Arte
Paul Gauguin
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Paul Gauguin
Eugène Henri Paul Gauguin | |
Autorretrato, (1893) | |
Nacimiento: | |
Fallecimiento: | 9 de mayo de 1903 (54 años) |
Ocupación: |
Introducción.
Eugène Henri Paul Gauguin (París, 7 de junio de 1848 - Atuona, Islas Marquesas, 9 de mayo de 1903) fue un pintor post-impresionista. Jefe de filas de la Escuela de Pont-Aven e inspirador de los Nabis, su obra está considerada entre las más importantes de entre los pintores franceses del Siglo XIX. Se acercó al mundo del arte, primero como comprador, y luego pintando como hobby.
Lentamente, se fue perfeccionando y se convirtió en un pintor académico que mereció exponer en el Salón de París; pero Paul Gauguin se interesaría luego por el Impresionismo, y se unió a este grupo en 1879. Al año siguiente, expuso siete cuadros en la muestra anual de los impresionistas.
Paul Gauguin, cuyas inquietudes tampoco llegaron a culminar en su deseado taller del Trópico. No es de extrañar que el estudio del Sur no cuajara pese al encuentro entre ambos artistas, dadas las enormes diferencias que les separaban, tanto en el ámbito artístico como en el profesional. Si Van Gogh buscaba en la pintura la expresión de la vida, lo insondable del sentimiento humano traducido en la naturaleza, Gauguin utilizaba el arte desde su faceta más racional para construir desde la pintura un universo simbólico más allá de lo real, su interés es la creación de una mística propia. Tal como expresan sus cartas, para Gauguin la pintura es un ejercicio de inteligencia.
El artista es capaz de aprehender los sentimientos, de realizar las traducciones más delicadas, que luego se convierten en las más invisibles del cerebro.
Así pues, la pintura de Gauguin posee un trasfondo sensible, pero buscado a partir de complejos mecanismos mentales, alegorías.
Gauguin considera el cuadro como un poema simbólico, un relato codificado para adquirir un sentido místico en algún lugar mas allá. De ahí su interés por culturas exóticas alejadas de la civilización europea, cuya forma de vida considera estúpida:
“Ojala llegue el día en que iré a desaparecer a los bosques en una isla de Oceanía a vivir de éxtasis, de calma y de arte. Rodeado de una nueva familia, lejos de esta lucha europea por el dinero”
Una de las principales singularidades del fin del siglo XIX, el rechazo a la vida cotidiana y a la realidad burguesa, se resuelve por una doble vía: la torre de marfil, en la que se recluye el artista o la huida hacia lo primitivo, hacia lo salvaje. Únicamente fuera de la caduca y limitada sociedad occidental podía el hombre encontrar su liberación. El exotismo puede ser sólo un artificioso refugio de esteticistas y decadentes, pero para Gauguin era la única solución para sobrevivir.
Quizás esta búsqueda de paraísos exóticos proviene de su infancia en Perú y, de su abuela, Flora Tristán, que le emparentaba con antepasados españoles que él mismo cubrió de un carácter enigmático.
Cuyos colores exuberantes, formas bidimensionales planas y temáticas contribuyeron a dar forma al arte moderno. Su pintura era fruto de largos razonamientos, un intento consciente de simplificar las formas y el color en aras de una expresión más vigorosa. Sus experimentos sobre el color, sus formas bidimensionales planas y temáticas contribuyeron a dar forma al arte moderno en especial sobre el fauvismo, movimiento que se desarrolla entre 1898 y 1908. La fuerza de sus formas sus obras respecto a la descripción del paisaje tahitiano nos dejan volar con la imaginación de estar en lugares maravillosos. Sin embargo, influido por el ambiente tropical y la cultura polinesia, su obra fue cobrando fuerza expresiva a medida que el tema se fue haciendo más característico, la escala de sus cuadros mayor y sus composiciones más simples.
De un espíritu inquieto y poco sociable, en su rechazo a occidente emprende viaje a Tahití y llega en 1891 donde comienza sus famosas pinturas tahitianas llenas de primitivismo y simbolismo que demuestran su alma bohemia: "La mujer con la flor", "Tierra deliciosa", "Diversiones", "María"..., Gauguin es el ejemplo que representa el mito del bohemio y del primitivismo. Él encarna la necesidad de unir arte y vida. Esta es una utopía presente en la vanguardia. Rechaza lo académico, valora la máscara africana, el arte románico y todas aquellas tendencias que estaban fuera de lo habitual. Él valora este tipo de arte no por lo que tiene de curioso y diferente, sino por su autenticidad. Él ante todo busca el encontrarse a sí mismo. Al refugiarse en mundos diferentes, encuentra la paz. En cambio; otros han dicho que sólo viajó a Tahití en busca de mujeres mulatas y sexo.
Paul Gauguin empezó a desarrollar un fuerte interés por el arte que le condujo a tomar clases de pintura y a reunir una impresionante colección de obras impresionistas que comprendía trabajos de Manet, Cézanne, Monet y Pissarro. En 1875 trabó conocimiento personal con este último y empezó a trabajar con él; resultado de tan fecunda colaboración fue la invitación a participar en la quinta Exhibición Impresionista de 1880, que sería reiterada en los dos años siguientes.
Gauguin de regreso a París, donde su interés por las formas del arte popular se acrecentó por vía de su amistad con el joven artista Émile Bernard. De resultas de sus propias experiencias en la Martinica y del aporte teórico de Bernard iba a surgir el sintetismo, estilo personal caracterizado por la representación no imitativa y la separación de la imagen pictórica en zonas de color fuertemente contrastadas y a menudo delineadas en negro.
En 1885 abandona definitivamente su carrera para dedicarse por completo al arte, para abocarse completamente a la pintura. Incapaz de mantener a su familia, abandona a su mujer en Dinamarca y se traslada junto a su hijo mayor a Ruán, en Normandía, donde estaba instalado su primer maestro, Pissarro. Primero se movió en el Impresionismo, pero pronto evidenció un marcado antinaturalismo más sensible al poder evocador de los objetos y su carga emocional. Su pintura es casi un misticismo, ya que intenta desentrañar el sentido verdadero de la realidad. Es un pintor de contenidos, de enigmas del ser humano; él siempre se preguntó ¿Quiénes somos?, ¿Dónde vamos?
A principios de la década de 1890, en la vida y en la obra de Gauguin surge cada vez con más fuerza el deseo de renunciar a los valores básicos de la civilización; por este motivo, acabará por marcharse de Francia y partir hacia lugares remotos en busca de formas de vida puras y primitivas.
LA MIRADA DE UN SALVAJE
Su empeño por encontrar equivalentes plásticos a los misterios de las islas se tradujo en complicadas composiciones en las que cada detalle tiene un significado preciso. Este es el caso de Manao Tupapaú (El espíritu de la muerte vigila, 1892), una de sus obras más importantes.
Basándose en elementos del folklore de la isla, obsesionado por las cosas que observaba pero intentando ir más allá de ellas, Gauguin crea un vocabulario personal de colores y líneas, un estilo complejo que compone un simbolismo pictórico de nuevo cuño.
Cuando Gauguin murió en las lejanas islas Marquesas, pocos se dieron cuenta del alcance de su obra. Entre ellos se encontraba el poeta simbolista Charles Morice, que había colaborado en la publicación del primer manuscrito de Noa-Noa (uno de los libros de Gauguin sobre Tahití). Sus artículos movieron a los patrocinadores del recién fundado "Salon d'Automne" a organizar en 1906 una retrospectiva del pintor. La coincidencia de dicha muestra con la primera exposición de los fauves dio pie a la influencia de Gauguin sobre toda una nueva generación de artistas. Desde los lejanos Mares de Sur, Gauguin había sentado las bases de un estilo nuevo, vigoroso y original que traspasaría su época.
Biografía
Sus inicios
De familia liberal, era hijo de Clovis Gauguin, un periodista antimonárquico, y de Aline Marie Chazal, hija de la célebre socialista y feminista Flora Tristán. Ella era descendiente de terratenientes españoles de América del Sur y del virrey del Perú.
Cuando Paul contaba sólo con un año, la familia tuvo que huir a América tras el golpe de Estado de Napoleón III en 1851. Durante el viaje su padre murió y su madre tuvo que recurrir a la hospitalidad de sus parientes en Lima (Perú). En esta ciudad pasó sus primeros años de infancia.
En 1855 regresan a Francia, a Orleans y se instalan en casa de un tío de Paul, Isidore. En 1861 se trasladan a París donde la madre trabaja como modista para sacar a la familia adelante. Paul se prepara para ingresar en la Escuela de Náutica, pero suspende y se enrola en la marina con 17 años, hasta 1871. Luego en la Armada Francesa, en la que sirve a bordo de la corbeta Jerôme Napoleón.
Cuando murió su madre en 1868, Gustave Arosa, un rico banquero, se convirtió en su protector legal. Gracias a él, a su regreso a Francia en 1870, se convirtió en agente de cambio para la empresa Bertin en la Bolsa de París, teniendo bastante éxito en sus negocios. Se casó con Mette Sophie Gad, una joven danesa de familia acomodada, tuvieron cinco hijos (Émile, Aline, Clovis, Jean-René y Paul-Rollon) y llevaron una confortable vida burguesa y acomodada.
Su tutor, Gustave Arosa gran amante del arte, introdujo a Gauguin entre los impresionistas. En 1874, conoce la obra del pintor Camille Pissarro y visita por primera vez una muestra de pintura impresionista. Al igual que su tutor, se aficiona al arte, lo que le lleva a tomar clases de pintura y a hacer sus primeros intentos de creación en este terreno. Expone sus obras junto a los impresionistas en 1876, 1880, 1881, 1882 y 1886 y reúne una colección personal con obra de Manet, Cézanne, Monet y el ya mencionado Pissarro.
Sus primeras pinturas, como ocurría en el caso de Van Gogh al acudir a París sobre las mismas fechas, cuentan con la influencia del movimiento impresionista, si bien Gauguin nunca compartiría sus intereses por la observación retiniana de lo natural; su influencia se traduce en el color y en algunos cuadros la pincelada. Pero Gauguin combinaría este estilo con su propia concepción de le pintura, muy vinculada a los simbolistas del género literario.
Ya en los primeros años Gauguin aparece preocupado por las correspondencias entre la pintura y la música, su interés se centraba en la consecución de armonías derivadas de la propia expresividad de la pintura, ajeno a los estudios de luz de sus contemporáneos.
Su carrera financiera quedó interrumpida en 1882 por la crisis bursátil y decide entregarse por completo a la pintura. Pasan dos años en los que Paul no sabe muy bien qué hacer, llegando a trabajar como representante de toldos, viajando entre Rouen, París y Copenhague hasta que en 1886, viéndose obligado a llevar una vida más modesta donde su esposa cuenta con el apoyo de su familia. Pero el fracaso es absoluto, ya que no encuentra clientes para sus cuadros. Al cabo de unos pocos meses, decide regresar a Francia en compañía de su hijo Clovis, mientras que su mujer se queda en Copenhague con los demás hijos. Este es el comienzo de una época llena de miserias y deudas. A pesar de su precaria situación económica, ya en 1885 puede sobrevivir gracias a la ayuda de Paul Schuffenecker.
El artista se dedica a explorar la técnica de la cerámica y en 1886 pasa el verano en la localidad bretona de Pont-Aven. Durante la década de 1880, Gauguin comienza a elaborar un estilo más personal y maduro, resultante también de la influencia de otros artistas de su época, abandonando el Impresionismo e iniciando un camino más personal con un colorido más intenso y un mayor simbolismo.
Su estilo empezará a transformarse desde las cercanías del impresionismo hasta un estilo mucho más personal. Por influencia de uno de sus jóvenes discípulos, como Cézanne y Van Gogh, con los que tuvo ocasión de trabajar en épocas diferentes (con Cézanne en Pontoise, en casa de Pissarro, en 1881; y con Van Gogh, en Arlés, de octubre a diciembre de 1888).
UNA VOCACION TARDÍA
El deseo de conocer otras tierras fue en él una constante. En su juventud recorrió el
mundo como piloto de un mercante, aunque luego terminaría asentándose como próspero agente de cambio y bolsa en París, casado con una danesa y padre de cinco hijos.
Aficionado al arte y coleccionista (poseía obras de Manet, Cézanne, etc.), la pintura se fue convirtiendo cada vez más en su pasión central.
Discípulo del pintor impresionista Camille Pissarro, Gauguin fue invitado a participar en las exposiciones del grupo a principios de 1879. En 1883, con 35 años, dejó definitivamente su profesión para dedicarse de lleno a la pintura: el resto de su vida será un continuo
abandono de familia, patria, amigos, comodidades y de todo aquello que no fuese su gran obsesión.
Cada vez más tentado por llevar una vida bohemia, aprovecha una crisis en la Bolsa que le hizo perder su puesto de trabajo, para entregarse de lleno a su faceta de inconformista frente a la sociedad y dedicarse de lleno a la pintura, su gran devoción. La penuria económica le h5izo abandonar París en 1886 y marcharse a Pont-Aven, un pueblecito de la Bretaña francesa muy frecuentado por artistas nacionales y foráneos que iban en busca de pintores. Allí conoció a Emile Bernard, un joven pintor que habría de convertirse en el interlocutor idóneo de sus reflexiones artísticas.
"Gauguin y Bernard hablan ahora de pintar como niños", escribió Van Gogh a su hermano. Sin embargo, ese intento de pintar como niños tenía poco de ingenuo. Gauguin y su amigo estaban muy lejos del primitivismo conmovedor del Aduanero Rousseau.
Vida de artista en Francia.
De regreso a Francia y tras un breve paso por París, se instala de nuevo en Bretaña, concretamente en Le Pouldu. En 1888 el artista regresa a Pont-Aven, donde puede estudiar los experimentos pictóricos de Émile Bernard. Ese mismo año Gauguin conoce al pintor Paul Sérusier donde se convierte en el centro de un grupo de pintores experimentales conocidos con el nombre de Escuela de Pont-Aven, en donde tuvo como discípulos a Émile Bernard, Paul Sérusier, Seguin y Chmaillard que se conocen como cloisonnisme, cuyo punto de partida es la gran admiración que sienten por la obra de Gauguin. Tendencia que adopta durante cierto tiempo, aunque imprimiéndole su sello personal de simbolismo; ejemplo de esta etapa es el cuadro titulado Visión después del sermón: la lucha de Jacob contra el ángel (1888, Edimburgo, National Gallery of Scotland).
Su estilo de pintura empezará a transformarse desde las cercanías del impresionismo hasta un estilo mucho más personal. Su estilo evoluciona a lo que se ha dado en llamar sintetismo, un modo de pintar más natural y sintético. Busca inspiración en el arte indígena, en las vidrieras medievales y en las estampas japonesas. Estas últimas las descubre gracias al holandés Vincent Van Gogh en 1888 en los dos meses en los que viven juntos en Arlés, en el sur de Francia, dedicándose ambos a pintar. Gauguin había conocido a Vincent y a Theo Van Gogh en París en 1886, Theo se convirtió de hecho en el representante de Gauguin, y durante un tiempo le dio al pintor la ansiada estabilidad económica que tanto necesitaba. Gauguin había quedado impresionado por la expresividad de Vincent. Trabajan juntos y pintan la serie de vistas de Alyscamps.
Gauguin se traslada a Ruán, en Normandía, en donde se ha instalado Pissarro, pero en 1887-88 viaja junto a su amigo Laval a Panamá y la Martinica este viaje resultará fundamental para el futuro artístico, puesto que le mostrará la sensualidad del color y se interesará por una naturaleza primitiva capaz de acentuar las relaciones humanas.
Entre 1889 y 1891 vivió principalmente en la Bretaña, donde era el centro de un pequeño grupo de pintores experimentales conocidos como la escuela de Pont-Aven.
Después de seis años como artista profesional, está sin dinero, ha vendido su colección de pinturas impresionistas y apenas vende sus pinturas. Para conseguir clientes organizó con Bernard y otros artistas jóvenes una exposición en el Café Volpinf de París. Esta fue la primera muestra pública del "Groupe impressionniste et Synthétiste" que, desgraciadamente, llamó muy poco la atención.
Bajo la influencia del pintor Émile Bernard, se alejó del impresionismo y adoptó un estilo menos naturalista, al que denominó Sintetismo. Halló inspiración en el arte indígena, en los vitrales medievales y en los grabados japoneses.
Su nuevo estilo, marcado por la absorción de influencias del arte primitivo bretón, se caracterizó por la utilización de amplias zonas planas de colores encendidos, como en el Cristo amarillo (1889, Galería Albright-Knox, Buffalo, Estado de Nueva York, Estados Unidos).
A partir de ese momento Gauguin vivió en la penuria, rechazado por una sociedad que con anterioridad le había abierto los brazos y que en breve iba a aborrecer. Entre 1886 y 1888 su obra experimentó un giro radical, cuyo origen cabe buscar en dos experiencias vitales de gran importancia: su encuentro con Van Gogh y su primer viaje a la Martinica.
Gauguin conoció al pintor holandés en París y quedó fuertemente impresionado por el modo en que éste conseguía plasmar sus inquietudes vitales en unos lienzos rebosantes de expresividad. En 1888 incluso se desplazó a Arles con la intención de trabajar conjuntamente, pero las incompatibilidades de carácter dieron espectacularmente al traste con el proyecto al cabo sólo de pocas semanas.
Poco antes, Gauguin habíase trasladado durante un tiempo a la colonia francesa de la Martinica, Buscando al salvaje que lleva dentro, busca una libertad casi animal y para ello debe confundirse con la naturaleza, con la inocencia de lo primitivo. Para él, ser un salvaje consistía en volver al origen. En la Martinica consiguió liberarse de las ataduras impresionistas; sus colores se hicieron luminosos, contrastados, extendidos en amplias zonas de la superficie del cuadro: lo oriental se iba introduciendo tímidamente en su pintura. Entró en contacto con un paisaje repleto de sensual colorido y una sociedad, la indígena, en estrecha convivencia con la naturaleza. Ambos factores se unieron para despertar en el artista una aguda nostalgia por lo primitivo, cauce en el que iba a encontrar una vía idónea para expresar una emotividad no contaminada por el naturalismo propio del arte refinado.
No hubo entendimiento entre Vincent y Paul ni en lo humano ni en lo profesional, sobre todo por parte de Gauguin. "es extraño -escribiría éste a Bernard-, Vincent encuentra aquí inspiración para pintar como Daumier, mientras que yo, por el contrario, encuentro una combinación del arte japonés con un Pubis lleno de color".
El famoso episodio de la oreja de Van Gogh
Vincent Van Gogh conoció al también pintor Paul Gauguin en París y, después de un tiempo, en 1888, Gauguin se estableció en la casa que Vincent tenía en Arlés, un pueblo del sur de Francia. Allí el holandés quería establecer una comunidad de artistas. Pero, tras pasar dos meses juntos, la relación entre Van Gogh y Gauguin se comenzó a deteriorar debido a sus enfrentamientos por los gustos pictóricos. A tal punto llegaron las diferencias de ambos que incluso Paul Gauguin pensó varias veces en abandonar el hogar de Arlés.
La tensa situación que existía entre los dos pintores acabó en una pelea la noche del 23 de diciembre de 1888, pues estando bastante ebrios, en plena discusión, Van Gogh amenazó a Gauguin con una navaja de afeitar, hecho que motivó que Gauguin abandonara la casa y se marchase inmediatamente a un hotel.
Entonces Vincent, arrepentido de su comportamiento ante su amigo, resolvió la situación arrancándose el lóbulo de su oreja derecha, el cual dio a una prostituta para que se lo llevara a Gauguin como prueba física de su arrepentimiento. Este escandaloso acontecimiento no tardó mucho en difundirse por Arlés y parece ser que llevó a la policía a acordonar la casa y a internar a Vincent en un hospital durante unos días, donde fue tratado por tener síntomas de una severa enfermedad mental. Días más tarde, a pesar del suceso, Paul y Vincent recuperaron su amistad, mientras que en Arlés las extravagancias de Van Gogh seguirían siendo muy mal vistas. Anécdota que pude ser real o un mito.
Vida en Polinesia
Su primera incursión en el exotismo la tuvo en 1887. En abril de ese año se marchó
con su amigo Laval a Panamá, donde trabajó en la perforación del canal, se enferma de disentería y paludismo.
De regreso a Francia y tras un breve paso por París, decidió fijar su residencia en Pont-Aven, una aldea bretona rodeada de montañas en la que se podía vivir lejos del sofisticado ambiente parisino. Bosques legendarios con ecos de las primeras aldeas celtas, impresionantes cruceros de piedra donde se leía la primitiva cristiandad medieval, mujeres ataviadas con primorosos trajes, delantalitos y cofias intemporales. "Amo la Bretaña -diría Gauguin-, encuentro en ella lo rústico, lo primitivo".
Las pinturas de esta etapa bretona se caracterizan por configuraciones planas, amplias, planos sólidos y líneas muy nítidas. Pretendía liberarse de todo contacto directo con la naturaleza. Y además confiar en la idea, en el recuerdo.
La llegada de un buen puñado de artistas a Pont-Aven llevó a Gauguin a buscar un pueblo más primitivo. Lo encontró en Le Pouldu, una aldea cercana donde trabajó junto a Serusier.
Gauguin exploraba desasosegado, buscaba lo desconocido y seguía obsesionado por evitar toda relación con el modelo y con la naturaleza. Su pintura oscila entre el culto al Japón, la influencia de las tradiciones locales bretonas y una influencia importante de Cézanne. Para Gauguin, la visión de un tema despertaba unas sensaciones, una forma y un color que luego reconstruiría en sus cuadros. Donde Gauguin pintó los primeros paisajes que manifiestan de una manera clara lo que sería su estilo característico.
La enfermedad le obliga a repatriarse en noviembre de 1887. Arruinado y enfermo, Gauguin se embarca en 1891 hacia la Polinesia, con el dinero conseguido en una exposición en el Hotel Brouot, éxito alcanzado gracias a las críticas favorables de Octave Mirbeau.
Se establece en Tahití, tratando de huir de la civilización europea y de todo lo artificial y convencional. Donde su primitivismo fue atemperándose al abrirse a la influencia de neoclásicos como Ingres o contemporáneos como el nabi Puvis de Chavannes. Este proceso corrió de la mano de un creciente refinamiento tonal y de la presencia en su producción de un aura onírico-poética que en modo alguno parece reflejar la enfermedad y los conflictos personales (particularmente sus enfrentamientos con las autoridades locales en defensa de las comunidades indígenas que marcaron los últimos años de su vida). Empieza también a redactar un relato autobiográfico: "Noa".
Sin embargo, una enfermedad en los ojos, la soledad y la falta de dinero le obligan a regresar a Francia junto a su compañera javanesa Ana. En Francia recibe la inesperada herencia de su tío Isidoro, y consigue vender unos pocos cuadros, por lo que regresa ya de modo definitivo a Polinesia.
La Polinesia, es su nuevo destino. Las características esenciales de su pintura (en la que sigue usando grandes superficies de colores vivos) no experimentan demasiados cambios. Su primitivismo se atempera por la influencia de algunos pintores neoclásicos como Ingres o contemporáneos como Puvis de Chavannes. Cuida especialmente la expresividad de los colores, la búsqueda de la perspectiva y el uso de formas plenas y voluminosas. Influido por el entorno tropical y la cultura polinesia, anticipa al arte abstracto: simplifica aún más las composiciones dando preponderancia al color y a la idea que el color puede sugerir, su obra adquiere fuerza, lleva a cabo esculturas en madera y pinta sus cuadros más bellos.
Su eterno sueño de viajero lo lleva a Tahití, donde llega en 1891. Piensa en trabajar haciendo retratos pero decide alejarse de la civilización junto a una joven mestiza.
En Tahití, conocerá a Tehura, que se convertirá en su modelo. Llegando Gauguin va al trópico para encontrarse con las verdades eternas: el misterio de la vida, el amor, la muerte, el erotismo como único modo de escapar a Thanatos. El primitivismo y el simbolismo marcan su pintura de esta etapa, como se pone de manifiesto en Yo te saludo, María; La mujer con la flor; Tierra deliciosa o Diversiones. Demuestra que el color, al mismo tiempo que crea un sistema espacial, incluso para abrir un espacio más imaginativo, también es vibración, como lo es la música.
Problemas administrativos y personales (su hija preferida Aline muere) le hunden. También tiene problemas de salud: una herida en la pierna que no consigue curar desde 1894, una crisis de sífilis, etc. Hacia los últimos años de su vida formó pareja y tuvo un hijo, Émile con Pau'ura, una joven de las islas Marquesas, pero también contrajo lepra. En junio de 1895 se traslada de nuevo a Oceanía, desesperado, enfermo, alcohólico y solo.
En 1897 intenta suicidarse, luego sobrevive prácticamente en la miseria con una pequeña pensión que desde París le enviaba un marchante.
Decide entonces establecerse definitivamente en las Islas Marquesas para volver a encontrar la inspiración. En 1901, llega a Atuona (en la isla de Hiva-Oa), en las Islas Marquesas donde intenta aislarse lo más posible con una muchachita muy joven y en una cabaña confortable. Allí hará sus obras más famosas: Never more, Los jinetes, Joven con el abanico, Cuentos bárbaros, ¿De dónde venimos, Qué somos, Adónde vamos? o Y el oro de sus cuerpos, obras en las que pone de manifiesto su intención de romper absolutamente con la tradición realista. Cree estar en el paraíso. Gauguin empieza una importante campaña a favor de los indígenas y al tener dificultades con las autoridades de Tahití, abandona la isla y se traslada a Atuana, donde intenta aislarse lo más posible con una muchachita muy joven y en una cabaña confortable. Pronto se dará cuenta de su error al conocer los abusos cometidos por las autoridades y al tratar de defender a los indígenas. Se dedicó a realizar esculturas "primitivas" (principalmente tallas y bajorrelieves en madera).
Gauguin empieza una importante campaña a favor de los indígenas y, al tener dificultades con las autoridades de Tahití, abandona la isla y se traslada a Atuana, donde intenta aislarse lo más posible con una muchachita muy joven y en una cabaña confortable; morirá, al parecer de un ataque cardíaco, el 8 de mayo de 1903, soñando con regresar a Europa y volver a empezar, esta vez en España. La fuerza de sus formas pictóricas influyó en el pintor noruego Edvard Munch y en la posterior escuela expresionista.
En la actualidad el profesor de la universidad de Chicago Stephen Elisenman, ha reunido más de 150 obras entre cuadros, bocetos, dibujos y esculturas. Muestra a través de estas obras las ligas entre el artista y Roma, además de hacer un repaso enorme por su obra y vida. Su carácter y su visión del mundo y del arte.
Escritos de Gauguin:
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Escritos de un salvaje. Daniel Guerin. Ed.Debate, 1995.
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Noa Noa. (1893-1895)
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Avant et Après. (1902-1903)
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Paul Gauguin. Guillermo Solana. Historia 16, colección el Arte y sus creadores.
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Gauguin sin leyendas. Charles Chassé.
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El Postimpresionismo. De Van Gogh a Gauguin. John Rewald. Madrid, Alianza, 1992.
Obras de Gauguin.
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El lago en la llanura, (1873), Museo Fitzwilliam, Cambridge
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El Sena en el puente de Jena, (1875), Museo de Orsay, París
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Paisaje de otoño, (1877), Colección particular.
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Mette Gauguin cosiendo, (hacia 1878), Colección Bührle, Zúrich
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Jardín bajo la nieve, (1879), Szépmûvészeti Múzeum, Budapest
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Los hortelanos de Vaugirard, (1879), Smith College Museum of Art, Northampton, Massachusetts
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Estudio de desnudo o Susana cosiendo, (1880), Ny Carlsberg Glypotek, Copenhague
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Interior del artista en París, rue Carcel, (1881, Nasjonalgalleriet, Oslo
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Jardín en Vaugirard, (1881), Ny Carlsberg Glypotek, Copenhague
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Ruán, tejados azules, (1884, Colección particular, Winterthur, Suiza
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Mette Gauguin con traje de noche, (1884), Ny Carlsberg Glypotek, Copenhague
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La visión tras el sermón, (1888), National Gallery, Edimburgo
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Lavanderas de Arlés (1888), Museo de Bellas Artes de Bilbao
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El Cristo amarillo, óleo sobre lienzo de 92 x 73 cm, pintado en 1889. Se encuentra en el Museo Albright-Knox[1] de Buffalo (Nueva York).
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La bella Angela, óleo sobre lienzo de 92 x 73 cm, pintado en 1889. Se encuentra en el Museo de Orsay, París.
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Mujeres de Tahití (En la playa), (1891), Museo de Orsay, París
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Manao Tupapau, (1892)
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Mata Mua (1892), Colección Carmen Thyssen-Bornemisza
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Yo te saludo, María (Ia orana Maria), óleo sobre lienzo de 113,7 x 87,7 cm, pintado en 1892. Se encuentra en el Metropolitan Museum[2] de Nueva York
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Arearea, (1892), Museo de Orsay, París
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Autorretrato con sombrero, (1893)
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Campesinas bretonas, (1894), Museo de Orsay, París
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Vairumati (1897), Museo de Orsay, París
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Never more, óleo sobre lienzo de 68 x 116 cm, pintado en 1897. Se encuentra en Courtauld Gallery, Londres.
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Joven con abanico, óleo sobre lienzo de 92 x 73 cm, pintado en 1902. Se encuentra en Museo Folkwang[3] en Essen, Alemania.
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Cuentos bárbaros, (1902), Museo Folkwang, Essen
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Dos mujeres o La cabellera florida
Breve análisis de sus obras más famosas y exuberantes
Mujeres de Tahití (1891), de Paul Gauguin
Dicho estilo, con su rechazo frontal al uso de trucos formales para recrear la percepción visual, significó una ruptura absoluta, desde el punto de vista conceptual, con el impresionismo que otrora había abrazado, razón por la cual es categorizado por la moderna historiografía del arte como postimpresionista (junto con Van Gogh y Cézanne).
Gauguin es un gran amante de la mujer, siendo la protagonista absoluta de sus composiciones. En el primero de los cuadros Pese a estar casado con la danesa Mette Gad (de cuyo matrimonio nacerán cinco hijos) mantendrá relaciones y convivirá con varias muchachas tahitianas durante su estancia en la Polinesia. Simplificando las formas y con trazos gruesos su pintura se aleja de la realidad y es más simbólica hasta el punto que llegó a crear escuela "El Sintetismo o Simbolismo". La luz pierde en Gauguin su centro absoluto en aras de una exaltación del color. La luz en ambos cuadros no procede específicamente de ningún punto. La fascinación de sus cuadros radica en la calma de las zonas anchas de colores (sobre todo en el primer cuadro), como si realizara vidrieras, y en sus figuras grandes, contorneadas de manera nítida, cual tallas de madera. Al mismo tiempo renuncia a la perspectiva, suprime el moldeado y las sombras e identifica la sensación de plano igual que en las pinturas japonesas. Así se unen lo que ve y lo que imagina y adquiere el color una intensidad poética excepcional.
Posiblemente sean éstas las imágenes más bellas entre las pintadas por Gauguin durante su estancia en Tahití. Las dos jóvenes que nos ofrecen las flores están captadas con enorme naturalidad y realismo, muestra de la alegría que anima el corazón de un artista necesitado de esos momentos de felicidad. Los hermosos rostros están perfectamente dibujados - realizando para ello varios dibujos y xilografías preparatorias - incluso ambas figuras no resultan tan planas como otras de estos momentos, colocando la mano que sujeta la bandeja en escorzo, al igual que la cabeza de la joven de la derecha. El conjunto de colores o gama cromática utilizada resulta muy llamativo al realzar el ocre y la piel tostada de las muchachas con el color rojo de las flores, el azul del vestido o el verde del fondo.
Visión después del sermón
Visión después del Sermón constituye la culminación de todo el proceso de autoformación que Gauguin había labrado para conseguir toda la expresividad que él concebía en la pintura. Este cuadro se ha desprendido ya de todas las investigaciones impresionistas para utilizar un lenguaje simplificado en lo formal pero cargado de simbolismo. Cada línea es ya un signo, y cada color una expresión abstracta, una alusión a otro nivel de realidad, la acción se sitúa entre lo real y lo imaginario.
Los cuadros de Gauguin en Tahití serán una evolución que parte de esta obra realizada en Bretaña, justo en el momento previo a las semanas de convivencia en Arles con Van Gogh, que no cambiaron la trayectoria de sus teorías en cuanto al arte como abstracción en adelante.
Se trata de un cuadro de dimensiones considerables: 73cm x 92cm. Su técnica ha sido al óleo sobre lienzo. En la exposición del museo Thyssen-Bornemisza encontramos esta obra en una de las salas interiores, ocupa una pared individual junto a un fragmento de una carta enviada a Van Gohg en septiembre de 1888 en la que Gauguin explica lo que opina sobre el cuadro, la impresión favorable que le transmite. El cuadro se encuentra iluminado con una luz adecuada, para que destaque pero sin llegar a modificar de alguna manera el color a causa de la excesiva iluminación. En las zonas contiguas podemos observar obras de otros artistas como Émile Bernard que también tratan de mujeres y paisajes bretones. El tema principalmente es religioso: la lucha de Jacob con el ángel en presencia de unas campesinas bretonas que salen de escuchar el sermón como su propio nombre indica. El lienzo se encuentra dividido diagonalmente por un árbol, debajo del cual se coloca una vaca de pequeñas dimensiones proporcionalmente al resto de los elementos. Los protagonistas (Jacob y el ángel) se sitúan en la esquina superior derecha mientras estas campesinas vestidas con el atuendo típico de la época parecen rezar arrodilladas en el primer término de la obra. Los colores son planos, intensos y vibrantes. Se distribuyen de forma yuxtapuesta contrastándose violentamente sin sombras ni luces. Destaca en concreto el predominante rojo bermellón, aunque también se ha de destacar el amarillo de las alas del ángel y el blanco de las cofias. Esta obra fue simple y llanamente la culminación de la síntesis que Gauguin llevaba buscando toda su vida.
En el libro de John Rewald El postimpresionismo: de Van Gogh a Gauguin consideran esta obra como el resumen de su nuevo estilo, en definitiva, una obra innovadora. La síntesis que encontramos en este libro respecto al la mía no distan mucho en el sentido puramente descriptivo. Nos informa de que obviamente el escenario es un paisaje bretón. La técnica de Gauguin a la hora de dividir el cuadro diagonalmente proviene del estilo japonés en los grabados. También notifican el testimonio de Gauguin, lo que él opina del cuadro; para mí lo más relevante es lo siguiente: “Creo que en estas figuras he logrado una gran simplicidad rústica (…) Para mí, en esta pintura tanto el paisaje como el combate sólo existen en la imaginación de estas mujeres que rezan, todo es un resultado del sermón (…)” Se ve que estaba muy satisfecho con el resultado.
En el dossier también viene descrito este cuadro, en concreto en la obra de Charles Harrison, Francis Frascina y Gill Perry Primitivismo, cubismo y abstracción en la que es considerado innovador porque marca una ruptura con sus temas bretones seudo impresionistas anteriores simplificando y distorsionando las figuras. Citando palabras textuales de Gauguin, “existe un contraste entre la gente real y la lucha que se produce en un paisaje, desprovisto de naturalismo y fuera de proporción”. Consideran que el estilo decorativo es esquemático, y lo comparan con Mujeres bretonas en un Perdón de su gran amigo Émile Bernard. Se destaca el hecho de que los recargados tocados de las mujeres del primer plano y sus vestidos regionales contribuyen a la distorsión de las figuras y al fomento del primitivismo. Puede advertirse la influencia japonesa en la forma en que las figuras están cortadas por el marco, en la estilización de los tocados y en la ausencia de perspectiva. La forma en la que se comenta en este libro el cuadro, está enteramente relacionada con el primitivismo. Por lo que la sencillez, la intensidad y la ausencia de naturalismo característicos de La Visión se achacan a la búsqueda de Gauguin de lo salvaje. De esta forma también se comenta que aunque presenta un tema religioso, no está fomentando una devoción o piedad religiosa. Y que la lucha puede hacer referencia a los combates y bailes de los Perdones bretones.
En la sección Gauguin y los orígenes del simbolismo, también del dossier, hacen destacar la “deslumbrante tierra bermellón” definiendo a Gauguin como el iniciador de un nuevo arte que lee la abstracción de la naturaleza.
Vincent Van Gogh pintando los girasoles, 1888, Ámsterdam, Museo Van Gogh
En una de sus cartas, Gauguin se dirige a Van Gogh en estos términos:
“Sí, tiene usted razón en querer una pintura con una coloración sugestiva de ideas poéticas y en ese sentido estoy de acuerdo con usted, con una diferencia: no conozco ideas poéticas y es probablemente un sentido que me falta. [...] Las formas y los colores conducidos en armonía producen por sí mismas una poesía. Sin dejarme sorprender por el motivo, siento ante un cuadro otra sensación que me lleva a un estado poético según si las fuerzas intelectuales del pintor se desprenden de él”
Es evidente que Gauguin ya se inscribía en una línea al margen del naturalismo, y concebía la pintura como un lenguaje simbólico basado en la expresividad de contornos y colores para formar un "poema" por sí mismo, y no por el motivo reproducido.
Junto a Van Gogh, Gauguin pintará algunos paisajes al natural, y su colorido se hará más vivo. Por su parte, Van Gogh tratará de pintar desde imágenes mentales, e imitará el simbolismo presente en las obras de Gauguin que el holandés consideraba tan misterioso. Ambos pintarán Les Alyscamps, presentes en la exposición, y los célebres retratos de Madame Ginoux y Madame Roulin convertidos casi en tapiz por su enfatizado valor decorativo.
Pero las divergencias entre los dos artistas les llevarían a terrenos cada vez más alejados; Van Gogh continuaría con la reproducción directa de la realidad, mientras que Gauguin avanzaría hacia la creación de otra realidad lejana. La relación artística sería, no obstante, enriquecedora para ambos, pero la convivencia se hizo insoportable. Gauguin plasmó el estado de tensión de la relación en su Retrato de Van Gogh pintado Girasoles; Van Gogh aparece como trastornado, pintando la obra con la que Gauguin le identificaba. Todo terminó con el incidente de la oreja, y Gauguin se marchó sin auxiliarle, escapando del proyecto que él había desechado en favor de su anhelo de tierras exóticas. Ambos seguirán en contacto por algún tiempo, hasta el suicidio de Van Gogh en 1890.
Faa Iheihe
En 1891 Gauguin se marcha a Tahití, como había planeado tantas veces, y será en aquel entorno donde desarrolla plenamente sus teorías pictóricas. Los cuadros de este periodo son los más representativos de su producción. La superficie pictórica se convierte en una evocación. La belleza plástica remite a su vez a una belleza lejana, creada asimismo por Gauguin, que representa una mitología perteneciente a la mente del pintor, encerrando una explicación de la muerte y la vida, la vida como erotismo, erotismo como belleza, y belleza en el exotismo.
Como analiza Guillermo Solana, los cuadros del periodo polinesio constituyen un universo hermético, cerrado, donde se incluyen diferentes niveles de realidad al expresar el interior y el exterior de los personajes, al expresar sus miedos, sus rituales y su religiosidad, que lleva a un ámbito sobrenatural. Cuadros como Manao Tupapau, Vairaumati Tei Oa, o el sublime Mata Mua, representan complejas articulaciones en las que los personajes son tomados de cuadros anteriores y se mueven entre lo real y lo imaginado. A partir de sus figuras aisladas, y la belleza de los colores saturados, Gauguin crea una mitología propia situada en algún paraíso de su invención. El valor estético de los cuadros es la recreación poética de los símbolos que explican la teogonía concebida por el artista.
Mata Mua
Sus obras son evocaciones; recreaciones simbólicas de una lejanía grave, evocaciones de otro mundo. Gauguin expresaba en otra de sus cartas:
“Mi centro artístico está en mi cerebro y no en otra parte y soy fuerte porque jamás me desvían los demás y porque hago lo que hay en mí. Beethoven estaba sordo y ciego, estaba aislado de todo, y así sus obras revelan al artista que vive en su propio planeta.”
Cristo Amarillo
Así es, al marcharse a Tahití Gauguin consolidó todo lo que había ideado anteriormente. Tiene las mismas inquietudes, el mismo lenguaje simbólico expresado desde la belleza plástica. La esencia es la misma, sólo el sabor es diferente. La religiosidad de Visión después del Sermón o del Cristo Amarillo, esa devoción soñada, ahora se viste de rituales y dioses asiáticos en un paraíso ausente.
¿De dónde venimos, Qué somos, A dónde vamos?
La culminación de todas sus ideas se encuentra en su cuadro-testamento: ¿De dónde venimos, Qué somos, A dónde vamos? , del año 1897, conservado en el Fine Arts Museum de Boston, realizado durante su segunda estancia en Tahití. Se trata de la plasmación de ese paraíso soñado, un paisaje edénico donde las figuras exóticas, tomadas de cuadros anteriores, escenifican las tres edades de la vida: la inocencia de la infancia, el desarrollo de la madurez entre el conocimiento científico y la religiosidad que nos vincula al más allá, aquí representada por la estatua del ídolo Hina, y el paso final de la vejez que lleva a la muerte cerrando el círculo simbólico.
Tras la ejecución de esta obra, como eclosión de todo su pensamiento y su estética, Gauguin trató de suicidarse, aunque su muerte no llegaría sino años más tarde, en 1903, dedicándose en el transcurso de esos años a pinturas de enorme belleza centradas en al idea del Paraíso y ya liberadas de las preguntas que escondían las obras anteriores a su composición: ¿De dónde venimos, Qué somos, A dónde vamos?
Desde los primeros titubeos impresionistas al simbolismo, el desarrollo del cuadro como poema, la belleza como signos y las alusiones a una religiosidad del más allá, Gauguin consiguió traducir las dos naturalezas que él consideraba tener: la india y la sensitiva, en un estilo pictórico propio donde expresar su mística deliberadamente lejana, creada sólo en su mente, como un universo enigmático para volver a un estado perdido.
El nacimiento de Cristo
En el “Nacimiento de Cristo” de Paul Gauguin percibimos el primitivismo, el vigor, la cotidianeidad, cruda y, en ocasiones, brutal, que caracterizaron toda su obra. La tela es una original conjunción de elementos devotos y profanos. La iconografía navideña cristiana, matizada por la tradición religioso-mágica polinesia, comparte escena con la imagen terrenal, encarnada en esa figura de mujer yaciente, en actitud de natural abandono, humanizada y, tal vez, alejada de la condición de “elegida”.
Este torturado artista, demonizado en Europa, koke en sus “pretendidos” paraísos isleños, padeció un verdadero catálogo de enfermedades. Su correspondencia privada está salpicada de referencias a sus penurias sociales y a su precaria salud. Sufrió varias enfermedades tropicales (amebiasis, malaria…) y una sífilis, que llenó de amargura sus últimos años.
Nevermore, 1897
Aunque Gauguin transformó a las mujeres polinesias en figuras divinas -obedeciendo a las reglas de su imaginación- conocía bien la triste depravación de su vida real, y creó algunas imágenes oscuras en respuesta a lo que vio. La muchacha plasmada en este cuadro, pintado después de haber vivido en los mares del sur durante varios años, muestra cómo llegó a entender la obsesionada diferencia de la vida interior que llevaban las mujeres. La muchacha está tendida ante nosotros, su cuerpo dorado de un siniestro verde, mientras medita sobre el misterio de su existencia. Un cuervo ciego cuelga de su ventana como un simbólico "pájaro de la muerte" (inspirado por el poema El cuervo de Allan Poe, uno de los autores preferidos de los simbolistas). Dos mujeres hablan con urgencia mientras la muchacha yace aislada y asustada sobre su espléndido almohadón amarillo.
Los motivos semiabstractos que vemos en las pinturas de este tipo son expresiones de los ritmos internos, psicológicos, más que de sucesos externos. La habilidad de Gauguin radica en su negación a dar una explicación a este complejo misterio, a pesar de que sugiere que puede haber una respuesta. No importa el tiempo que contemplemos Nevermore; mantiene, y de hecho profundiza, su misterio ante nosotros.
Mujer con abanico, 1902
En esta pintura el artista se sirvió de una fotografía, aunque acentuó la expresión triste y melancólica de la mujer. Paul Gauguin (1848-1903) es famoso por los cuadros que pintó tras su marcha a los mares del sur, pero la inspiración de su obra partía de su interior. Aunque se dedicó a la pintura como profesional bastante tarde, sus primeros pasos como aficionado estuvieron influidos por los impresionistas, especialmente Pissarro, cuyas pinceladas rotas y sistemáticas adoptó Gauguin. Pretendía eliminar de su arte todas las convenciones. Los impresionistas estaban influidos por la naturaleza; Gauguin por su propia versión de la naturaleza.
Jinetes en la playa, 1899
Gauguin escapó a los mares del sur en busca de una forma de vida primitiva donde su arte pudiese florecer. A pesar de la repugnancia que le producía la atrincherada sociedad colonialista que allí encontró, pintó a los polinesios como imágenes en un estado celestial de libertad total. Gauguin nos inculcó su propia versión de la naturaleza, con formas estilizadas y planas y con la utilización de colores intensos y exóticos en lo que puede parecer un abandono temerario, pero que están cuidadosamente calculados para conseguir los efectos más espectaculares. en Jinetes en la playa pinta la arena rosa no porque la viese de ese color, sino porque solamente la arena rosa podía expresar sus sentimientos. El amarillo hubiese resultado demasiado real: no se trata de una escena lógica, sino mágica y la paz y la alegría son simbólicas, no literales. Es un cuadro sobre un estado de vida idílico; personas amables y radiantes controlan sin esfuerzo a sus caballos, la libertad se encuentra en cada punto del paisaje marino, los cielos amplios y cubiertos de nubes, el hombre y la mujer en perfecta armonía.
Algunos de sus autorretratos
Paul Gaug
Anticonformista, original, inspirado, valiente, inquieto: Paul Gauguin es uno de los pintores más fascinantes de finales del siglo XIX. A las dificultades y las amarguras de la vida diaria, Gauguin contrapone la búsqueda sublime de la pureza y de la belleza, por las que está dispuesto a dejarlo todo y embarcarse en un viaje al otro extremo del mundo. Desde Bretaña a Tahití, desde los campos franceses a la Polinesia, Gauguin nos lleva por un itinerario sorprendente y maravilloso.
Con su arbitrario sentido del color y sus formas sintéticas y planas, Paul Gauguin, atraído por los mares del sur y el primitivismo, es uno de los pintores postimpresionistas que mayor repercusión tuvieron en la evolución del arte. El color representado por Gauguin. Él libera al color en su labor de ser local. Es un pintor aliado con la música Impresionista. El mismo dice que su pintura entra en una etapa musical. El segundo tipo de color es el expresivo, representado por Van Gogh. El color es bastante más local que en Gauguin.
Su primera etapa pictórica, está dentro de la pintura tradicional, pero su pintura va a ser de la lejanía. Cuando está en la isla de la Martinica pinta más la cercanía y los colores van tomando importancia en la pintura de Gauguin. Tras esta etapa de la Martinica, sus cuadros parecen ya esmaltes. Pasando por estas tres etapas de Gauguin, llegamos al verdadero Gauguin. Las figuras entre sí no guardan relación ni en espacio, ni en tamaño. Los colores pierden totalmente su localidad y sus planos.
El cuadro se comporta como una vidriera; esto es lo que se llama un SINTETISMO. Como los colores son planos y además están delimitados por una frontera, el sintetismo también se llama CROISSONISMO.
El cuadro se convierte en algo no realista, el color pretende evocar algo cálido y la pintura cobra musicalidad. Esto pertenece ya al verdadero Gauguin. En la etapa en que Gauguin y Van Gogh viven juntos hay cierta influencia de Gauguin en Van Gogh y viceversa. A Gauguin no se le incluye entre los impresionistas porque por un lado el Impresionismo es como un realismo de retina y Gauguin dice que el Impresionismo es una tontería el no es impresionista. Por otro lado, el Impresionismo tiene un color local y Gauguin dice que el color tiene que ser libre, no local.
Lo fundamental para Gauguin no es el tema, sino el acorde mágico de los colores. Este pintor sabe muy bien que el color impacta; de ahí que le de tanta importancia al color, porque es capaz de sacar los sentimientos, la musicalidad,...
Gauguin crítica a Van Gogh en cuanto a la musicalidad de los cuadros de éste segundo, porque es estridente y cortante (en contraposición a la suya que es armoniosa). La realidad visible en este pintor en su etapa de mayor esplendor, consiste en convertir el cuadro en algo no realista, el color pretende evocar algo cálido y la realidad cobra musicalidad. Gauguin en cierto modo subjetiviza el color, los colores tienen un lenguaje y cada uno evoca un sentimiento.
Este pintor para resaltar la solemnidad de lo que esta pintando, sacrifica el movimiento de las figuras y les aporta rigidez e hieratismo. Gauguin rechaza radicalmente el realismo, hay que partir del espíritu, en sus cuadros el tema pierde importancia. El mismo pintor escribía "La aspiración de querer reproducirlo todo sólo da origen a una pintura inferior. La impresión, en cambio, que se desprende de la simple distribución de colores, luces, y sombras es la música del cuadro".
Algunos de sus cuadros son:
"Las viejas de Arlés"; parece más un cuadro de Van Gogh que de Gauguin y ello se debe a que lo pintó en 1888, cuando vivía con este pintor en el Sur de Francia,
"La oración el huerto"; es un cuadro como autobiográfico. Se siente solo y de hecho lo está, porque ha abandonado a su familia (mujer y cuatro hijos).
"El autorretrato"; no hay realismo. Refleja rasgos físicos, que él mismo dice que son de sus antepasados.
“La Anunciación"; el colorido tiene gran calidad. Es un cuadro extraño, pues la virgen (mujer exótica de las islas), sostiene ya al niño en el hombro.
"Tamatete" (El mercado); en él los colores van cambiando. Coloca algo en función del todo. Este cuadro recuerda a las figuras egipcias.
"Las flores rojas de los senos"; en él, el azul y el rojo resaltan. Se comporta como una vidriera. Tiene todo un festín de colores.
Gauguin utiliza los colores de un modo subjetivo, es decir, como él quiere. Juega con elementos subjetivos, pero que producen efectos objetivos. Por ejemplo: El color azul se coloque donde se coloque, siempre aleja; el rojo acerca; el amarillo y el naranja excitan; Los colores tiene un contenido que no sabemos porque, de una manera o de otra no influyen.
Postimpresionismo o neoimpresionismo.
Gauguin, Salve María, "La Orana María", 1891, óleo sobre lienzo, 113´7 x 87´6 cm, NY., Metropolitan Museum of Art.
Gauguin, es un claro ejemplo del postimpresionismo, debido a que fue un movimiento con gran inferencia de diferentes corrientes orientales, que representa el mito del bohemio y del primitivismo. El rechaza la cultura de Occidente y abandona la civilización en pro de los pueblos primitivos. Rechaza lo académico, valora la máscara africana, el arte románico y todas aquellas tendencias que estaban fuera de lo habitual. Él valora este tipo de arte no por lo que tiene de curioso y diferente, sino por su autenticidad.
Este movimiento adopto nuevas técnicas de representación, por eso fue un movimiento innovador, ya que era la primera ves en Europa que se hacia esto.
En esta pintura se ve representadas las características del pintor y del movimiento claramente, ya que es una pintura de de una mujer indígena con un niño y atrás otras mujeres. También se da la aparición de vegetación y frutos autóctonas del lugar, como paleras y otras diferentes variedades de árboles y arbustos. Diferentes tipos de frutos como las bananas, cocos y demás.
En cuanto a los colores hay una gran variedad de colores, como el verde, el rojo, el amarillo y el azul.
No hay una luz definida, hay carencia de sombras y hay una sutil diferencia de claros y oscuros en los cuerpos.
Hay una clara aparición de líneas bien marcadas en las figuras.
Aparece, por medio de la diferenciación de tamaños en las personas y las chozas de atrás una sensación de perspectiva.
También es una pintura sintética, resuelve por medio de la simplificación de formas como la del cielo por ejemplo, no es un cielo real pero se entiende como esta expresado que es un cielo.
La Leyenda Negra de un Pintor Maldito: Paul Gauguin
“¿A qué he llegado? A un completo fracaso. Los enemigos y la mala suerte me han perseguido sin cesar...; cuanto más avanzo más me hundo; muchas personas encuentran protección porque se manifiestan débiles y saben cómo pedir ayuda. A mí nadie me ha protegido porque me consideraban fuerte y porque he sido demasiado orgulloso.”
Paul Gauguin.
En el año 2003 se ha celebrado el centenario de la muerte del pintor francés Paul Gauguin (París, 1848 - Islas Marquesas 1903), por lo que se han preparado grandes eventos expositivos sobre la vida y obra de este artista, cuya existencia estuvo marcada por los escándalos sexuales, enfermedades, problemas judiciales, incapacidad de adaptación con las comunidades europeas y una genialidad que abrió numerosas puertas para el arte del siglo XX.
Durante su estancia en Pont-Aven, sus cuadros asumen una temática bretona. Pero, su verdadera obsesión es ir más allá de cualquier convencionalismo artístico y social y, para ello, decide dar el primer paso hacia una aventura que marcará el arte del siglo XX: su marcha a Panamá y las Antillas francesas, instalándose especialmente en Martinica, en el año 1887, donde aparecen sus primeras propuestas marcadas por el indigenismo. La estancia en estas tierras favorece el incremento de la luminosidad en los colores de sus lienzos. Antes de su marcha a Panamá, ya se encuentra tísico, aspecto que reforzaría esa fama de artista maldecido. Sus problemas económicos son una constante, así como la dificultad a la hora de vender sus cuadros, que no son entendidos ni por el público ni por la crítica, ajena a toda esta exaltación de indigenismo.
El investigador David Sweetman (1998, p.562) afirma lo siguiente de Paul Gauguin:
“Mas que sentirse irritado por una situación concreta, es posible que la principal razón para que decidiera abandonar Francia para siempre residía en que se había convertido en víctima de su propio mito. Considerándose a sí mismo como un salvaje, siempre deseoso de irse hasta los confines de la tierra en busca de su arte, era imposible que se estableciera en medio de la rutina del mundo del arte parisino, que se convirtiera simplemente en otra figura en lucha por hacerse con un espacio para exponer y conseguir llamar la atención de críticos todavía más jóvenes que él.”
(2003, p. 43) reconstruye en su última novela como podría haber sido este suceso:
“Confesarías a Teha'amana tus planes de retorno a Francia sólo en el último momento. Eso se terminaba, también. Debías estar agradecido a esta chiquilla. Su cuerpecito joven, su languidez, su espíritu despierto, te habían hecho gozar, rejuvenecer, y a ratos sentirte un primitivo. Su viveza natural, su diligencia, su docilidad, su compañía te hicieron la vida llevadera. Pero el amor estaba excluido de tu existencia, obstáculo insalvable para tu misión de artista, pues aburguesaba a los hombres. Ahora, con esa semilla tuya en las entrañas, la chiquilla comenzaría a hincharse, se volvería una de esas nativas adiposas, monstruosas, por la que tú, en vez de afecto y deseo, sentirías repulsión. Mejor cortar esa relación antes que terminara de mala manera. ¿Y el hijo o la hija que tendrías? Bueno, sería un bastardo más en este mundo de bastardos.”
Posteriormente, entra en su vida Annah, una exótica javanesa, que es presentada por el marchante Ambroise Vollard. Según David Sweetman (1998, pp. 525-526), "como es lógico, Gauguin afirmaba que Annah tenía trece años, la edad mística que parece haber representado para él, más que un momento cronológico preciso, el instante sagrado en que una muchacha se siente mujer."
El artista tenía la costumbre de mostrar una colección de postales pornográficas a las adolescentes muchachas tahitianas. De hecho, fueron abundantes en número los cuadros de pubescentes amantes tahitianas, lo que demuestra, guste o no, su tendencia pederasta, hablamos de amantes de 13 y 14 años, actitud que en la época desató numerosas polémicas, pero que incluso, hoy en día, el escándalo hubiera sido mucho mayor, debido a la mayor sensibilidad ante este problema. Hoy Gauguin posiblemente hubiera sido enjuiciado, ya que realmente tenía una clara tendencia hacia la pederastia.
No obstante y aportando algo de luz sobre el tema, debemos afirmar que su precaria salud tampoco le permitió hacer grandes hazañas sexuales ni excesos, eso sí contagió la sífilis a muchas de sus amantes, ingresando en la lista de los personajes sifilíticos de la historia, entre los cuales podemos encontrar al Marqués de Sade, Franz Schubert, Lord Byron, Arturd Rimbaud, Paul Verlaine, Charles Baudelaire, Nietzsche, Oscar Wilde y los pintores Francisco de Goya y Vicent Van Gogh, entre otros muchos.
Posteriormente, en el transcurso de una breve estancia en Bretaña, en 1894, en el trascurso de una refriega en el puerto pesquero de Concarneau, a trece kilómetros de Pont-Aven, sufre fuertes heridas en una pierna, para mitigar los dolores posteriores y conciliar el sueño abusa de la morfina con el alcohol. Por otra parte, durante estos años, su técnica está muy asentada, de hecho, la autonomía del color se presenta totalmente establecida y la temática asume una nueva realidad totalmente alejada del convencionalismo occidental.
En 1895, de vuelta a Papete y sin su amante Annah, que se había escapado, al no poder aguantar el carácter avinagrado del artista, recibe la noticia de la muerte de su madre, lo que le produce una absoluta dependencia del alcohol. Durante este año, se plantea que si su vida no mejora se quitaría la vida, situación que se repetirá en varias situaciones en el futuro. Por suerte, obtiene un trabajo en el catastro, pero su situación económica sigue siendo lamentable, viviendo en una choza con una gran pobreza y donde las ratas realizan diversos destrozos en cuadros y dibujos.
La posterior noticia de la muerte de su hija de 20 años, Aline, le producen fuertes problemas alucinatorios y paranoicos. Su situación vital se hace insoportable, uniendo a todo esto la tuberculosis, sífilis, blenorragia, asma, fiebres, alteraciones gastrointestinales y complicaciones de piel y vista.
En 1901, marcha a las islas Marquesas, a 1.400 kilómetros al nordeste de Tahití, en busca de nuevos estímulos para su arte, donde nuevamente vuelve a tener relaciones con una joven de catorce años, llamada Marie Rose Vascho, de la que tiene un hijo. Hoy en día, en estas islas se siguen contando numerosas historias y leyendas del artista, con el nombre de Koké, tal y como se le conocía en la zona.
Entre los diferentes artistas con los que entabló relación destacan Edgar Degas, Eduard Monet, Ignacio Zuloaga, Camille Pisarro, Paul Cezanne, Emile Bernard y Paco Durrio, pero especialmente significativo fue su encuentro con Vicent Van Gogh.
Entre los diferentes escritos del artista francés, debemos destacar los de carácter religioso marcados por una visión revolucionaria y un cristianismo anticatólico (tal y como aparece en el panfleto"El espíritu moderno y el catolicismo"), sus descripciones de soledad e incomprensión por parte de sus colegas y críticos ("Historias de un pintamonas"), así como otros escritos "Noa, Noa, la isla feliz", "Escritos de un salvaje", "Avant et Aprés" y "Cartas a Georges Daniel Monfried", entre otros.
Exaltaba las civilizaciones primitivas, no corrompidas por el abuso de la razón occidental y las normativas eclesiásticas. En definitiva, buscaba una sociedad inundada por la felicidad, alejada de restricciones sociales y de pensamiento. Estas islas le parecieron uno de los pocos lugares del mundo donde se podía ser libre. Un ideal que fue perseguido por otros intelectuales occidentales, como el escritor escocés Robert Louis Stevenson, autor de "El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde", "La isla del Tesoro" y "La flecha negra", quien también acabó en los Mares del Sur, convirtiéndose en una leyenda para los indígenas por su poder de inventar historias, de hecho, fue apodado "Tusitala", el contador de cuentos.
Sus primeros cuadros importantes son pintados cuando tenía más de 30 años, exactamente podríamos situar su periodo más productivo entre los 40 y 50 años. En este sentido, la influencia pictórica de Gauguin ha sido muy notable, de hecho, ha marcado como discípulos suyos a los pintores de la escuela de Pont-Aven y a los nabis; igualmente Pablo Picasso se sintió impresionado por la energía de su arte primitivo, inspirándose en la escultura Oviri para la realización de "Las Señoritas de Avignon"; Henri Matisse y otros pintores fauves se quedaron fascinados con la exaltación cromática de sus cuadros y su luz cálida y notable; los expresionistas alemanes compartieron el interés del artista por los ídolos, los ritos paganos y la estatuaria primitiva; incluso, el arte abstracto también puso sus ojos en las propuestas del artista francés, ya que este proclamó la superioridad del color sobre el dibujo y la fuerza del gesto creativo e instantáneo. Consiguió con su pintura una superación de la mera realidad descrita, convirtiendo la naturaleza en expresión libre de emociones y en un medio para la imaginación del artista.
Comienza la quinta Bienal Paul Gauguin con música clásica
Iguala, 25 de octubre. Entre música clásica de Mozart y Beethoven a cargo del grupo de pianos Claro de Luna, y un mensaje de que la UAG no sólo es marcha y protesta, sino también investigación, arte y cultura, fue inaugurada la quinta Bienal del Pacífico de Pintura y Grabado Paul Gauguin 2007, exposición colectiva de reconocidos artistas de siete estados. El director de la Casa de la Cultura, Mario Rodríguez Díaz, indicó que en esta bienal se conjugan formas y estilos de trabajo, algunas figuras con abstracciones muy intensas, mientras que en otras hay una expresividad muy grande con cuadros de la figura humana un tanto deteriorada y algunos trípticos.
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Enviado por: | Cami |
Idioma: | castellano |
País: | Argentina |