Psicología
Psicología de la personalidad
TEMA 5
INVESTIGACIÓN EN PERSONALIDAD: LOS DATOS
Desde la conceptualización de la personalidad como constructo, elaborado a partir de la observación de una serie de regularidades en la conducta, se afirma que en el proceso de categorización el “observador” se guía por la conducta y demás notas distintivas del “actor”.
Sin embargo, la investigación desarrollada en contextos diversos apunta con frecuencia a la posible incidencia en el proceso de categorización de factores propios del “observador-categorizador”, junto a las características propias del “actor”.
A partir de estos resultados iniciales, se ha generado un extenso programa de investigación, encaminada a analizar en base a qué elementos y/o procesos es modulada la información procedente del “actor” y, en segundo lugar, en qué punto del proceso de categorización se produce tal modulación.
Planteamiento de la cuestión: Evidencia
Cuando hablamos de la personalidad de un individuo concreto, podemos estar basándonos en 3 tipos de datos:
Informes que, sobre su conducta, nos proporciona el propio sujeto.
Informes aportados por una persona que observa la conducta del individuo en cuestión.
La observación directa de su conducta.
El empleo prevalente de datos “informados” se apoya en la creencia de que los mismos traducen fielmente la conducta y demás características definitorias del individuo en estudio. Si este supuesto es justificable, cabría esperar un notable acuerdo entre los datos de personalidad aportados por las distintas fuentes. Sin embargo, las investigaciones sobre este punto suelen indicar algo bastante distinto.
El grado de acuerdo sobre la estructura de la personalidad tiende a ser mayor cuando los datos proceden de informes, que cuando proceden de la observación directa de la conducta.
La correlación entre “datos informados” y “datos de conducta” tiende a ser pobre.
Para dar cuenta de estos resultados discrepantes se apela a la incidencia de ciertos sesgos cognitivos existentes en la fuente de los datos “informados”. Los datos de personalidad traducen características reales del sujeto evaluado, pero filtradas por determinados esquemas y disposiciones interpretativas existentes en el observador-evaluador. Esta argumentación se apoya en una serie de datos:
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Investigaciones clásicas indican que la estructura de personalidad que arrojan las evaluaciones realizadas sobre personas que el evaluador conoce bien, es muy parecida a la generada a partir de evaluaciones sobre personas no-conocidas o sobre “modelos estereotipados”. La interpretación de estos resultados viene a señalar que los datos habitualmente empleados en la investigación en personalidad (“datos informados”) son en mayor parte fruto de características del “observador” que del “actor”. No obstante, es preciso modular esta interpretación con la evidencia aportada por estudios como el de Hampson, en los que se demuestra el efecto que, sobre la formación de impresiones sobre la otra persona, ejerce el incremento en familiaridad y conocimiento entre observador y actor (la imagen que nos hacemos sobre otra persona cambia a medida que alcanzamos mayor conocimiento sobre ella). Ponderando la contribución de unos aspectos y otros, se señala en este ámbito la mayor prevalencia de los factores del observador, cuando la información se posee sobre el sujeto es escasa o ambigua; la hipótesis se invierte a medida que se incrementa el conocimiento sobre el actor.
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Un segundo tipo de resultados a tener en cuenta se refiere a la convergencia entre las configuraciones factoriales procedentes de 2 tipos de datos: por un lado, del análisis de las relaciones existentes entre las palabras empleadas para describir la personalidad y, por otra parte, del análisis de las valoraciones de personas.
Estrategia operativa:
Pedir a una muestra de sujetos que analicen el grado de similaridad semántica existente entre una serie de adjetivos descriptivos de modos de conducta
Se solicita a los sujetos que se valoren a sí mismos, o a otra persona, con los mismos adjetivos.
Contrastar las estructuras factoriales procedentes de ambos conjuntos de datos.
Siguiendo esta estrategia, se ha encontrado con frecuencia que la estructura factorial procedente del análisis semántico de los términos descriptivos de conducta es prácticamente idéntica a la estructura factorial procedente de la valoración de las personas. La convergencia factorial hace sospechar que, tal vez, los datos a partir de los que afirmamos una determinada estructura de personalidad, no reflejan otra cosa que las relaciones semánticas existentes entre los términos empleados para describir la conducta y las personas. De nuevo los datos de personalidad reflejarían no sólo características presentes en el individuo evaluado, sino también el influjo de las relaciones conceptuales que el observador-evaluador entiende que existen entre los términos descriptivos de la conducta y personalidad.
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Otros resultados provienen de las investigaciones llevadas a cabo en el contexto de lo que se conoce como “teoría implícita de personalidad”. El supuesto básico de la “teoría implícita de personalidad” hace referencia a las creencias y expectativas que tiene cada persona sobre qué características definitorias de la personalidad están asociadas y cuáles no. En distintas investigaciones se ha contrastado el patrón de asociaciones existente entre los componentes de la “teoría implícita de personalidad” y el patrón de correlaciones que arroja la valoración directa de personas en esos mismos componentes. Este tipo de contrastes indica una notable similaridad entre las configuraciones factoriales, estructuras de personalidad propiciadas en uno u otro tipo de análisis.
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En los estudios que hacen referencia a la memoria sobre ocurrencia de fenómenos, se presentan al sujeto una serie de fenómenos (p. ej., modos específicos de conducta) y se le solicita que juzgue el grado en que tales fenómenos ocurren juntos, en su vida o en la de las personas en general. En una segunda muestra, se toman datos relativos a la similaridad significativa de tales fenómenos. El resultado más frecuente indica que el juicio de las personas sobre la co-ocurrencia de dos fenómenos parece estar influido tanto por la similaridad en el significado de éstos como por la frecuencia real de co-ocurrencia de los fenómenos en cuestión.
Trasladándonos a los datos sobre personalidad, si se recuerda una característica definitoria de un individuo, es muy posible que se intente inferir otras, simplemente porque se espera que éstas ocurran junto a aquélla.
En definitiva, la evidencia parece indicar que los datos sobre personalidad (juicios sobre la conducta, en mayor medida que observaciones directa de la conducta) pueden estar mediados por una serie de procesos y disposiciones cognitivas existentes en la fuente de los datos (observador-evaluador). En consecuencia, parecería conveniente tomar en consideración la naturaleza y funcionamiento de tales disposiciones interpretativas, que pudieran estar sesgando las inferencias sobre la personalidad alejándolas de la conducta observada.
Disposiciones cognitivas: Origen y naturaleza
La evidencia anteriormente presentada parece sugerir dos cosas:
La existencia en todo individuo de un conjunto de expectativas y creencias, relativas al concepto, estructura y funcionamiento de la personalidad.
Los datos considerados sugieren que este marco de referencia subjetivo (expectativas, creencias...) pueden estar mediando la información que el individuo suministra sobre la personalidad y conducta, propios o de otras personas.
Las características concretas de la situación pueden genera en el individuo expectativas específicas que condicionan la percepción e inferencias que puedan hacer sobre sí mismo u otra persona. Por otra parte, el conjunto de expectativas e ideas preconcebidas que el individuo lleva a la situación tiene mucho que ver con sus experiencias y, en general, con su particular historia de desarrollo.
Sin embargo, junto a estos dos factores etiológicos, se ha señalado en ocasiones la presencia de determinados mecanismos interpretativos de la conducta, que comparten todos los miembros de nuestro entorno cultural. En último término, nuestra experiencia personal y las características específicas de la situación vendrían a reforzar y/o matizar la utilidad y relevancia de estos mecanismos generales de interpretación.
Mecanismos interpretativos generales
En cualquier cultura se pueden encontrar una serie de mecanismos de interpretación entre los que destacarían:
Interpretaciones conscientes versus mecanismos inconscientes, automatizados: La gran mayoría de lo que en nuestra vida consideramos como “hechos objetivos” es, en verdad, producto de manipulaciones interpretativas. La mayor parte de estas manipulaciones escapan frecuentemente a nuestra conciencia. Ichheiser matiza este hecho en los siguientes datos:
En la formación de impresiones sobre la personalidad, tales interpretaciones inconscientes, automatizadas e irracionales, desempeñan un papel mucho más importante que los contenidos conscientes y atencionales.
Incluso cuando parecemos aceptar que nuestra conducta está guiada por interpretaciones racionales e intencionales, tales mecanismos interpretativos son, con frecuencia, inefectivos y los mecanismos irracionales de interpretación y modulación de la realidad siguen siendo prevalentes.
Mecanismos individuales de interpretación versus mecanismos colectivos: Aun cuando, en ocasiones, nuestra conducta parezca guiada por marcos de referencia individuales, la expresión concreta de tales esquemas puede estar modulada por patrones conceptuales y afectivos dominantes en el contexto cultural en el que el individuo se inserta.
Interpretaciones “en principio” versus interpretaciones “de hecho”: Los dos tipos de interpretaciones pueden subsistir; no obstante, los segundos parecen mucho más efectivos como marco rector de la conducta.
Mecanismos primarios de interpretación versus mecanismos secundarios: Los primeros modulan nuestra experiencia, mientras que los segundos impiden que seamos conscientes de que en tal modulación cognitivo-afectiva de la experiencia somos víctimas de mecanismos de interpretación preexistentes, cuyo funcionamiento escapa a la conciencia.
Incidencia sobre los datos de personalidad: sesgos resultantes
Tres mecanismos inductores de error:
Tendencia a sobreestimar la unidad de la personalidad: Esta tendencia está a la base de la “ilusión de consistencia” con que consideramos la conducta propia y la de otras personas. Se pueden citar varios factores preservantes de la “ilusión de consistencia” propiciada por la supuesta unidad de la personalidad:
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Habitualmente observamos a los demás, aproximadamente, en las mismas situaciones y en el desempeño de roles determinados. Estas circunstancias, con frecuencia, pueden hacernos creer que el perfil de personalidad elaborado a partir de esos datos concretos es el único o al menos el más importante.
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En nuestro contacto con otra persona cada uno se constituye en un elemento fijo de la situación para la otra persona, acentuándose de esta manera la restricción en la gama de situaciones diferentes en que podríamos observar la conducta de la persona “categorizada”. No hay que olvidar el valor condicionante, por sus posibilidades para guiar la conducta adaptativa de la otra persona, de las expectativas generadas en ésta, a partir del conocimiento de la imagen que ha creado en el individuo “categorizador”
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Incluso en aquellas circunstancias en que la evidencia no cosistente con la “imagen creada” es tan fuerte que pueda obligarnos a modificar nuestro marco de referencia en relación a la otra persona, parece que tal cambio afecta principalmente a las interpretaciones conscientes “en principio”, permaneciendo prácticamente intactas las interpretaciones “de hecho”, que discurren por niveles que habitualmente escapan a la conciencia.
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Tendencia a sobreestimar los factores personales y a subestimar los factores situacionales: En la determinación de la conducta intervienen, al menos, dos grandes conjuntos de factores: por una parte, factores personales, aspectos en los que difieren los individuos y, por otro lado, factores pertinentes más propiamente a la situación en que se desenvuelve la conducta. ¿Cuál de los 2 bloques de elementos es más importante en la determinación de la conducta? La postura hoy parece centrada en la consideración de la irrelevancia e inoperancia de tal cuestión, a partir del entendimiento del efecto conjunto de ambos tipos de elementos sobre la conducta. Habrá que considerar el grado de estructura/ambigüedad de las características de la situación.
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Que la conducta bajo consideración pertenezca al propio sujeto que emite el juicio, o bien a otra persona distinta.
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Que dicha conducta sea positiva o negativamente evaluada por el individuo, su grupo de referencia o la sociedad.
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Parece que los individuos difieren unos de otros en la tendencia a adscribir las causas de la conducta, propia o ajena, a factores personales o situacionales, en base a elementos, como por ejemplo: historia del desarrollo del individuo; tipo de tarea o conducta a categorizar; edad; características concretas de la situación; elementos peculiares del entorno sociocultural que rodea al individuo.
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Éxito o fracaso como posible fuente de sesgo: Aparentemente tomamos en consideración a las demás personas en base a las características objetivas que la definen y diferencian. Se supone, en principio, que analizamos la conducta de los demás en términos de las variables que realmente la guían. Sin embargo, “en la práctica”, tales apreciaciones sobre las demás personas y sus conductas, parecen guiadas más bien por el balance éxito-fracaso que estimamos caracteriza a la persona bajo análisis.
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El escenario de conducta humana es eminentemente social;
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El desarrollo y adaptación dependen en gran parte de la capacidad para predecir y anticipar la conducta de los demás.
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A esta finalidad contribuye decisivamente el modo en que categorizamos a las otras personas y a nosotros mismos.
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Podría ser desastroso que para hacer cualquier inferencia sobre la personalidad, fuera preciso conocer previamente todas las características y patrones de conducta que definen al individuo.
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Los sujetos en la condición de “formación de impresiones”, sistemáticamente recuerdan mayor cantidad de estímulos-información que los sujetos en la condición de “memorización”.
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En ambas condiciones los sujetos aparentemente intenta organizar el material estimular. Los datos de la condición “formación de impresiones” parecen sugerir que en estas condiciones se activan ciertos esquemas relevantes para la personalidad. Estos esquemas servirían de guía en la codificación y organización de la información disponible.
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Los esquemas empleados por los sujetos en la “formación de impresiones” proporcionan un marco organizacional más efectivo que las reglas de memoria puestas en juego por los sujetos en la condición de “memorización”.
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El TR (tiempo emitido para emitir el juicio) tiende a ser más corto, cuando lo que se valora es una característica “específica”, que cuando la característica es “abstracta”.
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En estas circunstancias, la medida de TR no se ve afectada por la cantidad de información adicional sobre detalles concretos de conducta de la persona evaluada que se ofrezca al evaluador.
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Cuando la característica a evaluar es “abstracta”, el TR es función directa de la cantidad de información adicional presentada al evaluador.
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El grado de similaridad conceptual parece mayor entre los contenidos de las “impresiones generalizadas” y los de las características “específicas”, que entre aquéllos y los de las características “abstractas” de personalidad.
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A medida que nos alejamos de los datos directos de conducta, los datos de personalidad van reflejando en mayor grado ideas generalizadas sobre la personalidad existentes en la sociedad.
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La incidencia de este marco de referencia cognitivo parece más clara en los primeros estadios del proceso de inferencia (selección, organización y almacenamiento de la información que se recibe sobre la persona a evaluar). Esta incidencia parece modulada por otra serie de elementos (naturaleza de las características a evaluar) en la fase terminal del proceso inferencial.
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No queda suficientemente explicado el puente de unión entre las dos líneas de investigación apuntadas.
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El ser humano, en cuanto tal, es superior a la suma de sus partes.
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La existencia humana se realiza necesariamente en un contexto interpersonal.
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El ser humano está presente a sí mismo en términos de una experiencia interior indeclinable.
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Al hombre le compete esencialmente la decisión.
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La conducta humana es intencional.
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El individuo percibe sus experiencias como una realidad. Su experiencia es su realidad. En consecuencia, el niño tiene más conciencia de su propia realidad que cualquier otro.
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Posee la tendencia inherente a actualizar su organismo, es decir, a desarrollar todas sus capacidades de modo que le sirvan para mantenerse y expandirse.
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El niño interactúa con su realidad en términos de esta tendencia. Su conducta es el intento del organismo, dirigido a un fin, para satisfacer la necesidad de actualización en el marco de la realidad, tal como el sujeto la percibe. Es la realidad percibida la que regula la conducta, más que el estímulo o realidad objetiva.
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En esta interacción el individuo se comporta como un todo organizado.
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Desde su infancia, el sujeto desarrolla un proceso organísmico de evaluación que tiene como criterio la necesidad de actualización. Las experiencias que son percibidas como satisfactorias de esta necesidad se valorarán positivamente y las no percibidas como satisfactorias, negativamente.
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En consecuencia, el niño evitará las experiencias valoradas negativamente y se aproximará a las positivas.
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Corolario de construcción: Una persona anticipa los acontecimientos construyendo sus réplicas. “Réplica” se refiere al concepto habitual en Psicología Experimental, es decir, un experimento análogo a otro anterior que trata de verificar sus resultados. Mediante réplicas, las personas anticipan los acontecimientos. Ello implica un proceso de construcción, es decir, de interpretación activa de los acontecimientos. Al enfrentarse a los fenómenos externos, las personas llevan a cabo procesos de abstracción mediante los cuales encuentran en aquéllos un cierto orden y una cierta lógica. Solamente cuando se ha dotado a los acontecimientos de ciertos principios, cuando se les ha encontrado una significación y una regularidad, es posible reducirlos y anticiparlos.
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Corolario de individualidad: Las personas difieren unas de otras por el modo en que construyen los acontecimientos. La base de las diferencias individuales estriba en los procesos de construcción (carácter fenomenológico de la teoría). Dos personas con historias similares pueden tener procesos psicológicos distintos, y a la vez una cierta similaridad en la construcción asegura una semejanza en otros procesos psicológicos aun con historias personales dispares.
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Corolario de organización: Los diferentes constructos individuales se encuentran estructuralmente organizados en un sistema ordenado cuyo objetivo es evitar predicciones contradictorias. Cada persona desarrolla, de modo característico y con arreglo a su conveniencia, un sistema de constructos que implica relaciones ordinales entre ellos. Las diferencias individuales no dependen sólo de las diferentes construcciones de los acontecimientos, sino también de la organización y del orden entre los constructos. La estructura del sistema de constructos tiene como función evitar el conflicto que podría crearse si de dos constructos diferentes se desprende anticipaciones y predicciones contradictorias sobre un mismo suceso. La estructura jerárquica del sistema y las relaciones ordinales entre sus elementos organizan y establecen prioridades entre los mismos.
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Corolario de dicotomía: El sistema de constructos de una persona se compone de un número limitado de constructos dicotómicos. Nuestros modos de ver la realidad se estructuran alrededor de ciertos ejes que son bipolares: uno de los polos, llamado polo nominal o de semejanza, implica siempre la semejanza entre dos elementos al menos; el otro, polo de contraste, sirve de opuesto o negativo de aquél. Según Kelly, toda la estructura del sistema cognitivo se presta al análisis matemático binario. Existen constructos que aparentemente caen fuera de esta regla del corolario de dicotomía; p. ej., en el concepto de self no se ve claramente ningún polo de contraste. Cuando en un constructo sólo se conoce el polo nominal, se habla de “constructo sumergido”. El concepto de rojo, por ejemplo, puede tener como opuesto su color complementario, verde, o cualquier otro color distinto del rojo. La tarea del investigador será elicitar la expresión verbal de ambos polos con el fin de identificar la dimensión personal completa del sujeto.
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Corolario de elección: Si la misión del sistema de constructos como un todo es anticipar y predecir acontecimientos (postulado fundamental) y si todo el elemento del sistema consta de dos polos (corolario de dicotomía), en la predicción de acontecimientos utilizaremos aquel polo de cada constructo que nos sirva mejor para predecir. La ganancia en predicción viene expresada por el concepto de elaboración del sistema. Esta elaboración posee dos posibilidades distintas: la extensión o la definición. En el primer caso, la elaboración se consigue por vía de ampliar el sistema de modo que abarque un mayor número de fenómenos. En el segundo, la elaboración implica una precisión mayor como si se fuese afinando en las predicciones de modo que cada vez se predijera mejor el número reducido de sucesos. En el primer caso, la ganancia en extensión tiene la contrapartida de un mayor riesgo de error; en el segundo, la precisión predictiva supone la limitación en el número de fenómenos que abarca. En función del sistema total de constructos, el individuo arriesgado irá elaborando hacia una mayor extensión y el precavido hacia una definición. El concepto de elección, parece remitir, por otro lado, a una intención por parte del individuo.
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Corolario de aplicación o ámbito: Los constructos tienen siempre un ámbito de aplicación determinado, más allá del cual no son útiles, y un centro de conveniencia, referido a aquellos aspectos para los cuales son especialmente adecuados. Los constructos no son más que herramientas de trabajo que se mantienen o cambian en función de su utilidad.
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Corolario de experiencia: El sistema de constructos de una persona varía con la construcción sucesiva de réplicas de los acontecimientos. Las personas vamos modificando nuestros puntos de vista tras la elaboración, abstracción e interpretación de los acontecimientos; es nuestra construcción de los hechos y no la mera exposición a los mismos, lo que va modificando nuestro sistema.
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Corolario de modulación: La variación del sistema de constructos está limitada por la permeabilidad de los constructos dentro de cuyo rango de conveniencia caen las variantes. El aprendizaje está limitado por el sistema total de constructos personales. En la medida en que una persona posea esquemas o categorías cognitivas que le permitan enfrentarse adecuadamente a su entorno, no va a estar tan expuesta a la totalidad del input sensorial que le llega constantemente; pero eso también supone que la posibilidad de aprender de la experiencia y por tanto de modificar el sistema dependerá de las características de aquél, y muy especialmente de su permeabilidad. Un constructo es permeable si admite nuevos elementos en su ámbito de conveniencia, lo que supone la capacidad de añadir de modo discriminado experiencias nuevas a las que ya abarca. Para que pueda darse este cambio es necesario que exista un constructo, superior jerárquicamente a los anteriores, que sea suficientemente permeable como para permitir los cambios sin que se desorganice el sistema total.
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Corolario de fragmentación: Una persona puede emplear sucesivamente una variedad de subsistemas de constructos que inferencialmente son incompatibles entre sí, pudiendo ser integrados a un nivel superior.
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Corolario de comunalidad: Hasta el punto en que una persona emplee una construcción de la experiencia similar a la de otra, sus procesos psicológicos serán similares a los de aquélla. Por el contrario, la semejanza en la historia pasada no tiene por qué asegurar comunalidad en los procesos psicológicos si la construcción de esa historia ha sido distinta. Una base cultural común, a través de las normas y roles sociales, asegura una cierta semejanza en los procesos psicológicos. Por eso, los instrumentos que evalúan los constructos personales encuentran, además de los constructos idiosincráticos, un número de constructos compartidos por los miembros de una misma cultura.
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Corolario de socialidad: Para desempeñar un papel importante en relación con una persona hay que entender su modo de ver las cosas. La capacidad de anticipar correctamente los constructos ajenos es esencial para ciertas profesiones, como por ejemplo la psicoterapia. Es difícil entenderse si no existe algún tipo de comunalidad en los procesos psicológicos de los individuos.
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Paralela: cuando cada polo de un constructo implica el correspondiente de otro.
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Recíproca: igual que la anterior pero también a la inversa. Los 2 constructos son funcionalmente equivalentes.
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Ortogonal: cuando A implica B, pero A no implica B (ansioso supone poco perceptivo, pero no ansioso no necesariamente implica perceptivo).
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Ambiguo: cuando A o A implica B o B; se emplea una misma etiqueta para referirse a constructos diferentes.
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Los rasgos se pueden entender como etiquetas verbales, que hacen referencia a las diferencias de comportamiento que presentan los individuos. El rasgo es la categorización de tales diferencias.
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El rasgo es un constructo teórico, una abstracción que realizamos a partir de y para justificar las consistencias, regularidades, que observamos en el comportamiento.
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Tanto la 1ª como la 2ª acepción asumen que el rasgo es una categoría descriptiva elaborada a partir de la observación de la conducta del individuo.
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Según Allport, los rasgos se conceptualizan como características, cualidades o procesos fundamentales que existen en las personas.
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qué hace o qué le gusta hacer;
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cómo hace las cosas (habilidad, esfuerzo, etc;
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cuál es el estilo con que hace las cosas (con tacto, impulsividad, etc.)
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Los movimientos expresivos que tienen poco o ningún valor adaptativo y que confieren una forma peculiar a la conducta del sujeto.
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Las expresiones emocionales anormalmente frecuentes y que proporcionan indicios a partir de los cuales inferir rasgos de personalidad.
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Los grupos de los que la persona es miembro. La cultura del grupo afecta la personalidad de cada miembro en direcciones similares, haciendo a los miembros más semejantes.
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Cuando hablamos de “rasgos” es preciso recordar que estamos haciendo referencia a categorías descriptivas, inferidas de la observación de patrones regulares de conducta. En consecuencia, resulta impropio afirmar que el rasgo “causa”, en sentido estricto, la conducta del individuo.
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La conducta se entiende como función de la adecuada combinación de funciones y procesos psicobiológicos, por un lado, y características del contexto en que se desarrolla la conducta, por otro.
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El “rasgo” será útil para el entendimiento y predicción de la conducta, en la medida en que en su conceptualización queden explicitados dos extremos: qué funciones y/o procesos psicobiológicos están a la base de la conducta, que el rasgo representa y, por otra parte, en qué circunstancias tales procesos y/o funciones entran en acción.
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Lo que se pretende es el estudio y comprensión del individuo como totalidad integrada
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El entendimiento de cualquier aspecto puntual deriva del análisis de su significación en la organización activa, que define la personalidad de cada individuo.
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El componente adaptativo es deliberado y específicamente motivado, el componente expresivo.
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El componente adaptativo está fuertemente ligado a las presiones del contexto espacio-temporal; el componente expresivo, en cambio, parece conectado en mayor medida a la estructura personal.
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El componente adaptativo es esencialmente propositivo, está dirigido a solucionar problemas; la dimensión expresiva no tiene, en principio, ningún propósito.
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El componente adaptativo es consciente; la dimensión expresiva de la conducta discurre por debajo del umbral de conciencia.
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Percepción de la realidad corporal: Sentido del propio cuerpo como realidad diferenciada. A este desarrollo contribuyen, tanto la repetición de sensaciones orgánicas, como el contacto con la realidad exterior al propio cuerpo.
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Identidad: Desarrollo del sentido de sí mismo, como algo continuo, que se convierte en marco de referencia desde el que integrar las experiencias cambiantes. En los primeros estadios del desarrollo, la percepción de sí mismo como algo estable parece estrechamente asociada al nombre, con que se nos diferencia e identifica dentro de un grupo social; el nombre se convierte en símbolo de la propia identidad.
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Autoestima: El sentido de “autonomía”, la percepción de sí mismo como organismo activo, con capacidad para incidir sobre el ambiente y no sólo como receptor de sus presiones. El ejercicio de la creencia en la propia autonomía supone el desarrollo de una serie de condiciones de autovaloración. El proceso de diferenciación individual sigue adelante, en la medida en que el individuo se percibe a sí mismo como poseedor de potencialidad de conducta.
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Extensión del Yo: Uno de los aspectos que más claramente diferencia al niño del adulto, es el rango de intereses que les caracteriza. En el curso del desarrollo se van integrando en el concepto de sí mismo, aquellos elementos que se poseen, por lo que nos interesamos y con los que nos identificamos.
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Imagen de sí mismo: Valoración global que uno hace de sí mismo, a partir del contraste entre la propia conducta y la valoración que los demás hacen de la misma. El desarrollo del “propium” supone un proceso de constante equilibración entre la necesidad de autoexpresión y las limitaciones que a tal fin pone la realidad.
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Racionalidad: En paralelo con el desarrollo intelectual, se acrecienta la percepción de sí mimo como solucionador de problemas. A los 3 años de vida, se dice que se está gestando la capacidad para conducirse autónomamente. El negativismo y los inicios de conducta competitiva son expresiones comunes de la creencia que el niño desarrolla en su capacidad de hacer. La maduración intelectual va a extender notablemente las posibilidades de conducta, cuando el individuo se percibe a sí mismo como capaz de pensar, de emplear diversas estrategias para solucionar problemas, que él mismo general, o que la realidad le plantea.
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El sí mismo intencional: Focalización de la conducta en unos objetivos.
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Características persistentes de la personalidad
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Defensas y modos de disimulación usados por el individuo; grado en que se manifiesta.
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Modo en que se percibe la situación presente y relación de esta situación con él.
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Qué requiere de él la tarea del momento y qué puede esperarse de él respecto a esta tarea.
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Reconocer la contemporaneidad de las motivaciones.
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Asumir la naturaleza multideterminada de la conducta, amplitud y diversidad del repertorio de motivos.
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Reivindicar la naturaleza y función dinámicas de los procesos cognitivos; la conducta es esencialmente intencional, orientada al futuro.
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Permitir integrar en el esquema motivacional general, la singularidad de los motivos que guían la conducta de cada individuo.
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Los determinantes de la conducta están situados en el mismo plano temporal en que aquélla tiene lugar; la relación con el pasado es histórica, pero no necesariamente funcional.
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En la explicación de la conducta, en sí misma, puede ser fuente motivacional; la conducta puede llegar a convertirse, en el curso del desarrollo, en fuerza motivacional en sí misma.
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Rasgos aptitudinales: Patrón de recursos de que dispone el individuo, para hacer frente a la situación y solucionar los problemas que la misma le plantea.
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Rasgos temperamentales: Traducen qué hace el individuo y cómo lo hace. Se recogen aquí todos aquellos aspectos que definen de modo peculiar el comportamiento de cada individuo. No se trataría ya de la capacidad para desarrollar determinada conducta o de la calidad de la misma, sino del modo y estilo peculiar con que se comporta.
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Rasgos dinámicos: Hacen referencia a la base motivacional de la conducta. Se intenta dar cuenta de porqué el individuo hace lo que hace, en el supuesto de que tiene ciertas capacidades.
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Comunalidad: Si el rasgo es aplicable a la mayor parte de la población, se hablaría de rasgos comunes; mientras que si es aplicable a sólo un individuo, se hablaría de rasgos únicos.
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Origen: Cuando el patrón de conducta se supone asociado a condiciones existentes en el organismo, se hablaría de rasgos constitucionales; en cambio, cuando el patrón de conducta se supone asociado en mayor grado a condiciones externas, se hablaría de rasgos ambientales.
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Significación: En los rasgos superficiales, el rasgo traduce la presencia de conductas que suelen aparecer juntas en diversas ocasiones, aunque no siempre convaríen; los rasgos causales vienen definidos por los focos de covariación existentes entre las conductas constitutivas del rasgo superficial, dando cuenta de las regularidades de la conducta.
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La distorsión deliberada: Se produce cuando el sujeto piensa que la prueba no se hace para su propio interés. Ej.: selección profesional.
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La deseabilidad social: Se trata de la forma más común de autoengaño que tiende a producir una gama especial de respuestas, en base a su grado de deseabilidad social. Deberíamos procurar eliminarlo.
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Aquiescencia: Tendencia a estar de acuerdo con los elementos, haciendo abstracción de su contenido. Como en el caso anterior, si queremos medir cualquier otra variable, hemos de eliminarla, sin olvidar que la aquiescencia, como rasgo de personalidad, es interesante en sí misma. Al construir las escalas, es habitual resolver esta dificultad ordenando los elementos, de forma que haya un número igual de elementos marcados con “SI”, y de elementos marcados con “NO”.
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Exvía: Sociable, surgente, emprendedor, dependiente; es decir, extraversión.
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Ansiedad: Porca fuerza del yo, tímido, suspicaz, propenso a la culpabilidad, sentimiento propio bajo, tenso.
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Cortertia: Insociable, insensible, astuto.
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Independencia: Surgente, dominante, emprendedor, desentendido, suspicaz
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Discreción: Astuto, sociable.
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Subjetividad: Desentendido, radical.
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Inteligencia: Inteligencia
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Buena educación: Superyó, sumiso, desurgente, sentimiento propio.
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Alfa o componente “ello”: Se corresponde con el concepto psicoanalítico del ello, aunque se define como un ello consciente. Abarca la mayor parte de aquellas manifestaciones que expresan un “yo deseo” o “yo quiero”, sin sufrir limitaciones del mundo exterior.
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Beta o componente del “yo”: Componente del interés consciente e integrado. Se corresponde con el yo freudiano. Muestra que el interés ha sido madurado y contrastado con la realidad.
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Gamma o componente del “superyó”: Abarcaría las expresiones del tipo “yo desearía estar interesado en...”; se identifica con el superyó freudiano.
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Delta o expresión de necesidades fisiológicas: Componente de naturaleza casi enteramente fisiológica. Saturan en él la TA, la RPG y la rapidez en la toma de decisiones. Cattell sugiere que este factor podría ser el ello inconsciente.
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Épsilon o complejos reprimidos: Este componente podría ser un factor de conflicto inconsciente, derivado de anteriores fijaciones y experiencias.
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Componente integrado del interés: En este factor saturan los componentes motivacionales del yo (beta) y del superyó (gamma), y es en gran parte consciente.
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Componente no-integrado del interés: En este factor saturan los componentes motivacionales del ello (alfa), de reacciones fisiológicas (delta), y de los complejos reprimidos (épsilon), y es en gran parte inconsciente.
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La propuesta de un esquema dimensional para el análisis de las diferencias individuales, que proporciona mayor flexibilidad al describir y clasificar a los individuos, ya que cada persona viene definida por el nivel relativo que presenta en cada uno de los vectores que delimitan el cuadrante en cuestión.
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La naturaleza misma de las dimensiones que sugiere. Cabe señalar, por un lado, la proximidad existente entre el continuo “estable-inestable” y la dimensión “introversión-extroversión”; en ambos casos se hace referencia a las diferencias existentes entre las personas en la estabilidad-alternancia de los estados emocionales y en el control que poseen sobre los mismos. Por otro lado, se puede adelantar el carácter nuclear de esta dimensión para el estudio de las diferencias individuales.
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las diferencias individuales se pueden describir en base a dos dimensiones principales: Neuroticismo y Extraversión.
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Estas dimensiones son independientes entre sí.
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Un número de ítems razonablemente pequeño
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Una fiabilidad razonablemente alta
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Independencia estadística de las escalas
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Que sea igualmente discriminativo en hombres y mujeres.
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Que exista una correlación razonablemente alta entre la nueva escala de neuroticismo y la escala C, y entre la nueva escala de extraversión y la escala R.
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El AF de los datos indica la presencia de 2 factores claramente definidos: Extraversión (E) y Neuroticismo (N)
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Los coeficientes de fiabilidad fueron: Escala de Neuroticismo: 0.88; Escala de Extraversión: 0.83
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Las nuevas escalas correlacionan altamente con sus correspondientes originarias
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La escalas (N/E) parecen aceptablemente independientes.
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En el planteamiento de Eysenck, se habla de excitación y/o inhibición, referidas a la actividad de los procesos corticales. Lo que diferencia a una persona extravertida de otra introvertida es el nivel general de alertamiento cortical que les caracteriza, que refleja el grado de facilidad con que se establecen conexiones nerviosas y se transmiten los impulsos nerviosos.
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Estos dos niveles de actividad (cortical-conductual) no necesariamente guardan una relación positiva entre ellos, sino que, más bien, parecen estar inversamente relacionados. Una de las principales funciones del córtex es controlar la actividad de los centros subcorticales; de forma que un elevado nivel de actividad cortical puede conducir a una reducida actividad de los centros nerviosos subcorticales, dando lugar a conducta manifiesta inhibida. A la inversa, un estado de fuerte inhibición cortical puede traducirse en un elevado nivel de activación de los centros nerviosos y estructuras subcorticales, pudiendo dar lugar a conducta manifiesta excitada.
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Postulado de las diferencia individuales: Los seres humanos difieren con respecto a la velocidad con que se producen la excitación e inhibición, la fuerza de la excitación e inhibición producidas, y la velocidad con que la inhibición se disipa. Estas diferencias son propiedades de las estructuras físicas implicadas en la formación de conexiones E-R.
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Postulado tipológico: Los individuos cuyo potencial excitatorio se genera lentamente y cuyos potenciales excitatorios así generados son relativamente débiles, están por ello predispuestos a desarrollar patrones de conducta extravertida y a desarrollar desórdenes histérico-psicopáticos en caso de neurosis; los individuos, cuyo potencial excitatorio se genera rápidamente y cuyos potenciales excitatorios así generados son fuertes, están por ello predispuestos a desarrollar patrones de conducta introvertida y a desarrollar desórdenes distímicos en caso de neurosis. De igual manera, los individuos, en los que la inhibición reactiva se desarrolla rápidamente, en los que general fuertes inhibiciones reactivas, y en los que la inhibición reactiva se disipa lentamente, están por ello predispuestos a desarrollar patrones de conducta extravertida y a desarrollar desórdenes histérico-psicopáticos en caso de neurosis; por el contrario, los individuos en los que la inhibición reactiva se desarrolla lentamente, en quienes se desarrollan débiles inhibiciones reactivas y en los que la inhibición reactiva se disipa rápidamente, están por ello predispuestos a desarrollar patrones de conducta introvertida y a desarrollar desórdenes distímicos en caso de neurosis.
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La excitación cortical actúa como amplificador de la estimulación; a mayor excitación cortical, mayor sensibilidad;
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La relación entre nivel de arousal y tono hedónico es curvilínea; esto supone la existencia de un nivel óptimo de arousal, que indicaría el punto de máximo bienestar, por encima y por debajo del cual el individuo experimentaría niveles crecientes de incomodidad.
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Se tomaron 3 grupos de pacientes, que sufrían dolor clínico, y se distribuyeron en función del grado de tolerancia que presentaban al dolor (alta y baja tolerancia); en un cuarto grupo se indujo dolor experimentalmente, para luego distribuir a sus componentes en base al grado de tolerancia al dolor; se tomó un quinto grupo, al que se sometió a condiciones de deprivación sensorial, clasificando, después, a los sujetos según el nivel de tolerancia a la deprivación sensorial.
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Se analizó el grado de extraversión que presentaban los sujetos con alto y bajo nivel de tolerancia, en las dos condiciones estimulares. Era de esperar que los sujetos definidos por su mayor tolerancia al dolor, presentaran niveles de extraversión más elevados que aquellos otros sujetos con menor tolerancia al dolor. La predicción inversa se hace con respecto a la tolerancia a la deprivación sensorial: el nivel de extraversión será mayor en los sujetos con menor tolerancia.
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Se analizó la intensidad del postefecto figural cinestésico en función del nivel de tolerancia a ambas condiciones estimulares. El postefecto se traduce en una disminución de la anchura percibida del objeto-test, tras la estimulación con el objeto-estímulo (objeto similar pero más ancho). Si este fenómeno perceptivo guarda una relación positiva con el desarrollo de procesos inhibitorios corticales, cabe esperar que sea más intenso en aquellos sujetos que se caracterizan por niveles elevados de extraversión.
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Los sujetos extravertidos tienden a rendir peor, considerando su rendimiento globalmente.
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Los sujetos extravertidos presentan mayor deterioro del rendimiento, a medida que avanza la tarea.
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La introducción de elementos activadores tiende a producir mejoras en el rendimiento, de manera particularmente significativa en los sujetos extravertidos.
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Nivel de dificultad de la tarea: Es preciso recordar la relación inversa entre nivel óptimo de arousal y dificultad de la tarea, postulada implícitamente en la ley de Yerkes-Dodson. A medida que se incrementa el nivel de dificultad de la tarea, el nivel óptimo de arousal requerido para rendir adecuadamente en la misma disminuye.
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Intervalo de retención: Los resultados de las investigaciones dirigidas al análisis de las relaciones entre extraversión y memoria, en las que con frecuencia se han empleado intervalos cortos de retención, sugieren que los extravertidos rinden mejor que los introvertidos en este tipo de situaciones.
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En la condición de placebo, la mayor desviación se da en el grupo con elevado nivel de extraversión; la menor desviación se da entre los introvertidos
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La droga estimulante hace disminuir el postefecto; es decir, provoca un patrón de respuesta en dirección introvertida.
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Por el contrario, la droga depresora hace incrementar el postefecto, dando lugar a un patrón de respuesta orientado en dirección extravertida.
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Diferencias individuales en condicionamiento.
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Variaciones circadianas en nivel de arousal.
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Significación del factor “impulsividad”.
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Por la mañana, introducción del feedback sobre el rendimiento incrementaría el nivel de arousal en introvertidos y extravertidos. Este incremento en arousal se traduciría en una mejora en el rendimiento, más significativa en los extravertidos porque presentarían, inicialmente, un más bajo nivel de arousal.
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Por la tarde, en cambio, las predicciones van a ser claramente diferentes, según se tome la hipótesis de Corcoran o la de Blake: desde Corcoran cabría esperar que la introducción del feedback sobre el rendimiento, deterioraría el rendimiento de los introvertidos, al sobrepasar el nivel óptimo de arousal, mientras que no tendría efectos sobre los extravertidos que se encontrarían entonces en las proximidades del nivel óptimo de arousal; por el contrario, desde Blake, al defenderse que son los extravertidos los que, por la tarde, están inicialmente más próximos al nivel óptimo de arousal, la predicción es justamente la inversa: la introducción del feedback deteriorará el rendimiento de os extravertidos, mientras que afectará poco o nada el rendimiento de introvertidos.
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Se asume que la base de las diferencias conductuales en extraversión es el nivel de arousal corticorreticular y que éste cambia a lo largo del día y en base a manipulaciones farmacológicas.
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Se asume que existe una relación curvilínea, en forma de U invertida, entre nivel de arousal y rendimiento.
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Los introvertidos presentan niveles de arousal más elevados que los extravertidos por la mañana. El patrón inverso tendrá lugar por la tarde.
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Los introvertidos rendirán mejor por la mañana, porque se encuentran más próximos al nivel óptimo de arousal; los extravertidos, en cambio, rendirán mejor por la tarde.
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La administración de una droga estimulante incrementará el rendimiento de los extravertidos por la mañana y deteriorará el de los introvertidos; el patrón inverso tendrá lugar por la tarde.
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Reemplaza el Sistema de Activación Reticular Ascendente, considerado por Eysenck como el sustrato fisiológico de la introversión, por un sistema más extenso, que abarca el Sistema de Activación Reticular Ascendente junto con el área Septal media, el Hipocampo, el Córtex orbital frontal y las interconexiones entre estas estructuras.
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Reemplaza la noción de “condicionabilidad”, que Eysenck pensaba era mayor en el introvertido que en el extravertido por la noción de “susceptibilidad al castigo” que está relacionada de forma igualmente positiva con el nivel de introversión.
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La conducta es función de la interacción entre las características del organismo y las del ambiente en que cada momento se encuentra.
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Por lo que concierne al ambiente, cabe distinguir un “ambiente físico” y un “ambiente psicológico” (en base al valor significativo que las características físicas del ambiente poseen para el individuo); el que nos interesa fundamentalmente, para el entendimiento, predicción y control de la conducta, es el “ambiente psicológico”.
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Planteamientos internalistas-personalistas: Se concede mayor relevancia a los factores personales, a la hora de explicar la conducta.
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Planteamientos situacionistas-externalistas: Se concede prevalencia a las características de la situación en que se desarrolla la conducta.
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Planteamientos interaccionistas: Se sugiere como unidad de análisis y explicación de la conducta la interacción entre variable spersonales y características de la situación.
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El mismo concepto de personalidad se asienta sobre la existencia de continuidad en la conducta. La personalidad, en gran medida, hace referencia a la existencia de patrones regulares de conducta, en base a los cuales se define característica y diferencialmente a cada individuo.
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La existencia de regularidad y continuidad en la conducta es un factor decisivo para el desarrollo y mantenimiento del sentimiento de propia identidad. Uno se define a sí mismo en una medida importante, en base a la observación de su conducta en diversas situaciones y momentos temporales; pero , para que esta observación permita elaborar una imagen armónica de sí mismo, es preciso poder establecer nexos de continuidad entre unas manifestaciones conductuales y otras.
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La existencia de patrones regulares de conducta parece una condición importante para poder anticipar y predecir la propia conducta y la de los demás, propiciando el desarrollo de conducta adaptativa.
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Plantemiantos internalistas: La nota que define estos planteamientos es el marcado énfasis que se hace en la determinación de la conducta por variables que están dentro del individuo, por variables personales. La conducta manifiesta del individuo viene a entenderse como expresión de una serie de variables, mecanismos y/o estructuras, subyacentes, que el sujeto lleva a la situación concreta, y que son las que van a determinar su peculiar y específico comportamiento en tal situación.
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Planteamientos situacionistas: Van a hacer énfasis en el valor determinante de la situación, especificidad de la conducta y conveniencia de estudiar sistemáticamente los parámetros que definen la situación. El énfasis explicativo se traslada al contexto situacional en que la conducta se manifiesta. La conducta viene determinada por las condiciones ambientales en que aquélla tiene lugar, y cambia a medida que varían tales factores situacionales.
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Consistencia transituacional de la conducta: Analiza 2 grandes conjuntos de factores: 1) variables intelectuales y cognoscitivas (capacidad y rendimiento; TR y estilos cognitivos; conducta de categorización); 2) variables de personalidad (actitudes hacia la autoridad y los iguales; conducta moral: juicio moral, resistencia a la tentación e índices de postransgresión, como remordimiento y culpa; patrones de identificación sexual: dependencia y agresión; rigidez y tolerancia a la ambigüedad: autoritarismo, rigidez y conformismo; evasión cognoscitiva y condicionabilidad), llegando a las siguientes conclusiones:
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Parecen alcanzarse niveles aceptables de consistencia, por lo que respecta a las variables intelectuales y cognoscitivas, aunque:
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No se infiere, necesariamente, la existencia de una dimensión subyacente generalizada, a la que se pudiera atribuir la responsabilidad de la consistencia observada.
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Es preciso tener en cuenta la incidencia de factores situacionales y factores ligados a los instrumentos de medida, que parecen modular los niveles de consistencia observalos. Los sujetos analizados sugieren que la consistencia desciende a medida que cambian las situaciones en que se analiza la conducta. Parece que parte, al menos, de esta consistencia podría explicarse por la presencia de elementos comunes en los instrumentos empleados para estudiar las conductas en cuestión.
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En cuanto a las variables de personalidad analizadas:
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En general, la consistencia es mucho menor que la encontrada para variables intelectuales y cognoscitivas.
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Los datos no parecen apoyar la existencia de dimensiones subyacentes generalizadas, que teóricamente servirían de base a las conductas estudiadas.
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La consistencia es mayor cuando los datos proceden de “informes” que cuando se analiza la conducta directamente. En consecuencia, la consistencia informada puede ser más un efecto de “sesgos perceptivos” en el observador de la conducta que algo predicable de la conducta real misma.
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Mischel sugiere la conveniencia de que se produzca un cambio paradigmático en la investigación en personalidad que debería encaminarse hacia planteamientos situacionistas.
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Estabilidad temporal: Los datos parecen sugerir pautas similares a las indicadas al referirnos a la consistencia transituacional de la conducta.
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Utilidad predictiva de las mediciones de rasgos y estados: Se analizan, por un lado, la validez incremental de estas mediciones y, por otro, su utilidad para la planificación individual del tratamiento.
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Son insostenibles los planteamientos teóricos que sustentan la explicación de la conducta a partir de variables personales y, en consecuencia, la hipótesis de consistencia.
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Se requiere un cambio paradigmático que, en principio, se sugiere hacia el situacionismo.
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Puede resultar injustificada la utilización de las mediciones de “rasgos” y “estados”, como base de descripción y predicción de la conducta.
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Para cada individuo unos rasgos son relevantes y otros no, y no necesariamente los mismos.
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La interpretación del rasgo y, en consecuencia, las conductas que le sirven de índices significativos tampoco han de ser siempre equivalentes para todos los individuos.
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La utilidad predictiva de la medición de rasgo es aceptable para aquellos individuos y en aquellas ocasiones que se definen a sí mismos como consistentes.
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En cambio, cuando lo definitorio del individuo es la variabilidad, la mejor predicción se puede hacer desde el conocimiento de las características de la situación. La variabilidad no es necesariamente sinónimo de impredictibilidad; sino que, más bien, puede ser indicativo de una alta facilidad discriminativa, habilidad para responder apropiadamente a los cambios producidos en las contingencias situacionales.
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Cuando los datos proceden de un rango limitado de observaciones, los índices de estabilidad con frecuencia estaban por debajo de 0.30.
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En cambio, a medida que los datos procedían de un número cada vez más amplio de observaciones, los índices de estabilidad de la conducta se incrementaban igualmente, llegando en ocasiones a superar el 0.90.
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Estas correlaciones aparecen para todos los datos no sólo cuando se toman medidas subjetivas; de esta manera, se descarta la crítica efectuada desde el situacionismo en el sentido de que la consistencia conductual no es más que un reflejo de sesgos perceptivos existentes en el observador de la conducta.
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Analizar secuencias de conducta temporalmente amplias, en lugar de conductas puntuales; sólo de esta forma podrían observarse las pautas de interacción organismo-ambiente que explican la conducta y la coherencia que el individuo presenta en su comportamiento, en diversas situaciones y momentos temporales.
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Se defiende la observación sistemática de la conducta de los organismos en contextos naturales. Lo que se aconseja es que lo observado en el laboratorio sea sistemáticamente contrastado con lo que ocurre en contextos naturales, donde, de manera más efectiva, podrá observarse el constante efecto de codeterminación de factores personales y características de la situación.
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Se sugiere que se definan con precisión las unidades personales y de la situación, y que se estudien los procesos mediante los que los efectos de unas van estrechamente ligados a las actuaciones de las otras.
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El porcentaje medio de varianza explicado por cada fuente de variación expresada es P = 8.11; S = 7.47; P x S = 13.86.
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El efecto P x S es superior al de P y S en 45 de los casos.
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El efecto P x S es superior a la suma de los efectos de P y S en 23 de los casos.
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Determinantes de la conducta: La conducta se entiende como determinada por la constante interacción entre aspectos personales y dimensiones de la situación (“ambiente psicológico”). La situación afecta al individuo y éste, a su vez, selecciona las situaciones y los determinantes significativos de la misma que van a determinar la conducta.
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Unidad de análisis: Es la interacción persona-situación, conceptualizada como entidad independiente de los factores de la personal y de la situación. Se pueden analizar también las interacciones persona-modo de respuesta y situación-modo de respuesta.
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Tipos de leyes: Si consideramos como tipos básicos de leyes las que intentan determinar las relaciones entre condiciones antecedentes y consecuentes, entre estímulos y respuestas (S-R) y las referidas a las relaciones entre respuestas (R-R), el acercamiento interaccionista participa de ambas, en la medida en que ambas se ensamblan en el proceso continuo del comportamiento. Los estímulos influyen en las respuestas, introduciendo éstas, a su vez, cambios en la situación estimular, que determinará las respuesta consecuentes, y así sucesivamente.
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Consistencia/especificidad: La conducta no parece tan consistente como se postula en el personalismo, pero tampoco tan inestable como se defiende en los planteamientos situacionistas. Hay que tomar en consideración ambos conjuntos de factores (persona/situación), viniendo la conducta a ser función de la interacción entre ellos.
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Desarrollo de la conducta actual: La alternativa interaccionista se caracteriza por las siguientes notas:
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El desarrollo se entiende como un proceso de aprendizaje social, que enfatiza la interacción entre situaciones psicológicas y variables de aprendizaje social.
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Las variables personales se desarrollan en términos de procesos de aprendizaje social cognitivo, en consonancia con los aspectos genéticos. Se tienen en cuenta tanto los factores psicológicos como los biológicos, aunque se haga mayor énfasis en los primeros.
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Estrategia de investigación:
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En la recogida de datos se emplean experimentos, diversos tipos de tests, autoinformes y observaciones. Se aconseja el empleo de inventarios del tipo S-R que permiten abordar al mismo tiempo aspectos del individuo, de la situación y las reacciones.
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En el tratamiento de los datos, se emplean técnicas derivadas del análisis de varianza, que permiten determinar la contribución a la varianza total de las variables de la persona, de la situación y de las interacciones.
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En sus estudios emplean, habitualmente, poblaciones normales.
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El individuo se considera como agente activo, intencional. Se hace especial hincapié en los factores cognitivos, como base de diferenciación individual y explicación de la conducta.
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Se enfatiza el significado biológico de la situación. La situación incide sobre la conducta, según es percibida y valorada por el individuo.
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La conducta se entiende como función de proceso continuo de interacción bi o multidireccional entre factores del individuo y características de la situación.
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Capacidad para construir patrones cognitivos y conductuales (básicamente de naturaleza social).
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Estrategias de codificación y constructos personales.
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Expectativas que el individuo lleva a la situación.
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Valores subjetivos que se aplican a la estimulación.
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Mecanismos autorreguladores y planes.
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Las vinculadas a los resultados previsibles de la conducta: Cuando el individuo se aproxima a la situación, lo hace desde expectativas generalizadas a partir de las consecuencias de su conducta en situaciones anteriores, que guardan cierta similaridad con la situación actual. Los más frecuente es que tales expectativas generalizadas sean el principal determinante de la conducta, aunque en cada caso resulten moduladas por la información adicional que proporciona la situación concreta en que tiene lugar la conducta, que genera expectativas específicas de la situación. En cambio, cuando la situación es altamente específica, o infrecuente, la conducta vendrá determinada en mayor medida por las expectativas específicas estrechamente vinculadas a tal situación.
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Las relacionadas con las consecuencias asociadas a determinados estímulos presentes en la situación: Los estímulos varían en la información que aportan y en el valor predictivo que poseen para el individuo. Las expectativas que desarrolla el individuo acerca de las posibles consecuencias de su conducta se establecen a partir del conjunto estimular que configura la situación; pero, al mismo tiempo, la conducta puede ser modulada en base a las posibles consecuencias y fenómenos que señalan determinados estímulos especialmente significativos presentes en la situación. El individuo aprende que ciertos estímulos predicen ciertos acontecimientos, estando su conducta determinada por la anticipación de los acontecimientos que señalan tales estímulos, cuyo valor predictivo depende, básicamente, de la particular historia de aprendizaje del individuo y del significado que éste le otorga.
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Induzcan similares expectativas en los individuos
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Ofrezcan adecuados incentivos.
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Sean uniformemente codificadas
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Proporcionen las condiciones de aprendizaje requeridas para una ejecución exitosa.
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Para hacer referencia a las relaciones existentes entre P y S, es decir, entre las variables independientes; la conducta se entiende como efecto de esta relación entre P y S. Las VIs, a partir de la interacción entre ellas, inciden sobre la VD, pero no a la inversa (interacción unidireccional). Se hace referencia a los aspectos estructurales del proceso de interacción.
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La interacción se predica entre todos los elementos del sistema que se relacionan entre sí en un constante feedback multidireccional. Hablamos de interacción recíproca, significando la mutua interdependencia de características personales, características de la situación y conducta. Se hace referencia al proceso en sí mismo.
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Cada parte del sistema no tiene independencia, al margen de las otras partes del sistema, o del sistema como totalidad.
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Entre las partes del sistema existe una relación recíproca constante. No hay relaciones causa-efecto, sino transacciones.
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La actividad de cualquier parte del sistema tiene consecuencias para las otras partes del mismo.
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Estudios cuya finalidad sería casi exclusivamente descriptiva, que consisten en analizar, a partir del análisis de varianza, la contribución a la variabilidad conductual de cada una de las fuentes de variación, efectos principales y sus interacciones. Se trata de analizar la participación en la variabilidad conductual, de las características personales (P), las características situacionales (S) y la interacción (P x S). Se suele considerar asimismo la contribución de los modos específicos de respuesta en que se descompone la manifestación conductual estudiada.
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Estudios con un mayor potencial explicativo, en los que intenta dar respuesta a cuál es la naturaleza del fenómeno interactivo y a cómo las distintas fuentes de variación interactúan en la determinación de la conducta. Se emplean diseños experimentales Personalidad x Tratamiento, en los que se manipulan tanto las características personales como las características de la situación.
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¿Qué tipo de características personales y qué tipo de situaciones conducen al inicio del consumo de drogas?
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¿Cómo llega a producirse la interacción de tales variables y cuál es la naturaleza de tal interacción?
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¿Cuáles son las consecuencias para la persona y para la situación del inicio en el consumo de droga?
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¿Qué nuevas configuraciones interactivas Persona x Situación resultarán de la continuación vs. terminación en el consumo de drogas?
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Si el consumo continúa y se llega a un estado de adicción, ¿qué consecuencias se seguirán para la persona y para la situación?
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¿Qué procesos Persona x Situación llevarán a la continuación o terminación de la adicción?
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Si el sujeto rompe el hábito, ¿qué nuevos procesos interactivos Persona x Situación pueden llevarle a recaer?
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Modos de abordar la naturaleza y operacionalización de las reglas y estrategias, susceptibles de ser aplicadas en una situación particular y/o en una gama de situaciones.
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En base a qué elementos y procesos se pueden establecer y/o cambiar la prevalencia relativa de las distintas reglas y estrategias potencialmente pertinentes en un determinado contexto.
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Cuál es la naturaleza, estructural y funcional, de esa supuesta gramática generativa aplicable a los procesos transactivos.
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Características del contexto en que tiene lugar la interacción dinámica recíproca.
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Reglas y normas que guían tales relaciones.
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Estrategias interpersonales que la gente desarrolla para conseguir resultados satisfactorios.
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Tácticas de intercambio interpersonal.
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Resultados de intercambio interpersonal: balance logro-coste resultante de tales relaciones y que influye en la regularidad con que tales relaciones tendrán lugar en el futuro.
No obstante, con frecuencia en nuestra vida diaria, tales consideraciones se ven sobrepasadas por las conceptualizaciones automatizadas, irracionales, “de hecho”, condicionadas socialmente, focalizando nuestra interpretación de la conducta como si ésta estuviese fundamentalmente guiada por factores personales más que de la situación. Los estudios sobre los procesos de atribución y de factores personales como la dimensión Locus of Control, sugieren que la pauta de interpretación que el individuo emplea en el enjuiciamiento de los determinantes de la conducta viene modulada, entre otros, por los siguientes factores:
La conducta exitosa o de fracaso de un individuo permitirá a un observador de su conducta formarse una impresión de su personalidad, presumiblemente sesgada desde el momento en que “en la práctica” tal conducta se va a entender como reflejo directo de la personalidad de dicho individuo, pasando por alto el conjunto de factores ambientales que han contribuido a la presentación de dicha conducta de éxito o fracaso. Se presumiría la puesta en funcionamiento de la tendencia a preservar la consistencia y la consonancia con la impresión que nos hemos creado de la otra persona.
En todo caso, es conveniente llamar la atención sobre aquellos factores que modulan la actuación de esta supuesta tendencia generalizada.
Consideraciones puntuales:
Lo que la sociedad ofrece a cada uno de sus miembros es un marco de referencia interpretativo, desde el que hacer, con el menor coste y mayor rapidez posibles, inferencias sobre la conducta y personalidad propias y de las demás personas. En este marco de referencia se incluyen muy diversos aspectos: determinantes de la conducta; componentes de la personalidad; relaciones entre los diversos componentes de la personalidad; relaciones entre las manifestaciones de conducta y la personalidad.
Disposiciones cognitivas: mecanismo de acción y efectos
¿Cómo la estructura cognitiva del preceptor influencia la adquisición y procesamiento de nueva información acerca de la persona a categorizar-valorar? Las investigaciones relativas a estas cuestiones pueden ser agrupadas en 2 grandes conjuntos: investigaciones sobre procesamiento de la información e investigaciones sobre toma de decisión.
Procesamiento de la información
El trabajo en este campo ha enfatizado la tendencia de la gente a emplear esquemas preconcebidos para generar información no presentada en orden a dar cumplimiento a un determinado esquema anticipado de los acontecimientos. La gente asimila y retiene información sobre la persona a calificar en base a determinadas ideas preconcebidas sobre la personalidad, su naturaleza y funcionamiento. El observador-evaluador selecciona la información a la que atiende y retiene en su memoria, en la medida en que es consonante con las ideas generales sobre la conducta y personalidad, adquiridas previamente.
El procedimiento experimental (Hamilton) seguido para estudiar las anteriores afirmaciones ha consistido en contrastar el rendimiento de 2 grupos en una tarea de recuerdo libre: a uno de los grupos se anuncia que posteriormente deberá formar “impresiones” sobre la(s) persona(s) de cuya conducta se les va a informar; al segundo grupo simplemente se le pide que memorice elementos de conducta. En ambos grupos la VD es el nº de elementos-información que recuerdan después de un breve intervalo temporal. Resultados:
Un esquema es un conjunto de conocimientos, expectativas y creencias que el individuo tiene acerca de las relaciones que existen entre los diversos elementos constitutivos de un concepto determinado. Ej.: Esquema de neuroticismo. El conjunto de esquemas que posee una persona constituye el marco de referencia generalizado, en base al cual integra e interpreta las informaciones específicas que, sobre las diversas dimensiones de la realidad se le ofrecen en cada momento y situaciones concretas.
Cuando un observador hace una inferencia sobre la personalidad del actor, dicha inferencia es el resultado de la interacción entre la información específica que se recibe sobre el actor y el marco de referencia interpretativo desde el que el observador integra dicha información. Cuando una persona se enfrenta a la tarea de realizar inferencias sobre un individuo del que no posee información previa, se supone que el conjunto de “esquemas” pertinentes a la persona es activado y dispuesto para codificar, organizar y memorizar la información que sobre tal individuo se le va a suministrar. El marco de referencia que fija qué información debe ser atendida y almacenada viene constituido por los “esquemas” generalizados relativos a la persona.
Junto a este efecto filtrante de la estructura “esquemática”, la información que recibimos sobre el actor incide sobre los esquemas del observador, concretizando y dando mayor relieve a aquellos contenidos de la estructura “esquemática” que son particularmente relevantes para la persona cuya conducta estamos observando.
El producto final de esta interacción entre los “esquemas” del observador y la información procedente de una persona concreta es la elaboración de una representación cognitiva de tal persona: nos hemos formado una “impresión”sobre la persona en estudio. A partir de este momento, la nueva información que recibamos sobre el actor será asimilada, organizada y codificada desde la representación cognitiva concreta que sobre dicha persona hemos ya elaborado.
Por lo que respecta a la naturaleza de los datos de personalidad: En primer lugar se señala el efecto mediacional de determinados mecanismos cognitivos, puestos en juego en el proceso de inferencia. En segundo lugar, se sugiere que el posible efecto distorsionante de estos mecanismos cognitivos es mayor mientras menor es la información puntual que se posee sobre la persona cuya personalidad se juzga. Cuando la información sobre la persona a evaluar es escasa, la estructura cognitiva está esencialmente integrada por ideas generalizadas, aplicables a todas las personas; mientras que, a medida que se incrementa el conocimiento sobre la persona en estudio, la estructura cognitiva de referencia refleja, cada vez en mayor grado, expectativas, creencias y conocimientos relativos específicamente a la persona cuya conducta y personalidad se están analizando.
Toma de decisión
Cuando alguien emite un juicio sobre la personalidad, ha recorrido dos etapas: 1ª: Selección de información relevante. 2ª: Tratamiento de dicha información y emisión del juicio.
El estudio de los procesos cognitivos que pueden estar implicados en el desarrollo de inferencias sobre la personalidad se ha centrado básicamente en la primera etapa del proceso inferencial. No obstante, en los últimos años se viene desarrollando una segunda línea de investigación en la que se presta particular atención a la segunda etapa del proceso de inferencia. La cuestión central ahora es, a partir de la información disponible, ¿en base a qué criterios se emite un juicio u otro?
Cuando A emite un juicio sobre B, la naturaleza de dicho juicio depende básicamente de 3 elementos: a) naturaleza de la información que A posee sobre B; b) procesos empleados en la recuperación y análisis de la información almacenada; c) naturaleza de la característica de personalidad a evaluar.
Por lo que respecta a la naturaleza de la información almacenada, en la mayoría de los casos el evaluador posee 2 tipos de información sobre la persona a evaluar: por una parte “impresiones generalizadas” sobre la estructura de personalidad que le definiría y, en segundo lugar, “detalles concretos de conducta”.
Cuando a A se le pide que juzgue si B posee, o no, una determinada característica de personalidad, A inicia un proceso de exploración de la información que posee sobre B. Se distinguen 2 etapas en este proceso de búsqueda de la información almacenada: 1ª: La representación cognitiva de la característica a evaluar se contrasta con las “impresiones generalizadas”. 2ª: El contraste se establece con los “detalles concretos de conducta”. Esta 2ª fase sólo entraría en funcionamiento si el contraste de informaciones efectuado en la 1ª no es suficiente para que se pueda emitir con seguridad el juicio.
En cuanto a la naturaleza de la característica de personalidad a evaluar, se distingue entre “características específicas” y “características abstractas”. En el primer caso, se hace referencia a características concretas, cuya presencia se puede afirmar o negar con la observación de un rango breve de conductas (ej.: jovial, entusiasta, crítico). Por “características abstractas” se entiende aquellas características cuya representación conceptual es más ambigua, se necesita mayor cantidad de información para afirmar o negar su presencia (ej.: objetivo, evasivo, molesto).
En aquellos casos en que lo que se juzga es una característica “concreta” de personalidad, sólo entra en funcionamiento la primera fase del proceso de búsqueda; el juicio, en consecuencia, vendría determinado por el contraste de la similaridad existente entre la representación cognitiva global que tenemos de la persona evaluada y la representación cognitiva de la característica a evaluar.
En cambio, si la característica a evaluar es “abstracta”, cabe esperar que su contraste con la “impresión globalizada” que se tiene del sujeto a evaluar, no sea suficiente y que haya que explorar adicionalmente “detalles concretos de conducta”. La exploración será más exhaustiva y el número de elementos en que se basa el juicio mayor en el segundo caso que en el primero.
La estrategia experimental seguida en este tipo de investigaciones ha consistido en medir el tiempo requerido para emitir un juicio, manipulando la cantidad de información ofrecida y la naturaleza específica-abstracta de la característica a evaluar. Resultados:
El observador no necesariamente sesga la información. La clave está en los procesos que entran en juego en la toma de decisión. En unos casos puede que sea suficiente la contrastación con “esquemas generalizados preexistentes” (caso, p. ej., de evaluación de características “específicas”).
Pero ello no quiere decir que, necesariamente, en todos esos casos, tales esquemas estén sesgando las posibilidades de respuesta, ya que en el caso de características “abstractas”, los mismos esquemas supuestos siguen presentes y, sin embargo, el patrón de respuestas final puede que se parezca muy poco al supuesto “esquema cognitivo preexistente” (en este segundo supuesto, la evaluación se hace básicamente a partir de la información que se posee sobre detalles concretos de conducta).
Resumiendo, 3 conclusiones sobre los procesos cognitivos que subyacen a las inferencias sobre personalidad:
TEMA 9
LA TEORÍA FENOMENOLÓGICA DE ROGERS
Introducción histórica
Los enfoques humanistas tienen como características comunes: el énfasis en los aspectos sujetivos; el influjo de la filosofía, específicamente de la fenomenología y el existencialismo; el rechazo de los conceptos motivacionales de la teoría psicoanalítica e incluso de la del aprendizaje por el carácter determinista y mecanicista de ambas posiciones, así como de los supuestos del modelo de los rasgos. El concepto central de esta orientación es el del yo o concepto de sí mismo, las ideas propias del individuo respecto a sus experiencias personales, percepciones subjetivas y aspiraciones. Autores que han mantenido esta posición en sus teorías son: May, Maslow, Allport, Rogers y Kelly. Son postulados de la Ps. De la Personalidad de naturaleza humanista:
Supuestos de la fenomenología, del existencialismo y de la Psicología de la Gestalt confluyen en estas afirmaciones. La teoría de Rogers ha sido elegida por varios autores como prototipo de las teorías fenomenológicas.
De acuerdo con la posición de la fenomenología, Rogers cree que el individuo percibe el mundo que le rodea de un modo singular y único: estas percepciones constituyen su realidad o mundo privado (campo fenoménico). La conducta manifiesta del sujeto responde a la propia experiencia e interpretación subjetiva de la realidad externa, la única realidad que cuenta para la persona es la suya propia. Si el científico quiere explicar la conducta deberá tratar de comprender los fenómenos de la experiencia subjetiva.
Según Rogers, la ciencia psicológica no tiene que ajustarse a un único método de conocimiento (experimental), ni comenzar sus investigaciones necesariamente en el laboratorio. Distingue 3 tipos de conocimiento que difieren fundamentalmente en el modo de verificar hipótesis: conocimiento subjetivo, objetivo e interpersonal o fenomenológico.
El conocimiento subjetivo se basa en la formación de hipótesis a partir de la experiencia interior. Es un conocimiento básico para entender nuestra realidad particular y única, a partir de la cual sabemos, por ejemplo, si apreciamos, amamos u odiamos a alguien. En el conocimiento objetivo las hipótesis se confrontan y verifican con el medio externo, que sirve así de referente. En este método, tradicional en el proceder científico, Rogers observa 3 dificultades: 1ª) Al tratar solamente con aspectos observables, transforma todo lo que estudia en “objeto”, aunque éste sea animado. 2ª) Toda la objetividad de este tipo de conocimiento depende en definitiva del grupo de referencia que se utilice para evaluar y dictaminar la validez de las hipótesis. 3ª) Rogers arguye que el conocimiento objetivo no es necesariamente superior al primero, y considera que la “objetividad”, más que una realidad, es una invención humana.
El Conocimiento Interpersonal o Fenomenológico se encontraría a medio camino entre los dos anteriores, a través del cual tenemos acceso al mundo subjetivo de otra persona. Para validar este tipo de conocimiento, podemos seguir varios caminos, preguntar al otro por su experiencia, observar sus gestos y su modo de reaccionar y, finalmente, y sobre todo, podemos crear un clima empático entre los dos que permita al otro mostrarnos su marco de referencia interno. Según Rogers, el tercer método es el más fructífero desde el punto de vista terapéutico.
Rogers considera que su teoría es, en primer lugar, una teoría de la psicoterapia y del proceso de cambio de la conducta humana, dentro de la cual puede distinguirse una teoría de la personalidad que ha sido construida para ordenar “los fenómenos de la terapia según nosotros los evidenciamos”. Como teoría de Personalidad, la teoría de Rogers es parcial, restringida y, al igual que ocurría con la de Freud, deriva de la práctica clínica. El aspecto central de la teoría se relaciona con el proceso terapéutico a partir del cual se han ido desarrollando aplicaciones a otras áreas. La teoría es eminentemente práctica, centrada en la dinámica y el cambio más que en estructuras fijas o estáticas.
En la obra de Rogers pueden apreciarse características afines con otras teorías fenomenológicas del sí mismo y especialmente de las aportaciones de Snygg y Combs, quienes consideran que toda la conducta está íntegramente determinada por el campo fenoménico del organismo. La semejanza de las teorías organísmicas que insisten en la totalidad y organización estructurada del organismo humano (Goldstein o Maslow) respecto al esfuerzo realizado por éste para desarrollar sus potencialidades, es observable en los conceptos rogerianos de “organismo” y “tendencia a la autorrealización”. La insistencia de Rogers en la necesidad que tienen las personas de percibirse a sí mismas de un modo congruente y conducirse de forma consistente con dicha percepción (autoconcepto), se encuentra claramente influida por la teoría de Lecky sobre la autoconsistencia, según la cual el organismo se esfuerza por conservar su propia organización.
La práctica clínica influyó también en sus concepciones teóricas. Esta incidencia es apreciable en los aspectos relacionados con la dinámica y alteraciones de la personalidad que se apoyan en el esquema propuesto por Freud.
Formulaciones de la teoría
La teoría de la Personalidad de Rogers ha sido presentada en 2 versiones: la 1ª, publicada en su libreo “La Psicoterapia centrada en el Cliente”, está formulada en forma de proposiciones que proporcionan un marco conceptual respecto a los fenómenos observados en su labor terapéutica. Todas giran en torno al concepto de yo o al individuo, y cada una de ellas concede gran importancia a la unicidad del ser humano. En la 2ª versión, publicada en el libreo de Koch, Rogers ofrece una definición más elaborada de los conceptos teóricos, una formulación más sintética de su punto de vista, un vocabulario más preciso, y ordena la teoría en base al desarrollo y dinámica de la personalidad.
Comienza exponiendo algunas de sus convicciones básicas, de las que la más significativa es su defensa de la subjetividad del individuo; cada persona vive en su mundo específico y propio, y ese mundo privado es el que interesa a la teoría.
Rogers inicia sus proposiciones enumerando una serie de postulados relativos a las características básicas que tienen lugar en la infancia, insistiendo en que las proposiciones alejadas del ámbito terapéutico deben ser miradas con cautela pues no gozan de apoyo empírico, de modo que estos postulados deben entenderse más como puntos de partida que como datos o hechos probados. Estos postulados son:
En la tendencia a la actualización confluyen por un lado la tendencia de conservar la organización, obtener alimento y satisfacer las necesidades de déficit (aire, agua, etc.,) y, por otro, la tendencia del organismo a crecer y expansionarse, lo que incluye la diferenciación de órganos y funciones, la reproducción, la socialización y el avance desde el control externo a la autonomía. Esta tendencia es considerada como una motivación positiva que impele al organismo a progresar, es directiva y finalista y va de lo simple a lo complejo; se inicia en la concepción y continúa en la madurez.
La creencia en un organismo activo, actualizante y directivo es la base del pensamiento rogeriano respecto al sistema motivacional del individuo. La evidencia que apoya y justifica esta motivación es la práctica clínica de Rogers que le muestra que, incluso en los casos de depresión aguda se aprecia la tendencia a continuar el desarrollo.
Posición de la teoría respecto a los problemas de la Psicología de la Personalidad
Estructura de la personalidad
La teoría de la personalidad de Rogers se caracteriza por su incidencia en los aspectos dinámicos y de cambio, sin embargo, dos de ellos, los conceptos de Organismo y Self tienen gran importancia en la teoría y pueden considerarse como los pilares sobre los que se asienta toda ella.
El organismo se define como una totalidad gestáltica, integrada por aspectos físicos y psicológicos que conforman la estructura básica de la personalidad. Para Rogers, el organismo es el centro y lugar de toda la experiencia; el conjunto total de estas experiencias constituye el campo fenoménico realidad subjetiva) o marco de referencia individual, donde tienen lugar experiencias simbolizadas (conscientes) y no simbolizadas (no conscientes). Estas últimas, a diferencia de Freud, son consideradas por Rogers, más que inconscientes, como experiencias que operan a bajo nivel de conciencia; fenómeno que denomina subcepción y que justifica en base a los datos experimentales que señalan la existencia de diferencias observables respecto a la amplitud de la atención y niveles de conciencia.
De acuerdo con la tendencia a la actualización, en su aspecto diferenciador, una parte de la experiencia del individuo es simbolizada como conciencia de existir y funcionar; esta conciencia puede ser descrita como la experiencia del yo. Según Rogers, la persona humana es capaz de percibir el mundo exterior así como las propias experiencias internas; en este último caso, uno mismo se convierte en objeto de la percepción. El concepto de yo o concepto de sí mismo es una configuración de experiencias y percepciones, expresadas simbólicamente como autoconcepto, y no un agente activo, responsable de ciertas actividades como pensar, recordar o percibir.
En su definición operativa del autoconcepto, Rogers lo describe como un todo gestáltico y organizado de percepciones relativas a uno mismo, accesible a la conciencia, y que aluden a las propias características y capacidades, al concepto de uno mismo en relación a los demás y al medio, a los valores, metas e ideales, percibidos positiva o negativamente por el sujeto. El yo es conceptualizado como una parte del campo fenoménico, que funciona como una gestalt unificada, es consciente y está regido por las leyes de la percepción. .
Rogers tiene en cuenta el concepto de yo ideal, que representa aquello que quisiéramos ser y que está formado por percepciones especialmente significativas e importantes para el sujeto.
Dinámica y desarrollo de la personalidad
Para explicar el proceso de la formación del yo, Rogers introduce dos nuevas motivaciones, la necesidad de consideración positiva y la necesidad de autoestima, que se adquieren en el curso del desarrollo y que pueden entrar en contradicción con la tendencia innata hacia la actualización.
A medida que comienza a surgir la conciencia de sí mismo, el niño desarrolla una necesidad de recibir amor y afecto (consideración positiva) por parte de las personas socialmente significativas. Esta necesidad es universal, persistente y recíproca (el sujeto percibe de forma igualmente gratificante y satisfactoria cuando él proporciona afecto a los demás que cuando lo recibe). La necesidad de consideración positiva es una motivación poderosa, por lo que para conseguir su satisfacción, el individuo puede llegar a descuidar experiencias positivas para su propia actualización y desarrollo.
Por asociación entre las propias experiencias y la satisfacción o frustración de la necesidad de afecto, se desarrolla una tercera motivación, la necesidad de autoestima o autoconsideración positiva. El niño percibe que algunas de sus experiencias son aceptadas y evaluadas positivamente por sus padres, aprobación y afecto que satisface su necesidad de amor, mientras otras merecen su reprobación, no recibiendo el afecto necesario para satisfacer su necesidad de consideración positiva. En función de esto, el niño va aprendiendo a valorarse a sí mismo (autoestima) del mismo modo que lo hacen los demás. En este proceso, el niño se comporta de acuerdo con unas condiciones de valor o mérito que ha incorporado a su autoconcepto por imposición de los otros, pero sin haber experimentado por sí mismo su carácter positivo o negativo. Poco a poco, a lo largo de la niñez, el autoconcepto, en principio formado por las experiencias subjetivas, se deforma para dar cabida a estas condiciones o valores externos y ajenos a la propia experiencia. En consecuencia, el niño se estimará a sí mismo de un modo condicionado, según cumpla o no las condiciones de valor, que pasan así a convertirse en criterio de la propia conducta. Este proceso genera una discrepancia entre sus auténticas experiencias y el autoconcepto.
Una vez adquiridas las condiciones de valor e incorporadas al self, el niño comienza a percibir selectivamente sus experiencias, las que coincidan con estas condiciones serán percibidas conscientemente y correctamente simbolizadas; por el contrario, las experiencias que no coincidan con ellas, van a ser vividas como amenazantes para el yo al indicar una incongruencia entre lo que el sujeto experimenta y su autoimagen; para reducir esta discrepancia y mantener un estado de congruencia con uno mismo, el sujeto tiende a distorsionar o a negar dichas experiencias. Todo ello lleva aparejado la ruptura de la unidad gestáltica y del estado de integración que caracterizaba al estadio infantil.
El concepto de incongruencia es clave para la teoría como indicador de conflictos psicológicos; este conflicto se manifiesta entre el concepto de sí mismo y la experiencia del organismo (elementos estructurales) y a nivel motivacional, entre las tendencias que corresponden a ambas estructuras: la necesidad de actualización (organismo) y la necesidad de consideración positiva (self). Como consecuencia, se produce una incongruencia similar en la conducta del individuo, ciertas conductas responden al concepto de yo, mientras otras responde a las experiencias del organismo no asimiladas en la estructura del self. Además, en la teoría de Rogers están implícitas otras dos manifestaciones de incongruencia, la discrepancia entre la realidad subjetiva y la realidad externa, así como el grado de discordancia entre el sí mismo real y el ideal.
El estado de incongruencia genera en el sujeto una sensación de tensión y confusión interior, al tiempo que provoca rigidez perceptiva, debido a la necesidad de distorsionar su realidad, percepciones erróneas, causadas tanto por la distorsión como por la omisión de ciertos datos en la conciencia, y un modo de actuar regido más por unas creencias que por una confrontación adecuada con la realidad.
De acuerdo con la descripción del self como un conjunto integrado de experiencias relativas a uno mismo, Rogers postula que el sujeto no puede percibirse a sí mismo como incongruente, por lo que cuando la experiencia le presenta datos discrepantes con este concepto, tenderá a preservar la congruencia con la propia imagen aunque tenga que distorsionar sus propios sentimientos, experiencias y acciones. En este proceso, la experiencia discrepante es percibida como amenazante, porque si tal experiencia fuera correctamente simbolizada pondría en peligro el propio concepto y la necesidad del sujeto respecto a sí mismo (autoestima). Los mecanismos de distorsión o negación de la experiencia son reacciones de defensa que impiden que esto ocurra.
Alteraciones psicopatológicas y estrategias terapéuticas
Cuando las experiencias simbolizadas que forman el autoconcepto reflejan fielmente las experiencias del organismo, Rogers supone que la persona ha alcanzado la madurez, funciona por completo y está bien ajustada psicológicamente. Por el contrario, el desajuste psicológico viene determinado por la magnitud del proceso de incongruencia y del proceso de defensa. En base a esto, Rogers establece 2 tipos de patología, las conductas defensivas y las conductas desorganizadas.
Las conductas defensivas son las conductas que habitualmente se conocen como neuróticas (racionalización, fantasía, proyección, compulsiones, fobias, etc.), así como ciertas conductas que han venido encuadrándose dentro del marco de las Psicosis, como la paranoia y los estados catatónicos. El aspecto característico de las conductas defensivas es que el individuo consigue ocultar su incongruencia mediante una combinación de los mecanismos de distorsión y negación.
Las conductas desorganizadas son más graves y se corresponden con las conductas psicóticas irracionales y agudas; responden a un grado de incongruencia tan importante y significativo que el proceso defensivo resulta ineficaz para controlarlo. De este modo, cuando una experiencia significativa pone repentinamente de manifiesto la incongruencia, el individuo experimenta un estado de ruptura y desorganización. En semejante estado, el organismo se conduce, a veces, de modo consistente con aquellas experiencias que habían sido negadas o distorsionadas y que están en franca oposición con el autoconcepto; este tipo de comportamientos parece ocurrir a los estados psicóticos agudos. En otros momentos, la conducta será acorde con el concepto de sí mismo (self), pero, aunque el individuo parece haber retomado el control de su comportamiento, no es un control adecuado, pues el autoconcepto está distorsionado. En esta situación, el individuo experimenta un estado de confusión y extrañamiento de la propia conducta.
Si el aspecto fundamental de la patología es el desarrollo de la incongruencia que conduce en su manifestación máxima a un estado de desintegración de la personalidad, el proceso terapéutico tendrá como objetivo primordial la reintegración de la misma, aumentando la congruencia entre lo que el sujeto experimenta y su correcta simbolización en la conciencia. Para que dicho proceso sea factible es necesario que concurran ciertas condiciones, reducir las condiciones de valor incorporadas al self y aumentar la autoconsideración positiva (autoestima) no condicionada. Para conseguir estos objetivos, el paciente debe recibir afecto (consideración psotiva) sin condiciones por parte de una persona socialmente significativa, de modo que el individuo aprenda a estimarse a sí mismo de forma incondicionada. Para comunicar al paciente consideración positiva es imprescindible crear un clima empático que favorezca la comprensión del mundo privado del cliente. Conseguidos estos datos objetivos, se observará que las condiciones de mérito (valores externos) se debilitan, se reduce la sensación de amenaza, se invierte el proceso de defensa y las experiencias anteriormente amenazantes se simbolizan correctamente y se incorporan al propio concepto.
Rogers propone que el terapeuta debe poseer ciertas habilidades o cumplir ciertos requisitos para producir el cambio: Capacidad para comprender el mundo privado del paciente, sentimientos y vivencias; mostrar empatía, permitir que el cliente asuma la dirección del cambio (no directividad) y expresarla consideración positiva no condicionada.
Precisamente, por la ausencia de dirección terapéutica y la relevancia otorgada al cliente, Rogers denomina a su terapia “terapia centrada en el cliente”. Utiliza el término cliente porque este concepto permite expresar mejor su consideración acerca de que el individuo con problemas psicológicos sigue siendo aún una persona capaz de expresar sus propios problemas. En el modelo de Rogers se establece una relación de igualdad entre cliente y terapeuta.
Como resultado de la terapia, el cliente mostrará ciertos cambios en su funcionamiento interno, estará abierto a cualquier experiencia, tendrá una conciencia precisa de ella, mostrará autoestima no condicionada, podrá mantener una relación armoniosa con los demás, estará libre de defensas y temores, y mostrará un “locus” de control interno.
Evidencia empírica
Rogers y sus seguidores estuvieron interesados en aportar evidencia empírica sobre ciertos constructos, sometiendo los fenómenos privados a la investigación objetiva. Sin embargo, la posición actual de Rogers ha ido alejándose paulatinamente de sus objetivos iniciales para interesarse más por el estudio filosófico de la naturaleza humana que por el propio método científico.
En el estudio de Raimy sobre el autoconcepto, se analizaron las grabaciones magnetofónicas de 14 pacientes durante el proceso terapéutico, diferenciando distintos tipos de autorreferencias: positivas, negativas, ambivalentes, ambiguas, referencias a objetos externos y dudas. Se comprobó que las autorreferencias negativas, abundantes al inicio de la terapia, disminuían en el transcurso de la misma al tiempo que aumentaban las autorreferencias favorables; estos datos parecían validar el supuesto de que el autoconcepto se modifica como consecuencia del proceso terapéutico.
La propia aceptación favorece la aceptación de los demás, como en el caso de los padres con los hijos o los hijos con padres y profesores. Estos estudios aportan datos favorables a la hipótesis de Rogers respecto a la relación existente entre la propia consideración y la consideración de los demás hacia uno mismo.
Estudios de Cartwright y Chodorkoff acerca de la necesidad de mantener una imagen congruente con uno mismo, han obtenido también resultados satisfactorios, confirmando que las descripciones inconsistentes con el autoconcepto se recordaban peor que las consistentes y que cuando la descripción efectuada por psicólogos expertos concordaba con la propia, los sujetos mostraban menos defensa perceptiva en una prueba de reconocimiento en la que se utilizaron palabras amenazantes y neutras.
Otro grupo de investigaciones se han interesado en analizar la eficacia terapéutica, utilizando análisis cualitativos de las verbalizaciones de los pacientes y los cambios que se observan en ellas en el transcurso de la terapia. Los trabajos de Walker, Rablen, Rogers y truax verifican la hipótesis de que ciertas cualidades del terapeuta en relación con el paciente son responsables de los resultados terapéuticos.
En estudios realizados con sujetos normales, se ha confirmado que el grado de concordancia o discrepancia entre el concepto real de uno mismo y el ideal constituye un buen índice de ajuste psicológico. Los sujetos que señalaban gran congruencia entre yo real-ideal participaban en más actividades sociales, eran más valorados por los compañeros y tenían mejores resultados académicos que los sujetos con fuerte discrepancia. Sin embargo, los estudios efectuados con pacientes han mostrado resultados confusos. Estos datos plantean ciertos interrogantes respecto a si los cambios obtenidos con la terapia rogeriana se limitan únicamente a conseguir una aproximación entre ambos conceptos (real-ideal), o si por el contrario, el índice elegido para evaluar los resultados terapéuticos no es afortunado; esta última alternativa parece más factible.
Por otro lado, Katz y Zigler han señalado que la discrepancia entre yo-real-ideal está en relación con la edad y el nivel intelectual. En tanto que la relación entre la edad cronológica y la disparidad entre yo real-ideal parece concordante con la hipótesis de Rogers de que en los primeros años de la vida el nivel de integración del sujeto es casi perfecto, para ir desincronizándose con el proceso de socialización, es claro que no podemos justificar, teóricamente, el otro resultado.
Consideraciones finales
El modelo de personalidad de Rogers ha constituido un enfoque influyente y poderoso en la Psicología contemporánea, ha sido directamente responsable de reintroducir el concepto de yo en su campo de estudio, alejándolo de un estatus metafórico y místico para proporcionar una definición operativa, y puede considerarse como el precursor de la investigación objetiva de la psicoterapia. La Terapia centrada en el Cliente es un procedimiento ampliamente aceptado. A pesar de las críticas recibidas respecto a su defensa estricta de la fenomenología y a su concepción ingenua de la persona humana, la teoría de Rogers sigue teniendo un peso específico en la Psicología académica.
TEMA 10
LA TEORIA DE LOS CONSTRUCTOS PERSONALES
DE KELLY
Introducción y caracterización general
La teoría de los constructos personales de Kelly ocupa una interesante posición centro del panorama general de esta materia, al insistir en las categorías perceptivas y conceptuales del individuo como claves para entender todos sus procesos psicológicos. La posición de Kelly contrasta en muchos sentidos con las teorías de la personalidad basadas en dimensiones o rasgos
La mayoría de las teorías de la personalidad se han interesado por los adjetivos que comúnmente se utilizan para calificar a las personas (introvertido, inteligente, divertido) como atributos del objeto que se está calificando. Frente a ellas, la teoría de Kelly se interesa por ellos como modos de construcción de la persona que califica. Los hombres, afirma Kelly, miramos el mundo a través de unas pautas o categorías cognitivas. Estas pautas, o modos de construir el mundo, son los constructos. Un constructo es una categoría descriptiva que se utiliza para categorizar acontecimientos y que representa nuestra especial manera de construir el mundo. Todos estos constructos son bipolares o dicotómicos. La expresión “extravertido” es un polo del constructo bipolar extraversión-introversión.
Los constructos personales son modos esencialmente únicos, particulares, de clasificar el mundo; por ello, no podemos conocer la dimensión cognitiva que una persona está utilizando hasta no conocer los dos polos del constructo.
La teoría de Kelly es, por tanto, esencialmente idiográfica, centrada en los modos particulares en que un individuo se enfrenta a su mundo, holista, le interesan los aspectos totales de la personalidad, más que modos específicos de funcionamiento, y ha sido denominada como constructivista-contextualista. Constructivista por la noción, fundamental para Kelly, de que un aspecto decisivo en el hombre es su esfuerzo por construir conceptualmente su mundo. Los fenómenos adquieren su significado total cuando se relacionan con el modo en que el individuo los construye.
El calificativo de contextualista se refiere a que Kelly nunca perdió de vista el hecho de que, aunque son los modos idiosincráticos de conceptuar la realidad, más que los sucesos ambientales, los que van a determinar nuestras acciones, en el desarrollo y evolución del sistema cognitivo juegan un importante papel la experiencia, el contexto de la realidad externa. Por tanto, es un antecesor de los modelos recientes que insisten en la interacción entre sucesos ambientales y modos de construcción personales para comprender en su totalidad la acción humana. En la teoría de Kelly, el hombre se equipara a un científico.
Los modelos teóricos y filosofías de la vida tienen un ámbito de aplicación determinado, que marca la amplitud de los fenómenos que abarca, y un centro de conveniencia, que cubre aquellos aspectos de la realidad para los que la teoría, científica o personal, es más útil. Modelos científicos y filosofías personales son marcos de referencia útiles que resumen nuestro saber acumulado sobre las cosas. De ellos se desprenden predicciones concretas (hipótesis explicativas) que, en un proceso posterior, serán aceptadas o rechazadas en función de su utilidad para anticipar adecuadamente los hechos. Es en virtud de esta confrontación empírica, científica en un caso, personal en otro, por lo que el modelo inicial está sometido a un continuo cambio.
El modelo de hombre que se desprende de la anterior comparación aparece representado como un ser cuya actividad fundamental es organizar la realidad (abstraer, generalizar, enjuiciar, valorar y predecir). Para Kelly, la conducta humana es esencialmente anticipatoria, no reactiva. Toda predicción se hace a partir del sistema total de categorías cognitivas de cada individuo. Este sistema, formado por un número infinito de constructos bipolares, será su instrumento principal para manejarse en el mundo, su guía para ir haciendo predicciones. Las diferencias entre los hombres dependen especialmente del modo particular en que cada uno construye su propio mundo de acuerdo con sus propias categorías cognitivas.
Formulación de la teoría: el postulado fundamental de los 11 corolarios
El postulado fundamental viene a decir que todos los procesos psicológicos de una persona, incluida su conducta externa, están determinados por el modo en que un individuo anticipa lo que va a pasar en el futuro: Los procesos de una persona se canalizan psicológicamente por el modo en que anticipa los acontecimientos. De este postulado se derivan los siguientes corolarios:
La posición de la teoría en relación con los problemas fundamentales en personalidad
Estructura
Conocer la personalidad de un individuo significa conocer su sistema de constructos. La estructura de personalidad para Kelly consiste en un sistema de compartimentos formados por distinciones binarias (constructos) en el que cada compartimento se puede identificar por la relación que guarda con todos los demás. Hay constructos nucleares, centrales para el sistema, y constructos periféricos, menos decisivos para la organización interna; constructos permeables, que permiten nuevos elementos en su rango de conveniencia, e impermeables, que no los admiten; firmes, si ofrecen predicciones específicas, y vagos, de los que no se desprenden expectativas concretas. Existen constructos verbales y preverbales, siendo estos últimos aquéllos en los que la abstracción no se ve acompañada por una representación verbal correspondiente.
Los constructos pueden calificarse por su grado de abstracción, estableciendo niveles diferentes. Existen constructos supraordenados, superiores en centralidad y grado de abstracción, y otros subordinados a ellos. Según las implicaciones entre unos constructos y otros, Kelly distingue entre constructos apropiativos, constelatorios y proposicionales. Un constructo es proposicional respecto a otro cuando deja sus elementos abiertos en todos los respectos. El constructo rubio-moreno deja libertad a los elementos a que se aplica para incluirse o no en otras dimensiones (p. ej., bondad, dureza, etc). Hay relación constelatoria entre dos constructos cuando uno de ellos permite a los elementos del otro pertenecer a otras categorías, pero fija su pertenencia a algunas. Por ejemplo, el estereotipo “inglés” supone para muchas personas una constelación de elementos tales como frío, flemático y civilizado. Finalmente, un constructo apropiativo ejerce un poder determinante sobre sus elementos, apropiándose de ellos de modo exclusivo. El constructo “delincuente”, por ejemplo, implica una restricción en otras posibilidades de construir el elemento al que se aplique: lo define de un modo determinante.
Hinkle elaboró 4 posibles pautas de implicación entre constructos:
Evaluación y diagnóstico
Para conocer el modo en que las personas construyen su entorno, Kelly elaboró una técnica de evaluación, el Rep-test (Test de Repertorios de Constructos de Roles). Consiste en una lista de roles que son significativos para las personas (padres, hermanos, esposo, amigos). El sujeto tiene que escribir los nombres concretos de las personas que, en su caso, representan esos roles y a continuación irlos tomando por pares y comparándolos entre sí por oposición a cada uno de los restantes elementos de la lista. P. ej., el sujeto debe encontrar una cualidad en la que su padre y su madre sean semejantes entre sí y que a su vez los distinga de sí mismo. Con niños pequeños y personas de bajo CI se han sustituido los elementos por dibujos y fotografías, y las comparaciones se han limitado a la búsqueda de una cualidad común.
Como técnica de evaluación subjetiva, mide consistentemente las propias elaboraciones cognitivas individuales, permitiendo que el sujeto califique los personajes o sucesos importantes en su medio con sus propios constructos personales. Esto último se obtiene gracias a una rejilla en la cual el sujeto, una vez obtenidos sus constructos, va evaluando cada uno de los roles o elementos de la lista con arreglo a las dimensiones que ha generado.
Con este procedimiento, si atendemos a los constructos (las filas) vamos encontrando el ámbito de aplicación y el uso de cada uno de sus polos; si nos fijamos en los roles o elementos (columnas) vamos obteniendo las definiciones operativas que el sujeto hace de las personas según sus propias categorías. Este método permite encontrar la estructura básica del sistema de constructos de cada sujeto, para lo cual el propio Kelly recurrió a un análisis factorial no paramétrico.
Se considera el Rep-test un instrumento consistente, que arroja datos muy aceptables de fiabilidad y validez. Las personas utilizamos consistentemente ciertos constructos, no sólo para evaluar a las mismas personas en diferentes ocasiones, sino también para evaluar a personas distintas. Distintas investigaciones han mostrado la alta fiabilidad del Rep-test tanto en lo que se refiere a los elementos como a las relaciones entre los constructos. La medida más fiable de esta prueba la ofrece la llamada “puntuación de identificación”, es decir, la distancia media entre las calificaciones que el sujeto hace de sí mismo y las calificaciones que hace de las demás personas.
TEMA 11
LA TEORÍA DE LOS CONSTRUCTOS PERSONALES
DE KELLY
La posición de la teoría en relación con los problemas fundamentales de la personalidad.
La dinámica de la personalidad y el desarrollo evolutivo
Kelly insiste en que el ser humano es básica y fundamentalmente activo, por lo cual el concepto de motivación es innecesario e irrelevante. El esfuerzo por lograr un control sobre el medio mediante predicciones más exactas de los acontecimientos es la fuerza activadora que dirige la conducta. Sí existe, por tanto, una teoría motivacional “intrínseca” en la teoría de los constructos personales que tiene un centro de conveniencia muy concreto, probablemente marcado por el tipo de personas sobre las que Kelly elaboró su teoría (estudiantes o profesores, cercanos al quehacer intelectual). El ámbito de conveniencia de la teoría de Kelly se reduce en la medida en que las características de la población se apartan mucho de la actividad intelectual.
La teoría de Kelly hace gran hincapié en el proceso activo y dinámico de la conducta, y por ello, puede considerarse una teoría del cambio constante. Es necesario ir modificando progresivamente el sistema de constructos con arreglo a la propia experiencia. En este proceso se van a producir importantes cambios emocionales subsiguientes a las modificaciones cognitivas. El tratamiento de los conceptos emocionales es básicamente cognitivo, al explicarlos como efectos de los cambios sustanciales que se dan en el sistema de constructos.
La ansiedad se concibe como el reconocimiento de que los acontecimientos con los que el hombre se encuentra caen, en su mayor parte, fuera del ámbito de aplicación de su sistema de constructos. El ansioso es aquél que se ve enfrentado a una realidad que no sabe cómo manejar. Su sistema de constructos no le sirve para anticipar los hechos, y por tanto carece de recursos para funcionar ante ellos; tiene dificultades en la construcción y anticipación de su entorno. Si la persona vive repetidamente la sensación de ansiedad, empieza a percibir como inminente la necesidad de un cambio en la estructura de su sistema de constructos y, frecuentemente, esta percepción se acompaña de un sentimiento de amenaza. Se define amenaza como la conciencia de la proximidad de un cambio importante en la estructura del sistema de constructos.
Parte de la resistencia que muestran muchos pacientes al cambio de conducta se debe a que no se puede abandonar una conducta-problema hasta que no se posee una alternativa. Abandonar nuestro modo de ver la vida (cambiar el sistema de constructos) es una amenaza a la seguridad. El hecho de que todo cambio suponga un riesgo explica este sentimiento de amenaza, y, a la vez, una reacción de hostilidad.
Por hostilidad entiende Kelly el esfuerzo continuo por distorsionar la evidencia y hacerla congruente con alguna predicción social que ha demostrado ya ser un fracaso; es una manera de preservar al individuo de la situación caótica que le supondría reconocer que su sistema de constructos ha fracasado. Solamente si se encuentra un modo alternativo de ver la situación, se abandonará el sentimiento hostil. Para Kelly, la hostilidad es el polo nominal de un constructo cuyo polo de contraste es la curiosidad, el interés por los puntos de vista ajenos.
La hostilidad es distinta de la agresividad, ya que Kelly considera como opuesto de esta última la inactividad. La persona agresiva se comporta así para tratar activamente de validar sus constructos y de extender hasta donde pueda su ámbito de aplicación. La agresividad es la extensión activa del propio campo perceptivo.
El sentimiento de culpa se interpreta como la conciencia de haberse desviado de la estructura. Es central el rol básico que una persona se atribuye a sí misma en la vida. Una vez asumido ese rol, se produce la culpa cuando el individuo funciona de modo inconsistente con él, al margen de connotaciones éticas específicas. Por ejemplo, una madre puede sentir culpa si dedica más tiempo a estudiar que a estar con sus hijos.
Dos procesos dinámicos más atraen la atención de Kelly: los ciclos de creatividad y de toma de decisiones. En este último, se da el ciclo CAC: circunspección-apropiación-control. La circunspección se produce al observar de un modo multidimensional todas las posibles alternativas implicadas en la decisión; la apropiación es la elección de una de ellas, y el control, la selección, entre los dos polos del constructo que se utiliza como categoría para apresar la situación, de aquél que permita una mayor elaboración cognitiva.
El ciclo de creatividad se produce al intentar yuxtaponer y jugar con los diferentes elementos implicados en una problema de un modo flexible, sin tratar de encontrar una solución inmediata.
Las implicaciones del modelo de Kelly para el desarrollo evolutivo de la personalidad guardan similaridad estrecha con las teorías de Piaget y Werner. La evolución psicológica debe correr paralela a los cambios del sistema de constructos: cambio evolutivo consistente, desde unos constructos vagos, globales y no verbalizados a otros específicos, precisos y verbales. Los principales cambios van en dirección de una mayor diferenciación en los constructos, la generación de constructos más abstractos y disposicionales y la formación de pautas jerárquicas de interrelación entre constructos. Con la edad, se reduce el uso desequilibrado de los constructos a favor de uno de sus polos, se incrementan los matices en la aplicación de los constructos y se utilizan menos calificaciones extremas. Los cambios observados en las diferentes edades coinciden con la evolución cognitiva sugerida por Piaget; sin embargo, el énfasis de la teoría no está tanto en los posibles cambios madurativos como en los cambios que acontecen en función de la experiencia.
Las alteraciones psicopatológicas y su tratamiento
Algunos de los trastornos psicopatológicos que más se han relacionado con las alteraciones en el sistema de constructos son la esquizofrenia, la psicosis maniaco-depresiva y el pensamiento obsesivo. Los esquizofrénicos tienen un sistema de constructos desordenado, con pocas relaciones entre sus elementos (vagos, irrelevantes y poco consistentes en el tiempo), cuya diferencia básica con los normales estriba en la categorización de aspectos psicológicos. Los esquizofrénicos y depresivos muestran una pauta test-retest más inconsistente que los normales, en la técnica de la rejilla. El análisis factorial de los pacientes esquizofrénicos muestra a menudo una pauta fragmentada, inarticulada y descompuesta en muchos factores. Es llamativo también el cambio brusco de un polo a otro en el constructo. Los casos extremos de extensión y definición del sistema de constructos podrían dar lugar a los trastornos maniaco y el depresivo. En la manía se utilizan constructos excesivamente amplios, por lo que produce una dilatación del sistema. En el extremo opuesto, el depresivo exagera el proceso de definición, limitando la amplitud del sistema (constricción). El caso extremo de constricción lo constituye el suicida, que no puede manejar cognitivamente el mundo, bien sea porque la predicción les es excesivamente fácil (sin interés) o por dificultades e inhabilidad total para predecir. El sistema de constructos de pacientes obsesivos es básicamente inarticulado e impermeable, con una gran variedad de subsistemas inferenciales incompatibles entre sí. En el caso de la anorexia nerviosa, se ha encontrado, utilizando el método de Slater, que un trastorno básico en estos pacientes reside en el fracaso en anticipar los sucesos sociales en su vida. La delgadez aparece así como el único camino para mostrar autoafirmación, un modo de hostilidad hacia los demás tras el fallo del sistema. Los mejores resultados terapéuticos se han relacionado con la elaboración de construcciones personales referidas al self, ortogonales y alternativas a la categorización en términos de peso.
La terapia que se deriva de esta teoría va dirigida a reconstruir el sistema de constructos inadeacuados; el terapeuta hace el papel de director, analizando la “teoría” del paciente, reformulando las partes erróneas y dirigiendo “experimentos vitales” cuyos resultados se analizan después con él. Se insiste en la necesidad de probar construcciones alternativas de las cosas y se exhorta al paciente a exponerse a situaciones nuevas y distintas que le faciliten el cambio de constructos. Para ello se hace uso de técnicas de role-playing que hacen más probable la modificación de actitudes.
Evidencia empírica
El apoyo a la teoría
Todavía faltan intentos sistemáticos y homogéneos para validar formulaciones muy básicas. Por ejemplo, la noción, implícita en el postulado fundamental, de que los modos de construcción implican predicciones fue débilmente confirmada por Shoemaker, quien encontró que cuando una persona consideraba similares a dos individuos, sus predicciones sobre la conducta social de ambos eran también similares. Todavía hay que asegurarse de que existe una relación estrecha entre la pauta de organización entre los constructos y el modo en que las personas perciben y reaccionan ante los demás. Uno de los aspectos más espinosos de toda la teoría de Kelly, que afecta al postulado fundamental, se refiere a la relación entre el sistema de constructos y la conducta. Puesto que el sistema de constructos es finito, y las variedades de la conducta numerosas, queda por precisar la conexión concreta que lleva de unos a otras.
Los corolarios que cuentan con más resultados favorables son los de individualidad, experiencia, dicotomía, comunalidad y sociabilidad.
A favor del corolario de individualidad cabe decir que no solamente las personas difieren en su modo de categorizar acontecimientos, sino que estos modos de construcción parecen ser una de las variables de personalidad más estables y consistentes. Diversos estudios han comprobado que los sujetos prefieren utilizar sus propias dimensiones a las dimensiones sugeridas, y que las puntuaciones basadas en las primeras son más extremas que las que se obtienen con las segundas (mayor significado o implicación personal del sujeto al evaluar en función de sus constructos propios).
También existen numerosos trabajos que apoyan la utilidad de partir del carácter bipolar y dicotómico de los constructos para comprender el funcionamiento cognitivo de las personas (corolario de dicotomía).
Kelly especificó a priori que la probabilidad de que un sujeto asigne un suceso cualquiera a un polo de un constructo es la misma que la de asignarlo a su opuesto. Esta distribución simétrica de los sucesos respecto a los dos polos alternativos (50/50) se suponía que ofrecía el máximo de discriminación entre sucesos. Trabajos realizados por Adams-Webber indican que esa razón no es 50/50 sino aproximadamente 62/38. Esto significa que existe una tendencia general a utilizar preferentemente el polo que da nombre al constructo. Existe una mayor comunalidad en el uso del polo nominal del constructo, que está más “contaminado” del uso general que de él hacen otras personas, y más individualidad en el polo de contraste.
A partir de los estudios de laboratorio se han podido verificar interesantes aspectos derivados del corolario de experiencia, que a su vez tienen repercusiones importantes para los de modulación y organización. El sistema de constructos varía notablemente en función de la experiencia, siendo los más modificados los constructos que conducen a una predicción errónea. En función de las características de la situación experimental y de la sensibilidad individual, los sujetos abandonan constructos, los reformulan ampliando su foco de conveniencia y ámbito de aplicación, modifican su capacidad discriminativa pasando de un polo a otro, y varían el número de constructos utilizados para clasificar un suceso. Entre los cambios más importantes se encuentran los que afectan a todo el sistema; aunque los resultados señalan que de una mayor exposición a información nueva resulta una mayor capacidad discriminativa e integración jerárquica, esos cambios sólo se darán en la medida que la organización jerárquica lo permita.
Los cambios en constructos constelatorios son siempre mayores que los de los constructos proposicionales; y los sistemas de constructos muy implicados e interrelacionados, si bien cambian menos ante la evidencia contraria que los sistemas más segmentados, cuando lo hacen experimentan modificaciones más importantes.
Un dato interesante en relación al corolario de experiencia se refiere a las modificaciones en la categorización de las personas según el grado de interacción social con ellas; mientras que una cierta interacción facilita la percepción de semejantes entre el que percibe y el sujeto calificado, a esa convergencia parece seguir una divergencia si la interacción continúa.
Respecto al corolario de comunalidad, numerosos trabajos indican una relación entre semejanza en la categorización y semejanza en el desempeño en el trabajo, en la eficacia en la interacción social, en la capacidad para predecir adecuadamente a otros, etc. Son estudios correlacionales que no permiten concluir si la comunalidad es causa o efecto de la interacción.
La evidencia favorable al corolario de sociabilidad, permite matizarlo en el siguiente sentido: comprender algunos rasgos en los procesos de construcción de otra persona son centrales para entrar a formar parte de su vida social; pero ni parece que la capacidad de construir la conducta del otro garantice, como tal, una buena relación con él, ni se especifican las partes del sistema que deban ser necesariamente construidas para poder relacionarse. Es posible que éstas varíen además según el tipo de relación que se establezca entre las personas.
Líneas de investigación principales
En los 60 pueden observarse líneas de trabajo consistentes, siendo las más destacadas las de Crockett y Bieri sobre diferenciación y complejidad cognitiva y las de Bannister sobre trastornos del pensamiento esquizofrénico. Este autor constituye el puente de unión de la teoría de Kelly con la psicología inglesa, que llega a formar un grupo caracterizado por su trabajo empírico, al que se debe el refinamiento en la evaluación de los Constructos Personales. El grupo realiza duras críticas a la Psicología de la Personalidad nomotética encabezada por Eysenck, y tiene un carácter más técnico y metodológico que el que se forma en América, de corte más fenomenológico.
La mayor parte de las investigaciones en torno a esta orientación surgen de lo que Kelly denominó “principio mínimas”: cómo discriminar con sentido la mayor variedad de sucesos con el menor número de constructos. Las dos líneas de investigación prioritarias han sido la diferenciación e integración de constructos, por un lado, y la desintegración o patología, por otro. Junto a ellas, se encuentran los trabajos que se ocupan del Rep-Test como instrumento diagnóstico para verificar hipótesis clínicas y evaluar resultados terapéuticos. Finalmente, están las líneas de investigación referidas a la influencia de los sistemas de construcción en el área interpersonal.
Del estudio de la diferenciación e integración de constructos ha surgido una “derivación nomotética” de la teoría idiográfica de Kelly: la posibilidad de distinguir a los individuos por sus distintos niveles de complejidad cognitiva, y estudiar las implicaciones que ésta tiene en áreas conductuales diversas. Esta variable se ha relacionado, entre otras, con la exactitud predictiva, el rendimiento en exámenes, la precisión en construir los sistemas de construcción ajenos, etc. Existe también evidencia de que los sujetos cognitivamente complejos son más capaces que los simples de integrar información inconsistente y utilizan menos descripciones dicotómicas rígidas.
Del estudio de la fragmentación del sistema y las alteraciones del pensamiento, el grupo de Bannister ofrece abundantes datos de cómo, frente a fracasos consecutivos de predicción, se van debilitando las relaciones entre los constructos del sistema, de modo que acaba siendo vago y asignificativo. Sus resultados coinciden con las teorías que enfatizan el papel de los factores sociales en la génesis de los trastornos de pensamiento. Abundan los estudios de problemas psiquiátricos a la luz de la teoría de los constructos; son en su mayoría casos únicos que necesitan mayor investigación sistemática.
El Rep-test y los métodos de rejilla han mostrado ser valiosos instrumentos diagnósticos y herramientas útiles para verificar la hipótesis y evaluar cambios durante la terapia. Por último, las implicaciones de la teoría de Kelly en el área de las relaciones interpersonales ofrecen resultados consistentes sobre la naturaleza y función de los prejuicios y estereotipos.
TEMA 14
TEORIA PERSONALISTICA DE ALLPORT
Introducción
El concepto básico de los planteamientos estructurales es el entendimiento de la conducta como función de un conjunto de disposiciones de respuesta relativamente estables, que configuran la personalidad del individuo. Estas disposiciones relativamente estables de respuesta son los “rasgos”. El objetivo de los enfoques estructurales es la identificación de los rasgos que conforman la estructura de la personalidad y en función de los que se podría describir, predecir y explicar el comportamiento de los individuos.
El concepto de rasgo
Los rasgos son abstracciones, constructos teóricos que elaboramos a partir de, y para dar explicación a la aparente consistencia que presenta la conducta de las personas en situaciones distintas.
Un problema implícito en este tipo de razonamiento se pone de manifiesto cuando se intenta emplear la categoría descriptiva inferida de la conducta (el rasgo) para explicar y justificar, circularmente, esa misma conducta de la que se ha abstraído. Observamos la existencia de pautas, más o menos sistemáticas en el comportamiento de las personas; elaboramos un constructo que sirve para describir y sistematizar tales pautas típicas de comportamiento; estos constructos son los rasgos. Hasta aquí, el proceso es correcto; lo que no es justificable es el salto que implica el empleo de esas entidades clasificatorias, como entidades reales causadoras del comportamiento. Cuando se dice que un individuo se comporta agresivamente, porque tiene un rasgo de agresividad, debemos entender que no es el rasgo, en cuanto tal, el que causa el comportamiento; el rasgo, en sí mismo, lo único que hace es aglutinar ciertas pautas, más o menos generales, de comportamiento del individuo, en base a las cuales podemos predecir el comportamiento futuro.
Los rasgos entonces, no son algo que se observe directamente, sino algo inferido, a partir de ciertos elementos de la conducta que sirven de base para la inferencia (“indicadores de rasgo”). Se puede señalar un conjunto de indicadores de rasgo, presentes en la conducta de cualquier individuo y que derivarían de los siguientes aspectos:
Junto a estos tipos generales, se pueden considerar otros indicadores:
Algo similar cabría decir del rol que cada uno desempeña en la sociedad. Otra fuente de indicadores de rasgo se puede localizar en las reacciones emocionales que provoca en las personas que le observan. Los indicadores alcanzados por esta vía son los menos fiables; aumentando su valor para hacer inferencias útiles, a medida que se incrementa el número de observadores con idénticas reacciones ante la misma persona.
Propiedades de los rasgos
Escalable:
El rasgo se entiende como un continuo dimensional, derivando las diferencias individuales del punto en que cada persona se sitúa a lo largo de ese continuo.
Unipolares o bipolares
Son rasgos unipolares aquéllos que se extienden desde un punto cero (que indica ausencia de tal rasgo) hasta una cierta cantidad. Bipolares son aquéllos que van de un polo al polo opuesto, pasando por cero (que indicaría el punto de equilibrio entre las cualidades representadas por cada uno de los polos).
Dos problemas: 1º) La determinación empírica de las características que definen cada uno de los polos del continuo bipolar. Se intenta dar respuesta analizando los correlatos conductuales que, con mayor propiedad, parecen ir asociados a los niveles extremos del continuo dimensional. 2º) La dificultad para localizar realmente el punto cero en una escala. En la práctica, se obvia tomando la puntuación media de la población en el rasgo considerado como punto de referencia en torno al cual las desviaciones positivas o negativas indicarían la ponderación en uno u otro polo.
Grado de universalidad
Los rasgos pueden diferir en el grado de universalidad que presentan. Desde aquéllos que sólo son aplicables a un individuo concreto, hasta aquellos otros que podrían aplicarse a toda la población.
Generalidad
El grado de generalidad de un rasgo viene a ser proporcional al número de indicadores de rasgo que se le pueden aplicar. Habría rasgos que podrían encontrarse en casi todas las manifestaciones de conducta de un individuo; mientras que otros sólo se extenderían a un rango limitado de sus conductas. A medida que aumenta el grado de generalidad del rasgo, se incrementan, por una parte, las posibilidades para su evaluación y, por otra, el rango de conductas que se podrían predecir a partir del mismo.
Organización
Cada rasgo puede definirse en base a la relación que guarda con los otros rasgos que configuran la personalidad de un individuo. Los esfuerzos se encaminan a la búsqueda de rasgos independientes. La mayor independencia entre los rasgos redundará en una menor ambigüedad y mayor significación psicológica de las informaciones que nos suministren sobre la persona, incrementando, al tiempo, la fiabilidad y parsimonia en la evaluación de los mismos.
Consistencia y estabilidad
La estructura de la personalidad está integrada por rasgos que son estables y consistentes; como se afirma el valor determinante que los rasgos desarrollan sobre la conducta, se predice que ésta será, igualmente, estable y consistente. Los rasgos vendrían a dar cuenta de la aparente consistencia existente en la conducta manifiesta.
Los que se observa es la conducta; el rasgo es una categoría elaborada que traduce la presencia de patrones de conducta relativamente estables y consistentes. Sin necesidad de postular relaciones causales rasgo-conducta, podrá decirse que un rasgo es más consistente que otro en la medida, y sólo así, en que hace referencia a un patrón de conducta más consistente que otro. Los rasgos difieren en el grado de consistencia que presentan; un mismo rasgo puede presentar niveles diferentes de consistencia en distintas personas.
Podemos resumir lo dicho sobre la naturaleza de los rasgos en:
Aportaciones de Allport
La teoría de Allport es el punto de enlace entre los planteamientos “procesuales” y “estructurales”. De los primeros va a tomar la insistencia en la “individualidad” como objeto de estudio. De los segundos tomará el entendimiento de la personalidad como configuración disposicional y el énfasis en la conducta adulta normal, como marco de referencia.
Teoría personalística
Una auténtica psicología ha de estudiar la individualidad... la misión asignada a la psicología es el estudio de las personas, y las personas solamente existen en patrones concretos y únicos (Allport).
Dos notas caracterizan los planteamientos de Allport: énfasis en el carácter único del individuo y la consideración organísmica del mismo. Es precisamente la conjugación de estas dos notas, la que concede al pensamiento de Allport un status peculiarmente definido dentro del contexto global internalista.
La primera característica, énfasis en la persona como totalidad individual, le diferencia de la filosofía general de la psicología de rasgos, tanto en el plano teórico como en el metodológico.
En los planteamientos tradicionales basados en el concepto de “rasgo”, la individualidad se interpreta como el resultado final de la integración cuantitativa de una serie de elementos y factores, comunes a todos los individuos de una misma especie. El individuo se define, no en y por sí mismo, sino por comparación con otros individuos en las supuestas dimensiones comunes.
En cambio, desde una perspectiva personalística, la individualidad se define como la resultante cualitativa del sistema de interacciones que, en cada individuo concreto, existe entre un conjunto de elementos y factores que pueden ser comunes. El marco de referencia es el propio individuo. Lo que importa es el significado que cada factor cobra dentro del sistema global que define peculiarmente a cada individuo. La personalidad es una configuración emergente, que no es exactamente la resultante matemática de un conjunto de rasgos comunes.
En definitiva, la diferencia entre ambas posturas radica en el nivel de análisis en que se sitúan y en la ponderación que en cada caso se hace de los elementos y de su configuración en el individuo. La psicología de rasgos se mueve a un nivel de análisis elementalista; lo que interesa es conocer qué factores, supuestamente comunes, y en qué medida, permiten definir diferencialmente a cada individuo. Mientras que en un planteamiento personalístico lo que interesa es la configuración de elementos que caracteriza al individuo; de forma que los elementos, sean comunes o no, alcanzan su pleno significado de su inserción en el sistema individual.
Esta distinción se pone de manifiesto a nivel operativo, cuando en la psicología de rasgos se procede al análisis de cada factor independiente y rara vez se entra en la consideración de la estructura global. Mientras que, desde la perspectiva personalística, lo que procede es el estudio del sistema integrado y global.
Una segunda vía de diferenciación del pensamiento de Allport, deriva de su consideración eminentemente organísmica de la conducta. En el paradigma organísmico el ser humano es entendido como un organismo inherente y espontáneamente activo; Este marco es idóneo para entender la naturaleza e implicaciones de los planteamientos internalistas.
Si bien es verdad que, en líneas generales, podemos contraponer en Psicología de la Personalidad, los enfoques “internalista” y “situacionista”, diciendo que los primeros comparten en mayor medida la filosofía organísmica y los segundos una orientación mecanicista; también en los planteamientos internalistas están presentes aspectos de clara significación mecanicista. Estas implicaciones mecanicistas pueden encontrarse en la psicología de rasgos, cuando la personalidad se entiende como simple efecto de agregación de elementos-componentes más simples. Pero están igualmente presentes en los planteamientos clínico-procesuales; en la explicación que de la conducta se hace en el contexto freudiano. La visión que se tiene del ser humano en este caso es la de un organismo básicamente reactivo. El mecanismo motivacional básico se cifra en la búsqueda continua de reducción de la tensión. Atisbos mecanicistas pueden encontrarse implícitos en todos aquellos casos en que la conducta se explica en base a la secuencia conflicto-tensión-reducción de tensión.
Frente a esto, la filosofía personalística podría considerarse como prototipo de la perspectiva organísmica. El individuo no sólo reacciona, sino que se entiende como inherentemente activo, moviéndose en la prosecución de objetivos que él mismo se plantea y que le completan. La conducta del individuo, como totalidad, es esencialmente teleológica, no sólo reactiva.
En la definición de personalidad que Allport sugiere, “personalidad es la organización dinámica en el interior del individuo de los sistemas psicofísicos que determina su conducta y su pensamiento característicos”.
Metodología
¿Qué métodos usar para el estudio de la personalidad? Para dar respuesta a esta cuestión, es preciso tener presenta, por una parte, el contexto teórico en que Allport se mueve y, en segundo lugar, la distinción que establece entre conducta “adaptativa” y conducta “expresiva”.
En cuanto al primer aspecto, Allport defenderá el empleo de aquellas estrategias que permitan apresar la complejidad y riqueza de la individualidad (conveniencia y mayor utilidad de las estrategias idiográficas).
Dentro de este contexto, tiene cabida cualquier técnica específica, que nos pueda suministrar información sobre el individuo en estudio, siempre que no se pierdan de vista dos aspectos centrales en todo estudio de la personalidad:
En segundo lugar, Allport distingue dos componentes en toda conducta: el componente “adaptativo” y el “expresivo”. El componente “adaptativo” responde a la cuestión ¿qué hace el individuo?; se refiere al contenido de la conducta, la acción, a su valor funcional. El componente “expresivo” traduce el “cómo” hace lo que hace, del modo o estilo de conducta.
Diferencias entre ambas dimensiones de conducta:
Allport sugiere que “la expresión es quizá la parte más tenaz de nuestra naturaleza. La acción adaptativa es variable; depende de lo que hemos de hacer. Pero la manera como lo hacemos lleva el sello indefectible de la personalidad”. La situación determinará en mayor medida las características instrumentales de la conducta; mientras que la incidencia de las diferencias individuales, de las variables personales, será más fuerte sobre la dimensión expresiva de la conducta.
Estructura de la personalidad
Si el repertorio global de comportamiento, a partir del que inferimos la personalidad de un individuo, no es otra cosa que el conjunto organizado de patrones de conducta relativamente estables y consistentes que le caracterizan, puede sugerirse que la personalidad es la organización de rasgos que definen al individuo. Se propone “el rasgo” como unidad de análisis significativa para el estudio de la personalidad.
El rasgo como unidad de análisis
Allport conceptualiza el rasgo como “sistema neuropsíquico (peculiar del individuo) generalizado y focalizado, dotado de la capacidad de convertir muchos estímulos en funcionalmente equivalentes y de iniciar y guiar formas coherentes (equivalentes) de comportamiento adaptativo expresivo”.
El rasgo es un sistema neuropsíquico: Cuando se habla de sistema, podemos convenir que se está haciendo referencia a las interrelaciones existentes entre un conjunto de elementos. Al definir el “rasgo”, en este contexto, se especifica la naturaleza de los elementos del sistema: los procesos y funciones psicológicos y el sustrato físico y biológico correspondiente.
Cuando de la observación de un patrón regular de conducta afirmamos la existencia de un rasgo, estamos haciendo dos cosas; por una parte, sugerir un término, que permita describir parsimoniosamente el patrón de conducta observado y, en segundo lugar, señalar la presencia en el individuo de una estructura de relaciones entre procesos y funciones psíquicas y componentes biofísicos, que sería la responsable de la conducta (Allport haría particular hincapié en esta segunda alternativa; ambas dimensiones significativas del rasgo son complementarias).
El rasgo se entiende como disposición de conducta, esto es, la presencia en el individuo de determinadas tendencias de comportamiento; el rasgo expresa tendencia de comportamiento adaptativo y, sobre todo, expresivo. Ahora bien, estas predisposiciones sólo se traducen en conducta efectiva cuando, al mismo tiempo, se dan las circunstancias apropiadas. El rasgo, como predisposición de conducta, no es la única fuerza determinante del comportamiento.
El rasgo explica la existencia de patrones coherentes de conducta. El rasgo actúa propiciando no conductas puntuales, sino estilos adaptativos. Inferimos la presencia de un rasgo cuando observamos la repetición de conductas no ya morfológicamente idénticas, sino que poseen el mismo significado y valor adaptativo para el individuo (equivalencia de respuestas) y que tales patrones coherentes de conducta se desarrollan en situaciones funcionalmente equivalentes (son percibidas y valoradas de la misma manera).
En este contexto es en el que se entiende el rasgo, como predisposición generalizada de conducta, diferenciándose de otras tendencias determinantes más específicas, como pueden ser el hábito y la actitud.
Dimensiones de los rasgos
En el modelo propuesto por Allport, se toman esencialmente dos dimensiones de clasificación: la relevancia que el rasgo tiene dentro de la estructura integrada de la personalidad y, la comunalidad-individualidad del rasgo.
Relevancia estructural
En función del significado que el rasgo tiene para el entendimiento de la personalidad, se habla de rasgos “cardinales”, “centrales” y “secundarios”.
Un rasgo es cardinal cuando la casi totalidad de las manifestaciones conductuales del individuo pueden entenderse como indicadores de dicho rasgo. En estos casos, al individuo se le caracteriza, en gran medida, a partir de las características que definen el rasgo cardinal.
Con todo, es estadísticamente excepcional encontrar individuos cuya conducta esté tan altamente organizada e integrada, que pueda entenderse como expresión de un único rasgo. Lo habitual es observar que el repertorio total de comportamiento de los individuos se organiza en un conjunto de patrones de conducta relativamente independientes, a partir de cada uno de los cuales podemos inferir un rasgo. En este caso, hablaremos de rasgos centrales. Lo frecuente es encontrar que la personalidad de un individuo viene definida por la organización de una serie de disposiciones centrales, cada una de las cuales haría referencia a un rango limitado de manifestaciones de conducta.
Descendiendo en relevancia para la personalidad y en generalidad, nos encontramos con los rasgos secundarios. Nos referimos a características de personalidad definitorias del individuo, pero que tienen un rango de conductas referentes muy limitado.
Si explicitamos la relevancia estructural de un rasgo por la generalidad, consistencia, frecuencia e intensidad de sus conductas indicativas, se puede establecer una gradación que se extiende desde los rasgos cardinales (como los más relevantes), hasta los rasgos secundarios (como los menos relevantes).
Comunalidad/individualidad
Observamos semejanzas en la conducta de distintos individuos; estas semejanzas permiten, a su vez, inferir la presencia de los mismos rasgos en distintos individuos.
En su afán por salvaguardar la individualidad, Allport defenderá que el rasgo sólo se puede predicar del individuo y que las concomitancias conductuales entre distintos individuos no implica que compartan el mismo rasgo.
La explicación alternativa sugiere que estas coincidencias lo que señalan es que, en la expresión de sus rasgos individuales, las personas manifiestan patrones de conducta adaptativa que pueden ser compartidos, en mauro o menor grado, por los miembros de una misma cultura.
El problema de la individualidad/comunalidad de los rasgos puede ser entendido en los siguientes términos: los individuos se asemejan en sus conductas, no sólo porque comparten pautas adaptativas presentes en la cultura de que son miembros; sino también y muy fundamentalmente, porque comparten las estructuras psicofísicas, que les posibilita asimilar y poner en ejercicio las formas de ajuste y expresión comunes a los miembros de un grupo social, cultura, etc.
Los rasgo son comunes, en cuanto tendencias de conducta asentadas en estructuras psicofísicas, que son generales. Pero, al mismo tiempo, estas estructuras pueden diferir en su funcionamiento, de un individuo a otro. Por esta razón, Allport defiende que el rasgo siempre es individual, en la medida en que refleja la peculiar estructura y funcionamiento psicofísico que caracteriza al individuo.
Desde nuestra perspectiva, los individuos difieren en el grado en que le son aplicables los distintos rasgos, la relevancia que los diversos rasgos tienen en la estructura global de su personalidad y el rango de conductas que sirven de indicadores para cada rasgo.
Integración de la personalidad: El concepto de sí mismo
Toda teoría sobre Personalidad debería dar cuenta de la integración de las diversas características que definen al individuo, como realidad diferenciada. A tal fin, en el planteamiento personalístico de Allport se emplea el concepto de “propium”, que hace referencia a la autoexperiencia, a la dimensión subjetiva de la personalidad, a la percepción que el individuo tiene de sí mismo como realidad integrada de experiencias, potencialidades y expectativas.
El “propium” es sólo un concepto, que se emplea para hacer referencia a la imagen que cada uno se construye de sí mismo en el curso del desarrollo. Al proceso de diferenciación personal, implicado en el concepto de “propium”, contribuyen distintas experiencias que el individuo va asimilando en el curso de su historia de desarrollo personal, y que Allport ordena según el momento evolutivo en que se inician:
Resumiendo, el concepto de “propium” hace referencia a la percepción que el individuo tiene de sí mismo, como realidad integrada y diferenciada. A esta autoconceptualización global contribuyen distintos elementos, cuya aparición Allport sitúa en momentos diferentes del proceso evolutivo y que en cada caso funcionan como punto de anclaje prevalente en la percepción de sí mismo.
Sin embargo, en la experiencia diaria del adulto normal los 7 aspectos señalados están presentes al mismo tiempo, funcionando como marco de referencia en el que encuentran sentido las distintas manifestaciones conductuales.
Explicación de la conducta
El modo en que se comporta una persona es resultado de por lo menos 4 condiciones:
Las dos primeras condiciones son producto de la personalidad; las dos últimas producto de la situación.
Principio de autonomía funcional de los motivos
Para Allport, una teoría adecuada de la motivación humana debería reunir las siguientes características:
Este conjunto de requisitos parecen quedar satisfechos en el principio de “autonomía funcional” de los motivos. La autonomía funcional se refiere a todo sistema de motivación adquirido, en el que las tensiones implicadas no son del mismo tipo que las tensiones antecedentes, a partir de las cuales se desarrolló el sistema adquirido.
Dos notas destacables en la formulación de este principio motivacional:
Se hablaría de autonomía funcional. La conducta específica que se esté considerando pudo tener un origen, una base motivacional determinada, pero lo que interesa conocer, para dar cuenta de la conducta que el individuo presenta en un momento específico, son las razones que en ese momento siguen siendo relevantes para entender la conducta en cuestión.
El papel de la situación
Probablemente sea Allport quien con mayor claridad haga referencia al papel de la situación en la determinación de la conducta. Las características de la personalidad hemos de considerarlas como márgenes de conducta posible, que pueden ser activadas en puntos diversos según los requerimientos de la situación.
Los rasgos son predisposiciones generalizadas de conducta, que se traducen en conductas cuando están presentes determinadas características situacionales.
La conducta, pues, no puede entenderse plenamente desde las características definitorias de la personalidad, exclusivamente, ni sólo desde los parámetros definitorios de la situación; ha de ser entendida como fruto del ejercicio conjunto de ambos conjuntos de factores.
En este contexto de naturaleza interaccionista, Allport sugiere el marco en el que interpretar la prevalencia relativa que, en cada caso específico, cabe esperar de los factores personales y situacionales: Los determinantes situaciones son más importantes cuando los deberes, los papeles, las tareas y las funciones están rígidamente prescritos. Los determinantes personales son más importantes cuando la tarea es más libre, más abierta, menos estructurada.
TEMA 15
TEORIA FACTORIAL DE LA PERSONALIDAD: CATTELL
Introducción
La teoría de la personalidad desarrollada por Cattell deriva fundamentalmente de la metodología multivariada.
Metodología univariada versus metodología multavariada
El enfoque experimental univariado se centra en el estudio del efecto que la manipulación de una variable por el experimentador produce en la conducta. El enfoque multivariado afirma que pueden extraerse relaciones partiendo de la conducta del hombre en su verdadera situación vital, sin necesidad de introducir una situación control, o la manipulación de las variables. En este último enfoque, se trataría de estudiar la totalidad del hombre en su estado natural descubriendo, mediante análisis estadísticos, de qué forma se relacionan diversas clases de conducta.
El análisis multivariado utiliza diferentes técnicas como la correlación múltiple, el análisis canónico, el análisis de la función discriminante, el análisis configurativo, en análisis factorial, etc.
El análisis factorial
El AF es un procedimiento estadístico que permite identificar los focos de covariación existentes en un conjunto de elementos (ítems de un test, diversas manifestaciones conductuales, etc.). Un foco de covariación o factor viene definido por aquellos elementos de la muestra que presentan mayor interrelación. Es decir, si tenemos 5 elementos (A, B, C, D, E) y observamos que A, C y E presentan fuerte interrelación, mientras están poco relacionados con B y D, que a su vez, están estrechamente relacionados, podemos decir que en tal muestra de elementos existen dos focos de covariación: uno, definido por los elementos A-C-E; y otro, formado por los elementos B-D.
El AF simplifica la comprensión y manejo de un conjunto de elementos puntuales, al señalarnos qué tipo de relaciones diferenciales, y de qué intensidad, existen en dicho conjunto de elementos.
El empleo del AF responde al interés por describir la naturaleza de las relaciones existentes en un conjunto de fenómenos. Esta función descriptiva cumple un importante papel en los estadios iniciales de programas de investigación, por cuanto los datos obtenidos en esta fase pueden contribuir a matizar hipótesis ya existentes y/o sugerir hipótesis nuevas, a verificar posteriormente con procedimientos metodológicos más rigurosos. Adicionalmente, el empleo descriptivo del AF contribuye a la elaboración de taxonomías; tarea, sin duda, relevante en cualquier área de investigación. En ocasiones se ha sugerido la utilidad del AF como procedimiento para verificar hipótesis.
En este caso, tal vez sería más oportuno hablar de “constatación” de hipótesis. El AF en este supuesto se emplearía para corroborar la presencia o ausencia de los factores sugeridos en la hipótesis.
Diseños con AF
Técnica R: Las variables se descomponen enf actores, que permiten analizar las conductas que tienen una relación funcional, estableciendo de esta forma los elementos de la personalidad.
Técnica P: Somete a un mismo individuo a una serie de pruebas repetidamente durante un tiempo. Sería de gran interés en aplicaciones clínicas para ver la evolución del paciente con la terapia.
Técnica Q: Permite analizar las relaciones existentes entre los individuos en presencia de determinadas pruebas. El factor viene definido por individuos que comparten un mismo patrón de conducta.
Técnica S: Se correlacionan y descomponen en factores, las respuestas de las personas en una serie de ocasiones. Puede utilizarse para analizar la interacción social.
Estructura de la personalidad
Definición de personalidad
Cattell define la personalidad como aquello que nos dice lo que una persona hará cuando se encuentre en una situación determinada. R = f(S,P).
Unidad básica de análisis: el rasgo
El rasgo constituye un elemento estructural básico de la teoría de Cattell. Puede definirse como una tendencia, relativamente permanente y amplia, a reaccionar de una forma determinada. Esta concepción supone una cierta regularidad de la conducta a lo largo del tiempo y de las situaciones. En función de su contenido, puede hablarse de 3 grandes conjuntos de rasgos:
Los rasgos pueden clasificarse en función del grado de comunalidad que poseen, su origen, y el peso que tienen en la estructura de la personalidad.
La investigación en personalidad se va a interesar, fundamentalmente, en el estudio de los rasgos causales temperamentales y dinámicos.
Fuentes de Datos
La conducta de una persona puede ser observada y registrada mediante 3 tipos de datos:
Datos L
Basados en las calificaciones de la vida real, reflejan de manera real el comportamiento en situaciones cotidianas. El objetivo principal serían las conductas, que son hechos objetivos. Este tipo de datos incluye conductas que se pueden puntuar sin precisar el juicio subjetivo del que evalúa.
Datos Q
Proceden de las respuestas a los cuestionarios e inventarios en los que uno informa sobre sí mismo. El hecho de que sea el propio sujeto el que contesta acerca de sí mismo, hace que estos datos estén expuestos a la distorsión, siendo las objeciones más importantes a este tipo de datos las siguientes:
Datos T
Basados en pruebas objetivas. Un test objetivo es una situación de conducta en miniatura. Son objetivos en cuanto que se oculta al individuo su propósito. Algunas de estas pruebas son fisiológicas, como el análisis de azúcar en sangre; otras son de naturaleza psicofisiológica, necesitando un laboratorio psicológico para ser resueltas, como el estremecimiento del sujeto ante un disparo de revólver. Este tipo de pruebas es difícilmente falseable por el individuo. Por último, hay pruebas en forma de cuestionario, como aquéllas que piden a los sujetos una estimación acerca del tiempo que tardarían en aprender actividades nuevas.
Investigación sobre la estructura de la Personalidad
La investigación se dirige al descubrimiento y análisis de los rasgos fundamentales (“causales”) que definen la estructura de la personalidad. A tal fin, se emplean datos L, Q y T, siendo la hipótesis general que con los 3 tipos de datos se identificarían los mismos elementos estructurales de la personalidad.
Análisis basado en los datos L
La primera fase de la investigación se centró en el análisis de términos descriptivos de conductas relevantes para la personalidad. Se tomaron 4500 nombres de rasgos citados por Allport y Odbert, a los que se añadieron otros términos, relativos al ser humano, procedentes de la literatura psicológica y psiquiátrica. Tras un análisis de sinónimos, este repertorio de términos fue reducido a unas 200 características que fueron aplicadas a una muestra de 100 adultos. El análisis de estos datos permitió aislar 42 variables bipolares. El AF de estos nuevos datos puso de manifiesto la presencia de 12 factores. Análisis procedentes de otros estudios similares aumentó el número de factores a 15, que se entendió daban cuenta suficientemente de la conducta relevante en el ser humano.
Análisis basado en los datos Q
En una segunda fase de investigación se pretende determinar si se obtienen los mismos o similares factores, con datos procedentes de cuestionarios. Se elaboraron repertorios de ítems, tomando como base los factores aislados con los datos L, y se aplicaron a grandes muestras de sujetos. Los datos de estas aplicaciones se analizaron factorialmente, aislándose 16 factores. De éstos, 12 coinciden con los hallados mediante los datos L, 4 son exclusivos de los datos Q. Estos 16 factores son los que se recogen en el Cuestionario 16 PF.
Análisis basados en los datos T
En una 3ª fase, se elaboraron tests objetivos para medir los rasgos ya descubiertos, aplicando los mismos a grandes muestras de sujetos. El AF de los datos indica la existencia de 21 rasgos, denominados mediante un sistema de Índices Universales (U.I.), y los números comprendidos entre el 16 y el 36 (p. ej., el factor de Ansiedad se identifica con el código UI24).
Estos 16 factores no son totalmente independientes unos de otros; el análisis de las relaciones existentes entre los mismos permite aislar nuevos focos de covariación (factores de 2º orden) obtenidos con datos Q:
Algunos de los factores T son idénticos a algunos factores de 2º orden, extraídos de los factores primarios L y Q. Este es el caso, por ejemplo, de los factores Ansiedad y Exvía.
Todos los rasgos fundamentales están determinados en parte por la genética, y en parte por el ambiente, aunque algunos, como p. ej., la inteligencia y la surgencia, son más bien genéticos, mientras que otros, como el radicalismo y la tensión érgica, son más bien ambientales por su origen.
Explicación de la conducta
El estudio de la personalidad requiere y abarca el estudio de la motivación. La predicción de la conducta puede sintetizarse:
Aj = bja Ai + bja Ti + bja Di
Donde aj : acto o respuesta de la persona; i: combinación ponderada de sus rasgos aptitudinales A, sus rasgos temperamentales T, y sus rasgos dinámicos y de motivación D. Los pesos (b) deben hallarse de forma experimental y serán peculiares de cada acto.
Actitudes
Las actitudes son unidades básicas del análisis motivacional en la teoría de Cattell. Se definen como la fuerza del interés por seguir un determinado curso de acción. Este análisis abarca la naturaleza de la acción en curso, la intensidad del interés que se tiene en ella y el objeto involucrado.
La presencia e intensidad de una determinada actitud puede expresarse en una serie de índices: Actividad fisiológica, preferencia por actividades relacionadas con la actitud, acumulación de información relativa a la actitud, mayor susceptibilidad para aceptar hechos congruentes con la actitud...
Componentes de la actitud
Estos componentes presentan ciertas interrelaciones. El análisis de estas interrelaciones ha permitido aislar dos factores de segundo orden:
Tipos de actitudes: ergios y sentimientos
La estrategia habitual de investigación ha consistido en factorizar las mediciones efectuadas sobre varias actitudes. El análisis de estas mediciones ha permitido aislar dos grandes tipos de motivos: los ergios y los sentimientos.
El ergio (impulsos) es una tendencia innata a reaccionar de un modo específico ante determinados objetivos, aunque su expresión puede estar afectada por el proceso de socialización. Destacan los siguientes ergios: sexo, seguridad-miedo, autoafirmación, gregarismo, exploración (curiosidad), protección paternalista, constructividad (creatividad), belicosidad y narcisismo.
Los sentimientos (patrones aprendidos) son patrones actitudinales determinados esencialmente por el ambiente, es decir, aprendidos. Su origen podría encontrarse en instituciones sociales, como la familia o la escuela. En este sentido se habla de sentimiento religioso, deportivo, profesional, etc.
Cattell y sus colaboradores han elaborado 3 pruebas para el estudio de los procesos dinámicos: Test de Análisis de la Motivación (MAT), una versión escolar para ser utilizada con adolescentes (SMAT), y una versión para niños (CSMAT).
El descubrimiento de los ergios y los sentimientos a través de la factorización de las actitudes ha permitido un tratamiento más analítico del conflicto y la integración. Conflicto: situación en la que la satisfacción de un impulso va acompañada de la frustración de otro. El grado de conflicto es importante para determinar el grado de psicopatología de un individuo. En contraste, en un estado de integración, las gratificaciones de los ergios van acumulándose, y no se anulan unas a otras.
El entramado dinámico
Cattell señala que los rasgos dinámicos están conectados de forma propositiva y utiliza el “entramado dinámico” para indicar, de una manera gráfica, la relación entre los ergios, las actitudes y los sentimientos. Este modelo permite representar la idea de que cada actitud se enlaza con otra, ésta a su vez con otra, y así sucesivamente. P. ej., una persona puede estudiar inglés para conservar su puesto de trabajo, de modo que pueda ganar más dinero para casarse y tener una familia, etc. Cuando se alcanza la meta final satisfactoria, la actividad cesa. Las satisfacciones parciales pueden ser llamadas metas subsidiarias o intermedias, o actividades medios-fin. Las metas últimas o finales son los ergios.
Ecuación de especificación
Para dar cuenta de la conducta, Cattell sugiere el concepto de “ecuación de especificación”. Hace referencia a las relaciones existentes entre los elementos determinantes de la conducta, que el sujeto desarrolla en una situación específica, y en un momento temporal determinado. La conducta se entiende determinada por todos aquellos elementos definitorios del individuo (rasgos estructurales y dinámicos), junto con las características de la situación en que tiene lugar la conducta. El papel de la situación se enfatiza ahora al introducir en la ecuación de especificación, como factores determinantes de la conducta, los estados transitorios y el rol.
En los estados transitorios, Cattell distingue entre el rasgo relativamente estable y el estado de ánimo que fluctúa según las ocasiones. Si queremos medir el rasgo de una persona, deberíamos hacerlo varias veces, y sacar la media de las puntuaciones.
Cattell ha utilizado dos técnicas para distinguir entre el estado de ánimo y el rasgo: el AF P y el análisis dR, aunque siempre combinados con la técnica R. La técnica P hace el estudio de un individuo al que se aplica repetidamente una serie de variables durante un período de tiempo determinado.
La técnica diferencial R (dR) incluye la medición de personas con la misma serie de pruebas, en dos ocasiones distintas. Las diferencias entre las puntuaciones se someten a AF. Se basa en la idea de que las dimensiones que subyacen a las distintas puntuaciones revelan los estados de ánimo. Este método es más práctico que la técnica P, dado que sólo requiere dos ocasiones. La técnica P permite ver el modelo de respuestas de una persona durante un período de tiempo, pero nunca podemos estar seguros de que los modelos obtenidos no sean idiosincráticos de nuestro individuo. Con la técnica dR, al aplicarse sólo dos veces, puede ocurrir que algún hecho traumático afecte a los resultados.
Cattell propone combinar ambos métodos, es decir, disponer de 10 personas en 20 ocasiones, con una batería de pruebas. Se trata de la “técnica P en cadena”, que produce modelos de estados de ánimo que se definen según las personas y las ocasiones. Es el mejor método.
El trabajo con pruebas fisiológicas, y con datos Q y T, ha llevado a identificar 8 estados fundamentales, que se miden con el “Cuestionario de los Ocho Estados”: exvía, ansiedad, depresión, activación, fatiga, culpabilidad, depresión y regresión y tensión. Además de los estados, Cattell señala la importancia del rol, que expresa el hecho de que un mismo estímulo es percibido de forma muy diferente por una misma persona, según sea su papel en esa situación. Aunque Cattell cree que los factores de personalidad llevan a un cierto grado de estabilidad de la conducta a lo largo de las distintas situaciones, el estado de ánimo y el rol influirán en la conducta del individuo. No obstante, ha hecho mucho más énfasis en las variables personales que en la influencia de la situación, y en la consideración de consistencia de la conducta a lo largo de las situaciones, y en distintos momentos temporales.
TEMA 16
EXTRAVERSIÓN: NATURALEZA ESTRUCTURAL
El objetivo central de la investigación en Personalidad es describir y, sobre todo, explicar la conducta que el individuo desarrolla en cada situación y momento concretos. Con esta finalidad, la investigación va a dirigirse, en primer lugar, a la identificación de patrones de diferenciación individual y, en segundo lugar, a la identificación de los factores causales que permitirían dar cuenta de la existencia de tales patrones diferenciales de conducta.
Resultan particularmente alentadores los programas de investigación que se vienen desarrollando, por un lado, en el contexto de la “psicología soviética” y, por otro lado, en los grupos de investigación coordinados por el profesor Eysenck. En ambos casos se mantienen programas de investigación en los que se pone de manifiesto el valor complementario de los momentos “descriptivo” y “explicativo” del proceso global de investigación, aunque difieren en el desarrollo operativo de dicho proceso: en la investigación experimental en Personalidad, en la tradición soviética, el primer paso es la identificación del tipo de sistema nervioso y, en un paso posterior, se consideran las características comportamentales, que definen a cada tipo de sistema nervioso; por el contrario, en la psicología occidental, el proceso es justamente inverso, o sea, primero se identifican las distintas dimensiones de Personalidad y, posteriormente, se busca la identificación del sustrato biológico de tales dimensiones.
La dimensión de personalidad extraversión hace referencia al patrón de conducta más frecuentemente aludido como base de diferenciación individual; muy probablemente es la dimensión en torno a la que se ha desarrollado mayor número de investigación; es la dimensión de personalidad en la que con mayor precisión se ha desarrollado el esquema de investigación comentado.
Descripción y medida
Cuando hablamos de extraversión estamos haciendo referencia a un continuo dimensional, a uno de cuyos extremos llamaremos “extraversión”, e “introversión” al polo opuesto. Eysenck definía al extravertido típico en los siguientes términos: “... es sociable, le gustan las reuniones, tiene muchos amigos, necesita tener gente alrededor con la que hablar y no le gusta trabajar solo. Busca la excitación, asume riesgos... y es generalmente un individuo impulsivo. Es amigo de las bromas, siempre tiene una respuesta preparada y generalmente le gusta el cambio; ... prefiere la actividad, tiende a ser agresivo y pierde rápidamente la calma; en general no posee un fuerte control sobre sus sentimientos y no es una persona fiable. El introvertido típico es una persona tranquila, retraída, amiga de los libros más que de las personas; es reservado y distante, excepto con sus amigos íntimos. Tiende a planificar las cosas con antelación y a no dejarse llevar por los impulsos del momento. No le gusta la excitación, toma las cosas con seriedad y le gusta un modo de vida ordenado. Suele controlar sus sentimientos, rara vez se comporta de una manera agresiva y no pierde la calma fácilmente. Es fiable, algo pesimista y concede gran importancia a las normas éticas”.
Descritos en estos términos ambos extremos, los individuos van a diferir en la medida en que presenten conductas más próximas a uno u otro extremo. La medida y clasificación de las personas en esta dimensión se realiza habitualmente a partir del autoinforme del sujeto. Entre los inventarios diseñados a tal fin, el más empleado es el Eysenck Personality Inventory (EPI).
La dimensión de extraversión en el contexto tipológico
Precedentes categoriales
Uno de los primeros intentos sistemáticos por describir las diferencias interindividuales, se contiene en los trabajos del escritor Teofrasto que, en el s. III a.C, elaboró el primer estudio tipológico, describiendo cada “persona-tipo” en base a los rasgos y conductas que le caracterizaban más significativamente.
Por su parte, el punto de arranque del análisis etiológico de las diferencias individuales se suele fijar en la “doctrina de los humores corporales” (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra), defendida por Hipócrates.
Posteriormente, Galeno (s. II a.C.) sugirió la relación causal existente entre los humores descritos y 4 tipos-ideales, en base a los cuales se podría clasificar a cualquier persona: colérico, sanguíneo, flemático y melancólico.
Aportaciones de Wundt
Wundt sugiere la distribución de los 4 temperamentos en el esquema definido por dos continuos dimensionales, referidos a la reactividad emocional, que recogerían diferencias interindividuales en base a la “intensidad” de las reacciones emocionales (emocional-no emocional) y las diferencias individuales existentes en “rapidez” con que cambian los estados emocionales (estable-inestable).
Tomando la dimensión de la intensidad de las reacciones emocionales, tanto los coléricos como los melancólicos se caracterizarían por su tendencia a manifestar intensas reacciones emocionales; lo contrario ocurriría en el caso de las personas flemáticas y sanguíneas. Desde la dimensión de la rapidez de cambio de los estados emocionales, las personas coléricas y sanguíneas se caracterizarían por una alta tasa de cambio emocional; lo inverso ocurriría con las personas melancólicas y flemáticas.
Dos notas en la aportación de Wundt:
Estructura dimensional
Análisis causales
Gross sugiere como causa de las diferencias individuales el balance existente en cada persona entre dos funciones del SNC, que denomina “función primaria” (intensidad de la actividad nerviosa suscitada por cualquier acontecimiento) y “función secundaria” (persistencia de la actividad nerviosa).
En base a las relaciones existentes entre estas dos hipotéticas funciones nerviosas, distingue 2 tipos de personas: “profundo-estrecho” (se caracteriza por una función “primaria” intensa y una función “secundaria” larga), y “superficial-ancho” (se distingue por poseer una función “primaria” débil y una función “secundaria” corta). La alternancia con que se producen funciones “primarias” dependerá de la longitud de la función “secundaria”. En este sentido cabe esperar que, en un mismo período de tiempo, las personas “superficial-ancho”, que se caracterizan por una función secundaria corta, presenten una mayor frecuencia reactiva que las personas “profundo-estrecho”, definidas por una función “secundaria” larga.
Estos dos tipos de personas guardan una estrecha similitud con los extremos del continuo “estable-inestable” y con la dimensión extraversión-introversión. El tipo “profundo-estrecho” parece próximo al polo introvertido; mientras que las personas extravertidas guardarían mayor relación con el tipo “superficial-ancho”.
En la misma dirección apuntan los planteamientos tipológicos de Jung y Kretschmer. Jung defiende la existencia de un continuo, cuyos extremos denomina expresamente “extraversión” e “introversión”, a lo largo del cual difieren las personas en base a la dirección que toma la libido (conjunto de intereses y tendencias de conducta que caracterizan al individuo).
Adicionalmente, apunta una segunda dimensión “normalidad-anormalidad” (tomando como criterio de este extremo las alteraciones neuróticas). Conjugando ambas dimensiones (extraversión-introversión y normalidad-neurosis), propone que, en caso de neurosis, las personas extravertidas tenderán a presentar manifestaciones histéricas; mientras que en los mismos supuestos el introvertido desarrollará alteraciones psicasténicas (distimias).
Kretschmer, interesado en los desórdenes psicóticos, sugirió que las manifestaciones psicóticas debían ser entendidas como formas extremas de patrones de conducta normal. Tomando los dos principales síndromes psicóticos (esquizofrenia y psicosis maniaco-depresiva), se postula un continuo “ciclotimia-esquizotimia”, a lo largo del cual los individuos difieren en susceptibilidad a presentar uno u otro tipo de desorden, en caso de psicosis. Las personas ciclotímicas se caracterizarían por presentar conductas cuya expresión extrema es la psicosis maniaco-depresiva; las personas esquizotímicas se caracterizarían por presentar conductas cuya expresión extrema es la esquizofrenia.
En paralelo con los tipos “extravertido” y “superficial ancho”, el ciclotímico tiende a ser objetivo, realista, sociable, optimista, confiado, cooperador y está sujeto a cambios de humor sin causa aparente. La persona esquizotímica, al igual que la introvertida, tenderá a presentar el patrón de conducta opuesto.
A la hora de establecer el sustrato causal de estas diferencias individuales, Kretschmer apela a la constitución somática: la estructura corporal leptosomática tiende a ser dominante en las personas esquizotímicas; mientras que la ciclotimia tenderá a ser dominante en personas de estructura corporal pícnica.
Entre las aportaciones efectuadas en el contexto de la “psicología soviética” están la relación existente entre la dimensión “fuerza del sistema nervioso” y “extraversión”: el extravertido viene a caracterizarse por las notas que definen un sistema nervioso fuerte, mientras que la conducta del introvertido se explicaría por la presencia de un sistema nervioso débil.
Estudios descriptivos: correlacionales y factoriales
Con el empleo de análisis correlacionales de materiales biográficos, Heymans y Wiersma apuntan 3 dimensiones básicas de diferenciación individual: emocionalidad (intensidad con que se experimentan las emociones), actividad (nivel de activación general de la conducta) y función primaria-función secundaria (grado de persistencia y resonancia de los acontecimientos psíquicos).
El paso siguiente fue la elaboración de un cuestionario relativo al contenido de las 3 dimensiones propuestas. El tratamiento de los datos consistió en ir contrastando el porcentaje de casos en que los diversos rasgos se presentan juntos en la muestra. El resultado de este análisis fue la identificación de 3 focos principales de covariación-asociación, correspondiente a las 3 dimensiones hipotéticas avanzadas en base al análisis de materiales biográficos.
Análisis posteriores de estos datos llevados a cabo por Eysenck, indicaron que las dimensiones aisladas por Peymans y Wiersma no eran totalmente independientes: actividad y función primaria-secundaria presentaban una fuerte intercorrelación. Eysenck propone la reinterpretación de los datos en términos de sólo 2 dimensiones: emocionalidad y función primaria-secundaria + actividad.
Las primeras aportaciones factoriales corresponden a los trabajos de Webb y Burt, quienes aislaron, respectivamente, un factor de estabilidad y control emocional (W) y un factor de emocionalidad (e); apuntan también evidencia sobre un segundo factor: extraversión-introversión.
Mayor relevancia tienen los trabajos de Cattell y Guilford. Los diversos análisis factoriales de orden superior llevados a cabo sobre los factores de primer orden aislados por Cattell, apuntan sistemáticamente a una estructura bidimensional: Ansiedad y Exvía-Invía (Neuroticismo y Extraversión-Introversión, en el modelo de Eysenck). Guilford elaboró un cuestionario formado por 36 ítems supuestamente indicativos de extraversión-introversión. El AF de los datos arrojó una solución integrada por 4 factores: Introversión Social; Emocionalidad; Impulsividad e Interés autocentrado (Interés en el Yo).
Dos años más tarde volvieron a analizar los mismos datos y se aislaron 5 factores: Sociabilidad (S); Inmadurez emocional (E); Masculinidad (M); Ratimia (desinhibición social) (R) y Reflexividad (T). Estos y otros factores fueron finalmente recogidos en el “Guilford-Zimmerman Temperament Survey”, con el que se pretende medir 13 rasgos, identificados por las siguientes notas:
G: Actividad General: Un ritmo rápido en todas sus acciones.
A: Ascendencia: Mantiene sus derechos; Toma la iniciativa en situaciones sociales.
M: Masculinidad: Intereses masculinos; inhibe las expresiones emocionales; no busca ser el centro de atención.
I: Sentimiento de inferioridad: Le cuesta trabajo hablar en público; se siente incómodo si la gente le mira mientras trabaja.
N: Nerviosismo: Incapaz de relajarse; insomnio.
S: Sociabilidad: Le gusta estar con la gente; posiciones de liderazgo.
T: Reflexividad: Le gusta tener tiempo para estar solo con sus pensamientos; se pregunta por las razones de las cosas.
D: Depresión: A menudo cansado, preocupado, ansioso, poco optimista.
C: Emocionalidad: Fácilmente excitable, fantasea, le cuesta trabajo conciliar el sueño.
R: Ratimia: persona despreocupada y desinhibida; actúa sin pensar demasiado las cosas; busca la actividad y excitación.
O: Objetividad: Visión objetiva y realista de las cosas; no obsesionado por suspicacias; sentimientos no fácilmente heridos.
Ag: Agradabilidad: Le gusta tener contacto con los demás.
Co: Cooperación: Tolerancia, confianza en los demás, tiende a disculpar los errores y faltas de los demás; amistoso y condescendiente
Una nota común a estas diversas agrupaciones es la interdependencia existente entre los mismos, llegando en ocasiones la correlación entre algunos de estos factores a 0.70. Los factores S, T y R se podrían considerar como 3 aspectos de “introversión-extraversión”; los rasgos D, C, I, N probablemente explicarían una gran parte del síndrome general de tendencia neurótica o desajuste emocional. Un estudio sistemático de estas sugerencias de Guilford es el realizado por Eysenck, White y Soueif, que permite la identificación de 12 factores, que se corresponden en gran medida con los definidos por Guilford: Sociabilidad, Inestabilidad emocional, Desinhibición social, Insomnio, Dominancia, Optimismo, Compasión, Inferioridad, Nerviosismo, Ascendencia, Reflexividad y Actividad.
En base a las relaciones existentes entre estos factores de primer orden, se realizaron análisis factoriales de orden superior, hasta llegar a la obtención de 2 factores de tercer orden: Neuroticismo y Extraversión. El factor Neuroticismo viene definido por los siguientes factores de primer orden: Inestabilidad emocional, Insomnio e Inferioridad y, en menor medida, Ascendencia (en su vertiente negativa: inseguridad) y Nerviosismo (irritabilidad). El factor Extraversión viene definido por los siguientes factores primarios: Sociabilidad, Desinhibición social, Dominancia (búsqueda de estimulación)y Actividad (impulsividad).
El trabajo de Eysenck
Los estudios taxonómicos del grupo de Eysenck comienzan con el AF de las evaluaciones realizadas sobre 39 ítems en una muestra de 700 neuróticos. Los resultados pusieron de relieve la presencia de 2 grandes factores: Neuroticismo (personalidad poco organizada, alteraciones de conducta antes de la enfermedad actual, dependencia, poca vitalidad, marco estrecho de intereses...) y Extraversión que, en conjunción con el factor Neuroticismo, permitía agrupar, por un lado (neuroticismo + extraversión) a los sujetos con disfunciones sexuales y manifestación histéricas, y en el otro extremo (neuroticismo + introversión) a los individuos con mianifestaciones obsesivas, de ansiedad y depresivas.
La investigación taxonómica de Eysenck gira en torno a 2 supuestos nucleares:
El MPI ilustra el punto de unión de la investigación eysenckiana con la tradición tipológica. El objetivo de este estudio es el diseño de un Inventario destinado específicamente a la medida de las dimensiones “Neuroticismo” y “Extraversión”. Las escalas R y C, de Guilford, como indicadores de Extraversión y Neuroticismo, respectivamente, presentaban 2 limitaciones:
1ª) excesiva longitud y contenido repetitivo de las mismas.
2ª) Algunos ítems guardan menor relación con la puntuación global en su escala respectiva que la relación que guardan con la puntuación global en R y/oC ítems procedentes de otras escalas.
En consecuencia, el núcleo de este estudio se puede cifrar en la elaboración, a partir de las escalas originales R y C de Guilford, de un cuestionario que reuniese las siguientes características:
Siguiendo estos criterios, se elaboró el MPI, que integra 2 escalas (Neuroticismo y Extraversión), cada una con 24 ítems. Aplicado a una muestra de 400 sujetos (200 hombres y 200 mujeres), los resultados más importantes se pueden resumir:
El segundo estudio, realizado por White, Eysenck y Soueif, llevó a cabo un análisis conjunto de los factores propuestos en sus respectivos estudios por Cattell, Guilford y el propio Eysenck. Se analizó las correlaciones existentes entre tales factores. El AF de tercer nivel indica la presencia de 3 factores en el grupo de hombres y 4 factores en el grupo de mujeres. No obstante, sólo los dos primeros factores en cada caso tenía el suficiente número de ítems con ponderaciones superiores a 0.30 como para hacer posible la interpretación de los mismos. Estos dos factores son: Extraversión e Introversión.
A modo de resumen, ha sido una constante en los distintos intentos por identificar las dimensiones básicas de personalidad la propuesta de una estructura bidimensional: Neuroticismo y Extraversión. A la primera dimensión se hace referencia cuando se habla de: emocional/no-emocional (Wundt); Alta emocionalidad(Baja emocionalidad (Heymans); Emocionalidad (Burt); Control emocional (Webb); Nerviosismo/Estabilidad emocional (Guilford); Alta ansiedad/Baja ansiedad (Cattell). Mientras a la dimensión de extraversión se estaría haciendo referencia en los siguientes casos: Estable/Inestable (Wundt); Profundo-estrecho/Superficial-ancho (Gross); Introvertido/Extravertido (Jung); Esquizotímico/Ciclotímico (Kretschmer); SN Débil/SN Fuerte (Teplov); Función primaria/Función secundaria (Heymans-Wiersma); Ratimia/Desinhibición social (Guilford); Invía/Exvía (Cattell).
Naturaleza estructura de la Extraversión
Un estudio de Carrigan vino a poner en cuestión dos afirmaciones centrales de Eysenck, referidas a la dimensión de extraversión: 1ª) La independencia entre extraversión y neuroticismo; 2ª) El carácter unidimensional de la extraversión.
Independencia
La revisión sobre el tema lleva a Carrigan a afirmar que no es tan claro que N y E sean independientes, como postularía Eysenck. En diversos estudios, en los que se tomó como instrumento de medida el MPI, ambas dimensiones presentan correlaciones entre 0.15 y 0.20.
Para dar cuenta de estas correlaciones, Eysenck apela, esencialmente, a razones metodológicas: sobrerrepresentación existente en el MPI de ítems, que se agrupan en el cuadrante distímico (ponderan tanto en el polo Neuroticismo como en el polo Introversión). Para equilibrar esta situación se construyó el Eysenck Personality Inventory (EPI). Las investigaciones realizadas después de la elaboración del EPI son más favorables a la independencia de la extraversión.
Es de esperar que mientras más independientes sean dos dimensiones de personalidad, estadísticamente hablando, mayor será la probabilidad de que cada una contribuya significativamente a la explicación del comportamiento.
Dimensionalidad
Al menos se requieren dos factores independientes para dar cuenta de las intercorrelaciones entre las variables. Esta afirmación de Carrigan viene a poner en cuestión la naturaleza unidimensional de la extraversión, defendida por Eysenck. Cuando hemos venido comentando las aportaciones de la estrategia factorial al estudio de la estructura de la personalidad, se ha señalado reiteradamente que el factor de extraversión suele aparecer como superfactor, aislado a partir de factores extraídos en niveles inferiores de análisis. Entre estos factores de nivel inferior se han identificado un factor de impulsividad y otro de sociabilidad.
El problema surge cuando Carrigan afirma que ambos factores son independientes, lo que implícitamente supone la desaparición de extraversión como dimensión unidimensional.
Para dar respuesta a esta problemática, Eysenck diseñó un Inventario destinado a evaluar Neuroticismo y Extraversión . El AF arrojó 3 factores significativos: 1º: factor claramente indicativo de extraversión; 2º: neuroticismo; 3º: agrupa ítems que ponderan significativamente en extraversión, distribuyéndose, a su vez, en 2 conjuntos: sociabilidad e impulsividad.
Resumiendo, se apoya nuevamente la independencia de N-E, puesta en cuestión por Carrigan; los datos indican que el factor E está formado por 2 subfactores, denominados Sociabilidad e Impulsividad. Los datos indican que tales subfactores están significativamente correlaciones (contra lo que sugería Carrigan). Estos resultados ofrecen indicaciones acerca de la naturaleza de cada subfactor. La correlación negativa entre Sociabilidad y Neuroticismo sugeriría que aquélla es una faceta de la Extraversión, relacionada con el buen ajuste; la correlación positiva entre Impulsividad y Neuroticismo indicaría que aquélla es una faceta de la Extraversión, relacionada con desajuste conductual.
TEMA 17
EXTRAVERSIÓN: NATURALEZA FUNCIONAL
Marco teórico
Balance excitación-inhibición
Lo que ahora preocupa es conocer qué mecanismos y/o procesos psicológicos permitirán dar una explicación de las diferencias conductuales que las personas presentan a lo largo del continuo extraversión-introversión.
La propuesta de Eysenck apela a la actuación de los procesos de excitación e inhibición: Siempre que se establece una conexión E-R en un organismo (excitación), ocurre simultáneamente una reacción en las estructuras nerviosas que median esta conexión, que impide su recurrencia (inhibición).
Las personas difieren en conductas definitorias de extraversión porque presentan diferencias en la actuación de los mecanismos y procesos nerviosos, a los que hacemos referencia con los conceptos de “excitación” e “inhibición”. Cuando se apela al nivel de excitación y/o inhibición, como base de la extraversión, se puede estar haciendo referencia, cuando menos, a 2 niveles de análisis: procesos corticales y/o conducta manifiesta. A este respecto, es conveniente tener presentes 2 notas:
La conducta inhibida del introvertido puede ser reflejo de un elevado estado de excitación cortical; por su parte, la conducta manifiesta desinhibida del extravertido puede estar reflejando un elevado nivel de inhibición cortical.
La explicación de la conducta se intenta desde el siguiente supuesto general: Las personas difieren a lo largo del continuo extraversión-introversión, en base al balance existente en cada persona entre los procesos excitatorios e inhibitorios a nivel cortical. Este supuesto general se plasta en 2 postulados:
Nivel de arousal y ejecución
Entre las aportaciones de la psicología soviética está el concepto de “umbral de inhibición transmarginal o protectora”. Si la intensidad de un estímulo se incrementa, aumenta también la magnitud de la respuesta elicitada por tal estímulo, hasta un valor limitado de intensidad del estímulo. Por encima de ese “valor límite”, el sucesivo incremento en la intensidad del estímulo resulta en un descenso en la magnitud de la respuesta. A este “valor límite” se conoce como “umbral de inhibición transmarginal o protectora”.
La idea es la misma que se recoge en la Ley de Yerkes-Dodson, en la que se sostiene que la relación entre nivel de arousal y ejecución en una tarea es curvilínea, en forma de U invertida. Existe un nivel óptimo de arousal, por encima del cual el rendimiento comienza a deteriorarse.
A medida que se incrementa el nivel de excitación, mejora la eficiencia cortical y la ejecución consecuente; todo ello, hasta llegar a un punto en que se dispara el proceso de inhibición cortical, reduciéndose el nivel de actividad cortical y deteriorándose la ejecución. Aquellas personas que vienen definidas por un elevado nivel de arousal (introvertidos), alcanzarán mucho más rápidamente (a menor intensidad de estimulación) el punto crítico en el continuo de arousal, que aquellas otras personas con un nivel de arousal más bajo (extravertidos).
Evidencia experimental
Procesos sensoriales
Por lo que respecta a las diferencias individuales en extraversión, desde el primer supuesto se va a predecir que Introvertidos (I) y Extravertidos (E) difieren en sensibilidad, en umbral sensorial; mientras desde el segundo supuesto, se van a predecir diferencias en preferencia estimular y tolerancia de condiciones extremas de estimulación sensorial (deprivación vs. dolor).
Sensibilidad
Hipótesis: Si el introvertido se caracteriza por un más elevado nivel de arousal, en relación al extravertido, cabe esperar que aquél muestre una mayor sensibilidad, un umbral sensorial más bajo.
Evidencia: Estudio clásico de Smith en el que se analizan las diferencias en umbral auditivo entre extravertidos e introvertidos. La VD fue la identificación de un tono de 500 Hz. Cinco condiciones: a) Sí-No; b) Elección forzosa; c) Seconal; d) Nicotina; e) Placebo.
En todas las condiciones los introvertidos presentan umbrales auditivos más bajos que los extravertidos. Los resultados obtenidos, tras la administración de la droga estimulante (Nicotina) son igualmente coherentes con la hipótesis: al incrementar la excitación cortical, hace descender el umbral sensorial en ambos grupos.
Son menos claros los resultados alcanzados tras la administración de la droga depresora (Seconal); cabría esperar que incrementase el umbral sensorial, por su acción inhibidora sobre el SNC; sin embargo, los datos de este estudio parecen indicar todo lo contrario. Tal vez, la explicación sea que se empleó una dosis insuficiencia. Por lo que respecta a la condición placebo, los datos parecen indicar que el solo hecho de administrar una píldora al sujeto, pudo tener efectos activadores, que se traducen en una disminución del umbral sensorial, como reflejan los índices negativos en ambos grupos.
Más riguroso es el estudio de Stelmack y Campbell, en el que se analizan las diferencias en sensibilidad entre extravertidos e introvertidos, sirviéndose de las derivaciones metodológicas de la Teoría de Detección de Señales. Los introvertidos presentan una mayor sensibilidad ante señales acústicas de baja frecuencia (500 Hz). Sin embargo, son menos claros los resultados alcanzados en la condición de alta frecuencia (6000 Hz): cabía esperar que, al igual que en la condición de baja frecuencia, I presentasen mayor sensibilidad que ; por el contrario, aunque la diferencia no es estadísticamente significativa, los datos apuntan hacia una mayor sensibilidad de los sujetos extravertidos.
La explicación más plausible que presentan estos investigadores para dar cuenta de los resultados obtenidos en la condición de alta frecuencia apela a la evidencia presentada por Guilford que indica que aquellos individuos que preferían niveles bajos de intensidad, también preferían sonidos de baja frecuencia. Esto es lo que ocurre con los introvertidos. Para los extravertidos, desde las relaciones estimulación-tono hedónico, se predice que preferirían niveles elevados de estimulación. El incremento en sensibilidad que muestran los extravertidos en la condición de elevada frecuencia sonora, se explicaría en base a un incremento de la atención dirigida a niveles de estimulación preferidos.
Preferencia estimular
Extravertidos e introvertidos difieren en el nivel de estimulación que requieren para alcanzar mayor sensación de bienestar: el nivel óptimo de estimulación es mayor en los extravertidos que en los introvertidos. Existe un nivel teórico de arousal, a partir del cual se experimenta tono hedónico positivo, y por debajo del que se experimentará tono hedónico negativo. Si los introvertidos se diferencian de los extravertidos por poseer un nivel crónico de arousal más elevado, requerirán menor cantidad de estimulación adicional para alcanzar niveles hedónicos positivos, que la que precisarán los extravertidos.
Hipótesis: Los extravertidos preferirán y buscarán mayores niveles de estimulación que los sujetos introvertidos.
Evidencia: Se han analizado 3 parámetros de la estimulación: intensidad, duración y variedad. Los índices de conducta analizados fueron: tipo de sonido elegido (diferían en intensidad y frecuencia), tiempo de estimulación sonora autoadministrada, número de cambios de un sonido a otro y número de pulsaciones destinadas a dar paso a la estimulación sonora. Los resultados de la investigación de Gale no indican diferencias entre extra e introvertidos en cuanto a preferencia por uno u otro tipo de modalidad sonora; en cambio, si reflejan diferencias entre los grupos en los 3 restantes índices: los sujetos extravertidos se suministraron estimulación sonora durante más tiempo, cambiaron más veces de un tipo a otro de sonido y presionaron mayor número de veces el botón liberador de sonido.
Los resultados obtenidos por Hill en un estudio en el que analiza el patrón de respuestas de extravertidos e introvertidos, en una tarea monótona manual (colocar clavijas en un tablero), mostró que los sujetos extravertidos cambiaron mayor número de veces la estrategia de respuesta empleada para realizar la tarea.
Tolerancia a condiciones extremas de estimulación: deprivación sensorial y dolor
A niveles bajos de estimulación, los introvertidos ya están dentro del rango hedónico positivo, mientras que los extravertidos se encuentran dentro del rango hedónico negativo. Justamente lo inverso ocurre para niveles elevados de estimulación.
Si hablamos de “deprivación sensorial”, para referirnos a situaciones en las que el individuo recibe muy poca estimulación, y de “dolor” para referirnos al polo opuesto en el continuo de estimulación, se puede establecer como hipótesis general que los introvertidos tolerarán mejor que los extravertidos la deprivación sensorial; mientras que los extravertidos tolerarán mejor que los introvertidos las condiciones de dolor.
Evidencia: Estudios de Petrie, Collins y Solomon:
En las 4 condiciones de “dolor”, los individuos que presentan mayor tolerancia alcanzan, igualmente, puntuaciones más elevadas en la medida de extraversión. Por el contrario, en la condición de “deprivación sensorial”, la mayor extraversión se da en los sujetos con menor tolerancia a tal condición estimular. Puede observarse cómo el mayor postefecto (% de decremento) se da entre los sujetos con alta tolerancia al dolor y baja tolerancia a la deprivación sensorial, o sea, en los extravertidos.
Vigilancia
La conducta de vigilancia se define operativamente por el rendimiento en tareas en las que el sujeto debe detectar la presencia de señales auditivas o visuales, que se le presentan ocasional o impredeciblemente. La conducta de vigilancia se desarrolla, habitualmente, en contextos monótonos, y exige una atención sostenida al campo estimular.
La conducta de vigilancia se deteriora con el paso del tiempo. Para explicar este resultado se apela al paulatino descenso del nivel de arousal y paralelo desarrollo de inhibición reactiva que se produciría durante la realización de tareas monótonas. Las diferencias individuales en vigilancia se explican en base al nivel de arousal que caracteriza al individuo y de la velocidad e intensidad con que en cada uno se desarrollan procesos inhibitorios.
El simple hecho de detectar la señal (en definitiva, satisfacer los requerimientos de la tarea) es en sí mismo reforzante. Si la señal es infrecuente, el refuerzo sería igualmente infrecuente, por lo que, con el paso del tiempo, la conducta de detección comenzaría a extinguirse. Las diferencias individuales en vigilancia se explicarían desde la distinta susceptibilidad a los procesos de extinción y la velocidad con que se desarrollan tales procesos.
Hipótesis: Se predice que los extravertidos (por su menor arousal y por su mayor desarrollo de procesos inhibitorios y de extinción), rendirán peor y presentarán mayor decremento con el paso del tiempo, en tareas de vigilancia, o de atención sostenida, en contraste con los individuos introvertidos.
Evidencia: Se manipula el nivel diferencial de arousal que caracteriza a introvertidos y extravertidos, y se analiza sus efectos sobre el rendimiento en una tarea de vigilancia. Los resultados apoyan la hipótesis desde 3 direcciones:
Esta recuperación en el rendimiento se debería al incremento en arousal, producido por los activadores manipulados experimentalmente. Este incremento en arousal llevaría a los extravertidos hasta niveles más próximos al nivel óptimo de arousal; mientras que en los introvertidos, que ya de por sí poseen un nivel de arousal elevado, el incremento en arousal por manipulación experimental, o bien no se traduce en una mejora significativa en el rendimiento, o incluso, podría deteriorarlo, si hace sobrepasar el nivel “óptimo”de arousal.
Condicionamiento y Aprendizaje
Formación de respuestas condicionadas
Hemos identificado el concepto de “arousal” con el nivel de alertamiento cortical, que facilita el establecimiento de conexiones nerviosas y la transmisión de impulsos nerviosos. Esta actividad nerviosa parece una condición básica para el desarrollo de cualquier cadena asociativa, conducente al establecimiento de respuestas condicionadas. A mayor arousal mayor facilidad de condicionamiento.
Desde el paralelismo entre los procesos de extinción e inhibición, las diferencias individuales en inhibición se traducirán en diferencias en facilidad con que se extinguen las respuestas condicionadas previamente: en aquellas personas cuyo balance excitación-inhibición cortical esté desequilibrado a favor de la inhibición, la extinción de respuestas condicionadas será más fácil que en aquellas otras personas en las que predomine la excitación cortical.
Hipótesis: Los individuos introvertidos condicionarán más fácilmente y presentarán mayor resistencia a la extinción que los individuos extravertidos, en los que el condicionamiento será débil y se extinguirá con mayor rapidez.
Evidencia: Estudios de Franks sobre diferencias individuales en condicionamiento palpebral. En el primero de los estudios se tomaron un grupo de pacientes distímicos (neuróticos introvertidos), otro grupo de pacientes histéricos (neuróticos extravertidos) y un grupo de individuos normales; en la segunda investigación se trabajó sólo con sujetos normales, clasificados según su nivel de extraversión, medida en el MPI. En ambos estudios el EI fue un soplo de aire sobre el ojo. El EC fue un tono. La RI y RC fue la respuesta de parpadeo. Los sujetos introvertidos (distímicos en el primer estudio) presentan niveles de condicionamiento significativamente más elevados que los sujetos extravertidos (histéricos en el primer estudio), tanto durante la fase de adquisición como en la de extinción. El mayor nivel de arousal de los introvertidos parece facilitar el desarrollo de respuestas condicionadas, incrementando, al mismo tiempo, la resistencia a su extinción; por el contrario, la dominancia de la inhibición cortical en los extravertidos produce un condicionamiento más lento y débil y propicia una rápida extinción del mismo.
Aprendizaje verbal y memoria
Los datos apuntan a un mejor rendimiento de los extravertidos en aprendizaje verbal y memoria. La investigación se ha centrado en el papel modulador de una serie de factores, entre los que se pueden destacar:
Hipótesis: A medida que se incrementa el nivel de dificultad de la tarea, los individuos extravertidos irán rindiendo mejor, mientras se deteriorará correlativamente el rendimiento de los sujetos introvertidos.
Evidencia: Se analizó el rendimiento en una tarea de aprendizaje de pares asociados, en función del grado de dificultad de la tarea y del grado de extraversión y neuroticismo de los sujetos. El nivel de dificultad de la tarea se manipuló, alterando el grado de similaridad entre los elementos-respuestas. Como índices de rendimiento se tomaron el número de ensayos requeridos para alcanzar el criterio (anticipación correcta de todas las respuestas asociadas) y el número de errores cometidos hasta alcanzar dicho criterio. Resultados: Mejor rendimiento de los sujetos extravertidos, en ambas listas y en ambos índices de aprendizaje, aunque las diferencias son más acentuadas en la tarea difícil, apoyando la hipótesis generada a partir de la Ley de Yerkes-Dodson.
Sin embargo, la relación extraversión-memoria puede venir modulada por la longitud del intervalo de retención que se emplee en la investigación. Por una parte, está la hipótesis Eysenck, según la cual los introvertidos poseen un nivel más elevado de arousal que los extravertidos. Por otro lado, tenemos la hipótesis de Walker, que relaciona el nivel de arousal con el proceso de consolidación de la huella de memoria. El arousal mantiene activa la huella de memoria, propiciando, así, la consolidación de la misma y su retención a largo plazo. Mientras más elevado es el nivel de arousal, más dilatado es el intervalo temporal que la huella de memoria permanece activa, mayor su consolidación y retención a largo plazo.
Existe una relación positiva entre la duración del proceso de consolidación y el intervalo durante el que no se puede recuperar la información procesada. De esta forma, mientras más intenso y dilatado es el proceso de consolidación, mayor será la interferencia que se produzca en una prueba de retención a corto plazo.
Conjugando ambas aportaciones, la de Eysenck y la de Walker, se puede sugerir como hipótesis que los introvertidos, por su mayor nivel de arousal, desarrollarán un más dilatado período de consolidación y presentarán mejor rendimiento, cuando la evaluación de la retención tiene lugar tras un intervalo temporal largo, que cuando tal evaluación tiene lugar tras un intervalo temporal corto. Los extravertidos, por su parte, que se caracterizan por un menor nivel de arousal, desarrollarán el patrón de conducta justamente inverso.
Evidencia: El objetivo de la investigación de Howarth y Eysenck fue contrastar el rendimiento (recuerdo de los elementos presentados en una tarea de pares asociados) de extravertidos e introvertidos, tomando intervalos de retención que se extendían hasta 24 horas. Los resultados apoyan claramente la hipótesis.
Efecto de reminiscencia
Sin embargo, hay un hecho empírico, sistemáticamente constatado en la investigación experimental, que no encuentra fácil acomodo en las explicaciones derivadas del concepto de inhibición, ni en las derivadas del concepto de arousal: el fenómeno de Reminiscencia (la mejora en ejecución que puede observarse, tras una pausa o período de descanso). Empíricamente, es la diferencia entre la tasa de rendimiento presentada inmediatamente antes e inmediatamente después de un periodo de descanso.
Hipótesis y evidencia: El primer intento explicativo del fenómeno de Reminiscencia se realiza en términos de inhibición: En el curso de una tarea, se va acumulando inhibición reactiva que se disipará, si se introduce un período de descanso. La disipación de la inhibición acumulada, daría cuenta de la mejora en el rendimiento observable tras el período de descanso. La reminiscencia sería un índice directo de la inhibición acumulada durante el período de rendimiento anterior al descanso.
La primera hipótesis a considerar afirma que los extravertidos, en los que los potenciales inhibitorios se desarrollan rápidamente y los potenciales así generados se disipan lentamente, desarrollarán mayor reminiscencia que los individuos introvertidos. En los introvertidos también se da reminiscencia, porque también acumulan inhibición, aunque menos que los extravertidos. El salto en rendimiento, que supone la reminiscencia, es mayor en los extravertidos porque llegaron al período de descanso con una tasa menor de rendimiento, a causa de la mayor inhibición acumulada.
Los resultados de la investigación de Eysenck ilustran el cumplimiento de la hipótesis inhibitoria sobre reminiscencia. Sin embargo, pronto comenzaron a aparecer resultados discrepantes con un aspecto crucial para la hipótesis inhibitoria: el peor rendimiento pre-descanso de los extravertidos. En numerosas investigaciones, los datos indicaban que antes del período de descanso, o bien no había diferencias en rendimiento entre extravertidos e introvertidos, o, incluso, los extravertidos parecían rendir algo mejor. La diferencia crucial se presentaba en la fase de reanudación de la tarea, tras el período de descanso: los extravertidos rendían significativamente mejor que los introvertidos.
Para dar cuenta de estos nuevos datos, no se podía seguir apelando a la acumulación diferencial de inhibición reactiva. La explicación de las diferencias postdescanso en rendimiento habría que buscarla en algún proceso que tenga lugar durante el período de descanso y que sea fuente de diferenciación entre introvertidos y extravertidos. La hipótesis inhibitoria trata de dar explicación de la reminiscencia a partir de las diferencias predescanso; ahora, se trata de dar una explicación de la mayor reminiscencia en extravertidos tomando como base las diferencias postdescanso en rendimiento, en función del nivel de extraversión.
Se propone la hipótesis de la consolidación: durante el período de descanso se consolida el aprendizaje logrado en la fase previa de ejecución; esta consolidación explica que, después del descanso, se rinda mejor. En las tareas de aprendizaje verbal y memoria, ahora se predice que, tras el período de descanso, los extravertidos rendirán mejor porque, al poseer menor nivel de arousal, el proceso de consolidación en ellos es más ligero y breve, no distorsionando, por tanto, el rendimiento posterior. Por el contrario, en los introvertidos, con elevado nivel de arousal, el proceso de consolidación es intenso y prolongado, distorsionando el rendimiento a corto plazo.
Los datos recogidos en la investigación de Farley van a favor de la hipótesis de consolidación: en la fase predescanso, las diferencias en rendimiento son prácticamente inexistentes, aunque a favor de los extravertidos; las diferencias significativas aparecen después del descanso, sobre todo en los primeros y últimos 5 minutos. Globalmente, los datos indican que los extravertidos presentan mayor reminiscencia, no porque rindan peor antes del descanso, sino porque rinden mejor tras el período de descanso.
Sin embargo, cabría esperar que con un período de descanso largo, que diese lugar a que los introvertidos completasen el proceso de consolidación, éstos deberían presentar mayor reminiscencia (porque han aprendido más y porque lo aprendido ha sido más intensamente consolidado). Pero esta inversión en el patrón de reminiscencia no parece ocurrir, por mucho que se dilate el período de descanso.
En definitiva, nos encontramos ante un hecho empírico: los extravertidos presentan niveles más elevados de reminiscencia que los introvertidos; que no encuentra fácil acomodo ni en las explicaciones derivadas de las diferencias individuales en inhibición, ni en las explicaciones construidas a partir de las diferencias en arousal que acompaña a distintos niveles de extraversión.
Fundamentación biológica
Otro paso en el proceso de investigación es encontrar la raíz biológica, que permita dar cuenta de las diferencias individuales explicadas, a nivel psicológico, en base a los constructos de excitación e inhibición. Eysenck acepta como realidad fundamental la existencia de dos dimensiones, principales e independientes, de la personalidad, E y N. Identifica las diferencias de conducta relacionadas con la primera con los umbrales diferenciales de las distintas partes del Sistema de Activación Reticular Ascendente, y las diferencias de conducta relacionadas con la última, con los umbrales diferenciales del arousal del cerebro visceral (el hipocampo, la amígdala, el cingulum, el septum y el hipotálamo).
Tenemos 2 tipos de conexiones que a su vez están conectadas entre sí: 1ª) Conexión córtico-reticular. Los mensajes neuronales (sensaciones) que suben por las vías ascendentes aferentes van a parar a las áreas de proyección particulares implicadas en el córtex; también envían colaterales a la formación reticular, que a su vez envía mensajes de arousal al córtex. Éste instruye a la formación reticular para que continúe mandando mensajes de arousal u otros a fin de superar la inhibición. Esta conexión se relaciona entonces con el tratamiento de la información, con el arousal cortical y la inhibición, y, en su aplicación a las diferencias de personalidad, con la introversión y la extraversión.
La 2ª conexión se refiere al cerebro visceral y a la formación reticular. Los mensajes del cerebro visceral también alcanzan la formación reticular por vías colaterales, y tienen efectos activadores sobre el córtex de forma muy similar a la producida por la información recibida a través de las vías aferentes ascendentes. Es esta conexión la que está relacionada con la emoción y, en su aplicación a las diferencias de personalidad, con el neuroticismo/emotividad...
Dentro de este contexto teórico general, nos fijaremos exclusivamente en el primer tipo de conexión, es decir, el que cimenta biológicamente la dimensión de extraversión.
La hipótesis general, relativa al primer tipo de conexión, sostiene que los introvertidos presentan un más elevado nivel de activación córtico-reticular, que los extravertidos. La evidencia, relativa al cumplimiento de esta hipótesis, se puede agrupar en dos grandes conjuntos: estudios psicofisiológicos y estudios farmacológicos.
Estudios psicofisiológicos
Actividad electrocortical
Tomando los registros EEG como índices del nivel de arousal cortical, se parte del supuesto general de que un nivel elevado de arousal se refleja en ondas alfa de baja amplitud y elevada frecuencia. Se espera que los introvertidos, de los que se afirma poseen niveles de arousal más elevados, desarrollen ritmos alfa de baja amplitud y elevada frecuencia; los extravertidos, por el contrario, se caracterizan por presentar ritmos alfa de elevada amplitud y baja frecuencia.
La demostración de más elevados niveles de actividad cortical en introvertidos, a partir de las medidas EEG, permanece aún ambigua. Esta ambigüedad, sin embargo, parece deberse en gran medida a problemas metodológicos. Las investigaciones difieren sensiblemente en el valor activador de las condiciones en que se ha registrado la actividad electrocortical: en unas condiciones (poco activadoras) se pide al sujeto que no haga absolutamente nada, que permanezca quieto con los ojos cerrados, pero sin dormirse. En otras (fuertemente activadoras), la actividad elecrocortical se registra mientras que el sujeto realiza tareas que le exigen un gran esfuerzo. En otras condiciones (intermedias), el registro EEG se toma delante del experimentador, mientras éste interacciona con el sujeto.
Por el tipo y cantidad de estimulación que suministran, es de esperar que el primer tipo de situaciones sea beneficiosa para los introvertidos y, posiblemente, perjudicial para los extravertidos; por el contrario, cabe suponer que el segundo tipo de condiciones sea beneficioso para los extravertidos y perjudicial para los introvertidos. Esto lleva, tanto a Gale como a Stelmack, a sugerir que las condiciones idóneas de investigación serían las intermedias. No es arriesgado concluir, por tanto, que los datos obtenidos en condiciones tan diversas tal vez no sean enteramente comparables.
Otros parámetros
El supuesto básico, por lo que respecta al empleo de potenciales corticales evocados como medida del nivel de arousal asume que estas medidas son las técnicas apropiadas para explorar la base psicofisiológica de las diferencias en sensibilidad sensorial y vigilancia entre exravertidos e introvertidos.
Los introvertidos presentan potenciales evocados de mayor amplitud que los extravertidos, de manera particular cuando las respuestas evocadas se toman ante niveles medios de estimulación.
El Reflejo de Orientación ha sido otro de los parámetros empleado como indicador de actividad corticorreticular. El supuesto básico es que la actividad corticorreticular correlaciona positivamente con la amplitud y resistencia a la habituación de las diversas manifestaciones de la reacción de orientación.
Tomando la respuesta electrodermal como índice de reacción de orientación más frecuentemente empleado en la investigación en extraversión, la hipótesis específica puesta a prueba sostiene que los introvertidos desarrollan respuestas electrodermales más intensas que los extravertidos y que tales respuestas se habitúan más difícilmente en los introvertidos que en los extravertidos.
Las investigaciones tienden a apoyar la hipótesis, particularmente cuando las condiciones en que se toman los registros fisiológicos comportan un valor de estrés intermedio.
Estudios farmacológicos
Las conclusiones que se pueden extraer de los estudios psicofisiológicos adolecen de dos limitaciones importantes: 1ª) La ambigüedad que en ocasiones presentan los resultados; 2ª) La práctica totalidad de las investigaciones en que se han analizado los correlatos fisiológicos de la extraversión es de naturaleza correlacional.
En los estudios farmacológicos, la estrategia común a seguir consiste en manipular directamente, mediante drogas, la actividad corticorreticular y analizar sus efectos sobre diversas manifestaciones conductuales. El supuesto es: Las droas depresoras incrementan la inhibición cortical, disminuyen la excitación cortical y, por ello, producen patrones de conducta extravertida. Las drogas estimulantes disminuyen la inhibición cortical, incrementan la excitación cortical y, por ello, producen patrones de conducta introvertida.
Se asume que si los introvertidos tienen mayor nivel de arousal que los extravertidos, su umbral de sedación será más elevado; la sedación con amital sódico será más costosa en los introvertidos.
Se estudió la incidencia de una droga estimulante como la cafeína, sobre la conducta de vigilancia en una tarea auditiva, en función del nivel de extraversión. Los extravertidos, cuando se les administra cafeína, rinden prácticamente igual que los introvertidos en la condición sin cafeína.
En el experimento de Gupta se analiza el efecto, sobre el postefecto cinestésico, sobre una droga depresora (fenobarbital) y de una estimulante (dexedrina), en función del nivel de extraversión de los sujetos. Tres grupos de sujetos, en base a su nivel de extraversión (alto, medio y bajo); un tercio de cada grupo se asignó a la condición placebo; a un segundo tercio se le administró la droga depresora y a los restantes se administró la droga estimulante.
Tomando como medida de postefecto la desviación entre la primera “apreciación” de las dimensiones del objeto-test y la segunda “apreciación” del mismo objeto-test, los datos indican:
Por lo que respecta a las diferencias en umbral de sedación, tomando como umbral la cantidad de amital sódico por kg requerida para producir sedación, los histéricos (neuróticos extravertidos) presentan umbrales de sedación más bajos que los pacientes diagnosticados de trastornos obsesivos (neuróticos introvertidos). Los datos ponen de manifiesto el menor nivel de arousal cortical de los extravertidos frente a los introvertidos.
TEMA 18
EXTRAVERSIÓN: SITUACIÓN ACTUAL
Tres problemas siguen polarizando en gran medida la investigación actual sobre extraversión:
Diferencias individuales en condicionamiento
Los introvertidos, en contraste con los extravertidos, formarán respuestas condicionadas más rápida e intensamente; estas respuestas así condicionadas se extinguirán lentamente.
Eysenck viene a argumentar que el proceso de socialización puede ser entendido como un proceso continuo de condicionamiento, en el curso del cual el individuo va aprendiendo y asimilando las reglas y normas de conducta dominantes en su contexto social. En este sentido, se definde la mayor socialización del introvertido, en base a su mayor facilidad y eficacia en el desarrollo de respuestas condicionadas; por el contrario, se espera que el extravertido desarrolle un débil proceso de socialización que posibilitará, a la larga, la manifestación de conducta asocial.
Ante esta hipótesis se plantean de inmediato dos cuestiones: 1ª) ¿en todo caso los introvertidos presentan mayor condicionamiento? 2ª) ¿las circunstancias en las que los introvertidos condicionan mejor son las circunstancias que de ordinario acompañan al proceso de socialización en nuestro medio cultural? La respuesta a estas cuestiones viene dada por la investigación de Eysenck y Levey, en la que se analiza el rendimiento de extravertidos e introvertidos en condicionamiento palpebral, en función de la intensidad del EI (débil vs. intenso), programa de refuerzo (continuo vs. parcial) y longitud del intervalo entre los EC y EI (corto vs. largo).
Resultados: Los introvertidos condicionan mejor cuando el EI es débil, se emplea un programa de refuerzo parcial y el intervalo interestímulos es corto. Los extravertidos condicionan mejor con EI intenso, refuerzo continuo e intervalo interestímulos largo.
En el caso de los introvertidos, la naturaleza de los parámetros experimentales afecta esencialmente al desarrollo de la curva de condicionamiento, no tanto a la tasa de condicionamiento, en términos absolutos, que se alcanza. La tasa final de condicionamiento es prácticamente la misma en uno y otro tipo de condiciones experimentales, mientras que difiere notablemente el desarrollo del proceso de condicionamiento: en el primer tipo de condiciones (EI débil, refuerzo parcial e intervalo interestímulos corto), la curva de aprendizaje crece de forma regular hasta alcanzar la tasa final de condicionamiento; en el segundo tipo de condiciones (EI intenso, refuerzo continuo e intervalo interestímulos largo), en cambio, la curva de aprendizaje presenta un fuerte incremento en los primeros ensayos, para no variar significativamente desde entonces. En los extravertidos la naturaleza de las condiciones experimentales afecta significativamente tanto a la tasa de condicionamiento como al proceso de condicionamiento en sí mismo. Por lo que respecta a la tasa final de condicionamiento, oscila entre 12-15% en el primero tipo de condiciones, y entre 82-85% en el segundo tipo de condiciones experimentales. La diferencia es igualmente apreciable en el desarrollo de la curva de aprendizaje: mientras en el primer caso las primeras respuestas condicionadas no aparecen hasta el ensayo 30, cuando las condiciones son favorables a los extravertidos (EI intenso, refuerzo continuo e intervalo interestímulos largo), índices de condicionamiento aparecen ya desde los primeros ensayos, alcanzándose en el ensayo 32 una tasa de condicionamiento prácticamente doble a la que en el mismo ensayo presentan los introvertidos.
Estas diferencias entre extravertidos e introvertidos las interpretan Eysenck y Levey como indicativas de que los extravertidos están mucho más a merced de las condiciones experimentales, mientras que los introvertidos alcanzan finalmente niveles razonables de condicionamiento con independencia de las condiciones experimentales.
Las condiciones en las que el EI es débil, se emplea refuerzo parcial y el intervalo interestímulos es corto, se asume que son menos activadoras que aquellas otras condiciones en que el EI es intenso, se emplea refuerzo continuo y el intervalo interestímulos es largo. En este sentido, el primer tipo de condiciones beneficiaría a los sujetos introvertidos que, a priori, ya poseen un nivel elevado de arousal; mientras el segundo tipo de condiciones beneficiaría a los extravertidos, al incrementar el bajo nivel de arousal que les caracteriza.
Resumiendo, los datos de la investigación de Eysenck y Levey parecen indicar que los introvertidos no condicionan siempre mejor que los extravertidos. La cuestión ahora es: ¿son las condiciones que favorecen el condicionamiento en los introvertidos las dominantes en el proceso de socialización en nuestra cultura?. El proceso de socialización en nuestro entorno cultural no está regido, esencialmente, por las condiciones que parecen beneficiar la formación de respuestas condicionadas en el introvertido: estimulación suave, reforzamiento parcial e intervalo interestímulos corto. En consecuencia, habrá que buscar otras razones para dar cuenta de las diferencias en conducta social existentes entre extravertidos e introvertidos.
Variaciones circadianas en el nivel de arousal
Para dar cuenta de las diferencias conductuales entre extravertidos e introvertidos se apela al distinto nivel de arousal cortical que caracteriza a unos y a otros. Los introvertidos presentan habitualmente niveles de arousal más elevados que los extravertidos.
Sin embargo, existe evidencia indicativa de que la activación cortical cambia de acuerdo con una periodicidad circadiana. De esta forma, el momento del día en que se analiza la conducta se convierte en un nuevo modulador de los correlatos conductuales de la extraversión.
Una de las primeras investigaciones desarrolladas en esta línea es la de Colquhoun y Corcoran, en la que se analiza el rendimiento de extravertidos e introvertidos en dos momentos temporales (mañana y tarde) y en dos condiciones sociales (solo y en grupo). Tarea: Tachar todas las letras “e” que aparecían en un texto en prosa. El rendimiento de los introvertidos es significativamente superior al de los extravertidos, cuando el rendimiento se analiza por la mañana; el patrón de resultados se invierte por la tarde, aunque en este caso las diferencias intergrupo no sean significativas.
Para dar cuenta de estos resultados se acude, por un lado, a la relación curvilínea entre arousal y rendimiento postulada por Yerkes y Dodson y, por otro, al incremento del nivel de arousal a lo largo del día. En la medida en que el nivel de arousal crece a lo largo del día, es de esperar que los introvertidos (con un nivel crónico de arousal más elevado) alcancen el punto óptimo de arousal mucho antes que los extravertidos; el mejor rendimiento de los introvertidos por la mañana, se debería a que en esos momentos del día alcanzan el nivel óptimo de arousal; por el contrario, al final de la tarde, los extravertidos rendirían mejor porque entonces alcanzan el punto óptimo de arousal.
Frente a esta hipótesis, Blake va a defender una hipótesis alternativa, según la cual el nivel de arousal crece a distinto ritmo para extravertidos e introvertidos a lo largo del día, de forma que aquéllos presentan niveles de arousal más elevados por la tarde y los introvertidos por la mañana. Es decir, los extravertidos e introvertidos se diferencian por el momento del día en que alcanzan mayores niveles de arousal: los introvertidos tendrían mayor nivel de arousal que los extravertidos por la mañana; lo inverso ocurriría por la tarde. El patrón de rendimiento que introvertidos y extravertidos presentan en distintos momentos del día, serán función directa del nivel de arousal que en tal momento presenten unos y otros: los introvertidos rinden mejor por la mañana, porque en esos momentos presentan más elevado nivel de arousal; por la misma razón, los extravertidos rendirían mejor por la tarde.
Blake realizó una serie de experimentos en los que se analiza la evolución de la temperatura corporal y el rendimiento en diversas tareas, en función del nivel de extraversión y el momento del día en que se mide el rendimiento.
Hay una estrecha correspondencia entre la evolución de la temperatura corporal (aproximadamente, reflejaría la evolución del nivel de arousal) y del rendimiento en ambos grupos. Estos datos sugieren (a nivel correlacional) que es el cambio en arousal y el distinto nivel de arousal, que extravertidos e introvertidos presentan en distintos momentos del día, el factor determinante del patrón diferencial de rendimiento que introvertidos y extravertidos desarrollan por la mañana y por la tarde.
La manera de verificar la relación causal propuesta, consiste en manipular directamente el nivel de arousal y ver qué ocurre en el rendimiento de extravertidos e introvertidos en distintos momentos del día. Blake estudió el rendimiento de extravertidos e introvertidos en la misma tarea, pero manipulando ahora el nivel de arousal, dando feedback sobre el rendimiento después de cada sesión de tarea. Las predicciones puestas a prueba fueron:
Los resultados tienden a apoyar significativamente la hipótesis de Blake: los introvertidos tienen mayor nivel de arousal que los extravertidos, por la mañana; el patrón inverso tiene lugar por la tarde; el rendimiento es función del nivel de arousal que unos y otros presentan en cada momento del día.
Significación del factor “impulsividad”
Al partir del trabajo de Carrigan se puso en cuestión el presumible carácter unitario de la dimensión “extraversión”, argumentándose que en la misma se englobaban factores-componentes (“impulsividad” y “sociabilidad”) que eran, a su vez, independientes entre sí.
La solución psicométrica, indicativa de la existencia de interrelaciones entre los factores-componentes de la dimensión extraversión y entre tales factores y la puntuación global en extraversión, no quita significación a las investigaciones que vienen a poner de manifiesto la extraordinaria importancia que el factor-componente impulsividad parece tener como factor explicativo de gran parte de los correlatos de la dimensión extraversión. Puede que una parte significativa de las manifestaciones conductuales que, hasta aquí, se han venido atribuyendo a las diferencias individuales en extraversión, se deba en mayor medida a las diferencias individuales en el factor-componente de “impulsividad”.
En la investigación de Eysenck y Levey se analizaron los datos sobre condicionamiento en la condición “poco activadora” (EI débil, refuerzo parcial e intervalo interestímulos corto), reclasificando a los sujetos en base a los factores de “impulsividad” y “sociabilidad”.
Las diferencias anteriormente señaladas entre extravertidos e introvertidos, se deben en gran medida a las diferencias existentes en el factor “impulsividad” (baja impulsividad = introvertidos; alta impulsividad = extravertidos). Mientras que parece tener escasa relevancia el factor “sociabilidad”.
De mayor relevancia, en este contexto, es la investigación de Revelle, Humphreys y Gilliland. En una serie de tareas se analiza el rendimiento de extravertidos e introvertidos, en dos momentos del día (mañana y tarde) y tras la administración o no de cafeína (droga estimulante). Dos supuestos principales:
Desde estos dos supuestos, se predice que:
Resultados: Los supuestos relativos al ritmo circadiano del arousal y a su manipulación farmacológica se cumplen significativamente cuando los sujetos se clasifican en base al nivel de “impulsividad”, en menor medida cuando se toman las diferencias en la dimensión global de la extraversión y prácticamente no se cumplen cuando se toma en consideración el factor “sociabilidad”. Estos resultados ponen de manifiesto la mayor significación funcional del factor-componente “impulsividad”; pero hay que tener presente que a la dimensión de extraversión contribuyen también otros factores.
Susceptibilidad diferencial al premio y al castigo: El trabajo de Gray
A partir del modelo explicativo eysenckiano, en los trabajos de Gray se contiene una doble aportación al estudio de la extraversión:
Naturaleza Psicológica de la extraversión
Al realizar su propuesta psicológica sobre extraversión, Gray parte de una doble observación: 1) Que los introvertidos no parecen condicionar siempre mejor que los extravertidos, sino sólo en determinadas circunstancias; 2) Que las situaciones en las que los introvertidos muestran mayor condicionamiento suelen ser situaciones de condicionamiento aversivo.
Lo que diferencia a introvertidos y extravertidos es la susceptibilidad, que en cada caso presentan, a situaciones aversivas, ante situaciones que implican castigo o amenaza de pérdida de recompensa. Mientras mayor es el grado de introversión, mayor es esta susceptibilidad. El extravertido se caracterizará por una mayor reactividad ante situaciones que implican recompensa.
Las diferencias, a su vez, en la dimensión de neuroticismo, indicarían la intensidad que ambos patrones reactivos (ante el castigo y ante la recompensa) presentan en cada individuo: a medida que se incrementa el nivel de neuroticismo, crece la sensibilidad tanto al castigo como a la recompensa.
Gray propone la interpretación de los principales desórdenes neuróticos, asociados a extraversión e introversión: La conducta psicopática en el extravertido neurótico puede ser fácilmente considerada como la tendencia a conseguir recompensas..., sin preocuparse por las consecuencias. El carácter reincidente, propio de la conducta psicopática, puede ser interpretado como una relativa insensibilidad al castigo. Por el contrario, los síntomas de las neurosis distímicas son en muchos casos expresiones perfectamente claras de miedo, como por ejemplo en las fobias y en los estados de ansiedad.
Las diferencias entre extravertidos e introvertidos, en el desarrollo de patrones socializados de conducta y en predisposición a manifestar alteraciones específicas, en caso de neurosis, no se explicarían apelando a diferencias estables y generales en condicionabilidad, como pretende Eysenck, sino en base al tipo de indicios estimulares ante los que extravertidos e introvertidos condicionan idóneamente: de recompensa y aversivos, respectivamente.
La investigación experimental en distintas áreas tiende a apoyar la mayor sensibilidad a los indicios aversivos por parte de los introvertidos; mientras que los extravertidos parecen más reactivos en condiciones de refuerzo positivo.
A resultados similares llega Corcoran al contrastar el rendimiento de extravertidos e introvertidos en una tarea de reacción serial, en función de la presencia, o no, de incentivo positivo. Al sujeto se hace creer que dispondrá de todo el tiempo que estime necesario para alcanzar el criterio de rendimiento propuesto y que se le comunicará cuando haya alcanzado dicho criterio. En estas condiciones, se observó que los extravertidos se beneficiaron del incentivo positivo: disminuían el número de errores e incrementaban el número de aciertos; mientras que la condición de incentivo no parecía afectar a los introvertidos.
En tareas de vigilancia los resultados tienen a poner de manifiesto que los introvertidos adoptan criterios de respuesta más restrictivos que los extravertidos. La diferencia entre extravertidos e introvertidos en criterio de respuesta (que se traduce en que los introvertidos presentan menor número de “falsas alarmas”), se explica en base al peso que los introvertidos conceden a las posibles consecuencias negativas asociadas a la comisión de falsas alarmas, y al peso que los extravertidos conceden a las posibles ganancias asociadas a la respuesta correcta.
Naturaleza Fisiológica de la extraversión
A nivel fisiológico, las diferencias en extraversión se fundamentan en la actividad existente en un circuito, integrado por el Sistema de Activación Reticular Ascendente, el córtex orbital frontal, el área septal media y el hipocampo.
Las investigaciones tienden a poner de relieve la activación de este circuito ante indicios de castigo o no recompensa, de manera particular cuando están en funcionamiento ondas zeta hipocámpicas. Ante indicios aversivos, estas ondas cumplen una doble función inhibitoria: inhibien la conducta que llevaría al castigo o a la no-recompensa e inciden inhibitoriamente sobre el Sistema de Activación Reticular Ascendente. El objetivo de la acción inhibitoria sobre este sistema es conseguir un estado de equilibrio en el circuito, que permita el mantenimiento de las ondas zeta mientras dure la presencia de indicadores aversivos.
Para llegar a la propuesta de que este circuito neurológico es la base fisiológica de la introversión, Gray se apoya en las investigaciones en que se analizan los efectos conductuales y fisiológicos de las lesiones corticofrontales y de la administración de amobarbital sódico. A nivel conductal, tanto la administración de drogas depresoras (amobarbital), como las lesiones corticofrontales, producen comportamiento extravertido. A nivel fisiológico, el efecto de ambas intervenciones (farmacológica y quirúrgica) tiene lugar sobre los centros reguladores del ritmo zeta hipocámpico.
Si el funcionamiento del circuito va asociado y refleja una mayor sensibilidad, a indicios de castigo y no-recompensa, y si al mismo tiempo, la alteración de este funcionamiento se produce por las mismas condiciones que suscitan patrones conductuales extravertidos, es lógico que Gray sostenga que los individuos difieren en extraversión en la medida en que difieren en susceptibilidad al castigo: mientras más sensitivo y activo es este sistema, más introvertido será el individuo.
TEMA 21
LA INTERACCION PERSONA x SITUACIÓN:
MARCO DE REFERENCIA
Marco de referencia histórico
Al plantear las principales alternativas, metodológicas y de investigación, que configuran el área de estudio de la Psicología de la Personalidad, en el momento actual, una parte importante de la investigación en esta área viene guiada por los supuestos definitorios de la alternativa interaccionista. El anclaje inmediato de estos planteamientos puede cifrarse en la polémica entre las alternativas internalista y situacionista.
Posiblemente, se pueden concretar, en los trabajos de Kantor, las primeras conceptualizaciones interaccionistas en Psicología: una concepción de personalidad debe ser predominantemente funcional y debe poner mayor énfasis en las condiciones estimulares y en la interacción de a persona con ellas. La unidad de estudio de la psicología debe ser el individuo en cuanto interactúa con todos los variados tipos de situaciones que constituyen sus circunstancias conductuales. La aportación de Kantor se va a diferenciar de la mayoría de los planteamientos interaccionistas, que le siguen hasta nuestros días, en la conceptualización del ambiente; si bien asume la distinción entre “ambiente físico” y “ambiente psicológico”, él va a centrar, casi en exclusiva, su atención sobre el “ambiente físico”.
Corresponde a Lewin el señalar la necesidad de considerar el ambiente, más como realidad psicológica que como realidad física.
Si se representa la conducta o cualquier tipo de fenómeno mental por (C) y la situación total, incluyendo a la persona, por (S), entonces (C) puede ser tratada como función de (S): C = f(S)... En psicología se puede comenzar a describir la situación total distinguiendo la persona (P) y su entorno (E). Cada fenómeno psicológico depende del estado de la persona y, a la vez, del ambiente, aunque sus importancias relativas sean diferentes en diferentes casos. Así, podemos establecer nuestra fórmula para cada fenómeno psicológico como C = f(P,E). Estos factores, personales y situacionales, están conectados por lazos de mutua interdependencia en la determinación de la conducta, lo que implica que E = f(P) y P =f(E).
La conducta de un individuo no puede ser formulada sin una caracterización de cada situación que afronta, física y social. Es importante definir el ambiente, ya que dos organismos pueden comportarse de diferente manera sólo porque se encuentran, por casualidad, en condiciones diferentes. Por estas razones, el organismo y su medio deben ser considerados juntos, siendo la interacción organismo-ambiente la unidad conveniente para la psicología. No podemos definir la situación operativamente, salvo en relación al organismo específico que está implicado; No podemos definir el organismo operacionalmente, de forma que obtengamos pode predictivo sobre la conducta, salvo en relación a la situación. La unidad de investigación para el estudio de la personalidad es la interacción del individuo y su ambiente significativo.
De estos primeros planteamientos interaccionistas pueden sacarse con claridad dos notas, que comparten la mayoría de los teóricos interaccionistas actuales:
Marco de referencia temático: la polémica persona-situación
Las distintas alternativas teóricas y de investigación existentes en psicología de la personalidad podrían diferenciarse en base al peso relativo que conceden a los dos grandes conjuntos de factores determinantes de la conducta: factores personales y características de la situación. En este contexto, se sugería la posibilidad de estructurar la teoría e investigación en personalidad, en torno a 3 líneas principales:
El punto en el que mayor polémica se ha suscitado, a raíz de la polarización hacia uno y otro tipo de factores determinantes, probablemente haya sido el relativo a la consistencia de la conducta.
El punto de partida para el análisis de la consistencia de la conducta puede cifrarse en dos hechos: 1) que nuestra conducta varía de acuerdo con la situación en que nos encontramos; 2) al mismo tiempo, sin embargo, seguimos sintiéndonos la misma persona. Es decir, las variaciones en la conducta no parecen interferir con el sentimiento de que a través de las diversas manifestaciones conductuales existe una misma persona.
Lo que aquí nos preguntamos es si existe regularidad y continuidad en la conducta, por encima de la variabilidad situacional, o si, por el contrario, la variabilidad es la nota dominante en la conducta de los seres humanos. Hay que tener presentes 3 datos:
Supuestos teóricos
El problema de la consistencia es una nueva manifestación de la ya reiterada dicotomía entre dos posicionamientos metateóricos, que sustentan visiones del sujeto y explicaciones de su conducta, aparentemente contrapuestas: los enfoques organísmico y mecanicista.
El reflejo de esta situación en el estudio de la personalidad nos viene dado en el enfrentamiento entre planteamientos internalistas-personalistas y situacionistas.
En el supuesto de que tales características personales son estables y duraderas se asume que la conducta presentará un alto grado de consistencia transituacional y estabilidad temporal. Si las características de la situación no son los determinantes más importantes del comportamiento, cabe esperar que su conducta presente un grado notable de continuidad, similaridad, a lo largo de diversas situaciones y/o momentos temporales.
Es lógico que se deposite una gran confianza en las mediciones de tales factores personales, como descriptores de la personalidad y predictores válidos de la conducta.
Se defiende el carácter específico y variable de la conducta. Ésta cambiará, de una situación a otra y de un momento temporal a otro, en base a las peculiares características que definen la situación en que, en cada caso, tiene lugar el comportamiento. Si en algún punto la conducta muestra regularidad, ésta se explicará a partir de regularidades existentes en el contexto.
Se sugiere la conveniencia de analizar y medir los parámetros que definen la situación en que tiene lugar la conducta, en cuanto tales características serían los determinantes efectivos del comportamiento.
Hitos de la polémica
El trabajo de Mischel
Mischel analiza la evidencia disponible relativa a 3 cuestiones:
En el primer caso se analiza en qué medida las mediciones de “rasgos2 y “estados” permiten una predicción de la conducta, mejor que la que se lograría a partir de índices más asequibles, como pueden ser el análisis de la conducta pasada del individuo o las autoclasificaciones y las autopredicciones.
En el segundo supuesto se considera la medida en que el clínico emplea los datos procedentes de estas mediciones personales, para planificar el tratamiento a seguir en cada caso concreto.
Conclusiones: En primer lugar, no existen pruebas suficientes de “validez incremental”; por otra parte, las mediciones de variables personales no discriminan, ni sirven para predecir; en tercer lugar, los datos indican que, con frecuencia, el clínico no emplea los resultados de estas mediciones para planificar el tratamiento individual.
Mischel llega a las siguientes conclusiones:
El trabajo de Bem y Allen
La base de que parten sostiene que en la investigación tradicional en personalidad, basada en las variables personales y siguiendo una orientación nomotética, se han cometidos dos errores, a los que hace referencia Allport cuando habla de “falacia nomotética” (aceptación de dos supuestos: en primer lugar, la creencia en la supuesta universalidad de las dimensiones de personalidad; es decir, que cualquier dimensión de personalidad es relevante para todos los individuos y, en segundo lugar, el supuesto de “escalabilidad”, esto es, que las diversas conductas que definen un rasgo ponderan igual y significan lo mismo para todos los individuos y en todas las situaciones).
Bem y Allern proponen un acercamiento idiográfico, desde el que la investigación se asienta en dos supuestos básicos:
Los individuos difieren en la medida en que son consistentes en diversos rasgos, en las situaciones en que son consistentes y, en tercer lugar, en la medida en que le son aplicables las conductas supuestamente indicativas del rasgo. La consistencia puede entenderse como un auténtico factor de discriminación y agrupamiento de las personas. La consecuencia es que aparecerá consistencia transituacional en un determinado rasgo cuando se evalúe en sujetos consistentes en dicho rasgo, mientras que no aparecerá cuando se tomen sujetos clasificables como inconsistentes, o cuando se tomen grupos mezclados.
La investigación de Bem y Allen se dirigió al contraste entre sujetos, que se definen a sí mismos como “consistentes” o “variables” en diversos rasgos, llegando a las siguientes conclusiones:
En definitiva la consistencia de la conducta viene modulada por una serie de factores (uno de los cuales sería la “consistencia”, en cuanto a dimensión de diferenciación individual), en los que cada individuo pondera peculiar y diferencialmente, que obligarían a tomar como referencia al individuo, al considerar cualquier fenómeno conductual, como, por ejemplo, la consistencia o especificidad del comportamiento.
Aportaciones de Epstein
Epstein sostiene que en la mayoría de los estudios en los que se señala inconsistencia de la conducta, dicha inconsistencia tiene mucho que ver con el “error de medida” introducido en tales estudios. Error de medida al que contribuye el inadecuado muestreo de índices de conducta y de ocasiones y/o situaciones en que se observa la conducta.
Si a esto se añade lo apuntado por Bem y Allen (no todos los índices de conducta son igualmente significativos en todos los individuos, y en todas las situaciones), podría ocurrir que, al tomar una gama limitada de índices de conducta y de situaciones en las que se observan, estemos tomando datos que no sean los más significativos y representativos de la conducta del individuo.
Para paliar esta situación, Epstein propone incrementar la fiabilidad y validez de la investigación, mediante el empleo de tácticas de “agregación”, que suponen tomar como datos de conducta el promedio de una gama de índices conductuales, observados en un rango igualmente extenso de ocasiones y situaciones.
Empleando esta estrategia metodológica, llevó a cabo 4 investigaciones: se muestreó la conducta, tomando diversas dimensiones o índices de conducta, en varias ocasiones cada vez, durante varias semanas. Se analizaron los coeficientes de estabilidad entre los días pares e impares, tomando los datos promediados a partir de diversas observaciones. Resultados:
Resumiendo, estos datos sugerirían que la no demostración de consistencia en otras investigaciones puede deberse al empleo de muestras inadecuadas de conducta y/o a que ésta es observada en un rango muy restringido de ocasiones-situaciones.
Perspectiva interactiva
Las formulaciones interaccionistas suponen un intento de integración de las distintas posturas, relativas a la naturaleza de los determinantes de la conducta. Consideración de la interacción de las variables personales y situacionales como la unidad de análisis y explicación de la conducta. Se pone de manifiesto que la conducta se debe, en parte, a los factores de diferenciación individual, en parte a las características de la situación, pero, en mayor medida, a la interacción entre características del individuo y características de la situación en la que tiene lugar la conducta.
Reformulación de la cuestión
El punto de partida en el tratamiento interaccionista es la convicción de que los planteamientos anteriores sobre estas cuestiones venían incorrectamente planteados, expresando, innecesariamente, las posibles resoluciones en términos de la dicotomía persona o situación.
La cuestión tal vez no sea preguntarse a qué factor, persona o situación se debe la mayor parte en la determinación de la conducta, sino cómo uno u otro conjuntos de factores se conjugan para dar cuenta de la conducta que un individuo presenta en un momento determinado. Cualquier manifestación conductual refleja tanto características de la persona como de la situación. Unas conductas pueden estar determinadas en mayor medida por características personales en algunos sujetos y otras conductas, o las mismas, pueden estarlo en mayor medida por características de la situación en otros sujetos. La investigación debe encaminarse al entendimiento de cómo factores personales y situacionales se interrelacionan y codeterminan en su actuación, llevando, en último término, al desarrollo y mantenimiento del patrón de estabilidad y cambio que cada individuo presenta en su repertorio de conducta.
Es este patrón coherente de comportamiento el que permitirá la identificación del individuo, pese a los cambios fenoménicos que pueda presentar su conducta en distintas situaciones o en momentos temporales diversos. Tres sugerencias relevantes para la investigación:
Evidencia
Estos datos apuntan a la mayor significación explicativa de la interacción entre factores personales y características de la situación en que se desarrolla la conducta.
TEMA 22
LA INTERACCIÓN PERSONA x SITUACIÓN:
ALTERNATIVA TEÓRICA Y DE INVESTIGACIÓN
Tres notas definen al modelo interaccionista como alternativa en el estudio de la personalidad:
Los supuestos básicos sobre los que se asientan los planteamientos interaccionistas en psicología de la personalidad son:
Naturaleza de las variables personales
Las personas difieren en la manera en que categorizar las situaciones, interpretando y dando significado a los distintos indicios presentes en cada situación. El sujeto crea la situación, filtrando cognitivamente los indicios a los que va a responder. En el planteamiento interaccionista se defiende una visión propositiva de la conducta: en función de los objetivos a lograr, el sujeto investirá con uno u otro significado la situación en que se encuentra.
Siguiendo a Mischel, el individuo viene definido por una serie de variables, que reflejan el modo activo en que se enfrenta a la situación y genera patrones complejos de conducta:
Los dos primeros aspectos darían cuenta de las posibilidades de conducta con que el sujeto afronta el problema concreto que le plantea cada situación determinada. Los 3 restantes explicarían el cómo concreto esa potencialidad de conducta se traduce en ejecución en unas circunstancias específicas.
Potencialidad de conducta
Capacidad para construir patrones cognitivos y conductuales
En el curso de su desarrollo cognitivo y mediante las diversas experiencias de aprendizaje, el individuo va adquiriendo información sobre sí mismo, su conducta, el mundo que le rodea y las relaciones existentes entre estos factores. No se debe entender que el individuo adquiere bloques de información y pautas de respuesta, de una manera estática. Por el contrario, lo que adquiere es la capacidad para genera estrategias cognitivas y conductuales, acordes con las nuevas situaciones en que se encuentre.
Los individuos, entonces, difieren, no sólo en la competencia que poseen (en base a las habilidades y conocimientos adquiridos en el curso de su desarrollo) para construir estrategias cognitivas y de conducta manifiesta, sino también en las estrategias concretas que ponen en juego en cada caso. En este sentido, a la hora de estudiar a la persona, lo que interesa saber es “qué puede hacer”.
Estrategias de codificación y constructos personales
Las personas difieren en la forma de codificar y agrupar la estimulación que les llega; pueden diferir en las transformaciones cognitivas (atención selectiva, interpretación y categorización) que introducen en la estimulación, cuyo impacto sobre el sujeto queda de esta manera modulado por tales estrategias cognitivas.
Estas diferencias son patentes en los constructos que las personas emplean y en los indicios informativos a los que atienden. Los constructos personales son marcos de referencia significativos, en función de los cuales el individuo categoriza los distintos fenómenos, incluido él mismo y su conducta. Estos filtros son adaptativos, permiten al individuo afrontar las distintas situaciones con ciertas posibilidades de éxito (mediante ellos el individuo puede predecir el comportamiento de los demás y anticipar las consecuencias del propio comportamiento, al establecer cognitivamente el mapa de relaciones posible entre su conducta y las circunstancias ambientales en que ésta se produce).
Este valor adaptativo de los procesos de construcción y categorización de la realidad explicaría el carácter relativamente estable y generalizado de los mismos.
Ejecución de la conducta
Expectativas que el individuo lleva a la situación
Estas expectativas van a guiar la elección definitiva de la conducta a desarrollar. Esta variable nos permite explicar, por una parte, las diferencias individuales ante una misma situación objetiva, y, por otra, el comportamiento que a veces puede presentar una persona, cuando las contingencias objetivas de la situación podrían conducir a predicciones comportamentales en clara discordancia con la conducta que, pese a ello, presenta el individuo.
Se pueden distinguir dos tipos de expectativas:
La disponibilidad y empleo de expectativas generalizadas, alcanzadas a través del aprendizaje, es útil en la medida en que permiten predecir, anticipar, las consecuencias previsibles de nuestra conducta, pero siempre que permanezcan lo suficientemente flexibles y permeables como para ir incorporando los cambios pertinentes en función de la información que nos pueda suministrar la nueva situación.
Valores subjetivos aplicados a la estimulación
Otro determinante importante de la conducta es el valor que el sujeto concede a las consecuencias de su conducta, por una parte, y, por otra, el valor concedido a la estimulación, sea positivo o negativo, en base al poder adquirido por la configuración estimular para inducir estados emocionales positivos o negativos. Este determinante permite entender cómo dos personas, con niveles idénticos de expectativas, en una misma situación, se comportan de diferente manera.
Mecanismos autorreguladores y planes
A nivel humano, la conducta está guiada en mayor parte por mecanismos de autorregulación que por los estímulos exteriores, salvo en aquellas ocasiones en que la fuerza de los factores externos alcanza tal intensidad y significación que el individuo se siente incapacitado para encauzar su conducta por vías diferentes a las que cabría predecir a partir del conocimiento de la naturaleza de los factores externos.
Estos sistemas de autorregulación consisten en la elaboración y/o incorporación por parte del individuo de un conjunto de reglas de contingencia que guían su conducta en ausencia de presiones situaciones externas inmediatas. Tales reglas especifican los tipos de conducta apropiada bajo condiciones particulares, los niveles de ejecución que la conducta debe lograr, y las consecuencias del logro o fracaso en alcanzar tales estándares.
También en estos aspectos se pueden constatar diferencias individuales, en base, esencialmente, a la particular historia de desarrollo de cada uno, al peso de las instrucciones recibidas en la situación y en base a la información situacional.
Características de la situación
Existe una distinción entre situación física (la situación objetivamente considerada) y psicológica (la consideración subjetiva de la situación, definida por la percepción que el individuo tiene de la misma y sus reacciones ante ella). En los planteamientos interaccionistas en personalidad se concede mayor relevancia a la dimensión subjetiva de la situación.
Análisis de la situación
Las dos perspectivas, objetiva y subjetiva, física y psicológica, son necesarias para el correcto entendimiento del ambiente o situación concreta en que tiene lugar la conducta y, en definitiva, para la comprensión y análisis de los determinantes del comportamiento. No obstante, en los planteamientos interaccionistas se ha puesto mucho mayor énfasis en la significación psicológica de la situación. En este contexto una de las formas de estudiarla es atender y analizar cómo los individuos la perciben, qué valor le conceden. El individuo se va a comportar en función de cómo perciba la situación y de la valoración que asigne a tal percepción.
Estudios empíricos de Ekehmmar y Marnusson muestran las posibilidades de dimensionar el “ambiente psicológico” con un acercamiento metodológico empírico y sistemático.
La otra vía para el estudio de la situación psicológica consiste en analizar las reacciones que los individuos presentan ante las diversas situaciones. En este línea se han realizado mayor número de estudios empíricos (a partir de los datos suministrados por inventarios) que empleando la percepción de la situación como vía de acceso a sus características definitorias.
Por último se han realizado una serie de estudios en los que se analiza la posibilidad de utilizar conjuntamente ambos acercamientos (datos derivados de la percepción de la situación y datos procedentes de las reacciones ante la misma), en los que se sugiere la conveniencia de tener en cuenta los resultados de ambos tipos de acercamiento.
Estructura-ambigüedad de la situación
En la medida en que el individuo está sometido a fuertes condiciones situacionales, el papel de las variables personales disminuirá; por el contrario, mientras más débiles y ambiguas sean las condiciones situacionales a que esté expuesto, la mayor influencia corresponderá a las variables personales.
Las variables de la situación tendrán mayor valor determinante y predictivo cuando:
Por el contrario, a medida que se incremente el grado de ambigüedad de la situación, disminuye su peso relativo en la determinación del comportamiento y aumenta el efecto de las variables personales.
El proceso de interacción
La conducta se entiende no sólo como función de las características del individuo (C = f(P) (planteamiento personalistas-internalistas), ni sólo en función de las características de la situación en que el sujeto se encuentra (C = f(S) (planteamiento situacionista), sino, fundamentalmente, en función de la interacción entre características del individuo y aspectos relevantes y definitorios de la situación en que tiene lugar la conducta. En este sentido y tomando en consideración los 3 elementos definitorios del sistema comportamental: Sujeto (P), Situación (S) y Conducta (C), el concepto de interacción se viene empleando en un doble sentido:
Pervin sugirió que se aplique el concepto de “interacción” para referirse a relaciones causales unidireccionales, reservando el nombre de “transacción” para significar causalidad recíproca entre los elementos de la ecuación comportamental, delimitando el concepto de transacción con las siguientes propiedades:
La acepción de interacción más acorde con este tipo de acercamientos teóricos es la segunda, es decir, aquélla en la que se hace énfasis en la existencia de relaciones recíprocas entre la conducta individual y las condiciones en que éstas tiene lugar.
Investigación
Estudio de la interacción
Se han empleado dos tipos de estrategias:
Análisis de los componentes de la varianza
Consiste en tratar mediante análisis de varianza los datos obtenidos en una muestra de sujetos a los que se aplica un Inventario S-R, relativo a la conducta que se desee estudiar; posteriormente, se analiza la proporción relativa en que cada fuente principal de variación y sus interacciones contribuye a la variabilidad conductual. El resultado indica que la contribución de cada una de las fuentes de variación (diferencias individuales, situaciones y modos de respuesta) suele ser menor que la aportada por la suma de las interacciones de tales fuentes de variación.
Un estudio ya clásico en este contexto es el de Endler y Hunt, en el que analizan la contribución de diferencias individuales, situaciones y modos de respuesta a la presentación de conducta hostil. Resultados: la contribución de las interacciones es mayor que la de cualquier fuente de variación por separado. A resultados similares llegan Ekehammar, Magnusson y Ricklander en una investigación sobre ansiedad. Nuevamente, el peso de las interacciones simples es superior al de cualquiera de las fuentes principales de variación por separado.
Diseños experimentales Personalidad x Tratamiento
Este tipo de diseños se ha empleado para el análisis de muy diversas manifestaciones de conducta: liderazgo, conducta altruista y manifestaciones de ansiedad.
Ejemplo: Estudio de Baron y Ganz, en el que se analiza el efecto sobre el rendimiento en una tarea de discriminación simple del “Locus de Control” (variable personal) y el tipo de “feedback” sobre el rendimiento (condición de reforzamiento empleada como variable situacional).
De acuerdo con la variable personal, los sujetos se distribuyeron en 2 grupos, según su puntuación en la dimensión Externalismo-Internalismo. Cada uno de los sujetos trabajó en una tarea, en la que debía descubrir un objeto oculto bajo uno de tres vasos. El experimentador movía los vasos, en un orden determinado, ocultos a la vista del sujeto por una pantalla; a continuación se levantaba la pantalla y se pedía al sujeto que indicara bajo qué vaso estaba el objeto escondido.
Tras cada ensayo, el sujeto recibía uno de 3 tipos de feedback: a) Refuerzo extrínseco (el experimentador decía “bien” o “mal” sin que el sujeto supiera si realmente había acertado); b) Refuerzo intrínseco (el sujeto levantaba, a la vista del sujeto, el vaso elegido, para que comprobase por sí mismo si había acertado o no); c) Refuerzo intrínseco + extrínseco (combinación de las dos anteriores). La VD: nº de aciertos en la tarea. Hipótesis general: El rendimiento en la tarea sería fruto de la interacción entre la variable personal y el tipo de feedback. Los individuos internos rendirán mejor en la condición de refuerzo intrínseco y los individuos externos lo harán mejor en la condición de refuerzo extrínseco. Los resultados prestan un claro apoyo a las hipótesis formuladas.
Estudio del proceso de transacción
Se han realizado pocas investigaciones y en la mayoría de los casos no se va más allá de plantear sugerencias.
Runyan hace hincapié en la necesidad de analizar cualquier tipo de conducta, en el marco de una secuencia de interacciones Persona x Conducta x Situación, concediendo particular relevancia a las dimensiones temporal y ecológica, desde las que se puede alcanzar la estructura causal de las secuencia interactivas que configuran la experiencia en estudio. Analizando el problema del consumo de drogas, sugiere que habría que analizar los siguientes aspectos:
Argyle analiza las diferencias entre 2 modelos para el estudio de los procesos de interacción recíproca: el Modelo Predictivo, por un lado, y el Modelo Generativo de Reglas (por analogía con el lenguaje), proponiendo este segundo enfoque como el más apropiado. No se tratará de predecir qué hará concretamente un individuo en una situación, sino cuál es la “gramática”, a partir de la que se pueden derivar las diversas alternativas de comportamiento.
Presenta una revisión de estudios realizados en distintas áreas, ilustrativos de la utilidad del enfoque propuesto para el tratamiento de los procesos de interacción recíproca; no obstante, serían de utilidad esfuerzos complementarios tendentes a explicitar aspectos como los siguientes:
Peterson propone un acercamiento funcional a las relaciones interpersonales, al estudio de las transacciones persona-persona, para cuyo entendimiento sugiere centrarse en aquellas características que estima más importantes en la interacción social:
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Enviado por: | Pilar |
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