Psicología
Relaciones entre padres y adolescestes
INTRODUCCIÓN:
Generalmente, la posición de los hijos frente a sus padres significa, al entrar en la adolescencia, el liso y llano alejamiento de éstos. La firmeza manifestada por los adolescentes, que insisten en encontrar a los padres no como compañeros de ruta para llegar a la meta sino como los obstáculos que se les presentan en el camino, permitiría pensar incluso más alejamiento. En realidad el lugar de los padres es muy importante todavía, no solo en el terreno del sustento material (lo cual es indudable), sino también en lo afectivo e incluso en la esfera de la subjetividad adolescente (pues uno de los efectos del idealismo adolescente es de carecer de sensibilidad ante los sacrificios realizados por los padres).
Ahora bien, ¿cuáles son los factores que ocasionan la mala relación entre padres e hijos adolescentes? Nuestro objetivo mediante este trabajo de investigación es conocer e informar sobre el porqué de la escasa comunicación entre adolescentes y adultos en el contexto actual y saber si el conflicto padres e hijos es verdaderamente necesario para la formación del adolescente o no.
Podemos decir que el adolescente se encuentra en una gran confusión entre el querer refugio y el querer huir, entre querer ser independiente y darse cuenta de todo lo dependiente que es en realidad, y esto lo transmite a su alrededor. Aunque muchas veces lo haga de manera “rebelde”, es solo una etapa transitoria de la vida por la que todos pasan, por ello debemos comprender su conflicto interno y ayudarlo.
El presente informe consta de un marco teórico, donde desarrollamos como temas ejes los conflictos del adolescente y la relación con sus padres; y un marco metodológico donde reflejamos mediante gráficos resultantes de la aplicación de encuestas, la opinión de los adolescentes acerca de la actitud de los adultos. Además, incluimos un anexo en el cual adjuntamos una historia de vida y una entrevista realizada a la psicóloga Lucrecia Stechina.
MARCO TEÓRICO:
Durante la etapa de la adolescencia, que generalmente va desde los 13 a los 23 años, el individuo atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extremas. Esto configura una entidad semipatologica que Mauricio Knobel, psicoanalista, ha denominado “síndrome normal de la adolescencia”. Este “síndrome” será perturbador tanto para el adolescente como para el mundo adulto, pero necesario, absolutamente necesario para el adolescente, que en este proceso va a establecer su identidad, que es un objetivo fundamental de este momento vital.
Para ello, el adolescente no solo debe enfrentar el mundo de los adultos para lo cual no esta del todo preparado, sino que además debe desprenderse de su mundo infantil en el cual y con el cual, vivía cómoda y placenteramente, en relación de dependencia, con necesidades básicas satisfechas y roles claramente establecidos. Siguiendo las ideas de Arminda Aberastury podemos decir que el adolescente realiza tres duelos fundamentales: a) el duelo por el cuerpo infantil perdido, base biológica de la adolescencia, que se impone al individuo que no pocas veces tiene que sentir sus cambios como algo externo frente a lo cual se encuentra como espectador impotente de lo que ocurre en su propio organismo; b) el duelo por el rol y la identidad familiares, que lo obliga a una renuncia de la dependencia y a una aceptación de responsabilidades que muchas veces desconoce; y c) el duelo por los padres en la infancia a lo que persistentemente trata de retener en su personalidad buscando el refugio y la protección que ellos significan, situación que se ve complicada por la propia actitud de los padres, que también deben aceptar su envejecimiento y el hecho de que sus hijos ya no son niños y si son adultos o están en vías de serlo.
Estos duelos, adquieren las características del duelo patológico. Esta situación del adolescente frente a su realización evolutiva lo lleva a la inestabilidad que lo define, constituyendo una especie de identidad nosologica, cuyas características esenciales, como señalamos anteriormente, es conocido como “síndrome de al adolescencia normal”. Este síndrome, producto de la propia situación evolutiva, surge, por supuesto, de la interacción del individuo con su medio. El mundo de los adultos, como los padres, no acepta las fluctuaciones imprevistas del adolescente sin conmoverse, ya que reedita en los adultos ansiedades básicas que habían logrado controlarse hasta cierto punto. Sabemos bien la angustia que suelen manifestar los padres frente a los primeros atisbos de la conducta genital de sus hijos adolescentes.
La patología es siempre expresión del conflicto del individuo con la realidad. En virtud de la crisis esencial de la adolescencia, esta edad es la mas apta para sufrir los impactos de una realidad frustrante.
La necesidad de elaborar los duelos básicos a los que nos referíamos anteriormente, obligan al adolescente a recurrir normalmente a manejos psicopáticos de la actuación, que identifican sus conducta.
Si bien cada adolescente tiene una personalidad única y con intereses propios, todos manifiestan durante su desarrollo ciertas formas de actuar que los identifica. En su etapa de adolescencia, el joven se halla en constante lucha en la búsqueda de su identidad, esto es definir quien será y como será. El tan frecuente “yo soy así”, es su intento de reafirmarse, buscando incorporar modelos, ideales, a la ves que comienza a dejar un poco a las figuras de los padres como modelos. Este proceso conlleva a una inevitable “desidealizacion” de las figuras paternas, con la consecuente critica hacia ellos. Esto es motivo de muchas peleas.
Además se queja de que los padres interfieren en su independencia e incluso tiene la tendencia a regresar al comportamiento infantil, particularmente cuando esta bajo mucho estrés. También pone a prueba los límites.
Físicamente, los cambios que ocurren con su cuerpo, lo hacen en un ritmo que no siempre alcanza a asimilarlo, lo que lleva a que se sienta extraño o avergonzado consigo mismo.
Aparece preocupación con relación a su atractivo físico y sexual con relación a otro.
Emocionalmente se observa permanentemente a si mismo, alternando entre altas expectativas de si mismos y una pobre autoestima. Su humor es cambiante: por momentos esta alegre y por otros triste o enojado. Tiene menos demostraciones de afectos hacia los padres.
Durante su desarrollo, su modo de vestir e intereses están muy influenciados por sus amigos, quienes pasan a ser sus referentes desvalorizando muchas veces las opiniones de la familia.
La actitud del comportamiento de los adolescentes, tal como lo hemos mencionado, siempre ha creado conflictos generacionales originados por el y los adultos.
Generalmente cuando los hijos entran a la adolescencia, la organización en la etapa familiar sufre un desajuste. La adolescencia constituye la etapa decisiva de la separación gradual de los padres e hijos.
Relación entre padres y adolescentes:
Entrar en el mundo de los adultos - deseado y temido - significa para el adolescente la perdida definitiva de su condición de niño. Es un momento crucial en la vida del hombre y constituye la etapa decisiva de un proceso de desprendimiento que comenzó con el nacimiento. La crisis familiar que sobrevive, es una etapa normal de desarrollo, no una tragedia, es necesaria para la afirmación de la identidad del adolescente. Esta situación puede agravarse por la actitud de los padres.
Los cambios psicológicos que se producen en este periodo y que son el correlato de cambios corporales, llevan a una nueva relación con los padres y con el mundo.
Tanto las modificaciones corporales incontrolables como los imperativos del mundo externo, que exigen del adolescente nuevas pautas de convivencia, son vividos al principio como una invasión. Esto lo lleva a retener como defensa, muchos de sus logros infantiles. Estos cambios, en los que pierde su identidad de niño, implican la búsqueda de una nueva identidad que se va construyendo en un plano consciente e inconsciente. El adolescente no quiere ser como determinados adultos, pero en cambio, elige a otros como ideales. Aparece la necesidad de diferenciarse de los padres y del niño que ha sido hasta hace poco. Por eso adopta una jerga característica de su grupo de edad y se esfuerza por cambiar su imagen, lo que incluye vestuario, corte y tinte de pelo, pendiente en la oreja…
La pérdida que debe aceptar el adolescente al hacer el duelo por el cuerpo es doble: la de su cuerpo de niño cuando los caracteres sexuales secundarios lo ponen ante la evidencia de su nuevo status y la aparición de la menstruación en la niña y el semen en el varón. Al tiempo que percibe al aumento de su musculatura y su mayor control motriz, adquiere una atracción por el riesgo, por probar sus límites. Unos modelos inadecuados o la constante exigencia grupal pueden dar lugar a actos peligrosos. Esta necesidad de “excesos” se manifiesta en llegar de madrugada, consumir alcohol más allá de lo conveniente, etc.
Solo cuando el adolescente es capaz de aceptar simultáneamente sus aspectos de niño y de adulto, puede empezar a aceptar en forma fluctuante los cambios de su cuerpo y comienza a surgir su nueva identidad.
No solo el adolescente padece este largo proceso sino que los padres tienen dificultades para aceptar el crecimiento a consecuencia del sentimiento de rechazo que experimentan frente a la genitalidad y a la libre expresión y a la personalidad que surge de ella.
Este proceso de la vida cuyo sino es el desprendimiento definitivo de la infancia, tiene sobre los padres una influencia no bien valorada hasta hoy. El adolescente provoca una verdadera revolución en su medio familiar y social, y esto crea un problema generacional no siempre bien resuelto.
Ocurre que también los padres viven los duelos por los hijos, necesitan hacer los duelos por el cuerpo del hijo pequeño, por su identidad de niño y por su relación de dependencia infantil. Ahora son juzgados por sus hijos, y la rebeldía y el enfrentamiento son más dolorosos si el adulto no tiene conscientes sus problemas frente al adolescente. Los padres tienen que desprenderse del hijo niño y evolucionar hacia una relación con el hijo adulto, lo que impone muchas renuncias de su parte.
Al perderse para siempre el cuerpo de su hijo niño, se ve enfrentado con la aceptación del devenir, del envejecimiento y de la muerte. Debe abandonar la imagen idealizada de si mismo que su hijo ha creado y en la que él se ha instalado. Ahora ya no podrá funcionar como líder o ídolo y deberá aceptar una relación llena de ambivalencias y de críticas. Al mismo tiempo, la capacidad y los logros crecientes del hijo lo obligan a enfrentarse con sus propias capacidades y a evaluar sus logros y fracasos.
Hasta hoy, el estudio de la adolescencia se centro solamente sobre el adolescente. Este enfoque será siempre incompleto si no se toma en cuanta la otra cara del problema: la ambivalencia y la resistencia de los padres a aceptar el proceso de crecimiento.
Hay tres elementos básicos en el adulto que hacen conflictiva la relación padre - adolescente: los padres generalmente, consideran a sus hijos una prolongación de si mismos. Intentan hacer adoptar al adolescente la conducta que a ellos les agrada, y si ese deseo no se cumple los padres se sienten ofendidos. Están convencidos de que intentan cambiar al joven por su propio bien, pero inconscientemente buscan que su hijo responda al ideal que ellos marcan.
El hijo representa a un ser con múltiples posibilidades para su futuro. Ven al adolescente como una posibilidad real para cumplir metas e ideales que ellos no alcanzaron.
Para el adulto, es muy tentador descalificar la irritabilidad y los cambios de ánimo como “problemas hormonales”, pero no se limitan a ello.
“Todo es parte del accidentado proceso de convertirse en alguien independiente” , opina Jennifer Connolly, profesora de psicología en la universidad de York, Toronto. “las adolescentes jóvenes reservan sus conflictos para el padre con que pasan mas tiempo y del que mas necesitan independizarse, y en general se trata de la madre” (fuera del ámbito académico este fenómeno se denomina:”guarda el drama para tu mama”). Connolli agrega que las mamás discuten mas con las hijas que con los hijos varones tal vez porque se sienten mas cómodas confiriendo autonomía a los chicos - quienes se vuelven así mas fuertes y capaces de defenderse solos - que a las chicas, cuyo cuerpo en desarrollo percibimos como cada vez mas vulnerables.
En desprecio que el adolescente muestra frente al adulto es, una defensa para eludir la depresión que le impone el desprendimiento de sus partes infantiles, pero es también un juicio de valor que debe respetarse. Además, la desidealizacion de las figuras parentales lo sume en el más profundo desamparo. Este dolor es poco percibido por los padres, que suelen encerrarse en una actitud de resentimiento y reesfuerzo de la autoridad, actitud que hace aun más difícil este proceso.
En la adolescencia, una voluntad biológica va imponiendo un cambio, y el niño y sus padres deben aceptar la prueba de realidad de que el cuerpo infantil esta perdiéndose para siempre. Ni el niño ni sus padres podrán recuperar ese cuerpo aunque pretendan negarlo psicológicamente.
Además, debemos aceptar que la pérdida del vínculo del padre con el hijo infantil, de la identidad del adulto frente a la identidad del niño lo enfrentan con una lucha similar a las luchas creadas por las diferencias de clases; en ellas, los factores económicos juegan un rol importante, los padres suelen usar la dependencia económica como poder sobre el hijo, lo que crea un abismo y un resentimiento social entre las dos generaciones.
El adulto se aferra a su mundo de valores que con triste frecuencia es el producto de un fracaso interno y de un refugio en logros típicos de nuestra sociedad alienada. El adolescente defiende sus valores y desprecia los que quiere imponerle el adulto, más aún, los siente como una trampa de la cual necesita escapar.
Dolto plantea que “el conflicto generacional no se da como antes: los jóvenes no se enfrentan con los adultos (docentes, padres, etc.), huyen. La desidealización de las figuras paternales lo sume en el más terrible desamparo. El adolescente defiende sus valores y desprecia los impuestos”.
Esto es lo que muchas veces se puede observar en la escuela cuando el padre trata de ayudar a su hijo adolescente en las tareas escolares, cuando quiere acompañarlo en sus estudios, etc. El adolescente siente una invasión en su privacidad, de la cual quiere huir para lograr una seudo independencia de sus padres.
El sufrimiento, la contradicción, la confusión, los trastornos, son de este modo inevitables.
Por otro lado, el nuevo plan de vida del adolescente implica el nacimiento de nuevos ideales y la adquisición de la capacidad de lucha para conseguirlos. Esto le impone distanciamiento del presente y la fantasía de proyectarse en el futuro, independizándose del ser con y como los padres.
Por lo tanto, debe formarse un sistema al cual aferrarse y la necesidad de algo en lo que pueda descargar el montón de ansiedad y los conflictos que surgen de su ambivalencia entre el impulso al desprendimiento y la tendencia a permanecer ligado.
Esta crisis intensa la soluciona transitoriamente huyendo del mundo exterior, buscando refugio en la fantasía, en el mundo interno, con un incremento paralelo de la omnipotencia narcista y la sensación de prescindencia de lo externo.
Su hostilidad frente a los padres y al mundo en general se expresa en su desconfianza, en la idea de no ser comprendido, en su rechazo de la realidad. Susceptibilidad y deseos, exige y necesita vigilancia y dependencia, pero sin transición surge en él un rechazo al contacto con los padres y la necesidad de independencia y de huir de ellos.
La calidad del proceso de maduración y crecimiento de los primeros años, la estabilidad en los afecto, el monto de gratificación y frustración y la gradual adaptación a las exigencias ambientales van a marcar la intensidad y gravedad de estos conflictos. Por ejemplo, unas relaciones cordiales mantenidas con la madre determinarán en el varón una mayor facilidad en su relación con la mujer. Arminda Aberasturi plantea “es en este momento del desarrollo donde el medio en que se le otorgue la libertad es definitiva para el logro de la independencia y la madurez”. Sin embargo, la realidad ofrece pocas veces al niño y al adolescente estas satisfacciones adecuadas.
Los adolescentes buscan logros y encuentran satisfacciones en ellos. Si estos logros son desestimados por los padres y por la sociedad, surgen en él sentimientos y rechazos. Pero el diálogo del adulto con el joven no puede iniciarse en este período, debe ser algo que ha ido aconteciendo desde el nacimiento; si no es así, el adolescente no se acerca a los adultos.
A más presión parental, a más incomprensión frente al cambio, el adolescente reacciona con más violencia por desesperación y desgraciadamente es en este momento decisivo de la crisis adolescente cuando los padres recurren por lo general, como dijimos anteriormente, a dos medios de coacción: el dinero y la libertad.
Son tres las exigencias básicas de libertad que plantea el adolescente de ambos sexos a sus padres: la libertad en salidas y horarios, la libertad de defender una ideología y la libertad de vivir un amor y un trabajo.
De estas tres exigencias los padres parecen ocuparse en especial de la primera: la libertad en las salidas y horarios; pero más profundamente este control sobre las salidas y horarios significa el control sobre las otras libertades: la ideología, el amor y el trabajo. Cuando los padres responden ante la demanda de libertad restringiendo las salidas o utilizando la dependencia económica “cortando los víveres”, es que hubo algo mal llevado en la educación anterior y los padres se declaran vencidos. Si el diálogo no se ha establecido es muy difícil que en el momento de la adolescencia halla una comprensión entre los padres y los hijos.
Hemos hablado de la importancia de la palabra, de la necesidad del adolescente de hablar de sus logros. Es frecuente que los padres se quejen de que ya no es posible hablar entre ellos, de que los hijos adolescentes “toman la palabra” y copan la situación. El adolescente de hoy, está harto de consejos, necesita hacer sus experiencias y comunicarlas, pero no quiere, no le gusta ni acepta que sus experiencias sean criticadas, calificadas ni confrontadas con las de los padres. El adolescente percibe muy bien que cuando los padres comienzan a controlar el tiempo y los horarios están controlando algo más: el mundo interno, su crecimiento y su desprendimiento.
Los padres necesitarían saber que en la adolescencia temprana mujeres y varones pasan por un período de profunda dependencia donde necesitan de ellos tanto o más que cuando eran bebés; y es necesario que ellos mismos vallan viviendo el desprendimiento del hijo otorgándole la libertad y el mantenimiento de la dependencia madura.
Para hacer estos tanteos es necesario dar libertad, y para ellos hay dos caminos: dar una libertad sin límites, que es lo mismo que abandonar a un hijo; o dar una libertad con límites, que impone cuidados, cautela, observación, contacto afectivo permanente, diálogo, para ir siguiendo paso a paso la evolución de las necesidades y de los cambios en el hijo.
Existen diferentes estilos de educar a los hijos por parte de los padres:
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Estilo autocrático: Los padres se preocupan principalmente por imponer sus ideas y porque su hijo acate su disciplina. Consecuencias: El adolescente carece de un ambiente en el que ir responsabilizándose e independizándose.
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Estilo despreocupado: Los padres optan por “dejar hacer”, concediendo un ilimitado margen de acción y de decisión a su hijo. Consecuencias: No proporciona el tipo de apoyo que necesita el adolescente, hay alto riesgo de que adopte conductas peligrosas.
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Estilo equilibrado: Los padres valoran la autonomía y la conducta responsable de sus hijos, ejercen un control responsable sobre sus comportamientos y les manifiestan un alto apoyo afectivo. Consecuencias: De este tipo de educación resulta una adolescente autoconfiado, con alta autoestima e independencia.
De todas formas, la presencia externa, concreta de los padres empieza a hacerse innecesaria, como hemos planteado. Ahora la separación de estos no solo es posible, sino ya es necesaria. Las figuras parentales están internalizadas, incorporadas a la personalidad del sujeto, y este puede iniciar su proceso de individuación.
El volumen, la configuración y la calidad de las figuras aparéntales internalizadas adecuadamente, enriquecen al yo, reforsan sus mecanismos defensivos útiles y permiten el desarrollo de sus áreas mas sanas. Pero a veces los padres llegan a desistir en sus intentos de mantenerse cerca de sus hijos.
Según la doctora Miriam Kaufman, “el padre interpreta como un ataque la conducta del adolescente y también empieza a distanciarse. Entonces el chico se aísla aun más y la conexión se pierde”. Investigaciones recientes indican que los muchachos necesitan a sus padres tanto como los niños, sobretodo entre 13 y 16 años cuando son más vulnerables. Un estudio de más de 12.000 adolescente realizado en los Estados Unidos entre 1994 y 1995 mostró que los chicos que se mantienen conectados con sus familias incurren en menos comportamientos de alto riesgo, como sus relaciones personales. En cambio los adolescentes que se sienten inseguros de la conexión con sus padres corren mayor riesgo de usar drogas, tener comportamientos agresivos, delinquir o suicidarse.
Las actuaciones del grupo y de sus integrantes representan a la oposición a las figuras parentales y una manera activa de determinar una identidad distinta de la del medio familiar. De esta manera, el fenómeno grupal adquiere una importancia trascendental ya que se trasfiere al grupo gran parte de la dependencia que anteriormente se mantenía con la estructura familiar y con los padres en especial.
En el fenómeno grupal el adolescente busca un líder al cual someterse, o sino, se erige él en líder para ejercer el poder del padre o de la madre. De esta manera reemplaza a las figuras paternas de las que esta buscando separarse, y no tiene más remedio que buscar una ideología propia que le permita actuar de un modo coherente en el mundo en el que le toca vivir.
Desde el punto de vista de la conducta observable es posible decir que el adolescente vive con una cierta desubicación temporal, convierte el tiempo en presente y activo como un intento de manejarlo. Observamos que estas conductas desconciertan al adulto. El padre que recrimina a su hijo que estudie porque tiene un examen inmediato, se encuentra desconcertado frente a la respuesta del adolescente: “¡Pero si tengo tiempo!, ¡si el examen es recién… mañana!”.
Es el mundo adulto el que no tolera los cambios de conducta del adolescente, el que no acepta que el adolescente pueda tener identidades ocasionales, transitorias, circunstanciales como hemos descrito anteriormente, y exige de el una identidad adulta, que por supuesto no tiene porque tener.
Padres y maestros se sorprenden ante los adolescentes por sus actitudes y respuestas que oscilan entre lo esperado en el comportamiento infantil y los tonos de una madurez que empiezan a vislumbrarse en sus juicios y opiniones críticas. Muchas veces les enoja su rebeldía y les inspira ternura su desamparo, y ellos mismos les producen una mezcla de sentimientos y confunden sus pensamientos. El contacto con los adolescentes revitaliza a los adultos, ya que su energía es contagiosa y porque los conecta con sus recuerdos y vivencias significativos. Convivir con ellos, vivir para ellos, no es un reto fácil, pero sí fascinante, pareciera una aventura de reencuentro consigo mismo. Bastante se ha escrito de los adolescentes, y sin embargo, ellos están ahí, frente a nosotros, como una raza extraña, distinta, que nos observa y a la que observamos sin saber cómo abordar.
MARCO METODOLÓGICO:
Para la realización de este trabajo de investigación hemos utilizado, como instrumentos metodológicos, encuestas, historias de vida y entrevistas.
Hemos realizado encuestas a 119 adolescentes entre 13-14 años y 16-17 años que actualmente asisten al EEMPI Nº 8023 “Colegio San José”, ubicado en Iturraspe 842, cuyo director es el Sr. Carlos Alfredo Torressi. Considerando que la escuela mencionada brinda educación a 352 alumnos que asisten a la secundaria, podemos decir que hemos encuestado al 34% de los estudiantes.
Para cumplir nuestro objetivo, hemos seleccionado a alumnos de 8vo año y 2do polimodal y a partir de allí los diferenciamos por edad y sexo.
La cantidad de mujeres encuestadas fue del 66% y de hombres encuestados de 34% en relación al total de indagados.
La cantidad de chicos encuestados, entre 13 y 14 años, de 8vo año, fue del 59%, mientras que la cantidad de estudiantes de 2do año de polimodal de entre 16 y 17 años, fue de 41%
Después de saber cuantos alumnos de determinado curso habíamos encuestado, separamos cada curso por sexo, obteniendo como resultado que del 59% que representaban los alumnos de 8vo año, el 57% eran mujeres, mientras que el 43% restantes estaba simbolizado por varones.
ALUMNOS DE 8VO AÑO:
Del mismo modo, averiguamos que el 79% del 41% ocupado por alumnos de 2do año, estaba constituido por mujeres, y el 21% correspondía a los varones.
ALUMNOS DE 2DO AÑO:
Conociendo qué porcentaje de cada curso eran mujeres y cuántos eran varones, nos dispusimos a averiguar y a diferenciar las respuestas de los encuestados, considerando edad y sexo. A continuación se ofrecen las preguntas planteadas y sus respectivas respuestas.
¿Cómo es la relación con tus padres?
Muy buena
Buena
Regular
Mala
Muy mala
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
Podemos observar en los gráficos que la mayor parte de las mujeres, tanto de 8vo año como de 2do del polimodal, dice tener una relación “Buena” con sus padres y no una “Muy buena” como afirma otro porcentaje. Existe también una porción del 13% que dice tener una relación “Regular” e incluso quienes creen tener una “Mala”. Lo mismo no ocurre con los varones. Aquí, el mayor porcentaje lo ocuparon los que mantienen una relación “Muy Buena” con los adultos, seguidos de quienes dicen tener una relación “Buena”. Aquí, la menor proporción la ocuparan quienes mantienen una relación “Regular”, ya que ninguno afirma tener una relación “Mala”, como lo afirman las niñas. Esto coincide con la opinión de Jennifer Connolly cuando afirma que “Es más fácil criar a varones que a mujeres, ya que éstos, en vez de negociar o pelear con sus padres, hacen lo que se les da la gana y luego encaran las consecuencias solos. Además, las niñas tienden a ser más comunicativas que los varones, y en cuanto más palabras…más posibilidades de desacuerdo”.
De todas maneras, debemos resaltar que los resultados obtenidos en estos gráficos no son los que esperábamos. Si bien debemos aceptar las respuestas de nuestros encuestados, desde nuestro punto de vista los adolescentes han contestado desde el “IDEAL” y no desde la realidad. Si todos tendrían una relación “Muy buena” o “Buena” con sus padres, entonces…¿por qué la falta de comunicación constituye un problema tan importante en las familias?
¿Cuáles crees que son los principales motivos de las discusiones con tus padres?
Desarrollo escolar
Quehaceres domésticos
Amigos
Citas
Apariencia personal
Hora de llegada
Consumo de drogas (Alcohol, cigarrillos, etc.)
Otros
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
No hay diferencias muy notables entre edad en estas gráficas, pero si las hay entre sexos. Podemos ver que en las mujeres la mayor cantidad de peleas se da por quehaceres domésticos, mientras que en los varones el motivo principal parece ser el desarrollo escolar. Robert T. Bayard dice: “(…) adolescentes y padres no disputan por valores económicos, religiosos, sociales ni políticos. La mayor parte se presenta en aspectos como ser, trabajo escolar, quehaceres domésticos y amigos” . De todas formas, debemos destacar que esto se da por una cuestión cultural, ya que los varones no son los encargados de realizar las tareas del hogar, sino las mujeres.
Además, podemos notar que en cuanto a las mujeres, se dan discusiones por su apariencia personal, aunque en una baja proporción. No ocurre lo mismo con los varones, quienes parecen no discutir con sus padres por su forma de vestir. De la misma manera, Arminda Aberasturi plantea: “La niña adolescente usa vestimentas más llamativas que el varón, pero esto no quiere decir que las de él no sean notables”.
¿Cómo reaccionan tus padres antes una discusión con vos?
Te gritan
Te pegan
Te castigan
Te insultan
Te hablan y tratan de solucionar el conflicto
Rompen cosas y se alteran
Otros (especificar)
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
Observamos que generalmente, la actitud de los padres ante un conflicto es la de hablar tranquilamente y tratar de solucionar el problema. Esta es la mejor actitud que pueden tomar, ya que el adolescente muchas veces no sabe lo que hace ni lo que dice, y adopta un comportamiento inmaduro frente a su situación. Los padres deben entender el conflicto del adolescente y calmarse para poder establecer una relación comunicativa y positiva dentro de lo que sea posible. Sermonear a los adolescentes no funciona, solo sirve para que se alejen más. “Es mejor hacerlos reflexionar”, afirma Bonnie Haave, “por ejemplo, si el chico sacó notas bajas en la escuela, hay que preguntarle cómo piensa arreglar las cosas. Hay que ser breve y expresarle confianza en su capacidad”. Del mismo modo también podemos ver que en las mujeres de 16 a 17 años la mayoría de los padres gritan para hacerles entender las cosas, esta es una actitud negativa y una forma de ofensa para el adolescente; así como también lo es castigar a los hijos para que entiendan que hay límites.
¿Cuál es tu actitud frente a una discusión con tus padres?
Gritas
Pegas
Hablas tranquilamente y tratas de solucionar el conflicto
No le das importancia
Rompes cosas
Otros (especificar)
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
En los gráficos podemos ver una gran diferencia entre varones y mujeres. Las diferencias no se caracterizan por edad sino por sexo.
Vemos que tanto las mujeres más chicas como las más grandes, lo primero que hacen es gritar cuando sus padres tratan de hablarles o hacerles entender las cosas. Seguido a eso vemos que a otras mujeres no les importa discutir con sus padres, y una proporción casi igual habla tranquilamente ante una pelea.
En cambio, para nuestra sorpresa, vemos que son los varones los que tratan de hablar tranquilos con sus padres para solucionar todo. Seguido de éstos, existen otros quienes gritan tratando de justificarse y una menor proporción no le da importancia a las discusiones. Entre los que eligieron “otros”, aclararon que se encierran en sus cuartos, lloran o no hablan con sus padres por un tiempo.
Estos datos constituyen una total contradicción con la pregunta Nº 1, donde obtuvimos como respuesta que el adolescente vive una relación buena con sus padres. ¿Cómo pueden mantener una buena relación gritando cada vez que tienen una pelea?
Después de tener una pelea…
Te sentís mal
No le das importancia
Te sentís bien
Otros
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
Notamos grandes diferencias entre las opciones ofrecidas, y en cuanto a edad y sexo.
La mayoría de las mujeres de 13 a 14 años se sienten mal después de discutir con sus padres, y otras no le dan importancia. Mujeres de 16 a 17 años también se sienten mal, pero lo hacen en una proporción menor, seguida de una proporción que casi iguala a la anterior y dice no darle importancia a las discusiones. Otra proporción menor dice sentirse bien y otra eligió la opción “otros”, donde especificaron con palabras exactas que “no les va ni les viene”, la cual podría incluirse en la opción de “no le das importancia”.
Los varones d e13 a 14 años aseguran sentirse mal ante una discusión, pero el 70% de los de 16 a 17 años dicen no darle importancia a las peleas. Las opciones de “sentirse mal”, “sentirse bien” y “otros”, son elegidas en igual proporción.
Cabe destacar que solo los varones dijeron “sentirse bien” frente a una pelea, y no las mujeres. Encontramos aquí una rotunda contradicción con la pregunta anterior donde se vio que los hombres tratan de resolver los conflictos hablando tranquilamente y que las mujeres gritan.
¿Qué estilo de educación pensas que recibís por parte de tus padres?
Estilo liberal
Estilo estricto
Estilo equilibrado
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
Podemos ver que todos los adolescentes dijeron ser educados con un estilo equilibrado, con libertad y a la vez límites. Debemos resaltar también que un gran porcentaje de varones de 16 a 17 años dije ser educado con un estilo liberal, es decir que hacen lo que quieren sin tener límites. Lucrecia Stechina sostiene que “es necesario el tema de los límites, aunque al adolescente le molesta y mucho, (…) esto no es una cuestión de persecución ni de policía, es simplemente cuidarlos”, y continúa “No se trata todo el tiempo de prohibir, pero tampoco del libertinaje…siempre los excesos son malos”.
¿Con quién preferís pasar el tiempo?
Con tus padres
Con tus amigos
Solo
Otros (especificar)
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
La opción más elegida está a la vista, y es la de pasar el tiempo con los amigos/as. Incluso podemos decir que el porcentaje que eligió la opción “otros” fue mayor que el que eligió pasar el tiempo con los padres. Entre otros incluyeron a novios y novias. Del mismo modo, algunos prefieren estar solos en lugar de estar con sus padres.
Los adolescentes que pierden contacto con su familia se hacen más vulnerables a lo que el psicólogo Gordon Néufeld de Vancouver llama “orientación hacia los iguales”, adoptan los patrones de conducta de sus amigos, no los de sus padres.
“El problema es que esos amigos se convierten en guías morales”, explica. “Los muchachos orientados hacia sus iguales no desean vivir conforme a los valores de sus padres y no se toman enserio su rechazo. Por lo general, se vuelven más difíciles de educar, más agresivos, menos maduros e inestables en el terreno emocional”.
Del mismo modo, la Doctora Kaufman señala: “Infinidad de adolescentes me han dicho que les gustaría pasar más tiempo con sus padres”. Y lo señalado es cierto, muchos adolescentes quisieran pasar más tiempo con su familia pero situaciones conflictivas mientras pasan el tiempo juntos evitan que los chicos intenten acercarse. La Doctora Kaufman agrega: “Los adolescentes disfrutan más el tiempo en familia si se evitan las discusiones y las peleas”. Esto significa que no hay que sacar a colación durante la cena el tema de las calificaciones escolares y otros asuntos incómodos.
¿Con qué frecuencia peleas con tus padres?
Siempre
Muy seguido
A veces
Nunca
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
Podemos ver que la mayoría de los encuestados ha elegido la opción “C”, es decir ha declarado pelear “a veces” con sus padres. De todas formas podemos ver que el porcentaje de mujeres que eligió esa opción es mayor al de los varones, y los que no eligieron esa opción dijeron pelearse “muy seguido”, donde también evidenciamos un mayor porcentaje elegido por las mujeres que por los varones.
Debemos destacar además, que solo las mujeres de 16 a 17 años declararon no pelearse nunca, mientras hay un porcentaje de varones de todas la edades que eligió esa opción. Podemos ver así que las peleas se dan más con mujeres que con varones, como analizamos en la pregunta Nº 1.
Los datos obtenidos en esta pregunta pueden relacionarse con los del un estudio realizado en el 2004 por la universidad de Cambridge, en el Reino Unido. El mismo encontró que las discusiones entre madres e hijos varones ocurren cada 4 días en promedio, y duran 6 minutos cada una. Mientras tanto, las peleas madre-hija ocurren cada 2,5 días y duran 15 minutos. Las mamás que siempre se han sentido complacidas atendiendo en todo a sus pequeñas pueden vérselas difíciles cuando éstas empiezan a exteriorizar el deseo de tener independencia y privacidad.
¿Dialogas con tus padres?
Si
No
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
Podemos observar que tanto hombres como mujeres de todas las edades dicen tener “diálogo” con sus padres. Del mismo modo también debemos aclarar que las mujeres más grandes dicen tener menos diálogo que las de 13 o 14 años, lo mismo sucede con los hombres. Esto nos demuestra que a medida que se entra más en la adolescencia se va perdiendo el diálogo.
¿Dialogas frecuentemente?
Si
No
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
Nos hemos encontrado con una gran sorpresa al obtener los resultados de esta encuesta. Evidenciamos que tanto varones como mujeres de 13 a 14 años si mantienen un diálogo frecuente con sus padres, mientras que adolescentes de 16 a 17 años dicen no tener un diálogo frecuente.
Lucrecia Stechina, psicóloga, nos ha dicho que “a veces también pasa que los padres se desresponsabilizan de algunos temas en ciertos aspectos y los delegan mucho en las escuelas, este es un gran error que suele suceder”.
En estas respuestas encontramos una total contradicción con respecto a la pregunta anterior, donde todos contestaron que dialogan con sus padres. Pero ¿cómo puede alguien mantener un diálogo, sin que sea frecuente? Ante este interrogante deberíamos conocer primero a que le llaman los adolescentes de hoy “dialogar”. ¿Definen a “mantener un diálogo” como una conversación diaria, donde se tocan gran cantidad de temas, o lo toman como un “hola” y un “buenas noches”?
¿Cuáles son los temas que se tratan al mantener una conversación?
Escuela
Relaciones personales (amigos/ novios/ etc.)
Adicciones y prevenciones
Salidas nocturnas
Conducta
Todas en general
8VO AÑO 2DO AÑO
Mujeres Varones Mujeres Varones
Vemos aquí una relación con la pregunta Nº 9 donde descubrimos que mientras más el chico entra en la adolescencia, más se pierde el diálogo. En estos gráficos podemos observar que los chicos de 13 a 14 años hablan de todos los temas en general con sus padres, mientras que los de 16 a 17 años parecen hablar solo de su desarrollo escolar. También debemos resaltar que otro tema frecuente de conversación es el de la relación del adolescente con sus amigos/as y novios/as.
CONCLUSION:
Los adolescentes, al entrar en esta etapa de desarrollo llamada adolescencia, sufrimos muchos cambios que nos sorprenden e incluso nos asustan. Nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestros sentimientos e incluso nuestra manera de pensar son distintos ahora. Todos estos cambios, son también percibidos por las personas que están a nuestro alrededor, principalmente por aquellas que están más cerca…nuestros padres. Estas transiciones, que incluyen cambios en la conducta, hacen que nos comportemos de forma diferente y que nos expresemos de una manera que no siempre es bien percibida por nuestros padres. Comienzan así los desacuerdos, las discusiones, las peleas, los juicios de valor e infinidades de cosas que se convierten en habituales y que hasta hace poco tiempo eran desconocidas. Es así que también comienzan la escasa comunicación y los conflictos entre adolescentes y padres, que a pesar de ser dolorosos, son necesarios.
Nuestros padres deben entender, que estamos confundidos y que no sabemos exactamente como transitar esta etapa de la vida, pero que verdaderamente los necesitamos. Para poder crecer y encontrarnos necesitamos de la comprensión, el aliento y el apoyo de nuestros padres. Nadie mejor que ellos, que nos conocen desde siempre, para ayudarnos en esta etapa y para guiarnos, siempre y cuando lo hagan de la manera correcta y sin ejercer ningún tipo de dominación ni de control extremo sobre nuestra vida.
Los adultos no son perfectos, están aprendiendo a ser padres y a enfrentarse con nuestras conductas y todavía no tienen todo claro. Es necesario que, además de ellos, nosotros cambiemos esta actitud de indiferencia y de rechazo ante esas personas que nos dieron la vida. Encontrarles defectos que no veíamos en la niñez no nos autoriza a que les quitemos nuestro cariño ni mucho menos a despreciarlos. Recordemos que nadie ha influido tanto en nosotros como nuestros padres, y que los defectos y las virtudes que tenemos se los debemos, en gran medida, a ellos.
Los adolescentes tenemos nuestras propias reglas, códigos y sueños que nuestros padres, desde su perspectiva adulta, muchas veces no entienden. A pesar de alguna vez fueron adolescentes, es importante que tengamos en cuenta que la sociedad en la que vivieron ellos durante su adolescencia, no es la misma que nosotros estamos viviendo ahora. Somos dos generaciones con pensamientos distintos y ya que tenemos diferentes opiniones y distintas concepciones, siempre se van a crear conflictos entre nosotros.
En conclusión, a partir de los datos bibliográficos obtenidos, y de las encuestas y entrevistas realizadas, debemos decir que el conflicto padres e hijos, aunque sea un proceso de mucho dolor y sufrimiento para las dos partes, es un proceso realmente necesario y muy importante para que nosotros nos formemos como personas, y así establecer una identidad propia.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
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Dolto F: “Conversaciones con los padres”, Ed. Gedisa, Barcelona.
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Arminda Aberasturi, Mauricio Knobel: “La adolescencia normal”, Ed. Paidos, Argentina, 1995.
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Kaye Marcia: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 787, Argentina, Junio de 2006.
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Bauer Gabrielle: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 777, Argentina, Agosto de 2005.
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Bayard Robert T., Bayard Jean: “¡Socorro! Tengo un hijo adolescente”, Ed. Atlántida, Argentina, 2001.
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Página Web: www.monografias.com
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Página Web: www.redsistemica.com.ar
Historia de vida relatada por una mujer de 36 años:
Una vez me fui de compras con mamá para comprarme una campera de invierno. Me acuerdo que agarró una campera de pelos de nose que animal que tenía botones de todos colores y m dijo: -“¡Probátela! Es un poco cara pero te va a quedar muy bien”. Yo la mire horrorizada y le dije que era espantosa. Ella insistió en que me la compre pero yo le di vuelta la cara y me fui a buscar una campera color negra que era parecida a la de una de mis amigas. Estaba buscando la campera que estaba a la moda cuando escuche la voz de mi mamá:- “¡Por lo menos probatelo!”, me dijo. “¿Estás loca?” le respondí, “nunca me pondría eso”. Cuando otros clientes se detuvieron a mirar comprendí que mamá estaba avergonzada. Y yo también. Es más, estaba horrorizaba de que mi mamá tenga tan mal gusto para la ropa. Además, ¿qué hacia yo de compras con mi mamá? ¿Qué pasaba si nos veía algún conocido?, era en lo único en lo que pensaba.
Ese fue el inicio de una serie de horribles salidas de compras con mi mamá, las cuales años más tarde yo experimenté con mis hijas. Yo me había dicho que cuando fuese mamá y saliera de compras con mis centradas y ubicadas hijas (creía que serían así), respetaría sus preferencias y así lograría que nuestras salidas fueran agradables. Y esto era realidad hasta que mi hija mayor quiso comprar, a los 13 años, un pulóver que costaba $105. Le dije que no estaba para nada de acuerdo con eso y que no se lo iba a comprar, en espera de su habitual aceptación. Pero en cambio, me impresionó escucharla decir que yo nunca aceptaba que tenga ropa de calidad y que no quiero que esté bien vestida. Durante los años que siguieron, nuestras salidas siempre terminaron en un alejamiento, y yo no paraba de preguntarme si estaba cometiendo los errores de mi madre o qué estaba haciendo mal.
Entrevista a la Psicóloga Lucrecia Stechina:
¿Qué opina de la relación de padres y adolescentes hoy en día?
El problema que suele pasar entra adolescentes y padres es la falta total de comunicación que hay, por una cuestión de que en el adolescente se producen cambios tanto de humor como corporales. O sea, los adolescentes crecen y aprenden a ser hijos, los padres también aprenden a ser padres y a veces al papá le cuesta llegar al chico, sobre todo en esta etapa por la que pasa todo ser humano que es muy importante por los cambios que se producen, como dijimos. Los adolescentes ya no son los mismos de hace años atrás, cuando tenían quizás un cuerpo infantil, se dieron cuenta de que su cuerpo empezó a cambiar… el busto para las chicas, el vello para los chicos y demás. Todos son cambios que a veces cuesta aceptar. Eso es un problema, la cuestión de la falta de comunicación, es difícil para los papás llegar a l adolescente con estos cambios de humor. Pero bueno, acá lo importante es acompañarlos y contenerlos, los adultos tienen la obligación como padres de hacerlo.
¿Cuáles cree que son los principales motivos de peleas?
Creo que es la cuestión de ponerles límites a los adolescentes. A ellos no les gusta que todo el tiempo les estén poniendo límites… a que hora llegas, con quien salís… por esto de que a veces los adolescentes se sienten grandes para un montón de cosas. Pero es necesario el tema de los límites, aunque para los adolescentes molesta y mucho, o que prohíban juntarse con tal persona por “x” motivos. Ahí esta también lo fundamental de la posición del papá de saber con quien esta el hijo, donde esta, que hace. Esto no es una cuestión de persecución ni de policía, no se trata de poner en esta posición al papá, es simplemente cuidarlos.
Después hay muchos motivos más de peleas, como ser la escuela, la ropa, entre otros.
¿Qué piensa del exceso de libertad que hoy le dan los padres a los adolescentes?
Creo que por ahí se puede llegar a considerar que el exceso de libertad es demasiado, es decir es un poco negativo. No es cuestión de generalizar que todos los padres son iguales, pero a veces el contexto en el que estamos viviendo hace que el papá y la mamá tengan que trabajar todo el día y que el chico se quede solo, así esta expuesto a un montón de cosas. El mismo contexto este lleva a que el papá y la mamá no estén en el momento justo y esto puede ocasionar muchas consecuencias como por ejemplo las drogas.
¿Cree que los padres influyen en la inserción del adolescente en las drogas, delincuencia, etc.?
No es que el papá le va a decir al chico que se drogue ni mucho menos, pero la cuestión de no estar tan presente el papá y la mamá en el proceso de crecimiento y desarrollo, que todos necesitamos, es fundamental. Los adolescentes siempre necesitan el tener un ideal como papá y como mamá y así seguirlos, tratar de seguir los buenos ejemplos. Por eso, cuando hay exceso de libertad esto puede llegar a influir; y a parte a veces lo que pasa es que el chico se encuentra con un grupo de pares con los que se identifica al no tener una imagen paterna con quien hacerlo. Es allí donde se da esta cuestión de la droga, delincuencia y demás.
¿Los padres ocupan un lugar importante en el adolescente? ¿En que sentido?
Es fundamental la posición del papá, sobre todo en la adolescencia, es una de las etapas más importantes por la que tiene que pasar toda persona, son muchos cambios los que padecen y necesitan mucho de la contención y de la escucha de sus papás. Es fundamental la posición y el rol que cumplen los papás en este sentido. En realidad el rol del papá es siempre importante, pero acá hay una transición de crecimiento donde el adolescente es adolescente pero se cree grande, por una cuestión de omnipotencia que es muy característica del adolescente. Pero para bajar un poco eso ahí esta el papá para ayudar, para contener, para acompañar, para escuchar y también para poner los limites que son necesarios. Si bien los adolescentes son concientes de un montón de cosas, necesitan el apoyo y ciertos limites por partes de los padres. Imagínense si sus padres los dejarían hacer lo que ustedes quieran en la vida. No se trata todo el tiempo de prohibir paro tampoco del libertinaje… siempre los excesos son malos.
¿Cómo actúan los adolescentes frente a padres con actitudes de jóvenes?
Esto es de parte del papá un poco negativo por que en este sentido el papá se esta poniendo en una posición de adolescente y de competencia. O sea, el papá es el papá y no puede ser amigo del hijo. Son papás y tienen su función y sus responsabilidades. La cuestión de que el adolescente tenga una imagen del papá como amigo, hace que se desfiguren los roles ya que no se sabe si es amigo, si es papá o que es.
Respecto al dialogo ¿Qué puede decir?
Hoy por hoy, los medios de comunicación en la familia ocupan un lugar muy importante y se habla del tema droga, del tema delincuencia, todos estamos expuestos a escuchar y a ver un montón de cosas. A veces la televisión recorta el dialogo, volvemos al tema del contexto en donde tenemos por ejemplo una familia donde el papá y la mamá trabajan todo el día y vienen con un montón de problemas y cansados y eso recorta totalmente la comunicación. A veces también pasa que los padres se desresponsabilizan de algunos temas en ciertos aspectos y los delegan muchos en las escuelas, este es un gran error que suele suceder.
Kaye Marcia: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 787, Argentina, Junio de 2006.
Dolto F: “Conversaciones con los padres”, Ed. Gedisa, Barcelona.
Arminda Aberasturi, Mauricio Knobel: “La adolescencia normal”, Ed. Paidos, Argentina, 1995.
Bauer Gabrielle: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 777, Argentina, Agosto de 2005.
Kaye Marcia: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 787, Argentina, Junio de 2006.
Bayard Robert T., Bayard Jean: “¡Socorro! Tengo un hijo adolescente”, Ed. Atlántida, Argentina, 2001.
Arminda Aberasturi, Mauricio Knobel: “La adolescencia normal”, Ed. Paidos, Argentina, 1995.
Bauer Gabrielle: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 777, Argentina, Agosto de 2005.
Entrevista realizada a la psicóloga Lucrecia Stechina, se la puede encontrar en el ANEXO.
-10 Bauer Gabrielle: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 777, Argentina, Agosto de 2005.
Página web: www.monografias.com
Entrevista realizada a la psicóloga Lucrecia Stechina, se la puede encontrar en el ANEXO.
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