrias, la expansión del ecumene en busca de nuevos mercados, etc... Esto permitió no sólo que hubiera más capas intermedias en la pirámide económica y más matices dentro de las clases medias; sino que las clases medias se convirtieran en símbolo de progreso, vida urbana, racionalidad, etc...
En 1830 se comienza a plantear el problema del excedente de capital de los burgueses, que en vez de redistribuirlo con las clases menos favorecidas, decidieron reinvertirlo en el crecimiento de los ferrocarriles, que les daría más comodidades a ellos mismos.
“La clase media triunfante y aquellos que aspiraban a emularla estaban satisfechos. No así el trabajador pobre - la mayoría, dada la naturaleza de las cosas- cuyo mundo y formas de vida tradicionales destruyó la Revolución Industrial, sin ofrecerle nada a cambio” (Hobsbawn; pág. 82).
El proletariado nació como clase de trabajadores fabriles, provenientes a menudo de zonas rurales. Ellos debieron adaptarse a un modo de vida absolutamente ajeno, difícil e injusto.
Sin embargo dentro de la clase obrera existen matices, entre los que trabajaban propiamente en las nuevas industrias, los mineros, los que no se veían tan afectados por la Revolución Industrial y aquellos que ésta les había destrozado la actividad laboral. “...Los artesanos eran los líderes naturales, en ideología y organización, de los trabajadores pobres, los pioneros del radicalismo...” (Hobsbawn; pág. 89): Ellos, junto con otros mecánicos, no veían mucha diferencia con respecto a algunos pequeños agricultores que intentaban formar parte de las clases medias, y que seguramente fueron absorbidos. Este sector formaba parte del límite entre el proletariado y la baja burguesía.
Es importante agregar, además, que la industrialización absorbió a todos aquellos que pudieron adaptarse a ella; sin embargo hubo un mediano grupo de trabajadores manuales y artesanos que quedaron excluidos del sistema económico industrial, o cuyas condiciones de vida eran realmente ínfimas: los jornaleros agrícolas en general, los pequeños propietarios, los empleados en industrias y ocupaciones en decadencia, desplazados por el progreso tecnológico “..se fueron empobreciendo progresivamente en un vano intento de competir con las nuevas máquinas a costa de trabajar más barato”. (Hobsbawn; p.90). “Las tradiciones preindustriales no podían mantener sus cabezas por encima del nivel, cada vez más alto, de la sociedad industrial” (Hobsbawn; pág. 88).
La relación que se establecía entre el obrero y su patrón era el salario, la remuneración económica en metálico que recibía a cambio del trabajo en los medios de producción del capitalista. Esto se diferenciaba fuertemente de la anterior forma (rural) de trabajo que ellos poseían, donde sus ingresos estaban en relación directa a sus propios medios de producción y a las ganancias de la cosecha. Esta diferencia estableció una mayor brecha social entre el patrón y el trabajador, pues multiplicó los beneficios de la clase media a costa de los obreros, cuyo único beneficio prácticamente era seguir vivos.
“Hay mucha menos comunicación personal entre el dueño de una hilandería y sus obreros (...) que entre el dueño de Wellington y el más humilde jornalero de sus tierras”(Barnes; op.cit.).
El ámbito urbano que compartían las clases bajas se caracterizó por estar contaminado, puesto que habitaban en los barrios que se habían asentado cerca de las industrias, no tenían una organización del espacio planificada; sino que se hallaban todas las casas hacinadas, con muy poco espacio por habitante; en comparación con los espacios de los que disponían los burgueses y los nobles.
“En Manchester, en una fecha tan reciente como 1840, la octava parte de las familias trabajadoras vivían en sótanos. Otras se amontonaban en alojamientos miserables a razón de hasta 12 personas por habitación” (Barnes, pág. 338).
Debido al rápido crecimiento de las ciudades, y sobretodo de estos grandes barrios, a menudo no se alcanzaba a crear sistemas que satisficieran ciertas necesidades básicas, como el agua potable, empeorando esto su calidad de vida.
Todas estas condiciones favorecían un medio insalubre, que a la vez aumentaba socialmente las diferencias entre las clases medias y las bajas. Hasta 1830, distintas epidemias azotaron las zonas pobres de los núcleos industriales ingleses, de hecho surgieron enfermedades respiratorias e intestinales a partir de la polución atmosférica y del agua. Además, los obreros carecían de recursos a los que acudir en caso de enfermedad y generalmente tampoco tenían protección médica: era muy difícil afrontar un problema de salud.
En 1848 comenzaron a crearse espacios verdes dentro de las ciudades, pero estos sólo eran aprovechados por las clases medias y la aristocracia, ya que el proletariado no podía aprovecharlos pues carecía de tiempo libre. Además, seguramente, pronto se transformaron en indicadores sociales, sumándose a los lujos que eran exclusivos de las clases con mayor nivel económico.
Con respecto al cambio de estructura social y cultural que debieron sufrir al adaptarse a una sociedad burguesa industrial urbana; es importante resaltar que el trabajador preindustrial a menudo rechazaba inconscientemente las posibilidades de ascender socialmente, básicamente por cuestiones culturales. El se quedaba `igualmente pobre' pero las clases rica y media iban aumentando su capital, convirtiendo a los obreros en relativamente más pobres de lo que eran.
El trabajo industrial, además, impone un ritmo con horarios estrictos, constante, mecanizado que no guarda relación con el trabajo antes realizado en las actividades agrícolas o artesanales. La racionalización del tiempo en el trabajo empeoró la situación para los obreros tornándola casi inhumana. Más allá del salario (por el cual los historiadores discuten si era alto o bajo), la cantidad de horas de trabajo impuesta por la industrialización empeoró la calidad de vida de todo el proletariado.
“Sólo el trabajo ininterrumpido y constante podía proporcionarles el suficiente dinero para seguir vivos, de modo que nos les quedaba más tiempo libre que el de comer y dormir y, puesto que se trataba de un país cristiano, rezar en domingo”.(Hobsbawn; p.83). “Los trabajadores estaban sujetos a un gran esfuerzo nervioso por la monotonía tanto de la rutina mecánica como de la disciplina fabril (...) que provoca, a menudo, enfermedades nerviosas...” (Barnes, pág. 360).
A causa de la gran oferta de trabajadores, estos no podían darse el lujo de renunciar, y debían trabajar a cambio de salarios muy bajos, desproporcionados en relación al número de horas y el esfuerzo realizado.
Los burgueses industriales, dueños de las fábricas, querían sacarles el mayor jugo productivo a sus trabajadores sin importar a qué costo; por lo que impusieron sanciones y castigos para mantener el control y la disciplina, y aumentar al máximo posible el rendimiento de los obreros. A cambio se les pagaba con el mismo salario.
Esta situación cambió parcialmente cuando los obreros se transformaron en actores esenciales del consumo, que hasta el momento no se tenía en cuenta y por lo que se debía ampliar continuamente los mercados. Este nuevo aspecto comercial dio la capacidad a los burgueses de aumentar poderosamente su producción, y consecuente su ganancia, pero para ello debían aumentar los salarios un poco por encima de lo estrictamente necesario para vivir.
A partir 1850, la situación entera de los obreros comenzó a mejorar económica, social y políticamente, no a causa de la caridad o bondad burguesa; sino por darse cuenta de la potencialidad de consumo que tenían los obreros, sumado a las recurrentes movilizaciones y descontentos sociales (que encarnaban el fantasma de la Revolución Francesa), prefirieron ceder un poco, para mantenerse en el poder.
A medida que fueron pasando los años, y sobre todo a partir de la lucha política establecida alrededor de 1830, los obreros pudieron reclamar por sus derechos y sus intereses. Igualmente, no fue hasta después de mitad de siglo que tuvieron una representación directa en el gobierno.
Uno de los principales y primeros conflictos que tuvo la clase obrera con la burguesía surgió a partir del nacimiento de los sociedades fraternas de los obreros, que tenían como primer objetivo el de seguridad social. Estas Trade Union fueron prohibidas durante un largo período.
Los obreros consideraban que si un hombre digno no podía mantenerse por sí solo, el Estado debía hacerlo por él; pero debido a que el Estado no podía intervenir, los obreros crearon estas organizaciones como fondo común obrero -donde se ve reflejada la identidad de clase que compartían. En cambio, las clases medias creían que cualquier hombre debía ahorrar para autosustentarse la vejez o en caso de algún problema, pero se olvidaban que el obrero no tenía esa posibilidad puesto que su salario le proporcionaba lo justo para vivir.
Esto significó en los primeros años de la Revolución Industrial un aplastante triunfo de la burguesía por sobre el proletariado; que, sin embargo, no podía dejar a los faltos de recursos a la intemperie. La ley de pobres que estaba vigente desde hacía dos siglos, se tornó demasiado generosa a partir de 1795: cualquier salario inferior a lo considerado normal debía ser completado por el Estado, lo que favorecía un crecimiento demográfico que no podría ser absorbido. En 1834, la Poor Rate retomó su primer carácter: recibirían asistencia aquellos indigentes cuyas condiciones de vida fueran inferiores a las de los obrero peor pagado. La burguesía así permitió los Trade Union, modificando fuertemente la ley de pobres, puesto que prefería ceder ciertos beneficios a los obreros, antes que sufrir las consecuencias de un clima políticamente peligroso.
Por otra parte cada vez se tornó más necesario la especialización de trabajo, entonces los obreros debieron pasar por el aprendizaje. La mayor parte de los aprendices eran los hijos de los obreros no-especializados, que traían a su familia y los patronos solían proporcionarles trabajo en las otras fábricas del núcleo industrial; puesto que un trabajador manual especializado, como lo podía ser un tejedor experto, difícilmente aceptaría los ínfimos salarios y las malas condiciones de trabajo que primaban en esos lugares. Se produjo entonces un flujo migratorio de familias enteras desde el sur hacia el norte.
La mayoría de los niños aprendices (había algunos que disfrutaban de óptimas condiciones de trabajo) tenían tan mala calidad de vida como sus padres “...algunos no mayores a 7 años, se veían obligados a trabajar durante 12 o 15 hs. diarias, 6 días por semana” (Ashton; p.135). Sin embargo, esto representaba un beneficio para ellos, puesto que era posible que ascendieran en la escala social -llegando algunos pocos incluso a establecer fábricas propias- a diferencia de los trabajadores manuales que serían lentamente estrangulados por la misma Revolución Industrial.
La ley sobre la Salud y Moral de los Aprendices (1802), que surgió a partir de la preocupación social, limitaba la cantidad de trabajo y estableció niveles mínimos de educación y salud. Esta fue una de las leyes que beneficiaron a los niños aprendices, y significaron el comienzo de la lucha entre clases por la defensa de sus propios intereses. Para mejorar la calidad de vida de los demás trabajadores, se construyeron habitaciones en comunidades obreras cercanas a las fábricas, esto les permitió cumplir con los horarios, tener mayor acceso a los servicios esenciales, formar más sindicatos, etc...
“...uno de los resultados de la Revolución Industrial fue aumentar la demanda de combustible (...), la demanda sobrepasó a la oferta de trabajo (...) aumentos de salarios (...) el minero haya empleado este aumento de sus salarios para evitar que sus esposas e hijas trabajaran en las minas...”.(Ashton; p.142). Este es uno de los mejores ejemplos donde los obreros pudieron ir mejorando las condiciones de trabajo, y por consecuente la calidad de vida; los burgueses cedieron estos derechos a cambio de estabilidad política y continuidad en el trabajo.
A medida que los progresos técnicos se fueron haciendo más comunes y más baratos, los obreros pudieron acceder a, por ejemplo, el ferrocarril, etc., mientras que los burgueses ya gozaban de otros beneficios aún exclusivos, como por ejemplo, turismo y luz eléctrica.
“…el progreso de las `Luces' había ya traído consigo unas serie de medidas que establecían de hecho, tanto para protestantes disidentes como para los católicos, la libertad de culto y de enseñanza”(Néré; p.193)
Los conflictos entre la Iglesia Católica y la Anglicana apoyada por la mayor parte de los burgueses y por la clase obrera inglesa en general, por tanto surgieron a partir del ámbito político, y sobretodo en Irlanda, donde había mayor porcentaje de católicos
Si bien la cámara de los Comunes había intentado oponerse a O'Conell, quien fundó la Asociación católica, estos no recibieron apoyo de la corte y de los Lores. Al presentarse O' Conell en una elección parcial en Irlanda las ganó, pero por ser católico no tenía derecho a postularse. Años más tarde, en 1829, se votó al emancipación católica, con al condición de que se conservara el protestantismo nacional.
Esto representó más que nada la victoria de los valores aristocráticos por sobre los burgueses y de los obreros anglicanos; de las clases ilustradas frente a los prejuicios populares.
La diferencia de distribución demográfica también tuvo un importancia política: “... los grandes centros industriales del Norte, que crecían con gran rapidez, estaban poco o nada representados, mientras que los numerosos burgos del sur, cada uno de los cuales contaba con dos escaños en el Parlamento, carecían casi por completo de electores” (Néré; op.cit.).
Los burgueses se comenzaron a interesar por las reformas electorales, obteniendo el apoyo de los descontentos y de los que aún no podían reflejar su posición política. Intentaron poco a poco ir sacándole el cargo a aquellos burgos considerados “podridos” o corruptos del Sur con alguna excusa, y redistribuirlo para con la zona Norte.
En 1830, muchos británicos temieron por la influencia que podía llegar a ejercer las revueltas francesas; por lo que cedieron algunas ventajas a las clases medias, que terminaban beneficiando principalmente a los obreros y a la baja burguesía. Por lo que más tarde fue adoptada la reforma que permitía la redistribución total de los escaños del Parlamento, siendo repartidos proporcionalmente con la población de las principales ciudades.
La importancia de esta reforma residía en que “la omnipotencia de los privilegios tradicionales fue substituida por un nuevo principio: el del poder del dinero...” (Néré; p.145), es decir que la nobleza perdía su poder y lo ganaba el capital de los burgueses; además esto favorecía a la población obrera del norte que no estaba representada; pero la reforma en sí no era demasiado `revolucionaria' en el aspecto social.
Con respecto al derecho de voto algunos liberales sostenían que debía ampliarse a todas las cabezas de familia, mientras que los cartistas aún mantenía el deseo del sufragio universal masculino. En 1846 fue aprobada una compleja redistribución de los cargos parlamentarios, aplicándose además el aumento de electores: todas las cabezas de familia, lo que significaba la participación política de la mayoría de los obreros, además de la burguesía.
Fue esencial el cambio de posición de los conservadores, que comprendieron que eran una minoría, y que el único modo de mantener su poder era “...utilizar el antagonismo entre los obreros, privados hasta entonces del derecho de voto, y sus patrones, en su mayoría vinculados al Partido Liberal”.(Néré; p.150).
No sólo la industrialización aumentó las diferencias socioeconómicas -principalmente en la primera etapa del proceso- (“en términos relativos, el pobre se hizo más pobre, simplemente porque el país, y sus clases rica y media, se iban haciendo cada vez más rico”; Hobsbawn: p. 88), sino que también la urbanización ayudó a la formación de este abismo social: “No hay ninguna otra ciudad en el mundo donde la distancia entre el rico y el pobre sea tan grande o la barrera que los separa tan difícil de franquear”. (Hobsbawn; p. 84).
Si bien se supone que la maquinaria de la revolución industrial le alivia la tarea al obrero, es claro comprobar que este trabaja quizás de manera más abusiva que los trabajadores preindustriales; por lo que la maquinaria facilita una mayor producción y a mayores ganancias pero no beneficia en un principio al trabajador.
Por otra parte, proporcionó ciertos elementos que permitieron mayores facilidades para la vida diaria, así también como elementos que mejoraron la salud, la productividad, los medios de transporte, etc....
“La clase media llegó a ser todopoderosa en la era del Estado industrializado. esta clase protegió sus intereses con constituciones y leyes basadas en la santidad del derecho de la propiedad. Pero su ascendencia pronto fue puesta en peligro por la aparición de un proletariado cuya creciente participación en la política ha dado lugar a lo que actualmente llamamos democracia moderna”(Barnes; pág. 338)
En definitiva, los cambios en la estructura social a partir de la Revolución Industrial fueron los siguientes : beneficios económicos principalmente para la alta burguesía y nobleza., por lo que mantuvieron su posición dominante en la sociedad. A nivel político la burguesía logró obtener un gran predominio hacia mediados del S XIX -quitándole hegemonía a la nobleza y constituyendo la mayor parte de las clases dirigentes. El proletariado por su parte logró, gracias a la organización que implicaba el sistema fabril, defender sus derechos y mejorar las condiciones de trabajo, que en un principio eran miserables; se constituyó como el sector popular por excelencia, con una creciente participación política en los partidos socialistas.
Bibliografía
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Ashton, T.S.; La Revolución industrial; ed: Fondo de Cultura Económico; México; Cap.: V La Inglaterra de las grandes reformas (1815-1867)
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Barnes, Harry Elmer; Historia de la Economía del Mundo Occidental; ed: Uteha; México D.F.; 1970; 4º parte; Cap. 10. 3 “Bases científicas del individualismo moderno”
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Hobsbawn, Eric; Industria e Imperio; ed: Alianza; Madrid; Cap.: IV: Los Resultados humanos de la Revolución industrial, 1750-1850
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McNall Burns, Edward; Civilizaciones de Occidente; ed: Peuser; Buenos Aires; 1962; 7º Parte, Cap.: 23.6 “La sociedad en la era de la máquina”
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Neré, Jaques; Historia Contemporánea; ed Labor Universitaria; Barcelona; 1980; Cap. Capital y Trabajo.
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Enviado por: | Bárbara Caletti |
Idioma: | castellano |
País: | España |