Literatura


Pepita Jiménez; Juan Valera


PERSONAJES

SECUNDARIOS

Doña Francisca Gálvez.- madre de Pepita Jiménez <<mujer vulgar, de cortas luces y de instintos groseros>>. Adoraba a su hija, pero vivía en un continuo sufrimiento por la estrechez de sus recursos. Tenía otro hijo, al que había enviado a la Habana, de muy mala conducta.

Don Gumersindo.- anciano de enormes riquezas, se casó con Pepita y murió a los tres años de matrimonio, dejándole todo cuánto poseía.

Doña Casilda.- tía de don Luis de Vargas, mujer gruesa <<y es que mi tía pesa más de cien arrobas>> , charlatana <<de una locuacidad abominable>>.

Currito.- primo de don Luis de Vargas, solía burlarse de la manera en la que su primo montaba a caballo.

Antoñona.- Nodriza de Pepita Jiménez, muy aficionado a los chimes ajenos pero de una gran lealtad hacia Pepita, fue la primera en descubrir el amor entre Pepita y don Luis, castigó a don Luis, pues según ella había engañado a Pepita. Fue la celestino que unió de nuevo y para siempre a la pareja, también fue la confidente de Pepita durante su depresión.

Conde de Genazahar.- antigüp pretendiente de Pepita, que tras haber sido obsequiado con calabazas por parte de ella, y debiéndole dinero, la calumniaba a sus espaldas y se negaba a pagarle, hasta que don Luis le ajustó las cuentas.

Tío Deán.- Tío de don Luis, hermano de don Pedro, hombre religioso que se ocupó de la formación de don Luis, don Luis se confesaba en él y lo tenía idolatrado. También a él se le atribuye la narración posterior de la novela tras las cartas de don Luis.

Don Pedro de Vargas .-padre de don Luis, pretendiente de Pepita, mimó a su hijo durante la estancia en el pueblo, y una vez sabido el interés de éste por su amada le dejó vía libre e incluso le ayudó a conseguirla. Hombre mujeriego durante su juventud, de abundante fortuna.,

Padre Vicario .- Cura del pueblo, hombre tremendamente generoso, que solía estar siempre despistado. Muy querido por las gentes del lugar, su idolatrada era Pepita.

PRINCIPALES

Don Luis de Vargas .- uno de los dos protagonistas de la novela. Joven con vocación sacerdotal, culto, inteligente, intelectual, con tendencia a la melancolía, la ternura y el misticismo. Tira toda su carrera por la borda debido a su enorme amor por Pepita, a quien idealiza y venera.

Pepita Jiménez.- viuda muy atractiva, muy querida en el lugar, de abundantes riquezas. Todos los hombres están prendados de ella. Posee una gran belleza, demuestra caridad, afecto y cariño por todas las personas. Desdeña a múltiples hombres por considerar que no estaban a su altura y se enamora perdidamente de don Luis de Vargas.

OPINIÓN SOBRE UN PERSONAJE

EL PADRE VICARIO

El padre Vicario es el cura del lugar, hombre bueno, caritativo, carece de una amplia cultura, pero es un hombre inteligente, con el que Luis de Vargas realmente disfrutaba conversar. Era un hombre muy despistado, no solía enterarse de casi nada precisamente debido a éste continuo despiste en el que vivía sumido. Estaba profundamente embelesado por Pepita Jiménez, de la que no hacía más que adularla.

Durante la depresión de Pepita el padre Vicario fue hasta a su casa para escucharla y animarla, allí le perdonó todos los pecados de los que ella se confesaba culpable, y la aconsejó sabiamente para, si no absolverla, al menos aliviar su pena.

En su lecho de muerte todos le lloraron, y más aún cuando se murió, muchos, incluso comentaron que debían de hacerle santo, y que iría directamente la cielo.

RESUMEN

Don Luis es un joven, que tras estudiar durante muchos años con su tío siente una profunda y temprana vocación hacia la Iglesia, todo indica que se va a convertir en un espléndido sacerdote., pero antes de convertirse, se va a pasar unos meses con su padre al pueblo. Desde allí don Luis le escribe cartas a su tío contándole todo lo que pasa, hablándole mucho, en especial, de Pepita Jiménez , joven viuda, atractiva y atrayente, de la que la mayoría del pueblo y alrededores está prendado. Desde el principio se ve la clara lucha entre la figura de Pepita Jiménez y su vocación sacerdotal <<su hermosura resplandece sobre toda hermosura, y los deleites del cielo me parecen inferiores a su cariño>> acto seguido viene la preocupación ante tal idea y la desesperación. Pero este amor se va desvelando poco a poco, pues don Luis se niega a aceptarlo. Durante su estancia, no sólo se enamora de ella, sino que el padre se deleita con su presencia, enseñándole a hacer mil cosas, y don Luis poco a poco va perdiendo sus costumbres del rezo y meditación. Pero no sólo le da pánico la idea de enamorarse de Pepita Jiménez por el hecho de tener que colgar sus hábitos, sino también por el hecho de que hasta su padre está enamorado de ella.

En un determinado punto de la novela la desesperación de don Luis es tal que opta por irse del pueblo, pero la fiel nodriza de pepita, Antoñona, se lo impide, citándolos a ambos, pues no podía soportar ver a “su niña” sumida en una depresión tan grande <<como si un nudo le apretase la garganta, como si quebrase un cordel que la ahogaba, rompió en lastimeros quejidos y vertió un raudal de llanto>> << su pelo estaba enmarañado, su cara pálida lánguida y con ojeras, ni siquiera recibía visitas>>. Durante esta cita, don Luis se dio cuenta de que su vocación sacerdotal no era sino una fantasía, producto de sus lecturas <<su misticismo, bien estudiado con la nueva luz que acababa de adquirir, se le antojó que no había tenido ser ni consistencia, que había sido un producto artificial y vano de sus lecturas>>.

Don Luis, confesó a Pepita su amor, y a su padre también, el cuál resultó ser cómplice de él, colgó los hábitos, se casó con Pepita y tuvieron una vida rebosante de ventura.

PARTES DE LA OBRA

En un principio la obra es narrada mediante las cartas que don Luis escribe al tío Deán, en las que se va adivinando su amor por Pepita hasta que posteriormente lo confiesa.

Después la novela la cuenta supuestamente el tío Deán, ciñéndose objetivamente a lo ocurrido entre los jóvenes, sin ninguna clase de anotación personal.

Finalmente, se incluyen unas cartas de don Pedro de Vargas en la que éste cuenta la felicidad de la que disfrutan don Luis y Pepita.

OPINIÓN PERSONAL

Ha resultado un libro muy interesante, los personajes estaban muy bien caracterizados, las descripciones, minuciosas y detallistas, son como una fotografía de la realidad. El autor supo mezclar muy bien la intriga de la novela, como el contenido didáctico de la misma, representa la parte más bella de la realidad y excluye lo feo o desagradable. Me ha llamado especialmente la atención las múltiples alusiones tanto mitológicas, como culturales de la que don Luis hacía gala, pues demuestra una impresionante cultura por parte de Juan de Vargas, aunque en algunas ocasiones éstas alusiones se convierten en un obstáculo para el lector que no entiende de las mimas.

MARCO HISTÓRICO

Juan Valera, a pesar de sus comienzos románticos, vivió durante el Realismo, época posterior al Romanticismo en la que se buscaba representar la realidad de una manera objetiva, exacta y verdadera, mediante la observación, la naturalidad y las descripciones minuciosas. Las obras realistas suelen contener críticas a la sociedad, en especial a la sociedad burguesa.

Dentro del Realismo, Juan Valera pertenece a la postura esteticista, en la que se rechaza el romanticismo y el tono moralizador. Busca representar lo bello, lo bonito de la realidad, pero sin dejarse llevar por su imaginación, basándose en la observación, en los recuerdos y en la experiencia.

JUAN VALERA

Juan Valera y Alcalá Galiano nació el 18 de octubre de 1824 en Cabra (Córdoba) , hijo de una marquesa y un marinero liberal.

Estudió en el seminario de Málaga y en el colegio de Sacromonte de Granada. Estudió Leyes en la universidad de Granada y en la de Madrid.

En 1844 su padre le recompensó la buena marcha de sus estudios publicándole Ensayos Poéticos, del que no se vendió ningún ejemplar.

Licenciado en Leyes y con una sólida formación filosófica, humanística y literaria, abre bufete en Madrid.

Fue un gran conversador, hombre de salón, gran bailarín y con un extraordinario éxito con las mujeres. Amigo de los condes de Montijo y de los duques de Rivas, lo cual le proporcionó aspiraciones a un buen matrimonio y a una buena protección política. La literatura y poesía cultivadas por afición le hacen aún más atrayente.

Durante dos años se fue con el duque de Rivas a Nápoles, donde intima con los marqueses de Bedmar. Allí conoció a Lucia Palladi, mujer de mayor edad quien suscita en él una sincera pasión, sus relaciones terminaron con la mayor sensatez, ejerció una inmensa influencia sobre él ya que le infundirá la atracción por la cultura grecolatina e italiana. Aquí Juan Valera pule su estilo literario y abandona la veleidades románticas para obtener el éxito literario que sus aptitudes prometían.

Fue candidato a diputado del partido liberal-moderado, pero los progresistas le derrotaron. Entonces se marchó a Portugal como agregado en la Embajada de España y un año más tarde se fue a Río de Janeiro como secretario de la embajada. Cuando vuelve a Madrid cosecha una nueva derrota en las urnas, aunque más tarde obtiene acta de diputado de Archidona en pleno gobierno de la Unión Liberal. Renuncia a su cargo como funcionario por motivos políticos.

Ya es un hombre conocido por sus artículos periodísticos, sus pinitos literarios, su finura y su elegancia.

En 1861 ocupa un sillón en la Real Academia Española y desde 1865 a 1866 una nueva misión diplomática en Frankfurt.

En 1872 se retira de la vida pública y se vuelve a Córdoba. Su mujer, mucho más joven que él, derrochaba su fortuna y, a pesar de sus heredades, su economía se resentía. Aquel retiro le será fructífero y escribirá por fin su primera novela completa Pepita Jiménez, más tarde escribió Doña Luz, Las ilusiones del doctor Faustino, Pasarse de listo, El comendador Mendoza, Juanita la Larga, Genio y figura, etc.

En 1895 le llega su jubilación en la capital danubiana. A partir de entonces, enfermo y casi ciego, escuchaba lecturas de obras españolas y extranjeras y conversaba con los amigos.

Murió en Madrid en 1905

ESTILO

Dicen que no fue ni realista ni naturalista, sino simplemente novelista. Ni en los momentos de mayor fervor romántico Juan Valera había sido uno de ellos.

Cuando se decide a escribir novela ya tenía una edad avanzada y se encuentra en su obra un originalidad que le aleja de sus contemporáneos.

No se siente atraído por las escenas pintorescas, ni por el diálogo coloquial (sus personajes no se expresan según su condición social). En cambio, conoce a la perfección el arte de embellecer las cosas. Rechaza la novela social y experimental ligadas a las doctrinas científicas y a situaciones inmorales




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Enviado por:Isabel
Idioma: castellano
País: España

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