El poema Rebelión de Vocablos pertenece al libro “Persuasión de los días”, escrito en 1942; en él encontramos a un Girondo que ha perdido su optimismo inicial y que se abre más al lector. A lo largo de toda su obra, el autor propugna la libertad absoluta como forma poética preferida, y este poema en concreto me parece buena muestra de ello. A través de su rebelión de vocablos, Girondo se rebela contra la tradición en general y contra la poesía tradicional en particular. Es interesante analizar en primer lugar la forma en detalle del poema, porque ésta pone de manifiesto su verdadero fondo.
Girondo nos presenta un poema formalmente perfecto, compuesto de 11 estrofas de versos heptasílabos. Se ajusta en todo a la rigidez del verso regular característico de la poesía clásica; esto es: isosilabismo, rima asonante constante incluso en el interior de los versos (donde la acentuación también está escrupulosamente cuidada), y pausas significativas manifestadas en comas (que individualizan a los vocablos y aportan ritmo marcial), y en los punto y coma, que culminan las estrofas. Una anáfora atípica al principio de cada estrofa (seguidos de, en pos de, rodeado de, en medio de...) libera al autor de la necesidad de intermedios y justifica la enumeración que fija el poema hasta la última estrofa. Cinco cuartetas enmarcan la composición (3 iniciales y 2 finales). La rima de éstas (abab) imprime un ritmo más pausado que el presente en el resto de estrofas interiores, de rima pareada (ggff). Para concluir, Girondo emplea una cuarteta “perfecta” de rima dddd que frena la rebelión. Por tanto, los 44 versos que componen el poema hacen gala de un formalismo exquisito, los vocablos se rebelan atándose en versos heptasílabos rimados, el autor juega con nosotros enseñándonos lo fácil que le resulta ajustarse a los vetustos moldes clásicos.
Atendiendo al contenido de los versos, rápidamente observamos que la primera frase se prolonga hasta el verso 41, pero sólo existe estructura gramatical en los versos iniciales de las estrofas y en la última, cuando aparece el poeta; el resto consiste en una enumeración abrumadora de palabras eruditas e inconexas, nombres comunes, propios y adjetivos que sirven para formar versos heptasílabos de sonoridad indiscutible, pero vacíos de contenido. Así, encontramos, por ejemplo, “padrenuestro” al lado de “dicterio” (dicho denigrativo que insulta y provoca) en el verso 4, pero esto se debe a la personificación de los vocablos (que se rebelan) y a su instrumentalización por parte del autor, que, al separarlos por comas unos de otros, los vacía de contenido y carga emotiva poniendo de manifiesto su mero valor de herramienta para el poeta. La primera frase consiste en la rebelión propiamente dicha, pero lo único con coherencia gramatical, el único fondo, es la rebelión en sí. Tanto el primer verso introductorio, como el principio de las siguientes estrofas dan sentido a la enumeración y personifican las palabras (“mientras llegan”, “y se acercan”), el resto sirve a Girondo para demostrarnos su absoluto dominio del lenguaje, no sólo en cuanto al formalismo del que hablábamos antes, sino también en cuanto a la complejidad de las palabras escogidas (somormujo, penates, sevicia, hierofante...). El verso 37 no presenta la ruptura característica de los demás versos iniciales (“en el mismo momento/ que...”), lo que podría denotar un momento álgido de la rebelión que el autor se ve forzado a frenar (“¡no quiero!”).
Considerando que Girondo calificó la métrica como “adminículo de tendero”, y la rima como “tambor indígena”, parece lógico que una rebelión para él tenga precisamente forma clásica; es su forma de manifestar su hastío de la tradición. Los vocablos se rebelan en un orden caótico de versos heptasílabos rimados que escapan momentáneamente a su control. El caos le desborda, pero en el verso 41 hace su aparición el poeta para decirnos que ese orden caótico no le sirve; prefiere el caos organizado. .....................................