Historia


Primera Guerra Mundial y período de Entreguerras


LOS PROBLEMAS DE LA PAZ

La Primera Guerra Mundial destruyó las bases del equilibrio europeo. En 1918, la derrota total de la Alemania de los Hohenzollern, cerró el paso a una negociación de paz relativamente equilibrada, y esto provocó la superioridad de los Estados Unidos de América.

En 1917, el conflicto entre las potencias europeas se convirtió en una discusión ideológica y revolucionaria. Lenin y Trotski no podían aceptar la continuación de un sistema de Estados independientes y en igualdad. Por su lado, Wilson tampoco estaba muy interesado en el sistema de reajustes territoriales, anexiones y compensaciones en que se basaba la política europea., porque nada de eso aumentaba la seguridad de los Estados Unidos o mejoraba su posición estratégica.

Las proclamas de Lenin llamando a la revolución mundial provocaron que Wilson pregonase el principio de la autodeterminación, naciendo así un nuevo sistema internacional.

Balance de la guerra

En la Primera Guerra Mundial, Europa quedó destrozada.

Hubo unos 13 millones de muertes de los combatientes directos. A estas muertes hay que añadir las provocadas por la escasez y las epidemias entre los civiles: 570.000 en Francia y 740.000 en Alemania. Finalmente, no debemos olvidar a los que no nacieron y que hubiesen llegado a la edad adulta entre 1934 y 1939 y a los que sufrieron la necesidad de dejar sus tierras para buscar un nuevo hogar.

En cuanto al desastre económico:

1- Las destrucciones materiales, debido a la acción de los bombarderos, la infraestructura ferroviaria, las carreteras y los puentes arruinados, las minas inundadas, los barcos mercantes hundidos, etc. Fueron predominantes sobre todo en las regiones invadidas.

2- Hay una importante caída de la producción en los años posteriores a la guerra.

3- La guerra transforma las corrientes comerciales y las orienta hacia América, mientras que otros países como la India empezaron a industrializarse.

4- La guerra crea una grave situación financiera. Europa deja de ser el banquero del mundo.

Los problemas de la construcción de la paz.

Hacia 1917, los aliados se convencieron de que estaban luchando por un mundo democrático contra unas antiguas monarquías autoritarias. Surgió la necesidad de derribar al káiser. Mucho antes de que la lucha cesase en noviembre de 1918, era evidente que el mapa de Europa debería ser dibujado de nuevo.

La energía de los aliados se había concentrado en ganar la guerra, no en preparar la paz.

En el último año de la guerra., los Estados aliados habían buscado sus propios objetivos.

- En Estados Unidos, la preparación para la paz seguía dos líneas distintas: la de los trabajos de una comisión especial y la del secretario de Estado Robert Lansing.

- Francia deseaba alcanzar la seguridad frente a Alemania.

- Italia y Japón querían el mayor territorio posible a costa de sus vecinos.

Realmente, el acuerdo previo entre aliados y asociados era pequeño.

Se consideraba que Francia recibiría Alsacia-Lorena, que Bélgica mejoraría su status legal y que Polonia sería restaurada.

Los pronunciamientos de aliados y norteamericanos fueron lo suficientemente vagos para permitir la esperada paz. También se encontraron los tratados secretos que Inglaterra y Francia firmaron durante la guerra.

La conferencia de París

La Primera Guerra Mundial duró poco más de 4 años.

Los franceses insistieron en que París fuera sede de la Conferencia de la paz, pero París fue una sede problemática. La Conferencia se abrió finalmente en enero de 1919, y participaron en ella 32 estados.

Todos los tratados de paz que se firman tras una guerra perdida son impuestos, y la paz de París, también lo fue.

Los vencedores no sólo apartaron a los vencidos de cualquier negociación de la paz, también les privaron de la tradicional cortesía. Estas humillaciones, provocaron importantes consecuencias psicológicas.

La paz de París está formada por 5 tratados de paz; el Pacto de la Sociedad de las Naciones, que se repite en cada uno de esos 5 tratados.

Los turcos rechazaran con las armas el tratado de paz, por lo, hasta julio de 1923 no se firmará el tratado final de paz con la nueva Turquía.

Teóricamente, la paz de París aspiró a organizar la vida internacional sobre la base de 2 ideas: la idea de la democracia y la idea de las nacionalidades.

Pero la realidad del poder y los intereses nacionales traicionaron estos principios, aunque también la personalidad y los prejuicios tuvieron su parte.

Las nuevas fronteras de Alemania

La reintegración de Alsacia-Lorena había sido el principal objetivo de guerra de Francia, tal y como se proclamó en diciembre de 1914.

En marzo de 1919, Francia reivindicó un nuevo territorio en la Conferencia de la Paz: quería anexionar el sur de Sarre, la propiedad se todas las minas de la región, y el establecimiento de un régimen político especial en la parte norte. El 9 de abril se llega a un acuerdo: el Gobierno de todo el territorio del Sarre es transferido a la Sociedad de las Naciones por 15 años; durante ese tiempo, el territorio estaba económicamente unido a Francia.

La frontera oeste de Alemania fue modificada ligeramente en beneficio de Bélgica, que se anexionó los distritos de Eupen y Malmedy.

El tratado de paz decide organizar una votación en la parte norte del Schleswig en marzo de 1920. El resultado apoya la incorporación a Dinamarca, lo que se realizará poco después.

Alemania tuvo que renunciar a la Posnania y a una parte de la Prusia occidental.

La Paz de París alteró las fronteras de la Europa central y oriental. Sobre las ruinas e los imperios alemán, austro-húngaro y ruso, surgieron nuevos países como Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Finlandia, los 3 estados bálticos…

El corredor de Danzig fue la modificación más importante que sufrió el territorio alemán. La Conferencia de la Paz decidió convertir a Danzig en una ciudad libre, controlada por la Sociedad de las Naciones, y con una relación especial con el nuevo Estado polaco.

El sur de la Prusia oriental y la Alta-Silesia también fueron sometidos a un plebiscito para fijar la frontera germano-polaca. En el primer caso, el resultado fue claramente pro-alemán, pero el problema de la Alta Silesia fue más difícil de resolver.

La región era especialmente rica por sus minas y Alemania deseaba mantenerla bajo su soberanía para poder hacer frente a las reparaciones con el beneplácito británico.

Por último, en el extremo este de la Prusia oriental, Alemania perdió la región de Memel, en la orilla derecha del Niemen.

En resumen, Alemania perdía la séptima parte de su territorio y la décima parte de su población. Las pérdidas del este le parecían intolerables, mal justificadas por el principio de las nacionalidades, era muy difícil que Alemania se resignase a perder unos territorios que consideraba arrebatados por razones estratégicas o económicas.

La dislocación de Austria-Hungría

Hay un doble proceso en el que los aliados intentan aplicar el principio de las nacionalidades a la vez que favorecen a los pueblos que combatieron a su lado en los numerosísimos casos en los que la realidad nacional de un territorio es dudosa. De esta manera, el resultado del reparto de la vieja Monarquía Dual fue la formación de 2 grupos de Estados, los Estados descontentos de la paz, y, por tanto, revisionistas (Austria, Hungría y Bulgaria) y los Estados más o menos satisfechos (Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia).

Al oeste, Austria cede a Italia el Trentino y el Tirol meridional hasta el Brennero.

El presidente Wilson propuso una línea fronteriza que dejaba el sureste de la península [Author ID1: at Wed Jan 3 11:11:00 2007 ] de Istria en manos yugoslavas.

Al noreste, Austria cede el antiguo reino de Bohemia.

Al este y al sureste, Austria cede la Bukovina a Rumania, la Galitzia a las potencias aliadas y Eslovenia, Dalmacia, Bosnia y Herzegovina el Reino de los serbios, croatas y eslovenios, primer nombre oficial de la futura Yugoslavia.

Hungría, insatisfecha con la paz, revisó el tratado de Trianon, sin lograr otra cosa que agrupar fuertemente en su contra a todos los vecinos.

El 14 de agosto de 1920 nacerá la Pequeña Entente sobre la base de un tratado defensivo contra el revisionismo húngaro que firmaron Checoslovaquia y Yugoslavia y que contará con la adhesión de Rumania.

En la región balcánica, los 2 países vencidos fueron Bulgaria y el Imperio otomano; Bulgaria fue recortada en beneficio de sus vecinos y el Imperio otomano, después de haberse mantenido casi un siglo gracias a la política de las grandes potencias, fue finalmente repartido en beneficio del Imperio británico.

La dislocación del viejo Imperio otomano no sólo afectaba a la península de Anatolia, sino, sobre todo, al futuro del territorio de los países árabes, a Egipto, Arabia y la zona del Creciente fértil, territorio que, después de la guerra, dejó de pertenecer a Turquía.

La Conferencia de París creó la figura jurídica del Mandato y Francia e Inglaterra recibieron de la Sociedad de las naciones el mandato de administrar los territorios del Creciente fértil con objeto de prepararlos para su futura independencia.

Por otra parte, la situación jurídica de Egipto se manifestó especialmente complicada cuando terminó la guerra.

El problema soviético

Inglaterra señala el fin de su protectorado, y el 15 de marzo el sultán Fuad I se proclama rey de Egipto.

La política del Gobierno respetando el principio de los pueblos a disponer de ellos mismos, podía servir, tanto para que una serie de pueblos europeos y asiáticos lograran su independencia, como para que los aliados rodeasen a la Rusia soviética con un cordón sanitario que impidiese su influencia fuera de sus fronteras.

Uno de los problemas más importantes fue el de fijar las fronteras del nuevo Estado soviético en 3 áreas fundamentales para el equilibrio mundial: el este de Europa, el Asia central y el Lejano Oriente.

Durante los meses que van de la paz de Brerst-Litovsk (marzo de 1918) al final de la guerra con Alemania (noviembre de 1918), la Entente sostuvo a todos los movimientos contrarrevolucionarios que fueron apareciendo.

En noviembre de 1918, los aliados dudaban entre 3 fórmulas: negociar con los bolcheviques, luchar abiertamente con ellos apoyando a los rusos blancos, o aplicar la política del bloqueo, la política que muy pronto se conocerá como cordón sanitario.

En abril de 1919 comienza la política del cordón sanitario; a partir de ese momento y, hasta abril de 1921, los aliados evitarán la lucha directa con los soviéticos.

Finlandia proclamó su independencia el 5 de diciembre de 1917, después de participar con éxito en la guerra contra los soviéticos. En octubre de 1920 firmó con ellos un tratado de paz que le entregaba casi toda la región de Carelia y, al norte, un territorio que separaba a Rusia de Noruega.

La prevención soviética ante el nuevo Estado de Finlandia se fortaleció.

Los 3 países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, proclamaron su independencia a lo largo de 1918 y se enzarzaron en guerra contra la revolución soviética.

La mayor dificultad se produjo a la hora de establecer el futuro de la ciudad de Vilna.

En diciembre de 1919, los aliados atribuyeron Vilna al nuevo Estado de Lituania; en 1920, los soviéticos reconquistaron la ciudad. Finalmente, en 1923, la Sociedad de las Naciones terminó aceptando la reconquista.

La decisión aliada de reconstruir Polonia planteó uno de los problemas fronterizos más difíciles de la posguerra europea.

Resuelto este problema, los aliados se enfrentan con la decisión polaca de continuar la guerra con los alemanes, los rusos y los ucranianos.

Las grandes potencias vencedoras consiguieron poco, tan sólo detener en enero de 1919 las acciones polacas contra Alemania.

Oriente

El problema de las fronteras soviéticas fue muy complejo. La revolución dio pie a los movimientos nacionalistas y en abril de 1918 nació una federación transcaucasiana que muy pronto se escindiría en 3 Estados independientes: Georgia, Azerbaiyán y Armenia.

Aunque los bolcheviques consiguieron reconquistar Bakú, los aliados terminaron por hacerse con el control de la zona.

La acción de los aliados no sólo fortalecía l independencia de los 3 Estados transcaucasianos, sino también intentaba ampliar el territorio de uno de ellos.

En abril de 1920 se produjo un golpe de Estado comunista en Azerbaiyán.

Aunque el 9 de agosto de 1919 se firmaba un tratado anglo-iraní que podía significar, de hecho, el establecimiento de un protectorado británico encubierto, en febrero de 1921 se producía el golpe de Estado de Reza Khan.

El problema de las fronteras soviéticas afectaba a 3 territorios en particular: Liberia, Manchuria y Mongolia.

Los aliados intentaban restablecer en Siberia un nuevo frente, se extendieron por la provincia marítima, para, después, penetrar hacia el lago Baikal apoyando a las tropas del Ejército blanco que luchaban en la zona.

Tras la derrota alemana, los Estados Unidos deciden retirar las tropas. Japón continúa en Siberia hasta que la derrota de los blancos le hace retroceder y evacuar la Transbaikalia.

Los problemas coloniales

El reparto de las colonias alemanas entre los vencedores no planteó grandes problemas, a excepción de la cuestión de las concesiones chinas.

Como Francia y Gran Bretaña habían prometido a Italia (tratado de Londres de 1915) la participación en el reparto después de la derrota de Alemania, y como ni Francia, ni Gran Bretaña, ni los estados Unidos deseaban que Italia recibiese una parte de este botín, los 3 aliados necesitaban encontrar otra fórmula para evitar la anexión.

La solución se encontró en el sistema de mandatos. El Pacto de la Sociedad de la Naciones distinguía 3 tipos de Mandatos.

  • Mandatos A: para países que pertenecieron a Turquía y que podían valerse por ellos mismos.

  • Mandatos B: para los países africanos incapaces de administrarse.

  • Mandatos C: para el suroeste africano y para algunas islas del Pacífico donde las potencias mandatarias podrían aplicar sus propias leyes como si fueran un territorio propio.

Más problemático se planteó el futuro de las concesiones que Alemania tenía en China:

La base naval de Tsingtao, el territorio en arriendo de Kiaochow y algunas minas y vías férreas.

A pesar de la coincidencia entre los puntos de vista chinos y el deseo del presidente norteamericano, los japoneses terminaron imponiéndose en París.

Por supuesto, todo el reparto de las colonias alemanas contó con la oposición declarada de Italia, que intentó mantener los derechos que le había otorgado el tratado de Londres en 1915. Pero a pesar de los esfuerzos realizados, el resultado final de las concesiones obtenidas fue muy pobre.

El presidente Wilson había sido una influencia fundamental en la construcción del nuevo orden internacional y los Estados Unidos habían salido de la guerra convertidos en la primera potencia mundial.

Pero, tras las votaciones de marzo de 1920, el candidato republicano Warren G. Harding es elegido como presidente. Este candidato no tiene ideas tan internacionalistas como Wilson, sino que es más aislacionalista, por lo que, en su política, intenta que Estados Unidos actúe sin tantos ligamientos a otros países y territorios.

Hay un rechazo norteamericano a la participación en la Sociedad de las Naciones, hay un rechazo al compromiso político en Europa, pero en el plano económico y financiero nunca habían estado los Estados Unidos tan ligados al Viejo Continente como lo estaban en 1920.

La guerra mundial había convertido a Japón en una potencia dominante del Pacífico a pesar de lo limitada que fue su actividad militar.

Esta nueva situación inquietaba a los norteamericanos y en la segunda mitad de 1921, el Gobierno de Washington invitó a las otras grandes potencias a participar en una conferencia sobre la limitación de armamentos en relación con la cual podían ser discutidos también los problemas del Pacífico y del Lejano Oriente; aceptada la invitación, la Conferencia se reunió en Washington a partir de noviembre de 1921.

La Conferencia de Washington culminó sus trabajos en febrero de 1922 con la firma de 3 tratados:

  • El Tratado de las Cuatro Potencias.

  • El Tratado de las Cinco Potencias.

  • El Tratado de las Nueve Potencias.

CHECOSLOVAQUIA: LA CREACIÓN DE UN ESTADO

En las primeras décadas del siglo XIX, el floreciente liberalismo político se unía, en los pueblos sometidos al imperio austro-húngaro, a un nacionalismo que a veces se manifestaba bajo formas violentas.

Esta esencia antidemocrática, complementada por un paternalismo autoritario en la totalidad de las relaciones sociales y políticas, sería la nota característica de los sucesivos Gobiernos imperiales.

Bohemia y Moravia pertenecían a las posesiones austriacas del Imperio, pero Eslovaquia estaba incluida entre las aportaciones territoriales de la Corona de Hungría.

Las reacciones absolutistas y el proceso general de germanización impuesto desde el poder tendrían como contrapartida, en las regiones checas, el final de las relaciones feudales de producción en el campo y un fuerte auge de la industrialización.

La industrialización había hecho que las cuestiones políticas estuviesen íntimamente enlazadas con las sociales.

Por otra parte, los gobernantes de Viena procuraron siempre cultivar las buenas relaciones con los súbditos.

En la literatura de la época queda manifiesta la tónica general existente entre bohemios y moravos, satisfechos de su superior posición dentro del orden al que pertenecían, pero reservándose al mismo tiempo un cierto grado de moderado derecho a la protesta.

Eslovaquia: atraso y explotación

Era un país subdesarrollado dominado por una potencia exterior opresiva. La burguesía eslovaca servía de intermediario entre los dominadores y el resto de la población.

La aparición de algunos brotes de nacionalismo, despertó a la población un interés encaminado a un abandono de la situación se sometimiento.

Las clases burguesas checas realizaban sus propias tareas y preservaban sus intereses de forma relajada. En el caso eslovaco, esto no era tan fácil. Las condiciones presentes sólo favorecían la persistencia del atraso y la explotación.

El padre fundador

Thomas Garrigue Masaryk nació en el año 1850 en Moravia. Su padre, cochero de profesión, era eslovaco, y su madre, checa. Con bastante anterioridad a su nacimiento, toda la familia había sufrido un profundo proceso de germanización.

En el año 1900, fundó su propio partido, el Partido Checo Popular.

Masaryk era un apasionado eslavófilo, y en razón de ello se abrió a las influencias incluso de pensadores serbios y croatas, con los que afirmaba sentirse plenamente identificado.

Con relación a Austria, su posición era la de un moderado nacionalista.

La oportunidad de la guerra

La seguridad y la disciplina constituían en el pensamiento político de Masaryk las condiciones indispensables para la existencia de un sistema democrático real.

Debido a su temor al expansionismo germano, observaba que Austria se limitaba a seguir las agresivas directrices de Berlín, accede a la idea de la formación de una amplia zona media de contención de Alemania. Masaryk comienza a levantar en su mente la concepción de un futuro conjunto de Estados sucesores, entre los que los países checos ocuparían una situación predominante. Pero por el momento, el inicio de la conflagración supondrá para checos y eslovacos la nociva circunstancia de verse obligados a lanzarse a la lucha al lado de los odiados alemanes.

Los soldados checos serán los primeros en romper la unidad de combate.

En Praga aumentan las manifestaciones de descontento de tal modo que provocan la detención e incluso la condena a muerte de varios diputados.

Masaryk huyó a Londres en diciembre de 1914, con ánimo de formar un Consejo Nacional checo.

Los frutos de la diplomacia

A lo largo de los años de la guerra, Praga dejó de constituir el centro de decisiones del nacionalismo checo, que pasó a centrarse en Francia y en los Estados Unidos.

El fin primordial de Masaryk y Benes era situar a los países checos al mismo nivel que los demás beligerantes aliados. Esa idea, había creado en el año 1914 la Legión Checa, que luchaba al lado de los imperiales rusos.

En París, el Consejo Nacional Checo estaba dirigido por Benes, que consiguió el reconocimiento oficial del grupo como representante del pueblo checo por parte del Gobierno francés.

La posición dominante de Francia llegado el 1918 había conseguido que sus planteamientos fuesen tomando fuerza sobre sus aliados.

El nacimiento en el exilio

Los grupos de presión nacionalistas, contaban con el respaldo de Francia. Sofocados los intentos de los sectores pacifistas de Viena, la radicalización aumenta de grado, y termina empujando a los indecisos a posiciones más drásticas.

En enero de 1917, los Gobiernos de la Entente prometieron la liberación de las nacionalidades de la dominación extranjera. En mayo de ese mismo año, Clemenceau había inducido al utópico pacifista, Wilson, para que apoyase públicamente las aspiraciones nacionales a la libertad de checos y yugoslavos.

Masaryk, fundador y líder carismático de la legión Checa, había llegado a los Estados Unidos a través del Asia rusa.

El objetivo de Masaryk en los Estados Unidos, además de influir sobre Wilson, era conseguir el apoyo de los cientos de miles de emigrados residentes en Norteamérica.

Masaryk había prometido el pleno reconocimiento de todos los particularismos eslovacos, para evitar que ninguna sombra afectase a la futura solidez e igualitarismo de la unión.

Según lo acordado, Eslovaquia dispondría de un parlamento propio, así como de una organización administrativa, una justicia y una instrucción a todos los niveles en su propia lengua. Nunca se llevarían a efecto semejantes promesas.

La independencia y la paz

El día 28, los comités de París y Praga proclaman a su vez la independencia. En la capital checa, el socialista Kramar controla la situación y forma un gabinete provisional con representantes de todos los partidos. Masaryk será presidente de una república todavía no nacida.

Solamente al día siguiente, un apresuradamente creado Comité Eslovaco proclama la separación de Hungría y su unión con los checos.

El desplome general será solamente cuestión de días. Es la hora del desastre y la humillación para Austria y Hungría, hasta esos momentos orgullosas dominadoras.

Checoslovaquia heredaba el más grave problema que había aquejado a la desaparecida estructura de los Habsburgo. Las diferentes nacionalidades, se veían condenadas a convivir sobre el mismo suelo por imposición estatal.

La imitación como norma

La fijación de los límites del Estado supuso en su momento una serie de actos de fuerza sobre las voluntades de las minorías afectadas. Los alemanes de Bohemia, en ningún momento dejarían de constituir una quinta columna en el Estado; y su anexión por parte de Alemania sería el primer paso para la destrucción de Checoslovaquia.

La población eslovaca nunca abandonaría, una desfavorecida posición con relación a los checos. Por ello, aceptaría pacíficamente la desmembración del país y la elevación de su región al rango de Estado títere de Alemania.

El sistema de democracia formal imperante no permitió autoritarismos ni persecuciones.

La democracia checoslovaca había imitado fielmente las instituciones y modos políticos de Francia, llevando esta reproducción hasta extremos asombrosos:

  • Benes había anunciado su voluntad de crear une sorte de Suisse una especie de Suiza.

  • La implantación del laicismo, que ocasionaría roces con la Iglesia.

Una economía clásica del liberalismo facilitaba la explotación de las partes menos desarrolladas en beneficio de los capitales checos y extranjeros.

El otro aspecto de la actuación exterior de benes lo constituía la presencia de Checoslovaquia entre las naciones occidentales, garantía del respeto por su misma existencia y freno a posibles apetencias occidentales.

La creación de la denominada Pequeña Entente cumpliría durante casi dos decenios sus funciones. El sistema de alianzas promovido por Francia entre Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia, como medio de contención de Alemania y Hungría, serviría para mantener el statu quo de la posguerra en el sector.

IRLANDA: LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA

En 1966 la República de Irlanda celebraba el cincuentenario de la rebelión armada contra los británicos que ayudó a cambiar el curso de su historia. Con ese motivo el presidente Francis Shaw, un historiador jesuita, presentó a Studies, revista publicada por su propia orden, un artículo le fue rechazado sin gran sorpresa por su parte. Ese artículo levantó enorme polémica.

El “Homme Rule”

En la década 1880-1890, con los gobiernos liberales de William Gladstone, su partido estaba decidido a conceder el Homme Rule a Irlanda, lo que suponía el establecimiento de un Gobierno en Dublín para toda la isla.

La Act of Union (1801), que colocaba a Irlanda bajo el gobierno directo de Westminster, había distanciado el proceso de toma de decisiones de la sociedad irlandesa.

En 1829, Daniel O´Connell se apuntó un gran éxito al lograr la Emancipación Católica.

Hasta 1870 no fue visible la influencia del Irish Parlamentary Party (Partido Parlamentario Irlandés) gracias al liderazgo de Isaac Butt. Su sucesor es quizás más conocido, Stuart Parnell.

En 2 ocasiones, el líder liberal Parnell intentó conseguir la aprobación de la Home Rule:

En la primera ocasión, Parnell mandaba su partido, pero el proyecto derrocó a los liberales e hizo caer al Gobierno.

En la segunda ocasión, la resistencia al Homme Rule se había enraizado en el Norte.

Los Unionistas

Algunos nacionalistas juzgaban el militarismo de los Unionistas del Norte con cierta ligereza. Lo reducirían a bravuconería y fanfarronadas huecas. Creían que, llegado el momento, no se atreverían a llevar a cabo amenazas de violencia. Pero el factor religioso complicaba la situación política del Norte.

Los ingleses habían adoptado en Irlanda medidas similares a las de los españoles en la colonización de América.

En 1795 se fundó la Orden de Orange para defender a sus miembros del papismo, de las maquinaciones de la Contrarreforma y, mucho más tarde, de los peligros de la Homme Rule.

A finales del siglo XIX se decía que Homme Rule significaba Rome Rule (Gobierno autónomo = Gobierno romano)

Esta sospecha se convirtió pronto en un sentimiento objetivo. Poco importaba que Parnell y otros destacados miembros del Partido Parlamentario Irlandés fueran protestantes.

Levantamientos

Las dos derrotas del Homme Rule a finales del siglo XIX fortalecieron la causa del nacionalismo revolucionario. La crisis en el Partido Parlamentario Irlandés tras el proceso de divorcio de Parnell en 1891, debilitó aún más a los nacionalistas constitucionales. El recurso a la violencia fue defendido en varias ocasiones por los que no aceptaban los métodos gradualistas y constitucionales de O´Connell, Butt y Parnell.

En 1798, un joven presbiteriano llamado Wolfe Tone organizó en Irlanda un levantamiento armado con ayuda de los franceses.

El intento se saldó con un fracaso que costó cientos de vidas irlandesas. Tone se suicidó.

Aunque desde el punto de vista militar el levantamiento tuvo ribetes cómicos, la generación de 1848 estaba destinada a ejercer profunda influencia en el desarrollo de la tradición nacionalista revolucionaria.

Revueltas agrarias

Se habían acumulado muchos motivos de agravio. Entre 1845 y 1851, 800.000 personas (el 10 por 100 de la población) murieron de hambre y enfermedad en Irlanda. Pese a tamaño desastre, la población de la isla sumaba 6,6 millones de habitantes en 1851; pero en 1911 había descendido a 4,4 millones.

Más de 3 millones de irlandeses emigraron a Estados Unidos entre 1846 y 1891.

Se comprenden fácilmente las razones de los irlandeses americanos para apoyar el nacionalismo radical irlandés.

Los Fenians tampoco tuvieron éxito en sus levantamientos armados. Fracasaron en 1867, pero la implantación de la Hermandad Irlandesa Republicana sorprendió considerablemente a las autoridades británicas.

Renacimiento

A finales del siglo XIX resurgió la conciencia nacionalista y el deseo de fomentar el orgullo por todo lo irlandés: la lengua, la cultura y los juegos gaélicos.

En 1884 se fundó la Asociación Atlética Gaélica para fomentar el fútbol y el jockey.

El auge de estas de estas asociaciones se produjo en el contexto del renacimiento cultural y literario auspiciado por poetas como Yeats y Synge.

Los jóvenes nacionalistas irlandeses empezaban a familiarizarse con su perdida lengua, el gaélico.

El Día del Ulster

Los liberales, no tuvieron más remedio que defender el Home Rule para Irlanda. El Home Rule podía ser retrasado, pero la Cámara de los Lores no se lo negaría al Partido Irlandés Parlamentario

El triunfo del Home Rule parecía inevitable. Sólo podía frenarse por medios extraparlamentarios.

El 11 de abril de 1912, dos días antes de que el tercer proyecto de Home Rule tuviera entrada en los Comunes, cerca de 100.000 protestantes desfilaron en los campos de Balmoral, Belfast. Si el Ulster gana, el Home Rule está muerto, dijo Carson en los comunes en junio de 1912.

El 28 de septiembre de 1912, que ha pasado a la historia como el Día del Ulster, 450.000 hombres y mujeres de Irlanda del Norte firmaron un pacto contra el Home Rule.

Los Voluntarios Irlandeses

En Irlanda del Sur los nacionalistas constitucionales habían seguido con gran interés la militarización de los unionistas del Norte. En 1913 se produjeron graves enfrentamientos entre la patronal y el nuevo movimiento sindicalista dirigido por James Larkin.

Los obreros de la Irish Transport and General Workers Union, orgnizaron una amarga lucha que duró desde agosto hasta finales de año.

Nada puede evitar que los 22 condados restantes organicen fuerzas ciudadanas para mantener a Irlanda en el Imperio.

El conflicto laboral en Dublín y el desafío de los unionistas del Ulster propició la creación de los Irish Volunteers (Voluntarios Irlandeses) en noviembre de 1913.

Cuando estalló la guerra en Europa, había más de 180.000 Irish Volunteers.

Se planteó el problema de conseguir armas para la organización; se obtuvieron gracias a gente bastante extraña: Erskine Childers era un inglés converso a la causa del Home Rule.

Tensiones

El 18 de septiembre, la Home Rule Act recibió la sanción real, pero aquí no acabó la batalla. Por una ley adicional, se suspendía su aplicación durante 12 meses o hasta el fin de la guerra. Era una gran derrota para Redmond y su Partido Parlamentario Irlandés. En el norte los ánimos estaban encrespados con la medida y no sólo los Conservadores se oponían al Home Rule, pues se temía con fundamento que el Ejército regular se negara a obedecer las órdenes del Gobierno.

En marzo de 1914 el comandante de Brigada de Caballería en el Curragh notificó a su superior que él mismo y sesenta oficiales más preferían abandonar el Ejército antes que verse obligados a actuar contra los Unionistas de Irlanda del Norte.

Las tensiones en los círculos nacionalistas decidieron a los Voluntarios. Redmond era partidario de que el movimiento colaborara en el esfuerzo bélico.

En Irlanda muchos respondieron a la llamada a filas y miles de hombres del Norte y del Sur lucharon en las trincheras por las pequeñas naciones.

La debilidad británica brindaba a Irlanda una ocasión única. La Hermandad Irlandesa Republicana empezó a organizar un levantamiento. El enfrentamiento bélico ofrecía a los revolucionarios la mejor oportunidad jamás soñada.

La Hermandad Irlandesa Republicana se preparaban para la revolución. Para ello era necesario atraer a aquellos Voluntarios que no apoyaban a Redmond y ocupar puestos en los comités más importantes. No todos los Voluntarios estaban a favor de una acción revolucionaria.

El levantamiento duró una semana. Buena parte de la ciudad quedó destruida. Los más duros enfrentamientos se produjeron entre irlandeses, pues los rebeldes

tuvieron que luchar contra el Royal Irish Regiment y los famosos Dublín Fusiliers. El 1 de mayo de 1916 cesó la lucha.

La opinión pública sobre el levantamiento empezó a cambiar ante la represión. El general Maxwell ordenó ejecutar a quince cabecillas.

LA REVOLUCIÓN TURCA

La revolución turca (1919-1925) fue, ante todo, un movimiento de liberación nacional populista y antiimperialista. También un esfuerzo de modernización las élites militares e intelectuales otomanas, procedentes en su mayoría de las clases bajas urbanas y las clases medias provinciales. Supuso además una serie de ajustes territoriales y una voluntad de adaptación sociopolítica que marcaron el fin de la monarquía del Imperio otomano y la transición a la república.

La dimensión nacional

Los historiadores de la república turca coinciden en afirman que la revolución comenzó oficialmente el 19 de mayo de 1919.

Basándose en el Gran Discurso, varias generaciones de historiadores, turcos y extranjeros, han interpretado la revolución como obra de un líder y como una especie de movimiento nacional espontáneo a favor de la creación de un Estado que reflejara las características étnicas y culturales de los turcos.

La revolución turca comienza 20 meses mas tarde que la bolchevique en Rusia. El Imperio otomano y el Imperio ruso, las últimas monarquías tradicionales que estaban gobernadas por autócratas y basaban su legitimidad en religiones ortodoxas, se habían enfrentado durante más de 2 siglos.

Por una serie de tratados de paz, firmados entre 1918 y 1925, el Gobierno bolchevique devolvió a Rumania, Polonia, los estados bálticos y Turquía diversos territorios de población no rusa que habían sido usurpados por los Gobiernos zaristas durante el siglo XIX.

La situación de Turquía era completamente distinta. Por los tratados de Bucarest (1913) y de Lausana (1923) en Europa, se perdieron Macedonia y Tracia; en Asia, la Gran Siria y toda la península arábiga. En el área restante, se perdió Anatolia.

El Estado otomano, justo es reconocerlo, nunca tuvo pretensiones nacionales, y evitó hasta sus últimos días identificarse abiertamente con un grupo étnico o lingüístico concreto para no provocar las ambiciones de otros sectores de su población.

En vísperas de la revolución turca, los problemas étnicos que habían amenazado al Gobierno otomano desde el levantamiento serbio en 1804 habían remitido. Todos los Estados balcánicos habían alcanzado un cierto reconocimiento de su entidad nacional y la población no musulmana que quedaba en Anatolia en 1919 podía cifrarse en 1,2 millones.

Buena parte de la población griega de Anatolia siguió al Ejército griego tras su derrota y expulsión de Turquía en 1922.

Los rasgos nacionalistas de la revolución turca se vieron reforzados en cierta medida por la política cultural de la era otomana, a pesar de que los dirigentes republicanos rechazaban categóricamente cualquier atadura con el pasado.

Los Jóvenes Turcos (1908-1918) acariciaron durante algún tiempo la idea de transformar los restos del Imperio otomano en un Estado nacional turco, pero pronto se vieron obligados a abandonarla debido a la reacción de grupos musulmanes.

El componente antiimperialista

La dimensión antiimperialista de la explotación económica y de la hegemonía política impuesta por Inglaterra, Francia, Rusia y, finalmente, Alemania sobre los territorios otomanos durante el siglo XIX.

La imposición de tarifas aduaneras que favorecían los productos de las naciones industrializadas convirtió al Estado otomano en una inmensa granja suministradora de productos agrícolas a Occidente.

Todo el sistema económico y legal al servicio del capitalismo europeo y de sus agentes locales descansaban en la explotación de la agricultura y, en último término, del campesino turco, el ser más oprimido, expoliado e indefenso del reino otomano.

Los líderes de la revolución compartían con las masas campesinas turcas y con la débil burguesía nacionalista turco-musulmana una animadversión profunda a Occidente y a las protegidas clases de los intermediarios.

La faceta populista

La revolución turca fue la primera en utilizar, de forma consciente y deliberada, el populismo como fuerza de movilización, lo que la convierte en un precedente de los movimientos fundamentalistas contemporáneos que hoy están remodelando el mundo musulmán.

Aunque siempre se la ha considerado como un movimiento secularizador, la revolución turca se inspiró mucho en los conceptos populistas tradicionales del Islam.

Las maquinarias políticas de reyes y sultanes, así como los cuadros burocráticos e intelectuales que los apoyaban y se beneficiaban de un elaborado sistema económico y financiero, fueron minando esos cimientos populistas e igualitarios.

La revolución turca se enfrentó a esta desfavorable situación social utilizando algunos conceptos occidentales con el propósito de despertar y revitalizar los conceptos populistas tradicionales del Islam.

La dimensión modernizadora

La voluntad innovadora de la revolución turca fue evidente desde el principio y se reflejaba en el deseo de alcanzar un alto grado de progreso material e intelectual en todas las esferas nacionales. Sin embargo, pronto surgieron diferencias sobre las vías para alcanzarlo.

El grupo acaudillado por Mustafá Kemal opinaba que el único camino era la aceptación absoluta de la ciencia moderna y de la civilización contemporánea.

Uno de los grupos revolucionarios, con tendencias populistas y convencido de la eficacia del progreso y de la ciencia, no rechazaba la religión. Afirmaba que el Islam poseía su propia capacidad de progreso y podía coexistir con la ciencia y sostenía que los turcos, separados de los orígenes islámicos de su identidad, no conseguirían convertirse en nación.

El Gobierno republicano dominó la religión musulmana y reguló sus prácticas como si de una oficina burocrática corriente se tratara.

El triunfo de la revolución

La república turca fue el resultado de una violenta guerra de liberación que segó las vidas de un 20 por 100 de la población adulta masculina de Anatolia. Esta lucha, desarrollada entre 1912 y 1922, elevó el grado de concienciación popular y fue el umbral sangriento que separaría la historia de la república turca de la del imperio otomano.

El Gobierno otomano, que había luchado al lado de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, firmó el armisticio en 1918. Acto seguido, británico y franceses ocuparon amplias zonas del país, incluyendo su capital: Estambul. Después, el 15 de mayo de 1919, Grecia, que se había mantenido neutral durante la guerra, desembarcó tropas en Anatolia e inició una marcha hacia el interior con el propósito de anexionarse la costa anatólica del Egeo y, en último término, Estambul.

El Pacto Nacional (Milli Misak) fue una declaración de independencia y un llamamiento al sultán-califa para que asumiera el liderazgo de la comunidad y cumpliera su sagrado deber. Mustafá Kemal, para entonces, ya había dimitido de su cargo en el Ejército del sultán.

En 1920, Turquía estaba dividida en dos bandos irreconciliables. El del sultán contaba con la tradición y los revolucionarios, que aparecían como creyentes musulmanes que luchaban por liberar el suelo patrio. Los revolucionarios controlaban la mayor parte del territorio no ocupado por los aliados y disponían libremente de los recursos humanos y económicos de Anatolia.

Mustafá Kemal consiguió aunar las opiniones de los distintos grupos en una Asamblea y les persuadió para que trabajaran a favor de unos objetivos comunes.

Los soviéticos siguieron apoyando la revolución turca, pues una Turquía independiente, era la mejor garantía de sus fronteras meridionales. Los revolucionarios obtuvieron una resonante victoria política internacional cuando Francia firmó un acuerdo con el Gobierno de Ankara.

Después de una negociación lenta y laboriosa se firmó en Lausana, en 1923, un tratado entre Turquía, por un lado, y los aliados y Grecia, por otro. El tratado reconocía al Estado turco unos límites territoriales más o menos equivalentes a los definidos en el Pacto Nacional.

Balance

SI la primera fase de la revolución turca concluyó con la firma del tratado de Lausana en 1923, que puede ser considerada como el acta de constitución internacional de la República, la segunda comenzó en ese mismo momento. Durante la primera fase, el principal objetivo fue la liberación nacional, mientras que en l asegunda se trataba de consolidar al grupo revolucionario en el poder y apoyar sus reformas.

Uno de los primeros actos decisivos del partido, cuyo presidente era Mustafá Kemal, fue la proclamación oficial de la República de Turquía el 29 de octubre de 1923.

En 1924, el partido abolió el califato y adoptó una política secularizadora que se aplicó en las escuelas y otras instituciones, aunque formalmente se respetase la libertad religiosa.

La segunda fase de la revolución culminó con la promulgación de la Constitución de 1924, por la que una única Cámara que era receptora de todo el poder.

La tercera fase de la revolución turca introdujo una serie de reformas, impuestas por la simple fuerza del Gobierno más que como consecuencia de un diálogo o del consenso que había sido habitual en los dos años cruciales de la revolución.

Las principales reformas realizadas a partir de 1925 fueron, entre otras, la adopción del alfabeto y el calendario occidentales, la prohibición del uso del fez y la adopción de la vestimenta occidental, el cambio de la fiesta semanal de viernes a domingo, la igualad jurídica de las mujeres y la abolición del diezmo.

Los logros económicos y sociales de la revolución turca, nunca definidos formalmente, no alcanzaron sus objetivos ideales. Ni los líderes ni la propia revolución en su conjunto estaban suficientemente preparados para afrontar los acuciantes problemas económicos y sociales. Les faltaba una condición esencial. Un programa de desarrollo económico y social dependía de la existencia de un aparato de gobierno especializado y bien organizado.

La revolución turca presentaba un cierto vacío ideológico. Los revolucionarios actuaron en un principio dentro del marco de las tradiciones de poder y autoridad mientras perseguían cambiarlas según sus nuevos ideales populistas y democráticos. Les obsesionaba que el sistema religioso fuese más responsable del estancamiento financiero y educativo de la sociedad que cualquier otro factor económico o político.

La revolución turca fue esencialmente un movimiento político que aspiraba a un Estado nacional independiente, que reflejara las características étnicas, lingüísticas y culturales de los turcos.

La revolución turca triunfó claramente al crear una estructura política poderosa y elástica, que consiguió acomodarse al sistema de democracia multipartidista al partir de 1945.

LA SOCIEDAD DE NACIONES

En 10 de enero de 1920, nacía la Sociedad de las Naciones. La idea básica de la nueva organización del sistema de Estados era sencilla: la paz internacional y el fin de la guerra sólo serían posibles si cada Estado basaba su seguridad no en poseer armamentos y aliados más poderosos, sino en un acuerdo internacional que garantizase la seguridad de todos. Esta idea se plasmó en un tratado internacional, el Pacto de la Sociedad de Naciones, gracias a dos factores: el odio a la guerra de unas poblaciones que la habían padecido y la importancia del papel que desempeñó el presidente Woodrow Wilson.

Los 14 puntos

El presidente Wilson dirigió un mensaje al Congreso en el que definía los principales objetivos de guerra de los Estados Unidos; el último de los 14 puntos decía:

Debe formarse una asociación naciones para suministrar garantías de independencia política e integridad territorial a los Estados grandes y pequeños de la misma manera.

La conferencia de la paz

La Conferencia de la Paz comenzó sus trabajos en enero de 1919. Se hubiese podido pensar que hasta no resolver los inmensos problemas territoriales pendientes no entraría en el tema de la Sociedad; sin embargo, pocos días después, una resolución de la Conferencia dio prioridad a la organización del nuevo sistema internacional siguiendo los deseos de Wilson.

El presidente tenía 3 razones para obrar así:

  • Pensaba que si el Pacto se dejaba para el final, quizá no fuera aprobado nunca.

  • Consideraba que la Sociedad corregiría los inevitables defectos de los tratados de paz y facilitaría un punto de referencia cuando la discusión se atascase.

  • Sabía que en Estados Unidos estaba creciendo la oposición al Pacto.

  • El Pacto

    Su papel fue mucho más importante que el de una Constitución. El Pacto era, a la vez, la ley que regía su acción y la fuente de su misma existencia. Estableció los órganos de la Sociedad, señaló su composición, definió su competencia y guió sus decisiones.

    Fines del Pacto (preámbulo)

    Para fomentar la cooperación entre las naciones y para garantizar la paz y la seguridad:

    Aceptar ciertos compromisos de no recurrir a la guerra.

    Mantener a la luz del día relaciones internacionales fundadas en la justicia y el honor.

    Observar rigurosamente las prescripciones del Derecho Internacional, reconocidas de aquí en adelante como regla de conducta efectiva de los gobiernos.

    Hacer que reine la justicia y respetar escrupulosamente todas las obligaciones de los Tratados en las relaciones mutuas de los pueblos organizados.

    Adoptan el presente Pacto, que instituye la Sociedad de las naciones.

    PRÓXIMO ORIENTE: SIONISMO Y NACIONALISMO ÁRABE.

    El área geohistórica del Próximo Oriente pasó al primer plano de la historia mundial en los años de la Gran Guerra, y desde entonces constituye uno de los centros de la actualidad internacional.

    Dos factores decisivos que actuaron sobre la región, explican su protagonismo histórico: en el orden económico, la apertura en 1908 del primer pozo de petróleo, y en el orden político-administrativo, el establecimiento en 1919 del Sistema de Mandatos sobre los países y pueblos árabes de la región.

    Sionismo

    El sionismo toma su nombre del hebreo Sión, colina de la parte NE de Jerusalén sobre la que fue construida la ciudad y donde se levantaba el templo de Salomón.

    El sionismo, como movimiento nacional judío se organiza en el último decenio del siglo XIX y tiene 2 fuentes fundamentales: una de carácter permanente, la corriente mística, y otra nacida en la Europa de fines del siglo XIX, la corriente política.

    Los orígenes del pensamiento sionista se remontan al llamado sionismo místico que hunde sus raíces en las profundidades religiosas del judaísmo, y en la conciencia colectiva del pueblo judío.

    A fines del siglo XV, una doble circunstancia histórica permitió la consolidación en Palestina de una pequeña comunidad judía: la expulsión de los judíos de España en 1492.

    Posteriormente, grupos judíos trataron de instalarse en Palestina sin que el proyecto cuajara.

    Teodoro Herzl

    Es el principal ideólogo del sionismo y auténtico organizador del movimiento.

    De acuerdo con su nueva postura, en 1895 publicó el libro que sería decisivo en todo su proceso: El Estado judío. Su tesis es sencilla: el antisemitismo, forma de odio racial, no puede eliminarse más que por la reorganización de los judíos en un centro autónomo, el Estado de los judíos. Y su conclusión es que la nación judía debe resurgir sobre un territorio propio, en Palestina.

    El nacionalismo árabe

    En estos años las actividades sionistas se orientan en una doble dirección que han de desembocar en la creación del Estado de Israel.

    Por un lado, la colonización de las tierras de Palestina van a constituir el armazón social y colectivo del futuro Estado judío.

    Por otro lado, el reconocimiento internacional con la obtención del derecho a establecer una patria nacional judía en Palestina que será concedido por el Gobierno británico.

    Tras un pasado histórico de esplendor, unidad y grandeza, el pueblo árabe se encontraba a mediados del siglo XIX en una situación de división interna y de sometimiento al dominio turco otomano que se había impuesto y extendido durante el siglo XVI sobre todos los países árabes.

    En cuanto al renacimiento de la cultura y la lengua árabes, en 1847 dos cristianos del Líbano, N. Yazigi y B. Boustani, fundan en Beirut la Sociedad de Artes y de Ciencias, primera de este tipo de asociaciones culturales que proliferarán y se transformarán en focos de una política reformista. Estas sociedades no tenían ni los medios ni la intención de jugar un papel político, pero generaron con sus actividades un renacimiento cultural y social que desembocó en la organización de un a sociedad secreta de carácter nacionalista.

    El primer manifiesto inequívoco del nacionalismo árabe moderno con alguna influencia fue la obra de Abd el-Rahman Al-Kawakibi, titulada La madre de las ciudades.

    La Qahtania en Estambul, una sociedad secreta, en colaboración con otras sociedades, organizó en París, en 1913, un Congreso Nacional Árabe que planteó reinvicaciones moderadas, a favor de la descentralización y la autonomía.

    La Declaración Balfour

    El respaldo internacional al nacionalismo árabe se iba a producir, como en el caso del sionismo, por la coyuntura mundial. Al producirse la Primera Gran Guerra, Turquía intervino como aliada de Alemania, y los países occidentales, Francia y principalmente Gran Bretaña ayudaron al nacionalismo árabe en su enfrentamiento con el imperio otomano.

    El primer objetivo del sionismo, la obtención de una Carta que le permitiera la libre colonización de Palestina, había chocado con la obstinada oposición del Imperio turco.

    En el proceso de elaboración de la Daclaración Balfour pueden señalarse varios factores.

    1- Las personalidades y las fuerzas actuantes, que son Weizmann y Balfour.

    2- Las fuerzas actuantes y las negociaciones que conducen a la formulación de la declaración.

    3- Las negociaciones formales entre el Ministerio británico y la Comisión se Londres iniciadas algún tiempo antes, se intensificaba durante 1917.

    El 2 de noviembre de 1917, el ministro Balfour, en nombre del Gobierno británico, dirigió una carta a Lord Rothschild, que constituye la declaración. Al mismo tiempo, el ejército británico iniciaba una ofensiva general a Palestina. Así Gran Bretaña hacía saber a los judíos de todo el mundo, con la aprobación y la adhesión de los aliados, Francia y Estados Unidos, que las promesas de los políticos estaban apoyadas por la fuerza de las armas, y ambas se orientan a la creación del Estado de Israel.

    Las naciones árabes

    En los años de la Primera Guerra Mundial, con Turquía aliada de Alemania y con el sionismo en vías de conseguir la Declaración Balfour, el nacionalismo árabe también se mostraba activo y entraba en contacto con Gran Bretaña en un común frente antiturco. En estos momentos existían 2 principales focos de actividad nacionalista árabe.

    En el área Siria-Líbano-Irak, los grupos organizados en sociedades secretas antiturcas, algunos exiliados en París, que buscan el apoyo de Francia y Gran Bretaña en su acción contra los otomanos y cuyo nacionalismo, algo confuso e impreciso, no ha definido con claridad sus objetivos

    En la Península Arábiga, además, se han formado unos reinos árabes de talante guerrero y feudal, teóricamente sometidos a la soberanía turca, pero en la práctica autónomos, personalizados en torno a jefes tradicionales.

    En junio de 1916 se iniciaba la rebelión árabe contra los turcos, con la ayuda británica y las fuerzas árabes dominaron y controlaron gran parte de la región desde el Creciente Fértil hasta el sur de Arabia.

    También se produce el consentimiento de los sectores y las familias dirigentes árabes que no se oponen debidamente a la política de disgregación y que, por el contrario, han aceptado y cooperado con ella.

    Al término de la guerra, en efecto, las potencias aliadas vencedoras, que ocupaban la región, no cumplieron las promesas hechas a los árabes para obtener en su momento la colaboración contra los otomanos. Derrotados y expulsados los turcos de la zona, se produjo el choque entre 2 grupos d fuerzas: el nacionalismo árabe y Gran Bretaña y Francia.

    La cuestión palestina

    El punto de confluencia y choque entre el sionismo y el nacionalismo árabe, bajo la cobertura de las negociaciones y acuerdos internacionales, y en especial con Gran Bretaña, y en el marco de la Sociedad de Naciones, es Palestina. Surge así la llamada cuestión palestina, el enfrentamiento entre árabes y judíos que hoy perdura.

    Los árabes eran descendientes de los antiguos ocupantes de Palestina, revitalizados con la expansión de los primeros califas en el siglo VII.

    La hostilidad de los árabes de Palestina hacia los judíos que se establecen en el país tienen 2 causas principales: la exclusión de los árabes de las actividades y los trabajos organizados por los judíos, y el progresivo aumento de la población judía. La guerra supone un cambio en la situación de Palestina. Tras varias tentativas, entre noviembre y diciembre de 1917, los aliados ocupaban el país y entran en Jerusalén, conquistando con la ayuda árabe la totalidad del territorio, en el que permanecerán hasta que, al final del conflicto, se decida sobre su nueva administración.

    El destino de Palestina estaba tratado en las negociaciones y acuerdos establecidos por los aliados, en especial por Gran Bretaña, durante la guerra; pero las promesas contenidas en estos acuerdos habían llegado a ser contradictorias.

    Al término de la guerra, desde 1919-1920, se organizó el Mandato británico sobre Palestina. Gran Bretaña asumía la responsabilidad de instituir en el país un estado de cosas político, administrativo y económico tendente a asegurar el establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío.




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    Enviado por:Lossano
    Idioma: castellano
    País: España

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