Biología, Botánica, Genética y Zoología
Registro fósil
LO QUE DICE EL REGISTRO FÓSIL
Los fósiles son los restos de formas de vida antiguas conservados en la corteza de la Tierra. Estos pueden ser esqueletos o partes de esqueletos, como huesos, dientes o caparazones. Un fósil puede ser también algún rastro de la actividad de lo que en un tiempo estuvo vivo, como una impresión dejada en algún material, o huellas. Hay muchos fósiles que no contienen ya su material original; más bien, están compuestos de depósitos minerales que se infiltraron en los organismos y adoptaron su forma.
¿Por qué son importantes para la evolución los fósiles? El genetista G.L. Stebbins señaló una razón importante: “Ningún biólogo ha visto en realidad el origen por evolución de alguno de los grandes grupos de organismos”(1). Así, hoy día no se ve que los organismos vivos que se hallan en la Tierra estén evolucionando para llegar a ser otros organismos. En vez de eso, todos están completos en su forma y se distinguen de los demás tipos. Como señaló el genetista Theodosius Dobzhansky: “El mundo viviente no es un solo despliegue [...] conectado por series ininterrumpidas de formas intermedias”(2). Y Charles Darwin admitió que “la distinción característica de las formas específicas [de vida], y el hecho de que no estén conectadas discerniblemente entre sí por innumerables eslabones de transición, es una dificultad muy obvia”(3).
Así, las variedades discretas o distintas de formas vivas de hoy no ofrecen apoyo a la teoría de la evolución. Por eso se hizo tan importante el registro fósil. Se creía que por lo menos los fósiles suministrarían la confirmación que la teoría de la evolución necesitaba.
QUÉ BUSCAR
Si la evolución fuera realidad, la evidencia fósil de seguro revelaría un cambio gradual desde un tipo o género de vida hasta otro. Y eso tendría que ser así sin importar qué variación de la teoría evolucionista se aceptara. Hasta científicos que creen en los cambios de índole más rápida que se asocian con la teoría del “equilibrio puntuado” reconocen que todavía habría de suponerse que estos cambios tuvieran lugar durante muchos miles de años. De modo que no es razonable creer que no habría ninguna necesidad en absoluto de fósiles eslabonadores.
Además, si la evolución estuviera fundada en la realidad, se esperaría que el registro fósil revelara los comienzos de nuevas estructuras en los organismos vivos. Debería haber por lo menos algunos fósiles en los que estuvieran en desarrollo brazos, piernas, alas, ojos y otros huesos y órganos. Por ejemplo, debería haber aletas de peces que estuvieran transformándose en patas de anfibio con pies y dedos, y branquias que estuvieran transformándose en pulmones. Debería haber reptiles con extremidades delanteras que estuvieran transformándose en alas de aves, extremidades posteriores que estuvieran pasando a ser patas con garras, escamas que estuvieran convirtiéndose en plumas, y bocas que estuvieran llegando a ser picos córneos.
Sobre esto, la revista científica británica New Scientist dice de la teoría: “Predice que un registro fósil completo consistiría en linajes de organismos que continuamente mostraran cambio gradual durante largos espacios de tiempo”(4). Como aseguró Darwin mismo: “La cantidad de variedades intermedias, que han existido anteriormente, [tiene que] ser verdaderamente enorme”(5).
¿ESTÁ COMPLETO EL REGISTRO?
Sin embargo, ¿se halla el registro fósil lo suficientemente completo como para que se dé prueba aceptable de que la evolución tiene apoyo? Hace más de un siglo, Darwin no pensaba así. ¿Qué había de “malo” en el registro fósil en su tiempo? No contenía los eslabones de transición que se requerían para sostener su teoría. Esta situación lo impulsó a decir: “Entonces, ¿Por qué no están llenos de esos eslabones intermedios toda formación geológica y todo estrato? Ciertamente la geología no revela ninguna cadena orgánica finamente graduada como esa; y esta, quizás, sea la más obvia y seria objeción que se puede presentar contra la teoría”(6).
En el tiempo de Darwin el registro fósil desilusionó a Darwin de otra manera. Explicó él: “La manera abrupta como grupos enteros de especies aparecen súbitamente en ciertas formaciones ha sido presentada por varios paleontólogos [...] como una objeción mortífera a la creencia en la transmutación de las especies”. Añadió: “Hay otra dificultad, relacionada con esta, que es mucho más seria. Aludo a la manera como especies que pertenecen a varias de las principales divisiones del reino animal aparecen de súbito en las rocas fosilíferas más bajas que se conocen. [...] En la actualidad el caso tiene que permanecer inexplicable, y verdaderamente se puede presentar como argumento válido contra los puntos de vista [evolucionistas] que aquí se expresan”(7).
Darwin intentó explicar estos enormes problemas mediante un ataque contra el registro fósil. Dijo: “Considero el registro geológico como una historia del mundo que no ha sido registrada a perfección, [...] imperfecta hasta un grado extremo”(8). Él y otros supusieron que, a medida que el tiempo pasara, de seguro se hallarían los eslabones fósiles que faltaban.
Ahora, después de más de un siglo de extenso cavar, se han desenterrado grandes cantidades de fósiles. ¿Es todavía tan imperfecto como antes el registro? El libro Proceses of Organic Evolution (Procesos de la evolución orgánica) comenta: “Ahora el registro de las formas de vida pasadas es extenso, y constantemente aumenta en riqueza a medida que los paleontólogos hallan, describen y comparan nuevos fósiles”(9). Y el científico Porter Kier, de la Institución Smithsoniana, añade: “En museos de todo el mundo hay cien millones de fósiles catalogados e identificados”(10). Por tanto, A guide to Earth History (Guía a la historia de la Tierra) declara: “Con la ayuda de los fósiles los paleontólogos pueden darnos ahora un cuadro excelente de la vida de las edades pasadas”(11).
Después de todo este tiempo, y de haberse ensamblado millones de fósiles, ¿qué dice el registro ahora? El evolucionista Steven Stanley declara que estos fósiles “revelan cosas nuevas y sorprendentes acerca de nuestros orígenes biológicos”(12). El libro A View of Life (Una vista a la vida), escrito por tres evolucionistas, añade: “El registro fósil está lleno de tendencias que los paleontólogos no han podido explicar”(13). ¿Qué es esto que ha sido tan `sorprendente' para estos científicos evolucionistas, y que ellos `no pueden explicar'?
Lo que ha confundido a estos científicos es el hecho de que la gran cantidad de prueba fósil que ahora está disponible revela precisamente lo mismo que revelaba en los días de Darwin: Las clases fundamentales de organismos vivos aparecieron de súbito y no cambiaron en grado apreciable durante largos espacios de tiempo. Nunca se han hallado eslabones de transición entre una de las clases principales de organismos vivos y otra. Por eso, lo que el registro fósil dice es precisamente lo opuesto de lo que se esperaba.
El botanista sueco Heribert Nilsson describe la situación de este modo, después de 40 años de llevar a cabo sus propias investigaciones: “No es posible siquiera hacer una caricatura de una evolución mediante los hechos paleobiológicos. El material fósil ahora está tan completo que [...] la falta de especies de transición no puede ser explicada como cosa que se deba a escasez de material. Las deficiencias son reales, y nunca serán llenadas”(14).
LA VIDA APARECE DE REPENTE
Miremos más de cerca la prueba. En su libro Red Giants and Write Dwarfs (Gigantes rojas y enanas blancas), Robert Jastrow declara: “En alguna ocasión en los primeros mil millones de años, la vida apareció en la superficie de la Tierra. Lentamente, según indica el registro fósil, los organismos vivos fueron ascendiendo desde formas simples hasta formas más avanzadas”. De esta descripción, uno esperaría que el registro fósil hubiera verificado una evolución lenta desde las primeras formas de vida “simples” hasta las complejas. Sin embargo, el mismo libro dice: “Los críticos primeros mil millones de años, durante los cuales la vida empezó, son páginas en blanco en la historia de la Tierra”(15).
Además, ¿pueden verdaderamente ser descritos como “simples” los primeros tipos de vida? “Al retroceder en el tiempo hasta la edad de las rocas más antiguas -dice Evolution From Space (Evolución desde el espacio)-, los residuos fósiles de antiguas formas de vida que se han descubierto en las rocas no revelan un principio simple. Aunque decidamos pensar que las bacterias fósiles y las algas y los microhongos fósiles son simples en comparación con un perro o un caballo, la norma de información permanece enormemente alta. La mayor parte de la complejidad bioquímica de la vida ya estaba presente al tiempo de la formación de las más antiguas rocas de la superficie de la Tierra”(16).
Desde este principio, ¿puede hallarse prueba alguna que verifique que los organismos de una sola célula evolucionaran hasta formar los de muchas células, o pluricelulares? “El registro fósil no contiene vestigio alguno de estas etapas preliminares en el desarrollo de los organismos pluricelulares”, dice Jastrow(17). En vez de que eso sea cierto, él declara: “El registro de las rocas contiene muy poco, aparte de bacterias y plantas unicelulares, hasta que, hace aproximadamente mil millones de años, después de unos tres mil millones de años de progreso invisible, aconteció un suceso de gran trascendencia. Aparecieron en la Tierra las primeras criaturas compuestas de muchas células”(18).
Así, al comienzo de lo que se llama el período cámbrico, el registro fósil presenta un dramático e inexplicado cambio. En este tiempo aparece tan súbitamente una gran variedad de criaturas marinas plenamente desarrolladas, complejas, muchas con fuertes caparazones, que suele hacerse referencia a este tiempo como el de una “explosión” de organismos vivos. A View of Life (Una vista de la vida) lo describe así: “Comenzando a la base del período cámbrico, y extendiéndose por unos diez millones de años, todos los grupos principales de invertebrados `esqueletizados' se presentaron por primera vez en el más espectacular aumento de diversidad que haya acontecido sobre nuestro planeta”. Aparecieron caracoles, esponjas, estrellamares, animales parecidos a langostas llamados trilobites, y muchas otras criaturas marinas complejas. Es interesante el hecho de que el mismo libro señala lo siguiente: “De hecho, algunos trilobites extintos desarrollaron ojos más complejos y eficaces de los que posee cualquier artrópodo viviente”(19).
¿Hay eslabones fósiles entre este estallido de formas de vida y lo que lo precedió? En el tiempo de Darwin no existían tales eslabones. Él confesó: “A la pregunta de por qué no hallamos abundantes depósitos fosilíferos que pertenezcan a estos supuestos períodos más tempranos anteriores al sistema cámbrico, no puedo dar respuesta satisfactoria”(20). Hoy día, ¿ha cambiado esta situación? El paleontólogo Alfred S. Romer notó la declaración de Darwin acerca de “la manera abrupta como grupos enteros de especies aparecen súbitamente” y escribió: “Debajo de esto [el período cámbrico], hay un vasto grosor de sedimentos en los cuales debería esperarse que estuvieran los progenitores de las formas cámbricas. Pero no los hallamos; estos lechos más antiguos están casi desprovistos de indicación de vida, y pudiera decirse que el cuadro general es consecuente, razonablemente, con la idea de una creación especial en el principio de los tiempos cámbricos. `A la pregunta de por qué no hallamos abundantes depósitos fosilíferos que pertenezcan a estos supuestos períodos más tempranos anteriores al sistema cámbrico -dijo Darwin-, no puedo dar respuesta satisfactoria'. Tampoco podemos hacer eso nosotros hoy”, dijo Romer(21).
Algunos afirman que las rocas precámbricas fueron demasiado alteradas por el calor y la presión para retener eslabones fósiles, o que no se depositaron rocas en mares de poca profundidad de modo que se retuvieran fósiles. “Ninguno de estos argumentos ha quedado en pie”, dicen los evolucionistas Salvador E. Luria, Stephen Jay Gould y Sam Singer. Añaden: “Los geólogos han descubierto muchos sedimentos precámbricos sin alteración, y éstos no contienen fósiles de organismos complejos”(22).
Estos hechos hicieron que el bioquímico D. B. Gower comentara, como se relató en el periódico Times, de Kent, Inglaterra: “El relato de la creación que se halla en Génesis y la teoría de la evolución no podían ser conciliados. Una de estas cosas tenía que ser correcta y la otra estar equivocada. La historia de los fósiles concordaba con el relato de Génesis. En las rocas más antiguas no encontramos una serie de fósiles que abarcara los cambios graduales desde las criaturas más primitivas hasta formas desarrolladas; más bien, en las rocas más antiguas aparecían de súbito especies desarrolladas. Entre cada especie había ausencia total de fósiles intermedios”(23).
El zoólogo Harold Coffin llegó a esta conclusión: “Si es correcto el concepto de una evolución progresiva desde lo sencillo hasta lo complejo, en el cámbrico se debería encontrar a los antecesores de estas criaturas vivientes totalmente desarrolladas; pero no se han hallado, y los científicos admiten que hay poca probabilidad de que alguna vez se hallen. Sobre la base de los hechos solamente, sobre la base de lo que en realidad se encuentra en la tierra, la teoría de un súbito acto de creación en el cual fueron establecidas las formas principales de vida encaja mejor”(24).
LOS “HOMBRES-MONOS” ... ¿QUÉ ERAN?
Durante muchos años ha habido informes de que se han encontrado los restos fósiles de humanos parecidos a simios o monos. La literatura científica abunda en los conceptos artísticos de tales criaturas. ¿Son estas las transiciones evolutivas entre las bestias y el hombre? ¿Son unos “hombres-monos” nuestros antecesores? Los científicos evolucionistas afirman que sí. Por eso, con frecuencia leemos expresiones como este título de un artículo de una revista científica: “Cómo se convirtió en hombre el antropoide”(25).
Es verdad que algunos evolucionistas no creen que sea correcto llamar “antropoides” o “monos” a estos antecesores teóricos del hombre. Con todo, otros evolucionistas no son tan exigentes de precisión(26). Stephen Jay Gould dice: “la gente [...] evolucionó de antepasados simiescos”(27). Y George Gaylord Simpson declaró: “El antepasado común ciertamente sería llamado antropoide o mono en el habla popular por cualquier persona que lo viera. Puesto que los términos antropoide y mono son términos definidos por el uso popular, los antepasados del hombre fueron antropoides o monos”(28).
¿Por qué es tan importante el registro fósil en el esfuerzo por documentar la existencia de antecesores simiescos o parecidos a monos para la humanidad? Porque en el mundo viviente de hoy no hay nada que apoye tal idea. Hay una enorme laguna entre los humanos y todo animal existente hoy, incluso la familia de los monos antropomorfos, o antropoides. Por eso, puesto que el mundo viviente no suministra un eslabón entre el hombre y el antropoide, se esperaba que el registro fósil lo hiciera.
Desde el punto de vista de la evolución, la obvia laguna que existe entre el hombre y el antropoide hoy es extraña. La teoría evolucionista sostiene que, a medida que los animales progresaron en la escala de la evolución, se hicieron más capaces de sobrevivir. Entonces ¿por qué está todavía en existencia la familia “inferior” de los antropoides, pero no hay ningún representante de las presuntas formas intermedias, que supuestamente habrían de ser más adelantadas en el proceso evolutivo? Hoy vemos chimpancés, gorilas y orangutanes, pero no vemos “hombres-monos”. ¿Parece probable que cada uno de los más recientes y supuestamente más adelantados “eslabones” entre las criaturas simiescas y el hombre moderno hubieran de haberse extinguido, pero no los antropoides, que serían inferiores?
¿CUÁNTA PRUEBA FÓSIL?
A juzgar por los relatos que se dan en la literatura científica, en las exhibiciones de los museos y en la televisión, parecería que de seguro debería haber abundante prueba de que los humanos hubieran evolucionado desde criaturas semejantes a monos. ¿Es realmente cierto eso? Por ejemplo, ¿qué prueba fósil había de esto en el tiempo de Darwin? ¿Fue prueba de esa índole lo que lo estimulo a formular su teoría?
La publicación The bulletin of the atomic scientists (El boletín de los científicos atómicos) nos informa: “Las primeras teorías de la evolución humana son en realidad muy extrañas, si se examinan con detenimiento. David Pilbeam ha descrito las primeras teorías como `infósiles'. Es decir, se trata de teorías sobre la evolución humana de las cuales uno pensaría que requerirían alguna prueba fósil, pero en realidad había o tan pocos fósiles que no ejercían influencia alguna en la teoría, o ningún fósil en absoluto. De modo que lo único que había entre los supuestos parientes más cercanos al hombre y los primeros fósiles humanos era la imaginación de unos científicos de siglo XIX”. Esta publicación científica muestra por qué: “La gente quería creer en la evolución, la evolución humana, y esto afectó el resultado de su obra”(29).
Después de más de un siglo de búsqueda, ¿cuánta prueba fósil hay de los “hombres-monos”? Richard Leakey declaró: “Los que trabajan en este campo tienen tan poca prueba sobre la cual basar sus conclusiones que frecuentemente se les hace necesario cambiar de conclusiones”(30). La revista New Scientist comentó: “A juzgar por la cantidad de prueba sobre la cual se funda, el estudio del hombre fósil difícilmente merece ser más que una subdisciplina de la paleontología o de la antropología. [...] tan atormentadoramente es la colección, y tan fragmentarios y tan poco convincentes suelen ser los especímenes mismos”(31).
De manera similar, el libro Origins (Orígenes) confiesa lo siguiente: “A medida que adelantamos por la senda de la evolución hacia los humanos el paso se hace claramente incierto, debido, de nuevo, a la poca prueba fósil”(32). La revista Science añade: “La principal prueba científica es un conjunto de huesos lastimosamente pequeño del cual construir la historia evolutiva del hombre. Cierto antropólogo ha comparado esa tarea con la de reconstruir el argumento de Guerra y paz con 13 páginas seleccionadas al azar”(33).
Precisamente, ¿cuan escaso es el registro fósil en cuanto a los “hombres-monos”? Note lo siguiente. La revista Newsweek: “Todos los fósiles se pudieran colocar encima de un solo escritorio, dijo Elwyn Simons, de la Universidad Duke”(34). El periódico The New York Times: “Los restos fósiles conocidos de los antepasados del hombre cabrían sobre una mesa de billar. Eso constituye una pobre plataforma desde la cual tratar de penetrar la niebla de los últimos millones de años”(35). La revista Science Digest: “El hecho sorprendente es que toda la prueba física que tenemos para la evolución humana todavía se puede colocar, con lugar de sobra, ¡dentro de un solo ataúd! [...] Por ejemplo, los antropoides modernos dan la impresión de haber aparecido sin fuente alguna. No tienen ayer, no tienen registro fósil. Y el origen verdadero de los humanos modernos -de seres erguidos, desnudos, hacedores de instrumentos, de cerebro grande- es, si vamos a ser honrados con nosotros mismo, un asunto tan misterioso como ese”(36).
Los humanos de tipo moderno, con capacidad para razonar, trazar planes, inventar, edificar sobre el conocimiento ya adquirido y usar lenguajes complejos, aparecen de súbito en el registro fósil. Gould, en su libro The Mismeasure of Man (El hombre mal medido), señala: “No tenemos prueba de cambio biológico en el tamaño ni en la estructura del cerebro desde la aparición de Homo sapiens en el registro fósil hace unos cincuenta mil años”(37). Así, pues, el libro The universe Within (El universo interno) pregunta: “¿Qué hizo que la evolución [...] produjera, como de la noche a la mañana, a la humanidad moderna con su cerebro altamente especial?”(38). La evolución no puede contestar.
¿DÓNDE ESTÁN LOS “ESLABONES”?
Sin embargo, ¿no han hallado los científicos los “eslabones” necesarios entre los animales simiescos y el hombre? No según la prueba existente. La revista Science Digest habla de “la falta de un eslabón perdido que explique la aparición relativamente súbita del hombre moderno”(39). La revista Newsweek declaró: “El eslabón perdido entre el hombre y los antropoides [...] es simplemente el más atractivo de toda una jerarquía de criaturas fantasmas. En el registro fósil, los eslabones perdidos son la regla”(40).
Porque no hay eslabones, de una cantidad mínima de pruebas hay que fabricar “criaturas fantasmas” y presentarlas como si en realidad hubieran existido. Eso explica por qué pudiera ocurrir la siguiente contradicción, según el informe de una revista científica: “Los humanos evolucionaron en pasos graduales desde sus antepasados simiescos, y no, como afirman algunos científicos, en saltos repentinos de una forma a otra. [...] Pero, según informes, otros antropólogos, trabajando con más o menos la misma información, han llegado a una conclusión exactamente opuesta a esa”(41).
Por esto podemos entender mejor la declaración que hizo el respetado anatomista Solly Zuckerman, quien escribió en la publicación Journal of the Royal College of Surgeons of Edinburgh (Revista del Real Colegio de Cirujanos de Edimburgo): “La búsqueda del proverbial `eslabón perdido' de la evolución del hombre, ese santo grial de una secta de anatomistas y biólogos que jamás desaparece, permite que el razonamiento superficial y el mito florezcan hoy tan felizmente como lo hacían 50 años atrás, y más”(42). Señaló que, con demasiada frecuencia, se pasaban por alto los hechos y, en vez de darles apoyo, se apoyaba lo que era popular por el momento, a pesar de la prueba que lo contradecía.
EL “ÁRBOL GENEALÓGICO” DEL HOMBRE
Como resultado de esto, el “árbol genealógico” que suele dibujarse según la supuesta evolución del hombre desde los animales inferiores cambia constantemente. Por ejemplo, Richard Leakey declaró que un descubrimiento fósil muy reciente “deja en ruinas la noción de que todos los fósiles primitivos pueden ser puestos en una secuencia ordenada de cambio evolutivo(43)”. Y un informe periodístico acerca de ese descubrimiento declaró: “Cuanto libro de antropología hay, cuanto artículo de la evolución del hombre, sí, y todo dibujo del árbol genealógico del hombre, tendrán que ser descartados. Parece que están equivocados”(44).
El árbol genealógico teórico de la evolución humana está lleno de “eslabones” rechazados que habían recibido aceptación. Un artículo de fondo del periódico The New York Times señaló que la ciencia evolucionista “tiene tanto lugar para la conjetura que las teorías de cómo llegó a existir el hombre tienden a decir más acerca del autor de ellas que de su tema. [...] Muchas veces parece que el descubridor de un nuevo cráneo dibuja de nuevo el árbol genealógico del hombre, y al hacerlo pone su descubrimiento en la línea central que conduce al hombre, y los cráneos de todos los demás en líneas secundarias que no conducen a ningún lugar”(45).
En una reseña del libro The Myths of Human Evolution (Los mitos de la evolución humana), escrito por los evolucionistas Niles Eldredge y Ian Tattersall, la revista Discover declaró que los autores eliminaron todo árbol genealógico evolucionista. ¿Por qué? Después de señalar que “solo se puede adivinar cuáles son los eslabones que componen el conjunto de antepasados de la especie humana”, esta publicación declaró: “Eldregge y Tattersall insisten en que el hombre busca en vano a sus antepasados. [...] Si la prueba estuviera allí, afirman, `se pudiera esperar con confianza que a medida que se hallaran más fósiles homínidos la historia de la evolución humana se hiciera más clara. Mientras que, si algo ha pasado, es lo contrario de eso'”.
La revista Discover llegó a esta conclusión: “la especie humana, y todas las especies, seguirán siendo en cierto sentido huérfanas, pues la identidad de sus padres está perdida en el pasado”(46).
El registro fósil revela un origen distinto, separado, para los monos antropoides y para los humanos. Por eso la prueba fósil de la conexión del hombre con las bestias simiescas no existe. En realidad los eslabones nunca han estado allí.
¿QUÉ APARIENCIA TENÍAN?
Sin embargo, si los antecesores del hombre no eran parecidos a monos, ¿por qué hay tantos dibujos y reproducciones de “hombres-monos” en las publicaciones científicas y en museos de todo el mundo? ¿En qué se basan estos? El libro The Biology of Race (La biología de la raza) responde: “Para completar los detalles de la carne y el pelo de tales reconstrucciones hay que recurrir a la imaginación”. Añade: “El color de la piel; el color, la forma y la distribución del pelo; la forma de los rasgos; y el aspecto de la cara... de estas características no sabemos absolutamente nada respecto a cualesquiera hombres prehistóricos”(47).
La revista Science Digest también comentó: “la vasta mayoría de las concepciones artísticas se fundan más en la imaginación que en la prueba. [...] Los artistas tienen que crear algo que se encuentre entre un antropoide y un ser humano; mientras más antiguo se diga que es el espécimen, más parecido a mono lo hacen”(48). Donald Johanson, buscador de fósiles, reconoció: “Nadie puede estar seguro de precisamente qué apariencia presentaba cualquier homínido extinto”(49).
De hecho, la revista New Scientist informó que no hay “suficiente prueba del material fósil para sacar de los campos de la fantasía nuestro teorizar”(50). Por eso, los dibujos e ilustraciones de “hombres-monos” son, como admitió cierto evolucionista, “en la mayoría de los respectos, pura ficción [...] total invención”(51). En armonía con eso, en Man, God and Magic (El hombre, Dios y la magia) Ivar Lissner hizo este comentario: “Tal como lentamente estamos aprendiendo que los hombre primitivos no son necesariamente salvajes, así tenemos que aprender a darnos cuenta de que los hombres primitivos del período Glacial no eran ni bestias brutas ni semiantropoides ni cretinos. De ahí la inefable estupidez de todos los intentos por reconstruir al hombre de Neandertal o hasta al hombre de Pekín”(52).
En su deseo de hallar prueba de la existencia de “hombres-monos”, algunos científicos han caído en los lazos del engaño directo; por ejemplo, el relacionado con el hombre de Piltdown, en 1912. Por 40 años este fue aceptado como genuino por la mayoría de la comunidad evolucionista. Finalmente, en 1953 se descubrió el engaño cuando las técnicas modernas revelaron que huesos humanos y de antropoides habían sido combinados y tratados artificialmente para que representaran gran edad. En otro caso, en la prensa se presentó el dibujo de un “eslabón perdido” semejante a un antropoide. Pero más tarde se reconoció que la “prueba” consistía en solamente un diente que pertenecía a una forma extinta de cerdo(53).
¿QUÉ ERAN?
Si las reconstrucciones de los “hombres-monos” no son válidas, entonces, ¿qué eran esas criaturas antiguas cuyos huesos fósiles han sido hallados? Uno de estos mamíferos de gran antigüedad de los cuales se alega que están en línea del hombre es un animalito parecido a roedor del cual se dice que vivió unos setenta millones de años atrás. En se libro Lucy: The Beginning of humanhind (Lucy: Los principios de la humanidad), Donald Johanson y Maitland Edey escribieron: “Eran cuadrúpedos insectívoros de aproximadamente el tamaño y la forma de las ardillas”(54) Richard Leakey llamó a este mamífero un “primate parecido a rata”(55). Pero ¿hay prueba sólida alguna de que estos animalitos hayan sido los antecesores de los humanos? No; en vez de eso, solo hay el razonamiento superficial de los que quisieran que así fuera. Ninguna etapa de transición las ha conectado alguna vez con nada excepto con lo que esas formas eran: mamíferos pequeños semejantes a roedores.
Después en la lista que por lo general se acepta, con una laguna admitida de unos cuarenta millones de años, hay fósiles que se hallaron en Egipto y que fueron llamados egiptopiteco (Aegyptopithecus... simio egipcio). Se dice que esta criatura vivió unos treinta millones de años atrás. Revistas, periódicos y libros han presentado ilustraciones de esta criatura, con titulares como estos: “Criatura parecida a mono fue nuestro antepasado”(revista Time)(56). “Primate africano parecido a mono llamado antepasado común del hombre y de los antropoides” (periódico The New York Times)(57). “Egiptopiteco es un antepasado que compartimos con los antropoides vivos” (obra Origins [Orígenes])(58). Pero ¿dónde están los eslabones entre esta criatura y el roedor que vino antes de ella? ¿Dónde están los eslabones a lo que se coloca después de ella en el alineamiento evolutivo? No se ha hallado ninguno.
LA SUBIDA Y CAÍDA DE LOS “HOMBRES- MONOS”
Después de otra laguna también reconocida como grande en el registro fósil, se había presentado otra criatura fósil, como el primer simio parecido a un humano. Se dijo que había vivido unos catorce millones de años atrás, y fue llamado ramapiteco (Ramapithecus... el simio de Rama [Rama era un príncipe mítico de la India]). Hace aproximadamente medio siglo se hallaron fósiles de este animal en la India. De estos Fósiles se construyó una criatura parecida a un antropoide, erguida, plantada sobre dos extremidades. De esta criatura, Origins (Orígenes) declaró: “Hasta donde se puede decir al momento, el primer representante de la familia humana”(59).
¿Qué prueba fósil había para llegar a tal conclusión? La misma publicación dijo.”La prueba en cuanto a ramapiteco es considerable... aunque en términos absolutos sigue siendo atormentadoramente pequeña: fragmentos de la quijada superior y la inferior, más un conjunto de dientes”(60). ¿Cree usted que esto era “prueba” lo suficientemente “considerable” como para reconstruir a un “hombre-mono” erguido que fuera antecesor de los humanos? Sin embargo, los artistas dibujaron a esta criatura mayormente hipotética como un “hombre-mono”, y dibujos de esta criatura se generalizaron en la literatura evolucionista... ¡todo sobre la base de fragmentos de quijadas y unos dientes! Con todo, como informó el periódico The New York Times, por décadas ramapiteco “se mantuvo, con toda la seguridad que pudiera tener, en la base del árbol evolutivo humano”(61).
Sin embargo, ya eso no es así. Fósiles recientes y más complejos revelaron que ramapiteco tenía estrecho parecido a la familia actual de los antropoides. Debido a eso, la revista New Scientist declara ahora: “Ramapiteco no pudo haber sido el primer miembro de la línea humana”(62). Esta nueva información evocó la siguiente pregunta en la revista Natural History: “¿Cómo se metió ramapiteco, [...] reconstruido únicamente de unos dientes y quijadas -sin pelvis, huesos de extremidades ni cráneo conocidos- en esta procesión en marcha hacia el hombre?”(63). Es obvio que tiene que haber intervenido mucha ilusión en tal esfuerzo para hacer que la prueba dijera lo que no dice.
Hay otra laguna de enormes proporciones entre esa criatura y la siguiente que había sido puesta en la lista como antepasado de tipo “hombre-mono”. A esta última se llama australopiteco (Australopithecus... simio del sur). Fósiles de este se encontraron originalmente en el sur de África en los años veinte del pasado siglo. Tenía un cráneo pequeño como de antropoide y una quijada pesada, y lo representaron caminando sobre dos extremidades, encorvado, cubierto de pelo y con apariencia de antropoide. Se decía que había vivido unos tres o cuatro millones de años atrás. Con el tiempo llegó a ser aceptado por casi todos los evolucionistas como el antepasado del hombre.
Por ejemplo, el libro The Social Contract (El contrato social) Señaló: “Con una o dos excepciones, todos los investigadores competentes en este campo concuerdan ahora en que los australopitecinos [...] son verdaderos antecesores del hombre”(64). El periódico The New York Times declaró: “Fue australopiteco [...] el que con el tiempo evolucionó hasta Homo Sapiens, o el hombre moderno”(65). Y en Man, Time, and Fossils (El hombre, el tiempo y los fósiles) Ruth Moore dijo: “Toda la prueba indicaba que los hombres al fin habían encontrado a sus antecesores primitivos, que por mucho tiempo les habían sido desconocidos”. Declaró ella con énfasis. “La prueba era arrolladora [...] el fin se había encontrado el eslabón perdido”(66).
Pero cuando en realidad la prueba para algo es débil, o no existe, o se basa en puro engaño, tarde o temprano lo que se afirma queda en nada. Así ha sucedido en el caso de muchos ejemplos pasados de presuntos “hombres-monos”.
Así ha sucedido, también, con australopiteco. La investigación ha revelado que su cráneo “difería del de los humanos de más maneras que solamente su menor capacidad cerebral”(67). El anatomista Zuckrman escribió: “El cráneo australopitecino, al compararse con el cráneo humano y el cráneo símico [de antropoide], parece arrolladoramente símico... no humano. La proposición contraria pudiera igualarse a una afirmación de lo negro es blanco”(68). También dijo: “Nuestros descubrimientos dejan poca duda respecto a que [...] australopiteco no se parece a Homo Sapiens, sino a los monos y antropoides vivientes”(69). Donald Johanson también dijo: “Los australopitecinos [...] no eran hombres”(70). Richard Leakey también llamó “poco probable el que nuestros antecesores directos sean descendientes evolutivos de los australopitecinos”(71).
Si hoy hubiera de hallarse vivos a algunos australopitecinos, serían puestos en los jardines zoológicos con los demás antropoides, Nadie los llamaría “Hombres-monos”. Lo mismo es cierto de otros “primos” fósiles semejantes, como un tipo de australopitecino más pequeño llamado “Lucy”. De este espécimen Robert Jastrow dice: “Este cerebro no era grande en tamaño absoluto; tenía la tercera parte del tamaño de un cerebro humano”(72). Es obvio que este australopitecino era también sencillamente un “antropoide”. De hecho, la revista New Scientist dijo que “Lucy” tenía un cráneo “Muy parecido al de un chimpancé”(73).
Otro tipo fósil recibe el nombre de Homo erectus... hombre erguido. El tamaño y la forma de su cerebro sí caen dentro del alcance de las medidas inferiores del cerebro del hombre moderno. Además, la Encyclopoedia Británica declaró que “los huesos de las extremidades descubiertos hasta ahora no se han podido distinguir de los de H[omo] Sapiens”(74). Sin embargo, no está claro si era humano o no. Si lo era, entonces era simplemente una rama de la familia humana, y desapareció.
LA FAMILIA HUMANA
El hombre de Neandertal (llamado así por el distrito de Nearder, en Alemania, donde se halló el primer fósil) era indudablemente humano. Al principio se le pintó encorvado, con apariencia de estúpido, peludo y simiesco. Ahora se sabe que esta reconstrucción equivocada se basó en un esqueleto fósil que había sido malamente deformado por una enfermedad. Desde entonces se han hallado muchos fósiles de Neandertal, y estos confirman que no difería mucho de los humanos modernos. En su libro Ice (Hielo), Fred Hoyle declaró: “No hay prueba alguna de que el hombre de Neandertal fuera de manera alguna inferior a nosotros”(75). El resultado ha sido que dibujos recientes de los neandertaloides han adquirido una apariencia más moderna.
Otro tipo fósil que frecuentemente se menciona en la literatura científica es el del hombre de Cro-Magnon, o Cromañon. Fue llamado así por el lugar, en el sur de Francia, donde sus huesos fueron originalmente desenterrados. Estos especímenes “eran casi tan indistinguibles de los de hoy que hasta los más escépticos tuvieron que admitir que eran humanos”, dice el libro Lucy(76) .
Así, pues, hay clara indicación de que no existe fundamento para creer en “hombres-monos”. En vez de eso, los humanos tienen todas las señales de haber sido creados... separados y distintos de todo animal. Los humanos se reproducen solamente según su propio género. Hacen eso hoy, y siempre han hecho eso en el pasado. Cualesquiera criaturas simiescas que vivieran en el pasado eran precisamente eso -antropoides, o monos- no humanos. Y los fósiles de humanos antiguos que difieren ligeramente de los humanos de hoy simplemente demuestran variedades dentro de la familia humana, tal como hoy tenemos muchas variedades que viven lado a lado. Hay humanos de dos metros de estatura y hay pigmeos, con una variedad de tamaños y formas de esqueletos. Pero todas estas variedades pertenecen al mismo tipo o “género” humano, no a un “género” animal.
En una reseña de un libro sobre la evolución, el autor inglés Malcolm Muggeridge comentó acerca de la falta de prueba para la evolución. Señalo que, de todos modos, florecía el razonamiento superficial y sin riendas. Entonces dijo: “En comparación con eso, el relato de Génesis parece suficientemente serio, y por lo menos tiene el mérito de estar relacionado válidamente con lo que conocemos acerca de los seres humanos y su comportamiento”. Dijo que las alegaciones sin base de millones de años para la evolución del hombre “y saltos desenfrenados de cráneo a cráneo, no pueden menos que impresionar como pura fantasía al que no haya sido cautivado por el mito [evolucionista]. Muggeridge llegó a esta conclusión: “De seguro la posteridad quedará asombrada, y espero que en gran medida entretenida, por el hecho de que tal teorizar descuidado y no convincente hubiera cautivado con tanta facilidad mentes del siglo XX, y hubiera sido aplicado tan amplia e imprudentemente”(77).
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