Religión y Creencias


Religión azteca


LA RELIGION AZTECA.

1. ORIGEN DE LA RELIGION.

1. ORIGEN DE LA RELIGION.

Los aztecas eran una tribu nómada de dudoso origen, pero probablemente de sangre nahúa. Vagaron por toda la meseta durante generaciones al final se asentaron en las marismas próximas al lago de Tezcuco, muy cerca de Tlacopan. El nombre azteca significa “pueblo grulla”, puesto por la tribu de los Tecpanecas, probablemente debido a que, al igual que las grullas, ellos vivían en los alrededores de las marismas. Fundaron la ciudad de Tenochtitlán o México, y durante algún tiempo pagaron tributos a los tecpanecas. Luego se convirtieron en los más fuertes aliados de ese pueblo a los que finalmente superaron por completo en poder y esplendor.

Las leyendas aseguran que los aztecas vinieron a México aceptando el consejo que les dio su dios Huitzilopchtli (de la guerra), quien tomaba la forma de un pájaro colibrí para hablarles. Les dijo que se fueran a otro lugar donde encontrarían un águila (símbolo del aire) sobre un nopal (símbolo de la tierra) devorando una serpiente (símbolo del agua). Le obedecieron y emprendieron una larga marcha, al cabo de la cual encontraron los lagos del centro de México y en ellos lo que les había indicado su dios; los tres símbolos de tierra, agua y aire. Allí se quedaron y levantaron su gran ciudad, Tenochtitlán.

Capital de los aztecas fue Tenochtitlán, asentada dentro de los lagos y con un grandioso centro monumental que vemos reconstruido en este dibujo. El centro concentraba setenta y ocho construcciones de carácter religioso y político, como templos, palacios, edificios públicos, juegos de pelota y el tzompantli o empalizada conde se colocaban los cráneos de los sacrificados. Destacaba sobre todo el templo mayor, formado por dos pirámides gemelas dedicadas a Huitzilopochtli y Tlaloc.

  • PENSAMIENTO.

  • NUCLEO DOCTRINAL.

  • El núcleo doctrinal de la religión azteca gira en torno a la leyenda de creación del mundo. Dicha leyenda aseguraba que éste había sido creado y destruido cuatro veces por los dioses. Las creaciones obedecían al deseo de que hubiera hombres buenos que les rindieran culto. Las destrucciones eran consecuencia de los pecados de los hombres, que no terminaban de vivir ordenadamente, como los dioses mandaban. El primer mundo fue arrasado por grandes huracanes; el segundo, por inundaciones; el tercero, por una lluvia de fuego, y el cuarto, por unas fieras salvajes. Después de esto, los dioses estuvieron tentados de no volver a crearlo de nuevo y dejarlo en la oscuridad, sin sol ni estrellas; pero éstos se reunieron en Teotihuacán (una ciudad anterior a los aztecas) y decidieron hacer un último intento. Para ello, un dios se arrojó al fuego y se convirtió en sol, mientras otros hicieron lo mismo para transformarse en estrellas, lunas, etc. Surgió así el último mundo, el quinto, en el que vivía la humanidad. Las tradiciones aseguraban que terminaría igual que los anteriores, cuando los hombres dejaran de obedecer las normas morales de sus dioses. Sobrevendría entonces un enorme terremoto que lo asolaría todo. El cataclismo comenzaría cuando el sol perdiera su fuerza y dejara de brillar.

    Así, los aztecas asumieron el papel de ser los salvadores de la humanidad. Para esto organizaron una sociedad y una religión rígidas, con patrones de conducta ejemplares, y se dedicaron a ofrecer sacrificios a los dioses. El mayor que puede concebirse es, naturalmente, la vida humana, lo más valioso, y, además, el alimento que daba energía al sol: la sangre humana. Empezaron así la escalada de sacrificios humanos, pues sin un derramamiento de sangre continuo el sol se pararía y el mundo se hundiría en la muerte. Éste sería, pues, el núcleo doctrinal, el sentido de la religión azteca.

  • BREVE DESCRIPCION DE LA IDEA DE DIOS Y DE LOS DIOSES.

  • Donde más se notó la orientación guerrera pueblo azteca fue en la religión. Así, Huitzilopochtli, dios de la guerra y de la ciudad de Tenochtitlán, se convirtió en la principal deidad de México y compartió el templo mayor de la capital azteca con Tlaloc, el dios supremo de los agricultores teotihuacanos.

    La religión azteca era fundamentalmente politeísta, si bien en las clases populares las ideas mágicas desempeñaban aún un gran papel, mientras en algunos círculos intelectuales, como la corte de Netzahualcoyotl de Texcoco se tendía hacia el monoteísmo. Dentro del enorme cúmulo de dioses ninguno era más poderoso que otro, pero había cuatro que compartían el cenit de todo el panteón: Huitzilopochtli, o el dios de la guerra; Tezcatlipoca o el Espejo Humeante (juez de pecadores y humillador de los orgullosos); Quetzalcoatl, o la Serpiente Emplumada (dios del viento y del aire), y Tlaloc, dios de la lluvia.

    Las diferentes clases de sacerdocio solían dirigirse a los dioses a los que veneraban como “omnipotente”, “infinito”, “invisible”, “el único Dios” y “el hacedor y deshacedor de todas las cosas”. Estos apelativos no se los aplicaban a un ser supremo sino a deidades individuales a cuyo servicio estaban unidos.

    Los principales dioses de los aztecas eran los siguientes:

    Huitzilopochtli (dios de la guerra).

    Huitzilopochtli ocupaba en el panteón azteca un lugar similar al de Marte en Roma. Su origen es oscuro, pero el mito referido a él es diferente en originalidad y carácter. Es uno de los favoritos del pueblo azteca debido a que en los orígenes de la tribu fue uno de los suyos, un hombre corriente, aunque con gran sabiduría y valor. En la primera época se convirtió en su general. A su muerte los aztecas lo convirtieron en divinidad y depositaron sus restos en un saco que transportaron siempre con ellos en su larga marcha histórica hacia el valle de México. Durante el camino se detenían con gran ceremonia para hacerle preguntas a la reliquia sagrada.

    Su nombre significa “colibrí en la izquierda”, pues se representa como el astro luminoso contrario a Tezcatlipoca, con un escudo que lleva cinco bolas de plumas, arco y flechas. Lleva las plumas de un colibrí en dicha mano. De aquí se extrae el tótem del colibrí.

    Pero Huitzilopochtli no era sólo dios la guerra. Lo mismo que el dios serpiente del relámpago, tenía relación con el verano ya que ésta era la estación de los relámpagos y, por tanto, dominaba las extensiones de cultivos y frutos de la tierra, los creían que Huitzilopochtli podía concederles buen tiempo para la fructificación de sus cosechas, y colocaban una imagen de Tlaloc, el dios de la lluvia, cerca de él, que el dios de la guerra obligara al fabricador de la lluvia a ejercer sus poderes pluviales o abstenerse de crear inundaciones.

    Tlaloc (dios de la lluvia).

    El culto agrario se centralizaba en este dios mesoamericano. Era un dios contradictorio, benefactor como dios de la lluvia y el trueno durante las sequías, pero maléfico cuando las aguas violentas arrasan diques y presas e inundan a menudo el valle.

    Se representaba generalmente en postura semirrecostada con la parte superior del cuerpo apoyada en los codos y las rodillas medio extendidas. Tiene ojos de lechuza y colmillos de jaguar; las serpientes y las ranas son sus criaturas. Estaba casado con Chalchicuitlicua (Dama Esmeralda), que le dio numerosos hijos: los Tlatocs (nubes). Tlaloc se manifiesta de tres formas: como relámpago, como rayo y como trueno.

    Templo de Quetzalcóatl, en Teotihuacán. Las esculturas adosadas representa a la Serpiente Emplumada, dios civilizador por excelencia. También está representado Tlaloc, dios de las lluvias.

    Quetzalcoalt.

    Es más que probable que Quetzalcoalt fuera el dios del pueblo pre-nahúa en México. Lo consideran un dios de carácter extraño y tenía unos adeptos bastante limitados en México. Sin embargo, en otras antiguas ciudades la veneración era enorme. Lo consideraban el padre de los Toltecas.

    Quetzalcoalt (cuyo nombre significa “serpiente con plumas”) llegó a ser dirigente de los toltecas, un héroe cultural, y su culto y estímulo a las artes liberales fueron muy importantes para el avance de su gente. Es el dios bueno de los aztecas, el bien amado. Quetzalcoatl es el dios de la vida hermosa, de la vida feliz y, más aún, el de la resurrección que asegura un vida todavía mejor. Tiene un aspecto luminoso, la dulzura de la divinidad. Como la muerte, desaparece al atardecer, al oeste, en el horizonte conocido.

    Es blanco y amo del oeste, tiene barba y es astuto. ¿Acaso no ideó disfrazarse de hormiga al caer del cielo; y no logró sacar del seno del hormiguero, en el que estaba disimulado, el primer grano de maíz; la planta soberana para que sus hijos pudieran plantarla y nunca murieran de hambre?

    Tezcatlipoca (Espejo Humeante).

    Era indudablemente el Júpiter del panteón nahúa. Llevaba un espejo del que le venía nombre y en el cual se veían reflejados los hechos de la humanidad. Originariamente la personificación del aire, la fuente tanto del aliento de vida como de la tempestad, Tezcatlipoca, poseía todos los atributos un dios que presidía todos estos fenómenos. Pero Tezcatlipoca era mucho más que una personificación del viento y, si presentaba como dador de vida, también tenía destructivo. De hecho, en ocasiones aparecía como un comerciante de la muerte y fue tratado como Nezahualpilli (el jefe hambriento) y Yaotziu (el enemigo), aunque quizá uno de los nombres por el que era más conocido era Telpochtli (el joven guerrero). Aunque también es el patrono de los brujos y los ladrones, el maestro de los maleficios y de las cosas misteriosas, es también el dios de los sacrificios y los castigos.

    Tezcatlipoca adora disfrazarse y provocar temor. Adopta gustoso la apariencia de un joven sin cabeza, cuyo pecho se abre en dos para dejar ver el interior de una caverna sin corazón. Por la noche, los guerreros le temen por sus astucias; y la más inocente de ellas aterroriza a los más valientes. Cuando está de buen humor, se le puede ver pasar llevando delante de sí el escudo de obsidiana en el que ve todo lo que sucede en el mundo.

    Otros dioses de los aztecas eran:

    Los dioses mejicanos del maíz.

    Un grupo especial de dioses llamados Centiolt presidía la agricultura de México, personificado cada uno de ellos en uno u otro de los aspectos de la planta del maíz. La diosa principal del maíz era Chicomecohualt (Siete Serpientes), hermana de Tlaloc, cuyo nombre aludía al poder fertilizante del agua, elemento que los mejicanos simbolizan con la serpiente. Pero es posible que Chicomecohualt fuese la creadora de una raza más antigua y que los habitantes nahúas adoptasen o trajeran otro espíritu de crecimiento, la “Tierra Madre”, Teteoiunan (madre de los dioses) o Tocitzib (nuestra abuela). Esta diosa tenía un hijo, Centeotl, el espíritu masculino del maíz, adorado por los agricultores y también por los joyeros.

    Xilonem, "Espiga joven de maíz", era la diosa particularmente favorable a la eclosión de las plantas jóvenes. Los pobres tenían muchas esperanzas en ella.

    Xipe Totec.

    Xipe Totec (el desollado) era ampliamente venerado en todo y está representado en las piraguas con piel humana desollada. Es el dios de la resurrección de la naturaleza, el animador del despertar de la primavera, el generador del brote de las plantas y las flores, la savia de la vida.

    El escudo de Xipe es una diana redonda cubierta de plumas pintadas de rosa, con círculos concéntricos de un tono más oscuro en la superficie. Se imaginaba que Xipe tenía tres formas: la primera como espátula rosada; la segunda, como cotinga azul y la última como un tigre. Las tres formas quizá correspondan a las regiones del cielo, tierra e infierno, o a los tres elementos: aire, tierra y agua. Es el dios del sacrificio por excelencia (fiesta del desollo) y ha de ser considerado un Yopi equivalente a Tezcatlipoca.

    Nanahúatl o Nanauatzi (Pobre Leproso).

    Es el patrón de las enfermedades de la piel. Se pensaba que a las personas afectadas por este mal las apartaba a la luna para su servicio. En la lengua nahúa las palabras "leproso" y “eccematoso” también significaban “divino”.

    Xalotl.

    Tiene un origen sureño, posiblemente zapoteco. Representa tanto el fuego que cae del cielo como la luz ascendente de las llamas. Es a y aparece como el representante del sacrificio humano. También tiene puntos en común con Xipe. Xalotl es como un dios del sol de las tribus de más al sur. Su cabeza (quaxolotl) era uno de los más famosos emblemas que usaban los guerreros. Xalotl fue una figura mítica bastante extrema los pueblos de Anahúac o México, donde lo consideraban algo raro y monstruoso. Está representado con las cuencas de los ojos vacías.

    El dios del fuego.

    Probablemente fue el primer dios adorado en México. Era conocido bajo varios nombres como: Tata (nuestro padre), Huehueteotl (el mayor de los dioses) y Xiuhtecutli (el señor del año). Está representado con el color del fuego, la cara negra, tocado de plumas verdes y, a la espalda, una serpiente que representa la naturaleza serpenteante del fuego, con un solo diente en la boca. También llevaba un espejo de oro con el que mostraba su relación con el sol, del que emanaba todo calor.

    Mictlan (señor del infierno).

    Mictlantecuhtli era el dios de la muerte y del reino de la maldad y de las sombras, adonde acudían las almas de los hombres después de su mirada mortal. Todos los muertos estaban bajo su protección. Él los guía y los dirige. Está representado como un monstruo horrible con una boca enorme en la que caían los espíritus de la muerte.

    Mictlancihuatl, "Señora del país de los muertos", es compañera del anterior. Se le rinde el mismo culto que a su esposo para obtener una protección favorable en el más allá.

    El Sol.

    Era considerado por los nahúas, y por todos los habitantes de México en general, como el dios supremo y como la principal fuente de subsistencia y de vida. También se aludía a él como el “teotl” (el dios) y su veneración parecía el último término de todos los dioses. Su nombre mejicano lo demuestra, Ipalnemohuani, "Por el que viven los hombres". Lo consideraban el principal origen del ser y el corazón.

    Tepeyollotl

    Significa "Corazón de la montaña" y, evidentemente, hace referencia al dios que los nahúas relacionaban con los movimientos sísmicos y los terremotos. Tepeyollotl es un dios puro y simple, un dios de los lugares desiertos. Es cierto que no era un dios mejicano, o al menos no era de origen nahúa, pues se mencionaba en ninguno de los escritos que tratan de las tradiciones nahúas, y debemos buscarlo entre los mixticas y los zapotecas.

    Macuilxochilt o Xochipilli.

    Este dios, cuyo nombre significa “cinco flores”, “origen de las flores” y "príncipe-flor". Dios de la abundancia y de las artes, de los cantos de amor y las diversiones. Es el que ayuda a hacer la vida alegre y agradable. Todos los artistas le adoran, en especial los bailarines. Es patrón de la buena suerte en el juego.

    Los zapotecas lo representaban con un gráfico que recuerda a una mariposa cerca de la boca y la cara coloreada parecida a un pájaro con el pico abierto y una cresta muy alta y erecta.

    Dioses padre y madre

    Los nahúas creían que Ometecutli y Omeciuatl eran el padre y la madre de la especie humana. Los nombres significan “señores de la dualidad” o “señores de los dos sexos”. También eran conocidos como Tonacatecutli y Tonocaciuatl (señor y señora de nuestro cuerpo o de subsistencia). De hecho, eran considerados como la esencia sexual de las deidades en general. Son representados normalmente con ricas vestiduras. Omatecutli se identifica a veces con el cielo y el dios del fuego, mientras que la diosa representa la tierra y el agua.

    Los dioses del pulque

    Todos los dioses del pulque estaban estrechamente asociados al suelo y las diosas de la tierra. Tenemos a:

    • Ometochtli (dios de la bebida)

    • Petecatl y Tequechmecauiani (dioses jefe del pulque)

    • Quatlapauqui (el abrecabezas)

    • Papaztac (el enervado)

    Todos ellos eran dioses locales de la agricultura que impartían virtud a suelo, lo mismo que el pulque daba fuerza y coraje al guerrero.

    Metztli

    Metzli o Yahualticiltl, "Señora de la noche" o "La luna", era la diosa mejicana de la luna. Ella tenía en realidad dos fases: una de protección beneficiosa sobre las cosechas y promotora del crecimiento en general, y otra que era portadora de la humedad, frío y aires corruptos, fantasmas misteriosos, formas de la turbia media luz de la noche y su sobrecogedor silencio.

    Las interpretaciones de su influencia son difíciles de determinar. Sin embargo, se afirma que, al mirarla, los aztecas veían en su centro un conejo. La asociaban al crecimiento de los vegetales. Podía ser macho o hembra. Todas las conchas eran su representación, ya que durante mucho tiempo se había ocultado en la oscuridad.

    Tlazolteotl

    "Dios de la inmundicia" o "Comedor de porquería". Los mejicanos lo llamaban dios de la tierra porque erradicaba los pecados. Los habitantes se confesaban ante el sacerdote para ser absueltos de sus pecados. El pecado se simbolizaba entre los mejicanos como excremento. La confesión solo cubría los pecados de inmoralidad. Los enamorados le rendían justificado culto, ya que borraba el pecado de la carne.

    Chalchihuitliane

    También llamada Xochiquetzal, esta diosa era la esposa de Tlaloc, dios de la lluvia y de la humedad. El nombre significa “señora de esmeralda”, en alusión al color del elemento sobre el que presidía la diosa. Era venerada especialmente por los aguadores de México y todos aquellos cuyo trabajo tenía algo que ver con el agua.

    Fue raptada por Tezcatlipoca, y su comportamiento posterior fue muy libertino... Por ese motivo es también la divinidad de las esposas y las prostitutas. Así mismo, preside los juegos del amor y las artes domésticas.

    Mixcoalt

    Era el dios azteca de la caza y amo de los animales, y era probablemente una deidad de los aborígenes de México. El nombre significa “serpiente de nube”. Como muchos otros dioses de la caza, se representa con las características del conejo o del ciervo, sobre todo, ya que éste animal era su nahualli, es decir, su tótem-representación. Cuando se le representa normalmente lleva un haz de flechas, para representar al rayo. Puede ser que Mixcoatl fuese el dios del trueno entre los otanis y que para su inclusión en el panteón nahúa se le otorgara la categoría de dios de la caza.

    Camaxtli

    Esta deidad era el dios de la guerra de los Tlascalanas, que estaban en constante oposición a los aztecas de México. Él fue para los guerreros de Tlascala prácticamente lo que Huitzilopochtli para los de México. Estaba estrechamente ligado con Mixcoatl, pero con toda probabilidad, Comaxtli era un dios de la caza que en los últimos tiempos fue adoptado como dios de la guerra debido a que poseía el dardo del relámpago.

    Ixtlilton

    Ixtlilton, "El negrito", era el dios mejicano de la medicina y la curación, y por esto se le consideraba frecuentemente hermano de Macuilxochitl, el dios del bienestar y la buena suerte.

    Omacatl

    Era el dios mejicano de la alegría y la diversión. El nombre significa “Dos juncos”. Era venerado especialmente por los que vivían bien, que solían ser ricos que celebraban espléndidas fiestas.

    Opochtli

    Opochtli, "El de la mano izquierda", era el dios sagrado de los pescadores y los cazadores de pájaros. Se le representaba como un hombre pintado de negro, con la cabeza cubierta de plumas de pájaros nativos salvajes y coronada con una diadema de papel con forma de rosa. Iba vestido con un papel verde que le caía de las rodillas, y estaba calzado con sandalias blancas. En la mano izquierda llevaba un escudo pintado de rojo con una flor blanca en el centro y con cuatro pétalos colocados en forma de cruz. En la mano derecha llevaba un cetro en forma de copa.

    Yacatecutli

    Era el patrón de los viajeros de la clase mercantil, que lo adoraban poniendo sus bastones juntos y salpicando con sangre de sus narices y orejas. El bastón del viajero era un símbolo al que se le hacía oración y se le ofrecía flores e incienso.

  • CONCEPTO DE CREACION DEL MUNDO Y DEL HOMBRE.

  • “En el año y en el día de las nubes”, escribe García en su “Origen de las Indias”, pretendiendo aportar al lector una traducción de un manuscrito gráfico original de Mixtec, “incluso antes de que existieran los años o los días, el mundo estaba sumido en una completa oscuridad. Todo estaba en desorden y el agua cubría el cieno y el lodo que era la Tierra entonces”. Esta imagen es común en casi todas las historias sobre la creación de América. El hombre rojo creía que el globo habitable se había creado del lodo que surge de las aguas primaverales, y puede ser indudable que los nahúas compartieran esa creencia. Encontramos en el mito nahúa dos creencias de naturaleza bisexual, anunciando a los aztecas como Ometecutli y Omeciuatl (señores de la dualidad), que fueron representados como las deidades que denominaban el inicio de las cosas, el principio del mundo. Estos seres, cuyos nombres propios fueron Tonacatecutli y Tonacaciuatl (señor y señora de nuestro género humano), ocuparon el primer lugar en el calendario, circunstancia que hace que sean vistos como responsables de todo lo creado.

    Fueron representados invariablemente como seres vestidos con ricas prendas abigarradas, símbolo de la luz. Tonacayecutli, el principio masculino de la creación, se identifica frecuentemente con el Sol o el dios del fuego, pero no hay razones para considerarlo símbolo de otra cosa que no sea el cielo. El firmamento es visto, casi de forma universal, por la población aborigen americana como el principio masculino del cosmos. La Tierra, por el contrario, es considerada como el principio femenino del cosmos y está representado por Tonacaciuatl.

    En los mitos de Norteamérica encontramos al Padre Cielo cernido sobre la Madre Tierra, igual que en la primitiva historia griega de la creación vemos unirse a los elementos. Para la mentalidad salvaje, el crecimiento de cultivos y vegetación procede tanto de la tierra como del cielo. El hombre poco instruido contempla la fecundación del suelo por la lluvia y, viendo en todas las cosas la expresión de un impulso personal e individual, contempla el origen del crecimiento de los vegetales como análogo del origen humano. Para él, por tanto, el cielo es el principio masculino donador de vida, y la tierra es el elemento receptivo que incuba aquello con lo que el cielo la ha impregnado.

  • LA IDEA DE SALVACION.

  • Hay una creencia básica azteca que no hay que olvidar: un hombre no lograba una eternidad diferente según como se había conducido en la tierra, sino según la manera de morir. Así, los difuntos iban a diferentes moradas según las circunstancias de la muerte. Cada una estaba regida por dioses propios, y la manera en que morían los individuos era el medio por el que reclamaban en su séquito. Las víctimas sacrificadas se unían igualmente a las deidades a las que se ofrecían.

    Por ejemplo, el guerrero muerto en combate o en la piedra de los sacrificios iba al paraíso este del Sol, llamado Tonatiuhichan (la casa del Sol), y podía convertirse en ququuhtecatl (compañero del Sol). Con las cohortes de sus compañeros muertos de la misma manera, acompañaba al astro rey desde que salía hasta el cenit, y ocupaba su tiempo libre en justas y combates simulados que daban a cada uno el brillo de la gloria y la felicidad. Cuatro años más tarde, guerreros y sacrificados se metamorfoseaban en colibríes que, con el privilegio de una libertad total, volaban de flor en flor, allí donde brillaba el Sol.

    El paraíso oeste del Sol, llamado Cincalco (casa del maíz), nacía con el cenit del Sol, que entraba de ese modo en el lado femenino del mundo, ciutlampa. El oeste era la morada de las diosas-madres y también de las mujeres muertas al dar a luz, que a su vez, se convertían en diosas ciutatec, de las que los mortales tenían tendencia a desconfiar, ya que las noche de luna llena bajaban a la tierra, se ocultaban en los cruces y devoraban a los niños que se habían demorado…

    El paraíso del sur del Sol, Tlatocan, pertenecía al benévolo Tlaloc, que atraía allí a todos los que morían ahogados, carbonizados por un rayo, suicidados, leprosos, reumáticos e hidrópicos. Tlaloc "el campesino" les reservaba una acogida idílica en una especie de edén con frutos maravillosos, verduras asombrosas, césped siempre verde y flores que se abrían bajo la lluvia más refrescante. Realmente, el paraíso de Tlaloc era el ideal para un campesino azteca que moría.

    Lo sucedido a los otros muertos del paraíso norte del Sol o Mictlan está comentado en el apartado 3.2 Ritos funerarios.

  • MITOLOGIAS MAS IMPORTANTES.

  • Ometecuhtli y Omecihuatl representaban el principio dual de la creación. Sus cuatro hijos representaban los cuatro puntos cardinales y los límites del mundo. Todos llevan el nombre común de Tezcatlipoca, pero puede distinguírselos por el color. Tezcatlipoca Azul, identificado con Tlaloc, al sur; Tezcatlipoca Rojo, identificado con Huitzilopochtli, al este; Tezcatlipoca Blanco, identificado con Quetzalcoatl, al oeste; y, finalmente, Tezcatlipoca Negro, único, adorado como tal, al norte.

    La lucha entre el dios benéfico Quetzalcoatl y el maléfico Tezcatlipoca daba lugar a las 5 creaciones (o cinco soles) por los que había pasado la humanidad. Esto sería el principio sobre el que se levanta la leyenda que ya hemos comentado en el punto 2.1 Núcleo doctrinal, que también se podría incluir aquí, y que responde a la base de toda la creencia azteca: el concepto de creación y el de continuos sacrificios.

  • ACCIONES RELIGIOSAS MAS SIGNIFICATIVAS.

  • 3.1 RITOS DE NACIMIENTO.

    En la ceremonia de nacimiento de un niño, la comadrona le ponía en las manos un escudo, un arco y unas flechas en miniatura dando a entender con esto que el niño sería guerrero en el futuro.

    3.2 RITOS FUNERARIOS.

    Nada es sencillo para el alma de un muerto. Apenas abandona el mundo terrestre, comienza un largo viaje, para lo que el azteca debe estar preparado. Entre los dientes crispados del muerto se desliza una perla de jade que le servirá como corazón de repuesto. Cerca de las manos se colocan regalos para Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, señor y señora de los infiernos, para que lo acojan de manera conveniente.

    En torno al muerto se esparcen banderas de papel, mantas calientes, maíz, agua, y, por lo menos, un perro. Según el caso, y sin significado particular, el muerto será entregado a las llamas o enterrado. Pero antes el sacerdote le dará la última lección y los últimos consejos:

    "Presta mucha atención y no olvides, encontrarás los ocho obstáculos del mundo subterráneo. Para empezar, verás las aguas del ancho río Chicnahuapan. Tus perros te esperarán en la orilla. Ten cuidado y no confíes tu alma a un perro blanco o negro, porque los demás se negarían a ayudarte. Coge un perro rojizo, símbolo de Xolotl, aférrate fuerte a su cola y él te ayudará a cruzar el río de los infiernos.

    Del otro lado verás dos grandes montañas cuyas laderas se entrechocan de manera regular. Entrarás entonces en el tercer mundo infernal. Necesitarás de todo tu aliento para subir senderos escarpados y difíciles, que te conducirán a la cima. Allí sopla el viento glacial del cuarto mundo, un viento cortante como una hoja de obsidiana. Si escapas de él, verás flotar las banderas del quinto infierno. Entonces las flechas del sexto dominio podrán atravesar tu cuerpo. Al llegar al séptimo, los jaguares comerán tu corazón; encuentra en ese momento la fuerza para franquear el desfiladero siniestro que conduce al octavo mundo y al borde del agotamiento te recibirán la noche y el reposo eterno, en Chicnahuatmictlan, el noveno y el último mundo infernal."

    Esto es lo que se le decía a un simple azteca, corriente, pero había muchos muertos privilegiados que no iban al Mictlan.

    Los que morían ahogados, tenían otra clase de rito. Morir ahogado significaba que, desde el fondo del lago o de la laguna, Auitzotl, una especie de dragón marino, cogía a su víctima por los pies y la arrastraba hacia el fondo para darse un festín con sus ojos, sus uñas, sus dientes, y luego la dejaba subir a la superficie… Nadie osaba mirar a un azteca muerto de esta forma. Se le fabricaba una litera cuidadosamente adornada con juncos, se le instalaba con delicadeza sobre ella y se le conducía a un pequeño oratorio al borde del agua, denominado ayaucalco. Los músicos tocaban la flauta con los ojos cerrados…

    Todos los demás muertos, los que no pertenecían a Tlaloc, eran quemados. Para ello se les vestía de manera especial, de fiesta. Ya vestido se colocaban las rodillas bajo el mentón, en posición fetal, y para mantenerlo así se empleaban ataduras muy fuertes. Mantas suaves o blancas, superpuestas, lo envolvían como un pesado fardo, también atado con cuerdas.

    Cuando el muerto era el emperador, se actuaba igual, pero aplicando una máscara de piedra esculpida sobre su rostro, y adornándole con atributos divinos en los que estaba representado Huitzilopochtli. El cuerpo, llevado ceremoniosamente mientras que los asistentes entonaban melopeas fúnebres (miccauicatl), se colocaba sobre la hoguera encendida por los ancianos, que también vigilaban la lenta cremación. Con conchas recogían las cenizas para colocarlas en una urna, así como los huesos y el cráneo. Entre las mandíbulas del emperador o el dignatario se colocaba una piedra preciosa verde, que simbolizaba el corazón.

    3.3 RITOS DE SACRIFICIO.

    Otra prueba del militarismo azteca se encuentra en los sacrificios humanos. Los mexicas no inventaron esta ceremonia pero la realizaron con tanta intensidad que hicieron verdaderas matanzas. El sacrificio tenía como finalidad el alimentar al sol con la sangre de las víctimas para impedir que el astro perdiese la fuerza. La guerra tenía un sentimiento sagrado ya que así se obtenían los prisioneros necesarios para la ofrenda al sol. Los guerreros que morían en la batalla o en el altar sagrado iban al paraíso solar.

    Había muchas clases de sacrificio. Algunos morían a flechazos, otros eran decapitados, desollados o quemados. Sin embargo la forma más corriente de dar muerte a las víctimas era abriéndoles el pecho con un cuchillo de piedra y extrayéndoles el corazón. También había sacrificios humanos en ciertos puntos de las montañas donde se consagraban estanques artificiales a Tlaloc. Los cementerios estaban situados en las cercanías y las ofrendas a los dioses se enterraban cerca de los lugares de sepultura de los cuerpos que habían sido víctimas en el servicio. La estatua de Tlaloc estaba situada en la montaña más alta de Tezcuco y se le ofrecían anualmente unos cinco o seis niños en varios puntos.

    Esta escena nos ofrece toda la crudeza de un sacrificio humano. Vemos a la víctima, previamente anestesiada, sobre la piedra de los sacrificios y a un sacerdote que procede a abrirle el pecho con un cuchillo de obsidiana para extraerle el corazón. Luego se tirará el cadáver por la escalera, tal como se hizo con la víctima anterior, que vemos al pie de la misma.

    Los sacrificios humanos tenían todos un trasfondo religioso. Creían que la vida humana era el alimento que daba energía al sol (la sangre humana). Empezaron así la escalada de sacrificios humanos, pues sin un derramamiento de sangre continuo el sol es pararía y el mundo se hundiría en la muerte. Pero los pecados de los hombres eran muchos y los sacerdotes pedían más víctimas para tener contentos a los dioses, y al mundo en movimiento. Por lo que hubo que recurrir a las campañas militares, ya que proporcionaban abundantes prisioneros para los sacrificios. En cada ceremonia, los sacerdotes pedían a los dioses que protegieran a los aztecas con nuevas victorias, ya que así obtendrán más víctimas. Y se cerró así un círculo vicioso de sacrificios humanos-victorias-sacrificios humanos, del que los aztecas no salieron jamás.

    Los prisioneros eran conducidos hasta los templos, donde se colocaban sobre una piedra temalacatl. Cuatro sacerdotes sujetaban a la víctima mientras un quinto le abría el pecho con un cuchillo de obsidiana y le extraía el corazón palpitante, que lo ofrecía a la divinidad. Existía también el sacrificio "gladiatorio", que consistía en que la víctima muriera combatiendo con guerreros expertos. Otras formas de sacrificio eran el asaetamiento o la quema en braseros, para lo cual se anestesiaba a los prisioneros con yauhtli, o hachich. Los sacrificios aumentaban cuando se coronaba un nuevo tlatoni o cuando se inauguraba un templo.

    3.4 OTROS RITOS.

    La adoración de Quetzalcoatl tiene una de las características más importantes en el vestido de sangre de los aztecas. Los celebrantes se extraían la sangre se las venas que hay debajo de la lengua o detrás de las orejas atravesando estas delicadas partes con un cordel hecho de cuerno cubierto de fibra de pita. Con la sangre untaban la boca de los ídolos.

    El festival de Chicomecohuatl (5 de abril) era conocido como Hueytozoztli (la gran vigilancia), que iba acompañado de un ayuno general adornando las viviendas de los mejicanos con ancas que habían sido rociadas con sangre de los habitantes. Las estatuas de los dioses domésticos también estaban decoradas. Los adores iban a los campos de maíz, donde extraían los tallos tiernos y decorándolos con flores los colocaban en el capulli (la casa común del pueblo). Entonces tenía lugar un combate fingido ante el altar de Chicomecohuatl. Las chicas del pueblo presentaban a la diosa ramos de maíz de la cosecha siguiente. También se presentaba a Chicomecohuatl entre deidades domésticas de los mejicanos y, cuando llegaba el festival, la familia colocaba una cesta de provisiones coronada con una rana guisada delante de la imagen que llevaba a la espalda un trozo de tela de almidón de maíz con maíz y verduras molidas. Esta rana simbolizaba a Chalchihuitliane, esposa de Tlaloc, el dios de la lluvia que ayudaba a Chicomecohuatl para producir una buena cosecha. Para que el suelo diera mayores beneficios se sacrificaba una rana (símbolo del agua) pues su vitalidad recuperaría el cansancio y peso de la tierra.

    Festín del Tlacaxipehualiztli

    Esta celebración tenía lugar cada año en honor al dios Xipe Totec; la fiesta del desolle. En sentido literal, un gran número de hombres dejaban la piel, ya que los sacerdotes, después de haberlos sacrificado, los desollaban y luego se cubrían con su piel para bailar durante varios días. Los aztecas veían en este rito una renovación, la posibilidad para la primavera de brotar del invierno, de venir a brindar sus tesoros y riquezas, al igual que hace la serpiente cuando cambia la piel.

    El fin del mundo.

    Los aztecas dividían al tiempo en ciclos de 52 años, cuando convergían los calendarios religioso y solar. Esta noche, la última del "siglo", se presentía el fin del mundo y la angustia vital azteca se convertía en tragedia. Se apagaban los hogares y todo el pueblo se dedicaba a hacer penitencia, sangrándose con espinas de maguey (pita), mientras los sacerdotes escrutaban el cielo desde los observatorios en busca de presagios favorables. Cuando en aquella interminable noche aparecía la constelación de los Mastelejos, próxima a las Siete Cabrillas, se consideraba que volvería a salir el sol y que el mundo seguiría existiendo. Entonces se sacrificaba un hombre en el Cerro de la Estrella, y tras extraerle el corazón se abría su pecho por entero y se colocaba dentro de él el palo de hacer fuego. Una hábil manipulación del sacerdote permitía encender la primera llama del nuevo siglo. De ella se tomaría el fuego que se llevaría a todos los hogares junto con la esperanza de seguir viviendo. Lentamente el sol comenzaba a aparecer en el horizonte, anunciando que había aceptado el nuevo sacrificio de los aztecas.

    El festival tolteco.

    Durante el duodécimo mes del año se celebraba un festival en honor a todos los dioses. El último día del mes se celebraba el retorno de los dioses. El decimoquinto día del mes los jóvenes y los sirvientes cubrían los altares y las capillas de los dioses con ramas, así como las de las casas y las imágenes que se colocaban a lo largo del camino y en las calles. Este trabajo se pagaba en maíz. El día 18 llegaba el eterno joven dios Tlamtziucatl. Se decía que él caminaba mejor y llegaba el primero porque era joven y fuerte. Esa noche se le ofrecía comida en su templo. Todo el mundo comía, bebía y era feliz. El último día del mes venía marcado por un gran festival, según la creencia de que todos los dioses llegaban a la vez. En la noche anterior se amasaba en una losa una gran cantidad de harina en forma de queso y se supone que los dioses imprimían su huella en él como signo de su regreso. El jefe estaba alerta toda la noche e iba y venía para comprobar si había aparecido la huella. Cuando por fin la veía él gritaba: “El maestro ha llegado”, y los sacerdotes en sus templos empezaban a tocar los cuernos, trompetas y otros instrumentos musicales que usaban. Cuando oían este ruido todos se preparaban para ofrecer comida en todos los templos.

    3.5 ORACIONES.

    Una de las oraciones más destacadas podría ser la que hemos citado en el apartado 3.2 Ritos funerarios, y que se utilizaba para que el muerto pudiera alcanzar el paraíso del norte, el Mictlan.

    Los aztecas también tenían oraciones de confesión y arrepentimiento: "Señor, deseo acercarme lo máximo posible al poder de dios, el protector de todo, es decir, Tezcatlipoca. Deseo decirle mis pecados en secreto". El confesor replicaba: "Sé feliz, hijo mío, eso que quieres hacer será bueno y ventajoso para ti". El confesor abría entonces el libro divino conocido como el Tonalamatl y consultaba sobre lo que consideraba que se adaptaba más a la confesión en cuestión.

  • ASPECTOS SOCIOLOGICOS.

  • 4.1 COMO ESTA ORGANIZADA.

    El tlatoni o jefe supremo reunía poderes de carácter religioso, político, militar, jurídico, legislativo y fiscal. Es la principal figura en todos los ámbitos.

    Cualquier persona que mostraba una vocación religiosa permanecía en los Calmecac, o escuelas de los templos, en lugar de marchar hacia la guerra, perfeccionándose en conocimientos calendáricos, escrituras sagradas, prácticas ascéticas y cántico y ritual.

    Dentro del clero había una jerarquía compleja y dos pontífices máximos dedicados al servicio de Huitzilopochtli y Tlaloc, nombrados por el cihuacoatl, que poseían poderes semejantes e igual dignidad, y que recibían los títulos de quetzaltcoatl y tlamacazque. A ellos les correspondía conferir la dignidad de Mexicatl teohuatzin (señor mexicano de los asuntos divinos) al que se convertiría en jefe de los ritos y de los sacerdotes y además en director del colegio Calmecac. Estos dos grandes sacerdotes aconsejaban al tlatoni en cuestiones como la guerra o la política pública.

    Las comunidades religiosas contaban con un administrador, maestro de religión, superior o teopixatepachoani, que ordenaba el rito de las ceremonias religiosas que s le confiaban.

    Existían otras dos grandes dignidades: los cuacuacuiltin, viejos sacerdotes consagrados al culto de Huitzilopochtli, y los cuauhuehuetque, especie de capellanes combatientes, valientes guerreros que habían capturado gran número de enemigos para los sacrificios agradables a los dioses. Les incumbía la tarea de distribuir las condecoraciones a los soldados más valientes, es decir, perforarles los lóbulos y los labios con agujas sagradas. Los tenamacac, sacerdotes ancianos que no habían ascendido en la jerarquía y que vestían de negro y llevaban el pelo largo; los tlamacazque, sacerdotes jóvenes recién ordenados; los tlamacaztoton, novicios que se preparaban para la ordenación; los cihuateopixque, sacerdotisas de las que, desgraciadamente, se desconoce el papel, sin duda importante, pero mal definido.

    También había sacerdotisas y una especie de conventos de monjas (no podían casarse), pero las mujeres no llegaban a pasar la categoría de auxiliares de los hombres en las ceremonias.

    4.2 LUGARES DE CULTO: DESCRIPCION.

    Los aztecas construyeron en Tenochtitlán numerosas pirámides destinadas a los distintos dioses. Estas pirámides estaban formadas por cuatro o cinco cuerpos en talud sobre una base. Su pared frontal tenían unas escaleras limitadas por amplias alfardas a los lados y dividida en dos partes iguales, separadas por una doble alfarda central. En su parte superior solía haber una plazoleta donde estaban los templetes dedicados al dios o dioses en concreto, así como la piedra para los sacrificios.

    'Religión azteca'

    En esta miniatura vemos, a la izquierda, otra representación del templo mayor de Tenochtitlán, con los dioses en su parte superior y una escalera manchada por la sangre de los sacrificados. A la derecha, figura el tzompantli o empalizada en la que se ensartaban los cráneos de las víctimas sacrificadas a los dioses.

    Un ejemplo de la grandiosidad de estas pirámides lo tenemos en el templo mayor de Tenochtitlán: se construyó a lo largo de 200 años, y se inauguró oficialmente en 1487. Tenía 42 metros de altura, cuatro o cinco cuerpos apoyados sobre una base de 100x80m, y con los lados muy pronunciados. La escalera estaba separada por alfardas, y tenía 113 ó 114 peldaños. Arriba, estaban los dos templetes de madera destinados a Huitzilopochtli y Tlaloc, dioses de la guerra y de la lluvia, junto con la gran piedra de los sacrificios, donde se colocaba a las víctimas para arrancarles el corazón. Los cuerpos se tiraban luego por las escaleras ante la multitud, que contemplaba el espectáculo desde la plaza.

    El ceremonial religioso azteca era muy complicado y múltiple y se hallaban íntimamente ligado a los dos calendarios utilizados por ellos.

    4.3 SI EXISTE ACTUALMENTE, POR DONDE SE EXTIENDE Y NUMERO DE MIEMBROS.

    La religión azteca dejó de existir hacia el año 1524, cuando Hernán Cortés decapitó al último de los tlatoni aztecas.

  • CONCLUSION.

  • La religión era el cemento de la pirámide llamada imperio azteca. Un imperio de los más avanzados de la época, completamente distinto: unas ciudades de grandes magnitudes, comparables a las del imperio romano; una jerarquía social y religiosa completamente ordenada... Son multitud de aspectos que reflejan la grandiosidad que tuvo este gran imperio, que sorprendió de sobremanera a conquistadores como Hernán Cortés o Bernal Díaz.

    Particulares también eran sus creencias religiosas. Al adoptar una multitud de dioses, se hallan particularmente abiertos y disponibles a todas las posibilidades. La estrechez de miras no es precisamente su característica. Para ellos es mejor tener varias versiones que una sola. Al aceptarlas en su totalidad, mayores son sus posibilidades de poseer la verdadera, la única.

    Sin embargo, la presencia opresiva de los dioses, los continuos sacrificios, el salvajismo de éstos... tan básicos dentro de la religión azteca, les llevó a su destrucción, el fin de la quinta edad, a manos de los españoles, de Hernán Cortés: su bien amado Quetzalcoatl.

  • BIBLIOGRAFIA CONSULTADA.

  • LA AMÉRICA PRECOLOMBINA.

    Lucena, Manuel. Ed. Anaya, 1989.

    GRAN ENCICLOPEDIA LAROUSSE.

    Ed. Planeta, 1987. Tomo 3, págs 1053-1055.

    ASÍ VIVÍAN LOS AZTECAS.

    Lucena, Manuel. Ed Anaya, 1992.

    HISTORIA DE AMÉRICA LATINA, 1.

    Carrasco, Pedro y Céspedes, Guillermo.

    Alianza Editorial, 1985.

    LA CIVILIZACIÓN AZTECA.

    Grandes Civilizaciones Desaparecidas.

    Club Internacional del Libro, 1985.

    INCAS, MAYAS Y AZTECAS.

    Título Original: MEXICO AND PERU.

    Spence, Lewis. M.E. Editores S.L. 1996.




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    Enviado por:Guillermo Navarro
    Idioma: castellano
    País: España

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