Literatura
Requiem por un campesino español; Ramón J Sender
Réquiem por un campesino español
Resumen
En un pueblo aragonés, cerca de Lérida, mientras espera Monsén Millán en la sacristía a que la gente llegue para el funeral de Paco, éste va recordando la vida del difunto, a la vez que reza. Para ello recuerda los momentos relacionados con la iglesia y los enlaza con los no relacionados, empieza por el bautizo, sigue por la confirmación, después la comunión, el matrimonio, y por último la extremaunción.
El relato se desarrolla a través de recuerdos del cura, esperando a la gente para empezar el funeral del cabo del año de la muerte de Paco el del Molino, que fue ejecutado por jóvenes incontrolados a las afueras del pueblo, al empezar la Guerra Civil. Entretanto el monaguillo, encargado de avisar al cura la llegada de la gente a la iglesia, canta entredientes el romance que los vecinos del pueblo le habían hecho al campesino. A lo largo del relato, el monaguillo constata que nadie entra en la iglesia, salvo los tres ricos del pueblo (don Gumeresindo, don Valeriano y don Cástulo), que se acercan al cura, en la sacristía, para ofrecer pagarle la misa. Todos ellos, con el Mosén, tuvieron mucho que ver con los hechos que produjeron la muerte violenta, y el pueblo no entra en la iglesia para hacerles ver su participación y culpa. Mientras esperan en vano, entra en el templo la mula de Paco, a la que tienen que echar entre todos.
Los hechos, en la mente del sacerdote, van saliendo poco a poco, ensartados a los distintos sacramentos o actos en los que coincidió con Paco, con el siguiente orden:
El bautizo
La mañana del bautizo fue fría. La ceremonia aunque con mucha gente enlutada, estuvo bien. Después fueron los invitados al banquete, donde antes de la comida hubo bromas, siempre entorno al niño y su familia. La Jerónima, que era partera y saludadora, cambiábale afanosa el vendaje del ombligo al niño, y también hacia halagos a los atributos masculinos del crío. Al oler la comida el cura se acercó a la cuna del niño, y le colocó un pequeño escapulario debajo de la almohada. Al empezar la comida la abuela del chico le atribuyó el nombre de segundo padre a Mosén Millán, pues era su padre del nacimiento en la casa de Dios. Vino el médico a ver a Paquito, y aprovechó para decirle a la Jerónima que no volviera a tocar el ombligo del chico. A ésta no le sentó bien y en cuando éste se hubo marchado, le puso a parir. El cura se acercó, le dio la bendición al niño y miró debajo de la almohada, y allí había un clavo y una pequeña llave formando cruz, obra de la Jerónima, el cura se lo entregó a el padre de Paco y Mosén Millán rezó una oración.
Paco monaguillo (alrededor de la confirmación y la primera comunión)
Paco iba al colegio desde los seis años. Cayó en la cuenta de las maldades de la vida tratando de convencer al perro de casa de que no atacara al gato, cuando, tras no conseguirlo, éste huyó al monte y pereció víctima de los búhos. Jugaba con los niños y ayudaba a misa al Mosén en algunas ocasiones. Una vez los niños consiguieron un revólver viejo, que Paco procuraba guardar, porque decía que así evitaba que lo usaran otros chicos peores que él. A los siete años el obispo de la diócesis confirmó a los chicos, tras la cuál les hizo preguntas a los chicos, Paco le confesó que deseaba ser labrador como su padre. Luego Mosén Millán empezó a preparar a los muchachos para la primera comunión. Paco ayudaba a misa cuando hacían falta dos monaguillos, y se asustaba de las imágenes, los nombres usados y los ritos de la Semana Santa. Un día tuvo que acompañar al cura a dar la extremaunción a un enfermo que vivía en las cuevas, el sitio más pobre de la aldea. Lo que allí vió le impactó, porque en la cueva no había ni luz ni agua, por el silencio con que lo recibió la mujer que estaba a cargo del enfermo, por la miseria que se respiraba en la habitación y por la prisa que tenía el Mosén por salir de la situación. En el camino, y en su casa, el chico no paraba de preguntar que porqué no ayudaba nadie a la familia del enfermo. El cura le explicó que tenían un hijo en cárcel, pero paco no dejó de hablar del episodio durante mucho tiempo, de forma que su padre le prohibió ir más veces a dar la extremaunción con el cura.
En el carasol, donde se reunía la gente de la aldea en todo tiempo, la Jerónima contó su versión de los hechos, criticando la falta de piedad del Mosén por la familia del moribundo. A medida que crecía el niño, se fue alejando del cura, adoptando las formas de hacer y vivir de los mayores, poco a poco, lo que suponía tener las relaciones justas con la iglesia.
El matrimonio
Paco había tenido su iniciación en la madurez un día que, como los otros chicos, se había bañado desnudo delante de las mujeres del lavadero. Poco a poco fue entrando en las costumbres de los mayores, hablaba con su padre de la hacienda, y se enteró de que los pastos del pueblo pertenecían a un Duque que no vivía allí, que desde tiempos inmemoriales cobraba por ellos, siendo el administrador don Valeriano, unos de los ricos del pueblo.
Tras conseguir librarse de ir al servicio militar, porque sacó uno de los números más altos en el sorteo, Paco cortejó a una muchacha durante un par de años, acercándose a ella poco a poco, primero con saludos y luego con algunas frases corteses. Luego procedió como era costumbre, bailando con la moza y haciendo las rondas de rigor entre los jóvenes enamorados. El chico era atrevido, porque en una ocasión, cuando la Guardia Civil lo llevaba detenido para evitar peleas entre rondadores, engaño a los agentes y les quitó los fusiles, y no lograron recuperarlos hasta que Mosén Millán le pidió que se los devolviese. Paco discutió con el cura, en aquella ocasión, sobre la utilidad de la Guardia Civil en el pueblo.
Tras la pedida, el Mosén casó a los novios, Paco y Águeda, como era costumbre, recordando que había sido él quién bautizó al mozo y le dio la primera comunión y quien les daría la extremaunción. Ese mismo día, al caminar hacia el banquete, tuvo una conversación con el zapatero del pueblo, donde salió a relucir la inestabilidad del gobierno de Madrid, y la posibilidad de un cambio de régimen que hiciera peligrar al Rey, cambiando Monarquía por República. Los mismos hechos le comentó el señor Cástulo, otro de los pudientes del pueblo, que prestó a los novios el coche para ir a la estación, tras la boda, e incluso lo condujo personalmente.
d) Paco se mete en política
Tras volver del viaje de novios, se celebraron las elecciones, con victoria de los republicanos, contrarios al Rey y al arrendamiento de los pastos por el Duque. En conversación con el Mosén, Paco le recordó la visita a las cuevas y sus planes, desde entonces, de tratar de remediar la miseria que había en la aldea, echando mano del dinero de los pastos del pueblo, procedentes de un derecho de señorío que por entonces se había abolido en Madrid, con el nuevo régimen. Como se debieron repetir la elecciones, se presentó Paco a las nuevas elecciones y fue elegido concejal. Fue a comunicar a don Valeriano que el pueblo no pagaría los pastos, pero éste no se dio por enterado, pidiendo que comunicarán por escrito el acuerdo del municipio.
El Duque puso guardias armados de su confianza para que vigilasen sus montes. Paco propuso contratarlos, con mejor paga, en el sindicato de riegos, lo que aceptaron al instante, depositando sus carabinas en el Ayuntamiento. Don Valeriano intentó, de nuevo, hablar con Paco, y le invitó a merendar: el concejal no dio su brazo a torcer, seguía resuelto a que el Duque no tuviera su pago, y además bebió más de la cuenta en la merienda. Don Valeriano decidió abandonar el pueblo, no sin antes hablar con el Mosén del comportamiento de Paco. También lo abandonó don Gumersindo, otro de los ricos, que se marchó a la capital de la provincia.
Los señoritos violentos y la huida
Un día, la Guardia Civil se marchó de la aldea, para concentrarse en un lugar de los alrededores donde acudirían las fuerzas de todo el distrito. Esta marcha dio paso a que la aldea fuera invadida por pijaitos de la ciudad, jóvenes de buena pinta y malas obras, que golpearon a algunos y mataron a seis campesinos, algunos de las cuevas, sin que nadie preguntara ni comprendiese nada, de lo asustados que estaban.
Paco se escapó de la aldea y al zapatero lo mataron a pesar de su neutralidad. Prosiguieron los asesinatos, entre otros de concejales. Nadie sabia dónde estaba Paco el del Molino, pero el Mosén, hablando con el padre de Paco, le sacó que se había escondido en las Pardinas. Luego los señoritos se lo sacaron al cura, que les hizo prometer que tendría un juicio. Los señoritos, por esos días, habían ametrallado a las mujeres del carasol.
La extremaunción
Los señoritos fueron a las Pardinas, pero Paco los recibió con los tiros de su carabina. Unos días después volvieron, pero iba con ellos el Mosén, que convenció a Paco para que se entregara. Lo encerraron en la cárcel del municipio. Aquella tarde los señoritos reunieron a la gente del pueblo y le hablaron del imperio, del destino inmortal y de la santa fe, aunque nadie les entendió.
Era casi de noche. Los señoritos sacaron a Paco y a otros dos más de la cárcel y los llevaron a las tapias del cementerio. Como el centurión recordó que no se habían confesado, mando llamar al cura, que utilizó como confesionario el coche en el que lo llevaron. Paco pidió clemencia para los dos que iban con él, porque no habían hecho nada. Mosén Millán dijo que le habían engañado también a él cuando habían prometido que lo juzgarían. Tras la descarga, Paco seguía vivo y lo remataron.
Mosén Millán bajo del coche para dar la extremaunción a los fusilados.
Estudio sobre los personajes principales
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Paco
Físicamente: De pequeño tenía gran volumen en sus atributos masculinos, y sonreía dormido. Su nuca era muy tierna, y formaba dos arruguitas contra la espalda. Después de tomar la comunión el chico se puso a crecer, y en tres o cuatro años se hizo casi tan grande como su padre. Adquirió gravedad y solidez. Los domingos en la tarde, con el pantalón nuevo de pana, la camisa blanca y el chaleco rameado y florido, iba a jugar a los bolos. La huida a las Pardinas le hizo abandonar el cuidado de su cuerpo, al salir, tras quince días, tenía barba y cojeaba.
Psicológicamente: De pequeño sentía indignidad contra los búhos que mataban por la noche a los gatos extraviados. A los siete años era bastante revoltoso. Se preocupaba para que el revolver no lo tuvieran otros chicos peores que él. La iglesia en Semana Santa le daba a Paco una impresión de misterio, y tenía sensaciones contradictorias muy fuertes. Le intrigaban las estatuas que se veían a los dos lados del monumento, porque antes las había visto en el templo donde se amontonaban las estatuas viejas. Tanto le afectaba la Semana Santa a Paco que salía de ella como si estuviera convaleciente de una enfermedad. Cuando el cura llevó a Paco a dar la extremaunción a un enfermo que vivía en las cuevas, Paco quedó muy impresionado debido a la pobreza que allí había, y tenía deseo era obligar a todo el pueblo a visitar a los pobres y ayudarlos. Al hacerse mayor se fue alejando de Mosén Millán. No veía justo que cinco pueblos tuvieran que pagar al Duque por los arrendamientos de los pastos. Un día se atrevió a quitarles los rifles a una pareja de la guardia civil que le detuvo. No le gustó que el día de su boda le recordara el cura sus travesuras de pequeño. Se sintió feliz al saber que los que habían salido en las elecciones eran contrarios al Duque y al sistema de arrendamientos de pastos, y por primera vez creyó que la política servía para algo. Cuando lo eligieron en el ayuntamiento se tomó muy en serio el problema de la pobreza que había en las cuevas. Se tomó algunas libertades en la casa de don Valeriano. Confiaba en Mosén Millán, por eso se entregó a los señoritos. Cuando lo llevaron a las tapias del cementerio pidió que lo mataran a él, pero que dejaran a los otros que habían llevado para asesinarlos, porque no habían hecho nada.
Sociológicamente: Perteneciente a una familia con tierras aunque trabajaban de sol a sol. Siempre fue muy querido en el pueblo. A los siete años fue una especie de monaguillo suplente. De mayor tuvo fama de mozo atrevido. Decían que era el mozo mejor plantao del pueblo. Fue elegido en la segundas elecciones. La gente atribuía a Paco todas las arrogancias y desplantes a los que no se atrevían los demás. Le bendecían, y su elogio más frecuente era decir que los tenía bien puestos. No era ni rico ni pobre, pero lo que tenía se lo debía a su esfuerzo. Quiso hacer justicia y resultó que, por enemistarse con los ricos, fue uno de los escarmentados.
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Mosén Millán
Físicamente: Sentado en un sillón de la sacristía, con la cabeza apoyada en el muro, con los codos en los brazos del sillón y las manos cruzadas sobre la casulla negra bordada de oro, rezaba, a la vez que recordaba la vida de Paco el del Molino. No habría los ojos para evitar tener que hablar con don Valeriano, don Gumersindo y don Cástulo. Parecía fatigado cuando llegó don Gumersindo.
Psicológicamente: Quería a Paco como si fuese su hijo, pero no lo demostró, pues revelo a los señoritos el escondite de Paco, aunque había prometido no decírselo, y lo mataron. Sintió que se liberaba cuando dijo lo del escondite al centurión. Le molestaba la risa de Paco, ya de mayor. No le gustaban los amuletos que solía poner la Jerónima en la cuna de los bebés. Se codeaba con gente rica y cuando iba a las cuevas siempre tenía prisa por salir de las casas de la gente pobre. No se fiaba del zapatero. Al sentirse culpable de la muerte de Paco, no quiso que nadie le pagara la misa por él. Le afectó mucho la noticia de que el rey había huido de España. Cuando vió a Paco en las tapias del cementerio, tras delatar su escondite y decirle que tendría juicio, sintió un gran desaliento. Tras las grandes ocasiones, por ejemplo tras las elecciones republicanas y tras la muerte de Paco, se refugiaba en su casa y no salía sino para decir misa. Aunque se sentía culpable de la muerte de Paco, se consolaba pensando que había vivido dentro de los ámbitos de la Iglesia, porque él mismo le había administrado todos los sacramentos.
Sociológicamente: Era cura de este pueblo. Se llevaba mejor con la gente de clase media y alta, que con la gente pobre, pero también los más pudientes le aceptaban y respetaban más, porque los pobres como el zapatero o la Jerónima discutían con él, y Paco de vez en cuando también. Era una pieza esencial del orden de siempre, que pudo haber sido trastocado por la llegada de la democracia, con la que no estaba de acuerdo. Tras la restauración del viejo régimen, adquirió de nuevo todo su poder, arropado por los ricos del pueblo.
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Águeda
Físicamente: A primera hora de la mañana de la boda, estaba pálida, por el insomnio de la noche anterior, pero a medida que transcurrió la mañana recobró sus colores. Cuando mataron a su marido, estaba embarazada.
Psicológicamente: Era diligente y laboriosa. Le gustaba Paco, pero le daba una cierta inseguridad temerosa. Cuando se dieron palabra de matrimonio tenía más nervios que la suegra, y aunque se mostró humilde y respetuosa, no se entendían bien.
Sociológicamente: Esposa de Paco. La gente la veía trabajadora y buena.
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El zapatero
Físicamente: Era pequeño y tenía anchas caderas. Para la boda de Paco se puso el mismo traje que para la suya, por eso olía a alcanfor.
Psicológicamente: En la boda le mandaba mensajes vejatorios a la Jerónima. Le gustaba hacer reír a la gente. Se encontraba taciturno y reservado después de la noticia del rey. Estaba nervioso y desorientado en los días en que se estaba negociando lo del Duque.
Sociológicamente: No era ni amigo ni enemigo de nadie, aunque con todos hablaba. Primero estaba contra el Rey, porque mandaba, luego en contra de los republicanos, cuando llegaron al ayuntamiento. Le atribuyeron ser espía de Rusia, aunque no sabían que país era ese. Posiblemente fuera por creerle comunista.
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La Jerónima
Físicamente: En la boda era ya vieja, y arrastraba su pierna reumática.
Psicológicamente: Era muy cotilla, y de todo lo que se enteraba exageraba al contarlo en el carasol. Confiaba en los amuletos. Veía con malos ojos al nuevo médico que había en el pueblo cuando nació Paco y tampoco le caía muy bien el cura. Cuando murió el zapatero se sintió culpable. Luego, tras el episodio del carasol, volvía allí a gritar y a contar los agujeros de las balas.
Sociológicamente: Era partera, saludadora y ensalmadora. Estaba soltera pero decía que tuvo a todos los que se le antojaron.
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Don Valeriano
Físicamente: Tenía la frente estrecha y los ojos huidizos. El bigote le caía por los lados. Vestía como los señores de la ciudad, pero en el chaleco llevaba más botones que de ordinario, y una gruesa cadena de oro con varios dijes colgando, que sonaban al andar.
Psicológicamente: Se propuso ser conciliador y razonable cuando Paco fue a su casa a hablar de lo del Duque. Le molestó las confianzas que se tomó Paco cuando fue a negociar lo del Duque. Se irritó porque Paco dudo de que el Duque tuviera los papeles de los montes. Le atribuyó a Paco insultos y amenazas que no había hecho. La fe religiosa de don Valeriano se fue debilitando poco a poco, y culpaba a Dios de lo que pasaba y del desorden que había traído la república. Cuando quiso pagar el funeral por Paco, adujo ante el Mosén que deseaba echar fuera las malquerencias tras el episodio de su muerte.
Sociológicamente: Era uno de los más ricos del pueblo. Creyó que la elección en la aldea era ilegal y consiguió que la repitieran. Era el administrador del Duque y fue uno de los que más influyó en el desdichado fin de Paco. Los señoritos, tras quitar al alcalde elegido, le dieron el puesto.
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Don Gumersindo
Físicamente: Un poco más alto que los otros ricos del lugar. Iba vestido de negro. Y fumaba. Tenía unas botas que, por las pisadas, las conocía todo el pueblo.
Psicológicamente: Hablaba continuamente de su propia bondad, y de lo desagradecidos que eran los demás. Debido a su sentimiento de culpabilidad, quiso pagar la misa.
Sociológicamente: Rico y creído. Pensaba que hacía el bien y que los demás no se lo hacían a él, ni siquiera se lo agradecían.
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Don Cástulo
Físicamente: Apariencias simples. Ojos fríos y escrutadores.
Psicológicamente: También quiso pagar la misa, para reconciliarse con su sentimiento de culpa. Estaba a dos bandas, según le parecía mejor, aunque quiso llevarse bien con Paco desde que era joven. Se rió cuando supo que habían ametrallado a las mujeres del carasol. Salió fiador del padre de Paco ante los señoritos asesinos.
Sociológicamente: Tenía coche porque era uno de los ricos. El coche lo puso al servicio de Paco en su boda y en su último paseo a las tapias del cementerio. Los otros ricos no se fiaban de él, la Jerónima afirmaba que por la mujer del don Cástulo habían matado al zapatero.
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Los señoritos
Físicamente: Rasurados y finos, con vergas y pistolas. Posiblemente jóvenes y de capital.
Psicológicamente: Partidarios del viejo orden en el pueblo, de los derechos del Duque, y de la ley y el orden de siempre. Respetaron a los ricos y al cura, mataron a los cargos electos y a las mujeres del carasol. Don Valeriano, el nuevo alcalde puesto por ellos, era el que les decía a quién tenían que matar. No obstante, eran piadosos, porque eran capaces de llamar al cura para que diese los sacramentos antes de asesinarles. Actuaban sobretodo por la noche, sacando a los que creían contrarios a sus ideas y matándolos en los alrededores del pueblo.
Sociológicamente: Educados y cultos. Son los únicos extranjeros en el pueblo, además del Duque. Tenían disciplina militar y el que mandaba era el centurión. Venían a impartir justicia contra el pueblo. Juntaron, tras detener a Paco, a la gente del pueblo en la plaza, y les hablaron del imperio y del destino inmortal, del orden y de la santa fe, antes de cantar un himno con los brazos levantados.
Estudio sobre tiempo de la narración
La historia se sitúa desde principios del siglo XX hasta la Guerra Civil Española. El tiempo de la historia es desde que las campanas empiezan a tocar para la misa por el difunto Paco, y dura hasta que ésta da comienzo. Y el tiempo de la narración son veinticinco años, la vida de Paco desde su nacimiento hasta su cruel muerte.
El orden del tiempo de la historia no es lineal, hay retrospección, porque mientras Mosén Millán está esperando a la gente para que de comienzo el funeral, recuerda la vida de Paco, y la suya alrededor de la de éste. Con esto, el autor consigue narrar dos historias, la primera es un poco de la vida y los sentimientos del cura mientras espera para empezar los funerales de Paco y, la segunda es la historia de Paco.
En la duración del tiempo de la historia hay ralentización porque en lo que tardan en repicar las campanas para dar comienzo a la misa, a Mosén Millán le da tiempo a recordar toda la vida de Paco el del Molino. Y en ésta hay aceleración en varios momentos, en los cuales también hay elipsis narrativa: pasa rápido del bautizo a cuando tenía seis años, también lo hace desde que tenía siete años a cuando se hace maduro, al igual pasa durante los dos años que dura el cortejo de la novia, y los seis años que estuvo Paco casado.
El esquema imaginativo del cura sigue a sus intervenciones en la vida de Paco: el bautizo, la confirmación y cuando fue monaguillo, la comunión, el matrimonio, la confesión final y la extremaunción. Son los sacramentos que recibían las gentes de los pueblos, y que marcaban los hitos de sus vidas.
Estaba Mosén Millán en la sacristía esperando a que empieza los funerales de Paco, y empezó a recordar su bautizo, volvió de nuevo a la realidad y oyó al monaguillo cantar el romance de Paco. Volvió a recordar el cura la terminación del bautizo, y cuando regresó mentalmente a la sacristía y monaguillo le dijo que todavía no había llegado nadie, y siguió cantando. Entonces cerró Mosén Millán los ojos y empezó a recordar algunas de las travesuras que había hecho Paco de pequeño, luego siguió recordando su confirmación y su época de monaguillo, también recordó como vivía Paco la Semana Santa. Más tarde recordó cuando fueron juntos a dar la extremaunción a un señor que vivía en las cuevas, y como esa experiencia le afectó tanto a Paco. Salió por un momento de ese recuerdo que le envolvía y el monaguillo le repitió que todavía no había llegado nadie, mientras no cesaba de cantar. Metiéndose de nuevo en el recuerdo de Paco, le vino a la mente su comunión y como poco a poco fue haciéndose mayor y a la vez alejándose de Mosén Millán. De pronto, la voz del monaguillo le sacó del recuerdo, y le dijo que don Valeriano había entrado en la iglesia. Después de saludarse, el cura siguió recordando, primero recordó lo que penó Paco hasta librarse del servicio militar, después el cortejo de la novia y por último el día de la boda de Paco el del molino. Volvió a la realidad, cuando oyó el ruido de las botas de don Gumersindo entrar en la iglesia, habló Mosén Millán lo preciso y volvió a sumergirse en su recuerdo terminando el día de la boda y recordando cuando Paco se metió en política. Entretanto oía al monaguillo seguir cantando el romance, al igual que oía murmurar a don Valeriano y don Gumersindo. También se acordó de la llegada de los señoritos al pueblo y los crímenes que cometieron. Y como Paco huyó del pueblo para que no le cogieran y como el cura se enteró de su escondite y se lo reveló al centurión, después se enteró de la masacre del carasol. Entró entonces don Cástulo que un año antes se había reído de esa masacre. Pero sin hacerle caso cerró los ojos pero entró en la iglesia la mula de Paco y la tuvieron que sacar. Le vino entonces el momento en que convenció a Paco para que saliera de su escondite, y como aquella misma noche le fusilaron, no sin antes confesarlo. Por último, abrió los ojos, pregunto por el potro, y comenzó la misa.
Estudio sobre el narrador
Está narrado en tercera persona, pues el autor no participa en la historia. Y el narrador es omnisciente, porque sabe lo que piensan y sienten los personajes. Utiliza estilo directo y estilo indirecto libre, porque intercala fragmentos de los diálogos de los personajes con la narración de sus pensamientos y su forma de expresarse.
El autor se sirve de meterse en los pensamientos de Mosén Millán, para contar la historia de Paco y del pueblo, pero aún así está narrado en tercera persona.
La intención del narrador es, de una parte, descriptiva, tanto de los paisajes como de las gentes de un pueblo cualquiera, en una provincia cualquiera, cuando se producen las convulsiones sociales que pueden marcar la historia colectiva. Pero, por otra parte, el autor desea marcar vivamente los comportamientos, y sacar partido de ellos, induciendo al lector a pensar que unos tienen un afán egoísta (poder o dinero, como los ricos, el cura y los señoritos), otros altruista (justicia y solidaridad, como el caso de Paco y los concejales electos) y otros son la comparsa que acompaña a toda historia, que gozan o sufren según les vienen los tiempos, pero que no participan especialmente en fabricar la suerte colectiva (la Jerónima o el zapatero y, por supuesto, las mujeres del carasol).
Réquiem por un campesino español
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Enviado por: | Clara Gonzalo |
Idioma: | castellano |
País: | España |