Relaciones Laborales y Recursos Humanos
Reloj en las relaciones laborales y administración del tiempo
UTN - REGIONAL BUENOS AIRES
ADMINISTRACIÓN DE LOS RECURSOS HUMANOS - 1999
TURNO: N CURSO: 5° 053
TRABAJO PRÁCTICO
El reloj en las relaciones laborales y la Administración del Tiempo
FECHA DE PRESENTACION: 05/11/99
FIRMA PROFESOR: ___________
INDICE
El reloj en las relaciones laborales y la Administración del Tiempo 3
1) Breve introducción 3
2) El monasterio y el reloj 3
3) A la búsqueda del tiempo perdido 7
4) Para una definición del tiempo 7
5) Paradojas temporales 9
6) ¡El problema del tiempo es igual a tiempo de problemas! 11
7) Del problema del tiempo al control del tiempo 14
8) El Registro del Tiempo 14
9) Análisis del Registro del Tiempo 15
10) Preguntas para el análisis 16
11) Cómo perdemos nuestro tiempo 18
12) Cómo hacemos perder tiempo 18
13) Cronofagia y cronófagos (robatiempos salientes) 19
14) Sugerencias para el cambio 20
15) Estrategias básicas para enfrentar robatiempos 21
16) Conclusiones 24
17) Agradecimientos 24
18) Datos bibliográficos 25
El reloj en las relaciones laborales y la Administración del Tiempo
Breve introducción
Este trabajo tiene por finalidad el mostrar y demostrar que el reloj ha sido y es un gran condicionante en nuestras vidas no sólo de relación sino laborales, y que podemos aprender a manejarlo para nuestro beneficio mediante la autogestión del tiempo. Mediante ejemplos y herramientas de uso sencillo y de costo cero podemos llegar a mejorar en la muy difícil tarea de controlar nuestros tiempos, con la recompensa de poder disponer del tiempo de un modo más eficaz en provecho de nuestros trabajos, obligaciones, familias y amistades, y evitarnos los dolores de cabeza provenientes de una mala administración del tiempo.
El monasterio y el reloj
¿Dónde tomó forma por primera vez la máquina en la civilización moderna? Hubo claramente más de un punto de origen. Nuestra civilización representa la convergencia de numerosos hábitos, ideas y modos de vida, así como de instrumentos técnicos; y algunos de ellos fueron, al principio, opuestos directamente a la civilización que ayudó a crear. Durante los siete primeros siglos de la existencia de la máquina las categorías de tiempo y espacio experimentaron un cambio extraordinario, y ningún aspecto de la vida quedó sin ser tocado por esta transformación. La aplicación de métodos cuantitativos de pensamiento al estudio de la naturaleza tuvo su primera manifestación en la medida regular del tiempo; y el nuevo concepto mecánico del tiempo surgió en parte de la rutina del monasterio. Dentro de los muros del monasterio estaba lo sagrado: bajo la regla de la orden quedaban fuera la sorpresa y la duda, el capricho y la irregularidad. Benito añadió un séptimo período a las devociones del día, y en el siglo VII, por una bula del papa Sabiniano, se decretó que las campanas del monasterio se tocaran siete veces en las veinticuatro horas. Estas divisiones del día se conocieron con el nombre de horas canónicas, haciéndose necesario encontrar un medio para contabilizarlas y asegurar su repetición regular.
Según una leyenda hoy desacreditada, el primer reloj mecánico moderno, que funcionaba con pesas, fue inventado por el monje Gerberto que fue después el papa Silvestre II, casi al final del siglo X.
Este reloj debió ser probablemente un reloj de agua, uno de esos legados del mundo antiguo conservado directamente desde tiempos de los romanos, como la rueda hidráulica misma, o llegado nuevamente a Occidente a través de los árabes. Pero la leyenda, como ocurre tan a menudo, es correcta en sus implicaciones y no en sus hechos. El monasterio fue la sede de la vida regular, y un instrumento para dar las horas a intervalos o para recordar al campanero que era hora de tocar las campanas es un producto casi inevitable de esta vida. Si el reloj mecánico no apareció hasta que las ciudades del siglo XIII exigieron una rutina metódica, el hábito del orden mismo y de la regulación formal de la sucesión del tiempo, se había convertido en una segunda naturaleza del monasterio. Así pues no estamos exagerando los hechos cuando sugerimos que los monasterios ayudaron a dar a la empresa humana el latido y el ritmo regulares colectivos de la máquina; pues el reloj no es simplemente un medio para mantener la huella de las horas, sino también para la sincronización de las acciones de los hombres.
¿Se debió al deseo colectivo cristiano de proveer a la felicidad de las almas en la eternidad mediante plegarias y devociones regulares el que se apoderase de la mente de los hombres el medir el tiempo y las costumbres de la orden temporal, costumbres de las que la civilización capitalista poco después daría buena cuenta? Quizá debamos aceptar la ironía de esta paradoja. En todo caso, hacia el siglo XIII existen claros registros de relojes mecánicos, y hacia 1370 Heinrich von Wyck había construido en París un reloj “moderno” bien proyectado. Entretanto habían aparecido los relojes de las torres, y estos relojes nuevos, si bien no tenían hasta el siglo XIV una esfera y una manecilla que transformaran un movimiento del tiempo en un movimiento en el espacio, de todas maneras sonaban las horas. Las nubes que podían paralizar el reloj de sol, el hielo que podía detener el reloj de agua una noche de invierno, no eran ya obstáculos para medir el tiempo: verano o invierno, de día o de noche, se daba uno cuenta del rítmico sonar del reloj. El instrumento pronto se extendió fuera del monasterio, y el sonido regular de las campanas trajo una nueva regularidad a la vida del trabajador y del comerciante. Las campanas del reloj de la torre casi determinaban la existencia urbana. La medición del tiempo pasó al servicio del tiempo, al recuento del tiempo y al racionamiento del tiempo. Al ocurrir esto, la eternidad dejó poco a poco de servir como medida y foco de las acciones humanas.
El reloj, no la máquina de vapor, es la máquina - clave de la moderna edad industrial. En cada fase de su desarrollo el reloj es a la vez el hecho sobresaliente y el símbolo típico de la máquina: incluso hoy ninguna máquina es tan omnipresente. Aquí, en el origen mismo de la técnica moderna, apareció proféticamente la máquina automática precisa que, sólo después de siglos de ulteriores esfuerzos, iba también a probar la perfección de esta técnica en todos los sectores de la actividad industrial. Hubo máquinas, movidas por la energía no humana, como el molino hidráulico, antes del reloj; y hubo también diversos tipos de autómatas, que asombraron al pueblo en el templo, o para agradar a la ociosa fantasía de algún califa musulmán.
Pero ahora teníamos una nueva especie de máquina, en la que la fuente de energía y la transmisión eran de tal naturaleza que aseguraban el flujo regular de la energía en los trabajos y hacían posible la producción regular y productos estandarizados. En su relación con cantidades determinables de energía, con la estandarización, con la acción automática, y finalmente con su propio producto especial, el tiempo exacto, el reloj ha sido la máquina principal en la técnica moderna, y en cada período ha seguido a la cabeza: marca una perfección hacia la cual aspiran otras máquinas. Además, el reloj sirvió de modelo para muchas otras especies de mecanismos, y el análisis del movimiento necesario para su perfeccionamiento así como los distintos tipos de engranajes y de transmisión que se crearon, contribuyeron al éxito de muy diferentes clases de máquinas.
El reloj es, además, una máquina productora de energía cuyo “producto” es segundos y minutos. Por su naturaleza esencial disocia el tiempo de los acontecimientos humanos y ayuda a crear la creencia en un mundo independiente de secuencias matemáticamente mensurables: el mundo especial de la ciencia. Existe relativamente poco fundamento para esta creencia en la común experiencia humana: a lo largo del año los días son de duración desigual, y la relación entre el día y la noche no solamente cambia continuamente, sino que un pequeño viaje del Este al Oeste cambia el tiempo astronómico en un cierto número de minutos. En términos del organismo humano mismo, el tiempo mecánico es aún más extraño: en tanto la vida humana tiene sus propias regularidades, el latir del pulso, el respirar de los pulmones, éstas cambian de hora en hora según el estado de espíritu y la acción, y en el más largo lapso de los días, el tiempo no se mide por el calendario sino por los acontecimientos que los llenan. Y mientras el tiempo mecánico está formado por una sucesión de instantes matemáticamente aislados, el tiempo orgánico es cumulativo en sus efectos. Aunque el tiempo mecánico puede, en cierto sentido, acelerar o ir hacia atrás, como en las manecillas de un reloj o las imágenes de una película, el tiempo orgánico se mueve sólo en una dirección, y el pasado que ya ha muerto sigue presente en el futuro que aún ha de nacer.
Alrededor de 1345, la división de las horas en sesenta minutos y de los minutos en sesenta segundos se hizo corriente. Fue este marco abstracto del tiempo dividido el que se hizo cada vez más el punto de referencia tanto para la acción como para el pensamiento, y en un esfuerzo para llegar a la precisión en este aspecto, la exploración astronómica del cielo concentró más aún la atención sobre los movimientos regulares e implacables de los astros a través del espacio. A principios del siglo XVI, se cree que un joven mecánico de Nuremberg, Peter Heinlein, inventó “relojes con muchas ruedas con pequeños pedazos de hierro” y a finales del siglo el relojito doméstico había sido introducido en Inglaterra y en Holanda. Como ocurrió con el automóvil y con el avión, las clases más ricas fueron las que adoptaron primero el nuevo mecanismo y lo popularizaron, en parte porque sólo ellas podían permitírselo, en parte porque la nueva burguesía fue la primera en descubrir que, como Franklin dijo más tarde, “el tiempo es oro”.
Ser tan regular “como un reloj” fue el ideal burgués, y el poseer un reloj fue durante mucho tiempo un signo inequívoco de éxito. El ritmo reciente de la civilización llevó a la exigencia de mayor poder, y a su vez el poder aceleró el ritmo.
Ahora bien, la ordenada vida puntual que primeramente tomó forma en los monasterios no es connatural a la humanidad, aunque hoy los pueblos occidentales están tan completamente reglamentados por el reloj que constituye una “segunda naturaleza”, considerando su observancia como un hecho natural. Muchas civilizaciones orientales han florecido teniendo poca cuenta del tiempo: los indios han sido en realidad tan indiferentes al tiempo que les falta incluso una auténtica cronología de los años. La popularización del registro del tiempo, que siguió a la producción sistemática del reloj barato, primeramente en Ginebra, después en Estados Unidos, hacia mitad del siglo pasado, fue esencial para un sistema bien articulado de transporte y de producción.
La medición del tiempo fue primeramente atributo peculiar de la música: dio valor industrial a la canción del taller o al abatir rítmico o a la saloma de los marinos halando una cuerda. Pero el efecto del reloj mecánico es más penetrante y estricto: preside todo el día, desde el amanecer hasta la hora del descanso. Cuando se considera el día como lapso abstracto de tiempo, no se va uno a la cama con las gallinas en una noche de invierno: uno inventa pabilos, chimeneas, lámparas, luces de gas, lámparas eléctricas, de manera a aprovechar todas las horas que pertenecen al día. Cuando se considera el tiempo, no como una sucesión de experiencias, sino como una colección de horas, minutos y segundos, aparecen los hábitos de acrecentar y de ahorrar el tiempo. El tiempo cobra el carácter de un espacio cerrado: puede dividirse, puede llenarse, puede incluso dilatarse mediante el invento de instrumentos que ahorran el tiempo.
El tiempo abstracto se convirtió en el nuevo ámbito de la existencia. Las mismas funciones orgánicas se regularon por él: se comió, no al sentir hambre, sino impulsado por el reloj. Se durmió, no al sentirse cansado, sino cuando el reloj nos lo exigió. Una conciencia generalizada del tiempo acompañó el empleo más extenso de los relojes. Al disociar el tiempo de las secuencias orgánicas, se hizo más fácil para los hombres del renacimiento satisfacer la fantasía de revivir el pasado clásico o los esplendores de la antigua civilización de Roma. El culto de la historia, apareciendo primero en el ritual diario, se abstrajo finalmente como una disciplina especial. En el siglo XVII hicieron su aparición el periodismo y la literatura periódica; incluso en el vestir, siguiendo la guía de Venecia como centro de la moda, la gente cambió la moda cada año en vez de cada generación.
No puede sobrestimarse el provecho en eficiencia mecánica gracias a la coordinación y la estrecha articulación de los acontecimientos del día. Si bien este incremento no puede medirse sencillamente en caballos de fuerza, sólo tiene uno que imaginar su ausencia hoy para prever la rápida desorganización y el eventual colapso de toda nuestra sociedad. El moderno sistema industrial podría prescindir del carbón, del hierro y del vapor más fácilmente que del reloj.
A la búsqueda del tiempo perdido
Rara vez pasa un día de nuestras vidas sin que percibamos las constricciones y exigencias del reloj. Parecería que cada aspecto de nuestra existencia estuviera programado, desde las horas que transcurren en la oficina hasta las horas de recreación. Este análisis da por supuesto que no podemos controlar el tiempo pero que sí podemos controlar cómo utilizarlo.
Examinando algunos aspectos del tiempo, como los culturales, sociales y psicológicos, se nos hace claro que la percepción del tiempo está teñida de fuertes matices subjetivos. No sólo las personas exhiben diferencias en su concepción del tiempo: todas las culturas difieren en este aspecto. Inclusive pueden surgir malentendidos sin lugar a dudas evitables si hacemos un esfuerzo por comprender esas diferencias personales y culturales.
Pero también es claro que estamos situados en Occidente - una cultura que además se difunde aceleradamente: la globalización no es sólo económica - y que nuestra vida laboral ocupa una porción principal de nuestras vidas, tanto cuantitativa como cualitativamente. Resulta evidente, por lo tanto, que muchas veces puede haber un cierto grado de tensión entre el modo individual de relacionarnos con el tiempo y el que se espera en el mundo laboral.
Por eso uno de los propósitos primarios que persigue este análisis consiste en que nos tornemos conscientes de nuestros relojes internos para que aprovechemos mejor los flujos y los menguantes de energía. Intentaremos incrementar nuestro conocimiento del tiempo, reflotar y revalorizar nuestras ideas sobre el particular y desarrollar nuestros conceptos sobre el modo de utilizar el tiempo.
Satisfacer las exigencias del tiempo de los demás sin desatender el que necesitamos para nosotros mismos y equilibrar el tiempo de trabajo con el tiempo de nuestra vida: he ahí dos de los balances más difíciles de realizar para el ser humano.
Para una definición del tiempo
“Si no me lo preguntan, sé qué es; cuando me lo preguntan, ya no lo sé”
Una posible definición del tiempo es: “la duración de las cosas sometidas a cambio”. Vemos que esta definición no es del todo clara, ya que estamos acostumbrados a medir la duración de las cosas en una escala humana, o bajo la óptica de nuestro conocimiento previo.
Sabemos que algunos isótopos radioactivos tienen una vida media estimada en fracciones muy pequeñas de segundo, que una mariposa de la luz tiene una vida muy corta cifrada en horas, y que los incontables soles que forman las galaxias tienen una vida medible en miles de millones de años. Conocemos, por propia experiencia o por experiencia de otros, que todos estos ejemplos muestran “cambios” visibles. El radioisótopo se convierte en hierro o en plomo transcurrida su “vida activa”; la crisálida una vez que se transformó en mariposa puede vérsela revolotear incansablemente hasta que muere; podemos “medir” el desgaste de los soles analizando el modo en que consumen su energía. ¿Pero qué hay que decir de una piedra? ¿De una montaña? ¿De un río? ¿O, para ser más amplios, de un planeta como el nuestro? Todos conocemos el fenómeno de la erosión, pero ésta es tan lenta que no nos percatamos de sus efectos hasta que han pasado siglos o milenios. Es así como decimos que son “inmutables”, que no cambian con el tiempo, aunque nuestro conocimiento previo nos niega este hecho. ¿Cómo es esto posible?
Hemos visto que el hombre le puso una medida al tiempo, lo hizo mensurable, para satisfacer sus propósitos religiosos primero y laborales después. Pero ha de considerarse que hay más de una forma de medir el tiempo. Los seres humanos poseemos una visión subjetiva del tiempo, así como una visión objetiva, cultural, social, política. Las innumerables artes desarrolladas por el hombre conllevan las diferentes visiones particulares del tiempo. Es por ese concepto aristotélico (“el ser humano es la medida de todas las cosas”) que no podemos ver más que con la razón aquellos hechos que superan nuestra existencia temporal sobre la tierra, y así es que puede verse que la definición antes dada no es del todo satisfactoria.
Subjetivamente solemos decir que el tiempo se “estira” o “acorta” según sea que lo estemos pasando mal, que estemos aburridos, o que estemos contentos o disfrutando. Todos conocemos este aspecto. Esta exposición, este análisis, puede resultar interesante para algunos, con lo cual el “tiempo que se tomen para leerlo” pasará “volando”, o bien puede resultar un verdadero fastidio, una formalidad para aprobar un examen, por lo que dicho tiempo de lectura parecerá “una eternidad” a los sufridos lectores. “¿Ya te vas?” es una frase que, en el mejor de los sentidos implica que el que la emite se siente un tanto desilusionado ya que considera que el tiempo transcurrido con el interlocutor se ha pasado muy rápido. A la inversa, “¡Qué suerte que se fue!” implica que “no se veía la hora” en que se suscitara la ida del interlocutor, por lo que el tiempo resultaba penosamente lento. La sensación de “pérdida del tiempo” es muy grande en algunas situaciones.
Objetivamente estos tiempos tan distintos en situaciones similares podrían ser idénticos. Es decir, la lectura de este impreso puede tomar, digamos, una hora para aquellas personas acostumbradas a leer y comprender lo que se lee, tanto si les parece amena la lectura como si no lo es. La visita de esa persona mencionada anteriormente pudo haberse extendido por espacio de dos horas en ambos casos. Pero en el primero el tiempo fue escaso (subjetivo) mientras que en el segundo fue demasiado.
Mas la medida del tiempo, tal y como la conocemos a través de la historia antes narrada, no se ha alterado. Una hora es una hora, tanto si ésta es apreciada como si no lo es.
Existe una tendencia a sobrestimar el tiempo, marcada claramente por lo laboral. En todas las culturas occidentales (puesto que las orientales tienen un concepto absolutamente distinto del manejo del tiempo) se relaciona al tiempo con el dinero, o más exactamente con los metales preciosos, como el oro o la plata. “Time is money” dicen los angloparlantes. “Hora temprana, hora dorada”, “La hora perdida no regresa jamás”, son algunos de los conceptos que se emplean en Europa desde antaño. Es también curiosa la relación que existe en algunos países de habla hispana entre el clima y el tiempo. Preguntamos “¿cómo está el tiempo?” para saber qué clima hace. Cuando llueve mucho, con viento, decimos que hay un “temporal”. Si analizamos el porqué veremos que no es tan curioso: los fenómenos climáticos son cambiantes, y por supuesto, cambian con el transcurso del tiempo. La idea subyacente en estos conceptos de “tiempo” y “temporales” es que deseamos que el clima mejore, por lo cual remarcamos el acento en su propiedad pasajera, en su relación con el tiempo cronológico.
La definición del tiempo dada por el diccionario es “una cantidad mensurable y continua desde el pasado, a través del presente y hacia el futuro”. Lo tautológico de esta definición es que encierra conceptos temporales tales como pasado, presente y futuro. Tal vez resulte muy difícil el definir al tiempo. Y tal vez por ello se encuentren los problemas y conflictos que se viven en la vida de relación, y específicamente en lo laboral.
Paradojas temporales
El gran conflicto con el tiempo es que no se puede “desandar” lo andado. Lo realizado no puede alterarse. Aún si se tratara de piezas ensambladas, al ser desmontadas y montadas de nuevo en la misma posición relativa se trataría del mismo objeto en otro momento, por lo que filosóficamente se podría hasta llegar a discutir si el objeto en cuestión es verdaderamente el mismo. Solemos escuchar (o decir) que alguien está “muy cambiado”. Si esto lo escuchase alguien ajeno a este planeta (un supuesto "marciano”) podría interpretar que del que se habla es alguien completamente distinto, otro. Pero todos nosotros entendemos que se trata de la misma persona, sólo que más vieja. El tiempo ha transcurrido. Las fantasías sobre los viajes en el tiempo hacia el pasado, al menos por el momento y desde el punto de vista científico, son sólo fantasías. Sí está demostrado que es posible (de modo relativo) “viajar” hacia delante en el tiempo más rápido que lo que conocemos por tiempo físico. Albert Einstein y otros físicos como Laurentz probaron que el tiempo relativo se “dilata” al viajar a velocidades cercanas a la de la luz.
Es así como un observador situado en un punto fijo respecto de otro que se mueve a dichas velocidades verá que dicho movimiento se irá retrasando en lugar de acelerarse. Esto podría mostrarse con una luz parpadeante en el vehículo en movimiento. Los intervalos entre luz y oscuridad serían cada vez más prolongados. Sin embargo, para el supuesto viajante, el tiempo tal y como lo conocemos y medimos no resultaría alterado. Una hora aquí sería una hora allá. Pero si el viaje fuera lo suficientemente largo (digamos por ejemplo un mes) aquí habrían transcurrido años. “Los relojes que viajan van lentos”, dijo Einstein. Esta experiencia fue realizada con relojes atómicos idénticos y sincronizados, uno situado en tierra y otro a bordo de un jet Boeing 747 de la Fuerza Aérea de las Estados Unidos que dio la vuelta al mundo dos veces antes de aterrizar. Al ser confrontados, el reloj viajero tenía un retraso considerable (en fracciones de segundo) respecto del estático. Asimismo existe una teoría que dice que cualquier viajero a velocidades “normales” pero situado en la cercanía de anormalidades cósmicas tales como los Agujeros Negros (cuerpos celestes de enorme masa, tan grande que ni la luz escapa a su fuerza de atracción, de ahí su oscuridad o negrura) sufriría una distorsión en el tiempo del mismo signo que la anterior (es decir, hacia delante) respecto de un observador estático.
Pero no es a estas paradojas a las que nos hemos de referir, sino a las que vivimos a diario. “Nadie tiene el suficiente tiempo, pero todos tienen el que hay”, es una clara paradoja que muestra que nuestra sociedad ha puesto al tiempo por encima de todos los demás valores, ya que se ha transformado en un aliado directo del dinero. Dice que el tiempo no alcanza, es decir, que no siempre llegamos a concretar todas nuestros trabajos en tiempo y forma, pero a todos nos es dado el mismo tiempo laboral. Siempre los resultados se esperan para ayer, pero uno está seguro de que no se obtendrán hasta mañana, ya que la jornada laboral, si bien puede ampliarse, se ve severamente limitada por la legislación laboral. Y aún en los casos en que se extienda, seguramente ha de ser a expensas de horas de descanso.
Los seres humanos percibimos la existencia del tiempo cuando se acabó el que teníamos. La gente mayor (ancianos), los enfermos terminales, en fin, todos aquellos que se encuentran más cercanos al fin de sus días tienden a realizar un balance de sus vidas, el cual en general y si ahondar en detalles, no es del todo positivo, dado que siempre habrá cosas que hacer, pero nuestro tiempo es limitado. Esto es asimismo aplicable a cualquier persona que haya postergado alguna tarea, sea por desagradable, sea por prioridades autoimpuestas o puestas por terceros. Paradojalmente, si bien se sobrevalúa el tiempo en un sentido, se lo subvalora en otro, que es el que le damos a la realización de diversas tareas en nuestras vidas. El “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” es una muestra cabal de esta paradoja.
En el ámbito laboral el manejo de los tiempos y del tiempo en general es un problema serio. Muchas empresas tienden a controlar la disciplina (supuesta) de sus empleados marcando el tiempo de ingreso y egreso de sus dependencias a cada uno de ellos.
Y paradojalmente muchas veces se descuida el resto del tiempo del empleado, como si no importase qué es lo que hace de su tiempo dentro de la organización, siempre que registre su tiempo de entrada y salida con corrección y que se comporte de manera correcta socialmente hablando. Pero como contracara, son muy pocas las empresas que depositan la administración del tiempo en los propios empleados. Programas como el Flex-Time han dado resultados positivos en algunas empresas, mientras que en otro tipo de establecimientos su aplicación sería del todo imposible (téngase por ejemplo aquellas oficinas que realicen atención al público).
Por otra parte, en muchas organizaciones se realizan tareas con horarios rotativos que desorganizan a los empleados afectados a dicho sistema. Si bien los mismos empleados terminan por acostumbrarse, las familias respectivas se ven afectadas en su vida de relación, y esto acaba por ser contraproducente para el empleador. Una persona que detente la propia administración del tiempo, con las responsabilidades que esto conlleva, tendrá una mejor predisposición al trabajo, ya que se ve en la situación de no vivir una rutina que terminaría por desgastarlo.
La pregunta clave que uno ha de hacerse es la siguiente: “Si para mí el tiempo es un problema... ¿el problema es el tiempo, o soy yo?”
¡El problema del tiempo es igual a tiempo de problemas!
Unas cuantas preguntas concretas bastan para saber si uno mismo se siente a gusto con los manejos del tiempo propios o impuestos por la organización para la que uno trabaja o brinda algún servicio. Un ejemplo de algunas preguntas sigue a continuación:
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¿Trabaja siempre bajo presión?
Las presiones laborales no sólo afectan a los empleados en su nivel de tensión o de estrés, sino que repercuten directamente en la calidad y cantidad de trabajo que dicho empleado puede realizar en un tiempo dado. Al sentirse presionado, el trabajador puede optar por rebelarse (lo cual sería una medida sana para su cuerpo pero perniciosa para su presupuesto) o por acatar la presión.
El tomar en serio una presión en el ámbito laboral implica que el empleado no tendrá lugar a pensar en cómo administrar los tiempos de manera coherente, y se verá forzado, sin saber muy bien por qué, a trabajar horas extra, con el perjuicio consiguiente a su salud y vida de relación con los demás. Se tornará irritable y molesto por cualquier cosa y probablemente termine cometiendo tantos errores que pondría en peligro su propia permanencia en la empresa.
Esta situación ha de evitarse a toda costa, y el único modo es con una correcta e inteligente administración de los tiempos por parte de los superiores, no comprometiendo sus recursos por más tiempo del que se sabe que éstos necesitan para desempeñar sus tareas de manera correcta.
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¿No hay horas suficientes en el día?
A veces nos sucede que no encontramos el tiempo necesario para concretar nuestras tareas en la empresa. Y pensamos que el día debería contar con más de veinticuatro horas para lograr tal fin. Pero lo cierto y verdadero es que no estamos disponiendo bien de los tiempos. Tal vez estemos perdiendo tiempo en tareas banales que nos impidan llegar a concretar los trabajos que se nos solicitan, como por ejemplo sacar fotocopias. Esta tarea insume mucho tiempo y bien podría ser delegada. Muchas tareas de índole similar, que no decimos aquí que no sean importantes, podrían ser delegadas y así lograr que el empleado disponga de mayor tiempo para su correcto desempeño.
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¿Trabaja hasta más tarde o los fines de semana cuando hay plazos que vencen?
Este tipo de situaciones es muy común en las organizaciones dedicadas a los sistemas o a los proyectos, donde los cronogramas han de ser respetados so pena de pago de multas o quitas monetarias a la empresa. Por lo general esta actitud proviene de un conjunto de malas previsiones, tanto por parte de los líderes de proyecto como de los empleados a su cargo. Los primeros por una mala organización, o un error en la planificación. Los segundos por confiar en dicha planificación y en sus propias habilidades, dejando por lo general muchas de las tareas para fechas muy cercanas a los plazos que se vencen. Existe una tercer posibilidad, ajena a ambos, que se suscita cuando los directivos de las organizaciones son los que comprometen plazos de vencimiento sin conocer cabalmente la disponibilidad de sus recursos, obligando las más de las veces a que éstos trabajen tiempo extra para cumplir con todas sus obligaciones.
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¿Trabaja hasta más tarde aún cuando no haya plazos que venzan?
Esta actitud está más ligada a una enfermedad de tipo psicológica conocida como adicción al trabajo, o alcoholismo laboral, término que proviene del inglés “workaholic”, por comparación con los adictos al alcohol. Pero es también cierto que por falta de buena planificación en los tiempos muchos empleados deben dedicar más horas de su día a terminar con trabajos inconclusos puesto que así se les pide en sus empresas. Debería estudiarse en estos casos de quién es la culpa, puesto que hay veces en que las tareas realmente superan la dedicación plena de un empleado, debiéndose entonces realizar una completa revisión de los métodos que se utilizan para resolverlas o bien de las mismas tareas en sí.
Puede que el o los empleados que se ven afectados por este síndrome carezcan de una apropiada calificación, debiéndose proceder entonces a una capacitación de los mismos para lograr los objetivos deseados.
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¿Se siente frustrado a menudo porque no logra terminar las tareas importantes?
Un empleado que sienta la presión interna por no poder cumplir con las obligaciones impuestas no rinde en su totalidad. Han de revisarse minuciosamente estos casos, puesto que la solución se halla encubierta. Puede ser que el empleado no guste de realizar dichas tareas, por lo que deberá relevárselo y estudiar la posibilidad de un cambio de sección con un estudio de sus potencialidades y perfil, para un mejor aprovechamiento de sus recursos. Puede ser también que dicho empleado no tenga la capacitación suficiente para el cumplimiento de las tareas asignadas. Y puede ser que dicho empleado no tenga suficiente sentido de la responsabilidad como para terminar con las tareas importantes que le fueron encomendadas. Muchos de estos aspectos salen a la luz mediante la utilización de herramientas tales como la evaluación de desempeño y su correcto seguimiento y control, pero es un proceso que exige tiempo y esfuerzo por parte de los empleadores y rara vez se utiliza de manera correcta, tendiéndose a pensar que el empleado simplemente no sirve y reemplazándoselo con otro, generando un grave problema al empleado que podrá llegar a pensar que no está capacitado para determinados puestos, cuando exactamente allí se encuentra una posible solución a dicho mal.
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¿Siente que no puede delegar trabajos pues no salen bien?
Muchos trabajadores creen que si ellos mismos no realizan las tareas, éstas serán de menor calidad o saldrán definitivamente mal hechas. Tal vez en algunos casos no les falte la razón, porque quizás cuenten con un grupo de colaboradores ineficientes. Pero la mayoría de las veces se trata de una mera suposición que provoca dos graves problemas: el hecho de sobrecargar de tareas a un empleado, con la consiguiente mala utilización de los tiempos, y la frustración de los empleados a cargo, que al verse desplazados de sus funciones por parte de su superior adoptarán una posición de holgazanería con un perfecto desaprovechamiento de recursos y tiempos. Es de suma importancia que el jefe conozca las capacidades y habilidades de sus empleados para poder salvar este tipo de situaciones, puesto que una delegación bien hecha redunda en una concreción rápida y eficaz de las tareas asignadas (“la unión hace la fuerza”).
Todas estas cuestiones, y otras que uno podría plantearse, provienen por lo general de una mala administración de los tiempos propios y ajenos. Veremos a continuación cómo pueden ser solucionados de un modo poco cruento las ineficiencias en el tema de la administración del tiempo.
Del problema del tiempo al control del tiempo
Quien tenga el problema del tiempo necesita obtener el control del tiempo. Y para obtener el control del tiempo es necesario saber cómo lo ocupamos, de qué manera utilizamos dicho recurso. Existe una tendencia generalizada a creer que sabemos en qué tareas dispensamos los tiempos. Incluso muchos de nosotros llevamos prolijas agendas con las tareas programadas de antemano para no “perder el tiempo”. Pero ésta es una falacia claramente demostrable, ya que nunca nos alcanza el tiempo para cubrir todas las demandas, y muchas veces hemos de cancelar citas previamente acordadas, tanto de corte laboral como privado. Las privadas pueden ser solucionadas de un modo o de otro, pero las laborales pueden significar una pérdida cuantiosa de dinero en el caso de fallar a una cita de ventas con un potencial cliente importante. Por lo tanto, no debemos presuponer nunca que sabemos exactamente cómo ocupamos nuestro tiempo. Existen formas de establecer controles de tiempos, realizadas por lo general por analistas calificados de tiempos y métodos, pero estas tareas se utilizan en industrias que posean una cadena de montaje que no puede ser detenida. ¿Pero qué sucede cuando debemos cumplir con plazos de vencimiento de proyectos informáticos? No hay una manera del todo eficiente de medir los tiempos de, por ejemplo, un programador. Puesto que se podría medir cuántas palabras por minuto escribe, pero esto no implica que siendo rápido componga excelentes programas. Los procesos de desarrollo de programas involucran el uso de la inteligencia además de los conocimientos obvios de programación. Y dos programadores podrán arribar al mismo resultado perseguido utilizando dos vías de pensamiento distintas y a distintas velocidades. Por estos motivos, existe una herramienta llamada Registro del Tiempo que es la forma adecuada de saber cómo ocupamos nuestro tiempo en la empresa. Esta herramienta nos permitirá evaluar cómo repartimos el tiempo y corregir el mal uso del mismo.
El Registro del Tiempo
Este mecanismo de autoevaluación consiste en la registración completa de todas las actividades realizadas por el empleado en un tiempo dado. Por lo general y como caso ideal es conveniente registrar las actividades de una semana de trabajo completa. El mínimo indispensable para un correcto ejercicio de esta herramienta es una jornada laboral completa. Los pasos a seguir son sumamente sencillos.
-
El día anterior al Registro escribir en una hoja en detalle el plan para el día `D'.
Como ejemplo de esta documentación se podría tener algo como lo que sigue:
Hora | Tarea |
08:00 | Lectura proyecto de contrato |
08:30 | Reunión interna por el contrato |
10:15 | Cierre del contrato con el cliente |
11:30 | Xxxxxxx xxxxxx xxxxx xxxx. |
12:30 | Pausa |
......... | Xxxxx xxxx xxx xx xxxxxx xx xxx. |
17:30 | Xxxxxxx xxx xxxxx xx xxxxxxxx xxx. |
Llegados al día del Registro del Tiempo, el día `D', se han de seguir estos pasos:
-
Registre en otra hoja detalladamente cada actividad realizada, llegando hasta el nivel de los minutos.
Hora | Tarea |
08:02 | Hojeo el diario |
08:09 | Abro escritorio y armario Enciendo la PC |
08:13 | Reviso agenda y cartapacio Fijo orden laboral del día |
08:19 | Discuto de fútbol y modelos |
08:25 | Tomo café |
08:27 | Preparo planilla existencias |
........ | Xxxxxx xxxx xx xxxx xxx xx |
18:10 | Me retiro |
Análisis del Registro del Tiempo
Con las dos planillas confeccionadas a conciencia por el empleado, de las cuales no tiene por qué conocer su existencia o su contenido el superior o sus subordinados, se procede a la comparación de las mismas. La idea base es comparar el día planificado y el día real para poder controlar qué es lo que quedó como pendiente de realización. Todas las tareas englobadas en esta calificación de pendientes son las que obligan al trabajador a quedarse después de hora o a trabajar en fines de semana.
Si el registro fue realizado de manera correcta, se han de haber registrado todos los movimientos. Es probable que cuando el empleado los analice se encuentre con algunas sorpresas. Debe resaltarlas o destacarlas respecto de las demás tareas de modo que se las detecte de inmediato. No sólo se deben analizar los títulos sino también los contenidos.
Supongamos que el empleado haya escrito:
Discusión contrato
Deberá realizarse una serie de cuestionamientos, tales como:
¿Disponía de información confiable?
¿Hubo análisis de riesgos?
¿Los colegas/colaboradores conocían lo suyo?
Este tipo de análisis permite establecer varios hechos:
Qué cuidar
Qué mejorar y
Qué cambiar
Estas tres cuestiones le permiten al empleado conocer cabalmente cada uno de sus pasos dentro de la organización y las interrelaciones con sus colegas y/o colaboradores, con el fin de obtener mejores resultados en la administración de los tiempos.
Preguntas para el análisis
El análisis correcto de la información registrada no se limita al estudio con detenimiento de cada una de las tareas, sino que pretende ir un paso más allá para poder tener una visión mucho más objetiva de la administración de los tiempos.
Para lograr esto se requiere de otra serie de preguntas que intentarán desvelar la incógnita sobre la buena o mala administración que se realiza del tiempo. Las preguntas a ser tomadas en cuenta pueden ser las siguientes (sin ser la totalidad abarcan una serie de cuestiones importantes):
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¿Estaba haciendo la tarea correcta en el momento correcto?
Muchas veces nos encontramos realizando tareas que no nos corresponden, o bien tomamos nuestras propias prioridades para realizar trabajos, desplazando aquellos que deberían ser hechos en primer lugar por otros más fáciles o más acordes a nuestras habilidades.
Por eso es tan importante tener perfectamente delineadas las tareas para que se acoplen naturalmente con los tiempos asignados a cada una. También es cierta la recíproca, la cual surge de un buen análisis de tiempos y tareas, que indica que una tarea que ya se sabe que va a demandar más tiempo del que se dispone sea desplazada al día siguiente o a la primera oportunidad que se presente adecuada, supliéndola por otra u otras tareas que de ese modo pueden ser adelantadas. Así podemos asegurar una respuesta afirmativa a esta cuestión.
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¿Podría haber delegado la tarea? ¿A quién?
Si se trata de empleados con colaboradores a cargo, muy bien puede replantearse la cuestión de la delegación de tareas. Como se ha expresado antes, es imprescindible un cabal conocimiento del jefe de los recursos de que dispone, tanto como de las habilidades de ellos. Únicamente de este modo es como un jefe puede pensar en delegar una tarea a aquél empleado que se sepa que va a estar a gusto con ella y que la va a resolver en tiempo y forma, dejándolo libre para encarar otras tareas que requieran de su intervención.
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¿La podría haber hecho mejor?
Esta cuestión acarrea otras preguntas a ser contestadas, como ser:
¿Más rápido?
¿Más simplemente?
¿Más eficaz, menos detalladamente?
Es menester que el empleado que realiza este análisis sea totalmente consciente de sus propias habilidades, puesto que de otro modo sería virtualmente imposible contestar estas preguntas. Por lo general ellas apuntan a problemas externos al empleado, como se verá en la pregunta siguiente.
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¿Hubo interrupciones?
En muchas oportunidades nos encontramos realizando algún trabajo y nos sorprende un llamado telefónico de algún cliente que nos insume un cierto tiempo, o bien nos convoca “de urgencia” nuestro gerente de área para tratar un tema que tal vez nos toque sólo lateralmente y podría ser comunicado en otra oportunidad. Pero existe una gama tan amplia de interrupciones que debemos comenzar a tomar consciencia de cómo evitarlas para ganar tiempo, objetivo básico de este análisis. Para ello podemos plantear preguntas un poco más minuciosas que nos permitirán demostrarnos y mostrar a los otros el valor de nuestro tiempo. Y con un poco de suerte lograr una merma en las interrupciones a nuestro trabajo.
Dichas preguntas podrían ser:
¿Quién? (¡Ud. También!)
¿Con qué frecuencia?
¿Por cuánto tiempo?
¿Cuán importantes eran?
¿Cuánto le llevó retomar la tarea?
Debe recordarse que al haber sido minuciosamente registrados, los tiempos de las interrupciones saltan a la vista con una claridad que de otro modo pasaríamos por alto. Por eso es que nuestro siguiente capítulo muestra los tipos de interrupciones o pérdidas de tiempo más comunes en una organización.
Cómo perdemos nuestro tiempo
A continuación se detallan algunos de los factores que nos inducen a perder el tiempo. Su análisis y posibles soluciones quedan para un capítulo posterior.
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Interrupciones telefónicas
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Visitas no programadas (laborales o sociales)
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Impuntualidad en reuniones
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Incapacidad de decir NO
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Falta de prioridades / decisiones
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Falta de delegación
Cómo hacemos perder tiempo
Así como nosotros perdemos el tiempo en cuestiones muchas veces ignoradas hasta que se las destaca, como por medio del Registro del Tiempo, en muchas ocasiones actuamos como los agentes provocadores de pérdidas de tiempo en los demás.
Las vías que encontramos para esto son las siguientes (entre otras):
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Visitas inoportunas
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Discursos estériles
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Convocatoria a reuniones inútiles
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Telefonazos reiterados por no agrupar temas
Puede ser que no tengamos consciencia de estos actos, o bien que no realicemos la totalidad de ellos, pero es imposible negar que al menos una de estas interrupciones hemos cometido en nuestra vida laboral, y probablemente la sigamos sosteniendo.
Cronofagia y cronófagos (robatiempos salientes)
Existe una extensa nómina de eventos o situaciones que nos roban el tiempo o roban el tiempo de los demás. En todo caso, será responsabilidad de cada uno delimitar estos “robatiempos”. Pero podemos al menos citar algunos de ellos que tipifican en mayor o menor medida al resto. En general dichas situaciones son explícitas por si mismas.
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SOCIABILIDAD excesiva
La sociabilidad no es mala per se, sino que mal utilizada es un elemento de pérdida de tiempo propio y ajeno, puesto que las personalidades extrovertidas no pueden estarse quietas por mucho tiempo, con los consiguientes resultados negativos para su trabajo.
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Interrupciones provocadas por el TELÉFONO
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VISITAS inesperadas o inoportunas
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REUNIONES innecesarias o inefectivas
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MUCHAS COSAS AL MISMO TIEMPO
Esta situación es típica de cuando no existe un plan concreto o no hay una previsión de lo que puede llegar a suceder. En tiempos de crisis empresarial es muy común ver que muchos empleados tienen en sus manos una serie de tareas que no pueden manejar con soltura, sobre todo debido a la gran presión existente
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TAREAS INCOMPLETAS
La existencia de tareas incompletas implica una necesidad de recomenzar, con toda la pérdida de tiempo que esto acarrea. También sucede esto cuando se tiene papeles o información de más que hacen necesaria una depuración previa.
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Escasez o inexistencia de DELEGACIÓN
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Incapacidad de DECIR NO
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Carencia de AUTODISCIPLINA
A todas estas cuestiones se puede agregar una que muchas veces pasa inadvertida: la PC. Las organizaciones hoy en día cuentan con una gran cantidad de PC, pero no todos sus integrantes tienen las habilidades necesarias para un uso correcto de las mismas. Así muchas veces vemos que un gerente de área, que sólo por su cargo tiene una PC en su despacho o escritorio (ya que no por la necesidad en si, puesto que existen secretarias), se encuentra perdido ante programas de uso común o peor aún, jugando al ya más que conocido solitario.
Sugerencias para el cambio
Una vez hecho el Registro del Tiempo, éste se transforma en una herramienta totalmente ineficaz si no es analizado como corresponde. Debe hacerse un examen minucioso bajo la luz de las preguntas que aquí se han sugerido para lograr una completa efectividad. Es también necesario el desarrollo del perfil del empleado, para poder saber con precisión qué tareas le corresponden y cuáles han de ser delegadas. A continuación ha de establecerse un plan de ataque hacia todos esos puntos oscuros resultado del análisis, que han de ser desterrados. Conviene confeccionar una agenda diaria, semanal y mensual de metas, no de citas. Una vez creada la agenda, es necesario analizarla y medir su efectividad diaria, haciendo lo propio para las agendas semanal y mensual.
Existe un método para la medición de la efectividad de las agendas, que es el que sigue: en un cuadro se establecen cuatro columnas. La primera (A) es el plan diario del empleado, acorde con su agenda. La siguiente columna (B) representa el valor asignado a la tarea por su urgencia, importancia, etc. La columna C lleva en cuenta el porcentaje estimado de realización de dicha tarea. La última columna (E) es el cálculo de la efectividad resultante de multiplicar el valor de la columna B por el porcentaje C y dividirlo por 100. La suma total de los valores de la columna E brinda el nivel de efectividad para ese día en particular. Lo mismo es aplicable para las agendas semanal y mensual.
A PLAN DIARIO | B VALOR | C % LOGRADO | E EFECTIVIDAD (BxC/100) |
Tipo Nota Interna | 20 | 100 | 20 |
Cita de próxima reunión | 30 | 100 | 30 |
Acta de reunión | 30 | - | - |
Archivo | 20 | 50 | 10 |
Total | 100 | - | 60 |
EFECTIVIDAD: 60 %
Es necesario llevar un autocontrol estricto de la efectividad, realizando un seguimiento diario, como el que se ha visto en la tabla, mas uno semanal por cada semana del mes y uno mensual por cada mes de autoevaluación. Estas tablas serán simples compendios de las tablas diarias o semanales, y su resultado será el promedio de los valores de efectividad obtenidos sea diariamente o semanalmente para el caso de la efectividad mensual. Se considera que seis meses es un período de tiempo suficiente para la evaluación de la capacidad de gestión del tiempo.
Estrategias básicas para enfrentar robatiempos
Como se mencionó con anterioridad, aquí estableceremos algunas de las soluciones plausibles para enfrentar con éxito la ardua tarea de eliminar tiempos muertos o interrupciones molestas, para así avanzar rápidamente a una completa autogestión del tiempo.
Teléfono
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Cuando Ud. origina la llamada, anote lo que va a decir (no repetir la experiencia de olvidar lo más importante o dos de tres temas por el apuro o la extensión de un punto).
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Idee formas corteses y personales de sugerir al otro el fin de la conversación.
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En caso necesario, muestre que no siempre está en disposición de hablar por teléfono.
Visitas
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Establezca siempre citas.
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Establezca un horario para visitas no programadas y lamente no poder atenderlas fuera de él.
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Si le cuesta cortar las visitas, hágalas Ud. y/o manténgase de pie. Así se maneja mejor el corte.
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No se pierda en los detalles; no los acepte si no hacen al fondo de la cuestión.
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No tome decisiones que deba tomar un colaborador o un colega; logre que ella o él lo hagan: la próxima vez no vendrán.
Reuniones
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Establezca metas.
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Cite sólo a las personas necesarias.
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No acepte interrupciones telefónicas.
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Respete el horario establecido para la reunión.
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Establezca conclusiones y emita inmediatamente una minuta escrita: ¡evitará preguntas y nuevas reuniones!
Muchas cosas al mismo tiempo
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Asigne prioridades (si no lo logra, use un método, por ejemplo: ABC) y ordene sus tareas diarias con un Programa o Método de trabajo.
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Separe lo urgente de lo necesario, y lo necesario a corto plazo de lo necesario a largo plazo.
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Aprenda a decir no.
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No confunda movimiento con velocidad, ni actividad con resultados. “Vísteme despacio que tengo prisa”(Napoleón Bonaparte)
Tareas incompletas
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Verifique, antes de sumergirse en una tarea, si tiene todos los elementos necesarios.
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Póngase plazos y delos a conocer: así se autoobligará.
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Haga listas con títulos; tachar títulos es gratificante.
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No posponga las tareas importantes desagradables; gastará mucho tiempo en retomarlas y, al final, sentirá presión.
Delegación
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Implica riesgos, angustia, errores y éxito.
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No intente saber todo sino lo necesario; los detalles lo perderán.
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Cuando delegue, controle; establezca (y dé a conocer) los puntos de control (qué y cuándo).
Incapacidad de decir NO
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No crea que no decir NO lo hace más humano: puede resultar inhumano.
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Nadie se ofende ante una explicación franca.
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No sea compasivo; sea realista: es mejor para las dos partes.
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Reconozca que decir siempre SÍ puede denunciar un sentimiento de inseguridad y baja autoestima. Si no se anima a decir NO directamente, ofrezca alternativas.
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Si duda, diga NO. Si cree que es SÍ, cuente hasta 10. Es más fácil ir de NO a SÍ que de SÍ a NO.
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Si teme represalias por su NO, reconozca que la relación de base es vacilante. Trate de mejorarla.
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Si otros no asumen sus responsabilidades, niéguese a asumirlas Ud. No sea su víctima.
Autodisciplina
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Trabaje según prioridades.
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No haga lo que más le guste sino lo necesario.
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Resístase a la tiranía de lo urgente.
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Reconozca que la gente hace lo que se revisa y que con Ud. pasa lo mismo. Controle y contrólese.
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Fije sus metas y plazos con prudencia.
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Cuide su tiempo: no trabaje más de lo necesario; descanse y goce de su tiempo libre.
Conclusiones
Vale la pena recordar que se han revisado más de 50 sugerencias concretas sobre cómo mejorar la gestión del tiempo. Sin duda, algunos elementos aportados en este análisis inducirán al agregado de nuevas ideas para introducir en lo que se ha dado en llamar el cronomanagement. Pero más importante aún es la necesidad de subordinar estas pequeñas tácticas a estrategias superiores. “Ganar tiempo es abrirse a nuevos proyectos”. Es de hacer notar que en ningún momento de este trabajo se menciona el control de horarios como una posibilidad externa de ayuda al empleado. En todo caso, se deja librado a éste (dentro de ciertos límites coherentes) su propio control sobre la base de las herramientas aquí mostradas. Hemos visto que el reloj ha desempeñado un papel de suma importancia en las relaciones laborales, y hemos podido llegar a un equivalente de solución para los conflictos que acarrea la administración del tiempo.
Agradecimientos
Queremos agradecer la colaboración de la Licenciada en Ciencias de la Comunicación Judith A. Zone por su aporte con relación a la historia de la creación del reloj y su vinculación con las actividades sociales y laborales, así como al Sr. Darío A. De Toni, de Siemens Argentina S.A., por sus aportes con relación a la Administración del Tiempo.
Datos bibliográficos
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Mumford Lewis, “Preparación cultural” en “Técnica y civilización”, Editorial Alianza, Madrid, 1982.
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Administración del tiempo, Siemens Argentina S.A., Departamento de Capacitación, Marzo 1999.
Nota del Autor: “Cuando use el término “la máquina” lo emplearé como una referencia abreviada a todo el complejo tecnológico. Este abarcará el conocimiento, las pericias y las artes derivadas de la industria o implicadas en la nueva técnica, e incluirá varias formas de herramientas, aparatos y obras así como máquinas propiamente dichas”.
El nombre completo del Robatiempos es, naturalmente, Falta de Delegación
El nombre completo del Robatiempos es, lógicamente, Carencia de Autodisciplina
UTN-FRBA. Administración de los Recursos Humanos Curso:5° 053
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Enviado por: | Myracle |
Idioma: | castellano |
País: | España |